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Además, fue quien dirigió a Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que inició con
el propósito principal de cumplir sus planes expansionistas en Europa.
Redacto un libro llamado “Mi lucha”, en el cual expresaba ideologías propias basadas en el
nacionalsocialismo, describiendo también su aversión a los que cree son los males gemelos
del mundo: el comunismo y el judaísmo, y manifestaba su intención de erradicarlos de la
Tierra. Mediante estos mismos ideales y sirviéndose de su gran talento oratorio, realizando
variados discursos, como por ejemplo el que analizaremos, apoyandose también por la
eficiente propaganda nazi y las concentraciones de masas cargadas de simbolismo,
consiguió un gran apoyo popular. Transformó la República de Weimar en el Tercer Reich y
gobernó con un partido único basado en el totalitarismo y la autocracia de la ideología nazi.
Una vez que se auto declaro Führer promovió el rearme de Alemania, y tras la invasión de
Polonia en 1939, se inició la Segunda Guerra Mundial. Con estos actos, Hitler violó las
condiciones de paz que se habían impuesto en el Tratado de Versalles tras la Primera
Guerra Mundial.
Además Hitler, a lo largo de su vida como político influyente, como ya hemos mencionado
siempre denoto una gran habilidad para transmitir sus ideas de manera sensitiva, llenando
de sentimiento cada palabra que decía, con movimientos fuertes, que por poco estéticos que
parezcan, se lograba apreciar que muestran su sentir, no solo en el mismo discurso que nos
encontramos analizando, sino que en varios realizados por su persona. Tiene la costumbre
de mantenerse a gran distancia del micrófono, o al menos es el caso de este discurso, ya que
sube bastante la voz al hablar, casi gritando, como ya mencione descargando mucho
sentimiento en sus palabras. Sus expresiones físicas tienden a ser bastante rectas, se queda
parada en el mismo sitio siempre, y mueve los brazos con brusquedad y sin pensarlo
demasiado