Las novelas del portugués ganador del premio Nobel José
Saramago son cosas de intrincada belleza y compleja
verdad. Piezas maestras como Ceguera y El año de la muerte de Ricardo Reis son laberintos en los cuales el lector vaga, se pregunta, y a veces se pierde. En el medio de sus epifanías (unpunctuated trademark), nunca se sabe cuál personaje está hablando, y la perspectiva a menudo cambia de repente de primera a segunda persona. En El cuaderno, sin embargo, Saramago abjura su arte elaborado y ambiguo hacia un análisis político escrito en un estilo "claro como el agua" y en un tono de indignación salvaje. Originalmente escrito 3 o 4 veces a la semana para su blog, estas entradas cortas, fechadas, escritas en el momento, describen el período desde septiembre de 2008 a agosto de 2009. Es una historia escrita sobre la sangre -Guantánamo, los "actos y crímenes sin sentido perpetuados por Israel" contra Palestina, desastres naturales en los cuales sólo los pobres parecen sufrir, masacres en Chiapas, el "crimen contra la humanidad" de (the tax-payer-funded bank bailouts)... Saramago le echa un ojo frío y penetrante sobre todo, aunque hay momentos en los que se estremece ante el horror. Saramago apunta a cortar a través de la red de "mentiras organizadas" sobre la humanidad, y convencer a los lectores entregando sus opiniones en una serie implacable de (prose blows) no-adornadas, noqueantes. Habiendo pasado sus años de formación bajo el régimen fascista de Salazar, podría decirse que Saramago ha recibido el entrenamiento perfecto para identificar y arremeter la mendacidad política. Él ridiculiza a G. Bush como el "vaquero que heredó el mundo" y lo confundió ("for a herd of a cattle"), el filisteo que "expulsó la verdad" del discurso político. Berlusconi, mientras tanto, es un mafioso sin genio, una "enfermedad" en la sangre noble de Italia.