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Suele decirse que los juicios morales son subjetivos, esto puede caer dentro de
una postura subjetivista estricta en donde afirmar: “está mal hacer daño a los
animales” es considerado de la misma índole que “No me gusta el queso”. Tal
afirmación es falsa, a diferencia de cuestiones de gusto las creencias morales se
prestan a discusión argumentativa. Por otro lado el subjetivismo lato afirma que los
juicios morales dependen de las opiniones de quien los sostiene. Ambas variantes
del subjetivismo contrastan con el objetivismo moral que afirma que en toda
controversia moral una de ambas posturas debe estar equivocada, al menos en
principio. Rechazar un objetivismo estricto no implica aceptar el subjetivismo, se
puede defender un objetivismo lato.
Una idea moral básica de sentido común sobre la condición de los animales es
que éstos tienen entidad moral parcial, sus vidas revisten importancia moral
directa, pero menor que la de los humanos. Hay diversos argumentos que se
presentan en torno a ésta idea. Desde un punto de vista religioso el bien moral es
identificable con lo que Dios aprueba y lo que ordena, desaprueba el sufrimiento,
pero en mayor medida el humano que el animal. Esto es inaceptable, la tesis que
reduce el bien moral a lo que Dios aprueba fue ya refutada por Platón.
Otro punto de vista desde una objetividad estricta es la postura intuicionista, esta
afirma que la moral es objetiva en sentido estricto y que de algún modo los valores
morales existen en el mundo e imponen condiciones, sin embargo esto conlleva
dificultades. Un intuicionista podría decir que la experiencia y vida de los animales
tienen cierto valor, aunque inferior al de la experiencia y vida humana. En contra
de tal afirmación se encuentra el argumento de la peculiaridad. Si los valores
morales existen en el mundo de forma objetiva, son entidades peculiares pues no
se manifiestan en los objetos como propiedades ni cumplen una función causal. Al
exigir algún tipo de correspondencia entre propiedades morales y naturales tal
correspondencia resulta ser enigmática. Del mismo modo explicar el
funcionamiento de una presunta facultad de intuición resulta poco plausible. Si
existiese en verdad una facultad de intuición moral, su funcionamiento parecería
estar mas bien determinado por creencias morales vigentes en la sociedad, más
que por valores objetivos existentes. La opción más coherente y aceptable para
dar objetividad a los juicios morales pareciese ser un objetivismo lato, entendiendo
que los conceptos morales son desarrollados para servir a nuestros propósitos.
Por último Tom Regan sostiene una forma sofisticada de intuicionismo mediante el
método del equilibrio reflexivo. Considera que la teoría moral se encarga de
descubrir principios morales que reglamenten y expliquen nuestros juicios
morales. Los principios más aceptables que encontraremos atribuyen derechos
básicos a todos los animales. Toda ser sujeto a la vida tiene el mismo valor moral
intrínseco, tal afirmación implica un compromiso con el objetivismo estricto y
conlleva las mismas dificultades ya expuestas. La teoría moral sigue sin tener
fundamento en cuanto al conocimiento de los fenómenos morales. Son requeridos
dos aspectos para que una teoría moral sea aceptable: una concepción rectora de
la naturaleza de la moral, ésta debe ofrecer una imagen plausible de la fuente y
del origen de la motivación moral. En segundo lugar debería incluir un principio o
principios normativos básicos que guíen los juicios a cerca del bien y el mal.