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Las Causas del Adulterio

INTRODUCCION:

La Biblia nos enseña cómo debemos conservar nuestro matrimonio a pesar de cualquier circunstancia porque es abominación a
Jehová el divorcio; debemos guardar el espíritu con la esposa de la juventud, no traicionándola. …Y ustedes tienen que
guardarse respecto a su espíritu; y con la esposa de tu juventud que nadie trate traidoramente… {Malaquías 02:15}
Existen varias características que muchas personas cristianas deben suprimir ya que como consecuencia a éstas, el espíritu de
aquella persona comienza a desfallecer haciendo actos desagradables ante los ojos de Dios. Sin embargo, ese no es el plan de
felicidad de Dios para nosotros aquí en la Tierra. Cuando la pareja no ama realmente lo que existe es una cárcel sin rejas muy
difícil de sobrellevar.

¿POR QUE SE PRODUCE LA INFIDELIDAD?

FALTA DE MINISTRACION

1.- DAVID Y BETSABE

a.- II SAMUEL 11:02… azotea alcanzó a ver a una mujer que estaba bañándose…

• Una de las características por medio de las cuales se produce la infidelidad es por obrar en secreto a la propia voluntad
del hombre y no a la de Dios y como consecuencia la ministración es la única salida para aquella persona. En aquellos
días era el tiempo en el que David tenía que salir a pelear pero se quedaba durmiendo; Urías era el que tenía que
quedarse a poseer su mujer, según el compromiso matrimonial que tenía que cumplir un recién casado ¿quién ha
edificado casa nueva, y no ha estrenado? vaya y vuélvase a su casa, no sea que muera en la batalla, y
algún otro la estrene… (Deuteronomio 20:05). Cualquier esposa desatendida puede ser motivo de infidelidad.

La verdad es que las mujeres a veces tendemos a querer controlar las cosas, y aunque decimos que respetamos a
nuestro esposo, con frecuencia no nos damos cuenta cuando nuestras palabras o acciones demuestran justo lo
contrario. El Espíritu Santo me trajo revelación en medio de esta tormenta sobre la formula secreta del matrimonio. La
hemos leído muchas veces pero la hemos ignorado. Esta se encuentra en Efesios 5:33 En todo caso, cada uno de
ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo. Dos palabras que tienen un
profundo valor en el matrimonio: AMOR y RESPETO. El vocablo griego que se traduce por respeto en Efesios, es
Phobeo, significa sobrecogimiento, respeto reverencial, veneración, estima.¡Se trata que tengamos a nuestro esposo
en gran estima!

Entendí que mi amor no era suficiente que mi esposo demandaba de mí respeto, comprendí que tanto la armonía
como la felicidad en el matrimonio no se basan únicamente en el amor. Una esposa necesita amor, y el esposo
necesita respeto. Sin amor, la esposa reacciona sin respeto; y sin respeto, el esposo reacciona sin amor, empezando
de esta manera un ciclo negativo. La esposa que no tiene respeto ni estima por su esposo cree que éste es un objeto
de su propiedad, solo porque él ha firmado un papel donde dicen que son marido y mujer. De esta forma la esposa
comienza el ataque de celos, las rabietas porque el esposo no cumplió sus órdenes al pie de la letra como si ella fuera
la dueña y señora de ese hombre hasta el punto de creerlo su esclavo. Luego vienen las peleas continúas y las malas
caras y el desamor. Finalmente el esposo termina cansándose de este trato inhumano y se va de la casa buscando
nuevos horizontes.

El mandato a las esposas

En 1ª. de Pedro Capítulo 3 El Apóstol Pedro exhorta a las mujeres diciendo “Así mismo, esposas, sométanse a sus
esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de
ustedes que por sus palabras, al observar su conducta íntegra y respetuosa. Que la belleza de ustedes no sea la
externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea
más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí
que tiene mucho valor delante de Dios. Así se adornaban en tiempos antiguos las santas mujeres que esperaban en
Dios, cada una sumisa a su esposo. Tal es el caso de Sara, que obedecía a Abraham y lo llamaba su señor. Ustedes
son hijas de ella si hacen el bien y viven sin ningún temor.

El nos aconseja que tengamos una buena conducta y testimonio y nos insta a ser imitadoras de Sara, cuyo adorno era
el interno, especialmente la sujeción a su esposo Abraham, a quien llamaba “Mi Señor”. A quien trataba con ternura y
cariño, sin enojo y con mucha comprensión. Tampoco tuvo celos al entregarle a su esclava Agar para que Abraham
tuviera hijos de ella.

Si yo te preguntara cuantas veces en la última semana le has dicho a tu esposo “mi amor, estoy orgullosa de ti”
“Gracias por proveer para mis necesidades”, “Eres un padre maravilloso”, “Gracias por darme estos lindos hijos” ¿cual
sería tu respuesta? los hombres necesitan sentirse admirados, respetados y queridos. Una esposa que siempre critica
o juzga a su esposo puede empujarlo a que se retraiga en un sentido emocional para autoprotegerse, de ahí que se
convierta en poco amoroso cuando antes no era así. He escuchado a muchas mujeres decir “ya no me ama” o “nunca

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me dice que me ama” El respeto es la clave para motivar a un esposo y la ternura de una mujer puede avivar la llama
del amor de su esposo.

El mandato a los esposos

De igual manera los esposos deben amar a sus esposas. La Palabra de Dios les aconseja a los maridos “Vivid con ellas
sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil” (1ª. Pedro 3:7) ”Así mismo el esposo debe amar a su
esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio
cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia
Efesios 5: 28-29)

Muchas esposas están anhelando sentirse amadas por sus maridos y esa esperanza se va volviendo una esperanza
postergada y muchas veces olvidada porque lo único que encuentran es dureza e indiferencia de parte de ellos lo cual
hiere profundamente su corazón. El esposo debe ganar el respeto de su esposa con amor. Hemos escuchado a muchos
esposos decir “pero si ella sabe que la amo, no tengo porque decírselo” o “si no la amara no me hubiera casado con
ella” pero sus actitudes e indiferencia lo único que demuestran es desamor.

1ª. de Pedro 3 en el verso 7 de ese capítulo es claro en manifestar que Dios escucha únicamente al esposo que honra
a su esposa. Cuando un esposo no honra a su esposa como vaso frágil. El no escucha sus oraciones, porque Dios no
atiende al hombre que trata mal a su mujer, sino que le resiste. De esa manera el Señor protege el corazón sensible
de las mujeres.

Si el Señor le dio al hombre autoridad en el hogar, también le dio responsabilidad, y El no escuchará a aquel que
abusa de ese poder. El resiste al esposo para quebrantar su corazón y para que éste se de cuenta que no hace bien.
Sólo aquellos hombres que amen, honren, y respeten la ternura y sensibilidad de sus esposas podrán tener comunión
con el Espíritu Santo, porque el Espíritu es más sensible que las mujeres. Pero cuando son duros y ásperos con sus
esposas, el Señor se aparta de ellos en sus oraciones, buscando que se humillen y arrepientan por esa dureza. Aquel
que se endurece con su esposa, su corazón se endurecerá con Dios. Por eso Dios no recibe las ofrendas de los esposos
desleales a sus esposas (Malaquías 2.13-14).

La escritura dice que en el principio hombre y mujer los creo. Cuando una pareja vive solamente para sus propios fines
egoístas, tarde o temprano llega a vivir sin sentido, se conduce a la desilusión y al fracaso matrimonial. El deseo de
Dios es que vivamos el uno para el otro, sin egoísmos, como una sola carne. Dios nos dotó de muchas capacidades a
ambos, hombres y mujeres para cumplir con esta misión sagrada del matrimonio.

Nuestra relación se vuelve tediosa y aburrida cuando no aplicando la Palabra de Dios a nuestra vida. Juan 15:9-10 – Si
obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa.

Si aprendemos a obedecer y practicar las técnicas de Dios para el matrimonio podemos aprender a amar y respetar de
manera incondicional a nuestro cónyuge. Ningún matrimonio experimentará un nivel alto de intimidad a menos que
esté unido a Dios. El amor es servicio y el hombre debe servir a la mujer y la mujer al hombre.

¿Puede haber una esposa ideal? En la realidad, nunca la encontraremos, pero, al menos, veamos algunas de sus
cualidades tal como la presenta la Biblia: Vale mucho más que las perlas. En ella confía el corazón de su marido y no tiene
nunca falta de nada. Le da siempre gusto y nunca disgustos,… no se enoja… todo el tiempo de su vida... Todavía de noche,
se levanta y prepara a su familia la comida. Tiende la mano al pobre... Se reviste de fortaleza y gracia y sonríe al porvenir.
La sabiduría abre su boca y en su lengua está la ley de la bondad. Vigila a toda su familia y no come su pan de balde. Se
alzan sus hijos y la aclaman bienaventurada y su marido la ensalza. Engañosa es la gracia y fugaz la hermosura, la mujer
que teme (ama) al Señor ésa es de alabar (Prov 31, 10-31)

YUGO DESIGUAL E INDISCRECION

2.- SANSON Y LA FILISTEA

b.- JUECES 14:16…lloraba delante de él, y le decía solamente me odias y no me…

• Sansón revela a su esposa el secreto del enigma dicho a los treinta compañeros de boda, y ella, en INDISCRECION,
se lo hace saber a ellos, por lo que Sansón ardió en cólera y el espíritu de Jehová entró en operación sobre él de
manera que bajó a Asquelón y derribó a treinta de sus hombres despojándolos de sus vestidos dándoselos a los que
habían declarado el enigma. Esto nos enseña que es tarea de una mujer GUARDAR los secretos de su esposo; otra de
las causas de la infidelidad es el YUGO DESIGUAL en la pareja, Dalila no era del pueblo de Dios. …Trata tu causa
con tu compañero y no descubras el secreto a otro, no sea que te deshonre el que lo oyere, y tu infamia no
pueda repararse… {Proverbios 25:09-10} Así que una mujer indiscreta y posesiva lleva al hombre a la cólera
haciendo que éste la abandone. Mucho más si ella le es infiel.

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FALTA DE ATENCION

3.- ABRAM Y SARAI

c.- GENESIS 16:02…ten relaciones con mi sierva, quizás yo consiga hijos de ella…

• Sarai pidió a Abraham que tuviera relaciones con su sierva Agar, de modo que Abraham escuchó la voz de Sarai y tomó
a Agar por mujer y quedó encinta …Ya ves que Jehová me ha hecho estéril, te ruego, pues, que te llegues a
mi sierva; quizá tendré hijos de ella. Y atendió Abraham al ruego de Sarai… {Génesis 16:02} . Esto nos
enseña que la falta de atenciones de una esposa es una de las causas de la infidelidad en el matrimonio. Hay
atenciones que solo son atributos de una esposa o de un esposo …No os neguéis el uno al otro, a no ser por
algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros
en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia… {I Corintios 07:05} Este versículo
nos habla claramente de los deberes conyugales. Cuando la mujer no atiende al hombre, le deja de hablar, le muestra
desamor, no quiere estar con él en la cama, no quiere darle hijos, el hombre se ve tentado a buscar fuera de su hogar
lo que no ha conseguido con su legitima esposa.

DESCUIDO EN EL ARREGLO PERSONAL

d.- CANTARES 04:02… es como hato de cabras que han bajado saltando…

• Muchas veces una de las características que provocan a la infidelidad es que una esposa mengüe en cuanto a su arreglo
personal, ya que el amor al hombre le entra por los ojos y a la mujer por los oídos. La Biblia exhorta al cuidado que se
debe tener para que el arreglo personal no se tenga en poco. Vemos el ejemplo claro en Ester antes de presentarse al
Rey Asuero, usó atavíos hermosos agradables ante los ojos del rey. …y la doncella agradó a sus ojos, y halló
gracia delante de él, por lo que hizo darle prontamente atavíos y alimentos, y le dio también…. {Ester
02:09} Aquí vemos que el hombre valora mucho el arreglo y aseo personal de la mujer. Si la mujer se deja engordar,
se viste mal, no huele bien, no se peina, y es grosera o vulgar, tarde o temprano el hombre terminará abandonándola
y buscando otra pareja.

MATRIARCADO

5.- SALOMON Y LA REINA DE SABA

e.- I REYES 10:13… dio a la reina de Sabá todo lo que la deleitó que ella pidió…

• La Reina de Sabá llegó con Salomón con el propósito de probarlo con preguntas que causaban perplejidad, acerca de
todo lo que se hallaba en su corazón y Salomón a su vez le declaró todos los asuntos relacionados con él y no hubo
secreto que le escondiera. Y el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo cuanto ella le pidió. Aquí hay varias
características que pueden causar infidelidad; 1.- se ministraron entre ambos; 2.- la visita de la reina sola con
Salomón nos habla de matriarcado y de descuido en el hogar del esposo hacia la esposa. Debemos sujetarnos a
quienes han sido delegados en la iglesia …Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay
autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas… {Romanos 13:01} para
ministrar; así también permanecer con nuestro cónyuge el mayor tiempo posible y así evitar tentaciones de tipo
sexual. Los hombres son por naturaleza polígamos, pues así fueron creados para poder poblar el mundo. A pesar de
que la poligamia fue abolida posteriormente por el hombre (especialmente en Occidente), no por Dios, el hombre sigue
su instinto natural y se ve tentado a cada rato por otras mujeres que también se disputan sus favores. Si una mujer
no trata bien a su esposo, este será fácilmente tentado por otras mujeres que le ofrezcan el placer y la dulzura que su
esposa no le proporciona.

CONCLUSIONES:

• La ministración se convierte en algo urgente para cualquier persona que actúa en forma secreta y negativa, antes que
se comentan errores irreparables.
• La mujer debe GUARDAR los secretos de su esposo, ya que a causa de la indiscreción, el esposo puede tomar
actitudes negativas.
• Cuando una esposa DEJA DE ATENDER a su esposo y delega sus atribuciones, puede inducir y provocar infidelidad
dentro del matrimonio.
• La falta de ARREGLO PERSONAL puede ocasionar la infidelidad dentro del matrimonio, por lo cual en Cantares se
exhorta a no descuidar esa parte importante para que la pareja evite ser tentada fuera del hogar.
• La mujer debe ministrarse con una mujer y el hombre con un hombre, ambos deben ser personas autorizadas por un
ministro. El matriarcado no fue establecido por Dios.

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¿Condonaba Dios el adulterio de los hombres de la Biblia?

Por su puesto que sí. Sin duda alguna. Dios no cambia. Si él no está de acuerdo ahora, nunca lo estuvo. Sin embargo, existen dos
condiciones en las que los hijos de Dios pueden estar en un momento dado. Usted y yo, todos nosotros los creyentes, estamos o
en obediencia de la voluntad aceptable de Dios o en la voluntad perfecta de Dios.

Sansón es un ejemplo ideal sobre este aspecto de la voluntad de Dios. Aunque Sansón fue ungido con tanta o mayor unción que
cualquier otra persona en el Antiguo Testamento, guiado por su carnalidad, éste fue tras mujeres de otra fe. Dios continúa
llamándole Juez (Sansón fue uno de los Jueces de Israel), y en el Nuevo Testamento lo identifica como uno de los Héroes de la
Fe. Pero…¿No estuvo Sansón en pecado? Sí. Sansón era un pecador, como lo soy yo y cada uno de los lectores de esta página de
circulación mundial. Si Dios no renovara su perdón cada día, ninguno tuviéramos oportunidad de salvación.

En resumen, debemos entender que las condiciones en ese entonces eran muy diferentes. Estas condiciones no justifican el
pecado que Abraham cometió, ni justifican el pecado que de igual manera cometieron Salomón y David. Hoy, sin embargo, las
cosas han cambiado mucho y las reglas del juego han sido re-establecidas y re-afirmadas por el mismo Jesucristo. Mirar con
lascivia a una mujer, al igual que consumar la relación sexual con una mujer ¡o con un hombre! (ya que los casos de adulterio por
parte de hombres casados, con otros hombres, en vez de lo esperado, con mujeres, se ha convertido en algo común) resulta en
un pecado estrictamente prohibido por Dios.

El Nuevo Testamento no deroga nada. Como ya establecimos, desde los tiempos del Antiguo Testamento, el adulterio no era
permitido. Lo que Jesús hizo en el Nuevo Testamento fue ampliar sustancialmente la cobertura de lo que, por definición, consi ste
en adulterio. Dios no cambia. Sin embargo, Jesús perdona a la mujer adúltera y le dice que no peque más. No la envía a
mantener una relación insostenible con su esposo que de muy seguro la maltrataba, solo le dice que no peque más.

Dentro de los argumentos que utilizan los adúlteros para justificar su actitud hay dos muy comunes, el primero es: “he dejado de
querer a mi pareja ó, mi pareja no me ama” y el segundo es: “mi pareja no me satisface, porque no es complaciente o porque ya
no me gusta”. Por supuesto hay un sin fin de argumentos más, pero estos dos se repiten constantemente. También sucede con
mucha frecuencia que los adúlteros se “enamoran” uno del otro, esto cuando el pecado se comete con la misma persona, ya que
hay quienes adulteran con diferentes personas. Recuerdo el caso de una creyente que me decía estar muy consciente de su
pecado, sin embargo no podía volverse atrás ya que amaba a su amante, en este caso ambos eran casados y sus respectivos
cónyuges ignoraban que estaban siendo engañados. En este caso lo prudente es que los dos se divorcien y se casen entre ellos.

¿Porque se da el adulterio?, la primera causa es definitivamente falta de amor hacia el cónyuge, sin embargo hay quienes
aseguran amar a su pareja sin embargo la engañan porque su relación se ha vuelto rutinaria, les falta comunicación y se sienten
faltos de comprensión y amor. Por otro lado hay quienes permiten que pensamientos insanos y fantasiosos hagan nido en sus
mentes imaginándose en los brazos del hombre o mujer más hermoso(a) y atractivo(a) de la tierra (según corresponda), lo que
provoca que se formen expectativas muy altas que jamás encontrara en su pareja y buscan satisfacer esa fantasía en alguien
más. Se agrava la situación cuando la esposa se descuida, se engorda, no se arregla, no se baña, siempre anda enojada, etc.

Aunque nada justifica el adulterio delante de Dios, si debemos estar muy conscientes que la falta de atención, respeto y de amor
hacia nuestra pareja, así como la indiferencia o falta de atención a la relación sexual puede orillar al adulterio. He conocido casos
donde varones cristianos se sienten rechazados por sus mujeres quienes piensan que la unión sexual no es bien vista delante de
Dios o las hay, quienes sencillamente no sienten el deseo sexual con la misma intensidad a al mismo tiempo que ellos y prefieren
postergar la relación, con lo que ellos se sienten rechazados y piensan que no se les quiere. Y el hombre fácilmente es tentado
por otra mujer debido a que el número de mujeres activas sexualmente es mucho mayor que el número de hombres.

Algo que debe ser tomado en cuenta por quienes aun no se han casado, es que nunca la motivación sexual debe ser lo que le
obligue a unirse en matrimonio, el factor más importante es el amor, ya que éste lo supera todo. Existen muchos fracasos
matrimoniales cuya motivación inicial fue el sexo, tristemente en el corto tiempo se dan cuenta que no es el valor más importante
y dado que en ello fundamentaron su unión, tienden al fracaso rotundo. También casarse sin amor o por complacer a la familia o
a la sociedad puede ser un grave error que conlleva rápidamente al divorcio. Si realmente el corazón no te palpita
aceleradamente cuando vez a tu pareja y no sientes cosquillas en tu estomago entonces no te cases porque no estas enamorado
y el matrimonio va a ser un fracaso tarde o temprano.

La Ley de Dios Escrita en los Corazones

Me gustaría también sugerir que aun aquellos que nunca han leído el segundo capítulo de Génesis, por instinto ya saben que el
divorcio es erróneo, debido a que el pacto del matrimonio de por vida es practicado en muchas culturas paganas donde la gente
no tiene ningún conocimiento bíblico. Como Pablo escribió en su carta a los romanos:

“Cuando los gentiles que no tienen la ley hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan la ley, son ley para sí
mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia y acusándolos o defendiéndolos
sus razonamientos” (Romanos 2:14-15).

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El código de ética divino está escrito en cada corazón humano. De hecho, este código de ética que habla a través de la conciencia
es toda la ley que Dios nos ha dado, exceptuando a los israelitas, desde Adán hasta el tiempo de Jesús. Cualquiera que contemple
la posibilidad de un divorcio, se encontrará lidiando con su conciencia y la única forma en que pueda superar su conciencia es
encontrando una buena justificación para su divorcio. Si procede al divorcio sin una buena justificación, su conciencia lo
condenará, aunque trate de suprimirlo. El divorcio debe presentarse porque se acabo el amor o por infidelidad de la otra persona.

Hasta donde sabemos, por veintisiete generaciones desde Adán hasta que se dio la ley de Moisés a Israel alrededor de 1440 años
antes de Cristo, la ley de la conciencia fue la única revelación que Dios había dado, incluyendo a los israelitas, en materia de
divorcio y segundo matrimonio. Dios consideró que eso era suficiente. (Recuerde que Moisés no escribió Génesis 2 hasta el
tiempo del Éxodo). Ciertamente parece razonable pensar que durante estas veintisiete generaciones antes de la ley mosaica, que
incluía los tiempos del diluvio de Noé, algunos millones de matrimonios durante esos cientos de años terminaron en divorcio.
También parece razonable el concluir que Dios, que nunca cambia, estaba dispuesto a perdonar a aquellos que se habían
divorciado si confesaban y se arrepentían de su pecado. Podemos tener la seguridad de que la gente podía ser salva, y justificada
por Dios, antes de que se diera la ley de Moisés, como lo fue Abraham, a través de su fe (ver Romanos 4:1-12). Si la gente pudo
ser declarada justa, a través de la fe desde Adán hasta Moisés, esto quería decir que ellos podían ser perdonados de cualquier
cosa, incluyendo el divorcio. Por esto, mientras empezamos a hablar acerca del tema del divorcio y el segundo matrimonio, me
pregunto: ¿Podían aquellos que incurrían en el pecado del divorcio antes de la ley mosaica y que recibían perdón de Dios, sentirse
entonces culpables por causa de sus conciencias (Pues no había ninguna ley escrita) y así sentirse culpables si se casaban de
nuevo? Yo sólo expongo la pregunta. Pero la respuesta mía es que el segundo matrimonio era bendecido por Dios al igual que lo
fue el primero.

¿Qué pasa entonces con las víctimas del divorcio, aquellas que se divorciaron sin tener culpa de ello, sino que era culpa de sus
egocéntricas parejas? ¿Les prohibía su conciencia el casarse de nuevo? Esto no me parece una opción. Si un hombre abandonaba
a su mujer por otra mujer, ¿qué puede llevarla a pensar que ella no tiene el derecho de casarse de nuevo? Ella se divorció sin
tener culpa de ello. Ella también tiene el derecho de ser feliz y de rehacer su vida con otro hombre que de verdad la valore y le
sea fiel.

La Ley de Moisés

No es sino hasta que llegamos al tercer libro de la Biblia que encontramos mención específica del divorcio y el segundo
matrimonio. Dentro de la ley de Moisés había una prohibición en contra de que los sacerdotes se casaran con mujeres
divorciadas:

“Con una mujer ramera o infame no se casarán, ni con una mujer repudiada por su marido, porque el sacerdote está consagrado
a su Dios” (Levítico 21:7). Pero si la mujer era inocente porque en ella no había pecado, no es ramera o infame, entonces que le
impide a una mujer divorciada casarse con un sacerdote y evitar el pecado de fornicación.

En ninguna parte de la ley de Moisés hay una prohibición como la anterior que se dirija a todos los hombres de Israel. Además, el
versículo citado implica, (1) que existían mujeres divorciadas en Israel y (2) que no había nada de malo en que los hombres que
no eran sacerdotes se casaran con mujeres que habían estado previamente casadas. La ley citada aplica solamente a sacerdotes
y a mujeres divorciadas repudiadas que podrían casarse con sacerdotes. No había nada de malo en la ley de Moisés, que se
refiriera al hecho de que una mujer divorciada se casara por segunda vez, en tanto no se casara con un sacerdote. Tampoco
había nada de malo en que cualquier otro hombre, que no fuera un sacerdote, se casara con una mujer divorciada repudiada por
su ex marido. Para que el sacerdote se pudiera casar con la mujer divorciada tenía que dejar de ser por algún tiempo sacerdote y
posteriormente probar que era digno de ser nuevamente sacerdote ya casado con la mujer divorciada.

El sacerdote principal (tal vez como un tipo supremo de Cristo) requería vivir con estándares más altos que los sacerdotes
regulares. A él no se le permitía casarse ni con una viuda. Leemos tan sólo unos versos después en Levítico:

“No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino que tomará de su pueblo una virgen como mujer” (Levítico21:14). Esto
solo es válido para los sacerdotes principales y no para el común de los sacerdotes del pueblo de Dios.

¿Nos prueba este verso que era pecado que todas las viudas de Israel se casaran de nuevo o que era pecado para todos los
hombres de Israel el casarse con una viuda? No, ciertamente no. De hecho, este verso implica firmemente que no es pecado para
ninguna viuda el casarse con cualquier hombre, mientras que este no fuera el sacerdote principal, y también implica con firmeza
que a cualquier hombre menos al sacerdote principal, le era permitido casarse con una viuda. Otras escrituras afirman el derecho
de un segundo matrimonio para las viudas (ver Romanos 7:2-3; 1Timoteo 5:14).

Este verso también nos dice, junto con el verso anterior, (Levítico 21:7) que no había nada de malo en que los hombres de Israel
(con la excepción del sacerdote principal y los sacerdotes activos), se casaran con una mujer divorciada o inclusive con una mujer
que no era virgen, “mancillada por prostitución”. Este verso también nos dice que, bajo la ley de Moisés, no había nada de malo
en que una mujer divorciada se casara de nuevo o que una mujer “deshonrada por prostitución” se casara, con la única condición
de que no se casara con un sacerdote activo. Con su gracia, Dios le dio a los fornicarios y a los divorciados otra oportunidad,
aunque Él se opusiera fuertemente a la fornicación y al divorcio. Dios es misericordioso y desea que nosotros seamos felices junto
a la pareja que amamos, pues si la anterior pareja nos hizo la vida imposible y desdichada, ella ya tendrá su recompensa.

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Una Segunda Prohibición Específica en Contra del Segundo Matrimonio

¿Cuántas “segundas oportunidades” le daba Dios a una mujer divorciada? ¿Podríamos concluir que Dios les daba a las divorciadas
tan sólo una oportunidad bajo la ley de Moisés, permitiendo sólo un segundo matrimonio? Esto sería una conclusión errónea.
Nosotros podemos leer en la ley de Moisés:

“Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá
carta de divorcio, se la entregará en la mano y la despedirá de su casa. Una vez que esté fuera de su casa, podrá ir y casarse con
otro hombre. Pero si este último la rechaza y le escribe una carta de divorcio, se la entrega en la mano y la despide de su casa, o
si muere el último hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su
mujer, después que fue envilecida, pues sería algo abominable delante de Jehová y tú no debes pervertir la tierra que Jehová, tu
Dios, te da como heredad” (Deuteronomio 24:1-4).

Note que en estos versos, la prohibición era en contra de que una mujer que se había divorciado dos veces (o que se divorció una
vez y quedó viuda después) se casara de nuevo con su primer esposo. Nada se dice acerca de que ella incurriera en culpa al
casarse por segunda vez y, después de que se divorciaba por segunda vez (o quedaba viuda de su segundo marido), a ella sólo
se le prohibía casarse de nuevo con su primer marido. La clara aplicación de esto es que ella sería libre de casarse de nuevo con
cualquier otro hombre (que estuviera dispuesto a darle oportunidad a ella). Si hubiera sido pecado para ella el casarse con
cualquier otro hombre, entonces Dios no hubiera tenido la necesidad de dar estas instrucciones específicas. Todo lo que Él tenía
que haber dicho era “Les es prohibido a los divorciados el casarse de nuevo”.

Además, si Dios le permite a una mujer el casarse por segunda vez o tercera vez, el hombre que se casa con ella después de su
primer divorcio tampoco estaría incurriendo en culpa alguna. Y si a ella se le permitía el casarse por tercera vez, el hombre que
se casaba con ella, después del segundo divorcio de ésta, no estaría pecando (a menos que él fuera su primer marido). Entonces,
el Dios que odia el divorcio ama a la gente divorciada, y en su misericordia les ofrece otra oportunidad de ser feliz y de
reconstruir su vida.

Un Resumen

Vamos a resumir lo que hemos descubierto hasta ahora. Aunque Dios declara que odia el divorcio, Él no da ninguna indicación
antes o durante el viejo pacto acerca de que el segundo matrimonio era pecado, dando sólo dos excepciones: (1) La mujer que
era dos veces divorciada o la que era divorciada o viuda de su segundo matrimonio que se quisiera casar con su primer esposo y
(2) el caso de una mujer divorciada que se quisiera casar con un sacerdote activo. Más aún, Dios no da ninguna indicación de que
el casarse con una persona divorciada fuera pecado, con la excepción de los sacerdotes activos o principales. Entonces el
sacerdote debía inactivarse para poder casarse con la divorciada.

Esto parece contrastante con lo que Jesús dijo acerca de la gente divorciada que se volvía a casar y de los que se casaban con
gente divorciada. Jesús dijo que esta gente cometía adulterio (ver Mateo 5:32). Así que debemos de estar mal interpretando a
Moisés o a Jesús, o Dios cambió su ley. Lo que yo pienso es que no estamos entendiendo correctamente las palabras que Jesús
enseñó, porque pareciera extraño que Dios de pronto declarara algo como moralmente pecaminoso que fue moralmente
aceptable por mil quinientos años bajo una ley que Él le dio a Israel.

Antes de que hablemos más de esta aparente contradicción, déjeme también decirle que el permiso de casarse de nuevo dado
por Dios en el viejo pacto no llevaba ninguna estipulación que fuera basada en las razones del divorcio o el grado de culpa en que
se incurría por el divorcio. Dios nunca dijo que a cierta clase de gente divorciada no se le permitía casarse de nuevo, porque su
divorcio no era por razones legítimas. Dios tampoco dijo que cierta clase de gente era la única digna de casarse otra vez debido a
la legitimidad de su divorcio. Sin embargo, estos juicios a menudo son usados por muchos ministros modernos basados
solamente en un testimonio unilateral. Por ejemplo, una mujer divorciada trata de convencer a su pastor de que ella es digna de
volverse a casar, porque ella sólo fue víctima de su divorcio. Su esposo anterior se divorció de ella y no ella de él. Pero si a este
pastor se le hubiera dado la oportunidad de escuchar el lado de la historia del esposo anterior, tal vez él hubiera sentido cierta
compasión por el esposo. Tal vez ella era una malvada y era culpable de su divorcio, tal vez lo chantajeó y lo manipuló durante
mucho tiempo, tal vez ella siempre lo trataba mal y lo hacia sufrir.

Yo conocí a un esposo y a su mujer los cuales trataban de provocarse uno al otro para que alguno pusiera la demanda de divorcio
y así evitar el sentimiento de culpa de ser uno de ellos el responsable de iniciar el proceso. Ellos querían decir, después del
divorcio, que su pareja había sido la culpable de poner la demanda, y así podían hacer que su segundo matrimonio fuera válido
por la ley. Podemos tratar de engañar a la gente, pero no podemos engañar a Dios. Por ejemplo, ¿Qué es lo que piensa Dios
acerca de una mujer que, en desobediencia a la palabra de Dios, se abstiene de tener relaciones sexuales con su marido, y
después se divorcia de él por causa de una infidelidad? ¿No es ella al menos en parte culpable de su divorcio o quizás totalmente
culpable?

En el caso de la mujer que se había divorciado dos veces, sobre el cual leímos en Deuteronomio 24, no dice nada acerca de la
legitimidad de sus dos divorcios. Su primer esposo encontró cierta “indecencia” en ella. Si esa “indecencia” hubiera sido adulterio,
ella hubiera sido merecedora de muerte de acuerdo con la ley de Moisés, la cual decía que los adúlteros deberían ser apedreados
(ver Levítico 20:10). Así que, si el adulterio es la única razón legítima para el divorcio, quizás su primer esposo no tenía una
buena razón para divorciarse de ella. Por otro lado, tal vez ella pudo haber cometido adulterio, y él, siendo un hombre justo como
José el de María, “quiso dejarla secretamente” (Mateo 1:19). Existen muchos escenarios posibles.

6
Se dice que su segundo esposo simplemente “se volvió en contra de ella”. Una vez más, no sabemos quien era culpable, o si los
dos compartían la culpa. Pero eso no hace ninguna diferencia. La gracia de Dios fue extendida hacia ella para casarse de nuevo
con quien la aceptara después de su segundo divorcio, con la excepción de su primer esposo. ¿Pero si la indecencia no fuera el
adulterio sino el mal carácter, las continuas peleas, los insultos, el sufrimiento psicológico?

Una Objeción

Se dice con frecuencia, “Pero si a la gente se le dice que es legítimo para ellos el casarse de nuevo luego de divorciarse por
cualquier razón, esto los motivará a divorciarse por razones ilegítimas”. Yo supongo que esto puede ser verdad en ciertos casos
de gente religiosa que no desea verdaderamente agradar a Dios, pero el tratar de impedir que la gente, que no está sometida a
Dios, cometa pecado es un ejercicio un tanto inútil. Sin embargo, la gente que se somete a Dios de todo su corazón, no busca la
manera de pecar. Más bien tratan de agradar a Dios, y este tipo de gente con frecuencia tiene matrimonios fuertes. Además,
parece que Dios no estaba muy preocupado porque la gente bajo el antiguo pacto se divorciara por razones ilegítimas al gozar de
una generosa ley acerca del segundo matrimonio, porque Él le dio a Israel una ley generosa acerca de casarse nuevamente.

¿Deberíamos acaso evitar decirle a la gente que la voluntad de Dios es perdonarles cualquier pecado, por temor a que ellos sean
motivados a pecar al saber que el perdón está disponible? Si esto fuera así, deberíamos dejar de predicar el evangelio. De nuevo,
todo se reduce a la condición del corazón de las personas. Aquellos que aman a Dios quieren obedecerle. Yo sé muy bien que el
perdón de Dios está disponible para mí, si yo lo pido, sin importar el pecado que haya cometido. Pero esto no me motiva del todo
a pecar, porque yo amo a Dios y he nacido de nuevo. He sido transformado por la gracia de Dios. Quiero complacerle.

Dios sabe que no hay necesidad de agregar más consecuencias negativas a las muchas inevitables y negativas consecuencias del
divorcio, esto con el fin de motivar a las personas a que permanezcan casadas. Decirle a la gente que tiene matrimonios
problemáticos que es mejor que ellos no se divorcien porque no se les permitiría casarse de nuevo, les da poca motivación para
seguir casados. Aun si creen esto, el prospecto de una vida de soltería, les parecerá como un paraíso comparado con una vida
marital de continua miseria. Entonces nadie se casaría.

Pablo acerca de Casarse de Nuevo

Antes de empezar a armonizar las palabras de Jesús sobre el tema de casarse de nuevo con las palabras de Moisés, tenemos que
darnos cuenta qua hay otro autor bíblico que está de acuerdo con Moisés y éste es el apóstol Pablo. Pablo claramente escribió que
el casarse de nuevo para los que estaban divorciados no era pecado, estando de acuerdo con lo que dice el Antiguo Testamento:

“En cuanto a las vírgenes no tengo mandamiento del Señor, pero doy mi parecer como quien ha alcanzado misericordia del Señor
para ser digno de confianza. Tengo, pues, esto por bueno a causa de las dificultades del tiempo presente: que hará bien el
hombre en quedarse como está. ¿Estás ligado a mujer? No trates de soltarte. ¿Estás libre de mujer? No trates de casarte. Ahora
bien, si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los que se casan tendrán aflicción de la carne, y yo os la
quisiera evitar” (1 Corintios 7:25-28, énfasis agregado). No hay duda que la gente casada tiene muchas aflicciones y esa es la
razón por la cual muchos divorciados viven juntos pero sin casarse de nuevo aun cuando cometan fornicación el cual es un
pecado leve.

No hay duda de que Pablo se dirigía a las personas divorciadas en este pasaje. Él le aconsejaba a los casados, a los que nunca se
habían casado, y a los divorciados a mantenerse en su estado actual debido a la persecución que los cristianos sufrían en ese
tiempo. Sin embargo, Pablo claramente dijo que las personas divorciadas y las vírgenes no pecaban si se casaban.

Note que Pablo no calificó la legitimidad de un nuevo matrimonio para las personas divorciadas. Él no dijo que el casarse de
nuevo era sólo permitido si la persona divorciada no tenía culpa de su divorcio anterior. (Y ¿qué persona está calificada para
juzgar este tipo de cosas sino Dios?). Él no dijo que el casarse de nuevo era sólo permitido para aquellos que se habían divorciado
antes de su salvación. No, él simplemente dijo que el casarse de nuevo no era pecado para las personas divorciadas.

¿Estaba Pablo de Acuerdo con el Divorcio?

El hecho de que Pablo aprobara una política permisiva sobre casarse de nuevo, no implica que Pablo era tolerante en lo que se
refería al divorcio. No, Pablo se oponía claramente al divorcio en general. Anteriormente, en este mismo capítulo de su primera
carta a los corintios, él estableció una ley que armoniza con el odio que Dios le tiene al divorcio:

“A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido; y si se separa,
quédese sin casar o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. A los demás yo digo, no el Señor, que
si algún hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene
marido que no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido no creyente es santificado por la
mujer; y la mujer no creyente, por el marido. De otra manera vuestros hijos serían impuros, mientras que ahora son santos. Pero
si el no creyente se separa, sepárese, pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a
vivir en paz Dios nos llamó. ¿Qué sabes tú, mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, marido, si quizá harás salva
a tu mujer? Pero cada uno viva según los dones que el Señor le repartió y según era cuando Dios lo llamó: esto ordeno en todas
las iglesias” (1 Corintios 7:10-17).

7
Nótese primeramente que Pablo se dirigió a los creyentes que estaban casados con otros creyentes. Por supuesto que ellos no
deberían divorciarse y Pablo dijo que ésta no era su instrucción, sino la del Señor. Y ciertamente esto está de acuerdo con todo lo
que hemos leído de la Biblia hasta ahora.

Aquí es donde esto se pone interesante. Pablo obviamente conocía la realidad lo suficiente como para darse cuenta que aun los
cristianos podían divorciarse en ciertos casos. Si esto ocurre, Pablo dijo que la persona que se divorcia de su pareja debería
permanecer sin casarse o reconciliarse con su cónyuge. (Aunque Pablo le da estas instrucciones a las esposas, yo pienso que las
mismas reglas aplicaban para los hombres). Pero si la reconciliación es imposible porque la relación de pareja se vuelve un
infierno, lo mejor es acudir al divorcio.

Otra vez, lo que Pablo escribe no debe sorprendernos. Primeramente, él habla de la ley de Dios acerca del divorcio, pero él es lo
suficientemente inteligente para saber que la ley de Dios no es siempre obedecida. Así que, cuando el pecado del divorcio ocurre
entre los creyentes, él da más instrucciones. La persona que se divorcia de su cónyuge debe permanecer soltera o, en su defecto,
debe reconciliarse con su pareja. Esto ciertamente sería lo mejor en una situación de divorcio entre dos cristianos. En tanto no se
casen de nuevo, todavía hay esperanza de una reconciliación, y esto sería lo mejor. Por supuesto, que si alguno de los dos se
casa de nuevo, esto elimina la posibilidad de una reconciliación. (Y obviamente, si hubieran cometido un pecado imperdonable al
divorciarse, no existiría razón para que Pablo les dijera que se quedaran solteros y buscaran la reconciliación).

¿Supone usted que Pablo era lo suficientemente inteligente para saber que su instrucción para los creyentes divorciados no iba a
ser obedecida siempre? Así pienso yo. Quizás él no dio más instrucciones a los creyentes porque esperaba que los verdaderos
creyentes siguieran su primera instrucción acerca de no divorciarse, y por eso sólo en casos extremos se necesitaba su segunda
instrucción. Ciertamente, si los verdaderos seguidores de Cristo tienen problemas maritales, harán todo lo que esté a su alcance
para preservar sus matrimonios. Y, con seguridad, un creyente que ha tratado de mantener su matrimonio varias veces y sólo
encuentra la alternativa del divorcio, tratará de no casarse otra vez debido a su deseo de honrar a Cristo y buscará la
reconciliación si aún hay esperanza. Pero también cabe la posibilidad de que encuentre a su alma gemela con la que de verdad
pueda ser feliz el resto de su vida. Me parece que el problema real en la iglesia moderna en cuanto al divorcio es que hay una
gran cantidad de creyentes falsos que nunca han creído verdaderamente en el evangelio, lo cual les ha impedido someterse a
Dios y a Jesucristo.

Está bastante claro lo que Pablo escribe en 1 Corintios 7 acerca de que Dios tiene expectativas más altas de los creyentes, de
aquellos que son guiados por el Espíritu Santo, no así de los inconversos. Pablo escribió, como lo leímos, que los creyentes no
deberían divorciarse de sus parejas no creyentes si estas parejas consienten en vivir con ellos. Una vez más, esto no debe
sorprendernos, pues está de acuerdo con todo lo que hemos leído acerca de este tema en la Escritura. Dios está en contra del
divorcio. Sin embargo, Pablo dice que si el inconverso desea divorciarse, el creyente debe aceptarlo. Pablo sabe que el que no es
creyente no está sometido a Dios y por esto no se espera que actúe como un creyente pues no cree en el evangelio. Podría
agregar que cuando el inconverso consiente en vivir con el creyente, significa dos cosas: que el inconverso es potencialmente
abierto al evangelio, o que el creyente no es genuino y se está alejando de los caminos de Cristo. En ambos casos deberían seguir
sin casarse hasta que los dos estén completamente convencidos del evangelio y posteriormente proceder a casarse aun cuando
repito nuevamente que están fornicando.

Ahora, ¿podría usted decir que un creyente, que se ha divorciado de un no creyente, no es libre de casarse otra vez? Pablo nunca
dijo tal cosa, como sí lo hizo en el caso de que dos creyentes se divorciaran. Tendríamos que preguntarnos por qué Dios se
opondría a que un creyente se casara de nuevo al haberse divorciado de su pareja no creyente. ¿Qué propósito tendría eso?
Ahora, esto parece estar aparentemente en contra de lo que Jesús dijo acerca de casarse de nuevo: “el que se casa con la
repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:32). Otra vez, esto me hace sospechar que hemos malinterpretado lo que Jesús deseaba
comunicar.

El Problema

Jesús, Moisés y Pablo claramente están de acuerdo en que el divorcio es una indicación de pecado en uno de los esposos o en los
dos. Todos están en contra del divorcio en general. Pero aquí está nuestro problema: ¿Cómo podemos armonizar lo que Pablo y
Moisés dijeron acerca de casarse de nuevo con lo que Jesús dijo sobre ese mismo asunto? Ciertamente debemos esperar que todo
lo que ellos dicen debe concordar pues todos ellos fueron inspirados por Dios para decir lo que dijeron.

Examinemos claramente lo que Jesús dijo y a quien se dirigía cuando habló. Dos veces en el evangelio de Mateo encontramos a
Jesús hablando acerca del tema del divorcio y el nuevo matrimonio, una vez durante su sermón del monte y otra vez cuando Él
hablaba con unos fariseos. Comencemos con la conversación de Jesús con estos fariseos:

“Entonces se le acercaron los fariseos, tentándolo y diciéndole: ¿Está permitido al hombre repudiar a su mujer por cualquier cosa?
Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, “hombre y mujer los hizo”, y dijo: “Por esto el hombre
dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”? Así que no son ya más dos, sino una sola carne;
por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y
repudiarla? Él les dijo: por la dureza de vuestro corazón, Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue
así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se
casa con la repudiada, adultera” (Mateo 19:3-9).

8
Durante esta conversación con Jesús, los fariseos se referían a una porción de la ley Mosaica de la que hablé antes, Deuteronomio
24:1-4. Ahí se escribe, “Cuando alguien toma una mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa
indecente, le escribirá carta de divorcio, se la entregará en la mano y la despedirá” (Deuteronomio 24:1, énfasis agregado).

En los días de Jesús, había dos escuelas de pensamiento en cuanto a lo que era “indecente”. Unos veinte años atrás, un rabino
llamado Hillel enseñó que la indecencia era una diferencia irreconciliable. En el tiempo en que Jesús tuvo su debate con los
fariseos, la interpretación de Hillel era aún más liberal, permitiendo el divorcio por cualquier causa, como la pregunta de los
fariseos a Jesús lo indica. Uno podía divorciarse de su esposa si a ella se le quemaba la cena, ponía mucha sal en la comida,
exponía sus rodillas en público al tejer, se dejaba el pelo suelto, hablaba con otro hombre, decía algo grosero de su suegra, o era
infértil, se ponía gorda, etc. Un hombre podía divorciarse de su esposa aun si encontraba a una mujer más atractiva, pues esto
hacía a su esposa “indecente”.

Otro famoso rabino, Shammai, quien vivió antes que Hillel, enseñó que la “indecencia” era solamente algo muy inmoral, como el
adulterio. Como se puede ver, entre los fariseos en los días de Jesús, la interpretación liberal de Hillel era mucho más popular que
la interpretación de Shammai. Los fariseos vivían y enseñaban que el divorcio era legal por cualquier causa, y por esto el divorcio
era excesivamente frecuente. Los fariseos, en su típica forma de ser, enfatizaban la importancia de darle a su esposa un
certificado de divorcio con el fin de “no romper la ley de Moisés”.

No Olvides que Jesús le Hablaba a los falsos fariseos (CENEOS)

Con todo el conocimiento acumulado hasta ahora, podemos entender mejor en contra de qué hablaba Jesús. Ante Él estaba un
grupo de maestros religiosos hipócritas, de los cuales, muchos, si no todos, se habían divorciado una vez o más, probablemente
debido a que ellos habían encontrado parejas más atractivas. (Pienso que no es coincidencia que las palabras de Jesús acerca del
divorcio en el sermón del monte eran seguidas por sus advertencias acerca de la lujuria, a la que también identificó como una
forma de adulterio). Pero ellos se justificaban a sí mismos, diciendo que guardaban la ley de Moisés.

Sus preguntas revelan su prejuicio. Ellos claramente creían que uno podía divorciarse de su esposa por cualquier razón. Jesús
habló acerca del poco entendimiento de los fariseos sobre la intención de Dios para el matrimonio apelando a las palabras de
Moisés en Génesis capítulo dos. Dios nunca tuvo la intención de que hubiera divorcios, mucho menos divorcios “por cualquier
causa”, pero los líderes de Israel se divorciaban de sus esposas, de la misma manera que los adolescentes terminan con sus
“novias” hoy en día. Más que todo por lujuria, por probar nuevas emociones y por tener relaciones sexuales promiscuas.

Yo pienso que los fariseos ya conocían el pensamiento de Jesús acerca del divorcio, pues Él había expuesto su punto de vista
anteriormente, así pues ya estaban listos para objetarle: “¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?”
(Mateo 19:7).

Esta pregunta revela nuevamente su parcialidad en el asunto. Está expuesta de tal forma que pareciera como si Moisés les había
ordenado a los hombres que se divorciaran de sus esposas cuando ellos descubrieran alguna “indecencia”, y esto requería un
certificado apropiado de divorcio. Pero, según lo que leemos en Deuteronomio 24:1-4, esto no era lo que Moisés había dicho. Él
sólo estaba dando una regulación acerca del tercer matrimonio de las mujeres, prohibiéndoles casarse con su primer marido.

Desde que Moisés mencionó el divorcio, este tuvo que haber sido permitido por alguna razón. Pero note cómo el uso que Jesús da
en su respuesta al verbo permitió, contrasta con la palabra que escogieron los fariseos, ordenó. Moisés permitió el divorcio; él
nunca lo ordenó. La razón por la que Moisés permitió el divorcio fue debido a la dureza del corazón de los israelitas. Esto es, Dios
permitió el divorcio como una concesión misericordiosa hacia los pecados de las personas pues las parejas en conflicto se hacen
daño y les hacen daño a sus hijos, es decir, pecan mucho más que si se divorcian. Él sabía que la gente sería infiel a sus parejas
ya que el hombre es polígamo por naturaleza. Él sabía que existirían inmoralidades. Él sabía que el corazón de las personas iba a
ser herido. Así que Él permitió el divorcio. Esa no fue la intención original de Dios, pero el pecado hizo necesaria dicha concesión.

A continuación, Jesús habló acerca de la ley de Dios a los fariseos, tal vez definiendo lo que Moisés quiso decir con la
“indecencia”: “Cualquiera que repudie a su mujer, salvo por causa de inmoralidad, y se casa con otra, adultera” (Mateo 19:9,
énfasis agregado). A los ojos de Dios, la inmoralidad era la única razón válida para que un hombre se divorciara de su esposa, y
eso se puede entender. ¿Qué podría hacer un hombre o una mujer que pueda ser más ofensivo para su pareja? Cuando alguien
comete adulterio o tiene un romance, él o ella envían un mensaje cruel. Jesús ciertamente no se refería sólo al adulterio cuando
se refirió a la palabra “inmoralidad”. Con seguridad los besos apasionados y caricias a la pareja de alguien más, son una
inmoralidad ofensiva, como lo es la práctica de ver pornografía, y otras perversiones sexuales. Recuerde que Jesús comparó la
lujuria con el adulterio durante el sermón del monte. Una persona es inmoral no solo por la parte sexual sino por los abusos y
agresiones tanto físicas como verbales que le hace a su conyugue.

No olvidemos a quien se dirigía Jesús, a los fariseos que se divorciaban de sus parejas por cualquier causa y se casaban de nuevo
rápidamente, pero que nunca cometerían adulterio, no fuera a ser que quebrantaran el sétimo mandamiento. Jesús les estaba
diciendo que ellos se estaban engañando a sí mismos. Lo que estaban haciendo no difería del adulterio, y esto tiene un sentido
perfecto. Cualquiera que sea honesto puede ver que un hombre que se divorcia de su mujer para poder casarse con otra, está
haciendo lo que cualquier adúltero hace, pero bajo el pretexto de una ley. Esto claramente es lujuria. El hombre se debe divorciar
por un razón importante o fuerte que no sea simplemente por el hecho de probar a otra mujer, especialmente si esta es una
joven o es una virgen.

9
La Solución

Esta es la clave para hacer concordar lo expuesto por Jesús, Moisés y Pablo. Jesús simplemente estaba exhibiendo la hipocresía
de los fariseos. Él no estaba creando una ley que prohibía el casarse de nuevo. Si Él hubiera prohibido esto, hubiera contradicho a
Moisés y a Pablo y hubiera creado gran confusión entre millones de divorciados y millones de personas que se casaban de nuevo.
Si Jesús estaba estableciendo una ley sobre el casarse de nuevo, entonces ¿qué le diríamos a aquellos que se han divorciado y
vuelto a casar antes de escuchar dicha ley? ¿Debemos decirles que están viviendo en relaciones adúlteras, y sabiendo que la
Biblia advierte que los adúlteros no heredarán el Reino de Dios (ver 1 Corintios 6:9-10), instruirlos para que se divorcien de
nuevo? Pero, ¿no es que Dios odia el divorcio?

¿Deberíamos decirles que cesen de tener sexo con sus parejas actuales hasta que sus parejas anteriores mueran o quieran darles
el divorcio ante un tribunal lo cual puede tardar varios años, con tal de no cometer adulterio en forma regular? Pero, ¿No es cierto
que Pablo prohibió a los matrimonios abstenerse de tener sexo? ¿No es cierto que tales recomendaciones conducirían a las
tentaciones sexuales y aún a tener deseos de muerte para sus ex-parejas?

¿Deberíamos decirles a estas parejas que se divorcien de sus actuales cónyuges y que se casen con sus primeros cónyuges, algo
que era prohibido bajo la ley de Moisés en Deuteronomio 24:1-4?

¿Qué ocurre con la gente divorciada que no se ha casado de nuevo? Si a ellos sólo se les permite casarse en caso de que sus
primeras parejas hubieran cometido alguna inmoralidad y entonces tampoco heredaran el Reino, ¿quién va a determinar si se
cometió o no inmoralidad? Para volver a casarse, ¿se requerirá que algunas personas prueben que su antiguo cónyuge fue
culpable de lujuria solamente, en tanto que otros necesitarían traer testigos de las infidelidades de sus parejas?

Como pregunté anteriormente, ¿qué pasa cuando el cónyuge anterior comete adulterio debido, en parte, a estar casado con una
persona que se abstenía de tener sexo? ¿Es justo que a la persona que se abstiene de tener sexo se le permita casarse otra vez,
mientras que a la persona que cometió adulterio no se le permita casarse de nuevo?

¿Y qué acerca de la persona que comete fornicación antes del matrimonio? ¿No es su fornicación un acto de infidelidad hacia su
futuro cónyuge? ¿El pecado de esta persona, no sería equivalente al adulterio si estuviera casado con su futuro cónyuge en el
momento de ese acto? ¿Entonces por qué se le permite a esta persona casarse? Obviamente, nada de esto es pecado. La
fornicación es un acto sexual que no se realiza con su pareja sino por pasar el rato como un momento divertido y de placer.

¿Y qué pasa con dos personas que viven juntas, sin casarse, y que después terminan con la relación? ¿Por qué se les permite
casarse con alguien después de que terminaron, sólo porque no estaban oficialmente casados? ¿Qué diferencia hay entre ellos y
los que se divorcian y se casan de nuevo? La única diferencia sería que ellos estarían incurriendo en fornicación pero como los dos
son pareja y si siempre son fieles el uno al otro entonces no hay pecado aun cuando no estén casados.

¿Y qué acerca del hecho de que “las cosas viejas pasan” y que “todas las cosas son hechas nuevas” cuando una persona llega a
ser cristiana (ver 2 Corintios 5:17)? ¿Aplican estas palabras para todos los pecados excepto para un divorcio ilegal?

Todas éstas y muchas preguntas más 4 se puede decir que son razones muy fuertes para pensar que Jesús no estaba hablando
acerca de una ley referente al segundo matrimonio. Ciertamente Jesús era lo suficientemente inteligente para darse cuenta de las
implicaciones de su nueva ley sobre un segundo matrimonio, si es que Él hablaba sobre eso. Esto en sí es suficiente para decirnos
que Él tan sólo estaba exhibiendo la hipocresía de los fariseos, lujuriosos, religiosos, hombres hipócritas que se divorciaban de
sus esposas por “cualquier causa” y se volvían a casar con mujeres más bellas o lujuriosas.

Con seguridad, la razón por la que Jesús dijo que ellos “cometían adulterio” en vez de simplemente decir que lo que hacían er a
erróneo, era porque Él quería que ellos vieran que el divorcio por cualquier causa, seguido de un nuevo matrimonio no era
diferente del adulterio, algo que ellos creían no haber cometido. ¿Deberíamos de concluir que lo único que le preocupaba a Jesús
era el aspecto sexual de casarse de nuevo y que Él aprobaría el nuevo matrimonio en tanto no hubiera sexo? Por supuesto que
no. Así que no hagamos que Él diga lo que nunca dijo. Jesucristo creó la Tierra y junto con el Padre Eterno nos mandó a
reproducirnos, para lo cual debemos tener suficiente sexo ya que los días fértiles de la mujer son solo 3 durante el mes.

Una Comparación Sabia

Imaginemos a dos personas. Una de ellas es un hombre casado, religioso, quien dice que ama a Dios con todo su corazón, pero
que empieza a sentir lujuria por una joven que vive en la casa de al lado. Pronto se divorcia de su esposa y se casa con la joven
de sus fantasías.

El otro hombre no es religioso. Él nunca ha escuchado el evangelio y vive una vida pecaminosa que le llega a costar su
matrimonio. Algunos años después, como hombre soltero, él escucha el evangelio, se arrepiente, y comienza a seguir a Jesús con
todo su corazón. Tres años después él se enamora de una mujer cristiana que conoce en la iglesia. Juntos buscan diligentemente
al Señor y escuchan el consejo de otros y luego deciden casarse. Se casan y sirven al Señor y son fieles el uno al otro hasta la
muerte.

10
Ahora, asumamos que ambos hombres han pecado a la hora de casarse de nuevo. ¿Cuál de los dos tiene mayor pecado?
Evidentemente el primer hombre. Él es un adúltero, pero hay que recordar que el no sería adúltero si tuviera una muy buena
razón para despedir a su esposa que no sea la lujuria que sintió por la vecina.

Pero ¿qué acerca del segundo hombre? ¿Realmente parece que él ha pecado? ¿Se podría decir que no hay diferencia entre él y el
primer hombre respecto al acto de adulterio? No lo creo. ¿Deberíamos decirle lo que Jesús le dijo a aquellos que se divorciaban y
se casaban de nuevo, informándole que él ahora vive con una mujer no dada por Dios, porque Dios todavía considera que él está
casado con su primera esposa? ¿Deberíamos decirle que él vive en adulterio? Por supuesto que no. El ya no está casado con su
primera esposa, a pesar de que a Dios no le gusta el divorcio de sus hijos.

Las respuestas son claras. Los que cometen adulterio son las personas casadas que ponen sus ojos en otros que no son sus
parejas. Así que el divorciarse de la esposa, porque uno ha encontrado a alguien más atractivo, es adulterio. Pero una persona
soltera no puede cometer adulterio, pues no tiene un cónyuge al cual serle infiel; así, una persona divorciada tampoco puede
cometer adulterio, pues no tiene ninguna pareja a la cual serle infiel. Una vez que entendemos el contexto bíblico e histórico de lo
que Jesús dijo, no imaginaremos conclusiones que no tienen sentido y que contradicen el resto de la Biblia. Hay que decir
también que el divorcio es un derecho que la gente tiene y que solo hace falta que uno despida al otro, sin embargo, las leyes
actuales han enredado el divorcio creando con ello un comercio del cual viven los abogados. Desde el momento en que un
hombre despide a su mujer por una causa justificada ya se ha producido el divorcio, pero ahora en las leyes se necesita que los
dos firmen un acta en donde dicen que están de acuerdo con separarse, alargándose el periodo de sufrimiento tanto para los
hijos como para su pareja. También se ha vuelto un negocio en el sentido en que más del 90% de los casos el hombre es el que
ha hecho la riqueza y la mujer solo ha sido mantenida por él, siendo su única responsabilidad limpiar la casa y cuidar los niños lo
cual también lo podrían hacer una sirvienta y una baby sitter, con lo cual la mujer no habría contribuido en nada a la riqueza
creada por el hombre. Hoy día es necesario que el hombre le deje el 50% de su riqueza a la mujer e incluso los hijos aunque ella
solo le hubiera dado dolores de cabeza. Los divorcios se vuelven largos, sufridos, violentos, crueles y hasta llegan al suicidio o al
homicidio. Eso no fue lo que Moisés decretó.

Por cierto, cuando los discípulos escucharon la respuesta de Jesús a los fariseos, dijeron, “Si así es la condición del hombre con su
mujer, no conviene casarse” (Mateo 19: 10). Comprendamos que los discípulos habían crecido bajo la influencia y la enseñanza
de los fariseos, y dentro de una cultura que era muy influenciada por los fariseos. Nunca habían considerado que el matrimonio
fuera algo permanente. De hecho, unos minutos antes de esto, probablemente también habían creído que era legal que el
hombre se divorciara de su mujer por cualquier causa. Así que rápidamente concluyeron que lo mejor era evitar el matrimonio del
todo y así no arriesgarse a cometer el acto de divorcio o de adulterio. Con lo cual se viola abiertamente el primer mandamiento
que Dios dio al hombre en el jardín de Edén: Creced y multiplicaos…

Jesús respondió,

“No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Hay eunucos que nacieron así del vientre de la madre, y
hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de
los cielos. El que sea capaz de recibir esto que lo reciba” (Mateo 19:11-12).

Esto es, que el impulso sexual y/o la capacidad para controlarlo es el factor determinante. Aún Pablo dijo, “es mejor casarse que
estarse quemando” (1 Corintios 7:9). Por esto, los que nacieron eunucos o los que se hicieron eunucos por los hombres (como lo
hacían aquellos que necesitaban a otros hombres a quienes confiarle el cuidado de su harén) no tienen deseo sexual. Pareciera
que aquellos que se hacen eunucos “por causa del reino de los cielos” están dotados especialmente por Dios para tener un
dominio propio mayor, por esto Jesús dijo, “no todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes les es dado” (Mateo
19:11).

El Sermón del Monte

Debemos tener en cuenta que la gente a la cual Jesús se dirigió durante su sermón del monte era gente que también había vivido
bajo la influencia hipócrita de los fariseos, gobernadores y maestros de Israel. Como aprendimos en nuestro estudio acerca del
sermón del monte, es indiscutible que mucho de lo que Jesús dijo era una corrección a la falsa enseñanza de los fariseos. Jesús
también le dijo a esta gente que no heredarían el reino de los cielos si su justicia no sobrepasaba la de los escribas y fariseos (Ver
Mateo 5:20), lo que quería decir que los escribas y fariseos irían al infierno. Al final de este sermón, la gente estaba impactada,
en parte, porque Jesús estaba enseñando, no como los escribas (ver Mateo 7:29).

Al principio de su sermón, Jesús expuso la hipocresía de aquellos que decían que nunca habían cometido adulterio, pero que
habían sido lujuriosos y se habían divorciado para volverse a casar. Él expandió el significado del adulterio más allá del acto físico
pecaminoso entre dos personas que están casadas con otras. Lo que Él dijo debió ser incuestionable para cada persona honesta
que pensara un poco en el asunto. Tenga en cuenta que hasta que escucharon el sermón de Jesús, la mayoría de la gente
pensaba que el divorcio era legal por “cualquier causa”. Jesús quería que sus seguidores y los demás conocieran que la intención
de Dios desde el principio era un estándar mucho más alto.

“Oísteis que fue dicho: “No cometerás adulterio”. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala
y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. También

11
fue dicho: “Cualquiera que repudie a su mujer, déle carta de divorcio”. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser
por causa de fornicación, hace que ella adultere, y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:27-32).

Primero, como lo dije antes, note que las palabras de Jesús acerca del divorcio y el casarse de nuevo no sólo se equiparan con
sus palabras acerca de la lujuria, relacionándolas hasta ese grado, sino que las equipara hasta darles el mismo significado de
adulterio, relacionándolas en un grado más alto. Ahora podemos ver el hilo conductor que corre a través de todo este pasaje de la
Escritura. Jesús estaba ayudando a sus seguidores a entender el verdadero significado del sétimo mandamiento. Éste decía que
no se debe cometer lujuria ni divorciarse o casarse de nuevo.

Todos en su audiencia judía habían escuchado el sétimo mandamiento cuando se leía en las sinagogas (no se poseían biblias
personales), y ellos habían escuchado la exposición de éste, a la vez que habían observado su aplicación en las vidas de sus
maestros, los escribas y fariseos. Jesús después dijo, “pero yo os digo”, no con el propósito de agregar nuevas leyes, sino con el
anhelo de revelar la intención original de Dios.

Primero, la lujuria estaba claramente prohibida por el décimo mandamiento y aún sin el décimo mandamiento, cualquiera que
pensara acerca de eso, se daría cuenta que es erróneo el desear lo que Dios condena.

Dios dijo todas estas palabras, diciendo:

❖ Primer mandamiento: "Yo soy El Eterno, tu Dios, Quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud".
❖ Segundo mandamiento: "No tendrás ni reconocerás- a otros dioses en Mi presencia –fuera de Mí. No te harás una
imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en los cielos ni abajo en la tierra ni en el agua debajo de
la tierra. No te postrarás ante ellos ni los adorarás, pues Yo soy El Eterno, tu Dios, un Dios celoso, Quien tiene presente
el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación con Mis enemigos; pero Quien muestra
benevolencia con miles de generaciones a aquellos que Me aman y observan Mis preceptos".
❖ Tercer mandamiento:"No tomarás para jurar en el Nombre de El Eterno, tu Dios, en vano, pues El Eterno no absolverá
a nadie que tome Su Nombre en vano".
❖ Cuarto mandamiento: "Recuerda el día de Shabat, para santificarlo.Seis días trabajarás y harás toda tu labor; mas el
séptimo día es Shabat para El Eterno, tu Dios; no harás ninguna labor, tú, tu hijo, tu hija, tu esclavo, tu sirvienta, tu
animal y tu converso dentro de tus puertas, pues en seis días El Eterno hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que
hay en ellos, y descansó el séptimo día. Por eso, El Eterno bendijo el día de Shabat y lo santificó".
❖ Quinto mandamiento: "Honra a tu padre y tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que El Eterno, tu
Dios, te da".
❖ Sexto mandamiento: "No matarás"
❖ Séptimo mandamiento:"No cometerás adulterio"
❖ Octavo mandamiento:"No robarás"
❖ Noveno mandamiento: "No prestarás falso testimonio contra tu prójimo".
❖ Décimo mandamiento: No desearás la casa de tu prójimo. No desearás la mujer de tu prójimo, su sirviente, su
sirvienta, su buey, su burro, ni nada que le pertenezca a tu prójimo.

Segundo, desde los primeros capítulos del Génesis, Dios dejó claro que el matrimonio era para toda la vida. Además, cualquiera
que pensara en esto, concluiría que el divorcio y el casarse de nuevo serían como adulterar, especialmente cuando uno se
divorcia con la intención de volverse a casar.

Pero recordemos que en este sermón, está claro que Jesús sólo intentaba ayudar a la gente a ver la verdad sobre la lujuria, el
divorcio y el segundo matrimonio. Jesús no estaba hablando de una nueva ley que no hubiera estado en otro tiempo “en los
libros”.

Es interesante que muy pocos en la iglesia han tomado las palabras de Jesús acerca de sacarse el ojo y cortarse la pierna
literalmente, pues estas ideas no concuerdan con el resto de la Escritura, y sólo sirven para hablar fuertemente acerca de evitar
la tentación sexual (lujuria). Pero en la iglesia muchos interpretan literalmente las palabras de Jesús acerca de que la persona
que se vuelve a casar comete adulterio, aún cuando tal interpretación contradice el resto de la Escritura. La meta de Jesús era
que sus oyentes vieran la verdad, con la esperanza de que los divorcios disminuyeran. Si sus seguidores guardaran en sus
corazones lo que Él dijo acerca de la lujuria, no habría inmoralidad en ellos. Si no hubiera inmoralidad, no existirían razones
legítimas para el divorcio y no habría divorcios, tal como era la intención de Dios desde el principio.

¿Cómo Puede un Hombre hacer que su Esposa Cometa Adulterio?

Note que Jesús dijo, “el que repudia a su mujer, excepto por causa de fornicación, hace que ella adultere”. Esto de nuevo nos
lleva a creer que Él no estaba dando una nueva ley acerca de casarse de nuevo, sino sólo revelando la verdad del pecado de un
hombre que se divorcia de su esposa por cualquier causa. Él “hace que ella adultere”. Por esto algunos dicen que Jesús le estaba
prohibiendo a ella el casarse de nuevo, debido a que si lo hace comete adulterio. Pero esto es absurdo. El énfasis del pecado está
en el hombre que se divorcia. Debido a lo que él hace, su esposa no tendrá otra opción sino casarse de nuevo, lo cual no es
pecado de su parte, pues ella sólo es víctima del egoísmo de su esposo. Sin embargo, ante los ojos de Dios, debido a que el
hombre dejó a su mujer sola con la única opción de casarse de nuevo, esto equivalía a forzar a su mujer a irse a la cama con otro
hombre. Así que el que piensa que no ha cometido adulterio es culpable de doble adulterio, el de él y el de su esposa.

12
Jesús no pudo haber dicho que Dios encontraba culpable de adulterio a la víctima que era la esposa, pues esto sería
completamente injusto, y de hecho no tendría validez si la esposa no se casaba de nuevo. Hay que recordar que en aquella época
de Jesús, estaba muy vigente la poligamia y que era el sistema de convivencia más extendido y por lo tanto no era justificable el
divorcio. Tampoco en el Antiguo Testamento era justificable el divorcio ya que el hombre podía tomar cuantas esposas quisiera.
¿Cómo podía decir Dios que ella era una adúltera, a menos que se casara de nuevo? Esto no tendría sentido. Por esto se puede
decir que Dios encuentra al hombre culpable de pecado por su propio adulterio y por el “adulterio” de su esposa, el cual no es
adulterio del todo para ella. Es un segundo matrimonio legal.

¿Y qué acerca de la segunda declaración de Jesús que dice “cualquiera que se casa con una mujer divorciada comete adulterio”?
Hay sólo dos posibilidades para que esto tenga validez. O Jesús estaba ahora agregando una tercera razón para el adulterio en
contra del hombre que piensa que nunca ha cometido adulterio (por una razón similar a la acusación de adulterio por la esposa),
o Jesús estaba hablando acerca del hombre que motiva a una mujer a que se divorcie de su marido para casarse con ella y así
“no cometer adulterio”. Si Jesús estaba diciendo que cualquier hombre en el mundo que se casa con una mujer divorciada comete
adulterio, entonces cada hombre israelita que, en completo cumplimiento con la ley de Moisés, se casó con una divorciada
durante los cientos de años antes de Cristo, cometió adulterio. De hecho, cada hombre en la audiencia de Jesús de ese día, que
se había casado con una mujer divorciada bajo la ley de Moisés, de pronto era culpable de lo que no era culpable un minuto
antes, y Jesús debió haber cambiado la ley de Dios en ese momento. Además, cada persona en el futuro que se casara con una
persona divorciada, confiando en las palabras de Pablo en su carta a los corintios que decía que tal cosa no era pecado, realmente
estaba pecando, cometiendo adulterio.

Todo el espíritu de la Biblia me lleva a admirar a un hombre que se casaba con una mujer divorciada. Si ella había sido una
víctima inocente del egoísmo de su anterior cónyuge, lo admiraría como admiro a un hombre que se casa con una viuda,
tomándola bajo su cuidado. Si ella traía alguna vergüenza de su anterior matrimonio, lo admiraría por ser como Cristo al creer lo
mejor de ella, y por su gracia al ofrecer olvido del pasado y por tomar el riesgo. ¿Por qué cualquiera que tiene el Espíritu Santo y
que ha leído la Biblia concluiría que Jesús estaba prohibiendo a cualquier persona que se casara con alguien divorciado? ¿Cómo
podría tal visión de esto encajar con la justicia de Dios, una justicia que nunca castigaría a alguien por ser una víctima, como es
el caso de la mujer que se divorcia sin ser ella la culpable de esto? ¿Cómo puede esta visión encajar con el mensaje del
evangelio, el cual ofrece perdón y otra oportunidad para el pecador que se arrepiente?

(c.1308-1321), los Siete Pecados Capitales son los siguientes:

1. Lujuria/Violación
2. Gula/Glotonería
3. Avaricia/Codicia
4. Pereza/Decidía
5. Ira/Enojo
6. Envidia/Celos
7. Soberbia/Orgullo

En Proverbios 6:16 – 19, se dice que "Hay 7 cosas que el Señor odia y no puede tolerar". Estas son:

1. Una mirada orgullosa.


2. Una lengua mentirosa.
3. Manos que matan gente inocente.
4. Una mente que hace planes malvados.
5. Pies que se apresuran a hacer el mal.
6. Un testigo que dice mentira tras mentira.
7. Alguien que causa problemas entre amigos.

En Resumen

La Biblia dice que el divorcio siempre implica pecado de parte de uno o de ambos cónyuges. No fue la intención de Dios que los
matrimonios acabaran en divorcio, sino que misericordiosamente proveyó el divorcio como una salida en caso de inmoralidad
tanto física como verbal o de caracter. También, misericordiosamente, proveyó la opción para que los divorciados puedan volver a
casarse.

Si no hubiera sido por las palabras de Jesús acerca de casarse de nuevo, nadie que leyera la Biblia hubiera pensado que casarse
de nuevo era un pecado (excepto por dos casos muy raros bajo el viejo pacto y por un caso singular bajo el nuevo pacto, a saber,
un segundo matrimonio luego de que alguien, siendo cristiano, se divorciara de otro cristiano). Sin embargo, hemos encontrado
una manera lógica de armonizar lo que dijo Jesús acerca de casarse de nuevo, con lo que dice el resto de la Biblia. Jesús no
estaba cambiando la ley de Dios acerca de casarse de nuevo, por una ley más estricta que prohibiría del todo el casarse de
nuevo, una ley imposible de obedecer para aquellos que ya se habían divorciado y vuelto a casar (casi como tratar de separar una
comida cuyos ingredientes han sido revueltos). Esta ley traería una enorme confusión y llevaría a las personas a quebrantar otras
leyes divinas mucho más elevadas y de mayor importancia (de hecho la fornicación y el adulterio no son pecados capitales). Más
bien, Él trataba de ayudar a las personas a que vieran su hipocresía. Ayudaba a aquellos que creían que no habían cometido
adulterio, para que vieran que sí lo estaban cometiendo en otras formas, por su lujuria y por su actitud liberal hacia el divorcio.

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Como la Biblia entera nos enseña, el perdón se ofrece a los pecadores arrepentidos de cualquier tipo de pecado, dándoseles una
segunda y una tercera oportunidad, incluyendo a la gente divorciada. No existe pecado en cuanto a casarse por segunda vez bajo
el Nuevo Pacto, con la excepción de un verdadero creyente que se ha divorciado de otro verdadero creyente, algo que nunca
debería ocurrir pues los verdaderos creyentes no deberían cometer inmoralidades y por esto no habría razón válida para su
divorcio. Pero si esto ocurriera, ambos deben quedarse solteros o, en su defecto, deben reconciliarse o casarse con alguien que
verdaderamente sea creyente.

Por qué se casan las personas si es mejor estar solteros.

No todos los matrimonios son iguales. Pero contestando tu pregunta... las mujeres se casan por miedo a la soledad y a la critica
de la familia y de la sociedad entera... también por buscar comodidades económicas... ¿el hombre? también porque quiere
descendencia y por sexo, muy pocos hombres se casan realmente enamorados.... actitud un tanto machista pero así es.

La Biblia es muy clara al hablarnos de lo que realmente significa la palabra AMOR.


En realidad Dios no se va con rodeos y lo dice tal cual. Muchas veces nos encontramos con que eso que pensamos
que es "amor" no cumple ni una de las características que Dios nos da. Cuándo leemos esta definición, es fácil
compararla con lo que Jesús era. Sabemos que Dios es amor y todas estas pautas El las cumple. Pero más allá de
eso, en la Biblia tienes algunos datos, unos tips para darte cuenta si eso que tu crees que es amor en realidad lo es.
Y también tienes un dato de lo que deberías estar buscando para tu vida. Y por supuesto lo que tu deberías
entregarle a los demás.

1. El amor es paciente y benigno;

2. El amor no tiene celos ni envidia;

3. El amor no es presumido ni vanidoso;

4. No hace nada indebido, ni es egoísta, irritable o rencoroso;

5. No se alegra de la injusticia, mas se alegra si triunfa la verdad.

6. El amor sufre sin desánimo, no desconfía de nada, no pierde la esperanza, soporta toda adversidad y todo lo
supera.

7. El amor se da incondicionalmente, no se obliga a la otra persona a que haga cosas que nosotros queremos
chantajeándola con que si no lo hace todo se acabará.

"El Matrimonio es Amor y Sin Amor No Hay Matrimonio"


Por el Rev. Juan Korszyk

Sabemos que a lo largo de la vida entre dos personas, se llega a crear un entendimiento del placer de compartir una
relación amistosa, (compañerismo), reciprocidad; se llega a crear ante todo, entrega. Tanto más, por la función conectiva del
amor. Ante todo, el amor, es, dar; el amor se da en forma total. Eso es en el matrimonio.

Cuando se ve claramente el efecto del amor verdadero, así como se nos dice en la carta del Apóstol Pablo en I Corintios
13, el amor aparece como lo único que tiene una dimensión de actitud amplia y con futuro de logro, de una meta para volver
a encontrar la felicidad entre los dos que se aman definitivamente.

Sin embargo, tras la afirmación de que amor es entrega, ¿qué del miedo a aparecer inferior a los demás? En efecto, es
un inútil esfuerzo de hacer conquistas, o tal vez, para hacerse amar, empujados por el sentimiento de inferioridad (vs. 2b y
3 “… y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo
para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (I Corintios 13: 2, 3). Tal vez, muchos matrimonios que están
todavía sin alcanzar el amor en su más honda dimensión. Recuerden, qué ese amor tiene que ser un amor vivo, que se
extiende, que se sacrifica, que es capaz de sufrir; nada puede trascender a ese amor – al amor divino.

14
Algunas veces se menosprecia el amor. Ocurre así, por que se degenera y se deforma el amor; no se tiene en cuenta la
tremenda energía interior portadora de la unión.

El amor no toma ventajas, no va a secundar los impulsos sexuales que solamente reducen el
amor a un deseo físico. Pero, el amor sexual es adhesión a un solo compañero sexual, y por eso
cuando se comete la infidelidad sexual dentro del matrimonio, las consecuencias son nefastas.

Cuando hay amor, casi nunca, se comienza en virtud de los impulsos sexuales. Una vez que se
consigue, “un amigo” de sexo opuesto. Generalmente, se hace por admiración de las cualidades que
vemos en el otro. En efecto, los casados de ahí descubrimos la realidad que el éxito trae consigo un
nuevo éxito, así como el fracaso llama al fracaso. ¡El amor es el gran maestro de todas las virtudes! –
es el éxito más satisfactorio.

Pero es eso, lo que falta en nuestros días.

Un matrimonio sólido y una familia contenta. En base a la virtud del pacto del amor conyugal – “un pacto incondicional”:
Recuerden – “Te amaré, respetaré, y protegeré siempre, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la
riqueza y en la pobreza”…ahí es donde se hunde sus raíces en el complemento y comunión de amor. La persona tiene que
tomar parte activa, junto a alguien que se integra a la relación duradera, esta misma tiene que tener la actitud con futuro
que se enfoca más en lo que nos une que en lo que nos separa.

El amor es la fuerza viva y real, todo el que es motivado por esa actitud, tiene futuro y su vida descansa más segura y
más tranquila. El amor es la clave para la superación y la permanencia del matrimonio…, a través del amor, se vive mejor –
El amor nunca deja de ser. Con amor puede durar la relación para toda la vida. Para finalizar, recuerden: El matrimonio es
una tarea amorosa, al amor hay que trabajarlo poco a poco – el amor sabe dar su tiempo, su afecto, su entrega con sacrifico,
y si es necesario el amor puede dar sus gustos. Así es el amor sacrificado y sufrido.

Atrapados en un MATRIMONIO SIN AMOR

“En una sociedad con tan alto porcentaje de divorcios, no solo es probable que más matrimonios infelices acaben divorciándose,
sino que más matrimonios sean infelices.” (COUNCIL ON FAMILIES IN AMERICA.) SE DICE que la mayoría de las alegrías que nos
da la vida, así como la mayoría de los disgustos, proceden de la misma fuente: el matrimonio. De hecho, existen pocas cosas que
puedan producirnos tanta felicidad o tanto dolor. Como indica el recuadro adjunto, para muchas parejas su enlace matrimonial es
una experiencia sumamente dolorosa.

Sin embargo, las estadísticas sobre el divorcio revelan solo parte del problema. Por cada matrimonio que naufraga, infinidad de
parejas permanecen a flote en aguas estancadas. “Éramos una familia feliz, pero los últimos doce años han sido horribles —
confesó una mujer que llevaba casada más de tres décadas—. A mi esposo no le importan mis sentimientos. En realidad es mi
peor enemigo en sentido emocional.” Asimismo, un hombre que se casó hace casi veinticinco años se lamentó: “Mi esposa me ha
dicho que ya no me ama, pero que si nos limitamos a vivir bajo el mismo techo y en los momentos de ocio cada uno va por su
lado, podrá soportarlo”.

Algunas personas que se hallan en una situación tan desesperada ponen fin a su matrimonio. No obstante, para muchas otras, el
divorcio no es una opción. ¿Por qué? Según la doctora Karen Kayser, ciertos factores como los hijos, el estigma social, la situación
económica, los amigos, los familiares y las creencias religiosas pudieran evitar la ruptura de una pareja que haya dejado de
quererse. “Ante los obstáculos para divorciarse legalmente —señala—, estas personas optan por seguir juntas, aunque
divorciadas emocionalmente.” Se convierten en prisioneros y esclavos; su vida es calvario y pueden terminar suicidandose o
cometiendo homicidio.

¿Debe resignarse a llevar una vida de insatisfacción la pareja cuya relación se ha enfriado? ¿Es el matrimonio sin amor la única
alternativa aparte del divorcio? La experiencia demuestra que muchos matrimonios que pasan por problemas pueden salvarse y
evitar, no solo el dolor de la ruptura, sino también el sufrimiento que ocasiona el desamor. Una gran cantidad de hombres y
mujeres se casan sin estar enamorados, solo por la presión social y el miedo a quedarse solos ¿Por qué se desvanece el amor?

El divorcio alrededor del mundo

• Australia: El número de divorcios casi se ha cuadruplicado


desde principios de los años sesenta.
• Canadá y Japón: Un tercio de las uniones conyugales
terminan rompiéndose.
• Estados Unidos: Desde 1970, las parejas que se casan no
tienen más que un 50% de probabilidades de mantener una
relación perdurable.
• Gran Bretaña: Según los pronósticos, 4 de cada 10
matrimonios culminarán en divorcio.

15
• Zimbabue: El divorcio pone fin aproximadamente a 2 de cada
5 matrimonios.

¿POR QUÉ SE DESVANECE EL AMOR?

“Parece mucho más sencillo enamorarse que seguir enamorado.”—Doctora Karen Kayser.

QUIZÁS no nos sorprenda que los matrimonios sin amor estén proliferando. La unión conyugal es una relación humana compleja,
y muchas personas la inician sin estar preparadas. “Para conseguir la licencia de conducir, tenemos que demostrar que poseemos
cierta habilidad —observa el doctor Dean S. Edell—, pero la licencia matrimonial se puede obtener con tan solo una firma.”

Por eso, mientras que muchos matrimonios prosperan y son felices, otros pasan por momentos de tensión. Quizás uno de los
cónyuges o ambos se casen con grandes expectativas, pero carezcan de las aptitudes necesarias para mantener una relación
duradera. “Cuando dos personas inician una amistad íntima —señala el doctor Harry Reis—, sienten que cada una aporta a la otra
un sentimiento de valía personal.” Creen que su pareja es “la única persona del mundo que comparte sus puntos de vista. Ese
sentimiento a veces desaparece, lo que puede tener graves repercusiones en el matrimonio”. Sin embargo, siguen casados y
siendo muy infelices al igual que sus hijos.

Afortunadamente, muchas relaciones conyugales no llegan a ese punto. No obstante, resumiremos algunos factores que en
ocasiones han contribuido a que el amor se desvanezca.

Desilusión: “Esto no es lo que yo esperaba”

“Cuando me casé con Jim —relata Rose—, creía que nuestra relación sería como la de la Bella Durmiente y el Príncipe Azul, llena
de amor, ternura y consideración.” Sin embargo, al poco tiempo, el “príncipe” de Rose perdió su encanto. “Acabé llevándome una
terrible desilusión”, afirma.

Numerosas películas, libros y canciones populares ofrecen una visión poco realista del amor. Durante el noviazgo, muchas
personas pudieran sentirse como si estuvieran viviendo un sueño hecho realidad y concluir al cabo de algunos años de casadas
que, sin lugar a dudas, solo se trataba de un sueño. Un matrimonio viable pudiera parecer un absoluto fracaso por el mero hecho
de no haberse convertido en un idilio de cuento de hadas.

Claro, algunas expectativas son del todo apropiadas. Por ejemplo, es normal esperar amor, atención y apoyo del cónyuge. Y, sin
embargo, incluso estos deseos pudieran no satisfacerse. “Es casi como si no estuviera casada —dice Meena, una joven de la
India—. Me siento sola y abandonada.”

Incompatibilidad: “No tenemos nada en común”

“Mi esposo y yo somos polos opuestos en casi todo —admite una mujer—. No pasa un día sin que me arrepienta amargamente de
haberme casado con él. Sencillamente somos incompatibles.”

Por lo general, los recién casados no tardan mucho tiempo en descubrir que no se asemejan tanto como
les parecía durante el noviazgo. “El matrimonio pone de manifiesto rasgos de la personalidad que ellos
mismos desconocían antes de casarse”, escribe la doctora Nina S. Fields.

De ahí que haya parejas que después de contraer matrimonio tal vez concluyan que son totalmente
incompatibles. “Aunque tengan algunos gustos y rasgos del carácter parecidos, la mayoría de las personas
se casan con alguien cuyo estilo de vida, costumbres y actitud difieren bastante del propio”, indica el
doctor Aaron T. Beck. Muchos cónyuges no saben cómo conciliar esas diferencias.

¿Cómo repercute en los niños?


¿Puede repercutir en los hijos la relación matrimonial? Según el doctor John Gottman, que lleva investigando este tema alrededor
de dos décadas, la respuesta es sí. “En dos estudios realizados durante un período de diez años cada uno —señala—, hemos
descubierto que los hijos pequeños de parejas infelices presentan un ritmo cardíaco más acelerado cuando juegan y que les
cuesta más tranquilizarse. Con el tiempo, las discrepancias maritales ocasionan un bajo rendimiento escolar, prescindiendo del
coeficiente intelectual que tengan los niños.” En cambio, añade Gottman, a los hijos de parejas bien avenidas “les va mejor en el
campo escolar y social porque sus padres les han enseñado con el ejemplo a tratar a otras personas con respeto y a sobrellevar la
tensión emocional”.

Discrepancias: “Siempre estamos discutiendo”

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“Nos quedábamos atónitos de ver cuánto nos peleábamos; incluso nos gritábamos, o lo que es peor, dejábamos de hablarnos
durante días”, relata Cindy al recordar los primeros días de su vida de casada.

Es inevitable que surjan desacuerdos entre los cónyuges. Pero ¿cómo pueden resolverse? “En un matrimonio saludable —escribe
el doctor Daniel Goleman—, el marido y la mujer se sienten libres de manifestar una queja. Pero con demasiada frecuencia, en el
calor de la discusión, las quejas se manifiestan de una forma destructiva, como un ataque a la personalidad del cónyuge.”

Cuando esto sucede, la conversación se convierte en un campo de batalla en el que se defienden las opiniones con fuerte
determinación y las palabras dejan de ser un medio de comunicación para transformarse en un arma. Un grupo de expertos
señala: “Uno de los efectos más perjudiciales de las discusiones que se escapan de las manos es que los cónyuges tienden a decir
cosas que amenazan los mismísimos pilares del matrimonio”.

Apatía: “Nos hemos dado por vencidos”

“He dejado de intentar que nuestro matrimonio funcione —confesó una mujer después de llevar cinco años casada—. Sé que
nunca funcionará. Así que lo único que me preocupa son mis hijos.”

Se dice que la verdadera antítesis del amor no es el odio, sino la apatía. Lo cierto es que la indiferencia en el matrimonio puede
ser tan destructiva como la hostilidad.

Lamentablemente, algunos cónyuges han llegado a acostumbrarse tanto a la falta de amor que han perdido toda esperanza de
que se produzca algún cambio. Por ejemplo, un marido asemejó sus veintitrés años de matrimonio a “un empleo que no te
gusta”. Y añadió: “Uno se limita a cumplir”. Así mismo, tras llevar siete años casada, una mujer llamada Wendy ha perdido la
esperanza de que su relación conyugal mejore. “Lo intenté tantas veces —comenta—, y él siempre me defraudó. Acabé en una
depresión. No quiero pasar por eso otra vez. Si yo me dejara llevar por la esperanza, sólo me haría más daño. Más vale no
esperar nada; no disfrutaré de las cosas, pero por lo menos no me deprimiré.”

La desilusión, la incompatibilidad, las discrepancias y la apatía son tan solo algunos de los factores que pueden contribuir a que se
desvanezca el amor en el matrimonio. Es obvio que hay más razones, algunas de las cuales se recogen en el recuadro de la
página 5. Ahora bien, prescindiendo de cuál sea la causa, ¿hay esperanza para las parejas que parecen estar atrapadas en un
matrimonio sin amor? "¿Hay razones para tener esperanza?" Sobre ello tratará el próximo artículo.

Matrimonios sin amor: otros factores

• Dinero: “Quizás alguien se imagine que planear el


presupuesto une a la pareja porque esta tiene que cooperar y
crear un fondo común que cubra las necesidades básicas y les
permita saborear los frutos de su trabajo. Pero también en
este caso, lo que pudiera unir a la pareja en una empresa
conjunta a menudo la separa”.—Doctor Aaron T. Beck.
• Paternidad: “Hemos descubierto que, en el 67% de los casos,
la felicidad conyugal disminuye considerablemente después de
tener el primer hijo, al tiempo que su relación se hace ocho
veces más conflictiva. Esto se debe en parte a que los padres
se encuentran más cansados y no tienen mucho tiempo para
ellos”.—Doctor John Gottman.
• Engaño: “Normalmente, la infidelidad implica engaño, y el
engaño es, lisa y llanamente, un abuso de confianza. Dado que
la confianza es esencial en todo matrimonio feliz y duradero,
¿es de extrañar que el engaño pueda causar estragos en la
relación marital?”.—Doctora Nina S. Fields.
• Relaciones sexuales: “Sucede con sorprendente frecuencia
que para cuando la gente decide divorciarse, lleva muchos
años privándose de las relaciones sexuales. Algunos
matrimonios nunca llegaron a tenerlas, y otros las
consideraban algo mecánico, tan solo un modo de satisfacer
las necesidades físicas del cónyuge”.—Judith S. Wallerstein,
psicóloga clínica.

17
SU MATRIMONIO puede salvarse

La Biblia contiene muchos consejos prácticos que pueden beneficiar tanto a los esposos como a las
esposas, lo cual no ha de sorprendernos, pues Quien inspiró la Biblia también es el Fundador del
matrimonio.

LA BIBLIA habla del matrimonio de forma realista. Reconoce que los cónyuges tendrán “tribulación” o
que sufrirán “aflicciones y trabajos”, según se traduce en la versión de Torres Amat (1 Corintios 7:28).
Sin embargo, las Escrituras también señalan que la unión marital puede y debe producir dicha e incluso
éxtasis (Proverbios 5:18, 19). Estas dos afirmaciones no son contradictorias. Simplemente muestran
que, a pesar de los graves problemas que quizá surjan, una pareja puede mantener una relación íntima
y afectuosa.

¿Carece su matrimonio de estos rasgos? ¿Han eclipsado el dolor y la desilusión la intimidad y el gozo que un día caracterizaron su
relación? Aunque el amor que los unía haya desaparecido hace muchos años, es posible recuperarlo. Por supuesto, debemos ser
realistas. No hay ningún matrimonio perfecto, pues todos somos imperfectos. No obstante, existen medidas que contribuirán a
cambiar de forma radical las tendencias negativas.

Mientras lee la información que se presenta seguidamente, intente determinar qué puntos son aplicables en especial a su
matrimonio. En vez de centrarse en los defectos de su pareja, seleccione algunas sugerencias que usted puede poner en práctica
y aplique el consejo bíblico. Posiblemente se dé cuenta de que la situación de su matrimonio no es tan desesperada como
pensaba.

Analicemos primero la cuestión de la actitud, puesto que su sentido del compromiso y lo que siente por su cónyuge son de
máxima importancia.

El sentido del compromiso

Si va a esforzarse por salvar su matrimonio, debe considerarlo una unión duradera. Al fin y al cabo, Dios fundó dicho enlace para
que fuera indisoluble (Génesis 2:24; Mateo 19:4, 5). Por lo tanto, la relación matrimonial no es como un trabajo al que se puede
renunciar ni como un apartamento que se puede dejar con solo romper el contrato de alquiler y mudarse. Más bien, cuando una
persona se casa, promete solemnemente no separarse de su cónyuge, pase lo que pase. Tal profundo sentido del compromiso
concuerda con lo que Jesucristo dijo hace casi dos mil años: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre”
(Mateo 19:6).

Alguien pudiera decir: “Bueno, todavía estamos juntos, ¿no demuestra eso que tenemos sentido del compromiso?”. Quizás. Sin
embargo, como se indicó al comienzo de esta serie, algunas parejas que permanecen juntas están estancadas, atrapadas en un
matrimonio sin amor. Su relación no tiene que ser únicamente tolerable, ha de ser placentera. El compromiso debe reflejar
lealtad, no solo a la institución del matrimonio, sino también a la persona a la que se ha prometido amar y cuidar (Efesios 5:33).

Lo que le dice a su cónyuge pudiera revelar la profundidad de su sentido del compromiso. Por ejemplo, durante una discusión
acalorada, algunas parejas hacen comentarios imprudentes como estos: “¡Te dejo!” o “¡Voy a buscarme alguien que me aprecie!”.
Aunque esas palabras no se digan en serio, socavan el sentido del compromiso porque dan a entender que la puerta está siempre
abierta y que quien lo dice está listo para salir por ella.

Para que vuelva a haber amor en su matrimonio, borre las amenazas de sus conversaciones. Después de todo, ¿decoraría un
apartamento si supiera que en cualquier momento se va a mudar? ¿Por qué esperar entonces que su cónyuge se esfuerce por
salvar un matrimonio que pudiera no ser duradero? Tome la determinación de intentar por todos los medios solucionar sus
problemas.

Tras una turbulenta crisis matrimonial, una mujer afrontó la situación del siguiente modo: “A pesar de lo mucho que a veces me
desagradaba mi marido, jamás pensé en dejarle —relata—. De alguna forma íbamos a encontrar una solución para lo que fuera
que marchase mal. Y ahora, después de dos años muy difíciles, puedo afirmar con sinceridad que de nuevo somos felices juntos”.

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En efecto, el compromiso implica trabajar en equipo: no simplemente convivir, sino luchar por alcanzar un objetivo común. Sin
embargo, es posible que en este momento piense que lo único que mantiene unido su matrimonio sea el sentido del deber. Si así
es, no se desespere. Tal vez pueda recuperar el amor perdido. ¿Cómo?

Lance la pelota suavemente

La Biblia recomienda: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada


con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno”
(Colosenses 4:6). Este consejo atañe, sin duda, al matrimonio.
Ilustrémoslo: cuando jugamos a pasar la pelota, la tiramos de forma
que la otra persona pueda atraparla con facilidad. No la arrojamos con
tanta fuerza que le hagamos daño. Aplique el mismo principio cuando
hable con su cónyuge. Lanzándole comentarios cortantes solo logrará
herirlo. En vez de eso, háblele con amabilidad, con gracia, para que
capte bien lo que le quiere decir.

Honre a su cónyuge

La Biblia dice: “Que el matrimonio sea honorable entre todos” (Hebreos 13:4; Romanos 12:10). Las formas de la palabra griega
que aquí se traduce por “honorable” se vierten como “preciado”, “estimado” y “precioso” en el resto de las Escrituras. Cuando
valoramos algo profundamente, lo cuidamos con muchísimo esmero. Quizás haya observado esa actitud en el hombre que acaba
de comprarse un automóvil caro: mantiene su preciado vehículo reluciente y en perfecto estado, y hasta un pequeño rasguño
supone para él una gran catástrofe. Otras personas se preocupan de forma similar por su salud. ¿Por qué? Porque valoran su
bienestar y desean protegerlo.

Cuide y proteja su matrimonio de la misma manera. La Biblia indica que el amor ‘espera todas las cosas’ (1 Corintios 13:7). En
vez de pensar de forma derrotista y tal vez descartar la posibilidad de una mejoría diciéndose: “Nunca estuvimos realmente
enamorados”, “Nos casamos demasiado jóvenes” o “No sabíamos lo que estábamos haciendo”, ¿por qué no es optimista e intenta
mejorar la situación, esperando con paciencia a que su esfuerzo dé resultado? “He oído a muchos de mis clientes decir: ‘Ya no
puedo aguantarlo más’ —observa una consejera matrimonial—. En vez de analizar su relación para averiguar en qué aspectos
deben mejorar, se apresuran a tirarlo todo por la borda, incluidos los valores que sí tienen en común, las vivencias que han ido
acumulando a lo largo de los años y la posibilidad de disfrutar de un futuro juntos.”

¿Qué vivencias le unen a su cónyuge? Prescindiendo de los problemas que haya habido entre ambos, seguramente puede
recordar momentos agradables, logros y desafíos que han afrontado unidos como equipo. Reflexione en esas ocasiones, y
demuestre que respeta su matrimonio y a su pareja esforzándose con sinceridad por mejorar la relación. Los cristianos deben
procurar que su matrimonio dé honra a Jehová Dios. La Biblia indica que Él desea que los cónyuges se traten bien el uno al ot ro.
Por ejemplo, en tiempos del profeta Malaquías, Jehová censuró a los israelitas que traicionaban a sus esposas divorciándose de
ellas por nimiedades (Malaquías 2:13-16).

Un nuevo cónyuge, pero los mismos problemas


Algunas personas que se sienten atrapadas en un matrimonio sin amor
se ven tentadas a empezar de cero junto a un nuevo cónyuge. Ahora
bien, las Escrituras condenan el adulterio diciendo que quien comete
dicho pecado es “falto de corazón”, o “un insensato”, según la Biblia de
Jerusalén (1998), y “está arruinando su propia alma” (Proverbios 6:32).
Por si fuera poco, el adúltero que no se arrepiente pierde el favor de
Dios, que es lo peor que pudiera sucederle (Hebreos 13:4).

La total insensatez del adulterio también se manifiesta de otras formas.


Por ejemplo, el adúltero que se vuelve a casar posiblemente afronte los
mismos problemas que en su primer matrimonio. La doctora Diane
Medved habla de otro aspecto que ha de tenerse en cuenta: “Lo
primero que aprendió de usted su nuevo cónyuge fue que está
dispuesto a ser infiel. Él o ella sabe que es capaz de engañar a quien ha
prometido honrar, que se le dan bien las excusas, que puede olvidar su
compromiso, que se deja llevar por el placer sensorial o el deseo de
satisfacer el ego. [...] ¿Cómo puede estar seguro su segundo cónyuge
de que no le hará lo mismo que al primero?”.

19
¿Constituyen un grave problema las discrepancias?

Una de las principales características de los matrimonios sin amor parece ser la incapacidad de la pareja para resolver sus
desacuerdos. Dado que no hay dos personas exactamente iguales, todos los matrimonios discrepan en algo de vez en cuando.
Pero en el caso de aquellos que están constantemente enfrentados, el amor pudiera haberse ido enfriando con el paso de los
años. Tal vez hasta lleguen a la conclusión de que son totalmente incompatibles, puesto que siempre están discutiendo.

Ahora bien, el mero hecho de que surjan discrepancias no significa que el matrimonio esté sentenciado al fracaso. La cuestión es
cómo se tratan las diferencias. Las parejas felices han aprendido a dialogar sobre sus problemas sin convertirse, según palabras
de cierto doctor, en “enemigos íntimos”.

Recuerde los viejos tiempos


Lea las cartas y tarjetas que se escribieron. Mire fotografías.
Pregúntese: “¿Qué me atrajo de mi cónyuge? ¿Qué cualidades suyas
admiraba más? ¿Qué actividades realizábamos juntos? ¿Qué nos hacía
reír?”. Después hable con su pareja de esos recuerdos. Una
conversación que comience con las palabras “¿Recuerdas cuando...?”
puede ayudarles a usted y a su cónyuge a reavivar los sentimientos que
una vez los unieron.

“El poder de la lengua”

¿Saben hablar de sus problemas usted y su cónyuge? Ambos deben estar dispuestos a hacerlo. La verdad es que no es fácil. ¿Por
qué? En primer lugar, porque todos ‘tropezamos en palabra’ alguna que otra vez debido a que somos imperfectos (Santiago 3:2).
Además, algunos cónyuges se han criado en hogares en los que sus progenitores solían dar rienda suelta a la ira. En cierto modo,
se les enseñó a creer desde temprana edad que los cambios bruscos de humor y los insultos son normales. Un hombre que haya
crecido en ese ambiente quizás sea “dado a la cólera” o “dispuesto a la furia”, y una mujer tal vez sea “deslenguada e iracunda”
(Proverbios 29:22; Proverbios 21:19, Jüneman). Posiblemente resulte difícil cambiar un modo de pensar y de relacionarse tan
arraigado.*

Por lo tanto, para abordar las discrepancias, es necesario aprender nuevas formas de expresarse. Saber comunicarse no es un
asunto de poca importancia, pues un proverbio de la Biblia afirma: “Muerte y vida están en el poder de la lengua” (Proverbios
18:21). Así es, por insignificante que parezca: la forma de hablarle al cónyuge tiene la capacidad tanto de destruir como de
reavivar la relación. “Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada —dice otro proverbio bíblico—,
pero la lengua de los sabios es una curación.” (Proverbios 12:18.)

¿Hieren sus palabras, o curan?

Aunque parezca que su cónyuge es el que más ofende al hablar, piense en lo que usted dice durante una disputa. ¿Hieren sus
palabras, o curan? ¿Incitan a la cólera, o la aplacan? “La palabra que causa dolor hace subir la cólera”, señala la Biblia. En
cambio, “la respuesta, cuando es apacible, aparta la furia” (Proverbios 15:1). Las expresiones hirientes, aunque se digan con
calma, empeorarán la situación.

Por supuesto, si algo le perturba, tiene derecho a expresarse (Génesis 21:9-12). Pero hágalo sin recurrir al sarcasmo, los insultos
y las humillaciones. Póngase límites definidos, como el de no decir nunca a su pareja frases como “Te odio” u “Ojalá no me
hubiera casado contigo”. También es prudente que evitemos envolvernos en lo que el apóstol cristiano Pablo denominó “debates
acerca de palabras” y “disputas violentas acerca de insignificancias”, aunque en ese pasaje no estaba hablando específicamente
del matrimonio (1 Timoteo 6:4, 5). Si su cónyuge emplea estos métodos, no tiene que reaccionar de la misma manera. En lo que
dependa de usted, busque la paz (Romanos 12:17, 18; Filipenses 2:14).

Hay que reconocer que, cuando los ánimos se caldean, es difícil controlar lo que se dice. “La lengua es un fuego”, advierte el
escritor bíblico Santiago, y agrega: “Nadie de la humanidad puede domarla. Cosa ingobernable y perjudicial, está llena de veneno
mortífero” (Santiago 3:6, 8). Entonces, ¿qué hacer cuando empieza a subir el tono de la conversación? ¿Cómo le hablará a su
pareja para no añadir más leña al fuego, sino resolver las discrepancias?

20
Cómo sofocar las discusiones acaloradas

Algunas personas han comprobado que es más fácil aplacar la ira y abordar el asunto que desean tratar si se centran en sus
propios sentimientos y no en el comportamiento de su pareja. Por ejemplo, un comentario como “Me siento dolido por lo que
dijiste” produce mejores resultados que “Me has herido” o “Parece mentira que me digas eso”. Por supuesto, cuando exprese sus
sentimientos, el tono de la voz no debe ser amargo ni despectivo. La meta debe ser resaltar el problema en vez de atacar al
cónyuge (Génesis 27:46-28:1).

Además, recuerde siempre que hay “tiempo de callar y tiempo de hablar” (Eclesiastés 3:7). Cuando dos personas hablan a la vez,
ninguna de las dos presta atención a lo que la otra dice y, por consiguiente, no se logra nada. Así pues, cuando le toque el turno
de escuchar, sea “presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar” y, no menos importante, “lento en cuanto a ira” (Santiago
1:19). No se tome al pie de la letra cada palabra áspera que su cónyuge le dirija. Acate el consejo bíblico: “No te des prisa en tu
espíritu a sentirte ofendido” (Eclesiastés 7:9). Trate de descubrir los sentimientos que lo motivaron a expresarse de ese mod o.
“La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera —dice la Biblia—, y es hermosura de su parte pasar por alto la
transgresión.” (Proverbios 19:11.) La perspicacia ayuda tanto al esposo como a la esposa a profundizar en las razones por las que
se produce el desacuerdo. Por ejemplo, cuando una mujer se queja de que su marido no pasa tiempo con ella, lo más seguro es
que no se trate solo de una cuestión de horas y minutos. Posiblemente el problema sea que se siente abandonada o poco
valorada. Así mismo, cuando un hombre protesta porque su mujer ha hecho una compra impulsiva, es probable que no lo haga
solo por el dinero, sino porque no ha contado con él para tomar la decisión. Los cónyuges que tienen perspicacia tratarán de
profundizar en el asunto y llegar a la raíz del problema (Proverbios 16:23).

Desde luego, es más fácil decirlo que hacerlo. A veces, a pesar de poner todo el empeño, se hacen comentarios hirientes y se
caldean los ánimos. Cuando se dé cuenta de que eso empieza a suceder, tal vez tenga que seguir el consejo de Proverbios 17:14:
“Antes que haya estallado la riña, retírate”. No hay nada malo en posponer la conversación hasta que se hayan calmado. Si les
resulta difícil hablar sin que la situación se les escape de las manos, quizás sea aconsejable que un amigo maduro se siente con
ustedes y los ayude a resolver sus diferencias.

Sea realista

No se desanime si su matrimonio no es como se imaginó durante el noviazgo.


Un grupo de expertos señala: “En la mayoría de los casos, el matrimonio no
es sinónimo de dicha sin fin. Hay momentos maravillosos y otros muy
difíciles”.

Es cierto que tal vez la unión marital no sea un idilio de cuento de hadas,
pero tampoco tiene que ser una tragedia. Aunque en algunas ocasiones usted
y su cónyuge no tengan más remedio que soportarse el uno al otro, habrá
momentos en que puedan olvidar sus diferencias y disfrutar sin más de la compañía mutua
divirtiéndose y hablando como amigos (Efesios 4:2; Colosenses 3:13). Estas son las ocasiones propicias
para recuperar el amor perdido.

Recuerde: es imposible que dos personas imperfectas tengan un matrimonio perfecto, pero no que alcancen cierto grado de
felicidad. De hecho, a pesar de las dificultades, la relación entre usted y su cónyuge puede depararles muchas satisfacciones. Una
cosa es cierta: si ambos se esfuerzan y están dispuestos a ceder y a buscar el bien del otro, hay buenas razones para creer que
su matrimonio puede salvarse (1 Corintios 10:24).

La sabiduría de los proverbios bíblicos

• Proverbios 10:19: “En la abundancia de palabras no deja de haber


transgresión, pero el que tiene refrenados sus labios está actuando
discretamente”.
Al enojarse, tal vez diga cosas que no siente, y más tarde
lamente haberlas dicho.
• Proverbios 15:18: “Un hombre enfurecido suscita contienda, pero el
que es tardo para la cólera apacigua la riña”.
Si lanza hirientes acusaciones a su cónyuge, lo más probable es
que este se ponga a la defensiva, mientras que si escucha con
paciencia, podrán hallar entre ambos la solución a su problema.
• Proverbios 17:27: “Cualquiera que retiene sus dichos posee
conocimiento, y un hombre de discernimiento es sereno de espíritu”.
Cuando sienta que empieza a encolerizarse, lo mejor es no
hablar; así evitará una verdadera confrontación.
• Proverbios 29:11: “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir,
pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último”.
El autodominio es de suma importancia. Los arranques de ira
solo alejarán de usted a su cónyuge.

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COMO DISCUTIR EN EL MATRIMONIO

” Yo quisiera no tener que discutir nunca con mi esposo, decía en medio de lágrimas la esposa desconsolada” Otro decía: ” Mi
esposa me está volviendo loco, discute por todo, no me entiende, y cada día no hace sino desesperarme”. ¿Es posible vivir como
matrimonio sin tener que discutir?.

Los Conflictos y las discusiones no son malas, son el mecanismo genuino que nos lleva a crecer como pareja. Lo que necesitamos
en nuestro matrimonio es saber tratar con nuestras diferencias y aprender a saltar juntos los obstáculos diarios, como lo hacen
los deportistas en el campo de las carreras de obstáculos. La Biblia dice:

“Si se enojan, no pequen.»l No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, 27 ni den cabida al diablo”. EFESIOS 4:26,27

La clave en el matrimonio es aprender a tratar nuestras diferencias con mentalidad de adulto. Cuando como adultos hablamos y
discutimos teniendo una mente abierta sacamos los frutos más sólidos de nuestra relación. He aquí algunos de los elementos
determinantes que producirán una saludable discusión de tópicos que fortalecerán nuestra relación de matrimonio.

.1.- Demuestre a su cónyuge que su amor por él o ella es incondicional.

Muchos matrimonios se demuestran amor pero condicional. Si piensas como yo, sí aceptas lo que digo, haces lo que yo digo y no
tengo que repetírtelo y vas donde quiero, entonces te amo, pero sí discrepas conmigo no te demostraré amor. La Biblia no habla
de unidad como producto de la uniformidad, sino de unidad en medio de la diversidad. Nuestro amor no puede ser condicionado.
Dios nos ama incondicionalmente y ese tipo de amor tenemos que expresarlo en el matrimonio. Mis ideas no tienen porque
alejarme de la persona a quien amo y quién tiene ideas diferentes. Juntos podemos enriquecernos en la combinación de nuestras
diferencias. Cuando el amor es incondicional no se amenaza a la pareja con que se le va a dejar si no hace nuestro capricho por
más se crea que uno esta en lo cierto, porque eso no es amor sino posesión.

.2.- Decida no atacar si usted es atacado.

Hay momentos en nuestra relación cuando nuestro cónyuge por su inmadurez, o por su confusión o tal vez por sentirse
indefenso, nos ataca. Si respondemos de la misma manera, con un ataque, creamos un problema y las posibilidades de solución
de problemas tenderán a profundizarse.

“La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor” Proverbios 15:1

Esta es una gran verdad revelada en la Escritura. Produce un fruto que se nota en forma casi inmediata.

3.- Ejercite el Dominio Propio con el enojo.

La Biblia habla claramente que un fruto del Espíritu Santo es el Dominio propio.

“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio”.
Gálatas 5:22.

Cuando la Biblia habla del Dominio propio se refiere a dominar 4 cosas: la lengua, la comida, el caracter y el sexo. Entonces en el
matrimonio en medio de una discusión necesitamos ejercer el Dominio Propio en la lengua no permitiendo que ella sea el medio
rápido de desplegar nuestra ira hacia el cónyuge.

.4.- No se concentre mucho en la expresión, las palabras o las actitudes que vienen del cónyuge, sino más bien en
tus reacciones.

Jesús lo dijo de esta manera:” ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que
está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo” , cuando ahí tienes una viga en el tuyo
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano”.
Mateo 7:3-5.

En el matrimonio en medio de discusiones, tendemos a mirar más los ataques que recibimos e ignorar nuestras reacciones.
Nosotros no somos responsables de los ataques que vienen pero si de nuestras reacciones. Cuando comienzo a reconocer y tratar
mis reacciones, descubro que un cambio comienza a generarse en mi cónyuge con quien tengo ciertas diferencias.

.5.- Muévase más allá del dolor a través del entendimiento.

Entendimiento en el matrimonio no puede llegar o experimentarse hasta que no logre la claridad de lo que yo estoy recibiendo.
Muchas veces nuestro cónyuge no esta expresando claramente lo que esta en su corazón. Especialmente a las mujeres les cuesta

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expresar claramente lo que tienen dentro de ellas, debido a que son básicamente movidas por las emociones y los hombres
somos movidos por la lógica. Es por eso que es común escuchar a un hombre decir: “Tú dijiste esto o aquello” , la esposa dice: ”
Yo no dije eso o no quise decir”. Para los hombres es especialmente difícil expresar sus sentimientos pues vivimos en un mundo
machista en donde el hombre no debe llorar ni expresar su amor en público.

Parafrasear es algo vital en la comunicación. Parafraseo es repetir lo que oímos para estar seguros que nuestro cónyuge ha
podido expresar lo que está en su corazón. Para eso necesitamos movernos más allá del dolor hacia una genuina comunicación.

.6.- Decida no culpar a su cónyuge y derrame misericordia sobre él o ella.

Recordemos que la Culpa es un instrumento de Dios para llevarnos al arrepentimiento pero lamentablemente Satanás usa la
culpa para condenarnos. La culpa en el diseño de Dios produce convicción, pero la culpa en manos del enemigo produce
condenación. Culparnos mutuamente solo extiende el abismo entre los dos. Dios es misericordia y él quiere que en nuestro
matrimonio no perdamos ni la Misericordia ni la Compasión.

El Salmista dijo de Dios: “Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová
moraré por largos días”. Salmo 23:6

Ojala nuestro cónyuge pudiera decir lo mismo de nosotros. ” Desde que decidimos aprender a discutir en nuestro matrimonio, el
bien y la misericordia me han seguido de tu parte”.

Decida hoy comenzar este sencillo plan de resolución de discusión en tu matrimonio y notarás una gran diferencia.

Matrimonio sin amor

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Analiza tus sentimientos

¿Amor o costumbre? Vale la pena hacer una profunda reflexión.

El amor se transforma a lo largo del tiempo y, lo que sucede en el matrimonio, no


es la excepción de la regla. Existen matrimonios en donde el amor se acaba y si no es
del todo así, las circunstancias se modifican y se dan muchos conflictos entre la pareja.
Las características de este tipo de parejas son:

Los cónyuges sólo hablan para discutir.

Ambos cónyuges tienen amistades que no comparten entre sí. Cada uno tiene su
propio grupo de amigos y muy pocos amigos en común.

Ella se siente feliz cuando él tiene que salir de viaje de negocios y él lanza un suspiro
de alivio cuando llega a casa y no la encuentra.
Kena © Derechos Reservados
Su vida íntima puede considerarse un verdadero desastre.

No hay atractivo físico entre ambos. Él considera, a su compañera, fea y ella se pregunta qué vio en él antes de casarse.

Sus ideas y opiniones, acerca de todas las cosas importantes de la vida son, diametralmente, opuestas.

Ambos detestan a la familia del otro.

Con frecuencia, sus disgustos degeneran en agresión verbal. Ambos se dicen cosas hirientes. En sus discusiones se han perdido
por completo el respeto.

Ambos consideran que su matrimonio fue un error, que se casaron con la persona equivocada.

RAZONES PARA NO DIVORCIARSE

1. Porque, en muchos círculos sociales, el divorcio sigue siendo mal visto.

2. Por razones religiosas.

3. Por razones económicas. Muchas mujeres no saben ganarse la vida y el hombre no tiene suficientes recursos para sostener la

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casa en que viviría solo, además de la casa donde viven su esposa e hijos.

4. Por temor a la intimidad. En un matrimonio sin amor, ninguno de los dos cónyuges se siente emocionalmente vulnerable. Si
se divorciaran y buscaran una relación más satisfactoria adquirirían un compromiso emocional más profundo, al que uno de ellos,
o ambos, temen.

5. Por temor a la crítica. La mujer puede temer que su familia vea con malos ojos su divorcio y el hombre puede temer que
afecte su prestigio y su posición en el trabajo.

6. Por el bien de los hijos. A veces, una ventaja mal entendida pero, con frecuencia, un factor importante en la decisión de una
pareja mal avenida.

7. Por temor a la soledad.

8. Por simple comodidad. El hombre tiene el tipo de comodidades físicas que desea y, la mujer, la seguridad económica que no
tendría de otra manera.

9. Por costumbre.

10. Por temor al cambio.

Sean cuales sean las razones por las que una pareja que ha dejado de amarse decide seguir junta a pesar de ser infeliz, tal
decisión basta para que haya esperanza de salvación para el matrimonio. Sin importar si es una sola razón o muchas por las que el
marido y la mujer deciden seguir unidos, vale la pena hacer un esfuerzo por recuperar la intimidad. Aunque el sexo sin amor es
muy difícil que se mantenga en el tiempo.

3 El amor

Como habéis visto, la sexualidad sin amor no es humana, o si se quiere, es una perversión deshumanizadora. Exploremos, pues,
ahora algunos aspectos del mundo misterioso del amor humano.

La palabra amor

La palabra amor, como tantas otras del lenguaje humano, es equívoca, y puede significar muchas realidades diversas, incluso
contradictorias entre sí. Por eso, si de verdad queremos saber qué es el amor, no podremos contentarnos con las cuatro tonterías
que acerca de él se dicen muchas veces. Por el contrario, hemos de tomarnos la molestia de analizar atentamente lo que significa
esa palabra tan preciosa, pues el amor designa la realidad más profunda de Dios y del hombre, y nos da la clave decisiva para
entender el misterio natural del matrimonio.

La atracción

El atractivo está en el origen del amor. Viene a ser un amor naciente, ya en alguna medida amor, aunque imperfecto. En él se
implican varios elementos:

-Conocer. Sin conocimiento, no hay amor. No puede amarse lo que no se conoce, ni puede amarse mucho lo que se conoce poco.
Si una hermanita vuestra os dice que está locamente enamorada de un muchacho con el que todos los días se cruza en la calle al
ir a la escuela, vosotros os reís y pensáis que sí, que está un poco loca. ¿Cómo va a haber un amor profundo si no le conoce
personalmente, ni sabe su nombre, ni su modo de ser ni nada, como no sea su figura corporal?

-Querer. El atractivo implica el querer de la voluntad. Nadie puede atraernos (=traernos hacia sí) sin el querer, o el
consentimiento al menos, de nuestra voluntad.

-Sentir. La esfera de la afectividad, el juego de los sentimientos, tiene parte muy importante en este amor naciente. Por la
afectividad, más que conocer a una persona, la sentimos. Incluso una persona puede atraernos sin que sepamos bien por qué:
tiene un no sé qué que nos atrae.

Pues bien, daos buena cuenta de esto: es una persona la que resulta atrayente. Una persona. Podrá atraernos sobre todo por su
belleza, su cultura, su bondad, o aquello que nosotros más valoremos en ella, según nuestro modo de ser. Pero, al menos, no
podría hablarse de amor si la atracción se produjera haciendo abstracción de la persona.

Y esto debe ser tenido muy en cuenta por las mujeres coquetas -o por sus equivalentes masculinos-, pues si ante todo procuran
atraer por sus valores físicos, pondrán con ello un grave obstáculo para que pueda formarse el verdadero amor, que sólamente se
afirma como una vinculación decididamente interpersonal.

Otra observación importante. Un fuerte componente afectivo puede falsear la atracción y debilitarla, al menos si se alza como
factor predominante, pues tiende entonces a establecer ese amor inicial sobre bases falsas e inestables. La afectividad, cuando

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vibra desintegrada de la razón y de la voluntad, abandonada a sí misma, suele ser muy poco objetiva. Puede llevar a ver en la
persona amada cualidades de las que carece. Por eso la atracción afectiva, cuando se constituye en impulso rector de la persona,
puede conducir al desengaño, e incluso puede transformar el atractivo primero en una aversión profunda, nacida de un corazón
decepcionado. Y aunque esto -yo creo que lo entendéis perfectamente- es así, sigue siendo opinión común que el amor consiste
sobre todo en la verdad de los sentimientos. Eso es falso. Un amor no es verdadero cuando, desentendiéndose de la verdad de la
persona, se afirma casi solamente en la verdad de los sentimientos que ella nos inspira. Es éste un amor destinado al fracaso. Y si
no, al tiempo.

Ésta es la verdad: si la atracción sensible y afectiva ha de hacerse pleno amor, ha de centrarse más y más en la persona. La
misma persona amada ha de llegar a ser el valor supremamente atractivo, respecto del cual todos los otros valores en ella
existentes han de cobrar una importancia accesoria, por grande que sea. Por eso os decía que quien pretende atraer sobre todo
por su belleza corporal o por otras cualidades accesorias -dinero, saber, poder, prestigio social, etc.-, está procurando con
infalible eficacia, sin saberlo, hacer vano y débil el amor que intenta suscitar en la otra persona.

El deseo

El amor-atracción está relacionado con el amor-deseo, que es un amor interesado, en el mejor sentido de la expresión. El hombre
y la mujer son seres limitados, y por el amor interesado del deseo tienden a completarse en la unidad. No hablamos aquí del mal
deseo de la concupiscencia, en el que una persona es deseada como un medio para apagar la propia sed. Hablamos de un amor
verdadero, que no es sólo deseo sensual, aunque también lo incluya, sino que llega a la persona: «Te quiero, porque tú eres un
bien para mí». También Dios debe ser amado por el hombre con este amor.

La simpatía

La simpatía es un amor puramente afectivo, que hace sintonizar sensiblemente con otra persona, predisponiendo el corazón a
captar en ella ciertos valores reales o supuestos. Nace a veces la simpatía de una cierta homogeneidad de caracteres, o de
heterogeneidades complementarias, o incluso de formas apenas comprensibles -cuando se da, por ejemplo, hacia un
sinvergüenza-. Como comprenderéis, la simpatía, si sólo cuenta con sus propias fuerzas, establece un vínculo interpersonal
bastante débil, a causa de su falta de objetividad.

La benevolencia

Si ha de llegarse al amor pleno, no basta la atracción, el deseo y la simpatía; es preciso además y sobre todo querer con todo
empeño el bien de la persona amada («te amo y quiero el bien para ti»). A este amor altruísta de la voluntad y de los
sentimientos se le ha llamado justamente amor benevolentiæ, o simplemente benevolentiæ (querer bien -se entiende, para el
otro-).

Este es el amor más puro, y es al mismo tiempo el amor que más enriquece tanto al que ama como al amado. Es el amor que
dilata el corazón de la persona, sacándola de sí misma (éxtasis), liberándola de su congénito egocentrismo, para unirla
profundamente a otra persona.

Por lo demás, sólo cuando la atracción, el deseo y la simpatía se ven sellados por el amor benevolente, es cuando alcanzan
dignidad plena, profundidad y estabilidad. Así es como tenéis que amaros vosotros, novios y esposos.

La amistad

La amistad, que normalmente incluye la simpatía, se fundamenta en el amor de la voluntad. Una persona se compromete en
amistad con otra por medio de actos intensos de la voluntad, y de ahí provienen la firmeza y la persistencia que caracterizan toda
amistad genuina. La amistad produce entre los amigos una gran unión («son inseparables»), lleva a compartir los bienes
interiores y exteriores («lo mío es tuyo, lo tuyo es mío»), y se fundamenta en una clara benevolencia recíproca («yo quiero el
bien para ti, como lo quiero para mí»).

Pues bien, el amor conyugal entre hombre y mujer es la forma más alta de amistad, la más profunda, la más duradera, la que
lleva a compartirlo todo. Lo que quizá empezó en una simpatía -aunque no siempre-, ha llegado a ser un profundo amor de
amistad personal. Y entonces, simpatía y amistad han de ir siempre de la mano. Error frecuente del amor humano es mantenerse
en la mutua simpatía, sin llegar nunca a la verdadera amistad, o pretender una amistad que no cultiva suficientemente la
simpatía. Y esto debéis saberlo los novios y los esposos, para que eduquéis así vuestro corazón en el verdadero arte del amor, ars
amandi.

El amor matrimonial

El amor conyugal consiste en la recíproca donación de las personas. Incluye, pues, atracción y deseo, benevolencia, simpatía y
amistad, pero va más allá que todo ello. Los esposos son entre sí mucho más que amigos. Darse a una persona para siempre es
algo más que querer su bien. Recibir una persona para siempre, incorporándola a uno mismo como algo propio, es mucho más

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que experimentar hacia ella atracción, simpatía y amistad. Pues bien, en el matrimonio, tras una elección consciente y libre, un
hombre y una mujer se entregan del todo mutuamente, y mutuamente se reciben, para siempre. Es algo realmente formidable...

Una objeción. Si la persona, como antes os decía, no ha de ser un objeto que pueda ser apropiado por otra ¿cómo será entonces
posible y lícito el amor conyugal? ¿Es decente que él hable de «mi mujer» y que ella diga «mi marido»?... No sólamente es
decente: es grandioso. Esa apropiación de la persona, que no es posible en un sentido físico, ni lícito en sentido jurídico, se hace
posible en el orden moral del amor. En efecto, una persona puede darse a otra por amor, y de tal modo que ella no se pierda en
la donación, sino que precisamente así se realice más plenamente. Y del mismo modo puede recibir a la otra persona, como cosa
propia, en virtud del amor más genuino. Aquí, como en muchos otros casos, el habla ordinaria lo expresa muy bien: «Éste es mi
marido, y yo soy su mujer».

Pues bien, tened en cuenta aquí que sólo puede darse aquello que se posee. Por eso cada uno de vosotros podrá darse de verdad
al otro en la medida en que se posea a sí mismo, es decir, en la medida en que ttenga real dominio sobre sí mismo y sobre sus
propios actos. Cuando véis que alguien es incapaz de darse realmente a la persona que ama ¿no se deberá esto -al menos entre
otras causas- a que no tiene dominio sobre sí? ¿Y no habrá que explicar así la incapacidad de donación amorosa o la precariedad
del amor entre ciertos novios o esposos?

A la donación personal corresponde la posesión -la posesión, por supuesto, no sólo corporal, sino personal-. Efectivamente, los
esposos se dan y se poseen mutuamente. Pero no hay peligro alguno de que la posesión reduzca al cónyuge a la condición de
objeto poseído por un sujeto, si de verdad la donación es mutua, y por tanto es también recíproca la posesión: «Yo soy al mismo
tiempo tu esclavo y tu señor». Esto, sin embargo, no quita que en la unión sexual el don de sí sea experimentado
psicológicamente de un modo en el hombre, que conquista a la mujer, y de otro en la mujer, que se entrega al hombre. Pero la
sustancia del acto es la misma en uno y otra: también la mujer posee al hombre, y éste se le entrega.

La monogamia

Según lo visto, ya podéis comprender con evidencia que el amor conyugal exige la monogamia. Ésta no es, pues, una exigencia
impuesta por Cristo y por su Iglesia: es una condición propia de la naturaleza humana verdadera, no falsificada. En efecto, la
donación de sí mismos que mutuamente se hacen los esposos excluye, si ha de ser plena -moralmente hablando- que puedan
darse al mismo tiempo o más tarde a otra persona. Lo que ya fue dado a uno, no puede ser dado a otro, a no ser que sea quitado
injustamente al primero. Y además, en la poliginia (un hombre con varias mujeres) ¿dónde queda la dignidad de la mujer -y la
del hombre-? Y en la poliandría (una mujer con varios hombres) ¿a qué se reduce la dignidad del hombre -y la de la mujer-?

Lo donación conyugal recíproca rechaza, pues, la poligamia, el adulterio, y del mismo modo el divorcio, es decir, la disolubilidad
del vínculo matrimonial, que viene a ser una forma de poligamia sucesiva. En la unión que admite posibilidad de divorcio, la
persona no llega a hacer de verdad una donación real de sí misma, sino que se entrega al otro como en préstamo, o mejor, en
depósito, que puede ser recuperado en cualquier momento. Pero el matrimonio no es eso. Es algo mucho más grande y hermoso:
es un amor total, exclusivo, para siempre.

Vosotros, los novios y esposos, si estáis enamorados de verdad ¿no sois los primeros en dar testimonio de que ésa es la verdad?
Si un día llegáis a pensar de otro modo, entonces estaríais equivocados: lo verdadero es lo que estáis pensando y queriendo
ahora.

La reciprocidad en el amor

El amor de una persona, en fin, puede ser unilateral y no verse correspondido. Y a veces, penosamente, este amor enfermizo,
ansioso de una excluida totalidad imposible, llega a mantenerse durante largo tiempo, cuando la persona lo sigue fomentando, en
una especie de obstinación morbosa, que acaba deformando el amor, y condenándolo a vegetar, y finalmente a morir. En estos
casos, cuando «la enfermedad del corazón» va haciéndose crónica, sólo un distanciamiento discreto, pero eficaz, suele ser un
tratamiento adecuado. Podrá parecer algo cruel, pero en este tipo de dolencias los remedios más duros suelen ser los más
suaves, pues de otro modo el mal puede afligir a la persona indefinidamente. Y por otra parte, ese elegante distanciamiento es el
último y gentil homenaje que la persona rechazada ofrece a aquella otra que no correspondió a su amor.

Por el contrario, cuando el amor es recíproco, sale la persona del aislamiento originario de su yo, uniéndose al tú del otro, para
formar un nosotros nuevo en el mundo. Ahora bien, como ya habéis visto, lo que califica este amor mutuo es la calidad del bien
en que se funda. Por muy recíproco que sea, no hay amor verdadero sino cuando la atracción, el deseo y la simpatía se ven
sellados por el genuino amor personal de la benevolencia, a un tiempo abnegada y oblativa. Es evidente que la reciprocidad
amorosa no puede nacer ni vivir del encuentro de dos egoísmos. Pronto manifestaría su carácter ilusorio.

La declaración de amor

Con lo dicho hasta aquí, yo espero que habréis llegado ya, entre otras, a esta conclusión: el amor es algo muy grande, y la
persona, antes de declarar su amor a alguien o de aceptarlo, debe verificar cuidadosamente la calidad de su amor. ¿Es el mío,
debe preguntarse, un amor capaz de darse al otro totalmente y sin vuelta, y de aceptar al otro para siempre? ¿Es el nuestro un
amor recíproco y auténtico, capaz de fundamentar un nosotros profundo y duradero? ¿O se pretende más bien hacer una
conquista, procurarse una diversión pasajera, que alague los sentidos y el amor propio?

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Por la salud mental: Factores de riesgo para un fracaso matrimonial (II)

Otro importante factor que puede conducir a un fracaso en la relación de pareja es establecer un contrato matrimonial con un
desdichado crónico. Estos individuos son, casi siempre, malos compañeros en el matrimonio. Se quejan constantemente, a diario
expresan diversos malestares de tipo orgánico, no bien definidos. Siempre están insatisfechos, son infelices crónicamente;
critican todo y a todo el mundo; frecuentemente manifiestan indisposición hacia cualquier cosa, llegando a ser argüidores y
violentos. Fácilmente se aprecia que no disfrutan la vida sino que la padecen. Usted asume una gran responsabilidad al contraer
matrimonio con una persona de esta categoría.
-La experiencia enseña que los matrimonios que se celebran entre hombres y mujeres menores de edad, casi siempre resultan
fracasados. Por desgracia, los mismos padres, facilitan a veces esta clase de enlaces bajo el concepto erróneo que “con el tiempo
madurarán y estabilizarán sus caracteres”.
Muchos padres desean casar a sus hijos para tratar de corregir sus conductas inadecuadas o alejarlos de los vicios endosándoles
la responsabilidad matrimonial. Están seriamente equivocados. Los matrimonios de los menores se basan, casi siempre en
decisiones impulsivas. Con frecuencia el muchacho al igual que la joven, son sujetos psíquicamente inmaduros y voluntariosos.
Quieren lo que quieren cuando lo quieren, no importa que termine o no en un desastre.
El problema básico que representan estos matrimonios de menores de edad consiste en que se hallan fundamentados en un
egoísmo omnipotente y en una errónea actitud hacia el sexo. Los menores, cuando han decidido casarse, hacen oídos sordos al
consejo de los padres. La estimulación prematura sexual les da la idea de lograr mayor placer sexual a través del matrimonio, el
muchacho cree que hacer el amor es suficiente para llenar todas las necesidades de la esposa, también puede pensarlo ella hasta
que la realidad los coge en la trampa. Ninguno de los dos puede asumir las responsabilidades necesarias para confirmar un
matrimonio feliz. Las dificultades económicas producen irritabilidad mutua, seguida de enfriamiento sexual. La infidelidad y el
divorcio constituyen el desgraciado final del idilio.
Existen, sin embargo, excepciones en las que matrimonios de menores de
edad se reafirman desde el principio, pero estos casos son raros.
Inclusive, cuando el matrimonio transcurre tranquilamente, el marido y la
esposa tienen el sentimiento de que ambos le robaron a la vida la
oportunidad de experimentar los primeros años de la vida adulta por sí
mismos, independientemente.
Los jóvenes que se casan prematuramente, pierden la ocasión de echar
un vistazo alrededor, para comparar y elegir en forma adecuada. Muchos
de ellos se sienten engañados después del matrimonio debido a que no
disfrutaron la vida de solteros. Cuando sus estudios se interrumpen por el
matrimonio, suelen lamentarse de ello en la medida en que avanzan los
años. Entonces se encuentran de pronto con una educación incompleta y
un matrimonio roto. Los matrimonios prematuros entre adolescentes o
jóvenes inmaduros son como la fruta verde, que cuando se come,
indigesta. Los instintos y el Yo deben de funcionar al unísono y deben de
estar de acuerdo en una decisión tan seria como lo es la de contraer
matrimonio. Ello contribuye a salvaguardar tanto los aspectos
emocionales como los prácticos de un matrimonio feliz. Ello evita al joven
arrojarse a un matrimonio que se fundamenta sólo en las apetencias
sexuales.
Finalmente, hay que salvar a las parejas de un matrimonio sin amor, sólo
basado en conveniencias de dinero o en la posición social. Ambos tipos de
matrimonio, están, fatalmente, condenados al fracaso.

Psicología del Amor-Parte I

Tabla de contenidos de Psicología del Amor

1. Psicología del Amor-Parte I


2. Psicología del Amor -Parte II

Dar amor nunca nos empobrece, sólo nos enriquece

Todo ser humano necesita amar y ser amado. La falta de amor produce una sensación de aislamiento y no pertenencia y un
sentimiento de vacío difícil de llenar.

Muchos creen que el amor es cuestión de suerte, como una lotería, sin embargo no es así, porque el amor verdadero exige
esfuerzo y sabiduría.

El tema del amor ocupa mucho lugar en nuestras vidas; cataratas de palabras se han escrito sobre el amor, miles de canciones
están basadas en el amor y hasta las tragedias pasionales tienen que ver con el amor.

La mayoría de las personas pretende ser amada y todo el esfuerzo está orientado a atraer a alguien que la ame dispuesto a
satisfacer su necesidad de afecto, sin tener en cuenta la propia capacidad de dar amor.

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Nadie cree que sea necesario aprender algo sobre el amor porque lo consideran un arrebato propio de la naturaleza,
confundiendo de esta manera una ocasional experiencia emocional con el amor verdadero.

Tampoco nadie quiere renunciar al amor romántico y desean que luego se consolide y se transforme en algo siempre romántico
pero también serio, comprometido y que logre trascender los avatares del tiempo.

Estamos inmersos en una sociedad de consumo donde todo se compra y se vende para ser usado. La línea divisoria entre objeto
y persona ya no es tan nítida como solía serlo cuando no todo se podía comprar.

Las elecciones de pareja ya no se basan en sentimientos sino en requisitos que hay que cumplir dentro del espectro de la
demanda general, determinado por la cultura y las modas.

De esta manera cada uno ofrece su mercadería tratando de que en el intercambio no exista un desequilibrio de valores que pueda
interferir en la relación.

Es un modo de establecer vínculos casi tan parecidos como los


matrimonios arreglados de antaño, que nos parecían tan ridículos y fríos.

Sin embargo, a pesar de tomar previsiones de toda índole y tratar de


encontrar alguien con intereses compatibles, las parejas fracasan.

Estos fracasos nos demuestran que mantener un amor verdadero no es


innato ni prefabricado sino que exige un aprendizaje. Se puede aprender
a amar para siempre a alguien si tenemos mayor conciencia de nosotros
mismos.

El sentimiento de aislamiento es propio de la naturaleza humana y es el


origen de la angustia. La vida del hombre de hoy se centra en cómo
superar su soledad.

Resulta difícil lograr superar el estado de separación y lograr recuperar el


anhelo de pertenencia y unión, en una sociedad donde el individuo no se
puede diferenciar del otro. La masificación atenta contra la identidad y
nos convierte en objetos que son más valorados y aceptados en la
medida que hacen, dicen, usan, y piensan lo mismo.

Lo único que puede salvar al hombre del mundo robotizado que ha


creado es el verdadero amor, interpretado como una unión cuya
condición esencial es el respeto por la propia individualidad.

Psicología del Amor -Parte II

Tabla de contenidos de Psicología del Amor

1. Psicología del Amor-Parte I


2. Psicología del Amor -Parte II

No puede hablar del amor quien no haya amado, ni del dolor no padecido, sólo la verdad se ha revelado con la experiencia que ha
tenido.

La unión amorosa que respeta la individualidad es la única que puede evitar la angustia que provoca el aislamiento y que al
mismo tiempo le permite a una persona ser ella misma.

El amor no puede ser nunca un arrebato pasional, sino un acto de entrega donde dar es más importante que recibir.

No significa una forma de dar sacrificándose o sufriendo sino dar lo mejor de si mismo convirtiendo al otro también en un dador y
creando felicidad para los dos.

El amor es un poder que produce amor, siempre que ninguno de los dos sea tratado como un objeto de uso.

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Si una persona no ha superado la dependencia, la omnipotencia narcisista y su deseo de manipular para conseguir sus propios
fines egoístas, tiene miedo de darse y por lo tanto también miedo de amar.

Porque amar exige cuidado, atenciones, responsabilidades, respeto y sabiduría; y la esencia del amor es hacer el esfuerzo
necesario para hacerlo crecer.

La responsabilidad implica estar dispuesto a responder y no significa un deber o algo impuesto desde el exterior.

Respetar a una persona significa la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única y
preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es, no como el otro necesita que que sea, como un objeto
para su uso.

La sabiduría es imprescindible para entender al otro en sus propios términos y para llegar a conocerlo a través de la unión
amorosa, sin necesidad del pensamiento.

Es como la experiencia de Dios, que no se trata de un conocimiento intelectual sino de un sentimiento de intimidad y unión con
él, y el amor al otro es es primer paso hacia la trascendencia.

Lejos de lo que se supone, el amor no es el resultado de la satisfacción sexual adecuada, por el contrario, la felicidad sexual y los
completos conocimientos de las técnicas sexuales, son el resultado del amor. Si no hay entrega tampoco hay orgasmo.

Las disfunciones sexuales en las parejas se deben más a las inhibiciones que impiden amar que en el desconocimiento de las
técnicas necesarias.

El temor o el odio al otro sexo son la base de las dificultades que no permiten a una persona entregarse por completo y la
espontaneidad y la confianza diluyen los problemas.

El amor verdadero no implica ausencia de conflicto. Los conflictos reales de la realidad interna de cada uno contribuyen para
aclarar y liberar energías y para fortalecer a la pareja.

El amor sólo es posible cuando la comunicación entre dos personas no se realiza desde la superficialidad del ego sino desde la
parte esencial de ellos mismos. No es algo estático ni tranquilo, es un desafío constante de dos libertades que quieren por sobre
todas las cosas crecer y estar juntos.

El Miedo al Amor

La ciencia ha descubierto ahora, que el corazón piensa y tiene neuronas.

Hay gente que vive a la defensiva para no sufrir. El sufrimiento es parte de esta vida y no se puede evitar, porque todo ser
humano tiene sentimientos y su propio mundo de significados los afecta.

El miedo a la pérdida es el que impide relacionarse mejor. Un encuentro que llega a sorprender, con alguien diferente que
produce placer y que hace latir el corazón más rápido, puede ser la vivencia que se estaba esperando, no obstante, aunque la
soledad sea la única compañía, antes de entregarse de lleno a esa experiencia comienza a levantarse la barrera automática que
se ha creado ante cualquier señal de peligro y se adopta la postura clásica del no compromiso.

Negarse a comprometerse no representa solamente una actitud egoísta de no querer compartir la vida con nadie porque es más
cómodo, sino que también tiene un significado psicológico con raíces más profundas; es el miedo a sufrir.

Ni bien dos personas se encuentran, cada una de las dos comienza a especular y a tratar de bucear en el intrincado interior del
otro para conocerlo y entonces así poder desplegar toda la gama de artilugios para conquistarlo y si es posible dominarlo.

Pocos son los que se dejan llevar pasivamente frente a un fenómeno tan común y difícil como es la relación de pareja y se
atreven a ser como son.

La química del primer encuentro no es casual, porque no somos sólo seres materiales sino también sociales y espirituales,
atributos que no sólo están relacionados sino que conforman una unidad armónica, por lo tanto, lo natural tendría que ser que la
persona total, tal como es, provoque la misma atracción.

Sin embargo, el fenómeno actual es que las personas estén disociadas, y tampoco se comprometan consigo mismos ni con
valores, porque viven en un permanente relativismo, reflejando una apariencia que no concuerda con su forma de pensar, de
hacer o de decir.

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Es difícil imaginar cómo es verdaderamente una persona así y es imposible llegar a conocerla.

Toda relación es un vínculo que para que llegue a ser profundo necesariamente tiene que basarse en la sinceridad y la
honestidad.

La sinceridad y la honestidad son valores que trascienden lo circunstancial, porque forman parte del código ético necesario para
vivir en una sociedad y para precisamente evitar el sufrimiento.

El amor es la emoción primera, ya que por amor nacemos y la vida sin amor por temor está incompleta.

Y no me estoy refiriendo solamente al amor de pareja; porque el amor es la forma más perfecta de comunicación con los otros.

El Amor y la Libertad

En la relación amorosa se pone en juego la libertad individual a favor del vínculo. Pero un vínculo de esta clase no puede
durar porque la libertad es esencial para un ser humano, y en algún momento se pondrá esta necesidad en evidencia.

No se puede elegir entre el amor de alguien y los intereses personales. El sacrificio de renunciar a ellos por amor deja un residuo
de resentimiento que no se borra con besos ni abrazos.

La persona que vive para el otro sin condiciones se opaca hasta quedar reducida a una sombra, la sombra del otro.

Esa devoción, lejos de atraerlo termina alejándolo, porque sólo se puede amar a una persona con identidad propia.

En el amor de pareja el conflicto es parte de la relación, porque son dos seres libres que pueden llegar a obstaculizarse
mutuamente.

El camino de la negociación es el único viable en estos casos siempre que éste no implique estancamiento de alguno de los dos.

El amor no puede ni debe ser una cuestión puramente emocional, necesariamente debe ser un sentimiento reflexivo, porque si no
fuera así seríamos esclavos de él y además de podría llegar a convertir en odio.

Como bien decía Freud, el único amor posible sin condiciones es el de una madre por su hijo.

Los demás vínculos afectivos deben ser racionales, no se puede aceptar, en nombre del amor, el desprecio, la infidelidad, la
mentira o el maltrato.

La persona que quiere vivir en permanente estado de enamoramiento, alienada en el otro, se verá obligada a lo largo de su vida
a tener un gran número de parejas inestables y a sufrir la desilusión o el abandono.
El amor no puede borrarlo a uno de la escena para ser el otro. El otro siempre será otro diferente y nunca en una pareja los dos
alguna vez podrán ser uno.

El amor maduro a veces llega gracias a una gran desilusión. Después de haber sufrido un gran amor que también destruyó la
autoestima, se puede recuperar la razón y comenzar a creer que tiene que ser posible amar y ser feliz al mismo tiempo.

Estar enamorado no es sinónimo de querer a alguien, porque es un estado de alienación que idealiza al otro al extremo de no
verlo tal cual es.

Como con una droga somos esclavos de sus efectos, aunque las acciones colaterales sean desastrosas.

Solamente es posible tener una pareja estable por mucho tiempo cuando los dos siguen creciendo.

Es inútil pretender que alguien nos quiera si no le place. En un amor sin esperanza somos perdedores de entrada porque no
existe nada menos atractivo que el que se humilla.

Además, lograr una conquista de esa manera obliga a entregarse sin condiciones, porque todos sabemos que el que tiene el
poder en una relación es el que menos necesita del otro.

Por otro lado se está renunciando a la propia dignidad, al respeto por uno mismo, porque la esclavitud se opone a la dignidad,
cuando uno se convierte en un objeto.

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No todos los conflictos de pareja se resuelven con una negociación, se necesita además una dosis de paciencia, intercambio de
opiniones, aprender a equilibrar las diferencias, establecer acuerdos, armonizar desajustes, etc.

El amor romántico es un arma de doble filo, nos puede dejar hechos picadillo y tiende a desaparecer en poco tiempo.

El Amor y el Misterio

Es inútil revelar el misterio si es que a entregarme tengo miedo

La condición fundamental para el logro del amor verdadero es la superación del propio narcisismo, que experimenta como
real sólo lo que existe en el propio interior y lo externo se considera sólo desde el punto de vista de su utilidad o peligro para el si
mismo.

Conviene no saberlo todo de quienes amamos, y también no contar todo de nosotros mismos; dejar un espacio para la sorpresa y
el asombro donde cada uno puede ser como quiere.

El miedo a la pérdida puede transformar a una persona en un especialista del absurdo, complaciéndose en tejer historias a partir
de cualquier elemento sospechoso que sugiera algo inconfesable oculto.

Hay un nivel de intimidad personal que no debería ser descubierto nunca y permanecer siempre en secreto, porque cuando
exteriorizamos toda nuestra interioridad, nos quedamos vacíos. Es necesario conservar algo, lo más íntimo que nadie tiene el
derecho de conocer.

Pregonar todo de nosotros mismos no nos hace más honestos, sólo más indiscretos y la discreción es una virtud, porque nuestra
historia no puede ser una condición para el amor.

Las confesiones son descargas que pueden resultar inconvenientes en el amor porque pueden ser incomprendidas. El otro, ve las
cosas vividas por quien no es él, desde afuera, y desea saber pero también teme saber.

Respetar el misterio que es el otro es la parte enigmática que debería tener toda relación para mantener viva la atracción y para
no perder la oportunidad de llegar a sorprender.

Cuando la revelación es total, se pierde el misterio y quedamos huecos y definidos, nos convertimos en un concepto sin el
encanto de la incógnita.

El amor que se entiende como descubrimiento sin límites es posesivo porque pretende invadir y apoderarse de la voluntad y la
autonomía del otro para manipular.

El polo opuesto del narcisismo es tener la capacidad de ver a la gente tal como es, y poder separar esa imagen de la que forman
los propios deseos y temores, porque la preocupación deteriora una pareja, el miedo la va secando y la desconfianza termina por
separarla.

Confiar en nosotros mismos es el primer paso para confiar en los demás, porque cuando sospechamos es porque también
nosotros somos capaces de provocar esa misma sospecha.

Nuestras actitudes en el amor nos pueden asegurar una relación estable o nuestra imposibilidad de lograr el amor verdadero.

Tratar de conocer a otro es tan imposible como conocernos a nosotros mismos porque todo ser humano va siendo él mismo
mientras va existiendo y cualquier cambio lo convierte en una persona diferente.

Ser diferente todos los días es lo que hace a una persona única y ser y dejar ser en el amor es la clave. Significa responder a las
necesidades del otro de Ser, apoyándolo, sin temor al abandono, respetando su desarrollo y propiciándolo y dándole libertad sin
reservas

Sin embargo, no podemos dejar de sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana, en ese núcleo más profundo que
pretende definirla y lograr el poder absoluto.

El lado extremo de esa necesidad de saber sobre el otro es el sadismo, el deseo de hacerlo sufrir, de torturarlo, para obligarlo a
traicionar su secreto.

En este anhelo de penetrar en el secreto del hombre y por lo tanto, también en el nuestro, y en el misterio de la vida, está la
motivación esencial para la manifestación de la crueldad y la destructividad.

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La única forma de alcanzar el conocimiento total es el acto de amar, porque trasciende el pensamiento y las palabras. Es una
entrega temeraria a la experiencia de la unión.

La entrega es lo único que nos permite conocer al otro profundamente y también es lo que nos da la posibilidad de concer a Dios.

El Amor Verdadero

Qué difícil parece ser hoy en día mantener una pareja. ¿Será porque pretendemos exigir a los demás ser como queremos y
no somos capaces de aceptar a los otros como son y pelear menos?

¿Por qué la gente se cansa de estar con alguien y cree que va a ser diferente con otra persona? Esto demuestra un exceso de
optimismo.

El problema nunca es la persona con la que nos relacionamos sino el modo que tenemos de relacionarnos.

El amor no es un flechazo accidental que nos atraviesa el corazón de lado a lado, sino que es algo que se puede aprender. No se
trata de encontrar a la persona ideal sino de una habilidad que hay que adquirir.

Los jóvenes inmaduros experimentan el amor mientras que las personas maduras aprenden a amar, porque la madurez afectiva
se caracteriza por la estabilidad emocional.

El amor no es un sentimiento fácil porque requiere previamente un desarrollo personal que permita una disposición desinteresada
hacia los demás solamente por amor, con una actitud de humildad, confianza y férrea voluntad.

Dicen que quien es capaz de comprender a otro también lo ama y comprender significa conocer.

Erich Fromm afirma que el amor es un arte que requiere conocimiento y esfuerzo.

La mayoría cree en el amor romántico y la preocupación se centra en la búsqueda de alguien que los ame en lugar de encontrar a
alguien para amar, porque el que da amor verdadero, no posesivo, recibe también amor genuino.

Puede ocurrirle a cualquiera el milagro de enamorarse perdidamente, pero ese sentimiento de unidad y de intimidad único es por
su misma naturaleza poco duradero, hasta que llegan a conocerse bien y se dan cuenta que no se toleran, se aburren, y se
desilusionan.

Nadie puede creer que el amor verdadero sea un arte que haya que aprender, porque algunos se confunden y buscan una pareja
como quien busca un departamento o un auto, es decir, que le produzca la sensación de haber hecho un buen negocio y la pareja
resulta ser un bien más en un mercado donde todo se compra y se vende.

En tales casos es una empresa destinada al fracaso, más rotundo que en cualquier otra actividad y más difícil de evaluar.

En la vida actual todos estudian y se esfuerzan para conseguir un título o un ascenso en el trabajo pero nadie está dispuesto a
aprender a amar. En esta área la mayoría toca de oído.

“No es bueno que el hombre esté solo” dice la Biblia, escrita por sabios de la antigüedad inspirados por revelación divina. Sin
embargo hoy en día el hombre prefiere el aislamiento y el culto al cuerpo, renunciando a la posibilidad de compartir su vida con
alguien significativo.

Muchos tratan de escapar de su sentimiento de soledad por medio de las drogas o el alcohol pero cuando los efectos desaparecen
la sensación de vacío tiende a agudizarse.

El hombre se jacta de su individualismo pero en realidad ha perdido su individualidad y se ha convertido en un autómata.

Las mujeres, en su afán de ser iguales a los hombres han perdido su femineidad y de esta manera también la posibilidad del
amor erótico con el sexo opuesto, porque ahora son idénticos.

El amor verdadero y maduro significa unión, pero conservando ambos la propia individualidad. El amor es posible sólo en libertad,
la envidia, los celos, la ambición, son pasiones y el amor no es una pasión es una actitud, una capacidad humana, no compulsiva.
No es un arrebato súbito sino una disposición permanente que consiste más en dar que en recibir.

Y dar no significa renunciar o privarse de algo, sacrificarse ni empobrecerse, sino que constituye la más una bella expresión de
poder que produce felicidad y vitalidad.

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Aunque no se trata de darse mutuamente cosas materiales solamente sino de darse también la propia vitalidad, lo que está vivo
en cada uno, su alegría, su interés, su comprensión, su conocimiento, su humor, su tristeza y todas las expresiones propias de
cada uno.

Algo se produce en el acto de dar amor y es más amor.

Es una relación compleja el amor de pareja

El amor de pareja está condenado al fracaso si no se intenta comprender que no depende de la apariencia ni se trata de una
cuestión de suerte o azar o simple atracción sexual.

En una sociedad de consumo donde todo se compra y se vende y donde todo depende de la oferta y la demanda, los sentimientos
también ocupan un lugar en una vidriera y adoptan las mismas características que los objetos.

El amor no se puede objetivar porque cuando el amor es un objeto más, es utilitario y se requiere sólo para satisfacer las
necesidades, suplir carencias o tener compañía.

Todos queremos ser amados sin embargo no estamos dispuestos a hacer ningún esfuerzo para brindar amor.

Para lograr un amor verdadero, no alcanzan ni la buena figura, ni la capacidad de empatía ni el magnetismo, porque no se trata
de una serie de cualidades que se consideran deseables para ser atractivo sino que consiste más en una disposición, una
capacidad, una habilidad que se construye con esfuerzo.

Amar y ser amado no es sencillo porque exige ser capaz de amar al prójimo, ser humilde y confiable, tener fe, ser valiente,
constante y emocionalmente estable.

Todos hemos conocido alguna vez la experiencia de intimidad que se produce entre dos personas que casi no se conocen, atraídas
por un súbito enamoramiento. Es como un milagro, una sensación de unidad que nos hace creer que por fin pudimos alcanzar lo
que tanto habíamos anhelado.

Pero al poco tiempo, al llegar a conocerse mejor, ese milagro comienza a perder su magia y aparece la desilusión y el
aburrimiento mutuo que disuelve hasta el último vestigio de la atracción que existía.

El hambre de amor sólo refleja la soledad interior y la necesidad de aferrarse a alguien para no perderse, debido a la falta de
superación del ancestral sentimiento de separación, propio de la existencia humana.

Es evidente que cuando el hombre se independiza de los vínculos primarios se torna más intensa en él, la necesidad de huir del
sentimiento de aislamiento y encontrar nuevas formas de superar esa soledad interior.

El amor verdadero exige preservar la propia individualidad, permitiendo superar el sentimiento de aislamiento y mantener la
integridad del si mismo.

La pasión es una esclavitud y el amor sólo puede existir en libertad, jamás como resultado de una compulsión.

El amor verdadero se caracteriza por la necesidad de dar sin esperar recibir, no con la intención de hacer un sacrificio ni para
privarnos de algo que nos pertenece, sino como expresión de fuerza y riqueza.

Dar siempre es más placentero que recibir si no estuviéramos siempre especulando en términos de ganancias y pérdidas.

En el amor de pareja uno se entrega a si mismo, no en el sentido de sacrificar la vida por el otro, sino como expresión de toda su
riqueza interior, por eso es importante tener una vida plena y una realización personal.

El que no puede amar no ha superado la dependencia ni el deseo de obtener algo de los otros para si mismo y tampoco tiene fe ni
coraje para confiar en sus propias capacidades para alcanzar sus logros.

El amor verdadero es básicamente respeto por el otro, viéndolo tal cual es, con la conciencia de su propia individualidad, tratando
de favorecer su crecimiento y desarrollo para que logre ser quien es.

El respeto sólo es posible si se basa en la libertad, nunca en la dominación.

Conocer al otro nos permite ver más allá de los comportamientos que son difíciles de comprender y saber las razones más
profundas, porque el acto de amar es una experiencia de unión que trasciende las palabras y el pensamiento.

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La Pareja Estable

Para todo aquel que desea una pareja estable le será de gran ayuda tener en cuenta algunos factores que lo ayudarán a
lograrlo.

Aprender a estar solo es la clave porque si estamos acostumbrados a que nos atiendan obviamente nuestras expectativas con
una pareja serán las mismas.

Abandonar el control será una buena decisión, no tenemos derecho a controlar a ningún otro que no sea uno mismo, que ya es
bastante, y de vez en cuando también, ceder el control remoto.

Espere el momento, mejor que buscar es encontrar, no hay que apurarse, las cosas y las personas llegan solas, se necesita
atención y paciencia.

Renuncie a la pareja ideal porque no existe; es sólo una construcción mental, una abstracción formada a lo largo de nuestras
vidas desde la infancia. La perfección no es humana.

Observe a su alrededor ya que el amor siempre está cerca, nunca a kilómetros de distancia. Lo que pasa es que no lo vemos,
está oculto detrás de la imagen que tenemos de la pareja ideal.

Acepte una cita sin prejuicios porque tiene la oportunidad de conocer a alguien que puede ser el amor de su vida y se lo está
perdiendo. Las personas son más de lo que parecen y muchas veces nos sorprenden.

Decida con el corazón y con la razón porque somos una unidad y parcializar la decisión no es lo mejor.

Recuerde que enamorarse no es necesario, porque el enamoramiento es enajenarse en el otro, perder la identidad para ser el
otro. Es maravilloso estar enamorado pero eso es para los adolescentes, que están ensayando sufrir; hasta que se dan cuenta
que se puede amar muy intensamente sin dejar de ser ellos mismos.

Sepa que no existen almas gemelas, y es mejor así, porque si no hay ni un sí ni un no, la vida se puede convertir en algo muy
aburrido. Las personas tienen que ser diferentes, con afinidades pero distintas.

No abandone nada porque después culpará al otro por su frustración. La vida sigue andando aunque Ud. ahora viva en pareja y
su vida personal tiene que seguir su desarrollo. Si no hay crecimiento individual hay aburrimiento. Esta es la causa muchas veces
de separaciones, el estancamiento de uno de los dos.

No mienta, la mentira tiene patas cortas y todo se sabe en algún momento. El engaño, la deslealtad, la infidelidad, no son
necesarios. Cuando se cambia muy seguido de pareja es señal que el que tiene que cambiar es uno.

No se precipite en una relación, el sexo es lo último, no lo primero. Primero hay que conocerse con prudencia, las mujeres son
románticas incurables, necesitan el romance y la que no lo demuestra está extraviada o desesperada.

Para hacer el amor hay que estar cómodo, nunca apurado o en cualquier lugar sino en el sitio adecuado.

La belleza física no es para siempre pero el espíritu perdura hasta la sepultura y cuando hay verdadero amor se produce un
extraño fenómeno, no vemos en el otro el paso de los años.

La Pareja Ideal

El éxito en la vida de pareja depende en gran medida de una buena elección. Hay que tener en cuenta que la atracción es
importante pero también tiene que haber afinidades de carácter. Y mucho cuidado en caer en las redes de alguien
demasiado opuesto; que no vaya a pasar que lo que resultó muy atractivo de entrada por lo diferente, sea lo que luego los
separe.

Pero siempre lo más difícil no será encontrarla sino mantenerla; porque las relaciones actualmente se caracterizan por lo
efímeras, y vivir en pareja en forma estable por muchos años parecería haberse convertido en algo imposible.

Para poder estar en pareja primero hay que aprender a estar solo. La experiencia de soledad nos obliga a autoabastecernos y a
organizarnos sin contar con nadie para sobrevivir. De modo que de esa manera se eliminan varios escollos, que es buscar a
alguien para no estar solos, o para que nos atienda o para que nos mantenga.

El que puede estar solo apreciará más lo opuesto que es vivir en compañía para crecer juntos y compartir la vida.

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Formar una pareja es para personas maduras, estables y sin compromisos, dispuestas a cambiar su vida.

Muchos están tan preocupados por asegurarse su propia felicidad que esperan encontrar a la persona ideal, sin pensar que en una
relación tienen también la posibilidad de hacer feliz a alguien.

La idea de pareja que cada uno tiene es diferente. Esta idea depende de varios factores; el principal es la experiencia de la
infancia con personas que han sido significativas, principalmente los padres, aunque también los valores, los prejuicios, la cultura
y los intereses, tienen importancia en la elección de pareja.

La mayoría persigue inútilmente a un ideal. El ideal, es una abstracción y no existe en la realidad concreta, porque las cualidades
que muchos buscan no se pueden encontrar en una sola persona, y nadie puede competir con el ideal.

La única forma de encontrar una pareja estable es renunciando a la pareja ideal. Si lo logramos, podremos ver que casi siempre
estaba más cerca de lo que creíamos, sólo que no la veíamos, porque por alguna razón teníamos el umbral de percepción
demasiado alto.

Dentro del encuadre psicoanalítico, la idea de pareja se va formando desde muy temprana edad y en forma inconsciente
buscamos a alguien como la madre que teníamos o el ideal de madre que queríamos ó al padre que teníamos o al ideal de padre
que hubiéramos querido tener.

Por eso, cuando elegimos pareja inconscientemente estamos buscando a un padre o a una madre. Nos inspiramos en esos
modelos porque han sido nuestras primeras parejas ideales a quienes tuvimos que renunciar para lograr salir del triángulo
amoroso familiar.

Eso se hace posible cuando se ha aceptado que a nuestro padre no lo podemos tener porque es de nuestra madre o a nuestra
madre tampoco porque es del padre y que ninguno de los dos es para nosotros.

Esta elaboración emocional del triángulo familiar, se cumple cada vez menos por la irregularidad de las relaciones familiares
produciendo dificultades en las relaciones de pareja.

Cuanto más confundida está una persona más lejos irá a buscar a una pareja. Antiguamente algunos se relacionaban en forma
epistolar y no llegaban a verse nunca. Actualmente se forman parejas por Internet a miles de kilómetros de distancia.
La distancia es inversamente proporcional al compromiso y evita el contacto físico que muchos, por alguna razón, temen.

Es importante señalar que nunca hay que descartar a una pareja sin antes tener la oportunidad de conocerla.

Problemas de Pareja

En las parejas de ayer y de hoy, sólo despierta entusiasmo, la búsqueda del orgasmo.

Estar en pareja es una decisión que cambia la vida y exige cierta disposición para brindar felicidad a otro.

Naturalmente, un hombre y una mujer son diferentes, desde todo punto de vista. Pueden tener compatibilidades en muchos
sentidos pero sus cuerpos y sus mentes funcionan en forma distinta.

Básicamente, el sexo masculino tiene una estructura mental más racional y teórica en tanto que el femenino se caracteriza por
una forma de pensar más emocional y práctica.

Cassirer, nos dice que el hombre es un animal simbólico y yo agrego que esta característica predomina en la mujer, que es la que
más necesita manejarse con representaciones.

Uno de los problemas que aqueja hoy en día a la gente es su vida sexual. El sexo es muy importante en la vida de una pareja,
pero está tan promocionado, manoseado y mercantilizado, que ha adquirido dimensiones desproporcionadas distorsionando las
expectativas de la gente joven.

Los hombres no suelen tener problemas de falta de orgasmo pero sí tiene la mayoría dificultades con la eyaculación precoz, que
es por lo general lo que no le permite a la mujer, de esa forma, llegar al climax.

Antiguamente los hombres iniciaban su vida sexual en un prostíbulo. Casi siempre eran experiencias lamentables que dejaba en
los jóvenes un recuerdo amargo y una idea sucia del sexo.

Muchas veces, estas circunstancias eran fomentadas por los mismos padres, para evitar que sus hijos se inclinaran hacia la
homosexualidad, fantasías que también solían formar parte de las tendencias latentes y reprimidas de sus progenitores.
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Hoy en día las cosas no han mejorado demasiado, sino empeorado, porque los jóvenes se inician sexualmente con adolescentes
menores de edad, sin utilizar ninguna protección, en un auto, en una plaza, en cualquier lugar que encuentren donde puedan
tener algo de intimidad, menos en una cómoda cama de una habitación rodeado de un ambiente adecuado.

De esta manera, un joven se puede satisfacer, pero difícilmente ocurra lo mismo con su pareja, que quedará frustrada y además
con la culpa y el resentimiento por haber cedido para tener una experiencia no satisfactoria.

Los inicios son importantes porque dejan una huella profunda y de alguna manera van a influir en la vida sexual futura.

El joven que tiene su primera experiencia con una prostituta y le agrada, probablemente en el futuro le resulte difícil integrar el
amor y el sexo, de modo que es posible que tenga una novia o esposa a quien amará pero que le costará satisfacer sexualmente
y tendrá una amante como aquellas de su primera vez para encontrar el placer sexual que necesita.

La integración del amor y el sexo es una etapa del desarrollo sexual, porque el verdadero amor de pareja en la adolescencia
naturalmente comienza siendo ideal y recién posteriormente madura hacia la sexualidad y si el ideal y la sexualidad no se brindan
a una misma persona, tenderá a seguir separado para siempre.

Lamentablemente, la mayoría de las veces, recién cuando un hombre es maduro aprende a tratar a una mujer y a vivir él mismo
una sexualidad más gratificante y plena; principalmente por el hecho de tener una menor carga endógena que le permite una
facilidad natural para controlar su eyaculación.

Pero no es necesario llegar a ser un anciano para poder hacer feliz a una mujer, porque el dominio de si mismo se puede
aprender y lograr a cualquier edad si se tiene conciencia del problema.

Problemas Sexuales en la Pareja

El problema más común de los jóvenes es la eyaculación precoz.

Es necesario aprender a controlar la eyaculación para dar tiempo a la pareja de lograr la suficiente excitación y hacer
posible de esta manera, el orgasmo de ambos al mismo tiempo.

Una forma sana es el deseo de compartir esa experiencia por amor, disminuyendo el varón su excitación concentrando la atención
en otra cosa.

La excitación de la mujer no es como la del hombre, que puede lograrlo ante cualquier estímulo sexual, por ser sus órganos
sexuales externos y muy sensibles a las estimulaciones.

La mujer, además de tener órganos sexuales internos y por cuestiones culturales o de educación, es muy diferente al hombre en
cuanto a su comportamiento sexual. Responden solamente a una estimulación mayor tanto física como emocional y necesitan una
atención especial en este sentido que suele ser diferente para cada una, de acuerdo a su sensibilidad y sus experiencias.

Es muy importante la educación sexual principalmente del varón, que es el que por lo general falla por no saber tratar a una
mujer, creyendo erroneamente que es igual a él.

Una discusión de la pareja no suele entorpecer la relación sexual de un hombre porque tiene una capacidad mayor para disociar.
En cambio la mujer, más sensible emocionalmente tiende a relacionar todas las situaciones y frecuentemente no puede dejar de
lado cuestiones sin resolver que la separan de su pareja.

Otras, suelen aprovechar este recurso para manejar situaciones conflictivas y vengarse u obtener ventajas, privando al hombre
de este placer.

Cada pareja es única y no se puede generalizar en cuanto a frecuencia y calidad de sus relaciaones sexuales, ya que los factores
que intevienen son muy numerosos y variados.

Se ha priorizado tanto la relación sexual en la pareja que se tiende a minimizar la relación afectiva entre ambos, su crecimiento y
desarrollo como personas individuales y el diálogo entre ellos. Si uno de los dos no crece es motivo más que suficiente para
enfriar una relación.

Es importante también, que una pareja tenga la oportunidad de estar sola de vez en cuando, lejos de la rutina diaria y de los
hijos para recuperar la intimidad.

Por otra parte, los problemas pueden surgir a veces por incompatibilidad de caracteres. Se suele elegir a alguien diferente,
complementario y la misma razón que existió para elegirlo es la que después lleva a rechazarlo.

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Si dos personas eligen estar juntas, siguen creciendo individualmente, tienen vida propia, se aman y se respetan, lo más probable
es que no tengan problemas sexuales difíciles de resolver.

El encuentro sólo es posible cuando por amor se aceptan mutuamente como son, se comprenden y se ayudan.

Tratar de cambiar al otro es imposible, lo único que se puede hacer es cambiar uno.

Problemas de Comunicación en la Pareja

Todas son quejas en las terapias de pareja

Cuando dos personas se eligen libremente para convivir, después de haberse conocido durante un tiempo, tienen que saber
que el otro, durante la etapa idílica puede no haberse mostrado tal cual es.

Porque todas las parejas tienden a mostrar su máscara social cuando recien se conocen y se han condicionado tanto a utilizar esa
imagen, que hasta que ellos mismos creen en ella, olvidándose de quienes realmente son.

Para comenzar una vida juntos, sin lastres que impidan una armoniosa convivencia, es importante mostrarse como uno es y
saber qué espera el otro de uno mismo. Por lo tanto, es necesario mantener una fluida comunicación, tener plena confianza uno
en el otro y poder hablar de cualquier cosa sin inhibiciones.

No es necesario decirse todo, porque nos quedaríamos vacíos, ya que siempre existe una parte verdaderamente íntima que no se
puede traducir en palabras y que debe permanecer en nuestra interioridad, intacta.

Hay que conservar ese misterio insondable de nuestras propias aspiraciones genuinas para ir revelándolo de a poco con los
hechos y continuar sorprendiendo toda la vida. Porque los hechos valen mucho más que las palabras.

Una pareja se da cuenta de inmediato cuándo hay una dificultad en la relación. Sin esperar que las cosas se compliquen y pasen a
mayores hay que detenerse y mantener una conversación sincera y honesta sobre el problema.

Las peores cosas puedes ser dichas en buenos términos, sin necesidad de escenas violentas ni malos tratos.

No es aconsejable acumular para después explotar y provocar con ese estallido una situación difícil de manejar.

Las ofensas hay que perdonarlas pero nunca hay que olvidarlas, porque pueden resultar útiles a la hora de pasar facturas.

La negociación es la base de la comunicación y es la forma más moderna y eficaz de enfrentar los problemas y resolverlos.

La comunicación no es una línea recta sino un círculo de ida y vuelta. Todo lo que diga el integrante de una pareja generará en el
otro una respuesta interna generalmente contaminada con experiencias del pasado, que provocará una reacción encadenada a
esos sucesos que nada tienen que ver con el tema en cuestión.

Puede ocurrir que la comunicación no logre su cometido y que se malinterprete su significado, por eso es necesario ser claro y
preciso y acompañar con los gestos adecuados lo que se está diciendo; porque muchas veces estos gestos contradicen el mensaje
hablado.

Cuando dos personas están en armonía la comunicación fluye naturalmente y más cerca estará de lograr correspondencia.

Esa armonía se logra manteniendo ambos el mismo lenguaje y tono al hablar, aunque no estén de acuerdo. Porque el punto que
no hay que perder de vista en toda discusión es el objetivo de la misma, sin obstinarse en querer tener la razón, que no conduce
a nada.

Si el otro levanta la voz, lo mejor es responder en el tono más bajo posible, ya que esto permite detener la espiral y provocar en
el otro una disminución de su cólera.

Llevarse bien con el otro exige apreciar sus propios valores aunque no se compartan.

Cuanto más nos centramos en nuestros propios pensamientos y convicciones menos conscientes estaremos de los pensamientos
y convicciones de los demás.

El secreto de la buena comunicación no es tanto lo que se dice sino cómo se dice, hablando en los mismos términos y expresando
las ideas en la misma forma en que el otro piensa de ellas.

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Teniendo en cuenta que todas las personas son diferentes y que cada uno ve el mundo de una manera distinta es un verdadero
milagro que una pareja logre entenderse. Sin embargo, no es imposible y algunas parejas pueden hacerlo.

Si eso es posible, entonces todos los demás, si quieren, también pueden.

La Pareja Despareja

Por alguna razón hay personas que siempre eligen relaciones de pareja incorrectas que terminan siendo tóxicas para ellas.

Llamo incorrecto a alguien que no trabaja, o es infiel, o no ayuda en la casa o con los niños, comete maltrato o abusos
económicos o sexuales, se alcoholiza o se droga, o juega por dinero.

Estas conductas, cuando ya están instaladas y forman parte de la personalidad, son muy difíciles de erradicar, estableciendo por
lo general un modelo de vínculo de pareja: sierva-señor, que casi nunca se revierte.

Sin embargo, todavía hay mujeres que sucumben a estas pasiones y aceptan convivir con alguien así, con la esperanza de
cambiarlo.

Lejos de cambiar, estos hombres suelen ser muy peligrosos y frente a las recriminaciones lógicas de su pareja pueden llegar a
cometer actos de violencia.

Hay muchas razones que hacen que una mujer tolere estas situaciones, una de ellas es la baja autoestima que le hace creer que
se lo merece y otra de las razones es no ser capaz de enfrentar la posibilidad de quedarse sola.

Son relaciones enfermizas que distorsionan la percepción y no permiten percibir los abusos, porque aunque no sea difícil para una
mujer abandonar la casa cuando es la que trabaja y sostiene el hogar, muchas veces les resulta imposible desligarse del hombre
que las somete y desvaloriza, por amor mal entendido, eligiendo así malograr su vida al lado de alguien que no las merece

Cuando estas parejas tienen hijos es más difícil intentar una separación y aún más complicada si la mujer no trabaja. En estos
casos, algunas mujeres deciden cambiar de verdugo y entonces se van a la casa de sus padres.

Volver a la casa paterna no es la mejor solución. Los padres ya se han acostumbrado a una estructura familiar de sólo dos
personas y sus vidas están organizadas sobre esas bases, difíciles de modificar.

Intentar solucionar un problema creándole a otras personas otro igual o peor, no es lo más recomendable. La libertad de uno
termina donde empieza la de otros y ellos ya han cumplido con sus deberes de padres.

Por esta razón, cuando hay hijos, con los cuales hemos asumido el compromiso para ayudarlos a crecer, educarlos y mantenerlos,
lo mejor sería que se fuera él, pero de no ser así, la decisión de dejar el hogar estará siempre condicionada a la posibilidad de
tener un trabajo.

Los hombres, cuando son abandonados por su familia, difícilmente los ayudan, al contrario, adoptan una actitud resentida y
agresiva, haciendo casi improbable el aporte de la cuota alimenticia para los hijos sino que recién lo hacen, mucho tiempo
después cuando un juez los obliga.

Mientras tanto, una mujer con sus hijos no puede permanecer en la calle a la deriva por lo cual es necesario que antes de tomar
una decisión consiga un trabajo. Toda mujer debería tener una preparación para poder desenvolverse en la vida por sus propios
medios porque nadie está seguro de no tener que atravesar por situaciones como estas.

Posteriormente, deberá tener precaución de no establecer nuevamente otro vínculo igual con otra persona, porque es cierto que
todas las mujeres tienden a ligarse siempre con el mismo ideal de hombre.

Divorcio con Hijos

El divorcio es un proceso familiar que los hijos nunca pueden aceptar.

El divorcio y la disolución de una familia produce mucho sufrimiento y estrés.

Cualquiera sea la causa de un divorcio, casi siempre se trata de uno de los integrantes de la pareja que busca una salida a una
situación muchas veces insostenible que la hace sufrir y que no le permite disfrutar de la vida.

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El otro puede ser indiferente, o puede no estar de acuerdo con la separación, creándose así las bases de un conflicto que muchas
veces dura mucho tiempo.

El factor económico es la barrera más difícil de sortear para divorciarse; porque una familia que vive con un presupuesto en una
misma casa, luego del divorcio requerirá dos viviendas y un ingreso razonable para seguir viviendo, con o sin los hijos.

Se puede afirmar que cuando no existen problemas económicos que enfrentar, la posibilidad de divorciarse aumenta, porque para
muy pocos la convivencia resulta ser un jardín de rosas.

Convivir en pareja y tener hijos requiere estar dispuesto a tener el propio hogar para brindar amor y hacer feliz al grupo familiar,
logrando de esa manera la propia felicidad.

Para tener una familia es necesario haber logrado cierto grado de madurez, tener dominio de si mismo, control de impulsos,
estabilidad emocional y la posibilidad de tener vida una propia, al margen de la pareja y aceptar que el otro también la tenga.

Una pareja necesita oxígeno para desarrollarse y crecer. No se puede compartir todo en la vida, aunque las personalidades sean
compatibles.

Cada integrante de la pareja necesita encontrar un canal de expresión y desarrollar su potencial en alguna actividad más allá del
hogar aunque no trabaje; tener sus propias amistades, que no necesariamente se tienen que compartir en pareja y sus propias
salidas y compromisos.

Si la pareja no tiene libertad para Ser, se extingue. No se trata de libertinaje para caer en la infidelidad sino de tener un espacio
propio.

La libertad comienza con la confianza; no se puede mantener ninguna relación si no se basa en la confianza; porque resulta inútil
pretender corregir a los adictos a la infidelidad después del matrimonio o de la convivencia como pareja.

Es imposible mantener vínculos estables con personas inestables y hay que ser lo suficientemente fuerte para no dejar progresar
relaciones en que algunos de los dos presente esas características.

Las personas no cambian demasiado, apenas un poco con el correr de los años, más de apariencia que de esencia; y la etapa del
noviazgo debería ser la prueba que se necesita para evaluar la posibilidad de una relación duradera.

Una vez hecho el compromiso suele ocurrir que todo aquello que agradaba de esa persona que se creía amar, ahora los separa.

Los hijos sufren cuando los padres pelean, pero si los padres se separan su sufrimiento puede ser mucho mayor.

Ellos aman a sus padres como son, incluso a aquellos que son abusadores, alcohólicos, que no trabajan, o que los golpean y
maltratan.

Es difícil que un niño denuncie a sus padres aún en los casos de castigos feroces o abusos.

El divorcio tiene que ser una decisión que por lo menos garantice una vida más feliz y la felicidad no depende de otras personas o
de otras cosas, sino de uno mismo.

Además, las historias se repiten, porque cada uno tiene un modo de relacionarse con los otros que lo puede hacer desdichado,
independientemente de la persona que tiene al lado.

Una persona con tendencia depresiva establece vínculos simbióticos, es decir que el otro es una prolongación de ella misma. Por
lo tanto, cada actitud de independencia será interpretada como falta de afecto y pérdida del amor.

Se puede amar y ser libre. El amor no debería ser una soga al cuello y el fin del desarrollo personal, porque de esa manera se
convertirá en odio al poco tiempo.

Antes de un divorcio es conveniente agotar todas las instancias posibles para lograr una reconciliación porque para los hijos
constituye una condición.

Una terapia familiar es lo aconsejable porque lo más importante es tratar de lograr un cambio en el vínculo.

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Divorcio con Hijos-Parte II

Nunca el divorcio es buen negocio

Cuando una pareja tiene muy buenas razones para decidir divorciarse y deciden enfrentar la dura prueba de una
separación, una de las formas de evaluar otro enfoque para confirmar si esas razones son suficientes, es viendo la actitud
que adoptan sus hijos.

La disolución del vínculo matrimonial desarticula una estructura familiar que por lo general se encuentra sobre una base poco
firme y sin soportes afectivos sinceros, que lejos de estar propiciando la felicidad y el desarrollo de cada uno de sus miembros,
favorece el estancamiento y el desequilibrio emocional de todos ellos.

Sin embargo, pocas veces una separación proporciona más felicidad a un grupo familiar, porque la mayoría de las veces se tiende
a repetir los mismos errores y porque la gente siempre tiende a vincularse con el mismo tipo de personas, reiterando así las
mismas situaciones.

Cuando se produce un divorcio, los dos son responsables y es común que sea la forma que tienen de relacionarse la que falla y no
tanto las peculiaridades de los caracteres.

Para poder vivir en pareja hay que aprender primero a estar solo. La soledad nos enseña a ser independientes y a valorar más la
compañía, el interés y el amor de una familia.

Una terapia familiar puede ayudar a esclarecer confusiones, malas interpretaciones, errores en las expectativas, a mejorar la
comunicación, a jugar adecuadamente los roles y a tener en cuenta al otro en cuanto otro y no como la prolongación de si mismo.

Cuando lo que no funciona es el sexo, las probabilidades indican que son los hombres los que no saben tratar a una mujer,
porque no existen mujeres frígidas, sino mujeres mal tratadas.

Aunque sea difícil creerlo, la mayoría de las dificultades de pareja pasan por su comportamiento en la cama.

En este caso, lo indicado es recurrir a una terapia de pareja; y si esto no resultara accesible lo mejor es hablar en terreno neutral,
fuera del ámbito de todos los días, en un restaurante, o en una confitería, de manera que la pareja pueda expresarse libremente,
pero respetando al otro, sin recurrir a gritos, amenazas o insultos.

Se podría asegurar que en este mundo casi todos los problemas de pareja pueden tener solución si alguna vez esas dos personas
se amaron y más si formaron una familia.

Pero también puede ocurrir que todos los intentos fallen y ambos estén de acuerdo en disolver el vínculo, que es la mejor manera
de enfrentar un divorcio.

En estos casos, también los hijos suelen estar de acuerdo, cuando pueden constatar que una reconciliación ya es imposible y
cuando es la única alternativa para salir de una situación insostenible que produce infelicidad a todos.

Una pareja divorciada con hijos siempre tendrá que vivir experiencias comunes, de modo que lo deseable es que continúen
manteniendo una relación amistosa entre ellos en favor de los hijos.

Los hijos aman tanto al padre como a la madre y desean verlos juntos y felices, no importa tanto que estén separados sino QUE
NO SE ODIEN, ni compitan por los hijos, ni los usen como intermediarios.

Lo mejor para los hijos cuando se termina una relación de pareja es que logren perdonarse todo y que puedan continuar con sus
vidas, respetándose mutuamente.

El odio que subyace a un divorcio es el otro lado del amor, de manera que lo único que significa es que aún no se ha podido
renunciar psicológicamente a esa relación.

El amor de pareja puede dar lugar a una nueva clase de amor, que es el que podemos sentir por nuestros amigos o seres
queridos, porque se trata del padre o la madre de los hijos y de la persona que alguna vez se amó y se eligió para formar una
familia.

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El Amor y la Soledad

Publicado por Malena el 5 de Enero de 2009

Amar de verdad no es huir de la soledad.

Muchos buscan el amor para huir de la soledad, pero nunca un amor podrá satisfacer la necesidad infantil de sentirse
acompañado, y esa relación estará destinada al fracaso.

Cuando amo a alguien porque lo necesito, no lo amo, lo estoy usando para mi propio beneficio, para que me acompañe, me
mantenga, me divierta, me entretenga.

Sólo cuando necesito a alguien porque lo amo es cuando me mueve el verdadero amor, la necesidad de compartir, de dar y de
saber recibir, y estar dispuesto a comprender, perdonar, tolerar y aceptar.

Cuando se ama a alguien de verdad, se desea su libertad para ser quien es, y se llegan a amar sus virtudes y sus defectos,
porque no siempre esos defectos son reales, ya que los que pueden ser defectos para uno pueden ser virtudes para otros.

La soledad nos enseña a vivir, a ser independientes, a valorarnos, a confiar más en nosotros mismos. Es la experiencia más
aleccionadora que existe para madurar como persona.

Recién cuando somos capaces de estar solos, aprendemos a conocernos, a apreciar todo nuestro potencial, a querernos y a ser
más buenos con nosotros mismos.

No se puede amar a otro si uno se desprecia. El odio a uno mismo es el fundamento de la agresividad hacia el otro, porque
siempre estamos proyectando nuestra propia interioridad con nuestras acciones.

Cuando se siente la sensación de estar solos o aislados es cuando hay que volver la atención hacia adentro y buscarse a si
mismo; porque el afuera nunca podrá devolver el sentimiento de pertenencia que se ha perdido.

Cuando se recupera la conciencia interna de pertenencia se logra la reconciliación con uno mismo, surge un nuevo sentimiento de
compasión y la posibilidad del perdón.

Esa relación personal es la más importante de las relaciones que existen; porque el hombre no puede relacionarse normalmente
con otro si no está bien con él mismo.

El amor verdadero no es fusión sino independencia, porque precisamente lo que se ama del otro es su ser total, su capacidad de
desarrollo y su poder de trascendencia constante.

Amar es admirar, es sorprenderse todos los días con el ser amado, que es capaz de cambiar y seguir siendo el mismo o la misma.

El egoísmo mata al verdadero amor, con las limitaciones y las trabas al desarrollo individual del otro, casi siempre por celos o
envidia del miembro de la pareja que se ha estancado.

La belleza es un don que ayuda a atraer pero que no sirve por si misma para mantener una relación.

La preocupación por el esquema corporal se ha convertido en un fin en si mismo y en el propósito de la vida de mucha gente.

Pero si detrás de un cuerpo perfecto no hay más que la preocupación por agradar, ninguna relación a largo plazo es posible y sólo
se habrá logrado ser una cosa, un bien de uso y no una persona.

La belleza no dura siempre, lo que permanece es el ser verdadero y auténtico que no se preocupa por agradar sino por ser.

Los vínculos se rompen con facilidad cuando en una pareja alguno de los dos no crece; y permanece aferrado a valores relativos,
sin desarrollarse. Ambos se aburren, se critican, y terminan odiándose, porque se convierten en obstáculos del propio
crecimiento.

La atracción física desaparece, ya no se aprecia la belleza porque cuando la pasión inicial entra en razón, se puede ver más allá
de ella y se descubre que no hay nada.

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Para amar a alguien de verdad primero hay que conocerlo o conocerla como persona y luego, naturalmente, como una
consecuencia lógica y esperada por ambos, vendrá la intimidad, más relajada, sin temores, con la responsabilidad de los que
tienen conciencia de la importancia de ese momento.

Si todo este proceso es al revés, y se empieza con la intimidad, entonces se convertirá en un episodio más en sus vidas,
transitorio y ocasional, que a veces tiene consecuencias desastrosas.

Amor y Obsesión

El amor no es prisión, ni desconfianza ni dolor, es la unión con fe de dos.

Amar a alguien es una emoción humana capaz de ayudar a reconciliarse con la vida, producir un cambio en la percepción y
poder ver todo más bello.

Pero también, el que cree amar, puede volverse posesivo y cruel hasta el punto de poner en peligro la relación.

El falso amor se puede transformar en obsesión en personalidades depresivas que tienden a relacionarse en forma simbiótica.

Necesitan sentirse dueños del otro, como parte de sí mismos, para poder controlarlo y manipularlo y cualquier actitud de
independencia es interpretada como falta de amor.

Pero si esa persona no puede crecer ni tener una vida propia, además de perder la oportunidad de desarrollar su potencial, pierde
su identidad, enajenando su propia vida para mantener una relación enferma.

Según la teoría psicoanalítica, la personalidad depresiva es el resultado de un trauma en una etapa muy arcaica del desarrollo
psicosexual, durante la lactancia, cuando todavía no hay reconocimiento del yo y del no yo.

El trauma es un acontecimiento imposible de controlar que provoca la incapacidad para responder en forma adecuada y que
provoca perturbaciones en la organización psíquica.

Esa etapa narcisista en que el pecho materno es vivido como la prolongación o como un espejo de si mismo, tenderá a reiterarse
en cada relación afectiva con personas significativas.

El amor obsesivo es un amor neurótico que también se basa en la forma de relación afectiva que se ha vivido con el padre o la
madre, cuando no se ha superado ese patrón y se aspira a repetir las exigencias de la infancia en la vida adulta.

Freud sostenía que el hombre posee un irrefrenable deseo instintivo de conquista sexual de todas las mujeres y que sólo la
cultura le impide hacerlo. Como consecuencia, todos los hombres son necesariamente celosos unos de otros y éstos celos, así
como la competencia con otros hombres, continuará existiendo siempre.

Según esta afirmación se puede inferir que el verdadero amor sería realmente imposible.

La obsesión en el amor se caracteriza por el intento de control de la relación y de la pareja que representa un objeto más de
propiedad del sujeto.

La obsesión en el amor no es amor, consiste más bien en tener a alguien seguro para usarlo.

No hay nada peor en el amor que convertirlo en una cárcel por el miedo a perderlo.

La angustia que provoca el miedo a la pérdida es la falta de fe, porque para amar a alguien de verdad hay que tener fe, y para
tener fe hay que tener coraje, ser capaz de correr riesgos, estar dispuesto a soportar el dolor y la desilusión como parte de la
vida y a comprometerse sin garantías.

El que se obsesiona considera a la seguridad y la tranquilidad como elementos esenciales en la vida, donde las posesiones, tienen
primacía, sin darse cuenta que también él es un prisionero.

La fe en la vida y en los otros se adquiere cuando uno mismo es digno de fe.

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