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Conclusión

No podemos enseñarle nada a los


demás, solamente podemos ayudarlos
a descubrirlo por ellos mismos.
Galileo Galilei

Estimado lector que has seguido mi demostracion hasta este


punto: has realizado un descubrimiento sorprendente, que los
romanos no hablaban latin sino italiano. Los lingüistas han
olfateado, y con razón, la existencia de una lengua hablada
diferente al latin, pero en lugar de llevar el análisis hasta sus
ultimas conclusiones, han preferido declarar que la lengua hablada
no era sino un latin deformado bautizándolo como “bajo latin” o
“latin vulgar”. No han pensado que, en efecto, no existía ninguna
relación entre lengua hablada y lengua escrita. No han imaginado
que los romanos eran bilingües, que utilizaban el italiano para
hablar y el latin para escribir. No han entendido que el latin fue, en
primer lugar, una lengua viva que después se utilizo solamente
para escribir. Han sacralizado el latin clásico para hacer de él una
lengua aristocratica que el pueblo habría sido incapaz de manejar.

No existe latín clasico, ni bajo latín: no hay sino un solo y único


latín
No hay dos latines, un latín «clásico» utilizado por los eruditos
de un lado, y un “bajo latín” utilizado por la plebe, del otro. Existe
simplemente “el latín”. Cuando la lengua latina se convirtió en
lengua muerta fue reservada para uso escrito. Solo la utilizaban los
letrados, lo mismo que la nobleza romana, apegada a sus orígenes
latinos, se las ingenió para perpetuar su uso. Frente al italiano
antiguo que tenía, al menos, dos formas dialectales, como lo he
demostrado, y que no contaba con una expresión escrita unificada,
el latín, única lengua enseñada en todas las escuelas romanas, era
el medio de comunicación adaptado a un inmenso imperio.
El latín no se transformó en ningun momento, y con razón. Lo
que ocurrió fue exactamente todo lo contrario. El latín se congeló,
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se petrificó. No sufrió ninguna alteración después de su
fallecimiento, hacia el fin de la era pre-cristiana. Ya nunca más fue
alterado, ni fonética ni semánticamente.
El italiano antiguo conocio otro destino. Se transformó, como
toda lengua viva, pero lentamente, al punto de que por medio de un
singular se la designa, todavía en 813 de nuestra era, como “lengua
romana rustica”. Hasta el hundimiento del Imperio romano, hacia
el 400 D.C., la circulación de bienes y personas era tan intensa que
debió favorecer una homogeneización de este italiano antiguo, aún
cuando —los diferentes sustratos habían dejado ya sus trazas—
sólo fuese en la pronunciación. Luego de la división del Imperio
romano, la fragmentación del territorio provocó una
dialectalización del italiano antiguo, reforzado por la llegada de los
nuevos pueblos. Pareciera, cuando se analiza, que hemos
sobreestimado en demasía los aportes lingüísticos de los invasores.
Lo que con frecuencia se presenta como palabras de origen
germánico, por ejemplo, son con frecuencia palabras del “italiano
antiguo”.
Fue en la Edad Media que se aceleró la diversificación
lingüística en todo el espacio romano, hasta que se impusieron
progresivamente algunas lenguas nacionales ligadas a poderes
fuertes. Pero en Italia, la transformación del italiano antiguo en
cada región continuarà todavía por un largo tiempo debido a una
unificación tardía de la nación italiana, creando un mosaico de
dialectos, aún vivos en nuestros días.

El origen italiano de las lenguas romances aclara todas nuestras


interrogantes
La hipotesis de que la lengua madre de todas las lenguas
romances es el italiano da respuesta a todas nuestras interrogantes.
¿Por qué ciertos lingüistas, que tratan de recostruir el latín
hablado se sorprenden al descubrir una lengua muy diferente del
latin? Porque la lengua que reconstruyen es simple y llanamente el
italiano, y porque buscan en vano el origen latino.
¿Por qué todas las lenguas romances se parecen más al italiano
que al latín? Porque lo que los romanos llevaron por todas partes
fue el italiano.
¿Por qué el latín es tan diferente de las lenguas romances, tanto
en el vocabulario como en la gramatica? Porque las lenguas
romances no vienen del latín.
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¿Cómo es posible que las lenguas romances, que deberían haber
sido influenciadas por invasores tan disímiles como los francos, los
visigodos, los vándalos, los eslavos, etc. continuaran pareciéndose
tanto? Porque todas ellas fueron siempre una variante del italiano y
porque los invasores, como pueblos primitivos, las modificaron
muy poco.
¿Por qué la literatura latina decae a partir del siglo II D.C.,
cuando el Imperio romano era todavía muy próspero? Porque el
latín ya se había convertido en lengua muerta desde el siglo I A.C.
¿Por qué el teatro latino desaparece en el siglo I A.C.? Porque la
mayoría de los romanos ya no entiende el latin.
¿Por qué la lengua latina parece estática a partir del siglo II
D.C. y por qué no vemos por todas partes otra cosa que pálidas
copias de Virgilio y Cicerón? Porque el latín es una lengua muerta.
¿Por qué, si todas las lenguas antiguas como el griego, el árabe
y el hebreo no parecen evolucionar sino muy lentamente en el
transcurso de largos siglos, el latín sería una excepción y se habría
transformado totalmente en apenas algunos siglos transformando
completamente su vocabulario y su gramática? Porque el latín
nunca se transformó en las lenguas romances.
Pero, además, ¿por qué la lengua griega cobró tanta importancia
en Roma? ¿Por qué se recurría a la mímica? ¿Por qué tantos
autores clásicos protestan contra el abandono del latín? La
respuesta es siempre la misma. La decadencia del latín y el origen
italiano de las lenguas romances da respuesta a todas nuestras
interrogantes pasadas.

Razones objetivas explican nuestros yerros


Puede entenderse que una evidencia como ésta no haya saltado
a la vista. El latín y el italiano antiguo tienen lazos de parentesco.
Ambas lenguas salieron de la familia indoeuropea y tienen, por
tanto, algunos puntos en común. Añadamos a ello que el latin era la
lengua de la erudición. Los romanos, y los diferentes pueblos
romances después, se alimentaron sin limitaciones del vocabulario
latino para enriquecer el suyo. Los préstamos del latin duraron más
de 20 siglos, aportando colores latinos a todo texto literario
contemporáneo.
La última razon objetiva de nuestra obcecacion reside en la
ausencia de textos escritos en ese «italiano antiguo» y la carencia
de referencias explicitas a esta lengua en los textos latinos.
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Ademas, no era considerado aberrante pensar que los romanos,
y los pueblos colonizados por ellos, hablaban y escribían una sola y
única lengua hasta la caída del Imperio romano, y que las grandes
invasiones no solamente habían desestructurado el Imperio romano
sino que también habían transformado el latin en las diferentes
lenguas romances.

Otras razones subjetivas que nos extraviaron aún más


La creencia en el origen latino de las lenguas romances se
convirti con el tiempo en un dogma. Y, con la fuerza de este
dogma, los letrados impusieron la idea de que la esencia de nuestro
vocabulario provenía del latín. Puse en evidencia los
procedimientos más vulgares, más expeditos y más ingeniosos, de
la etimología oficial. Esta etimología del francés, fabricada de la
manera más irracional, se convirtió en la referencia, y alimenta
hacia atrás el dogma de origen latino del vocabulario de las lenguas
romances.
Para explicar el origen latino de nuestra gramática, la partida
parecia mas dificil. Pero nuestra escasa curiosidad nos ha permitido
creer en el milagro de una transformación total por iniciativa de un
pueblo inculto para el cual el latín era demasiado complicado.
Algunos hombres de gran renombre han aportado su aval, y nos
hemos quedado allí.
Después, los investigadores se aventuraron en otros dominios
con el objetivo de apoyar la tesis oficial. Especialistas en fonética
“demostraron” la continuidad latin-lenguas romances. Otros
encontraron trazas del latin en los textos del juramento de
Estrasburgo. Finalment, otros más se apoyaron en la latinización de
la ortografía del francés para encontrar razones suplementarias para
creer en el origen latino de las lenguas romances.
Amigo lector: reconozcamos que tenemos circunstancias
atenuantes. Todas las escuelas, todas las universidades, todos los
hombres de letras recitan el dogma y lo enseñan de la misma
manera en que lo aprendieron, apoyándose los unos en los otros, y
esto ocurre en toda la Europa romana… ¡y aún así!

Eliminemos para siempre el concepto de «bajo latín»


Frente a una supuesta transformación total de la lengua latina, la
lingüística oficial tiene una respuesta, con todo el aspecto de una
salida escapatoria: el “bajo latín” o “latín vulgar”. Pues bien, yo
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pido que dejemos de mantener la imprecisión en relación a este
concepto. Pido que se describa con precisión lo que es exactamente
el bajo latín, que se explique cuándo se formó, cuál es su
vocabulario y cuál es su gramática.

Yo pido a los que apoyan la tesis oficial que expliquen:

 La aparición, en todas las lenguas romances, de la misma


sintaxis.
 La desaparición, en todas las lenguas romances, de las
mismas palabras latinas.
 La aparición, en todas las lenguas romances, de las mismas
palabras no latinas.
 La desaparición de todas las declinaciones en todas las
lenguas romances.
 La desaparición del género neutro en todas las lenguas
romances.
 La desaparición de la voz pasiva, de los verbos
deponentes, de los adjetivos verbales, del supino, del
imperativo futuro, del infinitivo futuro… en todas las
lenguas romances.
 La aparición, en todas las lenguas romances, de los
mismos artículos definidos, de los mismos artículos
indefinidos, de los mismos plurales, del mismo futuro, del
mismo presente perfecto, del mismo tratamiento de usted,
de los mismos adverbios.

Esta investigacion conducirá necesariamente al descubrimiento


del «italiano antiguo». Es de una profunda deshonestidad
intelectual el bautizar esta lengua antigua con el nombre de “latín
vulgar”, dejando suponer que la lengua hablada por los romanos
tenía una supuesta relación con el latin, cuando lo cierto es que no
hay ninguna. Formulo la hipótesis de que la desaparición del latin
no se debió a la fantástica expansión del territorio romano el cual,
al englobar nuevos pueblos, habría conducido a hacer del latin una
lengua minoritaria. Con seguridad, es el enorme crecimiento de la
ciudad de Roma, en la cual confluyeron los pueblos vecinos
durante siglos, que hablaban ya italiano, lo que hizo de los
primeros romanos de lengua latina una comunidad superada
numérica y lingüísticamente.

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Las consecuencias sobre la enseñanza son considerables
Imagine el terremoto que va a provocar en la enseñanza el
descubrimiento del origen italiano de las lenguas romances. Todos
los maestros de francés tendrán que volver a sus fundamentos y,
para comenzar, tendrán que deshacerse de algunas ideas
preconcebidas, fuertemente grabadas, que provienen de nuestros
errores pasados.
En ningun pueblo existe, por un lado, una plebe que habla mal,
y del otro, una élite que “sabe” hablar correctamente. A la larga, es
siempre el pueblo, es decir, la mayoría, el que impone su lengua.
Dante escribió en la lengua del pueblo, con una lengua tan bella
como la que utilizò, lo mismo que Montaigne, Shakespeare,
Lutero, Cervantes…
Las lenguas sólo se modifican muy lentamente. Creer que el
francés o el español van a evolucionar porque los jóvenes se
comunican de manera particular por SMS o porque emplean
algunas expresiones de moda o porque en los suburbios capitalinos
se habla una jerga bastante vivaz, es no ver la realidad de la
situación de nuestras naciones. Lo que vivimos de manera
acelerada en Francia desde hace un siglo es una fantástica
homogeneización de la lengua sobre el conjunto del territorio
gracias a la mezcla de las distintas poblaciones y la influencia de
los medios audiovisuales nacionales. Con el pasar del tiempo, el
campesino de la Francia profunda habla cada vez más de la misma
manera que el gerente que trabaja en Paris, y viceversa. Y la
invasión del inglés en la lengua francesa, denunciada en tantas
ocasiones, ha fracasado.

Hay que reformular radicalmente la historia de la lengua


francesa
La historia de la lengua francesa, tal como se la enseña, es
totalmente falsa. A continuación describo la que habría que enseñar
con toda lógica.
En los tiempos antiguos, la Galia estaba poblada probablemente
por tribus celtas, básicamente, con la excepción de una gran parte
del suroeste de Francia que seguramente era vasca, como podemos
verlo en la palabra “gascogne” que suena “bascogne”, y con la
excepción de la costa mediterránea que estaba sometida a
influencia griega.

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Luego llegaron los romanos en dos olas sucesivas. La primera
tocó una vasta región denominada Narbonnais, que corresponde
casi con exactitud a las regiones de Provence y Languedoc-
Roussillon, que se convertirá en el crisol de la lengua occitana. La
segunda ola, hacia el 50 A.C., llevó a los romanos a conquistar
toda la Galia. Los soldados y colonos romanos hablaban italiano, y
el italiano se impuso poco a poco en toda la región. Los galos se
romanizaron, adoptaron la lengua italiana, dejándole ciertas
particularidades raras de las cuales las más notables son la
pronunciación de la letra “u”, idéntica en todas las lenguas
romances, contrariamente al francés, y la nasalización de los
digramas AN, EN, IN, ON y UN
En lo que respecta al vocabulario y la gramática, el estudio del
francés antiguo nos muestra que la transformación del italiano en
francés fue progresiva. He puesto en evidencia que el vocabulario
francés antiguo es todavía muy próximo del italiano.
Hemos creído ver en el vocabulario francés importantes aportes
germanicos, calificados de francos o de neerlandeses. Estas
afirmaciones no tienen ningún fundamento y se caen por sí mismas
cuando consideramos la hipótesis de un origen italiano de las
lenguas romances. En verdad, no hay que tener miedo del ridículo
para afirmar, como lo hace la etimología oficial, que los
neerlandeses aportaron a la lengua francesa alrededor de 1 500
palabras. Cuando se les presiona un poco, los etimologistas
oficiales afirman que los neerlandeses eran excelentes marinos, y
que estas nuevas palabras nos llegaron a través de los puertos. ¡Que
se resignen los marinos ingleses, españoles, portugueses e
italianos! Los marinos neerlandeses, ciertamente, eran más
parlanchines que ellos, y su lengua seguramente era tan accesible a
los mercaderes franceses con los cuales comerciaban que éstos
abandonaron de nuevo la lingua franca para meterse con el
neerlandés. No, eso no se tiene en pie. Nuestra lengua no tiene
1 500 palabras de origen neerlandés, sino a lo más un puñado de
ellas.

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Por más que disgute a los etimologistas oficiales (que solamente
ven dos fuentes como origen de nuestro vocabulario, el latín o los
préstamos a partir de un idioma extranjero), una lengua evoluciona
por un método de una gran simplicidad y de una gran eficacia
(método utilizado incluso por los neerlandeses cuyos puertos no
fueron invadidos por los franceses): la autoproducción. El pueblo
francés es tan creativo, lingüísticamente hablando, como todos los
otros pueblos de nuestro planeta.
He ahi, resumida a grandes rasgos, la historia de nuestra lengua,
en las antipodas de la historia oficial.

Hay que reescribir todos los diccionarios


Es necesario ir hasta las últimas consecuencias del
descubrimiento del origen italiano de las lenguas romances. Hay
que admitir ahora que todas las etimologías, basadas en un origen
latino del vocabulario francés, son falsas, con la excepción,
naturalmente, de aquellas que son préstamos evidentes del latin.
Por tanto, es necesario corregir todos nuestros diccionarios.
Por ejemplo, he mostrado que la palabra TRABAJO no viene
del latin TRIPALIUM. Pero, aún cuando esta etimología sea
groseramente falsa, es conocida por miles de personas, como lo son
casi todas las etimologías de las palabras de uso corriente. La
palabra TRIPALIUM es ahora más que una etimología, es un
código. Más aún, el código se ha convertido en un rito. Toda
persona que pronuncia un discurso o realiza un comentario sobre el
trabajo comienza indefectiblemente por una referencia a la
etimología oficial. “Como todos sabemos, la palabra TRABAJO
viene de una palabra latina que significa instrumento de tortura” o
bien: “Es bien conocido que originalmente el trabajo era una
tortura”.
La etimología oficial funciona bien, no porque sea exacta, sino
porque es parte integrante de una cultura común. El desaprendizaje
será largo después de tantos años de reflejos condicionados.
Tendremos que clasificar nuestros diccionarios Larousse,
Robert y afines en los estantes de nuestras bibliotecas al lado del
muy querido Littré. Ellos serán los testigos de una época, siempre
interesantes de consultar, no obstante, por las definiciones que dan
de las palabras, siempre utiles cuando se busque una cita, pero
totalmente falsos en lo que respecta a la etimología.

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Reescribir la etimologia de todo el vocabulario de la lengua
francesa sera una tarea inmensa, pero no insuperable. Lo más
difícil será, en primer lugar, que nuestros lingüistas hagan su
revolución copernicana, que admitan que siempre estuvieron
equivocados, y que reconozcan ser los complices involuntarios de
un enorme error científico.

Pero no modifiquemos la ortografia


La ortografia de la lengua francesa es de una rara complejidad
debido a que los primeros escritores decidieron acercar el francés
al latin en lugar de hacer una simple transcripción fonética como
hicieron los otros pueblos romances.
Hubiésemos podido imaginar una ortografia infinitamente mas
simple, lo que habria simplificado enormemente la tarea de los
escolares. ¿Podemos, en razón de esto, considerar la modificación
de la lengua francesa? La respuesta es obvia. Tal reforma tendría
como consecuencia amputarnos cinco siglos de literatura,
convirtiendo las obras del pasado en textos completamente
ilegibles, cuando ya nos cuesta leer a Rabelais y sus predecesores,
únicamente por razones ortográficas.
A fin de cuentas, no hay nada que temer, ya que nos
encontramos en un terreno en el que el conservadurismo es rey.
Pensemos en los apasionados debates que se suscitaron por algunos
intentos menores de reformas marginales de la ortografía. Piense
ahora, entonces, en “deslatinizar” la ortografía del francés: es más
una hipótesis de escuela que una posibilidad realizable algún dia.
A lo más, podremos proveer a los jovenes escolares las
explicaciones de la discordancia entre la pronunciacion y la
escritura. Habrá que explicarles que nuestra ortografía no refleja un
origen latino sino la voluntad de los primeros transcriptores de
agregar letras adicionales a las palabras para acercarlas al latín.

¡Que viva el latín!


¿Tiene todavia futuro la enseñanza del latín, si las lenguas
romances no provienen de esta lengua? Mi demostración sobre el
origen no latino de las lenguas romances no afecta para nada el
papel primordial que la lengua latina jugó en Europa durante más
de 20 siglos. ¿El latín era una lengua muerta? ¿Y qué? Por lo
demas, la expresión «lengua muerta» no me parece apropiada. Yo
prefiero la expresion «lengua escrita». Quiero decir: lengua
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utilizada solamente para escribir, pero no para hablar. Existen
muchas lenguas en el mundo que poseen ese estatus. El pali es la
lengua de uso religioso de los hinduistas. Ya no se utiliza como
lengua oral pero todos los sacerdotes del hinduismo la utilizan al
escrito. De alguna manera, vive a través de la escritura. El hebreo
tenía el mismo estatus hasta que se convirtió en la lengua oficial
del estado de Israel. Hasta entonces, el hebreo era considerado
como una lengua muerta, pero en realidad todo judío practicante
tenia un conocimiento perfecto de ella, y los eruditos judíos
seguían escribiendo en hebreo. La literatura hebrea siempre ha
estado viva, como lo estaba la literatura latina, aunque el hebreo
fuese lengua muerta.
Si no se habla latín desde hace más de 20 siglos, no por ello
dejó de vivir, ¡y de qué manera tan notable! Su carácter de lengua
“no hablada” le impidió ser el vehículo de transmisión de una
literatura novelesca y teatral, pero prosperó en los terrenos de la
poesía, de la sátira, del derecho, de la historia, de la ciencia y de la
religión. Y por encima de todo, era la lengua escrita de todos los
ciudadanos del Imperio romano, la lengua de comunicación, y por
tanto el vehículo del pensamiento. Fue en latín que se
sedimentarion siglos de una civilización, la nuestra. El latín
moldeó las mentes de los eruditos durante siglos. Eso cuenta
mucho, de todos modos, para que lo consideremos con cierto
respeto.
Un cierto número de utilitaristas quisieran que el estudio de las
lenguas extranjeras se redujera al inglés, persuadidos de que el
conocimiento de algunas palabras de la jerga internacional es la
puerta de acceso universal. Objetaré de paso a los que están
apresurados porque ello sea así que los únicos franceses que hablan
bien inglés son con frecuencia aquellos que tienen un buen
conocimiento de otras lenguas extranjeras. Sería infinitamente más
productivo que nuestros hijos aprendan a hablar una lengua
extranjera, cualquier que esté cerca de ellos, como el italiano, el
español, el alemán, el portugués. El inglés vendrá por añadidura,
sin ninguna dificultad.
Los utilitaristas dicen también que no es necesario conocer el
latin para tener acceso a toda la literatura latina mientras se
consigan buenas traducciones. Destaco que el productivismo
progresa tanto en este mundo que pronto ya no habrá lugar para el
estudio de los textos antiguos. Ahora bien, ¿cómo descubrir
verdaderamente las obras de Virgilio, Lucrecio, Séneca, Plinio y
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tantos otros si no se enseña el latín, si los maestros no hacen que
sus alumnos cubran todas las etapas de aprendizaje, iniciándolos
paso a paso en las riquezas de nuestra cultura? ¿Cómo estudiar si
no existe un marco adaptado? Leer el texto original, ¿no es la
mejor manera de entrar en él?
El problema de fondo es saber qué escuela queremos.
¿Queremos una escuela de uso estrictamente técnico en la que solo
contaran el aprendizaje del inglés y de las matemáticas, o una
escuela que tiene como misión transmitir la cultura ancestral y
abrir las mentes? La primera crea robots, la segunda educa
hombres. El objetivo de la escuela no debe ser preparar al hombre
para adaptarse a la maquina. Muy al contrario, la escuela debe
continuar siendo el lugar privilegiado de transmisión de la cultura,
es decir, de todos los saberes antiguos, y en este contexto, el latín y
la cultura latina tienen su propio lugar.

¡Continuemos, entonces, enseñando latín!

Llamado a los investigadores


La lingüística es una ciencia nueva. Podemos fechar su
nacimiento a comienzos del siglo XIX con los trabajos de Franz
Bopp, Rasmus Back y Jacob Grimm. La lingüística nos ha
permitido comprender mejor el universo de las lenguas. Hoy en
día, conceptos como el de las familias lingüísticas nos parecen
evidentes, pero no lo eran hace apenas dos siglos. Ellos son el
resultado de años de desarrollo de esta ciencia.
El lenguaje ha apasionado a los hombres de todos los tiempos, y
en los escritos de los hebreos, griegos y romanos encontramos
reflexiones sobre la traducción, intentos de explicar la etimología
de numerosas palabras, y compendios de gramática. Hoy en día, el
método científico sustituye cada vez más a los enfoques puramente
empíricos. Pero no todo el terreno ha sido explorado hasta el día de
hoy, ni mucho menos, y el descubrimiento del origen italiano de
las lenguas romances nos abre perspectivas nuevas, apasionantes e
importantes en el plano científico.
En primer lugar, conviene reconstruir el “italiano antiguo”, su
vocabulario, su gramática, lo que aportará una sólida roca al
edificio indoeuropeo. Esta reconstrucción permitirá distinguir, en
todas las lenguas romances, la parte real que corresponde a los
substratos y los aportes ulteriores, para construir una etimología
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científica, mucho más rigurosa que la que consiste en salir a pescar
la primera palabra latina o neerlandesa de consonancia idéntica.
Habrá que realizar una investigación sistemática sobre las
formas dialectales del italiano antiguo y buscarlas si no se
encuentras huellas en los dialectos italianos contemporáneos. El
análisis de la lengua rumana ha abierto ya perspectivas en este
terreno luego del descubrimiento de extrañas semejanzas entre el
rumano y una forma dialectal italiana.
Unos cuantos años de investigaciones, orientadas en una
dirección radicalmente nueva, nos permitirán realizar un salto
prodigioso en el conocimiento de las lenguas romances.

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Llamado a los hombres y mujeres de buena voluntad
Como la resistencia a cualquier cambio, la oposición a esta tesis
será muy fuerte. Los anticopernicanos no habrían prosperado por
tanto tiempo y la Iglesia no se habria opuesto con semejante
obstinación a las proposiciones de Copérnico si la mayoría de la
población hubiese estado convencida de las nuevas tesis. Pero las
masas permanecieron inertes por largas décadas.
Mi tesis se enfrenta de tal manera a la idea generalmente
admitida que se estrella contra un frente de total rechazo. El grupo
de opositores más importante está compuesto de todos aquellos que
tienen un conocimiento superficial del latín y que se contentan con
algunas semejanzas de vocabulario como sostén de sus
convicciones, apoyadas éstas por una parte de los lingüistas que se
encuentran prisioneros de los esquemas de pensamiento inculcados
por sus predecesores, asustados al mismo tiempo por las enormes
posibilidades que descubren.
La resistencia provendrá también de aquellos que machacan sin
cesar que el francés y las lenguas romances vienen del latín y que
corren el riesgo de perder su negocio. La resistencia vendrá,
finalmente y por sobre todo, de las potencias financieras que editan
los diccionarios y que preferirán llevar un combate de retaguardia.
Me dirijo a ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad,
a ustedes que no están preformateados, a ustedes que no
confían ciegamente en los especialistas, a ustedes que tienen la
mente abierta, a ustedes que se cuestionan de buena fe, a
ustedes que terminaron admitiendo que la Tierra no era plana
y que el Sol, a pesar de las apariencias, no giraba en torno a la
Tierra.
No acepten nada sin pruebas. Investiguen por ustedes
mismos. Fòrmense su propia opinión.

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