El capítulo tiene como eje central el momento en que Moctezuma solicita
se busque el lugar de origen de sus antepasados. Debido a su poder y riqueza pudo dar estas órdenes cumplidas. Se contaba con los mitos que describían siete cuevas por lo que Moctezuma deseaba conocer la ubicación y aspecto de ellas. Para cumplir este mandato, el tlatoani mandó llamar a Tlacaélel para que reuniera un grupo de soldados y los mandara con objetos de riqueza a buscar las siete cuevas para que en el caso de encontrar personas las repartieran entre ellos. Se sabía que la madre de Huitzilopochtli era nativa de ese lugar, por lo que podría seguir viva en ese caso el tlatoani solicitó que se le ofrecieran riquezas. Sin embargo, Tlacáelel respondió que era una decisión incorrecta mandar soldados pues la exploración comandada tenía otro tipo de requerimientos que los militares no podrían cumplir, debido a que el lugar de las siete cuevas se encontraba embrujado (la naturaleza se había vuelto en contra del lugar, provocando que el lugar fuera sumamente difícil de acceder) y escondido. Ante el consejo de Tlacáelel Moctezuma reflexiona y manda llamar al historiador Cuauhcoatl para preguntar qué sabe sobre el origen de los antepasados pues contaba con una avanzada edad, es decir, una de las memorias más completas de la comunidad y con registros escritos. Cuauhcoatl respondió que el grupo original habitaba un lugar llamado Aztlán, que el nombre hacía referencia a la blancura y que en este lugar había un cerro de nombre Culhuacán (Cerro tuerto), llamado así por tener una figura puntiaguda hacia abajo. Contó también una descripción de la flora y fauna del lugar, principalmente que estaba poblado por garzas, cuervos y gallinas; y que abundaban los sauces y los lagos por lo que la gente se transportaba en canoas. Sin embargo, la abundancia de flora y fauna se vió afectada cuando los pobladores decidieron abandonar el lugar, pues ésta se volvió en su contra haciendo crecer plantas que dificultaban el acceso al lugar y llenándose de animales venenosos. Navila Helen Phillips López Facultad de Estudios Superiores Acatlán Mesoamérica II
Moctezuma dio la razón al historiador y a Tlacaélel por lo que mandó
llamar a los brujos de la comunidad para que emprendieran la búsqueda. Llegaron sesenta brujos ancianos, a los que el tlatoani encomendó partir en la búsqueda de Aztlán a cambio de riquezas como pago, para que tuvieran mayor cuidado en la exploración. Los brujos llegaron a Tula y en el cerro de Coatepec comenzaron a hacer invocaciones y a transformarse en bestias para pedir que se les revelara la ubicación de Aztlán. Una vez terminado el acto, regresaron a su forma humana, gracias a esto consiguieron llegar a la laguna del Cerro de Culhuacán donde encontraron gente que cumplía las descripciones que los mitos decían sobre los habitantes y el lugar. Los habitantes preguntaron cuál era el dios que adoraban y a partir de eso hubo un cambio de información sobre la situación encomendada por Moctezuma. Los habitantes del lugar informaron al jefe quien recibió de buen modo a los brujos exploradores y posteriormente comenzaron una serie de interrogaciones. En la conversación el jefe del lugar informó sobre la manera en que se había dado la migración, habían partido siete hombres de los cuales los mexicas no conocían a ninguno pero habían oído mencionar sus nombres. Los que ahora vivían eran los nietos de esos hombres. Después se preguntó por Coatlicue, quien como informó el hombre seguía viva. El hombre dirigió a los brujos hacia la mujer para entregarle los regalos que Moctezuma le enviaba, atravesaron un cerro de arena blanca que los brujos subieron con gran dificultad. Finalmente el hombre optó por llevar los regalos él mismo, subiendo y bajando con gran facilidad. Después de un momento, la mujer Coatlicue salió de su casa, envuelta en llanto tenía un aspecto marcado por la suciedad y la vejez. Explicó que desde la partida de su hijo Huitzilopochtli no se había bañado, peinado ni cambiado la ropa a causa del luto. La señora preguntó por el paradero de su hijo, los informantes sólo le hicieron saber de quién era el tlatoani y la nueva situación económica de Tenochtitlán lo cual alegra a Coatlicue. La mujer volvió a interrogar Navila Helen Phillips López Facultad de Estudios Superiores Acatlán Mesoamérica II
Acerca de los siete hombres que partieron preguntando si alguno sabía
algo acerca de ellos, de nuevo la respuesta fue negativa. Los brujos comenzaron a descender el cerro, pero la mujer les gritó que en ese lugar las personas no envejecían. Mostró a un anciano e hizo que bajara y subiera el cerro, a medida que hacía esto el hombre variaba su aspecto físico entre un joven y un anciano. Echando la culpa a la dieta de los mexicas la mujer explicó que perdieron esa capacidad que ellos poseen. Finalmente Tlacáelel y sus hombres se despidieron y abandonaron el lugar llenos de regalos que la mujer les había dado. Llegaron al cerro de Coatepec, en donde pararon el camino y se dieron cuenta de que faltaba una tercera parte de los hombres, pensaron que habían muerto a causa de las fieras del lugar. Emprendieron el viaje y en ocho días llegaron de vuelta a México. Al llegar a Tenochtitlán, los hombres se reunieron con Moctezuma para informarle que habían logrado ver a la mujer y mostrarle los varios regalos (semillas, mantas, animales), le informaron de toda la experiencia vivida en aquél lugar, el tlatoani les pagó con más riquezas. Tlacáelel y Moctezuma lloraron ante la nostalgia de sus antepasados.