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La fidelidad puede ser representada por símbolos de flores. Las de color rojo, como las
gerberas, los tulipanes, los crisantemos, las rosas, entre otras, representan el amor, la
pasión y también la fidelidad.
Los romanos habían puesto a la fidelidad en el número de sus divinidades. Numa fue el
primero
Lo que es fidelidad
Primero, la fidelidad no es mera disposición natural, sino
la actuación original de un sujeto, que se traduce, por ejemplo, en
la firmeza de decisión respecto a otra persona o respecto a una
causa elegida. Así hablamos de las fidelidades que ocurren en las
épocas “doradas”, donde se dan cita lo caballeresco y el
honor. Pero, más allá de épocas históricas, que son rígidas a
veces en las relaciones sociales, la fidelidad es siempre fidelidad a
la “dignidad” del otro. La fidelidad es el esfuerzo de un alma noble
para igualarse a otra tan grande como ella.
Segundo, esa actuación original no es evanescente, pues conlleva
una constante actitud o fuerza creativa que supera el
tiempo. Porque no es una mera exigencia de la vitalidad humana,
sino de la intimidad personal. De ahí los dos aspectos de la
fidelidad: uno, prospectivo, a saber, la fijación del hombre para
el futuro; otro, retrospectivo, es decir, ligazón actual por algo que
ocurrió en el pasado, la palabra dada. Ser fiel consiste
en permanecer firme a pesar de los daños y peligros que pueden
presentarse. Fidelidad es siempre “eterna” (fiel hasta la muerte).
No es una formalidad social, ni una asiduidad en la repetición de
gestos y formulismos sociales. Es cierto que a veces se dice del
empleado y del funcionario que son fieles a su oficio. O de los
amigos, que son fieles a sus relaciones. Pero sobre todo, se dice
de los que se unen por el amor: porque sólo por el amor se vincula
el hombre con el futuro, relacionándose con otra persona de
manera incondicional e invariable. Incluso en todos los ámbitos
sociales vale decir que sólo el que manda con amor es servido con
fidelidad.
Tercero, esa actuación original se constituye como una obligación
consigo mismo, una responsabilidad firme con la palabra dada. En
el fondo, ser fiel a otra persona es también ser fiel a sí mismo, a su
propia palabra, para crecer en su mismidad
La fidelidad es constructiva
En realidad la infidelidad es destructiva: dilapida el patrimonio del
amor, que es la autenticidad. Impide que se miren cara a cara un
“yo” y otro “yo”. Se miran entonces un “yo” y una “apariencia de
yo”. Queda falseada así la relación interpersonal; y la persona infiel
se mueve como un equilibrista en el filo de una doble vida. No me
refiero solamente a la infidelidad externa o meramente erótica, sino
a la infidelidad de la mente. A la infidelidad mental concurren la
imaginación, la memoria y la inteligencia. A veces puede sentirse
repugnancia por realizar la infidelidad externa y carnal, pero no
la mental: maquinando aventuras que no se vivirán jamás, pero
con las cuales se sueña mucho, dormido o despierto. Esta
infidelidad rompe en el hombre la unidad ontológica (cuerpo-alma)
y la unidad psicológica (corazón-espíritu); y provoca con ello un
alto porcentaje de neurosis, constituidas por la mezcla imposible
de fidelidad exterior y de infidelidad interior, además de la
conflictualidad psicológica con el otro. Cuando a veces se grita “no
me comprendes” es que ya se ha hecho imposible comprender:
pues no se vive un mundo unívoco y claro. Se vive en dos mundos:
uno visible para el amado, mas otro invisible. Gritar “no me
comprendes” es un síntoma hiriente, cuando uno ha puesto toda
su aplicación e ilusión en comprender.
La infidelidad trae consigo el fracaso existencial, pues nadie puede
duplicar en dos frentes su existencia única. Y ese fracaso, a su
vez, provoca angustia constante,
insatisfacción, autodesprecio, falta de paz interior y exterior (en la
casa, en el trabajo, entre los amigos).
Por el contrario la fidelidad es constructiva: y aunque es una fuerza
que supera el tiempo, no tiene la dureza de la roca, sino que es
vivamente creadora, y permite atravesar la existencia sin vacilar,
sin desfallecer, construyendo el futuro del amor. Las divergencias
personales, las diferencias de carácter, lejos de ser un obstáculo o
algo negativo, son estímulos positivos, verdaderas ocasiones para
poner en marcha el ingenioso dinamismo de la fidelidad. Las
personas crecen y muestran en su discurrir temporal aspectos que
antes no afloraban. No es eso motivo para asustarse, sino para
recibir de nuevo al otro.
Por otra parte, romper la unidad del amor es romper el hogar, el
espacio de amor en que los hijos tienen el derecho de crecer y
educarse. El hogar es un ámbito espacial de amor, que presta
seguridad y equilibrio personal. El amor al hijo y el amor al
cónyuge forman unidad. Quien dice amar al hijo, mientras es infiel
al cónyuge, tiene la doble condición de falaz y de expoliador: falaz,
porque representa ante los hijos una comedia del amor; expoliador,
porque sustrae, quita la paz de su hogar, de los hijos que tarde o
temprano asistirán impotentes al drama de la infidelidad
Pero, ¿es así el ser humano: tan leve, tan evanescente, tan
materialmente frágil? ¿Acaso no muestra, cuando quiere, actitudes
incondicionales, definitivas? Y si estas ocurren de hecho, es que
son posibles realmente. Decía el dicho latino: “De actu ad posse
valet illatio”, que significa: “se puede concluir que una cosa tiene
posibilidad real cuando experimentamos la actualidad de ella, el
hecho de su existir”.
TIPOS DE FIDELIDAD
Fidelidad esclerotizada
Fidelidad dinámica