You are on page 1of 6

Para dejar testimonio de lo que pensaba el año del “bicentenario” he decidido

escribir estas humildes líneas que pudiera decirse es un ensayo o más bien un esbozo,

donde pretendo debatir de modo interno muchas de las ideas que uno lee ó escucha en los

medios e comunicaciones o en las tics que invaden cada vez más nuestra sociedad

globalizada.

A modo de precaución me refiero aquí a los orígenes de Chile en 1810, no a los

cambios, dinámicas sucedidos en los supuestos 200 años de historia.

En primer lugar creo que hay un mito en la idea del bicentenario que va desde los

que pudieran considerarse “patriotas” o bien aquellos que desde un punto de vista m{s

crítico se soslayan atacando el bicentenario como algo donde no hay nada que celebrar

porque estamos igual o peor que hace 100 o 200 años. Siento desde mi punto de vista que

ambas aseveraciones encierran un error, y es el hecho de considerar que Chile cumple

doscientos años, la visión patriota considera como hecho sine qua non para comprender el

“nacimiento” del país a partir de la junta de gobierno de 1810, como un hecho rupturista

se rompe con el pasado español (o se reencuentra con el pasado español como diría

Eyzaguirre), dicha visión no es más que una copia de la tradicional visión liberal clásica

que veía a España como potencia atrasada y que por tanto toda ruptura con ella nos

acercaba o incorporaba al mundo moderno. En tanto la visión crítica al avalar el hecho de

que en 1910 estábamos iguales o peor avala por tanto que se cumplen doscientos años y

reafirma la visión liberal, sólo cambia el foco “No hay nada que celebrar”.

Como he señalado, la visión de la construcción de Chile desde 1810 no tiene ningún

asidero real, en primer lugar desde un punto político concuerdo con Eyzaguirre en que la

primera junta de gobierno no es más que el reencuentro con los tradicionales principios

del derecho medieval español derivado de San Isidro y las 7 partidas, pero además 1810 o

bien lo que se conoce como proceso de independencia 1810-1818 en ningún momento

surge un orden nuevo. Es recién con el periodo de organización (1823-1833) que pudiera
hablarse de un “nuevo orden” político pero aun así lo único nuevo sería la elaboración de

cuerpos legales complejos por parte de los criollos, las constituciones de 1828 y 1833 que

son la base de nuestro orden constitucional actual no son más que la vestimenta de tipo

republicano de una monocracia presidencial en palabras de Bravo Lira, el Presidente no es

más que un rey republicano. Por otro lado los gobiernos del siglo XIX chileno desde

O’Higgins a Balmaceda no actúan guiados sino por los principios de la ilustración y del

despotismo ilustrado “todo para el pueblo, pero si el pueblo” nuevamente una vuelta al

pasado del proceso modernizador cuyo antecedente real son las reformas borbónicas. Por

tanto la configuración de un orden político en 1833 que venía a priori de nuestras

tradiciones del mundo hispánico (periférico) se proyectó también al siglo XX, la

constitución de 1925 y 1980 (reformada 2005) no son más que modificaciones a la 1833,

acorde a los “nuevos tiempos” pero la base presidencialista sigue siendo la misma.

He ahí entonces la primera desmitificación, no existe un bicentenario en lo político,

puesto que nuestro Estado surge de una heredad colonial y del siglo de la ilustración y su

proyección, ejemplo de esto es el código civil, casi una copia del napoleónico ideado por

Bonaparte justamente guiado por los preceptos ilustrados racionalistas del siglo XVIII, y el

ejemplo ya enunciado que la constituciones de 1833 marca el inicio de una monarquía

republicana.

Un segundo elemento que muchos sacan a relucir es de tipo socio económico, para

unos somos un país a punto de ser desarrollado, para otros somos pobres, míseros, que

estamos igual que en 1910, pero aun ahí nuevamente caemos en el error reduccionista de

señalar el que nacimos en 1810 puesto que se reconoce el centenario como un hecho

histórico. El error aquí subyace igualmente de ver el mundo en términos dicotómicos de

igualdad vs libertad, ricos vs pobres, que son categorías muy abstractas, siempre he sido

un hombre inclinado a pensar que dichas categorías no son más que utópicas, el mismo

Herodoto hablo de la pobreza en sus textos por retraer en algunos siglos dichos temas.
Así mismo desde la conquista y por tanto la creación o conformación de Chile, la

pobreza es parte fundante y fundamental de su curso histórico, acaso ¿ no son los

conquistadores del último rincón hispanoamericano hidalgos venidos a menos, pobres y

simples aventureros? Dicho esto, tampoco Chile fue reconocido por sus riquezas y

sobrevivimos dentro de la lógica española imperial netamente por un fin estratégico

defensivo periférico, siempre fuimos una carga para la corona. Por otro lado la pobreza

también estuvo presente en el reino, los cronistas de los siglos XVI, XVII y XVIII dan

cuenta de ella sobre todo en el 1600’s pueden verse muchas de estas descripciones en el

clásico de Fernando Silva Vargas Tierra y pueblos de Indios.

La pobreza entre 1810 y 1910 también fue una herencia colonial debido a la realidad

rural del país y la pobreza del siglo XX hasta el día de hoy es esencialmente en su origen

urbano. Decir que no hay nada que celebrar porque aún existe pobreza nos pone en un

plano netamente utópico sea que la pobreza sea material o bien espiritual la cual dista

mucho de ser una visión diferente entre posturas. La verdad es que en 400 (200 años para

los patriotas) años la pobreza ha cambiado bastante y sobre todo ha bajado su cantidad en

los últimos 20 años donde la concertación ha administrando el modelo neoliberal. A mi

juicio es incomparable la pobreza de un peón rural del 1850’s que depende ante todo de su

patrón, con la pobreza urbana de 1910 donde la llamada cuestión social era una verdadera

crisis nacional, los trabajadores no disponen de días feriados, tienen horarios

indiscriminados de trabajo, ni una mísera posibilidad de sentarse durante la hora laboral,

tampoco hora de colación, no hay un salario mínimo ni mucho menos contrato de trabajo,

no hay arbitraje, ni pensiones de jubilación, ni mucho menos seguro social y que decir de

los famosos bonos actuales. En 1950 esa pobreza se vuelve totalmente urbana pero

marginal en un ciento por ciento, ni mediaguas existían, solamente poblaciones callampas

que surgían por todos lados y también ciudades importante de provincia, hoy día dicho

panorama ha desaparecido hay otros problemas, la situación descrita por Nicomedes

Guzm{n, Augusto D’Halmar, Fernando Vargas, y otros tantos novelistas de la época para

quienes no lo han leído llega a ser chocante con nuestra realidad actual.
Los pobres y trabajadores sin duda deben considerarse mejor avenidos si se compara

con sus símiles de 1610,1710, 1810 y 1910. Eso es un avance lo que no quiere decir que

faltaren cosas por mejorar, pero ponernos en un plano utópico de alcanzar la igualdad

para todos es sinónimo de beatería, lo mismo ocurre con el concepto de libertad, ambos

son y pertenecen a un mundo dicotómico perdido con la caída del muro de Berlín. Sin

contar que decir que la pobreza es espiritual implica ponerse uno mismo en un plano de

superioridad sobre los sujetos considerados “pobres” lógica similar a la de decir

civilización versus barbarie decimonónica y positivista.

Muchos achacan esto a un sistema económico que podría ser el capitalista tomando

como ideólogo lo señalado por Recabarren en 1910, pero la verdad es que la desigualdad y

la pobreza están presentes desde que el ser humana apareció en la faz de la tierra, los

esclavos atenienses e ilotas espartanos en el siglo V, los esclavos, proletarii, ingenui e

humiliriores romanos, el siervo de la gleba feudal y así sucesivamente.

Desde un punto de vista, Chile sigue inmerso en un orden (neo) colonial, somos

productores de materias primas y dependientes de su precio internacional, como sucedía

en la colonia, por tanto de la metrópoli heredamos los elementos de nuestra economía

básica, las haciendas del valle central son las mismas que producen hoy en día vinos de

exportación por poner un caso que se me viene a la cabeza. En ese sentido no ha cambiado

nada con la colonia.

En un orden social, nuestra sociedad es mestiza más que otros países latinos otra

herencia colonial, nosotros somos un crisol de razas, el español, el mapuche o indígena y

finalmente los otros inmigrantes, dicho crisol surge en la colonia y tiene su proyección en

el día a día de hoy, cada una de las razas del crisol ha aportado sus virtudes y defectos a la

conformación de una fisonomía típica chilena. Desde mi óptica regionalista es la

Araucanía donde más se visualiza el crisol, y donde también más se observa las rupturas y

junturas del mismo. Tenemos un problema que es preciso reconocer al mapuche como
parte del crisol, no como ente independiente ni soberano como nación, puesto que sus

rasgos culturales propios no son los precolombinos, para comenzar el esencial una

sociedad oral que no recuerda su lengua, así como tomar como mecanismos muchos

elementos occidentales, demuestran el mestizaje del mapuche por lo que tampoco existe

un mapuche típico natural, que un comunero diga que lo que se pide es la tierra ancestral

y grite Marrichiweu no convierte a un pueblo en una nación en un sentido típico, menos

cuando el mismo mapuche su unidad tradicional no es el “pueblo” mapuche sino la

familia (löf) en un modo organizacional.

Lo mismo ocurre con los demás, es hora de aceptar que el mapuche es parte de la

fusión, no como otro, sino como parte igual a las demás, puesto que sólo la tendencia es

reconocer el aporte extranjero. En el fondo la nación chilena es mestiza y su origen es

colonial donde debemos aceptarlo el estado español trato mejor al mapuche que lo ha

hecho el Estado chileno durante su historia republicana. Partiendo del principio de

reconocimiento del otro, no por nada en el parlamento de Tapihue los mapuches

reconocieron a España como su señor pasando ellos a convertirse en Vasallos. Somos

todos iguales en deberes y derechos, lo que no implica que los fenotipos regionales y

sociales nos diferencien en materias culturales. La herencia colonial aquí es Tapihue no la

farsa de los 400 años de lucha de la guerra de Arauco, donde la frontera fue bastante

permeable tanto al norte como al sur.1

1 véase Villalobos y su libro sobre la vida Fronteriza, y Leonardo León en


Maloqueros y Conchavadores, o bien Holdenis Casanova en Temas de vida Fronteriza
“Consideramos que durante el siglo XVIII, tanto en lo cotidiano como en aquellos aspectos
de carácter oficial, las relaciones entre los grupos humanos involucrados en el contacto
fronterizo se desarrollaron en un marco complejo y dinámico, propicio a la estabilidad y la
paz. La guerra no desapareció por completo en la Araucanía; continuaron produciéndose
estallidos locales y esporádicos, pero la convivencia llego a constituir la tónica general del
acontecer." O la misma Casanova en las “rebeliones araucana” donde señala que “Al
comenzar el siglo XVIII, y desde las últimas décadas de la centuria anterior, una situación
de equilibrio imperaba en la Araucanía. Paulatinamente, los encuentros b61icos se habían
ido distanciando y luego desaparecieron reemplazados por un complejo sistema de
relaciones que vinculaban estrechamente a los diversos componentes de la sociedad
fronteriza.” P.17
Para finalizar entonces mi postura nos es que no haya nada que celebrar, sino que

más bien es la lógica del bicentenario su problema. Son 400 años de historia y no 200,

nuestra historia se proyecta de un pasado colonial no de un futuro republicano tipo tabula

rasa. Si hay que colocar una fecha tampoco presenta para mi un problema el decir el 18 de

septiembre, es una fecha moderada. Es el dejar el imperio español atrasado, decadente y a

punto de morir (si bien su agonía duraría 80 años más) retomando las hebras del futuro y

del pasado. Del pasado puesto que se retoma el derecho medieval español y los ideales

modernizadores entregados por las reformas borbónicas, pero de futuro puesto que

proyectó la misma herencia colonial hacia el futuro en el modelo republicano, el mismo

que aplicando la norma del progreso decimonónico ha avanzado mucho en la era

republica chilena aunque es innegable que falten cosas por hacer.

Si comprendemos que como nación tenemos nuestros orígenes en la colonia

española, de los mapuches y colonos extranjeros es quizá el primer paso necesario para

comprender la lógica de nuestro origen y nuestro destino.

You might also like