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Juramento del Juego de la Pelota, acto por el que el “tercer estado” de los Estados Generales
afirmó su soberanía como representante de la nación. Una vez que el tercer estado se
constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio de 1789, el rey de Francia, Luis XVI, decidió
restablecer su autoridad ante una sesión conjunta de los Estados Generales. Cuando los
diputados del tercer estado llegaron al palacio de Versalles el 20 de junio, encontraron su
cámara cerrada, los diputados, temiendo que iban a ser destituidos, se reunieron en un recinto
destinado al juego de la pelota de la ciudad de Versalles. Tras un tiempo de debate la mayoría
de los diputados juraron continuar la sesión hasta terminar la redacción de una nueva
constitución para la nación. El juramento fue renovado tras la sesión conjunta de 23 de junio,
después de la cual el Rey accedió a la elaboración de dicha ley magna.
Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, declaración general de derechos
elaborada por la Asamblea Nacional Constituyente en agosto de 1789 a fin de proporcionar un
marco previo a la redacción de una constitución en los primeros momentos de la Revolución
Francesa. Los derechos naturales del hombre: consideraba básicos la libertad (individual, de
pensamiento, de prensa y credo), la igualdad (que debía ser garantizada al ciudadano por el
Estado en los ámbitos legislativo, judicial y fiscal), la seguridad y la resistencia a la opresión.
Jacobinos, nombre que recibían los miembros del club radical francés que dirigió la vida
política del país durante la Revolución Francesa. Fue fundado en 1789 como una Sociedad de
Amigos de la Constituyente (sus miembros eran diputados de la Asamblea Constituyente); su
apelativo tiene su origen en el lugar de reunión del club, un antiguo monasterio dominico de
París. El conde de Mirabeau y Maximilien Robespierre, líderes revolucionarios, eran miembros
de esta organización; este último llegó a ser su presidente. Su influencia tenía un alcance
nacional gracias a las 1.200 sociedades afines diseminadas por toda Francia.
Maximilien de Robespierre (1758-1794), abogado y político francés que llegó a ser una de las
figuras más destacadas de la Revolución Francesa y uno de los principales responsables del
periodo de la misma denominado Reinado del Terror, fue defensor de las teorías sociales del
filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Fue elegido diputado de los Estados Generales que se
convocaron en mayo de 1789, poco antes de que estallara la Revolución Francesa, y más tarde
sirvió en la Asamblea Nacional Constituyente, donde destacó pronto por su ferviente y
brillante oratoria. En abril de 1790 pasó a ser presidente del club jacobino y adquirió
popularidad como enemigo de la monarquía y defensor de las reformas democráticas Tras
abolirse la monarquía en agosto de 1792, Robespierre fue elegido diputado de la Convención
Nacional por París. Miembro del grupo de La Montaña, reclamó insistentemente la ejecución
del rey Luis XVI. En mayo de 1793, apoyado por el pueblo de París, obligó a la Convención
Nacional a expulsar a los girondinos. En el mes de julio, ingresó en el Comité de Salvación
Pública y no tardó en hacerse con el control del gobierno ante la falta de oposición. Francia se
hallaba sumida en el caos, por lo que Robespierre, secundado por el Comité, procedió a
eliminar a todos aquéllos a los que consideraba enemigos de la revolución, tanto extremistas
como moderados, con el propósito de restablecer el orden y reducir el peligro de una invasión
exterior. Esta política originó el llamado Reinado del Terror y provocó que en marzo y abril de
1794 fueran ejecutados los líderes revolucionarios Jacques René Hébert y Georges Jacques
Danton. En mayo, la Convención Nacional, presionada por Robespierre, proclamó el culto al
Ser Supremo —la razón— como religión oficial. Los católicos y ateos rechazaron este decreto,
pero el dirigente francés aún contaba con el poderoso apoyo de los sans culottes (clases bajas)
de París y fue elegido presidente de la Convención Nacional en junio. Mientras tanto, el Terror
se había intensificado y muchos miembros influyentes de la Convención y del club jacobino
comenzaron a temer por su vida ante la creciente agresividad de los discursos de Robespierre.
Las medidas extremas de seguridad parecieron innecesarias tras una serie de victorias
militares de Francia y se organizó una conspiración para poner fin al dominio político del líder
jacobino. El 27 de julio de 1794 se le prohibió dirigirse a la Convención Nacional y quedó bajo
arresto. Numerosos seguidores se rebelaron en su apoyo, pero fueron reprimidos. Robespierre
murió guillotinado el 28 de julio
Girondinos, sector republicano moderado que intervino en la Revolución Francesa desde 1791
hasta 1793. Recibieron este nombre porque sus miembros más destacados representaban al
departamento de la Gironda,. Este grupo participó en la Asamblea Legislativa en octubre de
1791. Se les identificó con los jacobinos en un principio, pero los dos grupos se separaron a
causa de sus diferencias sobre la guerra con Austria; los girondinos eran partidarios de ir a la
lucha porque consideraban que uniría a Francia bajo la bandera de la revolución. Este grupo,
encabezado por Brissot y Jean Marie Roland de La Platière, persuadió a la Asamblea para que
votara a favor de la guerra en abril de 1792. Su influencia disminuyó después de este episodio.
Los girondinos se oponían a los controles económicos y a la democracia radical que defendían
los jacobinos, establecidos en París, y no consiguieron el apoyo militar de las provincias en
octubre de 1793. Su poder terminó cuando Brissot y treinta de sus seguidores fueron
guillotinados por los jacobinos el 31 de octubre.
Convención Nacional
Convención Nacional, asamblea constituyente convocada en septiembre de 1792, durante la
Revolución Francesa. Abolió la monarquía, proclamó la I República y en enero de 1793
condenó a muerte al rey Luis XVI después de haberle declarado culpable de traición. Tras la
declaración de guerra por parte de las potencias europeas, se decretó una leva masiva de
300.000 personas. Durante el reinado del Terror, que se inició en abril de 1793 y concluyó
en julio de 1794, esta cámara estuvo supeditada al control de los doce miembros del Comité
de Salvación Pública dominada por los jacobinos; a continuación, quedó bajo la influencia de
la facción que dio el golpe de Estado del mes de termidor (9 de julio de 1793). La
Convención se disolvió el 26 de octubre de 1795 tras el establecimiento del Directorio .
La Montaña
La Montaña (en francés, La Montagne), nombre que recibió durante la Revolución Francesa el
partido de radicales extremistas dirigido por Maximilien de Robespierre y Georges Jacques
Danton. El apelativo se debía a que los representantes de este grupo, conocidos como los
montañeros (montagnards) y aliados de los jacobinos, se sentaban en la parte superior del
salón donde se reunía la Convención Nacional. Desde finales de 1792 hasta la primavera de
1793 se opusieron a los girondinos, cuyos miembros controlaban entonces el gobierno
revolucionario. Existía un tercer sector cuyos diputados no pertenecían a ningún partido y al
que se denominaba 'El Llano' debido a que sus escaños se encontraban en la parte inferior
de la sala. Desde junio de 1793 hasta julio de 1794, 'La Montaña' dominó el gobierno
republicano.
Cada director ocupaba el cargo de presidente durante tres meses y se reemplazaba a uno de
los miembros anualmente. Entre las figuras que prestaron sus servicios en el Directorio se
encontraban Paul François Barras, vizconde de Barras, Lazare Carnot, Joseph Fouché y
Emmanuel Joseph Sieyès. Asimismo, su ministro de Asuntos Exteriores a partir de 1797 fue
Charles Maurice de Talleyrand-Périgord. La economía del Estado quedó tan debilitada debido
a la incompetencia y corrupción de este órgano, que el gobierno se declaró en quiebra a
comienzos de 1796. Desde este momento, el Directorio trató de recuperar su solvencia
económica mediante conquistas en el extranjero y situó a Napoleón Bonaparte, que había
participado en el restablecimiento del orden en París pocos días antes del establecimiento del
Directorio, al mando de los ejércitos franceses que en Italia luchaban en la guerra de la
Primera Coalición (antecedente de las conocidas como Guerras Napoleónicas). Bonaparte
consiguió varias victorias sucesivas que aumentaron su poder y prestigio, mientras que la
influencia del Directorio iba disminuyendo en el país. La combinación de las derrotas en el
exterior con los levantamientos revolucionarios (como el llevado a cabo en 1796 por el
socialista François Nöel Babeuf) y, fundamentalmente, contrarrevolucionarios en el interior
había socavado la autoridad del Directorio en 1799, por lo que Bonaparte consiguió tomar el
poder sin apenas oposición el 10 de noviembre de ese año, un día después del comienzo de
su sublevación. Este hecho, que ocasionó la caída del Directorio, se conoce como el golpe de
Estado del 18 de brumario del año VIII de la República, la fecha correspondiente del
calendario republicano instaurado años antes. A continuación se creó el Consulado, en el cual
Bonaparte fue elegido primer cónsul. El llamado estilo directorio fue el nombre que se aplicó
a la peculiar creación neoclásica de muebles, interiores y vestimentas que tuvo lugar en
Francia durante aquella época de su historia.
Consulado
Consulado (historia de Francia) (en francés, Consulat), nombre por el que se conocen tanto
al sistema de gobierno establecido en Francia el 10 de noviembre de 1799, a raíz del
derrocamiento del Directorio a manos de Napoleón Bonaparte, como al periodo en que dicho
régimen desempeñó el gobierno republicano, finalizado el 18 de mayo de 1804 con la
proclamación imperial napoleónica. Su comienzo es considerado el ocaso del proceso que ha
dado en llamarse Revolución Francesa. La caída del Directorio tuvo lugar el 10 de noviembre
de 1799, un día después de que se produjera el llamado golpe de Estado del 18 de brumario
del año VIII de la República, fecha perteneciente al calendario revolucionario al uso en
aquella época. Los miembros de la Asamblea Legislativa francesa del periodo del Directorio
que apoyaron el cambio de régimen nombraron tres cónsules para gobernar Francia.
Napoleón fue elegido primer cónsul, en tanto que Emmanuel Joseph Sieyès y Pierre Roger
Ducos, los otros dos cónsules, prestaban sus servicios como consejeros. Ambos fueron
pronto reemplazados por Jean Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun. Este
acercamiento a un tipo de gobierno monárquico se confirmó a través de la nueva
Constitución, aprobada mediante un referéndum el 24 de diciembre de 1799. En ella se
disponía la creación de un Senado compuesto por sesenta miembros designados con carácter
vitalicio, una asamblea de tribunos con cien miembros, una cámara legislativa de trescientos
diputados y tres cónsules propuestos por los órganos del senado para un periodo de diez
años, susceptibles de ser reelegidos. No obstante, las atribuciones de estas instituciones
eran muy limitadas, mientras el primer cónsul disfrutaba de un poder casi absoluto,
verdaderamente dictatorial. Napoleón, como primer cónsul, fijó su residencia en el palacio de
las Tullerías, situado en París, que había sido tradicionalmente la residencia de la familia real
francesa. Se le volvió a elegir para un nuevo mandato de diez años en mayo de 1802, y en
agosto de este mismo año se le nombró primer cónsul con carácter vitalicio en virtud de una
enmienda introducida en la Constitución. El Consulado se disolvió el 18 de mayo de 1804,
cuando Napoleón fue proclamado emperador por el Senado tras los brillantes éxitos
obtenidos por medio de su belicosa política exterior durante las primeras Guerras
Napoleónicas.
Horatio Nelson (1758-1805), almirante británico, sus victorias en las batallas del Nilo y
Trafalgar, obtenidas durante las llamadas Guerras Napoleónicas, le convirtieron en un héroe
nacional.
Código de Napoleón
Código de Napoleón, denominación oficial que en 1807 se dio al hasta entonces llamado
Código Civil de los franceses, aprobado por la Ley de 24 de marzo de 1804 y todavía en
vigor, aunque con numerosas e importantes reformas. Los primeros intentos de codificación
se deben a la Asamblea Constituyente de 1790, formada durante la Revolución Francesa,
que acordó la creación de un código de leyes civiles comunes a todo el reino, que estuviera
redactado de forma simple y clara y conforme al espíritu de la Constitución. El primer
proyecto se hizo durante la Convención, al que siguieron otros con un progresivo
debilitamiento de los principios revolucionarios. Sin embargo, el auténtico paso hacia
adelante tuvo lugar cuando se encomendó la codificación al primer cónsul Napoleón
Bonaparte. Se realizaron diversos proyectos particulares en los que llegó a participar de
forma activa mostrando su gran tesón, energía y sentido jurídico. Este proceso culminó con
el nombramiento en 1800 de una comisión que había de redactar el proyecto definitivo,
formada por los eminentes jurisconsultos Portalis, Tronchet, Bigot du Preameneu y Malleville.
Así, en poco tiempo se venció la resistencia que ofrecía el Tribunado, llegándose a discutir,
aprobar y concentrar en una sola ley los últimos 36 proyectos de ley en un solo año. El
Código de Napoleón está construido sobre el llamado plan romano-francés y, por lo tanto,
dividido en tres libros: el primero se dedica al derecho de la persona y sus relaciones
familiares (salvo las económicas existentes entre los cónyuges); el segundo a los derechos
sobre las cosas y las diferentes modificaciones de la propiedad, y el tercero y último, bajo el
título “de los diferentes modos de adquirir la propiedad”, estudia por este orden la herencia,
el contrato y las demás fuentes de la obligación (entre las que se encuentran las relaciones
económicas entre cónyuges, contempladas como contrato de matrimonio) y algunos otros
temas aislados. Esta sistemática es la que ha seguido el Código Civil español y numerosos
códigos americanos por influencia directa del francés. El Código de Napoleón es digno de
elogio por numerosas razones: está redactado en un lenguaje claro, sencillo, conciso y de
gran valor literario; consigue aunar todos los materiales tradicionales con numerosas ideas
de la Revolución, armonizando los factores romanistas con la poderosa influencia del
Derecho consuetudinario de inspiración germánica por un lado, y por otro, expresando las
consecuencias de la soberanía popular conquistada entonces, a través de las ideas
individualistas y la preocupación por la tutela de las libertades personales contra un posible
retorno al Antiguo Régimen. Se trata de un código de gran precisión técnica en el plano
jurídico, que satisface todas las necesidades de la clase burguesa ascendente y de una
sociedad en vías de desarrollo bajo un signo liberal y capitalista. La difusión del Código Civil
francés fue extraordinaria, imponiéndose en diversos territorios europeos durante las
Guerras Napoleónicas y se aceptó en Bélgica, donde todavía sigue vigente. Influyó en todas
las codificaciones del siglo XIX, en particular en el Código Civil italiano de 1865, en el
español de 1889 a través del proyecto nonato de Florentino García Goyena de 1851, y se
halla en la base de diversos códigos civiles sudamericanos, destacando el argentino de 1869
(obra de Dalmacio Vélez Sársfield) y el de Chile (obra de Andrés Bello en 1858), del que de
hecho fueron copiados los de Ecuador (1861) y Colombia (1873).
Sistema Continental
Sistema Continental, política de bloqueo económico adoptada a partir de 1806 por el
emperador francés Napoleón I Bonaparte, durante las Guerras Napoleónicas, con el objeto
de impedir que Gran Bretaña comerciara con otras naciones europeas y obtuviera así
cooperación en su enfrentamiento con Francia, que dejó de aplicarse en 1815, tras la
definitiva caída de Napoleón.
Guerras Napoleónicas, serie de guerras libradas entre Francia y varias naciones europeas
desde 1799 hasta 1815. En 1799, Francia quedó bajo el dominio de Napoleón, coronado
emperador de Francia en 1804 con el nombre de Napoleón I Bonaparte. Estos
enfrentamientos militares fueron una continuación de las guerras mantenidas por Francia en
Europa durante la Revolución Francesa (1789-1799).
Guerras Napoleónicas
1 INTRODUCCIÓN
Guerras Napoleónicas, serie de guerras libradas entre Francia y varias naciones europeas
desde 1799 hasta 1815. En 1799, Francia quedó bajo el dominio de Napoleón, coronado
emperador de Francia en 1804 con el nombre de Napoleón I Bonaparte. Estos
enfrentamientos militares fueron una continuación de las guerras mantenidas por Francia en
Europa durante la Revolución Francesa (1789-1799).
2 LA PRIMERA COALICIÓN
3 LA SEGUNDA COALICIÓN
La victoria de Napoleón en la campaña contra los austriacos en el norte de Italia puso fin a la
Primera Coalición. No obstante, durante su estancia en Egipto se formó la Segunda Coalición
(24 de diciembre de 1798) integrada por Rusia, Gran Bretaña, Austria, el reino de Nápoles,
Portugal y el Imperio otomano. Las batallas principales de la guerra de la Segunda Coalición,
que se inició a finales de 1798, tuvieron lugar en el norte de Italia y en Suiza al año
siguiente. Los austriacos y los rusos, dirigidos por el general Alexandr Suvórov, vencieron a
los franceses en el norte de Italia en las batallas de Magnano (5 de abril de 1799), Cassano
(27 de abril), el Trebbia (17-19 de junio) y Novi (el 15 de agosto). La Coalición también
tomó Milán; abolió la República Cisalpina, que se había constituido bajo los auspicios del
gobierno francés en 1797; ocupó Turín y privó a Francia de sus anteriores conquistas en
Italia. El resultado de la lucha en Suiza fue más favorable para los franceses. Tras ser
derrotados en Zurich (7 de junio) por Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria, las
fuerzas francesas dirigidas por el general André Masséna vencieron a las tropas rusas del
general Alexander Korsakov el 26 de septiembre. Suvórov y sus fuerzas abandonaron el
norte de Italia atravesando los Alpes para unirse a Korsakov en Suiza, donde sus tropas se
habían dispersado tras ser vencidas. El ejército de Suvórov hubo de refugiarse en las
montañas del cantón de los Grisones, donde quedó diezmado a causa del frío y el hambre.
Los rusos se retiraron de la Segunda Coalición el 22 de octubre alegando como motivo la
falta de cooperación de los austriacos.
Cuando Napoleón regresó a Francia procedente de Egipto en octubre de 1799, pasó a ser el
líder del Consulado y ofreció la paz a los aliados. La Coalición rechazó esta propuesta y
Napoleón planeó una serie de ataques contra Austria para la primavera de 1800. Bonaparte
se adentró en Italia cruzando los Alpes con un nuevo ejército formado por 40.000 hombres y
venció a los austriacos en la batalla de Marengo el 14 de junio. Mientras tanto, las tropas
francesas del general Jean Victor Moreau habían penetrado en el sur de Alemania
atravesando el Rin y tomando Munich. Moreau también había derrotado a las fuerzas
austriacas del archiduqe de Austria Juan de Habsburgo en la batalla de Hohenlinden, que
tuvo lugar en Baviera el 3 de diciembre, y se había aproximado a la ciudad de Linz (Austria).
Las victorias francesas obligaron a firmar a Austria el Tratado de Lunéville el 9 de febrero de
1801, por el que Austria y sus aliados alemanes cedían la orilla izquierda del río Rin a Francia
y reconocían a las repúblicas Bátava, Helvética, Cisalpina y Ligur, además de realizar otras
concesiones. Asimismo, este tratado marcó la disolución de la Segunda Coalición. El único
aliado que continuó la lucha contra Francia fue Gran Bretaña. Las tropas británicas se habían
enfrentado sin éxito contra las francesas en territorio holandés en 1799, pero habían
conquistado algunas posesiones francesas de Asia y otros lugares. Gran Bretaña firmó el 27
de marzo de 1802 la Paz de Amiens con Francia.
No obstante, esta paz resultó ser una mera suspensión de las hostilidades. En 1803 se
produjo una disputa entre ambos países a propósito de la cláusula del acuerdo que establecía
la restitución de la isla de Malta a la orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Gran
Bretaña se negó a entregar la isla, por lo que estalló una nueva guerra contra los franceses.
Una importante consecuencia de este conflicto fue que Napoleón abandonó su proyecto de
establecer un gran imperio colonial francés en Norteamérica, al verse obligado a concentrar
sus recursos en Europa. Así pues, vendió Luisiana a Estados Unidos. En 1805, Austria, Rusia
y Suecia se unieron al conflicto en apoyo del bando británico, y España se alió con Francia;
este fue el inicio de la guerra de la Tercera Coalición.
4 LA TERCERA COALICIÓN
Napoleón se apresuró a tomar medidas contra la nueva alianza. Había ejercido una gran
presión sobre Gran Bretaña desde 1798 al mantener a un ejército concentrado en Boulogne
—a orillas del canal de la Mancha—, que hacía pensar a los británicos que se preparaba una
invasión de Inglaterra. Bonaparte aumentó considerablemente el número de fuerzas
destacadas en Boulogne cuando comenzaron las disensiones que hicieron estallar la guerra
en 1803. Tras la formación de la Tercera Coalición contra Francia, sus tropas abandonaron
Boulogne para enfrentarse a los austriacos, que habían invadido Baviera con un ejército
dirigido por Fernando III, el gran duque de la Toscana, y el general Karl Mack von Leiberich.
Varios estados alemanes, entre los que se contaban Baviera, Württemberg y Baden, se
aliaron con Francia. Napoleón derrotó a las fuerzas de Austria en Ulm, capturó a 23.000
prisioneros y, a continuación, marchó con sus tropas a lo largo del Danubio y conquistó
Viena. Los ejércitos rusos liderados por el general Mijaíl Kutúzov y Alejandro I, emperador de
Rusia, respaldaron a los austriacos, pero Bonaparte venció a las fuerzas austro-rusas en la
batalla de Austerlitz, también denominada de los Tres Emperadores. Austria se rindió
nuevamente y firmó el Tratado de Presburgo el 26 de diciembre de 1805. Una de las
cláusulas del acuerdo estipulaba que Austria debía entregar a Francia la zona del norte de
Italia y a Baviera parte del propio territorio austriaco; asimismo, Austria reconoció a los
ducados de Württemberg y Baden como reinos.
Dado que las tropas del general Masséna habían derrotado al ejército austriaco mandado por
Carlos de Habsburgo en Italia, Napoleón aprovechó esta situación para nombrar a su
hermano, José I, rey de Nápoles en 1806; asimismo, nombró a otro de sus hermanos, Luis I
Bonaparte, rey de Holanda (la antigua República Bátava); el 12 de julio estableció la
Confederación del Rin, constituida finalmente por todos los estados alemanes a excepción de
Austria, Prusia, Brunswick y Hesse. La formación de esta entidad política puso fin al Sacro
Imperio Romano Germánico y casi toda Alemania quedó bajo el control de Bonaparte. No
obstante, los éxitos en el continente quedaron contrarrestados en gran medida por la derrota
que el almirante británico Horatio Nelson infligió a la fuerza conjunta de la flota francesa y
española frente a las costas del cabo de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Napoleón
implantó en 1806 el denominado Sistema Continental por el que los puertos de toda Europa
quedaban cerrados al comercio británico. La superioridad naval de los británicos dificultó la
aplicación del Sistema Continental e hizo fracasar la política económica europea de
Bonaparte.
6 LA CUARTA COALICIÓN
7 EL NACIONALISMO ANTINAPOLEÓNICO
En 1808, Napoleón dominaba toda Europa, a excepción de Rusia y Gran Bretaña. Las
principales razones del posterior declive fueron el surgimiento del espíritu nacionalista en
varias de las naciones europeas derrotadas y la persistente oposición de Gran Bretaña, que,
a salvo ya de una invasión gracias a la superioridad de su armada, no cesó de organizar y
financiar nuevas coaliciones contra Napoleón.
España fue la primera nación en la que Bonaparte tuvo que hacer frente a las insurrecciones
nacionalistas que provocaron su caída. El emperador francés, después de haber destronado
al rey Carlos IV de España, nombró a su hermano José Bonaparte rey de este país en 1808.
Los españoles se rebelaron y expulsaron al nuevo gobernante de Madrid. Se desató la guerra
de la Independencia española (1808-1814) entre los franceses, que intentaban restaurar a
José I Bonaparte en el trono, y los españoles, apoyados por las fuerzas británicas mandadas
por Arthur Colley Wellesley, duque de Wellington. Los franceses fueron derrotados, y el
número de bajas que sufrieron perjudicó seriamente a Napoleón cuando se vio obligado a
hacer frente a sus nuevos enemigos del este y el norte de Europa. Su primera oponente era
Austria, que se unió a Gran Bretaña para formar la Quinta Coalición en 1809. El emperador
francés derrotó a los austriacos en Wagram (julio de 1809) y les obligó a firmar el Tratado
de Viena, por el cual Austria perdió Salzburgo, parte de Galitzia y grandes áreas de sus
territorios del sur de Europa. Asimismo, se divorció de su primera mujer y contrajo
matrimonio con la hija de Francisco II de Austria, con la vana esperanza de que este país no
participara en nuevas coaliciones contra él.
8 LA DERROTA DE NAPOLEÓN
9 CONCLUSIONES
Batalla de Waterloo, combate final de las Guerras Napoleónicas, que puso fin al dominio
francés sobre el continente europeo y provocó modificaciones drásticas en las fronteras
territoriales y en el equilibrio de poder existentes en Europa. Esta batalla, librada el 18 de
junio de 1815 en las proximidades de Waterloo (en la actualidad, Bélgica), es considerada
como uno de los momentos decisivos de la historia moderna.
Como resultado de las negociaciones sostenidas en el Congreso, Francia perdió todos los
territorios conquistados por Napoleón; se ratificó la fundación del reino de los Países Bajos,
gobernado por la dinastía Orange y con Guillermo I como primer titular; Noruega y Suecia
permanecieron unidas bajo la corona de Carlos XIII; y se garantizó la independencia y
neutralidad de los cantones suizos, reorganizados en el marco de una Confederación
Helvética. Asimismo, Rusia recibió la mayor parte del suprimido gran ducado de Varsovia,
convertido en reino de Polonia, con Alejandro I como monarca; Prusia recibió la Prusia
Occidental, Posen (en la actualidad la provincia polaca de Poznań), la mitad norte de Sajonia
y gran parte de las provincias del Rin y del extinguido reino de Westfalia; Hannover
consiguió nuevos territorios y pasó a ser un reino; se le restituyeron al Imperio Austriaco la
mayoría de las zonas que había perdido frente a Napoleón y se le concedieron otras nuevas
en territorio bávaro (Tirol y Salzburgo) e italiano (Lombardía y el Véneto) para compensar la
privación de los Países Bajos austriacos. La antigua región veneciana de Dalmacia (en la
actualidad, Croacia) también pasó a manos de Austria; Gran Bretaña se anexionó la Colonia
de El Cabo en Suráfrica, Ceilán (en la actualidad Sri Lanka), isla Mauricio, Helgoland, Malta,
las islas Jónicas, Trinidad y Tobago y la Guayana; el reino de Piamonte-Cerdeña recuperó el
condado de Niza y Saboya y recibió Génova; Fernando I de Borbón fue restaurado en el
trono del reino de las Dos Sicilias, y los ducados de Parma, Plasencia (Piacenza) y Guastalla
le fueron otorgados a la esposa de Napoleón, la archiduquesa de Austria María Luisa de
Habsburgo-Lorena (hija del emperador austriaco Francisco I). La comisión territorial que se
reunió en Frankfurt del Main decidió en 1819 la creación de la Confederación Germánica, una
unión de 39 estados soberanos —entre ellos Prusia— presidida por el Imperio Austriaco.
Aunque el rey de España Fernando VII tuvo cierto apoyo de carácter moral, no consiguió que
las potencias reunidas en Viena le ayudaran en sus deseos de recuperar los dominios
españoles en América, entonces en proceso de independencia. El Congreso tomó la
importante decisión de condenar el comercio de esclavos y permitió la libre navegación sobre
los ríos que atravesaban varios estados o representaban una frontera interestatal. Su
principal logro fue el restablecimiento del equilibrio de poder entre las potencias europeas.
No obstante, la paz sólo se consiguió mediante el establecimiento del absolutismo como
principio básico de la política internacional, impuesto desde la organización de la Santa
Alianza, que a partir de septiembre de 1815 y mediante periódicos congresos eliminó todas
aquellas manifestaciones que pudieran suponer la implantación en Europa de regímenes
liberales o la independencia nacional de aquellos pueblos integrados en las potencias
hegemónicas.
Santa Alianza
Santa Alianza, nombre que recibió el pacto concluido por los soberanos europeos que
acordaron defender los principios del cristianismo, conforme a un tratado elaborado por el
zar ruso Alejandro I que se firmó en París el 26 de septiembre de 1815, y cuyos signatarios
iniciales fueron Francisco I, emperador de Austria (y último emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico bajo la denominación de Francisco II), Federico Guillermo III, rey de
Prusia, y el propio Zar.
El acuerdo fue adoptado tres meses después de la finalización del Congreso de Viena (1814-
1815) y todos los gobernantes europeos acabaron suscribiéndolo, con la excepción del
príncipe regente de Gran Bretaña (el futuro rey Jorge IV), el papa Pío VII y el sultán
otomano Mahmud II (a estos dos últimos no se les invitó a unirse a la Alianza). La
importancia de este convenio residió en su valor como símbolo del absolutismo. Los
monarcas autocráticos invocaron el derecho de intervención sancionado por la Santa Alianza
para mantener el statu quo en Europa. Muchas sublevaciones democráticas y nacionalistas
que ocurrieron a mediados del siglo XIX fueron sofocadas en nombre de la Santa Alianza. En
España, el gobierno constituido en 1820 y que dio inicio al llamado Trienio Liberal sufrió la
intervención de la Santa Alianza, acordada en el Congreso de Verona reunido desde octubre
hasta noviembre de 1822, a raíz de la cual los denominados Cien Mil Hijos de San Luis
pusieron fin al año siguiente a este periodo constitucional y posibilitaron el regreso de la
política absolutista del rey Fernando VII.
siglo XVIII fue una de las épocas más importantes de la historia del país. Francia era la
nación más rica y poderosa del continente.
La economía Este siglo fue un periodo caracterizado por un extraordinario crecimiento
económico. La población pasó de 21 millones en 1700 a 28 millones en 1790. Los ingresos
procedentes de la agricultura se incrementaron en un 60%. Los historiadores económicos
sitúan los comienzos de la industrialización francesa en el siglo XVIII, fecha en la que el país
era la principal potencia industrial del mundo. El Corps des Ponts et Chaussées
(Departamento de Puentes y Carreteras), fundado en 1733, hizo del sistema de carreteras
francés el mejor de Europa en 1780. La flota mercante de Francia contaba con más de 5.000
barcos, dedicados al lucrativo comercio con África, América y la India, y enriquecía a los
comerciantes de los puertos franceses del Atlántico. Sin embargo, los ingresos de los
trabajadores y artesanos de las ciudades difícilmente mantenían el ritmo de la inflación, así
como la mayoría de los campesinos, que conseguían pocos excedentes para vender y
estaban cargados de fuertes impuestos, diezmos y obligaciones feudales.
Régimen fiscal El sistema tributario, que eximía a los territorios de la nobleza y del clero
(aproximadamente el 35% de los terrenos cultivados) de los impuestos sobre la tierra,
fracasó al no afectar a los principales contribuyentes y al establecer una carga injusta sobre
el campesinado y la burguesía.
La crisis financiera Los problemas financieros del gobierno empeoraron después de 1740 por
la reanudación de los conflictos bélicos. La guerra de Sucesión austriaca (1740-1748) y la
guerra de los Siete Años (1756-1763) fueron enfrentamientos europeos por la hegemonía en
Europa central y en las colonias. Guerra Francesa e India, que enfrentó a Francia y Gran
Bretaña por obtener el predominio comercial y territorial en un amplio espacio geográfico.
Francia perdió su vasto imperio colonial en América y en la India. En 1778, los franceses
intervinieron en la guerra de la Independencia estadounidense, apoyando la rebelión de los
colonos norteamericanos para debilitar así a Gran Bretaña y recuperar las colonias perdidas.
Sin embargo, , a pesar del éxito de los insurgentes, se incrementó la deuda nacional. La
labor de afrontar la crisis financiera recayó en Luis XVI. En julio 1778, la aristocracia (clero y
nobleza) anula el cobro de impuestos hasta que el rey convocara a los Estados Generales,
inactivos desde 1615. El 5 de julio de 1788, Luis acordó reunir a los Estados Generales para
mayo de 1789. La aristocracia había triunfado en la primera etapa de la Revolución Francesa.
La Revolución de 1789 El 5 de mayo de 1789, 1.200 diputados formaron los Estados
Generales en Versalles. El gobierno no tuvo ímpetu para defender el voto por estamentos. En
la Asamblea los miembros del tercer estado, tomando la iniciativa, abandonaron el 17 de
junio los Estados Generales y proclamaron la Asamblea Nacional de Francia. Invitaron a los
otros estados a unirse a ellos y juraron solemnemente no disolverse hasta que hubieran
dado a Francia una constitución
El fin del Antiguo Régimen Cuando el gobierno quiso disolver la Asamblea por la fuerza en
julio, el pueblo de París se rebeló, tomando la fortaleza real de La Bastilla, y obligó al rey a
aceptar la formación de la Asamblea Nacional Constituyente. Una revolución campesina se
extendió a través del territorio e impulsó a la inquieta Asamblea —en una única sesión que
duró toda la noche del 4 al 5 de agosto— a abolir todos los privilegios feudales, la nobleza
hereditaria y los títulos nobiliarios. La Asamblea Nacional Constituyente, reunida desde 1789
hasta 1791, reorganizó la estructura institucional de Francia. Para acabar con la presión del
problema financiero, confiscó las propiedades de la Iglesia y emitió papel moneda, usando
las tierras confiscadas como fianza; reorganizó la Iglesia bajo la Constitución Civil del Clero,
lo que suponía la creación de una Iglesia nacional francesa dirigida por el Estado; y
estableció un nuevo sistema administrativo provincial y judicial, que modificó el control de la
elección de los oficiales y jueces y puso fin al largo proceso de centralización. La Constitución
adoptada en 1791 creó un gobierno parlamentario con una monarquía hereditaria y una
asamblea elegida por sufragio restringido (a los ciudadanos que pagaban impuestos) e
indirecto. La monarquía constitucional duró solamente un año. Luis XVI no desempeño el
papel que le otorgaba la Constitución; en julio de 1791 intentó huir del país, refugiarse en el
extranjero y solicitar el apoyo de las restantes potencias absolutistas, pero fue detenido y
arrestado. En abril de 1792, la Asamblea declaró la guerra a Austria y Prusia. Las iniciales
derrotas y el temor a que austriacos y prusianos invadieran Francia, liberaran al monarca y
acabaran con la revolución, proporcionaron la ocasión para terminar con la monarquía por la
insurrección popular del 10 de agosto de 1792. Se eligió una nueva asamblea constituyente,
la Convención Nacional, por sufragio universal masculino, que, en septiembre de 1792,
estableció la I República francesa.
El Directorio En 1794, cuando los ejércitos franceses se alzaron con la victoria y pasó el
peligro de una invasión extranjera, se produjo una reacción contra el régimen jacobino, que
fue eliminado tras un golpe de Estado en el mes de termidor (julio según el calendario
revolucionario). Al año siguiente, la Convención Nacional adoptó una Constitución que
estipulaba un régimen republicano, un Directorio de cinco miembros, que ejercía el poder
ejecutivo, y un poder legislativo dividido en dos cámaras elegidas indirectamente, de modo
que se aseguraba el predominio político de los ciudadanos que poseían propiedades.
El Directorio gobernó Francia durante cuatro años difíciles, de reajustes por la convulsión que
habían causado la revolución y la guerra continua. El Directorio estuvo amenazado desde la
derecha por los monárquicos, deseosos de restaurar la monarquía, y desde la izquierda, por
los jacobinos, determinados a establecer una república democrática. Cierto número de
personas, situadas en posiciones clave, vieron la necesidad de instaurar un gobierno más
fuerte, por lo que eligieron al joven general Napoleón Bonaparte para que llevara a cabo un
golpe de Estado. En noviembre de 1799, Napoleón y sus seguidores derrocaron al Directorio
y un mes después establecieron el Consulado.
La política interior de Napoleón Como primer cónsul, Bonaparte intentó remediar las heridas
de la revolución, para reconciliar a los antiguos enemigos y crear y consolidar las instituciones
de un gobierno estable. Dio la bienvenida a su servicio a todos los que le juraron lealtad.
Negoció con el papa Pío VIII el Concordato de 1801, que restablecía el apoyo del estado a la
Iglesia católica, pero quedando sujeta a un estricto control gubernamental. La codificación de
leyes que significó el Código de Napoleón confirmó los principales logros conseguidos por la
Revolución, como la abolición de los privilegios feudales, la igualdad ante la ley, la libertad de
conciencia, la elección libre del trabajo y garantías contra la detención o el arresto arbitrarios.
Para asegurarse el control administrativo de los 83 departamentos, unidades administrativas
en las que la Asamblea Nacional había dividido el país, Napoleón colocó al frente de cada uno
de ellos a un prefecto nombrado por el ministro del Interior. Además, fundó el Banco de
Francia, creó una nueva unidad monetaria, el franco, y estableció la Universidad Imperial, una
organización para dirigir el control de los profesores del Estado.
El dominio napoleónico de Europa Napoleón estableció en 1804 el Imperio Francés y se coronó
emperador. Esto confirmó sus ambiciones de extenderse más allá de los límites de la Francia
de los Borbones y, en 1805, se reanudaron las Guerras Napoleónicas. En los dos años
siguientes venció a Austria, Prusia y Rusia, y se convirtió en el dueño de la mayor parte de
Europa. Gran Bretaña se mantuvo en guerra contra él, segura de su control sobre el mar tras la
destrucción de la flota francesa, aliada de la española, en 1805 en la batalla de Trafalgar.
Napoleón se dispuso entonces a aplicar un bloqueo comercial sobre Gran Bretaña, conocido
como el Sistema Continental, lo que en cierta medida le llevó a realizar acciones que serían
fatales para el Imperio: las invasiones de España y Rusia.
El final del Primer Imperio Después de la derrota de su Ejército en Rusia en 1812, los enemigos
de Napoleón formaron una nueva coalición en su contra. Expulsado de Alemania y España en
el invierno de 1813, en la primavera de 1814 dirigió la última campaña para salvar el Imperio y
la perdió. Abdicó en abril de 1814 y se rindió a los aliados. Los franceses convencieron a los
gobernantes aliados de que la restauración de los Borbones en el trono francés ofrecía una
mayor promesa de paz para Francia, y así, en mayo de ese mismo año, el hermano menor del
ejecutado rey Luis XVI entró en París y gobernó como Luis XVIII. La política del nuevo gobierno
despertó el resentimiento popular en Francia mientras los aliados mantenían discrepancias en
el Congreso de Viena, intentando modificar las fronteras de Europa. Napoleón, conocedor de
estos sucesos, consideró que era la oportunidad para recuperar su poder. En marzo de 1815
huyó de su exilio en la isla de Elba y volvió a Francia. El Ejército le apoyó, Luis XVIII se marchó a
Bélgica y Napoleón restableció el denominado periodo de los Cien Días. Los gobernantes
europeos dejaron de lado sus diferencias, reunieron sus Ejércitos y el 18 de junio de 1815, en
Waterloo, cerca de Bruselas, derrotaron definitivamente al Ejército imperial. Napoleón fue
desterrado a la isla de Santa Elena, en el sur del océano Atlántico, donde murió en 1821. Luis
XVIII volvió a París y la monarquía borbónica fue restaurada por segunda vez
La monarquía constitucional Luis XVIII comprendió que Francia no podía volver al régimen
prerrevolucionario. Garantizó el cumplimiento de una constitución, la Carta de 1814, que
establecía una monarquía parlamentaria y reformas sociales expresadas en los códigos de
leyes napoleónicos. El régimen era representativo pero no democrático, ya que el derecho de
voto estaba limitado a menos de 100.000 propietarios importantes.
En los difíciles primeros meses, la incompetencia del gobierno lo enfrentó a la mayor parte de
la población y, cuando Napoleón volvió a Francia en marzo de 1815, Luis se dio cuenta de que
tenía poco apoyo en su propio reino. Pero después de la derrota de Waterloo no hubo
impedimentos a la restauración de Luis. Los dirigentes aliados, menos dispuestos a olvidar el
apoyo del país a Napoleón, impusieron a Francia la ocupación militar de dos tercios de su
territorio durante cinco años y el pago de una fuerte indemnización.
La segunda Restauración de 1815 hizo estallar una ola de venganza, denominada “terror
blanco”, contra los bonapartistas y los republicanos. El resultado fueron varios muertos,
cientos de heridos y diversas represalias legales contra quienes habían propiciado el regreso
de Napoleón durante los Cien Días. Las primeras elecciones parlamentarias, celebradas en
1815, dieron el poder a una cámara ultrarrealista partidaria de una política reaccionaria. En
1816, Luis XVIII disolvió esta cámara bajo la presión de las potencias europeas, que temían que
pudiera estallar una nueva revuelta. En las siguientes elecciones obtuvieron la mayoría los
monárquicos moderados. La productividad económica se reactivó y expandió. Tras el Congreso
de Aquisgrán (1818) finalizó la ocupación extranjera y Francia fue aceptada de nuevo en los
foros internacionales europeos, ingresando en la Santa Alianza. Sin embargo, los años de
gobierno de los moderados dieron paso en 1820, tras el asesinato del duque de Berry,
heredero del trono, al gobierno de los ultrarrealistas y a la coronación de su máximo
exponente, el conde de Artois, como rey de Francia en 1824, con el nombre de Carlos X.Los
liberales protestaron al considerar que las libertades francesas peligraban, pero los Borbones
proporcionaron a Francia un gobierno estable, honesto, eficiente y sin presiones. Propiciaron
un ambiente en el que prosperaron la industria y el comercio y en el que Francia recuperó la
primacía intelectual y artística vivida en el siglo anterior.
La Revolución de 1830 Después de 1826, el retraso económico, las elecciones generales, que
otorgaron la mayoría a los liberales en 1827, y la imprudencia de Carlos X ocasionaron la crisis
política. En agosto de 1829, Carlos X nombró presidente del Consejo al ultramonárquico
príncipe de Polignac, lo que no agradó a los diputados liberales ni a la prensa. Cuando la
mayoría liberal de la Cámara de Diputados solicitó en marzo de 1830 su destitución en el
manifiesto de los 221, disolvió la cámara y convocó nuevas elecciones que confirmaron la
mayoría, pero Carlos no aceptó el resultado electoral. El 26 de julio de 1830 promulgó una
serie de decretos para convocar nuevas elecciones, reducir el número de votantes y restringir
la libertad de prensa. Los periodistas y diputados liberales protestaron, porque consideraban
que esto violaba la Constitución, y recibieron el apoyo de los trabajadores parisinos. Después
de las “tres gloriosas jornadas” del 27, 28 y 29 de julio, Carlos X, abandonado por todos
excepto por una minoría de monárquicos, abdicó y los diputados ofrecieron el trono a Luis
Felipe, duque de Orleans, perteneciente a una rama reciente de la familia de los Borbones.
Revisaron la Constitución para eliminar el poder legislativo del rey y se extendió,
moderadamente, el sufragio.
Luis Felipe I de Orleans La Monarquía de Julio, denominación que recibió el régimen de Luis
Felipe, estuvo dominada por los acomodados propietarios de la tierra y algunos hombres de
negocios y banqueros, convirtiéndose en benefactora de la gran burguesía. Los primeros cinco
años fueron turbulentos, interrumpidos por levantamientos y revueltas de los republicanos
decepcionados y de los trabajadores urbanos empobrecidos, pero en 1835 el régimen quedó
establecido firmemente. La vida política de este periodo fue menos destacada que su actividad
económica e intelectual. El crecimiento de la producción industrial aumentó rápidamente
después de 1840 e hizo que Francia, en pocas décadas, pasara de ser un estado agrario a un
estado industrializado. La ley de ferrocarriles de 1842 estableció la construcción de una red
nacional de ferrocarriles, que aceleró la industrialización y proporcionó a la población una
movilidad sin precedentes. En los cinco años posteriores a 1846, la población rural descendió
por primera vez en ese siglo, mientras que la emigración hacia los grandes pueblos y las
ciudades creció. La ley escolar promulgada en 1833 establecía que cada commune de Francia
tenía que mantener una escuela primaria masculina, gratuita para todos aquellos que no
pudieran pagarla. El programa de estudios daba importancia a la lectura y a la escritura y, en la
década de 1840, el francés comenzó a sustituir a los dialectos locales que se hablaban en todo
el país.
La Revolución de 1848Luis Felipe y sus ministros resistieron todas la presiones para adaptar
las instituciones políticas nacionales a la evolución de la economía y de la sociedad,
particularmente a la ampliación del sufragio. La rigidez del gobierno y la seria depresión
económica de 1846 y 1847 provocaron que se propusiera un nuevo régimen republicano como
alternativa. En febrero de 1848, el torpe esfuerzo del gobierno por prevenir una concentración
republicana en París originó un choque entre las tropas y los manifestantes que se transformó
en revolución. Luis Felipe abdicó el 24 de febrero. Un grupo de dirigentes republicanos formó
un gobierno provisional y proclamó la II República francesa.
James Watt
James Watt (1736-1819), inventor e ingeniero mecánico escocés de gran renombre por sus
mejoras de la máquina de vapor.
Watt determinó las propiedades del vapor, en especial la relación de su densidad con la
temperatura y la presión, y diseñó una cámara de condensación independiente para la
máquina de vapor que evitaba las enormes pérdidas de vapor en el cilindro e intensificaba
las condiciones de vacío. La primera patente de Watt, en 1769, cubría este dispositivo y
otras mejoras de la máquina de Newcomen, como la camisa de vapor, el engrase de aceite y
el aislamiento del cilindro con el fin de mantener las altas temperaturas necesarias para una
máxima eficacia.
En esa época, Watt era socio del inventor británico John Roebuck, que financió sus
investigaciones. En 1775, sin embargo, Roebuck entró en contacto con el fabricante británico
Matthew Boulton, propietario en Birmingham del Soho Engineering Works, y Watt y él
comenzaron a fabricar máquinas de vapor. Watt continuó con sus investigaciones y patentó
otros muchos e importantes inventos, como el motor rotativo para impulsar varios tipos de
maquinaria; el motor de doble efecto, en el que el vapor puede distribuirse a uno y otro lado
del cilindro, y el indicador de vapor que registra la presión de vapor del motor. Se retiró de la
empresa en 1800 y desde entonces se dedicó por completo al trabajo de investigación.
La idea extendida pero equivocada de considerar a Watt como el verdadero inventor de la
máquina de vapor se debe al gran número de aportaciones que hizo para su desarrollo. El
regulador centrífugo o de bolas que inventó en 1788, y que regulaba automáticamente la
velocidad de una máquina, tiene especial interés en nuestros días. Incorpora el principio de
retroalimentación de un servomecanismo, al articular el circuito de salida con el de entrada,
que es el concepto básico de la automatización. La unidad eléctrica vatio ( watt) recibió el
nombre en su honor. Fue también un afamado ingeniero civil, que hizo varios estudios sobre
vías de canales. En 1767 inventó un accesorio para adaptarlo a los telescopios que se
utilizaba en la medición de distancias. Murió el 19 de agosto de 1819 en Heathfield,
Inglaterra.
Máquina de vapor
1 INTRODUCCIÓN
Máquina de vapor, dispositivo mecánico que convierte la energía del vapor de agua en
energía mecánica y que tiene varias aplicaciones en propulsión y generación de electricidad.
El principio básico de la máquina de vapor es la transformación de la energía calorífica del
vapor de agua en energía mecánica, haciendo que el vapor se expanda y se enfríe en un
cilindro equipado con un pistón móvil. El vapor utilizado en la generación de energía o para
calefacción suele producirse dentro de una caldera. La caldera más simple es un depósito
cerrado que contiene agua y que se calienta con una llama hasta que el agua se convierte en
vapor saturado. Los sistemas domésticos de calefacción cuentan con una caldera de este
tipo, pero las plantas de generación de energía utilizan sistemas de diseño más complejo que
cuentan con varios dispositivos auxiliares. La eficiencia de los motores de vapor es baja por
lo general, lo que hace que en la mayoría de las aplicaciones de generación de energía se
utilicen turbinas de vapor en lugar de máquinas de vapor.
2 HISTORIA
El primer motor de pistón fue desarrollado por el físico e inventor francés Denis Papin y se
utilizó para bombear agua. El motor de Papin, poco más que una curiosidad, era una
máquina que aprovechaba el movimiento del aire más que la presión del vapor. La máquina
contaba con un único cilindro que servía también como caldera. Se colocaba una pequeña
cantidad de agua en la parte inferior del cilindro y se calentaba hasta que producía vapor. La
presión del vapor empujaba un pistón acoplado al cilindro, tras lo cual se eliminaba la fuente
de calor de la parte inferior. A medida que el cilindro se enfriaba, el vapor se condensaba y la
presión del aire en el exterior del pistón lo empujaba de nuevo hacia abajo.
En 1698 el ingeniero inglés Thomas Savery diseñó una máquina que utilizaba dos cámaras
de cobre que se llenaban de forma alternativa con vapor producido en una caldera. Esta
máquina se utilizó también para bombear agua, igual que la máquina llamada motor
atmosférico desarrollada por el inventor británico Thomas Newcomen en 1705. Este
dispositivo contaba con un cilindro vertical y un pistón con un contrapeso. En la parte inferior
del cilindro el vapor actuaba sobre el contrapeso, moviendo el pistón hacia la parte superior
del cilindro. Cuando el pistón llegaba al final del recorrido, se abría automáticamente una
válvula que inyectaba un chorro de agua fría en el interior del cilindro. El agua condensaba el
vapor y la presión atmosférica hacía que el pistón descendiera de nuevo a la parte baja del
cilindro. Una biela, conectada al eje articulado que unía el pistón con el contrapeso, permitía
accionar una bomba. El motor de Newcomen no era muy eficiente, pero era lo bastante
práctico como para ser utilizado con frecuencia para extraer agua en minas de carbón.
Otro concepto fundamental de las primeras máquinas de Watt era el uso de la presión del
vapor en lugar de la presión atmosférica para obtener el movimiento. Diseñó también un
sistema por el cual los movimientos de vaivén de los pistones movían un volante giratorio.
Esto se consiguió al principio con un sistema de engranajes y luego con un cigüeñal, como en
los motores modernos. Entre las demás ideas de Watt se encontraba la utilización del
principio de doble acción, por el cual el vapor era inyectado cada vez a un lado del pistón
para mover éste hacia adelante y hacia atrás. También instaló válvulas de mariposa en sus
máquinas para limitar la velocidad, además de reguladores que mantenían de forma
automática una velocidad de funcionamiento estable.
Por esta época el ingeniero e inventor británico Arthur Woolf desarrolló las primeras
máquinas de vapor compuestas. En estas máquinas se utiliza vapor a alta presión en un
cilindro y cuando se ha expandido y perdido presión es conducido a otro cilindro donde se
expande aún más. Los primeros motores de Woolf eran del tipo de dos fases, pero algunos
modelos posteriores de motores compuestos contaban con tres o cuatro fases de expansión.
La ventaja de utilizar en combinación dos o tres cilindros es que se pierde menos energía al
calentar las paredes de los cilindros, lo que hace que la máquina sea más eficiente.
Según se mueve el pistón hacia la derecha a causa de la presión del vapor en expansión,
como se muestra en la figura 1c, la caja de válvulas, que contiene vapor, se conecta al
extremo derecho del cilindro. En esta posición la máquina está preparada para iniciar el
segundo tiempo del ciclo de doble acción. Por último, en la cuarta posición (figura 1d), la
válvula cubre de nuevo los orificios de ambos extremos del cilindro y el pistón se desplaza
hacia la izquierda, empujado por la expansión del vapor en la parte derecha del cilindro.
La unión entre el pistón y la válvula que suministra el vapor es muy importante, ya que
influye en la potencia y la eficiencia de la máquina. Cambiando el momento del ciclo en que
se admite vapor en el cilindro puede modificarse la magnitud de la compresión y la
expansión, consiguiéndose así variar la potencia de salida de la máquina. Se han
desarrollado varios tipos de mecanismos de distribución que unen el pistón a la válvula, y
que no sólo permiten invertir el ciclo sino también un cierto grado de control del tiempo de
admisión y corte de entrada del vapor. Los mecanismos de distribución por válvulas son muy
importantes en locomotoras de vapor, donde la potencia que se requiere de la máquina
cambia con frecuencia. El esfuerzo alcanza su punto máximo cuando la locomotora está
arrancando y es menor cuando circula a toda velocidad.
En las máquinas de vapor de un solo cilindro la máquina se puede detener cuando el pistón
se encuentra en uno de los extremos del cilindro. Si el cilindro se encuentra en esta
situación, se dice que el motor está en punto muerto y no se puede arrancar. Para eliminar
los puntos muertos, las máquinas cuentan con dos o más cilindros acoplados, dispuestos de
tal forma que la máquina puede arrancar con independencia de la posición de los pistones.
La manera más simple de acoplar dos cilindros de una máquina es unir los dos cigüeñales
con el volante de la forma que se muestra en la figura 3. Para conseguir un equilibrio mayor
se puede utilizar una máquina de tres cilindros en la que las manivelas de los cilindros se
colocan en ángulos de 120 grados. El acoplamiento de los cilindros no sólo elimina las
dificultades de arranque sino que permite diseñar plantas de generación con un
funcionamiento más fiable.
Los cilindros de una máquina compuesta, al contrario que el de una de un solo cilindro, se
pueden mantener próximos a una temperatura uniforme, lo que aumenta la eficiencia de la
máquina.
Un avance en el diseño de las máquinas de vapor fue la máquina de flujo unidireccional, que
utiliza el pistón como válvula y en la que todas las partes del cilindro permanecen
aproximadamente a la misma temperatura cuando la máquina está en funcionamiento. En
estas máquinas el vapor se mueve solamente en una dirección mientras entra en el cilindro,
se expande y abandona el cilindro. Este flujo unidireccional se consigue utilizando dos
conjuntos de orificios de entrada en cada extremo del cilindro, junto con un único conjunto
de orificios de salida en la parte central de la pared del cilindro. La corriente de vapor que
entra por los dos conjuntos de orificios de entrada se controla con válvulas separadas. Las
ventajas inherentes a este sistema son muy considerables por lo que este tipo de máquina
se utiliza en grandes instalaciones, si bien su coste inicial es mucho mayor que el de las
máquinas convencionales. Una virtud de la máquina de flujo unidireccional es que permite un
uso eficiente del vapor a altas presiones dentro de un único cilindro, en lugar de requerir un
cilindro compuesto.
Revolución Industrial
1 INTRODUCCIÓN
Revolución Industrial, proceso de evolución que conduce a una sociedad desde una economía
agrícola tradicional hasta otra caracterizada por procesos de producción mecanizados para
fabricar bienes a gran escala. Este proceso se produce en distintas épocas dependiendo de
cada país. Para los historiadores, el término Revolución Industrial es utilizado exclusivamente
para comentar los cambios producidos en Inglaterra desde finales del siglo XVIII; para
referirse a su expansión hacia otros países se refieren a la industrialización o desarrollo
industrial de los mismos.
Algunos autores para referirse al desarrollo capitalista en el último tercio del siglo XX, con
nuevas organizaciones empresariales (trusts, holdings, cárteles), nuevas fuentes energéticas
(electricidad, petróleo) y nuevos sistemas de financiación hablan de Segunda Revolución
Industrial.
2 LA EXPERIENCIA BRITÁNICA
La primera Revolución Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo XVIII; supuso
una profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más
inmediatos se produjeron en los procesos de producción: qué, cómo y dónde se producía. El
trabajo se trasladó de la fabricación de productos primarios a la de bienes manufacturados y
servicios. El número de productos manufacturados creció de forma espectacular gracias al
aumento de la eficacia técnica. En parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la
aplicación sistemática de nuevos conocimientos tecnológicos y gracias a una mayor
experiencia productiva, que también favoreció la creación de grandes empresas en unas
áreas geográficas reducidas. Así, la Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor
urbanización y, por tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas.
Se puede afirmar que los cambios más importantes afectaron a la organización del proceso
productivo. Las fábricas aumentaron en tamaño y modificaron su estructura organizativa. En
general, la producción empezó a realizarse en grandes empresas o fábricas en vez de
pequeños talleres domésticos y artesanales, y aumentó la especialización laboral. Su
desarrollo dependía de una utilización intensiva del capital y de las fábricas y maquinarias
destinadas a aumentar la eficiencia productiva. La aparición de nuevas máquinas y
herramientas de trabajo especializadas permitió que los trabajadores produjeran más bienes
que antes y que la experiencia adquirida utilizando una máquina o herramienta aumentara la
productividad y la tendencia hacia una mayor especialización en un proceso acumulativo.
Gran Bretaña no fue el único país que experimentó una Revolución Industrial. Los intentos
de fechar ese desarrollo industrial en otros países están sujetos a fuertes controversias. No
obstante, los estudiosos parecen estar de acuerdo en que Francia, Bélgica, Alemania y
Estados Unidos experimentaron procesos parecidos a mediados del siglo XIX; en Suecia y
Japón se produjo a finales del siglo; en Rusia y en Canadá a principios del siglo XX; en
algunos países de Latinoamérica, Oriente Próximo, Asia central y meridional y parte de África
a mediados del siglo XX.
Por definición, la industrialización aumenta la renta per cápita nacional. También implica
cambios en la distribución de la misma, en las condiciones de vida y laborales y en los
valores sociales. La Revolución Industrial supuso, al principio, una reducción del poder
adquisitivo de los trabajadores y una pérdida de calidad en su nivel de vida. Más tarde, se
tradujo en un aumento de la calidad de vida de toda la población del país industrializado.
Estos aspectos siguen siendo objeto de importantes trabajos de investigación.
Influencia mundial de la Revolución
Industrial
Los Ensayos Históricos de Encarta reflejan el conocimiento y la visión de destacados
historiadores. En el presente ensayo, Peter N. Stearns, de la Universidad Carnegie Mellon,
analiza la naturaleza de la industrialización mundial desde sus comienzos en el siglo XVIII en
Inglaterra. Compara asimismo las diferentes revoluciones industriales para medir el impacto
que cada una de ellas tuvo en la vida diaria de las respectivas zonas.
Despertar patriótico En 1806, dentro del periodo histórico conocido como invasiones inglesas
al Río de la Plata, Buenos Aires fue atacada por una flota británica al mando del almirante
Home Riggs Popham. El gobierno inglés suponía a la colonia mal defendida, con una población
enemistada con su gobierno y proclive a los invasores que la liberarían del yugo español.
Cuando el 25 de junio de 1806 los ingleses desembarcaron en la costa de Quilmes, el virrey,
Rafael de Sobremonte, optó por retirarse al interior dejando la capital en manos del invasor,
delegando el mando político en la Audiencia, y llevándose las cajas reales. Esta actitud fue la
causa de su ruina política. Políticamente, la decisión de Sobremonte no sólo deterioró
profundamente la imagen del virrey sino que provocó una crisis profunda de la autoridad
virreinal. Los invasores ocuparon la ciudad, pero fueron expulsados por una milicia popular. La
nueva fuerza expedicionaria que el gobierno británico envió a Buenos Aires fue forzada a
rendirse en 1807. La expulsión de los ingleses fue posible por el entusiasmo del pueblo, guiado
por Santiago Liniers y Bremond, quien fue nombrado virrey por Buenos Aires, luego de
deponer a Rafael de Sobremonte El sentimiento revolucionario en la región alcanzó su apogeo
en el periodo siguiente al destronamiento del rey español Fernando VII por parte de Napoleón
I Bonaparte en 1808. El pueblo de Buenos Aires se negó a obedecer a José I Bonaparte,
hermano de Napoleón, que se instaló en el trono español. Al ser Liniers de nacionalidad
francesa, y debido a sus simpatías bonapartistas, se inclinó hacia el bando francés. La Junta de
Sevilla —creada para mantener la resistencia contra los franceses— decidió en 1809 que éste
debía entregar el poder a un nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros. 25 de mayo de 1810,
los integrantes del cabildo abierto de la ciudad (que había sido convocado el día 22) decidieron
deponer al virrey e instauraron un gobierno provincial, la Primera Junta de Gobierno, que
actuaba en nombre de Fernando VII. Poco tiempo después, el gobierno provisional rompió con
los representantes del monarca y lanzó una enérgica campaña para llevar al interior del país la
revolución, si bien resultó un fracaso. Sin embargo, las tropas realistas sufrieron importantes
derrotas en 1812 y 1813. Después de la Revolución de mayo, algunas ciudades —como
Córdoba— se opusieron a la decisión arbitraria de Buenos Aires y surgieron algunos
movimientos antirrealistas. Mientras tanto, Buenos Aires decidió enviar expediciones para
propagar el movimiento revolucionario. En 1812 llegaron José de San Martín y Carlos de Alvear
para ponerse al frente del Ejército rebelde, proporcionándole un carácter más profesional. Fue
San Martín el encargado de organizar el Regimiento de Granaderos a Caballo, que tuvo tanta
importancia en las guerras de la independencia argentina y que tuvo su bautismo de fuego el 3
de febrero de 1813 en la batalla de San Lorenzo. Con posterioridad se dirigió a Cuyo, donde
organizó el Ejército de los Andes, con el que cruzó a Chile y Perú.
Entre 1810 y 1815 se sucedieron varios gobiernos: Primera Junta, Junta Grande, Primer
Triunvirato, Segundo Triunvirato; todos ellos tenían su sede en Buenos Aires y asumieron las
mismas funciones del virrey. Se enviaron expediciones al Alto Perú y a Paraguay para que estos
territorios se adhirieran a la nueva forma de gobierno, pero al estar dominados por los
españoles, optaron por permanecer separados. En 1814, Fernando VII volvió a ocupar el trono
de España y los que luchaban en el Alto Perú habían retrocedido hasta Salta; por lo tanto, fue
necesaria la declaración oficial de independencia, que se proclamó en 1816 en el Congreso de
Tucumán.
Las Provincias UnidasDurante 1814 y 1815, en los territorios liberados —que nominalmente
todavía estaban sujetos a la Corona española— cristalizó el sentimiento favorable a la
independencia absoluta. Los representantes de las distintas provincias se reunieron en
Tucumán en marzo de 1816; el 9 de julio de ese año, los delegados proclamaron la
independencia de España y declararon la constitución de las Provincias Unidas de América del
Sur, más tarde, denominadas Provincias Unidas del Río de la Plata.
Durante la mayor parte de la década de 1820 se extendió el caos y el desorden político en las
Provincias Unidas, situación que hubiera continuado de no ser por la guerra con Brasil, que
exigía una forma de organización constitucional. Buenos Aires convocó una reunión de las
provincias en 1824. En el Congreso, que estuvo dominado por los unitarios, se eligió a
Bernardino Rivadavia como presidente, en tanto que Buenos Aires se convertía en el territorio
con mayor poder en la República Argentina (denominación que comenzó a usarse a partir de
ese momento). Argentina le declaró la guerra a Brasil en diciembre de 1825 por la ocupación
de la Banda Oriental; Brasil fue derrotado y la Banda Oriental se declaró independiente, al
igual que Bolivia (Paraguay se mantenía neutral).
Para 1826 se había puesto de manifiesto el fracaso del régimen unitario, por lo que se volvió a
la antigua forma de organización, en la que cada provincia tenía capacidad de autogobierno,
en tanto que el gobernador de la provincia de Buenos Aires se hacía cargo de las relaciones
internacionales. En 1828 Manuel Dorrego, gobernador federal en quién el resto de los
gobernadores confiaban, fue depuesto y fusilado por el general unitario Juan Lavalle, dando
lugar a una guerra civil. En Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas fue el encargado de resistir a
los golpistas y en 1829 fue elegido gobernador, restituyendo la cámara legislativa.
Las provincias del interior constituyeron, en agosto de 1830, la llamada Liga Unitaria o Liga del
Interior, que, en un primer momento, derrocó a los gobiernos federales y se enfrentó al poder
de Buenos Aires, dando origen, como respuesta, al Pacto Federal en enero de 1831 (integrado
por Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe). En este pacto se acordó que, cuando se dieran las
condiciones, se erigiría un gobierno federal. Además, se estableció un compromiso militar para
defenderse de los posibles ataques unitarios, lo que permitió vencer al general José María Paz
y terminar con la etapa anárquica.
Entre 1829 y 1832, Rosas había logrado poner en orden y pacificar la provincia de Buenos
Aires; solicitó entonces que se le otorgaran facultades extraordinarias para poder continuar
con su labor, pero le fueron negadas y se sucedieron algunos gobernadores en el cargo. En
1834 se produjo una guerra entre las provincias de Tucumán y Salta; Rosas ordenó a Juan
Facundo Quiroga, caudillo riojano y delegado de Buenos Aires, mediar en el conflicto, pero fue
asesinado en Barranca Yaco, dejando al país bajo la poderosa y única influencia de Rosas, que
asumió la gobernación de Buenos Aires entre 1835 y 1852.
Durante 17 años Rosas se mantuvo en el poder, sosteniendo que aún no se daban las
condiciones para la formación de un régimen federal, promoviendo la autonomía de cada una
de las provincias. Su gobierno fue conservador y proteccionista, hasta el punto de volverse
anacrónico. Durante esos años, además, se sucedieron varios bloqueos del puerto de Buenos
Aires por parte de Gran Bretaña y Francia, que fueron resistidos con éxito por las provincias.
En 1852 Justo José de Urquiza, caudillo de la provincia de Entre Ríos, defensor de una
organización territorial basada en una Constitución central, encabezó una revolución en contra
de Rosas, cuyo momento culminante fue la batalla de Caseros, en la que las tropas de Rosas
fueron derrotadas. Estando ya asentadas las bases de la organización nacional, pudo
promulgarse una Constitución en 1853, a pesar de que Buenos Aires se negó a firmarla.
En marzo de 1865, el litigio entre Paraguay y Uruguay hizo que las tropas paraguayas entraran
en territorio argentino, dando lugar a la sangrienta guerra de la Triple Alianza (que enfrentó a
Brasil, Argentina y Uruguay con Paraguay). Entre 1866 y 1870 los ejércitos de los tres países
invadieron Paraguay, matando a las dos terceras partes de la población paraguaya (90% de la
población masculina).
Roca fue elegido presidente de la Nación, lo que dio lugar al inicio de una etapa de gran
progreso económico, institucional y educativo, integrándose el país al comercio mundial y
convirtiéndose en una de las principales naciones exportadoras de materias primas del mundo
A pesar de los adelantos de la Argentina, la clase media y los sectores populares quedaron
postergados durante muchos años, lo que provocó el estallido de numerosos levantamientos
de diversa índole (como los que tuvieron lugar 1890, 1893 y 1905), si bien todos ellos pudieron
ser controlados por el gobierno.
En otro orden de cosas, durante los primeros años del siglo XX, se desarrolló de manera
creciente la inmigración de un gran número de europeos, que fue promovida por los
gobernantes argentinos en búsqueda de un incremento rápido de la población del país
mediante la llegada de un abundante contingente de trabajadores.
El sufragio no era universal y las elecciones eran fraudulentas, por lo que el presidente del país
era elegido por un sector elitista. Esto cambió cuando, en 1912 y gracias al impulso dado por el
presidente Roque Sáenz Peña, se promulgó una ley (conocida popularmente como Ley Sáenz
Peña) por la cual el voto pasó a ser secreto y obligatorio para toda la población masculina. Bajo
el marco de esta nueva ley, en 1916 fue elegido presidente Hipólito Yrigoyen, representante
de la clase media y candidato por la Unión Cívica Radical.