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MCPC 2018-1
Introducción
Ahora bien, para en el presente trabajo poder analizar los sistemas de valoración
de los medios probatorios, necesariamente tenemos que definir qué es la prueba,
analizarla desde el punto de vista procesal y constitucional, lo cual, ineludiblemente nos
obliga a tratar el tema de la constitucionalización de la prueba, esto es, el derecho
constitucional que tienen todas las personas de acceder a las pruebas, traduciéndose en el
derecho a probar, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 49.1 de nuestra Carta
Fundamental, siendo entonces todo ello parte del derecho constitucional al debido
proceso y al derecho a la defensa.
Tales sistemas de valoración de los medios probatorios han sido clasificados por la
doctrina de la siguiente manera:
De forma pues que, luego de analizar los métodos de valoración de los medios
probatorios, explicaremos, de seguidas, cuál de tales sistemas debe ser el aplicado en
nuestro ordenamiento jurídico, tomando siempre en consideración los valores y principios
consagrados en nuestra Constitución, que constituyen la base del proceso sin formalismos
ni ritualismos, simple, uniforme, breve, oral, público, sin reposiciones inútiles o dilaciones
indebidas, para así garantizar un debido proceso y tutelar los derechos de los
administrados alcanzando la justicia, de conformidad con los artículos 2, 26 y 257
Constitucional.
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Marco Teórico
Para poder entender de una mejor manera el significado de los sistemas de
valoración de los medios probatorios, resulta muy útil poder establecer ciertas diferencias
entre las distintas acepciones de la palabra prueba, así como de sus definiciones.
La prueba
Pues bien, vistas las distintas definiciones realizadas por doctrinarios respecto del
significado jurídico de prueba, y antes de analizar los sistemas de valoración de ella, es
pertinente indicar algunas consideraciones adicionales al significado de la prueba, habida
cuenta que, actualmente, no se limita tal definición únicamente al ámbito procesal o de
derecho probatorio, sino que también deben ser definidas, analizadas y valoradas desde la
óptica constitucional.
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Por tal motivo, el derecho a probar constituye parte del debido proceso, toda vez
que así expresamente se encuentra establecido en nuestro Texto Fundamental, por lo
que, la prueba no debe observarse, tal y como lo indica el autor Reynaldo Bustamante
Alarcon[5], como una mera diligencia que atienda sólo a las normas que regulan su
admisibilidad o desarrollos procedimentales, sino que debe ser vista como un derecho
subjetivo de los sujetos procesales legitimados a intervenir en la actividad probatoria que
define –junto a otros elementos- el debido proceso.
En ese mismo sentido, expresa el autor Augusto Mario Morello[6], al indicar que
“…el derecho constitucional de la prueba es una fase esencial del debido proceso y del
ejercicio cabal de la defensa en juicio… El derecho a probar es uno de los elementos
constitutivos que concurren a definir el proceso justo…”.
Pues bien, luego de leer la opinión de los autores antes mencionados podemos
señalar que el derecho a probar, tal y como lo dispone nuestra Constitución en su artículo
49.1, consiste en que todo ciudadano legitimado en todo proceso judicial y
administrativo, tiene el derecho de acceder a las pruebas, y, por tanto, a que los medios
probatorios sean admitidos, evacuados y valorados para poder demostrar la verdad de los
hechos alegados que conforman su pretensión.
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Pero como todo derecho debe tener ciertos límites, es importante considerar que
por tratarse de un derecho que se materializa o se ejecuta ineludiblemente dentro de un
proceso judicial o administrativo, debe estar limitado por ciertos principios procesales,
como los pueden ser el de la idoneidad, pertinencia, conducencia, licitud, control y
contradicción, entre otros.
Ahora bien, otra consideración que desde el punto de vista procesal constitucional
debemos realizar con respecto al derecho de acceder a las pruebas, es decir, el derecho a
probar, es que además de ser una emanación del derecho a la defensa de las partes
legitimadas dentro del proceso judicial o administrativo, creemos también que tal derecho
puede comprender un doble carácter.
En efecto, tiene un carácter objetivo, habida cuenta que es uno de los elementos
esenciales de nuestro ordenamiento jurídico, toda vez que el Estado, a través de sus
órganos jurisdiccionales y administrativos, se encuentra en la obligación que en todo
proceso o procedimiento se deben analizar todas y cada una de las pruebas aportadas por
los legitimados en cada caso, para así no sólo garantizar las debidas garantías
constitucionales dentro de aquellos, sino para que también el magistrado o ente decisor
emita un pronunciamiento ajustado a lo probado en el caso en concreto, respetándose así
el debido proceso por parte de quien, precisamente, debe garantizarlo, esto es, el Estado.
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Pues bien, “las pruebas practicadas hay que valorarlas o apreciarlas. Cualquiera
de las dos palabras es buena: determinar el valor o fijar el precio de algo, no son
expresiones distintas etimológicamente” (Santiago Sentís Melendo).[9]
En ese sentido, tal y como señala Humberto Bello Lozano[10], el acto de la prueba
debe ser una consecuencia lógica del principio de aportación de las partes, quienes traen
al juez durante la secuela del proceso, todos los medios taxativamente señalados en la ley
y que consideren pertinentes para demostrar los hechos controvertidos, lo que, en vista
de ese cuestionamiento, han de ser valorados debidamente por el juez, y de su resultado
o apreciación dictar la sentencia que considere conveniente atendiendo a la convicción
que el análisis haya traído a su ánimo. Por su parte, Augusto Morello[11] señala que
“ninguna decisión es justa si está fundada sobre un acertamiento errado de los hechos”.
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Es por ello que, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, mediante
sentencia número 355, de fecha 23 de marzo de 2001, con ponencia del magistrado Jesús
Eduardo Cabrera Romero, indicó “…la falta de motivación de la decisión, ha sido criterio
de esta Sala que la inmotivación del fallo es una infracción al debido proceso” [12].
Pues bien, como puede apreciarse de una lectura de las sentencias antes referidas,
sabemos que constituye un vicio de la sentencia cuando el juez omite, bien sea total o
parcialmente, la valoración de algún medio probatorio, siendo ello a su vez una violación
al debido proceso.
Por tal motivo, es que la convicción al juzgador no puede ser un reflejo de una
verdad formal o aparente, y menos aún subjetiva, en todo caso, tal verdad debe ser
producto de la certeza objetiva, debidamente fundamente en los hechos reales y en el
Derecho, y de esa forma asegurar una justa solución al conflicto.
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Razón por la cual señalamos que si el juzgador no valora adecuadamente todos los
medios de prueba producidos conforme a los principios “constitucionales y legales” que
rigen la actividad probatoria, el derecho constitucional a probar se vería afectado, y como
consecuencia de ello, también el derecho al debido proceso, el derecho a la defensa y a la
tutela judicial eficaz y efectiva.
En tal sentido, expresa Humberto Bello Lozano[15] que el sistema que se viene
comentando le otorga una libertad absoluta de apreciación de la prueba al juez, indicando
que “…No sólo le concede el poder de considerarla sin requisitos legales de especie
alguna, sino que llega hasta darle el poder de seleccionar libremente las máximas de la
experiencia que han de servir a su valorización…la llamada prueba libre no es un
exponente del liberalismo procesal, sino de dictadura judicial, puesto que se preocupa
tan solo en vencer sin cuidarse además de convencer como hace en cambio la sana
crítica…”.
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extraerse de la prueba producida. Las presunciones judiciales son sana crítica y no libre
convicción, ya que ellas deben necesariamente apoyarse en hechos probados y no en
otras presunciones…”.
En ese mismo sentido, indica Carlo Lessona, citado por el autor Gabriel Alfredo
Cabrera Ibarra[18] con respecto al sistema que venimos comentando, que es aquel “…en
el que las pruebas tienen un valor inalterable y constante, independientemente del
criterio del juez, quien se limita a aplicar la ley a los casos particulares…”.
Pues bien, tal sistema ofrece ciertas ventajas, como por ejemplo, la seguridad
jurídica, habida cuenta que las partes, anticipadamente, conocerán el valor probatorio de
los medios aportados al proceso, evitándose así un rechazo arbitrario e inmotivado de
dichos medios. También pudiera señalarse que existiría uniformidad en las decisiones,
evitándose el favorecimiento del juzgador a una de las partes del proceso.
Pero, por el contrario, el referido sistema también tiene algunas desventajas, tal y
como señala Hernando Devis Echandía, citado por el autor Rodrigo Rivera
Morales[22] siendo, entre otras: i) mecaniza la función del juez; ii) conduce a una verdad
aparente por tener apariencia formal, entre otras.
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Tal sistema de valoración de medios probatorios ofrece ciertas ventajas, con las
cuales concordamos y nos parecen acertadas, expuestas por Parra Quijano[28], siendo
ellas:
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Consideraciones finales
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Referencias Bibliográficas
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Caracas, Venezuela, 2002.
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Morello, Agusto. La prueba. Tendencias modernas. Editorial Platense-Abeledo Perrot.
Buenos Aires, 1991.
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http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Mayo/708-100501-00-1683.htm
[1] Santiago Santís Melendo. La Prueba. Los grandes temas del Derecho Probatorio.
Colección Ciencia del Proceso. N° 65. Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires,
Argentina, 1978, p. 22.
[2] Hernando Devis Echandía. Teoría General de la Prueba Judicial. Dos tomos. Biblioteca
Dike. Cuarta edición, 1993. Tomo I, p. 34.
[3] Eduardo Juan Couture. Fundamentos del Derecho Procesal Civil. Ediciones Depalma.
Buenos Aires. 1981, N° 135, pp. 215 y 216.
[4] Hugo Alsina. Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, Ediar Soc.
Anon. Editores, Buenos Aires, 1958, Tomo III, p. 224.
[5] Reynaldo Bustamante Alarcón. Apuntes sobre la Valoración de los Medios de Prueba.
En: Revista de Derecho Procesal. Lima, 1998. Tomo II, pp. 50-57.
[6] Agusto Mario Morello: La prueba. Tendencias modernas. Editorial Platense-Abeledo
Perrot. Buenos Aires, 1991, p. 13.
[7] Luis Alberto Petit Guerra: Estudios sobre el Debido Proceso. Una visión global:
Argumentaciones como derecho fundamental y humano. Ediciones Paredes. Caracas-
Venezuela, 2011, pp. 115-117.
[8] Disponible: http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Febrero/181-140203-02-0503.htm
[9] Ob. Cit., p.86.
[10] Humberto Bello Lozano. La prueba y su técnica. Ediciones Mobil-Libros. 5ta edición.
Caracas-Venezuela, 1991, p 39.
[11] Ob. Cit., p.40.
[12] Disponibles: http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scc/Marzo/355-230301-00-
1853%20.htm
[13] Disponibles: http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scc/Marzo/70-240300-98-
757.htm y http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scc/Agosto/RC-00952-270804-04139.htm
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[14] Citado por Joan Picó I Junoy. El derecho a la prueba en el proceso civil. J.M.Bosch
Editor S.A, Barcelona, 1996, p. 26.
[15] Ob. Cit., p 45.
[16] Ob. Cit., p 226.
[17] Rodrigo Rivera Morales. Las Pruebas en el Derecho Venezolano. Editorial Jurídica
Santana C.A. San Cristobal-Estado Táchira-Venezuela, 2002, p. 133.
[18] Gabriel Alfredo Cabrera Ibarra. Derecho Probatorio. Compendio. Vadell Hermanos
editores. Caracas-Venezuela-Valencia, 2012, p. 208.
[19] Humberto Enrique III Bello Tabares. Tratado de Derecho Probatorio. Editorial Livrosca.
Tomo I, Caracas, Venezuela, 2002, p. 279.
[20] Ob. Cit. p. 42
[21] Ob. Cit. p. 135
[22] Ob. Cit. p. 291
[23] Citado por Rodrigo Rivera Morales en la Ob. Cit. pp 19-20.
[24]Citado por Humberto Enrique III Bello Tabares en la Ob. Cit. pp 292-293.
[25] Ob. Cit. pp. 257-258.
[26] Disponible: http://www.tsj.gov.ve/decisiones/scon/Mayo/708-100501-00-1683.htm
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