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La boda se canceló, pero la luna de miel no...

Devon puede hacer esto. Ella puede presentarse en la boda de su ex novio Josh, a
pesar de que él va a casarse con su ex mejor amiga. Puede mostrarles a todos que es feliz
con su fabulosa vida en Boston, su genial carrera, sus asombrosos zapatos… y puede
mostrarles a todos que lo ha superado.

La verdad es que su vida no es tan fabulosa. Acaba de ser suspendida en su trabajo,


sus Jimmy Choo no van a pagar su hipoteca, y… todavía tiene el corazón roto ya que Josh
eligió a su familia por encima de ella. La verdadera razón por la que está soportando esta
boda es que su próxima parada queda cerca a la Isla Greenbush, su última esperanza de
encontrar un nuevo empleo.

Josh sabe que casarse con su amiga de hace mucho tiempo, Allie, hará a todos
2 felices después del difícil momento que sus familias han tenido que pasar, y puesto que la
mujer con la que realmente quería casarse eligió su carrera y la vida en la gran ciudad por
encima de él… ¿por qué no?

Pero la boda perfecta se convierte en un perfecto desastre cuando Allie lo deja en el


altar por otro hombre. ¡Nunca lo vio venir! Pero oye, Devon está ahí, ofreciéndose ayudar
a buscar a Allie en la Isla Greenbush, donde habían planeado su luna de miel. Sólo que,
todo lo que encuentran son sus antiguos sentimientos del uno por el otro y la tentación de
arriesgar sus corazones una vez más…

Advertencia: Este libro contiene un bombero lo suficientemente ardiente como


para encender las llamas, una mujer que no quiere quemarse de nuevo, una suite de luna de
miel pero sin luna de miel, y sexo pero no “en la playa” (lo siento).
Sinopsis Capítulo 11
Prólogo Capítulo 12
Capítulo 1 Capítulo 13
Capítulo 2 Capítulo 14
Capítulo 3 Capítulo 15

3 Capítulo 4 Capítulo 16
Capítulo 5 Capítulo 17
Capítulo 6 Capítulo 18
Capítulo 7 Capítulo 19
Capítulo 8 Próximo Libro
Capítulo 9 Adelanto de Bolted
Capítulo 10 Sobre la Autora
Traducido por LizC

Corregido por Clau12345

La cabeza de Josh Brewster martillaba, pero trató de enfocarse en el ministro


parado en la parte delantera de la Iglesia Metodista de San Marcos. Allie estaba junto a él,
sosteniendo su brazo con un apretón de muerte, pálida y temblorosa.

—¿Estás bien? —susurró él, mirándola. Demonios, había perdido aún más peso
últimamente. Parecía que se estaba ahogando en ese vestido blanco esponjoso, y el
maquillaje que se había aplicado no ocultaba lo pálidas que tenía las mejillas o los círculos
oscuros bajo sus ojos. Cuando la había visto caminar hacia el altar del brazo de su padre, él
había estado… consternado. Preocupado. Él le acarició la mano en su antebrazo.
4
Ella se tambaleó de nuevo y asintió.

—Por supuesto. ¿Por qué no?

—Te ves… graciosa. —Cerró los ojos un instante. Maldición. Así no era
exactamente cómo se suponía que un novio debía reaccionar al ver a su novia el día de su
boda. Pero ella en realidad no se veía muy bien. Allie todavía no había superado la muerte
de su madre y todo el estrés de cuidar a su familia. Él sabía lo que era eso. Con suerte esta
boda sería un nuevo comienzo para todos.

La señorita Gurney continuó tocando el piano, la canción que había acompañado a


Allie y a su padre por el pasillo.

—Trabajé durante dos horas esta mañana para tener este aspecto —susurró ella.

El olor a alcohol llegó a su nariz. ¿Eran restos de su resaca? ¿O de Allie? O…

—¿Estás borracha? —preguntó él con el ceño fruncido. ¿Por eso se veía tan
horrible?

—Es culpa de Bernie.

—¿Estás borracha? —repitió él—. Jesús, Allie.


—Se supone que no debes decir “Jesús” en la iglesia. —Ella frunció el ceño—. Se
supone que no debes decir “Jesús” de esa forma en la iglesia.

La mandíbula de Josh se tensó. No podía culparla por beber la noche antes de la


boda. Demonios, él había hecho lo mismo. Pero el día de la boda… buen Cristo.

—¿Josh? —preguntó ella cuando la canción llegó a su fin.

—Está bien, Allie —susurró—. Vamos… a hacer esto.

—Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para unir a este hombre y a esta
mujer en sagrado matrimonio.

A continuación, una fuerte voz en el fondo de la iglesia, dijo:

—Oh, demonios que no.

La cabeza de Josh giró bruscamente. Él respingó ante la punzada de dolor detrás


de sus ojos y miró al hombre caminando por el pasillo central hacia ellos. El tipo no estaba
vestido exactamente para una boda, llevaba jeans, botas, y una desvanecida sudadera con
capucha. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Había algún tipo de emergencia fuera de la
iglesia?
5 —¿Gavin? —chilló Allie.

¿Qué carajo? ¿Gavin?

—¿Ese es Gavin? —le preguntó a Allie. Ella estaba mirando al hombre con los
ojos abiertos de par en par.

¿Qué demonios estaba haciendo él allí? La cabeza de Josh palpitó aún más cuando
le dio una sacudida.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —preguntó Josh, frunciéndole el ceño.
Cristo, el hombre parecía un desastre: sin afeitar, ropa arrugada, los ojos inyectados en
sangre…

—Estoy aquí para hablar con Allie.

Josh se mantuvo entre Gavin y Allie. Este lunático irrumpiendo en su boda no iba a
poner una mano sobre ella.

—Estamos como en medio de algo. —Cretino.

—Sí, esto no puede esperar. —Gavin miró más allá de Josh a Allie—. Tengo que
hablar contigo. Ahora.
Josh miró a Allie fijamente, quien estaba tan blanca como su vestido de novia, con
los ojos desorbitados. Cuando Gavin dio un paso hacia ella, Josh lo bloqueó. Quería darle
un puñetazo, pero mantuvo los puños a su lado.

—Yo no lo creo, Gavin.

Gavin suspiró y se miraron a los ojos. Josh lo fulminó con la mirada. El silencio
llenó la iglesia, y por el rabillo del ojo Josh vio el flash de una cámara. Mierda, ¡la gente
estaba tomando fotografías de esto!

—Escucha —dijo Gavin—. Puedo hacer esto aquí, delante de todo el pueblo. Me da
lo mismo. Me voy a ir de aquí con Allie de una manera u otra. Pero creo que mantener
algo de esto en privado podría ser apropiado. —Se inclinó alrededor de Josh para mirar a
Allie—. Tengo algunas cosas que necesito decirte antes de que le digas “Acepto” a otro
hombre, Al.

¿Ahora? ¿Quería decirle algunas cosas ahora? ¿Después de que la había


abandonado, desaparecido y roto su corazón? Josh entrecerró los ojos, se acercó más y
bajó la voz.

—No hagas esto, Gavin. ¿No te has metido con ella lo suficiente? Déjala ser feliz.

6 —Eso es exactamente lo que quiero hacer. —Gavin levantó la barbilla, su boca


apretada—. ¿Es eso lo que tú quieres?

¿Estaba jodidamente bromeando?

—Estoy de pie junto a ella vistiendo un traje frente a un ministro —dijo Josh con
incredulidad—. ¿Tú qué crees?

—Creo que si no la dejas hablar conmigo, sabes que siempre se preguntará. Tú no


quieres que haga eso, ¿verdad? ¿Que tú esposa se esté preguntando acerca de otro
hombre?

Josh dejó escapar un largo suspiro y se pasó la mano por el cabello. Demonios.
Allie había estado locamente enamorada de Gavin. Pero habían terminado hace más de un
año. Ella lo había superado. ¿Cierto? Ella se iba a casar con él, por amor de Dios. Se
cuidaban el uno al otro. Esta boda iba a cambiar las cosas para las familias de ambos, y en
especial para Allie. Él dio media vuelta a su novia, listo para preguntarle si quería que él le
pateara el trasero a este tipo y lo sacara de ahí.

—¿Allie?

Pero su mirada estaba centrada en Gavin.

—¿Qué podría preguntarme? —preguntó ella.


Maldición.

—Te preguntarías qué tenía que decirte con tanto ahínco como para volar más de
cuatro mil kilómetros y correr hasta aquí para detener tu boda.

Allie miró fijamente a Gavin durante lo que pareció una eternidad. Josh sintió un
nudo en el estómago mientras estaba allí, en el exterior, viéndolos unirse en un
intercambio de miradas tan intenso.

El silencio llenó la iglesia todo el camino hasta el alto techo. Allie miró a la
congregación, y luego a Gavin. ¿Qué estaba pasando por su cabeza?

—¿Allie? —dijo Gavin de nuevo.

Ella apretó los labios y negó con la cabeza.

—Es demasiado tarde —susurró.

Pero Josh captó el brillo de las lágrimas en sus ojos. Oh, demonios.

—Tonterías —dijo Gavin. Dio un paso adelante, se inclinó y la levantó entre sus
brazos, la falda de su vestido arrastrándose en el suelo, y se dirigió a la puerta lateral.

7 —¡Gavin! —Ella opuso una débil resistencia.

Josh dio un paso adelante.

—Sólo un maldito minuto… —empezó a decir, la adrenalina disparándose por sus


venas mientras Gavin remolcaba a Allie.

Gavin se volvió.

—Dame una oportunidad —dijo él—. Déjame hablar con ella. Déjame decirle lo
que he venido a decir. Luego, si ella quiere volver, yo mismo voy acompañarla hasta el
altar.

Sin esperar respuesta, Gavin se volvió hacia la puerta. Le dijo algo a Allie en voz
baja, algo que Josh no pudo oír. Con los brazos envueltos en su cuello, Allie lo miró
embelesada y le susurró algo a cambio.

Whoa. La mirada en el rostro de Allie…

La señorita Gurney saltó a abrir la puerta, y Gavin salió al sol de junio con la novia
de Josh en sus brazos.

Josh miró a la multitud de rostros asombrados, y una ola de calor le invadió. Jesús.
¿En serio lo estaban dejando plantado en el altar? ¡Increíble! Hablando de
humillaciones.

Entonces su mirada se fijó en Devon. Su ex novia, sentada allí entre Ben Hancock y
Hayley Stone, pareciendo tan asombrada como todos los demás. Por un segundo, sus ojos
se encontraron y algo pasó entre ellos, pero él arrastró su mirada lejos de ella.

Allie acababa de ser secuestrada por un enloquecido hombre de montaña. Ella era
frágil y estaba estresada y… y posiblemente borracha. No podía permitir que esto
sucediera.

Se dirigió a la puerta para seguirlos afuera.

8
Traducido por LizC

Corregido por Clau12345

Un mes antes…
El sobre no parecía algo que fuera a producir un ataque al corazón.

Frotándose la parte posterior de su cuello, el cual últimamente siempre estaba


dolorido, Devon lo separó del resto de su correo, de grueso papel brillante y elegante
escritura, fuera de las cuentas y el correo basura. Se veía como una invitación de boda.
Curiosa, ella lo abrió.
9 Y su corazón se detuvo.

Durante un largo y doloroso momento, ella lo miró. Josh y Allie se iban a casar.

Josh y Allie se iban a casar.

Una descarga de dolor la atravesó, un dolor tan intenso que casi se cayó de rodillas
allí en el vestíbulo de su apartamento en Boston. Se apoyó en la pared buscando soporte,
su visión oscureciéndose en los bordes.

Casarse. Josh y Allie.

Cerró los ojos cuando otra ola de dolor se apoderó de ella.

El hombre al que había amado con cada aliento de su cuerpo iba a casarse con su
mejor amiga. Bueno, ex mejor amiga. Las cosas habían sido… Bueno, no había habido
nada de nada entre ella y Allie desde que Devon había descubierto por el Facebook que
Josh y Allie estaban “en una relación”.

Allie la había llamado poco después de eso, sonando vacilante y nerviosa.

—No quiero que lo escuches de alguien más. —Había dicho ella.

—Demasiado tarde. —Devon se rió un poco—. Ya lo he oído.


—Así que, estás… ¿bien con esto? ¿Conmigo y Josh?

—¡Por supuesto! —Tal vez su voz había sido un poco demasiado ruidosa,
demasiado alegre—. Las cosas terminaron entre Josh y yo hace mucho tiempo.

—Bueno, bien. No planeamos esto, simplemente… ocurrió.

—Estoy segura.

La conversación había sido breve, deliberadamente alegre y despreocupada. Y


luego Devon se había acostado en su cama y llorado.

Eso había sido hace casi un año, y ella no había hablado con Allie desde entonces.
Después de torturarse a sí misma acechando a Allie y Josh en Facebook, buscando
cualquier mención de ellos juntos, ella finalmente los eliminó de sus amigos por su propio
bien. Así que esta invitación de boda llegó justo de la nada. ¿Por qué demonios Allie le
enviaba una invitación a su boda?

Devon terminó de entrar en su apartamento, todavía sosteniendo la pequeña


tarjeta. Una copa de vino podría ser una buena idea. No. Mejor que fuera una botella.

Abrió bruscamente la nevera y sacó la botella casi llena de fino sauvignon blanc.
10 Mientras derramaba una porción generosa en una copa, miró de nuevo la invitación.

La boda era en un mes, a ser celebrada en la ciudad donde había crecido: Promise
Harbor, Massachusetts.

Y entonces Devon comenzó a reír. Como si ella fuera a volver a Promise Harbor
por algún motivo. ¿Pero por la boda de su ex novio y ex mejor amiga? ¡Ja! ¡Hilarante!

Se apoyó en el mostrador y se echó a reír, pero la risa se tornó en un sollozo, y


tomó su copa y bebió un gran trago de vino.

Sólo una hora más tarde, Allie llamó por teléfono. Devon agarró el teléfono con
fuerza.

—Hola —dijo Allie, su voz suave—. Llamé para ver si recibiste la invitación.

—Lo hice. —Devon pegó una sonrisa a pesar de que Allie no podía verla, porque
sabía que la haría sonar más feliz—. ¡Felicidades! Me sorprendió un poco.

—Um. Sí. Gracias, Devon. ¿Vas a venir?

Devon casi resopló y dijo: ¿Estás completamente loca?, pero Allie volvió a hablar.

—Espero que lo hagas —continuó—. A Josh y a mí nos encantaría que vinieras.

Oír el nombre de Josh hizo que su corazón golpeara en su pecho.


—Oh. ¿En serio?

—Sí. En serio.

—Estoy muy ocupada, Allie… —Mierda. Ella no había inventado una excusa.
Había planeado plasmar sus disculpas en la pequeña tarjeta impersonal incluida en la
invitación reservada para ello; disculpas sin explicación necesaria—. Sabes cómo es mi
trabajo…

—Lo sé, pero seguro que puedes tomar un par de días de descanso. A tu padre le
encantaría verte.

Devon se quedó mirando su teléfono con incredulidad.

—Sí, lo dudo.

—Bueno, a nosotros nos gustaría. Significaría mucho si vinieras. Sé que sería difícil
para ti…

Ante eso, la barbilla de Devon se alzó y enderezó los hombros.

—¿Por qué sería difícil? —preguntó ella con frialdad.

11 —Porque tú y Josh… ya sabes…

—Te lo dije antes, Allie, las cosas terminaron entre nosotros hace mucho tiempo.

—Oh, bueno. —El alivio hizo que la voz de Allie saliera entrecortada—. Estoy tan
aliviada de escuchar eso. Porque, ya sabes, me siento un poco… bueno, mal, y siento que…
bueno, no hemos hablado en mucho tiempo y tenía la sensación de que estabas dolida
cuando Josh y yo empezamos a salir, y no quiero hacerte daño, Dev. En serio.

Los ojos de Devon quemaban y su pecho se apretó.

—No estoy dolida. Estoy bien, Allie.

—¿Está segura?

Devon cerró los ojos con fuerza. Odiaba ese tono en la voz de Allie, como si Allie
sintiera lástima por ella. Ella levantó una mano y tocó con la punta de sus dedos el
extremo interno de un ojo, y lo apartó mojado. Pero se obligó a mantener su voz estable.

—Por supuesto que estoy segura. Y no sería difícil para mí ir a la boda. Como he
dicho, estoy feliz por los dos.

—¡Qué bueno! Será tan bueno verte. No has estado en casa durante tanto tiempo.
Los ojos de Devon se ensancharon. ¿Había acordado asistir a la boda? No, no lo
había hecho. Pero de alguna manera Allie pensó que iba a ir, y si ella se echaba para atrás
ahora, Allie pensaría que estaba mintiendo acerca de haber superado a Josh y estar feliz
por ellos.

Cosa que era totalmente cierta.

Respiró hondo.

—Voy a ver si puedo hacer malabares con las cosas en el trabajo para poder ir.

—Oh, eso sería genial.

Al finalizar la llamada, Devon se desplomó en el sofá de su apartamento del


vigésimo piso con vistas al centro de Boston, la ciudad ahora propagada como joyas
multicolores debajo de ella: citrino, topacio y diamantes brillando. A lo lejos las torres del
puente Zakim se extendían hacia el cielo nocturno.

No podía hacerlo. Iba a encontrar alguna excusa. Algo en el trabajo podría surgir y
ella no sería capaz de lograrlo.

Entonces pensó en Allie diciendo que sabía que sería difícil para ella, y una vez más
12 se enderezó. No quería que ellos sintieran lástima por ella. Tenía una gran vida. Una
carrera exitosa. Una hermosa casa. Una vida social muy activa. Está bien, no tenía esposo
o prometido, o novio incluso. De hecho, habían pasado algunos meses desde la última vez
que había tenido una cita, pero eso era sólo porque estaba tan ocupada y trabajando tantas
horas. Esa no era una razón para que sintieran lástima por ella.

Era cierto que no había estado en casa durante un tiempo. La idea de ver a su padre
hacía que su estómago se tensara un poco, y a decir verdad, prefería comer sus zapatos
Jimmy Choo que volver a Promise Harbor y recordar todas las razones por las que había
querido irse.

La idea de ver a Josh una vez más, una última vez antes de casarse con alguien más,
tiró de algo dentro de ella… pero Dios, ¿podía realmente soportar verlo casarse con
alguien más? ¿Casarse con Allie?

Bueno, tenía un mes para buscar la manera de salir de esto.

***

A la tarde siguiente, su jefe la llamó a su oficina cerca del final del día.

—Me temo que tengo malas noticias —comenzó Mel, una expresión fúnebre en su
rostro—. Esto no va a ser fácil.

Ella frunció el ceño. ¿Cuál era el problema? ¿Otro asunto con la cuenta Halbert?
—Lamento mucho tener que decirte esto.

Ella apisonó su impaciencia y trató de sonreír alentadoramente hacia él. Le dolía la


cabeza, como lo solía hacer en estos días, y tuvo que resistir la tentación de darse masajes
en los músculos del cuello doloridos.

—Sabes los desafíos que hemos estado enfrentando recientemente


—continuó él—. La industria de la banca de inversión acaba de pasar por uno de los
períodos más difíciles de su historia.

Ella asintió lentamente.

—Por desgracia, en una recesión económica, cuando una empresa está luchando
para mantenerse con vida, hay algunas buenas opciones por hacer. Hemos tenido que
tomar algunas decisiones difíciles.

La inquietud comenzó a retorcerse en su interior. Podrías ir al grano…

—Para seguir siendo competitivos, vamos a tener que reestructurar nuestra


organización.

Ella le entrecerró los ojos un poco, su mente trabajando para averiguar lo que él
13 estaba tratando de decir. De alguna manera tenía la sensación de que esta
“reestructuración” no iba a ser acerca de una promoción.

—Lo que estoy diciendo es que, vamos a tener que reducir el tamaño de nuestra
fuerza de trabajo.

—Oh. —Oh, no. Los despidos nunca eran una buena cosa.

—Lo siento, Devon.

¡Dios mío! ¿Esas eran lágrimas en sus ojos? Sus entrañas se apretaron y sus dedos
se cerraron alrededor de los apoyabrazos de la silla en la que estaba sentada. ¿Él no estaba
hablando de… ella? ¿Cierto?

—Esta decisión no es un reflejo sobre tu persona o sobre tus contribuciones


individuales a la empresa.

—¿Yo? —Su voz sonó seca y áspera. Ella tosió.

—Sé que estas noticias llegan por sorpresa para ti y que esta decisión va a ser
difícil de comprender.

Ella negó con la cabeza.

—Um…
—Te daremos tiempo para recoger tus pertenencias y limpiar el escritorio. O si lo
prefieres, puedes irte ahora mismo y nosotros empacaremos tus cosas y te las enviaremos a
tu casa.

¡Santa mierda de pato! Ella sacudió la cabeza, todavía tratando de comprender lo


que estaba sucediendo.

—¿Me estás despidiendo?

—¡No! Te estamos suspendiendo1. Es una decisión económica, Devon. Como ya he


dicho, no es un reflejo sobre tu trabajo. Pero tienes menos antigüedad.

—¿Soy la única que está siendo suspendida?

—No. —Una vez más pensó que él estaba a punto de llorar—. Diez personas de
este departamento están perdiendo sus puestos de trabajo.

—Oh. Dios. Mío.

—Estoy seguro que esta noticia es muy molesta para ti. ¿Hay alguien a quien te
gustaría llamar? ¿Puedo llamar a alguien por ti?

Ella parpadeó rápidamente ante el ardor en las esquinas de sus ojos. Extrañamente,
14 el único nombre que se le ocurrió en ese momento fue Josh. No su mamá o su papá o un
mejor amigo.

El estable, confiable y leal Josh. En ese momento, lo único que podía pensar era en
lo mucho que quería que sus fuertes brazos estuvieran alrededor de ella, su ancho pecho
presionado contra su cara.

Pero eso no iba a suceder jamás.

Parecía como si le hubiese tomado un par de horas conseguir el suficiente control


de sus emociones como para hablar, pero probablemente fue sólo un momento. Su lema era
“nunca dejes que te vean sudar”.

Ella levantó la barbilla y enderezó los hombros.

—No —dijo—. Estoy bien. —Ella tragó saliva, su garganta aún apretada y
dolorida—. Me gustaría darte las gracias por la oportunidad de trabajar aquí. Lo he
disfrutado mucho. —Había derramado su corazón y alma y toda su maldita vida en este
trabajo—. He aprendido mucho, y sé que me servirá bien en donde sea que termine.

El alivio resplandeció en el redondo rostro de Mel. Probablemente esperaba que


ella llorara o se enojara.
1
Suspendiendo: Del inglés “lay off”, término que se utiliza para rescindir de un vínculo (un trabajador),
especialmente de forma temporal.
O, cuando vio al guardia de seguridad cerca de la puerta de su oficina al salir, tal
vez habían incluso esperado algo peor que eso. Cielos. Ellos deberían saber que ella era la
persona con menos probabilidades de hacer una rabieta… o algo peor.

Empacó sus pertenencias con las manos temblando sólo un poco, y sus entrañas
anudadas en una dura bola. Se sentía irreal, como si esto no podía realmente estar
sucediéndole a ella. Pero lo estaba.

A la mañana siguiente, cuando no tenía ninguna razón para levantarse, fue


tentador simplemente tumbarse en la cama y ceder a otro ataque de llanto. Pero Jebús2, no
podía permitir que esto le sucediera a ella. Tenía contactos en el negocio. Tendría un
nuevo trabajo al final del día. Saltó de la cama y, con una taza de café cerca de su
computadora portátil y teléfono celular, comenzó a hacer investigaciones y realizar
llamadas.

Al final del día, no tenía un nuevo trabajo. Al final de la semana, no tenía un nuevo
trabajo. Tenía un ego magullado y maltratado, y una creciente sensación de desesperación.
Siguió diciéndose a sí misma que una semana no era mucho tiempo para estar de paro. Le
habían dado un pequeño paquete de indemnización, y sí, podía aprovechar algunos
beneficios del desempleo, pero estaba incómodamente consciente que sus ahorros eran
minúsculos. Se mordió el labio mientras miraba alrededor del apartamento que
15 probablemente no podría permitirse, amueblado con cosas bonitas en las que no debería
haber derrochado. ¡Santas vacas!

Sabía lo que tenía que hacer. Ella tenía que buscar en la red. La perseverancia era la
clave.

Sin embargo, casi un mes después, ella todavía no tenía trabajo.

Emitir un aire de desesperación era una manera rápida de matar cualquier interés
en alguien, por lo que en un último esfuerzo se vistió con su mejor traje de Donna Karan
para un almuerzo que se había arreglado con alguien con quien había ido a la universidad.
Martin trabajaba en Heffington International, un banco de inversión boutique. Éste era el
tipo de empresa que estaba en lo más bajo de su lista. Ella era la chica que había sido
reclutada en el campus por lugares como Goldman, y Morgan, y la compañía con la que
ella había terminado, Englun y Seabrook. Claramente, estaba dispuesta a aceptar una
reducción salarial. Demonios, estaba dispuesta a lamer las botas de cualquiera y trabajar
de forma gratuita.

Bueno, en realidad no.

Está bien, tal vez sí.

2
Jebús: Homero Simpson lo empleó en un capítulo debido a que los creadores de la serie son agnósticos y
no pueden emplear la palabra “Jesús.”
—Estamos contratando —le dijo Martin—. Estamos haciendo dinero, aunque no
tanto realmente en términos de ingresos. Pero oye, no estamos recibiendo fondos federales
de rescate, y no tenemos una gran cartera de activos deletéreos.

—Cuéntame más —murmuró ella, metiendo el tenedor en su ensalada Cobb en el


elegante restaurante del centro donde había almorzado muchas veces, pero que ya no
podía permitirse.

—Es una gran empresa para trabajar —dijo Martin—. Nos hemos establecido
como asesores de confianza y respeto. Somos conocedores de los problemas específicos y
las oportunidades que afectan las estrategias de las empresas, operaciones, y las
perspectivas de crecimiento orgánico y externo a nivel mundial.

—Así que la compañía es sólida.

—Sí. Demonios, sí.

—¿Con quién tengo que hablar allá?

Martin frunció el ceño.

—El director de recursos humanos es William Mudge. Pero vas a tener que
16 esperarlo. Se acaba de ir de vacaciones por tres semanas.

¡Caramba! Pero ella mantuvo su expresión cuidadosamente apacible.

—¿Tres semanas? Oh, querido Dios. ¿No hay alguien que lo cubra mientras está
fuera?

—Nah. Él es el que toma las decisiones. En consulta con los socios, por supuesto.
—Él frunció el ceño—. Creo que escuché que iban a contratar a alguien hace un par de
semanas y luego de alguna manera la oferta fracasó.

La urgencia se elevó en su interior. Caray, si estaban contratando activamente y ya


habían hecho una oferta a alguien más que no había funcionado, probablemente estaban
listos para hacer otra oferta. Tal vez ya se lo habían ofrecido a alguien en su corta lista.

—Maldición. Ojalá hubiera hablado contigo antes. Pero supongo que se está
tomando sólo la temporada de vacaciones de verano. —Ella ya se había encontrado con
este obstáculo unas cuantas veces.

—Sí. —Él sonrió—. Se fue a la Isla Greenbush con la familia. Al Oceanside Inn.
Bonito lugar.

¿Isla Greenbush? Devon se enderezó.

—¿En serio? Crecí cerca de allí. Promise Harbor.


—¿Ah, sí? Bonita zona. Muy pintoresca.

Sí, esa era la palabra.

—Estoy invitada a una boda allí este fin de semana —dijo ella lentamente.

Santa mierda. Su mente empezó a correr a medida que ella y Martin hablaron más
sobre el negocio de capital privado centrado en las principales empresas del mercado
medio orientadas al consumidor. La compañía por la que ahora tenía una imperiosa
necesidad de trabajar.

William Mudge. Él iba a estar en la isla a sólo un paseo corto en ferry desde
Promise Harbor.

En donde fue invitada a una boda.

Pero, Jebús Cristo, era la boda de Josh y Allie, la boda a la que ya había decidido no
ir, y sólo pensar en ello provocaba una punzada de dolor en su pecho. ¿Podría hacerlo?

17
Traducido por Lorenaa

Corregido por Clau12345

Podía hacerlo.

Se había repetido ese mantra todo el camino desde Boston hasta Promise Harbor.
Ahora estaba casi allí. Se agarró al volante mientras salía por la I-93. Estaba teniendo
serias dudas sobre su capacidad para sacar esto adelante, ahora.

Había querido volver y mostrarle a todo el mundo que no era ni una rechazada, ni
una perdedora; era una feliz y exitosa mujer de negocios, que podía acudir a la boda de su
ex novio y su mejor amiga porque lo había superado. Pero la realidad ahora era, que estaba
18 desempleada, sola y con una cuenta bancaria modesta que se interponía entre ella y tener
que subarrendar su apartamento y mudarse a un lugar más barato. Y respecto a lo de
haber superado a Josh… Bueno, no tenía mucha elección.

¿Por qué había venido?

Oh, sí. William Mudge. Heffington Internacional.

El familiar letrero la saludó: Promise Harbor, Población 20,121. Te prometemos que nos
amarás.

Sonrió. Cuando era pequeña se preguntaba cómo sabían exactamente la cantidad de


personas que vivía aquí, y si el alcalde, Marbell Jacobs, iba y cambiaba el letrero cada vez
que una persona se mudaba o nacía un bebé.

Pasó la playa, dunas pálidas y cubiertas de hierba bordeando el Océano Atlántico,


el cual se extendía largo y azulado. Miró hacia los degradados edificios de tejas grises
mientras conducía por las calles estrechas bordeadas por la sombra de los olmos. Promise
Harbor no había cambiado mucho desde la última vez que había estado allí. Había sido
para el funeral de la madre de Allie. Devon y Josh habían estado juntos entonces, y habían
vuelto al pueblo para apoyar a Allie y a su familia. La familia de Josh y la de Allie habían
sido unidas durante años, sus madres eran mejores amigas desde la infancia, y Josh había
estado tan devastado por la muerte de Lily como Allie.
Ese no era el recuerdo más agradable que tenía. Y ahora estaba otra vez allí, esta
vez no para un funeral sino para una boda. La boda de Allie y Josh. Es curioso cómo
pueden cambiar las cosas.

Giró por Cranberry Road hacía la pequeña casita donde su padre aún vive.
Tampoco lo había visto desde la última vez que había estado aquí. Lo que era triste,
realmente. Hablaban de vez en cuando por teléfono, pero papá no era muy hablador y las
conversaciones eran cortas y al grano. La culpa la golpeó un poco por no haber mantenido
el contacto, pero por otra parte, él tampoco había hecho mucho esfuerzo, y sabía que él
probablemente estaba aliviado de que ella no estuviese mucho por ahí.

Su estómago se tensó incluso más.

Se detuvo en la estrecha calle frente a la casa donde había crecido. La pequeña casa
de campo con tejas grises y toques blancos alrededor de las ventanas, todavía estaba
perfectamente cuidada, la valla recién pintada, el césped recién cortado. Las rosas
escaladas que su madre había plantado todavía crecían al lado de la casa donde la acera
desaparecía hacía la parte trasera. Suspiró y salió del auto.

Sacó la maleta del maletero del auto y la arrastró por la acera hacia la casa.
Esperaba que papá no estuviese, probablemente aún estaría trabajando, pero esperaba que
19 aún escondiera la llave en el mismo sitio. No había mucho crimen en Promise Harbor, y él
probablemente podría dejar las puertas desbloqueadas si quisiera. Pero no lo hacía, y
maldición, la llave no estaba debajo del jarrón de barro donde solía estar.

Se enderezó y se apartó el cabello de la cara, girándose hacia el caliente sol de


junio.

—Hola.

Dio un salto y se giró hacia la mujer que estaba parada al otro lado de la valla. Su
sonrisa se mostraba en su bonita cara. Devon supuso que debía tener unos cincuenta años,
con el cabello rubio corto y unas bonitas gafas rectangulares.

—Hola.

—Debes de ser Devon.

—Lo soy.

—Tu padre me dijo que ibas a venir. Soy Susan Henderson. La vecina de tu padre.
Obviamente. —Hizo una mueca.

—Encantada de conocerte, Susan. —Devon intentó recordar cuándo se habían


mudado los Faulkner.
—Tengo la llave de la casa —dijo Susan—. Si quieres esperar un segundo, voy por
ella para que puedas entrar.

—Oh. Bien. Gracias.

Susan desapareció dentro de su casa. ¿Él le había dado la llave a una vecina? Huh.
Devon esperó, inhalando la esencia de las rosas y los rayos de sol. Susan volvió en un
minuto y le pasó la llave por encima de la valla.

—Ahí tienes. Tu padre dejó de esconder la llave fuera después de que sucedieran
algunos robos en el pueblo.

—¿Robos? —A lo mejor Promise Harbor había cambiado.

Susan levantó un hombro.

—La mayoría relacionados con los turistas. Pero aún así. Tienes que ser cuidadosa.

—Sí —concordó Devon, acercándose para tomar la llave. Ahora que se había
acercado, vio algunas líneas alrededor de los ojos que le hicieron pensar que a lo mejor
Susan era un poco más mayor de lo que había pensado en un primer momento, a pesar de
que tenía la piel suave y encantadoras mejillas redondeadas que le daban un aspecto
20 joven—. Supongo que papá aún está en el trabajo.

—Debería estar en casa pronto.

Devon levantó una ceja. Susan parecía saber mucho de lo que pasaba con su papá, e
incluso tenía una llave de su casa.

—Genial. Llevaré mis cosas dentro. Gracias otra vez. —Sonrío amablemente.

Ella entró a casa por la puerta trasera y caminó hasta la cocina. Vaya. Casi tuvo que
cerrar los ojos ante los recuerdos que la inundaron de nuevo. Pero aunque algunos de los
recuerdos no eran tan buenos, sintió una extraña sensación de comodidad al estar en una
casa que le era tan familiar.

Nada importante había cambiado. Pasado de moda y un poco más desgastado que
antes, el lugar aún estaba limpio y arreglado. Una pequeña violeta africana dentro de un
bonito jarrón estaba sobre el alfeizar de la ventana del fregadero. Devon había lavado
muchos platos en ese fregadero, y nunca había habido una planta ahí antes. El aroma a
arándanos llenaba el ambiente, y vio una gran vela roja sobre la mesa. Eso también era
nuevo.

Arrastró su maleta hacia la habitación. Aquí, las cosas no habían cambiado para
nada. La había dejado hacía diez años cuando se fue a la universidad. Había vuelto desde
entonces, por supuesto, y hecho algunos cambios, pero el mismo edredón azul floreado
cubría la cama doble, las mismas cortinas blancas colgaban desde la ventana, la misma
lamparita blanca estaba sobre la mesita de noche pintada de blanco. Y aún así… había otra
vela sobre el tocador, era azul y perfumaba con algo precioso y floral.

Estaba bastante segura que su padre no la había puesto allí.

Desempacó algunas cosas, mayormente para mantenerse ocupada. Debía colgar su


vestido de boda… ¡uff! Se quedó inmóvil y cerró los ojos cuando una de esas estúpidas
puñaladas dolorosas le golpeó en el pecho otra vez. Su vestido no era un vestido de boda.
Era sólo un vestido para llevar a una boda. La boda de Josh.

Había gastado una fortuna en el maldito vestido de Badgley Miscka. Era tan
hermoso.

Pero ella no sabía que iba a perder su trabajo cuando lo compró. Y era demasiado
tarde para devolverlo, así que estaba pegada a él. Dejó sus zapatos —también caros— en
el suelo del armario y colgó un par de cosas más. No había traído mucho, ya que sólo
planeaba quedarse unos pocos días. La boda era el sábado, y ella había planeado irse el
domingo a primera hora a la Isla Greenbush. No podía permitirse el lujo de quedarse en el
lujoso resort en el que William Mugde se estaba quedando, pero podía pasarse por allí y
tomar el último ferry de vuelta a Promise Harbor.

Las últimas semanas habían sido agotadoras. No había dormido por la noche y se
21 había pasado los días buscando trabajo. Sus supuestos amigos habían desaparecido cuando
se enteraron que había perdido el trabajo, como si tuviesen miedo de que su mala suerte
fuera contagiosa. El rechazo le succionaba la vida a una persona, y pasaba las tardes
viendo horribles programas en la televisión, comiendo helado y bebiendo un montón de
vino.

Así que, sí, estaba muy entusiasmada por la boda ahora.

¡Qué se joda mi vida!

Escuchó un auto detenerse en el camino de entrada y una puerta cerrándose. Papá.


Enderezó los hombros, pegó una sonrisa en su cara y se dirigió a su encuentro.

Dios, él parecía tan contento de verla como ella de estar allí, con su rostro
bronceado tenso, y sus ojos estrechándose.

—Hola, Devon.

—Hola, papá. —Se movió hacia él e intercambiaron un breve abrazo, casi sin
tocarse. Mientras se apartaba, los ojos de él parpadearon y ella casi pensó que sus manos
temblaron un poco.

¿Podría estar él… nervioso?

—¿Conseguiste la llave de Susan? —preguntó él.


—No, irrumpí para entrar.

Él no apreció su intento de humor, ya que no se rió.

—Sí, lo hice —dijo ella con un suspiro—. Parece una buena vecina.

Él se encogió de hombros y evitó su mirada.

—Supongo. Se ofreció a ocuparse de ti mientras estuviera en el trabajo. Y han


habido algunos robos, así que ya no dejo la llave fuera.

—Susan lo mencionó —dijo ella—. Casi fui a la oficina. Sabía dónde estarías.

Papá tenía una empresa pesquera. Era dueño de un par de barcos y tenía gente que
pescaba lubina y pez azul. No hacía mucho dinero, pero a él le encantaba el océano y
pasaba mucho tiempo fuera en el agua. Después que mamá lo dejara, pasó todavía más
tiempo ahí fuera. Y menos tiempo con Devon.

—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó él.

Tuvieron una charla superficial. Y luego un golpe en la puerta sonó mientras la


cara de Susan aparecía por la ventana. Llevaba una gran cacerola.

22 Papá se movió para dejarla entrar, y ella le saludó con una sonrisa que
inmediatamente tuvo a los sentidos femeninos de Devon hormigueando.

—Hola otra vez —dijo Susan. Levantó la cacerola cubierta—. He traído lasaña
casera de pescado para tu primera noche de vuelta.

—Oh. —Devon simplemente parpadeó hacia ella—. Vaya. Es muy amable de tu


parte.

Ella miró de ida y vuelta entre su padre y Susan mientras papá tomaba la cacerola
y la dejaba en la encimera.

—Gracias —dijo él, con un rápido vistazo hacia Susan y, santo Dios, una sonrisa.

—Pensé que querrías algo mejor que la comida congelada que comes normalmente
para la primera noche de Devon en casa.

Cuando papá y Susan se miraron el uno al otro, no hubo duda de la conexión que
había entre ellos, y la mandíbula de Devon se aflojó un poco. Vaya. Qué raro.

—Uh… huele muy bien —pudo decir—. Estoy hambrienta. —No lo estaba. No lo
había estado desde que recibió aquella invitación para la boda por correo, pero ellos no
necesitaban saber eso. ¿Susan se iba a quedar y comer con ellos?
Cuando Devon y Susan se movieron a la vez hacia el armario donde guardaban los
platos, obtuvo la respuesta. Aparentemente Susan se iba a quedar y comer con ellos, sin
siquiera una invitación directa de su padre. Aparentemente simplemente asumió que se
quedaría a cenar. Otra vez, vaya.

Ella y Susan, ambas dudaron. ¡Incómodo! Se miraron la una a la otra. Claramente


Susan estaba cómoda aquí en la cocina de su padre. Susan retrocedió y esbozó su sonrisa
otra vez. Mientras Devon sacaba los platos del armario, Susan encontró los cubiertos, y
rápidamente pusieron la mesa, luego se sentaron a comer.

—Así que tus amigos van a casarse este fin de semana —dijo Susan—. Esta boda
ha sido la conversación del pueblo durante semanas.

—Oh. Seguro.

—Los Ralston y los Brewster han sido familias muy cercanas durante años. Es tan
romántico que ahora vayan a unirse por matrimonio. Todo el mundo lo piensa.

Todo el mundo menos Devon.

Susan claramente no se había dado cuenta que ella y Josh habían estado… juntos.
Su garganta se apretó y miró hacia abajo al plato de lasaña, que estaba realmente delicioso,
23 con trozos de cangrejo y vieiras, camarones y queso derretido.

Sí, las familias de Josh y Allie eran unidas. La madre de Allie, Lily, y la madre de
Josh, Sophie, habían sido mejores amigas y sus hijos habían crecido juntos. Devon había
conocido a Josh a través de Allie, cuando ellas se hicieron amigas en la adolescencia, a
pesar que sus primeros encuentros no habían sido en realidad nada relevantes. Él era tres
años mayor que ellas, un chico del último año en el instituto. La primera vez que Devon lo
había conocido formalmente fue en una Navidad, una grande que las dos familias pasaron
juntas.

Ella rápidamente desarrolló un enamoramiento por él, que ni siquiera había


compartido con Allie porque simplemente era de… locos. Él era guapísimo, con un metro
ochenta y tres de alto y unos hombros espectaculares, jugador de fútbol en el equipo del
colegio. Tenía el cabello marrón oscuro, los ojos color del whisky y una inmensa sonrisa
fácil; y en ese tiempo una novia porrista bonita y rubia que se pasaba el día pegada a él
como una guirnalda a un árbol de navidad.

Así que realmente, no había ni un poco de esperanza de que Devon pudiese estar
con él. Simplemente le gustaba pasar el rato con él, mirarlo y escucharlo hablar y adorarlo
desde lejos. En ese momento ella ni había pensado que él la había notado, pero se enteró
más tarde —años más tarde— que sí lo había hecho.
Lo veía alrededor del colegio algunas veces, y de vez en cuando en la casa de los
Ralston cuando iba a visitar a Allie, él estaba allí también. Él se fue a la universidad en
Boston un año después, y había vuelto a casa para Acción de Gracias, Navidad y algunas
otras ocasiones a través de los años. Ella había tenido otros novios, no es que hubiese
pasado los años suspirando por Josh Brewster, pero cada vez que lo veía, sentía una
atracción y una lujuria que siempre ocultó a Allie. A todo el mundo.

—Ese Josh Brewster es tan buen chico —continuó Susan—. Todo el mundo en el
pueblo lo ama, especialmente desde que rescató a los chicos Cardwell de su casa cuando
ardió en llamas. Es tan valiente.

Devon murmuró estar de acuerdo, aún mirando hacia su lasaña.

—Y todo el mundo admira la forma en la que cuida de su familia. De su madre y


hermana. Y también ha hecho mucho por los Ralston, desde que Lily murió.

Por supuesto que lo ha hecho.

—Y Allie es tan hermosa —conversó Susan—. Hacen una pareja hermosa. He


escuchado que su vestido de novia es espectacular.

—A Allie siempre le gustó la ropa bonita —murmuró Devon.


24 Cuando Devon se mudó a Boston para ir a la universidad, Josh se había graduado
con honores en ciencia del fuego y estaba trabajando para el Departamento de Bomberos
de Boston. Allie había contactado con él y pedido que viese como le estaba yendo a Devon
en la gran ciudad sola por su cuenta. La primera vez que escuchó su voz por teléfono, la
lengua se le puso pastosa, y su corazón martilleaba. Él había sugerido que se encontraran
para un café alguna vez, y al principio ella trató de negarse, pero él insistió en que Allie
quería que la viese y saber cómo estaba, así que ella aceptó.

Después de ese primer café juntos, no se habían visto mucho, pero Josh había
mantenido el contacto y la había ayudado en algunas cosas, cuidándola en la gran ciudad.
Se había dicho a sí misma que él era como un hermano mayor y había apartado esos
sentimientos de atracción por él. Hasta que un día… las cosas cambiaron.

Devon hurgó en su lasaña mientras Susan hablaba. Papá soltó algunas breves
respuestas inesperadas mientras Devon viajaba por la tierra de los recuerdos. La primera
vez que Josh la había besado era un recuerdo que a ella le gustaba sacar de vez en cuando y
revivirlo, un recuerdo que hacía que su corazón se hinchara con alegría y doliese de
tristeza. Era del tipo de cosas como cuando tienes algo atrapado entre los dientes, o una
herida en la boca que no puedes dejar en paz a pesar de que duele. Mantenía ese recuerdo
vivo incluso aunque… dolía. Suponía que el mundo era agridulce. Como el venir a esta
boda, con una novia que no era ella.
Ella volvió al presente con un peculiar suspiro de su padre y Susan hablando,
sonriéndose el uno al otro. Después de que comieron, Devon se fue a limpiar los platos
como siempre hacía cuando era una adolescente, y Susan permaneció en la cocina para
ayudarla. Papá las dejó solas, y ella escuchó la televisión encenderse en la sala de estar.

Le echó una mirada a Susan mientras ella limpiaba un plato en el fregadero.

—¿Has vivido al lado mucho tiempo?

Susan la miró y le dio una sonrisa torcida.

—Doug no te ha hablado sobre mí, ¿verdad?

—Um, no. —Ellos no hablaban mucho, y cuando lo hacían no iba más allá de lo
básico. Pero, ¿una relación con una mujer? Demonios, eso era algo de mencionarse.
Pensarías.

Susan le sonrió.

—Bueno, le dejaré eso a él.

—Ja —dijo Devon—. Mejor podrías decírmelo tú. Aparentemente él no va a


hacerlo.
25
Susan levantó una ceja, y la culpa le golpeó por ser tan desleal con su padre como
para criticarlo delante de un extraño.

—Papá ha estado solo mucho tiempo —dijo ella—. Supongo que sólo estoy un
poco sorprendida.

—Él me contó que tu madre se fue.

—Sí. Eso fue hace dieciséis años.

Devon entendía por qué su madre se había ido. Había sido hermosa y divertida, y
Devon siempre había sabido que su madre quería más que simplemente vivir en Promise
Harbor, casada con un hombre que llevaba un pequeño negocio de pescados. A ella le
gustaba arreglarse y salir a cenar, y a pesar de que habían algunos encantadores
restaurantes en Promise Harbor que atendían a la enorme afluencia de turistas cada
verano, siempre había querido ir a Boston o Nueva York de compras, a cenar, ver obras de
teatro o conciertos. Y eso no eran exactamente la clase de cosas que hacía papá.

Incluso desde pequeña, Devon se había preguntado cómo acabaron juntos, y más
tarde al crecer lo descubrió juntando las piezas que sabía, las pequeñas cosas que su padre
compartió y lo que había aprendido de otros en el pueblo. La familia de su madre había
sido rica y había alquilado una propiedad a las afueras del pueblo durante un verano, en el
cual ella había tenido dieciocho años, y había conocido a papá.
Se enamoraron y su madre se quedó embarazada. De ella. De alguna manera mamá
terminó quedándose en Promise Harbor y permaneció durante doce años que al parecer
habían sido una tortura para ella. Con el tiempo simplemente no pudo soportarlo más y
regresó a Nueva York con su familia, a la vida que ella había querido seguir.

Lo que Devon no entendió entonces, y probablemente nunca lo haría, es por qué su


madre no se la llevó con ella.

—Eso debe haber sido difícil —dijo Susan con voz amable—. No puedo
imaginarme dejar a mis hijos.

—¿Tienes hijos?

—Sí. Ambos están en la universidad. —Para responder a la pregunta que destelló


en los ojos de Devon, añadió—: Estoy divorciada.

Devon asintió.

—Lo siento.

—No. Es algo bueno, créeme. Pero cuando mi marido y yo nos separamos, habría
luchado a muerte para poder quedarme con mis niños.
26 Devon inclinó la cabeza y frotó un plato.

¿Por qué su madre no se la llevó con ella?

Se había hecho esa pregunta millones de veces. Habría querido ir con ella. No es
que no quisiera a su papá. Pero una chica necesita a su madre, y siempre había amado
cuando su madre la llevaba a sus largos viajes por la ciudad. Estaba fascinada por la vida
de la familia de su madre, por la gran ciudad, sus rascacielos, boutiques y elegantes
restaurantes. Ella quería eso también, y cuando su madre se había ido para reanudar su
vida sin ella, quedó devastada.

El día en que mamá se fue, Devon había llorado y rogado que se la llevara con ella.
Su madre le había dicho que dejara de llorar porque se veía fea. Entonces ella había
tragado fuerte, se había secado las lágrimas y había tratado de sonreír. Pero su madre se
había ido sin ella de todos modos. Después de eso, Devon se había prometido que nadie la
vería llorar de nuevo, jamás.

Ahora, ella sólo sentía desprecio por una madre capaz de hacer algo así, pero en
aquel momento, había sabido que su madre la había dejado porque no era lo
suficientemente buena para encajar en esa clase de vida. Tampoco lo era su padre, con su
rostro bronceado por el sol y el aire, sus manos callosas y su ropa de trabajo. Así que ellos
se quedaron juntos mientras su madre se iba a vivir la vida que siempre había querido.
—Tu padre es un buen hombre —dijo Susan—. Supongo que tu madre sabía que
podía confiar que él te cuidaría.

El pecho de Devon dolió. Seguro, su padre era un buen hombre. Y sí, él la había
cuidado. Pero se había perdido mucho de su vida.

—Mi padre cambió después de que se fuera mi madre —dijo ella despacio—. Él
nunca fue de los que hablaban mucho, más del tipo fuerte y silencioso, ¿sabes?

Susan sonrió y asintió mientras tomaba una toalla para secar los platos que ella
acababa de lavar.

—Sin embargo, él solía hablar más. Y reír, sonreír. Pero después que se fue mi
madre… no sonrió mucho.

Él había levantado la barbilla, cuadrado los hombros y le había dicho a Devon que
tendría que ayudar con las comidas y las tareas. Ella había intentado hablar con él,
preguntarle lo que había pasado. Quería… necesitaba saber que no era su culpa el que su
madre se hubiese marchado. Pero él se negó a hablar de ello, y sus vidas continuaron como
siempre lo habían hecho pero sin el toque de diversión y glamur que su madre proveía,
convirtiéndose en su lugar en aburrido y gris.

27 Sin embargo, ella no le dijo a Susan todo eso. Decirle a la gente cosas así era
incómodo. Nunca había querido que la gente sintiera lástima por ella, así que siempre
había fingido que las cosas estaban bien y nunca se quejó o lloriqueó. Nunca lloró. Sólo
continuó, como su padre quería que hiciera.

La única persona que sabía sobre todo eso era Allie. Cuando Devon había
empezado a salir con ella, la familia de Allie la había deslumbrado. Hablaban y reían y
hacían cosas divertidas juntos. Ponían un árbol de navidad y lo decoraban cada año juntos,
horneaban pasteles para cada cumpleaños y tenían fiestas incluso para los adultos. Estaba
segura que ellos sentían pena por ella, por la forma en la que su madre la había dejado y su
padre la trataba.

No es que él la tratara mal —no hubo abuso o nada de eso— pero comer pavo
congelado y cenas de relleno, el día de Navidad sin adornos, era bastante patético.

Pero como con todo lo demás, ella fingió que estaba bien.
Traducido por Lizzie y Vero

Corregido por Nony_mo

Josh miró la etiqueta de la botella de cerveza que sostenía, tratando de enfocar sus
ojos en ella con gran dificultad.

—¿Esta cerveza realmente se llama Bromance? —le preguntó a Jackson, su mejor


amigo y padrino de su boda de mañana.

Habían estado sentados en Stone’s Sports Bar por los últimos… ¿cuánto tiempo?
Josh había perdido la pista, y todos sus otros amigos se habían dirigido a casa. Sólo él y
Jackson quedaban después de salir con los chicos la noche antes de la boda.
28 —Sí. Bromance Brown Ale.

Josh asintió.

—Está bien. Bueno. Te quiero, hombre.

—Tal vez es hora de ir a casa —dijo Jackson.

—No. Yo no quiero ir a casa aún.

—¿Por qué no?

Josh ahora trataba de concentrarse en la veta de la madera de la pequeña mesa.


¿Cómo podía decirle a Jackson la verdad? No quería ir a casa porque entonces se iría a la
cama y se quedaría dormido —o perdería el conocimiento— y cuando despertara sería el
día de su boda.

—Podría estar arrepintiéndome —murmuró.

Jackson se acercó más.

—¿Qué es eso? ¿Qué has dicho?

Josh suspiró.
—Podría estar arrepintiéndome.

Las cejas de Jackson se alzaron.

—¿Por la boda?

—No, por levantarme de esta mesa. —Entonces se rió en voz alta. Maldición, él
era divertido. Borracho, pero divertido.

—Mierda, hombre, ¿hablas en serio? ¿Deseas cancelar la boda?

—No. Por supuesto que no. Yo no haría eso.

Jackson lo miró fijamente.

—Pero tienes dudas.

Josh suspiró.

—¿No lo tienen todos los hombres antes de atarse a la vieja cadena? —Entonces se
dejó caer un poco. Nunca había pensado en Allie como una “cadena”, y eso era muy injusto.
Ella era increíble y él quería casarse con ella. Él lo quería—. No quise decir eso —
murmuró.
29 —Creo que algunos hombres lo hacen. —Jackson hizo una mueca y se pasó una
mano por el cabello—. Nunca he tenido el valor de incluso proponerme a alguien, así que
no lo sé. Pero sí, es probable que sea normal que te sientas un poco nervioso. Es un gran
paso. Es serio.

—Sí. Serio. No estás ayudando, amigo.

Jackson sonrió.

—Lo siento. Bueno, cómo es esto. Has conocido a Allie por siempre. La amas.
Amas a su familia. Ellos te aman. Tu madre está encantada por esto. La ciudad entera está
detrás de ti en esto. No hay nada que temer. Ustedes dos van a tener una vida larga y feliz
juntos.

Josh asintió, todavía mirando hacia abajo a la mesa.

—Aún no estás ayudando.

Jackson le dio una palmada cordial en la espalda, casi haciéndolo caer del taburete.

—Vas a estar bien. Una vez que estés ahí en la parte delantera de la iglesia viendo
a Allie caminar por el pasillo luciendo como un millón de dólares, estarás muy contento de
que te vayas a casar con ella.
Josh agarró su Bromance Brown Ale y la vació.

—Cierto. Absolutamente. No puedo esperar.

—Mierda. —Jackson lo miró. Con todos sus cuatro o quizá cinco ojos—. Estás
noqueado.

—No, no lo estoy. —Josh se enderezó—. Estoy bien. Vamos a pedir otra ronda.

—Nop. Voy a hacer mi trabajo de padrino y arrastraré tu trasero fuera de aquí.


Igual vas a necesitar una gran botella de Tylenol y una jarra de Visine en la mañana.

—Oh, está bien. —Josh se bajó del taburete y se aferró a la mesa por un momento
en el que el suelo se movió un poco por debajo de sus pies. Oye, ¿eso fue un terremoto? Si
había un gran terremoto probablemente no serían capaces de celebrar la boda mañana.

Eso era una estupidez. Quería casarse con Allie.

—Necesito una hamburguesa —anunció.

Jackson puso los ojos en blanco.

—Está bien, grandulón. Vayamos a Barney’s y luego te llevaré a casa.


30 —Sí. Barney’s. Puedo pedir una hamburguesa de nogal. Y papas fritas. —Por
alguna razón, en ese momento Devon le vino a la cabeza. Sentado en Barney’s Chowder
House comiendo hamburguesas de nogal con ella. Esa era su hamburguesa favorita
también. Suponía que la hamburguesa de nogal de Barney’s siempre iba a estar asociada
con ella en su mente.

Su jodida, hasta la mierda, mente.

Caminaron la corta distancia desde el bar hasta Barney’s, bajo la clara y fresca
noche de junio. Josh respiró profundamente el aire ligeramente salobre de Promise
Harbor, el Océano Atlántico no muy lejos de allí sin importar en dónde estabas. A él le
gustaba vivir aquí, a pesar de que había sido una decisión difícil regresar el año pasado.
¿Por qué demonios estaba tan preocupado? Vivir aquí como un hombre casado no iba a ser
diferente a vivir aquí como un hombre soltero.

¿Eso tenía algún sentido? Por supuesto que sería diferente. Estaría casado.

Dentro de Barney’s, las personas llenaban casi todas las cabinas y mesas. Viernes
por la noche. Correcto. Pero Josh y Jackson encontraron una mesa vacía y se sentaron.

—Sabes —dijo Jackson—. Si estás teniendo serias dudas acerca de casarte, no es


demasiado tarde.

Josh le dio una sonrisa torcida.


—Claro que lo es.

—No. No es demasiado tarde, hasta que los votos sean dichos. —Jackson se inclinó
sobre la mesa, con el rostro serio—. Si quieres huir, nos conduciré a México esta noche.
Sólo di la palabra.

—¿México? —Josh levantó una ceja.

—O donde sea.

Josh negó con la cabeza.

—Sabes que no puedo hacer eso. Le hice una promesa a Allie. Yo siempre
mantengo mi palabra.

—Sí. Siempre lo haces. —Sonrió Jackson—. Eres un hombre de honor.

—Tienes toda la maldita razón. —El aroma de la sopa de mariscos, hamburguesas


al carbón y grasientas papas fritas llenaron su cabeza e hicieron gruñir su estómago—.
Soy un hombre de honor —dijo a la camarera que llegó a tomar su orden—. Y estoy
jodidamente hambriento.

Ella parpadeó.
31
—No le hagas caso —dijo Jackson con una sonrisa para la adolescente—. Él se va a
casar mañana.

—Lo haré —dijo—. Con la mujer más maravillosa del mundo.

Pero una vez más, el rostro de Devon apareció en su mente. ¿Qué carajo? ¿Por qué
seguía pensando en ella esta noche? Luego parpadeó. Parpadeó de nuevo. Y sacudió su
cabeza.

Él no estaba sólo imaginando su rostro. Ella estaba justo allí frente a él, sentada en
la cabina al otro lado de ellos.

Santa mierda.

Él la miró fijamente. Ella le devolvió la mirada.

—Devon —susurró él.

La cabeza de Jackson se giró bruscamente.

—¿Devon?

Josh tragó. Su corazón quizá se detuvo. Tenía que ponerlo en marcha de nuevo o
moriría. Y él no podía morir un día antes de su boda. Pero allí… sí, su corazón estaba
yendo de nuevo. Rápido. Duro. Eso podría ser peor. Ahora tenía miedo que fuera a estallar
fuera de su pecho. Miró a Jackson.

—Allie la invitó a la boda.

—Jesús Cristo.

Ella estaba sentada sola en la pequeña cabina, en la mesa una hamburguesa de


nogal a medio comer frente a ella, mirándolo con los ojos completamente abiertos y los
labios entreabiertos. Su largo cabello castaño colgaba sobre sus hombros, y esos sexys ojos
inclinados parpadearon hacia él. Luego sonrió, una especie de sonrisa triste que le hizo
doler.

—Hola, Josh.

—Devon. Hola. —Lo siguiente que supo es que estaba sentado frente a ella, sin
dejar de mirarla—. ¿Cómo estás?

***

La garganta de Devon se cerró y sus manos temblaban, así que las entrelazó sobre
su regazo debajo de la mesa. ¿Por qué había venido aquí? Había estado dando vueltas en la
32 casa con su padre. Él se había ido a la cama, y ella lo había intentado, pero no podía
dormir. Por alguna extraña razón decidió visitar Barney’s Chowder House y pedir una
hamburguesa de nogal. No es que tuviera hambre, pero ella amaba las hamburguesas de
nogal de Barney’s y estaba aquí en Promise Harbor, y… ¿por qué no? Y ahora Josh estaba
sentado frente a ella, mirándola fijamente.

—Devon. Hola —dijo él—. ¿Cómo estás?

—Bien. Estoy bien. ¿Cómo estás tú?

—Bien. —Una pausa—. Estoy borracho.

—Oh. De acuerdo. —Una sonrisa asomó a sus labios. Jebús Cristo, era tan
condenadamente hermoso que hizo que su corazón se apretara. Su cabello castaño oscuro
estaba alborotado y terminaba en todas direcciones, y sus ojos marrón dorado le devolvían
la mirada con una intensidad un poco fuera de foco. Un rastrojo de barba oscurecía su
mandíbula cuadrada, y su amplia boca se curvaba en una sonrisa tímida—. Supongo que se
te permite la noche anterior a tu boda.

—Sí. —Sus ojos se ensombrecieron—. Me voy a casar mañana, Devon.

—Lo sé. Es por eso que estoy aquí. —Su corazón ahora se suavizó, mirando sus
largas pestañas bajando sobre sus ojos ámbar, su pequeña nariz recta, su hermosa boca.
Imágenes la bombardearon: ella pasándole un dedo por la nariz, besando las esquinas de
esa boca, pasando sus manos por su cabello, acariciando su cuello, respirando su olor.
Él inclinó la cabeza hacia un lado.

—No pensé que vendrías.

Su pecho estaba tan apretado que apenas podía respirar.

—Bueno. Uhm. Quería venir y… y desearles a ti y-y a A-Allie todo lo mejor. —


Odió cómo tartamudeó su voz.

Él asintió lentamente, su rostro solemne.

—¿En serio?

No.

—Sí.

—¿Has visto a Allie?

—No. —No creía que pudiera. No había pensado que pudiera enfrentarse a ella,
tampoco. Se había imaginado a sí misma sentada en la iglesia, sólo uno de los otros dos
centenares de personas allí para ser testigo de sus votos. Pero ahora Josh estaba sentado
justo frente a ella.
33 Había tantas cosas que quería decirle, y sin embargo, tanto que no podía decirle.
Josh. La presión crecía detrás de sus ojos y pómulos. La emoción crecía en su interior. ¿Por
qué te casas con ella? ¿Qué hay de mí? ¿Qué nos pasó, Josh? ¿Qué te está dando ella que yo no pude?
¿Solo el hecho de vivir aquí en Promise Harbor? ¿Eso es todo?

Después de que Josh se había ido, después de que ella había llorado durante una
semana y pasó los siguientes seis meses vacilando entre la ira y la depresión, se dijo que
algún día iba a conocer a alguien más. Alguien como él. Una persona honorable, valiente y
leal. Había otro hombre por ahí, alguien como él, pero alguien quien le daría su honor a
ella, alguien quien le sería fiel a ella.

El corazón le dolió tanto en ese momento no pudo pensar con claridad. Estaban
sentados allí mirándose el uno al otro a través de la pequeña mesa de Barney’s Chowder
House, donde habían ido esa vez que habían vuelto a Promise Harbor para el funeral de la
madre de Allie, la única vez que habían estado allí como pareja. El aire a su alrededor se
hizo pesado, cargado de recuerdos, nostalgia y arrepentimientos. Bueno, ella sentía
arrepentimiento de todos modos; no podía hablar por Josh, pero como él la miraba con los
ojos entrecerrados y sonrisa lenta y melancólica… pensó que tal vez él también lo hacía.

Pero ya era demasiado tarde para eso, por lo que empujó todo eso a la parte
posterior de su cerebro a donde pertenecía. Más tarde, ella traería los recuerdos de nuevo,
dejándose sentir la nostalgia y el arrepentimiento, pero ahora, no podía. Porque mañana
Josh y Allie se iban a casar.

Su garganta se cerró y sus ojos ardieron pero mantuvo la sonrisa firmemente en su


lugar, tratando de mostrarle que estaba bien.

—Espero que tú y Allie sean muy felices juntos —dijo, en voz baja, porque si ella
hablaba un poco más fuerte saldría temblorosa—. Quiero que seas feliz.

Ella realmente quería que él fuera feliz. A pesar de que ella no lo era.

—Devon. —Su nombre fue un suspiro a través de sus labios.

Jackson estaba sentado allí observándolos, sus cejas casi juntas. Devon le sonrió a
él también, y él hizo una especie de mueca. La camarera llegó con sus hamburguesas y
papas fritas.

—Tu comida está allá —dijo ella, asintiendo.

—Uh. Sí. —Josh vaciló—. ¿Quieres unirte a nosotros?

Su sonrisa empezaba a doler.

34 —No, ya terminé. Sólo me estaba yendo. Es bueno verte de nuevo, Josh.

Todavía la miraba con esa expresión divertida, y luego también él sonrió y asintió.

—A ti también, Devon. A ti también.

Ella tomó su cuenta y se apresuró hacia la parte delantera para pagarla y de ese
modo poder largarse de allí.

***

—Queridos hermanos, estamos aquí reunidos para unir a este hombre y a esta
mujer en sagrado matrimonio. —La voz del ministro se arrastró a través de la iglesia
silenciosa mientras empezaba la ceremonia. El reverendo Morgan abrió la boca para
continuar…

—Oh, demonios que no.

Todas las cabezas de la Iglesia Metodista de San Marcos se volvieron hacia el


hombre caminando por el pasillo central. Vestido con una sudadera y una camiseta sobre
unos jeans desteñidos, él no encajaba. En absoluto.

Sentada allí con el resto de los invitados de la boda, los ojos de Devon casi se
salieron de órbita. ¿Ese era Gavin Montgomery, sin afeitar y con el cabello andrajoso?
Casi no lo reconoció.
Hayley Stone, sentada al lado de Devon, se puso de pie. Devon frunció el ceño
cuando una pequeña ramita y una hoja cayeron del cabello de Hayley ante su brusco
movimiento.

—¿Gavin? —La pregunta llena de sorpresa de la novia se elevó por encima de los
jadeos, susurros y bancos crujiendo en la iglesia.

Jebús Cristo, ¿Allie los había invitado a ambos, a su ex y a la de Josh, a su boda?


Eso es tener agallas. Excepto que… ¿qué estaba haciendo Gavin?

—¿Ese es Gavin? —Josh miraba a Allie con incredulidad. Se volvió hacia Gavin y
dio un paso hacia él, con el ceño fruncido—. ¿Qué diablos crees que estás haciendo?

Oh, sí. La congregación entera quería saber la respuesta a esa pregunta, incluyendo
a Devon.

—Estoy aquí para hablar con Allie —dijo Gavin.

Josh se abrió paso entre él y Allie.

—Estamos como en medio de algo.

35 Devon observó a Josh dar un paso tan protectoramente delante de su prometida. Su


prometida. Un dolor se instaló detrás de su esternón y se llevó una mano allí.

—Sí, esto no puede esperar. —Gavin miró por encima de Josh hacia Allie—. Tengo
que hablar contigo. Ahora.

El rostro de Allie palideció y sus ojos se abrieron de par en par. Devon casi dio un
salto para ir junto a ella, pensando que podría estar a punto de desmayarse. Greta, la
hermana de Josh y dama de honor de Allie, dio un paso más cerca. Algo punzó en el
interior de Devon que podría haber sido… celos. Siempre había pensado que ella sería la
dama de honor de Allie. No es que quisiera serlo. No en esta boda.

Gavin comenzó a moverse hacia Allie, pero Josh lo bloqueó.

—Yo no lo creo, Gavin.

La iglesia estaba completamente en silencio. El hombre frente a Devon tenía su


teléfono fuera y estaba tomando fotos, por el amor de Dios. Él probablemente las estaría
publicando en Facebook después.

Devon se inclinó hacia delante.

—¡Deja eso! —dijo ella entre dientes.


—Escucha, puedo hacer esto aquí, delante de todo el pueblo —dijo Gavin—. Me da
lo mismo. Me voy a ir de aquí con Allie de una manera u otra. Pero creo que mantener
algo de esto en privado podría ser apropiado. —Se inclinó alrededor de Josh para mirar a
Allie—. Tengo algunas cosas que necesito decirte antes de que le digas “Acepto” a otro
hombre, Al.

Josh suspiró, se acercó más y bajó la voz. Devon boquiabierta se esforzó por oír sus
palabras.

—No hagas esto, Gavin. ¿No te has metido con ella lo suficiente? Déjala ser feliz.

—Eso es exactamente lo que quiero hacer —dijo Gavin, su voz firme—. ¿Es eso lo
que tú quieres?

—Estoy de pie junto a ella vistiendo un traje frente a un ministro. ¿Tú qué crees?

Devon contempló a Josh, su cabello corto y de color marrón oscuro peinado tan
cuidadosamente fuera de su rostro, la mandíbula cuadrada afeitada y –ahora mismo–
cerrada muy tensa. Sí, él estaba allí de pie con un esmoquin, tan elegante y guapo, listo
para casarse con otra mujer. No se veía feliz por esta interrupción. ¡Dios mío, qué
humillante tener a otro hombre interrumpiendo tus votos matrimoniales! Devon resistió

36 nuevamente las ganas de saltar sobre sus pies y apresurarse, esta vez, a su lado. Sus manos
se apoderaron de la parte posterior del banco frente a ella mientras se deslizaba hacia el
borde del asiento.

—Creo que si no la dejas hablar conmigo, sabes que siempre se preguntará. Tú no


quieres que haga eso, ¿verdad? ¿Que tú esposa se esté preguntando acerca de otro
hombre?

Josh dejó escapar un largo suspiro y se pasó la mano por el cabello. Luego dio
media vuelta hacia su novia.

—¿Allie?

—¿Qué podría preguntarme? —dijo Allie, mirando a Gavin.

—Te preguntarías qué tenía que decirte con tanto ahínco como para volar más de
cuatro mil kilómetros y correr hasta aquí para detener tu boda.

Allie miró a Gavin. No había ni un sonido en la iglesia a medida que el tiempo se


extendía.

Devon no podía creerlo. Con los ojos muy abiertos, miró la escena que se
desarrollaba, esperando, junto con todos los demás en la iglesia, por la respuesta de Allie.
Era como si la congregación entera contuviera una respiración colectiva.

—Allie —dijo Gavin de nuevo, rompiendo el silencio.


Allie apretó los labios y negó con la cabeza.

—Es demasiado tarde —susurró ella.

Devon exhaló lentamente. Pero en el santuario iluminado por las velas, las
lágrimas brillaron en los ojos de Allie. ¿Por qué lloraba? Debería estar enojada con Gavin
por hacer esto, interrumpiendo su boda. La mirada de Devon se desplazó a Josh. Ahora él
parecía enojado. Oh Dios. Si él realmente amaba a Allie, esto estaría rompiendo su
corazón. Su propio corazón sufría por él, y se llevó una mano a la garganta.

—Tonterías —dijo Gavin. Dio un paso adelante, dobló las rodillas y levantó a Allie
en sus brazos. Se dirigió hacia la puerta lateral de la iglesia. Un murmullo recorrió la
multitud.

—¡Gavin! —Allie pataleó la falda de su vestido de novia enredado alrededor de sus


piernas, pero él no se detuvo.

—Sólo un maldito minuto… —comenzó Josh.

Gavin se volvió.

—Dame una oportunidad —le dijo Gavin—. Déjame hablar con ella. Déjame
37 decirle lo que he venido a decir. Luego, si ella quiere volver, yo mismo voy acompañarla
hasta el altar.

Gavin se volvió hacia la puerta, inclinando la cabeza para decirle algo a Allie. Ella
lo miró y le susurró algo a cambio. La señorita Gurney, la pianista, saltó para abrir la
puerta, y Gavin salió al sol de junio con la novia de Josh en sus brazos.

La boca de Devon cayó abierta de nuevo. Oh querido Dios. Devon miró de nuevo a
Josh, a la línea sombría de su boca, las cejas dibujadas hacia abajo sobre sus hermosos ojos
color ámbar. Y luego, cuando él se volvió para mirar la iglesia llena de gente, sus ojos
captaron los suyos. Y los sostuvieron. Calor estalló dentro de ella y, una vez más, casi se
puso de pie para ir junto a él.

Luego él se volvió y se dirigió a la puerta para seguirles afuera. La luz del sol llenó
la iglesia cuando la puerta se abrió, y luego se cerró detrás de él, dejando una multitud
aturdida sentada en medio del aroma de cera de abejas y flores. Santos dedos de pescado.

Esta vez no pudo contenerse. Se levantó y empezó a apretujarse para pasar más allá
de los otros en el banco.

—Disculpe —susurró—. Disculpe. ¡Oh, lo siento! Disculpe.

La gente había empezado a susurrar y hacer un bullicio, y ella corrió hacia la puerta
lateral por la que Josh acababa de salir. Parpadeó bajo el sol y luego se centró en Josh,
quien estaba de pie en la acera, gritando:
—¡Esperen!

Gavin se detuvo y se dio la vuelta, todavía cargando una gran nube blanca de
vestido de novia que era Allie.

—¿Qué diablos, Allie? —demandó Josh—. ¿Te vas con él?

Gavin dio a Josh una mirada directa.

—Allie me llamó anoche —dijo.

Josh se quedó helado.

—¿En serio?

Allie abrió la boca para responder, parpadeando rápidamente, pero las palabras no
salieron.

—Ella me llamó y me dijo que siempre me amaría —añadió Gavin.

En los brazos de Gavin, Allie gimió y cerró los ojos.

—¿Allie? ¿Es eso cierto?


38 Finalmente, ella dijo en voz baja:

—Bueno…

Gavin sonrió.

Las manos de Josh se cerraron en puños. Negó con la cabeza.

—Jesucristo. ¿Estabas ebria?

Los ojos de ella se apartaron de él.

—Tal vez un poco.

Caray. Devon recordó que Josh había estado más que con algunas copas encima
anoche también.

—¿Has llamado a Gavin la noche antes de nuestra boda y le has dicho que siempre
lo amarías?

—No exactamente —dijo ella—. No le dije que viniera ni nada así. No le dije que lo
amaba.

Josh se pellizcó el puente de la nariz.


—Allie. Nos estamos casando. Tú no cambias simplemente de opinión en el último
momento en algo como esto.

—Lo siento —susurró ella.

Josh continuó allí de pie, con los hombros rígidos.

Oh, Dios mío. Esto realmente estaba pasando. El corazón de Devon golpeaba
contra su esternón.

Allie miró a Gavin y asintió.

—Eso es todo lo que necesitaba escuchar —dijo él, se volvió y se dirigió a su


vehículo, estacionado diagonal en la zona de carga en la parte delantera de la iglesia como
si hubiera corrido a más de cien kilómetros por hora.

Josh se frotó la parte posterior del cuello y miró sus zapatos, luego se volvió.
Apoyándose contra la puerta de la iglesia, los ojos de Devon se encontraron con los suyos.

—Devon —murmuró.

—¿Realmente está marchándose con él? —exigió.

39 Él asintió.

—Maldición. ¿Estás bien?

—Sí. —Frunció el ceño—. Estoy enojado como el infierno, pero estoy bien. ¿Qué
diablos, Dev? Me acaban de plantar en el altar.

—No puedo creer eso. —Ella estudió su rostro. Definitivamente parecía más
enfadado que con el corazón roto.

—¡Lo sé! No puedo creer que ese idiota simplemente irrumpiera allí de esa manera.

—Qué cosa tan jodida para hacer.

—Y no puedo creer que ella se fuera con él. Jesús maldito Cristo. —Se frotó la
parte posterior de la cabeza—. Cuando le das a alguien tu palabra y le dices que vas a
hacerlo, tú sólo lo haces, maldición.

—Sí. —Ella le dio una sonrisa triste—. Así es. —Oh, sí. Ese era Josh, de acuerdo.
Un hombre de palabra.

Él negó con la cabeza.

—¿Qué diablos se supone que debo hacer ahora? Hay toda una iglesia llena de
gente sentada allí. Esto es increíble.
Le dolía el corazón por él.

—Supongo que es mejor que entres y les dices que la boda se canceló.

—Mierda. —Cerró los ojos y echó atrás la cabeza por un momento—. Sí. Supongo
que será lo mejor.

40
Traducido por Isa 229 y Zulex

Corregido por Nony_mo

Su madre había insistido en que tuvieran la recepción, pero ella también había
insistido en que Josh debería ir tras Allie. Y él comenzaba a pensar lo mismo. Se inclinó
contra la barra en la sala de banquetes de Promise Habor Inn, con una cerveza en su
mano, mirando a los invitados mezclarse, bebiendo champán y comiendo entremeses.

Jesús, ¡Allie estaba loca por irse con ese tipo! ¿Qué clase de imbécil entra a la boda
de alguien y prácticamente secuestra a la novia?

Sus ojos cayeron sobre la Detective de Policía Hayley Stone, hablando con Jackson.
41 Al parecer ella había venido como su cita. Cómo diablos había sucedido eso, Josh no tenía
ni idea. Hasta ayer, Jackson había estado deshaciéndose de un montón de groupies y
planeando asistir solo a la boda. Por un momento Josh se propuso acercarse a Hayley y
pedirle involucrarse. Tal vez deberían enviar a los polis tras Allie y Gavin. El tipo debe
estar trastornado y posiblemente peligroso.

¿Pero adónde se la estaría llevando? Josh sacó su celular, hojeó sus contactos para
encontrar el número de Allie y presionó el botón para llamarla una vez más. Todavía sin
respuesta.

—Mierda.

—¿Estás bien?

Se dio la vuelta para ver nuevamente a Devon. Su cabello castaño centellaba rojo a
la luz de los candelabros, y sus inclinados ojos almendrados estaban ensombrecidos con
preocupación.

—Estoy bien —murmuró él—. Pero me preocupa Allie.

—¿En serio? —Levantó una ceja—. Ella acaba de dejarte plantado delante de toda
esta gente, ¿y tú estás preocupado por ella? —Entonces se rió y meneó su cabeza—. ¿Qué
estoy diciendo? Claro que lo estás.

Él frunció el ceño.
—Quién sabe qué está haciendo Gavin con ella —gruñó él—. Podría estar
trastornado, con drogas o algo así, conociéndolo.

Devon se atragantó en una carcajada.

—No creo que sea tan malo. —Ella puso una mano en su brazo y le dio un suave
apretón a través de la tela de la chaqueta del esmoquin.

Huh. Él miró hacia abajo, hacia la mano de ella en su brazo, y tragó.

—Debería ir tras ella —dijo él—. Excepto que no tengo ninguna idea de adónde se
fueron.

—¿Acabas de intentar llamarla? —Asintió hacia el celular, todavía en su mano.

—Sí. No hay respuesta.

Ella frunció los labios como si estuviera pensando.

—No tengo idea de dónde ha estado viviendo Gavin.

—Ni nadie más aquí, tampoco. Sus padres estaban en la iglesia, pero no vinieron a
la recepción.
42 —¿Y qué hay de… a dónde iban de luna de miel? ¿Tal vez se fueron para allá?

—Oh por todos los cielos… ellos no lo harían… ¿cierto?

Ella encogió sus delgados hombros.

—No tengo idea. Era sólo una sugerencia.

—Reservé la suite de luna de miel en el Oceanside Inn en la Isla Greenbush. Ya


está cargada a mi tarjeta de crédito.

Los ojos de ella se abrieron de par en par.

—¿En serio? ¿Isla Greenbush?

—¿Qué hay de malo con ello? Es un lugar agradable.

—Um. Sí. Es un lugar precioso. —Parpadeó. Sus ojos miraron hacia otro lado, y
luego volvieron a él. Ella se mordió el labio—. ¿Y ya está pagada, dices?

—Sí. —Él hizo una mueca.

Tras otra breve pausa, ella dijo:

—Yo podría ir a ver si están ahí.


Él la miró fijamente.

—¿Qué?

—Iré a ver si ellos están allí. —Ella levantó un hombro—. Todavía hay tiempo
para tomar el último ferry.

—Pero… ¿por qué harías eso?

Una sonrisa vaciló en su hermosa boca.

—Sólo intento ayudar.

Los pensamientos se mezclaron en su cabeza. Él necesitaba hacer algo, tratar de


encontrar a Allie, asegurarse que estaba bien. Pero ésta era Devon, allí de pie delante de él,
aún tan hermosa, ofreciendo ayudarle. Devon.

Cuando la había visto anoche en Barney’s Chowder House, se había quedado


estupefacto. Deslumbrado. Pasmado. Había estado borracho también, pero la verdad era
que, él había estado pensando en ella antes de haberla siquiera visto. Pensando en la mujer
que había amado y perdido la noche antes de su boda. Y ahora ella estaba ofreciéndose
para ir a la Isla Greenbush para intentar encontrar a Allie.
43 —Está bien —dijo él. Dejó su cerveza y deslizó su teléfono en su bolsillo—.
Vamos.

Ella se congeló.

—¿Vienes conmigo?

—Sí, ¿por qué no? —Él miro alrededor del salón—. Ésta no es exactamente una
noche divertida para mí. Vamos.

***

El corazón de Devon golpeaba en su pecho. Fue una locura de mierda sugerirlo, e


incluso, más loco aún hacerlo realidad. Ella creyó que podía ir a la isla para ver si Gavin y
Allie se habían registrado en la suite de luna de miel, lo cual probablemente no habían
hecho, en cuyo caso ella se registraría y luego pasearía y vería si podría toparse con
William Mudge y…

Pero nunca anticipó que Josh quisiera venir con ella. Santa mierda.

Él agarró su mano y empezó a jalarla hacia una de las puertas.

—¿Deberías decirle a alguien adónde vamos? —preguntó ella tropezando tras él en


sus tacones puntiagudos.
Él hizo una pausa.

—Sí. Le diré a Jackson. —Miró alrededor, y Devon siguió su mirada adónde


Jackson estaba parado al otro lado del salón, hablando con Hayley Stone—. Ya vuelvo.

Ella lo vio atravesar el salón a zancadas y se detuvo al lado de su padrino de boda.


Los dos hacían una buena imagen, ambos tan altos y atractivos en sus trajes negros. Josh
habló brevemente con Jackson, le dio un apretón en su hombro, luego se volteó y la miró a
los ojos mientras caminaba devuelta hacia ella. Ella tragó.

—Está bien. Andando.

En lugar de dirigirse al vestíbulo, él la llevó a un pasillo en la otra dirección, y


empujó una puerta que abría directamente en el estacionamiento con vista a la sala de
banquetes. Ella lanzó un vistazo a las ventanas. ¿Había alguien viéndolos hacer su salida
de esta forma?

—Mi… mi auto —titubeó ella—. Lo estacioné por allá. —Levantó la barbilla en


otra dirección.

—De acuerdo. Ve por tu auto. Ve a casa y buscas tus cosas. Reúnete conmigo en el
ferry tan pronto como puedas.
44 —No puedes hablar en serio.

Él le dio una sonrisa lúgubre.

—Tan en serio como cinco alarmas de incendio, cariño.

Ella, aún así, hizo una pausa. Entonces.

—Está bien. Te encuentro ahí en media hora.

Él asintió, le apretó la mano que aún sostenía y miró a sus ojos.

—Gracias, Dev.

***

Devon no tenía ni idea de lo que iba a decirle a su padre cuando fuera a casa a
buscar sus cosas, pero resultó que no tenía que decirle nada porque él no estaba ahí. Ella se
detuvo en la cocina después de entrar por la puerta de atrás. Él probablemente estaba al
lado, en la casa de Susan. Ella podría ir allí y comprobar, y decirle que se estaba yendo.

Pero en su lugar, tomó la salida cobarde y le dejó una nota en el mostrador de la


cocina.
Papá:

Probablemente escuchaste de la boda. Se canceló. Así que me voy a casa. Te llamaré.


Gracias por dejarme quedar. Hasta pronto.

Empacó las pocas cosas que había traído con ella, saltó a su auto y condujo hasta el
embarcadero donde saldría el ferry para la Isla Greenbush. Por un momento se propuso
cambiar de dirección, tomar la I-93 y dirigirse de vuelta a Boston. Pero, maldita sea,
William Mudge estaba en esa isla.

William Mudge, director de Recursos Humanos en Heffington Internacional. Una


oportunidad más al borde-de-la-desesperación para tener su preciosa carrera –y vida– de
nuevo en marcha antes de que las personas averiguaran de su vergonzoso desempleo. No
necesitaba a las personas sintiendo lástima por ella.

De modo que condujo al embarcadero y se detuvo en el estacionamiento,


suponiendo que se llevarían el auto de Josh en el ferry.

¿Pero en dónde estaba Josh? Por un breve momento, un destello de esperanza de


que él no se apareciera la contrajo. Porque esto era una locura. Pero eso era estúpido. Si
45 había un hombre en este planeta en el que podías contar para hacer lo que él dijo que haría,
ese era Josh Brewster.

Y sí, allí estaba él. Tenía una mochila en el suelo a su lado, donde se inclinaba
contra una valla, mirando hacia su teléfono y frunciendo el ceño. Ella tomó su maleta y la
arrastró por el estacionamiento a través del descenso del atardecer.

Él alzó la vista y la vio, y su ceño fruncido se relajó en una sonrisa torcida.

—Hola. Viniste.

—¿Pensaste que no lo haría?

Sus ojos se ensombrecieron.

—Mi historial de ser plantado no es muy bueno hoy.

Sí, es cierto.

—Lo siento, Josh. —No era su culpa, pero lo sentía… sentía que él hubiera sido
avergonzado, estuviera disgustado… ¿con el corazón destrozado? Ella estudió su rostro.

—No te preocupes. —Su teléfono timbró y frunció el ceño mientras le echaba un


vistazo. Luego puso los ojos en blanco.

—¿Quién es?
—El hermano de Allie. La gente sigue llamándome para ver dónde estoy y si aún
no he encontrado a Allie.

—¿Cómo saben que estás buscándola?

—Llamé a mi madre. Sabía que se preguntaría en dónde estaba. Le dije que estoy
tratando de encontrar a Allie. Eso la hizo feliz.

El estómago de Devon se tensó.

—Imagino que ella estaba muy feliz de que ustedes dos se casaran.

—Extasiada. —La boca de Josh se diluyó en una línea plana—. Así que se alegra de
que esté tratando de rescatarla de su secuestro.

La boca de Devon cayó abierta.

—¿Secuestro? ¿La gente cree que ella ha sido secuestrada?

—Tú sabes cómo comienzan los rumores en este pueblo. —Él se frotó la cara—. Le
dije que Allie se fue por su propia voluntad, pero aún así, la gente hace sus propias
versiones de lo sucedido.

46 —Supongo que todo el mundo está preocupado por ella.

—Sí. De ahí todas las llamadas telefónicas.

La verdad era que, Devon estaba un poco preocupada por Allie. Escapar con Gavin
así era algo tan impulsivo y loco y tan no del estilo de Allie, no es de extrañar que todos
estuviesen en shock. ¿Qué se había metido en ella? A pesar de que Gavin era conocido por
muchos en Promise Harbor, él se había ido por mucho tiempo y era principalmente ahora
conocido como el hombre que había roto el corazón de Allie Ralston. Ni siquiera se había
aparecido cuando la mamá de Allie murió, por el amor de Jebús. ¿Por qué demonios se iría
con él así? Ella había tirado al traste el matrimonio con el más decente, leal, y honorable
hombre que había para escaparse con un tipo que no era nada más que problemas.

Ellos dejaron su auto en tierra firme y se llevaron el vehículo de Josh en el Ferry.


Después de estacionar, salieron y se unieron a los otros pasajeros en la cubierta del ferry,
mientras el barco se alejaba del muelle y lentamente se movían dentro del canal hacia la
Isla Greenbusch.

Devon se apoyó contra la barandilla, la brisa del océano sacudiendo su cabello


alrededor de su rostro. Se sacó algunas hebras de su boca y las sostuvo contra su nuca con
una mano, observando el pueblo de Promise Harbor desvanecerse a medida que se alejaban
de la bahía con el traqueteo del motor.
Josh se inclinó a su lado y ella le echó un vistazo a su perfil: la corta y recta nariz,
que le daba un aspecto juvenil, la fuerte mandíbula, sus largas pestañas. Algo se agitó
dentro de ella, un aleteo de atracción, una espiral de calor, junto con simpatía. Maldición.
Ella lo había sentido también esa noche en Barney’s.

Josh había roto su corazón, algo que le había tomado mucho tiempo superar.
Volver aquí había sido con la intención de demostrarles a todos, y con suerte a ella misma,
que había superado lo de él, que había seguido adelante con su vida. Pero la forma en que
sus entrañas se retorcían cuando lo miraba, la forma en que su cuerpo se estremecía, la
forma en que su corazón dolía pensando en él estando herido, le dijo a sí misma que
después de todo no lo había superado.

Lo que sólo significaba que ésta era una idea aún peor. ¿Ayudar a Josh a encontrar
a su prometida? Sí, eso sonaba como un montón de diversión.

En ese momento, Devon tuvo la tentación de pasar por encima de la barandilla,


saltar del barco y nadar hasta la orilla. Su corazón se aceleró y su respiración se fue
haciendo más superficial mientras la ansiedad se apoderaba de ella. ¿Qué demonios estaba
haciendo?

Se obligó a respirar normalmente, haciendo entrar aire lentamente en sus


47 pulmones, fresco, salado aire del mar, se obligó a relajar su agarre de muerte en la
barandilla. William Mudge. El puesto en Heffington Internacional. El trabajo que tanto
necesitaba, no sólo para pagar la renta, aunque sí, eso era muy importante, sino porque su
carrera era todo lo que ella era. Era, por desgracia, todo lo que tenía. Así que, eso era lo que
estaba haciendo. Esto iba a funcionar a la perfección. Echó una mirada a Josh.

¿Y si encuentran a Allie allí? Entonces, ¿qué harían? ¿Estaba dispuesto Josh a


pelear por ella? Esto podría ponerse feo.

Pero, ¿y si no encontraban a Allie? No tenía idea de lo que sucedería luego.

Josh se apoyó en la barandilla junto a ella, y los dos se quedaron mirando hacia el
océano, ondulándose en tonos grises y azules, olas blancas cremosas salpicando la
superficie aquí y allá. Las gaviotas se elevaban por encima, la puesta de sol los iluminaba,
blanco puro contra el cielo azul claro.

—Entonces —dijo Devon—. Tú y Allie planearon pasar su luna de miel en la isla.

—Yo lo planifiqué —dijo él—. Sólo le conté sobre eso ayer para que supiera qué
empacar.

—Oh. Esa es una hermosa posada.

—Sí. —Levantó uno de sus grandes hombros—. Pensé que sería bueno. No muy
lejos. Y hay un montón de cosas por hacer en la isla.
Devon frunció sus labios. En una luna de miel, tú no pensarías que hay cosas por
hacer, más allá de levantarse de la cama para abrir la puerta al servicio de habitación. Pero,
¿qué sabía ella de lunas de mieles? Nada, eso era.

—No he estado aquí por años —dijo ella.

El teléfono de Josh sonó de nuevo.

—Oh, por el amor de Dios —murmuró—. Tengo ganas de tirar esto por la borda.

—Um. Ese es un teléfono de aspecto costoso.

—Sí. —Él suspiró—. Y tengo que mantenerlo encendido en caso de que suceda
algo en el trabajo. —Después de una breve pausa, añadió—: O por si Allie llama.

—Así que, si se produce un incendio, ¿tendrías que interrumpir tu luna de miel


para ir apagarlo?

Él se volteó y la miró, ella captó el destello de humor en sus ojos ambarinos.

—No estoy en mi luna de miel.

—Cierto. —Ella arqueó sus labios—. Sabes lo que quiero decir.


48 —Sí. —Una sonrisa fantasma pasó por sus labios—. Dudo que tenga que ir a
combatir un incendio, pero soy un Capitán de turno, y nunca se sabe lo que pueda pasar.

—No sabía que fueras Capitán. Felicitaciones.

—Gracias.

—¿Cuándo sucedió?

—Hace unos meses.

—¿Te gusta? —Devon estudió su rostro—. Parece muy aburrido después de lo que
estuviste haciendo en Boston.

Josh se había graduado como el primero de su clase en la universidad, y no le tomó


mucho tiempo para ingresar al Departamento de Bomberos de Boston en el comando de
Operaciones Especiales. Ese era el departamento responsable de todos los servicios
especiales de rescate para los bomberos, cosas como rescate de espacios confinados, rescate
de colapso estructural, materiales peligrosos y operaciones de descontaminación y muchas
otras cosas que dan miedo y que no podía ni siquiera recordar.

—Me gusta esto —dijo él lentamente—. Sí, es diferente. Pero he trabajado mi


camino hasta aquí, y me gusta ser capitán y tener más responsabilidad. El jefe Langley se
retira en un par de años, y yo podría tener la oportunidad de ser jefe.
—Eso sería increíble. Y no es de sorprenderse en absoluto.

Él le dirigió una mirada.

—Gracias.

—¿Qué fue esa mirada?

—¿Qué mirada?

—La mirada. Ya sabes. Como si te sorprendieras que yo te de un cumplido.

Él hizo una mueca y miró hacia otro lado.

—Quizás lo estoy.

Ella se quedó en silencio. Se mordió un poco el labio inferior. ¿Por qué pensaría
eso? Él tenía que saber lo mucho que ella lo admiraba, su valentía, su dedicación a su
carrera, además la forma en que se ponía en riesgo para salvar a otras personas. Él era
como un superhéroe para ella. Él había sido como un superhéroe para ella desde el día que
lo conoció, y después de que se había convertido en un bombero ella había estado aún más
orgullosa de él.

49 Simplemente deseaba que él hubiese sido un superhéroe para ella.

Una ola de tristeza se apoderó de ella. Como si el Atlántico se hubiera elevado


sobre el ferry. Suspiró.

—Sí, no eres más que un gran idiota perdedor —dijo.

Él se echó a reír. Ella amaba el sonido de su risa. Era la primera vez que lo
escuchaba reír desde que ella había regresado a Promise Harbor. Quería hacerlo reír más.

Ellos siempre habían reído mucho, ella y Josh. Hasta que las cosas se habían
complicado de vuelta en Promise Harbor y Josh había estado tenso y luego ella había
estado tensa y… bueno. Las cosas no habían terminado bien.

—¿Quieres un café? —preguntó él.

—Sí. Claro.

Pasaron el resto del viaje comprando cafés, luego se sentaron en un banco en la


parte trasera del ferry, los tomaron, viendo como el sol bajaba hacia el continente. La
escasa luz brilló en sus ojos y la calentó, filtrándose en sus huesos, aunque la brisa del mar
enfriaba sus mejillas. El teléfono de Josh se mantuvo sonando, y él siguió observándolo
con el ceño fruncido, pero no lo contestó.
La Isla Greenbush era un lugar turístico muy popular en verano, no tan conocida
como Vineyard o Nantucket, pero convirtiéndose en un destino popular bueno para hacer
turismo. Como para William Mudge y su familia. Las playas son de agua cristalinas y
serenas, con algunas especies de plantas locales protegidas. Había un par de pequeños
pueblos en la isla, y una serie de hoteles de lujo y posadas que habían sido recientemente
construidas para aprovechar el creciente turismo.

Encontraron el vehículo de Josh y esperaron su turno para conducir fuera del ferry.
Manejaron a través del pequeño pueblo de Silverport.

—No está lejos —dijo Josh—. Justo al otro lado del pueblo. Está justo en la playa.

Devon miró por la ventana mientras él conducía, su estómago en un manojo de


nudos. Esto era una locura. Pero ella estaba desesperada.

Josh se dirigió por el camino a la posada, y cuando apareció a la vista, ella se


enderezó. Demasiado hermosa. La enorme y típica estructura de tejas grises tenía
ventanas blancas y una amplia terraza que se extendía por la parte frontal de la misma.
Tres pisos de altura, tenía varias torretas y cimas. Condujeron sin problema más allá de
verde césped y florales bien cuidados rebosantes de frondosos arbustos y flores de colores.
Farolas blancas alineaban el camino de entrada, cubiertas con lámparas de aspecto antiguo
50 que iluminaban la oscuridad con luz dorada.

—Guau —dijo ella—. Es bonito.

Josh sólo se encogió de hombros. Sus manos agarraron firmemente el volante, y


ella tuvo la sensación de que él estaba tan asustado de esto como ella lo estaba.

Él estacionó a un lado y caminaron al interior. El vestíbulo era como una elegante


sala de estar con pisos brillantes y oscuros de madera, paredes blancas y muebles de
madera, cómodas sillas beige tapizadas y mesas antiguas agrupadas en alfombras de color
beige. Las lámparas brillaban sobre las mesas. Un fuego resplandecía en la chimenea que
se encontraba en una pared, y una barandilla de madera oscura con husillo blanco
bordeaba una amplia escalera a un segundo piso.

Ella permaneció detrás de Josh mientras él se acercaba a la recepción.

—Tengo una reservación —comenzó él—. Brewster. La…

—Suite de luna de miel —dijo el empleado con una sonrisa—. Su habitación estará
lista para usted en pocos minutos, Sr. Brewster. ¿Por qué usted y su novia no van y toman
asiento por allá y nosotros los buscamos cuando todo esté listo?

Devon clavó sus dientes en su labio inferior. Santas vacas. Ellos pensaban que ella
era la novia. Uups.
—Así que, uh, ¿nadie más se ha registrado hasta ahora? —preguntó Josh.

La frente del recepcionista se arrugó.

—Um. No. —Su boca se abrió, luego se cerró, y una mancha roja se elevó hasta sus
mejillas.

Devon ocultó una sonrisa cuando Josh se volvió hacia ella y la agarró del brazo,
apresurándola hasta los muebles dispuestos frente a la chimenea.

—No están aquí —murmuró él—. Mierda. —Entonces—: ¿Qué es tan gracioso?

—Creo que él pensó que estamos teniendo un pequeño trío. En nuestra noche de
boda. El pobre hombre estaba avergonzado.

Josh la miró fijamente, y luego sus labios temblaron. Bueno, él todavía tenía
sentido del humor. Eso era bueno, porque él iba a necesitarlo. Su corazón latía un poco
más rápido, una rápida percusión contra sus costillas.

Josh suspiró y echó la cabeza hacia atrás.

—Bueno. El último ferry se fue. Estamos atrapados aquí por esta noche.

51 Ella no había pensado en eso. Por supuesto que el último ferry se había ido.

—Bueno. Voy a ir… uh… —No tenía idea de adónde iba a ir—. Tal vez ellos
tengan otra habitación.

—¿Es una broma? Estamos en temporada alta y es fin de semana. Están


completamente llenos, sin duda. Además, tengo una suite. Hay un montón de espacio para
nosotros dos.

Ella asintió y se sentó en una de las elegantes sillas frente a la chimenea. Su


corazón golpeaba tan fuerte ahora que apenas podía respirar.

—Es encantador aquí —alcanzó a decir, sólo para hacer un poco de conversación.

—Sí.

A Allie le habría gustado. Pero Devon no dijo eso. El silencio se hizo un poco
incómodo mientras esperaban. Dios. Qué error. ¡Error épico! Ella se mordió su labio
inferior hasta que el hombre de la posada se acercó a ellos, listo para llevarlos a su
habitación.

—¿Necesitan ayuda con sus equipaje? —preguntó.

Ambos negaron con la cabeza, y Josh tomó las llaves que el hombre sostenía, de
hecho una llave pasada de moda, no una tarjeta.
—Nosotros podemos encontrarla —dijo él.

—Segundo piso —dijo el hombre con una sonrisa, asintiendo con la cabeza hacia la
amplia escalera—. Giren a la derecha en la cima. Es la habitación a la derecha al final del
pasillo. Llamen a la recepción si necesitan cualquier cosa. —Su sonrisa se ensanchó—.
Disfruten su noche.

—Gracias.

Siguieron sus instrucciones, sus pasos amortiguados por el corredor alfombrado de


color beige amarillento que corría por las escaleras y a lo largo de la tranquila sala. En el
segundo piso, más madera pintada en blanco forraba las paredes, y los candelabros de
pared emitían una luz cálida.

Josh abrió la puerta, y ella lo siguió dentro de la suite.

—Santa mierda —ella no puedo evitar decirlo.

No sólo era una suite grande y lujosa, velas votivas parpadeaban en todas partes:
en la mesa de la sala de estar, en el dormitorio visible a través de las puertas francesas
abiertas, incluso en el mostrador del baño. Pétalos de rosas rojas y rosadas habían sido
esparcidos por el suelo y encima del edredón blanco a lo largo de la cama, y un cubo de
52 plata con champán reposaba en la mesa de la consola detrás del sofá de la sala de estar.

Josh se detuvo y miró a su alrededor, luego se pasó una mano por su cabello.

—Mierda.
Traducido por LizC

Corregido por Nony_mo

—Creo que deberíamos haberles dicho que esto no es realmente una luna de miel
—dijo Devon, detallando la habitación.

Josh suspiró.

—Realmente no quiero entrar en ella. No sabía que iban a hacer esto.

—Bueno. Es precioso. Muy romántico.

—Mierda. —Él observó a Devon cruzar la sala de estar para asomarse en el


53 dormitorio. Ella regresó y contempló la sala de estar.

—Es un buen hotel —dijo finalmente. Lo miró a los ojos, y él captó la tenue
sombra de tristeza en su rostro. No estaba seguro de qué se trataba. No importaba. Este
era un jodido día de mierda.

Tras una breve pausa, Josh dijo:

—¿Tienes hambre? Todo el mundo está comiendo mi cena de boda, al parecer,


pero nosotros no llegamos a comer. Hay un par de restaurantes en la posada, creo.

—Yo… supongo que estoy un poco hambrienta.

Él arrastró su maleta en el dormitorio y la dejó en el portaequipajes proporcionado.

—Tú quédate con el dormitorio —dijo—. Yo voy a dormir por ahí. Creo que el
sofá se convierte en una cama.

—¿Estás seguro? Puedo dormir ahí fuera.

—No, está bien.

—Um. A Allie podría no gustarle que nos alojemos en la misma habitación.

Él frunció el ceño.
—¿Es una broma? Ella es la que se fue. Yo podría estar aquí con las gemelas
Kirkland y a ella no le importaría.

Devon se atragantó con una risa en mención de las dos hermanas en la escuela
secundaria que supuestamente se habían acostado con todo el equipo de fútbol, algunos de
ellos al mismo tiempo.

—No las vi en la iglesia —dijo ella.

No pudo evitar la sonrisa en respuesta que tiró de su boca, y compartieron un


momento de diversión. A él le gustó.

—¿Me tengo que cambiar? —preguntó ella—. Este parece ser un lugar elegante.

—Estás bien. —Pasó la mirada por encima de sus jeans y camiseta. Durante el
viaje en ferry ella se había deslizado en una chaqueta con cremallera negra ajustada al
cuerpo—. Vamos a ir simplemente al bar y tomar algo rápido, si te parece bien.

—Me parece bien. Creo que deberíamos apagar las velas. —Su mirada nostálgica
alrededor tiró de algo dentro de él.

—Sí. Son un peligro de incendio.


54 Ella le dio una sonrisa torcida.

—Ah, claro. Tú te preocuparías por eso.

Con el persistente olor a humo y cera derretida en el aire, salieron de la habitación


y bajaron las escaleras para encontrar el bar.

El Bar George estaba escondido detrás del restaurante, pequeño pero lleno de
gente y charla animada, en este sábado por la noche. Se las arreglaron para encontrar dos
asientos en el extremo de la barra.

El camarero sonriente tomó sus pedidos de una cerveza para Josh y una copa de
vino para Devon, y Josh tomó un menú.

—Tantas cosas elegantes —murmuró él. Echó un vistazo a Devon—. El tipo de


lugar que te gusta.

Cuando habían vivido en Boston ella había amado probar nuevos restaurantes. Él
siempre había concordado, pero sus preferencias tendían ir a las hamburguesas y
sándwiches simples.

Ella miró el menú, asintiendo.

—En serio —dijo él—. ¿Por qué arruinar unos perfectamente buenos macarrones
con queso con trufas y col rizada y calabaza caramelizada?
Ella sonrió.

—Tienen alas de pollo. Te gustan las alas. O solía hacerlo, de todos modos.

—Todavía me gustan las alas. Pero qué diablos, vamos a ser aventureros. ¿Qué hay
de mejillones?

Ella le lanzó una mirada por encima del menú.

—¿Crees que comer mejillones es ser aventurero? ¿Un chico que se crió en el
océano?

—Es aventurero aquí —dijo él—. ¿Hinojo caramelizado, chablis y mantequilla de


ajo y hierbas?

Sus labios se torcieron.

—Está bien. Vamos a compartir esos y algunas papas fritas cortadas a mano.

—Por supuesto.

Un estallido de risas en el grupo detrás de ellos lo sobresaltó, y puso los ojos en


blanco. No estaba de humor para disfrutar de las demás personas divirtiéndose. Frunció el
55 ceño a su cerveza.

Su teléfono sonó en su bolsillo otra vez.

—Mierda. —Lo sacó para revisar la pantalla de llamada, y luego lo metió en el


bolsillo—. Mi madre.

—¿No vas a decirle que no encontraste a Allie?

—Se lo diré. Mañana. —Él tomó un gran trago del amargo líquido burbujeante.
Entonces la culpa le golpeó. Su madre probablemente estaba muy preocupada por Allie.
Ella había estado tan involucrada en esta boda, tan emocionada de que él y Allie se fueran
a casar, de que Allie sería otra hija para ella y ella llegaría a ser la madre que Allie había
perdido.

Él también se sentía culpable por Allie. ¿Debería haberse esforzado más para
detenerla? Gavin Montgomery no era un asesino en serie, pero estuvo en problemas en su
día, y le había hecho daño a Allie antes. Tendría que haber intentado intervenir un poco
más.

Espera. Él era el que había sido dejado en el altar. ¿Por qué se sentía culpable?
Jesús.
Le dirigió una mirada a Devon. Ella se apoyaba en la barra como él lo hacía, su
largo cabello castaño colgando por su espalda, con los pies en cholas metidas alrededor de
los peldaños del taburete. A pesar de su ropa casual, se veía elegante y con clase.

—¿Qué? —dijo ella, volviendo la cabeza para mirarlo a los ojos.

Él negó con la cabeza.

—Sólo estoy confundido, supongo.

—Josh. —Sus ojos se suavizaron—. Tal vez las cosas seguirán funcionando aún.
Tal vez Allie se dará cuenta que ha cometido un error y volverá.

Él frunció los labios.

—Tal vez.

Devon miró la servilleta de papel que tenía en sus dedos.

—¿La aceptarías de nuevo? Si ella viene a casa y dice que lo siente, que metió la
pata… ¿la aceptarías de nuevo?

Él echó la cabeza hacia atrás y miró al techo con paneles de estaño en el bar. ¿Lo
56 haría?

Había un montón de buenas razones para que ellos se casen. Eran buenos amigos y
se preocupaban entre sí. Compartían objetivos y valores comunes: la familia era
importante para los dos. Sus familias habían entrelazado sus vidas por completo, y esto
sólo lo haría oficial. Su madre amaba a Allie. Su madre había estado devastada por la
muerte de la madre de Allie el año pasado. Todavía no se había recuperado realmente de
eso, pero con la inminente boda, había sido más feliz de lo que Josh la había visto en
mucho tiempo. A juzgar por sus repetidas llamadas telefónicas, ella todavía quería que el
matrimonio se celebrara.

—No lo sé —dijo finalmente. Bebió de su cerveza de nuevo y miró a Devon. Una


vez más, captó un destello de algo en sus ojos.

—Así que es posible.

Él se encogió de hombros.

—Supongo.

—¿En serio? —Ella echó la cabeza hacia un lado.

—No lo sé —le espetó, y luego se frotó la frente.


—¿Por qué crees que Gavin hizo eso? —preguntó ella—. Llegar hasta allá e
interrumpir la boda… vaya. Para eso se necesita coraje.

—Suena como si lo admiraras.

—Bueno. Tienes que admirar a alguien que va tras lo que quiere.

—¡No de esa forma! —Él la miró fijamente—. Y Allie… Cristo. —Negó con la
cabeza.

—Estás enojado con ella.

—¡Por supuesto que estoy enojado!

Ella asintió, pero no lo miró a los ojos.

La comida llegó y se pusieron a comer. Realmente no había pensado que tenía


hambre, pero los mejillones estaban realmente buenos, perfectamente preparados y llenos
de sabor. Las papas estaban recién cortadas y cocinadas con un reluciente dorado. Entre
los dos, se comieron todo.

—Bastante bien —admitió él, limpiándose los dedos en una servilleta de papel—.
Para un lugar elegante. ¿Aún te gusta ese tipo de cosas? ¿Probar nuevos restaurantes?
57
Ella miró su copa de vino.

—Seguro.

—Eso no fue muy entusiasta. Pensé que te gustaba vivir en Boston.

—Lo hago. Por supuesto que sí.

—¿Cómo va tu trabajo?

Ella no respondió de inmediato, y luego dijo:

—Está bien. —Se encogió de un hombro—. Ya sabes. Lo mismo de siempre.

Él parpadeó. A Devon le encantaba su trabajo y ha tenido todo tipo de ambiciones


de ascender en la empresa. A ella le encantaba hablar de ello, y él siempre había disfrutado
de escucharla, sonando tan inteligente y apasionada.

—He oído que te has mudado.

—Sí. —Ella había vivido en un diminuto apartamento de soltero cuando habían


estado juntos—. Encontré un muy buen apartamento en el centro. En un edificio alto. Me
gusta.
—¿Lo suficientemente grande como para guardar tu colección de zapatos? —
Siempre había bromeado con ella acerca de su debilidad por los zapatos.

Ella le dio una sonrisa a medias.

—Sí, tiene un montón de espacio en el armario.

—Te veías muy hermosa —dijo él, sorprendiéndose incluso a sí mismo con eso—.
En la boda. Ese era un bonito vestido.

Su labio inferior sobresalió un poco, pero ella siguió sonriendo.

—Gracias. No llegué a usarlo por mucho tiempo.

—Serás capaz de usarlo otra vez.

—Es cierto. Y esa es realmente la razón menos importante en el mundo para estar
triste por lo que pasó hoy.

Él suspiró de nuevo.

—Dios, Dev. No puedo creerlo.

58 —Tal vez deberías tratar de llamar a Allie de nuevo.

—Lo he intentado. Está o bien dejando pasar mi llamada o tiene el teléfono


apagado. O la batería está muerta. Ella siempre se olvida de cargar su teléfono.

—Tú… ¿crees que todavía se preocupa por él?

Josh apuró su cerveza mientras pensaba sobre eso.

—No lo sé. Pensé que ella se preocupaba por mí. —Él soltó una breve carcajada—.
Obviamente, yo estaba equivocado acerca de eso. —Sin embargo, él sabía que Allie había
estado locamente enamorada de Gavin alguna vez. Y no siempre consigues sobreponerte a
sentimientos como esos tan fácilmente.

Volvió a mirar a la mujer a su lado, la mujer en la que había estado pensando la


noche antes de su boda. La mujer en la que seguía pensando mucho, si estaba siendo
perfectamente honesto consigo mismo. Él había estado amargado durante mucho tiempo
después de que él se mudó de nuevo a Promise Harbor, dolido que Devon no había estado
dispuesta a renunciar a la vida de la gran ciudad y volver allí con él. No, no te sobrepones
a sentimientos como esos tan fácilmente.

¿Cuán diferente habrían resultado las cosas si ella hubiera regresado con él? Tal
vez la boda de hoy habría sido su boda. Cristo. Ese pensamiento sólo hizo que su estómago
doliera, así que lo empujó sin piedad a distancia. No tenía sentido ir allí. Las cosas eran
como eran, y eso era todo.
—Vamos —dijo él bruscamente, deslizándose fuera del taburete. Había firmado la
factura para que se cargara a su habitación, y arrojó unos billetes sobre la barra para la
propina.

59
Traducido por Martinafab y Ale Grigori

Corregido por Yonoestoyloca

Devon agarró su bolso y siguió a Josh fuera del pequeño bar ruidoso echando un
envidioso vistazo a un martini que una chica estaba bebiendo. Necesitaba más de una copa
de vino para poder hacer frente a todo esto. Quería parar y agarrar ese martini de la mano
de la chica y tomarlo de un trago.

Mientras caminaba por el pequeño bar, volvió a escanear las caras de las demás
personas allí. No había visto a alguien que se pareciera a William Mudge cuando habían
llegado, ya sea en el vestíbulo o aquí en el bar. Aunque todo lo que tenía para buscar era
una pequeña foto sólo de su cabeza que estaba en la página web de la compañía.
60
Pero si él estuviera aquí con su familia, probablemente no estaría en el bar un
sábado por la noche.

El vestíbulo resplandecía bajo la luz de las lámparas de mesa y la chimenea, ahora


afuera estaba totalmente oscuro. Josh pasó junto a las sillas y las mesas y se dirigió hacia
las escaleras, y ella se arrastró detrás de él. Así que ellos iban a volver a la habitación. Eh,
suite. Genial.

Sólo eran sobre las nueve y media, un poco temprano para ir a la cama.

Cama.

Ella tragó saliva ante la idea de estar con Josh en una habitación con una cama.

Pero ella no lo haría. El dormitorio era de ella, y él iba a dormir en la sala de estar.
En el sofá. Que se convertía en cama.

Realmente, no había pensado en esto cuando ella sugirió este pequeño viaje. Su
primer pensamiento había sido: Santa mierda, Isla Greenbush. William Mudge. La verdadera
razón por la que ella volvería a casa a Promise Harbor.

Bueno, en su mayoría.
No había pensado más allá de lo que sucedería cuando llegaran allí y, o
encontraban a Allie y Gavin, o no.

Bien, no era una simple habitación de hotel, era una suite. Había un montón de
espacio.

Cuando habían entrado más temprano y ella había visto el ambiente romántico
creado por todas las velas y pétalos de flores y champán —oh, oye, todavía podían beber el
champán— se había encontrado a ella misma al borde de las lágrimas. Era tan hermoso,
romántico, y especial. Pero no para ella. Había sido destinado a Allie, y su corazón se había
apretado dolorosamente al comprenderlo.

Josh abrió la puerta y entró, y ella se dirigió directamente hacia el cubo de plata
todavía puesto en la mesa de la consola detrás del sofá. Sacó la botella goteando del cubo y
la alzó.

—No tiene sentido perder esto —dijo ella—. Es un muy buen champán. Tomemos
algo.

Josh se dejó caer en el sofá, tapizado color crema apilado con montones de cojines.

—Claro —dijo él—. Yo no sé nada de champán. —Tendió la mano, y ella le dio la


61 botella para abrirla. Ella tomó las dos copas altas y rodeó el sofá para sentarse a su lado.

Él hizo saltar el corcho expertamente para un hombre que no sabía nada de


champán, y cuidadosamente vertió el líquido dorado en las copas. Alcanzó la parte de atrás
para poner la botella en el cubo de hielo, luego levantó su copa.

—Salud —dijo con una sonrisa triste.

—Salud. —Ella tocó el borde de su copa con un tintineo suave, y luego tomó un
sorbo del vino—. Muy bueno.

Josh levantó el mando a distancia del televisor de pantalla plana montada en la


pared por encima de la chimenea, ambos flanqueados por palmeras plumosas en cestas de
mimbre. Curiosa, Devon se levantó y se acercó a la chimenea… sí, era de gas, y encontró
el interruptor para encenderla.

—Es falsa —dijo Josh, sonando ligeramente disgustado.

—No es falsa. Es de gas. —Ella regresó y se sentó junto a él de nuevo, metiendo


un pie bajo sí para así estar en un ángulo frente a él—. Eres bombero. Deberías saber que
es fuego real.

Él sonrió.

—Sabes lo que quería decir. Me gusta mucho más una chimenea de leña.
—Esto está bien. Y, obviamente, mucho más práctica para un hotel. Más segura
también, me gustaría creer.

Ella lo miró desde debajo de sus pestañas, y él se echó a reír.

—Sí. Más segura.

Él empezó a pasar los canales en la televisión.

—Tal vez podamos ver una película —dijo—. Aunque, ninguna película femenina
sobre bodas.

—Maldición. Eso es lo que tanto quiero ver en este momento.

Él le lanzó una mirada divertida mientras navegaba por los canales.

—Estás cambiando demasiado rápido —se quejó—. ¿Cómo puedes siquiera saber
sobre qué va el programa cuando vas tan rápido?

—Lo puedo saber —dijo—. Soy un hombre. Es como lo hacemos.

Ella se relajó un poco en los cojines, sonriendo. El champán estaba delicioso y frío,
y estaba calentando un poco la sangre en sus venas.
62 —Austin Powers —dijo, deteniéndose—. Sí nena. Eso es lo que necesitamos. Algo
divertido.

—Oh, Jebús Cristo.

Ella siempre se había reído desaprobatoriamente de Austin Powers, y él


probablemente pensó que por eso se quejaba, pero en realidad se maldijo por los recuerdos
que trajo de vuelta.

Ellos habían visto todas las películas de Austin Powers juntos. A ella siempre le
había encantado molestarlo por estar viendo algo de tan poca cultura, pretendiendo que
estaba por encima de eso, y sin embargo se había sentado allí con él y se rió a lo largo de
las ridículas bromas sobre penes y funciones corporales con él. Luego ella le había
molestado porque había visto las películas tantas veces, que sabía la frase que venía
después en cualquier momento.

—The Spy Who Shagged Me —murmur ella.

Le tendió un puño.

—Buen trabajo, Dev —dijo—. Estoy orgulloso de ti. —Ella sonrió e hizo un puño
y golpeó sus nudillos con los de ella. Sacudiendo la cabeza, ella arrastró la mirada del
hermoso rostro de Josh hacia la gran televisión. Cerró los ojos un instante ante la emoción
que se apoderó de ella, una sensación de familiaridad, de comodidad, una oleada de cálido
afecto. Dios. El corazón le golpeaba en el pecho, y se concentró en respirar para reducir la
velocidad, fingiendo mirar la película mientras sus pensamientos y emociones se
alborotaban en su interior.

Él probablemente no esperaba pasar su noche de bodas viendo Austin Powers.

Pero mantuvo ese pensamiento para sí misma, bebiendo champán y tratando de no


llorar, hasta que la película eventualmente hizo hacerla reír en voz alta.

Josh la miró con una sonrisa socarrona.

—Ves. Piensas que es gracioso.

Habían tenido esta discusión muchas veces, siempre con bromas de buen carácter, a
menudo acabando con él agarrándola y luchando con ella hasta que reconociera que esas
películas estúpidas le hicieron reír, y entonces él la besaría y…

El calor se extendió desde su pecho hasta la línea del cabello.

—Es ridículo —dijo ella, echando su cabello hacia atrás, pero no pudo evitar
sonreír.
63 —Lo sé —acordó él, sentándose más profundamente entre los cojines—. Es por
eso que me gusta.

Ella tomó la botella y llenó sus copas. Después de una segunda copa de champán, la
película fue aún más divertida, Josh fue aún más lindo, y toda la cosa de la boda
interrumpida pareció una maldita molestia. El champán estaba bueno.

Cuando esa peli terminó, comenzó Goldmember.

—Es una maratón de Austin Powers —dijo ella con una risita.

—Suerte la nuestra. —Entonces Josh soltó un eructo enorme.

Ella lo miró con fingido horror.

—Disculpa —dijo él, sonriendo—. Son las burbujas.

—Eso fue muy grosero —dijo ella con recato. Volvió su atención a la televisión.
Sólo le tomó unos segundos para sacar un casi igualmente impresionante eructo.

—Uno bueno —dijo Josh, sin dejar de sonreír.

Y ella se echó a reír, con la cabeza cayendo en los cojines del sofá, la tensión
saliendo fácilmente de su cuerpo. Ah, Dios. Reír era tan bueno.
Vieron la siguiente película también, y de alguna manera ella estaba sentada
hombro a hombro con Josh, apoyándose en él cuando se reía de las bromas, y luego él bajó
la mirada hacia ella y la miró a los ojos. La conciencia de sus grandes músculos le hizo
sentir un hormigueo por todas partes, y el aire a su alrededor pareció repentinamente
eléctrico. Su sonrisa se desvaneció, y se quedaron mirando el uno al otro mientras los
momentos se acumulaban y sus entrañas se volvieron pesadas y doloridas. Ella estaba lo
suficientemente cerca para ver la barba empezando a dar sombra a su mandíbula, sus
largas pestañas, el pequeño lunar frente a su patilla izquierda que ella recordaba tan bien.
Trató de respirar, pero sus pulmones estaban encogidos.

Tentador. Tan tentador, como para extender la mano y tocar su cara. Para besar su
boca y ver si se sentiría lo mismo, para ver si sabía tan bien, si él seguía siendo el mejor
besador con el que había estado. Ceder a la emoción que brotaba dentro de ella, la lujuria,
la necesidad y el anhelo. Ella le había echado mucho de menos. Tal vez él también la había
echado un poco de menos…

No. Había estado a punto de casarse. Con Allie.

Le tomó todo lo que tenía para arrastrar la mirada lejos de él y mirar de vuelta a la
televisión, tratando de moverse un poco lejos de él para que no se tocasen, sin ser obvio.

64 Y una vez más, su conciencia estaba en el hombre a su lado y no la película, las


bromas pasaron desapercibidas mientras valientemente luchó contra la atracción que
tiraba de ella, la intensa necesidad física por él. Jebús.

Al final de la película, la botella de champán estaba vacía y dada vuelta en el cubo


de hielo. Sus ojos se estaban poniendo pesados, y ella tuvo que retenerse a sí misma para
no descansar la cabeza en su hombro y ceder a la tentación de dormir.

—Oye —dijo él, empujándola, y ella saltó. La película había terminado—.


¿Cansada?

—Um. Sí. —Ella parpadeó—. Mejor me voy a la cama.

—Sí. Vamos. —Le tendió la mano y la levantó del sofá—. Me pregunto si esta
cama está hecha—. Él quitó los cojines, luego frunció el ceño—. Infiernos. Pensé que esto
era un sofá cama.

—¿No lo es? —Ella miró hacia abajo con ojos somnolientos—. Nop. No lo es.

—Ah, bueno. Voy a agarrar una almohada de la cama en la otra habitación.


Esperemos que haya una manta extra en alguna parte.

—¿Vas a dormir en ese sofá? —Ella lo miró dubitativa—. Es demasiado pequeño


para ti. Yo dormiré allí, Josh. Soy más baja que tú.
—No. Tú tomas la cama.

Ella suspiró. Aquí era cuando se suponía que debía ofrecerse a compartir la cama.
Era tamaño king, espaciosa para los dos. Podrían fácilmente dormir allí sin tocarse. Ella
había leído muchas novelas románticas donde esto sucedía, pero en las novelas románticas,
compartir la cama siempre conducía al sexo. Y por la forma en que se había sentido antes,
no tenía mucha fe en sus propias habilidades para resistirse cuando subieran a la cama
juntos, no importa la cantidad de espacio que hubiera entre ellos.

—Bien —dijo ella, ignorando la culpa que golpeaba en su interior por el incómodo
descanso que él iba a tener. No era su problema. Tendría esa enorme cama con el hermoso
y acolchado edredón.

Se lavó la cara y se colocó el pijama en el baño, admirando el lujoso suelo de


mármol y las encimeras, el gran Jacuzzi con la ducha separada, de paredes de cristal, las
gruesas toallas. Cuando salió, las luces estaban apagadas en la sala, Josh estaba de pie bajo
la luz del fuego, lanzando una almohada y una manta en el sofá, desnudo excepto por un
par de bóxers ajustados.

Su estómago cayó y ella vaciló, su corazón latiendo fuertemente en su pecho, sus


partes íntimas dándose un cálido apretón. Oh, Jebús Cristo, hijo de Dios. Ella lo había
65 visto desnudo, muchas, muchas veces, pero santo infierno, él se veía hermoso con la luz de
la lámpara filtrándose a través de las puertas de los dormitorios. Sus hombros eran anchos,
sus brazos gruesos con redondeados músculos, su pecho y su abdomen esculpidos en
deliciosos cuadritos.

—Um. Buenas noches —dijo.

Él levantó la mirada hacia ella.

—Buenas noches, Devon. Yo… eh… saqué los pétalos de flores de la cama.

Ella tragó saliva.

—Gracias. —Se volvió hacia el dormitorio.

—¿Devon?

Se detuvo, con miedo de darse la vuelta y mirarlo, en caso de que perdiera


completamente el control y corriera a través de la habitación para lanzarse sobre él y
lamerlo completamente todo.

—¿Sí?

—Gracias por venir conmigo. Hubiera apestado estar aquí solo, esta noche.
Ella asintió, su garganta apretada. Pero él iba a estar solo, solo en ese sofá, y ella
iba a estar sola en esa gran cama.

—De nada —se las arregló para decir, y luego se apresuró hacia el dormitorio y
cerró las puertas francesas detrás de ella.

Respirando rápidamente, con el corazón agitado en su pecho, se detuvo allí, con las
manos sobre su boca.

Oh, Dios. Ella todavía lo quería. ¿Qué tan malo era eso? Oh, Dios.

—¿La aceptarías de nuevo? —le había preguntado previamente a Josh sobre Allie. Y
él había dicho—: Tal vez.

La boda se podría haber cancelado, pero él todavía la amaba.

Dejó caer sus manos y levantó la barbilla. Está bien. Está bien. Había hecho lo
correcto, al resistirse de tocarlo. Besarlo. Dormir con él. Por un momento, había estado
tentada a dejar caer la guardia y revelar sus sentimientos. Lo bueno es que no lo había
hecho. Podía hacer esto. Estaba allí en la Isla Greenbush, sólo porque quería estar allí, con
una hermosa habitación de hotel para quedarse, en el mismo lugar donde William Mudge
se estaba alojando. En cierto modo necesitaba a Josh para eso. Pero no lo necesitaba para
66 nada más. Todo estaba bien.

***

Josh se despertó temprano con el sol dándole en la cara a través de las puertas del
balcón. Ese era el problema con una habitación con vista al mar. Estiró su apretado cuerpo
fuera del sofá y se levantó lentamente, levantando sus brazos por encima de su cabeza para
estirarse. Cristo, hubiera sido mejor haber dormido en el suelo.

Se pasó la mano por la cara y caminó hacia las puertas del balcón para ver el sol
sobre el horizonte, lanzando un cálido y dorado brillo. Apoyó su cabeza contra la jamba de
la puerta por un momento, la pesadez se propagó a través de él mientras recordaba lo que
había sucedido el día anterior.

Todo había sido un desastre. Allie dejándolo por ese idiota. Josh todavía se
preguntaba si se debió haber esforzado más para detenerla. Pero diablos, ella había
llamado al sujeto la noche antes de su boda. ¡Para decirle que lo amaba! O algo así. No
había entendido bien lo que habían dicho.

La preocupación le roía las entrañas. Quizás debió haberle pedido a Hayley que
colocara una orden de búsqueda o lo que fuera que los policías hacen cuando alguien es
secuestrado. Pero luego recordó la mirada en el rostro de Allie, la manera en que se había
acurrucado en los brazos de Gavin. Y tenía que admitir que ella no se había resistido
mucho. En absoluto.
Mierda, ella se había ido con el tipo voluntariamente.

Observó un velero por el océano, alguien tenía un madrugador paseo ésta mañana,
el sol iluminando la colorida y brillante vela, reflejándose en la superficie del océano, el
cual resultaba ser del color y la textura de un pulido mármol azul. La hierba de la playa
elevándose desde las dunas de arena ondeando en la brisa de la mañana. Era tan hermoso
que era casi doloroso de ver. Suspiró y se frotó la parte de atrás de su cuello.

No podía evitar preocuparse por Allie, como había estado preocupado por ella el
último año, desde que su madre había muerto. La muerte de la madre de Allie había sido
duro para ambas familias.

Se alejó de la ventana. Había visto una cafetera sobre la mesa en la habitación.


Haría un poco de café y luego quizás saldría a correr. Correr siempre era un buen alivio
para el estrés, además mantenía su sistema cardiovascular en forma.

Mientras vertía agua en la pequeña cafetera, miró las puertas del dormitorio
cerradas, las cortinas con estampados florales sobre el otro lado del vidrio, bloqueando la
vista de la cama donde Devon dormía.

Ahora había sido abandonado por dos mujeres en el último año: Devon y Allie.
¿Qué estaba mal con él?
67
Debe haber perdido la razón, viniendo aquí con Devon. Pero él realmente hablaba
en serio cuando le había dado las gracias por haber venido. Estar solo seguramente
hubiera sido una mierda. Había sido bueno tenerla allí. Excepto que tenerla allí también
era extrañamente… inquietante.

Después de que ella se había ido al dormitorio, él había permanecido despierto en la


oscuridad, consumido por los pensamientos de no estar con su pérdida novia sino con
Devon sentada cerca de él en el sofá, la sensación de suavidad y calidez, el sonido de su
risa, su singular aroma burlándose de él. Ese inolvidable olor a flores y frutas, jazmín,
mandarina y azúcar dulce. Recordó el desafío de ir a la tienda Sephora para comprarlo por
ella, junto a la costosa loción para el cuerpo, esa tienda le generaba casi más miedo que
cualquier fuego con el que hubiera luchado. El aroma inmediatamente trajo algunos
recuerdos, inundándolo de nuevo: calientes, eróticos recuerdos de él enterrando la cara en
su cabello, de él haciendo un camino de besos por su cuerpo desnudo, de su largo cabello
arrastrándose sobre su estómago cuando ella hacía lo mismo. Su cuerpo se había tensado
en excitación y luego la culpa lo había golpeado una vez más, esta vez culpa por haber
estado pensando en Devon en la noche que él debería haber celebrado su matrimonio con
Allie.

Jesús, no es de extrañar que lo hubieran plantado en el altar, era un cerdo.


Estaba enojado con Allie. Algo estaba mal con esa imagen. En su mundo las cosas
eran en blanco o negro. Bien o mal. Siempre intentaba hacer lo correcto. Cuidaba de la
gente que amaba. Mantenía sus promesas. Así que sí, estaba enojado con ella, enojado por
llamar a su ex, enojado con ella por pensar en su ex la noche antes de su boda, y entonces,
por romper la promesa que le había hecho a él y marcharse con Gavin. Tenía derecho a
estar enfadado, maldita sea.

Pero también tenía una sensación incómoda de que él no era mucho mejor que
Allie, a pesar de su justa indignación.

Se colocó unos shorts deportivos y una camiseta gris del DBPH, ató los cordones
de sus Nike y, con una última mirada a la puerta del dormitorio, se dirigió a correr. Cruzó
el vestíbulo, todavía en calma por ser tan temprano. Afuera, se detuvo en la amplia terraza,
este lado del edificio estaba en sombra, el aire de la mañana fresco y agradable. Materas
rebosantes de vegetación y flores acomodadas junto a las blancas sillas de mimbre sobre el
piso de madera. Una pareja mayor estaba sentada tomando café, y él observó como ellos se
acercaban más y se besaban.

Se giró y corrió por las anchas escaleras del frente, regresando una hora más tarde,
sin aliento, su corazón acelerado agradablemente, el sudor goteando por su frente. Casi
odió caminar a través del vestíbulo así, pero no había otra forma de llegar a la habitación.
68 Subió las escaleras de dos en dos y se dirigió por el pasillo, ingresó a la habitación con la
llave que había metido en el bolsillo de sus shorts.

¿Estaría Devon despierta? Esperaba que sí. Porque quería decirle lo que había
visto, el maravilloso día que era, quería llevarla a desayunar… guau.

Sus pies se detuvieron en seco cuando se encontró cara a cara con una Devon
desnuda saliendo del baño.

Ella se quedó allí de pie, luego agarró la toalla que se había deslizado de sus senos.
Su boca se abrió y un rojo escarlata bañó sus mejillas de una manera que se veía
malditamente dulce. Su cabello caía por su espalda, goteando, gotas de agua centelleaban
sobre sus suaves hombros.

—¡Jebús Cristo! —dijo—. Me asustaste terriblemente.

Él sonrió.

—Lo siento. —Él determinadamente mantuvo la mirada sobre su rostro. No iba a


mirar. Ella tenía la toalla en su lugar de todos modos, pero guau, una visión de sus
perfectos senos acababan de hacer su día mucho mejor.

—¿Dónde estabas? —demandó ella enfadada, girándose para entrar al dormitorio.


—Salí a correr. —Abrió los brazos en alto—. ¿No te das cuenta? Deduzco que
acabas de darte una ducha, así que, ¿está bien si salto allí?

—Adelante —murmuró—. Me voy a vestir.

El baño olía a ella. El vapor lleno de su dulce aroma permanecía en el aire y


empañaba el espejo. Él respiro profundamente, y maldita sea si no estaba duro de nuevo.
Bueno, la mejor cosa para aliviar el estrés, después de correr, era un poco de trabajo
manual, y la ducha era un lugar tan bueno como cualquier otro. Abrió el grifo y se quedó
debajo del chorro. Dejó que el agua cayera sobre su rostro con los ojos cerrados, dejó que
lavara su sudor, luego agarró una pequeña botella de champú del hotel y arrojó un poco
sobre su mano. Gimió, con suerte, el ruido del agua ahogaría sus gemidos, cerró sus ojos
de nuevo, y dejó que se construyera la sensación, la presión, el calor, el placer subiendo por
su columna vertebral. Sí. Muy bueno. Tan… malditamente… bueno. Su cuerpo se sacudió
y soltó un rugido gutural cuando se vino, el placer corriendo por sus venas.

Jadeó un poco, todavía apoyado contra la pared, su cuerpo aletargado, su corazón


palpitando rápidamente de nuevo. Bien. Eso aligeraría un poco las cosas. Ahora él podía
mirar a Devon sin preocuparse por saltar a sus sexis huesos.

No es que él estuviera preocupado por eso.


69 Con una toalla alrededor de sus caderas, salió del baño pero se detuvo
abruptamente cuando vio a Devon de pie, vestida con una falda de algodón a rayas y una
blusa de tirantes rosada, maquillada y peinada.

—Vamos a ir a desayunar —dijo ella—. Me muero de hambre.

—Ah. Claro. ¿Está bien si me visto?

Cruzó los brazos sobre su pecho, sobre esos dulces pechos de los cuales él había
conseguido tal encantadora vista, y le frunció el ceño.

—No, sólo usa la toalla. —Puso los ojos en blanco—. Sólo apúrate.

—¿Cuál es la prisa…? —Su celular sonó. Observó donde había conectado su


celular para cargarlo sobre el escritorio. No era una llamada esta vez, era un mensaje de
texto. No era probable que fuera su madre, quien apenas sabía cómo manejar su celular,
menos enviar un mensaje. Cruzó la habitación, tomó el teléfono y miró la pantalla. Leyó el
mensaje.

—Oh, por el amor de Dios. ¿Ahora qué?

—¿Qué pasa? —Devon encontró sus ojos ahora, los suyos estaban llenos de
preocupación.
—Es mi madre otra vez —dijo, sacudiendo la cabeza—. Dice que Greta ha
desaparecido.

70
Traducido por Jessy y LizC (SOS)

Corregido por Yonoestoyloca

Devon lo miró boquiabierto.

—¿Greta? ¿Desapareció?

—Por Dios —murmuro él—. Será mejor que le devuelva la llamada esta vez.

—Um. Sí. —Pero caramba, todavía estaba desnudo con solamente una toalla blanca
de hotel alrededor de sus caderas, tan abajo que podía ver sus oblicuos dirigiéndose hacia
su ingle, un leve rastro de vello descendiendo desde su ombligo, ampliándose justo sobre
71 el borde de la toalla, haciéndola tragar saliva. Su mirada siguió a lo alto de tallados
abdominales y poderosos pectorales, la capa de vello negro entre planos pezones
marrones. Oh santo queso y galletas, era tan increíblemente masculino y hermoso. Cuando
él marcó el número, le dio la espalda, la cual era igual de espectacular, todos esos pequeños
músculos y los relieves de su espalda estrechándose desde amplios hombros hasta su
apretado trasero delineado por la toalla. No lo pudo evitar. Suspiró con el placer de solo
mirarlo.

—No puedo creer que descubrió como enviar un mensaje de texto —murmuró él—
. Mamá. Hola. ¿Qué está sucediendo?

Devon escuchó su lado de la conversación, tratando de llenar los espacios en


blanco.

—¿Qué quieres decir con desapareció? ¿Cuándo? Estoy seguro de que ella está
bien. Es una mujer adulta… Sí, pero… —Una pausa larga. Luego—… ¿Qué? ¿Hablas en
serio? —Ahora una pausa realmente larga mientras él escuchaba a su madre. Devon se
sentó un poco más erguida. ¿Qué estaba pasando?—. Oh por… no puedo creer eso.
¿Cuándo pasó esto? Y, ¿ella ni siquiera dijo algo?

Devon se mordió el labio.

—Estoy seguro que ella está bien, mamá, pero volveré a casa… —Escuchó otra
vez. Su rostro se endureció. Otra pausa—. ¿Estás segura? Porque puedo estar ahí en…
¿Qué? ¿De verdad? ¿Él está bien? —Más de escuchar—. Lo sé, lo sé. También estoy
preocupado. —Cerró los ojos—. ¿Qué tal si trato de ubicar a Greta? Bueno, tal vez hay
una razón… No, no quiero decir que esté ignorándote. No tengo idea. O ella te llamará o
yo te llamo. En un rato. No lo sé. Está bien, adiós. —Apretó el botón para finalizar la
llamada y se encontró con los ojos de Devon—. Jesús —murmuró—. ¿Qué diablos está
haciendo Greta ahora?

Se volvió para sentarse en el sillón otra vez, parecía no importarle estar


prácticamente desnudo. Devon se humedeció los labios e intentó no mirar hacia donde la
toalla cubría su regazo.

—¿Qué está pasando?

—Bueno. Greta desapareció anoche después de la boda. Ah… es por eso que mamá
estaba llamándome. Cuando no pudo ubicarme, llamó a Ryan. —Devon asintió ante la
mención del esposo de Greta—. Él le dijo que se separaron.

—Santas barritas de pescado. ¿De verdad?

—Eso es lo que él dijo. —Josh se encogió de hombros—. Greta nunca nos dijo
nada a ninguno de nosotros. Por dios. ¿Qué diablos está pasando en el mundo en este
momento? —Echó la cabeza hacia atrás y miró hacia el techo—. Debería regresar. Mamá
72 está presa del pánico por Greta, pero me dijo que no regresara. Tiene a Owen ayudándola
a encontrar a Greta.

—¿El papá de Allie?

—Sí. —Un ceño fruncido arrugó brevemente su frente—. Y aquí estaba yo


pensando que Greta estaba ahí para ella, pero en vez de eso Greta desapareció también.
Maldita sea. —Sacudió la cabeza—. Y ahora estoy preocupado por ella también. Y Jesús,
Owen tiene sus propios problemas. Oh hombre.

—¿No le dijiste a tu mamá que ibas a llamar a Greta?

—Oh, sí. —Tocó los pequeños botones de su teléfono y lo acercó a su oreja—. Sin
respuesta. —Su frente se arrugó y su boca se endureció—. Mierda. ¿Y si le sucedió algo?

—Intenta enviarle un mensaje. En caso de que esté filtrando las llamadas.

Poniendo los ojos en blanco, dio un toque con sus dedos para un mensaje y pulsó
enviar. Se quedó mirando el teléfono.

Devon se acercó y lo tomó gentilmente de sus manos.

—Puede que quizá no responda de inmediato —dijo ella en voz baja—. Anda a
vestirte. Responderé si ella llama.
Él la miró a los ojos, con sus gruesas cejas inclinadas hacia abajo. No se había
afeitado y su barba estaba incluso más oscura ahora en sus esbeltas mejillas, en su
mandíbula y labio superior. Era una apariencia muy sexy en él. Junto con la desnudez.
Pero la preocupación en su rostro la hacía querer extender la mano y descansar la palma
en su mejilla y tratar de consolarlo.

Le dio un corto asentimiento y se puso de pie, casi perdiendo la toalla en el proceso,


lo que hizo saltar su corazón, pero él la atrapó y la sujetó en sus caderas rápidamente
mientras se acercaba al bolso de viaje que había dejado en el armario. Agarró algo de ropa,
vaciló, luego desapareció en el dormitorio para vestirse.

Devon se quedó mirando hacia la pantalla del teléfono en su mano. Vamos, Greta.
Responde el maldito mensaje.

Con este nuevo drama, ella se había olvidado de su prisa por bajar y ver si podía
convenientemente encontrarse con William Mudge. Suspiró.

Cuando Josh salió, vestido en unos pantalones hasta la rodilla a cuadros y una
camiseta de la marina que abrazaba su amplio pecho y grandes bíceps, todavía no había
respuesta.

73 —¿Nada? —dijo él, frotando la toalla sobre su cabello todavía húmedo. Lo levantó
por todos lados, y tiró la toalla sobre la silla.

—Aún no. Vamos a desayunar.

Él murmuró algo que sonó como una maldición.

—Pero si ella no ha llamado para el momento que hayamos terminado de comer,


voy a regresar.

Ella se mordió el labio superior, luego asintió. ¡Mierda! No podía volver antes de
que siquiera tuviera la oportunidad de mirar alrededor y encontrar a Mudge.

Eligieron comer en el patio a un lado del edificio del resort, sentados cerca de una
barandilla en una pequeña mesa para dos. Los muebles de mimbre y cestas colgantes de
enredaderas de batatas de color verde lima y petunias rojas y púrpuras, creaban una
agradable vista a su alrededor, y más allá de la barandilla, el frondoso césped del resort se
extendía suave y verde, con rocío matinal brillando bajo el sol. Devon miró por encima del
menú y ordenó un omelet con brotes de espinaca y queso parmesano, mientras que Josh
ordenó huevos a la Benedictina. Él le dio a la mesera una sonrisa distractora cuando les
sirvió café a los dos.

Devon se fijó en los otros huéspedes del hotel, examinando el rostro de cada
hombre que pudo ver. Nop. Mudge no estaba allí. Maldición.
Y entonces el teléfono de Josh sonó. Él lo agarró y pulsó la barra de
desplazamiento.

—Es ella —dijo lacónicamente—. Dice que está bien.

—¿Dónde está?

Él sacudió la cabeza y escribió una respuesta. Luego puso el teléfono en la mesa y


esperó. Golpeteando los dedos en la mesa de cristal.

—Le dije que me llamara —dijo—. Y le dije que mamá sabe sobre ella y Ryan.

Cuando el teléfono sonó, lo tomó de nuevo.

—¿Greta? ¿Qué demonios está pasando?

Una vez más Devon se encontró escuchando una conversación a medias. Apoyó los
codos en la mesa y tomó su taza de café con ambas manos, observando el expresivo rostro
de Josh mientras hablaba, su amplia boca moviéndose, sus ojos parpadeando.

—Me tienes que estar jodiendo —dijo. Una pausa—. ¿Qué sucedió, Greta? —Él
escuchó. Se frotó la cara—. ¿En serio? No puedo creerlo ¿Por qué no dijiste algo? Sí. Sí, lo
entiendo. Demonios, Greta. —Después de otra pausa él dijo—: Pensé que estabas allí
74 cuidando de mamá. ¿Por qué? —Frunció el ceño—. Porque la boda se canceló. Estoy
seguro de que está triste. —Cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz. Podía ver lo
duro que era para él no estar ahí para Greta y su mamá—. Sí. Probablemente tengas
razón. ¿En dónde estás, de todos modos? —Escuchó otra vez—. Maldita sea, Greta.
¿Tengo que ir y perseguirte también? —Una pausa—. Bien. No lo haré. Pero… —Su tono
se suavizó—. ¿De verdad estás bien? ¿Estás segura de que no quieres que vaya a buscarte?
¿O que vaya a Boston a patear el trasero de Ryan por ti? —Sonrió—. Está bien. Sí, estoy
bien también. De verdad. No lo sé. En verdad no, pero… lo que sea. —Se encontró con la
mirada de Devon y ella le dio una pequeña sonrisa—. En serio, si necesitas cualquier cosa,
llámame.

La sonrisa de Devon se amplió. Él simplemente no podía evitar de preocuparse por


ellas.

Dejó el teléfono con otro largo suspiro.

—No me dirá en dónde está, sólo que está bien.

—¿Qué pasa con Ryan?

Se encogió de hombros.

—Dice que me dirá más en algún momento, pero por ahora, ellos terminaron y ella
está bien.
—Críptico.

—No me digas. —Sus miradas se cruzaron por encima de la mesa—. Ahora


realmente siento que debería volver.

—No parece que hubiera mucho que puedas hacer. Suena como si ella quisiera estar
sola por ahora.

—Es cierto.

—Tu familia depende mucho de ti Josh, pero sobrevivirán sin ti unos días.

***

Josh lo consideró. Su familia no podía sobrevivir sin él. ¿Podían?

El año pasado y otros, había estado trabajando básicamente en dos trabajos. Largas
jornadas de trabajo en el departamento de bomberos también significaba que a menudo
tenía varios días libres seguidos, lo que le permitía poner al día el Brewster Landscaping.
Después de que su padre hubiera muerto, habían confiado en un administrador para
mantener el negocio en marcha, pero con el colapso del mercado inmobiliario y la crisis
crediticia, quedaron con algunos problemas de flujo de efectivo con los cuales Josh no
75 estaba del todo seguro de cómo tratar.

Debería ir a casa y asegurarse de que todos allí estuvieran bien. Pero tenía
reservada una semana de vacaciones en el departamento de bomberos. Su mamá le había
dicho que no regresara, y Owen estaba ahí ayudándola. Greta no quería que la
encontraran. No tenía ni una puta idea de adónde habían ido Gavin y Allie. ¿Para qué ir a
casa?

—¿Qué hay de ti? —preguntó él—. ¿No tienes que volver a tu trabajo?

Sus ojos cayeron a la mesa.

—Um. No. Tengo algo de tiempo libre.

Bien entonces.

—Está bien —dijo él lentamente—. Quedémonos.

Después del desayuno, ella sugirió que fueran a dar un pequeño paseo y exploraran
el hotel. Él ya lo había hecho en su carrera matutina, pero accedió a mostrarle los
alrededores.

—Hay mucho que hacer aquí —dijo él, contándole las cosas que había visto—. Hay
canchas de tenis y una piscina, por supuesto. La playa es preciosa, y hay un faro en uno de
los riscos. Hay un campo de golf…
Ella soltó un pequeño chirrido de risa.

—¡No me va el golf! Lo intenté aquella vez.

Él sonrió.

—Lo recuerdo. Querías aprender a jugarlo porque es muy bueno para hacer
contactos. No fue muy bien. Pero podemos alquilar bicicletas o salir a navegar.

—La piscina —dijo ella—. Quiero ver la piscina.

—Está bien.

***

Muchas personas ya se habían reunido en la piscina en este cálido domingo de


junio por la mañana.

Devon insistió en caminar lentamente por el perímetro de la piscina, casi como si


estuviera estudiando todos los huéspedes.

—Bueno, entonces —dijo ella alegremente cuando habían hecho un pequeño


círculo extraño alrededor de la piscina—. Volvamos de nuevo al hotel.
76 En el interior del vestíbulo, ella una vez más se tomó su tiempo, mirando a su
alrededor.

—¿Buscas a alguien? —preguntó Josh. Y se le ocurrió una idea—. No crees que


Allie esté aquí, pero en una habitación diferente, ¿verdad?

Ella parpadeó hacia él, con la boca abierta.

—No. —Frunció el ceño—. No estoy buscando a nadie.

—Huh. De acuerdo. Bueno, vamos a alquilar bicicletas y dar un paseo.

—Um. Podríamos hacer eso después. —Su cabeza giró una y otra vez.

Él entrecerró sus ojos ante ella.

—¿Qué está pasando, Dev?

—Nada. Vamos a caminar por las canchas de tenis.

—Biiien.

Caminaron por las canchas de tenis, luego pasearon por el puerto deportivo. Él
atrapó a Devon suspirando levemente.
—¿Ya es hora de comer? —preguntó ella.

—¡Acabamos de tener el desayuno!

Ella hizo una mueca.

—Debe ser todo el aire del mar que me provoca hambre. Vamos a caminar por la
piscina de nuevo.

Él frunció el ceño.

—Ya la hemos visto. ¿Quieres ir a nadar?

—Bueno, yo… eh… no empaqué un traje de baño.

—Huh. Bueno, yo sugeriría tomar el sol desnudos, pero este es un resort familiar.

Sus ojos se encontraron. Él sabía que ella estaba pensando lo mismo, recordando su
viaje a Puerto Plata y la vez que habían pasado alrededor de la piscina en el complejo.
Muchas de las mujeres europeas en el complejo habían elegido ir en topless, y de alguna
manera Josh la había convencido de hacer lo mismo. Su pene inmediatamente se puso duro
ante esos recuerdos, la sensualidad de ella tendida allí en una tumbona en topless, con los
pechos expuestos al calor del sol y la vista de cualquier persona que optara por mirar. La
77 mayoría de las personas no lo hizo —se acababa de aceptar como costumbre— pero Josh
lo hizo. Se había excitado realmente por ello. Y ella también.

—Creo que podríamos encontrar una tienda que venda trajes de baño —dijo él, su
voz saliendo un poco ronca—. Si nos vamos a quedar aquí, vas a necesitar un traje de
baño. Vamos. Después podemos almorzar.

Se dirigieron hacia Silverport, y él estacionó junto a la calle principal, llena de


pequeñas tiendas y restaurantes. Encontraron una tienda de ropa de playa, y ella escogió
un par de trajes para probar.

—¿Puedo verlos? —preguntó Josh mientras ella se dirigía a un vestidor.

—No. —Ella cerró la puerta en sus narices.

***

Devon se volvió para mirarse en el espejo en el pequeño vestidor.

¿Qué estaba haciendo allí? Se tomó un momento, cerrando los ojos, apretando los
diminutos trozos de tela a ella. William Mudge. Heffington Internacional. Respira
profundo. Ella podía hacer esto.

Abrió los ojos. No se había comprado un traje de baño en años. Había olvidado lo
deprimente que era probarse trajes de baño en un pequeño vestidor con luces estridentes y
un espejo implacable. Ella había agarrado bikinis porque los trajes de una sola pieza
destacaban sus muslos, pero tal vez debería haber elegido un modesto maillot. Este top
negro anudado al cuello revelaba un gran escote, y la pequeña parte inferior sin duda
mostraba cada centímetro de su celulitis. Pero le servían. Se probó uno con flores
impresas, un top alto sin tiras que sorprendentemente le encajó muy bien. Ella suspiró.
Bien. Lo que sea.

De vuelta en la tienda, le dijo a Josh:

—Estos están bien. Sin embargo, necesito algo para poner encima de ellos. —
Preferiblemente un gran muumuu o algo que oculte todo. Revolvieron a través de una
rejilla de pañuelos, y sacó una camiseta larga negra que serviría.

Cuando ella fue a pagar, Josh añadió una botella de protector solar.

—Voy a pagar por todo eso —dijo él—. Estás aquí por mí.

—No seas tonto. —Ella sacó su tarjeta de crédito.

—Oh, no seas tan susceptible —dijo él, empujándola a un lado y entregando al


empleado su propia tarjeta de crédito—. Déjame hacer esto.

78 Ella se enfureció un poco mientras esperaba a que el empleado completara la


transacción y embalara la bolsa de sus compras.

Fuera de la tienda, en la acera de ladrillo bajo el sol, Josh alcanzó su cara y la


volvió hacia él.

—No has cambiado —dijo.

Ella frunció el ceño.

—¿Qué significa eso?

—No es gran cosa para mí comprar algo para ti. Eso no te hace débil. Sólo acéptalo
y di: “Gracias, Josh.”

Ella lo miró con rebeldía y luego dejó escapar un suspiro. Tenía razón, maldita sea.

—Gracias, Josh.

Él sonrió y pasó el pulgar por su labio inferior. Una necesidad ardiente como un
relámpago la sacudió justo hasta la médula cuando él le sonrió, el calor aumentando entre
ellos. Luego él se dio la vuelta.

Ella tragó buscando aire, su interior caliente y temblando.


—Voy a necesitar un par de cosas más —dijo—. Sólo pensaba quedarme un par de
días.

—Está bien. Vamos a ver lo que podemos encontrar.

Cuando pasaron por una tienda de lencería, ella se detuvo y lo miró.

—Yo… eh… necesito ropa interior.

Él levantó una ceja y miró a la pequeña boutique.

—Adelante. Voy a caminar un poco más lejos y ver qué más hay.

Ella se apresuró a entrar y tomó unos cuantos pares de bragas, y rápidamente se


probó un sostén.

Cuando salió de nuevo bajo el sol, Josh esperaba, apoyado contra un poste de luz.

—Hay un par de tiendas que te pueden gustar —dijo—. Sólo un poco más arriba.

—Sólo necesito unos pantalones cortos. Tal vez un par de camisas o camisetas sin
mangas.

79 Encontraron algunas cosas más para ella. Las pequeñas tiendas tenían algo de ropa
linda que en cualquier otro momento a ella le habría gustado explorar, pero no quería
gastar dinero, y estaba ansiosa por volver al resort y reanudar su búsqueda de William
Mudge.

Regresaron al hotel, y ella atrapó a Josh observándola mientras barría el vestíbulo


con la mirada, luego estudió a todo el mundo en el restaurante mientras comían el
almuerzo. La frustración se acumuló en su interior.

—¿Vamos a la piscina de nuevo? —preguntó Josh mientras subían las escaleras


hasta el segundo nivel.

—Sí. Buena idea.

Se cambiaron a sus trajes de baño, engancharon bajo el brazo las toallas de hotel y
se dirigieron directo a la piscina.

Después de escanear las caras de todos los presentes, ella apretó los dientes con
frustración, y luego se volvió hacia Josh.

—Creo que prefiero ir a la playa.

Sus cejas se fruncieron un poco mientras la miraba. Luego sacudió la cabeza.

—Está bien.
Siguieron el camino desde la posada a la playa. Con la hierba de dunas largas
brillando bajo el sol y agitándose suavemente con la brisa cálida, y la suave arena bajo sus
pies, ella inhaló el aire del mar perfumado con sal, pescado, y sol. Trató de exhalar toda su
frustración.

—¿Dónde quieres sentarte? —preguntó Josh.

Miró de un lado a otro. Naturalmente, en un caluroso y soleado domingo de junio,


la playa estaba cubierta con toallas y cuerpos semidesnudos. Era un juego de azar.

—Sólo vamos a caminar un poco —sugirió ella.

Josh se encogió de hombros y la siguió cuando ella giró a la derecha. Sus pies se
hundían en la arena suave con cada paso mientras examinaba la gente acostada en las
toallas o sentados en las tumbonas de playa bajo sombrillas de colores. Los niños corrían,
gritaban y reían, jugando en las olas, excavando en la arena. Todo el mundo al que ella
miraba llevaba gafas de sol.

Esto era imposible.

Dejó escapar un suspiro.

80 —Vamos a sentarnos aquí —dijo.

Sintió la mirada perpleja de Josh mientras él dejaba caer sus cosas a la arena y
sacaba una toalla.

Tendida en la toalla en la arena, el calor penetrando en ella, la relajación comenzó a


abrirse paso a través de su cuerpo. Caramba, no se había dado cuenta de lo tensa que había
estado. Se quitó las gafas y volvió la cara hacia el sol, la luz tornando la parte posterior de
sus párpados de color rojo brillante.

Ella suspiró. No debería estar acostada aquí. Debería estar recorriendo la playa en
busca de Mudge. O, si no en la playa, otros lugares en todo el hotel. Jebús, esto era
imposible.

¿Por qué había pensado que sería tan fácil encontrarlo allí?

—¿Estás bien? —preguntó Josh.

—Sí. —Después de una breve pausa, dijo—: Esto es agradable.

Josh se movió en su toalla junto a ella, tendido sobre su estómago, con la barbilla
apoyada en sus manos. Se quedó mirando el Océano Atlántico.

—Sí, lo es. No tengo mucho tiempo de inactividad.

Ella lo miró.
—Nunca fuiste de esos que se relajan mucho.

—Es cierto. —Él hizo una mueca—. Pero la vida ha sido un poco loca
últimamente.

—¿Qué ha sido una locura? Aparte de que tu prometida te dejara plantado y tu


hermana dejó a su marido y huyó.

Él se echó a reír.

—Y eso sólo fue ayer. Vamos. —Él se puso de pie—. Vamos a nadar.

81
Traducido por LizC (SOS) e Isa 229

Corregido por Yonoestoyloca

Devon protestó acerca del agua fría, pero él la arrastró de cualquier modo y
salpicaron un rato en el océano. La frialdad era lo que él necesitaba en su cuerpo acalorado,
y no estaba sólo caliente por el sol. Estar tendido junto a Devon con su vestido sobre ese
pequeño bikini negro mostrando toda esa piel suave y aquellas curvas sensuales lo estaba
calentando.

Había querido rodar hacia su toalla, cernirse todo sobre ella, enterrar sus manos en
su cabello y besarla hasta la próxima semana.

82 Sí, necesitaba una buena remojada en el agua fría del océano. Y una cierta
reprimenda. Porque él no debería estar pensando en esas cosas.

—Voy a entrar —le dijo ella, levantándose del agua, arroyos corriendo por encima
de ese cuerpo increíble. Él tragó saliva.

—Voy justo detrás de ti —dijo él, sumergiéndose una vez más bajo la superficie.
Cuando volvió a tomar aire, la observó vadeando a través del agua, sus caderas
balanceándose con cada paso, su trasero apenas cubierto por el pequeño bikini que se ataba
en cada cadera. La parte inferior de las curvas de sus mejillas hacía que sus manos picaran
por alcanzar y tocar.

Cuando se unió a ella, estaba de espalda en la arena, su mirada cayó sobre sus
hombros.

—Oye, te estás poniendo un poco rosa. Necesitas un poco de protector solar. —Él
encontró la botella que habían comprado antes y la abrió.

—Yo lo haré. —Ella tendió la mano.

—No, yo lo haré. No puedes alcanzar tu espalda. —Sostuvo el protector fuera de su


alcance. No estaba seguro de por qué. Iba a ser una tortura, tocándola así. Pero él quería
tocarla, y esta era una buena excusa.
Apretó un poco de la espesa loción en su palma, y luego le hizo un gesto para que
ella se diera la vuelta. Ella le dio la espalda, se estiró para levantar su cabello y mantenerlo
fuera de su camino. Él se frotó las palmas de las manos, luego las fijó en sus hombros. Ella
era esbelta, sus huesos pequeños bajo sus manos, y él se quedó inmóvil por un momento.
Luego dispersó la loción sobre sus hombros y por su espalda, distribuyéndola poco a poco
sobre su piel y masajeándola.

Vaya, eran enormes esos nudos en sus hombros.

—Estás tensa —murmuró—. Relájate.

Ella le dio un pequeño gruñido a medida que su cabeza caía hacia adelante,
llamando su atención sobre la nuca de su cuello, tan suave y vulnerable, curvándose con
gracia, mechones húmedos de cabello aferrándose allí. Quería besar ese tramo de piel
sensible. Quería hundir sus dientes en él, muy suavemente, y poseerla allí.

Jesús.

Él vertió más loción en sus manos para cubrir sus costados, sus dedos
sumergiéndose en la curva de su cintura, y luego sus caderas y espalda baja. Dejó que sus
dedos rozaran por debajo de la parte inferior del bikini sobre la curva de su trasero, y el
cuerpo de ella se tensó de nuevo.
83
—Sólo lo esparzo en todas partes —dijo en voz baja. El aroma de coco llenó su
cabeza, la sensación de su piel cálida y suave bajo sus manos como una droga fluyendo por
sus venas—. Está bien, date la vuelta otra vez.

—No vas a cubrir mi frente —le espetó ella, su voz un poco entrecortada—. Puedo
hacerlo yo misma.

Él sonrió malicioso.

—Maldita sea.

Ella se volvió hacia él y tomó la botella desde su toalla. Sus ojos se encontraron.
Una neblina caliente los rodeó cuando se miraron entre sí. Su corazón dio un vuelco y sus
pulmones quedaron bloqueados, haciendo que respirar fuera imposible.

—Josh —susurró ella.

—¿Sí?

—¿Qué…? —La pregunta se fue apagando.

—Tenemos que hablar de esto —dijo él.

Ella bajó la barbilla.


—¿Acerca de qué?

—Acerca de nosotros.

—No hay un nosotros.

—Sabes lo que quiero decir. Hemos estado bailando a su alrededor y hablando de


todo menos eso. Pero vamos a tener que hacerlo.

—¿Cuál es el punto? —Ella rompió el contacto visual y puso un poco de distancia


entre ellos, centrándose en la botella en su mano—. Las cosas terminaron entre nosotros
hace mucho tiempo. Tú estabas dispuesto a casarte con otra persona. No hay nada de qué
hablar.

Él quería suspirar de frustración. Luego su atención fue atraída a ella extendiendo


la loción sobre su pecho, sus dedos moviéndose sobre las curvas internas de sus senos,
luego acariciando hacia abajo sobre sus brazos. Su piel resplandeció bajo el sol mientras
ella esparcía la loción en cada pierna, luego volvió a acostarse, su cuerpo todo brillante y
sexy como el infierno.

Tenía que volver de nuevo al agua. Tomó la botella y se cubrió su propio cuerpo,
mucho más grande y más voluminoso y más peludo que el de ella, con la crema en mano:
84 —¿Me cubres la espalda? —le preguntó a ella, levantando una ceja.

Ella se cubrió los ojos con una mano y lo miró.

—Josh.

Él le dirigió una mirada inocente.

—¿Por favor? No quieres que me queme.

—No te vas a quemar —murmuró ella, rodando a su costado y empujándose sobre


sus rodillas otra vez—. Siempre te bronceas tan fácilmente. Dame eso.

Él escondió su sonrisa y se volvió de espaldas a ella. Se estremeció un poco


mientras ella apretaba la loción fría directamente sobre su piel, pero cuando ella puso sus
manos en su cuerpo se tornó caliente de nuevo.

Dios, el tacto de sus manos sobre él hizo que sus entrañas ardieran, y él apretó los
dientes contra la oleada de excitación.

Al principio sus manos fueron rápidas y eficientes, pero poco a poco sus
movimientos se tornaron lentos y profundos, como si ella también estuviera disfrutando
de la indulgencia de lujo al tocarlo. Quería dar la vuelta y enfrentarse a ella, para ver la
expresión de sus ojos, pero sabía que si lo hacía ella iba a detenerse y darse la vuelta,
escondiéndose de él. Así que se quedó allí, dejando que el placer lo inundara, hasta que sus
manos se posaron sobre sus hombros. Su cuerpo estaba tan cerca detrás de él que podía
sentir el calor de su piel, los movimientos de su respiración entrecortada, y su propio
cuerpo cosquilleó por todas partes con exquisita conciencia.

Luego levantó una mano y la puso sobre la de ella en su hombro. Por un momento,
sólo se quedaron así, él con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, anhelando para que ella
se moviera ese último centímetro más cerca de él que presionaría su cuerpo contra el suyo,
su piel anhelando el contacto, doliendo para que ella deslizara sus brazos justo a su
alrededor. Él tragó a través de un nudo en la garganta.

Después de un largo momento zumbando de tensión, ella se alejó.

—Listo —dijo ella, la palabra baja y ronca—. Deberías estar bien.

—Gracias. —Aún sin mirarla, él regresó a su toalla y se tendió sobre su estómago


para ocultar la palpitante erección en sus pantalones cortos sueltos.

Ninguno de los dos habló durante mucho tiempo, los sonidos de la playa subiendo
y bajando a su alrededor: el ritmo de las olas corriendo a la orilla, el chillido de las
gaviotas, la risa de los niños cerca. Josh ordenó a su cuerpo relajarse. Ahora él era el tenso,
pero era una tensión sexual, caliente y feroz. Cristo, él la deseaba.

85 Mantuvo los ojos cerrados, su mejilla contra la toalla, los brazos a los costados. No
se había sentido tan calenturiento en… mucho tiempo. Trató de pensar de vuelta y
recordar una vez que hubiera estado tan nervioso. Y tuvo que volver bastante tiempo.

Él y Allie habían tenido una buena vida sexual. Cuando habían comenzado a salir,
no se habían apresurado a tener relaciones sexuales. No fue sino hasta que habían decidido
casarse que habían acordado que era el momento de dormir juntos. Ella era bonita y tenía
un cuerpo atractivo, y no había sido una dificultad dormir con ella. Había sido…
agradable.

Sólo ahora se daba cuenta que “agradable” era en realidad un poco triste. En
comparación con el chisporroteo ardiendo a través de su cuerpo, la necesidad casi
desesperada de tocar a Devon, de sentirla, besarla, enterrarse dentro de ella… “agradable”
no era nada.

Los recuerdos de estar con Devon le inundaron de nuevo. ¿Cómo pudo haber
olvidado cómo había sido el sexo con ella? Ahora estaba agudamente, dolorosamente,
recordando escenas de sexo en sus camas, el sexo en la ducha, Cristo, el sexo en su cocina,
reproduciéndose en su mente como una película porno.

Tenía que parar esto. De alguna manera lo había evitado en el último año. De
alguna manera él había puesto todos esos recuerdos fuera de su cabeza cuando se había
juntado con Allie y él había sido feliz de tener relaciones sexuales cómodas y agradables
con ella, olvidando convenientemente la intensidad de su conexión física con Devon.
Ahora su cuerpo estaba en llamas, y comenzó a dudar de su capacidad para controlarse a sí
mismo.

Pensó en Greta. Sobre la noticia de que ella y Ryan se habían separado. Su


hermana menor. Jesús, ella siempre estaba en algún tipo de problema.

Y pensó en su mamá. Ahí estaba lo que necesitaba para arruinar el momento.


Amaba a su madre y haría cualquier cosa para cuidar de ella, pero hombre, casarse con
Allie… eso podría haber sido un poco demasiado. Ya se estaba convirtiendo en toda una
lucha lograr sofocar una buena bocanada de ira por Allie yéndose de su boda.

Se dio la vuelta y miró a Devon, tendida de espaldas, con la cara vuelta hacia el sol,
con los ojos cerrados.

—¿Cómo te va? —preguntó él, su voz sonaba normal.

Ella volvió la cabeza y abrió los ojos.

—Bien —dijo—. Aunque se siente raro.

—¿Qué quieres decir?


86 —Sólo estar acostada aquí. Siento que debería estar saltando y corriendo hacia
algún lugar para hacer algo.

Divertido, le preguntó:

—¿Hacer qué?

—No lo sé. Sólo algo. Siempre siento que debería estar haciendo algo.

—Necesitas aprender a cómo relajarte.

—Sé cómo relajarme.

—Seguro. Si tú lo dices. Por eso estás tumbada ahí pensando en lo que deberías
estar haciendo en lugar de sólo disfrutarlo.

Ella hundió sus dientes brevemente en su labio inferior, y él supo que había
anotado.

—Sólo dime cuando estés lista para volver al hotel —dijo él.

—En realidad podría querer volver a nadar —dijo ella—. Hace mucho calor.

—Sí. —Mucho, mucho calor.


Así que ellos nadaron de nuevo, esta vez guardando su distancia el uno del otro en
el agua, ni salpicaduras o chapuzones juguetones, y otra vez se sentaron en sus toallas
para secarse y calentarse en el sol.

—Amo el océano —dijo Devon en un suspiro, contemplando la extensión del agua.

—¿En serio?

Ella le echó un vistazo.

—¿Por qué suenas sorprendido?

—Porque vives en una gran ciudad. Y la manera en que hablas de tu papá y de su


negocio, tenía la sensación de que no te gustaba mucho el agua.

Ella le pestañó.

—Bueno. Um. En realidad, creo que no me di cuenta de cuánto lo extraño hasta


que he vuelto este fin de semana.

Él asintió.

—Lo amo también. Es tan poderoso.


87 Ella otra vez le dio una mirada ladeada.

—Sí. Esa es una buena palabra. Mucha gente dice que es hermoso, y lo es, pero no
es suficiente para describirlo. Poderoso está bien.

—Es una fuerza de vida. La verdad es que es en cierto modo una lección de vida.

—Sí, es cierto.

Una sensación de calidez se extendió dentro de él por el hecho de que ella


compartía sus pensamientos acerca del océano. Él amaba el océano. Amaba vivir cerca de
él, estar sobre él, estar dentro de él. Amaba observarlo, a la aparentemente interminable
extensión que se ensanchaba por todo el globo terráqueo, maravillándose de su
inmensidad, de su potencia y fuerza pero también la manera en que era misterioso e
insondable. Cómo podía cambiar en un instante desde la serenidad al caos. Bajo la belleza
había la siempre-presente amenaza y peligro que sólo lo hace más fascinante. El constante
ritmo, la sensación de que el océano era una fuerza de vida, nunca dejaba de asombrarle,
calmarlo, poner las cosas en perspectivas. Era difícil imaginar que sus problemas fueran la
peor cosa en el mundo ante tal magnificencia ilimitada.

Con el combado cielo azul encima de él, el agua frente a él, y Devon sentada a su
lado, era difícil sentirse alicaído.
Él se inclinó y agarró su celular de donde lo había escondido debajo de su camiseta.
Comprobó la hora.

—Se está haciendo tarde —dijo él—. Deberíamos volver y bañarnos antes de ir a
cenar. Me está dando hambre.

—Mmm. Supongo que sí. Esto es tan agradable. Sería bueno mirar la puesta del
sol.

—Podemos volver más tarde si quieres.

Con las piernas dobladas y sus brazos enlazados alrededor de ellas, puso una
mejilla en la parte superior de sus rodillas y miró hacia él.

Bajo su mirada, él se removió y dijo:

—¿Qué?

Ella simplemente sonrió y sacudió la cabeza, levantándose con elegancia a sus pies.

—Nada. Vamos.

Sacudieron la arena de sus toallas y reunieron sus cosas. Ella deslizó su camiseta
88 grande como un vestido que había comprado sobre su cabeza, escondiendo a la vista de él
su cuerpo medio desnudo. Sólo así. Ahora ellos tenían que volver a la habitación del hotel,
el cuerpo de él aún pulsando con lujuria.

—¿Quieres ir a algún sitio para comer? —preguntó él—. ¿O quedarte en el hotel?

—Quedémonos aquí.

—Está bien. Parece un buen restaurante. Podemos salir a algún sitio mañana.

Ellos se turnaron para bañarse, y Josh esperó con la insoportable consciencia de


ella en el baño, desnuda, imaginándola en la ducha con el agua corriendo por su cuerpo.
Guau. Ayer había sido consciente de ella, definitivamente, pero hoy era casi irresistible la
forma en que su cuerpo respondía a la presencia de ella.

Entonces fue su turno, y maldita sea si no se encontró buscando su dolorosa polla


otra vez, su mano deslizaba con jabón, y una vez más se frotó en la ducha. Jesús.

Lo llevó un poco al límite.

Cuando ambos estuvieron vestidos, Devon usando esa falda a rayas y esa camiseta
de tirantes de nuevo, se dirigieron hacia el restaurante de abajo en el piso principal.
Entraron y esperaron en la estación de la anfitriona para tomar asiento. Con el anochecer
acercándose, las luces en el restaurante se habían atenuado y las velas parpadeaban en cada
mesa vestida de blanco. La suave música del jazz flotaba por encima de ellos.
Un hombre se acercó a ellos, y Josh lo reconoció como el hombre que se ocupó de
ellos cuando se habían registrado ayer.

—Ah —dijo él con una gran sonrisa—. Los recién casados. Bienvenidos. Tenemos
una encantadora mesa para dos. Sólo denme un momento.

Josh y Devon intercambiaron una mirada incómoda. Recién casados. Claro. Él


nunca les había corregido. Según la evidencia de las velas, los pétalos de rosa y el
champán.

—Lo siento —dijo él encogiéndose de hombros.

—Así que ustedes dos son recién casados —dijo una voz detrás de ellos.

Voltearon para ver a un hombre con cabello canoso y un rostro agradablemente


arrugado. Josh lo había visto esa mañana besuqueando a su esposa en la terraza. El
hombre sonrió.

—¿De luna de miel? —preguntó.

—Um…

—Bien, buena suerte —dijo—. Los primeros diez años de casados son los más
89 difíciles.

—Oh. —Devon parpadeó—. ¿Cuánto tiempo ha estado usted casado?

Josh esperó oír una respuesta como: cincuenta años.

—Diez años.

Josh contuvo una risa, y él y Devon compartieron una mirada de diversión.

—Pero éste es mi segundo matrimonio —dijo el hombre—. Así que sé de qué estoy
hablando cuando se trata de matrimonio.

—Oh.

—Recuerden. El matrimonio no es sólo una palabra. Es una oración.

Devon se cubrió la boca con su mano y Josh contuvo otra sonrisa.

—Pero ustedes apenas están comenzando —dijo el hombre—. En su luna de miel.


¡Disfruten! Una luna de miel debería ser como una mesa.

—¿Como una mesa?

—Cuatro piernas desnudas y ningún cajón.


Ahora Devon no pudo contener su risa ahogada.

En ese momento, una mujer se le unió al hombre, deslizando su brazo en el de él.

—Oh no, querido. ¿Qué le estás diciendo a estas personas?

—Son recién casados —dijo, mirándola con afecto poco disimulado—. Les estoy
dando un consejo.

—Oh, señor. Tú y tus consejos. Era tan tonta cuando me casé contigo —dijo ella.

Él acaricio su mano.

—Lo sé, pero estaba enamorado y no lo noté.

La mujer sólo sacudió la cabeza, como si ella hubiera escuchado eso antes, y ellos se
sonrieron el uno al otro. Josh y Devon intercambiaron otra sonrisa.

—Puedo llevarlos a su mesa ahora. —El hombre del hotel regresó—. Por este
lugar.

Ellos sonrieron a la pareja, y cuando Josh se dio vuelta, el hombre lo agarró del
brazo y le dijo en voz baja:
90 —Recuerda estas palabras para cuando ustedes dos estén peleando.

Josh sonrió y esperó.

—Cariño, tienes razón.

Josh sonrió y palmeó al hombre en el hombro antes de girarse.

—Ese es definitivamente tu mejor consejo —le escuchó a la esposa del hombre


decir mientras él se alejaba.

—Cariño, tienes razón.

Josh sonrió todo el camino hasta su mesa. Una vez sentados ahí, ambos estallaron
en risas.

—Oh Dios mío —dijo Devon, alcanzando su copa de agua—. Él debería ser
comediante.

—No bromees. No tuve el corazón para decirle que nosotros no estamos casados.

Sus ojos se encontraron. Luego ambos rápidamente miraron lejos.

Maldición.
¿Cómo diablos iba a mantener sus manos lejos de Devon durante los próximos
días?

91
Traducido por Rihano, Electra, LizC (SOS) y Zulex

Corregido por LizC

Mientras comían, Devon estudió a los comensales en el restaurante, de nuevo en


busca de William Mudge, pero con la poca luz y el ambiente íntimo, una vez más, éste no
era un lugar en el que una familia con niños estaría cenando. Ella debería haber sugerido
que fueran al restaurante más informal donde habían desayunado. Caray.

Se tragó otro suspiro de frustración. No podía quedarse aquí con Josh durante toda
la semana, compartiendo esa suite, sintiéndose de la forma en que lo hacía. Estaba tan
atraída a él, todavía. Bueno, probablemente más que eso, si veía profundamente dentro de
sí misma. Pero por ahora, podía admitir que todavía estaba encendida por él, una atracción
92 física que hacía que su cuerpo doliera y pulsara.

Tenía que encontrar al señor Mudge y hacer esa conexión. Había depositado
muchas esperanzas en esto, después de casi agotar su lista de contactos y todavía estar con
las manos vacías. Ella sabía que era difícil de entrar al negocio, y había sido tan afortunada
de ser reclutada por su compañía soñada directo de la universidad.

William Mudge parecía ser su última oportunidad. Pero… una vez que lo
encontrara, no tendría razón para quedarse. Una roca se materializó en su estómago.

—¿Qué pasa?

Ella miró a Josh.

—¿Qué?

—Pareces muy lejana, y te veías un poco triste. ¿Pasa algo malo?

—No. Por supuesto que no. —Ella forzó una sonrisa y tomó su copa de agua
helada—. Deberíamos mirar el menú, supongo.

A lo largo de la cena, ella luchó para actuar con normalidad, pero estaba distraída
por tantas cosas: distraída por Josh y sus sentimientos por él; por el sentido de urgencia
que se apoderó de ella por encontrar a William Mudge y hacer algo; por los sentimientos
mezclados que tenía acerca de irse o quedarse. Regresar a la suite con Josh la hizo
retorcerse por dentro con emoción y miedo. Las cosas habían chisporroteado entre ellos en
la playa más temprano, y no había sido por el calor del sol. La confusión se mezclaba con
la lujuria.

Ella no quería quedarse en el ambiente romántico del restaurante después de la


cena, por lo que rechazó la oferta de postres del camarero. Josh volvió a insistir en el pago
de la factura, y ella luchó con su rechazo instintivo a dejarlo porque, bueno, no le quedaba
mucho dinero, lo que sólo hizo que sus entrañas se retorcieran en nudos más apretados.
Así que tomó una respiración profunda y dijo:

—Gracias por la cena. —Mientras Josh firmaba el recibo de la tarjeta de crédito.

Plenamente consciente de sus dedos en su espalda baja mientras salían del


restaurante, ella se centró en respirar.

—Así que, ¿qué quieres hacer ahora? —preguntó él—. ¿Otra película en la
habitación? ¿Una copa en el bar? ¿Observar la puesta del sol?

Jebús. Su mente estaba tan revuelta que no podía tomar una decisión.

—Sí —se las arregló para decir con voz ahogada. Josh rió.

93 Y entonces lo vio. William Mudge. Sentado en una silla del vestíbulo. Y, oh bueno,
estaba solo.

Ella se detuvo de golpe y Josh dio un par de pasos más antes de darse cuenta de
que ella se había detenido. Él se dio la vuelta.

—¿Qué?

—Um. —Su mente corrió. Ella parpadeó rápidamente. Se humedeció los labios—.
Um. Ve arriba a la habitación. Estaré en un minuto. Tengo que… ah… —Ella miró
alrededor y vio la pequeña tienda de regalos—. Tengo que recoger algo.

Su frente se arrugó.

—Está bien. —Él hizo un pequeño encogimiento de hombros y se dirigió hacia las
escaleras.

Devon levantó la barbilla y tomó aire en sus pulmones. Enderezó los hombros y
marchó hacia William Mudge. Él estaba mirando su teléfono, al parecer desplazándose a
través de correos electrónicos o mensajes de texto. Su corazón latió con fuerza contra sus
costillas cuando se detuvo al lado de la silla.

—¿Señor Mudge?

Él levantó la vista hacia ella.


—¿Sí?

Ella le dio lo que esperaba fuera una sonrisa profesional.

—¡Hola! Soy Devon Grant. —Le tendió una mano que él poco a poco tomó. Ella
agarró la suya firmemente y la sacudió, sin dejar de sonreír—. Esto es una coincidencia —
dijo—. Tuve un almuerzo con Martin Hirsh, el otro día.

Le dio una sonrisa de desconcierto.

—Oh, sí.

—Mencionó que Heffington Internacional está buscando un asociado para la banca


de inversión —dijo ella—. Estuve tan emocionada de escuchar eso. He estado interesada
en trabajar para su compañía durante algún tiempo.

Él pareció desconcertado.

—Um. En serio.

—Sí. —Ella aumentó la potencia de su sonrisa—. Tengo cinco años de experiencia


con Englun y Seabrook. —Desgranó una sinopsis de su formación y experiencia—.
Trabajar para una agencia boutique me atrae mucho. Y como dije, he estado interesada en
94 trabajar para Heffington Internacional desde hace algún tiempo. Estuve particularmente
impresionada con el trabajo que hizo para Kenway. También trabajé en una cuenta similar
y logré grandes resultados. Las ventas netas aumentaron de 8.6 mil millones de dólares a
11.2 mil millones de dólares, un 9 por ciento de la tasa compuesta de crecimiento anual.
Las ganancias antes de los intereses, impuestos, depreciación y amortización aumentaron
de 2.1 mil millones a 3.3 mil millones de dólares durante el mismo período, un 13 por
ciento CAGR. Los márgenes operativos aumentaron del 21 por ciento al 27 por ciento,
reflejando un crecimiento de los ingresos rentables y una mejor gestión de los costos. Me
encantaría la oportunidad de hablar con usted más de lo que podría hacer para ayudar a su
compañía a alcanzar ese tipo de resultados.

Su ceño se profundizó. Una niña apareció a su lado, de unos diez años, usando un
vestido de verano color coral.

—¡Papá! Estamos de vuelta de nuestro paseo.

—Hola, cariño. —El señor Mudge le sonrió a la niña, al parecer su hija. Volvió la
mirada de nuevo a Devon—. Lo siento, señorita… ah…

—Grant. Devon Grant. —Ella sonrió mientras su ritmo cardíaco subía más alto.

—Estoy de vacaciones —dijo, levantándose de la silla. La niña metió la mano en la


suya y miró hacia Devon—. Pero puedo decirle que acabamos de contratar a dos socios, y
no anticipo que vayamos a contratar de nuevo en un futuro próximo.
—Oh. —La decepción la inundó—. Pero Martin dijo…

—Obviamente, él no estaba al tanto de los desarrollos más recientes —dijo el señor


Mudge con frialdad—. Si usted está interesada en una carrera con Heffington
Internacional, le sugiero que envíe su currículum. Lo mantendremos en nuestros archivos.

—Tengo un currículum conmigo. —Ella debería haber pensado en eso. Es lo que


debería haber dicho primero, maldita sea—. Está arriba en mi habitación. Puedo ir a
buscarlo y dejarlo con usted…

—Estoy de vacaciones —le dijo de nuevo, haciendo énfasis en la última palabra—.


Con mi familia. Ellos se molestan bastante cuando trato de combinar los negocios con el
tiempo en familia. No estoy ni cerca de realizar una entrevista mientras estoy aquí. Puede
enviar su currículum a nuestro departamento de recursos humanos y si los puestos
aparecen, se le va a considerar junto con los otros candidatos.

—Pero yo… yo no quería entrevistarme en este momento —dijo ella, manteniendo


la sonrisa en su lugar e intentado usar un tono ligero—. Eso no es lo que quise decir.
Quiero decir, cuando esté de vuelta en Boston me encantaría la oportunidad de reunirnos y
discutir cómo podría encajar en su empresa.

—Lo siento —dijo mientras la niña tiraba de su mano—. No tenemos ningún


95 puesto disponible actualmente, como ya dije.

Ella tragó saliva, con la garganta apretada y dolorida, y lo vio alejarse, sonriéndole
a su hija mientras ella lo remolcaba hacia una mujer y un niño hablando con el conserje.

—Pero… —La palabra apenas escapó de sus labios. El acaloramiento corrió sobre
su cuerpo y arriba hasta sus mejillas. Sus ojos ardían y sus piernas se volvieron
temblorosas. Se dejó caer en la silla que el señor Mudge acababa de abandonar y miró
ciegamente a la gran chimenea.

Mierda.

Ahí iba su última oportunidad. Lo había echado a perder. Totalmente echado a


perder. Debería haberse acercado a él de manera diferente.

Impulsada por un sentido de urgencia y, sí, de desesperación, había presionado


cuando claramente no era un buen momento para él. Debería haber captado el hecho de
que no estaba abierto a una discusión de negocios. Pero había necesitado llegar a él tanto,
y había estado tan eufórica cuando lo había visto, que sólo siguió empujando. Ella debería
haber retrocedido y sugerido encontrarse a la mañana siguiente para tomar un café, o tal
vez sólo sugerir una reunión cuando ambos estuvieran de vuelta en Boston. Tal vez si
hubiera tenido un currículum con ella, habría hecho una diferencia… Pero, ¿cómo podría
llevar una hoja de vida para todas partes a las que fuera? Sus pensamientos se mezclaban
en su cabeza, junto a recriminaciones y decepción.

Ella miró a su alrededor. La familia Mudge había desaparecido. Debía subir a la


habitación. Excepto que Josh estaba allí, y no estaba segura de si tenía la capacidad de
actuar como si nada hubiera pasado. Un sentimiento de intensa presión se construyó
detrás de sus pómulos y sus ojos ardieron. Una lágrima resbaló y se la limpió con rabia.

Con su interior tenso y acalorado, se cubrió la cara con las manos y se inclinó hacia
adelante. Un suspiro tembloroso escapó de su boca y luchó contra el impulso de echarse a
llorar. Ella nunca lloraba. Sobre todo en un lugar público.

Mierda, mierda, mierda.

¿Qué iba a hacer ahora?

Su labio inferior sobresalió y trató de apretar los labios juntos. Arreglaría las cosas.
De alguna manera. Pero por unos momentos, no pudo luchar contra la desesperación
sombría que se extendió sobre ella.

—¿Devon?

96 Su cabeza se levantó de golpe al oír la voz de Josh y un ligero toque en su espalda.


Ella lo miró fijamente y vio su cambio de expresión de leve curiosidad a un ceño fruncido
de preocupación.

—¡Oye! ¿Qué está mal? —Él se agachó frente a ella, tomando sus manos entre las
suyas—. ¿Qué pasó?

Ella intentó de nuevo tragar dolorosamente. No podía hablar, su garganta estaba


tan apretada.

Otra lágrima se filtró. Y otra. La ansiedad en la expresión de Josh se multiplicó.

—¿Qué pasa, Dev?

Sólo sacudió la cabeza y cerró los ojos ante el cariño y la preocupación que vio en
su rostro, las lágrimas ahora deslizándose en arroyos por sus mejillas. Jebús Cristo. Qué
vergüenza.

Ella nunca lloraba.

—¿Estás bien?

Ella asintió, su labio inferior temblando sin poder hacer nada.

—¿Quieres subir a la habitación?


Asintió de nuevo, y él se incorporó y la ayudó a levantarse. Deslizó un brazo
alrededor de su cintura y ella se volvió hacia él, buscando instintivamente comodidad y
protección mientras él lideraba el camino hacia las escaleras, subiéndolas y yendo por el
pasillo hasta su habitación.

Una vez dentro, la tormenta de emociones de alguna manera explotó en ella y un


sollozo escapó de sus labios. Se apartó de Josh, cubriendo de nuevo su boca con las manos,
sus hombros sacudiéndose. Sintió su calor cuando se colocó detrás de ella, sintió la fuerza
de sus manos mientras las ponía suavemente sobre sus hombros.

—Está bien —dijo él—. Todo irá bien, Dev.

Ni siquiera sabía lo que estaba mal, pero sus palabras de alguna manera ayudaron a
calmarla un poco. Luego sus manos la voltearon. Ella trató de mantener su rostro
apartado, pero él la jaló hacia sus brazos y la envolvió en ellos, y ella apretó la cara contra
su pecho. Una de sus manos frotó arriba y abajo su espalda con un gesto tierno y calmante,
pero eso sólo hizo que otra ola de emoción se levantara dentro de ella, y sollozó de nuevo,
esta vez incapaz de detener la tormenta de lágrimas.

Él la abrazó, la acarició y le susurró palabras tranquilizadoras mientras ella lloraba.


La meció un poco y apretó la mejilla contra su cabello hasta que terminó, agotada, débil y
97 avergonzada.

—Necesito algunos pañuelos desechables —murmuró ella contra su camisa


húmeda, levantando una mano para limpiar su cara.

—Por supuesto. —Él la soltó y se acercó al baño, volviendo con un puñado de


pañuelos que le entregó—. Aquí tienes, cariño.

Al oír a Josh llamarla por el nombre cariñoso con que solía llamarla cuando estaban
juntos, más tristeza creció dentro de ella y rompió en más sollozos. Odiaba estar así, fuera
de control, mostrando sus emociones, pero parecía que no podía guardarlo todo por más
tiempo.

Las cejas de Josh se inclinaron hacia abajo y su boca formó una línea infeliz
mientras él la observaba estar tan angustiada.

—Dev, Dev, cariño, está bien. Por favor, dime qué está mal. Nunca te había visto
así.

—Lo sé —dijo ella sollozando, secándose la cara, pero más lágrimas fluían—. Lo
siento. Dios. Lo siento mucho.

—No te disculpes —dijo en voz baja—. Está bien. Simplemente me gustaría saber
qué puedo hacer.
—Nada.

—Vamos. Siéntate. Dime qué está mal. —Él la llevó hasta el sofá y tomó la
sábana que había usado la noche anterior para dormir. La envolvió en ella y la volvió a
tomar entre sus brazos, y ella no pudo evitar acurrucarse contra su cuerpo cálido y grande.
Dejó escapar un largo y estremecedor suspiro. Él esperó.

—Perdí mi trabajo —dijo ella finalmente en voz baja.

Su cuerpo se tensó contra ella.

—¿Qué?

—Perdí mi trabajo —dijo de nuevo.

—No lo entiendo. ¿Justo ahora? ¿Te llamaron o algo así? ¿Un domingo en la
noche?

—No. —Y ella de hecho se rió un poco por la pequeña confusión—. Sucedió hace
un mes.

Él deslizó una mano entre ellos y le rozó la barbilla. La miró con adorable
confusión y preocupación.
98
—¿Hace un mes? ¿Por qué no dijiste nada? Jesús. Dev.

—N-no lo sé. Es humillante. No quería que sintieras compasión por mí. —Ella
había estado preocupada lo suficiente con aparecer en la boda como la novia rechazada,
olvida el rechazo, desempleada, la novia perdedora.

—¿Qué pasó?

Ella lo miró a los ojos.

—La empresa tuvo que reducirse. Decidieron que yo era una de los que tenía que
irse.

Él la miró con absoluta sorpresa.

—¿Cómo puede ser eso? —dijo lentamente—. Eres tan buena en lo que haces.
Ellos te necesitan.

Ella levantó un hombro.

—Aparentemente no.

—Mierda. Esto es increíble. —Negó con la cabeza, un perplejo ceño fruncido aún
entre sus cejas.
—Realmente no quiero hablar de eso —murmuró ella—. Es humillante.

—No es humillante. Es su error.

Un lado de su boca se elevó.

—Seguro.

—Cuéntamelo.

Se encontró vertiendo todo sobre él, y él escuchó, sacudiendo la cabeza.

—Esto no tiene sentido para mí —dijo—. Sé que la economía todavía es inestable y


las empresas aún están tomando decisiones difíciles. Pero demonios, Dev.

—Lo sé. —Suspiró ella, arrugando los pañuelos desechables en sus manos—. Sé
que es una decisión de negocios. Pero aún así. —Ella tragó.

—Le diste a esa empresa todo lo que tenías. —Frunció el ceño—. Largas horas.
Tomaste todo tipos de cursos, e hiciste toda esa red de trabajo. Te has dejado el trasero
por esa empresa. Es malditamente increíble.

—La lealtad no cuenta para mucho —dijo ella—. Supongo que he aprendido esa
99 lección.

—Bueno, pero, ¿por qué ese repentino llanto ésta noche? Obviamente sabías esto
hace mucho. No lo entiendo.

Ella se mordió el labio inferior con sus dientes y bajó la mirada. Esto era incluso
más humillante.

—Oh, bueno. Pasé todo el último mes buscando trabajo. Traté de todo. No hay
muchos trabajos allí afuera. Ni siquiera he tenido una entrevista. He hecho todo lo que he
podido, he llamado a los que conozco que me pudieran ayudar. Incluso he estado buscando
en empresas más pequeñas. Hablé con un amigo la semana pasada que me dijo que su
compañía estaba contratando, pero necesitaba hablar con el director de recursos humanos.
Pero él está de vacaciones. Sólo que me enteré que… está aquí.

Josh parpadeó.

—¿Cuándo te enteraste de eso?

—Me enteré antes de venir aquí, por mi amigo con el que almorcé. Es por eso
que… —Tragó saliva—. Decidí venir a la boda. Así podría venir a la isla y ver si podía
encontrarlo y tal vez tratar de hablar con él acerca del trabajo.

Él inclinó la cabeza.
—Mmm. —Ella lo vio procesar eso en su cabeza—. Entonces… cuando tú
sugeriste venir aquí a buscar a Allie, ¿en realidad estabas pensando en encontrar a ese
tipo?

—Sí. Pero era como matar dos pájaros de un tiro. Realmente pensé que éste era un
lugar al que Allie podría venir. Quiero decir, era una posibilidad, ¿verdad?

—Cierto —dijo él lentamente.

Su corazón se lanzó en una rápida percusión contra sus costillas.

—Hice esa impulsiva sugerencia, pero nunca pensé que tú vendrías conmigo. Y
luego en realidad no pensé en ello por completo, sobre lo que pasaría después de que
llegáramos aquí, y… —Se encogió de hombros—. No funcionó. Encontré a William
Mudge esta noche. En el vestíbulo. Y no fue muy bien.

Él la estudió.

—¿No obtuviste el trabajo?

Ella sacudió la cabeza con tristeza.

—Acaban de contratar a dos personas. Llegué tarde. Y él se enojó porque


100 interrumpí sus vacaciones, así que estoy bastante segura que nunca voy a conseguir un
trabajo en Heffington International. —Bajó la cabeza brevemente, y luego lo miró a los
ojos. Su visión borrosa por las lágrimas otra vez—. Me sentí desesperada. Nunca he
estado en una situación como ésta. Fui reclutada justo al salir de la universidad. Pero
ahora las cosas son más difíciles en todas partes. Y no tengo mucha experiencia.

—Huh. ¿Qué… seis años?

—Sí. Eso no es nada en comparación con muchas otras personas que buscan
empleo. Y sabes cuán importante es mi carrera para mí. Además… —Una vez más
vaciló—. No tengo grandes ahorros, así que no tengo mucho dinero para seguir viviendo.

Él soltó una risa seca.

—¿Te das cuenta de la ironía de ser una inversionista de banca y no gestionar tu


propio dinero?

—Sí. Es muy gracioso. —Ella puso los ojos en blanco—. Créeme, ya estoy enojada
conmigo misma al respecto. Simplemente quedé atrapada en todas estas… cosas. Ya sabes.

—La ropa. Los zapatos. Las cenas.

—Mi hermoso apartamento nuevo. —Ella le dio una sonrisa torcida.


—Eso es lo que has estado buscando. Cuando fuimos a la piscina y la playa y… me
dio la impresión que estabas buscando a alguien.

—Sí.

—Guau. —Negó con la cabeza—. Jesús, Dev. Es una mierda. Sé cuán importante
es tu carrera para ti. Sé lo mucho que les diste a ellos, y lo mucho que amabas trabajar ahí.

Basta de compasión. No podía creer que se había derrumbado y llorado frente a


Josh y luego derramó sus entrañas, toda su humillación, decepción y frustración. Ella
nunca había hecho eso. Trabajó en una sonrisa, se sentó y enderezó sus hombros.

—Pero voy a estar bien. No te preocupes.

—Sé que vas a estar bien —dijo él suavemente—. Porque eres inteligente, educada,
trabajadora y apasionada.

Ella pestañeó.

—¿Qué? —Luego se rió—. Ahora tú te ves como si estuvieras sorprendida de que


yo te dijera un cumplido.

Su labio inferior tembló sólo un poco.


101
—Sí. De hecho lo estoy. Me parece recordar que me llamabas algo así como una
insensible adicta al trabajo. Tiempo atrás.

La miró fijamente.

—¿En serio? ¿Yo dije eso? —Negó con la cabeza.

—Sí. Creo que fue durante una de las muchas discusiones en círculo que tuvimos
acerca de volver a Promise Harbor y todas las razones que tenías para hacerlo, y todas las
razones por las que no podías quedarte.

—Y todas las razones por las que tú no podías venir conmigo —agregó. Luego
cerró sus ojos brevemente—. Lo siento. Si dije eso. Quiero decir, supongo que lo dije,
pero… —Se frotó la frente, y luego volvió a mirarla—. ¿Qué vas hacer ahora?

—No lo sé. —Su boca se torció un poco—. Ahora que lo encontré y volé mi única
oportunidad de conectarme con él, no sé qué voy a hacer a continuación. Volver a Boston,
supongo. Seguir buscando trabajo.

—Un mes no es demasiado tiempo —dijo él—. Tienes que darle tiempo al tiempo.

—Supongo.

Se sentaron allí mirándose el uno al otro.


—¿Cuándo fue la última vez que te tomaste unas vacaciones? —preguntó él.

Ella pensó en eso.

—No estoy segura —admitió finalmente.

—Probablemente aquella semana que fuimos a República Dominicana.

Eso había sido… hace tres años. Lo miró a través de sus pestañas.

—Podría ser.

—Entonces, quédate. Hazme compañía por el resto de la semana. Considéralo


como unas vacaciones gratis.

Ella asimiló sus palabras.

—Debería volver. Seguir buscando.

—Ya has enviado tu currículum. Tal vez ahora sólo tienes que esperar.

—Entonces, ¿vas a quedarte toda la semana?

Él se encogió de hombros y la miró.


102
—Supongo. No tengo ninguna razón para volver a casa. Mamá hizo que Owen la
ayude a encontrar a Greta, quien no quiere ser encontrada. Tengo una semana de
vacaciones reservada.

Probablemente era una mala, muy mala idea. Pero no tenía nada en su casa a lo que
volver. Y se encontró diciendo:

—Está bien.

***

De alguna manera Devon superó la semana sin ceder al deseo abrumador de


arrojarse a los brazos de Josh. Se mantuvieron ocupados con actividades. A Josh le gustaba
hacer actividades físicas que la agotaban a ella, cosas como jugar tenis, ciclismo y natación,
tanto en la piscina como en el mar. Ella se las arregló para evitar el golf, pero él fue a
jugar golf un par de veces mientras ella se quedaba en la piscina leyendo.

Alquilaron bicicletas, exploraron parte de la isla, incluyendo los hermosos


acantilados. Se sentaron en las dunas y admiraron el viejo faro. Devon tomó un par de
fotos con su teléfono.

—Me gustaría tener mi cámara —dijo con nostalgia—. Es tan bonito y


encantador.
—Has estado aquí antes —le recordó él con una sonrisa.

—Lo sé. Pero no por mucho tiempo. He olvidado un poco lo hermoso que es.

Fueron a observar las ballenas, caminaron por la playa, y exploraron algunas de las
tiendas, restaurantes y galerías de Silverport.

Para el viernes, el último día, ella estaba más relajada de lo que había estado en
años, pero también increíblemente frustrada sexualmente. El sólo hecho de tener tiempo
libre sin presión o estrés, salvo por la presión que tenía de saltar sobre Josh y montarlo
como un caballo, se dio cuenta del precio que su estilo de vida le había estado cobrando.

Los dolores de cabezas que había tenido hace poco constantemente habían
desaparecido. Ya no tenía ese dolor constante en su cuello ni en los hombros o espalda. Ya
no sentía aquel peso en su estómago, aunque volvía cada vez que pensaba en regresar a
Boston y reanudar su búsqueda de trabajo.

Probablemente Josh había estado en lo cierto. Estas vacaciones habían sido buenas
para ella.

—Tú escoges el restaurante para nuestra última cena —le dijo Josh esa noche.
Después de un sudoroso juego de tenis, volvieron a la suite para una ducha y cambiarse. Él
103 descansaba en el sofá, mirando un libro de lugares de interés en la zona, lo abrió en la
sección de restaurantes—. No hemos probado este lugar… El Faro.

—Déjame ver.

Ella miró el aviso por encima de su hombro. La foto se veía preciosa.

—Está bien. Seguro.

—Usa ese vestido.

—¿Qué vestido? Oh. —Ella sólo tenía una vestido con ella, el que había usado en la
boda—. Supongo que puedo.

—No traje mucho para vestirme elegante, por lo que no me veré tan bien como tú
—dijo él poniéndose de pie y estirándose.

En el dormitorio, ella deslizó el vestido por su cabeza hasta que los pliegues de
chiffon flotaron alrededor de sus rodillas. Ella lo alisó sobre sus caderas y comprobó su
reflejo en el espejo. Pasar una semana en el sol le había dado un ligero bronceado que hacía
que sus ojos brillaran, junto con algunas pecas en el puente de su nariz, a lo cual le frunció
su ceño. Aunque el color melocotón del vestido se veía bien con el nuevo bronceado, y el
vestido dejaba sus brazos desnudos, al igual que un bajo escote en V al frente y espalda. Se
puso maquillaje por primera vez en días, un poco de sombra en los ojos e iluminando sus
labios con un poco de brillo de un suave melocotón, también espació un poco de su
perfume favorito.

Se sentía como si estuviera preparándose para una cita.

Pero eso era ridículo. Durante la semana, ella y Josh habían logrado ignorar el
calor entre ellos. Ella sabía que él también lo sentía. Tantos momentos, sus ojos
encontrándose, sus manos tocándose, cuando las chispas se deslizaban por sus venas la
ponían caliente y dolorida.

Ella también había logrado evitar la conversación que él había querido tener sobre
ellos.

Ahora bien, ésta era su última noche allí, y ella ya no estaba realmente segura de
por qué estuvieron peleando. Casi se había convencido a sí misma que simplemente ceder a
ello y tener una noche caliente antes de continuar por caminos separados una vez más
podría valer la pena. Sólo había un pequeño problema persistente en el fondo de su
mente…

Allie.

Con un suspiro y una última mirada en el espejo, abrió la puerta del dormitorio y
104 salió. Josh se había cambiado también, en unos pantalones negros y una camisa blanca
abotonada que dejó fuera del pantalón. Se ajustaba a su cuerpo a la perfección, las mangas
enrolladas en sus fuertes antebrazos bronceados. Cuando él la miró, su boca cayó abierta y
sus ojos ardieron.

Él parpadeó.

—Guau, Devon —dijo lentamente—. Um. Bonito vestido.

—Lo has visto antes.

Él no dijo nada, parecía sin habla.

—Eh. Sí. Te ves hermosa.

—Gracias. ¿Estamos listos para ir?

—Por supuesto.

Se dirigieron al restaurante en su mayoría en silencio; no un silencio incómodo,


pero el auto estuvo sin duda lleno de seriedad.

—Estoy un poco triste por irnos mañana —dijo Devon—. Todo es tan hermoso
por aquí.

—Sí.
—El clima ha sido genial. Tuvimos mucha suerte.

—Uh-huh.

Más charla insignificante.

Ella iba a estar triste de dejar a Josh.

Ahí está. Lo había admitido. Sólo para sí misma. No había forma en el infierno que
esas palabras se arrastraran fuera de ella.

Josh había llamado para una reserva, y se les condujo a la mesa de inmediato.

—Esto es adorable —dijo Devon, mirando a su alrededor. Ubicado en el segundo


piso de un edificio de gravilla gris, el bajo techo del restaurante creaba un ambiente
íntimo. Las paredes interiores eran de gravilla también, pintadas de un amarillo suave, y
las ventanas cubrían dos paredes. Un buffet de roble antiguo en una esquina contenía
vasos, servilletas y cubiertos, y otros más antiguos se distribuían en todo el espacio.

La anfitriona los sentó en una de las mesas de la ventana. En el exterior, las ramas
de los árboles eran sacudidas por el viento que se había levantado esa tarde. A través de la
otra ventana se veía el océano, ahora gris y agitado, el cielo bajo con nubes pesadas que
105 estaban oscureciendo el ambiente antes de tiempo. Sin embargo, dentro se sentía cálido y
acogedor.

Ella echó un vistazo a Josh mientras ambos observaban por encima de sus menús.

—Ordena una buena botella de vino —dijo Josh—. Ya que es nuestra última noche
aquí. Tú escoge algo. Yo no sé nada sobre vinos.

Devon estudió la carta de vinos. Nunca había sabido nada de vinos tampoco al
crecer, y cuando ella comenzó su trabajo en Englun y Seabrook, había tomado una serie de
cursos de apreciación del vino para así poder aparentar ser conocedora durante las cenas
de negocios. Vio un vino que había probado antes y le gustó, pero costaba sesenta dólares.
Ella miró a Josh a través de sus pestañas.

—¿Supongo que no me dejarás pagar por el vino? —dijo ella.

Él bajó su menú.

—Es así de caro, ¿eh?

Ella sonrió.

—No tienes que pagar por el vino —respondió él con una leve mueca—. Sé que
sólo soy un bombero humilde, pero tengo dinero. Me puedo permitir una buena botella de
vino.
Su boca se abrió.

—¿Un bombero humilde? ¿Estás bromeando realmente conmigo?

Se enfrentaron entre sí a través de la mesa.

—Sé que lo que hago no era lo bastante bueno para lo que tú querías que fuera tu
vida —dijo él en voz baja.

Su boca cayó abierta. Eso era tan estupendamente equivocado, ni siquiera podía
hablar. Ella trató de encontrar las palabras.

—Esa es la cosa más estúpida que te he oído decir —logró decir ella finalmente.

Él frunció el ceño.

—¿Cómo puedes pensar eso? —preguntó ella en voz baja, consciente del ambiente
silencioso en el pequeño restaurante. Se acercó más—. Eso es ridículo.

—¿Les puedo ayudar con una selección de vinos? —Apareció el camarero en su


mesa.

Devon miró el menú de nuevo, perdida por unos segundos, incapaz de


106 concentrarse. ¿De verdad creía que ella pensaba que él no era lo suficientemente bueno?
Le ardieron los ojos.

—Um, no —dijo finalmente. Ella saltó el vino caro y seleccionó al azar una botella
de Sangiovese de Italia, que era la mitad del precio.

—Excelente elección —dijo el camarero—. Vuelvo en un momento.

—Está bien, Devon —dijo Josh, también inclinándose hacia adelante—. No estoy
siendo crítico contigo. Todos queremos cosas diferentes de la vida. Entonces, ¿cuánto es lo
que acabo de gastar en una botella de vino?

—No he pedido la cara.

Sus cejas se fruncieron de nuevo.

—Podrías haberlo hecho.

Ella negó con la cabeza.

—No. No es importante.

—Sé que te gustan los buenos vinos.


—Crees que sabes mucho sobre mí —dijo ella en voz baja—. En realidad no encaja
con la forma en que me veo. Y no estoy segura de quién está equivocado. —Ella levantó la
mirada para encontrarse con sus ojos.

Durante un largo momento interminable, se miraron el uno al otro como si


estuvieran paralizados.

El camarero volvió con el vino, lo destapó, dejó que Devon lo probara y después lo
vertió en sus copas.

—¿Necesitan unos minutos más con el menú? —preguntó.

Ella lo miró.

—Sí. Por favor. —Apenas habían mirado el menú de la cena.

Trató de concentrarse en la comida, pero su piel se sentía como si estuviera


ardiendo, sus pensamientos revueltos.

El menú era principalmente de mariscos con un toque francés. No sabía qué pedir.

No le importaba. Finalmente se decidió por el plato de jurel relleno y cerró su


menú. Cuando ella ordenó para sí y Josh había ordenado su filete a la pimienta y estaban
107 de nuevo solos, ella dijo:

—Pensé que nos conocíamos muy bien.

—Devon. Lo hacíamos.

Ella negó con la cabeza, sintiéndose todavía herida por sus comentarios.

—Aparentemente no. No sabía que pensabas eso. Y todavía no sé por qué.

—¿Es aquí que vamos a hacerlo? —preguntó él—. ¿Es aquí cuando finalmente
vamos a hablar de las cosas?

Su labio inferior trató de empujarse hacia fuera, y ella hundió sus dientes en él.

—Tú eres el que quería hablar.

—No es que yo realmente quiera hacerlo —murmuró él, empujando una mano por
su espeso cabello y mirando a otro lado—. Sólo creo que tal vez… necesitamos hacerlo. —
Él le devolvió la mirada—. Toda esta semana me he sentido como… —Hizo una pausa, y
la mente de ella empezó a dar vueltas para terminar su pensamiento. ¿Él estaba sintiendo
algo entre ellos también? Su corazón comenzó a retumbar mientras ella lo miraba a través
de la mesa—. Como si las cosas no están realmente terminadas entre nosotros —dijo él
finalmente.
Ella levantó la copa para beber un sorbo, esperando que su mano no temblara.
Asintió.

—Vamos a hacer esto más tarde —dijo él, mirándola a los ojos—. Cuando estemos
de vuelta en el hotel. Por ahora, simplemente vamos a disfrutar de nuestra última cena.

De nuevo asintió, tratando de averiguar lo que él quería decir. Cuando dijo que las
cosas no habían terminado entre ellos… ¿qué significaba eso? ¿Quería más? ¿Ella quería?
Oh, Dios. Y luego queriendo disfrutar de su última cena… al parecer él no quería más.
Esto iba a ser todo. Y su “conversación” iba a ser el cierre que nunca habían realmente
tenido en su relación.

Con una piedra en el estómago, pegó una sonrisa en su rostro y habló sobre el vino,
la decoración, el clima. Se comieron la cena, pero ella ni siquiera saboreó la suya, luchando
por de hecho tragarla. Cuando les ofrecieron el postre, ambos negaron con la cabeza.

—Parece que podría haber una tormenta —comentó Josh, cuando se dirigieron a la
posada. Nubes oscuras se reunían a lo largo de la costa, y el viento se había levantado más,
zarandeando las ramas de los árboles de ida y vuelta.

—Sí.

108 Una vez dentro de la suite, Josh se acercó a la pequeña nevera bajo la repisa y sacó
otra botella de vino.

—Elegí esto antes —dijo él—. Para nuestra última noche.

Última noche. Había dicho otra vez. Era su última noche. Para siempre.

Frías manos se aferraron a Devon, un sentimiento de temor y miedo despreciable.


Había sido tan difícil perderlo la última vez. Pensó en sus meses de completa miseria, sus
entrañas apretadas en nudos dolorosos. Ahora, después de sólo esta semana juntos, ella lo
iba a perder otra vez.

Pero él ni siquiera era suyo para perder. ¿Qué la había poseído para pensar que
podía hacer esto sin que sus sentimientos hacia él consiguieran agitarse de nuevo? Ella no
debería haber venido hasta aquí.

Pero él sirvió el vino y ahora le entregaba una copa. Ella la tomó y lo vio cruzar
para encender la chimenea, luego sentarse en el sofá, estirando un brazo a lo largo del
espaldar y cruzando un tobillo sobre la otra rodilla. Él la miró. Oh. Él esperaba que ella se
sentara a su lado. Sus pies en sus zapatos de tacón se sintieron pegados al suelo, con las
piernas rígidas. Pero se las arregló para caminar de alguna manera hacia él y sentarse.
Tomó un sorbo de vino.
Luego respiró hondo e hizo la pregunta que había estado bullendo dentro de ella
toda la noche.

—Josh. ¿Cómo pudiste creer remotamente que yo pensaba que no eras lo


suficientemente bueno?

Él inclinó la cabeza.

—Sabía bien el tipo de vida que querías. Tenías tu importante carrera en la banca
de inversión en una oficina grande en el centro. Querías la ropa, los zapatos, las cenas en
restaurantes de lujo. Yo era sólo un bombero de un pequeño pueblo que no sabe nada de
ropa de diseño y comida gourmet.

—Eres un bombero —susurró ella, con la garganta apretada—. Tú pones tu vida


en peligro para salvar a otras personas. Eres inteligente, valiente y fuerte. Eras como un…
un… —Se le cerró la garganta y tragó saliva—. Eras como un superhéroe para mí. ¿Cómo
puedes creer que yo pensara algo así? —Ella realmente no lo entendía.

Sus ojos se ensombrecieron.

—¿Un superhéroe?

109 Ella bajó la mirada, temerosa de lo que él vería si miraba a sus ojos.

—Por supuesto —dijo ella—. Jebús, Josh.

—Yo no soy un héroe.

Lo miró a través de sus pestañas. Él negaba con la cabeza, sus cejas fruncidas.

—Sólo soy un hombre —continuó—. Un hombre tratando de hacer las cosas bien.
Tratando de averiguar cuáles son las cosas correctas.

Su corazón se hinchó tan grande que no podía respirar.

—Dime. Dime por qué te fuiste. Por qué volviste a Promise Harbor.

—Ya te lo dije, Devon. —Él se frotó la frente—. Mi mamá estaba en mal estado.
La familia de Allie estaba en mal estado. Tenía que estar ahí.

Ella inclinó la cabeza, tantas cosas viniendo a su mente que quería decir, pero no
podía. Pensé que podrían sobrevivir sin ti. No creo que debías haber tenido que dejar el trabajo que
amabas. Yo también te necesitaba.

—Mi madre entró en depresión —continuó Josh—. No sólo… pánico, o un período


azul, o lo que sea, lo cual sería normal después que un ser querido muere. Ella estaba
clínicamente deprimida. No sé si alguna vez has visto a alguien del cual te preocupas de
esa forma, pero da miedo.
Ella lo miró a los ojos y lo observó hablar, observó las emociones cruzar su rostro,
y su piel se heló.

—Lo mismo pasó cuando mi padre murió —continuó él, en voz baja y ronca—. Esa
vez, ella estuvo peor. Era casi suicida.

Devon dejó escapar un pequeño suspiro y se llevó la mano al pecho.

—Sí, tú puedes ser “casi” suicida —continúo él con gravedad—. Ella habló acerca
de hacerlo, así que obviamente ella pensaba en ello. Pero no tenía un plan real para
llevarlo a cabo, y creo que sólo era la idea de abandonarme y a Greta lo que le impedía
hacerlo. —Él le sostuvo la mirada inquisitivamente—. Es por eso que siempre he sentido
que tengo que estar ahí para ella. Cuando comenzó a caer en otra depresión, yo estuve
aterrorizado, Dev.

—Nunca me hablaste de esto antes —susurró ella.

—Lo sé. —Dejó escapar un breve suspiro—. Supongo que debería haberlo hecho.
Pero a mamá no le gusta que se hable de esto, y ella no quería que la gente supiera sobre
esto. Todo el mundo simplemente pensó que ella estaba sufriendo. Pero yo realmente sentí
que tenía que estar allí.

110 Devon asintió, la garganta le dolía, la presión aumentaba detrás de sus pómulos.
Maldita sea, no iba a llorar.

—Y hubo problemas con el negocio —continuó—. Seguí tratando de decirle a mi


madre que lo vendiera, pero ella no quería hacerlo.

—¿Por qué no?

—No estoy seguro. Ella nunca ha estado realmente involucrada con el negocio. Tal
vez sólo siente que es un enlace a papá. O se siente en cierto modo obligada con él, a
mantenerlo en marcha. Pero Jesús, estoy perdido cuando se tratan de esas cosas. Y parece
que paso todo mi tiempo libre trabajando allí. Tratando de cambiar las cosas. Demonios, a
veces hasta salgo y desentierro flores, arbustos y plantas.

—¿Tienes problemas para encontrar personal? ¿Es por eso que estás haciendo ese
tipo de trabajo?

—Sí. Los tenemos. —Él levantó un gran hombro—. Encontrar personal cualificado
siempre ha sido un reto.

—¿Qué tipo de sistema de contratación tienen ustedes?

Él resopló.
—Contratamos a cualquier persona que tenga una licencia de conducir,
básicamente. No es mucho un sistema.

Ella frunció los labios.

—Hmm. Bueno, ese podría ser parte del problema.

—Lo sé. —Suspiró.

—No soy una experta en recursos humanos —dijo ella—. Pero hay diferentes
estrategias que podrías probar. Supongo que pusiste un anuncio en el periódico.

—Sí.

—¿Qué tal si publicas directamente con los contratistas de comercio? Así


encontrarías personas que ya tienen conocimientos previos.

—Huh.

—En invierno cuando hagas la remoción de nieve, podrías buscar a las industrias
que no trabajen en esa temporada. Como los agricultores. Los trabajadores agrícolas
estarían buscando para contratar trabajadores en inverno.

111 —Es cierto. —Él volvió la cabeza y la miró—. ¿Qué más tienes?

Ella sonrió.

—Hay otros lugares para reclutar. Las bolsas de trabajo del gobierno.

—Sí. Nosotros lo hacemos.

—Craigslist, Kijiji. Toma ventaja de la forma en que el mundo se ha movido en


línea.

—Nunca pensé en eso.

—Y tal vez contrata a principios de verano. Antes de que tus competidores


contraten. Paga unas semanas extras de sueldo para obtener buenas personas.

—Huh. Esa es una buena idea.

—Tal vez sólo necesitas una mejor gestión.

Una vez más él hizo una mueca.

—Eso podría ser. Bill ha estado presente durante mucho tiempo, pero él no está
exactamente al día con la tecnología y técnicas de gestión. Él sabe de jardinería, eso es
seguro. Sin embargo, ¿usar Internet para reclutar personal? ¡Ja! Pero una vez más… no
tengo tiempo para estar buscando a alguien más, además sería difícil despedirlo.
Ahora fue el turno de Devon de suspirar. Ella deseó que su empleador hubiera
tenido ese tipo de lealtad hacia ella.

Su objetivo siempre ha sido trabajar para el mayor banco de inversiones que


pudiera, donde hubiera un montón de oportunidades para el aprendizaje y el crecimiento,
oportunidades de progreso, oportunidades de ganar mayores salarios y bonificaciones. Y
mira adónde había llegado. Echada sin pensar en cómo esto la afectaría.

Ella sabía que así son los negocios. No era personal. Tenían que tomarse decisiones
difíciles por el bien de la empresa. Pero aún así… no podía dejar de pensar que hay
empresas por ahí que se preocupaban más por su personal. Porque a pesar de que era una
chica de finanzas, sabía que el personal era el activo más importante de una empresa.

—Y, además, no necesitamos estar gastando más dinero en estos momentos.

—¿Ese es otro problema? ¿El dinero?

—Bueno. —Él vaciló, y ella sintió su renuncia para admitir los problemas que la
empresa estaba teniendo—. No es que no estamos haciendo dinero. Básicamente creo que
tú dirías que es un problema de flujo de efectivo.

—Ah. Bueno, eso no es inusual en estos días. —Ella no pudo evitar el borde de
112 amargura en su voz.

—Lo sé. El verdadero mercado inmobiliario derrumbándose y el acortamiento de


créditos realmente ha tenido un impacto en nosotros. Nuestros clientes están tomando
más tiempo para pagar. Los que acostumbraban a pagar en treinta días están pagando en
cuarenta y cinco días. Algunos están pagando en sesenta días. Sé por qué lo están
haciendo, pero no somos una gran empresa y no podemos darnos el lujo de esperar tanto
tiempo. Tenemos nuestros propios gastos a pagar.

—Nómina. Alquiler. Stock. Equipos —murmuró ella. Ahora bien, los asuntos
financieros eran algo en lo que ella podía entrar.

—Exactamente. —Él la miró nuevamente—. Y todas esas son cosas de las que
realmente no sé mucho. —Hizo una mueca—. No sé mucho sobre la nómina y las cuentas
por cobrar y cuentas por pagar. Sé que tengo que entender todo esto, pero….

—No se supone que tienes que saber sobre ese tipo de cosas —dijo ella, sintiendo
lo perdido que él se sentía en los problemas empresariales—. Se supone que debes saber
sobre las herramientas de liberación y combustión y… y… la concentración normal de
oxígeno en el ambiente. —Ella siempre había estado impresionada por el tipo de cosas que
él tenía que saber y cuán inteligente él había sido sobre la ciencia de la lucha contra el
fuego.

Sus labios se torcieron.


—Sí.

—¿Qué hay con la obtención de un préstamo de negocios?

—Ja. No es tan fácil en estos días.

Ella asintió.

—Sabes, la facturación puede ser una solución para ti. Creo que Brewster
Landscaping es lo suficientemente grande.

Él frunció el ceño.

—¿Qué es eso?

—Es una forma de financiación diseñada para resolver problemas de liquidez


creados por los clientes morosos.

—No me digas.

Ella sonrió.

—Utilizas una empresa que actúa como intermediario financiero entre tus clientes
113 y tu empresa. La empresa de facturación avanza los fondos de tu empresa utilizando tus
facturas como garantía. Ellos retienen la factura hasta que sea pagado por el cliente.
Mientras tanto, obtienes fondos inmediatos para cubrir tus gastos sin tener que esperar
sesenta días o lo que sea para que tus clientes paguen.

—Me parece bien. Pero aún así… ¿qué tan difícil es conseguirlo?

—Bueno, eso depende de tus clientes. Si tienes buenos clientes con buen crédito,
entonces es relativamente fácil. Más fácil que otras formas de crédito. Está bien si pagan
poco a poco, siempre y cuando lo hagan.

—Sí —dijo él pensativo—. Creo que nuestros clientes son todos buenos para el
pago.

—Y para calificar, no puedes tener ningún problema jurídico o fiscal.

—No los tenemos.

—La mayoría de los programas de facturación se pueden ajustar con bastante


rapidez. En menos de dos semanas.

—Mierda, Devon. ¿Es de verdad?

Ella se echó a reír, el calor extendiéndose por su cuerpo.


—Sí. —La admiración en sus ojos hizo que algo se expandiera dentro de ella, un
sentimiento de ser necesitada. Una sensación de fuerza. Una sensación de que, por una vez,
ella podía ayudarlo. Soltó un suspiro largo y lento—. Yo… —Se detuvo un momento, y
tragó saliva—. Te puedo ayudar con eso.

Él asintió lentamente y sus ojos se encontraron.

—Eso sería… increíble, Dev. En serio. —Hizo una pausa—. Así que, ¿lo ves? Tuve
que volver a Promise Harbor. Te dije que tenía que hacerlo. Y… —Hizo una pausa, como
si su garganta se estuviera cerrando—. Jodidamente me mató cuando tú no viniste
conmigo, Dev.

Las comisuras de sus ojos ardieron, sus pulmones se cerraron y su corazón latió
dolorosamente contra las costillas.

—Oh, Josh.

Y entonces de alguna manera ella estaba entre sus brazos, sus brazos grandes y
fuertes, y no estaba segura de quién reconfortaba a quién mientras se abrazaban, su rostro
presionado contra su cuello. Ella sintió los latidos de su corazón y el calor de su cuerpo a
través de la tela de su camisa, lo sintió tragar y sintió su respiración entrecortada.

114 Ella luchó contra las lágrimas, respirando el olor de él, un cálido aroma masculino
de especias y almizcle, con los brazos alrededor de su cuello, aferrándose tan fuerte como
pudo.

—Estás temblando —susurró él, y cuando sus labios rozaron su cabello, ella no
estaba segura de si lo había imaginado—. Está bien, Dev. Está bien.

La piel de su cuello estaba justo allí, y ella dejó que sus labios lo tocaran en apenas
un beso. Pero su cuerpo se tensó. Su mano se deslizó por el cabello de ella y agarró un
puñado de él, firme pero suave, y haló su cabeza hacia atrás. Ella se mordió el labio y lo
miró.

Su corazón se estremeció al sentir el calor y el hambre en sus ojos. Su estómago se


precipitó, y ella tragó una bocanada de aire mientras sus párpados bajaban sobre sus ojos
brillantes, y los de ella respondían de la misma manera. Josh dio un gemido áspero
mientras inclinaba su cabeza y la besaba finalmente, por fin, oh Dios, al fin.

Sus brazos se apretaron alrededor de ella, con una mano sostenía su cabeza, su
cuerpo grande y sólido contra el de ella. Se hundió en el beso, su boca cálida y firme,
insistente aunque tierna. Él deslizó su lengua por su labio inferior, luego dentro de su
boca, acariciando la de ella, y ella abrió más para él, apretando sus brazos alrededor de su
cuello y empujándose más cerca todavía.
Su cabeza se vació y se entregó al beso, la sensación de sus pechos doloridos
presionados contra su duro pecho, el ritmo erótico de su lengua entrando y saliendo de su
boca haciéndola fundir entre sus piernas. Ella dejó escapar un suave gemido, deslizó su
mano por su cabello, pasando los dedos por sus gruesas hebras de seda, y besándolo con
todo lo que tenía.

Jebús, esto era una locura. Caliente, pero una locura. Estúpida. Pero caliente. Se
acordó de su sabor y la sensación de sus labios como si la última vez que se habían besado
hubiera sido ayer, y sin embargo esto era algo nuevo; nuevo, aterrador y emocionante. Ella
amaba besarlo. Él siempre había sido un besador sensual, seduciéndola y convirtiéndola en
un charco de lujuria con su boca. Le dolía abajo en el interior, su vientre se apretaba fuerte
deseándolo.

Él inclinó su boca sobre la de ella, profundizando el beso aún más. Un año de pena
y anhelo entraron en ese beso, tan dolorosamente hermoso y sensual. Su mano acarició su
espalda, quemándola a través de la tela de su vestido, y el calor se lanzó en espiral a través
de ella. Entonces su interior saltó cuando la mano de él se movió a lo largo de sus costillas
y cubrió su pecho.

Ella gimió en su boca al sentir su mano de aquí para allá, apretando muy
suavemente, y sus pezones tensos en puntas, palpitantemente duros. Sus dedos
115 encontraron el borde del cuello del vestido en V, rozando su piel, y la sensación crepitó
sobre su cuerpo, cada terminación nerviosa hormigueando.

—Quiero quitarte este vestido —murmuró, frotando su nariz a lo largo de la de


ella—. Te quiero desnuda. Debajo de mí. A mí alrededor.

Sus palabras hicieron que llamas saltaran dentro de ella y la emoción hizo que se
retorciera su estómago.

—Espera —dijo ella con un gemido para lograr que entrara aire en sus pulmones
tensos. Ella se alejó de él un poco mientras jadeaba—. Espera, Josh.

Él la miró fijamente, con los labios entreabiertos, sus ojos oscuros y hambrientos.

—¿Qué?

Dios, oh Dios, tal vez ella no debería hacerlo. Sólo quería que su boca regresara
sobre ella, su mano sobre su pecho, lo quería desnudo también, pero…

—Te lo pregunté antes, pero tengo que preguntar de nuevo. Si Allie volviera… si
ella dijera que cometió un error y todavía quiere casarse contigo… ¿la aceptarías de
vuelta?

Ella le sostuvo la mirada mientras se quedaban allí mirándose el uno al otro.


Traducido por Martinafab

Corregido por LizC

Josh observó a Devon, su mente en blanco por un momento, su cuerpo palpitante


de lujuria y calor, su corazón tronando. Entonces casi se echó a reír. Casi quería decir:
¿Allie quién? Porque ella era absolutamente en lo último que estaba pensando en ese
momento. Por un instante, él examinó eso. ¿Debería sentirse culpable por eso?
Probablemente, ya que hace una semana que había estado a punto de casarse con ella. Ella
había sido la que lo había acabado, pero era posible que descubriera que había cometido un
error y volviera corriendo.

Pero si se sentía culpable, era sólo porque ahora se daba cuenta que… casarse con
116 Allie hubiera sido un gran maldito error.

Después de pasar ésta semana pasada con Devon, vio que lo que hubo entre él y
Allie había sido sólo un poco más que amistad. Ambos se gustaban. Sus familias eran
cercanas. Por lo que tanta gente estaba contenta de que se casaran que se había sentido
correcto por hacer. Pero no había sido lo correcto. Había sido lo equivocado, muy
equivocado.

Cerró los ojos un momento al darse cuenta de lo cerca que estuvo. ¿Cómo podría
haberse casado con Allie cuando aún tenía sentimientos tan poderosos por Devon? Había
intentado olvidarla, pero ahora sabía que nunca lo había hecho en realidad, y
probablemente nunca lo haría.

Y sólo eso provocó una nueva serie de problemas.

Abrió los ojos y fijó su mirada en el rostro de Devon, tan hermosa, con los
hombros y brazos desnudos en ese bonito vestido, tan femenina y delicada con capas de
tela transparente envueltas alrededor de su delgado cuerpo, su cabello castaño brillando de
rojo a la luz del fuego, sus sexy ojos inclinados mirando hacia él con aprensión, esperando
a que respondiera.

—No —dijo con firmeza.

Ella tragó saliva.


—¿Estás seguro? Tienes que pensar en ello.

—Sí. —Él suspiró, pero mantuvo su mirada constantemente—. Sabes que cuando
le hago una promesa a alguien, mantengo mi palabra. —Ella asintió—. No me tomo esas
cosas a la ligera, especialmente una promesa de casarme con alguien. Así que sí, tuve que
pensar en ello. Pero esa es la verdad, Dev. Allie y yo nunca volveremos a estar juntos.

¿Cómo podía decirle él cómo se sentía cuando acababan de volver a conectar,


cuando ella se marchaba para volver a su vida en Boston, cuando las cosas que habían
pasado entre ellos estaban todavía allí? Pero podía decirle esto:

—Casarme con Allie era un error —dijo lentamente—. La gente nos estaba
empujando a hacerlo. Parecía una buena idea. —Levantó un hombro—. Siempre me he
preocupado por Allie. Crecimos juntos, ambos pasamos a través de las situaciones de
familia juntos, los dos estábamos… solos. Pero ahora puedo ver que nunca iba a funcionar.
Si Allie decide que cometió un error al huir con Gavin y todavía quiere casarse conmigo…
bueno, no creo que vaya a ser difícil para mí convencerla de que sería un desastre.

Él extendió la mano y tocó el rostro de Devon, su suave mejilla aterciopelada


debajo de las puntas de sus dedos ásperos.

—Todavía tengo sentimientos por ti, Devon. Es evidente.


117
Ella asintió, y aunque no lo dijo, él sabía que ella estaba admitiendo que tenía
sentimientos por él también.

Así que él tiró de ella hacia sus brazos, inclinó la cabeza y encontró de nuevo su
boca con la suya, mostrándole los sentimientos que aún tenía.

Ella sabía tan condenadamente bien, tan dulce, y cuando su lengua se deslizó a lo
largo de la de él, su polla saltó en sus pantalones. Estaba tan lleno y duro que dolía, por lo
que él la atrajo hacia sí justo en su regazo, con una mano en su cadera, la otra deslizándose
de vuelta en su cabello. Le encantaba su cabello, largo y fresco y sedoso, le encantaba
envolverlo alrededor de sus manos. Su boca se abrió más, invitándolo, y él gimió y fue a
por ella, besándola profunda y largamente, sus labios deslizándose, sus lenguas
enroscándose.

Su cuerpo entre sus brazos se sintió exquisito y correcto, suave y cálido, su vestido
subiéndose por su muslos desnudos, sus piernas estiradas hacia los lados en el sofá, todavía
usando esos tacones sexys. Él deslizó una mano por su espalda para acariciar su trasero,
acercándola, pero todavía no estaba lo suficientemente cerca. Qué había dicho antes… sí…
desnudos. Ambos.

La chimenea resplandecía naranja, dorada y amarilla, las llamas danzantes


fundiéndose en onduladas sombras en la oscura habitación. No necesitan el calor de ella —
estaban creando muchísimo ellos mismos—, pero aún así estaba bien saber que ella no
tendría frío cuando él le quitara ese bonito vestido de su cuerpo.

Su mano reunió la falda de su vestido y lentamente, muy lentamente la arrastró a lo


largo de su cadera, y luego deslizó su mano por debajo de ella y encontró la dulce y suave
curva de su trasero. Sus dedos rozaron el cordel de su tanga, su cálida y resistente carne
llenó su palma perfectamente, y le dio un pequeño apretón que le hizo gemir. Quería
hacerla gemir. Quería hacerla gemir toda la noche.

Le besó la comisura de la boca, la mejilla, el punto sensible frente a la oreja. Él


aspiró su olor, su singular aroma femenino mezclado con perfume sexy, de ella y sólo de
ella. Tiró de su cabello para hacerla inclinar la cabeza y abrió la boca en la piel de su
cuello, rozándola con los dientes, lamiéndola con su lengua. Su gusto llenó sus sentidos y
se sintió ebrio, como si estuviera drogado.

—Tú y yo, Dev —susurró, su boca cerca de su oído. Ella se estremeció y se apretó
aún más cerca—. Sólo tú y yo. Ahora mismo.

—Sí. —Ella se volvió hacia él y se besaron otra vez, sin fin, profundos besos llenos
de nostalgia, hambre y dulzura, fundiéndose en placer.

La necesidad de desnudarla, arrojarla de espaldas y empujar dentro de ella era


118 poderosa, y luchó contra ello. Tenían toda la noche. Ésta noche. Una noche.

Cristo. Una noche. Una puñalada de dolor en su corazón le robó el aliento por un
momento.

No era suficiente. Para siempre no sería suficiente.

Ella todavía era parte de él. Cuando la había encontrado llorando en el vestíbulo,
había estado aturdido. Juro por Dios que jamás vio a Devon llorar. Sus lágrimas habían
sido como una flecha en su pecho, y cuando ella había confesado que perdió su trabajo, y
luego su esfuerzo en encontrar a ese tipo para convencerlo a que le diera un trabajo…
Cristo, eso fue tan equivocado que era desgarrador. Le dolía por ella, por lo angustiada que
estaba, pero lo que realmente lo atrapó fue cómo se había abierto y le contó esas cosas.
Porque a pesar de se había preguntado qué tan bien se conocían Devon y él, había una cosa
que sabía de ella con certeza y seguro conocimiento: a ella no le gustaba ser vulnerable.

Con el pecho doliendo, le acarició el trasero, la cadera, el muslo, buscando los


pliegues sensibles donde la pierna se reunía con la cadera, burlándose ahí con sus dedos.
Las manos de ella comenzaron su propia exploración, arrastrándose por su cuello, los
hombros, tirando del primer botón de su camisa, y luego deslizándose en el interior por
encima de su clavícula. El fuego ardía bajo su piel, su cuerpo tenso. Sus sonidos mudos
hablaban de necesidad y placer.
Él desenredó la mano de su cabello y la acarició por encima de su hombro,
empujando la correa ancha de lado para tratar de conseguir quitarle el sujetador.

—Cremallera —murmuró ella—. Está a un lado. —Levantó su brazo para darle


acceso, y con una sonrisa encontró la pequeña lengüeta y tiró hacia abajo.

—Ahí vamos. —Ahora fácilmente pudo empujar hacia abajo el vestido por sus
brazos, dejando al descubierto un sujetador sin tirantes de encaje color melocotón. Tenía
que simplemente mirar por un momento a la prenda femenina y a las curvas hinchadas en
la profundidad caída de éstas—. Jesús —murmuró—. ¿Cómo puede eso mantenerse en
pie? —Parecía como si sus pechos estuvieran a punto de derramarse, y su sangre corrió
con vehemencia por sus venas.

Ella le dio una sonrisa sexy, uniendo sus manos detrás de su cuello e inclinándose
un poco hacia atrás. Eso le dio una mejor vista de su escote.

—Es un milagro —dijo.

Él sonrió.

—Sé dónde compras. ¿Tus bragas van a juego?

119 —No. Llevo bragas de algodón blanco de abuelita.

—Ja. —Su mano en el trasero de ella se movió y una vez más toqueteó la pequeña
tira de tela en su cadera—. Buen intento.

Ella movió sus caderas, la cual se presionaba contra su erección, y él gimió, lanzas
de necesidad punzando en sus pelotas. Metió la mano entre sus piernas, y ahora ella se
quedó sin aliento. Por un momento, él sólo la ahuecó ahí, dejando que su calor pulsara
contra su mano.

—Tan suave —dijo con voz ronca—. Caliente y suave.

Ella lo observó con los ojos brumosos, los labios entreabiertos. Sus muslos se
relajaron un poco más abiertos, y tragó fuerte. Él dejó que su dedo medio se sumergiera en
sus pliegues, encontró el caluroso líquido, y se deslizó dentro de ella. Ella tomó una fuerte
bocanada de aire y hundió los dientes superiores en el labio inferior.

—Devon —susurró, un poco asombrado—. Estás muy mojada.

Ella asintió bruscamente, todavía colgando de su cuello.

Él jugó allí durante un momento, los dedos deslizándose sobre los pliegues
gruesos, dentro y fuera de ella, después encontrando su clítoris, hinchado y duro. Dios, iba
a explotar, tanto calor y presión se estaban acumulando en su interior. Increíble.
No podía creer lo excitada que estaba, cremosa, resbaladiza y caliente. Su lengua
ansiaba probarla, y tragó saliva. Su pene se esforzaba en estar dentro de ella, y de nuevo
luchó por el control. Él encontró su clítoris una vez más, frotándolo en pequeños círculos,
y ella se levantó en su regazo, su espalda arqueada.

—Oh —dijo ella en una larga exhalación—. Oh Dios. —Abrió las piernas todavía
más amplias—. Oh Josh.

Oh, sí. Infiernos, sí. Sosteniéndola con un brazo y tocándola con el otro, observó
esparcirse el rubor desde su pecho a su cara, sus ojos cerrados, los labios entreabiertos. En
sintonía con su respuesta para asegurarse de que estaba haciéndolo bien, golpeando el sitio
correcto, tiró de las riendas de su propia excitación y la llevó arriba. Su cuerpo se tensó,
sus caderas se removieron en su mano, los muslos abriéndose y cerrándose ligeramente
mientras se acercaba a su liberación. Ella hizo pequeños sonidos suaves que lo llenaron,
muy gratificantemente. Y entonces ella gritó, su cuerpo tensándose y deteniéndose.
Maldición, sí.

Se dejó caer contra él después de eso, relajada y cálida.

—Oh Dios mío —murmuró.

Él sonrió y le acarició el cabello, presionando su cara contra él. Pero sólo por un
120 momento, porque él estaba duro y caliente. Encontró el broche de su sujetador en la
espalda, lo abrió y tiró de él entre ellos. La besó en la mejilla y la levantó por encima de él.

—Espera —le susurró. Se levantó y se quitó la ropa lo más rápido que pudo, luego
la alcanzó. Arrastró el vestido agrupado en su cintura hacia abajo por sus piernas, junto
con sus bragas. Ahora estaban ambos desnudos, de la forma en que él los quería, y él se
sentó y la tiró de espaldas a él, posicionándola en su regazo para que ella estuviera a
horcajadas sobre él.

Sus pechos estaban en su cara, redondos, plenos y perfectos. Admirado, los estudió,
sosteniendo sus caderas.

—Dulce Jesús, eres tan hermosa —gruñó. Frotó la cara contra sus curvas, sintió el
roce de su barba en su suave piel. Luego cerró los ojos, volvió el rostro y encontró un
pezón con la boca. Él cerró los labios sobre la punta arrugada y chupó, la emoción se
derramó sobre él ante la sensación de ella en su boca, encajando perfectamente. Deslizando
sus manos por su espalda, la acercó más a él y frotó la lengua sobre su pezón. Su cuerpo se
agitó en sus manos, y ella gimió.

Él chupó, mordisqueó y lamió durante un largo rato, luego cambió al otro pecho.
Sus manos se aferraban a sus hombros, sus dedos clavándose en ellos, sus jadeos de
placer llenando sus oídos, los sonidos más dulces que existen. Dándole placer, haciéndola
sentir tan bien, era de lo que se trataba todo eso.

—Dentro de ti —murmuró, su palpitante polla pidiendo atención.

—Sí.

Ella se levantó, y él dirigió su saeta hacia su entrada.

—Oh Cristo —murmuró él—. Necesito un condón.

Ella gimió.

—¿Tienes uno?

Mierda, ¿lo tenía? Le dio a su cabeza una sacudida, tratando de pensar.

—Estoy seguro de que tengo uno en algún lugar. Déjame ir a ver. —Él la besó en
la boca, los dos tan excitados y al borde que temblaban. Maldita sea. Una vez más, la
levantó de él y suavemente la sentó en el sofá. En el baño, él parpadeó ante la luz brillante,
y luego buscó en su kit de afeitado. Oh, gracias a Cristo, había un par de condones en la
parte inferior. Casi mareado con alivio, regresó a la sala de estar. La oscuridad y la luz del
121 fuego parpadeante eran un bálsamo para sus sentidos sobrecargados.

Ella esperó por él, y él levantó los pequeños paquetes. Su sexy sonrisa le robó el
aliento, junto con su cuerpo desnudo sombreado por completo de dorado, su cabello
brillando de color rojo oscuro y enredado alrededor de sus hombros.

Reanudó su posición sentada y rápidamente se enfundó, luego extendió sus manos


a Devon, quien se movió de vuelta sobre él, a horcajadas sobre sus muslos. Su mirada bajó
al pequeño parche de rizos oscuros entre sus piernas, luego bajó más mientras ella
extendía su postura y se posicionaba a sí misma para llevarlo dentro. Ella siguió su mirada
y bajó la vista hacia donde su polla se levantaba entre ellos. Él se acomodó a sí mismo de
nuevo y encontró su entrada, tan caliente aún a través del delgado látex, por lo que se pasó
la lengua por los labios.

—Oh sí —susurró ella, bajándose a sí misma dentro suyo—. Oh Dios, Josh. —Su
cuerpo se cerró a su alrededor, apretado y caliente, centímetro a centímetro, mientras
hundía su pene. Electricidad crepitaba sobre sus terminaciones nerviosas, una cascada de
calor se derramó sobre él al sentir que su suavidad lo consumía.

—Te sientes tan bien, nena —susurró, tratando de alcanzar su cintura—. Tan
malditamente bien.

—Tú también.
Entonces ella estaba allí, todo el camino, sentada en su regazo con él llenándola por
completo. Apretó sus músculos internos sobre él y casi perdió el control.

—Tranquila —dijo con voz ahogada—. No te muevas. Todavía no.

Ella se inclinó para besarle y sus bocas se encontraron en esa conexión cálida que
le afectó directamente al corazón. Sus manos se frotaron sobre su pecho, sobre sus
pectorales, sobre sus pezones, enviando lanzas más caliente de sensaciones a su ingle.

—Oh sí —murmuró él contra sus labios—. Muy bien.

Ella comenzó a moverse, lentamente, levantándose y bajándose en pequeñas


estocadas, y luego empujó desde atrás de él, con las manos sobre su pecho de nuevo,
provocando una especie de placer primitivo dentro de él que le dio ganas de gruñir como
un animal.

La esencia de su femenina excitación subió a su nariz, embriagadora y vertiginosa,


y observó con fascinación cómo aparecía su polla, y luego desaparecía dentro de ella otra
vez, sus pliegues gruesos se separaban para llevarlo adentro. Ella apretó una mano en su
estómago.

—Tan profundo —susurró ella, con los ojos medio cerrados—. Tan profundo que
122 casi duele.

—No quiero hacerte daño, nena.

—No, no. Está bien. Está muy bien. —Ella encontró sus ojos, y algo se rompió
entre ellos, caliente e íntimo.

—Sí —concordó él, sus manos apretando en el cuerpo de ella, ayudándola a bajar y
subir—. Lo es.

Entonces él no pudo soportarlo más. Lo necesitaba más duro, más rápido, por lo
que la agarró por las caderas y la levantó de él, luego tiró de ella hacia debajo de modo que
su trasero golpeó su regazo. Ella debe haber sentido su desesperación porque captó el
ritmo por sí misma, subiendo y bajando más rápidamente, montándolo. ¡Maldición!

El arrastre y el tirón de su cuerpo en su pene casi le hicieron estallar la cabeza.


Alzó los párpados pesados y observó sus pechos rebotar tentadoramente delante de él, sus
pezones apretados y duros. Cuando ella levantó los brazos para arrastrar su cabello hacia
atrás y despegándolo de su cuello, sus pechos se alzaron aún más, y junto con la dicha
absoluta en el rostro de ella, la vista casi lo deshace. Algo se apretó en su pecho.

—Mierda —murmuró mientras su trasero golpeaba sus piernas una y otra vez—.
Dev… Estoy cerca.
Ella gimió y deslizó una mano entre sus pechos, sobre su estómago y entre sus
piernas. Santo infierno. Ella iba a correrse de nuevo. Eso era jodidamente increíble.

Su cabeza cayó hacia atrás y sus golpes se ajustaron a sus dedos en ella misma, pero
fue suficiente para él. Su visión se tornó borrosa.

—Sí —gruñó—. Hazte correrte, nena. Hazlo.

Ella se mordió el labio, su expresión absorta con el placer que sentía, sus dedos
frotando con furia, y luego soltó un pequeño gemido y se onduló alrededor de su polla. Su
cuerpo entero se puso tenso y quieto, y luego cayó sobre él, enterrando la cara en su
cuello. Él envolvió sus brazos alrededor de ella, apretó la cara en su cabello, y utilizó sus
caderas y la folló, con fuerza, sus muslos tensándose con su clímax inminente.

Una sensación candente lo recorrió desde sus pelotas por su columna vertebral y
por la espalda hacia abajo de nuevo, tan jodidamente intensa, y luego se apoderó de él,
inundando sus sentidos con insoportable placer. Él gritó, haciendo imparables ruidos
guturales de placer mientras se corría en el interior de su dulce cuerpo en una oleada tras
otra de orgasmos.

Él se aferró a ella como si se estuviera ahogando, y cuando salió a la superficie otra


vez, ella tenía la boca presionada contra su cuello en un caliente beso con la boca abierta.
123 Arrastró aire a sus pulmones, el aire perfumado con su singular perfume mezclado con
sexo, el cual fue directo a su cabeza.

—Devon —susurró—. Cristo.

Su mano encontró su cabello y tiró ligeramente para levantar su cabeza. Necesitaba


ver su rostro, sus ojos. ¿Qué habían hecho? ¿Qué habían hecho?

Ella le devolvió la mirada con una sonrisa suave y ojos cálidos, y él se dejó caer en
eso, abrumado y aliviado.

—Oh, Josh —susurró ella, apoyando la mano en su mejilla—. Oh Dios mío.

—Lo sé. —Volvió el rostro y la besó en la palma de la mano—. Lo sé. —Cerró los
ojos de nuevo entonces, su cuerpo todavía palpitante con calor, el cuerpo de ella todavía
abrazándolo.

Y con eso, su vida acababa de cambiar. Bueno. Malo. Infiernos, si lo supiera. Pero
nada sería igual de nuevo.
Traducido Ale Grigori y Jessy

Corregido por LadyPandora

Devon permaneció allí sentada a horcajadas sobre las piernas de Josh, empalada
con su miembro aún duro en su interior, su pecho lleno de emoción. Su cuerpo todavía
vibraba con el poderoso orgasmo que acababa de tener, todavía palpitaba alrededor de él.
Cuando sus ojos se encontraron, todo lo demás se desvaneció, y como él dijo, eran sólo
ellos. Le tocó el rostro, áspero con la barba sobresaliente, admirando la curva de sus
mejillas, la forma de la mandíbula, la pendiente de su nariz.

Era difícil creer que ella estaba allí con él, en esta hermosa suite, teniendo sexo con
él después de tanto tiempo. Después de tantos meses de extrañarlo, necesitarlo, sufrir por
124 él.

—Vamos a la cama —murmuró él.

A ella le gustó como sonaba eso.

—Sí. —Arrugó la nariz cuando se bajó de él. Separarse de él no era agradable. Se


puso de pie sobre piernas que estaban sorprendentemente débiles y sacudió su cabello
hacia atrás. Josh también se levantó.

—Voy a deshacerme de esto —dijo él, mirando hacia el condón que se estaba
retirando. Cuando se movió a su alrededor para caminar hacia el dormitorio, Josh le dio
una palmadita en su trasero, y ella le lanzó una sonrisa por encima del hombro.

Apartó las mantas y se deslizó entre las sábanas frescas contra su piel recalentada.

Josh.

Suspiró y presionó la cara contra la almohada. No quería pensar en mañana y


dejarlo o lo que iba a suceder después de esto. Pensamientos como esos la herían. Por
ahora, estaba allí con él y después de arder por él toda la semana, finalmente lo había
conseguido. Y Jebús Cristo, había sido caliente.

El sexo con Josh siempre había sido caliente. Había tenido otros novios antes de él,
pero sólo con él había aprendido acerca de su sexualidad y explorar sin miedo y con
entusiasmo. Nunca había sido lo mismo con cualquier otra persona, incluso aunque el sexo
fuera bueno. Sonrió contra la almohada.

La cama se hundió cuando Josh se subió junto a ella, su cuerpo grande y cálido. Se
dejó llevar hacia su voluptuoso calor y fuerza cuando la atrajo hacia él y envolvió sus
brazos a su alrededor.

—Dios, Dev —murmuró—. Durante toda la semana, he deseado tanto dormir aquí
contigo.

Todas esas noches sola en esa gran cama, herían su corazón.

—Yo también —susurró ella.

—¿Qué estábamos esperando?

Ella se movió un poco para verle a la cara.

—Esta podría no ser la mejor idea.

Su boca se apretó un poco.

—Está bien. Vamos a lidiar con ello.


125 —Um… ¿lidiar con qué? —En su estómago se hizo un nudo.

—Vuelve a Harbor conmigo.

Ella se quedó en silencio mientras las preguntas se disparaban en su cerebro.


¿Volver a Promise Harbor? ¿Contigo? ¿Por cuánto tiempo? ¿Por qué?

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Es que… —¿Por qué no? Tragó saliva—. Yo…

—No hay una buena razón. No tienes un trabajo por el que volver. No hay razón
para irte de nuevo a Boston.

—Sí. —Su cabeza giró un poco—. Supongo que podría hacerlo. Es que… las cosas
son tan incómodas entre mi padre y yo. Y ahora con Susan.

—¿Susan?

—Sí. Su vecina. Y uh… novia. Supongo. No sé. Él no me habló de ella, pero cuando
llegué el pasado fin de semana allí, descubrí que están en… um… una relación.

—Eso está bien.


—Es raro.

Él se rió entre dientes.

—¡En serio! Mi padre… oh, Dios mío. Supongo que sólo me asusta un poco.

—Bueno, sí, eso es normal. Yo también estaría asustado si mi mamá empezara a


salir.

Ella suspiró.

—Sí, supongo.

—Entonces, si no quieres quedarte con él, quédate conmigo.

Ni siquiera había dudado en decirlo. Oh, Dios. Oh, Dios. No pudo evitar la burbuja
de esperanza que se expandía en su interior, incluso cuando sabía que esa era una loca idea.

—Josh…

—¿Qué?

—Es una locura. —Bajó la mirada a su barbilla—. No puedo hacer eso. ¿Te
126 imaginas lo que la gente diría? Hace una semana ibas a casarte con Allie.

Él gimió.

—No me importa lo que diga la gente.

—Sí te importa.

—Bueno —dijo, rodando sobre su espalda y colocándose encima de ella—. Tal vez
pueda convencerte de esta manera de volver conmigo.

Y él la besó, sosteniendo su cabeza entre las manos.

Ella se fundió en la cama, devolviéndole el beso, sus manos en su espalda, su piel


cálida y satinada. Su peso la presionaba en el colchón. Ah, sí. Eso era bastante convincente.

Sólo tú y yo.

En esa cama, en esa oscura y tranquila habitación de hotel, eran sólo ellos. Una vez
más, el resto se desvaneció mientras se perdía en él, el éxtasis puro creciendo en su
interior, en el maravilloso dolor de tenerlo a él tan profundamente dentro de ella, el placer
angustioso de estar con Josh de esta manera.

—Devon —gruñó—. Maldita sea.


Ella sólo pudo parpadear sus ojos en respuesta, su corazón latiendo en sus oídos, el
máximo placer fuera de su alcance, justo ahora. Con cada movimiento de su cuerpo, con
cada impacto de su pelvis contra la de ella, subía más y más alto. Las llamas lamían su
cuerpo.

—Oh, Dios —susurró ella mientras subía aún más alto, la sensación acumulándose
en su interior como fuego, un punto tan fuerte cerca del dolor, tan exquisito—. Oh, Dios,
Josh. Sí.

Su piel se humedeció, sus corazones dieron un vuelco, todo el cuerpo de ella estaba
en llamas, de calor, luz y poder.

—Diablos, sí —gimió Josh—. Oh sí, Dev. Yo también voy a acabar… Cristo, ahí
está… —Y él rugió cuando su cuerpo se tensó y quedó inmóvil, sus manos en puño en el
cabello de Devon, su rostro pegado al de ella. Luego empujó en su interior, estocadas
largas y fuertes, llenas de placer.

Se aferraron el uno al otro, respirando rápidamente, por un tiempo. Devon no


estaba segura de cuánto tiempo había flotado letárgicamente en una nube de felicidad. Tal
vez había dormido un poco, pero cuando Josh se movió sobre ella, se dio cuenta de lo que
la rodeaba de nuevo, su piel húmeda se pegaba entre sí, sus caderas un poco doloridas. Ella
127 también se movió y poco a poco, él se separó de ella, otra vez ese momento de la
desagradable separación, y luego él desapareció en el cuarto de baño por un momento. Ella
estiró las piernas en la cama, las sábanas suaves deslizándose sobre su piel sensible, y
levantó los brazos por encima de la cabeza para un estiramiento completo del cuerpo. Oh,
guau. Eso era realmente lo único que podía decir. Guau.

Josh apagó la luz que habían dejado encendida en la sala de estar y apagó la
chimenea, regresando al ahora oscuro dormitorio, justo cuando un relámpago iluminó la
habitación. Él se asomó por la ventana.

—Hace mucho viento allá fuera —dijo. Un trueno retumbó a lo lejos—. Y ahí está
la lluvia. —Grandes gotas salpicaron contra los cristales.

Se dio la vuelta y se metió en la cama con ella, una vez más la envolvió en sus
brazos, y ella se acurrucó contra su cuerpo.

—Se está bien aquí —murmuró ella.

—Sí.

Le acarició el cabello, la espalda y la cadera, y por un tiempo se quedaron en


silencio. Ella tratando de procesar lo que había sucedido y qué significaba todo aquello,
pero era abrumador. No tenía ni idea de que éste era el lugar donde iba a terminar cuando
había hecho el viaje a casa para la boda. Eso la hería, desearlo, querer mucho más. La
inutilidad de querer mucho más.

Le había pedido que volviera a Promise Harbor con él. Su instintiva e inmediata
respuesta había sido no, pero ahora… no quería dejarlo.

Eso era muy peligroso, ese tipo de sentimiento, esa clase de pensamiento.
Demasiado peligroso porque sabía muy bien lo mucho que dolería si las cosas terminaban
de nuevo. Y lo harían. Su vida estaba en Boston, y la de Josh estaba aquí, con su familia.

Siempre había sabido que su familia era importante para él, incluyendo a su “otra
familia”, los Ralston. Ella conocía a su madre principalmente como la “Señora Brewster”,
su profesora de matemáticas en la escuela secundaria, y siempre había sido extraño verla
en la casa de Allie, ver a una profesora como una mujer normal con una familia y amigos.
No había conocido a Josh hasta un par de años después de que su padre hubiera muerto, y
aunque sabía que él había cuidado de su madre y hermana, nunca se había dado cuenta de
lo difícil que había sido para su madre, hasta el punto en que ella casi se había suicidado. Él
nunca se lo había dicho antes y le dolía por él, por la forma en que había tenido que lidiar
con esto a la edad de quince años, un niño cuyo padre había muerto y que también tenía
miedo de perder a su madre. Le dolió por todo lo que estaba debajo de la superficie. Ella
había pensado que su familia era la única con secretos así, cosas de las que nadie hablaba.
128 Él se preocupaba por su madre y hermana, y sacrificó mucho por ellas. El trabajo
que había amado en el Departamento de Bomberos de Boston. Devon había estado herida
y enojada cuando él se fue, que hubiera estado dispuesto a renunciar a eso y renunciar a
ella tan fácilmente por volver a Promise Harbor, esos sentimientos de abandono que ella
había experimentado cuando su madre había desaparecido eran tan dolorosos.

Sin embargo, era un hombre bueno. ¿Cómo podría culparlo por hacer lo que él
pensaba que era correcto y lo mejor para su familia? ¿Cómo podría culparlo por
preocuparse por ellas de la manera en que lo hizo? Su lealtad a su familia sólo destacaba
cuán diferente era su propia familia, con un padre que se había cerrado y no quería tener
nada que ver con ella. Josh era diferente: era abierto y honesto, leal y protector.

—¿Estás bien, nena? —susurró Josh. Afuera, la lluvia caía en un campaneo


constante, el viento en ocasiones se estrellaba contra las ventanas, el trueno retumbando
cada vez más cerca.

—Estoy bien.

—¿Por qué no quieres volver al puerto? —preguntó en voz baja.

Ella escondió su rostro contra su cuello y aspiró su esencia.

—Sabes que mi padre y yo realmente no nos llevamos bien.


—Sí, en cierto modo lo sé. Sin embargo, en realidad no sé por qué. Nunca hablaste
mucho sobre tu padre.

—No hay mucho de qué hablar. —Vaciló, con miedo de decirlo en voz alta, pero
sabía que tenía que hacerlo—. Simplemente no le gusto mucho. —Ya está. Lo había
admitido.

Él se atragantó.

—¿Qué? Estás bromeando conmigo.

—Es verdad.

—¿Cómo puedes decir eso?

Ahí en la oscuridad con su cara escondida y sus brazos envueltos a su alrededor, se


sentía segura y protegida, y le contó cosas que nunca había dicho antes.

—Creo que le recuerdo a mi madre. Creo que me culpa por su abandono. Sin duda,
culpa a mamá por dejarme con él y hacerlo criarme solo.

Su mano se movió de arriba hacia abajo en un cálido y suave movimiento, y no


habló por un momento.
129
—Tú padre es un buen hombre —dijo finalmente—. Quiero decir, no lo conozco
muy bien, pero a un montón de gente le gusta y lo respetan.

—Es un buen hombre —dijo ella lentamente—. Sólo es conmigo con quien tiene
un problema. Después de que mi madre se fuera, se cerró. Siempre sentí como si me odiara.

—Oh Cristo, no, Devon. Es tu padre. Tiene que amarte.

Sacudió un poco su cabeza, todavía enterrada en su cuello.

—Por supuesto que lo hace. —Él le frotó la espalda de nuevo—. ¿Por qué se iría tu
madre? ¿Por qué él te habría de culpar por eso?

—No sé si me culpa por su abandono. Ella se fue porque no era feliz en Promise
Harbor. —Ella le había contado la historia—. Volvió a Nueva York, a su familia y a su
vida en la ciudad.

—No entiendo cómo una madre puede dejar a su hija —dijo Josh silenciosamente.

—Sí. Siempre me pregunté cuando era una niña por qué no me llevó con ella. Qué
había hecho que la hizo no amarme lo suficiente para querer llevarme con ella.
Josh se quedó muy quieto contra ella, tan quieto que no estaba segura de si estaba
siquiera respirando. Cuando levantó su cabeza para mirarlo, sus ojos estaban fuertemente
cerrados y su boca era una línea apretada.

—Oye —dijo ella—. Está bien. Estoy bien con ello.

—Oh, Devon.

Por esto era que nunca les contaba eso a las personas. Odiaba ser el objeto de
lástima.

—Estoy bien, Josh —dijo—. Eso fue hace mucho tiempo.

Él dio un breve asentimiento.

—Sí. —La estudió—. ¿Te sientes de la misma manera acerca de Promise Harbor
como tu madre lo hacía?

Ella frunció un poco el ceño.

—No.

—¿No? Querías quedarte en Boston y vivir en la ciudad y tener tu carrera. Debes


130 entender por qué ella quería irse.

Un sentimiento de opresión se levantó en su pecho.

—Nunca odié Promise Harbor. No al pueblo en sí. Simplemente no me gustaban los


recuerdos. No me gustaba el modo en que todos sentían pena por mí.

Josh se aclaró la garganta.

—Primero que todo, nadie nunca sintió pena por ti, Dev. Podrían haber sentido
compasión por ti a causa de lo que tu madre hizo. Compasión por los dos, por ti y por tu
padre. Porque les agradas y se preocupan por ti. No porque fueras patética. La gente no
siente pena por ti de ese modo. Recuerdo a mi madre hablando con Allie sobre ti, y cómo
pensaba que eras tan fuerte y bien equilibrada a pesar de lo que había pasado.

Ella tragó saliva.

—¿En serio?

—Sí. Cuando mucho, así es como la gente del pueblo te veía. Las personas respetan
a tu padre por ser un buen padre para ti, por nunca hablar mal de tu madre después de que
se fuera. No es fácil ser un padre soltero y, probablemente, incluso es más difícil para un
hombre criar una adolecente.

Su garganta se estremeció, sus pensamientos de desordenaron.


—Sí —susurró ella—. Probablemente sea cierto. —¿Podría ser verdad lo que
estaba diciendo Josh? ¿Que ella nunca había sido objeto de lástima o pena?—. Mi padre
nunca hablaba de mamá, a nadie, ni siquiera a mí. Pero yo… yo quería hablar de ello. Al
principio, quiero decir. Quería entender. Quería…

Demonios. No podía decirlo. Quería saber que era amada por alguien; si no por mi
madre quien me había abandonado, entonces por el padre con el que me había dejado.

Podía entender que las personas de fuera de su familia hubieran visto a los dos
haciendo lo mejor de las cosas y siguiendo adelante con sus vidas. Porque eso era lo que
ambos querían que la gente viera. Pero la gente no veía la dolorosa soledad de una niña
que necesitaba amor y afecto, quien tan desesperadamente necesitaba saber que ella no era
la causa del abandono de su madre, que alguien la quería y la amaba.

—¿Alguna vez has pensado en tratar de encontrar a tu madre?

Ella sonrió.

—Todo el tiempo cuando era una niña. Dios, todo el tiempo. —Su sonrisa se
torció—. Pero ella se fue y obviamente no le importaba. Intenté mencionárselo a papá una
vez, y él simplemente me espetó que lo olvidara. Nunca en verdad lo hice, pero cuando era

131 adulta y podía haber ido a Nueva York a encontrarla, entonces ya no quería hacerlo. No
quería tener nada que ver con ella. Ella nunca… —Su garganta se apretó y tosió—. Nunca
volvió ni trató de verme, y eso me dice suficiente.

—Mierda —murmuró Josh—. Si ella estuviera aquí en este momento yo… Bueno,
no importa.

Su corazón se hinchó ante la ira de él hacia su madre.

—No importa —dijo suavemente—. Una vez más, fue hace mucho tiempo.

—Tal vez deberías regresar y hablar con tu padre —dijo Josh—. Tal vez esa es
incluso una mejor razón para volver. Sentarte a arreglar las cosas con él.

—Eso nunca sucederá. Él nunca haría eso. ¿Sentarse y hablar? ¿Especialmente


sobre sentimientos? No sucederá ni en un millón de años.

—Ja. Realmente. —Él se quedó en silencio por un momento—. Así que, ¿de verdad
no odias Promise Harbor?

—No. Me gusta. Es bonito y hay un montón de grandes personas. Me encanta


cuánto orgullo le toman al pueblo y todo el espíritu comunitario. Pero terminé ahí. Ya no
tengo nada más ahí. —Una vez más vaciló—. Mi padre y yo no somos unidos. Allie era mi
mejor amiga, pero…

El cuerpo de él se tensó ante su oración incompleta.


—Sé que ella habló contigo. Cuando empezamos a salir.

—Sí. —Mantuvo su rostro enterrado.

—Ella dijo que estabas bien con todo eso.

Algo en su interior se inflamó, caliente y rápido. Casi se ahogó en ello, no podía


respirar. Él debió de haber sentido su tensión.

—¿Dev?

¡No estaba bien con eso! ¡Los odiaba a los dos por eso! ¿Cómo pudieron hacerme eso?

—Habíamos terminado —se las arregló para decir.

—Pero tú y Allie ya no son amigas. ¿No? —Lo dijo como una afirmación, no una
pregunta. Porque él sabía la respuesta.

Su boca tembló, más presión se construía en su interior.

—Vine a la boda.

—Sí. Lo hiciste. Oh Cristo, Dev. Lo siento.


132 La ira hirvió por sus venas. Piensas en todos los demás. Cuidas de todos los demás. ¿Por
qué no pensaste en lo que eso me haría a mí? Salir con mi mejor amiga. Casarte con ella. Le dio un
empujón a su pecho, alejándose de él, enmarañándose a sí misma en las mantas.

Él gruñó.

—¿Qué?

—No sientas pena por mí —exclamó—. Estoy bien.

Habían sido tan íntimos, y ella se sentía tan cerca de él. Ya se estaba haciendo a sí
misma vulnerable sólo por acostarse con él otra vez, sabiendo que iba a salir lastimada
otra vez; no quería ser objeto de lástima. No quería que supiera lo devastada que había
estado cuando él se había ido. No iba a llorar frente a él de nuevo. Ella nunca lloraba.

Él se abalanzó a través de la cama y la agarró.

—Devon. Para. ¿Qué pasa?

—¡No pasa nada! —Luchó contra su fuerte agarre, pero la tiró de espaldas contra
él.

—Tonterías. —Y se rió. Se rió de veras. Y luego ella se encontró clavada en el


colchón con un hombre muy grande y caliente sujetándola. Lo miró fijamente.
—No me compadezco de ti —dijo suavemente—. Estoy disculpándome por
arruinar las cosas tan mal. Casarme con Allie era una mala idea, por tanta razones. Y
siento que ustedes dos ya no sean amigas.

Se le obstruyó la garganta mientras lo miraba fijamente.

—No quiero que vuelvas a Boston —agregó él.

Sus palabras desgarraron algo en su interior. ¿Cómo podía decir cosas como esa?
¿Cómo podía ser tan honesto y valiente? ¿Cómo podía decir que no cuando él se abría así?

—Y dijiste que me ayudarías con el negocio. La cosa de la facturación.

Sí. Ella había dicho eso. Para Josh, cuando decías que harías algo, lo hacías. Y ella
también quería ser esa persona. Le gustaba el hecho de que la necesitara para algo. Le
gustaba como eso la hacía sentir, por una vez en su vida, no lastimosa e impotente. Por el
contrario, se sintió necesitada. Fuerte.

—Está bien —susurró—. Volveré contigo.

133
Traducido por Lorenaa

Corregido por LadyPandora

—Pero sólo hasta que solucione lo de la facturación para ti —añadió ella—. A lo


mejor una semana o dos. Luego realmente tengo que volver a Boston y empezar a buscar
trabajo.

Bueno, infiernos. Pero eso era mejor que nada. Josh estaba un poco sorprendido
que hubiera conseguido que ella estuviese de acuerdo en volver.

Su corazón se comprimió. Ella pensaba que su padre la odiaba, por el amor de Dios.
Eso no podía ser. Y luego cuando mencionó como solían ser amigas ella y Allie, sus
134 palabras le desgarraron un agujero en el estómago.

Tiró de su cabello con suavidad, para poder echar su cabeza hacia atrás y besarla.
No sabía qué hacer para hacerla sentir mejor que no fuera así. Demostrándoselo. Encontró
su boca en la oscuridad, sus labios eran tan suaves y sensuales. Su mejilla estaba caliente
contra la punta de sus dedos, y ella se giró hacia él, hacia su beso, moviendo su cuerpo sólo
un poco para encajar incluso más perfectamente. Sus dedos acariciaron sus hombros, y él
la sintió acercarse incluso más, aunque no podían estar más cerca, a menos que él estuviese
dentro de ella.

Otra vez. Dios, otra vez. Quería estar dentro de ella otra vez. Su polla se removió
mientras la sangre se trasladaba al sur, con su cuerpo desnudo entre sus brazos
calentándolo una vez más, su suave boca y caliente chupando la suya, muy suavemente,
succionando su lengua, sus besos volviéndose profundos. La deseaba otra vez, incluso más,
sus emociones se estaban enredando con la lujuria. Era todo lo que quería, ella, estar con
ella. Lo podría hacer otra vez, hacerlo toda la noche, pero… ¡mierda!

Había usado los únicos dos condones que tenía.

—Mmm. ¿Dev? —Rozó sus labios contra los de ella otra vez.

—¿Sí?

—¿Tienes por casualidad algún condón?


Ella frunció los labios y retrocedió un poco. Pudo ver sus ojos oscuros.

—Um. No.

—Maldición.

Atrapó el movimiento de sus labios mientras ella sonreía.

—No planeaba tener sexo en este viaje.

—Yo tampoco. —No importaba el hecho de que supuestamente esta iba a ser su
luna de miel. Una vez que eso estaba fuera de la mesa, quedaba más que claro que él no
planeaba tener sexo—. Pero quiero hacerlo. Otra vez.

—Ah. —Se movió contra él, sus senos suaves contra su pecho—. Bueno, hay un
montón de otras cosas que podemos hacer.

La excitación corría por sus venas.

—Oh. Oh, sí.

—Como por ejemplo… dormir.

135 Lo besó suavemente, pero él sintió la sonrisa de ella contra sus labios. Él deslizó su
mano hacia abajo y le dio a su trasero una suave palmadita.

—¡Oye!

—No me vengas con el “oye”. También te gusta. —Probar nuevas cosas, cosas
sensuales, nunca había sido un problema para ellos. Dejó caer la mano sobre la firme carne
de su trasero otra vez, justo como sabía que le gustaba, y ella se retorció por la excitación.

—Está bien, no quise decir dormir —dijo ella sin respiración.

—Bien. Quiero decir que, deberíamos dormir un poco. En algún momento.

—Por supuesto.

—Pero no ahora. —La besó otra vez, largo y profundo, moldeando sus manos
contra las mejillas de su trasero, empujándola hacia su duro pene, ese zumbido de
necesidad empezando a crecer dentro de él otra vez. Jesús—. Sé lo que quiero hacer.

—Pues… hazlo.

Sus palabras lo encendieron, y suavemente la empujó sobre su espalda. Se inclinó


sobre ella y la besó, ahuecando su pecho, llenando su palma con la carne firme, su pezón
endureciéndose contra su mano. Se inclinó y empezó a succionar el otro pezón, amando la
sensación de la suave piel de su pezón contra su lengua, amando la manera en que ella se
derretía por él. Su mano se deslizó entre sus piernas, encontrando que estaba sedosa y
húmeda. Para él. Esto hizo su cabeza girar. Y endureció aún más su polla.

Exploró su cuerpo con su boca y sus manos, besando sitios sensibles como el
interior de la curva de su codo y su cintura. Le dio la vuelta y le apartó el cabello para
lamer la parte posterior de su cuello y arrastró la lengua hacia abajo por su columna, más
abajo justo hasta donde estaban los pequeños hoyuelos encima de su trasero. La besó ahí,
palmeó sus mejillas y luego lamió el pliegue donde se unían los cachetes de su trasero.
Amó cada temblor y ondulación de su cuerpo, cada pequeño jadeo y gemido mientras él la
tocaba. Besó las mejillas de su trasero y clavó los dientes en la piel firme, recorrió con su
nariz la hendidura hacia arriba mientras sus dedos la exploraban desde la parte de atrás,
inmersos en el calor líquido.

—Tienes el trasero más hermoso que he visto —murmuró con un último


mordisquito.

A continuación la giró sobre su espalda de nuevo y se movió sobre ella, sus


testículos estaban tirantes y llenos, su pene dolía. Sobresalía frente a él mientras se
acomodaba a horcajadas, con las rodillas a cada lado de su cintura. Ella lo miró, sus ojos se
movían desde su cara a su polla, y cuando ella se lamió los labios, el calor se disparó dentro
de él y sonrió.
136 —Sí —dijo, mirando significativamente hacia sus pechos—. Sabes lo que quiero
hacer y después quiero que me la chupes.

Ella dio un pequeño asentimiento, con los ojos ampliamente abiertos llegó hasta él.
Amaba lo mucho que ella también disfrutaba de esto. Se arrodilló más cerca y tomó sus
manos.

—Ven —le susurró—. Aprieta tus pechos juntos para mí.

Ella lo hizo, elevó sus suaves curvas y, con un gemido, él descendió sobre ellos.
Jesús, eso era tan jodidamente sexy, su suave piel cerrándose alrededor de él.

—Oh, sí —gruñó, incapaz de quitar sus ojos de la vista de sus suaves curvas
ajustándose alrededor de él, la expresión de ella era ávida y excitada mientras también
observaba. La exquisita sensación de arrastrar y tirar de su pene aumentaba la tensión, el
calor corriendo por su cuerpo.

Él observó, y luego se movió otra vez, más arriba por su cuerpo, agarró su pene
con una mano y su barbilla con la otra.

—Abre. —La dirigió con un poco de presión de su pulgar sobre su barbilla, y ella
obedeció tan dulcemente que otra descarga de adrenalina lo recorrió. Trazó la cabeza con
sus labios, luego se empujó dentro de su boca. Sus ojos se abrieron de par en par, y luego
se medio cerraron con placer, e hizo un suave sonido desde su garganta. Un húmedo calor
lo rodeó mientras ella lo succionaba, casi cerró los ojos, casi le explotó la cabeza. Sus labios
lo succionaban tensamente, y extendió su mano para ahuecarle las mejillas con la punta de
sus dedos mientras le chupaba. Jesús. Jesucristo. Sensaciones como de ráfagas eléctricas
recorrían desde su polla hacia sus testículos y luego subían por su columna. Tan caliente.
Tan dulce. Tan apretado.

Era cuidadoso de no ir muy profundo, amando cómo ella le dejaba hacer esto, cómo
le dejaba dominarla cuando ambos sabían realmente que ella era la única que estaba a
cargo… oh sí, toda, nena. Observó su cara, viendo como sus pesados párpados descendían
ligeramente, observando la expresión de placer que brillaba en ella. Sus caderas se movían
deslizando su polla dentro y fuera de su húmeda boca, la cabeza de su pene le dolía, sus
testículos estaban hirviendo.

—Oh, sí, nena —susurró, mientras su trasero se tensaba por la presión construida
dentro de él. Controló sus movimientos, pero ella lo succionó más profundo, con una firme
presión que lo consumió—. Qué dulce. Tan dulce, nena. Justo así.

Su lengua le lamió la cabeza, se arremolinó alrededor de su cresta, y más


sensaciones recorrieron su cuerpo, una lluvia de chispas, caliente y aguda, recorrió su
espina de arriba abajo. Sus músculos se tensaron y observó su dura erección deslizarse
137 dentro y fuera entre sus labios. Ella lo alcanzó entonces, sus dedos encontraron sus bolas,
tanteándolas con delicados apretones.

—¡Cristo! —gritó, el ardiente éxtasis lo atravesaba, el sudor apareció en su frente y


en su pecho. Se estremeció—. Sí, con la lengua. Chúpalos. Cristo, eso es tan bueno, Dev.

Sus bolas estaban tan tensas mientras sus dedos jugaban con ellas. Jadeó en busca
de aire, con los pulmones constreñidos, le dolía la base de su columna y sabía que estaba
cerca, muy cerca.

—Dev —dijo con voz ronca—. Voy a correrme…

Ella lo reconoció con un parpadeo de sus ojos, pero sólo chupó más fuerte,
hambrienta, tomándolo más profundo, y cuando golpeó la parte de atrás de su garganta,
perdió el control. La luz explotó delante de sus ojos, cada pulsación de placer desgarró sus
músculos mientras se vaciaba a sí mismo dentro de su pequeña boca caliente. Lo chupó
mientras se venía, chupó cada chorro caliente, sentía su interior ardiendo y retorciéndose.
Gruñó con alivio de la liberación, y por la belleza de ella tomándolo así.

Extendió la mano y le tomó el rostro, su respiración era entrecortada, y ella le dejó


salir de su boca, con su carne todavía dura.

—Cristo, Devon —susurró, mirándola con asombro—. Cristo.


Ella le dio una sonrisa, con sus labios brillantes e hinchados, sus ojos cálidos y
sensuales. Él recordó otra vez como había sido entre ellos, cómo les gustaba explorar y
disfrutar el uno del otro. Nunca en su vida había estado con otra mujer que le diera tanto
placer y eso hizo que su pecho se apretara.

Se sentó a su lado, estrechándola, besándola, muy profundo, muy caliente,


vertiéndose a sí mismo en ella, cada sensación, cada emoción que no podía nombrar.

Le había dicho que iba a volver a Promise Harbor con él, así que a lo mejor no
debían tener un maratón de sexo toda la noche después de todo. En ese momento, no
estaba preparado de todos modos. Pero la forma en la que él estaba alrededor de ella, no
pasaría mucho tiempo antes de que lo estuviese.

—Muy caliente —murmuró contra su boca—. Eres malditamente caliente.

—Mmm. Tú también.

—Necesito una ducha.

—¿Qué hora es?

—No tengo ni idea. —La besó otra vez—. Vamos.


138 —¿A dónde?

Rodó de su lado y fuera de la cama, llevándola con él.

—A la ducha.

—Oh. ¡Oh! Bueno, está bien. Sí debo hacerlo.

Él se rió, sujetando su mano mientras andaban del dormitorio al baño.

—He estado esperando toda la semana para ver si los dos cabemos en esta ducha.

Ella hizo un pequeño y lindo parpadeo por la luz brillante.

—No creo que haya ninguna duda de que cabemos los dos. Es una ducha bastante
grande.

—Cierto. Supongo que por eso estaba pensando en ducha para dos. —Manipuló el
agua y luego la empujó contra la pared del baño, besándola mientras esperaban a que el
agua se calentara. Jesús, amaba besarla. No podía tener suficiente.

Algo se expandió en su pecho, algo como alivio porque ella se iba a quedar más
tiempo, que esta no iba a ser su última noche juntos. No estaba seguro de a dónde irían con
esto, pero ya se preocuparía por eso más tarde.
Entraron en la ducha y él cerró la puerta de cristal detrás de ellos, envolviéndolos
en una nube de vapor caliente. El agua los roció a ambos, y él deslizó sus manos alrededor
de su cuerpo húmedo, simplemente la sostuvo y la besó un poco más. La giró para que le
diera el agua a su espalda, la giró de nuevo para mojarse él, así ambos estaban
completamente mojados. Luego alcanzó la botella de gel de un pequeño estante, abrió la
tapa y lo olió.

—Recuerdo comprarte esto —dijo.

—No esa botella. La que tú me compraste se acabó hace mucho tiempo. —Atrapó
la burla en el brillo de sus ojos y una vez más le dio una pequeña palmadita en el trasero.
Ella se rió, volvió la cara hacia él, el cabello húmedo caía por su espalda, su sonrisa era tan
radiante que le cortó la respiración.

—Siempre me ha encantado el olor —dijo él. Vertió algo de líquido sobre su mano,
la frotó contra la otra mano y la alcanzó otra vez, con el jabón en sus manos deslizándose
por cada curva—. Oh, sí. No hay nada más sexy que la piel enjabonada. —Él le acarició los
pechos, sus dedos deslizándose sobre la carne firme y lisa con facilidad, sus pezones
estaban firmes y duros. Sus manos fueron por su caja torácica, su cintura y sus caderas,
luego acunaron su trasero y la atrajo hacia él.

139 —¿Sexo en la ducha? —murmuró ella, con los brazos alrededor de su cuello.

—Necesito un poco más de tiempo esta vez —dijo él—. Hasta que pueda llegar
otra vez.

—Estás envejeciendo, ¿eh?

—Lo estás pidiendo, ¿no?

—Sí, a lo mejor tienes que azotarme. —Y una vez más sus ojos se encontraron, los
de ella relucientes con diversión y él no pudo detener la sonrisa que le apareció en la cara.
Divertido. Siempre habían tenido mucha diversión juntos. Hasta el final, cuando la madre
de Allie había estado tan enferma, luego cuando murió y todo se desvaneció. Entonces, no
hubo mucha diversión.

Pero eso estaba en el pasado, y esto era ahora. Y él se estaba divirtiendo.

Se bañaron el uno al otro despacio, con las manos enjabonadas, explorando y


bromeando con risas bajas y suaves suspiros, y que le zurzan si no se empalmó otra vez
cuando sus manos se deslizaron entre sus piernas. Iba a tener que dormir durante una
semana después de esto. Ella recorrió la mano de arriba abajo por su pene, y el calor se
reunió ahí, recorriendo desde todo su cuerpo hacia ese lugar que ella había tocado. Pasó su
pulgar sobre la cabeza, y él se hinchó sobre su palma. Gimió y echó la cabeza hacia atrás,
el agua caía sobre su rostro mientras las manos de ella se burlaban de él, lo frotaban y
jugaban con él hasta llevarlo al borde del precipicio.

Sus dedos se deslizaron entre sus muslos, acunando sus bolas tan tensas contra él,
y apretando suavemente.

—Mierda —murmuró, la presión construyéndose en su interior.

—Quiero que te corras —susurró ella, acariciándole el pecho con el rostro. Él bajó
la cabeza y abrió los ojos para observarla mientras ella lo llevaba al paraíso. El orgasmo
rugió a través de él, tan rápido y caliente que sus malditas piernas casi se aflojaron, y tuvo
que apoyar sus manos contra la pared de la ducha detrás de él mientras acababa,
corriéndose sobre sus manos, con el agua limpiándole. Ella levantó la cabeza hacia él, con
los labios entreabiertos y los ojos brillando de alegría.

—Jesús —jadeó.

Ella sonrió dulcemente y perezosa se apoyó contra él.

—Mi turno.

—Oh, nena. —Sacudió su cabeza—. Qué mal que no pueda levantar los brazos.
140 Ella giró su rostro hacia su cuello y presionó sus labios allí.

—Tómate tu tiempo.

No pudo evitar la risa que se elevó desde su pecho, y la alcanzó, milagrosamente


capaz de ordenarle a sus músculos después de todo. Ella buscó la botella de gel sin decir
una palabra. Él le tendió la mano para que le pusiera más, luego la frotó sobre el pequeño
parche de rizos, formando espuma. Ella dio un pequeño suspiro de apreciación y sus dedos
se sumergieron aún más, en el interior de sus pliegues fruncidos, tan suaves e
increíblemente perfectos. Él la giró entre sus brazos para que así su espalda estuviera
presionada contra su pecho, envolvió un brazo alrededor de ella y encontró su pecho
mientras el otro se deslizaba entre sus piernas. Se inclinó contra él mientras le tocaba,
acariciaba y frotaba, encontrando su sensible protuberancia y concentrándose ahí hasta
que ella se puso de puntillas, arqueó la espalda e hizo pequeños ruiditos sensuales en su
garganta.

Inclinó la cabeza y encontró su boca para besarla, succionando su pequeña lengua,


tragándose esos gemidos de placer y la rodeó con los brazos para abrazarla con fuerza.

—Hecho —murmuró él—. Estoy tan acabado. Necesito dormir.

—Mmmm. Yo también.
Se secaron el uno al otro con movimientos lentos, casi somnolientos. Él le frotó el
cabello con una toalla con ambas manos suavemente, y luego tomó el cepillo del
mostrador y trabajó cuidadosamente a través de sus enredos húmedos. Frente al espejo
humeante sus ojos se encontraron en el reflejo, la mirada de ella era soñadora y suave, y
por un momento los dos se detuvieron, mirándose el uno al otro. Él sonrió entonces, y su
boca se curvó en respuesta mientras él pasaba el cepillo una última vez por su cabello,
dejándolo después en el mostrador.

—Cama —dijo él.

En la oscuridad encontraron el camino de vuelta a la cama y subieron en ella. La


tormenta había pasado ahora, sólo quedaban los tenues destellos de los relámpagos y los
gruñidos de los truenos distantes.

—Ahora déjame en paz durante un rato —le dijo con voz ronca—. Cielos, mujer.

Ella soltó una carcajada mientras se acurrucaba contra él, encajando su cuerpo
contra el suyo perfectamente, con los brazos y las piernas entrelazadas, moldeando su
suavidad contra su dureza.

—Está bien. Lo intentaré.

141
Traducido por Vero (SOS) y Liebemale

Corregido por LadyPandora

Se despertaron lo suficientemente temprano para más sexo, pero cuando se


acordaron de la falta de un condón, Josh dijo:

—Esta noche. Ven a mi casa esta noche. Tengo un montón de condones allí. —
Sonrió—. Cajas.

—¿En serio? —Ella abrió mucho los ojos.

—No. Pero conseguiré algunos.


142 Ella se echó a reír.

Salieron por el desayuno, empacaron y registraron su salida, y Devon echó un


último vistazo nostálgico a la encantadora suite cuando se fueron. El tiempo se había
vuelto mucho más fresco, el cielo aún nublado y opaco, el mar gris y agitado por debajo del
ferry cuando viajaban de regreso a tierra firme. Cuando desembarcaron, ella encontró su
auto. Josh alzó su maleta dentro del maletero y cerró la tapa.

No estaba segura de por qué su interior se sentía todo revuelto.

—Entonces, ¿vendrás a mi casa más tarde? —dijo él.

—No sé dónde vives.

—Infiernos. —Meneó la cabeza—. Bueno, no es difícil de encontrar. Compré la


casa de los Cabot en las afueras de la ciudad.

—Oh. ¿En serio?

—Sí. Mi plan es arreglarla, pero no he hecho mucho todavía. Está medio vacía,
pero… —Se encogió de hombros—. Es mía.

Ella asintió.
—Está bien. Sé dónde está. Iré después de la cena, supongo. Iré a buscar a papá. —
Su estómago se tensó—. Va a estar sorprendido de verme de nuevo tan pronto.

Él la miró y también asintió, luego se inclinó y rozó su boca sobre la de ella.

—Está bien. Nos vemos más tarde.

Al darse la vuelta le dio una palmadita en el trasero, y ella le lanzó una mirada por
encima del hombro que estaba destinada a ser censuradora, pero en realidad, a ella le
gustaba. Esa pequeña palmadita la tranquilizaba.

Se dirigió a la casa de su padre en Cranberry Lane. Tendría que ver si Susan estaba
en casa para conseguir la llave otra vez si su padre no estaba. No esperaba que estuviera.
Lo más probable es que estuviera en una de las embarcaciones con algunos turistas.

Efectivamente, la puerta estaba cerrada, así que se dirigió al lado y tocó el timbre
de Susan.

Ella respondió con los ojos muy abiertos y luego una sonrisa.

—¡Devon! Estás de vuelta.

Devon devolvió la sonrisa a Susan.


143
—He vuelto.

—Um… ¿no ibas a Boston?

—No. En realidad, no.

—Oh. —Susan parpadeó.

—¿Puedes darme la llave de la casa de papá otra vez? No está en casa.

—Por supuesto. Entra. —Abrió la puerta para Devon, quien dio un paso dentro.
Estudió la bonita cocina amarilla y blanca de Susan, un jarrón de margaritas colocado en
medio de la mesa redonda y blanca. Susan recuperó la llave de un pequeño estante en la
pared—. Tu padre está en el trabajo.

—Me lo imaginé. Podría ir allí y ver lo que está pasando. —Guau, ¿de dónde venía
eso? Había trabajado sus años de escuela secundaria en el negocio y no era para nada
aficionada a la pesca.

—A él le encantaría verte —dijo Susan.

Devon le dirigió una larga mirada.

Susan frunció el ceño.


—¿Qué?

—No le va a encantar verme —dijo Devon en voz baja—. Seamos realistas.

Susan echó la cabeza hacia un lado, mirando a Devon a través de sus gafas.

—¿Por qué dices eso? Estaba tan decepcionado cuando desapareciste el fin de
semana pasado.

La boca de Devon se abrió un poco.

—Dudo eso.

—Devon. Sí, lo estaba. Sé que no muestra mucho lo que siente, pero pude ver lo
decepcionado que estaba cuando leyó tu nota. Y creo que también estaba un poco
preocupado. Había todo tipo de rumores sobre Allie Ralston siendo secuestrada de su
propia boda, y luego Greta Brewster también desapareció, y… también tú. Creo que eso lo
asustó un poco.

—Podría haberme llamado por teléfono para ver si estaba bien —murmuró Devon,
un poco aturdida por lo que decía Susan.

—Sí. Podría haberlo hecho. Debería haberlo hecho. Se lo dije. Pero sólo se encogió
144 de hombros y fingió que todo estaba bien.

Fingió que todo estaba bien. Sí, él era bueno en eso.

—Bueno. —No estaba segura de qué decir. Susan probablemente estaba


imaginando cosas—. Gracias por la llave.

—Ningún problema en absoluto.

Con un saludo y una sonrisa, Devon siguió la acera de nuevo al frente, alrededor de
la valla y por la puerta de la casa de su padre. Una vez más se encontró en el interior, sola
con su maleta. Suspiró. Tal vez debería haber ido a quedarse con Josh.

Pero vaya. Eso era aterrador. Y loco.

No estando segura de cuánto tiempo realmente iba a quedarse, no desempacó, sólo


abrió su maleta y sacó un par de cosas para quitar algunas arrugas de ellas. Entonces
agarró la llave de la casa y su bolso y se fue con esa loca idea de bajar al muelle y ver si su
padre estaba cerca.

A pesar de que el tiempo había cambiado desde los cálidos cielos soleados que
habían tenido durante toda la semana, era un domingo de junio, lo que significaba que
Promise Harbor estaba animado con excursionistas, domingueros y visitantes de
temporada. La población casi se duplicaba en verano.
Era difícil encontrar un estacionamiento cerca del muelle, y terminó caminando
unas cuantas manzanas, lo que no era un problema, ya que ya no llovía. Las nubes todavía
colgaban bajas en el cielo, una pizca de humedad en el aire, como siempre llevando el
aroma salobre del océano Atlántico. La playa no estaba llena exactamente ya que no había
sol, pero algunas personas paseaban a orillas del agua, algunos niños chapoteando en las
aguas poco profundas. Sonrió a la gente en el muelle, caminando, apoyándose en la
barandilla de madera, sentada en los bancos, muchos comiendo un helado o tomando café.

Se desvió al gran muelle principal por el más pequeño que albergaba varios
negocios, los barcos de alquiler de su padre, los puestos de observación de ballenas, el
lugar que alquilaba las motos acuáticas y tablas de windsurf. Los viejos tablones crujieron
bajo sus pies, y a través de las grietas pudo ver el mar arremolinándose. Había pasado
tanto tiempo allí siendo una adolescente y no podía esperar a conseguir un “empleo real”
trabajando en una bonita oficina limpia, pero ahora se sentía extrañamente cómoda de
estar allí en esos entornos familiares, el ambiente relajado y casual. Tan diferente de la
intensidad del mundo de las finanzas en Boston, las prisas y el aplastamiento de la vida en
una gran ciudad.

Abrió la puerta de madera del pequeño edificio que albergaba Grant's Charters, la
imagen pintada de un capitán de barco decolorándose y descascarándose un poco. Entró y

145 cerró la puerta. Un adolescente estaba sentado detrás del mostrador, donde un tablero de
cristal cubría diferentes mapas marinos y fotografías de las impresionantes capturas. Él
levantó la mirada con una sonrisa.

—Hola.

—Hola. ¿Está… el señor Grant por aquí?

—Sí, está en la oficina. Lo traeré.

—Está bien. Sólo iré allí. Soy su hija. Devon Grant.

—Oh, hola. Encantado de conocerte.

Se movió hasta el final del mostrador y pasó por detrás de él, pero se detuvo en la
puerta abierta de la pequeña oficina. Reparó en los documentos, libros, mapas y revistas
esparcidos sobre un mostrador, dos viejos escritorios de madera y una estantería. Su padre
levantó la cabeza desde la computadora que estaba puesta frente a una de las mesas. La
miró fijamente. Parpadeó. Sus ojos titilaron y su boca se torció.

—Devon.

—Hola, papá.

Lentamente se puso de pie, un ceño fruncido formándose en su cara.


—¿Qué estás haciendo aquí?

Sí, ese era el saludo que ella quería oír. Pero una pregunta justa, de verdad.

—Nunca regresé a Boston. Yo, mmm, fui a la Isla Greenbush durante una semana.

Sus cejas canosas seguían fruncidas cuando dijo:

—No me di cuenta que tenías tiempo de vacaciones reservado. O que estuvieras


planeando un viaje a la isla.

—No eran realmente unas vacaciones. —Se apoyó en el marco de la puerta—.


Yo… —Tragó saliva—. Tengo algo que decirte.

Él esperó.

—Perdí mi trabajo.

Una vez más, su rostro cambió, pero su expresión era difícil de leer. No dijo nada
por un momento.

—¿Qué pasó?

146 Ella hizo una mueca.

—Reducción de personal. Yo era una de los empleados de menor antigüedad.

Después de otra pausa, él asintió.

—Lo siento, Devon. Sé lo mucho que amabas tu trabajo.

—Sí. —Miró como la tristeza una vez más se apoderaba de ella ante su pérdida.
Pero no fue tan doloroso como lo era hace una semana—. Me gustaba de veras. —Pero
levantó la barbilla, pegó una sonrisa y encontró sus ojos—. Pero voy a encontrar algo
más. Todo irá bien.

—Por supuesto que sí. Eres una chica brillante.

Abrió la boca y volvió a cerrarla.

—Gracias. Entonces. Fui a la isla porque yo… bueno, es una larga historia, pero
pensé que tal vez tenía una pista sobre un trabajo. Pero eso no funcionó. No tenía prisa por
volver a Boston, así que me tomé unas vacaciones. Y decidí volver aquí por un tiempo.
Voy a, um, ayudar con algunas cosas financieras en Brewster Landscaping.

El silencio se expandió a su alrededor mientras él la miraba.

—Brewster Landscaping. ¿Cómo se te ocurrió?


—Bueno, esa es otra larga historia. —Forzó una sonrisa brillante—. En la boda,
me ofrecí para ir a la isla para ver si Allie había ido allí. Porque ahí es a donde iban a ir de
luna de miel. Yo quería ir allí de todos modos, por ese trabajo.

—Ajá.

—Y… —Se aclaró la garganta—. Josh vino conmigo.

—Josh Brewster.

—Sí.

—Y tú te quedaste toda la semana.

Ella asintió.

—Con Josh.

Ella asintió de nuevo.

Su padre se sentó en silencio. No tenía ni idea de lo que estaba pasando en su


cabeza. Ni idea.

147 —¿Están los dos juntos de nuevo, entonces?

—No. Bueno. —Caramba, ¿qué se suponía que tenía que decir a eso? Anoche
dormimos juntos. En realidad la idea de dormir literalmente no estuvo muy involucrada. Sí, no se
sentía muy cómoda hablando de eso con su padre—. No lo sé —dijo finalmente—. Voy a
su casa esta noche.

Él arqueó las cejas.

—¿Crees que es una buena idea? —le preguntó.

No, ¡estoy muerta de miedo! Pero la ira creció dentro de ella junto a la desaprobación
hacia su padre.

—Es mi vida —dijo brevemente—. Quiere que le ayude a organizar algún tipo de
financiación para el negocio de la jardinería. Están teniendo algunos problemas de flujo de
efectivo y Josh está teniendo dificultades para decidir qué hacer al respecto. Yo tengo
algunas ideas.

Él asintió lentamente.

—Ya veo.

—Así que, ¿te parece bien si me quedo contigo otra vez? No estoy segura de por
cuánto tiempo.
—No esperes comidas lujosas. Y no estoy mucho en casa.

Su tono brusco no dio ninguna indicación de que estuviera feliz de tenerla allí,
como Susan dijo. Pero pensándolo bien, ella no se lo esperaba. Miró el ordenador en el
escritorio donde había estado sentado.

—¿En qué estás trabajando?

Él frunció el ceño.

—Algunos de los gastos mensuales. Pero la maldita hoja de cálculo no coopera.

—¿La hoja de cálculo?

—Sí. Ya sabes. Excel.

Ella apretó los labios y asintió.

—Sí, lo sé. En realidad soy bastante buena con Excel. ¿Quieres que lo vea?

Él se encogió de hombros, pero como eso no fue un no, ella se sentó en el viejo
escritorio usado, junto al nuevo y potente PC que lucía fuera de lugar allí.

148 —¿Y cuál es el problema? —murmuró, con sus ojos moviéndose sobre las
columnas y filas.

—Aquí. —Señaló él—. Se supone que lo sumaría automáticamente todos los meses.
—Su contundente dedo calloso se movió a través de la pantalla.

—Está bien. —Ella hizo clic con el ratón—. No hay una fórmula ahí. Eso lo
sumaría de forma automática. —Miró a su padre, sin saber cuánto sabría de Excel. Tenía
la sensación de que no mucho.

—Mierda —dijo él—. Debo de haberla eliminado por accidente.

—Déjame. Puedo arreglarlo. —Ella volvió a hacer clic y a continuación, escribió en


el teclado. Con un toque final de la tecla enter, la suma apareció en la celda que se suponía.

—Huh —dijo su padre—. Lo hiciste.

Arrastró la fórmula hacia debajo de modo que llenó toda la columna, con las cifras
apareciendo mientras lo hacía.

—Allí está.

—Así de fácil. —Se frotó la cara.

—¿Por qué haces esto? —dijo ella, haciendo girar la silla un poco hacia él—. Pensé
que Hal llevaba los libros por ti.
—Él se retiró. Hace unos meses.

—Oh. No lo sabía. —Sus ojos se encontraron, y ella sintió las palabras no dichas
entre ellos: si ella llamara más a menudo, lo sabría. Pero si él llamara con más frecuencia,
se lo haría saber. También habría tenido conocimiento de lo de él y Susan—. ¿Vas a
contratar a alguien más?

—No he tenido tiempo para mirar. He estado tratando de resolver las cosas por mí
mismo. Es mi negocio; debo saber cómo llevar los libros.

Se mordió el interior del labio. Él era un pescador. Sabía de barcos, del mar y
pescado, aparejos y carnada.

—Bueno, claro. Tal vez pueda ayudar ya que estoy aquí.

Él se dio la vuelta.

—No tienes que hacer eso.

Su respiración se detuvo.

—Lo sé. No me importa.

149 Él recogió algunos papeles en el mostrador y los apiló. Se aclaró la garganta.

—Bueno. Si tienes tiempo. —Miró por la ventana—. Aquí viene Enoc con Lucky
Promise.

—¿Eso es todo por hoy?

—Sí. Hora de cenar. Yo… eh… estaba pensando en hamburguesas a la barbacoa. Si


eso te parece bien.

—Sí, claro.

Se volvió hacia el ordenador y volvió a estudiar la hoja de cálculo mientras su


padre se iba para encallar el Lucky Promise y ayudar a los pasajeros a desembarcar.
Encontró algunos errores y solucionó los problemas, observó la carpeta de archivo de las
facturas y recibos junto al ordenador. Y se puso a trabajar.

—Está bien, Devon —dijo su padre, regresando poco tiempo después—. Es hora
de irnos.

—Bien. —Ella guardó su trabajo y apagó el equipo—. Aparqué por la calle Larch.
Nos vemos en casa.

Él asintió sin mirarla.


Ella comenzó la caminata hacia su auto. ¿De qué diablos iban a hablar durante la
cena? Había sido en realidad más fácil cuando Susan se les había unido con su fácil charla.
Oye, tal vez podrían hablar de Susan. O podrían hablar de sí mismos. Como Josh había
dicho.

O podrían hablar de física nuclear o fenomenología existencial.

Ja.

Hacer la comida los mantuvo ocupados. Cortó panes de hamburguesa y encontró


condimentos en la nevera mientras las hamburguesas se asaban en la barbacoa del patio
trasero.

—Hay una bolsa de patatas fritas en el armario —dijo su padre.

—Esa no es una cena muy saludable. —Ella quería que fuera broma, pero cuando él
frunció el ceño, se dio cuenta de que lo había tomado como una crítica. Cerró los ojos,
sosteniendo la bolsa de patatas que había retirado—. Estaba bromeando, papá. Me
encantan las patatas fritas.

Él le lanzó una mirada de sorpresa.

150 —Supongo que no las comes todos los días —agregó.

Sus labios se fruncieron un poco.

—No. No lo hago.

Después de unos momentos de silencio, ella dijo:

—Obtuve otra vez la llave de Susan.

Su padre gruñó.

—Ella es muy agradable.

—Supongo.

—Nunca me dijiste que estabas saliendo con alguien.

—Bueno. Ya sabes. Es…

Ella estudió su rostro, curtido y de mandíbula fuerte, sus ojos azules, su cabello
corto peinado a la vuelta de su frente.

—No hay razón por la que no puedas tener una relación con una mujer.

Él empujó su silla hacia atrás bruscamente.


—Lo sé.

¿La quieres? ¿Cómo puedes quererla cuando no puedes amarme a mí? Su pecho se apretó.

Él llevó su plato al mostrador, de espaldas a ella, y comenzó a correr el agua en el


fregadero.

—Tienes que comprarte un lavavajillas —dijo ella, levantándose para llevar


también su plato. Supuso que eso fue todo para su conversación entre padre e hija.

—No necesito un lavavajillas para una persona.

Genial. No podían tener una conversación sobre cualquier cosa sin discutir.
Después de que ella le ayudó a poner en orden la cocina, tomó su bolso.

—Está bien. No estoy segura de a qué hora voy a estar en casa, pero todavía tengo
la llave de Susan.

—Está bien. Diviértete.

Pero la mirada que le lanzó era casi… preocupada.

151
Traducido por Fer_lul e Itorres

Corregido por Laurence15

Josh fue a su casa primero, pero sabía que iba a tener que ir a ver a su madre y
asegurarse que estuviera bien. Ella le había dicho que estaba bien y lidiando con la
desaparición de Greta, con todo el asunto de la boda cancelada y con el final del
matrimonio de Greta, pero eso no le había tranquilizado por completo.

Él dejó sus cosas, y luego se dirigió a la casa de su madre. Pero para su sorpresa, no
estaba allí. Vaya. ¿Dónde podría estar? En un sábado por la tarde, él supuso que podría
estar de compras o algo así. Con un encogimiento de hombros, volvió a subir a su auto y se
fue a casa. Hablaría con ella más tarde.
152
La siguiente parada fue la casa de Allie, para comprobar a su padre. Desde el
accidente de Owen, él había tenido algunos problemas cognitivos, y Allie siempre se
preocupaba por él. Josh a menudo ayudaba con las cosas de la casa de los Ralston, cosas
que abrumaban a Allie. Sus hermanos estaban allí, pero no eran tan responsables, y como
Allie había desaparecido, sería mejor asegurarse de que Owen estuviera bien.

No era de Allie en absoluto abandonar a su familia. Lo cual una vez más le hizo
preocuparse un poco. Pero infiernos. Ella había estado cuidando de todo el mundo durante
tanto tiempo… él no podía culparla por querer desaparecer.

Vaya. Había recorrido un largo camino desde que estuvo enojado con ella por
hacerlo.

Pero él golpeó de nuevo en la casa de los Ralston, y nadie abrió la puerta, ni Owen,
ni ninguno de los dos hermanos de Allie. Bueno, otra llamada que haría después.

De vuelta en su casa, abrió algunas ventanas para que el aire entrara en ella ya que
había estado cerrada la semana pasada. Miró a su alrededor, preguntándose qué pensaría
Devon del lugar. Era un poco raro, pero cuando lo había comprado, él se encontró
preguntándose lo mismo, pensando que a ella le gustarían los pisos de madera y los
grandes zócalos tallados, pero que odiaría la pequeña cocina y baño. La casa era vieja y
necesitaba un montón de trabajo, pero esa era la única manera de que él alguna vez fuera
capaz de pagar un lugar de este tamaño en un terreno tan grande. Con un total de dos
plantas, la casa de estilo colonial tenía cuatro dormitorios en la planta alta con un quinto
en la planta principal, el cual ya se había convertido en la habitación principal.

Y entonces él y Allie habían decidido casarse, y a él se le había ocurrido la idea de


pensar que sería un buen hogar para una familia. Él y Allie nunca habían hablado de tener
hijos, pero había asumido que los tendrían un día.

Sus ojos se posaron en las cajas que se asentaban en el piso de la sala de estar vacía.
Mierda. Allie había comenzado a traer algunas de sus cosas durante la semana antes de la
boda. Y había más en el piso de arriba.

Tendría que deshacerse de ellas.

Subió los escalones de dos en dos y se dirigió a su dormitorio. Abrió el armario, un


bonito y amplio vestidor que él había sacado de la habitación de al lado cuando había
derribado la pared entre ellos. Agarró las camisetas de Allie que colgaban allí, un par de
jeans y, maldita sea, en uno de los cajones del incorporado tocador encontró unos cuantos
pares de bragas. Él los recogió, y luego vio un par de sandalias en el suelo. Con todas sus
cosas reunidas en sus brazos, corrió escaleras abajo para encontrar una gran bolsa de
basura. Metió la ropa dentro, despreocupado de si se arrugaba o no. Regresó a la
153 habitación principal y entró en el cuarto de baño. Botellas de champú y acondicionador de
Allie. Su pequeña máquina de afeitar de color rosa. Un cepillo para peinar, uno de dientes,
así como una botella de alguna cosa para lavarse la cara. Añadió todo eso a la bolsa,
recorrió con la mirada el baño y dormitorio una vez más y luego asintió.

De vuelta abajo, agregó la bolsa a las cajas en la esquina, pero cuando regresó a la
cocina vio una revista de moda en el mostrador y luego una sudadera con capucha que
Allie debió haber dejado envuelta en un brazo de la silla en la esquina de la gran sala. Se
deshizo de ésas también y miró a su alrededor. Eso tenía que servir.

Bien. Menos mal que había notado eso.

Tendría que conseguir regresarle esas cosas de nuevo a Allie en algún momento.
Un breve destello de ira reavivó por la forma en que ella había manejado terminar las
cosas entre ellos. Jesús. Se frotó la frente. Había dejado de pensar en esas cosas, pero había
regalos de boda que tendrían que devolver. Qué lío. Ah, bueno.

Deambuló por la cocina y se asomó a la nevera y armarios. Sip, necesitaba comida


para la semana siguiente. Mañana por la mañana a las ocho comenzaría un turno de
veinticuatro horas, por lo que era mejor que saliera y comprara algunas cosas. Tal vez una
buena botella de vino a tener para cuando Devon llegara.

Sus entrañas se calentaron ante la idea de volver a verla esa noche mientras recogía
sus llaves del auto y una vez más salía.
En el supermercado, la primera persona con la que se topó fue la señora Benedeto.

—Josh —dijo ella, su rostro totalmente lleno de simpatía y curiosidad, puso una
mano en su brazo—. ¿Cómo estás?

Ah, infiernos. Si bien él había tenido la última semana para superarlo y aceptar que
lo que había sucedido era lo mejor, el resto de la población no sabía eso.

—Estoy bien —le dijo—. Estupendo.

—Ajá. —Evidentemente ella no le creyó. Pilló a Coby que trabajaba en la caja


registradora cercana viéndolos con interés. Y allí estaba Ethan, uno de sus compañeros de
trabajo del departamento de bomberos, acercándose.

—Josh —dijo—. ¿Cómo estás, amigo? ¿Bien?

Mierda. No había previsto esto.

—Sí —dijo de nuevo—. Estoy bien.

—Siento lo de la boda —dijo Coby, y tanto él como Ethan lo miraron con tristeza.

—Mmm. Sí.
154 —¿Está Allie de regreso? —preguntó Coby.

—No tengo idea —dijo Josh. Sonrió.

La señora Benedeto frunció el ceño.

—¿No fuiste tras ella?

—Bueno, lo intenté. —Eso sonó poco convincente—. No tengo ni idea de a dónde


se fueron.

—Yo pensaba que lo harías. Eres un buen chico.

Resistió el impulso de poner los ojos en blanco.

—Cuando ella fue secuestrada así, pensamos que posiblemente involucrarías a la


policía.

Rumores. Magnífico. Él sólo podía imaginar lo que la gente estaba diciendo.

—Ella no fue secuestrada —dijo—. Se fue con Gavin por su propia voluntad.

—Eso no es lo que he oído —dijo Coby.

Josh rechinó los dientes.


—Pobre chico, debes tener el corazón tan roto —dijo la señora Benedeto.

—Mmm. En serio, estoy bien. Miren, tengo que comprar algunas cosas. Es bueno
verlos de nuevo.

Y se apartó de ellos para tomar un carrito de compras y dirigirse hacia el pasillo


lleno de productos.

Mierda. Todo el pueblo sentía pena por él. Realmente no había pensado en lo que él
le iba a decir a la gente. Aparentemente Allie no estaba de vuelta. Tal vez debería tratar de
llamarla.

Él sacó su teléfono celular, la encontró entre sus contactos y apretó el botón para
llamarla. Pero en cuestión de segundos, escuchó:

—El número que usted ha marcado no está disponible.

Bueno. Bien. Él se ocuparía de eso cuando llegara a su casa, localizaría a su madre,


Greta, Allie, a cualquiera que supiera qué estaba pasando. Empezó a tirar las cosas en su
carrito, incluyendo un paquete de condones. La siguiente parada, la tienda de licores para
el vino.

155 Wyatt Schyler que era dueño de la tienda de licores no le dio otra triste mirada
compasiva. En su lugar, lo miró con entrecerrados ojos hostiles. Wyatt era un pariente
lejano de Allie.

—Josh. —Sus ojos destellaron—. Así que has vuelto a hacer frente a tus faltas, ya
veo.

¿Qué carajo? ¿Sus faltas? Él frunció el ceño.

—Uh…

—¿Cómo pudiste hacerle eso a Allie? —exigió Wyatt—. Esa chica tan dulce. Y
luego abandonar a tu propia familia. Y a la suya.

—Yo no… ¿Qué? —Josh se frotó la parte posterior de su cuello—. ¿Qué le hice a
Allie?

Wyatt negó con la cabeza.

—Si le hubieras dado el apoyo que necesitaba, no tendría que haberte dejado. Esa
pobre chica.

Los ojos de Josh casi se salieron de su cabeza, se abrieron tan grandes. ¡Jesucristo!

—¡Yo soy al que dejaron en el altar!


—Como dije.

¿Qué carajo? Josh negó con la cabeza.

—Sólo necesito una botella de vino.

—Por supuesto. ¿Tal vez el Cabernet Rompecorazones? ¿O qué tal el


Desagradable Insolente Chardonnay?

—Lindo. —¿Qué era lo que a Devon le gustaba?—. ¿Qué tal un zinfandel?

Wyatt levantó una ceja.

—Zin, ¿eh? Buuuuueno. Tengo algunos agradables de California por aquí.

—No demasiado barato.

Wyatt lo miró por encima de sus gafas de lectura.

—¿Tratando de impresionar a una dama?

Josh pasó la lengua por sus dientes.

—Tal vez. —Que la gente hable de eso.


156
Wyatt murmuró algo entre dientes que casi sonó como “idiota” y los ojos de Josh
se agrandaron. Entonces Wyatt dijo:

—Qué tal este Sin Zin Original. Veintidós noventa y nueve. Tiene buenos aromas
de mora con sugerencias de cerezas rojas, roble dulce, un toque de caramelo y especiadas
notas de fondo.

—Me lo llevo. —No importaba el maldito nombre cursi ni la elegante descripción.


¡Ni el precio! Él sacó su cartera y golpeó algunos billetes sobre el mostrador para que así
pudiera salir de allí.

En el camino se encontró con Elfreda Winning.

—¡Josh! —dijo—. Ahí estás, querido muchacho. ¿Estás bien?

—Estoy bien —dijo con los dientes apretados. Cristo, ¿qué era peor? ¿Sentirse
como un perdedor patético o ser acusado injustamente de ser un imbécil?—. ¿Cómo estás?
¿Cómo está tú artritis?

—Mis rodillas se hinchan como pelotas de baloncesto —dijo ella alegremente—.


De lo contrario estoy bien.

—Bien, bien. Encantado de verte. —Él se escapó, corriendo directamente a su


vehículo estacionado en el pequeño estacionamiento. En la seguridad de su interior, se
detuvo para tomar aliento, con las manos apretando el volante. Maldita sea, ¿qué
demonios había estado sucediendo durante toda la semana?

Como si no se hubiera sentido lo suficientemente culpable, a pesar de que se había


disipado cuando su madre había insistido en que no necesitaba volver, la culpa ahora lo
golpeaba en la parte posterior de la cabeza.

Había estado fuera divirtiéndose con Devon —oh hombre, qué diversión había
tenido—, mientras que la ciudad entera pensaban que estaba fuera lamiendo sus heridas y
llorando con una cerveza en alguna parte, o pensaban que merecía ser abandonado en el
altar porque no había sido… ¿qué había dicho Wyatt… de apoyo? ¡Santa mierda!

Él acababa de comprar comida, pero no tenía ganas de cocinar. Pero cuando se


detuvo delante de Prego Pizza, hizo una pausa. Probablemente se iba a encontrar a alguien
conocido que o bien pensaba que era un perdedor patético u odiaba sus tripas. Así que
cambió de idea y se fue a casa en su lugar. Calentaría un par de rebanadas de Pizza Pops
congelada de las que acababa de comprar.

Mientras que la masa se calentaba, llamó a su madre. Cuando todavía no hubo


respuesta en la casa, llamó a su teléfono celular, y sorpresa, ella respondió.

—Mamá —dijo—. ¿Dónde estás?


157
—¡Josh! ¿Encontraste a Allie?

Hizo una mueca.

—Eh, no. Estoy en casa ahora. Fui a verte hoy, pero no estabas en casa. ¿Está todo
bien?

—Todo está bien.

—¿Qué hay de Greta? ¿Dónde está ella?

—Greta… bueno, eso es una larga historia.

La voz de su madre sonaba divertida. Más suave.

—¿Pero ella está bien?

—De hecho… está bien.

¿En serio? Greta, la torpe de la familia, ¿estaba bien? ¿Qué era lo que su mamá no
le está diciendo?

—¿Y Allie? ¿Alguien ha oído hablar de ella?

—No. —Su voz se agudizó—. Tenía la esperanza de que tú supieras.


—No. —La culpa regresó a él otra vez. ¿Qué pasa si Allie no estaba bien? Cerró los
ojos y se pellizcó el puente de su nariz—. Lo intenté, mamá, pero no tuve suerte, y
francamente, no tengo ni idea de hacia dónde iban. He intentado llamarla, pero ella no
contesta.

Para su completo shock, su madre dijo:

—Oh, bueno.

Extendió el teléfono y se quedó mirándolo.

—Todos hemos tratado de llamarla también —dijo ella con un suspiro—, y ella no
responde a ninguno de nosotros. Por lo menos lo intentaste. ¿Estás bien, Josh? Debes
estar devastado sobre esto.

Le dio a su cabeza una pequeña sacudida.

—No, en realidad, no lo estoy —dijo—. Tengo que decirte, mamá, ésta semana
pasada me hizo darme cuenta que casarme con Allie habría sido una muy mala idea.

Después de una pausa, ella dijo en voz baja:

—Sí. Creo que tienes razón.


158
Mierda.

—¿Dónde estás, de todos modos? —preguntó.

—Estoy en la Isla Greenbush.

¿Qué? Una vez más se apartó el teléfono y se quedó mirándolo. Entonces:

—¿Es en serio?

—Sí. Con Owen.

Una vez más se quedó boquiabierto.

—¿Owen? ¿El padre de Allie?

—¿Conoces a otro Owen?

—Uh. No. Pero… ¿Qué estás haciendo ahí? —Jesús, tal vez no quería saberlo.

—Estamos teniendo unas pequeñas vacaciones.

—Uh. De acuerdo. —Él dio a su cabeza una sacudida. Esto era tan jodidamente
extraño.
—¿Están ustedes…? No, olvídalo. –Sí, él no quería saber.

Ella se echó a reír.

—Estamos bien, Josh. No sé qué pasó con Allie, pero debe haber una razón para
que ella hiciera eso. Pero… corre el rumor de que no estabas solo en la Isla Grenbush.

Su mandíbula se cayó abierta. Hombre, nada era secreto en este pueblo.

—Mamá…

—Vamos a hablar cuando estemos de vuelta.

—Uh. Sí. Está bien.

¿Qué estaba pasando con su mamá yendo a la isla para unas vacaciones? Bien, tal
vez era bueno para ella. Obviamente, ella estaba lidiando con el matrimonio de Greta
cayéndose a pedazos, y parecía estar aceptando lo de él y Allie separándose.

Estaba limpiando después de comer cuando escuchó un auto afuera. Se dirigió a la


puerta delantera y salió a la terraza para ver a Devon estacionarse en la entrada. El calor
se extendió a través de él ante la vista de ella.

159 Ella lo vio en la puerta y sonrío.

—Hola. —Mientras subía los escalones de la gran terraza, ella miró alrededor de la
casa y el patio—. Esta casa es enorme.

—Sí. Y medio vacía. Pero la obtuve a buen precio porque necesita de mucho
trabajo.

Ella frunció sus labios, sin duda viendo la pintura descascarada y suelta en los
escalones.

—Sin embargo, es una gran casa.

—Me gusta. Entremos. —Él sostuvo la puerta para ella—. Te daré un recorrido.

Le mostró las habitaciones del frente. No estaba seguro de cómo llamarlas, ya que
no tenía muebles en ellas.

—Supongo que esto sería la sala de estar y ese el comedor.

Ella le dio una mirada divertida.

—No estabas bromeando cuando dijiste que estaba medio vacía.

Él sonrió.
—No necesito mucho espacio. La mayoría del tiempo la paso en la cocina y
habitación principal. Ya he restaurado eso. Ven a ver. —La llevó más allá de la escalera y
dentro de la cocina, la cual era ahora más espaciosa y luminosa—. Tumbé la pared entre la
vieja cocina y un dormitorio y lo convertí en la habitación principal.

—Oh, esto es bonito.

Ella contempló los gabinetes de arce y las encimeras de granito, la barra de borde
largo en la cocina en forma de U que separaba la cocina del espacio de estar con su gran
sección de cuero azul, una chimenea de piedra y la gran televisión de pantalla plana.
Puertas francesas guiaban a la terraza con vista al patio grande.

—Gracias. He planeado hacer gran parte del trabajo yo mismo, pero no he tenido
tiempo de hacer todo lo que quiero. Volví a colocar todas las ventanas de inmediato, todas
eran viejas y se colaba el aire. Tuve que poner un calentador energéticamente más
eficiente y mejorar algunas tuberías y la electricidad. Realmente no se puede ver eso, por
lo que se ve como si no se hubiese hecho mucho todavía. Pero la cocina tenía que ser lo
primero. Era horrible.

Ella pasó la mano sobre la brillante barra.

–Me encanta.
160
—Compré una botella de zinfandel —dijo él, dirigiéndose hacia donde estaba
puesta en la barra.

—Oh. Bien. ¿Me estás ofreciendo una copa?

Él sonrió.

–Sí, esa era la idea. —Mientras le quitaba la envoltura y el corcho, dijo—: Me han
dicho que tiene aromas de, um… cerezas y roble y… especias.

Ella se rió.

—Suena encantador.

Él sirvió un poco en dos copas y le entregó una. Ella aspiró el aroma, y a


continuación, tomó un sorbo.

—Muy bien. —Ella miró la botella—. ¿Sin Zin Original?

—Sí. Oye, Wyatt lo recomendó. Después de que me reprendió por defraudar a


Allie.

—¿Qué? –Ella lo miró fijamente.


—Oh sí. Te diré sobre eso en un minuto. Vamos a terminar nuestro recorrido. Hay
un pequeño baño y lavadero aquí abajo –dijo, mostrándoselos. Ella los revisó, asintiendo—
. Vamos arriba.

La gran escalera sería magnífica algún día. Él ya había arrancado la alfombra fea
del corredor, dejando los escalones de madera al descubierto, pero necesitaban una
renovación del acabado al igual que el resto de los pisos de madera.

—Quiero hacer los pisos —dijo él—. Y la pintura de la barandilla. Sin embargo, las
habitaciones son bonitas y grandes. —Él le mostró dos habitaciones vacías y, a
continuación, la tercera—. Rehíce ésta también, ya que duermo aquí todas las noches.
Convertí el dormitorio más pequeño en un baño adjunto.

Ella entró en la habitación principal. El piso no había sido restaurado, pero había
una zona muy agradable con una alfombra en el piso desgastado de color verde salvia que
hacía juego con el edredón. Él había pintado las paredes de un tono verde más suave que
combinaba y el acabado de madera en color blanco cremoso. Una gran silla estaba cerca de
la ventana, la cual también tenía un asiento. Entonces ella notó la chimenea de doble cara
en la pared que estaba entre el dormitorio y el baño.

—Oh, guau. Una chimenea en el dormitorio y en el baño. Pero, oye… es una


161 chimenea de gas.

Él hizo una mueca.

—Es más práctico así.

—Ajá. —Ella le lanzó una sonrisa.

Se acercó al baño a mirar.

—Santos palitos de pescado. Esto es… decadente.

Él se echó a reír. El baño era grande, con un montón de placas de piedra y una
barra larga con dos lavabos. La bañera de hidromasaje plateada estaba junto a una ventana
que tenía vista al bosque detrás de la casa.

—Sí. No soy de los que les gustan los largos baños de burbujas, por lo que no uso
mucho la bañera, pero pensé… —Se detuvo. Había pensado que a las mujeres les gustaban
mucho los baños de burbujas, y en los últimos meses había estado imaginado a Allie
viviendo ahí con él—. Bueno, es agradable tener una. Me gusta la ducha.

—Es hermosa. —Ella se alejó de él, pero no antes de que él captara la expresión en
su cara, la boca caída y las pestañas bajas.

Él no sabía qué decir. No había comprado la casa para Allie. La había comprado
para sí mismo, pero la realidad era que Allie se iba a mudar con él después de la boda. Sin
embargo, ella no entendía realmente por qué él quiso comprar una casa que necesitaba
reparaciones y pensaba que él debió haber comprado una de las casas nuevas que estaban
construyendo en el otro lado de la ciudad, las cuales habrían necesitado mucho menos
trabajo.

Y puesto que él había estado tan ocupado ayudando en el negocio de la jardinería,


ayudando a su mamá a cuidar de su lugar, alivianando a Allie cuando su familia la
estresaba, y haciendo su trabajo de bombero, esa podría haber sido una mejor idea después
de todo. Él reprimió un suspiro.

—Devon.

Ella se volteó hacia él, con una brillante sonrisa. Como siempre.

—¿Qué?

No sabía qué decir.

—Hoy me encontré con algunas locuras. ¿Y tú?

La frente de ella se arrugó un poco.

—Sólo mi padre.
162
Él se echó a reír.

—Tu padre no está loco.

—No estoy tan segura. —Ella suspiró—. Pero, ¿qué fue lo que encontraste? —
Sosteniendo la copa de vino con ambas manos, se sentó en el borde de la cama.

—Adonde quiera que fuera, me encontré con personas que sabían lo de la boda. La
mayoría de ellos decían: “Pobre Josh, ¿estás bien?”, pero entonces Wyatt en la tienda de
licores estaba todo enojado y dijo que básicamente yo merecía ser dejado en el altar, dado
que no le había dado a Allie el apoyo que necesitaba.

La boca de ella cayó abierta.

—¿En serio?

—Sí. —Él caminó y se sentó a su lado. En su dormitorio. En su cama. Con


Devon—. Supongo que la gente ha estado hablando. Oh, demonios.

—¿Qué?

El comentario de su madre acerca del rumor que él no había estado solo de repente
hizo las cosas un poco más claras.
—Um. Al parecer, hay un rumor de que no estaba solo en la isla. Yo, eh… no sé si
la gente sabe que eras tú.

—Oh. —Ella se mordió su labio—. Bueno, ya sabes como es este pueblo.

—Lo sé. Créeme, lo sé. Quiero decir, por lo general no me molesta. Sólo lo acepto.
Me gusta vivir aquí, y bueno, es un pueblo pequeño, ¿qué esperabas? Pero hoy… bueno,
ellos pensaban que soy un gran perdedor o un imbécil.

—No eres un perdedor.

Él arqueó una ceja, y ella se echó a reír.

—O un imbécil. Y estoy segura de que no te estaban realmente mirando así.

—Oh, sí. Lo hacían. Como sea. Supongo que ya pasará. Con el tiempo. Después
cuando por fin localicé a mi madre, descubrí que está en la Isla Greenbush.

—Estás bromeando.

—Nop. Al parecer, ella estaba justo bajándose del ferry cuando nosotros estábamos
subiendo en él. Bueno, tal vez no, pero casi nos encontramos con ella. ¿Y sabes qué es lo
más raro? Está con Owen Ralston.
163
—¿El padre de Allie?

Él rió por la manera en que lo dijo, justo como él lo había hecho.

—Sip.

—Guau. ¿Qué hacen juntos?

—He decidido que no quiero saber.

—Ellos han sido amigos por mucho tiempo.

—No. Mamá y Lily eran amigas.

—Sabes a lo que me refiero.

Él suspiró.

—Sí. Supongo que no quiero pensar en mi madre… eh…

—Oye. —Ella se acercó y le apretó la mano–. Sé cómo te sientes. Ver a mi padre


con Susan fue un poco extraño. Pero supongo que… tienen el derecho de seguir adelante,
y tener relaciones con otras personas.

Él asintió.
–Supongo que tienes razón. Hablando de tu padre, ¿qué pasó con él?

—Fui al muelle a verlo, y él estaba luchando con una hoja de cálculo de Excel.
Aparentemente Hal se retiró hace unos meses. Yo ni siquiera sabía. Así que papá ha estado
tratando de hacer él mismo los libros. Le dije que le ayudaría mientras estoy aquí.

—Oye. ¿Pensé que me ibas a ayudar?

Ella lo miró. Él encontró su mirada. No pudo evitar la sonrisa que tiró de sus
labios, y vio la curva de su boca en respuesta.

—Estoy siendo muy requerida —murmuró ella—. Desafortunadamente no por


Engblun y Seabrook.

Él negó con la cabeza.

—Su pérdida, Dev. En serio. —Y entonces él se inclinó y la besó.

Ella sabía a moras, especias y vino, rico y cálido. Como tentación y anhelo,
consuelo y emoción. Su boca se movió sobre la de ella y ella le devolvió el beso, sus labios
se aferraron a los suyos en un largo y acalorado beso. La lujuria se disparó a través de él y
su ingle se apretó.
164 Se reclinó hacia atrás lentamente. Mojó su dedo índice en la copa de vino y lo
deslizó por encima del labio inferior de ella. Luego se inclinó hacia delante y lo lamió. Ella
gimió.

—No sé mucho acerca de vino —murmuró–. Pero, creo que este es el mejor que he
probado.

Chupó brevemente los labios de ella y luego se alejó de nuevo.

—Creo que estoy de acuerdo —dijo ella, su voz sonando ronca.

—¿Sabes qué lo haría aún mejor?

—¿Qué?

—Lamerlo de tu cuerpo.

Los ojos de ella se oscurecieron y sus párpados cayeron pesados.

—Mmm.

—Y después beber el resto de la botella mientras tenemos un baño en mi bañera.

Los labios de ella se separaron, y él vio el hambre en sus ojos.


—Eso suena… indecente3.

—Lindo. Quítate la ropa.

165

3
Indecente: En inglés “zinful”, hace un juego de palabras con el tipo de vino que están tomando: “zinfandel”.
Traducido SOS por Vero y LizC

Corregido por Laurence15

Le quitó la copa de vino y la puso sobre la mesita de noche, sosteniendo su mirada


todo el tiempo. Ella se levantó y lentamente sacó su camisa por encima de su cabeza, luego
desabrochó sus jeans. Movió sus caderas de lado a lado mientras los empujaba hacia abajo,
y los ojos de Josh se ensombrecieron. Ella sonrió.

—Tú también —dijo en voz baja, y él estiró su mano detrás de su cuello y sacó su
camiseta. Pronto estuvieron los dos desnudos y tendidos en la cama, con las piernas
entrelazadas, los cuerpos apretados. La besó en la mandíbula, abrió su boca a un lado de su
cuello y succionó con suavidad, luego bajó su cuerpo para lamer un rastro de calor sobre
166 su garganta. La besó en el tórax, después sus pechos. La emoción una vez más se agrupó
muy abajo en el interior de ella, el calor extendiéndose por su cuerpo. Él ahuecó un pecho
y se lo llevó a la boca, y cuando sus labios se cerraron sobre la punta tierna, un
estremecimiento de placer la sacudió hasta la médula. Él succionó en ella con una presión
firme, enviando corrientes de sensación entre sus muslos. Sus manos se acercaron a su
cabeza, sosteniéndolo allí en sus pechos mientras él se movía de un pezón al otro,
rozándola con sus dientes y cerrando los labios sobre su carne apretada. Sentía los pechos
hinchados y pesados, la pelvis dolorida de deseo.

—Tienes unos pechos hermosos —murmuró él, besando la curva interior de uno—
. Unos pezones tan bonitos. —Su lengua lamió sobre uno de ellos, y ella se estremeció ante
sus palabras y sus caricias.

Él se apartó, y ella vio embelesada como él alcanzaba la copa de vino tinto. Luego
metió los dedos en el vino y los frotó sobre un pezón. La humedad fría le hizo rizar su
carne aún más. Él inclinó la cabeza para lamer sobre su pecho, con los ojos entrecerrados
mientras la saboreaba a ella y al vino.

—Mmm —murmuró—. Estaba en lo cierto.

Dejó caer gotas de vino desde sus dedos en el otro pecho y lamió y chupó también,
hasta que ella estaba retorciéndose de deseo. Luego besó entre sus pechos y movió su
cuerpo más abajo todavía, besando su vientre, su ombligo, y luego el parche de vello al
vértice de sus muslos.

Su cuerpo se tensó en anticipación, cada terminación nerviosa electrificada, y un


gemido se deslizó de sus labios.

—¿Quieres probar, nena? —dijo sobre la piel de su cadera. Todavía sostenía la


copa de vino y la levantó. ¿Iba a derramarla sobre ella en realidad? Porque eso iba a
provocar un desastre muy grande. Pero no…

—Voy a guardarlo para cuando estemos en la bañera —murmuró, colocando la


copa de nuevo en la mesa.

Pasó la lengua por el pliegue de su entrepierna, y luego sus grandes manos se


posaron sobre sus muslos y suavemente los separaron. Ella miró abajo de su cuerpo hacia
su cabeza y hombros anchos entre sus piernas, y el estómago le dio otro fuerte tirón.

Él se tomó su tiempo, prolongando la expectativa, construyendo el hambre dentro


de ella mientras se esforzaba por llevar aire a sus pulmones. La miró con una expresión
absorta en su rostro, apenas visible en la habitación oscura, y sus entrañas se retorcieron
mientras el calor se construía en su vientre. Luego él bajó la cabeza y le dio un beso en sus
pliegues, un beso con la boca cerrada suavemente, luego otro y otro bajo su unión.
167
—Tan suave. —Su voz llegó a sus oídos a través de una bruma de placer. Rozaba
los dedos sobre ella—. Me encanta que todavía estés al descubierto aquí. Tu piel es tan
suave.

Él había sido quien la convenció de depilarse allí, y ahora se alegraba de haber


seguido haciéndolo.

Sus pulgares la abrieron entonces, y sus besos se profundizaron, su boca abriéndose


sobre ella y succionando suavemente, un lado, luego el otro, su lengua rozando sobre su
carne sensible. Lamió hacia arriba. Luego hacia abajo. Despacio. Degustándola. Su clítoris
dolía, pero él no lo tocó, simplemente pasó la lengua alrededor de él, a continuación dio
lengüetazos hacia abajo. Se sumergió en su apertura, frotó la lengua por los tejidos
inflamados allí, mordisqueó sus muslos, besó su camino hacia arriba.

—Dios, Dev. Me encanta lo mojada que te pones. —Le pasó la lengua otra vez con
dulzura agónica, todo su cuerpo zumbando ahora con la necesidad de un contacto más
firme. Más sonidos débiles se le escaparon, pequeños, sonidos de súplica—. Y sabes tan
dulce. —La lamió un poco más.

Levantó las caderas en una necesitada súplica, y él deslizó las manos bajo su
trasero y la sostuvo allí. Sus piernas se abrieron ampliamente cuando la levantó hacia su
boca. Cerró los ojos y su cabeza se hundió en la almohada mientras ella se perdía en la
sensación de su lengua deslizándose sobre su piel, sus dedos clavándose en su trasero, su
barba abrasando sus muslos. La sensación azotando a través de su cuerpo.

—Por favor —se las arregló para sollozar—. Por favor, Josh.

Sintió su sonrisa contra ella, su lengua empujando dentro de ella otra vez, tan
bueno, pero no suficiente, no lo suficientemente profundo, no lo suficientemente duro, y su
clítoris palpitaba con exigencia enloquecedora. Ella clavó los dedos en el cabello de él, sus
uñas raspando su cuero cabelludo, y su gruñido retumbó contra ella.

Uno de sus pulgares se deslizó en su crema, luego lo frotó abajo de su vagina, y ella
se sacudió contra sus manos y su boca, y otra vez sollozó.

—Shhh —murmuró—. Shhh. Te gusta esto.

Dios, lo hacía, tanto. Nadie la había tocado allí, antes de Josh o después de él, y
todo su cuerpo era preso de la emoción. Su cabeza rodó sobre la almohada, y sus manos se
movieron hacia sus pechos.

—Oh, Dios, sí —gimió él—. Eso es tan caliente. Tócate, nena.

Ella tiró de sus pezones mientras él la devoraba con los labios, lengua y dientes y,
168 finalmente, Dios querido, por fin, él lamió su tensionado clítoris. Se quedó sin aliento.
Mientras él daba lengüetazos hacia atrás y adelante sobre el nudo sensible, jugaba con el
pulgar, y el placer se intensificaba, se multiplicaba. Un pequeño gemido salió de sus labios.
El calor se enroscaba dentro de ella, ardiente y apretado, retorciendo y construyendo, más
ardiente y más alto, todo su cuerpo se consumió con él. Su pulgar se movió dentro de ella,
enviando chispas de sensación surgiendo a través de su cuerpo. Ella apretó sus pechos, la
lengua de Josh en su clítoris creando un zumbido de calor por sus venas, extendiéndose
desde su centro hacia los dedos de manos y pies y cuero cabelludo.

—No te detengas —jadeó—. Por favor, no dejes de… así… justo… así… —Y con
otro gemido bajo, el placer llegó a su punto máximo y se alzó, sus caderas levantándose,
sus tacones hundiéndose en el colchón. Ola tras ola de sensaciones se apoderaron de ella, y
no pudo parar los ruidos que hizo cuando se vino en contra de su boca. Él mantuvo la
presión sobre su clítoris, prolongando el orgasmo casi dolorosamente, hasta que su cuerpo
yació inerte y agotado.

La besó en los muslos, las caderas, su vientre otra vez, haciendo ruidos
apreciativos, suaves mientras se movía de nuevo hacia arriba por su cuerpo y, finalmente la
besó en la boca. Se saboreó a sí misma cuando su lengua se deslizó sobre la de él, y gimió.
Su mano se introdujo en su cabello, y él presionó su mejilla contra la de ella.

—Jesús —murmuró él—. Eres increíble.


—¿Yo soy la increíble? —Apenas podía formar palabras, apenas podía levantar los
párpados—. Tú eres el que me desarmó. Jebús Cristo.

—Está bien. Eso me puso tan jodidamente duro. Necesito un condón.

—¿Conseguiste algunos?

—Oh, sí. —Se estiró hasta el pequeño cajón de la mesilla de noche. Ella se quedó
allí recuperando el aliento mientras él enrollaba uno.

—No sé si puedo moverme —dijo ella.

Él sonrió y se deslizó sobre ella.

—Está bien. Haré lo del movimiento esta vez.

Le dedicó una lenta sonrisa en respuesta mientras él se arrodillaba entre sus


piernas, levantando las rodillas. Ella lo miró, el condón se extendía fino y apretado sobre
su grosor. Acarició la cabeza de su pene a través de sus resbaladizos pliegues, todavía tan
sensible. Ella gimió.

—Oh, sí —dijo—. ¿Ves lo que quiero decir? Estás tan jodidamente mojada. Eso me
vuelve loco, Dev.
169
—Bien.

Compartieron una caliente sonrisa especial, y luego él se empujó dentro de ella. Su


cuerpo se estiró para acomodarlo, un breve y quemante dolor punzó en ella mientras él la
penetraba. Su cuerpo se apretó a su alrededor. Con sus rodillas extendidas, él se deslizó
suavemente más y más profundo.

Ella trató de respirar, vio donde sus cuerpos se unían, sin aliento ante la belleza de
su cuerpo, la V de su torso tan ancho en los hombros y pecho, estrechándose hacia la
cintura y las caderas, sus abdominales marcados, sus bíceps flexionándose mientras
sujetaba sus piernas. La gruesa columna de carne se deslizaba dentro y fuera de ella, el
oscuro vello viril y erótico en su entrepierna, mientras se presionaba contra ella.

La llenaba tan deliciosamente, acariciando terminaciones nerviosas electrificadas,


tan profundo y completo. La presión de él dentro de ella rayaba el dolor, pero del dolor
más dulce que existe. Él le soltó las piernas y la tomó por la cintura, sosteniendo su cuerpo
a medida que sus embestidas se volvían más fuertes y más rápidas. Sus ojos se
oscurecieron, mirándola tan fijamente. El contacto visual que compartieron aumentó la
intimidad a un nivel insoportable de placer y de conexión.

Ella se alzó hacia él, encontrando sus embestidas, buscando la energía a pesar de
sus palabras acerca de ser incapaz de moverse. No era como si ella siquiera lo intentara, su
cuerpo simplemente le respondía instintivamente, buscando la fricción que ambos
necesitaban. Su mirada cayó sobre sus pechos, y luego se acercó a tomar un pezón con su
boca. Avanzó largos y duros empujes, haciéndola apretarse a su alrededor en éxtasis, y él
gimió, un gruñido de tal placer que envió otro estremecimiento a través de ella.

Ella alcanzó sus hombros y se sujetó con todas sus fuerzas, la sensación azotando
en su interior toda caliente y salvaje. Él chupó sus pezones, le besó los pechos, y luego
cayó sobre ella y hundió la cara en el costado de su cuello. Con un poco de su peso sobre
los codos, su cuerpo todavía la presionaba en el colchón con su peso erótico, flexionando
las caderas para mover su pene dentro y fuera, y ella envolvió sus piernas alrededor de él,
así como sus brazos, abrazándolo, tan cerca como podrían estar. Una de sus manos se
deslizó por debajo de su cabeza, rodeando su frente para empujar el cabello fuera de su
rostro, y él levantó la cabeza para mirarla, sus ojos ardiendo. Se movieron juntos, con
urgencia, esfuerzo, mirándose fijamente entre sí.

Te amo, te amo, te amo.

Las palabras la sorprendieron a pesar de que estaba casi sin sentido por el placer.
¿Las había dicho en voz alta? Oh Dios. Se mordió el labio, y sus dedos se clavaron en su
dócil carne, sus músculos tensos, mientras él se presionaba en ella una y otra vez,
llevándola más alto… y luego acabó. Ella gritó con impotencia cuando su cuerpo se
estremeció con violencia debido a su orgasmo, intenso, puro éxtasis explotando dentro de
170 ella y rasgando a través de su cuerpo.

***

Dado que Josh tenía un turno de veinticuatro horas desde la mañana del domingo
hasta el lunes por la mañana, Devon pasó la mayor parte del día domingo en el muelle,
echando un vistazo a los libros del negocio de su padre. Las cosas estaban en muy buena
forma, ya que sólo habían pasado unos meses desde que Hal se retiró, pero podía ver que
su padre se estaba quedando atrás con ellos. Y también pudo ver que él estaba aliviado de
que ella estuviera haciendo esto, a pesar de que en realidad no dijo mucho.

El negocio de alquiler estaba lleno, ya que se movían al tope de la temporada


turística.

Devon se quedó la mayor parte del tiempo en la oficina en la parte trasera,


mientras que los dos adolescentes que papá había contratado para el verano lidiaban con
los clientes en la parte delantera, y papá y su otro personal se encargaban de los botes.

Un par de veces cuando las cosas se pusieron muy ocupadas, ella intervino para
ayudar. Extrañamente, ella sabía exactamente qué hacer, como si hubiera sido ayer la
última vez que había trabajado allí, todo el conocimiento de esos veranos que había
trabajado en ese lugar todavía seguían en su cabeza. Concentrándose en todo eso, apartó
su mente de Josh y de la noche que habían pasado juntos en su casa. Las cosas
pecaminosas… eh… indecentes… que habían hecho con el vino y el baño decadente que
habían tomado juntos después.

También apartó sus pensamientos del recordatorio que había tenido la noche antes,
de que Josh y Allie habían estado a punto de irse a vivir juntos. Habían estado a punto de
casarse. Esa era la casa de Josh y Allie, en la que iban a vivir juntos. Ella había tenido más
de un momento preguntándose qué estaba haciendo allí y qué estaba pasando entre ella y
Josh.

Y más de un momento preguntándose si no debería simplemente irse de Promise


Harbor y regresar a Boston.

No estaba segura de por qué no lo hizo, salvo que la idea de volver a su


apartamento vacío y pasar días de soledad en busca de un trabajo la deprimía
absolutamente como el infierno. Junto con la idea de no ver a Josh de nuevo. Tenía la
sensación de que ella misma se había metido en un pequeño problema aquí.

Esa noche, después de que hubieran comido la cena, Susan se pasó con el postre,
una tarta de manzana que ella había hecho.

—Gracias —dijo Devon fríamente, aún no estando segura de cómo se sentía acerca
de toda esta relación entre Susan y su padre.
171
Susan dejó la tarta en la mesa y tomó un cuchillo para cortarlo. Huh. Casi como en
casa.

—Hay un poco de helado de vainilla en el congelador —dijo Susan alegremente—.


Voy a querer un poco con mi tarta. ¿Alguien más?

Devon entrecerró los ojos. ¿Cómo sabía que había helado de vainilla en el
congelador?

—Voy a querer helado —dijo papá, en dirección al congelador.

Devon se sentó allí mirándolos moverse alrededor de la cocina juntos,


intercambiando sonrisas de nuevo.

Susan cortó la tarta y deslizó los pedazos en platos mientras papá sacaba el helado.

—¿Cuánto tiempo vas a estar aquí, Devon? —preguntó ella.

—De hecho, no lo sé. —Ella deslizó su labio inferior entre los dientes—. Yo…
perdí mi trabajo.

—¡Oh, no! —Susan se volvió para mirarla—. ¿Cuándo sucedió eso?


—Semanas atrás. —Ella se encontró con los ojos de Susan y sabía lo que estaba
pensando. Pero el suave calor en el rostro de Susan no la condenó por mantener esa
información para sí misma. En su lugar, vio comprensión—. He estado buscando otra cosa,
pero no hay mucho por ahí.

—Buscar un nuevo trabajo es duro —dijo Susan. Y esa simple declaración hizo a
Devon sentirse… bien.

Susan puso un plato delante de ella, a continuación, estableció otro para ella y se
sentó, y papá se les unió.

—A veces es bueno tener un descanso —dijo Susan.

—Supongo. —Devon se relajó un poco ante la fácil aceptación de Susan de ella


estando allí sin mucha explicación—. Esta tarta está muy buena. Gracias por traerla.

—Es un placer.

Cuando terminaron su tarta, su padre dijo:

—Me voy a dar un paseo. —Y miró a Susan. No a ella. Devon inclinó la cabeza.

—¿Quieres unirte a nosotros, Devon? —preguntó Susan.


172
La cabeza de Devon se enderezó de golpe y se encontró con los ojos de Susan. La
sonrisa suave y de comprensión la hizo temblar hasta las entrañas. Ella vaciló, pero negó
con la cabeza.

—No, gracias. Vayan ustedes.

***

Josh llegó a la estación de bomberos mucho antes del turno de las ocho para
registrar su entrada con el cambio de equipo antes de que ellos se fueran, y a las ocho en
punto ya tenía su propio turno en fila en la sala de aparatos para pasar lista y dar a todos
sus asignaciones del día —lo cual implicaba en qué camión irían, quién conducía, todo
eso— y para repasar la agenda del día. Una agenda que, por supuesto, puede cambiar en
un instante en función de las llamadas que llegaran.

Luego se dirigió a su oficina para registrar el personal y el equipo, verificar los


horarios de entrenamiento y la inspección, y hacerse cargo de todas las demás tareas
administrativas sin fin, mientras que el resto del equipo comenzó a revisar cada camión de
bomberos y pieza de equipamiento para asegurarse de que estuvieran en pleno
funcionamiento, y también hacer un poco de limpieza. Alrededor de las diez se apartó de la
computadora. Tiempo para un entrenamiento.
Ejercitar era importante y necesario en su trabajo, y él trabajaba duro para
mantener la fuerza que necesita para ser capaz de transportar a alguien de un edificio en
llamas, llevar el peso de los tanques de oxígeno en la espalda, cortar a través del techo de
una casa en llamas para crear un agujero lo suficientemente grande como para permitir
que el calor, el humo y los gases escapen de modo que el personal de tierra pudiera hacer
su trabajo. Mientras levantaba pesas, bromeó un poco con los otros chicos, quienes en un
principio fueron cautelosos e inseguros de qué decirle después de lo que había pasado en la
boda. Pero se relajaron un poco y las cosas volvieron de nuevo a la normalidad, con fáciles
insultos volando de ida y vuelta.

Algunos de los chicos, sus amigos, habían estado en la boda. Algunos no. Pero,
maldita sea, eran un buen grupo de chicos con los que trabajar. Se limpió el sudor de la
frente, sonriendo.

—Entonces, ¿qué hiciste en tu luna de miel, capitán? —preguntó Matt—. Quiero


decir, tus vacaciones.

Josh sonrió.

—Me fui de luna de miel. Había reservado una suite en el Oceanside Inn en la Isla
Greenbush, así que fui de todos modos.
173 —No me digas. ¿Tú solo?

Era así de inocente, ¿o estaba indagando? Josh le miró.

—Ah… no exactamente. —Está bien, ¿qué demonios se suponía que debía decir al
respecto?—. Un amigo vino conmigo.

—Huh. ¿Jackson?

—No. Un viejo amigo que estuvo en la boda.

Antonio le sonrió con picardía.

—Escuché un rumor de que estuviste comprándole una cara botella de vino a una
mujer anoche. No te llevó mucho tiempo superar ser plantado.

—Cristo, no llevó mucho tiempo para que los rumores empezaran en esta ciudad.
—Josh negó con la cabeza.

Pero Antonio se había dado cuenta que él realmente no había respondido.

—Muy buena evasiva —dijo él, dejando caer la pesa que sostenía.

Josh sonrió, pero no dijo nada. Por respeto a Devon y Allie, no le pareció bien
decirles a los chicos lo que había sucedido. Él todavía no estaba seguro a dónde iban las
cosas con Devon, pero cuanto más tiempo se quedara ella alrededor, más posibilidades
había de que la gente lo fuera a averiguar.

Jackson sabía con quién había estado, pero confiaba en que Jackson mantuviera la
boca cerrada.

Entonces fue salvado por la campana, literalmente, cuando una llamada entró.

El resto de la jornada se dividió entre responder las llamadas que implicaron un


paro cardíaco, un incendio en una cocina y un incendio en un vehículo, y el resto en el
mantenimiento y entrenamiento que había que hacerse. Y pensando en Devon.

Pensando en lo fuerte que ella trataba de ser. Sabía lo que había pasado con su
madre, por supuesto, pero no se había dado cuenta de cuán afectada había estado por eso.

Y aunque había supuesto que ella y su padre no eran cercanos, no había tenido ni
idea de que ella pensara que su padre la odiaba. ¿Por qué ella nunca le había dicho eso
antes?

Él sabía la respuesta. Sabía lo mucho que odiaba ser compadecida. Cristo. Negó con
la cabeza. Siempre había sido valiente y decidida, sin dejar que las cosas la derribaran, y a
él siempre le había gustado eso de ella. Ella siempre había tenido un buen sentido del
174 humor, incluso cuando las cosas no iban bien. Mirando hacia atrás, pudo ver el número de
veces que ella simplemente se había levantado y continuado cuando las cosas iban mal, y él
había admirado eso, pero ahora tenía que preguntarse cuántas veces ella se había guardado
y encerrado todos sus verdaderos sentimientos en su interior. Todas esas veces que ella le
había dicho que estaba bien… tal vez no habían sido ciertas.

Como la conversación que había tenido con Allie. Le había dicho que había estado
bien con el hecho de que él y Allie salieran. Pero en el fondo, ¿le habían hecho daño? ¿Los
dos? Cristo, fue una doble traición, y le dolía con pesar por ello. ¿Y cuando ella le dijo que
él debía volver a Promise Harbor para estar con su familia y cuidar de ellos y ella estaría
bien?

Josh golpeó una mano sobre el escritorio, sorprendiendo a uno de los paramédicos
en la oficina.

—Uh… ¿todo bien, capitán? —le preguntó Antonio.

Josh hizo una mueca y se frotó la cara. La adrenalina se apoderó de él, y su cuerpo
se estremeció con la necesidad de saltar y hacer algo. Maldita sea, tenía que ir a apagar un
incendio o algo así.

—Sí —dijo—. Lo siento.


Traducido por Rihano y Electra

Corregido por Laurence15

Josh recogió a Devon en casa de su padre, y condujeron hasta Brewster


Landscaping el lunes por la tarde. A ella siempre le había gustado ir a los invernaderos allí
en la primavera para comprar plantas para interiores. Cuando Josh había trabajado los
veranos plantando árboles y arbustos y segando hierba, ella había estado vendiendo
equipos de pesca, y aunque amaba el mar, a menudo había pensado en lo bueno que sería
trabajar donde estuvieras rodeado por la belleza, el color y la fragancia de las plantas y las
flores en vez de… pescado.

Las cosas estaban ocupadas en el invernadero, un montón de personas utilizando el


175 hermoso día de junio para comprar flores, macetas y herramientas de jardinería. Ella
aspiró los aromas verdes frescos y florales mientras caminaban pasando las hileras de
cestas colgantes llenas de petunias, verbena, lobelia y hiedra, los últimos estantes repletos
de ridículos gnomos de jardín, y entrando en las oficinas en la parte de atrás del edificio.

Todo el mundo recibió a Josh con sonrisas, pero ella podía ver el esmero en sus
ojos.

—Hola, bienvenido —dijo una mujer.

Devon vio a otras dos mujeres intercambiar miradas.

—Gracias —dijo Josh, mirando a su alrededor. Luego suspiró—. Bueno, vamos a


acabar de una vez con esto. Sí, Allie salió huyendo en la boda.

—He oído que se la llevaron —dijo un hombre. Los otros hicieron pequeños
sonidos de desaprobación ante su franqueza.

Josh sólo se rió.

—Sí. En realidad, eso es cierto. A ella se la llevaron. Pero antes de comenzar a


hablar de ella siendo secuestrada, les puedo asegurar que se fue por su propia voluntad. Y
sí, antes de que pregunten, estoy bien. —Él levantó sus manos para hacer énfasis—. En
serio. — Se volvió hacia Devon—. Todos, ésta es Devon Grant. Ella es una inversionista
de banca y sabe algunas cosas sobre dinero. Tiene algunas ideas sobre cómo mejorar
nuestro flujo de efectivo. —Él le presentó al personal, una visión borrosa de nombres y
rostros que no recordaría de inmediato—. Ven aquí. —Lideró el camino hasta una
pequeña oficina—. Devon, éste es Bill, nuestro gerente. Bill, Devon Grant. —Repitió la
explicación de por qué ella estaba allí. Bill asintió, pareciendo un poco desconcertado. Tal
vez pensó que estaba detrás de su trabajo.

—Entonces, ¿cómo empezamos a trabajar en esta cosa de la financiación? —


preguntó Josh—. Me siento totalmente perdido cuando se trata de ese tipo de cosas.

—Eso está bien. Por eso estoy aquí. Después de echar un vistazo a tus cuentas por
cobrar, voy a contactar con una empresa de facturación. Conozco a algunas buenas. Luego,
ellos van a echar un vistazo a tu tarjeta de crédito e historial de crédito de tus clientes.
Van a notificar a tus clientes para que los paguen, y ellos van a asumir la responsabilidad
por la recolección de los pagos. Esto pone el riesgo de no haber pago por completo en
ellos.

Josh frunció el ceño.

—¿Ellos van a ponerse en contacto con nuestros clientes?

—Sí.
176
—No sé si me gusta eso. ¿Van a pensar que estamos teniendo problemas
financieros?

—No, no lo creo. Muchas empresas tienen un flujo de dinero en efectivo que varía,
al igual que el tuyo. Cuando tienes una temporada de verano ocupada, el dinero está
entrando, pero necesitas cubrir las necesidades de efectivo de corto plazo en períodos más
lentos, como el invierno. No es tan inusual.

—Eso es verdad —dijo Bill—. Nos hemos estado centrando en tratar de cobrar
más rápido, tratando de ofrecer incentivos por pronto pago.

—¿Dos por ciento de descuento? —dijo Devon.

—Sí. Pero estamos casi a merced de nuestros clientes en lo que respecta al flujo de
caja.

Devon le dio una sonrisa torcida y asintió.

—Te escucho.

—Voy a dejarlos a ustedes dos hablando de dinero —dijo Josh—. Voy a ir a ver
qué más hay que hacer.
Ella estaba feliz de centrarse en asuntos de negocios, de las cosas con las que estaba
familiarizada y de las que conocía, cosas que amaba, y ella y Bill se pusieron a trabajar. El
tiempo voló hasta que Josh volvió a entrar en la oficina. Miró su reloj y vio que eran más
de las cinco.

—¿Cómo te va? —preguntó él, inclinándose sobre el escritorio. Había estado en el


sol, su cabello revuelto por el viento, la cara curtida, la ropa polvorienta y sus manos
sucias. Se veía caliente.

Y no sólo por la temperatura.

—Bien.

—¿Dónde está Bill? ¿Se fue a casa?

—No. Él sólo fue a la fotocopiadora, creo.

—¿Lista para terminar el día?

—Supongo que lo estoy. —Ella estiró los brazos por encima de su cabeza, y cuando
se dio cuenta de que los ojos de Josh bajaban a sus pechos, el calor se apoderó de ella.

—Necesitas rellenar unos formularios para que podamos pagarte.


177
Ella hizo una pausa.

—Tú no tienes que pagarme por esto.

Él frunció el ceño.

—Por supuesto que sí.

—Sólo estoy ayudándote.

—Devon, por el amor de Dios. Te estoy pagando por tu tiempo. Eres como un…
consultor. Ellos cobran mucho dinero.

—La razón por la que estoy aquí es tu problema de flujo de efectivo —dijo ella
enfáticamente, levantando una ceja.

Él sonrió.

—Oh, sí.

Ella no pudo resistirse a la sonrisa que tiraba de sus labios.

—Aún así, te estoy pagando —dijo—. No es que no estemos haciendo dinero, Dev.
Es flujo de efectivo.
—Está bien —admitió ella—. Pero no necesitas sentir lástima por mí. Sé que dije
que estoy quebrada, pero… está bien, no tengo dinero, pero aún así…

Él se echó a reír.

—Ríndete. Toma el dinero.

Ella resopló.

—Está bien.

—Etta hace la cosa de la nómina. Vamos a hablar con ella mañana. Ahora, vamos a
mi casa a cenar.

***

Josh tenía dos días de descanso, por lo que no tenía que levantarse temprano, y se
quedaron en la cama en la mañana. Luego él se levantó y bajó las escaleras para hacer café
antes de desaparecer en el cuarto de baño para una ducha. Devon sonrió y se estiró en su
gran cama, enterrando su cara en la almohada de Josh e inhalando su aroma. Luego, salió
de la cama. Planeaban volver a Brewster Landscaping hoy, para hacer más trabajo y así
conseguir establecer la financiación.
178 Ella se aventuró a bajar, siguiendo el delicioso aroma del café, y se sirvió una taza.
Llevando la taza, vagó por la casa, el sol de la mañana llenando las grandes salas con luz.
Era una hermosa casa grande. Podía imaginar persianas de madera en las ventanas,
alfombras en los pisos de madera y el tipo de muebles con los que le gustaría llenar las
habitaciones vacías. Se detuvo y frunció el ceño ante unas cajas y una gran bolsa plástica
de basura colocada en el suelo en lo que sería el comedor, si tuviera una mesa de comedor.
¿Basura?

Eso no era bueno. Abrió la bolsa atada ligeramente y miró dentro. No. No era
basura. Jaló una pequeña sudadera con capucha, obviamente, de una mujer. Una botella de
acondicionador. Una pequeña máquina de afeitar de color rosa.

Su corazón se desplomó a sus pies cuando se dio cuenta de lo que estaba viendo.
Las cosas de Allie.

Oh, cielos.

Por supuesto, Allie probablemente había pasado mucho tiempo en la casa de Josh.
Habían estado por casarse. Ella chupó un repentinamente tembloroso labio inferior
mientras empujaba las cosas de nuevo en la bolsa y la ataba. Luego se sentó en el suelo y
se quedó allí por un momento, mirando ciegamente a través del cuarto.

¿Por qué esto le molestaba tanto? Ciertamente no era una sorpresa. Tal vez se las
había arreglado para olvidar, aunque fuera un poco, que Josh había estado a punto de
casarse con otra mujer no hace mucho tiempo, pero esto era un recordatorio muy real y
tangible. Allie. Y ese dolor regresó y se extendió hacia el exterior desde el fuerte dolor que
sentía en su estómago.

Ella inclinó la cabeza y miró al suelo con tristeza. ¿Qué iba a pasar con ella y Josh
ahora? Había estado sintiendo todo… bien. Ayudándolo. Sintiéndose necesaria y… y…
cuidada. Pero, ¿cómo podía ser eso?

Dios, ella había estado loca al aceptar volver al puerto y pasar más tiempo con él.
Sólo iba a salir lastimada otra vez.

Lo loco era, que en ese momento ella deseaba tener a alguien con quien hablar de
esto. Alguien en quien confiar con todo su ser, alguien en quien confiar tanto que podía
decirle a esa persona todo. Alguien como una mejor amiga. Alguien como Allie.

Pero ella y Allie ya no eran mejores amigas.

Se puso de pie y bebió un poco de café caliente, el calor aliviando el dolor en su


garganta. Este recordatorio tangible de lo cerca que Josh y Allie habían estado de casarse
y hacer su relación permanente no era algo por lo que ella hubiera querido atravesar, pero
tal vez era algo bueno. Necesitaba recordatorios del por qué no debía seguir
involucrándose con Josh de nuevo. No debería haber pasado la noche con él.
179
Quería correr. El calor corrió por sus venas y su corazón se aceleró. Pero no podía
irse, no tenía auto. Soltó un largo suspiro. Tampoco podía correr porque ella le había
dicho a Josh que lo ayudaría con el negocio, y ahora tenía que seguir adelante con eso.

Oyó el agua detenerse arriba, y enderezando sus hombros, subió las escaleras de
vuelta al dormitorio. Entró en el momento en que Josh salía del baño desnudo, las gotas
de agua aferrándose a sus hombros bronceados, corriendo sobre sus grandes músculos
redondeados. Se pasó una toalla sobre su cabello. Su interior se apretó con fuerza.

Él ni siquiera dudó en caminar hacia ella, y ella parpadeó cuando tomó la taza de
café de sus manos.

—Gracias —dijo, lanzando una mirada centelleante hacia ella mientras se la


llevaba a la boca.

Su corazón se ablandó.

—¡Oye! —dijo ella, con el ceño fruncido—. ¡Eso es mío!

—Y yo aquí que pensaba que estabas buscándome y trayéndome el café. —Sonrió


él.

Ella trató de endurecer su corazón de nuevo, pero santo cielo, era difícil a la vista
de su belleza desnuda y fácil juego.
—Vístete —dijo ella, dándose la vuelta—. Tenemos que ir a trabajar.

—¿Vestirme? —dijo él—. ¿Y tú? No estás exactamente vestida para la oficina.

Ella se había puesto una de sus camisetas.

—Es cierto —dijo—. Maldición. Voy a tener que usar la misma ropa. —Había
llevado sólo unos jeans y camiseta sin mangas ayer. Pero si hoy llevaba el suéter por
encima, no sería tan notorio.

—¿Quieres ir a casa primero? —preguntó él—. Podemos pasar por allí en el


camino.

Detuvo sus manos en el borde de la camiseta.

—¿En serio?

—Por su puerto. —Él paseó hasta ella, y el aroma de su sensual gel de ducha le
envolvió—. Lo que tú quieras, Dev. —Inclinó la cabeza y la besó. Cerró los ojos contra la
abrumadora ola de afecto y gratitud que la invadió. Rompió el beso.

Él dio un paso atrás y la miró, y ella una vez más le dio la espalda mientras se
vestía.
180
Su padre ya se había ido al muelle. Josh esperaba en la pequeña cocina mientras ella
corría a la habitación a cambiarse. No tenía mucho dónde elegir, y ciertamente nada de lo
que hubiera llevado a la oficina en Boston, pero la empresa de jardinería era algo
totalmente diferente. Cuando salió vestida con su falda de algodón rayada y camiseta sin
mangas rosa, él le dio una sexy mirada de arriba a abajo en apreciación.

El corazón le dio un vuelco, pero ella ignoró la mirada.

—Muy bonita —dijo, acercándose.

Ella se hizo a un lado.

—Necesito más café. ¿Podemos parar en algún lugar para recoger uno?

Después de una corta pausa, dijo:

—Seguro. Podemos parar en Starbucks.

—¿Hay un Starbucks en el puerto?

—Sí, aparentemente desde hace un par de años.

Ella le lanzó una rápida mirada y vio la confusión sus ojos antes de salir de la casa.
Con unos café grandes en la mano, hicieron la mayor parte del camino a Brewter
Landscaping en silencio.

—¿Qué vas a hacer hoy? —preguntó ella, mirando por la ventana los arbustos que
forraban el estuario que estaban pasando.

—No estoy seguro. Voy a ver qué falta por hacerse, pero si las cosas están bajo
control, podría regresar a casa y empezar a raspar la pintura de la parte externa de la casa.

—Suena divertido.

—Alguien tiene que hacerlo. También debería llamar a Jackson y ponerme al día
con él.

Era tan trabajador. Otra de las cosas que había amado de él.

***

Devon estaba profundamente concentrada en hojas de cálculo y números cuando


una voz habló desde el umbral de la puerta de la oficina.

—¿Cómo te va?

181 Ella levantó la vista para ver a Karla, a quien Josh le había presentado ayer.

—Bien, gracias —dijo con una sonrisa, inclinándose hacia atrás en su silla.

—¿Te gustaría unirte con nosotros para el almuerzo? Liz y yo vamos a ir a Sloppy
Joe´s.

La sorpresa le impidió contestar inmediatamente, pero entonces el calor se apoderó


de ella.

—Estaría bien —dijo lentamente—. Yo ni siquiera sabía que era la hora del
almuerzo.

—Es casi la una —dijo Karla—. Pero a Liz y a mí nos gusta tomar un almuerzo
tardío.

Devon tomó su bolso y se levantó de la silla. Ella siguió a las otras dos mujeres a la
plaza de estacionamiento, y se subieron al Dodge Caravan de Liz para el corto trayecto.
En el restaurante, eligieron sentarse fuera en el patio pequeño donde habían sido
dispuestas mesas de picnic.

—Suerte por la brisa de hoy —comentó Liz, desenvolviendo su bocadillo—. Así no


se pone demasiado caluroso por aquí.
Montones de nubes blancas flotaban en el cielo azul, bloqueando de vez en cuando
el sol.

Devon deslizó sus gafas de sol cuando salió el sol, y recogió su propio sándwich.

Karla y Liz hablaron sobre el juego de béisbol del hijo de Karla de la noche anterior
y cómo Liz estaba molesta con su marido porque acababa de gastar seiscientos dólares en
un raro dispensador Pez para agregar a su colección, y Devon se relajó hasta que ellas
volvieron su atención a ella.

—Tú eres del puerto, ¿no es así? —preguntó Liz.

—Sí. Me fui para ir a la universidad hace unos diez años.

Estimó que Liz y Karla estaban en sus treinta, bastante años mayor que ella para
no conocerlas desde la secundaria, pero no lo bastante mayor como para ser de la edad de
su padre.

—¿En dónde vives ahora?

—Boston.

—¿Estás aquí sólo por vacaciones? —Leyó la curiosidad en los ojos de Karla.
182
—Algo así. Volví por la boda de Josh y Allie.

—Ooooh. Hemos oído hablar de eso. Pobre Josh.

—¿Qué clase de mujer plantaría a Josh en el altar? —dijo Liz, sacudiendo la cabeza.

—Creo que fue algo romántico —dijo Karla—. Ser arrebatada de esa forma por el
amor de tu vida.

¿El amor de su vida? ¿Gavin? Vaya. Devon no estaba segura sobre eso, pero lo que
sea.

—Romántico para ella —espetó Liz—. No mucho para Josh. Él es un gran hombre.
No se merecía eso.

—¿Cómo conoces a Josh? —preguntó Karla de manera casual.

Devon se miró sus pies.

—Allie Ralston y yo fuimos las mejores amigas al crecer juntas. Conocí a Josh por
ella. Sus familias son cercanas.

—Oh sí, lo son. —Las mujeres intercambiaron miradas.


Devon se removió en el banco de madera de la mesa de picnic y buscó algún otro
tema.

—¿Qué edad tienen sus hijos? —le preguntó a las dos mujeres. Eso funcionó bien,
ya que aparentemente amaban hablar de sus hijos, y el resto de la comida trascurrió
discutiendo de ellos y de varias actividades de la comunidad en que ambas mujeres y sus
familias estaban envueltas. Devon se encontró interesada en saber qué es lo que ocurría en
Promise Harbor, riéndose de sus sentidos del humor y de los comentarios que hacían
sobre algunas de las personas que viven ahí.

—No puedo creer que no sabía que Marbell Jacobs ya no es la alcaldesa —dijo con
una sonrisa.

—Va a tener noventa en abril —dijo Karla—. Creo que era un poco demasiado
para ella.

—Creo que todavía podría hacerlo —dijo Liz—. Ella aún es afilada como una
concha de almeja.

—Sin embargo, Connie Stone es una alcaldesa muy popular —dijo Karla.

Cuando estuvieron de vuelta en la oficina, Devon dijo:


183 —Gracias por invitarme. Fue muy divertido. —Y lo decía en serio.

Bill le trajo algunas formas para llenar y así poder pagarle, incluyendo una para el
seguimiento de sus horas.

—Josh me dijo que quizás no quisieras firmar esto —dijo—. Sin embargo, dijo que
me asegurara que lo hicieras.

Devon no quería hacerle las cosas difíciles a Bill, así que sólo tomó las formas con
una sonrisa y las colocó a un lado para rellenarlas después. Luego se sumergió de nuevo en
sus libros de negocios.

Este era un ambiente tan diferente de trabajo del que había tenido en Englun y
Seabrook en el piso veinticinco del edificio Liberty en el centro de Boston, con su feroz
competencia, ofertas de alto riesgo y la presión intensa. Ella y Bill hablaron de los libros.
Bill era un tipo agradable, pero ella podía ver algunas lagunas en la forma que las cosas
estaban siendo manejadas.

Josh apareció a las cuatro, aparentemente se había duchado y cambiado, su cabello


húmedo, vestido con jeans y una camiseta azul marino que abrazaba su amplio pecho.

—¿Todavía no has tenido suficiente por aquí? —le preguntó mientras se inclinaba
sobre el escritorio.
Ella se estiró en su silla.

—Supongo. Sin embargo, mi jefe es un tirano.

Él sonrió.

—¿Bill está siendo un tirano? —Miró al otro escritorio, donde estaba sentado Bill.
Él se rió.

—Me refiero a ti. Creo que he terminado por hoy.

—Es inteligente —le dijo Bill—. Muy inteligente. Ella me ayudó con un montón
de cosas hoy.

Josh la estudió y el calor se apoderó de ella. Ella levantó un hombro y bajó sus ojos.

—Sé que es inteligente —dijo—. Gracias, Dev.

Bill se levantó de su escritorio y, con un saludo, los dejó solos en la pequeña oficina.

—Me puse en contacto con un par de empresas de facturación e hice que las cosas
se pusieran en marcha —dijo Dev.

184 —Grandioso. —Josh dejó escapar un suspiro y echó la cabeza hacia atrás—. No
tienes idea del alivio que es quitarme un poco del peso sobre mis hombros. En serio…
gracias.

—Pero tienes unos hombros anchos muy bonitos —murmuró, mirándolos con
admiración mientras se levantaba—. Esos son los hombros de superhéroe.

Una sonrisa asomó en sus labios, pero él negó con la cabeza.

—Te lo dije, no soy un superhéroe. Vamos, quiero llevarte a cenar.

Ella se congeló.

—¿Salir a cenar?

—Sí. ¿Dónde te gustaría ir? ¿A Barney’s Chowder House? ¿O algún lugar mejor?
¿Tal vez a la línea de la costa?

—No podemos salir a cenar.

Sus cejas se juntaron justo por encima de su nariz.

—¿Por qué no?

—Alguien podría vernos.


Su frente se frunció aún más.

—¿Y?

—Ya sabes cómo habla la gente en este pueblo.

—Otra vez… ¿Y?

Su estómago se tensó.

—Josh, mira. Me voy pronto. No vamos a hacer que las cosas se alboroten por
nada. Tú vas a quedarte, y eres el que va a tener que lidiar con todo eso.

Él la miró fijamente.

—¿Qué? —Ella se agarró el cabello.

—Te vas a ir pronto.

185
Traducido por Itorres

Corregido por LizC

—Bueno… sí. —Devon tragó—. Tú lo sabes. Te dije que regresaría por un tiempo
y te ayudaría a resolver un poco las cosas con lo del flujo de efectivo y lograr establecer lo
de la facturación, pero te dije, yo… yo no puedo quedarme aquí.

Se le hizo un pequeño nudo en la garganta. Ella lo vio observarla, sus ojos serios e
intensos.

—¿Por qué no, Dev?

186 Ella parpadeó. Y volvió a parpadear. Su piel se congeló. Sus palmas se pusieron
húmedas.

—Porque vivo en Boston.

Él inclinó su cabeza hacia un lado.

—Éstos últimos días… —Él hizo una pausa. Su garganta se movió al tragar—. No
quiero que te vayas, Devon.

El estómago de ella se estrechó aún más. Era como un déjà vu, excepto que esta
vez era ella quien se iba. ¿Y no era eso mejor?

En realidad no. Apestaba.

Apretó sus labios para que dejaran de temblar.

—Me tengo que ir. Tengo que regresar a Boston y encontrar un trabajo.

—Te daré un trabajo aquí —dijo él lentamente. Se movió más cerca, y ella se
resistió a la tentación de dar un paso atrás. No porque ella no quisiera que la tocara o se
acercara… sino porque ella lo quería, mucho, demasiado—. Éstos últimos días… la
semana pasada en la isla… ha sido asombroso estar contigo otra vez, Dev. —Él extendió
su mano para quitar el cabello del rostro de ella, y el cuerpo de ella se tensó—. ¿No fue
así? ¿Para ti también?
Tenía la garganta tan apretada que apenas podía respirar, ella asintió y trató de
mostrar una leve sonrisa.

—Claro que sí. Fue divertida.

—Fue más que divertida. –Un pliegue apareció de nuevo entre sus cejas—. Sabes
que lo fue. Dev… lo que tuvimos juntos. Todavía me preocupo por ti.

—Te ibas a casar con alguien más –susurró ella.

Él miró a su alrededor. Bill no había regresado y todavía estaban solos, pero…

—¿Tenemos que tener esta conversación aquí?

Probablemente no es el mejor lugar para hacer esto. Ella asintió firme con su
cabeza.

—Vamos.

Él sostuvo su brazo ligeramente y la guió fuera de la oficina, a través del


invernadero y de las puertas de entrada del estacionamiento. Su Honda CR-V estaba
estacionado en el extremo opuesto, así que caminaron a través del gran estacionamiento,
la grava crujiendo bajo sus pies. Dev intentó relajar la garganta y sus pulmones
187 estrechados para así respirar. Su corazón golpeaba a un ritmo desigual en su pecho.

Él no debería decir cosas como esas. No debería. Ella no debió volver a


involucrarse con él otra vez. No debió haber ido con él a la isla, a pesar de su
desesperación por encontrar a William Mudge.

Cuando se sentaron en su vehículo, él volteó su cabeza y la miró.

—¿A dónde?

Ella no tenía ni idea. No quería regresar a la casa de él, ya que incluso las pocas
horas que había pasado ahí seguían conectadas a ella, imaginando cosas que no podía
tener. No quería ir a un restaurante y hacer una escena, o hacer que la gente empezara a
hablar de ellos. Eso les dejaba…

—Vamos a la casa de mi padre… —dijo ella con un suspiro.

—¿Él estará en casa?

—Todavía no.

Josh asintió, tiró la reversa de la camioneta y salió del estacionamiento con una
pequeña cantidad de grava salpicando de sus neumáticos mientras pisaba el acelerador.
Ella jugueteó con la correa de su bolso. Él no estaba feliz y ella no lo culpaba. Sus entrañas
se retorcían en nudos.
Ella observó el agarre de sus dedos en el volante, miró a escondidas su barbilla
tensa y la línea sombría de su boca. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró de nuevo y
miró sus manos entrelazadas alrededor de la correa de su bolso. Maldición.

Josh estacionó en la calle frente a la casa de papá, y ella abrió con la llave que
guardaba ahora en su llavero. La pequeña casa olía ligeramente a vela con aroma a
arándano que Susan había encendido, y el silencio se apartó cuando caminaron hacia la
cocina, los pasos de Josh siendo pesados, los de ella más ligeros sobre el piso de vinilo. Ella
le lanzó una rápida mirada.

—¿Quieres algo de beber? Estoy segura de que papá tiene cervezas, o algo así…

Él negó con la cabeza.

—No, gracias.

Levantó la barbilla y los condujo a la sala de estar. Se volvió hacia él.

—Josh, por favor, no hagas esto.

Captó el destello de ira en sus ojos, la manera en que su mandíbula se tensó.

—¿Hacer qué?
188
—No quiero hacer esto de nuevo —le susurró a su pecho. Me lastimó mucho la
última vez.

—Tú eres la que se está yendo —señaló él, acercándose. El olor de su gel de ducha
y champú se burló de sus sentidos, y el calor del cuerpo de él calentó su piel fría—. Pero
bueno, tú eres la única que se fue realmente la última vez, ¿no es así?

Su cabeza se levantó de golpe y lo miró fijamente.

—¿Qué?

Los ojos de él se estrecharon un poco cuando la miró.

—He dicho que tú eres la única que realmente se fue la última vez.

—Eso no tiene ningún sentido —protestó ella, su voz ronca—. Tú eres el que se
fue. Tú eres el que tuvo que regresar a Promise Harbor para cuidar de su familia. Y… —
Ella tragó saliva—. A Allie. Y su familia.

—Yo quería que vinieras conmigo.

Sus labios temblaron.

—Pero no podía.
Él cerró sus ojos brevemente.

—Está bien. Tienes razón No tenemos que pasar por eso de nuevo. Lo que pasó,
pasó. Pero esto es ahora, Devon. Las cosas son diferentes ahora.

—¿Qué es diferente? —Su voz comenzó a subir—. Nada es diferente. Tú aún


cuidas a tu familia. Yo aún tengo mi vida en Boston.

—Ya no tienes trabajo —señaló él—. Esa fue tu razón principal para permanecer
allí. ¿No es así?

—Um. Sí. Pero…

—Te dije que te daría un trabajo.

Ella le frunció el ceño. Sí, él había dicho eso, pero buen Dios, él no tenía por qué
apiadarse de ella en ese sentido.

—Encontraré un trabajo —dijo con determinación—. Cuando regrese a Boston.


Ha sido duro, pero estaré bien, Josh. —Ella sabía que era un tanto patética, después de
perder su trabajo y no ser capaz de encontrar otro, y luego estuvo ese episodio humillante
con William Mudge… Nunca debió romperse y llorado frente a Josh. ¡Ahora él le estaba
189 ofreciendo un trabajo, por el amor de Dios!

—Oh, por… No tengo ninguna duda de que encontrarás trabajo si regresas. Estoy
tratando de decirte, que quiero que te quedes aquí. Déjame ayudarte, Dev.

Ayudarla.

—Eso no es lo que quiero —susurró—. Ese no es el tipo de trabajo que quiero.

Él hizo un sonido bajo en su garganta.

—Sí. Lo sé. Una vez más, no es lo suficientemente bueno para ti. ¿Cierto?

—¡No! ¡No es eso! —Ella lo miró fijamente, él con la boca abierta—. Josh…

Alargó la mano hacia ella, sus manos se deslizaron sobre sus caderas para llevarla
más cerca de él, y una vez más ella sintió la urgencia de simplemente lanzarse a sus brazos,
sólo dejarlo ir, dejarlo ir todo, dejarlo todo fuera… pero ella no podía.

Se puso rígida y apartó la cara de él.

—Devon. —La voz de él fue baja y sedosa. Presionó su rostro contra el cabello de
ella—. Por favor, Devon. Te amo.

Oh. Jebús. Caramba.


Su corazón explotó a un rápido ritmo que la dejó sin aliento. Un pequeño sonido
escapó de ella, y apretó los labios y cerró los ojos. Yo también te amo.

—No quiero perderte otra vez —murmuró contra su cabello—. Podemos hacer que
las cosas funcionen aquí.

¿Cómo podía decir esas cosas? ¿No sabía lo peligroso que era? Él estaba loco para
confiar en ella en cosas como ésas, porque él debía saber que ella sólo lo lastimaría.

—No funcionará —dijo ella, alejándose de él. Su corazón se sentía como si docenas
de cuchillos la apuñalaran una y otra vez. Se frotó los brazos con su mano arriba y abajo
mientras daba un paso atrás—. No funcionará. Estuve loca al volver aquí. No necesito que
me ayudes, Josh.

El rostro de él se tensó en líneas muy marcadas y agonizó del dolor en su corazón


aún peor. Su respiración salía jadeante y en cortas bocanadas, no recibiendo suficiente
oxígeno de ellas, y su cabeza se sentía ligera, mareada. Ella se sentía congelada. Dura.
Paralizada.

—Supongo que entonces me iré —dijo él, su voz casi irreconocible—. Hazme saber
cómo funcionan las cosas para ti, Dev. —Él se dio vuelta justo cuando el sonido de la
puerta trasera abriéndose los alcanzó.
190
La ligera risa de Susan llegó hasta la sala de estar.

—Oh, Doug. Está bien, estoy segura.

Papá apareció en el arco de la puerta.

—Oh, hola —dijo él—. Vi tu vehículo al frente, Josh.

Susan apareció detrás de él con una sonrisa descarada.

—Él tenía miedo de que pudiera interrumpirlos.

Entonces su sonrisa se desvaneció mientras notaba la expresión de Josh y tanto ella


como papá sintieron la tensión que cargaba la habitación.

—Ya me iba —dijo Josh inexpresivo—. Me alegro de verlos. —Se dirigió a la


puerta del frente y pasó a través de ella, cerrándola detrás de él con un portazo.

Devon lo siguió con la mirada, su corazón latiendo dolorosamente, entonces se


volteó a ver a papá y Susan. Un silencio incómodo llenó el espacio alrededor de ellos.

—¿Ustedes dos pelearon acerca de algo? —preguntó Susan cuidadosamente.


—Se podría decir que sí. —Sus labios estaban rígidos y fríos. Negó con la cabeza—
. Yo… yo… —Ella luchó con el sollozo que se arrastró a través de su garganta—. Voy a
volver a Boston.

Susan y papá intercambiaron una mirada.

—¿Ahora?

Ella realmente no había pensado en ello en absoluto. Echó un vistazo a su reloj.

—Claro. Sí. ¿Por qué no? —Era aún temprano esa noche lo que le dejaba un
montón de tiempo para el viaje de regreso a la ciudad—. Sólo tengo que emp-pacar mis
cosas.

—¿Pensé que estabas ayudando a Josh con Brewster Landscaping? —dijo papá—.
Pensé que me ibas a ayudar a mí.

Ella negó con la cabeza.

—No puedo. Me tengo que ir. —Ella se acercó a la puerta, pero estaban
bloqueando el corredor del pasillo hacia su dormitorio.

Papá frunció el ceño.


191
—Devon. No te preocupes por mí. Me las arreglaré. Pero si le dijiste a Josh que
ibas a hacer algo por él, demonios, más te vale que lo hagas.

Ella lo miró boquiabierta.

—¡Papá! No puedo quedarme. ¡No puedo!

—Oh, Devon —dijo Susan con voz suave—. Ven aquí. —Ella le tendió los brazos.
Oh, palitos de pescado, era muy tentador pasar de la oferta de ese abrazo. Porque a veces
un abrazo se sentía tan bien. Pero Susan no era su madre, de hecho casi no la conocía, y
Devon se limitó a sacudir la cabeza. El rostro de Susan decayó.

—Por favor —dijo Devon—. Me tengo que ir.

—Aún lo amas, ¿cierto? —dijo papá.

Su mandíbula estuvo jodidamente cerca de golpear el piso.

—Él te lastimó —añadió papá—. La última vez.

Como con la mayoría de las cosas, ella nunca habló realmente con papá acerca de lo
que había pasado entre Josh y ella. Como de costumbre, su conversación sobre la ruptura
había sido algo como esto: Él decidió regresar a Promise Harbor y yo no podía dejar mi trabajo
aquí, pero estoy bien con eso. O algo como eso. ¿Su padre sabía realmente lo herida que había
estado?

—En realidad –dijo ella, mirando hacia abajo a sus pies—. Creo que nos hicimos
daño el uno al otro.

—¿Te hizo daño de nuevo? Si lo hizo, patearé su trasero. —Una vez más, sólo
pudo mirar con asombro a su padre. Susan se estiró a tomar la mano de él y la deslizó
entre la suya, y juntos se acercaron entre sí. La visión de ellos apoyándose mutuamente, el
uno al otro, hizo daño a su corazón.

—No –se ahogó al decir—. Él no ha hecho nada.

—¿Todavía lo amas?

Entonces, su garganta se cerró completamente, dolorosamente. Sus ojos ardían y


no podía hablar. Trató de contener las lágrimas, sacudiendo la cabeza. Ella y papá no
hablaban de cosas como ésta. La presión aumentó en su interior, una presión tan sofocante,
apretada, forzando al aire de sus pulmones a salir, que ella no pudo más. Los mareos
regresaron, su corazón trabajaba con pulsaciones dolorosas que hacían a sus músculos
tensarse. Jebús. Ella pensó que podría estar teniendo un ataque al corazón.

192 O tal vez sólo se estaba volviendo loca.

Lo que fuera, tenía que salir de ahí. Tenía que alejarse de esta locura, regresar a su
apartamento en Boston, donde pudiera estar sola.

—Devon —dijo papá, su voz ronca y tranquila—. Nosotros no hablamos de estas


cosas, lo sé.

De acuerdo, estaban en la misma página entonces.

—Pero a veces hay que hacerlo —dijo él. Su cuerpo se crispó. Él miró a Susan otra
vez, quien le dio un gesto alentador, y a través de su nube de pánico, Devon reconoció de
alguna forma que esto tampoco era fácil para él—. Casi perdí a Susan porque estaba siendo
como tú. No cometas el mismo error con Josh. Si todavía se preocupan uno por el otro…
—Él se perdió un poco y lanzó otra mirada impotente a Susan.

—Está bien, Devon —dijo ella en voz baja—. Admitir que tienes sentimientos. No
es una debilidad.

Devon la miró fijamente, luego se alejó a medias, llevándose las manos a su cabello.

—Eso no es… Lo sé.

—Mmmhmm.
—No sé exactamente lo que pasó entre tú y Josh la última vez —dijo papá—. Pero
él terminó aquí y tú te quedaste en Boston.

—Él terminó casi casado con alguien más —espetó Devon.

—¿Ese es el problema? —preguntó Susan—. ¿Crees que todavía ama a Allie?

Su mente empezó a correr en círculos vertiginosos, pensando.

—No —dijo ella—. Él dice que no. Que nunca lo hizo. Sólo como amigo. Y yo le
creo. Es sólo que…

—Por supuesto que te molesta que fuera a casarse con otra persona —dijo Susan—
. Eso es normal.

Se supone que no debía molestarle. Se suponía que debía de haberlo superado. Una
vez más se quedó mirando la alfombra.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —preguntó Susan.

—Yo sé cuál es el problema —dijo papá bruscamente—. El problema es que tú


quieres volver a Boston. Incluso si eso significa pasar el resto de tu vida sola y solitaria,
prefieres ir allí y tratar de vivir la vida que tu madre quería, para así poder sentirte digna
193 de su amor. ¿No es así, Devon?

Sus ojos se abrieron de par en par, su mandíbula cayó abierta y sus manos cayeron
blandamente a su lado.

—Doug –murmuró Susan.

—Es cierto. ¿No es así? –demandó él—. No puedes esperar a salir de Promise
Harbor. No puedes esperar a tener todas esas cosas que tu madre quería. Y no puedes
esperar a alejarte de mí.
Traducido por Fer_lul

Corregido por Deyanira

Devon seguía boquiabierta hacia su padre inconscientemente. ¡Eso no es cierto! ¡Eso


no es para nada cierto! ¡Tú querías que me fuera!

Su mundo se estaba desmoronando a su alrededor, como las paredes de la casa se


estaban derrumbando, al igual que el suelo agitándose bajo sus pies.

—Lo siento, Devon —continuó él, con tono áspero—. Siento que ella te hiciera eso.
Pero no dejes que eso destruya tus posibilidades en el amor. Y la felicidad. —Ella miró sus
dedos apretando los de Susan. Más presión se construyó dentro de Devon. Su piel se sentía
194 apretada, como si fuera a estallar desde adentro. No podía aguantar más. Con un pequeño
sollozo, se abrió paso entre ellos y corrió por el pasillo.

Se metió en su dormitorio y cerró la puerta detrás de ella, apoyándose en la misma.


Le temblaban las manos, todo su cuerpo se estremecía y sus piernas tenían la fuerza de las
algas. Cerró sus ojos, sus pulmones ardían. No podía creer que su padre había dicho esas
cosas. Todas esas cosas que nunca habían hablado, jamás. De las cosas que él nunca había
querido hablar.

Ahora, segura en su habitación, no quería volver a salir, no quería ver a nadie más
otra vez; ni a su papá, ni a Susan, especialmente no a Josh. Pero no podía quedarse allí para
siempre. Con las manos frenéticas, empezó a recoger sus cosas empujándolas dentro de la
maleta, su corazón apretándose mientras recogía algunas de las nuevas cosas que había
comprado en la Isla Greenbush. Las lágrimas empezaron a caer cuando ella tomó la
botella de protector solar que Josh había comprado para ella, y cuando la empujó dentro de
su bolsa de aseo, los recuerdos de sus manos esparciendo esa loción sobre su piel caliente
la hizo estremecer.

Jebús, había llorado más lágrimas en la última semana que en todos los años desde
que su madre se había ido. Esto era ridículo. Se sorbió la nariz y se limpió sus mejillas
mientras arrojaba sus zapatos en la maleta, y luego sacó el vestido del armario, las finas
capas de chiffon color melocotón se sentían ligeras en su mano, y otro sollozo escapó de
ella cuando se imaginó a Josh de pie ahí, la expresión de su cara cuando la había visto con
el vestido. “Te ves hermosa”.

Agonía rasgó justo a través de su corazón y se dejó caer en la cama, enterrando el


rostro entre sus manos, el vestido deslizándose hacia el suelo.

Josh. Oh Dios, Josh.

***

Josh ni siquiera recordaba el camino a casa. No estaba seguro de si alguna vez


había estado tan enojado. Bueno, tal vez una vez. Y esa vez estuvo involucrada la misma
mujer.

Azotó la puerta de su casa y se detuvo en la cocina, con sus manos agarrando la


encimera, la cabeza inclinada. Jesús, ¿por qué la había dejado hacerle esto de nuevo? ¿Por
qué había pensado que algo sería diferente? Era un maldito idiota.

No sentía una maldita pena por ella. Sí, quería ayudarla y cuidarla, pero eso era
sólo él. ¿Por qué no podía dejar que lo hiciera? ¿Por qué no iba abrirse a él? No era tan
estúpido para no saber que ella todavía tenía sentimientos por él también. ¡Maldita sea!
¿Por qué tenía que ser tan testaruda? ¿Y tan ciega?
195 Se acercó al refrigerador y sacó una cerveza. Ahora quería una cerveza.

Miró por la ventana de la cocina hacia su patio trasero. Tenía planes para ese patio.
Había estado cubierto de arbustos y malezas cuando había comprado el lugar, y él había
limpiado todo eso pero aún no había tenido la oportunidad de plantar nuevas cosas. Sabía
lo que quería. Sólo que no había tenido tiempo.

Amaba su casa a pesar de que seguía alrededor de ella solo. Le encantaba el gran
patio y todas las cosas que podía hacer con él: un huerto tal vez, un pequeño estanque,
incluso con algunos peces en él.

Pero lo daría todo si Devon lo aceptara de vuelta.

Ahora, eso era una locura. Tendría que renunciar a mucho más que a su casa si
tuviera que volver a Boston. Su trabajo. Su familia. Ellos fueron la única razón por la que
volvió a Promise Harbor, después de todo.

Excepto que… su mamá estaba fuera en algún viaje de vacaciones. Con Owen, por
el amor de Dios. Su hermana estaba de viaje por su cuenta, y de acuerdo a su mamá,
yéndole muy bien. Allie había desaparecido con Gavin. Y el resto de la familia Ralston
estaba fuera haciendo lo suyo. Todo el mundo parecía estar bien sin él.
Él se sentó sobre un taburete de la encimera y se desplomó allí, la cerveza fría
retenida entre ambas manos. Hum. Tal vez todos ellos no lo necesitaban tanto como
pensaba que lo hacían.

Eso era un poco deprimente.

Y Devon no lo necesitaba tampoco.

Levantó la cerveza y tomó tres largos tragos, luego se pasó el dorso de la mano por
su boca.

Él dio a eso algunos pensamientos más. Siempre había cuidado de su familia. Había
ayudado a cuidar de la familia de Allie también. No lo hizo por él. Lo hizo por ellos…
¿cierto?

Tenía que estudiar eso por unos largos momentos, probarlo en su mente para
asegurarse de que fuera cierto. Porque odiaría pensar que era una especie de facilitador co-
dependiente. Negó con la cabeza. Nah. Él sólo lo hizo porque necesitaba ser hecho.

Él no era un héroe tampoco, a pesar de la afirmación de Devon. Hubo suficientes


veces que había resentido interiormente algunas de las demandas sobre él. Infiernos sí,
había odiado renunciar a su puesto de trabajo con el comando de operaciones especiales en
196 Boston. Había jodidamente amado ese trabajo. Greta lo molestaba a veces. Y la insistencia
de su madre en mantener el negocio cuando ella no estaba interesada en trabajar allí y
ayudar lo estaba estresando.

Así que, maldita sea, ¿por qué no podía dejar Promise Harbor? ¿Por qué no podía
volver a Boston con Devon? Realmente no había razón.

Sí, él amaba su trabajo aquí también. Amaba la ciudad y su casa, y tenía un montón
de amigos aquí, Stone, Ethan y Jake. Sería triste tener que vender el negocio, pero la vida
continuaría.

Pero algo todavía le molestaba, y no podía descifrar totalmente qué era.

***

Bajando cargada con su bolso, su computadora portátil y su maleta, Devon salió


tambaleándose de la casa de su padre. No quería enfrentarse a él y a Susan de nuevo. De
hecho, rabia todavía chisporroteaba en su interior por sus comentarios. Estaba enfadada y
tal vez un poco dolida. Pero ella no quería hacerle saber eso.

Papá se levantó del sofá en la sala de estar cuando ella pasó por la puerta con sus
cosas.

—Te vas —dijo.


—Sí. Gracias por dejar que me quedara. Te mantendré informado de mi búsqueda
de empleo.

Ella sintió que le quería decir algo más, pero se contuvo. Probablemente porque
sabía que ella no quería escucharlo.

Él se acercó y tomó su maleta.

—Por lo menos deja que te ayude a llevar esto al auto —le dijo ásperamente.

Susan los siguió, con los ojos tristes y las esquinas de su boca apretadas. La culpa le
dio a Devon una pequeña puñalada por cómo había rechazado a Susan. Ella se encontró
con los ojos de la otra mujer. Con un largo y lento parpadeo, se acercó a Susan y la dejó
envolverla en un abrazo.

—Lo siento —susurró contra el cabello de Susan.

Susan le dio unas palmaditas en la espalda.

—Está bien. Entiendo. Más de lo que crees. Pero estoy aquí si me necesitas. Y
también lo está tu padre. —Ella encontró los ojos de Devon—. Nunca dudes de eso, a
pesar de que no va a decirlo él mismo.
197 Devon le dio un brusco asentimiento mientras se apartaba.

En su auto, ella condujo más allá del muelle y luego por la playa, algunas personas
disfrutaban del sol de la tarde mientras caminaban por la arena, entonces presionó el
freno. Mirar el océano siempre había sido una buena manera para ordenar sus
pensamientos, para arreglar las cosas y ganar una nueva perspectiva sobre las mismas. Así
que se detuvo en un estacionamiento frente a la playa y se bajó de su auto.

Se quitó las sandalias y las cargó mientras caminaba por la suave arena, sus pies
hundiéndose y haciendo que cada paso fuera más difícil. La arena fresca se cerró alrededor
de sus pies. Las gaviotas se dispersaban lejos de ella, y el mar lavaba la orilla en ondas
rítmicas. El viento azotaba su cabello, por lo que volvió su rostro hacia él y cerró los ojos,
inhalando el olor del mar, a sal, pescado y algas.

Un poco de la tensión disminuyó de su cuerpo, y dejó escapar un suspiro largo y


lento, después abrió sus ojos. El océano se extendía hasta el horizonte, azul, verde azulado,
aguamarina y plateado, brillando con el sol. Caminó un poco más hasta que pasó al resto
de la gente allí y acá, luego se agachó para sentarse en la arena. Arrojó sus sandalias a un
lado y se echó hacia atrás con las manos plantadas en la arena detrás de ella.

Qué es lo que Josh había dicho… el océano es una fuerza de vida. Tan grande y
poderoso, exactamente el mismo océano que había contemplado como una niña, algo que
nunca había cambiado, una constante. La estabilidad en un mundo confuso.
El dolor en su pecho se intensificó nuevamente por pensar en Josh. ¿Realmente
había esperado que ella se quedara aquí?

A medida que el aire del mar rozaba su piel y el sonido de las olas la tranquilizaba,
tenía que admitir lo que ese dolor en su corazón significaba. No quería dejarlo. No quería
perderlo de nuevo. Ella lo amaba.

Sus palabras volvieron a ella: “Tú fuiste la única que realmente se fue la última vez, ¿no
es así?”

Se había pasado el último año sintiéndose un poco la víctima, la que había sido
dejada atrás, la que había sido rechazada. Y en la superficie eso parecía ser cierto.

Pero en el fondo… no era tan simple. Cuando se obligó a excavar profundo y


enfrentar la verdad… él estaba en lo cierto. Oh, Dios mío, él tenía razón.

Ella era la única que había dejado la relación, porque ella nunca había admitido a
Josh lo que realmente había sentido. Había sido terca y centrada en las cosas que pensaba
que quería, y terca y decidida a no dejarse ir sobre cuán dolida estaba por su decisión de
irse. Como todo lo demás en su vida. ¿Su madre abandonándola? No era gran cosa. ¿Un
padre que era distante y estoico? Ella estaba bien con eso. ¿Sin decoración navideña? Lo

198 que sea. ¿Sin familia en la escuela el día que ganó el concurso de matemáticas? Eso estaba
bien.

¿Qué hubiera pasado si le hubiera dicho a Josh lo devastada que estaba por él
dejándola? ¿Y si hubiera sido honesta y dicho que lo amaba más que a nada en el mundo y
que no quería que se fuera? ¿Y si ella le hubiera rogado que se quedara? ¿Habría hecho
una diferencia?

¿Y si le hubiera dicho a Allie la verdad, ese día que Allie había llamado para decirle
que ella y Josh estaban saliendo? ¿Y si ella le hubiera dicho: Allie, yo todavía lo amo… por
favor, no hagas eso…? ¿Habría hecho una diferencia?

Cerró firmemente sus ojos por la dolorosa conclusión de que se había provocado
gran parte de esto a sí misma con su estúpida incapacidad de decir lo que pensaba, lo que
sentía.

Y tenía que enfrentarse a la verdad de lo que había dicho su padre también.

Dolía. Mucho. El recordatorio de que su madre no la había amado lo suficiente


como para llevarla con ella, o para alguna vez volver a verla. Ese conocimiento se había
asentado profundamente en su interior y oscureció todo lo que sabía acerca de sí misma.
Pero ella nunca se cuestionó por qué quería irse de Promise Harbor con tantas ganas. Por
qué quería el tipo de carrera que había elegido. Por qué quería desesperadamente vivir en
un lugar urbano y elegante. La idea de que ella estaba tratando de complacer a su madre, a
la que ni siquiera conocía, para demostrar que era digna de su amor, tenía que ser la cosa
más patética del mundo. La llenaba de una inclemente vergüenza por haber sido tan
estúpida.

No podía irse ahora. ¿Quedarse aquí para siempre? Bueno, no estaba segura de eso.
Tal vez. Pero no podía irse con este peso presionando sobre ella, su padre creyendo que
ella no podía alejarse de él lo suficientemente rápido, y Josh creyendo… lo mismo.

Se empujó hacia adelante y se inclinó ante el dolor que esa realidad produjo al
atravesar su corazón.

El rostro de Josh apareció en su mente, la mirada que él le había dado cuando le dio
las gracias por ayudarle, cuando le había dicho el alivio que estaba teniendo al quitarse eso
de sus hombros.

Josh, quien cargaba todo en esos grandes y fuertes hombros de superhéroe. Si un


superhéroe podía admitir que necesitaba ayuda… que necesitaba algo… bueno, tal vez ella
también podría.

Levantó la barbilla y miró hacia el agua otra vez, la brisa en su rostro era
especialmente fresca ahora, porque tenía las mejillas húmedas. Se llevó las manos a su cara
mojada.
199
El océano era como una colección de innumerables lágrimas fluyendo, lágrimas de
tristeza, pero también lágrimas de rejuvenecimiento y limpieza. Y así se dejó llorar. Por
primera vez en su vida, no trató de contener las lágrimas.

Lo había jodido todo. Su padre había tratado de hablar con ella. Había tratado de
decirle que él de todas las personas la entendía. Y ella lo empujó lejos, como siempre.

Y Josh había tenido el valor de decirle lo que sentía, lo que para ella era lo más
valiente de todo, y lo había empujado lejos también. Echó la cabeza hacia atrás y miró
hacia el cielo, claro, interminablemente azul como el océano, infinito e inmutable y
siempre, siempre allí. Las lágrimas se filtraron por las comisuras de sus ojos y se
encontraron con su cabello y su dolido cuello.

Tal vez era demasiado tarde para arreglar las cosas, pero tenía que hablar con
ambos, Josh y su padre, antes de que pudiera irse. Tenía que enfrentarse a la verdad acerca
de sí misma. Si terminaba volviendo a Boston, sola, para reanudar su búsqueda de empleo,
por lo menos lo haría sabiendo que ella había sido lo suficientemente fuerte y valiente para
hacer eso.

Se puso en pie y se sacudió la arena de la parte trasera de la falda, se inclinó y


recogió sus sandalias.

Se dirigió a la casa de su padre primero.


Cuando ella entró, él y Susan estaban sentados en el sofá viendo la televisión.
Ambos la miraron.

—¿Estás bien, Devon? —preguntó Susan, sentándose erguida.

—Lo voy a estar. Necesito hablar contigo, papá.

—¿Quieres que me vaya? —preguntó Susan.

Devon miró a su padre, quien miró a Susan y luego sacudió la cabeza. Él le tomó la
mano. Devon se sentó en un sillón. Susan apagó el televisor con el mando a distancia.

—Acabo de reflexionar un poco —dijo ella, su voz gruesa—. Y antes de irme,


tengo que decirte algunas cosas.

—Adelante.

Ella inclinó la cabeza y bajó la vista hacia sus dedos entrelazados sobre su regazo.

—No me voy porque quisiera alejarme de ti, papá. Cuando dijiste eso… —Ella
tragó—. Nunca supe que pensabas eso. La verdad es que pensé que tú querías que me
fuera.

200 Silencio. Luego él dijo:

—¿Por qué pensarías eso?

—Porque tú nunca… —Hizo una pausa, con la garganta cerrándosele—. Porque


nunca me has dicho que me amas.

Más silencio se expandió alrededor de ellos, llenando la habitación.

—Supongo que pensé que sabías eso —dijo él finalmente en voz baja. Devon miró
hacia él a través de sus pestañas. Esto era difícil para él también. Tenía que recordar eso.

—Yo no lo sabía. Lo siento, pero no lo hice. Mamá se había ido. Ella no me amaba.
Quería saber que alguien me amaba, y tú nunca me lo dijiste. No me dejabas hablar de ello,
o cómo se sentía el ser dejado atrás.

Él asintió y su garganta se elevó al tragar saliva.

—Eso fue un error.

Ella clavó los dientes en su labio inferior.

—De todos modos. Supongo que tenía algún tipo de loca idea de que podía hacer a
mamá estar orgullosa de mí, o hacer que me quisiera si tenía la clase de vida que ella
aprobaba. Nunca me di cuenta de eso hasta que lo dijiste. Eso… me avergüenza. —Dios
fue difícil decir eso.

Él asintió otra vez.

—Yo sólo quería que tuvieras el tipo de vida que querías. Por ti, no por nadie más.

—Gracias, papá. Yo… —Ella lo miró directamente a los ojos—. Te amo, papá.

—Yo también te amo, Dev.

Las lágrimas se acumularon en las esquinas de sus ojos de nuevo, pero ella sonrió.
Y él le dio una pequeña sonrisa. Susan le apretó la mano. Quizás Devon debería darle las
gracias por ayudar a que su padre sea lo suficientemente valiente como para abrirse y decir
eso.

—¿Qué pasa con Josh? —preguntó papá—. ¿Todavía te vas?

—No estoy segura. Voy a ir a hablar con él también. Yo… cometí algunos errores
con él también.

Papá frunció los labios.

201 —Decirle a alguien que lo sientes y que lo amas es un gran paso para mejorar las
cosas.

Devon dejó escapar una carcajada y dejó caer su cabeza.

—Oh papá. Tienes razón. —Ella se puso en pie—. Voy a ir ahora, pero voy a
volver aquí esta noche. Incluso si él no quiere… si las cosas no salen bien, me quedaré esta
noche por lo menos.

—Puedes quedarte el tiempo que quieras.

—Gracias.

Se sintió más ligera mientras salía de la casa de su padre y manejaba hacia casa de
Josh, llena de un sentido de urgencia para llegar a él de inmediato. Su CR-V estaba
estacionado fuera, y cuando ella detuvo su auto, agarró el volante con fuerza por un
momento. La determinación dentro de ella vaciló un poco, pero apretó los labios y se
deslizó fuera del auto.

Subió los escalones de la entrada hacia la terraza, observando distraídamente la


pintura que había sido raspada para la preparación de una nueva capa. ¿De qué color iba a
pintar la casa? Ella se mordió el labio inferior mientras tocaba el timbre.

Cuando él abrió la puerta desde el interior, dejando la mosquitera entre ellos, sus
ojos se ampliaron, luego los entrecerró, su boca en una línea recta de tristeza.
—Devon.

—Hola. —Ella tragó—. ¿Puedo pasar?

202
Traducido por Lizzie y Vero

Corregido por Deyanira

Él hizo una breve inclinación de cabeza y abrió la puerta mosquitera también,


dando un paso atrás para dejarla entrar.

Ella lo miró, retorciendo los dedos juntos. La emoción se elevó en su interior, pero
no sabía cómo empezar.

—Lo siento —susurró finalmente—. He venido a decirte que lo siento.

Él levantó la barbilla, metiendo sus manos en los bolsillos de sus jeans, los grandes
203 hombros encorvados.

—¿Por qué?

—Por tantas cosas. —Ella tomó un largo y lento aliento de coraje—. ¿Podemos
hablar?

—Seguro. —Él abrió el camino a través de la casa a la gran sala en la parte


posterior. Agarró una lata de cerveza dejada en la barra—. Uh… ¿te gustaría algo?
¿Cerveza? No sé si tengo algo de vino.

—Estoy bien. —Una vez más, ella sólo quería lanzarse a sus brazos y dejar que la
abrazara. En cambio, se sentó en el borde de una silla. Dejó caer su bolso sobre la alfombra
a sus pies y se puso las manos en las rodillas—. Entonces.

Él se sentó en el sofá frente a ella.

—¿Qué está pasando, Devon?

—Pensé en lo que dijiste. Acerca de cómo fui realmente la única que se fue.

Él asintió lentamente.

—Tenías razón. En cierta forma. Durante todo este tiempo, yo quería creer que tú
me habías dejado. —Ella hizo una pausa. Se sentía como si su corazón estuviera saltando
con cada latido—. Esto es difícil para mí.
—Lo sé. —Pero él le sostuvo la mirada constantemente—. Sé que lo es, Dev.

Su cálida y firme mirada la calmó y la tranquilizó, y sus nervios se calmaron un


poco.

—Pero tengo que hacerlo. Lo sé. Entonces. Me sentí abandonada. Traicionada.


Dolida. —Ella se miró las manos—. De acuerdo, dolida ni siquiera lo describe realmente.
Cuando te fuiste… —Su garganta se apretó—. Quise morirme, Josh.

Sus ojos parpadearon rápidamente.

—Nunca me lo dijiste. Ni siquiera trataste de luchar por nosotros.

—Lo sé. —Ella le sostuvo la mirada—. Lo sé. Es por eso que dije que tenías razón.
Fui yo quien se fue. Me fui porque tenía demasiado miedo de luchar por nosotros. Tenía
demasiado miedo de decirte lo importante que eras para mí. Lo mucho que te amaba.
Nunca he sido muy buena en eso y no quise parecer… patética.

—Nadie siente lástima por ti, Dev —dijo bruscamente, rompiendo el contacto
visual para frotarse los ojos—. Desearía que superaras eso.

—Lo sé. Lo estoy intentando. Es por eso que estoy aquí. —Ella tragó—. De todos
204 modos, tú dijiste eso, y cuando pensé acerca de ello, era cierto, y me dolió, y me hizo
enojarme conmigo misma. Lo mismo con Allie cuando llamó para decirme que ustedes dos
estaban viéndose. —Ella lo miró a los ojos de nuevo—. Le mentí, Josh. Le dije que te había
superado y que estaba bien. Pero no estaba bien. No te había superado. Y-y eso dolió.

Sus labios se apretaron y las comisuras de sus ojos se tensaron.

—Jesucristo, Dev.

—Lo sé. ¡Lo sé! N-no sé si habría hecho alguna diferencia si hubiera sido honesta.
En ese momento, tal vez.

Él se cubrió los ojos con la mano por un momento.

—Esto no es tu culpa, Devon.

—Pero yo he provocado parte de esto por mi cuenta. —Tenía que tener esto si ella
iba a dejarlo atrás—. Pero no podía haber dicho nada cuando Allie llamó para pedirme que
viniera a la boda. Si los dos se amaban, ¿cómo podía interponerme en el camino de eso? Así
que una vez más dije que estaba bien. —Se detuvo, su garganta tan adolorida que no podía
exprimir las palabras. Miró hacia abajo de nuevo, su labio inferior temblando—. Mi papá
me dijo algunas cosas, también.

Él hizo un ruido, un sonido áspero en su garganta.


—¿Qué dijo? —gruñó, luciendo como si estuviera listo para golpear a alguien.

—Sabes lo de mi mamá —logró decir finalmente con voz gruesa—. Cómo nos dejó.

—Sí. Lo sé. Y entiendo, Dev. Sé lo que eso te hizo.

Ella asintió, su visión comenzando a desdibujarse con aún más lágrimas.

—Mi papá piensa que la razón por la que quería alejarme de Promise Harbor, la
razón por la que quería toda esa vida que tenía, era porque yo estaba tratando de ser digna
de su amor. Porque si ese era el tipo de vida que ella quería, si yo la tenía también, tal vez
ella me amaría.

Él cerró los ojos, su boca una línea apretada, su mandíbula apretada.

—Creo eso también.

—¿En serio?

—Sí. Pero, aún así, nunca has tratado de ponerte en contacto con ella.

—No. —Él tenía razón en eso—. Pero no era consciente. No pensaba que iba a
conseguir un trabajo, un apartamento, ropa bonita y luego llamar a mi mamá y decirle:
205 oye, ven a ver lo que he hecho. Realmente no me preocupo por ella.

Inclinó la cabeza.

—No estoy seguro de si yo creo eso, pero lo que sea. Si lo hicieras, sería
comprensible. Ella es tu madre.

Ella lo miró fijamente.

—¿Crees que debería tratar de ponerme en contacto con ella?

—Diablos, no lo sé. Puede ser. Pero la cosa es, no puede hacer ninguna diferencia.
Si ella se preocupara por ti, nada de eso importaría realmente.

El corazón le dio un tirón con eso, pero asintió. Era cierto.

—Sí. Tienes razón. Creo que sólo tengo que averiguar lo que yo realmente quiero
de mi vida.

—Todos tenemos que darnos cuenta de eso —dijo con cansancio, metiendo una
mano entre su cabello—. He estado pensando seriamente en eso también.

—¿Ah, sí?

—Sí. —Él la miró a los ojos una vez más y le dedicó una sonrisa torcida—. Estaba
pensando que realmente no necesito estar aquí en Promise Harbor.
Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Qué? Por supuesto que sí. ¿Y tu familia? ¿El negocio? ¿Tu trabajo?

—Bueno. Mi familia no parece necesitarme mucho después de todo. —Él abrió los
brazos—. Ninguno de ellos está incluso alrededor. Mi trabajo, sí, lo amo. Pero también
amaba mi antiguo trabajo. Me gusta estar aquí en Promise Harbor. Y me encanta mi casa,
a pesar de que me va a tomar el resto de mi vida para arreglarla como quiero. Y en cuanto
a los negocios… creo que podría venderlo. Mi madre tendría que entender.

Ella movió la cabeza lentamente de lado a lado, abarcando todo.

—¿Qué estás diciendo?

—Tal vez tú deberías terminar primero —dijo.

Ella estudió su rostro, la mandíbula cuadrada, sus hermosos ojos, el firme conjunto
de sus labios.

—De acuerdo. —Ella asintió—. Te amo, Josh.

Eso no fue difícil decirlo. Ella le había dicho eso antes. Una vez que se habían
metido en su relación, ella se había sentido segura y amada, más de lo que se había sentido
206 en su vida. Él era la única persona a la que alguna vez se lo había dicho, que no fueran
probablemente sus padres cuando ella era una niña.

Razón por la cual él esperaba más. Debido a que al parecer eso no lo impactó.

—No quiero perderte otra vez —continuó ella, luchando contra la ola de miedo.
Debido a que esto realmente iba a ser un completo desastre si él le decía que no la quería.
Pero tenía que arriesgarse—. Quiero estar contigo. Tenías razón acerca de que no tengo
nada a lo que volver en Boston. No tengo trabajo allí. Todos mis amigos allí se pusieron
raros cuando perdí mi trabajo, así que obviamente no éramos muy amigos. Lo cual es,
probablemente, sobre todo por mi culpa. Sé que no me permito acercarme demasiado a las
personas.

Sus ojos ámbar comenzaron a arder.

—No hay razón por la que no pueda quedarme aquí —dijo—. No tienes que
ofrecerme un trabajo, pero puedo encontrar algo que hacer. Como ayudar más a mi papá,
tal vez.

—Ven aquí. —Él habló con tranquila firmeza. Ella parpadeó, luego se puso de pie.
Con las piernas temblorosas cruzó la alfombra y tomó la mano que le tendía. Él la atrajo
sobre su regazo, y entonces ella estaba justo donde quería estar. En sus brazos.
Hundió la cara a un lado de su cuello, cálido y fragante con su singular aroma. Sus
brazos cerrándose alrededor de ella se sintieron tan fuertes y sólidos.

—Yo también te amo, Devon.

El alivio se apoderó de ella en una ola de calor, un alivio tan profundo y exquisito.
Tocó su piel con sus labios, y un escalofrío recorrió el cuerpo de él. Sus brazos se
apretaron. Ese calor familiar y dolor en su bajo vientre florecieron y se extendieron, como
siempre lo hacían cuando estaba alrededor de Josh, especialmente presionada a su cuerpo
con sus brazos alrededor de ella, pero ahora se sentía aún más intenso, con capas de
complejas emociones que iban a lo profundo en su interior.

Ella se movió en sus brazos e inclinó su rostro hacia atrás, y él inmediatamente


reclamó su boca con la suya, caliente y posesiva. Él deslizó su lengua en su boca, y ella
tocó su propia lengua con la misma. Él gimió, suavemente mordiéndole el labio inferior,
luego la besó de nuevo. Su cuerpo se endureció en su contra, el calor quemando entre ellos
mientras el beso seguía y seguía, y la necesidad por él se construía, potente y convincente.

Sus manos se movieron sobre él, sobre sus hombros tan grandes y fuertes, la suave
piel en la nuca de su cuello, su sedoso cabello. No podía acercarse lo suficiente,
fundiéndose en el sólido calor y el poder de su cuerpo, y ella gimió en su boca.
207 —Josh —susurró—. Oh, Josh.

—Mmmm. —Su boca quemó un sendero por el lado de su cuello y hombro,


dejando a un lado el amplio tirante de su camiseta, y luego su mano se deslizó hacia abajo
para ahuecarse sobre su pecho. Dulce calor fluyó a través de ella, y se apretó contra su
palma—. Devon. Podemos arreglar las cosas. Si nos amamos el uno al otro, podemos hacer
que funcione.

—Sí. —Ella asintió con toda su fe—. Por favor. Quiero tratar de arreglar las cosas,
Josh.

—En este momento quiero llevarte a la cama.

—Sí —dijo ella otra vez—. Por favor.

Le tomó el rostro con la palma de su mano y la besó en la boca, luego la levantó de


él. Sus piernas temblaban un poco y el calor bañó todo su cuerpo mientras él se ponía
también de pie. Él deslizó un brazo alrededor de su cintura, luego se inclinó y deslizó el
otro brazo bajo sus rodillas y la levantó en el aire. Ella sonrió y envolvió sus brazos
alrededor de su cuello, y él la cargó escaleras arriba hasta su dormitorio.

En el oscuro dormitorio, la bajó de pie junto a la cama. Le tomó la cara con ambas
manos y la besó de nuevo, un suave beso de mucha devoción, las lágrimas brotaron de sus
ojos. Ella puso sus manos sobre su pecho, sintió su corazón latiendo debajo del suyo, y se
entregó a su beso sensual y sin final.

—Tan hermosa —murmuró, frotando su áspera mejilla contra la de ella—. Tan


fuerte y hermosa.

—Oh Josh. —Ella se derritió de nuevo. No se sentía fuerte. Excepto con él.

Él levantó el dobladillo de su camiseta, y ella levantó los brazos para que pudiera
sacarla sobre su cabeza. Entonces llegó detrás de ella por la cremallera de su falda. Cuando
cayó al suelo, ella se puso delante de él en su sujetador y bragas de encaje rosa, y sus ojos
se oscurecieron con satisfacción mientras se movían sobre ella. Se sentía hermosa y
femenina, fuerte y segura. Sus manos se movieron sobre su cuerpo, tocándola por todas
partes, dejando una estela de chispas a su paso, y su mirada siguió a sus manos,
calentándola aún más.

Cuando sus manos se posaron sobre sus hombros, volvió su cuerpo para tenerla de
frente a él. Cerró los ojos mientras sacaba el cabello a un lado y le besaba la parte de atrás
de su cuello, y cuando él abrió la boca y rozó suavemente sus dientes sobre su carne, el
fuego pasó por ella y soltó un sonido suave. Él se movió para abrir el cierre de su sujetador
y empujó los tirantes hacia abajo sobre sus brazos, luego llevó sus bragas hacia abajo y
208 afuera. Agachándose detrás de ella, se detuvo un momento para besar la parte baja de su
espalda. Luego acarició su trasero y le dijo:

—Sube a la cama.

Rápidamente trepó y se acostó, rodando a su lado para verlo mientras él alcanzaba


su camisa a su espalda y la tiraba sobre su cabeza. Sus miradas se encontraron y se
sostuvieron con una sofocante conexión mientras él bajaba la cremallera de sus pantalones
y los empujaba hacia abajo de sus caderas junto a sus bóxers. Los echó a un lado, y la
mirada de ella se enfocó sobre sus musculoso pecho y abdomen hasta su erección, tan
hermosa y atrevida. Pasó la lengua por su labio inferior.

—Cristo, Devon —gimió, dando los dos pasos que necesitaba para llegar a la cama,
donde se reunió con ella, deslizando su cuerpo grande y caliente contra el suyo. La puso de
espaldas y se acercó a ella, besándola de nuevo. Ella se aferró a él, separó sus piernas para
que así él encajara entre ellas, tan perfecto, y le devolvió el beso con todo lo que tenía. Su
peso sobre ella era una deliciosa presión.

Todavía no estaba segura de lo que estaba sucediendo con ellos, entre ellos. Ésta
vez parecía que ambos estaban dispuestos a renunciar a las cosas, pero eso tenía que ser
más sencillo de solucionar de lo que alguno de ellos estaba dispuesto a conceder. Más y
más, se encontraba a sí misma deseando permanecer en Promise Harbor, deseando
arreglar las cosas entre ella y su padre, deseando ver cómo funcionaban las cosas entre él y
Susan, deseando ayudar a Josh a mantener el negocio familiar en marcha y tal vez
deseando ayudar a su padre también.

Pero realmente sólo quería estar con Josh.

—Te amo —susurró ella mientras él removía su boca de la de ella.

—También te amo, cariño. —Besó un camino por su cuello, luego su pecho, luego
cerró la boca sobre el pezón de un pecho y tiró de él. El placer se transmitió directamente
a su vientre, y se arqueó en su boca con un suave grito. Él cerró la mano sobre el otro
pecho en un suave apretón—. Mmm.

Sus ojos se cerraron y se entregó a sus caricias. Con sus manos y su boca, puso un
velo de magia, calor y amor a su alrededor, envolviéndolos a ambos en calor, luz y amor. Y
las palabras salieron de sus labios, tan fácilmente.

—Te amo, te amo.

Él trasladó su boca al otro pecho, capturó el pezón húmedo entre sus dedos y tiró,
y la sensación en ambos pezones tenía su cuerpo retorciéndose debajo de él con fuerza. Sus
caderas se levantaron hacia las suyas, doloridas de deseo por él.

209 —Por favor —murmuró, deslizando sus manos en su cabello—. Por favor, Josh. Te
necesito.

—Dilo de nuevo. —Él levantó la cabeza, y ella abrió los ojos para ver su mirada fija
en ella con atención.

—Te necesito. —Eso se sentía tan bien, tan liberador y entregado, lo dijo otra
vez—. Te necesito, Josh, muchísimo.

Sus ojos se calentaron y sus labios se curvaron en una sonrisa sexy.

—Buena chica.

Debería haberse molestado por eso, pero en su lugar sus palabras la complacieron y
ella sonrió también. Frotó el cabello sedoso de él entre sus dedos.

—Te necesito dentro de mí.

Su sonrisa se hizo más profunda.

—Sí.

Él subió sobre ella, sus rodillas empujando sus muslos abiertos, y ella vio cómo
empuñaba su polla. Él vaciló y encontró sus ojos de nuevo.

—¿Estás de acuerdo en ir sin condón?


Ella se mordió el labio brevemente.

—Estoy de acuerdo. ¿Tú lo estás?

Él asintió.

—Sí.

No necesitó decir más. Se entendieron entre sí, comprendieron que se trataba de


confianza e intimidad y la profundización de su relación, y ella lo amaba tanto por
preguntar.

Cuando se empujó dentro de ella, se sintió muy bien. Él se movió tan


profundamente dentro de ella, tocó terminaciones nerviosas que la emocionaron y la
llenaron de un placer tan doloroso, tan profundo que tocó su corazón, tocó su alma. Ella
observó su cara, extasiada, mientras sus ojos se cerraban, sus largas pestañas descansando
sobre sus mejillas, y luego cayó sobre ella, aguantando su peso sobre sus codos, sus brazos
deslizándose alrededor de su cabeza, una mano llegando a su frente en un gesto posesivo y
protector que suavizó su corazón y la hizo derretirse a su alrededor.

Su cuerpo se cerró en torno a él, tirando de él, y envolvió sus brazos alrededor de
su espalda y sus piernas alrededor de su cintura mientras se movía contra ella. Sus cuerpos
210 empujando juntos, buscando más, encontrando un ritmo que coincidía con los latidos de su
corazón. Su respiración se precipitaba cálida sobre la piel de su cuello.

—Devon, Dios, Devon, no me dejes.

—No lo haré. Nunca lo haré.

La sensación se enroscaba en su interior, una espiral tensa de placer y calor, todo


dentro de ella endureciéndose, tirando con fuerza, más y más.

—Sí —le urgió ella—. Sí, sí… Oh Dios.

Él se levantó otra vez de rodillas, se extendió ampliamente entre sus muslos.


Ahuecó sus pechos, rozó sus pezones, luego deslizó las manos por sus costillas para
cerrarlas alrededor de su cintura, sosteniéndola mientras empujaba con más fuerza contra
ella. Una vez más, sus ojos se encontraron, los suyos ardiendo hacia ella con una llamarada
dorada, llena de adoración y devoción. Ella se sentía tan afortunada, agradecida de tener a
este hombre, este superhéroe, en su vida, amándola, y quería darle tanto… cualquier cosa.
Todo.

Lo amaba.

Más que el amor que sentía por él antes, esta vez se sentía más fuerte, tan poderoso
y sin fin e inconmensurable como el océano… porque nada se interponía entre ellos ahora.
Todo estaba allí. Porque ella había tomado el riesgo, compartido partes de sí
misma con él que nunca antes había compartido. Porque ella le había dado todo su ser en
esta ocasión, todos sus defectos e inseguridades y miedos. Y él la quería de todos modos.

La emoción creció y se precipitó a través de ella. Tomó sus manos y las sostuvo, y
ella apretó sus dedos alrededor de los suyos, todavía sosteniendo su mirada. No quería
dejarlo ir nunca, no quería que él la dejara ir, y apretó sus manos mientras el clímax
estallaba sobre ella, una explosión de chispas y calor, el placer deslizándose hacia afuera
desde su centro, encantador, cálido y dulce.

—Te amo —jadeó ella—. Oh Dios, Te amo. —Con las manos entrelazadas en su
pecho, sus ojos cayeron cerrados, y el cuerpo de él se tensó y se quedó inmóvil por un
tiempo, momentos palpitantes, y luego una vez más se extendió sobre ella.

—También te amo —gruñó contra su cuello—. Yo también te amo.

***

—Sé que no tengo que ofrecerte un puesto de trabajo —dijo Josh mucho tiempo
después. Todavía yacían en la cama, envueltos en las sábanas y los brazos del otro,
descansando en la satisfacción somnolienta. Pasó la mano por la curva suave de su
espalda—. Y sé que no es el tipo de trabajo que siempre has querido hacer. Pero realmente
211 me estás ayudando, Dev. Haciendo cosas acerca de las que no tengo ni idea. —Deslizó su
mano hacia arriba, en su cabello y tiró hasta que ella lo miró—. Te necesito, Dev. Pero no
sólo por eso. Ese fue un gran peso fuera de mi cabeza, pero te necesito por mucho más.

—Yo también te necesito —le susurró—. Y me asusta más allá de mí. Pero si mi
papá puede admitir que tiene sentimientos por alguien… guau. Y si tú, un superhéroe,
puedes decirlo, yo también puedo.

Sus labios se torcieron.

—Me gusta un poco la forma en que piensas que soy un superhéroe.

Ella sonrió y frotó su cuerpo contra el suyo seductoramente.

—Cuando te fuiste, me decía a mí misma que iba a encontrar a alguien más.


Alguien como tú. Alguien que es leal a su familia, honorable, y responsable. Fue un poco
gracioso, ya que las cosas que más me gustaban de ti fueron las que te llevaron lejos de mí.

—Yo también lo siento, Dev. No fue todo tu culpa. Los dos podríamos haber hecho
las cosas de manera diferente.

—Si te hubiera suplicado que te quedases en Boston conmigo, ¿lo habrías hecho?
—Ella inclinó la cabeza.

Él pensó en ello.
—¿La verdad? No estoy seguro. Estaba bastante aterrorizado por mi madre y todo
lo que estaba sucediendo cuando la madre de Allie murió. Pero lo que sí sé es… que
realmente deseaba que me suplicaras que me quedase.

—Debería habértelo dicho —dijo ella con voz ahogada—. Pensaba que diciéndote
lo mucho que quería que te quedaras me hacía parecer débil y patética. Al igual que cuando
mi madre se fue y le rogué que no se fuera sin mí.

—Mierda. —Él la acercó y apretó su rostro contra su cabello—. Debería haberme


dado cuenta. Debería haber sabido lo difícil que era para ti.

Ella no había estado bien con él y Allie viéndose o casándose. Por supuesto que no.
Él no podía hablar por Allie, por supuesto, pero, ¿habían estado dispuestos a aceptar las
palabras de Devon en sentido literal para aliviar sus conciencias?

Y tal vez él había estado dispuesto a aceptar sus palabras en sentido literal porque
necesitaba creer que él era el que había sido tratado injustamente cuando dejó Boston para
regresar a Promise Harbor. Porque si Devon realmente lo amaba, habría venido con él.

¿No era eso lo que siempre había creído? Así ella no podía estar dolida por él y Allie
estando juntos, porque había hecho su elección de quedarse cuando sabía que él tenía que

212 irse.

Por lo tanto, Allie había cumplido con su deber al llamar a Devon, asegurándose de
que estaba bien con todo, y luego se habían olvidado por completo de ella para así poder
simplemente seguir adelante con las cosas, con hacer felices a los demás al casarse. Él
quería rugir de rabia y dolor ahora, sintiendo como un cuchillo caliente estaba
retorciéndose en su corazón. Pero se obligó a respirar, a relajarse, a no apretar a Devon
tan fuerte de modo que pudiera hacer estallar sus globos oculares fuera de su cabeza, a
pesar de que él quería.

—No. —Su cabeza se movió contra él—. No fue tu culpa. Sólo tengo este raro
complejo. Estoy trabajando en ello. Pero no era sólo eso, Josh. Sabía cómo eras… sabía lo
importante que era para ti cuidar de tu familia. ¿Cómo podría haberme interpuesto en el
camino de lo que tenías que hacer?

—Oh, Dios mío, Dev. —Cerró los ojos, su garganta apretada, la emoción
surgiendo de su pecho. Y ahí estaba lo que le había estado molestando. Porque él había
estado tan concentrado en cómo ella debería haber estado dispuesta a abrirse a él, ni
siquiera se había dado cuenta de que, en cierto modo, ella había estado haciendo un
sacrificio por él. Inmensa gratitud y amor por ella se apoderaron de él como un rompe
olas, y se aferró a ella más fuerte durante un largo rato.

—¿Qué hay de Allie? —susurró Devon finalmente.


—Pensé que ya habíamos hablado de eso. Allie y yo hemos terminado.

—Esto va a hacer las cosas raras entre sus familias, ¿no es así?

—Tal vez.

—En cierto modo me preocupaba un poco eso. Que pusieras eso primero, en lugar
de nosotros.

Se movieron de modo que sus ojos se encontraran, y él tocó su barbilla.

—No —dijo con firmeza—. Tú vienes primero para mí, Devon. Quiero que sepas
eso, sin dudarlo. Pase lo que pase, debes saber eso.

Ella asintió, su labio inferior temblando, sus ojos llenos de amor y confianza que le
hacían sentirse, diablos sí, como un superhéroe.

—Cuando… si… Allie vuelve, vamos a resolver las cosas. Pero ahora somos tú y
yo, Dev. —Hizo una pausa—. Me gustaría que tú y Allie pudieran ser amigas otra vez.

—Sí —susurró ella—. A mí también. La echo de menos. Pero no lo sé…

—¿Puedes perdonarla?
213 Sus labios se torcieron.

—Sí. Creo que sí. Ya que tú eres mío ahora.

Él sonrió.

—Bueno, entonces, ¿qué tal si nos quedamos aquí por ahora, ya que no tienes
ninguna razón para volver de prisa a Boston? Me ayudas con el negocio, tal vez ayudas a
tu papá también. Llegas a conocer Promise Harbor de nuevo. Me ayudas a decorar mi
casa. Y veremos cómo van las cosas, y si quieres volver a Boston, hablaremos de eso.

—Sí —dijo ella—. Quiero quedarme aquí contigo. Trataré de ser mejor. Quiero ser
una superhéroe como tú. —Él se rió y ella apretó la cabeza contra su pecho una vez más. Y
dijo justo lo que él estaba sintiendo también—… Quiero ser digna de alguien como tú.
A veces tienes que perderte antes de que puedas encontrarte.

Greta Brewster McBain está en un aprieto. Dos, si realmente los cuenta. En primer
lugar, está el vestido de dama de honor sacado del infierno con el que apenas puede
respirar. En segundo lugar, el extraño que simplemente se llevó a la novia de su hermano
“perfecto” por la puerta de la iglesia ha hecho que sea imposible decirle a su madre acerca
de su propio divorcio.

En lugar de confirmar su reputación como la torpe de la familia, Greta se toma un


214 paseo para despejar la cabeza.

Atrapado en un agujero y sin poder llegar a su teléfono celular, Hank Mitchell se


resigna a convertirse en una parte permanente de su propia excavación arqueológica
cuando la ayuda llega… en forma de una mujer que se parece a un refugiado de “Lo Que
El Viento Se Llevó”. Sin embargo, detrás de los volantes y los encajes, está algo que
aprecia: una mujer que no tiene miedo a ensuciarse un poco.

Su conexión instantánea atrae a Greta al mundo excéntrico del Hotel Grand,


donde ella impulsivamente intercambia su meriñaque por un delantal. Pronto las cosas se
ponen calientes, no sólo en la cocina del hotel, sino en los brazos de Hank…

Advertencia: Contiene sexo caliente bajo la luna, una tortuga melancólica, dos
ancianos ocurrentes, y el vestido de dama de honor más feo del mundo.
Traducido por Vero

Corregido por LizC

Hank Mitchell miró hacia abajo a sus pies, todavía atascados firmemente, todavía
inamovibles. Las rocas en esa parte del muro habían parecido lo suficientemente
resistentes cuando las había pisado. Para el momento en que se había dado cuenta cuán
inestables realmente eran, y cuán listas estaban para derrumbarse bajo su peso, ya era
demasiado tarde para volver atrás. Ya había intentado sacar el pie de su zapato, pero las
rocas a ambos lados estaban apretando demasiado fuerte para conseguir que se soltaran.

Bueno, ¿cuántas veces a lo largo de los años has dicho a los internos sobre nunca ir a una
215 excavación solos? No las suficientes veces para perforar en su dura cabeza, al parecer. Ahora
estaba en la base de un muro de un metro, los posibles restos de un asentamiento
Wampanoag, con el pie atascado fuertemente en medio de unas rocas Wampanoag. Él no
tenía el ángulo adecuado para levantar las rocas a un lado y no tenía ninguna herramienta
que pudiera hacer que eso sea más fácil.

Si fuera un hombre supersticioso, diría que los Wampanoags estaban enviando su


venganza sobre él. Si era así, estaban haciendo un maldito buen trabajo de ello.

Comprobó alrededor de la excavación una vez más, con la esperanza de que algo
podría haber cambiado en los tres minutos desde que había mirado la última vez y que
encontraría algún tipo de herramienta que pudiera utilizar para levantarse a sí mismo y
soltarse. Su cuaderno y su teléfono celular todavía asentados donde los había dejado al
lado de la escalera, totalmente fuera de su alcance, junto con su pala y su pico. Podría
intentar acostar el cuerpo entero para ver si podía tocarlos, pero adivinaba que sus rodillas
no se doblarían exactamente en esa dirección.

Sin duda, las hermanas le echarían de menos en algún momento. Incluso si Alice no
lo hacía, seguro que a Nadia se le ocurriría que no había estado alrededor cuando debería
haber estado. Seguramente llamarían a la policía para que por lo menos comprobaran
cómo estaba. Por supuesto, que él no tenía exactamente un horario regular en Casa
Dubrovnik. Ellos podrían ni siquiera notar que no había vuelto a casa hasta que hubiera
estado ausente durante un par de días.
Tendría mucha hambre en dos días, sin mencionar la sed. Por lo menos la
profundidad de metro y medio de la excavación le impediría pasar frío.

A menos que lloviera. Como lo había hecho regularmente durante el último mes.

Hank suspiró. Iba, posiblemente, a morir aquí. Como mínimo iba a estar
hambriento, sediento, y probablemente mojado. Y todo era el resultado de su propia
idiotez, lo que hacía todo mucho peor. Alice probablemente diría que ella ya se lo había
dicho, aunque estaba bastante seguro de que incluso sus amplias quejas nunca habían
cubierto ésta situación particular.

Se puso tenso. Por un momento, él podría haber jurado que había oído algo
susurrante. Probablemente, un conejo o algo entre la maleza. Y no se le ocurría ninguna
manera de utilizar un conejo para rescatarse a sí mismo.

Se detuvo, escuchando de nuevo. El rumor pareció más persistente que el de un


conejo, y se estaba acercando. Pasó a través de una lista rápida de grandes animales que se
encontraban en los bosques de Massachusetts. Osos y alces eran posibles, pero poco
probables. Los coyotes eran más probables, pero no particularmente preocupantes a menos
que decidieran que era una presa fácil. Sin embargo, lo más probable era que fuera algún
otro tipo de animal. Tal vez un zorro o un pavo salvaje.
216 A estas alturas ya estaba lo bastante curioso por el origen del ruido para intentar
estirar el cuello para poder ver por encima del borde de la excavación. Además, un pavo
salvaje pasando le daría un poco de distracción momentánea de su pie entumecido todavía
encajado en las rocas.

Por un momento, creyó ver a alguien que se movía a lo largo del sendero al borde
de los árboles, un destello de color entre la maleza oscura. Hank parpadeó. La excavación
estaba claramente marcada con Peligro y señales de No Traspasar. Él había querido poner
una cerca, pero las autoridades estatales habían desestimado sus normas. Sin embargo,
nadie tenía que estar aquí.

Desafortunadamente.

Pero si alguien estaba, al menos podrían sacarlo de este agujero.

—¿Hola? —llamó—. ¿Hay alguien ahí?

El rumor se detuvo por un momento, y luego comenzó de nuevo, acercándose esta


vez.

Hank se esforzó por ver el borde superior de la excavación.

—Ten cuidado —llamó—. Hay una excavación aquí abajo.


Lo que vio a continuación casi le convenció de que estaba alucinando. La mujer
estaba vestida como algo salido de una película: una gran falda en forma de campana
cubierta con volantes, una amplia faja en la cintura, con un escote de corte bajo que se
extendía por sus hombros y revelaba los que parecían ser pechos más-que-respetables.
Después de un momento, ella se arrodilló en el borde, mirando hacia él, y vio cabello
marrón corto y ojos oscuros.

—Hola —dijo ella.

—Hola. —Él tomó una respiración rápida, rogando a Dios que ella fuera real y no
un sueño particularmente bizarro—. ¿Sería posible que pudieras venir aquí y darme una
mano? Estoy atascado.

Ella frunció el ceño, sus ojos negros entrecerrándose.

—Es posible. ¿Qué necesitas exactamente?

—Mi pie está encajado aquí dentro. —Señaló a su pie, todavía atascado entre dos
rocas grandes—. Tal vez podrías ayudarme a tirar de las rocas a un lado para poder
soltarme.

Ella frunció el ceño, considerándolo.


217 —¿Qué tal si simplemente quitas tu zapato?

Negó con la cabeza.

—Lo intenté. Está muy apretado. No puedo conseguir sacar mi pie del zapato.

—Oh. —Ella seguía con el ceño fruncido—. Está bien, sólo un minuto. —
Desapareció del borde, y por un momento él estaba irrazonablemente temeroso de que
hubiera desaparecido. Entonces vio la falda en forma de campana en la parte superior de la
escalera—. Un momento, esto puede llevar un tiempo —dijo ella alegremente—. Esta
falda no está hecha exactamente para subir y bajar escaleras.

—Está bien, tómate tu tiempo. No te hagas daño. —Se inclinó un poco hacia atrás
contra la pared de la excavación. Todavía no estaba del todo seguro de que no estuviera
alucinando, pero al menos era más entretenido que estar allí preguntándose si podría
amputar su pie con su navaja.

Vio la enorme falda verde flotando lentamente al descender por la escalera. Dada la
mitad de la chica que podía ver desde la cintura hacia arriba, él asumió que había piernas y
un extremo trasero ahí abajo en algún lugar, pero no había forma de saberlo desde lo que
podía ver en ese momento. Ella lucía un poco como una de esas pequeñas muñecas que
tenían sólo un cono bajo el disfraz. Le había dado una de esas a su sobrina para Navidad
hace un par de años.
Concéntrate, Mitchell. No es el momento de dejar que tu mente vague. Tal vez realmente
estaba alucinando, después de todo.

La chica del vestido verde llegó al pie de la escalera, levantando su falda para
caminar libremente. Llevaba zapatillas deportivas blancas, notó. Algo bueno, también.
Probablemente no podría haber conseguido bajar esa escalera si hubiera tenido que
preocuparse de sus zapatos junto a la falda.

Ella le dio una sonrisa brillante, empujando el flequillo fuera de sus ojos.

—¿Y ahora qué?

—Mi pie está algo así como una especie de cuña aquí en la base de la pared. Tal vez
podrías empujar las rocas a un lado y yo podría empujar hacia el otro. No tengo suficiente
fuerza para hacerlo todo yo mismo. —En realidad, él no tenía nada de fuerza en absoluto,
ya que apenas podía llegar a las rocas como estaba.

La chica frunció el ceño de nuevo.

—Déjame intentar. —Ella se agachó a sus pies, dándole una gran vista de su
escote.

218 Jesús, Mitchell, ella está tratando de ayudarte. No te la comas con los ojos.

Él trató de agacharse también, evitando y esquivándola cuando ella levantó la


cabeza de repente.

—Mira, sólo quédate de pie, ¿de acuerdo? En realidad no hay espacio para que te
inclines aquí abajo también. —Ella le dedicó una rápida sonrisa, y luego agachó la
cabeza—. ¿Estoy en lo cierto al pensar que prefieres no tenerme haciendo nada que
derrumbe la pared mientras conseguimos liberar tu pie?

Hank cerró los ojos por un momento. Dos años de trabajo perdidos en un amasijo
de piedra.

—Eso sería un gran sí.

—Está bien, entonces, sólo relájate. Debería tener esto listo en… —Se inclinó aún
más, haciendo algo misterioso con las rocas que involucraba una gran cantidad de empuje.
El escote de su vestido cayó peligrosamente. Hank se obligó a estudiar las nubes.

—¿Qué es este lugar de todos modos? —preguntó con voz ahogada.

—Es una antigua aldea. Del siglo XIV o XV.

—¿Y la gente que vivió aquí construyó la pared?

Él se encogió de hombros.
—Tal vez. No está del todo claro si la pared es parte del asentamiento o si es
posterior. Algunas de las cuevas por aquí se utilizaron para bodegas subterráneas y
pudieron haber sido utilizados para otros fines antes de…

—¡Lo tengo! —exclamó, y Hank se tambaleó hacia atrás cuando la presión en su


pie fue liberada repentinamente.

—Vaya. —Ella se puso de pie de un salto, tomándolo por los brazos para que no se
colapsara por completo.

—Está bien. Estoy bien. Gracias. —Él empezó a retroceder de nuevo mientras ella
se soltaba, pero cuando puso su peso en el pie que acababa de ser liberado, la repentina
oleada de agonía lo puso de rodillas. Repitió la mayor parte de su extensa colección de
obscenidades antes de levantar la mirada para ver que ella lo miraba con una expresión
ligeramente irónica.

—Tengo entendido que duele.

Él asintió, soltando una respiración profunda.

—Déjame ver. Es posible que lo tengas fracturado. —Ella se inclinó para mirar sus
pies, como si pudiera ver la estructura ósea a través de su zapato. Tal vez tenía visión de
219 rayos X.

Hank negó con la cabeza.

—No lo creo. Creo que está sólo magullado. O tal vez esguinzado. De todos modos,
no creo que pueda poner mucho peso sobre él. —Miró la escalera. La extremadamente
corta escalera que a veces evitaba por completo, saltando en la excavación sin molestarse
en usarla. De repente se veía demasiado alta.

La chica siguió su mirada, frunciendo el ceño de nuevo. Luego le devolvió la


mirada, la frente arrugada.

—Está bien —la tranquilizó Hank—. Puedo hacerlo. —Empezó a empujarse a sí


mismo de nuevo, tratando de no poner ningún peso sobre su pie. No parecía estar haciendo
un gran progreso en general.

La muchacha se limpió las manos en la falda de gasa verde, dejando un par de rayas
sucias.

—Está bien, esto es lo que haremos. Subes por la escalera primero y yo iré justo
debajo de ti. Debería ser capaz de empujarte hacia arriba delante de mí, así no tendrás que
usar tu pie herido.

Hank consideró las posiciones relativas de sus cuerpos en la maniobra en particular


que estaba sugiriendo. Podría ser interesante. Por otro lado, dada la posibilidad muy real
de que se cayera de la escalera y aterrizara en ella, seguir un presentimiento
probablemente no estaba en lo alto de ninguna de sus listas en este momento. Suspiró.

—Está bien. Vamos a intentarlo.

Él puso una mano sobre su hombro para que pudiera ayudarle hasta la parte
inferior de la escalera, y luego apoyó su pie sano en el peldaño más bajo.

—¿Lista?

—Oh, sí. —Ella le sonrió.

Él comenzó a darse la vuelta, luego se volvió.

—Espera, una pregunta. ¿Cuál es tu nombre?

Ella se detuvo por un momento, como si tuviera que pensar en ello.

—Greta Brewster. —Estiró una mano—. ¿Y tú eres?

Él le dio la mano.

—Hank Mitchell. Gracias por sacarme del agujero.


220 Ella sonrió de nuevo. Una muy bonita sonrisa. Le daba una especie de aspecto de
duendecillo con su cabello corto, ahora un poco revuelto de todo el asunto de liberar sus
pies.

—No te he llevado completamente hasta afuera todavía —dijo—. Agradéceme al


llegar a la parte superior del agujero.

—De acuerdo. —Él suspiró, volviéndose hacia la escalera de nuevo. Pensó que
había cosas peores que tener las manos de una mujer desconocida en su trasero.
Kelly Jamieson vive en Winnipeg, Canadá, y es la autora de éxitos de más de
veinte novelas románticas y novelas cortas. Su escritura ha sido descrita como
“emocionalmente compleja”, “dulce y satisfactoria” y “deslumbrantemente sexy”.

Si ella puede dejar de leer o escribir, le encanta cocinar. Tiene estantes de libros de
cocina que lee detenidamente. También disfruta de la jardinería en el verano, y en el
invierno le gusta leer revistas de jardinería y catálogos de semillas (podría haber un
asunto por aquí…).

También le encanta ir de compras, especialmente de ropa y zapatos. Le encanta


escuchar a los lectores, así que por favor visítenla a su sitio web en:
www.kellyjamieson.com o pónganse en contacto con ella en: info@kellyjamieson.com.

221
Serie Promise Harbor Wedding:

1. Jilted
2. Bolted
3. Busted
4. Hitched
Moderadora
LizC

Staff de Traducción
LizC Lorenaa Martinafab

Lizzie Electra Jessy

Vero Rihano Itorres

Fer_lul Liebemale Zulex


222 Isa 229 Ale grigori

Staff de Corrección
Ladypandora Laurence15 Clau12345

Nony_mo Yonoestoyloca Deyanira

Recopilación y Revisión
LizC

Diseño
francatemartu&MaryJane♥
223

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