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Revolución Francesa, proceso social y político acaecido en Francia entre 1789

y 1799, cuyas principales consecuencias fueron el derrocamiento de Luis XVI, perteneciente a


la Casa real de los Borbones, la abolición de la monarquía en Francia y la proclamación de la I
República, con lo que se pudo poner fin al Antiguo Régimen en este país

Estados Generales (Francia), asamblea nacional de representantes de la Francia


prerrevolucionaria, anterior a 1789. Su función principal era dar su aprobación al sistema
tributario real. Sus miembros estaban divididos en tres clases o estados: el clero, la nobleza
(ambos minoritarios) y el tercer estado, que representaba a la gran mayoría del pueblo. En
junio de 1789, el tercer estado, al que se sumaron algunos miembros del clero y de la nobleza,
comenzó la Revolución al desafiar al rey y erigirse en Asamblea Nacional. La función l del tercer
estado era poner en conocimiento del monarca las reivindicaciones de las clases populares, a
quienes representaban. Los diputados eran elegidos en reuniones de los delegados
provinciales propuestos por los contribuyentes de cada pueblo o ciudad. En 1789 fue muy
criticada la circunstancia de que los Estados Generales estuvieran divididos en tres
estamentos. Así lo señaló Sieyès en su escrito ¿Qué es el tercer estado?, en el que
argumentaba que las antiguas distinciones entre clero, nobleza y tercer estado resultaban ya
irrelevantes. Recomendó que este grupo, que proporcionaba toda la riqueza y talento de la
nación, se constituyera como Asamblea Nacional y se abolieran los privilegios de la nobleza y el
clero. Este fue precisamente el objetivo que los diputados se comprometieron a cumplir en el
Juramento del Juego de la Pelota y que pusieron en práctica en 1789-1791 con la Asamblea
Nacional Constituyente.

¿Qué es el tercer estado?, formulaba la exigencia de la mayoría de la población francesa: que


la igualdad de los derechos de todos los hombres se fundamentara en una jerarquía
establecida según los méritos de cada individuo y no según los privilegios de los otros dos
estamentos, el nobiliario y el eclesiástico. Este panfleto es considerado uno de los prólogos
ideológicos fundamentales del proceso revolucionario que se iba a desencadenar en toda
Francia meses después de su aparición.

Juramento del Juego de la Pelota, acto por el que el “tercer estado” de los Estados Generales
afirmó su soberanía como representante de la nación. Una vez que el tercer estado se
constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio de 1789, el rey de Francia, Luis XVI, decidió
restablecer su autoridad ante una sesión conjunta de los Estados Generales. Cuando los
diputados del tercer estado llegaron al palacio de Versalles el 20 de junio, encontraron su
cámara cerrada, los diputados, temiendo que iban a ser destituidos, se reunieron en un recinto
destinado al juego de la pelota de la ciudad de Versalles. Tras un tiempo de debate la mayoría
de los diputados juraron continuar la sesión hasta terminar la redacción de una nueva
constitución para la nación. El juramento fue renovado tras la sesión conjunta de 23 de junio,
después de la cual el Rey accedió a la elaboración de dicha ley magna.
Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, declaración general de derechos
elaborada por la Asamblea Nacional Constituyente en agosto de 1789 a fin de proporcionar un
marco previo a la redacción de una constitución en los primeros momentos de la Revolución
Francesa. Los derechos naturales del hombre: consideraba básicos la libertad (individual, de
pensamiento, de prensa y credo), la igualdad (que debía ser garantizada al ciudadano por el
Estado en los ámbitos legislativo, judicial y fiscal), la seguridad y la resistencia a la opresión.

Jacobinos, nombre que recibían los miembros del club radical francés que dirigió la vida
política del país durante la Revolución Francesa. Fue fundado en 1789 como una Sociedad de
Amigos de la Constituyente (sus miembros eran diputados de la Asamblea Constituyente); su
apelativo tiene su origen en el lugar de reunión del club, un antiguo monasterio dominico de
París. El conde de Mirabeau y Maximilien Robespierre, líderes revolucionarios, eran miembros
de esta organización; este último llegó a ser su presidente. Su influencia tenía un alcance
nacional gracias a las 1.200 sociedades afines diseminadas por toda Francia.

El club estuvo a favor de la implantación de una monarquía constitucional en sus primeros


momentos, pero cuando Luis XVI intentó huir del país en 1791, los jacobinos rechazaron
cualquier sistema de gobierno monárquico. El apogeo de su poder coincidió con la formación
de la Convención Nacional, la asamblea de representantes francesa desde 1792 hasta 1795: la
Convención no emprendía ninguna acción que no hubiera sido previamente discutida en las
reuniones de los jacobinos. Los sectores extremistas tomaron el control del grupo durante este
periodo. Hundieron al país en el “Reinado del Terror” haciendo uso de su poder en el Comité
de Salvación Pública, y reprimieron toda oposición al gobierno con una violencia implacable.
Los jacobinos exigieron la ejecución del Rey, eliminaron a los girondinos, un sector moderado,
y enviaron a la guillotina a miles de sus adversarios. Esta organización perdió gran parte de su
poder con la caída de Robespierre, y el 11 de noviembre de 1794 la Convención la declaró
ilegal.

Maximilien de Robespierre (1758-1794), abogado y político francés que llegó a ser una de las
figuras más destacadas de la Revolución Francesa y uno de los principales responsables del
periodo de la misma denominado Reinado del Terror, fue defensor de las teorías sociales del
filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Fue elegido diputado de los Estados Generales que se
convocaron en mayo de 1789, poco antes de que estallara la Revolución Francesa, y más tarde
sirvió en la Asamblea Nacional Constituyente, donde destacó pronto por su ferviente y
brillante oratoria. En abril de 1790 pasó a ser presidente del club jacobino y adquirió
popularidad como enemigo de la monarquía y defensor de las reformas democráticas Tras
abolirse la monarquía en agosto de 1792, Robespierre fue elegido diputado de la Convención
Nacional por París. Miembro del grupo de La Montaña, reclamó insistentemente la ejecución
del rey Luis XVI. En mayo de 1793, apoyado por el pueblo de París, obligó a la Convención
Nacional a expulsar a los girondinos. En el mes de julio, ingresó en el Comité de Salvación
Pública y no tardó en hacerse con el control del gobierno ante la falta de oposición. Francia se
hallaba sumida en el caos, por lo que Robespierre, secundado por el Comité, procedió a
eliminar a todos aquéllos a los que consideraba enemigos de la revolución, tanto extremistas
como moderados, con el propósito de restablecer el orden y reducir el peligro de una invasión
exterior. Esta política originó el llamado Reinado del Terror y provocó que en marzo y abril de
1794 fueran ejecutados los líderes revolucionarios Jacques René Hébert y Georges Jacques
Danton. En mayo, la Convención Nacional, presionada por Robespierre, proclamó el culto al
Ser Supremo —la razón— como religión oficial. Los católicos y ateos rechazaron este decreto,
pero el dirigente francés aún contaba con el poderoso apoyo de los sans culottes (clases bajas)
de París y fue elegido presidente de la Convención Nacional en junio. Mientras tanto, el Terror
se había intensificado y muchos miembros influyentes de la Convención y del club jacobino
comenzaron a temer por su vida ante la creciente agresividad de los discursos de Robespierre.
Las medidas extremas de seguridad parecieron innecesarias tras una serie de victorias
militares de Francia y se organizó una conspiración para poner fin al dominio político del líder
jacobino. El 27 de julio de 1794 se le prohibió dirigirse a la Convención Nacional y quedó bajo
arresto. Numerosos seguidores se rebelaron en su apoyo, pero fueron reprimidos. Robespierre
murió guillotinado el 28 de julio

Girondinos, sector republicano moderado que intervino en la Revolución Francesa desde 1791
hasta 1793. Recibieron este nombre porque sus miembros más destacados representaban al
departamento de la Gironda,. Este grupo participó en la Asamblea Legislativa en octubre de
1791. Se les identificó con los jacobinos en un principio, pero los dos grupos se separaron a
causa de sus diferencias sobre la guerra con Austria; los girondinos eran partidarios de ir a la
lucha porque consideraban que uniría a Francia bajo la bandera de la revolución. Este grupo,
encabezado por Brissot y Jean Marie Roland de La Platière, persuadió a la Asamblea para que
votara a favor de la guerra en abril de 1792. Su influencia disminuyó después de este episodio.
Los girondinos se oponían a los controles económicos y a la democracia radical que defendían
los jacobinos, establecidos en París, y no consiguieron el apoyo militar de las provincias en
octubre de 1793. Su poder terminó cuando Brissot y treinta de sus seguidores fueron
guillotinados por los jacobinos el 31 de octubre.

Convención Nacional
Convención Nacional, asamblea constituyente convocada en septiembre de 1792, durante la
Revolución Francesa. Abolió la monarquía, proclamó la I República y en enero de 1793
condenó a muerte al rey Luis XVI después de haberle declarado culpable de traición. Tras la
declaración de guerra por parte de las potencias europeas, se decretó una leva masiva de
300.000 personas. Durante el reinado del Terror, que se inició en abril de 1793 y concluyó
en julio de 1794, esta cámara estuvo supeditada al control de los doce miembros del Comité
de Salvación Pública dominada por los jacobinos; a continuación, quedó bajo la influencia de
la facción que dio el golpe de Estado del mes de termidor (9 de julio de 1793). La
Convención se disolvió el 26 de octubre de 1795 tras el establecimiento del Directorio .

La Montaña
La Montaña (en francés, La Montagne), nombre que recibió durante la Revolución Francesa el
partido de radicales extremistas dirigido por Maximilien de Robespierre y Georges Jacques
Danton. El apelativo se debía a que los representantes de este grupo, conocidos como los
montañeros (montagnards) y aliados de los jacobinos, se sentaban en la parte superior del
salón donde se reunía la Convención Nacional. Desde finales de 1792 hasta la primavera de
1793 se opusieron a los girondinos, cuyos miembros controlaban entonces el gobierno
revolucionario. Existía un tercer sector cuyos diputados no pertenecían a ningún partido y al
que se denominaba 'El Llano' debido a que sus escaños se encontraban en la parte inferior
de la sala. Desde junio de 1793 hasta julio de 1794, 'La Montaña' dominó el gobierno
republicano.

Comité de Salvación Pública


Comité de Salvación Pública, organismo francés creado con carácter extraordinario por la
Convención Nacional el 6 de abril de 1793, durante la Revolución Francesa. Estaba
compuesto inicialmente por nueve miembros de la Convención (doce posteriormente) y se
concibió como una institución administrativa destinada a supervisar y agilizar la labor de los
órganos ejecutivos de la Convención y de los ministros nombrados por ésta.

El movimiento revolucionario estaba amenazado por una coalición de naciones europeas y


por fuerzas contrarrevolucionarias en la propia Francia. Mientras el Comité luchaba por salvar
estos peligros, su poder iba en aumento. En julio de 1793, tras la derrota sufrida por los
republicanos moderados (girondinos) en la Convención, destacados líderes de los jacobinos
radicales, entre los que se encontraban Maximilien de Robespierre, Louis de Saint-Just y
Georges Danton, se unieron al Comité. En consecuencia, éste pasó a ser el principal órgano
de gobierno del país. La Convención confirió oficialmente el poder ejecutivo al Comité en
diciembre de 1793. Robespierre eliminó a sus rivales e implantó un régimen dictatorial. Entre
las acciones que él y el Comité emprendieron podemos destacar las siguientes:
reclutamiento de catorce ejércitos para defender al país y reprimir los levantamientos
internos; establecimiento de un sistema parcial de precios máximos y salarios fijos para
asegurar la existencia de provisiones; institución del Reinado del Terror para aplacar a la
oposición interna.

La dureza de estas medidas provocó un malestar creciente, y Robespierre y sus compañeros


fueron derrocados por sus enemigos en la Convención el 27 de julio de 1794. Este órgano
recuperó el poder ejecutivo y las funciones del Comité de Salvación Pública quedaron
restringidas a asuntos relativos a la política exterior, hasta que en octubre de 1795 perdió
toda su influencia.

Directorio (historia de Francia)


Directorio (historia de Francia) (en francés, Directoire), nombre por el que se conocen tanto
al órgano ejecutivo del gobierno republicano francés creado en 1795 de acuerdo con la
Constitución promulgada en agosto de ese año por la Convención Nacional, como al último
periodo de la Revolución Francesa, que coincidió con la existencia de aquél. El Directorio,
formado por cinco miembros elegidos por las dos cámaras de la Asamblea Legislativa,
controló el poder desde el 26 de octubre de 1795 hasta el 10 de noviembre de 1799.

Cada director ocupaba el cargo de presidente durante tres meses y se reemplazaba a uno de
los miembros anualmente. Entre las figuras que prestaron sus servicios en el Directorio se
encontraban Paul François Barras, vizconde de Barras, Lazare Carnot, Joseph Fouché y
Emmanuel Joseph Sieyès. Asimismo, su ministro de Asuntos Exteriores a partir de 1797 fue
Charles Maurice de Talleyrand-Périgord. La economía del Estado quedó tan debilitada debido
a la incompetencia y corrupción de este órgano, que el gobierno se declaró en quiebra a
comienzos de 1796. Desde este momento, el Directorio trató de recuperar su solvencia
económica mediante conquistas en el extranjero y situó a Napoleón Bonaparte, que había
participado en el restablecimiento del orden en París pocos días antes del establecimiento del
Directorio, al mando de los ejércitos franceses que en Italia luchaban en la guerra de la
Primera Coalición (antecedente de las conocidas como Guerras Napoleónicas). Bonaparte
consiguió varias victorias sucesivas que aumentaron su poder y prestigio, mientras que la
influencia del Directorio iba disminuyendo en el país. La combinación de las derrotas en el
exterior con los levantamientos revolucionarios (como el llevado a cabo en 1796 por el
socialista François Nöel Babeuf) y, fundamentalmente, contrarrevolucionarios en el interior
había socavado la autoridad del Directorio en 1799, por lo que Bonaparte consiguió tomar el
poder sin apenas oposición el 10 de noviembre de ese año, un día después del comienzo de
su sublevación. Este hecho, que ocasionó la caída del Directorio, se conoce como el golpe de
Estado del 18 de brumario del año VIII de la República, la fecha correspondiente del
calendario republicano instaurado años antes. A continuación se creó el Consulado, en el cual
Bonaparte fue elegido primer cónsul. El llamado estilo directorio fue el nombre que se aplicó
a la peculiar creación neoclásica de muebles, interiores y vestimentas que tuvo lugar en
Francia durante aquella época de su historia.

Consulado
Consulado (historia de Francia) (en francés, Consulat), nombre por el que se conocen tanto
al sistema de gobierno establecido en Francia el 10 de noviembre de 1799, a raíz del
derrocamiento del Directorio a manos de Napoleón Bonaparte, como al periodo en que dicho
régimen desempeñó el gobierno republicano, finalizado el 18 de mayo de 1804 con la
proclamación imperial napoleónica. Su comienzo es considerado el ocaso del proceso que ha
dado en llamarse Revolución Francesa. La caída del Directorio tuvo lugar el 10 de noviembre
de 1799, un día después de que se produjera el llamado golpe de Estado del 18 de brumario
del año VIII de la República, fecha perteneciente al calendario revolucionario al uso en
aquella época. Los miembros de la Asamblea Legislativa francesa del periodo del Directorio
que apoyaron el cambio de régimen nombraron tres cónsules para gobernar Francia.
Napoleón fue elegido primer cónsul, en tanto que Emmanuel Joseph Sieyès y Pierre Roger
Ducos, los otros dos cónsules, prestaban sus servicios como consejeros. Ambos fueron
pronto reemplazados por Jean Jacques Régis de Cambacérès y Charles-François Lebrun. Este
acercamiento a un tipo de gobierno monárquico se confirmó a través de la nueva
Constitución, aprobada mediante un referéndum el 24 de diciembre de 1799. En ella se
disponía la creación de un Senado compuesto por sesenta miembros designados con carácter
vitalicio, una asamblea de tribunos con cien miembros, una cámara legislativa de trescientos
diputados y tres cónsules propuestos por los órganos del senado para un periodo de diez
años, susceptibles de ser reelegidos. No obstante, las atribuciones de estas instituciones
eran muy limitadas, mientras el primer cónsul disfrutaba de un poder casi absoluto,
verdaderamente dictatorial. Napoleón, como primer cónsul, fijó su residencia en el palacio de
las Tullerías, situado en París, que había sido tradicionalmente la residencia de la familia real
francesa. Se le volvió a elegir para un nuevo mandato de diez años en mayo de 1802, y en
agosto de este mismo año se le nombró primer cónsul con carácter vitalicio en virtud de una
enmienda introducida en la Constitución. El Consulado se disolvió el 18 de mayo de 1804,
cuando Napoleón fue proclamado emperador por el Senado tras los brillantes éxitos
obtenidos por medio de su belicosa política exterior durante las primeras Guerras
Napoleónicas.

Napoleón I Bonaparte (1769-1821), emperador de los franceses (1804-1815) que consolidó


e instituyó muchas de las reformas de la Revolución Francesa. Asimismo, fue uno de los más
grandes militares de todos los tiempos, conquistó la mayor parte de Europa e intentó
modernizar las naciones en las que gobernó.

Horatio Nelson (1758-1805), almirante británico, sus victorias en las batallas del Nilo y
Trafalgar, obtenidas durante las llamadas Guerras Napoleónicas, le convirtieron en un héroe
nacional.

Código de Napoleón
Código de Napoleón, denominación oficial que en 1807 se dio al hasta entonces llamado
Código Civil de los franceses, aprobado por la Ley de 24 de marzo de 1804 y todavía en
vigor, aunque con numerosas e importantes reformas. Los primeros intentos de codificación
se deben a la Asamblea Constituyente de 1790, formada durante la Revolución Francesa,
que acordó la creación de un código de leyes civiles comunes a todo el reino, que estuviera
redactado de forma simple y clara y conforme al espíritu de la Constitución. El primer
proyecto se hizo durante la Convención, al que siguieron otros con un progresivo
debilitamiento de los principios revolucionarios. Sin embargo, el auténtico paso hacia
adelante tuvo lugar cuando se encomendó la codificación al primer cónsul Napoleón
Bonaparte. Se realizaron diversos proyectos particulares en los que llegó a participar de
forma activa mostrando su gran tesón, energía y sentido jurídico. Este proceso culminó con
el nombramiento en 1800 de una comisión que había de redactar el proyecto definitivo,
formada por los eminentes jurisconsultos Portalis, Tronchet, Bigot du Preameneu y Malleville.
Así, en poco tiempo se venció la resistencia que ofrecía el Tribunado, llegándose a discutir,
aprobar y concentrar en una sola ley los últimos 36 proyectos de ley en un solo año. El
Código de Napoleón está construido sobre el llamado plan romano-francés y, por lo tanto,
dividido en tres libros: el primero se dedica al derecho de la persona y sus relaciones
familiares (salvo las económicas existentes entre los cónyuges); el segundo a los derechos
sobre las cosas y las diferentes modificaciones de la propiedad, y el tercero y último, bajo el
título “de los diferentes modos de adquirir la propiedad”, estudia por este orden la herencia,
el contrato y las demás fuentes de la obligación (entre las que se encuentran las relaciones
económicas entre cónyuges, contempladas como contrato de matrimonio) y algunos otros
temas aislados. Esta sistemática es la que ha seguido el Código Civil español y numerosos
códigos americanos por influencia directa del francés. El Código de Napoleón es digno de
elogio por numerosas razones: está redactado en un lenguaje claro, sencillo, conciso y de
gran valor literario; consigue aunar todos los materiales tradicionales con numerosas ideas
de la Revolución, armonizando los factores romanistas con la poderosa influencia del
Derecho consuetudinario de inspiración germánica por un lado, y por otro, expresando las
consecuencias de la soberanía popular conquistada entonces, a través de las ideas
individualistas y la preocupación por la tutela de las libertades personales contra un posible
retorno al Antiguo Régimen. Se trata de un código de gran precisión técnica en el plano
jurídico, que satisface todas las necesidades de la clase burguesa ascendente y de una
sociedad en vías de desarrollo bajo un signo liberal y capitalista. La difusión del Código Civil
francés fue extraordinaria, imponiéndose en diversos territorios europeos durante las
Guerras Napoleónicas y se aceptó en Bélgica, donde todavía sigue vigente. Influyó en todas
las codificaciones del siglo XIX, en particular en el Código Civil italiano de 1865, en el
español de 1889 a través del proyecto nonato de Florentino García Goyena de 1851, y se
halla en la base de diversos códigos civiles sudamericanos, destacando el argentino de 1869
(obra de Dalmacio Vélez Sársfield) y el de Chile (obra de Andrés Bello en 1858), del que de
hecho fueron copiados los de Ecuador (1861) y Colombia (1873).

Sistema Continental
Sistema Continental, política de bloqueo económico adoptada a partir de 1806 por el
emperador francés Napoleón I Bonaparte, durante las Guerras Napoleónicas, con el objeto
de impedir que Gran Bretaña comerciara con otras naciones europeas y obtuviera así
cooperación en su enfrentamiento con Francia, que dejó de aplicarse en 1815, tras la
definitiva caída de Napoleón.

LA EUROPA NAPOLEÓNICA El Código Napoleónico se implantó en todos los Estados creados


por el Emperador. Se abolieron el feudalismo y la servidumbre y se estableció la libertad de
culto (salvo en España). Le fue otorgada a cada Estado una constitución en la que se
concedía el sufragio universal masculino y una declaración de derechos y la creación de un
parlamento; fue instaurado el sistema administrativo y judicial francés; las escuelas
quedaron supeditadas a una administración centralizada y se amplió el sistema educativo
libre de manera que cualquier ciudadano pudiera acceder a la enseñanza secundaria sin que
se tuviera en cuenta su clase social o religión. Cada Estado disponía de una academia o
instituto destinado a la promoción de las artes y las ciencias, al tiempo que se financiaba el
trabajo de los investigadores, principalmente el de los científicos. La creación de gobiernos
constitucionales siguió siendo sólo una promesa, pero el progreso y eficacia de la gestión
fueron un logro real.

Para América Latina, la figura de Napoleón Bonaparte es fundamental. Su intervención en


España, las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, la entrega del trono español a su
hermano José, que reinó en España y las Indias con el título de José I; la promulgación de la
Constitución de Bayona en 1808, que reconocía la autonomía de las provincias americanas
del dominio español; sus pretensiones de reinar sobre aquellos inmensos territorios, cuyos
habitantes nunca quisieron aceptar los planes y designios del emperador, son elementos
básicos para entender los movimientos de emancipación y las guerras hispanoamericanas
por su independencia.

LA CAÍDA DE NAPOLEÓN La alianza de Bonaparte con el zar Alejandro I quedó anulada en


1812 y Napoleón emprendió una campaña contra Rusia que terminó con la trágica retirada
de Moscú. Después de este fracaso, toda Europa se unió para combatirle y, aunque luchó con
maestría, la superioridad de sus enemigos imposibilitó su victoria. Sus mariscales se negaron
a continuar combatiendo en abril de 1814. Al ser rechazada su propuesta de renunciar a sus
derechos en favor de su hijo, hubo de abdicar, permitiéndole conservar el título de
emperador y otorgándosele el gobierno de la isla de Elba. María Luisa y su hijo quedaron
bajo la custodia del padre de ésta, el emperador de Austria Francisco I, y Napoleón no volvió
a verlos nunca, a pesar de su dramática reaparición. Escapó de Elba en marzo de 1815, llegó
a Francia y marchó sobre París tras vencer a las tropas enviadas para capturarle, iniciándose
el periodo denominado de los Cien Días. Establecido en la capital, promulgó una nueva
Constitución más democrática y los veteranos de las anteriores campañas acudieron a su
llamada, comenzando de nuevo el enfrentamiento contra los aliados. El resultado fue la
campaña de Bélgica, que concluyó con la derrota en la batalla de Waterloo el 18 de junio de
1815. En París las multitudes le imploraban que continuara la lucha pero los políticos le
retiraron su apoyo, por lo que abdicó en favor de su hijo, Napoleón II. Marchó a Rochefort
donde capituló ante el capitán del buque británico Bellerophon. Fue recluido entonces en
Santa Elena, una isla en el sur del océano Atlántico. Permaneció allí hasta que falleció el 5 de
mayo de 1821.

Guerras Napoleónicas, serie de guerras libradas entre Francia y varias naciones europeas
desde 1799 hasta 1815. En 1799, Francia quedó bajo el dominio de Napoleón, coronado
emperador de Francia en 1804 con el nombre de Napoleón I Bonaparte. Estos
enfrentamientos militares fueron una continuación de las guerras mantenidas por Francia en
Europa durante la Revolución Francesa (1789-1799).

Guerras Napoleónicas
1 INTRODUCCIÓN

Guerras Napoleónicas, serie de guerras libradas entre Francia y varias naciones europeas
desde 1799 hasta 1815. En 1799, Francia quedó bajo el dominio de Napoleón, coronado
emperador de Francia en 1804 con el nombre de Napoleón I Bonaparte. Estos
enfrentamientos militares fueron una continuación de las guerras mantenidas por Francia en
Europa durante la Revolución Francesa (1789-1799).

2 LA PRIMERA COALICIÓN

Durante la guerra de la Primera Coalición (1793-1797), Francia luchó contra la alianza


formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña, España, las Provincias Unidas (actuales Países
Bajos) y el reino de Cerdeña. El gobierno francés —el Directorio— confió a Napoleón la
dirección de las operaciones militares contra las tropas austriacas en el norte de Italia en
1796. En menos de un año, Napoleón había vencido a las fuerzas de Austria, superiores en
número. En 1798, se le asignó el mando de una expedición que tenía como objetivo
conquistar Egipto para cortar la ruta británica a la India. La invasión fracasó tras la batalla
del Nilo y Napoleón regresó a Francia. Aunque ambas campañas se produjeron durante el
régimen del Consulado, antes de la asunción del poder por Bonaparte, suelen ser
consideradas como la primera fase de las Guerras Napoleónicas. Fue en ellas donde el líder
francés desplegó por primera vez a gran escala su talento como jefe militar.

3 LA SEGUNDA COALICIÓN

La victoria de Napoleón en la campaña contra los austriacos en el norte de Italia puso fin a la
Primera Coalición. No obstante, durante su estancia en Egipto se formó la Segunda Coalición
(24 de diciembre de 1798) integrada por Rusia, Gran Bretaña, Austria, el reino de Nápoles,
Portugal y el Imperio otomano. Las batallas principales de la guerra de la Segunda Coalición,
que se inició a finales de 1798, tuvieron lugar en el norte de Italia y en Suiza al año
siguiente. Los austriacos y los rusos, dirigidos por el general Alexandr Suvórov, vencieron a
los franceses en el norte de Italia en las batallas de Magnano (5 de abril de 1799), Cassano
(27 de abril), el Trebbia (17-19 de junio) y Novi (el 15 de agosto). La Coalición también
tomó Milán; abolió la República Cisalpina, que se había constituido bajo los auspicios del
gobierno francés en 1797; ocupó Turín y privó a Francia de sus anteriores conquistas en
Italia. El resultado de la lucha en Suiza fue más favorable para los franceses. Tras ser
derrotados en Zurich (7 de junio) por Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria, las
fuerzas francesas dirigidas por el general André Masséna vencieron a las tropas rusas del
general Alexander Korsakov el 26 de septiembre. Suvórov y sus fuerzas abandonaron el
norte de Italia atravesando los Alpes para unirse a Korsakov en Suiza, donde sus tropas se
habían dispersado tras ser vencidas. El ejército de Suvórov hubo de refugiarse en las
montañas del cantón de los Grisones, donde quedó diezmado a causa del frío y el hambre.
Los rusos se retiraron de la Segunda Coalición el 22 de octubre alegando como motivo la
falta de cooperación de los austriacos.

Cuando Napoleón regresó a Francia procedente de Egipto en octubre de 1799, pasó a ser el
líder del Consulado y ofreció la paz a los aliados. La Coalición rechazó esta propuesta y
Napoleón planeó una serie de ataques contra Austria para la primavera de 1800. Bonaparte
se adentró en Italia cruzando los Alpes con un nuevo ejército formado por 40.000 hombres y
venció a los austriacos en la batalla de Marengo el 14 de junio. Mientras tanto, las tropas
francesas del general Jean Victor Moreau habían penetrado en el sur de Alemania
atravesando el Rin y tomando Munich. Moreau también había derrotado a las fuerzas
austriacas del archiduqe de Austria Juan de Habsburgo en la batalla de Hohenlinden, que
tuvo lugar en Baviera el 3 de diciembre, y se había aproximado a la ciudad de Linz (Austria).
Las victorias francesas obligaron a firmar a Austria el Tratado de Lunéville el 9 de febrero de
1801, por el que Austria y sus aliados alemanes cedían la orilla izquierda del río Rin a Francia
y reconocían a las repúblicas Bátava, Helvética, Cisalpina y Ligur, además de realizar otras
concesiones. Asimismo, este tratado marcó la disolución de la Segunda Coalición. El único
aliado que continuó la lucha contra Francia fue Gran Bretaña. Las tropas británicas se habían
enfrentado sin éxito contra las francesas en territorio holandés en 1799, pero habían
conquistado algunas posesiones francesas de Asia y otros lugares. Gran Bretaña firmó el 27
de marzo de 1802 la Paz de Amiens con Francia.

No obstante, esta paz resultó ser una mera suspensión de las hostilidades. En 1803 se
produjo una disputa entre ambos países a propósito de la cláusula del acuerdo que establecía
la restitución de la isla de Malta a la orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén. Gran
Bretaña se negó a entregar la isla, por lo que estalló una nueva guerra contra los franceses.
Una importante consecuencia de este conflicto fue que Napoleón abandonó su proyecto de
establecer un gran imperio colonial francés en Norteamérica, al verse obligado a concentrar
sus recursos en Europa. Así pues, vendió Luisiana a Estados Unidos. En 1805, Austria, Rusia
y Suecia se unieron al conflicto en apoyo del bando británico, y España se alió con Francia;
este fue el inicio de la guerra de la Tercera Coalición.

4 LA TERCERA COALICIÓN

Napoleón se apresuró a tomar medidas contra la nueva alianza. Había ejercido una gran
presión sobre Gran Bretaña desde 1798 al mantener a un ejército concentrado en Boulogne
—a orillas del canal de la Mancha—, que hacía pensar a los británicos que se preparaba una
invasión de Inglaterra. Bonaparte aumentó considerablemente el número de fuerzas
destacadas en Boulogne cuando comenzaron las disensiones que hicieron estallar la guerra
en 1803. Tras la formación de la Tercera Coalición contra Francia, sus tropas abandonaron
Boulogne para enfrentarse a los austriacos, que habían invadido Baviera con un ejército
dirigido por Fernando III, el gran duque de la Toscana, y el general Karl Mack von Leiberich.
Varios estados alemanes, entre los que se contaban Baviera, Württemberg y Baden, se
aliaron con Francia. Napoleón derrotó a las fuerzas de Austria en Ulm, capturó a 23.000
prisioneros y, a continuación, marchó con sus tropas a lo largo del Danubio y conquistó
Viena. Los ejércitos rusos liderados por el general Mijaíl Kutúzov y Alejandro I, emperador de
Rusia, respaldaron a los austriacos, pero Bonaparte venció a las fuerzas austro-rusas en la
batalla de Austerlitz, también denominada de los Tres Emperadores. Austria se rindió
nuevamente y firmó el Tratado de Presburgo el 26 de diciembre de 1805. Una de las
cláusulas del acuerdo estipulaba que Austria debía entregar a Francia la zona del norte de
Italia y a Baviera parte del propio territorio austriaco; asimismo, Austria reconoció a los
ducados de Württemberg y Baden como reinos.

5 LA CONFEDERACIÓN DEL RIN

Dado que las tropas del general Masséna habían derrotado al ejército austriaco mandado por
Carlos de Habsburgo en Italia, Napoleón aprovechó esta situación para nombrar a su
hermano, José I, rey de Nápoles en 1806; asimismo, nombró a otro de sus hermanos, Luis I
Bonaparte, rey de Holanda (la antigua República Bátava); el 12 de julio estableció la
Confederación del Rin, constituida finalmente por todos los estados alemanes a excepción de
Austria, Prusia, Brunswick y Hesse. La formación de esta entidad política puso fin al Sacro
Imperio Romano Germánico y casi toda Alemania quedó bajo el control de Bonaparte. No
obstante, los éxitos en el continente quedaron contrarrestados en gran medida por la derrota
que el almirante británico Horatio Nelson infligió a la fuerza conjunta de la flota francesa y
española frente a las costas del cabo de Trafalgar el 21 de octubre de 1805. Napoleón
implantó en 1806 el denominado Sistema Continental por el que los puertos de toda Europa
quedaban cerrados al comercio británico. La superioridad naval de los británicos dificultó la
aplicación del Sistema Continental e hizo fracasar la política económica europea de
Bonaparte.

6 LA CUARTA COALICIÓN

Prusia, ante el incremento de poder de Francia en Alemania, se unió a la Cuarta Coalición


compuesta por Gran Bretaña, Rusia y Suecia en 1806. Bonaparte aplastó a las tropas
prusianas en la batalla de Jena el 14 de octubre de ese mismo año y tomó Berlín. A
continuación, derrotó a los rusos en la batalla de Friedland y obligó a firmar la paz a
Alejandro I. De acuerdo con las principales condiciones del Tratado de Tilsit, Rusia tuvo que
entregar sus posesiones polacas y aliarse con Francia, mientras que Prusia perdió casi la
mitad de su territorio, tuvo que hacer frente a cuantiosas indemnizaciones y se le impusieron
severas restricciones al tamaño de su ejército permanente. Rusia y Dinamarca emprendieron
una acción militar contra Suecia que obligó a su monarca, Gustavo IV Adolfo, a abdicar en
favor de su tío, Carlos XIII, a condición de que éste nombrara como su heredero al general
Jean Baptiste Jules Bernadotte, uno de los mariscales de Napoleón. Bernadotte fue coronado
en 1818 con el nombre de Carlos XIV Jean-Baptiste Bernadotte y fue el fundador de la
dinastía actual sueca.

7 EL NACIONALISMO ANTINAPOLEÓNICO

En 1808, Napoleón dominaba toda Europa, a excepción de Rusia y Gran Bretaña. Las
principales razones del posterior declive fueron el surgimiento del espíritu nacionalista en
varias de las naciones europeas derrotadas y la persistente oposición de Gran Bretaña, que,
a salvo ya de una invasión gracias a la superioridad de su armada, no cesó de organizar y
financiar nuevas coaliciones contra Napoleón.

España fue la primera nación en la que Bonaparte tuvo que hacer frente a las insurrecciones
nacionalistas que provocaron su caída. El emperador francés, después de haber destronado
al rey Carlos IV de España, nombró a su hermano José Bonaparte rey de este país en 1808.
Los españoles se rebelaron y expulsaron al nuevo gobernante de Madrid. Se desató la guerra
de la Independencia española (1808-1814) entre los franceses, que intentaban restaurar a
José I Bonaparte en el trono, y los españoles, apoyados por las fuerzas británicas mandadas
por Arthur Colley Wellesley, duque de Wellington. Los franceses fueron derrotados, y el
número de bajas que sufrieron perjudicó seriamente a Napoleón cuando se vio obligado a
hacer frente a sus nuevos enemigos del este y el norte de Europa. Su primera oponente era
Austria, que se unió a Gran Bretaña para formar la Quinta Coalición en 1809. El emperador
francés derrotó a los austriacos en Wagram (julio de 1809) y les obligó a firmar el Tratado
de Viena, por el cual Austria perdió Salzburgo, parte de Galitzia y grandes áreas de sus
territorios del sur de Europa. Asimismo, se divorció de su primera mujer y contrajo
matrimonio con la hija de Francisco II de Austria, con la vana esperanza de que este país no
participara en nuevas coaliciones contra él.
8 LA DERROTA DE NAPOLEÓN

En 1812, Francia y Rusia entraron en guerra porque Alejandro I se negaba a aplicar el


Sistema Continental. Dado que gran parte de sus hombres se encontraban en España,
Napoleón invadió Rusia sólo con 500.000 hombres. Derrotó a los rusos en Borodino y
conquistó Moscú el 14 de septiembre de 1812. Los rusos invadieron la ciudad, impidiendo así
a las tropas francesas establecer allí cuarteles de invierno. Abandonaron Rusia y se
adentraron en Alemania, pero la mayoría de los hombres murieron a lo largo del camino a
causa del frío, el hambre y los ataques de la guerrilla rusa. El Imperio Ruso se unió entonces
a la Quinta Coalición, de la que también formaban parte Prusia, Gran Bretaña y Suecia.
Prusia, en un estallido de fervor nacionalista provocado por las reformas políticas y
económicas que se habían implantado desde la derrota de Jena, inició la guerra de Liberación
contra Napoleón en 1813. Éste consiguió su última victoria importante en la batalla de
Dresde, donde el ejército francés derrotó a las fuerzas conjuntas de Austria, Prusia y Rusia el
27 de agosto de 1813. Sin embargo, durante el mes de octubre, Napoleón se vio forzado a
replegarse sobre el Rin tras la batalla de Leipzig, quedando liberados los estados alemanes.
Los ejércitos rusos, austriacos y prusianos invadieron Francia desde el norte al año siguiente
y tomaron París en marzo de 1814; Napoleón abdicó y hubo de exiliarse en la isla de Elba,
situada en el mar Mediterráneo.

Los miembros de la Quinta Coalición se reunieron en el Congreso de Viena para restaurar a


las monarquías que Napoleón había derrocado en Europa. Sin embargo, mientras trazaban el
nuevo mapa europeo, Bonaparte consiguió escapar de Elba, se dirigió a Francia, donde se
apresuró a formar un ejército; tras vencer en Ligny y fracasar en Quatre-Bras, el 18 de junio
de 1815 fue definitivamente derrotado en la batalla de Waterloo, que puso fin a las Guerras
Napoleónicas.

9 CONCLUSIONES

En un principio, las Guerras Napoleónicas perpetuaron el conflicto ideológico entre la Francia


revolucionaria y la Europa del Antiguo Régimen. No obstante, las ambiciones del propio
Napoleón se convirtieron en la causa principal del conflicto. Su afán expansionista se
combinó con su talento como estratega y su audacia para asumir riesgos calculados.

Batalla de Waterloo, combate final de las Guerras Napoleónicas, que puso fin al dominio
francés sobre el continente europeo y provocó modificaciones drásticas en las fronteras
territoriales y en el equilibrio de poder existentes en Europa. Esta batalla, librada el 18 de
junio de 1815 en las proximidades de Waterloo (en la actualidad, Bélgica), es considerada
como uno de los momentos decisivos de la historia moderna.

Congreso de Viena, conferencia internacional convocada, según los acuerdos adoptados


mediante el Tratado de París del 30 de mayo de 1814, con el objeto de restablecer las
fronteras territoriales de Europa una vez concluidas las Guerras Napoleónicas con la
abdicación de Napoleón I Bonaparte. La reunión se celebró desde el 1 de noviembre de 1814
hasta el 8 de junio de 1815 en Viena, capital del Imperio Austriaco, y los pactos a los que se
llegó tuvieron una vigencia casi inamovible en los territorios orientales y centrales europeos
hasta el final de la I Guerra Mundial, en 1918.
(Tratados de París, nombre de varios acuerdos internacionales firmados en la ciudad
francesa de París o en sus alrededores, entre los cuales cabe destacar los siguientes
TRATADOS DE PARÍS DE 1814 Y 1815 Desde 1799 hasta 1815 Francia, gobernada por
Napoleón Bonaparte (desde 1804, emperador Napoleón I) entabló una serie de guerras,
denominadas Guerras Napoleónicas, que le enfrentaron a varias potencias europeas.
Napoleón I fue derrotado en 1814 y se le obligó a abdicar. El Tratado de París, firmado el 30
de mayo de 1814 por Francia y la coalición integrada por sus siete adversarios —Gran
Bretaña, Rusia, Austria, Prusia, Suecia, Portugal y España— era un tanto indulgente con la
nación derrotada. Se permitía a Francia conservar todos los territorios que poseía en Europa
en 1792 y quedaba exenta del pago de indemnizaciones. Gran Bretaña recibió de Francia,
Tobago, Santa Lucía y Mauricio. El Congreso de Viena, reunido a partir de noviembre de
1814, fue convocado para reorganizar las fronteras de los territorios europeos conquistados
por Napoleón. Bonaparte regresó a Francia el 1 de marzo de 1815 para intentar recuperar el
poder. Después de ser derrotado en Waterloo, abdicó por segunda vez. El 20 de noviembre
de 1815 Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia firmaron en París un nuevo tratado de paz,
que era en realidad una alianza y sancionaba la derrota napoleónica. Se restablecían las
fronteras francesas existentes en 1790. Se obligaba a Francia a pagar 700 millones de
francos como indemnización de guerra y a aceptar la ocupación de un ejército aliado durante
un plazo máximo de cinco años. El acuerdo de 1814, a excepción de las disposiciones
revocadas por el de 1815, continuaría en vigor al igual que las ordenaciones territoriales del
Congreso de Viena.)

Como resultado de las negociaciones sostenidas en el Congreso, Francia perdió todos los
territorios conquistados por Napoleón; se ratificó la fundación del reino de los Países Bajos,
gobernado por la dinastía Orange y con Guillermo I como primer titular; Noruega y Suecia
permanecieron unidas bajo la corona de Carlos XIII; y se garantizó la independencia y
neutralidad de los cantones suizos, reorganizados en el marco de una Confederación
Helvética. Asimismo, Rusia recibió la mayor parte del suprimido gran ducado de Varsovia,
convertido en reino de Polonia, con Alejandro I como monarca; Prusia recibió la Prusia
Occidental, Posen (en la actualidad la provincia polaca de Poznań), la mitad norte de Sajonia
y gran parte de las provincias del Rin y del extinguido reino de Westfalia; Hannover
consiguió nuevos territorios y pasó a ser un reino; se le restituyeron al Imperio Austriaco la
mayoría de las zonas que había perdido frente a Napoleón y se le concedieron otras nuevas
en territorio bávaro (Tirol y Salzburgo) e italiano (Lombardía y el Véneto) para compensar la
privación de los Países Bajos austriacos. La antigua región veneciana de Dalmacia (en la
actualidad, Croacia) también pasó a manos de Austria; Gran Bretaña se anexionó la Colonia
de El Cabo en Suráfrica, Ceilán (en la actualidad Sri Lanka), isla Mauricio, Helgoland, Malta,
las islas Jónicas, Trinidad y Tobago y la Guayana; el reino de Piamonte-Cerdeña recuperó el
condado de Niza y Saboya y recibió Génova; Fernando I de Borbón fue restaurado en el
trono del reino de las Dos Sicilias, y los ducados de Parma, Plasencia (Piacenza) y Guastalla
le fueron otorgados a la esposa de Napoleón, la archiduquesa de Austria María Luisa de
Habsburgo-Lorena (hija del emperador austriaco Francisco I). La comisión territorial que se
reunió en Frankfurt del Main decidió en 1819 la creación de la Confederación Germánica, una
unión de 39 estados soberanos —entre ellos Prusia— presidida por el Imperio Austriaco.
Aunque el rey de España Fernando VII tuvo cierto apoyo de carácter moral, no consiguió que
las potencias reunidas en Viena le ayudaran en sus deseos de recuperar los dominios
españoles en América, entonces en proceso de independencia. El Congreso tomó la
importante decisión de condenar el comercio de esclavos y permitió la libre navegación sobre
los ríos que atravesaban varios estados o representaban una frontera interestatal. Su
principal logro fue el restablecimiento del equilibrio de poder entre las potencias europeas.
No obstante, la paz sólo se consiguió mediante el establecimiento del absolutismo como
principio básico de la política internacional, impuesto desde la organización de la Santa
Alianza, que a partir de septiembre de 1815 y mediante periódicos congresos eliminó todas
aquellas manifestaciones que pudieran suponer la implantación en Europa de regímenes
liberales o la independencia nacional de aquellos pueblos integrados en las potencias
hegemónicas.

Santa Alianza
Santa Alianza, nombre que recibió el pacto concluido por los soberanos europeos que
acordaron defender los principios del cristianismo, conforme a un tratado elaborado por el
zar ruso Alejandro I que se firmó en París el 26 de septiembre de 1815, y cuyos signatarios
iniciales fueron Francisco I, emperador de Austria (y último emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico bajo la denominación de Francisco II), Federico Guillermo III, rey de
Prusia, y el propio Zar.

El acuerdo fue adoptado tres meses después de la finalización del Congreso de Viena (1814-
1815) y todos los gobernantes europeos acabaron suscribiéndolo, con la excepción del
príncipe regente de Gran Bretaña (el futuro rey Jorge IV), el papa Pío VII y el sultán
otomano Mahmud II (a estos dos últimos no se les invitó a unirse a la Alianza). La
importancia de este convenio residió en su valor como símbolo del absolutismo. Los
monarcas autocráticos invocaron el derecho de intervención sancionado por la Santa Alianza
para mantener el statu quo en Europa. Muchas sublevaciones democráticas y nacionalistas
que ocurrieron a mediados del siglo XIX fueron sofocadas en nombre de la Santa Alianza. En
España, el gobierno constituido en 1820 y que dio inicio al llamado Trienio Liberal sufrió la
intervención de la Santa Alianza, acordada en el Congreso de Verona reunido desde octubre
hasta noviembre de 1822, a raíz de la cual los denominados Cien Mil Hijos de San Luis
pusieron fin al año siguiente a este periodo constitucional y posibilitaron el regreso de la
política absolutista del rey Fernando VII.

Francia en el siglo Xvii , el

siglo XVIII fue una de las épocas más importantes de la historia del país. Francia era la
nación más rica y poderosa del continente.
La economía Este siglo fue un periodo caracterizado por un extraordinario crecimiento
económico. La población pasó de 21 millones en 1700 a 28 millones en 1790. Los ingresos
procedentes de la agricultura se incrementaron en un 60%. Los historiadores económicos
sitúan los comienzos de la industrialización francesa en el siglo XVIII, fecha en la que el país
era la principal potencia industrial del mundo. El Corps des Ponts et Chaussées
(Departamento de Puentes y Carreteras), fundado en 1733, hizo del sistema de carreteras
francés el mejor de Europa en 1780. La flota mercante de Francia contaba con más de 5.000
barcos, dedicados al lucrativo comercio con África, América y la India, y enriquecía a los
comerciantes de los puertos franceses del Atlántico. Sin embargo, los ingresos de los
trabajadores y artesanos de las ciudades difícilmente mantenían el ritmo de la inflación, así
como la mayoría de los campesinos, que conseguían pocos excedentes para vender y
estaban cargados de fuertes impuestos, diezmos y obligaciones feudales.

Régimen fiscal El sistema tributario, que eximía a los territorios de la nobleza y del clero
(aproximadamente el 35% de los terrenos cultivados) de los impuestos sobre la tierra,
fracasó al no afectar a los principales contribuyentes y al establecer una carga injusta sobre
el campesinado y la burguesía.

Oposición a la monarquía La nobleza haciéndose pasar por defensores de las libertades


públicas contra el despotismo real, pretendía popularizar su causa; pero en realidad, lo que
estaban defendiendo eran sus propios privilegios y el control del gobierno por parte de la
aristocracia. La oposición de la clase intelectual a la monarquía estuvo dirigida por los
filósofos y escritores franceses del siglo XVIII que trataban problemas políticos, sociales y
económicos. Rechazando las costumbres y la tradición como líneas de acción, instaron a sus
compatriotas a que usaran la razón como medio para descubrir las leyes naturales que rigen
las relaciones humanas y para moldear nuevas instituciones de gobierno y sociedad en
conformidad con ellas. También sostenían que toda la población tenía ciertos derechos
naturales —vida, libertad y propiedad— y que los gobiernos existían para garantizar esos
derechos. A través de la burguesía, las ideas se filtraron hasta las capas inferiores de la
sociedad y llegaron a formar parte del acervo popular antes de la revolución.

La crisis financiera Los problemas financieros del gobierno empeoraron después de 1740 por
la reanudación de los conflictos bélicos. La guerra de Sucesión austriaca (1740-1748) y la
guerra de los Siete Años (1756-1763) fueron enfrentamientos europeos por la hegemonía en
Europa central y en las colonias. Guerra Francesa e India, que enfrentó a Francia y Gran
Bretaña por obtener el predominio comercial y territorial en un amplio espacio geográfico.
Francia perdió su vasto imperio colonial en América y en la India. En 1778, los franceses
intervinieron en la guerra de la Independencia estadounidense, apoyando la rebelión de los
colonos norteamericanos para debilitar así a Gran Bretaña y recuperar las colonias perdidas.
Sin embargo, , a pesar del éxito de los insurgentes, se incrementó la deuda nacional. La
labor de afrontar la crisis financiera recayó en Luis XVI. En julio 1778, la aristocracia (clero y
nobleza) anula el cobro de impuestos hasta que el rey convocara a los Estados Generales,
inactivos desde 1615. El 5 de julio de 1788, Luis acordó reunir a los Estados Generales para
mayo de 1789. La aristocracia había triunfado en la primera etapa de la Revolución Francesa.
La Revolución de 1789 El 5 de mayo de 1789, 1.200 diputados formaron los Estados
Generales en Versalles. El gobierno no tuvo ímpetu para defender el voto por estamentos. En
la Asamblea los miembros del tercer estado, tomando la iniciativa, abandonaron el 17 de
junio los Estados Generales y proclamaron la Asamblea Nacional de Francia. Invitaron a los
otros estados a unirse a ellos y juraron solemnemente no disolverse hasta que hubieran
dado a Francia una constitución

El fin del Antiguo Régimen Cuando el gobierno quiso disolver la Asamblea por la fuerza en
julio, el pueblo de París se rebeló, tomando la fortaleza real de La Bastilla, y obligó al rey a
aceptar la formación de la Asamblea Nacional Constituyente. Una revolución campesina se
extendió a través del territorio e impulsó a la inquieta Asamblea —en una única sesión que
duró toda la noche del 4 al 5 de agosto— a abolir todos los privilegios feudales, la nobleza
hereditaria y los títulos nobiliarios. La Asamblea Nacional Constituyente, reunida desde 1789
hasta 1791, reorganizó la estructura institucional de Francia. Para acabar con la presión del
problema financiero, confiscó las propiedades de la Iglesia y emitió papel moneda, usando
las tierras confiscadas como fianza; reorganizó la Iglesia bajo la Constitución Civil del Clero,
lo que suponía la creación de una Iglesia nacional francesa dirigida por el Estado; y
estableció un nuevo sistema administrativo provincial y judicial, que modificó el control de la
elección de los oficiales y jueces y puso fin al largo proceso de centralización. La Constitución
adoptada en 1791 creó un gobierno parlamentario con una monarquía hereditaria y una
asamblea elegida por sufragio restringido (a los ciudadanos que pagaban impuestos) e
indirecto. La monarquía constitucional duró solamente un año. Luis XVI no desempeño el
papel que le otorgaba la Constitución; en julio de 1791 intentó huir del país, refugiarse en el
extranjero y solicitar el apoyo de las restantes potencias absolutistas, pero fue detenido y
arrestado. En abril de 1792, la Asamblea declaró la guerra a Austria y Prusia. Las iniciales
derrotas y el temor a que austriacos y prusianos invadieran Francia, liberaran al monarca y
acabaran con la revolución, proporcionaron la ocasión para terminar con la monarquía por la
insurrección popular del 10 de agosto de 1792. Se eligió una nueva asamblea constituyente,
la Convención Nacional, por sufragio universal masculino, que, en septiembre de 1792,
estableció la I República francesa.

El gobierno jacobino En la crisis originada por la invasión extranjera, la rebelión interna, la


falta de alimentos y las dudosas lealtades entre los altos cargos, la Convención permitió que
el poder ejecutivo se concentrara en el Comité de Salvación Pública. Éste, dominado por la
facción radical jacobina, inauguró el denominado Reinado del Terror para eliminar a los
enemigos de la revolución. El rey fue juzgado y ejecutado en enero de 1793; la reina, miles
de nobles y numerosos ciudadanos siguieron la misma suerte. El Comité instituyó un control
de precios sobre los productos básicos, que se racionaron, y fueron requisados los bienes de
quienes habían sido condenados, se estableció el servicio militar obligatorio y también se
organizó y equipó a los nuevos ejércitos de ciudadanos

El Directorio En 1794, cuando los ejércitos franceses se alzaron con la victoria y pasó el
peligro de una invasión extranjera, se produjo una reacción contra el régimen jacobino, que
fue eliminado tras un golpe de Estado en el mes de termidor (julio según el calendario
revolucionario). Al año siguiente, la Convención Nacional adoptó una Constitución que
estipulaba un régimen republicano, un Directorio de cinco miembros, que ejercía el poder
ejecutivo, y un poder legislativo dividido en dos cámaras elegidas indirectamente, de modo
que se aseguraba el predominio político de los ciudadanos que poseían propiedades.

El Directorio gobernó Francia durante cuatro años difíciles, de reajustes por la convulsión que
habían causado la revolución y la guerra continua. El Directorio estuvo amenazado desde la
derecha por los monárquicos, deseosos de restaurar la monarquía, y desde la izquierda, por
los jacobinos, determinados a establecer una república democrática. Cierto número de
personas, situadas en posiciones clave, vieron la necesidad de instaurar un gobierno más
fuerte, por lo que eligieron al joven general Napoleón Bonaparte para que llevara a cabo un
golpe de Estado. En noviembre de 1799, Napoleón y sus seguidores derrocaron al Directorio
y un mes después establecieron el Consulado.

El Consulado y el Imperio Después de la supresión del Directorio, Napoleón se nombró


rápidamente jefe de Estado. La nueva Constitución, que él mismo promulgó, establecía los
poderes esenciales del cargo que él asumía, el de primer cónsul. Se presentó ante los franceses
como un hombre pacífico que pondría fin a los largos años de guerra, pero una vez en el poder
insistió en que la única forma de conseguir la paz era a través de la victoria sobre los enemigos
de Francia, todavía aliados en la Segunda Coalición. Se puso al frente de un ejército que
penetró en Italia y envió otro al sur de Alemania, y sus victorias obligaron a Austria a firmar la
paz en 1801. La coalición se deshizo, y Gran Bretaña, sin aliados y con la pérdida del comercio
con una Europa cada vez más dominada por Francia, acordó firmar la Paz de Amiens (1802),
que acabó con las hostilidades entre ambos países

La política interior de Napoleón Como primer cónsul, Bonaparte intentó remediar las heridas
de la revolución, para reconciliar a los antiguos enemigos y crear y consolidar las instituciones
de un gobierno estable. Dio la bienvenida a su servicio a todos los que le juraron lealtad.
Negoció con el papa Pío VIII el Concordato de 1801, que restablecía el apoyo del estado a la
Iglesia católica, pero quedando sujeta a un estricto control gubernamental. La codificación de
leyes que significó el Código de Napoleón confirmó los principales logros conseguidos por la
Revolución, como la abolición de los privilegios feudales, la igualdad ante la ley, la libertad de
conciencia, la elección libre del trabajo y garantías contra la detención o el arresto arbitrarios.
Para asegurarse el control administrativo de los 83 departamentos, unidades administrativas
en las que la Asamblea Nacional había dividido el país, Napoleón colocó al frente de cada uno
de ellos a un prefecto nombrado por el ministro del Interior. Además, fundó el Banco de
Francia, creó una nueva unidad monetaria, el franco, y estableció la Universidad Imperial, una
organización para dirigir el control de los profesores del Estado.
El dominio napoleónico de Europa Napoleón estableció en 1804 el Imperio Francés y se coronó
emperador. Esto confirmó sus ambiciones de extenderse más allá de los límites de la Francia
de los Borbones y, en 1805, se reanudaron las Guerras Napoleónicas. En los dos años
siguientes venció a Austria, Prusia y Rusia, y se convirtió en el dueño de la mayor parte de
Europa. Gran Bretaña se mantuvo en guerra contra él, segura de su control sobre el mar tras la
destrucción de la flota francesa, aliada de la española, en 1805 en la batalla de Trafalgar.
Napoleón se dispuso entonces a aplicar un bloqueo comercial sobre Gran Bretaña, conocido
como el Sistema Continental, lo que en cierta medida le llevó a realizar acciones que serían
fatales para el Imperio: las invasiones de España y Rusia.

El final del Primer Imperio Después de la derrota de su Ejército en Rusia en 1812, los enemigos
de Napoleón formaron una nueva coalición en su contra. Expulsado de Alemania y España en
el invierno de 1813, en la primavera de 1814 dirigió la última campaña para salvar el Imperio y
la perdió. Abdicó en abril de 1814 y se rindió a los aliados. Los franceses convencieron a los
gobernantes aliados de que la restauración de los Borbones en el trono francés ofrecía una
mayor promesa de paz para Francia, y así, en mayo de ese mismo año, el hermano menor del
ejecutado rey Luis XVI entró en París y gobernó como Luis XVIII. La política del nuevo gobierno
despertó el resentimiento popular en Francia mientras los aliados mantenían discrepancias en
el Congreso de Viena, intentando modificar las fronteras de Europa. Napoleón, conocedor de
estos sucesos, consideró que era la oportunidad para recuperar su poder. En marzo de 1815
huyó de su exilio en la isla de Elba y volvió a Francia. El Ejército le apoyó, Luis XVIII se marchó a
Bélgica y Napoleón restableció el denominado periodo de los Cien Días. Los gobernantes
europeos dejaron de lado sus diferencias, reunieron sus Ejércitos y el 18 de junio de 1815, en
Waterloo, cerca de Bruselas, derrotaron definitivamente al Ejército imperial. Napoleón fue
desterrado a la isla de Santa Elena, en el sur del océano Atlántico, donde murió en 1821. Luis
XVIII volvió a París y la monarquía borbónica fue restaurada por segunda vez

La monarquía constitucional Luis XVIII comprendió que Francia no podía volver al régimen
prerrevolucionario. Garantizó el cumplimiento de una constitución, la Carta de 1814, que
establecía una monarquía parlamentaria y reformas sociales expresadas en los códigos de
leyes napoleónicos. El régimen era representativo pero no democrático, ya que el derecho de
voto estaba limitado a menos de 100.000 propietarios importantes.

En los difíciles primeros meses, la incompetencia del gobierno lo enfrentó a la mayor parte de
la población y, cuando Napoleón volvió a Francia en marzo de 1815, Luis se dio cuenta de que
tenía poco apoyo en su propio reino. Pero después de la derrota de Waterloo no hubo
impedimentos a la restauración de Luis. Los dirigentes aliados, menos dispuestos a olvidar el
apoyo del país a Napoleón, impusieron a Francia la ocupación militar de dos tercios de su
territorio durante cinco años y el pago de una fuerte indemnización.
La segunda Restauración de 1815 hizo estallar una ola de venganza, denominada “terror
blanco”, contra los bonapartistas y los republicanos. El resultado fueron varios muertos,
cientos de heridos y diversas represalias legales contra quienes habían propiciado el regreso
de Napoleón durante los Cien Días. Las primeras elecciones parlamentarias, celebradas en
1815, dieron el poder a una cámara ultrarrealista partidaria de una política reaccionaria. En
1816, Luis XVIII disolvió esta cámara bajo la presión de las potencias europeas, que temían que
pudiera estallar una nueva revuelta. En las siguientes elecciones obtuvieron la mayoría los
monárquicos moderados. La productividad económica se reactivó y expandió. Tras el Congreso
de Aquisgrán (1818) finalizó la ocupación extranjera y Francia fue aceptada de nuevo en los
foros internacionales europeos, ingresando en la Santa Alianza. Sin embargo, los años de
gobierno de los moderados dieron paso en 1820, tras el asesinato del duque de Berry,
heredero del trono, al gobierno de los ultrarrealistas y a la coronación de su máximo
exponente, el conde de Artois, como rey de Francia en 1824, con el nombre de Carlos X.Los
liberales protestaron al considerar que las libertades francesas peligraban, pero los Borbones
proporcionaron a Francia un gobierno estable, honesto, eficiente y sin presiones. Propiciaron
un ambiente en el que prosperaron la industria y el comercio y en el que Francia recuperó la
primacía intelectual y artística vivida en el siglo anterior.

La Revolución de 1830 Después de 1826, el retraso económico, las elecciones generales, que
otorgaron la mayoría a los liberales en 1827, y la imprudencia de Carlos X ocasionaron la crisis
política. En agosto de 1829, Carlos X nombró presidente del Consejo al ultramonárquico
príncipe de Polignac, lo que no agradó a los diputados liberales ni a la prensa. Cuando la
mayoría liberal de la Cámara de Diputados solicitó en marzo de 1830 su destitución en el
manifiesto de los 221, disolvió la cámara y convocó nuevas elecciones que confirmaron la
mayoría, pero Carlos no aceptó el resultado electoral. El 26 de julio de 1830 promulgó una
serie de decretos para convocar nuevas elecciones, reducir el número de votantes y restringir
la libertad de prensa. Los periodistas y diputados liberales protestaron, porque consideraban
que esto violaba la Constitución, y recibieron el apoyo de los trabajadores parisinos. Después
de las “tres gloriosas jornadas” del 27, 28 y 29 de julio, Carlos X, abandonado por todos
excepto por una minoría de monárquicos, abdicó y los diputados ofrecieron el trono a Luis
Felipe, duque de Orleans, perteneciente a una rama reciente de la familia de los Borbones.
Revisaron la Constitución para eliminar el poder legislativo del rey y se extendió,
moderadamente, el sufragio.

Luis Felipe I de Orleans La Monarquía de Julio, denominación que recibió el régimen de Luis
Felipe, estuvo dominada por los acomodados propietarios de la tierra y algunos hombres de
negocios y banqueros, convirtiéndose en benefactora de la gran burguesía. Los primeros cinco
años fueron turbulentos, interrumpidos por levantamientos y revueltas de los republicanos
decepcionados y de los trabajadores urbanos empobrecidos, pero en 1835 el régimen quedó
establecido firmemente. La vida política de este periodo fue menos destacada que su actividad
económica e intelectual. El crecimiento de la producción industrial aumentó rápidamente
después de 1840 e hizo que Francia, en pocas décadas, pasara de ser un estado agrario a un
estado industrializado. La ley de ferrocarriles de 1842 estableció la construcción de una red
nacional de ferrocarriles, que aceleró la industrialización y proporcionó a la población una
movilidad sin precedentes. En los cinco años posteriores a 1846, la población rural descendió
por primera vez en ese siglo, mientras que la emigración hacia los grandes pueblos y las
ciudades creció. La ley escolar promulgada en 1833 establecía que cada commune de Francia
tenía que mantener una escuela primaria masculina, gratuita para todos aquellos que no
pudieran pagarla. El programa de estudios daba importancia a la lectura y a la escritura y, en la
década de 1840, el francés comenzó a sustituir a los dialectos locales que se hablaban en todo
el país.

La Revolución de 1848Luis Felipe y sus ministros resistieron todas la presiones para adaptar
las instituciones políticas nacionales a la evolución de la economía y de la sociedad,
particularmente a la ampliación del sufragio. La rigidez del gobierno y la seria depresión
económica de 1846 y 1847 provocaron que se propusiera un nuevo régimen republicano como
alternativa. En febrero de 1848, el torpe esfuerzo del gobierno por prevenir una concentración
republicana en París originó un choque entre las tropas y los manifestantes que se transformó
en revolución. Luis Felipe abdicó el 24 de febrero. Un grupo de dirigentes republicanos formó
un gobierno provisional y proclamó la II República francesa.

James Watt
James Watt (1736-1819), inventor e ingeniero mecánico escocés de gran renombre por sus
mejoras de la máquina de vapor.

Nació el 19 de enero de 1736, en Greenock, Escocia. Trabajó como constructor de


instrumentos matemáticos desde los 19 años y pronto empezó a interesarse en el
perfeccionamiento de las máquinas de vapor, inventadas por los ingenieros ingleses Thomas
Savery y Thomas Newcomen, que se utilizaban en aquel momento para extraer agua de las
minas.

Watt determinó las propiedades del vapor, en especial la relación de su densidad con la
temperatura y la presión, y diseñó una cámara de condensación independiente para la
máquina de vapor que evitaba las enormes pérdidas de vapor en el cilindro e intensificaba
las condiciones de vacío. La primera patente de Watt, en 1769, cubría este dispositivo y
otras mejoras de la máquina de Newcomen, como la camisa de vapor, el engrase de aceite y
el aislamiento del cilindro con el fin de mantener las altas temperaturas necesarias para una
máxima eficacia.

En esa época, Watt era socio del inventor británico John Roebuck, que financió sus
investigaciones. En 1775, sin embargo, Roebuck entró en contacto con el fabricante británico
Matthew Boulton, propietario en Birmingham del Soho Engineering Works, y Watt y él
comenzaron a fabricar máquinas de vapor. Watt continuó con sus investigaciones y patentó
otros muchos e importantes inventos, como el motor rotativo para impulsar varios tipos de
maquinaria; el motor de doble efecto, en el que el vapor puede distribuirse a uno y otro lado
del cilindro, y el indicador de vapor que registra la presión de vapor del motor. Se retiró de la
empresa en 1800 y desde entonces se dedicó por completo al trabajo de investigación.
La idea extendida pero equivocada de considerar a Watt como el verdadero inventor de la
máquina de vapor se debe al gran número de aportaciones que hizo para su desarrollo. El
regulador centrífugo o de bolas que inventó en 1788, y que regulaba automáticamente la
velocidad de una máquina, tiene especial interés en nuestros días. Incorpora el principio de
retroalimentación de un servomecanismo, al articular el circuito de salida con el de entrada,
que es el concepto básico de la automatización. La unidad eléctrica vatio ( watt) recibió el
nombre en su honor. Fue también un afamado ingeniero civil, que hizo varios estudios sobre
vías de canales. En 1767 inventó un accesorio para adaptarlo a los telescopios que se
utilizaba en la medición de distancias. Murió el 19 de agosto de 1819 en Heathfield,
Inglaterra.

Máquina de vapor
1 INTRODUCCIÓN

Máquina de vapor, dispositivo mecánico que convierte la energía del vapor de agua en
energía mecánica y que tiene varias aplicaciones en propulsión y generación de electricidad.
El principio básico de la máquina de vapor es la transformación de la energía calorífica del
vapor de agua en energía mecánica, haciendo que el vapor se expanda y se enfríe en un
cilindro equipado con un pistón móvil. El vapor utilizado en la generación de energía o para
calefacción suele producirse dentro de una caldera. La caldera más simple es un depósito
cerrado que contiene agua y que se calienta con una llama hasta que el agua se convierte en
vapor saturado. Los sistemas domésticos de calefacción cuentan con una caldera de este
tipo, pero las plantas de generación de energía utilizan sistemas de diseño más complejo que
cuentan con varios dispositivos auxiliares. La eficiencia de los motores de vapor es baja por
lo general, lo que hace que en la mayoría de las aplicaciones de generación de energía se
utilicen turbinas de vapor en lugar de máquinas de vapor.

2 HISTORIA

El primer motor de pistón fue desarrollado por el físico e inventor francés Denis Papin y se
utilizó para bombear agua. El motor de Papin, poco más que una curiosidad, era una
máquina que aprovechaba el movimiento del aire más que la presión del vapor. La máquina
contaba con un único cilindro que servía también como caldera. Se colocaba una pequeña
cantidad de agua en la parte inferior del cilindro y se calentaba hasta que producía vapor. La
presión del vapor empujaba un pistón acoplado al cilindro, tras lo cual se eliminaba la fuente
de calor de la parte inferior. A medida que el cilindro se enfriaba, el vapor se condensaba y la
presión del aire en el exterior del pistón lo empujaba de nuevo hacia abajo.

En 1698 el ingeniero inglés Thomas Savery diseñó una máquina que utilizaba dos cámaras
de cobre que se llenaban de forma alternativa con vapor producido en una caldera. Esta
máquina se utilizó también para bombear agua, igual que la máquina llamada motor
atmosférico desarrollada por el inventor británico Thomas Newcomen en 1705. Este
dispositivo contaba con un cilindro vertical y un pistón con un contrapeso. En la parte inferior
del cilindro el vapor actuaba sobre el contrapeso, moviendo el pistón hacia la parte superior
del cilindro. Cuando el pistón llegaba al final del recorrido, se abría automáticamente una
válvula que inyectaba un chorro de agua fría en el interior del cilindro. El agua condensaba el
vapor y la presión atmosférica hacía que el pistón descendiera de nuevo a la parte baja del
cilindro. Una biela, conectada al eje articulado que unía el pistón con el contrapeso, permitía
accionar una bomba. El motor de Newcomen no era muy eficiente, pero era lo bastante
práctico como para ser utilizado con frecuencia para extraer agua en minas de carbón.

Durante sus trabajos de mejora de la máquina de Newcomen el ingeniero e inventor escocés


James Watt desarrolló una serie de ideas que permitieron la fabricación de la máquina de
vapor que hoy conocemos. El primer invento de Watt fue el diseño de un motor que contaba
con una cámara separada para la condensación del vapor. Esta máquina, patentada en 1769,
redujo los costos de la máquina de Newcomen evitando la pérdida de vapor producida por el
calentamiento y enfriamiento cíclicos del cilindro. Watt aisló el cilindro para que
permaneciera a la temperatura del vapor. La cámara de condensación separada, refrigerada
por aire, contaba con una bomba para hacer un vacío que permitía absorber el vapor del
cilindro hacia el condensador. La bomba se utilizaba también para eliminar el agua de la
cámara de condensación.

Otro concepto fundamental de las primeras máquinas de Watt era el uso de la presión del
vapor en lugar de la presión atmosférica para obtener el movimiento. Diseñó también un
sistema por el cual los movimientos de vaivén de los pistones movían un volante giratorio.
Esto se consiguió al principio con un sistema de engranajes y luego con un cigüeñal, como en
los motores modernos. Entre las demás ideas de Watt se encontraba la utilización del
principio de doble acción, por el cual el vapor era inyectado cada vez a un lado del pistón
para mover éste hacia adelante y hacia atrás. También instaló válvulas de mariposa en sus
máquinas para limitar la velocidad, además de reguladores que mantenían de forma
automática una velocidad de funcionamiento estable.

El siguiente avance importante en el desarrollo de máquinas de vapor fue la aparición de


motores sin condensación prácticos. Si bien Watt conocía el principio de los motores sin
condensación, no fue capaz de perfeccionar máquinas de este tipo, quizá porque utilizaba
vapor a muy baja presión. A principios del siglo XIX el ingeniero e inventor británico Richard
Trevithick y el estadounidense Oliver Evans construyeron motores sin condensación con
buenos resultados, utilizando vapor a alta presión. Trevithick utilizó este modelo de máquina
de vapor para mover la primera locomotora de tren de todos los tiempos. Tanto Trevithick
como Evans desarrollaron también carruajes con motor para carretera.

Por esta época el ingeniero e inventor británico Arthur Woolf desarrolló las primeras
máquinas de vapor compuestas. En estas máquinas se utiliza vapor a alta presión en un
cilindro y cuando se ha expandido y perdido presión es conducido a otro cilindro donde se
expande aún más. Los primeros motores de Woolf eran del tipo de dos fases, pero algunos
modelos posteriores de motores compuestos contaban con tres o cuatro fases de expansión.
La ventaja de utilizar en combinación dos o tres cilindros es que se pierde menos energía al
calentar las paredes de los cilindros, lo que hace que la máquina sea más eficiente.

3 MÁQUINAS DE VAPOR MODERNAS


El funcionamiento de una máquina de vapor moderna convencional se muestra en las figuras
1a-d, que muestran el ciclo de funcionamiento de una máquina de este tipo. En la figura 1a,
cuando el pistón se encuentra en el extremo izquierdo del cilindro, el vapor de agua entra
por el cabezal de la válvula y a través del orificio hacia la parte izquierda del cilindro. La
posición de la válvula deslizante de corredera permite que el vapor ya utilizado en la parte
derecha del pistón escape a través del orificio de expulsión o conducto de salida. El
movimiento del pistón acciona un volante, que a su vez mueve una biela que controla la
válvula deslizante. Las posiciones relativas del pistón y la válvula son reguladas por las
posiciones relativas de los puntos en que están acoplados el cigüeñal y la biela de la válvula
de corredera al volante.

En la segunda posición, que se muestra en la figura 1b, el vapor que se encuentra en la


parte izquierda del cilindro se ha expandido y ha desplazado el pistón hacia el punto central
del cilindro. Al mismo tiempo, la válvula se ha movido a su posición de cierre de forma que el
cilindro queda estanco y no pueden escapar ni el vapor del cilindro ni el de la caja de
válvulas.

Según se mueve el pistón hacia la derecha a causa de la presión del vapor en expansión,
como se muestra en la figura 1c, la caja de válvulas, que contiene vapor, se conecta al
extremo derecho del cilindro. En esta posición la máquina está preparada para iniciar el
segundo tiempo del ciclo de doble acción. Por último, en la cuarta posición (figura 1d), la
válvula cubre de nuevo los orificios de ambos extremos del cilindro y el pistón se desplaza
hacia la izquierda, empujado por la expansión del vapor en la parte derecha del cilindro.

El tipo de válvula que aparece en la figura es la válvula simple de deslizamiento, la base de


la mayoría de las válvulas de deslizamiento utilizadas en las máquinas de vapor actuales.
Este tipo de válvulas tienen la ventaja de ser reversibles, o sea, que su posición relativa al
pistón se puede variar cambiando la porción de la excéntrica que las mueve, tal y como se
muestra en la figura 2. Cuando se mueve la excéntrica 180 grados, se puede invertir la
dirección de rotación de la máquina.

La válvula de deslizamiento tiene no obstante un buen número de desventajas. Una de las


más importantes es la fricción, causada por la presión del vapor en la parte posterior de la
válvula. Para evitar el desgaste que causa esta presión, las válvulas de las máquinas de
vapor se suelen fabricar en forma de un cilindro que encierra el pistón, con lo que la presión
es igual en toda la válvula y se reduce la fricción. El desarrollo de este tipo de válvula se
atribuye al inventor y fabricante estadounidense George Henry Corliss. En otros tipos de
válvulas, su parte móvil está diseñada de forma que el vapor no presione directamente la
parte posterior.

La unión entre el pistón y la válvula que suministra el vapor es muy importante, ya que
influye en la potencia y la eficiencia de la máquina. Cambiando el momento del ciclo en que
se admite vapor en el cilindro puede modificarse la magnitud de la compresión y la
expansión, consiguiéndose así variar la potencia de salida de la máquina. Se han
desarrollado varios tipos de mecanismos de distribución que unen el pistón a la válvula, y
que no sólo permiten invertir el ciclo sino también un cierto grado de control del tiempo de
admisión y corte de entrada del vapor. Los mecanismos de distribución por válvulas son muy
importantes en locomotoras de vapor, donde la potencia que se requiere de la máquina
cambia con frecuencia. El esfuerzo alcanza su punto máximo cuando la locomotora está
arrancando y es menor cuando circula a toda velocidad.

Un componente importante de todos los tipos de máquinas de vapor de vaivén es el volante


accionado por el cigüeñal del pistón. El volante, una pieza por lo general pesada de metal
fundido, convierte los distintos empujes del vapor del cilindro en un movimiento continuo,
debido a su inercia. Esto permite obtener un flujo constante de potencia.

En las máquinas de vapor de un solo cilindro la máquina se puede detener cuando el pistón
se encuentra en uno de los extremos del cilindro. Si el cilindro se encuentra en esta
situación, se dice que el motor está en punto muerto y no se puede arrancar. Para eliminar
los puntos muertos, las máquinas cuentan con dos o más cilindros acoplados, dispuestos de
tal forma que la máquina puede arrancar con independencia de la posición de los pistones.
La manera más simple de acoplar dos cilindros de una máquina es unir los dos cigüeñales
con el volante de la forma que se muestra en la figura 3. Para conseguir un equilibrio mayor
se puede utilizar una máquina de tres cilindros en la que las manivelas de los cilindros se
colocan en ángulos de 120 grados. El acoplamiento de los cilindros no sólo elimina las
dificultades de arranque sino que permite diseñar plantas de generación con un
funcionamiento más fiable.

Los cilindros de una máquina compuesta, al contrario que el de una de un solo cilindro, se
pueden mantener próximos a una temperatura uniforme, lo que aumenta la eficiencia de la
máquina.

Un avance en el diseño de las máquinas de vapor fue la máquina de flujo unidireccional, que
utiliza el pistón como válvula y en la que todas las partes del cilindro permanecen
aproximadamente a la misma temperatura cuando la máquina está en funcionamiento. En
estas máquinas el vapor se mueve solamente en una dirección mientras entra en el cilindro,
se expande y abandona el cilindro. Este flujo unidireccional se consigue utilizando dos
conjuntos de orificios de entrada en cada extremo del cilindro, junto con un único conjunto
de orificios de salida en la parte central de la pared del cilindro. La corriente de vapor que
entra por los dos conjuntos de orificios de entrada se controla con válvulas separadas. Las
ventajas inherentes a este sistema son muy considerables por lo que este tipo de máquina
se utiliza en grandes instalaciones, si bien su coste inicial es mucho mayor que el de las
máquinas convencionales. Una virtud de la máquina de flujo unidireccional es que permite un
uso eficiente del vapor a altas presiones dentro de un único cilindro, en lugar de requerir un
cilindro compuesto.

Revolución Industrial
1 INTRODUCCIÓN

Revolución Industrial, proceso de evolución que conduce a una sociedad desde una economía
agrícola tradicional hasta otra caracterizada por procesos de producción mecanizados para
fabricar bienes a gran escala. Este proceso se produce en distintas épocas dependiendo de
cada país. Para los historiadores, el término Revolución Industrial es utilizado exclusivamente
para comentar los cambios producidos en Inglaterra desde finales del siglo XVIII; para
referirse a su expansión hacia otros países se refieren a la industrialización o desarrollo
industrial de los mismos.

Algunos autores para referirse al desarrollo capitalista en el último tercio del siglo XX, con
nuevas organizaciones empresariales (trusts, holdings, cárteles), nuevas fuentes energéticas
(electricidad, petróleo) y nuevos sistemas de financiación hablan de Segunda Revolución
Industrial.

2 LA EXPERIENCIA BRITÁNICA

La primera Revolución Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo XVIII; supuso
una profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más
inmediatos se produjeron en los procesos de producción: qué, cómo y dónde se producía. El
trabajo se trasladó de la fabricación de productos primarios a la de bienes manufacturados y
servicios. El número de productos manufacturados creció de forma espectacular gracias al
aumento de la eficacia técnica. En parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la
aplicación sistemática de nuevos conocimientos tecnológicos y gracias a una mayor
experiencia productiva, que también favoreció la creación de grandes empresas en unas
áreas geográficas reducidas. Así, la Revolución Industrial tuvo como consecuencia una mayor
urbanización y, por tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas.

Se puede afirmar que los cambios más importantes afectaron a la organización del proceso
productivo. Las fábricas aumentaron en tamaño y modificaron su estructura organizativa. En
general, la producción empezó a realizarse en grandes empresas o fábricas en vez de
pequeños talleres domésticos y artesanales, y aumentó la especialización laboral. Su
desarrollo dependía de una utilización intensiva del capital y de las fábricas y maquinarias
destinadas a aumentar la eficiencia productiva. La aparición de nuevas máquinas y
herramientas de trabajo especializadas permitió que los trabajadores produjeran más bienes
que antes y que la experiencia adquirida utilizando una máquina o herramienta aumentara la
productividad y la tendencia hacia una mayor especialización en un proceso acumulativo.

La mayor especialización y la aplicación de bienes de capital a la producción industrial creó


nuevas clases sociales en función de quien contratara y tuviera la propiedad sobre los
medios de producción. Los individuos propietarios de los medios de producción en los que
invertían capital propio se denominaron empresarios. Cuando invierten capital en una
empresa sin participar directamente en ella se denominan capitalistas.
Como la Revolución Industrial se produjo por primera vez en Gran Bretaña, este país se
convirtió durante mucho tiempo en el primer productor de bienes industriales del mundo.
Durante gran parte del siglo XVIII Londres fue el centro de una compleja red comercial
internacional que constituía la base de un creciente comercio exportador fomentado por la
industrialización. Los mercados de exportación proporcionaban una salida para los productos
textiles y de otras industrias (como la siderurgia), cuya producción aumentaba rápidamente
gracias a la aplicación de nuevas tecnologías. Los datos disponibles sugieren que la tasa de
crecimiento de las exportaciones británicas se incrementaron de forma considerable a partir
de la década de 1780. La orientación exportadora y el aumento de la actividad comercial
favorecieron aún más el desarrollo de la economía: los ingresos derivados de las
exportaciones permitían a los productores británicos importar materias primas para crear
productos industriales; los comerciantes que exportaban bienes adquirieron una importante
experiencia que favoreció el crecimiento del comercio interior. Los beneficios generados por
ese desarrollo comercial fueron invertidos en nuevas empresas, principalmente en mejora de
la tecnología y de la maquinaria, aumentando de nuevo la productividad, favoreciendo la
dinámica del proceso.

3 LA EXPANSIÓN DEL PROCESO INDUSTRIALIZADOR

Gran Bretaña no fue el único país que experimentó una Revolución Industrial. Los intentos
de fechar ese desarrollo industrial en otros países están sujetos a fuertes controversias. No
obstante, los estudiosos parecen estar de acuerdo en que Francia, Bélgica, Alemania y
Estados Unidos experimentaron procesos parecidos a mediados del siglo XIX; en Suecia y
Japón se produjo a finales del siglo; en Rusia y en Canadá a principios del siglo XX; en
algunos países de Latinoamérica, Oriente Próximo, Asia central y meridional y parte de África
a mediados del siglo XX.

Cada proceso de industrialización tiene características distintas en función del país y la


época. Al principio, la industria británica no tenía competidores. Cuando se empezaron a
industrializar otros países tuvieron que enfrentarse a la ventaja acumulada por Gran
Bretaña, pero también pudieron aprovecharse de su experiencia. En cada caso, el éxito del
proceso industrializador dependía del desarrollo de nuevos métodos de producción, pero
también de la modificación de las técnicas utilizadas para adaptarlas a las condiciones
imperantes en cada país y de la propia legislación vigente, que favoreciera la implantación de
maquinaria barata gracias a una disminución de los aranceles, lo que, en ocasiones, podría
perjudicar a otros sectores sociales, como los campesinos, que veían cómo sus productos
debían competir con otros más baratos. Aunque la intervención pública para favorecer la
industrialización fue importante en el caso británico, el papel del Estado fue mucho mayor en
el caso alemán, ruso, japonés y en casi todos los países industrializados durante el siglo XX.

Por definición, la industrialización aumenta la renta per cápita nacional. También implica
cambios en la distribución de la misma, en las condiciones de vida y laborales y en los
valores sociales. La Revolución Industrial supuso, al principio, una reducción del poder
adquisitivo de los trabajadores y una pérdida de calidad en su nivel de vida. Más tarde, se
tradujo en un aumento de la calidad de vida de toda la población del país industrializado.
Estos aspectos siguen siendo objeto de importantes trabajos de investigación.
Influencia mundial de la Revolución
Industrial
Los Ensayos Históricos de Encarta reflejan el conocimiento y la visión de destacados
historiadores. En el presente ensayo, Peter N. Stearns, de la Universidad Carnegie Mellon,
analiza la naturaleza de la industrialización mundial desde sus comienzos en el siglo XVIII en
Inglaterra. Compara asimismo las diferentes revoluciones industriales para medir el impacto
que cada una de ellas tuvo en la vida diaria de las respectivas zonas.

Influencia mundial de la Revolución Industrial

Por Peter N. Stearns

El fenómeno económico conocido como Revolución Industrial es una de las dos


transformaciones fundamentales del ámbito económico de la civilización (la otra fue la
introducción de la agricultura). La industrialización tomó forma inicialmente a finales
del siglo XVIII en el occidente de Europa, en particular en Gran Bretaña. Durante las
primeras décadas del siglo XIX, sus rasgos distintivos se extendieron rápidamente a
lugares como Francia, Alemania, Bélgica y Estados Unidos. En los primeros años del
siglo XX, llega a lugares fuera de Europa y Norteamérica, especialmente a Japón. A
finales del siglo XX, la industrialización o sus efectos habían alcanzado prácticamente a
todos los rincones del globo.
La industrialización ha acarreado consecuencias abrumadoras. No sólo cambió
radicalmente la vida laboral, sino también la vida familiar y el ocio personal. De alguna
manera, redefinió los motivos por los que se tenían hijos. Incrementó claramente el
poder del estado, especialmente en lo que se refiere a la producción militar. El proceso
alteró incluso a sociedades que no estaban directamente inmersas en la industrialización.
Las economías industriales adquirieron ventaja sobre las sociedades que seguían
basándose en la agricultura, un desequilibrio que todavía afecta a las relaciones
económicas mundiales.
Cualquier proceso tan arrebatador como la Revolución Industrial obliga inevitablemente
a los historiadores a hacerse un montón de preguntas. El término en sí mismo ha estado
siempre en discusión: ¿Es revolución una palabra adecuada para designar un proceso
que dura varias décadas y que en su fase inicial no transforma la economía como un
todo? (Dado el ulterior impacto del proceso, la mayoría de los historiadores dirían que
sí). Por otra parte, ¿qué significa ser una sociedad industrial no sólo en términos
tecnológicos sino también de valores culturales e individuales? ¿Cuáles son las
dimensiones globales de la Revolución Industrial? Pero por encima de todo ¿qué lo
puso en marcha, y dónde nos ha llevado?
Causas iniciales
Para empezar, es necesario definir la industrialización. La industrialización implica la
mecanización de los procesos de manufacturación y una mayor importancia de las
manufacturas en la economía en su totalidad. Normalmente, suele suceder en economías
que han sido previamente agrícolas y a menudo incluye también importantes cambios
en la producción alimentaria. Antes de la Revolución Industrial, los bienes eran
mayoritariamente fabricados de forma manual, lo que a menudo requería destrezas
específicas de los trabajadores. La producción de bienes estaba descentralizada, lo que
otorgaba a pequeños grupos de trabajadores participación activa y control sobre su
propio trabajo. Los costes sin embargo eran elevados, y el volumen de la producción
relativamente bajo. La industrialización los elevó notablemente e hizo más accesibles
los bienes de consumo.
Sin embargo, la industrialización no sucedió de forma instantánea. Mientras la
Revolución Industrial progresaba, innovadores métodos de producción convivían con
los tradicionales, creando a menudo una tensión importante entre los tradicionalistas y
los defensores de la mecanización. No obstante, al final del proceso de industrialización,
los nuevos métodos de trabajo y las nuevas máquinas habían triunfado plenamente.
Partiendo de los centros industriales iniciales, los nuevos métodos se extendieron a otras
ramas de la producción, así como al transporte (expansión de los ferrocarriles), la
comunicación (invención del telégrafo) y el comercio (el nacimiento de los grandes
almacenes).
Antes de examinar el impacto de la industrialización y sus dimensiones globales,
debemos examinar sus causas. Comprender por qué sucedió un fenómeno histórico
concreto ayuda a los historiadores a comprender la naturaleza del fenómeno y sus
consecuencias posteriores. Pero ni las causas ni las consecuencias son generalmente
fáciles de entender. Los historiadores deben buscar indicios razonables.
El papel que Europa desempeñaba en la economía mundial con anterioridad
proporciona los primeros indicios de por qué fue allí donde primero tuvo lugar.
Alrededor del año 1700, países como Gran Bretaña lograban beneficios del comercio
por todo el mundo. Estos beneficios podían convertirse en capital para inversiones
industriales. El comercio mundial creó también la conciencia de que los mercados
mundiales eran capaces de absorber bienes manufacturados más baratos, además de
aumentar los beneficios domésticos todavía más.
En Europa, los cambios en la demanda del mercado interior y en la población, fueron
vitales para precipitar la Revolución Industrial. En el siglo XVIII, el consumismo
crecía. La gente buscaba nuevos tipos de ropa y enseres domésticos. Este nuevo
mercado estimuló a los primeros fabricantes que pronto encontraron formas de
estimular aún más los gustos del público. Al mismo tiempo, el crecimiento de la
producción alimentaria en Europa en el primer estadio de su transformación agrícola
(especialmente el creciente cultivo de la patata, importada de América en el siglo XVI)
generó un masivo crecimiento de la población. La población de Europa occidental
creció entre el 50 y el 100% entre 1730 y 1800. Aquí estaba un nuevo y masivo
mercado de bienes, pero también una fuente de mano de obra.
Los factores culturales y políticos fueron los causantes en parte de la Revolución
Industrial. Los valores definidos por un movimiento intelectual europeo del siglo XVIII
conocido como la Ilustración, especialmente la confianza en la ciencia y el aprecio por
el trabajo duro y el éxito material, orientaron a los primeros inventores y fabricantes. El
trabajo histórico reciente ha demostrado que tanto los intelectuales como la gente de la
calle habían cambiado su visión del mundo en torno a 1750 debido a la influencia de la
filosofía ilustrada. La creencia en que la naturaleza y la sociedad se podían comprender
y manipular racionalmente, crearon un contexto totalmente nuevo para la producción y
la tecnología. Los gobiernos, que perseguían el beneficio económico para mantener su
posición diplomática y militar, promovieron también cambios que facilitaran la
innovación. Animaban a que se construyeran carreteras, canales y vías de ferrocarril.
Limitaron o abolieron los oficios gremiales que protegían los métodos de trabajo
tradicionales. Atacaban las protestas de los trabajadores que podrían estorbar a las
nuevas fábricas.
Se puede realizar un análisis más preciso de las causas y efectos en relación a la
pregunta de por qué Gran Bretaña fue la pionera del nuevo crecimiento industrial.
Razones importantes fueron los recursos de acero y carbón y la aceptación general de la
innovación técnica en Gran Bretaña. Una vez establecida, el poder de la industria
británica (la primera demostración de ello fue durante las Guerras Napoleónicas) inspiró
la imitación en otras partes.
Impacto
La industrialización cambió muchos aspectos de la vida. El primer cambio claro afectó a
la naturaleza de la fabricación. Como se explicaba más arriba, la Revolución Industrial
se basaba en la aplicación del poder mecánico para la fabricación. Al principio este
poder venía de las norias, pero la introducción de la moderna máquina de vapor en 1770
en Gran Bretaña, generó un poder mecánico mayor. Mediante bombas más potentes, las
máquinas de vapor permitían excavar minas más profundas, además de incrementar de
forma importante la cantidad de hulla que se podía extraer. Las máquinas de vapor
pronto y pusieron en funcionamiento martillos y rodillos en el proceso de formación de
metales. La productividad en la metalurgia creció mucho debido a la sustitución del
tradicional carbón vegetal utilizado para fundir y refinar por la hulla y el coque más
baratos. Mediante la combinación de estas mejoras técnicas la producción de acero se
incrementó considerablemente. Paradójicamente, el uso generalizado de máquinas de
vapor provocó una necesidad creciente de hulla y acero para construirlos e impulsarlos.
La temprana Revolución Industrial no sólo cambió la fabricación en su parte técnica,
sino que introdujo una nueva organización de la industria. Estas innovaciones derivadas
de la nueva maquinaria tuvieron ventajas por sí mismas. Juntos, estos cambios
constituyen su impacto económico.
Primero, los trabajadores se concentraron en una fábrica. El uso del agua o la máquina
de vapor precisaba que los trabajadores se agruparan en torno a una noria o una
máquina. Como estaban juntos, era posible una mayor supervisión que cuando los
trabajadores estaban en pequeñas tiendas o en sus casas. Además especializar a un
trabajador en una pequeña tarea del proceso productivo podía hacer crecer
sustancialmente la productividad. El sistema fabril también concentraba el capital al
igual que a los trabajadores en unidades de un tamaño sin precedentes. Cuando el
proceso productivo se producía en casa de los trabajadores, los propios trabajadores
normalmente compraban el equipamiento y las viviendas, el fabricante suplió solamente
el movimiento de capital para comprar los materiales en bruto y pagar los salarios
iniciales. Con las nuevas máquinas y fábricas, sin embargo, era necesaria una inversión
mucho mayor. En la metalurgia y la minería, por ejemplo, donde las máquinas eran
especialmente costosas, se pusieron en marcha nuevas firmas mediante la participación
de un cierto número de personas ricas mediante una sociedad por acciones.
La combinación de la nueva tecnología y la nueva organización tuvo inevitablemente un
gran impacto sobre los antiguos métodos productivos. Los artesanos, que se basaban en
los métodos y destrezas manuales, podían gozar de cierta prosperidad antes de que los
nuevos métodos llegaran a su sector, pero su economía tradicional estaba condenada.
Algunos de los pasajes más agonizantes de la historia industrial sucedieron durante la
lucha de los artesanos entre resistir o adaptarse al nuevo sistema económico. El ludismo,
la destrucción deliberada de la nueva maquinaria, era un resultado común, aunque
siempre fue breve e infructuoso.
El impacto del industrialismo sobre la agricultura fue más complejo, especialmente
debido a la dependencia de la Revolución Industrial de algunos cambios independientes
que se produjeron al principio en la agricultura. La mejora de la producción alimentaria,
por ejemplo, era necesaria por ejemplo para enviar más trabajadores a las ciudades, a las
fábricas y a las minas. Los cambios sucedieron en dos fases. Desde finales del siglo
XVII en adelante, los países de Europa occidental introdujeron innovaciones en la
agricultura por primera vez desde la edad media. Los nuevos métodos de drenaje
abrieron nuevas tierras. La ganadería mejoró. Los nuevos cultivos, especialmente la
patata, hizo crecer considerablemente la producción de comidas de alto contenido
calórico. El uso de cultivos nitrogenados, como el nabo, permitió que los campos fueran
cultivados permanentemente, en lugar de dejarlos en barbecho una vez cada tres años.
Por último, simples mejoras en los aperos, como el uso de la guadaña en lugar de la hoz
para la recolección, aumentó la productividad. Estos cambios fueron suficientes para
generar más alimentos, complementados por las importaciones, para liberar fuerza de
trabajo para la industria.
El segundo estadio de la transformación de la agricultura comenzó en torno a 1830,
como resultado de la temprana industrialización. Las nuevas máquinas, como segadoras
mecánicas y arados más grandes se utilizaban en las granjas. La investigación industrial
desarrolló los fertilizantes químicos. Las máquinas para procesar los alimentos, como
los separadores de nata, revolucionaron la producción lechera. Lo que podría llamarse
agricultura industrial se desarrolló especialmente en las extensas tierras de
Norteamérica, donde los nuevos canales, vías y el barco de vapor facilitaban el
comercio de bienes agrícolas. Alrededor de 1870, las exportaciones masivas de Estados
Unidos, Canadá y Australia, Nueva Zelanda y Argentina proporcionaron alimentos a la
Europa industrial y a sus propios centros industriales. En Europa, los estados
comerciales ganaron terrenos a las granjas tradicionales, mientras en algunas zonas,
como Gran Bretaña, confiaron mucho en la importación de alimentos, encontrando más
beneficios en concentrarse en los nuevos sectores industriales.
Impactos sociales
Incluso más allá de los cambios en los oficios y las tradiciones rurales, la
industrialización modificó gradualmente la naturaleza de la vida. Durante la primera
época, más de la mitad de la población del país vivía en las ciudades. En Gran Bretaña
alcanzaron este hito en 1850. Otro cambio clave afectaba a las familias. Con un trabajo
que se realizaba fuera de casa, se requerían nuevas especializaciones entre los miembros
de la familia. En muchas sociedades industriales, las mujeres casadas eran retiradas a
menudo del mercado laboral para ocuparse del trabajo doméstico. Los niños eran
utilizados en ocasiones en la industria primaria, pero con la introducción de maquinaria
moderna, su trabajo ya no era necesario. Al mismo tiempo, los nuevos niveles
educativos parecían útiles para crear trabajadores adultos expertos. Desde este
momento, la educación, más que el trabajo, definía la infancia en las sociedades
industriales.
Fuera de casa, la industrialización creó nuevas, y a menudo agudizó las divisiones
sociales. La brecha entre los propietarios de las fábricas y la creciente masa de
trabajadores, incapaces de mejorar sus condiciones de trabajo, aumentó. Nuevas formas
de protesta, en particular huelgas y otros tipos de acción política se desarrollaron en
paralelo al avance de la industrialización.
La mayoría de los historiadores está de acuerdo en que la calidad del trabajo se
deterioró en muchos aspectos como resultado de la Revolución Industrial. Las presiones
del ritmo más rápido y la supervisión estricta por parte de los supervisores y
encargados, afectó negativamente a la calidad. En suma, trabajar fuera de casa y la
creciente especialización a menudo redujeron la identificación de los trabajadores con
los productos que elaboraban. Desde luego, había compensaciones. Aunque los salarios
a menudo eran bajos en los primeros años de la industrialización, al final mejoraron,
creando nuevas oportunidades para consumir. Un pequeño número de trabajadores
podía llegar a un alto grado de especialización, incluso podían acceder a los puestos de
supervisor. Avances más sustanciales sin embargo, eran infrecuentes. La mayoría de los
trabajadores finalmente perdían su confianza en la satisfacción que proporcionaba el
trabajo y buscaban trabajar menos horas y un mayor salario.
Pero la vida fuera del ámbito laboral no siempre mejoraba rápidamente. Las familias de
clase trabajadora podían estar fuertemente unidas, pero aparecían nuevas tensiones.
Muchos trabajadores descargaban sus frustraciones sobre otros miembros de la familia.
Y la alegría de vivir inicialmente se deterioró con la industrialización. La presión del
trabajo cortó el tiempo de ocio. Incluso en Japón, que es rico en actividades lúdicas
populares, los festivales tradicionales fueron atacados por los patronos que los veían
como pérdidas de tiempo. Los patronos atacaban cualquier otra actividad lúdica, como
la bebida, aunque con menos éxito. Sin embargo, surgieron nuevas formas de ocio,
espectáculos comerciales como los deportes profesionalizados, el teatro popular y más
tarde el cine.
Industrialización mundial
La industrialización cambió el mundo. Pocos lugares escaparon a su impacto. Sin
embargo, la naturaleza del impacto varía de unos lugares a otros. Comprender las
consecuencias globales de la industrialización precisa que se entienda cómo fue la
industrialización en cada lugar.
La industrialización al principio siempre es un fenómeno que se produce a nivel
regional, no nacional, como lo demostró el gran retraso industrial de Sudamérica.
Muchas zonas de Europa occidental y Estados Unidos siguieron a Gran Bretaña a
principios del siglo XIX. Unas pocas regiones europeas (Suecia, los Países Bajos, el
norte de Italia) no comenzaron su verdadera industrialización hasta mediados del siglo.
La siguiente gran oleada de nueva industrialización, que comenzó en torno a 1880, llegó
también a Rusia y Japón. Una última ronda (hasta hoy día) incluyó la rápida
industrialización del resto del borde del Pacífico (concretamente Corea del Sur y
Taiwan) en torno a 1960.
Varios factores configuraron la naturaleza de la industrialización en cada sitio. En Gran
Bretaña, por ejemplo, la industrialización triunfó cuando dependía de inventores
individuales y de compañías relativamente pequeñas. Sin embargo, comenzó a rezagarse
en el clima corporativo de finales del siglo XIX. Por el contrario en Alemania avanzó
cuando la industrialización provocó la creación de organizaciones mayores, estructuras
organizativas más impersonales, e investigación colectiva más que artesanos
hojalateros. En Alemania, el Estado estaba también más implicado en la
industrialización que en Gran Bretaña.
La industrialización francesa puso el énfasis en la modernización de los productos
artesanales. Esto no solamente reflejaba unas especialidades nacionales más tempranas,
sino también menos adecuación de recursos en el carbón, un factor que mantuvo muy
retrasada la industria pesada. Francia también tenía que presionar a los trabajadores
especializados para que trabajaran según las nuevas formas, generando algunas
tensiones. Los carpinteros, por ejemplo, utilizaban diseños prefabricados para hacer la
carpintería rápidamente, pero como se sentían ofendidos por las adulteraciones de sus
destrezas artísticas, conservaron algunos métodos manuales. La industrialización en
Estados Unidos dependía de la mano de obra inmigrante. Esto explica en parte por qué
los Estados Unidos, pese a su régimen político democrático, fue el pionero en una
organización particularmente despiadada de los trabajadores, que culminó en la cadena
de montaje. Al contrario que Alemania, en Estados Unidos se pusieron en marcha leyes
que combatían los negocios demasiado grandes que incurrieran en competencia desleal,
aunque el impacto de estas leyes fue desigual. Estados Unidos, con su enorme mercado,
fue el pionero del nuevo estadio económico de la sociedad de consumo que ha tenido en
los últimos tiempos un impacto mundial. En concreto, Estados Unidos encabezó la
creación de moda popular y de entretenimientos de masas.
Las industrializaciones tardías también variaron. La industrialización rusa comenzó
antes de la Revolución Rusa de 1917, pero el comunismo la aceleró considerablemente,
sustituyendo la economía de mercado por la planificación estatal en el diseño de las
políticas industriales. La industrialización japonesa adoptó una estrecha colaboración
entre las grandes empresas y el gobierno. Japón, como todas las naciones que se han
industrializado más tarde, al principio tuvieron que importar el equipamiento básico.
También carecían de recursos básicos, incluido el combustible. Por eso, el estado
rápidamente animó a las industrias que produjeran bienes para exportar aunque
limitando las importaciones. Esta política aún afecta a Japón, pese a estar entre las
mayores economías mundiales. En suma, la herencia confuciana de Japón, que pone el
énfasis en la colaboración, se refleja en la forma de gestionar la industria. De hecho, a
finales del siglo XX, muchos observadores señalaban que la industrialización había
ganado terreno en dos contextos culturales concretos: occidental y confuciano. Sin
embargo, en cada contexto los resultados eran distintos.
No obstante, hay una complicación para describir la industrialización global como
sucesivas oleadas, en aquellos casos en que las sociedades están parcialmente
industrializadas y no ha habido una auténtica revolución. Países como México, Brasil,
India y China han llegado a una cierta producción industrial para reducir la necesidad de
importar algunos bienes de consumo como la ropa y los coches. También desarrollaron
industrias claves en torno a ciertos bienes para exportar, como la industria informática
brasileña (una de las mayores de todo el mundo) y los sectores aeroespacial y de
software informático.
El modelo de innovación y diversidad industrial sigue en vigor. El colapso del
comunismo europeo a finales de la década de 1980 obligó a los gobiernos de Europa del
Este a convertirse a la economía de mercado para acelerar el crecimiento industrial.
Algunos que habían prosperado mucho bajo el sistema comunista se encontraron con la
dureza de esta nueva forma de funcionar. De hecho, en la historia de la industrial no se
había intentado un cambio de sistema económico de esta envergadura. En China, se
produjo otra experiencia novedosa en 1978, cuando el país se embarcó en lo que parecía
ser el primer estadio de una industrialización rápida, pero con una economía de mercado
parcial combinada con un estricto y autoritario control gubernamental.
Es complejo establecer un modelo de industrialización global cuando la
industrialización que ha durado décadas es tan distinta de unos lugares a otros. Algunos
países, como Francia, Alemania y Estados Unidos, siguieron inmediatamente el modelo
británico. Campañas comerciales, gobiernos deseosos de conseguir las ventajas de la
industrialización para el ejército, y desde luego recursos naturales favorables, fueron
importantes factores para su industrialización. Otras regiones quedaron muy rezagadas.
Aquí las causas diferían. Algunos lugares carecían de fuentes de energía adecuadas.
Muchos más eran dependientes de la economía occidental, demasiado pobres para
conseguir el capital que les permitiera adquirir equipamiento industrial costoso y a
menudo dependía de los capitalistas occidentales. Egipto, por ejemplo, intentó
industrializarse bajo una líder reformista a principios del siglo XIX pero fue bloqueado.
En lugar de eso, se convirtió en productor de materias primas (especialmente algodón)
para los fabricantes occidentales. En algunos lugares, para acabar, se resistieron a la
industrialización por motivos culturales. En 1870, el gobierno tradicionalista chino
destruyó deliberadamente las primeras vías de tren construidas en el gigantesco país.
Las consecuencias de la industrialización son, en última instancia, globales. A
principios del siglo XIX, las fábricas europeas empujaron hacia la fabricación
tradicional a zonas como América Latina y la India. Al mismo tiempo, los centros
industriales buscaban recursos alimentarios y materias primas, ayudando a estos
sectores a expandirse en lugares como Chile y Brasil. La búsqueda de dinero mediante
las exportaciones con el objetivo de comprar bienes de lujo y maquinaria de las
sociedades industriales, ayudó a provocar grandes cambios en los modelos laborales en
lugares como América Latina, o en 1900, África. Los bajos salarios, a menudo forzados
mediante medidas coercitivas, se generalizaron.
El poderío industrial y la búsqueda de mercados y materias primas yacen tras la
expansión imperialista europea del siglo XIX. Sin embargo, de forma gradual, otras
sociedades copiaron la industrialización o cuando menos desarrollaron un sector
industrial independiente. Gran parte de la historia del mundo en el siglo XX, recoge los
esfuerzos de sociedades como la India, China, Irán o Brasil para reducir su dependencia
de las importaciones y organizar una forma selectiva de exportación a través de la
industria. El impacto medioambiental de la industrialización también ha sido
internacional. La industrialización afectó rápidamente a la calidad del agua y del aire
cerca de las fábricas. Las demandas industriales de productos agrícolas, como el caucho,
provocaron la deforestación y cambios climáticos en lugares como Brasil. Estos
modelos se han acelerado, mientras el crecimiento industrial se ha generalizado,
creando temas de actualidad, como el calentamiento global. El impacto mundial de la
industrialización, en este sentido, permanece como una historia inacabada cuando
comienza el siglo XXI.
Dado el impacto global de la industrialización, es creciente la importancia de que
entendamos su naturaleza y sus consecuencias. Aunque es fácil entender el impacto de
la industrialización desde el nivel personal, es más difícil comprender su naturaleza a
nivel global, especialmente cuando el modelo global es tan complejo. La historia
proporciona un medio para llegar a comprenderlo. Comprendiendo las causas, las
variaciones y las consecuencias históricas de la Revolución Industrial, podemos
entender mejor nuestras circunstancias actuales y, con optimismo, diseñar mejor las
industrializaciones futuras.
Acerca del autor: Peter N. Stearns es profesor de Historia en la Universidad Carnegie
Mellon. Ha escrito The Industrial Revolution in World History, así como otras obras,
entre las que destaca Millennium II, Century XXI: A Retrospective on the Future.
Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2004. © 1993-2003 Microsoft Corporation.
Reservados todos los derechos.

Despertar patriótico En 1806, dentro del periodo histórico conocido como invasiones inglesas
al Río de la Plata, Buenos Aires fue atacada por una flota británica al mando del almirante
Home Riggs Popham. El gobierno inglés suponía a la colonia mal defendida, con una población
enemistada con su gobierno y proclive a los invasores que la liberarían del yugo español.
Cuando el 25 de junio de 1806 los ingleses desembarcaron en la costa de Quilmes, el virrey,
Rafael de Sobremonte, optó por retirarse al interior dejando la capital en manos del invasor,
delegando el mando político en la Audiencia, y llevándose las cajas reales. Esta actitud fue la
causa de su ruina política. Políticamente, la decisión de Sobremonte no sólo deterioró
profundamente la imagen del virrey sino que provocó una crisis profunda de la autoridad
virreinal. Los invasores ocuparon la ciudad, pero fueron expulsados por una milicia popular. La
nueva fuerza expedicionaria que el gobierno británico envió a Buenos Aires fue forzada a
rendirse en 1807. La expulsión de los ingleses fue posible por el entusiasmo del pueblo, guiado
por Santiago Liniers y Bremond, quien fue nombrado virrey por Buenos Aires, luego de
deponer a Rafael de Sobremonte El sentimiento revolucionario en la región alcanzó su apogeo
en el periodo siguiente al destronamiento del rey español Fernando VII por parte de Napoleón
I Bonaparte en 1808. El pueblo de Buenos Aires se negó a obedecer a José I Bonaparte,
hermano de Napoleón, que se instaló en el trono español. Al ser Liniers de nacionalidad
francesa, y debido a sus simpatías bonapartistas, se inclinó hacia el bando francés. La Junta de
Sevilla —creada para mantener la resistencia contra los franceses— decidió en 1809 que éste
debía entregar el poder a un nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros. 25 de mayo de 1810,
los integrantes del cabildo abierto de la ciudad (que había sido convocado el día 22) decidieron
deponer al virrey e instauraron un gobierno provincial, la Primera Junta de Gobierno, que
actuaba en nombre de Fernando VII. Poco tiempo después, el gobierno provisional rompió con
los representantes del monarca y lanzó una enérgica campaña para llevar al interior del país la
revolución, si bien resultó un fracaso. Sin embargo, las tropas realistas sufrieron importantes
derrotas en 1812 y 1813. Después de la Revolución de mayo, algunas ciudades —como
Córdoba— se opusieron a la decisión arbitraria de Buenos Aires y surgieron algunos
movimientos antirrealistas. Mientras tanto, Buenos Aires decidió enviar expediciones para
propagar el movimiento revolucionario. En 1812 llegaron José de San Martín y Carlos de Alvear
para ponerse al frente del Ejército rebelde, proporcionándole un carácter más profesional. Fue
San Martín el encargado de organizar el Regimiento de Granaderos a Caballo, que tuvo tanta
importancia en las guerras de la independencia argentina y que tuvo su bautismo de fuego el 3
de febrero de 1813 en la batalla de San Lorenzo. Con posterioridad se dirigió a Cuyo, donde
organizó el Ejército de los Andes, con el que cruzó a Chile y Perú.

Entre 1810 y 1815 se sucedieron varios gobiernos: Primera Junta, Junta Grande, Primer
Triunvirato, Segundo Triunvirato; todos ellos tenían su sede en Buenos Aires y asumieron las
mismas funciones del virrey. Se enviaron expediciones al Alto Perú y a Paraguay para que estos
territorios se adhirieran a la nueva forma de gobierno, pero al estar dominados por los
españoles, optaron por permanecer separados. En 1814, Fernando VII volvió a ocupar el trono
de España y los que luchaban en el Alto Perú habían retrocedido hasta Salta; por lo tanto, fue
necesaria la declaración oficial de independencia, que se proclamó en 1816 en el Congreso de
Tucumán.

Las Provincias UnidasDurante 1814 y 1815, en los territorios liberados —que nominalmente
todavía estaban sujetos a la Corona española— cristalizó el sentimiento favorable a la
independencia absoluta. Los representantes de las distintas provincias se reunieron en
Tucumán en marzo de 1816; el 9 de julio de ese año, los delegados proclamaron la
independencia de España y declararon la constitución de las Provincias Unidas de América del
Sur, más tarde, denominadas Provincias Unidas del Río de la Plata.

Se designó a un director supremo para encabezar el nuevo Estado y se sancionó una


Constitución centralista que no tuvo vigencia. Por ese tiempo, las ideas federalistas, que
estaban en auge, suponían un auténtico contrapunto a las ideas unitarias de los porteños; esto
dio lugar a un enfrentamiento conocido como la primera batalla de Cepeda en 1820. Los
caudillos federalistas Estanislao López y Francisco Ramírez derrotaron a las tropas del gobierno
nacional (o Directorio). Se puso en marcha, así, una especie de federalismo unigénito a partir
de la formación de las 13 provincias, que en 1834 pasaron a ser 14, al separarse Jujuy de Salta.
El problema que había que resolver era la formación de un gobierno estable después de la
caída del Directorio. Las hostilidades entre las dos facciones fueron en aumento y provocaron
un enfrentamiento civil en 1819. En 1820 se restableció la paz, pero el problema principal —la
constitución de un gobierno fuerte— quedó sin resolver.

Durante la mayor parte de la década de 1820 se extendió el caos y el desorden político en las
Provincias Unidas, situación que hubiera continuado de no ser por la guerra con Brasil, que
exigía una forma de organización constitucional. Buenos Aires convocó una reunión de las
provincias en 1824. En el Congreso, que estuvo dominado por los unitarios, se eligió a
Bernardino Rivadavia como presidente, en tanto que Buenos Aires se convertía en el territorio
con mayor poder en la República Argentina (denominación que comenzó a usarse a partir de
ese momento). Argentina le declaró la guerra a Brasil en diciembre de 1825 por la ocupación
de la Banda Oriental; Brasil fue derrotado y la Banda Oriental se declaró independiente, al
igual que Bolivia (Paraguay se mantenía neutral).

Para 1826 se había puesto de manifiesto el fracaso del régimen unitario, por lo que se volvió a
la antigua forma de organización, en la que cada provincia tenía capacidad de autogobierno,
en tanto que el gobernador de la provincia de Buenos Aires se hacía cargo de las relaciones
internacionales. En 1828 Manuel Dorrego, gobernador federal en quién el resto de los
gobernadores confiaban, fue depuesto y fusilado por el general unitario Juan Lavalle, dando
lugar a una guerra civil. En Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas fue el encargado de resistir a
los golpistas y en 1829 fue elegido gobernador, restituyendo la cámara legislativa.

Las provincias del interior constituyeron, en agosto de 1830, la llamada Liga Unitaria o Liga del
Interior, que, en un primer momento, derrocó a los gobiernos federales y se enfrentó al poder
de Buenos Aires, dando origen, como respuesta, al Pacto Federal en enero de 1831 (integrado
por Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe). En este pacto se acordó que, cuando se dieran las
condiciones, se erigiría un gobierno federal. Además, se estableció un compromiso militar para
defenderse de los posibles ataques unitarios, lo que permitió vencer al general José María Paz
y terminar con la etapa anárquica.

Entre 1829 y 1832, Rosas había logrado poner en orden y pacificar la provincia de Buenos
Aires; solicitó entonces que se le otorgaran facultades extraordinarias para poder continuar
con su labor, pero le fueron negadas y se sucedieron algunos gobernadores en el cargo. En
1834 se produjo una guerra entre las provincias de Tucumán y Salta; Rosas ordenó a Juan
Facundo Quiroga, caudillo riojano y delegado de Buenos Aires, mediar en el conflicto, pero fue
asesinado en Barranca Yaco, dejando al país bajo la poderosa y única influencia de Rosas, que
asumió la gobernación de Buenos Aires entre 1835 y 1852.

Durante 17 años Rosas se mantuvo en el poder, sosteniendo que aún no se daban las
condiciones para la formación de un régimen federal, promoviendo la autonomía de cada una
de las provincias. Su gobierno fue conservador y proteccionista, hasta el punto de volverse
anacrónico. Durante esos años, además, se sucedieron varios bloqueos del puerto de Buenos
Aires por parte de Gran Bretaña y Francia, que fueron resistidos con éxito por las provincias.

En 1852 Justo José de Urquiza, caudillo de la provincia de Entre Ríos, defensor de una
organización territorial basada en una Constitución central, encabezó una revolución en contra
de Rosas, cuyo momento culminante fue la batalla de Caseros, en la que las tropas de Rosas
fueron derrotadas. Estando ya asentadas las bases de la organización nacional, pudo
promulgarse una Constitución en 1853, a pesar de que Buenos Aires se negó a firmarla.

Gobierno republicanoUrquiza fue elegido presidente bajo la nueva Constitución, aunque la


ciudad de Buenos Aires permaneció separada bajo la influencia de Bartolomé Mitre. En 1859
se firmó el Pacto de San José de Flores por el cual el Estado de Buenos Aires pasaba a integrar
la Confederación, pero hicieron falta dos batallas (una en Cepeda, en octubre de 1859, y otra
en Pavón, en septiembre de 1861) para finalizar con la división que afectaba al territorio
argentino. En 1862 se celebraron elecciones mediante las que Mitre fue elegido presidente de
la Confederación Argentina, con su capital en Buenos Aires.

En marzo de 1865, el litigio entre Paraguay y Uruguay hizo que las tropas paraguayas entraran
en territorio argentino, dando lugar a la sangrienta guerra de la Triple Alianza (que enfrentó a
Brasil, Argentina y Uruguay con Paraguay). Entre 1866 y 1870 los ejércitos de los tres países
invadieron Paraguay, matando a las dos terceras partes de la población paraguaya (90% de la
población masculina).

A Mitre siguieron los gobiernos de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás


Avellaneda (1874-1880). A pesar de que no existió limpieza electoral en los comicios que les
condujeron a la jefatura del Estado, estas tres presidencias sentaron los cimientos de la
construcción de la Argentina moderna. Las actuaciones prioritarias se centraron en la
educación, la inmigración y la libertad económica.

Durante la presidencia de Avellaneda se realizó la primera campaña al Desierto, empresa a


cargo de Julio Argentino Roca, que buscaba incorporar los territorios patagónicos a la
Confederación. Esta campaña ha sido duramente criticada por la excesiva crueldad con la que
se atacó a los aborígenes argentinos. Además, debido a un conflicto de poderes entre el
gobernador de la provincia de Buenos Aires y el presidente de la Nación, la ciudad de Buenos
Aires fue proclamada Capital Federal y Dardo Rocha, gobernador de Buenos Aires, fundó en
1882 la ciudad de La Plata con el fin de establecer una capital provincial diferenciada.

Roca fue elegido presidente de la Nación, lo que dio lugar al inicio de una etapa de gran
progreso económico, institucional y educativo, integrándose el país al comercio mundial y
convirtiéndose en una de las principales naciones exportadoras de materias primas del mundo

A pesar de los adelantos de la Argentina, la clase media y los sectores populares quedaron
postergados durante muchos años, lo que provocó el estallido de numerosos levantamientos
de diversa índole (como los que tuvieron lugar 1890, 1893 y 1905), si bien todos ellos pudieron
ser controlados por el gobierno.

En otro orden de cosas, durante los primeros años del siglo XX, se desarrolló de manera
creciente la inmigración de un gran número de europeos, que fue promovida por los
gobernantes argentinos en búsqueda de un incremento rápido de la población del país
mediante la llegada de un abundante contingente de trabajadores.

El sufragio no era universal y las elecciones eran fraudulentas, por lo que el presidente del país
era elegido por un sector elitista. Esto cambió cuando, en 1912 y gracias al impulso dado por el
presidente Roque Sáenz Peña, se promulgó una ley (conocida popularmente como Ley Sáenz
Peña) por la cual el voto pasó a ser secreto y obligatorio para toda la población masculina. Bajo
el marco de esta nueva ley, en 1916 fue elegido presidente Hipólito Yrigoyen, representante
de la clase media y candidato por la Unión Cívica Radical.

Durante el gobierno de Yrigoyen y de su sucesor, Marcelo Torcuato de Alvear, la Argentina


mantuvo una posición neutral durante la I Guerra Mundial, lo que la convirtió en una de las
naciones más ricas del mundo.

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