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Ensayo contra el mito del Che Guevara

juan josé sebreli

Durante su asistencia a la Feria del Libro de Frankfurt, la presidenta


Cristina Kirchner erigió como iconos de su país, Argentina, a cuatro personajes: Carlos
Gardel, Evita de Perón, el Che Guevara y Diego Armando Maradona. Efectivamente,
los cuatro integran hoy el panteón nacional de los mitos populares argentinos, de los
cuales tres encarnan las pasiones de ese singular pueblo: el tango, el peronismo y el
fútbol. Esta conjunción ya había motivado al sociólogo argentino Juan José Sebreli a
emprender una investigación sobre esos cuatro iconos, cuyo resultado –Comediantes
50 y mártires: ensayo contra los mitos– obtuvo en el año 2008 el primer premio de ensayo
de Casa de América y Editorial Debate. Un jurado integrado por Carlos Monsiváis,
Edmundo Paz Soldán, Sol Gallego Díaz, Miguel Barroso y Miguel Aguilar pronunció
por unanimidad esta decisión. Por la calidad de esta demolición crítica de mitos popu-
lares es que se ofrece el quinto capítulo de esa obra al lector ilustrado de Santander, un
ejemplo de las nuevas perspectivas del análisis sociológico latinoamericano que supera
las beaterías de la década de los años sesenta del siglo XX, cuando los intelectuales po-
pulistas proclamaron que sólo la comunión con la sensibilidad popular permitía percibir
la emoción de los mitos populares. A diferencia de la aspiración a la universalidad de
las representaciones científicas, los mitos dependen de una comunidad de creyentes
que los fundan en los sentimientos particulares ajenos a la racionalidad. Los creyentes
en mitos no se arriesgan a analizarlos porque su fe inhibe el uso de su razón, dado que
han suspendido su capacidad crítica, pero los políticos profesionales los pervierten
al usarlos como instrumentos de movilización de masas. El Che Guevara es un mito
político conscientemente elaborado para arrastrar a las masas, cuya efigie canónica
recorrió el mundo gracias al editor Giangiacomo Feltrinelli, quien vendió millones de
pósters derivados de una imagen tomada por el fotógrafo cubano Alberto Korda el 2
de marzo de 1960. Los jóvenes de clase media de los países del Primer Mundo fueron
los que más hicieron por convertir al Che en un icono de la juventud rebelde, cuando
durante las décadas de los años sesenta y setenta del siglo XX se impuso la moda cul-
tural revolucionaria. El mayo francés ocurrió un año después de la muerte del Che y,
paradójicamente, los estudiantes que prometían luchar contra toda autoridad adoptaron
sin reservas el icono de un estalinista que sometía a una rígida disciplina a sus soldados.
La fe irracional en los mitos políticos predispone a los regímenes autoritarios y anula
en los ciudadanos la conciencia de su libertad y de su propia responsabilidad respecto
de la elección de su propia posibilidad de existencia. El autor de este ensayo, nacido en
Buenos Aires (1930), es mejor conocido en Colombia por dos de sus obras anteriores:
Buenos Aires, vida cotidiana y alienación (1964), y El asedio a la modernidad (1991). Este
capítulo fue originalmente publicado en Buenos Aires, durante el mes de diciembre de
2008, por la Editorial Sudamericana bajo el sello Debate.

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na familia nada convencional, En uno de sus poemas tempranos
bohemia, desordenada pero escribía: “Ya me voy por caminos más largos
al mismo tiempo conflictiva que el recuerdo/con la hermética soledad del
por las desavenencias entre peregrino”. A la aventura geográfica sucede-
los progenitores y el frecuente ría la revolucionaria, pero aquélla nunca sería
abandono del padre, predispusieron a Ernes- abandonada y, por ambos impulsos, cumplió
to Guevara a la rebeldía y a la búsqueda de la su sueño juvenil de llegar a África. Parte de
autoridad y el orden, contradicción que mar- su infancia transcurrió en la selva de Misio- 51
caría luego su trayectoria política. nes, región cercana a la que habría de morir.
Los permanentes cambios de lugar Las sierras de Córdoba, donde pasó parte de
de residencia, los hogares pasajeros, a veces su adolescencia, y las temporadas de vacacio-
hoteles, debidos al asma y los avatares econó- nes en las estancias de los abuelos, lo habi-
micos del padre, lo predispusieron a la vida tuaron a los paisajes agrestes; en las ciudades
errabunda, a la falta de arraigo a un sitio fijo, se sentía un extraño.
al, según Baudelaire, “horror al domicilio”. Su fervor por la aventura se unía
Desde su temprana juventud, al no menos intenso por la lectura. La inci-
Ernesto sintió la necesidad de abandonar la piente ideología antiimperialista se nutrió,
casa familiar, la ciudad, el país natal para más que de las, hasta entonces, muy ligeras
irse por los caminos a recorrer el mundo. lecturas de izquierda, del escritor nacionalis-
En su pasión por los viajes se fusionaban ta italiano Emilio Salgari y su personaje San-
el atractivo por lo lejano y distinto, por lo dokán, el pirata de la Malasia que luchaba, a
desconocido y, a la vez, el deseo de huir de su manera, contra los colonialistas anglosajo-
lo que dejaba atrás. “Lo único que hice fue nes. Su ídolo, Sandokán, le transmitió a ese
huir de todo lo que me molestaba”. ¿Qué niño enfermizo el atractivo de la vida aventu-
le molestaba? No era el peronismo dada su
indiferencia por la política, quizá fuera la
situación familiar.
En una carta juvenil a su madre, Su fer vor por la aventura se unía al no
escribía premonitoriamente: “África por las
menos intenso por la lectura. La incipiente
aventuras y después se terminó el mundo”. Ya
errando por la Patagonia en 1952 confirmaba ideología antiimperialista se nutrió, más que
esta tendencia:
de las, hasta entonces, muy ligeras lecturas
Ahora sé casi con una fatalista conformidad de izquierda, del escritor nacionalista italiano
que mi sino es viajar. […] Comprendemos
que nuestra vocación es andar eternamente
Emilio Salgari y su personaje Sandokán, el
por los caminos y los mares del mundo. pirata de la Malasia que luchaba, a su manera,
Siempre curiosos. Olfateando todos los
rincones, pero siempre tenues, sin clavar contra los colonialistas anglosajones.
nuestras raíces en tierra alguna.

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rera, el peligro de la jungla salvaje y la acción La pasión por la lectura no lo


al aire libre. El pirata, descendiente como él abandonaría hasta el final; inusitadamente,
de una aristocracia decadente, representó lograba aislarse con sus libros en medio de la
también el primer modelo infantil del bandi- jungla africana y de la selva boliviana, pero
do, ejemplo de rebelde primitivo. Asimismo llegó a reconocer en su Diario del Congo el
tenían en común algunos rasgos personales: carácter evasivo de sus lecturas: “El hecho de
Sandokán y él eran melancólicos, predispues- retirarme a leer, huyendo de los problemas
tos tanto a ser generosos como crueles. cotidianos”.
La atracción por la aventura y por A los veinte años Ernesto Guevara
los paisajes desérticos provino también de emprendió una larga marcha en motocicleta
la lectura juvenil de Jack London, autor muy como deportista trotamundos, visitó pueblos
leído por su generación. Le había impresio- perdidos, escaló montañas y se relacionó
nado hasta tal punto que, en un momento fugazmente con vagabundos. Ese merodeo
de grave peligro, acudió a su memoria una estaba en el aire en los años cincuenta, él era
52 novela de London y se dispuso a morir con contemporáneo de la beat generation esta-
dignidad como uno de sus personajes, perdi- dounidense, con cuyos integrantes quizá se
do en el desierto. Con el autor estadouniden- cruzó en algún bar de México. El camino los
se compartía, además, la contradicción entre llevaría, sin embargo, a distintas metas: Jack
una idea pesimista de los hombres y, a la vez, Kerouac y sus continuadores, los hippies, la
las aspiraciones a una sociedad igualitaria. encontrarían en la mística oriental; el Che, en
Ya adulto, posiblemente, uno de la revolución, al fin otra forma de mística.
sus autores preferidos fuera Ernest Hemin- Los personajes de la novela beat, de
gway –escritor y hombre de acción venerado los road movies, los easy rider, renovaban el
en Cuba–, que no diferenciaba mucho la po- género del relato del vagabundo que se re-
lítica del deporte y que, como el Che, amaba monta a la picaresca española del siglo XVII.
las armas. A diferencia del Che, Hemingway No es casual que la lectura de los Diarios ju-
escribía y participaba a prudente distancia de veniles le haya recordado a Pierre Kalfon “los
las batallas. Su oscilación entre la acción re- mejores relatos de la picaresca española”.
volucionaria y la literatura fue captada por el Don Quijote es, a su manera, tam-
periodista Carlos Franqui, que lo conoció du- bién una novela del camino y el Che solía
rante su estadía en México: “Alternaba Stalin identificarse con el personaje. En una carta
con Baudelaire, la poesía con el marxismo”. a sus padres decía: “Otra vez siento bajo mis
De haberse decidido por la literatura, habría talones el costillar de Rocinante, vuelvo al
sido un poeta regular y tal vez un buen na- camino con mi adarga al brazo”. ¿No adver-
rrador, como muestran sus Diarios. tía acaso que compararse al Quijote era elegir
el camino de la quimera que lo llevaría al
fracaso?
La ruta moderna actualizaba el
Ya adulto, posiblemente, uno de sus
camino en su dimensión simbólica de viaje
autores preferidos fuera Ernest Hemingway iniciático, a la manera de las novelas de for-
mación del siglo XVIII. Para los jóvenes de
–escritor y hombre de acción venerado
los años cincuenta y sesenta significaba la
en Cuba–, que no diferenciaba mucho la fascinación de lo lejano, la libertad, la pleni-
tud de las posibilidades, la prueba del coraje,
política del depor te y que, como el Che,
la fuga del hogar, del trabajo y de la rutina
amaba las armas. cotidiana, aunque mostraba también su cara
oscura: la soledad, el tedio del paisaje desérti-

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¿Cómo se transformó esa persona común en una imagen que electrizaría a multitudes? Una fotografía fue la clave; la tomó imprevistamente el fotógrafo cubano
Alberto Korda, comisionado por la revista Revolución para documentar la manifestación en la plaza de La Habana del 2 de marzo de 1960, en repudio al atentado
contra un barco cargado de armas.

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co, el cansancio, las oportunidades perdidas, Para el aventurero –así lo


el peligro y, en muchos casos, la muerte. reconocía uno de ellos, Thomas Edward
Ya en plena madurez, escribía a su Lawrence, en su obra autobiográfica Los siete
madre: “Soy siempre el mismo solitario que pilares de la sabiduría (1926)–, la llamada del
era buscando mi camino” (1959). Había en él desierto ha sido siempre irresistible, porque
una compulsión tan notoria de desarraigo, en esa soledad era posible escuchar la voz
exilio, destierro, que tampoco encontró en interior. El desierto del Che fue el camino;
Cuba su lugar definitivo y volvió a los ca- después, la sierra cubana o las selvas africana
minos, hasta perderse en ellos para siempre. y boliviana.
Todos eran momentos, altos en un trayecto; En el impulso a la aventura hay
tal vez por eso a sus diarios de Sierra Maestra siempre un desajuste con el medio donde se
o del Congo los tituló “Pasajes”. vive; en el Che pueden rastrearse razones
En la última carta al padre, casi subjetivas confundidas con los fines objetivos
un testamento, después de identificarse, una y una combinación de circunstancias par-
54 vez más, con el Quijote, reconocía su calidad ticulares: su pertenencia a un sector social
de aventurero: “Muchos juzgarán que soy un marginal –pariente pobre de la oligarquía–,
aventurero y lo soy”, y pedía que lo recorda- una familia caótica, conflictivas relaciones
ran como un “condotiero del siglo XX”. con el padre de quien heredaría, sin embar-
La aventura como categoría políti- go, la vocación por los emprendimientos
ca opuesta a la militancia fue analizada por fabulosos destinados al fracaso. Se sumaban
Jean-Paul Sartre y Roger Stephane en Retrato un noviazgo con María del Carmen Ferreira,
del aventurero; sus conclusiones sirven para frustrado por prejuicios sociales de su familia
comprender la enigmática personalidad del –aristocracia cordobesa– y de ella misma.
Che, que vivió la revolución en el desenfreno El desprecio a la sociedad organizada era
de la aventura, ajeno a la reflexión de la mili- anterior en él a su repudio por el sistema ca-
tancia política. pitalista.
Los aventureros suelen ser escrito- El asma lo aisló y lo convirtió en
res que utilizan sus vivencias como materia un ser diferente, lo puso en contacto cotidia-
prima de sus obras: lord Byron y la revolu- no con la muerte despreocupándolo del pe-
ción italiana o la emancipación de Grecia; ligro y, a la vez, lo acorazó con una voluntad
Thomas Edward Lawrence y la guerra de férrea para doblegar las debilidades del cuer-
los árabes; André Malraux y la guerra civil po. El asma, como el brazo lisiado del káiser,
española o la Segunda Guerra Mundial. El según Sartre, no fue “solamente un defecto
Che puede agregarse a esta nómina. Aunque fisiológico sino una situación significativa”.
no tuvo tiempo para ser un escritor cabal, Otra de sus características de aven-
fue un ávido lector, ocasionalmente escribía turero era mantenerse apartado de los indivi-
poemas y cuentos y, sin descanso, un diario duos con los que se relacionaba. Aun cuando
personal desde sus primeros viajes juveniles la experiencia revolucionaria implicaba una
hasta sus dramáticas aventuras africana y forma vehemente de comunicación con los
boliviana. Sentía necesidad de escribir lo que demás, siempre hubo una distancia, una valla
vivía, tal vez de vivir lo que merecía ser es- insalvable entre él y aquellos que quería libe-
crito. Los aventureros aspiran con frecuencia rar. No arraigó ni siquiera entre los cubanos.
a hacer de su aventura una obra de arte; hay Entre él y sus compañeros de combate había
un vínculo estrecho –según Georg Simmel– siempre una separación: en la comunidad
entre el aventurero y el artista, porque ambos cerrada del grupo guerrillero en medio de la
trascienden la realidad cotidiana. selva, él leía aislado novelas inglesas y france-

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sas. Él mismo confesaba: “Tendía a alejarme perseguido, un Castro luchando contra la


del contacto con los hombres, sin contar con tiranía.
que hay ciertos aspectos de mi carácter que
no hacen fácil intimar”. Su relato de vida Su formación ideológica de ju-
sobre algunos contactos humanos intensos ventud se reducía a apresuradas lecturas de
revela que éstos fueron relaciones fugaces Aníbal Ponce y su antinorteamericanismo lo
en efímeros encuentros con vagabundos del abrevó en Ariel, del uruguayo José Enrique
camino durante su primer viaje iniciático. Rodó, lectura obligada de aquellos años. Un
El linyera con quien casualmente compartió diluido humanismo de izquierda provenía
una noche en Chuquisaca lo hizo sentir “más igualmente de la tradición familiar: su tío
próximo de esa especie humana tan extraña Policho, el crítico de arte Cayetano Cór-
para mí”, tal vez porque sabía que nunca lo dova Iturburu, era comunista y había sido
volvería a ver. corresponsal en la guerra civil española. Sin
A diferencia del político que subor- embargo, el joven Guevara no participó de
dina su personalidad a la causa, el aventurero la agitación estudiantil a pesar de la efer- 55
toma la causa a la que se adhiere como un vescencia de esos años, y ni siquiera estaba
medio para justificar su existencia, expresar afiliado al centro de estudiantes. Lo acercó a
su personalidad, vivir más intensamente, la izquierda la influencia de una compañera
forjar su propio mito. Lawrence hablaba de de estudios, Tita Infante –integrante de la
la “elección voluntaria del mal ajeno para Juventud Comunista–, pero no consiguió su
perfeccionar el propio yo”. Esta definición se adhesión, hecho sintomático que muestra su
adecua igualmente para calificar al santo y al poca afición por la militancia política.
héroe como una clase especial de aventurero. Su héroe juvenil no fue, como en
Una batalla era para el Che el equivalente de tantos jóvenes de su generación, ni Marx ni
un ejercicio espiritual para acceder al “cielo” Lenin sino Gandhi, representante del pacifis-
de la Revolución. Ni siquiera le faltaba el as- mo y la no violencia, valores diametralmente
cetismo y, en sus últimos días en la selva bo- opuestos a los que luego él encarnaría.
liviana, el cilicio flagelante, la aceptación del Su adolescencia y primera juven-
dolor y la degradación física. En ese sentido tud fue la de un niño bien; frecuentaba los
puede decirse que él fue, a la vez, un aventu- grupos de chicos ricos que eran sus familia-
rero, un santo y un héroe, pero no un polí- res y amigos. En tanto que pariente pobre
tico. Él mismo alertaba en la conferencia de disfrutaba de muchas de las ventajas de sus
Punta del Este en 1961: “Soy un combatiente, familiares adinerados: vacaciones en la es-
no soy ni seré un político”. tancia de algún abuelo, entrada en clubes
Los informantes de la CIA solían exclusivos –como el Lawn Tennis de Córdoba
estar cegados por el sectarismo ideológico, o el San Isidro Club, dirigido por su tío–,
pero algunas veces se trataba de mentes pers- invitaciones a fiestas exclusivas, partidas
picaces para captar las personalidades que de bridge, práctica de deportes –tenis, golf,
acechaban; así, un documento de 1958 preci- esgrima, equitación– privativos de la clase
saba con certeza: alta. En esa despreocupada vida entre paseos,
juegos, bailes, noviazgos castos y sexo con
Es un aventurero, no un político profesio- sirvientas, el Che sólo se destacaba de los
nal. […] Ha estado buscando siempre algo otros niños bien por sus salidas sarcásticas,
con que darle sentido y significación a su por el escándalo que provocaba su suciedad
vida y por el momento la ha encontrado en y desaliño bohemio, su manera de espantar a
Castro, no Castro el político sino Castro el los burgueses. Al no poder ser un príncipe, le

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quedaba jugar al mendigo romántico, quizá misma hubiera justificado en circunstancias


al poeta maldito. diferentes cualquier tipo de valores, una
56 También destacaba por su ideología de otro signo. Sus declaraciones de
empecinamiento en empresas para las que amor por la violencia guerrera databan de su
no estaba capacitado. Su obstinación juvenil juventud; así, en Notas al margen (1952) es-
por jugar al rugby cuando su asma era un cribió párrafos apocalípticos con una notable
obstáculo –por supuesto, nunca fue un buen inclinación por la violencia:
jugador– prefiguraba las empresas locas
de su vida adulta: ministro de Industria y Veo dibujada en la noche que yo, el eclécti-
director de banco sin la formación adecuada co disector de doctrinas y psicoanalista de
o aventuras guerrilleras improvisadas. No dogmas, aullando como poseído, asaltaré
poseía sentido de los límites, y por haber las barricadas o trincheras, teñiré en sangre
estado enfrentado con la muerte desde niño, mi arma y, loco de furia, degollaré a cuan-
no temía al peligro. to vencido caiga entre mis manos. […] Ya
Se decidió, de pronto, a la acción siento mis narices dilatadas, saboreando el
política cuando surgió, por mero azar, la acre olor a pólvora y sangre de la muerte
oportunidad de intervenir en la excitante enemiga.
aventura de una revolución. Lo impulsó, más
que los principios, la necesidad imperiosa de Su fascinación por la guerra y la
hacer algo, de estar en el centro del remolino. violencia la descubrió con la emoción de
La política era demasiado gris y monótona su primera experiencia bélica durante el
para atraer a ese joven romántico, fascinado, bombardeo de la ciudad de Guatemala. “Me
en cambio, por la turbulencia de la guerra divertí como un mono durante los días del
revolucionaria. bombardeo –le escribió a su madre–. El bom-
bardeo más leve tiene su grandeza.” Si en
Guatemala fue sólo un espectador, en Sierra
EL AMOR POR LA GUERRA Maestra experimentó el novedoso placer de
El aventurero de los caminos expe- matar en combate:
rimentó un verdadero descubrimiento cuan-
do, en Guatemala, entró por primera vez en Todos esperábamos el combate como una
contacto con la acción violenta. El aventurero liberación, […] todo el mundo ansia ya de
pasivo se transformó en aventurero activo. Al una vez la llegada de ese momento estelar
Che le interesaba la acción sin preocuparse de la guerra que es el combate. Lo que lleva
demasiado por llevar a buen fin sus convic- al paroxismo de la alegría es el combate,
ciones. Se podría suponer que la acción en sí clímax de la vida guerrillera.

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En una carta a Ernesto Sábato del El propio Fidel, calculador hasta


12 de abril de 1960, también manifestaba su en la guerra, se quejaba de la excesiva belige-
amor por la guerra: rancia del Che: “Como guerrillero tenía un
talón de Aquiles, su excesiva agresividad, su
La guerra nos revolucionó. No hay expe- absoluto desprecio del peligro”.
riencia más profunda para un revolucio- El primer asesinato por mano
nario que el acto de guerra; no el hecho propia que cometió en Sierra Maestra fue el
aislado de matar ni el portar un fusil o el de un campesino, supuesto traidor. Ante la
establecer una lucha de tal o cual tipo, es el vacilación de los demás, él mismo empuñó
total del hecho guerrero. el arma con toda frialdad. En su Diario, con-
virtió la ejecución, según comentaba Pierre
Conversando con Pablo Neruda, le Kalfon, en una “escena de ópera wagneriana”.
dijo: “La guerra… la guerra… siempre esta- Fidel, testigo presencial, advirtió que era la
mos contra la guerra, pero cuando la hemos persona indicada para las ejecuciones tanto
hecho no podemos vivir sin la guerra. En de compañeros como de enemigos. Mató en 57
todo instante queremos volver a ella”. Sierra Maestra a catorce personas y en Santa
Esos escritos recuerdan el esteticis- Clara, donde comandaba un batallón, las
mo guerrero de las novelas de Ernst Jünger o ejecuciones fueron veintitrés. El 18 de enero
del Diario de Drieu La Rochelle, otros artis- de 1957 escribía a su mujer: “Estoy en la ma-
tas aventureros, con quienes probablemente, nigua cubana, vivo… y sediento de sangre”.
de haberlos leído, a pesar de las diferencias No trepidó en narrar con frialdad
ideológicas, se hubiera sentido identificado. en su Diario el asesinato de un desertor de las
La embriaguez por el olor a pólvora, por las tropas a su cargo:
armas, por los uniformes y el combate lo
acercaban a aquellos intelectuales fascistas. Reuní a toda la tropa […] explicándole a
La reducción de los hombres a amigos y ene- nuestra guerrilla lo que iba a ver y lo que
migos respondía, por otra parte, al modelo significaba aquello, por qué se castigaría
nacionalsocialista de Carl Schmitt. con la muerte la deserción y el porqué de la
A los cinco años su padre le enseñó condena contra todo aquel que traicionara
a tirar al blanco; desde entonces el revólver la revolución. Pasamos en fila india en ri-
sería su juguete preferido. La sola visión de guroso silencio, muchos de los compañeros
las armas le provocaba verdadero éxtasis: todavía consternados ante el primer ejem-
plo de la muerte junto al cadáver de aquel
A la noche llegaron las armas para noso- hombre que trató de abandonar su puesto.
tros, era el espectáculo más maravilloso del
mundo; estaban como en exposición ante
los ojos codiciosos de todos los combatien- El primer asesinato por mano propia que
tes, los instrumentos de muerte.
cometió en Sierra Maestra fue el de un
Cuando en la retirada de un com- campesino, supuesto traidor. Ante la vacilación
bate debía elegir entre salvar los medica-
mentos o las municiones, optaba por éstas; de los demás, él mismo empuñó el arma con
mostraba así que prefería la muerte a la vida. toda frialdad. En su Diario, convir tió la ejecución,
Esta desmedida pasión por las
armas se infiltraba incluso en una carta de según comentaba Pierre Kalfon, en una “escena
amor a Aleida March donde decía recordarla
de ópera wagneriana”.
“bajo la renovada caricia de las balas”.

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domasoquista, diagnosticaba un psicólogo;


Después del triunfo de la revolución cubana ángel exterminador, metaforizaba Régis De-
bray; asesino serial, acusaba Óscar del Barco,
fue el encargado de los fusilamientos en guevarista arrepentido.
masa, tras juicios sumarios celebrados sin el El grado de entusiasmo demostra-
do durante la crisis de los misiles (1962) ante
menor procedimiento legal por los tribunales la posibilidad de una guerra atómica inmi-
revolucionarios instalados en la for taleza La nente mostraba su fervor belicista y su indife-
rencia por el destino del pueblo cubano, que
Cabaña. no todos habían sido esbirros de podía ser aniquilado. Se dice que había queri-
Batista, entre ellos había algunos campesinos. do dispararles a los aviones estadounidenses
durante la crisis, como una incitación a la
guerra. Su anhelo apocalíptico de una guerra
mundial atómica no dejaba dudas cuando
58 Las ideas del bien y el mal eran escribía:
traducidas en su pensamiento en coraje y co-
bardía; así, trataba a sus propios compañeros Es el ejemplo escalofriante de un pueblo que
con toda crueldad y los humillaba si caían está dispuesto a inmolarse atómicamente
en la selva vencidos por el hambre, la sed, la para que sus cenizas sirvan de cimiento a
fatiga y las enfermedades; no había piedad sociedades nuevas y que cuando se hace, sin
para el débil. consultarlo, un pacto por el cual se retiran
Después del triunfo de la revo- cohetes atómicos, no suspira de alivio, no
lución cubana fue el encargado de los fu- da gracias por la tregua; salta a la palestra
silamientos en masa, tras juicios sumarios para dar su voz propia y única, su posición
celebrados sin el menor procedimiento legal combatiente, propia y única, y más lejos, su
por los tribunales revolucionarios instalados decisión de luchar aunque fuera solo.
en la fortaleza La Cabaña. Los muertos llega-
ron a ciento sesenta y cuatro; no todos habían La incitación a la violencia y la
sido esbirros de Batista, entre ellos había al- transformación del odio en virtud revolu-
gunos campesinos. cionaria aparecía nítida en el mensaje ante el
Tenía su justificación para ese Congreso de la Tricontinental del 16 de abril
procedimiento: “Tenemos que crear la pe- de 1967:
dagogía de los paredones del fusilamiento
y no necesitamos pruebas para matar a un Es preciso, por encima de todo, mantener
hombre” (1959). En la Asamblea de la ONU vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el
proclamaba: “Sí, nosotros hemos fusilado, paroxismo, […] el odio como elemento de
nosotros fusilamos y seguiremos fusilando lucha, un odio implacable al enemigo que
hasta cuando sea necesario”. “Paredón, pa- nos impulsa más allá de las limitaciones na-
redón”, fue el estribillo coreado por todos los turales propias del hombre y lo transforma
guevaristas. en una máquina de matar efectiva, seduc-
Su crueldad –según testimonio del tora y fría. Así deben ser nuestros soldados,
sacerdote Bustos Argañaraz– llegaba hasta el un pueblo sin odio no puede vencer a un
punto de obligar a los familiares que iban a enemigo brutal.
recoger los cadáveres de los fusilados a pasar
por el famoso “paredón” manchado con la Estas páginas, así como su con-
sangre fresca de las víctimas. Carnicero de signa –“Uno, dos, muchos Vietnams”–,
La Cabaña, lo llamaban los adversarios; sa- revelaban, sin rodeos, sus ansias de aniqui-

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lamiento, su deseo de que el mundo entero


ardiera en una guerra atómica, aunque la
humanidad sucumbiera y él fuera el único
dispuesto a inmolarse.

FIDEL Y EL CHE
Las relaciones entre Fidel y el Che,
como las de tantos otros dúos célebres, fue-
ron conflictivas y, en muchos aspectos, aún
no del todo conocidas. Es indudable que el
Che sin Fidel hubiera podido encarar muchas
actividades menos la de guerrillero. Las car-
tas de 1955 muestran su incertidumbre sobre
su destino: en una de ellas, escrita quince
días antes de conocer a Fidel, proyectaba irse 59
a vivir a París con su madre y conseguir una
beca para estudiar. Decía que este viaje “para
mí es una necesidad biológica”. En otra, re-
afirmaba ese proyecto: “Mi norte inmediato
es Europa y el mediato Asia. ¿Cómo? Ése
es otro cantar”. En las cartas escritas a sus de quien hizo un vivido retrato: “Guevara El Che conocería

familiares y amigos durante los dos años tenía entonces un aire bohemio, un humor a Fidel en México
el 8 de julio de
pasados en México hay ciento sesenta y una suficiente, provocador y argentino, andaba 1955; el histórico
referencias a viajes posibles o hipotéticos. Fue sin camisa, era algo narcisista […] con su encuentro quedó
el momento crucial de su vida: “Mis activi- pipa y su mate”. Este personaje conocería registrado en su
Diario: “Un acon-
dades futuras son un misterio hasta para mí a Fidel en México el 8 de julio de 1955; el tecimiento político
mismo”. histórico encuentro quedó registrado en su es haber conocido
Los acontecimientos en Guatemala Diario: “Un acontecimiento político es haber a Fidel Castro”.

–con un conato de guerra civil abortada– lo conocido a Fidel Castro”. Su admiración por
demoraron porque creyó que la invasión de Fidel dio origen a un poema laudatorio don-
Guatemala era una versión modesta de la de lo llamaba “ardiente profeta de la aurora”.
guerra española de la que tanto había oído Fidel estaba lejos en esa época de
hablar a su tío Poliche. Sin embargo, no ser comunista. No era más que un naciona-
participó en esos acontecimientos. No sólo lista de izquierda; el Che lo definía acertada-
porque era un extranjero sin contactos, sino mente como un “nacional-revolucionario” y
además porque no estaba del todo decidido a “líder de la burguesía de izquierda”. Fidel era
la acción, como reconocería: hijo de un rico terrateniente, educado por los
jesuitas, y llevaba al cuello una medalla de la
No me decido a tomar la actitud decidida Virgen del Cobre. Contrastaba con Fulgencio
que hace mucho debía haber tomado por- Batista, un mulato descendiente de humildes
que en el fondo (y en la superficie) soy un campesinos que permitía a los comunistas
vago rematado, […] ni siquiera sé si seré controlar algunos sindicatos. Esta compleji-
un actor o un espectador interesado en la dad de la sociedad cubana vuelve impropia la
acción. explicación de la revolución castrista desde
el punto de vista estrictamente clasista del
El periodista Carlos Franqui, que “marxismo-leninismo” como se pretendería
entrevistó a Fidel en México, conoció al Che, hacer años después.

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Las previas ideas comunistas de de su admirado Pablo Neruda cuando reci-


Guevara y el haber incitado a Fidel a la rup- taba sus poemas. Además, su tonada inde-
tura con Estados Unidos y al acercamiento finida, mezcla del habla porteña, cubana y
a la Unión Soviética dio pie al mito del Che mexicana, dificultaba su identificación con el
como cerebro y Fidel como corazón de la re- público.
volución, sostenido por muchos guevaristas y Se equivocaba, sin embargo, cuan-
también por los norteamericanos. El último do en “El socialismo y el hombre en Cuba”
de sus embajadores en Cuba, Phillip Bonsan, confundía los largos monólogos de Fidel en
informaba en un cable secreto: “Guevara es la plaza con un diálogo apasionado con las
el verdadero gobernante en este momento, masas. No advertía que las preguntas retó-
aunque no podría gobernar mucho tiempo ricas que hacía el orador al público eran un
sin Fidel”. recurso usado por los grandes demagogos
La prensa estadounidense se hizo como Mussolini –Alberto Moravia observó
eco de la interpretación de Bonsan. Tad esa semejanza– y el propio Perón, y que esos
60 Szulc, en The New York Times, lo llamaba rituales multitudinarios fueron caracterís-
“el poder de las sombras detrás de Castro”; ticos de todo régimen totalitario cualquiera
Sondern, en el Reader’s Digest, hablaba del que fuera su signo.
“hombre siniestro detrás de Castro”; en la US El concepto de amistad entre dos
World and News Report señalaban al “dicta- hombres obsesionados por la revolución y el
dor rojo detrás de Castro”. Un periodista de poder era relativo. El Che decía: “Yo no tuve
la revista Time dejó una semblanza sugestiva, amigos sino camaradas […] y siempre que
aunque no del todo cierta: defendí a alguien en aprietos fue porque te-
nía razón y no a causa de la amistad”.
Él es el responsable esencial del giro a la Tanto el Che como Fidel, machis-
izquierda efectuado por Cuba. […] Es el ele- tas y misóginos, han sido reticentes para
mento más fascinante y más peligroso del expresar sus sentimientos amorosos y existe
triunvirato. Mientras luce una sonrisa de un código no escrito del castrismo que orde-
dulce melancolía que muchas mujeres en- na no referirse a esos temas en las biografías
cuentran arrebatadora, el Che dirige Cuba oficiales. Las mujeres, como en toda socie-
con frío cálculo, enorme capacidad, gran dad espartana, ocupaban en Cuba un rango
inteligencia y agudo sentido del humor. inferior. El Che no dio gran importancia a
sus varios amores, nunca hablaba de ellos,
Sin embargo, el carisma era de informó a sus padres a la ligera de su primer
Fidel y no del Che, como él mismo reconocía: casamiento y solía terminar de forma abrup-
ta sus vínculos con mujeres. Con Aleida
Uno hace lo que puede con sus desventajas, March la relación fue duradera, pero se veían
soy argentino, estoy como perdido entre los muy poco a causa de sus frecuentes y largos
tropicales. Me resulta difícil abrirme y no viajes a los que se negó a llevarla a pesar de
tengo las mismas dotes que Fidel para co- los pedidos de ella, y a sus hijos casi no los
municarme. Me queda el silencio. Todo jefe veía. En una conversación con Nasser llegó
tiene que ser un mito para sus hombres. a confesarle: “Yo he roto dos matrimonios”.
Cuando ya estaba casado por segunda vez y
La oratoria de Fidel, en un estilo tenía varios hijos escribía a su madre desde
coloquial como si estuviera dirigiéndose a la India: “No tengo casa, ni mujer ni hijos, ni
cada uno de sus oyentes, era cautivante; no padres ni hermanos, mis amigos son amigos
así la del Che, discursiva, monocorde, ampu- mientras piensen políticamente como yo”.
losa, que parecía copiada del amaneramiento Tal vez el único lazo afectivo de su vida fuera

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Celia, su madre. Su más temprana idea sobre vivir y comprendió que después de haber
la relatividad del amor aparecía en una carta cometido la locura de romper con Estados
a su novia Chinchilla Ferreira: “No puedo sa- Unidos no podía agregar la locura de romper
crificar mi libertad interior por vos y yo soy también con la Unión Soviética, como hubie-
lo más importante que hay en el mundo”. ra querido el Che. Por otra parte, el colapso
Por supuesto, esta distancia afec- económico cubano no tenía otra salida que
tiva no fue reconocida por Aleida March en la ayuda de los rusos. Ante los malos tratos
su autobiografía oficial ni por sus hijos, todos de éstos, Fidel no sufrió el desengaño porque
ellos funcionarios de la dictadura castris- nunca hubo en él una auténtica pasión por
ta. En contraste, la hija que tuvo con Hilda el comunismo. El Che, en cambio, que había
Gadea terminó alcohólica y deprimida por adorado a la Unión Soviética, reaccionaba
la marginación a la que la sometió la otra como un amante despechado y reprobaba,
familia de su padre, y un hijo natural no re- aunque en silencio, la actitud de Fidel.
conocido estuvo prisionero en un campo de Un hombre tan conflictivo para
concentración castrista. las dos mayores potencias del mundo era 61
Fidel no era hombre que se dejara un estorbo para Fidel, que trató de des-
influir por nadie, ni siquiera por el Che, a embarazarse de él pero, a la vez, no quería
quien respetaba por su coraje y capacidad de desaprovechar su inmensa popularidad. La
trabajo más que por su pensamiento. Era un salida momentánea era enviarlo en misión
político pragmático y le interesaban poco las diplomática a recorrer el mundo y trabar
ideas, incluso las comunistas. El afecto y la relaciones con los líderes del Tercer Mundo.
admiración entre ambos líderes fueron sin Nasser, Nehru o Sukarno, políticos realistas,
duda recíprocos, pero ambos personajes eran no se entusiasmaron demasiado con el febril
demasiado narcisistas como para soportar propagandista de la revolución.
a su lado a alguien que le hiciera sombra; el Fuera de Cuba, se volvió también
Che sólo podría lograr un verdadero prota- un peligro porque proclamaba a los cuatro
gonismo fuera de Cuba e intentando hacer su vientos sus disidencias con la Unión Sovié-
propia revolución. tica. La ruptura no tardó en producirse y el
Los caminos de los dos dirigentes desencadenante fue su discurso de Argel en
comenzaron a bifurcarse desde el momento 1965, donde sostuvo que las relaciones inter-
en que se acabó la fiesta revolucionaria y se nacionales de la Unión Soviética no estaban
sintieron los primeros síntomas de la crisis orientadas por la solidaridad socialista sino
económica, provocada, en parte, por la inefi- por los intereses económicos, y por lo tanto
ciente administración del Che como director eran similares a las de los países capitalistas.
del Banco Central y ministro de Industria. Cuando regresó a La Habana, tuvo una agria
Fidel comenzó entonces a escuchar voces discusión con Fidel y Raúl donde quedaron
divergentes a la del Che, como el economista claras las posiciones divergentes con respecto
Charles Bettelheim. a la Unión Soviética. Raúl lo acusó de pro-
Los delirios revolucionarios a trotskista y promaoísta.
destiempo del Che y las distintas posicio- Por otra parte, hacía ya tiempo que
nes frente a la Unión Soviética fueron otros los burócratas del régimen, la nomenklatura,
puntos clave en la divergencia. La crisis de tanto sus iguales como sus subordinados,
los misiles –Jruschov mostró al mundo, con estaban cansados de él por su intolerancia y
todo cinismo, que Fidel era un personaje sus exigencias de pureza y rigor, su obsesión
subalterno a quien ni siquiera había que con- por “conseguir que la gestión administrativa
sultar– supuso una división más profunda. se convirtiera en un perfecto mecanismo de
Fidel, como político realista, quería sobre- relojería”. Él, a su vez, despreciaba a los fun-

re vi sta de s a n t a n d e r
ensayo contra el mito del che guevara

pañero fue la lectura pública de la carta de


despedida al pueblo cubano, mientras aquél
Fidel sabía que la aventura boliviana era un
estaba en el Congo. De ese modo le cerró
suicidio, pero no hizo nada por disuadirlo toda posibilidad de retorno a Cuba. “Esta
carta sólo debía ser leída después de mi
y aún lo ayudó un poco, lo suf iciente como muerte. No es divertido que te entierren en
para que se fuera pero no lo necesario para vida”, se lamentaba el Che al escuchar por
radio desde el Congo la lectura de Fidel, y
la victoria. Aunque ya había abandonado agregaba: “Intencionalmente o no, me des-
su ilusión de “expor tar” la revolución, sin apareció del ámbito internacional”.
Con esa maniobra política de
embargo no desalentó al Che. Fidel, la suerte del Che estaba echada. Sólo
retornó fugazmente a Cuba en el mayor ano-
nimato, de paso para Bolivia. Fidel sabía que
62 cionarios, y así lo dijo en una conversación la aventura boliviana era un suicidio, pero
con Nasser: “Después de la revolución, no no hizo nada por disuadirlo y aún lo ayudó
son ya los revolucionarios quienes hacen el un poco, lo suficiente como para que se fuera
trabajo sino los tecnócratas, los burócratas, y pero no lo necesario para la victoria. Aunque
ellos son contrarrevolucionarios”. ya había abandonado su ilusión de “exportar”
El Che se había aburrido de las la revolución, sin embargo no desalentó al
tareas burocráticas y comenzó a soñar con Che. En un doble juego muy hábil complacía
la revolución “propia”, de ahí la apresurada a la izquierda ortodoxa local e internacional
aventura del Congo. Sus reflexiones sobre sacándolo de Cuba y, al mismo tiempo, apa-
este conflictivo período de su vida las de- rentaba ayudarlo para no perder la adhesión
bió de escribir, dada su afición de seguir un de la nueva izquierda no estalinista que lo
Diario día a día, pero es imposible conocer- idealizaba. No rompía, de ese modo, su vieja
las porque los “cuadernos de Praga” nunca amistad, pero, como buen político, sacaba
aparecieron y del Diario del Congo sólo se ventaja hasta de un sentimiento auténtico;
publicaron fragmentos, seguramente muy combinaba una maniobra política maquiavé-
corregidos. Investigadores como Kalfon y lica con sus sentimientos ambivalentes hacia
Lee Anderson, que pudieron cotejar algu- el Che. Tal vez Jorge Castañeda haya desen-
nos fragmentos originales con lo publicado, trañado con lucidez el enigma del comporta-
advirtieron que habían sido expurgados y miento de Fidel:
corregidos. Mientras exista la dictadura cas-
trista, los archivos completos del Che perma- Pensar que Fidel Castro no era capaz de un
necerán secretos. cálculo de tal frialdad y cinismo es desco-
Una escapatoria del laberinto en nocer los métodos que le han asegurado
que se había perdido era la fuga hacia el su permanencia en el poder. […] Fidel no
Congo, alentada por Fidel que, no sin ironía, mandó al Che a morir a Bolivia, tampoco lo
le decía al embajador soviético: “Se fue para traicionó ni lo sacrificó; sencillamente per-
el África. El Che piensa que el África es una mitió que la historia corriera su curso, con
tierra de nadie donde ni Europa ni la Unión plena conciencia del destino al que condu-
Soviética ni Estados Unidos tienen hegemo- cía. No hizo, dejó hacer.
nía”. Era el único lugar donde él, perseguido
por todos, podía actuar. El Che quedó completamente
Una prueba de que Fidel había abandonado en la selva, sin la ayuda de Fidel,
decidido separarse para siempre de su com- que no le envió hombres, armas ni pertre-

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chos, y que no intentó siquiera una operación


de rescate cuando ya todo estaba perdido.
Muerto el hombre que le creaba
dificultades políticas a Fidel y, además, el
único que podía empañar su carisma, el fan-
tasma del guerrillero muerto volvió a ser útil
a los intereses castristas y se montó en La Ha-
bana una espectacular puesta en escena con
el mito del héroe mártir que perdura hasta
nuestros días.

EL MARXISMO DEL CHE El Che adhirió al

En su período porteño, el joven comunismo orto-


doxo por influencia
Guevara se mantuvo ausente de las discusio- de su primera
nes políticas de los estudiantes, así como de mujer, Hilda Ga- 63
la bohemia literaria de los cafés de las calles dea, y de un grupo
de exiliados que
Corrientes o Viamonte de los años cuarenta. conoció en Guate-
Fue una carencia en la evolución de su pensa- mala un año antes
miento, ya que permaneció ajeno a los deba- de encontrar a
Fidel Castro.
tes en torno al marxismo, al surgimiento de
una nueva izquierda no estalinista, a la críti-
ca del marxismo dogmático desde un Marx intentó leer El capital y al poco tiempo lo
dialéctico y hegeliano redescubierto desde tiró para no retomarlo. Sólo leía historia; le
diversos ángulos por Lukács, Gramsci, Sar- interesaban los hechos concretos y huía de las
tre, Merleau-Ponty y la escuela de Frankfurt. teorías abstractas. En sus inicios no gozó de
Al margen de ese ambiente, reflejo porteño la simpatía del Partido Comunista cubano, y
de la intelectualidad europea, quedó rezaga- la clase obrera no respondió a su pedido de
do en la izquierda tradicional, ya obsoleta de huelga general el 9 de abril de 1958. Al frente
su familia, del tío Policho y luego reforzada de una columna guerrillera estaba Huber
por el comunismo anacrónico de los cen- Matos, dueño de una plantación de arroz. No
troamericanos que frecuentó en Guatemala recibía dinero de Moscú y sí lo obtuvo –se-
y México. Recién en la lista de sus últimas gún Tad Szulc– de la CÍA, cuando Estados
lecturas aparecieron algunos de los nuevos Unidos resolvió soltarle la mano al despres-
autores, pero ya era demasiado tarde. tigiado Batista y suspendió el envío de armas
Se adhirió al comunismo ortodoxo a Cuba.
por influencia de su primera mujer, Hilda En 1959, durante una gira por Es-
Gadea, y de un grupo de exiliados que cono- tados Unidos, Fidel proclamaba: “Queremos
ció en Guatemala un año antes de encontrar establecer en Cuba una verdadera democra-
a Fidel. En 1955 conoció en México a Raúl cia sin ningún rastro de fascismo, peronismo
Castro, que había pertenecido a las Juven- o comunismo. Estamos contra cualquier
tudes Comunistas, y como tal había viajado forma de totalitarismo”. El mismo año decía
a los países del Este. Se hicieron amigos por en Montevideo: “Ni dictaduras de derecha ni
compartir las mismas ideas. Mucho después, dictadura de izquierda: una revolución hu-
en un viaje por Egipto, le dijo a Nasser que él manista”.
había iniciado a Raúl en el comunismo. Cualesquiera que fueran las in-
Fidel, en cambio, nunca se intere- fluencias mutuas entre los tres dirigentes, con
só por el marxismo. Él mismo confesó que el tiempo los caminos se bifurcaron. Raúl

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siguió siendo un comunista ortodoxo hasta mostraba a un idealista moral más que a un
la disolución de la Unión Soviética. Fidel se revolucionario.
declaró comunista por razones meramente El drama de la revolución cubana
pragmáticas y no ideológicas. El Che per- residía en su aparición tardía en momentos
maneció por un tiempo demasiado largo fiel en que el movimiento comunista mundial
a la ortodoxia estalinista. En diciembre de entraba en su ocaso. Para esos años ya habían
1953, en una carta a su tía Beatriz, se refería acaecido acontecimientos trascendentales en
al “viejo y llorado camarada Stalin”. No se el mundo comunista que no fueron tomados
trataba sólo de cartas familiares; en una mi- en cuenta por el Che: el levantamiento de
siva política dirigida desde la Sierra al “llano” los obreros en Berlín Oriental, las rebeliones
–así llamaban a la guerrilla urbana– con cu- húngara y polaca, el movimiento de los disi-
yos integrantes tenía desavenencias, escribió: dentes en Rusia. Su silencio sobre esos temas
“Pertenezco por mi preparación ideológica era sorprendente. Además, en su viaje inicial
a los que creen que la solución de los proble- a Moscú, donde por primera vez en su vida
64 mas del mundo está detrás de la llamada cor- entró en una fábrica, quedó encandilado por
tina de hierro”. Ni siquiera estaba al tanto del los supuestos avances técnicos. Se enteró
debate desatado en la Unión Soviética a raíz demasiado tarde de que la industria rusa era
del XX Congreso ni conocía las críticas de ineficiente y obsoleta cuando Cuba padeció
los disidentes. En 1956, cuando el periodista las deficiencias tanto de la maquinaria de
Carlos Franqui lo encontró leyendo Funda- mala calidad que le vendían como de los cala-
mentos del leninismo de Stalin, le preguntó si mitosos planes de sus expertos.
conocía el Informe Jruschov, la respuesta fue Además, evidenció en ese viaje la
que se trataba de “propaganda imperialista”. ingenuidad típica de los turistas de izquierda;
En su primer viaje a la Unión Soviética debió hablaba arrobado de “la enorme libertad indi-
ser disuadido cuando pretendió depositar vidual […], la enorme libertad de pensamien-
una ofrenda floral en la tumba de Stalin. En to” de que gozaban los rusos. Actitudes como
sus artículos sobre economía escritos entre ésta mostraban que su habitual aire de escep-
1963 y 1964, que pasaban por ser su aporte ticismo irónico era una pose que ocultaba a
más importante al marxismo, todavía citaba un idiota político, calificación que no preten-
a Stalin, a quien consideraba un teórico a la de ser un insulto sino la descripción objetiva
altura de Marx y Lenin. de un determinado comportamiento.
Un economista marxista serio El último Che, con sus críticas a
como Charles Bettelheim le mostró sus la Unión Soviética, tenía razón por malas
errores económicos. Pero el Che trató de razones: no reclamaba más democratización
justificarlos con las propuestas utópicas de política y racionalidad económica sino, por
terminar con la “ley del valor”, subordinar el contrario, denunciaba, en una posición
las relaciones mercantiles y monetarias a la similar a la de los maoístas chinos, la des-
política y ésta, a su vez, a la moral comu- centralización de la economía y su vuelco al
nista. Leer hoy esos debates sobre la ley del mercado libre. No advertía que sus ataques
valor causa el mismo efecto que las discu- a la burocracia contradecían su defensa de
siones teológicas sobre el sexo de los ángeles la planificación centralizada de la economía,
entre los clérigos medievales; se trataba de que era precisamente la causa de la burocra-
adecuarse a los textos sagrados más que a tización. En un momento en que todos los
la realidad. El predominio de lo político so- países comunistas intentaban una tímida y
bre lo económico revelaba al pensamiento vacilante liberalización, él, contra la corrien-
guevarista más cerca de Stalin que de Marx, te, reclamaba el retorno a un comunismo
y el predominio de la ética sobre la política “puro y duro”.

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Indiferente a los datos objetivos de EL POLÍTICO


la realidad, el Che se oponía a la tendencia de Y EL AVENTURERO
los rusos hacia la coexistencia pacífica con el La tarea del político es lenta, dis-
mundo capitalista, y se granjeó así el odio de creta y paciente, se realiza cada día y a través
todos los partidos comunistas tradicionales de los años, requiere esfuerzo, obstinación,
pero, al mismo tiempo, el amor de las juven- perseverancia; además, necesita la capacidad
tudes rebeldes y de las utopías milenaristas de transigir, negociar, consensuar, saber re-
de los años sesenta, semillero de los grupús- plegarse, establecer alianzas. Fidel poseía esas
culos guerrilleros y terroristas de los años cualidades; el Che, a la inversa, consideraba
setenta que él no llegaría a conocer. toda transigencia como traición al ideal re-
La teoría política personal del Che volucionario, encarnaba al sectario “izquier-
se centraba en el foco revolucionario: las con- dista infantil” ridiculizado por Lenin, que
diciones objetivas no importaban; más aún, negaba por principio todo acuerdo.
el foco guerrillero era el encargado de crear- No soportaba las actividades opa-
las, sólo bastaba la voluntad de un grupo cas de la etapa constructiva de la revolución, 65
aguerrido para hacer la revolución. Esta teo- necesitaba gestos vistosos y dramáticos, per-
ría no era original, sino una derivación del manecer en el momento del estallido revolu-
viejo blanquismo (teoría de Auguste Blanqui cionario que prometía cumplir de inmediato
que postulaba la revolución sin intervención todas las expectativas, cambiar el mundo en
de las masas, sino de una elite relativamente un solo instante. Cuando la aventura de la
pequeña de hombres que, adiestrados en las revolución, pasada la euforia de los comien-
armas, impondrían el socialismo mediante zos, se rutinizaba inevitablemente en tareas
una dictadura) mezclado con Georges Sorel, administrativas, en la paciencia del trabajo,
tercermundismo campesinista y cierto toque el romántico Che se aburría. Además de los
del superhombre nietzscheano trasplantado motivos políticos objetivos que lo llevaron
al ambiente rural. Punto por punto, el gue- a renunciar a sus cargos de funcionario y
varismo fue lo opuesto al pensamiento de alejarse de Cuba –la debacle de su programa
Marx y del socialismo clásico: sustituía la económico, la subordinación de Castro a la
autoemancipación por la vanguardia ilumi- Unión Soviética–, hubo también una elección
nada y el jefe carismático, la movilización de personal, subjetiva: la vuelta a la aventura
masas por el foco, la democracia social por la más incierta. Fidel, como todo político, aspi-
dictadura política, el partido por la guerrilla, raba a perdurar; el Che, como todo aventu-
la lucha de clases por la lucha entre naciones rero, elegía extinguirse en su momento más
ricas y pobres, la clase trabajadora por el glorioso, consumarse en el acto absoluto de la
campesinado, las condiciones objetivas por el lucha hasta la muerte.
voluntarismo, el socialismo, sólo posible en La preferencia de la aventura a la
las sociedades avanzadas, por el de los pue- militancia suele estar unida a la elección del
blos más pobres. idealismo moral sobre el realismo político
Para los tercermundistas, el gueva- o, según los términos de Max Weber, entre
rismo significaba la superación de la antigua- la ética de la convicción y la de la responsa-
lla victoriana del marxismo. Por el contrario, bilidad. Esta última es capaz de transgredir
la derrota del guevarismo y de los movimien- los propios principios cuando las conse-
tos populistas confirmó la certeza de la teoría cuencias previsibles de éstos son indeseadas.
de Marx: el socialismo, si es que alguna vez Preocupado por la lealtad a sus principios y
llegara a existir, sería el producto del más desinteresado de sus resultados adversos, el
alto grado de desarrollo económico y no de la Che era un paradigma de la ética de la con-
miseria rebelada. vicción. Sacrificaba toda eficacia política a los

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ideales más puros, a los que no renunciaba Fidel, los compañeros empezaban a verme
aunque chocaran con la realidad. No quiso como un hombre de otras latitudes, como
transformarse, como Fidel, en un político algo alejado de los problemas concretos de
realista, pragmático, rayano en el cinismo. Cuba y no me animaba a exigir el sacrificio
Esta intransigencia de los ideales ocultaba la final de quedarnos. Pasé así las últimas
búsqueda existencial del “ser uno mismo”, la horas solitario y perplejo.
construcción de su propia estatua.
El político debe hacer alianzas, Para colmo, debió dejar abandona-
desviarse, ensuciarse las manos; el Che, en dos a algunos guerrilleros congoleños porque
cambio, quería mantener su aureola, perma- no cabían en la embarcación donde escapa-
necer puro e incorruptible, antes renunciar ban los cubanos y él mismo: “Un espectáculo
o morir que transar. Le repugnaba corrom- doloroso, plañidero y sin gloria: no hubo un
perse en impuras transacciones políticas, solo gesto de grandeza en esa retirada, no
aunque no le temblaba la mano con el fusil, hubo un gesto de rebeldía”.
66 ajusticiando a sus propios allegados u orde- Su vergonzosa fuga del Congo ins-
nando cientos de ejecuciones en masa de sus piró una de las páginas más dramáticas de su
adversarios. No quería ensuciarse las manos Diario, cuyo último párrafo es una paráfrasis
pero no le importaba mancharse de sangre: de una estrofa del soneto “Piedra negra sobre
“Los guantes rojos son elegantes”. una piedra blanca”, de Poemas humanos de
No había ya lugar para él en Cuba César Vallejo:
por sus disidencias con Fidel, pero tampoco
tenía un sitio en el mundo, después de haber- Durante estas últimas horas de permanen-
se enfrentado con Estados Unidos y la Unión cia en el Congo me sentí solo como nunca
Soviética –perseguido a la vez por la CIA y lo había estado, ni en Cuba ni en ninguna
por el KGB–, cuyos agentes se pasaban infor- otra parte de mi peregrinar por el mundo.
mación sobre sus andanzas por el mundo. A Podría decir: jamás como hoy he vuelto en
pesar de ser sospechoso de maoísmo, tampo- todo mi camino a verme tan solo.
co encontró ningún apoyo en China porque
seguía perteneciendo a un Estado prosoviéti- No le quedaba otra salida que crear
co. En su último viaje a Pekín, Mao ni siquie- su propio espacio, un rincón donde pudiera
ra lo recibió, hasta tal punto se lo consideraba reinar solo como Kurtz de El corazón de las
ya un hombre acabado. tinieblas, de Joseph Conrad, transformado
El diario del viaje al Congo co- en una divinidad de fantasía en medio de la
mienza diciendo: “Esta es la historia de un jungla salvaje, o como esos personajes deses-
fracaso”. Además de no entender el habla de perados de Klaus Kinski, en las películas de
los guerrilleros congoleños y desconocer sus Werner Herzog, perdidos en las selvas ama-
costumbres, incluyendo supersticiones que se zónicas o los ríos americanos en persecución
volvían obstáculos para la guerra, su intole- de una quimera. Desde el más desolado rin-
rancia puritana lo enemistó con ellos cuando cón de la tierra, él lucharía contra todos, aun
se escapaban a un poblado próximo donde intuyendo, con su sentido fatalista del desti-
había prostíbulos y lugares de diversión. En no, las raras posibilidades de triunfo.
su Diario consignaba que la retirada del Con- En un momento, entre el Congo y
go “era una simple fuga”, ya tenía conciencia Bolivia, se quedó sin nada, sin ningún sitio,
de ser un perdedor: sin saber adonde ir, vagabundeando por el
planeta, sin casa, sin su rostro propio para no
¿Quién era yo ahora? Me daba la impresión ser reconocido, desaparecido para todos: el
de que después de mi carta de despedida a desarraigo se había vuelto absoluto.

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Las características del aventu-


rero romántico, las del idealista moral o la
ética de la convicción determinaban, hasta
cierto punto, la estrategia y las tácticas del
guevarismo: la acción de masas era susti-
tuida por el gesto ejemplificador del héroe.
Los trabajadores y los campesinos, en cuyo
nombre luchaba, no desempeñaban ningún
papel en la guerrilla guevarista. Los hombres
concretos, sus necesidades y deseos reales no
le interesaban demasiado, sólo apasionado
por la humanidad en abstracto. Ni siquiera
se preocupaba por conocer cuáles eran las
relaciones entre las clases sociales, el grado
de desarrollo económico, las condiciones de 67
vida de aquellos a quienes suponía liberar.
Creyó encontrar apoyo en los campesinos
congoleños prometiéndoles la tierra, cuando
ésta sobraba en esas zonas; y confundió el
modo de producción africano, más pare-
cido al de la “comuna primitiva” que a las
relaciones feudales contra las que creía estar
luchando.
Parecía desconocer igualmente que
en Bolivia, donde el Movimiento Nacional
Revolucionario (MNR) había hecho la refor-
ma agraria, los campesinos, lejos de aspirar
a la colectivización, defendían su parcela de
tierra propia. Además, el gobierno constitu-
cional del presidente René Barrientos, de ori-
gen campesino, los había ayudado y contaba
con su apoyo. Por añadidura, la zona que
había elegido para iniciar la guerrilla estaba
casi despoblada.
En el Diario de Bolivia admitía que
las relaciones con los campesinos bolivianos
eran de desconfianza mutua, cuando no de En el Diario de Bolivia admitía que las relaciones
hostilidad; fueron finalmente ellos, a quienes
creía estar liberando, sus delatores. Sólo ha- con los campesinos bolivianos eran de
bía logrado reclutar a un agricultor boliviano desconf ianza mutua, cuando no de hostilidad;
y resultó ser un traidor.
Si existía alguna posibilidad, por fueron f inalmente ellos, a quienes creía estar
lejana que fuera, de un apoyo de masas a liberando, sus delatores. Sólo había logrado
la guerrilla, hubiera debido buscarla entre
los mineros –así lo admitió el líder sindical reclutar a un agricultor boliviano y resultó ser
Lechín ante Fidel–, pero los trabajadores sin- un traidor.

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ensayo contra el mito del che guevara

dicados no entraban en su esquema teórico, tentó aplicarla en sus locas excursiones por
reducido al mundo rural y al pequeño grupo. el mundo, sin perder tiempo en averiguar
Más aún que el grupo de ilumina- si las circunstancias eran favorables. Des-
dos, pretendía liberar a la humanidad por el cubrió tardíamente con su derrota que las
espectáculo de su propio y solitario sacrificio. condiciones económicas, políticas, sociales
La moral clásica de los grandes ejemplos es- y culturales no podían desconocerse ni eran
taba siempre presente en sus escritos: modificables por el solo hecho de propo-
nérselo. Ni siquiera fue capaz de prever la
En nuestra ambición de revolucionarios imposibilidad de supervivencia en una zona
tratamos de caminar tan aprisa como sea con muy escasa población y sin contar con
posible, abriendo caminos […] con nuestro apoyo ni aun comunicación con las ciudades.
ejemplo. […] Todos los días hay que luchar Fuera del foco guerrillero, no creía en ningún
porque ese amor a la humanidad viviente sector social; más aún, los despreciaba a to-
se transforme […] en actos que sirvan de dos. Régis Debray, admirador desengañado y
68 ejemplo. fugaz acompañante en la selva, refiriéndose a
su actuación en Bolivia decía:
Pero las virtudes no se contagian
con el ejemplo, la moral ejemplificadora sólo La política local le llamaba muy poco la
consigue crear en los otros un sentimiento atención. ¿Los comunistas bolivianos?
paralizante de distancia con el modelo inal- Unos cobardes. ¿Los líderes de la izquierda
canzable. El Che pretendía llevar a sus segui- nacional? Políticos miopes. ¿Los mineros
dores a un sacrificio inútil al proponerles la del estaño? Una aristocracia obrera. […] La
imitación imposible de la excepcional tarea propia Bolivia, una base de partida, un pri-
para la que no estaban preparados. Elegía mer eslabón.
para su misión a adolescentes, porque según
decía “Los jóvenes eran más locos, se arries- Fracasó en la República Dominica-
gaban más, no pensaban mucho”. El mismo, na, en Salta –José Ricardo Masetti era su vi-
al fin, era un eterno adolescente. cario–, en el Congo y en Bolivia por desdeñar
La concepción heroica de la revolu- la situación, en todos estos casos, inadecua-
ción desvelaba los graves errores de la teoría da. Además, también olvidó o no quiso ver la
antimarxista del foco y la guerrilla cuando excepcionalidad del caso cubano, al que una
proclamaba que un pequeño grupo guerrille- combinación de factores únicos hacían irre-
ro podía ganar una guerra contra el ejército petible, y pretender imitarlo sólo podía llevar
regular con independencia de las condiciones al desastre.
objetivas. El talento militar del Che está des-
La teoría foquista, guevarista, op- mentido por los hechos: todos sus intentos
taba por el grupo selecto de la vanguardia de de guerrilla terminaron en la derrota. La
jefes autodesignados y encabezados por un victoria de Sierra Maestra fue obra de Fidel,
líder carismático, cuya misión era provocar que era un gran estratega. El único triunfo
la revolución en nombre de las masas, pero del Che fue la batalla de Santa Clara, que se
sin las masas. Esta imagen del “salvador” se redujo al asalto a un tren blindado, donde los
hizo más evidente en el Congo, donde, como soldados de Batista se entregaron sin luchar.
le recriminara Nasser, cumplía el papel de Los éxitos militares de la guerrilla
Tarzán, el hombre blanco que va a salvar y a cubana no fueron resultado de la escasa fuer-
conducir a los negros. za –casi inexistente– de los guerrilleros, sino
Siguiendo su propia concepción de la débil voluntad de defensa del corrompi-
de “la revolución exportable”, él mismo in- do ejército de Batista. No se trataba todavía

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de una revolución de izquierda, sino de la de los insumos necesarios y no había divisas


lucha contra una dictadura desacreditada, para importarlos; era el inevitable fracaso de
contaba con el apoyo de un amplio sector de todo modelo populista. Hacia finales de 1960
la burguesía y de las clases medias cubanas, comenzó la falta de energía eléctrica, la es-
además de tener bases logísticas en México y casez de alimentos y de productos esenciales
Venezuela. Los otros gobiernos latinoameri- y se impuso la libreta de racionamiento. La
canos la veían con simpatía, incluso Estados fiesta revolucionaria había durado tan sólo
Unidos abandonaba al desprestigiado Batista. dos años.
Esas condiciones favorables no existirían El culto al sacrificio, al esfuerzo y
para las posteriores guerrillas. El Che se ha- la sustitución de los estímulos materiales por
bía dejado engañar por su propia ideología; el los “estímulos morales” –términos fetiche del
voluntarismo ciego lo condujo a la muerte y discurso guevarista– no eran sino una cober-
arrastró, entonces y después, a miles de jó- tura para no pagar el trabajo de los domingos
venes latinoamericanos que confiaron en su y días feriados, o aumentar indiscriminada-
halo de sabiduría y omnipotencia. mente las horas laborales; en fin, un revival 69
del estajanovismo ruso de los más duros
EL CHE ECONOMISTA tiempos de Stalin. Además, el “trabajo volun-
La omnipotencia y la seguridad de tario”, como ya se había comprobado en la
que bastaba con proponerse un objetivo para Unión Soviética y en China, era ineficiente y
lograrlo sin preocuparse demasiado por los quitaba tiempo a técnicos y profesionales que
medios lo llevaron a aceptar la presidencia podían ser útiles en otro tipo de tareas. La
del Banco Nacional sin tener ninguna expe- disconformidad que provocó el trabajo gra-
riencia y sin haber frecuentado demasiado tuito y el ritmo agotador que se exigía llevó
instituciones de ese tipo. Cuando se enteró inevitablemente a la disconformidad. El Che
del nombramiento, su padre exclamó: “¿Mi no encontró otra respuesta sino la represión
hijo Ernesto manejando los fondos de la Re- y el terrorismo de Estado. El entusiasmo re-
pública de Cuba? Fidel está loco. Cada vez volucionario fue efímero, y raros los hombres
que un Guevara abre un negocio, quiebra”. con predisposición al sacrificio heroico. Así
Rápidamente se puso a estudiar apareció la cara autoritaria del Che, propo-
matemáticas superiores y economía por niendo el “terror planificado”. Creó en 1960
primera vez; es de suponer que se trataba de el primer campo de concentración en Guana-
lecturas apresuradas en el escaso tiempo libre hacabibes destinado, según una terminología
que le dejaba su cargo. Los vacíos teóricos los típica del estalinismo, a la “reeducación me-
cubría con el Manual de economía política diante el trabajo”.
de la Academia de Ciencias de la Unión El culto de la propia personalidad
Soviética. tenía su contrapartida en el desprecio por la
Las ambiciones desmesuradas y individualidad de los demás. A los trabaja-
la ineficiencia, sumadas a las teorías gueva- dores cubanos los consideraba “dientes de
ristas sobre la centralización autoritaria y la una rueda” y a los guerrilleros, “abejas de un
abolición del mercado, llevaron a la endeble colmenar”. Los seres humanos por sí mismos
economía cubana al colapso, provocando no tenían valor: “Importa poco que el guerri-
el deterioro de las condiciones de vida de la llero individuo salga vivo o no”.
población. Por considerar que el monocultivo El trabajo agotador, los extensos
favorecía al imperialismo, se abandonó la horarios, la desaparición de feriados y vaca-
caña de azúcar, única producción con capaci- ciones, aunque él diera el ejemplo, le granjeó
dad exportadora. La industrialización acele- el odio de todos los que trabajaban bajo sus
rada, por su parte, carecía de la tecnología y órdenes. El idilio campesino de las leyendas

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de izquierda tampoco era real; sólo conoció contribuyó a formar. Sólo las causas perdi-
la hostilidad de los campesinos cubanos, afri- das importan a la ley del corazón, las causas
canos o bolivianos. triunfantes son “revoluciones traicionadas”
que han profanado los principios. El hombre
RETRATO DEL CHE del corazón necesita un mundo hostil para
POR HEGEL luchar contra él, no soporta la realidad tal
Guerrillero, arqueólogo, fotógrafo, cual es, aun en el mundo revolucionado por
médico, economista, planificador de indus- él mismo. El hombre del corazón es el Che
tria, embajador itinerante, trabajador volun- abandonando Cuba, cuyo curso no lo satisfa-
tario, poeta, cuentista, la megalomanía del cía, y empezando de nuevo en el Congo o en
Che no tenía límites, y en 1965, en tanto se Bolivia, siempre insatisfecho.
preparaba para la aventura boliviana, decidió Al enfrentarse al orden social, aun
de la noche a la mañana hacerse filósofo; más el predicado por él y contra los otros que in-
aún, emprendió la ardua tarea de escribir un tentan cambiarlo pero de manera distinta a
70 manual de filosofía, con escasos conocimien- la suya, el hombre del corazón cae en el deli-
tos de la materia. Siguiendo seguramente el rio de presunción, cree ser mejor que todos.
consejo de Lenin –Cuadernos filosóficos–, Aunque la realidad destroza permanente-
resolvió comenzar por Hegel, aunque debió mente sus empresas, el corazón no admite su
admitir en una carta a su mujer: “He luchado error y acusa a la misma realidad. La contra-
duramente con el maestro Hegel y en el pri- dicción desgarrante del hombre del corazón
mer round me dio dos caídas”. es no poder concretar su ideal, él mismo lo
Fenomenología del espíritu era uno reconoce, a veces, y tener que seguir viviendo
de los libros que, según Paco Ignacio Taibo en la sociedad que repudia. La utopía desti-
II, llevaba en su mochila en Bolivia; es dudo- nada a no cumplirse no se diferencia, al fin,
so que encontrara calma para leer una obra del delirio, porque vive de una ilusión en
tan ardua en medio de las vicisitudes de la constante desacuerdo con la realidad.
selva. La impronta de la figura hegeliana
Pero hay otra relación indirecta, estaba presente en el joven hegeliano Georg
oblicua con Hegel que su apresurado lector Lukács cuando elaboró la idea de la “visión
nunca llegó a sospechar. El Che configura trágica”, igualmente adecuada para compren-
un tipo humano analizado por el filósofo der al Che. El hombre de la conciencia trági-
bajo la figura de la “ley del corazón” inspira- ca quiere realizar valores absolutos y puros
da, tal vez, por Byron. El hombre de la “ley sabiendo que son irrealizables en un mundo
del corazón” se apasiona por un ideal que relativo, contingente y corrompido. En esa
sólo es valioso porque su corazón así lo ha lucha debe enfrentarse, ineludiblemente con
dispuesto. Es el profeta que, desde lo alto de el aniquilamiento, identificándose, de ese
la montaña o en el desierto, desprecia a los modo, con el místico. En ambos “su límite
hombres comunes porque no lo entienden o vital se funde siempre con la muerte”.
no son dignos de él e incluso acepta inmolar-
se para servir de modelo al mundo. Tampoco LA MUERTE BELLA
intenta demasiado realizar su sueño, prefiere El asma que lo sometía con fre-
permanecer en la lucha porque si, por azar, cuencia a crisis donde parecía estar a punto
éste se efectuara, se convertiría en un simple de expirar le dio desde pequeño la idea de
y común acontecimiento o en un orden tan ser “diferente”, fortificó su carácter para po-
corrupto como el que combatía. Por eso el der soportar las vicisitudes del cuerpo y lo
hombre del corazón reanuda una y otra vez familiarizó desde temprano con la idea de la
la lucha, a veces contra el mismo sistema que muerte. La insistencia obsesiva en la muerte

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trágica que lo acompañó durante toda su gada. No se la han arrebatado todavía pero
vida ya aparecía en un premonitorio poema siguen ofreciéndola. Su vida arde”.
juvenil de 1947: El ministro de la Unión Soviética
Anastás Mikoyán era un burócrata, pero
Es mi destino: ¿hoy debo morir? / Morir sí conocía a los hombres y había calado al Che
pero acribillado por / las balas, destruido cuando en una conversación privada le re-
por las bayonetas, si no, no / un recuerdo prochó su “disposición a morir bellamente”.
más perdurable que mi nombre / es luchar, Mikoyán, como buen político, no creía que
morir luchando. esa actitud valiera la pena.
En 1962 el Che le confesó a Ciro
Una temprana reflexión sobre el Bustos acerca de la guerrilla que estaba pre-
sentido de la muerte nació de haber visto, parando: Aquí, la única certeza es la muerte”.
durante uno de sus primeros viajes, a un Esa misma idea fija apareció en un diálogo
motociclista muerto en un accidente en el con Nasser, donde además se deslizaba su
camino. Él también corredor de moto, con desdén por la política meramente realista: 71
el riesgo de morir de la misma manera, anó-
nimamente, no pudo dejar de identificarse El momento decisivo en la vida de cada
con ese cadáver y pensar con melancolía que, hombre es el momento cuando decide en-
cuando la muerte carece “de ese vago aspecto frentarse a la muerte. Si se enfrenta será un
heroico que entraña la hazaña pública” no es héroe, tenga éxito o no. Puede ser un buen o
sino “un vago fervor suicida”. Esa alternativa un mal político, pero si no la enfrenta, nun-
entre muerte heroica o suicidio le preocupa- ca será más que un político.
ba; aspiraba a la primera pero se arriesgaba
con actitudes que implicaban el peligro de la Nasser le respondió como un polí-
segunda. tico: “¿Por qué hablar siempre de la muerte?
Durante su primera experiencia Es usted un hombre joven. Si es necesario
política, que lo llevó a la cárcel en México, moriremos por la revolución, pero es preferi-
volvió a escribir sobre el sentido de la muer- ble que vivamos para ella”.
te. En una carta a sus padres de 1956 decía: En la carta a Carlos Quijano en
“Desde ahora no consideraría mi muerte una Marcha, “El hombre y el socialismo en Cuba”
frustración, apenas como Hikmet”. “Sólo (1965), volvía sobre el tema de la muerte:
llevaré a la tumba la pesadumbre de un canto “Nuestra libertad y nuestro sostén cotidiano
inconcluso.” tienen color de sangre y están henchidos de
El sacrificio heroico que busca sacrificio. […] El revolucionario se consume
la muerte en combate, transformándola en esta tarea ininterrumpida que no tiene
en el acto de libertad suprema que dará más fin que la muerte”.
sentido a la vida, pertenece a la ideología Su último mensaje a la Conferencia
del aventurero romántico, a la moral de Tricontinental en abril de 1967 proclamaba:
la convicción y a la conciencia trágica. La “Dondequiera que la muerte me sorprenda,
otra cara del héroe es el mártir y su fracaso bienvenida sea”.
ejemplar: la muerte bella. El mismo Che Hacia la mitad de su aventura bo-
decía: “El partido que queremos construir liviana, sabía que sólo la muerte los esperaba:
será el partido del sacrificio”. las dos columnas en que se había dividido la
Sartre intuyó, en su visita a Cuba y tropa no se pudieron encontrar más, estaban
en sus diálogos con el Che, esa vocación por desprovistos de alimentos, agua y medica-
la muerte joven: “La presencia de la muerte mentos, sin contactos con el exterior por el
está en ellos; su existencia ha sido ya entre- radiotransmisor roto, perdido todo apoyo de

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la ciudad y con el ejército boliviano siguién- bana, sino en el momento de su derrota en la


doles los pasos. En lugar de tratar de salvar a selva boliviana. La imagen del Che muerto,
sus seguidores y a sí mismo, siguió adelante, asombrosamente similar a las tradicionales
estaba claro que ya no buscaba la victoria de estampas de Cristo, inspiró la comparación
la guerrilla sino la propia inmolación. con el Cristo crucificado y conmovió los
Un discípulo desencantado, Régis orígenes cristianos de muchos guevaristas
Debray, reconocía en la última aventura del iberoamericanos.
Che un suicidio: La historia ha mostrado muchas
veces que el martirio no es prueba alguna
Pronto se ofrecerá a la muerte, resignado, de verdad. Los falangistas en la guerra civil
con su asma, sus insoportables dolores en española y los nazis en la Segunda Guerra
la espalda, en la nuca y en el fondo del alma Mundial inmolaron su vida, como el Che, sin
una bucólica serenidad. que la heroicidad en sí misma valorizara una
No fue a Bolivia para vencer sino para per- causa equivocada. La concepción heroica de
72 der. Así lo exigía su batalla espiritual contra la vida y su complemento inevitable, el culto
el mundo y contra sí mismo. Cierto, no se de la muerte, no es un rasgo socialista sino
mató pero se dejó morir. Tenía esa voca- fascista, alude a la consigna nietzscheana
ción. Entre un suicidio y un sacrificio, ¿qué de vivir peligrosamente adoptada por
Dios vería la diferencia? Mussolini. La permanente insistencia en
la muerte, como si fuera ésta la que da un
La búsqueda consciente de la sentido a la vida, acercan al Che al “ser para
muerte en la aventura boliviana fue admitida la muerte” de Heidegger –aunque no lo había
por diversos autores. Carlos María Gutiérrez leído–, o más aún, al “viva la muerte” de los
dijo: falangistas.
Si se quiere encontrar un personaje
Convencido de su soledad y falta de proba- paradigmático de militante socialista, que
bilidades, decide iniciar la guerrilla boli- perdió su vida y, no obstante, fue la contra-
viana y sellarla con su segura inmolación. partida del héroe mártir, lo simétricamente
Dolores Moyano describe la guerrilla boli- opuesto al Che, es la figura de Rosa Luxem-
viana como “harakiri, sepuku”. burgo. Incluso por su condición de mujer, su
acción fue también una respuesta implícita al
“No soy Cristo. […] Soy todo lo culto machista del coraje y de la fuerza viril,
contrario de Cristo”, había escrito a su ma- ostentados por el Che y por Fidel. Para Rosa
dre, pero terminó su vida como un Cristo, Luxemburgo, los sacrificios exigidos por la
transmutado en vedette de la muerte. El mito militancia, incluido el riesgo de su propia
de Cristo se sustenta en la crucifixión, es el vida, había que afrontarlos pero no buscarlos,
único dato concreto que registra la historia porque no tenían un valor en sí, ni padecer-
de Josefo, su vida pública no mereció la aten- los dignificaba. Tan sólo eran una condición
ción de los historiadores de su época. La bre- negativa de la vida militante, impuesta por la
ve existencia de Cristo no parece haber sido sociedad represiva y que obligaban a tomar
sino una preparación para el trágico fin. El todas las precauciones posibles.
cristianismo ve la salvación de la humanidad El Che era un asceta, sólo se per-
en la inmolación de Cristo. La liberación de mitió un lujo, la literatura. Rosa Luxembur-
los pueblos y el culto de la muerte del Che se go, como testimonian sus Cartas de prisión,
acercaban mucho al sacrificio cristiano. fue, por el contrario, una hedonista: amaba
La idolatría por el Che no arraiga no sólo la literatura y la filosofía, sino la
en su hora triunfal como ministro de La Ha- música, la pintura, las plantas, los paisajes,

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las puestas de sol, el silencio, la intimidad, el


erotismo, el champán. Trataba de rodearse de
cosas bellas, y hasta en la prisión decoraba su
celda. En tanto el Che vivía en casas mona-
cales y privaba a su mujer, Aleida March, de
unas lámparas que había elegido, por consi-
derarlas un lujo inútil; la casa casi sin mue-
bles estaba lúgubremente iluminada por una
lamparita desnuda que colgaba del techo.
El goce hedonista de la vida no
tiene por qué ser sacrificado a los valores he-
roicos. Los combatientes ascéticos –aunque
su ideología fuera el materialismo– muestran
su raíz cristiana cuando desprecian los pla-
ceres “materiales” oponiéndoles los valores 73
“morales” o “espirituales” del honor, el deber,
la heroicidad, el coraje, la disciplina, el servi-
cio, el sacrificio.
El modelo del hombre de izquier-
da, si éste existiera, sería opuesto al guevaris-
ta; no es la muerte la que da sentido a la vida y la barba y el fondo de paisaje agreste eran
sino, a la inversa, la vida es más importante ideales para ser fotografiados. “La presencia
que cualquier ideal; por noble que éste sea, de un periodista extranjero, de preferencia
no justifica el sacrificio de la vida de los de- estadounidense, tenía para nosotros más im-
más y ni aun de la propia. portancia que una victoria militar”, admitía
el Che.
INVENCIÓN DEL MITO El gran salto a la popularidad
Tanto Fidel como el Che advirtie- mundial fue la entrevista para The New York
ron que había comenzado una nueva forma Times de Herbert Matthews, un viejo co-
de hacer política debido al enorme incremen- rresponsal de la guerra civil española. Fidel
to de los medios de comunicación. se mostró allí como un talentoso regisseur,
Los combates de la guerrilla cuba- usaba el recurso de las películas de bajo
na, más que batallas, fueron escaramuzas, y presupuesto para dar la ilusión de que los
más que escaramuzas, campañas de relacio-
nes públicas internacionales de prensa. Las
entrevistas de The New York Times, Time,
Life, Paris Match, Le Monde, Corriere della Tanto Fidel como el Che advir tieron que había
Sera y un documental de la CBS habían he-
comenzado una nueva forma de hacer política
cho famosos a los guerrilleros en el mundo
entero como los “Robin Hood de Sierra debido al enorme incremento de los medios de
Maestra”.
La imagen, más que el texto escri-
comunicación. “La presencia de un periodista
to, es fundamental; todos los ídolos del siglo ex tranjero, de preferencia estadounidense, tenía
XX fueron muy cuidadosos con las fotogra-
fías: Fidel y el Che no lo fueron menos. Los
para nosotros más impor tancia que una victoria
uniformes militares, los fusiles y las boinas militar”, admitía el Che.
con estrellas, los cabellos largos despeinados

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Cantinflas”. Un joven cubano de origen mo-


desto, Alberto Castellanos, que se adhirió a
la guerrilla, recordaba su primer encuentro:

Me lo imaginaba un hombre alto, grando-


te, fuerte, macizo; estaba acostumbrado a
oír hablar de los argentinos como cantores
de tangos con bufandas, con la forma de
hablar porteña, y pensaba que el Che tenía
que ser así. Lo imaginaba como un artista
de películas argentinas. Cuando lo vi no me
causó ninguna impresión extraordinaria,
más bien me defraudé, estaba flaco y era un
hombre común y corriente como cualquiera
74 de nosotros y, exclamé: “¡Ah, pero éste es el
Che!”.
La mirada intensa dieciocho guerrilleros eran una multitud, los
se había vuelto
hacía desfilar ante el periodista, salían por un Parecida decepción se llevó el
“sobradora”,
aspecto que acen- lado y volvían a entrar por otro, siempre los intelectual argentino Ismael Viñas cuando
tuaba aún más mismos. Falsos emisarios llevaban mensajes lo entrevistó en su despacho; lo observaba
el largo cigarro
inexistentes y el periodista nunca sospechó mientras se acercaba y como sentía estar
habano en la boca.
Las poses provo-
que la extensa “zona liberada” se reducía al ante un monumento, levantaba la vista, pero
cativas le daban pequeño rancho donde estaban refugiados. cuando estuvieron frente a frente tuvo que
un aire de triunfa- Años después Matthews reconoció que había bajar la mirada porque el Che era de estatura
dor presuntuoso y
algo fanfarrón.
sido engañado por la habilidad de Fidel: “Sa- normal.
bía que necesitaba publicidad. Tuvo siempre ¿Cómo se transformó esa persona
ese sentido y ese talento. Aquella entrevista común en una imagen que electrizaría a mul-
fue una de sus jugadas más brillantes. […] titudes? Una fotografía fue la clave; la tomó
Todo lo que Fidel debía hacer era “venderme” imprevistamente el fotógrafo cubano Alberto
su personaje”. Korda, comisionado por la revista Revolución
La gran repercusión que tuvo el para documentar la manifestación en la pla-
reportaje de The NewYork Times produjo za de La Habana del 2 de marzo de 1960, en
una avalancha de periodistas y fotógrafos de repudio al atentado contra un barco cargado
Estados Unidos y de Europa, y el equipo de de armas. En el palco oficial, el Che se asomó
televisión de la Columbia estuvo dos meses por un instante, con la boina y una campera
filmando en Sierra Maestra. de cuero, su larga cabellera y su mirada de-
El Che, igual que Evita de Perón, safiante dirigida hacia la lejanía. El mismo
demostró cómo el prestigio y el poder crea- Korda recordaba la escena:
ban un carisma y hasta una belleza que origi-
nariamente no tenían. “No me impresionó de Tengo el ojo pegado al visor de mi vieja
ningún modo especial la primera vez que lo Leica. De pronto surge el Che al fondo de
vi”, decía su amigo Ricardo Rojo. Igualmente la tribuna, en un espacio vacío. Cuando
en Jorge Ricardo Masetti provocó la sensa- apareció así con una expresión brava, en mi
ción de un tipo muy común: “Un muchacho objetivo de 90 mm, casi me asusté, viendo la
argentino típico de la clase media. Y también cara tan fiera que tenía. Yo apreté el obtura-
me parecía una caricatura rejuvenecida de dor casi por reflejo. Inmediatamente repetí

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la toma pero, como siempre, fue la primera


la mejor. […] Él se quedó apenas un instan-
te, saqué esas dos únicas fotos.

Ese año fue también el de la consa-


gración mundial del Che al aparecer su retra-
to en la tapa de Time del 8 de agosto. Cuando
más tarde viajó a Estados Unidos, Robert
Rockefeller, miembro del legendario clan,
ofreció una fiesta en su honor que reunió a la
crema de los radical chics.
Las fotografías del suizo Rene Bu-
rri lo captaron durante su gestión de funcio-
nario, ahora con corbata y fondos de oficina
pública. La mirada intensa se había vuelto 75
“sobradora”, aspecto que acentuaba aún más
el largo cigarro habano en la boca. Las poses
provocativas le daban un aire de triunfador
presuntuoso y algo fanfarrón; era otra faceta,
aunque breve, de su personalidad.
Una fotografía cuyo autor desco-
nozco lo mostraba lánguidamente recostado
sobre una cama con el torso desnudo, un

Citado por Jorge Castañeda, La vida en rojo. Una biografía Jean-Paul Sartre, Carnets de la dróle de guerre, Gallimard,
del Che, Espasa, Buenos Aires, 1997. París, 1983.
Citado por Jon Lee Anderson, Che Guevara. A Revolutio- Ernesto Guevara, Pasajes de la guerra revolucionaria:
nay Life, 1977 (hay traducción castellana: Che, una vida Congo, Mondadori, Barcelona, 1999.
revolucionaria, Emecé, Buenos Aires, 1997). Thomas Edward Lawrence, op. cit.
Ernesto Guevara, Notas de viaje, La Habana-Madrid, ed. Documento de la CIA del 13 de febrero de 1958, citado
Abril Sodepz, 1992. por Rogelio García Lupo en Ultimas noticias de Fidel
Citado por Hilda Gadea, Años decisivos, Aguilar, México, Castro y el Che, Vergara, Buenos Aires, 2007.
1972. Pierre Kalfon, op. cit.
Jack London, “The Build FIRE”, del libro Farther North. Ernesto Guevara, Mi primer gran viaje, Seix Barral, Bue-
Jack Kerouac, On the Road, Viking Press, Nueva York, nos Aires, 1994.
1957 (hay trad. cast.: En el camino, Losada, Buenos Ernesto Guevara, La guerra de guerrillas, Editorial de
Aires, 1975). Ciencias Sociales, La Habana, 1985; Obras Completas,
Pierre Kalfon, Che, Ernesto Guevara, una leyenda de Casa de las Américas, La Habana, 1970.
nuestro siglo, Plaza y Janes, Barcelona, 1997. Ernesto Guevara, La guerra de guerrillas, ed. cit.
Roger Stephane, Portrait de l’aventurier, prefacio de Jean- Citado por Claudia Korol, El Che y los argentinos, Dióge-
Paul Sartre, Sagitaire, París, 1950. nes, Buenos Aires, 1989.
Georg Simmel, Sobre la aventura. Ensayos filosóficos Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Planeta, Buenos
(1911), Península, Barcelona, 1988. Aires, 1992.
Thomas Edward Lawrence, Seven Pillars of Wisdom, 1926 Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit.
(existe una traducción castellana.: Los siete pilares de la Aleida March, Evocación: Mi vida al lado del Che, Espasa,
sabiduría, Sur, Buenos Aires, 1955). Buenos Aires, 2008.

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ensayo contra el mito del che guevara

La difusión masiva de su rostro


llegaría después de su muerte. Korda le había
La difusión masiva de su rostro llegaría regalado su foto al editor italiano Giangiaco-
después de su muer te. Korda le había mo Feltrinelli. Éste hizo imprimir pósters de
los que vendió millones y estableció la efigie
regalado su foto al editor italiano Giangiacomo canónica que recorrió el mundo.
El Che estaba tan pendiente de
Feltrinelli. Éste hizo imprimir pósters de los
su imagen mediática que, previendo el mo-
que vendió millones y estableció la ef igie mento de su muerte trágica, se veía solo,
abandonado en un paisaje desértico, pero su
canónica que recorrió el mundo.
narcisismo absoluto y morboso le llevaba a
imaginar la aparición de un fotógrafo que
registraría su agonía para la tapa de la más
popular revista norteamericana:
76 mate en la mano, los labios entreabiertos y
una mirada soñadora. Parecía una imagen de Si quedaba tendido en un monte o me
esa voluptuosidad tropical que había fascina- recogían los otros no habría pañuelito de
do a Serguéi Eisenstein en los bellos jóvenes gasa; me descompondría entre las hierbas
de ¡Que viva México!; pero era sólo una apa- y tal vez saldría en el Life con una mirada
riencia que ocultaba al verdadero Che, ascé- agónica y desesperada fija en el instante de
tico y duro. supremo miedo.

Fidel Castro, Revolution cubaine, vol. II, Maspero, París, Citado por Herbert Matthews, Fidel Castro, Seuil, París,
1968. 1970.
Óscar del Barco, «Carta a la intemperie», diciembre de Jorge Castañeda, op. Cit.
2004, y posterior polémica en Sobre la responsabilidad, Mohamed Hassenein Heikal, o. cit.
Cíclope, Córdoba, 2007. Tad Szulc, Trente ans du pouvoir absolu, Payot, París, 1987,
Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. citado por Pierre Kalfon, op. cit.
Ernesto Guevara Lynch, ... Aquí va un soldado de América, Citado por Herbert Matthews, op. cit.
Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1987. Ernesto Guevara Lynch, op. cit.
Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara, también conocido Ernesto Guevara, op. cit.
como el Che, Planeta-Joaquín Moritz, México, 1996. Citado por Pierre Kalfon, op. cit.
Ibidem. Vladimir Lenin, «La enfermedad infantil del izquier-
Hilda Gadea, op. cit. dismo» (1920), Obras escogidas, tomo IV, Problemas,
Time, 8 de agosto de 1960. Buenos Aires, 1946.
Citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit. Max Weber, La política como vocación, en Escritos polí-
Carlos Soria Galvarro, El Che en Bolivia, vol. IV: Los otros ticos II, Folios, México, 1982.
diarios y papeles, CEDOIN, La Paz, 1996. Jean-Paul Sartre, Les mains sales, 1948 (hay trad. cast.: Las
Carta de Ernesto Guevara a Chinchina Ferreira, 5 de di- manos sucias, Losada, Buenos Aires, 1948.
ciembre de 1951, citado por Jorge Castañeda, op. cit. Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit.
R. Dumont, Socialisme ou développement, Seuil, París, Admitido por el Che a uno de sus seguidores, Jesús Parra,
1964. citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit.
Mohamed Hassenein Heikal, Les documents du Caire, Régis Debray, Les Masques, une éducation amoureuse,
Flammarion, París, 1972. Gallimard, París, 1988.

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Su premonición no estaba del todo tuvo una consecuencia indeseada: cuando


errada. La última fotografía, esta vez maca- entraron los fotógrafos y camarógrafos del
bra, agregaría otra faceta al mito, la del santo mundo entero, el cadáver estaba transfor-
y mártir. La CIA y el ejército boliviano, para mado en un bello muerto que despertaría
impedir el mito póstumo de la duda sobre la compasión y el amor de las multitudes.
la supervivencia del Che, lograron un efecto Especialmente una foto de Freddy Alborta
paradójico. En el momento en que fue en- enfocada desde los pies en una perspectiva
contrado era irreconocible; así lo registra su similar a la del “Cristo muerto” de Mantegna
última foto en vida: la ropa mugrienta y rota, contribuyó aún más a la amalgama del Che
la barba enmarañada y larguísima cubriendo con Cristo. Un esbozo de sonrisa desdeñosa
el rostro sucio y con una expresión desolada, apartaban el rostro cadavérico del dulce Je-
estaba convertido en un mendigo. En las úl- sús; más cerca estaba de la impresión del his-
timas páginas de su Diario admitía: “Yo soy toriador I. F. Stone: “Parecía un cruce entre
una piltrafa humana”. Ésa no hubiera sido la un fauno y una postal de escuela dominical
imagen adecuada para los afiches del mito. de Jesucristo”. 77
Le sacaron la camisa hecha jirones y le deja- El propio Che, en sus delirios fina-
ron el torso desnudo. Dos monjas alemanas les, tal vez soñaba con su deificación. En su
lo lavaron, le recortaron el pelo y lo peinaron. mochila fue encontrado, escrito por su letra,
Un cubano agente de la CIA, Félix Rodrí- un poema de León Felipe que dice: “Cristo te
guez, le sujetó los párpados hasta que los ojos amó […] tú me enseñaste que el hombre es
quedaron semiabiertos por rigor mortis. Dios, / un pobre Dios crucificado como un
El resultado de esa producción hombre”. ❖

Ernesto Guevara, Diario, 30 de abril de 1963. Régis Debray, Les Masques, une éducation amoureuse,
Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. ed. cit.
Ernesto Guevara, Notas para el estudio de la revolución Entrevista a Régis Debray, Corriere della Sera.
comunista, 1960. Carlos María Gutiérrez, Los hombres de la historia. Ernesto
Aleida March, Evocación, ed. cit. Che Guevara, Centro Editor de América Latina, Buenos
Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara, ed. cit. Aires, 1970.
Arpad Kadarkay, Georg Lukács, vida, pensamiento y po- Dolores Moyano, «Murió Che Guevara», El Diario, La
lítica (1991), Edicions Alfons el Magnanim, Valencia, Paz, 10 de octubre de 1967.
1994. Herbert Matthews, op. cit.
Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. Ricardo Rojo, Mí amigo el Che, Sudamericana, Buenos
Ibidem Aires, 1998.
David Rousse, Une vie dans le siécle, Plon, París, 1991. Jorge Ricardo Masetti, Los que luchan y los que lloran,
Nazim Hikmet, 1902-1963, poeta turco cercano al co- Freland, Buenos Aires, 1968.
munismo. Citado por Paco Ignacio Taibo II, op. cit.
Ernesto Guevara Lynch, Mi hijo el Che, Planeta, Barce- Ismael Viñas, testigo de un siglo, documental de Diana
lona, 1981. Hunter y Eduardo Montes-Bradley.
Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. Cit. Alberto Korda en La Razón, Buenos Aires, 10 de julio de
Jean-Paul Sartre, Huracán sobre el azúcar, Uno, Buenos 1986, citado por Piere Kalfon, op. cit.
Aires, 1960. Juan Ignacio Siles del Valle, Los últimos días del Che,
Ernesto Guevara, Obras Completas, ed. cit. Debate, Barcelona, 2001.
Ibidem
Ibidem

re vi sta de s a n t a n d e r

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