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índice

Ana Rocío Jouli / p. 3

Juana Isola / p. 6

Julieta Novelli / p. 10

Daiana Henderson / p. 12

Luciana Caamaño / p. 16

Jorgelina Díaz / p. 20

Juana Bignozzi / p.23

Marosa di Giorgio / p.24

Paula Moya / p. 25

Silvina Ocampo / p. 27

Olga Orozco / p. 29

Marina Mariasch / p. 31

Clara Muscietti / p. 33

Alejandra Pizarnik / p. 38

Anita Leporina / p. 40

Ilustración de tapa: Mariana Sissia, sistema de


defensa de mi misma
Ana Rocío Jouli

LIEBRE
Vivimos en los días de la retirada,
un tiempo de saltos y destellos
que intenta guiarnos hasta el comienzo.
El espacio que construyó para sí misma,
¿no es ahí donde perdimos el rastro?
Pero la liebre del trauma cambia de rumbo
siempre entre la semilla y el brote.

EPÍLOGO
Imaginé encontrarte
como en el epílogo
de una comedia romántica,
en el supermercado,
dentro de diez años,
vos sonriéndole a tu esposa,
yo comprando lo básico
porque tuve que vaciar la heladera
cuando me fui
a otra parte del mundo
por unos meses.
Primero que nada un vino
para tomar en el balcón de noche
sola viendo la misma avenida
frente a la cual ahora
me desnudo y lloro por las luces
que voy a recordar
en cualquier ciudad.
Como decía, vos sonreís,
yo todavía no te creo,
pero en el momento me inunda
la sensación de haber perdido algo,
una serie de detalles, un rostro
en el que no había vuelto a pensar,
afortunadamente,
después de todo.
Esto es simple e incómodo,
sabemos que el episodio pasará
entre las irrupciones de lo cotidiano
y no volveremos a él,
al menos hasta la noche
cuando pensemos
en los amantes intermitentes
y las discusiones que no quisimos
o no pudimos evitar.
Pero parados ahí,
en la luminosidad insidiosa
del supermercado,
el segundo antes
de tener que explicar
a la familia que te acompaña
quién soy y por qué te miro así,
como si significara algo
la progresión y el distanciamiento
de nuestras vidas,
el asombro de esa aparición
va a ser tan alegre y devastador
que vamos a acordar
no reconocernos
y cada uno volverá a sus cosas.
Pero esa noche
no miraré la avenida sola,
voy a llamar a algunos amigos
y vos intentarás acostarte con ella
para convencerte de lo que nunca.
No va a haber abrazos
ni anécdotas,
ninguna atención
más que la cordialidad
de ignorarnos.

sin título
Me gusta que falte algo para la cena:
el trayecto hasta el kiosco como excusa
para ver el cielo en mitad de la calle.
Aunque pálidos en comparación
con los lagos de las vacaciones,
las estrellas de la primera ciudad
y el viento entre los tamariscos
nos dicen: en algunos lugares
estar tranquilo parece sencillo;
incluso ahora, después del brote.

sin título
Busca algo entre las fotos familiares.
Una lista de invitados, un complot.
Dice que la espera una fiesta
con todos, los de ahora y los de antes.
Mientras tanto llama por la noche
un coro de amigos y conocidos
que dicen haber sospechado.
Preguntan cómo no nos dimos cuenta
y nosotros nos defendemos
de sus buenas intenciones.
Si no fuera por las emergencias
apagaríamos los teléfonos
y nos sentaríamos a cenar en paz.
Afuera también hay desenlaces.
Una tormenta sin sonido nos reúne:
no se puede hacer nada por el cielo
más que sentarse en la vereda
y esperar juntos el próximo rayo.
Juana Isola

EMMA
La semana en que Emma estuvo internada toda la familia tomó mucho
champagne porque a ella le hubiera gustado. Papá compraba champagne en su
honor y así, mientras dormía, nosotros rellenábamos el vaso de telgopor
del hospital con alcohol, un poco para hacernos los graciosos, un poco
porque a Emma le hubiera gustado pero sobre todo para soportarnos,
emborracharnos y mirarnos a los ojos sin llorar. Mamá dijo que podíamos
tomar tranquilos porque cada familia tiene sus códigos entonces alzamos
los vasos y con ese gesto quedó aceptada la costumbre de beber mientras
otro se muere despacito al lado.

A mi abuela le gustaban todas las bebidas mientras tuvieran alcohol,


decía el agua me oxida y me pedía más vino, prefería almorzar con vino
blanco porque tinto ya había tomado a la mañana. Le tiramos champagne al
ataúd y el sacerdote se ofendió porque medio que diluía el agua bendita,
pero nos hicimos los tarados y le tiramos más, después nos enteramos de
que ni siquiera era un verdadero sacerdote sino un representante o algo
así, por eso no nos importó que mi hermano Jorge tome un trago largo del
pico y lo pase alrededor de la ronda. Me lo dio a mi primero y la miré a
mamá para buscar aprobación pero estaba compenetrada cantando un bolero,
así que tomé y pasé la botella. Mi tía Elvira y mamá cantaban una canción
que decía que la mujer que no se entrega al amor no debía llamarse mujer,
era un bolero que a Emma le gustaba, la botella seguía circulando y los
lo conocían lo cantaban. Lloré un poco, en realidad lloré muchísimo, casi
no podía hablar porque la canción era de amor como ella, como cuando
después de almorzar me acosté en su pollera y me hizo caricias en el
pelo. Yo le apunté cada mueble y ella me dijo que todos eran suyos, que
los había comprado con Mito cuando viajaban por el mundo y, aunque ya no
recordaba casi nada, eso era verdad, yo sabia que mamá se tuvo que hacer
cargo de sus hermanas. Cuando ellos pasaron a las buenas ya ni se los
veía por el barrio, Emma no prometió algo diferente, ella repetía que lo
mejor de los hijos es hacerlos así que no tuvo culpa de irse lejos con su
amor y dedicarse a escribir diarios de viaje.

Mito no fue su único amor, me lo contó Viviana Sturla. Mis bisabuelos


fueron los primeros pobladores del Delta, los verduleros del Puerto de
frutos, los primeros en poner naranjas en canastos de mimbre, y les fue
bastante bien así que se coparon con obligar a sus hijas a rezar y leer
libros de historia. Emma, Celia y Chuchi eran tres chicas que jugaban en
el río hasta que se dejaron las canas y tuvieron el pelo como un
merenguito simpático pero Celia y Chuchi no eran simpáticas, no son
simpáticas ahora tampoco, son huesudas, viven juntas, piden que se les
sirva por la izquierda cuando invitan curas a comer y nunca tuvieron
novio. Una vez Emma me dijo que Chuchi se cree la gran cosa.
Viviana Sturla tiene noventa años, nació en la isla y nunca se fue. Su
hermano mayor hizo las primeras lanchas colectivas y ahora van de a
cientos con inscripciones de Sturla Viajes, turismo y navegación. Me lo
contó Viviana Sturla. Cuando Emma tenía quince años se enamoró del
gondolero. Se llamaba Julián, era pobre y no terminó el secundario.
Cuando sus papás se enteraron del amorío se pusieron en contra porque era
un roñoso y los domingos tenía olor a ginebra, lo que para ella era olor
a hombre porque sabía que lo fisura no quita lo galán, creía que los
arruinados tienen algo de hermoso. Julián manejaba por el río San Antonio
con una boina gris y con resaca y cuando terminaba se daban besos atrás
de un sauce, a veces le levantaba la pollera pero Celia y Chuchi la
mandaron al frente y no lo pudo volver a ver.

Emma manejaba un Gol viejo que empezó a chocar sin contarlo para que no
le sacaran el registro hasta que Nora fue al mecánico, él contó que su
madre había ido con un nuevo bollo y a los ochenta años dejó de manejar.
El mecánico dijo que sería una lástima quedarse sin los boleros; Emma iba
cada dos semanas por algún golpe nuevo en el auto y, mientras lo
arreglaban, se ponía a cantar. Emma se olvidaba de todo pero el género
masculino la hacía reaccionar y para ella tener auto era un arma de
seducción poderosa. A veces frenaba en las paradas de colectivo y ofrecía
llevar a los muchachos a sus casas, hasta que uno la reconoció y llamó
para avisarnos que estaba levantando gente en las paradas. Todo ese amor
se lo querían recortar para que no se lastime pero ella de alguna forma
lo recuperaba. Se despertó un jueves a las tres de la mañana y me hizo
una pascualina, aunque en realidad lo mío eran los ñoquis de sémola. No
lograba acordarse, ni siquiera se acordaba mi nombre así que me decía
Nena, no era un nena decepcionante porque, aunque nos decía así a todas
las mujeres, la forma en que lo decía era tan particular que era para mi,
yo era la nena.

Emma hizo lo que quiso todo el tiempo menos cuando le prohibieron


levantar desconocidos en la parada, menos cuando la obligaron a hacer pis
por una sonda . Estaba consumida y a mi me daba cosa ir a verla morir
porque siempre había estado tan viva, pero la visité en el hospital, le
dí la mano y me la agarró fuerte, entonces le dije que me iba a casa y me
dijo esperá, me voy con vos. En el entierro mamá se acercó con la botella
en la mano y le dijo ¿Vos viste cómo llovió anoche? Se lo dijo de forma
violenta porque la lluvia la había asustado, creyó que la iba a enterrar
en un día nublado como el principio de una vida miserable mientras los
vecinos de su edificio dormían la siesta con el sonido del agua. Esos
vecinos imbéciles siguen fumigando sus departamentos pero el de Emma está
vacío entonces las cucarachas lo coparon. ¿Vos viste cómo llovió anoche?
¿Lo sabés?

VERANO
Hay un lugar ancestral de mi cerebro que contiene información sobre cazar
peces con lanzas y lo quise recuperar en mis vacaciones de febrero. El
plan era pasar las mañanas en las rocas para conectarme con la sabiduría
de mis antepasados, nadar en mar abierto y descansar haciendo pie sobre
corales.
Después apareció la cerveza y lo social y creí que había encontrado el
amor porque el mismo policía me frenó dos veces. La primera vez se rió de
mi foto en la cédula y la segunda me reconoció y ya casi eramos novios
porque Caru gritaba ¡Flechazo! ¡Flechazo! desde el asiento de atrás. Le
pedí su nombre y lo busqué por facebook.

Lo molesto de facebook son las postales que te dicen cómo hay que vivir,
lo demás es maravilloso. Aprendí de su perfil que era tucumano y fanático
de Peter Cappusoto pero fue forzado y sólo de ver sus fotos no me gustó
más. Me mandó un mensaje diciendo que no se había imaginado que tenía
posibilidades y si quería ir a la playa a hablar de lo nuestro.

Me decepcionó que no estuviera vestido con uniforme pero igual acepté una
pepsi y caminamos por la orilla con las zapatillas en la mano. Dijo que
yo era muy simpática y él era casado. Me pareció normal porque estoy de
moda entre los que tienen novia pero no tenía ganas así que le dije que
sea bueno con su mujer y que me iba a un asado. No fue dramático, la
desilusión me recordó que los varones me confunden y yo había elegido la
playa para calmarme.

Ví cómo papá se caía de la bici y fue demasiado. Entonces fui al muelle y


le dí pan lactal a los cangrejos para que lo agarren con las pinzas y
revolearlos en el aire.

Olvidensé del amor, que cualquier persona quiera tomar una coca con vos
es genial. Temo en el fondo estar concentrada en los que no me quieren. A
mi psicólogo le parece lógico que me sienta sola, dijo -es lógico, estás
sola-, -no sos imprescindible para nadie- y pensé que para mis papás
seguro que si pero no lo dije porque era muy loser. De todas formas mi
vida está bien y gente de confianza me dice que soy copada.

Espero (por su propio bien) que los famosos sean agradecidos y también
las modelos cuando los fotógrafos se acercan con propuestas porque les
parecen magnéticas, como si fueran diosas o estatuas que sostienen
catedrales.

A veces sueño con ser lánguida, entrar caminando a una fiesta hasta la
cocina y dejar un hechizo.

YA RE FUE
Me gusta un chico que siempre está invitado pero nunca attending. Un día
me tomé un vino y le dije que quería verlo en 3D, que era raro ser amigos
virtuales y nada más. Después me arrepentí pero los mails no tienen
retorno así que pensé ya re fue, que es la forma en que nuestra
generación atraviesa la vergüenza y las cosas complicadas. Somos
posmodernos con sentimientos.

El jueves me mandó un mensaje de texto para ir a comer tapas, eso me puso


contenta y tuve un momento de claridad, los que suceden cuando una actriz
fresca me inspira o recibo una buena noticia. En los momentos de claridad
aparece la importancia del orden, soy ágil y perfumada, siento que tengo
piernas largas de donde no crecen pelos y puedo usarlas para trasladarme
y seducir. En la inspiración fui al chino y compré una Terma para tener
sensación de cocktail cuando la sirvo por la mitad, le pongo dos hielos y
un chorro de soda. Después agito el vaso y hace ruidito de winner, y
tengo un montón de cosas para hacer en internet, abrir mails, marcarlos
como no leídos para que el proceso sea profesional y lento, y hacer un
llamado muy conciso por ejemplo a mi mamá para preguntarle la medida de
las cortinas.

De todo lo que comimos, mis favoritos fueron los tomates disecados.


Hablamos de aviones, de fiestas y de personajes de MTV. Hubo humor en
tiempo real y partes serias de temas secretos. Cada uno describió a sus
hermanos y como yo tengo muchos los resumí en rótulos tipo el exitoso, el
ladrón, el sencillo. Algunas cosas le parecieron raras, se llenaba la
cara de gestos y se burlaba de mi por ser muy goy. Dijo que creció con
una madre gritona en un departamento en Flores y yo con una madre callada
en una casa donde primos musculosos me tiraban a la pileta. Me preguntó
si habían ricos como los de las novelas y le dije que al contrario, que
nadie le dice mansión a su casa o tiene mayordomo, que eso está mal
visto.

Me llevó a casa y para darnos un beso le pedí que se saque los anteojos
porque le daban demasiada personalidad. Coincidimos en que sólo hay que
ocuparse de pasarla bien y si sos millonario es para espantar a los
venados cuando vas rápido en cuatriciclo y elegir con el dedo al que vas
a comerte, decirle a tu nieto que se acueste en el pasto así los animales
lo rodean y le lamen la cara hasta que se asuste. Ahí acelerás, vas
fuerte con el cuatriciclo, los venados corren, te reís, lo levantas
haciendo fuerza con un brazo porque todavía sos saludable y le mostrás la
foto en tu iPhone. El nieto también se ríe pero sigue llorando porque no
le alcanza el tiempo para todo. Hay que tener una mesa larga atrás de una
pila de leña para almorzar en los días soleados con tus hijos en ray ban
y sus novias modelos que son lindas pero hablan poco, por eso tus hijos
suenan brillantes en la sobremesa, el cafecito y la discusión de cómo
sigue la tarde.
Julieta Novelli

EL ÚLTIMO VERANO EN MAR DEL PLATA…


El último verano en Mar del Plata lloramos con mi familia. Nos dividíamos
en grupo, en actividades y siempre encontrábamos el momento para llorar,
de a poquito hasta alcanzar la cumbre del desgarro. Esa vez, en la Perla
yo no me imaginé. Yo no me imaginé que el tío Marcelo nos iba a regalar
tanto arte. Todavía me lo acuerdo entre sombrillas y lágrimas nombrando
una a una las pelucas de su madre, fue de cuentos o, mejor, fue de gente
con trayectoria lo que hizo. El beneficiado de mi tío, pensé. Si yo
tuviera que apostar unos pesitos nunca los apostaría en mi tío Marcelo –
hasta ese día-, ni en un caballo con nombre de jugador de fútbol, ni en
un kiosco de una ciudad balnearia, ni en nuestra relación. Si tuviera
unos pesitos no los apostaría en nuestra relación o en esta cosa que
(no)tenemos. A veces me siento muy abollada cuando pienso en nosotros,
como una pelota desinflada en la boca de un perro policía. Yo no puedo
creer cómo los tienen en la cancha a los perros policías, a todos los
perros policías, sentados con una máscara como de gas, mirándonos, ahí.
Estoy siendo muy invisible a los ojos de los mozos, que por qué no me
traen la cuenta, que por qué el baño tan al otro lado de la sociedad
platense de sábado a la noche. Voy rápido al baño, disculpas, permiso,
estoy dejando solo en la mesa a ese chico, ese chico que no sé muy bien
el nombre porque todavía no se lo creo, tiene cara de Iñaki pero no me lo
dice, no me lo dice porque la gente es como una bolsa de sal dice mi
abuela. Sí, creo que se dice así. Como una bolsa de sal. Ese chico que
tiene cara de Iñaki, aunque no me lo diga, me da como que se tira pedos,
como esa imagen o no, me da como que anda siempre todo vestido pero sin
pantalón, con medias y zapatos, así de feo me lo imagino, por eso quiero
que algún mozo me vea pero soy invisible y corro al baño. Me encanta
llorar en los baños públicos y decir que me enteré de alguna noticia que
considero espantosa para la minita que entra, invento: murió un pariente,
un amigo, se me reventó una silicona, me rematan la casa, me está cagando
con la de la mesa de al lado, soy parte de un secreto “nefasto” –lo digo
susurrando. Ahora estoy llorando adentro de un cubículo, discúlpame por
no escribirte por tanto tiempo, te estoy grabando así, en un mensaje de
voz, porque me gusta escucharme y darte a escuchar todas estas
intermitencias de amor que se escapan por la voz. Te extrañé mucho a vos
leyendo el diario, la parte de las cruces, pero sólo de los que sacaban
muchas para conocer “los parientes de la importancia”, así decías. Te
extrañé casi técnicamente hasta hoy que me vi con el señor de los pedos.
No tengo más pesitos para apostar acá, Juan, en esto que no tenemos hace
tanto tiempo pero tengo estos números, así, mezclados, que sigue siento
tu teléfono, ¿no? Si por alguna razón quien está escuchando esto no es
Juan… no quiero saberlo, nunca. Todavía tengo palabras y fisuras para
seguir buscando.

YA NO VAMOS A CHOREARTE MÁS, MAMÁ…


Ya no vamos a chorearte más, mamá. Es que ahora vos tenés una enfermedad
terminal y los amigos dicen que eso es tener demasiado. Vos ahora tenés
demasiado pero nosotros no podemos chorearte más, mamá. Decir terminal es
como decir que querés morirte todos los días y nunca, algo así, como
Jesús. Jesús se muere todos los sábados y domingos doble función; en
temporada alta muere jueves y el viernes lo saltea, porque los viernes,
todos, en la Iglesia, nos miramos teológicamente, es como la parte del
baile de las estatuas en que hay silencio y nos vigilanteamos los
movimientos y cuando arranca la música algún primo grita “eeeva”. Bueno
el cura nos grita “eeeva” los sábados santos y todos volvemos a respirar
siempre bajito entre los bancos. Ayer leí un graffiti en una pared del
barrio El retiro que decía “Jesús te amo La Rubia”. A mí me gustaría que
la rubia ame al Jesús de la Biblia del Pueblo de Dios, al Jesús de las
pelis y no al del lavarap que tiene una perra que se llama Silvia. Es que
Jesús y Silvia siempre nos van a parecer otra cosa, nunca un hombre y una
perro. Menos en esta fecha que se huele la navidad en el micro. En
navidad, tener una enfermedad terminal es como decir que todos van a
mirarte en algún momento de la cena y van a jugar a que te sacan fotos
mentales para recordarte, yo voy a mirarte y repetir tu nombre –cada vez
que te mire- para mis adentros, vos vas a ir sí o sí al baño y vas a
llorar porque eso lo viste en la tele, se debe llorar por esas cosas,
mamá. Cuántas veces lloré de chica porque no te pintabas. Cuando llegue
el momento de la ensalada de fruta ya no la vas a servir vos, no quiero
heredar ese momento. Yo no quiero robarme tus nombres y fechas, tus
impuestos, tus olores y tus partes de las navidades. Creo que ya no
quiero chorearte más.-
Daiana Henderson
POEMA AMARILLO
Hay una luz amarilla que entra
y se me confunde
con la parte de una película.
Cuando la volví a ver,
no la encontré.
Una noche en que me dije la verdad
en una cocina.
La sensación de mil tardes
en un lugar en que el anochecer
no me duela.
Un amor de otoño
que se quiere quedar.
Los pueblos, el hipódromo,
las fotos de la abuela joven,
la renoleta junto a los barcos del puerto.
Las gaviotas, lejos.
Un perfume del día de la madre,
los caramelos de miel,
las tardes adolescentes
de invierno junto al río
en que éramos felices
y no sabíamos.
El recuerdo de algo difuso,
una manguera en un patio que imagino,
bicicletas playeras llegando,
una con canasta: la mía
y vos en cuero y, en la canasta la cerveza
y la cerveza en el vaso
y el maní flotando
y todo eso sin hablar del futuro.
Las nubes que se hacen espuma,
el sol dorado que cae
y emparenta las casas, todas.
Igual que si miramos el mundo
a través del liso. Igual.
Hay un amarillo que se me confunde,
el de la juventud como un recuerdo,
pero yo soy joven.
La juventud que ya duele de lo amarilla,
como el resplandor de la medalla
de la cadenita que me regalaste,
que voy a perder un día
y me va a doler, también.
Las luces de un recital bajando sobre mí,
el pez tornasol saliendo al aire,
la torta de manzana dorándose,
una moneda girando una decisión,
una moneda a cambio de un caramelo de miel,
a cambio de un beso después
de una cerveza, a cambio de nada,
con las bicis tiradas a la sombra
del pescado que sale a la luz y no cree.
Es que los peces de río no imaginaron ese rayo
que cae en la medalla que me ponés ahora
en medio de la arena, entre los pelos dorados,
como inmortalizando el espacio.
La vez que me senté sola
en el frío de la cocina
y me dije la verdad y sentí
un amarillo que me venía
a dorar las pestañas
y estuve
en todos los amarillos a la vez,
como el recorrido de un hilo de oro
que al unir los puntos
hace perder la forma.

EQUILIBRIO
Papá aflojó los tornillos
para que aprendiera
a andar sin rueditas.
Ella me llevó a la vereda de tierra
que rodea al hipódromo,
justo enfrente de casa.
Y cuál es la necesidad
de aprender a sostener
mi cuerpo todo de nuevo.
Le hice prometer que no
me soltaría por nada del mundo,
giraba apenas mi cuello
para ver que ella siguiera ahí,
corriendo justo detrás mío,
agarrándome de la parte baja del asiento.
"Yo no te suelto -me decía-,
yo no te suelto",
pero para ese entonces
ya estaba pedaleando sola
y no me daba cuenta
de cómo ella se alejaba de mí,
aun quedándose quieta
entre los troncos viejos y gruesos.
Me enojé tanto cuando me dí vuelta
que rechacé ese objeto
a un costado de la vereda
y quise volver a casa.
Ahora voy esquivando colectivos,
haciendo finitos, calculo
el tiempo exacto para pasar en rojo
y no morir en el asfalto,
pero así y todo no voy a reconocerlo.
He decepcionado muchas veces a mi madre
y sé que seguiré haciéndolo.
No hay lugar en el mundo
para dos personas iguales,
ni siquiera lo hay en una casa,
y por eso me fui apenas terminada escuela.
Pero es necesario para que mamá aprenda.
El equilibrio se fabrica con la distancia,
si nos quedamos quietas
seguramente nos vamos a caer.
Ahora rebobino el cassette
y resulta que soy yo la que se aleja
mientras ella se queda parada,
palideciendo bajo el sol de un domingo.
Pero yo no te suelto, mamá,
yo no te suelto.

HASTA LOS PERROS DE LA CALLE ME RECONOCIERON


-dijo mi abuelo cuando volvió de Villaguay
después de los años de ausencia.
En la vereda, la mitad del árbol de espumilla
que corresponde a su casa floreció,
pero la mitad del vecino siguió verde.
Una foto curiosa.
Las uvas de la parra se adelantaron
tres meses la temporada de maduración.
Que las plantas con su propio lenguaje
le habían dado la bienvenida
era algo -me dijo- que yo podía creer o no.
Antes de irse, dejó un listado
de recomendaciones a la abuela,
de qué hacer tras su partida ,
sólo que se fue ella mucho antes,
se estaba yendo hace rato
pero como toda señora era muy discreta,
hasta para morirse.
Camino por las calles bajas,
los jóvenes se codean ante la curiosidad
de saber quién soy. Una vieja
me intercepta en la diagonal de la plaza.
"¿Vos sos hija de Nori?"
"Sí" digo, me impone una sonrisa
como de bingo, y sigue.
Es posible que esta ciudad también me reconozca?
Era muy chica cuando vine por última vez.
Me preguntan si soy
la nieta de mi abuelo y sonríen,
satisfechos, ante la afirmativa.
Quienes no emigran se quedan
vigilando las ramas genealógicas
de las demás familias.
Un hobby un tanto espeluznante.
Mi abuela, a lo largo de seis meses,
soñó con una escalera larga
que, cuando llegaba arriba,
no había nada.
Tres días antes de morir, Horacio,
su hermano muerto,
le tendía la mano y la ayudaba a subir.
Luciana Caamaño
A LA SHIRLEY TEMPLE
a partir del día de la fecha
en lugar de “ponele garra”
voy a decir
“ponele teta”
y cuando se lo esté diciendo a un tipo
le voy a decir
papito, ni se te ocurra la más mínima quejita
según tengo entendido vos tampoco tenés garras
después le voy a decir:
bueno, ya te declaré mis principios
ahora a pelar
pará pará,
hablaba de las papas
tres kilos para la cena de esta noche
unos invitados calamitosos
la reina pispireta
mis futuros biógrafos
unos que insisten en asistir y yo le dije que asistan
como relleno, claro está
vos viste que en un punto
la vida es como una empanada,
si a último momento no te alcanza el menjunje para el relleno
a no desesperar:
echá mano a cualquier porquería que ande dando vueltas por ahí,
la cocina,
en el mejor de los casos,
también van a asistir
un ramillete de putitos para la parte del baile
cosas que es fundamental, viste que ellos son muy dados para ese área
además nos visita
una señora que me dijeron que es bárbara
y como si fuera poco
mandé llamar unos modernos que no saben ni hablar
pero calzan unos looks brutales
y un par de boluditas máximas
que portan gomas de calendario
ahora que los nombro en voz alta
me doy cuenta de que
con tres kilos me quedo cortina
vos mientras andá pelando
soltá las papas
hagámos el sexo un poco
quiero distraerme
muy bien
así
así
así
un poco más
un poco más
cómo te llamás?
cómo entraste a la casa?
cómo?
seguí
de última cuando terminemos la faena
llamo a la policía
va a depender de tu rendimiento
bueno, basta
te voy a contar una historia:
había una vez
una mujer que tenía un problemón,
no importa cuál era el problemón
ni cómo llegó a pasarle lo que le pasó,
la cosa es que le pasó algo espantoso,
un buen día se despierta
y se da cuenta de que todo lo que dice
le sale en canto,
la mujer quiere hablar y canta,
me parece que no estás pudiendo entender la gravedad del asunto
vamos a representarlo para que te des una idea
tu rol es cambiar de rol secundario,
siempre de acuerdo a mis necesidades,
lo vamos viendo sobre la marcha
mi rol es fijo,
la mujer,
que viene a ser casualmente
la protagonista con fuertes oportunidades de oscar,
aplauso de pie
y alguna que otra lamidita de bota
la escena
vos sos el jardinero
y al principio parecías un tipo cumplidor,
incluso eficiente
pero de repente
yo descubro que me descuidaste las margaritas,
hecha un grito de indignación
pretendo aprehenderte con palabras hirientes,
quejas que rozan el patetismo
y al abrir la boca todo esto me sale con canto,
quiero decirte:
“menudo desastre! matarme las margaritas a mí! qué voy a hacer sin mis
margaritas? sin mis margaritas no puedo hablar de mis margaritas y esta
noche tengo una cena, dame temas de conversación ya mismo o te largo los
perros”
ahora vos imaginate que todo esto te lo digo con tono de chamamé,
cosa que,
en principio,
hace que llore más fuerte
vos me decís:
“pero, señora, he cuidado las margaritas con mi vida, lo que ocurre es
que no es época de margaritas”
yo ahí pido una silla porque no doy más
y mientras agradezco al extra que me alcanzó el asiento
(con tono de rock barrial) cosa que me hiela la sangre,
te digo:
“mentiras! todo el mundo sabe: la época de las margaritas es la vida
entera!”
y me sale con tono de el payaso plimplín o el cumpleaños feliz
que vienen a ser la misma porquería
si fuese una historieta,
a esa altura me estalla la cabeza
y en vez de sangre alrededor,
todo queda regado de margaritas,
vos te vas a cambiar al baño de servicio
y debajo de la ropa de trabajo aparece tu remera
que tiene una inscripción que dice:
“por un mundo sin margaritas”
y te reís como un degenerado,
te das cuenta de los niveles de espanto a los que podrías llegar a
arrastrarme?
te das cuenta de que sos un hijo de puta en potencia?
yo también,
puede ser,
pero vos más,
porque mirá lo que puedo imaginar que sos capaz de hacerme
te voy tener que pedir que te retires
no me dejás opción
hasta el momento te comportaste divino
pero me da mucho miedo lo que puede llegar a pasar
pero pero, nada
pelá
las papas, las papas
muy bien
es tardísimo, ya están por llegar los invitados
la parte que más me gusta de una fiesta
es el momento de la espera,
minutos antes de que empiece,
cuando todavía podés sostener
que todo puede pasar,
cosas maravillosas,
obvia
ay, te quiero
me encanta verte pelando
papas, en este caso papas
decime pulpa
dame la p
dame la u
dame la l
dame la p
dame la a
damela
tres veces
más fuerte
terremoteame
la pulpa la pulpa
la punta
con esta cadencia
adentro
afuera
y así
todos contentos
todos pura expectativa
hasta que realmente suceda
y sólo nos quede esperar el final
y darnos cuenta
otra vez
que no somos capaces de nada tan genial
y me consuele
otra vez
con el frote,
el vocabulario amplio,
los rulos a la shirley temple,
cosas por el estilo
cosas
incluso
más
irrelevantes
Jorgelina Díaz
UN HOTEL FAMILIAR
córdoba del 97
mi hermana todavía usa flotis para no ahogarse en la pileta
mis papás están emocionados y usan un rollo de 24fotos en dos días,
primer y único hotel en nuestra vida familiar,
tengo curiosidad por ver las fotos miniaturas, agarro el rollo y lo
estiro.
fotos veladas de un molino que se veía desde el patio del hotel.

me compré caballos de felpa y un burrito de felpa


los hago caminar por las barandas de la escalera
vemos una cascada
mi papá me explica la diferencia entre cascada y catarata

ser la mayor es dormir en la parte de arriba de la cucheta


soy grande
ya no uso flotis y de noche me gusta un nene que es un hombre de
10 años

usamos linternas para ir a un quincho


hay hongos
el quincho es de troncos
creo que me alejo mucho de mi familia
creo que es la aventura
creo que también es el patio del hotel pero
usamos linternas.

mis papás conocen a otro matrimonio que tiene dos hijas


se llaman viki y pauli,
el matrimonio se llama Los Lema,
vamos con ellos a Los Cocos,
voy en aerosilla hasta una feria en las alturas y elijo
un corazoncito de cuarzo rosa que es un dije,

mis papás toman mates con los Lema y


cuando terminan las vacaciones ellos vienen a casa y otros días
nosotros
vamos a visitarlos a capital federal,
tienen cocheras subterráneas,
tienen un balcón que es una jaula y
muchas polly pocket,

viki es cleptómana y para vengarme de ella


me guardo un
polly pocket.

mi mamá me encuentra el polly pocket en la mochila


y me explica qué es la cleptomanía,

yo no soy cleptómana.

Los Lema se divorcian y ya no nos vemos nunca

eso es algo que no requiere explicación


a las fotos en negativo
los recuerdos velados y
las muñequitas de otros
podemos esconderlas

salimos del subsuelo en nuestro auto familiar


mi hermana y yo miramos para arriba
ella dice
¿por qué los balcones son jaulas?

para que las nenas no se tiren

ME DESANIMA QUE ESTO SE EXPLIQUE POR REACCIONES


QUÍMICAS
me desanima que esto se explique por reacciones químicas: hoy es un día
rosa especial y en el camino a berisso debe ser más especial y quizás
rosa o naranja,
mi papá dijo que en vacaciones podíamos ir a berisso a tomarnos una
cocacola en un kiosco y después volver,
lo dijo como diciendo que no vamos a ir a ninguna parte,
como ese día que fuimos a la bagliardi y entre mosquitos y juncos puso su
reposera, se sentó y dijo
esto es un paraíso
y entonces otro día para no repetir la misma historia nos fuimos a
magdalena
y en magdalena el encargado de un camping nos cobró bastante diciéndonos
esto no es puntalara
y yo me pregunto esto qué es?
y yo le digo a mi papá yo voy a berisso con vos
pero llevemos un envase
no tomemos
gaseosa
esto no es disneylandia ni son los noventa, esos noventa que rama dice
que
le dan envidia fotográfica y piensa que si hubiera nacido en los setenta
entonces
en los noventa podría usar pantalones de jean endurecidos y parches en
los codos en una pista de baile,
rama estos no son los noventa pero gotea grasita de los bordes de un
sanguchito de noventas recargado,
mientras en el bufet garroneamos una feta más
para llegar
con la panza llena hasta las veinte treinta
pero hay encanto
en los vagones rotos de los trenes abandonados
y hay tanto encanto en estar flacos
este abandono esta riqueza no es
el cielo rosado de una pesadilla romántica es
el cielo de la plata en realidad
hay un incendio en YPF
pero tengo la necesidad
de hacer para los dos un castillito
algo todavía más fantástico
porque a este mundo
hay que superarlo.
Juana Bignozzi
Extrañas parejas
siempre volví en olor de bienvenida
flores animalitos de mis colores
corazones de papel que son los que me importan
y ahora entro en una casa donde
hay que dar la luz y el agua
y no buscar bebida en vaso limpio no la hay
sólo una voz por el teléfono

he aceptado entrar en una casa a oscuras


para que en mi vida no echara raíces el patetismo

CE TRISTE EXIL, CE FIER EXIL


En las noches felices con la gente que amo
él hace sentir su ausencia,
se instala en el amor que me dan,
en el amor que doy,
en el otoño, sí, ya sé, las hojas;
dos amigas caminan por calles entrañables,
hablan del amor, la vida, los hombres,
se dejan envolver por la dulzura de la noche de mayo,
hacen a un lado las cosas irremediables,
caminan solas entre los olores, las luces de las ventanas,
algún rostro obsesivo que insiste, insiste,
pero ellas saben tanto sobre el amor, tanto,
que pueden convertir todo en una charla brillante
el hombre que desean hasta sentir frío,
el verdadero amor
y el aplastante domingo que hay que atravesar
para que su voz sea de nuevo
y todo empiece a cobrar vida.

Los amigos que me aman hablan de mis ojos,


ya sé, son importantes como las hojas en otoño,
pero todo cae a golpes
en estos domingos para lanas tibias, hijos que no tengo,
globos de colores en el parque.

Entre ritos familiares se calienta al sol


impura,
como si hubiera encendido fuego en viernes
o hubiera cantado en tierra extranjera.
MAROSA DI GIORGIO

CAMINO DE LAS PEDRERÍAS, 40


Yo estaba entre la casa y el duraznero, cuando, como una sombra, apareció
Dios.
Era de noche y volaban nubes claras.
En el comedor decían que yo tenía nueve años, escrutando mi porvenir.
Y yo estaba fuera con el duraznero y Dios.

CARNES EN LA MISA
Marosa di Giorgio

Se espantaba cuando daban caza a un animal. Sobre todo si era hembra.


Oía las lastimaduras. Qué palabra ésa: hembra.

Decían: ¡Está cargada! ¡Qué bien! Me comeré el nonato. ¡Se le iban


formando huevos! ¡Mira!

Pero si estaba… ¡Mira esta yema! ¡Prueba de esta clara! ¡Prueba! Ella
huía a la alcoba última; cerraba las puertas a cal y canto. Se tapaba los
oídos.

Pero allí adentro empezaron a crecer manzanos, con sus pomas rosas,
celestes, verdes, y casi áureas, y un pompón, un goterón de miel,
también.

La cazaron una tarde en la colina, cuando iba distraída, soñando casi.

Se la llevaban al hombro. Los pies y las gasas rozando el suelo. Por


entre las piernas, por entre los vellos, asomaba una cabeza de manzana o
niño.

Decían: ¡Qué bien! ¡Estaba doble! ¡Viene con hijuelo! ¡Tenía bombón!
¡Qué rica la carne nueva! ¡Los asaremos a las brasas! ¡Qué…! ¡Viva!
¡Viva! ¡Qué… ¡Viva! ¡Qué…!
Paula Moya

A esta hora
todo tiene el color de lo que va a pasar
todo parece un anuncio un poco gris
un poco enfermo.

Pero yo tengo unas témperas, realmente buenas.


Témperas de birra, por ejemplo.
También proyectos pelotudos pero necesarios, como todos los proyectos.
Pinto todo, tomo birra, junto pedazos y aprieto todo con fuerza para que
no se desarme nada, para que todo quede intacto.

Pero hace días que en la radio dicen siempre lo mismo:

un verano minado de cuerpos quemados


un verano desierto
una ciudad turística para gente banana
un enero ruidoso en los cuatro puntos cardinales
un quinto punto que es el espacio donde cantan los muertos
y uno más que corresponde a la canción en repeat que suena en tu cabeza
desde que te fuiste a pasar el verano a la costa.

Apagás el tele y te acordás que por alguna razón todo lo que sepultaste
sabe cantar.
Y casi todo lo enterraste en ciudades turísticas, en tu casa materna, en
el aire de la costa que tiene el olor a lo que no querés ver vivo.
Intentás dormirte pero el anuncio de lo que va a pasar te dejó idiota,
como una imagen, ves a enero y a febrero boxeándote el abdomen ,
comiéndote la carne y, fuera de foco, una cara que extrañás.

Estos días sin conexión me siento bien


estoy escuchando música, y nada más
comiendo esta pera, y nada más
cocinando un pan, y nada más
preparando mate, y nada más
mirando por la ventana, y nada más
¿y qué si nadie se entera?
estoy haciendo una cosa a la vez
No importa si no me ven
si mi imagen social se torna borrosa
si me olvidan
estos días sin conexión estoy contenta de estar acá
en ningún lado.

FOTOS
Acá está
el único momento de comunión familiar del verano
aunque no hubo una foto
lo recuerdo como una.
Acá están nuestros cuerpos
sobre la colchoneta a rayas verdes
sobre fondo blanco
de la rodilla para abajo las cuatro piernas
mojadas hamacándose en el agua.
Esta es mi cara de estar de acuerdo
y por la tuya parece que justo algo pensabas
Por suerte coincidimos en que el espacio
vacío
que veíamos
no era cierto
creo que exageraste cuando dijiste que nuestros cuerpos podrían ser
atravesados
por espadas finísimas
porque había espacio entre lo que sentíamos como total.

Después la foto se vacía


estamos en esta otra ahora,
yendo a comprar lo que falta para irme.
En la estación de servicio detenemos nuestro auto
los hombres que sirven la nafta piden que no usemos nuestros teléfonos
una chispa, y zas, dice uno,
y mueve la mano indicando algo que le resulta obvio.

Si estiro ahora las manos, ¿qué toco?


¿estará atrapado en algún lugar
eso que dije pero no llegó?
Las fotos que guardé todo este tiempo
¿qué forma tienen?
y eso que pensamos acerca de los escorpiones
y después olvidamos
¿Dónde está?
Silvina Ocampo

LA PROPIEDAD
En esa propiedad de campo que daba sobre el mar, cuyo jardín no tenía
flores por culpa del viento, pero toda suerte de cascadas, de grutas, de
fuentes y de glorietas, vivíamos en un Edén. La señora a veces iba a la
ciudad y durante su ausencia yo aprovechaba para descansar. Bonita como
nadie, yo salía esos días y bajaba a la playa, con el kimono y las
sandalias puestos; no llevaba ninguna uña sin barniz, ninguna pierna sin
depilar.
Aproveché las vacaciones, que pasaron en un abrir y cerrar de ojos, para
someterme a operaciones de cirugía estética: empecé por la nariz, después
fue el turno de los ojos y de los senos. Los médicos no me cobraban nada.
Yo no tenía inconveniente en prestarme para experimentos de esos, porque
me atendían médicos importantes y serios, verdaderos doctores y no
practicantes que la matan a una, prometiendo el oro y el moro.
No había propiedad en el continente tan bonita como ésa. Muchos huéspedes
millonarios venían a alojarse y pasaban días, a veces semanas, a veces
meses, en la casa. La señora era buena, tanto para las visitas como para
la servidumbre. Mi trabajo era agradable. No enceraba pisos, ni limpiaba
vidrios, que es tan engorroso.
Lo que más me costaba era levantarme a las seis y media de la mañana:
ni la limpieza de los baños, ni atender el teléfono cuando me colgaban el
tubo, me desagradaba tanto como ese momento en que abandonaba mis
castillos en el aire, para levantarme y servir los desayunos, que no es
trabajo de cocinera.
En aquella mansión, en lugar de flores, peces rojos, que nadaban en sus
peceras como Pedro por su casa, adornaban los dormitorios. Ésta era una
de las tantas originalidades de la patrona. Además de ser generosa, mi
señora era bonita y rubia como el trigo, "tal vez un poquito delgada para
su estatura", decían el panadero Ruiz y Langostino, el del muelle, que
eran unos envidiosos; para mí, estaba en su peso. Pero ella nunca estaba
satisfecha. Siempre quería adelgazar más: ¡Qué pecado! El tratamiento de
un especialista, con hormonas, que valían un ojo de la cara, le hizo
aumentar cuarenta kilos, que rebajaba fácilmente, sin querer, y comiendo
como un tiburón o como un pajarito. ¡Cuántas veces la sostuve en mis
brazos, llorando porque no había bajado de peso o porque había subido
injustamente, con muchos sacrificios! Una vez me resfrié de tantas
lágrimas que recibí sobre los hombros. ¡Yo era su paño de lágrimas!
–Si fuera pobre como yo no se alimentaría tan mal –le decía para
consolarla––Peor sería parecer un elefante como la señora Macuri, o un
palillo de dientes como doña Selena, o el hambre en la India, como otras
de sus invitadas –yo agregaba con el corazón en la mano. Ella me hacía
callar. Sabía que era perfecta, pero se encaprichaba con la misma
retahíla: gorda y flaca, flaca y gorda.
Desde las ocho de la mañana, los compañeros llevaban las peceras al
jardín para cambiarles el agua y dar comida a los peces, que eran unos
comilones.
Las persianas cerraban bien, tan bien que se necesitaban maña y fuerza
para abrirlas. Un día uno de los invitados me llamó para que abriera una
de ellas.
–Yo me ahogo en esta casa. Es bonita, pero las persianas no se abren.
Se lo conté a la señora y aprovechó para no invitar más al desagradecido,
que nunca me dio propina, ni cuando le buscaba los zapatos debajo de la
cama, que no era mi trabajo.
La señora me trataba bien, salvo cuando se enojaba y eso sucedía todos
los días: por una puerta abierta, por un sillón colocado en otro sitio,
por una basurita que había caído en un rincón, por los bichos feos que
ensuciaban las sillas de la terraza. ¡Qué culpa tenía yo!
La señora era elegante. Con verdadera pena, yo veía envejecer los trajes,
los zapatos, los guantes, la ropa interior, que iba a regalarme. No soy
interesada. A veces, si caía el lápiz de rouge al suelo, me lo regalaba;
si le faltaba un solo diente al peine, aunque fuera de carey, también me
lo regalaba.
No mezquinaba los perfumes: el perfume desaparecía de a medio frasco por
día: las visitas tenían todas el mismo olor relajante de algunas flores,
que no me dejan dormir de noche.
Las mallas de baño, yo las estrenaba nuevecitas, porque el día en que la
señora las compraba ya le parecían horribles, por esto, por lo otro y por
lo de más allá. Yo era muy feliz en aquella vida de abundancia y de lujo:
nunca faltó vino en mi comida, ni café, ni té, si lo quería. Los remedios
viejos y los postres que habían salido mal, me los regalaba para mi madre
enferma, que la adoraba como yo.
Todo cambió cuando llegó Ismael Gómez. La señora ya no me regaló sus
vestidos viejos, ni sus remedios, porque Ismael Gómez pretendía que
cuanto más viejo era un traje o un remedio, sentaban mejor. Las comidas
también cambiaron: me obligaron a preparar muchos postres con crema y
huevo batido, mucho merengue con dulce de leche, y yemas quemadas, que me
hacían mal al hígado. Ismael Gómez tenía una verdadera adoración por la
señora pero la respetaba, eso sí. No la dejaba mover, le alcanzaba
cualquier cosita que necesitaba. Todo el día le ofrecía algo de comer, le
compraba bebidas finísimas y él no compartía nada, como si no quisiera
abusar de las riquezas de la señora. La gente decía que era un pan de
Dios, pero yo no lo tragaba.
En aquella época la señora tomó a su servicio a un cocinero gigante,
recomendado por Ismael Gómez. Me sacaron de la cocina sin decir agua va.
Las comidas cambiaron de nuevo. Enormes postres de cuatro pisos,
adornados con figuras aparentemente alegres, desfilaban a diario por el
comedor. Con el tiempo descubrí que esas figuras hechas de merengue
rosado, que en el primer momento me parecían tan bonitas, representaban
calaveras, monstruos con cuatro cabezas, diablos con guadañas, en fin,
todo un mundo de cosas horribles, que mi señora no advirtió, porque no
era maliciosa; yo no me atreví a explicarle nada. Resolví, sin embargo,
vigilar las comidas, y a las horas en que preparaban las fuentes, entraba
intempestivamente en la cocina, donde me recibían de mala gana.
Ismael Gómez redobló sus cuidados con la señora. No permitía que se
molestara ni para ir al Banco. Durante varios días, en un cuaderno con
hojas cuadriculadas, como un nene que no sabe escribir, se ejercitó en
imitar la firma de la señora, hasta que nadie pudo distinguir qué mano
había escrito aquellas líneas.
Varias veces me escondí detrás de la puerta, para oír las conversaciones
entre la señora e Ismael Gómez, al atardecer, antes de que nos fuéramos a
la cama. Yo presentía que alguna desgracia iba a suceder en la casa, pero
no podía explicar en qué fundaba mis presentimientos. Tuve que consultar
a un médico, porque durante varias noches tuve pesadillas que me dejaron
afiebrada.
Mis presentimientos se cumplieron el día en que vi a mi señora acostada
con perfil de santa, entre coronas de flores blancas, en la capilla
ardiente. Yo llegaba de casa de mis tías, donde había pasado un mes de
vacaciones, y pregunté en la puerta, sujetando con la mano mi corazón,
que latía como un despertador:
– ¿Dónde está la señora?
– Está en la sala, de cuerpo presente –me respondieron.
Se me doblaron las rodillas. En los espejos yo parecía ni más ni menos
que una enana. ¿Quién es ésa?, pensé, y era yo. Entré en la sala llorando
como una Magdalena. El señor Ismael Gómez me tomó del brazo y me dijo:
–Tengo que darte una buena noticia. La señora te deja una pequeña
fortuna, a condición de que cuides esta casa, que ahora es mía, como la
cuidaste siempre para mí y para ella, que seguirá viviendo en nuestra
memoria –y agregó, conteniendo las lágrimas–: ¡Ya ves lo que es la vida!
No quiso ser mi novia y ahora es la novia de la muerte, que es menos
alegre que yo.
Un zumbido de moscardones llenó la sala: mujeres enlutadas rezaron.
Perdí la cabeza.
Me arrojé en los brazos que Ismael Gómez me tendía como un padre y
comprendí que era un señor bondadoso.
Olga Orozco

PARA HACER UN TALISMÁN


Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul
escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último
grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún,
si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu
dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley,
más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra;
puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!
Marina Mariasch

EL FUTURO DEL SEXO


en el futuro el sexo no va a ser
tocarse el hombro con un dedo
como hacen los extraterrestres
ni va a ser por internet ni por
teléfono. no va a ser
con forro porque el fin
del mundo va a estar
cerca y a nadie le va a importar
el sida, ninguna ets
pero no por el apocalipsis,
contagiarse va a ser un compromiso
el sexo va a ser amor
el sexo sólo va a existir con amor
nadie va a pensar que el sexo
y el amor puedan ser
cosas distintas y el sexo
va a ser directo, como ahora
darse un beso, mandarse un
mail, un dm, no va
a existir toda esa pérdida
de tiempo, ni las vueltas eternas
para llegar a eso. todos
sabemos que los beatles
son más grandes que jesús
todos sabemos que necesitamos
amor necesitamos sexo y en el futuro
nadie va a disimular que busca eso
como en el supermercado nadie
disimula que busca pan o café
a la incertidumbre se la va a
aniquilar con sexo
al miedo se lo va a eliminar
con sexo a la soledad se la va a
matar con sexo a la muerte
se la va a consolar con sexo
al dolor se lo va a curar con
sexo a lo oscuro se lo va a
iluminar con sexo la ansiedad
se va a calmar con sexo la
gordura se va a adelgazar con sexo
la amistad se va a sellar con sexo
la riqueza se va a distribuir con sexo
el aburrimiento se va a solucionar
con sexo la tristeza se va a curar
con sexo cada vez va a ser el comienzo
de un relato y la continuacion de otro
una red y nadie va a estar nunca más solo
en la calle, en el subte, en las casas
en las clases, fácil, simple, sin freud
sin palabras sin lenguaje sin pensamiento.
Clara Muschietti

(de KARATEKA)

El desánimo como un tumor agudo.


Miramos por la ventana y fijamos la vista
en cualquier árbol. Algo desesperadamente verde. Para curarnos.

El teléfono suena y una señorita de un plan


de salud nos comenta lo bueno que sería
que tuviéramos medicina antes de irnos de veraneo,
después ríe y dice que no va a pasarnos nada. Pero ya pronunció
la amenaza. La escuchamos pero no vamos a decirle ninguna cosa.
Nos tocamos el pecho buscando una señal de algo,
y late, pero hoy no hay caso.

Un desconocido nos pregunta cuáles son


nuestros sueños para este año,
sólo sabemos los que tuvimos, uno en el que íbamos presas
por un crimen que no habíamos cometido,
la buena instrucción se cuela hasta en los sueños
y somos santas pacifistas pero
despertamos gritando con el llanto aferrado
como un tumor inextirpable.

Ahora sin escuela, sin tutor o encargo, juntamos


la tibieza que deja tu cuerpo en la cama
y le rendimos un culto salvaje para no sentir
que la soledad comienza a alojarse
como un tumor inexplicable, desde el nacimiento
no hacemos otra cosa
que estar con gente.

Un conocido nos pregunta sin en verdad estamos enamoradas,


fijamos la vista en cualquier niño. Algo desesperadamente joven.
Para curarnos.

Un bosque de pinos no nos propone nada,


una alameda, un arroyo, una cascada,
no nos propone nada.

El agua salada turbulenta podría limpiarnos,


decir mil cosas sobre sus beneficios
pero mejor deseamos:
ojalá que nos cubra el yodo
que pueda nutrirnos
que se nos vaya de la cabeza
todo lo aprendido.

La señorita se ríe después de decir que quizá


nos accidentemos en la pausa,
se nos congele la vida en la ausencia de responsabilidades,
vamos con el teléfono hacia la ventana
fijamos la vista en cualquier bebé. Algo desesperadamente nuevo.
Para curarnos.

*
El paso se interrumpe
un camión descarga lácteos en un mercadito
los hombres hacen fuerza
el chino del mercado da instrucciones
yo pienso en la cadena,
en la cadena alimentaria de las cosas,
lo mejor que puede pasar es que se vendan todas las leches.

En qué franja del mundo estoy


en la que hace qué
en la que cree en qué
en la que jamás piensa en qué
qué soy exactamente
qué virtudes tengo
en qué franja de la bondad entro.

En el medio de la calle hay un auto dado vuelta


lo custodia una mujer policía
ya no hay personas
no hay accidentados
queda un auto dado vuelta
un auto que ya no sirve tanto
me preocupo por la vida de las personas que iban adentro
cuántos eran
si había niños, una mujer embarazada
un anciano o alguien feliz.

No tengo idea de mi coeficiente mental


cuánto es, que número tiene
en qué franja estoy
tengo una enfermedad crónica
me pregunto cuánta gente habrá
en la franja de los enfermos crónicos.

Mi vecina está recién operada de la garganta


tiene un hilito de voz
ella está en esa franja
su hija está en la franja de los niños con problemas de peso
yo estuve en la franja de los niños fóbicos
de las nenas a las que le comieron la lengua los ratones.

En qué franja cabe mi felicidad de hoy


en qué segmento va
no sé nadar
estoy en una franja que no me queda bien
a mí dejame en el agua que no me voy a morir
estoy en esa franja.

Nadie sabe en qué franja horaria está mi hermana


ese continente no está en esta franja
mi hermana está en la franja de las mujeres altas
yo estoy en la franja de las bajas
y la miro como cuando era chica
hay una franja que nos unirá siempre
la franja de los hijos de Mónica y de Ulises.

Se bifurcan las franjas de la identidad


tanto
que dan ganas de correr
hacia la preexistencia.

En el bebé diminuto que vi en el subte


iba la gracia
la vida
frágil
nueva
en la madre del bebé diminuto que vi en el subte
iba el miedo a lo inmanejable.

La franja de los recién nacidos


es la franja efímera.

Estoy en la franja de los que le deben al psiquiatra


de las chicas con mucho corazón
y muchos lunares
en la franja de los que a veces
duermen mal de noche.
de PODRÍA LLEVAR CIERTO TIEMPO
*
1
Ese caballo fracturado en el medio del campo, rodeado de otros caballos
que perciben la imposibilidad de movimiento, pero no pueden hacer nada.

2
Un árbol que de tan grande no permite ver que hay detrás. Una imaginación
demasiado poderosa.

3
Alguien que me consuele todo el tiempo, por lo que pasó, por lo que pudo
pasar y por lo que va a pasar. Que me sostenga, lo más literalmente
posible.

4
Un animal doméstico muy enojado me mostró los dientes, no le había hecho
nada. Menos mal que no tengo cuatro años y sé, dentro de todo, separar
las cosas.

5
El último paseo familiar, con la familia ya quebrada, una mancha enorme,
en todo lo que implique algo de cariño.

6
Un puente que separa lo mejor de la vida de lo peor. Cruzarlo sin sentir
nada. Una anestesia generalizada en cada vena.

7
El caballo ya no puede arrastrarse, está tranquilo, los otros caballos
no comen y fingen dormir.

Una madre a veces, una madre a veces, una madre a veces.

9
La casa en obra. El baño y la cocina sin artefactos, sin pisos. Dos
agujeros grises. Hay personas que no nacimos para ver el proceso de las
cosas.

10
La nostalgia puede ser eso que no sabías que necesitabas. También el
monstruo del lago Ness.

11
Un cajón que no se abre es un cajón que no se abre. El resto corre por mi
cuenta.
12
Van a tirar la casa abajo Van a tirar la casa abajo Van a tirar la casa
abajo. Nosotros quedamos.

13
Adonde estaba la casa va a haber un edificio con muchos departamentos
chiquitos. Mucha gente que no va a tener nada que ver entre sí. Como una
familia disfuncional.

14
Cuando algo importante se cae, se vuelve a caer todo lo importante que se
cayó en el pasado.
Alejandra Pizarnik

de ÁRBOL DE DIANA

19
cuando vea los ojos
que tengo en los míos tatuados

20
dice que no sabe del miedo de la
muerte del amor
dice que tiene miedo de la
muerte del amor
dice que el amor es muerte es
miedo
dice que la muerte es miedo es
amor
dice que no sabe
a Laure Bataillon

de EXTRACCIÓN DE LA PIEDRA DE LA LOCURA

UN SUEÑO DONDE EL SILENCIO ES DE ORO


El perro del invierno dentella mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba
desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también
desnudo y con un sombrero de hojas secas.He tenido mucho amores –dije -
pero el más hermoso fue mi amor por los espejos.

LAS PROMESAS DE LA MÚSICA


Detrás de un muro blanco la variedad del arco iris. La muñeca en su jaula
está haciendo el otoño. Es el despertar a las ofrendas. Un jardín recién
creado, un llanto detrás de la música. Y que suene siempre, así nadie
asistirá al movimiento del nacimiento, a la mímica de las ofrendas, al
discurso de aquella que soy anudada a este silenciosa que también soy. Y
que de mí no que demás que la alegría de quien pidió entrar y le fue
concedido. Es la música, es la muerte, lo que yo quise decir en las
noches variadas como los colores del bosque.
Anita Leporina

HABLEMOS DE FUMAR
Quiero decirles a los jóvenes que fumen. Fumar es maravilloso. No hay
nada mejor que el cigarrillo. Fumen, pequeñuelos, fumen, adelante!

Fumar hasta sangrar sarro.

fumar después de apagar un cigarrillo,

fumar antes de encenderlo.

Fumar mientras aprendo a caminar.

Fumar debajo del agua.

Fumarse al Incucai.

Fumar colillas.

fumar en pipa a caballo de una tortuga de galápagos.

Fumar ceniza cuando no quede nada.

Pitar a fondo la Internacional de los fumados.

Levantar como totem la tuquera,

tomar el cielo por fumata.

Fumar y que venga el colectivo y que se vaya,

seguir fumando en la parada.

Fumarse cien alveolos.

Juntar puchos a dos manos

Rolar en un jardín de infantes,

(apagar la brasa

en el arenero),

exhalar el último hálito a contrapelo


del tobogán.

Fumar pasta base

fumar pastas secas

fumarse dos canelones a la carbonara

y a Rodolfo Ranni.

Fumar al revés… ramuf! ramuf!

Estar en líquido amniótico y fumarse

el cordón umbilical.

Nacer fumando

o ser un cadáver fumador

que hace anillos de humus.

Fumar inversamente/quemarse

pitar la atmósfera

ver el humo enroscarse entre cometas.

Fumanchar

a bocanada limpia

no ceder a otra pasión

que la nicotina

Fumarse la ideología religiosa

aun en su momento de verdad.

Chisporrotear la piedra fundamental

de la Organización Mundial de la Salud

acabando con las brigadas médicas

[en Angola

calada tras calada.

Armar con el papel


que carga estas palabras.

Fumarse el remate del poema

(Y terminarlo acá)

Fundar la ciudad de Buenos Humos

prohibir el aire puro.

fumarse al hormigo y al cigarro

-Esopo exigió carioca-

inhalar por la nariz o la boca

hash macoña crack tabaco.

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