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El término motivación hace alusión al aspecto en virtud del cual el sujeto vivo es una
realidad autodinámica que le diferencia de los seres inertes. El organismo vivo se
distingue de los que no lo son porque puede moverse a sí mismo. La motivación trata
por lo tanto de esos determinantes que hacen que el sujeto se comporte de una
determinada manera teniendo en sí mismo el principio de su propio movimiento.
Motivación. Es el interés que tiene el alumno por su propio aprendizaje o por las
actividades que le conducen a él. El interés se puede adquirir, mantener o aumentar
en función de elementos intrínsecos y extrínsecos. Hay que distinguirlo de lo que
tradicionalmente se ha venido llamando en las aulas motivación, que no es más que
lo que el profesor hace para que los alumnos se motiven.
La teoría impulsivista
El concepto de pulsión guarda cierta relación con el de instinto, pero está fundado en
un factor de tipo biológico que lo hace más flexible y más ajustable a los
procedimientos de la ciencia experimental. Se basa en la vieja idea de
autorregulación (homeostásis). En virtud de este esquema el organismo que
experimenta un desequilibrio interno, lo corrige mediante una interacción con el
ambiente y de esta manera logra mantener el equilibrio.
Esquema de Hull
Esta restauración es satisfactoria por lo que podemos relacionar esta teoría con la
hedonista ampliándose las posibilidades de esta última. El proceso se puede
esquematizar como el gráfico de la izquierda.
Este ciclo resulta válido para las necesidades de orden biológico, pero es difícil
encajarlo completamente en la realidad evolutiva, progresiva y de desarrollo del
comportamiento humano.
La tesis de Maslow
Se ha tratado de sistematizar las necesidades humanas por parte de diversos autores
y quizá la más aceptada y extendida es la de Maslow, que establece seis niveles
representándolos en una pirámide escalonada de la forma siguiente:
Desde este punto de vista, el profesor debe plantearse un triple objetivo en su acción
motivadora:
-suscitar el interés
Para ello hay que apoyarse en los intereses de los alumnos y conectarlos con los objetivos
del aprendizaje o con la misma actividad. Hay muchos profesores que tienden a buscar
técnicas interesantes para ellos pero que no provocan ninguna motivación en los
alumnos. Los alumnos no se motivan por igual, por lo que es importante buscar y realizar
actividades motivadoras que impliquen mayor participación del alumno.
El entusiasmo del profesor, el clima que reina en la clase, las buenas relaciones entre
los miembros, alumnos y profesor o entre los mismos alumnos, el gusto por acudir a
clase, etc. Unos alumnos también pueden influir en otros, positiva o negativamente,
la referencia a lo real, relacionar lo que se enseña con el mundo real, los hechos y
experiencias del alumno, (Ver Pirámide de Dale), el reconocimiento del esfuerzo que
desarrollan los alumnos, evitando la censura o animando a la mejora.
Variación de estímulos
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LA MOTIVACIÓN Y EL ESTÍMULO,
PUERTAS DE ENTRADA PARA
EL APRENDIZAJE
Cuando un alumno se siente motivado e implicado en el proceso de aprendizaje, el propósito educativo se llena de
sentido.
Motivar a los alumnos presentándoles los temas y contenidos escolares de forma significativa es la clave y el motor
del aprendizaje. Es que el estímulo que imprime la motivación en las personas –cualquiera sea su edad- despierta el
interés hacia un determinado tema, objeto o actividad. Es una acción que está cargada de deseos, expectativas y
necesidades.
Hay diferentes tipos de motivación: la que se basa en factores externos al individuo y la que surge internamente; pero
sin lugar a dudas, en ambos casos es necesario el componente afectivo, emocional y la predisposición positiva. Nada
es fácil de aprender si no hay ganas, interés o curiosidad, así como nadie puede enseñar algo a otro si no está
internamente convencido de su sentido, utilidad o razón.
Es cierto que cada alumno sentirá un mayor o menor interés por determinadas materias, que se sentirá más cómodo
con algunos profesores y no con otros, y que la aceptación o rechazo de sus compañeros por los gustos expresados
influirán de forma determinante para instalar en él una motivación positiva hacia un determinado objetivo. Pero más
allá de estos condicionantes, todas las personas nos sentimos valoradas cuando recibimos aliento o recompensas de
algún tipo por una tarea bien realizada o que se está encaminando. Cuando el alumno siente un reconocimiento
positivo por sus acciones –aunque haya aún errores en ella o falten pasos para su realización total- se involucra con
ganas en los proyectos y actividades escolares.
Cuando un maestro está atento a los talentos y avances de cada niño y puede ver las múltiples inteligencias que hay
en su aula, los chicos verán en él a una persona diferente, única y valorarán sus consejos y opiniones.
La neuropsicología sostiene que el cerebro está más predispuesto a las emociones positivas que a las negativas, por lo
tanto, cuando usamos el sentido del humor en el aula, cuando nos predisponemos positivamente y estimulamos a
nuestros alumnos, cuando dialogamos ellos y repreguntamos, cuando les brindamos un abrazo o un beso durante el
recreo, en el transcurso de una clase o al horario de la salida, el vínculo empezará a construirse sobre una base sólida
donde reinará la confianza y las ganas por aprender y compartir experiencias en el aula junto con sus compañeros.
Un alumno motivado y estimulado no querrá faltar a clases, expresará sus puntos de vista sin miedos, aumentará su
capacidad reflexiva e intensificará sus esfuerzos por mejorar en su desempeño.
De esta forma, el proceso educativo no será visto como una obligación tediosa, aburrida y carente de sentido, sino que
se convertirá en una actividad enriquecedora y placentera para cada niño según sean sus expectativas, intereses y
logros.