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Las consecuencias sobre la enseñanza son considerables
Imagine el terremoto que va a provocar en la enseñanza el
descubrimiento del origen italiano de las lenguas romances. Todos
los maestros de francés tendrán que volver a sus fundamentos y,
para comenzar, tendrán que deshacerse de algunas ideas
preconcebidas, fuertemente grabadas, que provienen de nuestros
errores pasados.
En ningun pueblo existe, por un lado, una plebe que habla mal,
y del otro, una élite que “sabe” hablar correctamente. A la larga, es
siempre el pueblo, es decir, la mayoría, el que impone su lengua.
Dante escribió en la lengua del pueblo, con una lengua tan bella
como la que utilizò, lo mismo que Montaigne, Shakespeare,
Lutero, Cervantes…
Las lenguas sólo se modifican muy lentamente. Creer que el
francés o el español van a evolucionar porque los jóvenes se
comunican de manera particular por SMS o porque emplean
algunas expresiones de moda o porque en los suburbios capitalinos
se habla una jerga bastante vivaz, es no ver la realidad de la
situación de nuestras naciones. Lo que vivimos de manera
acelerada en Francia desde hace un siglo es una fantástica
homogeneización de la lengua sobre el conjunto del territorio
gracias a la mezcla de las distintas poblaciones y la influencia de
los medios audiovisuales nacionales. Con el pasar del tiempo, el
campesino de la Francia profunda habla cada vez más de la misma
manera que el gerente que trabaja en Paris, y viceversa. Y la
invasión del inglés en la lengua francesa, denunciada en tantas
ocasiones, ha fracasado.
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Luego llegaron los romanos en dos olas sucesivas. La primera
tocó una vasta región denominada Narbonnais, que corresponde
casi con exactitud a las regiones de Provence y Languedoc-
Roussillon, que se convertirá en el crisol de la lengua occitana. La
segunda ola, hacia el 50 A.C., llevó a los romanos a conquistar
toda la Galia. Los soldados y colonos romanos hablaban italiano, y
el italiano se impuso poco a poco en toda la región. Los galos se
romanizaron, adoptaron la lengua italiana, dejándole ciertas
particularidades raras de las cuales las más notables son la
pronunciación de la letra “u”, idéntica en todas las lenguas
romances, contrariamente al francés, y la nasalización de los
digramas AN, EN, IN, ON y UN
En lo que respecta al vocabulario y la gramática, el estudio del
francés antiguo nos muestra que la transformación del italiano en
francés fue progresiva. He puesto en evidencia que el vocabulario
francés antiguo es todavía muy próximo del italiano.
Hemos creído ver en el vocabulario francés importantes aportes
germanicos, calificados de francos o de neerlandeses. Estas
afirmaciones no tienen ningún fundamento y se caen por sí mismas
cuando consideramos la hipótesis de un origen italiano de las
lenguas romances. En verdad, no hay que tener miedo del ridículo
para afirmar, como lo hace la etimología oficial, que los
neerlandeses aportaron a la lengua francesa alrededor de 1 500
palabras. Cuando se les presiona un poco, los etimologistas
oficiales afirman que los neerlandeses eran excelentes marinos, y
que estas nuevas palabras nos llegaron a través de los puertos. ¡Que
se resignen los marinos ingleses, españoles, portugueses e
italianos! Los marinos neerlandeses, ciertamente, eran más
parlanchines que ellos, y su lengua seguramente era tan accesible a
los mercaderes franceses con los cuales comerciaban que éstos
abandonaron de nuevo la lingua franca para meterse con el
neerlandés. No, eso no se tiene en pie. Nuestra lengua no tiene
1 500 palabras de origen neerlandés, sino a lo más un puñado de
ellas.
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Por más que disgute a los etimologistas oficiales (que solamente
ven dos fuentes como origen de nuestro vocabulario, el latín o los
préstamos a partir de un idioma extranjero), una lengua evoluciona
por un método de una gran simplicidad y de una gran eficacia
(método utilizado incluso por los neerlandeses cuyos puertos no
fueron invadidos por los franceses): la autoproducción. El pueblo
francés es tan creativo, lingüísticamente hablando, como todos los
otros pueblos de nuestro planeta.
He ahi, resumida a grandes rasgos, la historia de nuestra lengua,
en las antipodas de la historia oficial.
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Reescribir la etimologia de todo el vocabulario de la lengua
francesa sera una tarea inmensa, pero no insuperable. Lo más
difícil será, en primer lugar, que nuestros lingüistas hagan su
revolución copernicana, que admitan que siempre estuvieron
equivocados, y que reconozcan ser los complices involuntarios de
un enorme error científico.
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Llamado a los hombres y mujeres de buena voluntad
Como la resistencia a cualquier cambio, la oposición a esta tesis
será muy fuerte. Los anticopernicanos no habrían prosperado por
tanto tiempo y la Iglesia no se habria opuesto con semejante
obstinación a las proposiciones de Copérnico si la mayoría de la
población hubiese estado convencida de las nuevas tesis. Pero las
masas permanecieron inertes por largas décadas.
Mi tesis se enfrenta de tal manera a la idea generalmente
admitida que se estrella contra un frente de total rechazo. El grupo
de opositores más importante está compuesto de todos aquellos que
tienen un conocimiento superficial del latín y que se contentan con
algunas semejanzas de vocabulario como sostén de sus
convicciones, apoyadas éstas por una parte de los lingüistas que se
encuentran prisioneros de los esquemas de pensamiento inculcados
por sus predecesores, asustados al mismo tiempo por las enormes
posibilidades que descubren.
La resistencia provendrá también de aquellos que machacan sin
cesar que el francés y las lenguas romances vienen del latín y que
corren el riesgo de perder su negocio. La resistencia vendrá,
finalmente y por sobre todo, de las potencias financieras que editan
los diccionarios y que preferirán llevar un combate de retaguardia.
Me dirijo a ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad,
a ustedes que no están preformateados, a ustedes que no
confían ciegamente en los especialistas, a ustedes que tienen la
mente abierta, a ustedes que se cuestionan de buena fe, a
ustedes que terminaron admitiendo que la Tierra no era plana
y que el Sol, a pesar de las apariencias, no giraba en torno a la
Tierra.
No acepten nada sin pruebas. Investiguen por ustedes
mismos. Fòrmense su propia opinión.
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