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Función social y ecológica de la propiedad

Generalidades

Para proceder a hablar con firmeza de esta temática debemos partir de una certeza: la
propiedad no es un derecho o atributo absoluto de carácter individualista, tiene sus
limitaciones no solo en la racionalidad y el sentido común, sino también en razones de
contenido social. Otrora era distinto, quien era propietario podía usar y abusar de su dominio
a pleno arbitrio, con no más restricción que no atentar contra el mandato legal o los derechos
de los demás propietarios, de ahí que el artículo 669 del Código Civil, norma de vieja data,
prescribiera que: “El dominio (que se llama también propiedad) es el derecho real en una
cosa corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente, no siendo contra ley o contra
derecho ajeno…”, expresión resaltada en negrita que fue declarada inexequible por la Corte
Constitucional mediante la Sentencia C-595 de 1999, con ponencia del doctor Carlos Gaviria
Díaz, de la que cabe extractar:

Es claro que el paso dado por el Constituyente de 1991, aleja aún más al ordenamiento jurídico
colombiano, y ahora sí de modo inocultable y considerable, de la noción marcadamente individualista
(aunque con innegables atenuantes), contenida en el artículo 669 del Código Civil, particularmente
enfatizada por el adverbio arbitrariamente, así se hagan imposibles intentos hermenéuticos para restarle
fuerza a esa palabra.

Acerca de los alcances del Estado social de derecho, en los términos prescritos por nuestra Carta, la
Corte ha trazado claras líneas doctrinarias que precisan las consecuencias que de ese hecho han de
extraerse. Valga citar algunos apartes relevantes:

"Lo primero que debe ser advertido es que el término "social" ahora agregado a la clásica
fórmula del Estado de derecho, no debe ser entendido como una simple muletilla retórica que
proporciona un elegante toque de filantropía a la idea tradicional del derecho y del Estado"[1].

Se trata, como bien lo ha señalado la jurisprudencia, de un concepto creado para dar respuesta a las
múltiples demandas sociales que clamaban por la transformación del Estado liberal, en una entidad que
se encargara de garantizar patrones mínimos dentro de los que fuera posible vivir dignamente: el
salario, la alimentación, la salud y la educación serían asegurados para todos los ciudadanos, bajo la
idea de derecho y no simplemente de beneficencia.

También desde la específica esfera de los derechos, la adopción de la fórmula del Estado Social de
Derecho que sustenta los valores constitucionales democráticos da una respuesta a las necesidades
de la colectividad:

1 Corte Constitucional Sentencia T-406 de 1992. M.P. Ciro Angarita Barón.


"Dicha respuesta esta fundada en nuevos valores-derechos consagrada por la segunda y
tercera generación de derechos humanos y se manifiesta institucionalmente a través de la
creación de mecanismos de democracia participativa, de control político y jurídico en el ejercicio
del poder y sobre todo, a través de la consagración de un catálogo de principios y derechos
fundamentales que inspiran toda la interpretación y funcionamiento de la organización política"
[2].

Se crea así, un nuevo horizonte valorativo que guía no sólo a los ciudadanos en el ejercicio y
reivindicación de sus derechos, sino que ante todo compromete y obliga a los órganos del Estado a
proteger y hacer efectivas las garantías constitucionales. Al respecto, ha dicho esta Corte:

"La cláusula del Estado Social de Derecho (C.P. art. 1), tiene el poder jurídico de movilizar los
órganos públicos en el sentido de concretar, en cada momento histórico, un modo de vida
público y comunitario que ofrezca a las personas las condiciones materiales adecuadas para
gozar de una igual libertad. En este orden de ideas, tras este objetivo la Constitución consagra
derechos sociales, económicos y culturales” [3].

Tópicos abordados con mayor precisión de modo relativamente reciente por la Corte
Constitucional en la Sentencia C-666/10, con ponencia del doctor HUMBERTO ANTONIO
SIERRA PORTO, precisando que la función social de la propiedad se incorpora al contenido
de ella para imponer al titular del dominio obligaciones en beneficio de la sociedad.

Es el artículo 58 constitucional el que, garantizado la propiedad privada, le asigna una


función social y ecológica, partiendo siempre del principio de que el interés general prima
sobre el particular, por lo que se consolidan los intereses colectivos.

Función Social de la propiedad

La función social asignada a la propiedad, implica las responsabilidades que adquiere


todo aquel que sea propietario de un bien. De modo tal que, quien tiene una propiedad debe
hacer uso de ella en forma tal que no sólo no perjudique a la comunidad sino que sea útil a
ella. Esto ya envuelve el siguiente significado: el propietario, más que un titular de un
derecho subjetivo, del que es titular en su patrimonio, es un garante de los nobles y
superiores intereses sociales, por lo que el legislador le puede imponer al titular de derecho
de dominio o propietario una serie de restricciones a su derecho de dominio en aras de la
preservación de intereses superiores, pues se parte del principio fundamental, también

2 Ibíd.

3 Corte Constitucional Sentencia SU-111 de 1997. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.


constitucional, de que el interés general prima sobre el particular, principio que fue retomado
de la del 86.

Filosóficamente hablando, se tiene que el concepto de Función Social de la Propiedad


ya había sido propuesto por John Maynard Keynes a principios del siglo XX, cuando
propugnó porque la propiedad, además de generar riquezas y generar la acumulación de
capital, cumpla una función social, como especie de contrapeso por el beneficio que trae,
relativo este último a sus atributos de uso, goce y disposición (ius utendi, ius fruendi y ius
abutendi), los que pueden tomarse como una manera de premio, al tiempo que el
compromiso social que ello acarrea, constituye el precio que hay que pagar por tales
beneficios. Dicho de otra manera, los propietarios no sólo tienen derechos sino también
responsabilidades, por lo que deberán hacer uso de la propiedad de la manera en que a la
sociedad le sea menos perjudicial y más benéfica posible.

León Duguit sigue estos mismos senderos dogmáticos, precisando que las
limitaciones a la propiedad deben redundar en beneficios para toda la sociedad, que implica
una correspondencia entre derechos y correlativas responsabilidades u obligaciones, al
respecto puntualizaba:

El hombre no tiene derechos; la colectividad tampoco. Pero todo individuo tiene en la sociedad una
cierta función social que cumplir, una cierta tarea que ejecutar. Y ese es precisamente el fundamento de
la regla de derecho que se impone a todos, grandes y pequeños, gobernantes y gobernados [4].

O como decía DARÍO ECHANDÍA, como cerebro reformista del Acto Legislativo de
1936, lo que se pretende es:

Encontrar un régimen legal que obligue al laboreo de todas las tierras aptas para la agricultura. Dar
con las fórmulas que nos permitan salir del monocultivo y aprovechar la técnica. Hallar los medios para
fomentar las industrias nacionales. Descubrir la manera de reivindicar para los colombianos el usufructo
de las riquezas naturales del país. Ampliar los mercados para nuestro comercio exterior, he aquí un
conjunto de necesidades económicas, inmediatas a las que es necesario atenderlas [5].

Pero la real connotación de las implicaciones que una verdadera función social de la

4 LEÓN DUGUIT. Las transformaciones del derecho público y privado. Buenos Aires. Edit. Heliasta. Pag. 171.

5 ROCÍO LONDOÑO y FABIO VELÁSQUEZ. Proceso económico y jurídico-político de Colombia. Edit. Camilo. Pag.
148.
propiedad conllevarían para nuestro país, han sido ignoradas o, mejor dicho, pasadas por la
tangente, toda vez que una verdadera función social de la propiedad envolvería una
significativa reforma agraria, que atacara con fuerza a las prácticas latifundistas propugnadas
por los terratenientes, desmotivar la destinación meramente vacacional o de tierras ociosas,
así como acabaría de tajo con la concentración tan alta de la propiedad del suelo y de la
propiedad raíz que existe hoy en Colombia, mejor dicho, la aplicación puntual de este
principio acarrearía una profunda y significativa revolución.

El trasfondo de todo este asunto es que aquellas personas que ponen a producir la
propiedad prestan un verdadero servicio social porque por medio del mercado le proveen a la
sociedad bienes y servicios que ésta considera útiles. Por el contrario, aquellas personas que
no obran así y que asumen un egoísta carácter individualista frente al derecho a la
propiedad, con ello menoscaban notablemente al grupo social del cual forman parte, pues
privan a los demás de sus beneficios.

Finalmente, como colofón, baste decir que la función social de la propiedad tiene la
mayor implicación para nuestro régimen jurídico en el hecho de que proceda la extinción del
dominio, figura por medio de la cual el Estado suprime el derecho real de propiedad en
cabeza del que no le da un uso o destinación acorde a las necesidades sociales, lo que
ocurre en precisos eventos regulados por la Ley, en que aquel no demuestra
fehacientemente la debida explotación económica.

Sobre la extinción del dominio ha constituido un significativo hito lo reglado por el


artículo 52 de la Ley 160 de 1994, que afecta con tal medida a los predios rurales no
poseídos en el transcurso de 3 años continuos, salvo los eventos de fuerza mayor o caso
fortuito que justifiquen debidamente tal abandono. Así mismo, el artículo 82 del Decreto 2811
de 1974, señala este mismo perentorio plazo para proceder a la extinción a favor del Estado
sobre el dominio privado que existe sobre las aguas. (art. 677 del C.C.), similar evento ocurre
con las servidumbres dejadas de usar por un término de 10 años. (art. 942-5 ibídem).

Función Ecológica de la propiedad

Existen varias entidades de los distintos ordenes administrativos encargadas de velar


por que satisfaga debidamente la función ecológica que tiene la propiedad: en el orden
nacional su custodia radica en el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial y
en el Incoder (antes Incora), los parámetros de sus funciones los delinea, entre otras, la
referida ley 99 de 1993, lo mismo que la Ley 160 de 1994 y los Decretos 2164 de 1.995 y 216
de 2.003. A nivel regional, le corresponde a las Corporaciones Autónomas Regionales.

La responsabilidad en establecer una propiedad o predio va más allá de pagar


impuestos prediales o mantener todo en aparente orden. Cualquier predio, así sea privado,
debe responder al principio colectivo del espacio y del territorio. En el artículo 58 de la
constitución del 91 se avanzó de manera contundente en el tratamiento de la propiedad. El
predio dejaba de tener sólo una función social, y se hacía inherente una función ecológica.
Lo que se buscaba inicialmente con la función social de la propiedad era que los bienes
fueran productivos, tanto para el dueño como para la comunidad. Lo que se busca con la
función ecológica es tener en cuenta el componente biofísico y ecológico como elemento que
garantice un goce tanto individual como colectivo de la naturaleza.
Existen restricciones relacionadas con el uso y la explotación de los recursos
naturales, dichas actividades deben hacerse teniendo en cuenta la conservación y
preservación de dichos recursos y del ambiente, para así garantizar el derecho de todas las
personas a gozar de un ambiente sano. En otras palabras, se está considerando
implícitamente la verdadera concepción pública y colectiva del patrimonio ecológico y
ambiental existente en nuestro país.
La Constitución del 91, denominada Constitución Ecológica, tiene un desarrollo legal:
La Ley 99 de 1993, conformó el Sistema Nacional Ambiental, dándole prioridad a adquirir
predios y bienes privados que sean de importancia para el bien colectivo con función
ecológica. Idénticos parámetros siguen la Ley 388 de 1997, de ordenamiento territorial y uso
del suelo y la Ley 70 de 1993, de titulación colectiva de comunidades afrocolombianas.
Lastimosamente, en el país la ocupación del territorio ha sido y sigue siendo un
resultado de formas privadas, quien ordena el territorio a la final es el propietario privado.
Incluso las inversiones económicas del Estado y sectores empresariales condicionan el uso
del territorio, pese a las leyes establecidas. Para cualquier dueño es preciso que destine su
predio a reserva natural cuando en su inmueble existan ecosistemas naturales manejados
bajo el principio de sustentabilidad. Se deben plantear también mecanismos tributarios de
compensación o impuestos, que reconozcan el valor ecológico y ambiental que tienen para la
sociedad determinadas áreas y que son utilizadas para mantener los procesos de una gran
urbe, es decir, invertir en la sostenibilidad del patrimonio ecológico. De esta manera se
estaría dando cumplimiento a la función ecológica de la propiedad.
Quizá el problema radica en que algunos sectores de la sociedad no comprenden que
las actividades productivas en general tienen límites establecidos por las dinámicas y
procesos ecológicos, cuyo funcionamiento, a comparación de algunas leyes, no es lo
suficientemente flexible, añadiendo a esto que muchos de los instrumentos de gestión y de
ordenamiento territorial y ambiental en el país no han tenido un manejo integral y
sistemático, que permitan reconocer que el soporte natural y los ecosistemas, que sirven
para que nuestras ciudades y municipios se sostengan, tienen un límite. Y ese límite
depende del modelo social, económico y político que adoptemos, modelos que muchas
veces desconocen los procesos ecológicos que sustentan nuestras vidas.

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