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La política criminal y la criminología en nuestros días. Una


visión desde Portugal

Manuel Monteiro Guedes Valente - Director del Centro de Investigación y Profesor del Instituto
Superior de Ciências Policiais e Segurança Interna

Autor: Manuel Monteiro Guedes Valente

Cargo del Autor: Director del Centro de Investigación y Profesor del Instituto Superior de
Ciências Policiais e Segurança Interna

Páginas: 1309-1318

Id. vLex: VLEX-468469

Link: http://vlex.com/vid/criminal-criminologia-dias-vision-portugal-468469

Resumen

1. Introducción 2. El camino de la Política criminal y de la Criminología en Portugal 2.1. La


Política criminal 2.2. La Criminología 3. Camino a seguir - Política criminal centrada en el ser
humano

Texto

Contenidos
1. Introducción.
2. El camino de la Política criminal y de la Criminología en Portugal.
2.1. La Política criminal.
2.2. La Criminología.
3. Camino a seguir - Política criminal centrada en el ser humano.

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1. Introducción
Es un honor formar parte de los que participan en el homenaje a el Profesor Alfonso Serrano
Gómez, pues su doctrina y su trabajo, conocidos y reconocidos en todo el mundo, nos impelen a

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seguir el ejemplo de un hombre que ha marcado el Derecho penal moderno.1

La discusión que la Política criminal2 trae hoy, así como la Criminología3, sobre el mundo que
queremos -humanizado o deshumanizado, prudente o cruel- surge de la sociedad global, del
riesgo y caótica, cuya racionalidad técnica y tecnológica neoliberal crían y alimentan «los
individualismos egoístas, la lógica eficiente de la ponderación costes-beneficios y un discurso
represivo y seguritario de lucha contra el crimen»4. Hablar de Política criminal, en nuestros días,
es tener conciencia de que los elementos sociedad5 y crimen se transformarán y se transforman
a pasos agigantados, que inducen a los espíritus incautos a mirar al Derecho penal -que fue
construido como Derecho de libertad- como un instrumento político de lucha contra el crimen,
mejor, como instrumento de la creciente demanda de seguridad6. Instrumento político para la
criminalización o Page 1310 descriminalización de una conducta, que no se toma con criterios
de dogmática penal, sino con «valoraciones sociales, económicas y culturales concretas»7,
cuya respuesta no cabe al jurista dotado de rigor científico, sino al político pragmático que toma
decisiones aparentemente protectoras de la sociedad8.

La transformación de la sociedad -hoy caracterizada como sociedad compleja y organizada, de


la información, del riesgo, de la globalización «total», del miedo, de la inseguridad, de la
insatisfacción permanente, del consumo esquizofrénico y desestructurado, del egoísmo, etc.- se
refleja en la realidad criminológica a propulsar la expansión, la masificación, la
corporativización, la regionalización, la internacionalización y la globalización del crimen9. El
escenario donde las imágenes transcurren es la globalización -que avanza frente al retroceso de
los Estados y que en nada contribuyen a la resocialización; es más, es factor decisivo para des-
edificar el cuadro social vigente. El cuadro global del crimen debería imponer una Política
criminal no con una visión egoísta, nacional, regional, sino con una visión universal/global del
crimen centrada en el hombre, centro neurálgico de cualquier decisión, principalmente en el
plano criminal.

La sacralización de seguridad para la sociedad (y para los políticos) que se enferma con la
distorsión de la idea de ultima ratio del Derecho penal en prima o sola ratio domina el espectro
político de Europa y de los USA, que se agrava con la sombra permanente del terrorismo -que
se globaliza y «toma cuenta de ciudadmundo»10, que es «autónomo, no piramidal, nómada y en
red»11.

Se genera la idea de que el Derecho penal es la solución para los problemas de la sociedad,
porque junto a la ausencia de una Política criminal seria centrada en el hombre se verifica una
inexistencia de estudios criminológicos sobre el hecho que ofende un bien jurídico relevante y
de tutela jurídico-criminal.

El uso sistemático del terror o de su amenaza es un factor que mina y hace peligrar las políticas
criminales actuales: por un lado, la exploración de que vivimos en una sociedad de riesgo
permanente -la amenaza terrorista, las nuevas tecnologías, la cibernización del conocimiento, la
bioquímica, la pedofilia, el tráfico de drogas, el tráfico de seres humanos, el crimen organizado,
el medio ambiente, el desempleo (...)- genera un sentimiento de inseguridad que facilita la
cesión por parte del ciudadano de su libertad a cambio de una seguridad sacralizada por un
poder en sí mismo debilitado en la legitimidad; por otro, crea una nueva idea (lombrosiana) de

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sociedad de la etiqueta, i. e., del enemigo exterior con un color o un olor dados; e, incluso, como
consecuencia de las anteriores, corremos el riesgo de materializar, si no lo tenemos ya
materializado, el Derecho penal de Gùnther Jakobs: el Derecho penal del enemigo12, que «no
constituye el fruto de un Page 1311 debate filosófico sobre «enemigos» y «no-personas», sino
que constituye una respuesta «moderna» -costosa, lenta, simbólica y que no ataca las causas
sistemáticas de los problemas- del Estado a unos problemas cada vez más graves»13.

Factores éstos que sacralizan la seguridad, colocándola en un pedestal en detrimento de la


libertad que es sacrificada y, como enseña Muñoz Conde, construyendo un Derecho penal «en
el que las garantías prácticamente desaparecen para convertirse exclusivamente en un
instrumento que busca a toda costa la seguridad cognitiva, por encima de cualquier otro valor o
Derecho fundamental»14. La huída al Derecho penal bélico -como consecuencia del
enraizamiento de una política de miedo que ata al ciudadano al Estado protector- representa la
solución más aplaudida por los ciudadanos que poco a poco ceden la escasa libertad de que
gozan y que no buscan otros caminos que no sea el del Derecho penal, donde la relación de los
hombres y del Estado se revela por la soberanía y autoridad superior de este. Es el
reconocimiento de la flaqueza humana, pues es más fácil golpear al niño que comete un error
que explicarle las razones que fundamentan la censura de su conducta.

Escenario éste que incrementa en el político la idea de que la primera solución para los
problemas es la «amenaza» penal, lo que justifica la esquizofrenia criminalizadora -bien
criminalizando conductas bien aumentando la pena de los tipos legales ya existentes. Los
principios de subsidiariedad, de intervención mínima y de ultima et extrema ratio del Derecho
penal cultivados en las Facultades de Derecho del mundo moderno se esfuman en la era
contemporánea. La pugna de miles de años y la vida de antepasados se frustran en este
progreso de retroceso.

Se reclama una incriminación sin que primero la prohibición de la conducta lesiva de bienes
jurídicos individuales o supra-individuales sea estudiada en cuanto a las causas y pase por la
criba del principio de subsidiariedad, i. e., la ausencia de reflexión sobre el tratamiento a dar a la
infracción de bienes jurídicos, principalmente colectivos o supra-individuales, conduce al
legislador a instrumentalizar el Derecho penal, «perdiendo de vista la nota de subsidiariedad
frente a otro tipo de intervenciones sociales, jurídicas o no, que le es inherente»15.

Es más, en la criminalización de nuevas conductas que representan nuevos riesgos para la


comunidad entendida individual y colectivamente -p. e., en el ámbito del medio ambiente, de la
biología, de la genética, de la informática, de la industria química e, incluso, de la economía-, el
peligro aumenta con la penalización de la conducta a través de normas penales en blanco,
cuyos elementos del tipo permanecen en instancias extrapenales16, produciéndose un atentado
claro e inequívoco al principio de seguridad jurídica y «se promueve un indebido alejamiento de
las referencias materiales a las que no debe renunciar el Derecho penal y que pretende
asegurar el principio de lesividad»17. Page 1312

Preocupante es la lógica del aumento da pena para tipos legales de crimen ya previstos en el
Código Penal o en la legislación especial como respuesta al aumento de la criminalidad -que
apellidan de organizada, pero que se encuadra en la criminalidad de masa- sin que primero se
pregunte si la intervención penal era la que se adecuaba, si era necesaria y si emergía del
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principio de intervención mínima18. No se demandan las causas, se buscaba la eficacia, la


eficiencia y el agrado de griegos y troyanos. Con todo, no olvidamos que la criminalidad de la
globalización19 no puede ser tratada frívolamente por acarrear consigo la desestabilización de
las democracias asentadas en la primacía formal (y material) del respeto de la persona humana.

Hay que inventar o reinventar nuevas respuestas y nuevas penas para el fenómeno del crimen
que ciertamente no pasa exclusivamente por un Derecho penal totalitario, bélico y del enemigo,
sino por una Política criminal que congregue una buena política social, económica, cultural y
jurídica -con la ayuda de la Criminología como algo esencial. La incriminación de cualquier
comportamiento que lesione un bien jurídico individual o colectivo no puede ser la sola ratio,
sino tan sólo la extrema ratio, i. e., «primero viene la ilicitud extra-penal del hecho, y después,
partiendo de ella, se «recorta» selectivamente el hecho típico»20. El Derecho penal, cuando es
encarado como «bélico», es el camino más fácil para ilusoriamente solucionar el fenómeno del
crimen X o Y, pero es el más frágil por exagerar la eficacia del momento concreto (la detención
del agente del crimen) sin la legitimidad ética y jurídica.

Defendemos, con W. Hassemer, que «el venerable principio de la subsidiariedad o de la ultima


ratio del Derecho penal es simplemente cancelado, para dar lugar a un Derecho penal como
sola ratio o prima ratio en la solución de conflictos: la respuesta penal surge para las personas
responsables por estas áreas cada vez Page 1313 más frecuentemente como la primera, sino la
única, salida para controlar los problemas»21. El cuadro de endurecimiento y de intimidación del
plano sustantivo del Derecho penal se teletransporta al plano adjetivo, en que la prevención del
peligro del crimen es, apenas, colocada en el congelador y se opta reactivamente por la
prevención a través de la represión del crimen -tenemos un Derecho penal dirigido hacia el
espectro de la funcionalidad y de la consecuencia sin escuchar las causas.

2. El camino de la Política criminal y de la


Criminología en Portugal
2.1. La Política criminal
La Política criminal, considerada como «el conjunto de los principios éticoindividuales y ético-
sociales que deben promover, orientar y controlar la lucha contra la criminalidad»22, o, en la
línea de Liszt, como «el conjunto sistemático de los principios fundados en la investigación
científica de las causas del crimen y de los efectos de las penas, según los cuales el Estado
debe llevar a cabo la lucha contra el crimen por medio de la pena y de las instituciones con esta
relacionadas»23, apuntando a «la prevención del crimen y a la confianza de la comunidad social
en el orden jurídico penal»24, afirmando y vigorizando de modo efectivo los valores sociales
exigibles para que cada persona se realice libremente integrada en la comunidad25. Hoy no
podemos permanecer inmunes o tener una actitud sorda frente a la Política criminal que nos
recuerda, también, que la prevención criminal no puede ser alcanzada a cualquier coste y con
cualquier medida penal, debiendo, siempre, ser promovida y llevada a cabo en el respeto, en la
defensa y en la prosecución de los valores y principios que ella misma persigue.
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La Política criminal se impone en dos líneas: por un lado, está la exigida eficacia relativa a los
fines26; por otro, está, también, la legitimidad -ética y jurídica- en lo que concierne a los medios
para alcanzar aquellos. Las alteraciones legislativas en el campo criminal, parejo a la eficacia27
y a la legitimidad y a los Page 1314 principios de ultima et extrema ratio, de subsidiariedad, de
indispensabilidad de la intervención penal, deben fundarse en los principios de la Política
criminal típicos de un Estado de Derecho democrático28: el principio de legalidad constitucional
y ordinaria -que se presenta como garantía contra el libre arbitrio de la creación legislativa y de
la interpretación y aplicación o judicial o administrativa del ius puniendi; el principio de culpa -
que aleja cualquier posibilidad de responsabilidad objetiva; el principio de humanidad -que se
debe verificar no sólo en la tipificación legal de las penas (prohibiendo la pena de muerte y las
penas degradantes y contrarias a la dignidad humana de la persona del recluso), sino también
en su ejecución (recusando la condena perpetua y las consecuencias jurídicas del tiempo
indeterminado)29 -principio que se debe verificar en el plano procesal, en especial la obtención
de pruebas-; y el principio de rehabilitación o resocialización del delincuente -los
establecimientos penitenciarios deben ser idóneos y la ejecución de las penas debe dirigirse a
la resocialización y no desocialización del delincuente.

El lema de la Política criminal -estamos de acuerdo con Anabela M. Rodrigues- es la prevención


criminal, aunque el «Derecho penal se configura decididamente (...) como un «Derecho penal de
protección de bienes jurídicos»»30. En este sentido, la ilustre profesora de Coimbra defiende la
Política criminal como una ciencia aplicada, i. e., «las decisiones normativas que, de una parte,
le confieren su dimensión política, presuponen, de otra, el conocimiento científico de los
fenómenos que la decisión política tienen por objeto y de los posibles instrumentos a movilizar y
resultados pretendidos»31, o sea, la ciencia dogmática expresa una «coordinación dialéctica
entre norma jurídica y realidad social, cuya interconexión va a tener realización jurídica de la
dogmática al hecho concreto a que se refiere»32. Se asiste, en la actualidad, a la «revitalización
que pone a descubierto los intereses (...) que, por detrás de la reformalización jurídica,
determinan la forma o el contenido de las normas»33.

Es importante saber si el Derecho penal -sustantivo y procesal- en Portugal ha seguido los


pasos de la Política criminal o si sólo han obedecido a la agenda política electoral de la máxima
eficacia con la sanción penal. Salvo la excepción del consumo de drogas, que fuera
descriminalizado y pasara a sanción administrativa -contravención- por la Ley n.º 30/2000, de 29
de Noviembre, tras treinta años de haber sido criminalizado por el DL n.º 420/7034, nos parece
que Page 1315 la opción política se ha fundado más en el agrado del electorado que en una
verdadera estrategia de control social y de prevención de la criminalidad.

El camino para la descriminalización del consumo de drogas se fundó en la conciencia colectiva


de que el toxicómano debe ser tratado y no encarcelado y el reconocimiento de que castigar con
una pena de prisión o de multa al drogodependiente no sólo demostraba el fracaso de la
sociedad que no sabía que hacer sino punir al consumidor de droga -un presunto enfermo-,
como también el que los bienes jurídicos a tutelar carecían de dignidad penal cara a los
principios de intervención del Derecho penal.

No obstante, la descriminalización del consumo de drogas tan sólo es una gota en un océano de
criminalización. Como ejemplo de análisis de la opción por criminalizar en vez de estudiar la
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causa del fenómeno y buscar una estrategia de control social del fenómeno a incriminar, se
puede hablar del personal laboral, ámbito en que se verifica la criminalización de conductas
hasta entonces bajo el dominio administrativo sancionatorio -p. e., el actual Código de Trabajo
criminaliza la utilización indebida del trabajo de los menores (art. 608.º)35,36. Nos preguntamos
si no sería más adecuado promover una ley básica de enseñanza capaz de alentar la
escolarización obligatoria hasta la mayoría de edad, fomentando una formación integral -física,
mental e intelectual- del menor o, en los casos en que los menores abandonan la escuela para
trabajar por razones financieras como ocurre en el Norte de Portugal y en barrios pobres de las
ciudades, crear un programa financiero de apoyo a la formación escolar de los desfavorecidos.
Si no hubiera mano de obra infantil disponible, los empresarios sin escrúpulos no la utilizarían o
lo harían de forma muy limitada.

La autonomía y trascendencia de la Política criminal -de que nos hablan Anabela Rodrigues37 y
Figueiredo Dias38-, como integrante del sistema jurídico-penal, le imponen una función de
«servir de modelo crítico tanto del Derecho constituido, como del constituyente, de sus límites y
de su legitimación»39. De esta forma, la solución de la criminalización sigue el sistema de
aparente eficacia y demuestra la fragilidad socio-económica-cultural de una sociedad que no
busca o no opta por evitar que los menores salgan de las escuelas -creando programas
alternativos de educación escolar, como los de la profesionalización. Se añade que no
defendemos que determinadas conductas que los empresarios realizan sobre los trabajadores
no deban ser punidas criminalmente, sino que, salvo algunos casos específicos -p. e.,
experiencias químicas sin el consentimiento del trabajador-, Page 1316 consideramos que el
bien jurídico afectado ya está tutelado por un tipo legal: p. e., hay comportamientos previstos y
castigados por el art. 152.º del CP -malos tratos e infracción de las normas de seguridad-, como
por la letra a) del n.º 1 (práctica de malos tratos físicos o psíquicos o tratamiento cruel), que ya
están previstos y punidos por el art. 143.º del CP -ofensas leves a la integridad física- o por el
art. 144.º del CP -ofensa grave a la integridad física. Sabemos que la criminalización de
conductas como el empleo en actividades peligrosas, inhumanas o prohibidas o sobrecarga con
trabajos excesivos de menores, de incapaces e trabajadores -letras b) y c) del n.º 1 del art. 152.º
del CP- es, por un lado, el resultado de no configurar en sí mismas como crimen las ofensas a la
integridad física y, por otro, corresponde la concienciación ético-social de que tales
comportamientos son individual y socialmente de elevada gravedad y, en consecuencia,
censurables. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿la criminalización de estas conductas hace
disminuir su práctica? ¿No será que el camino es otro? Entonces, criminalizar conductas -
promoviendo una amenaza de posible castigo- no significa resolver el fenómeno40.

Otro tema es -en la línea del Derecho penal del enemigo- la decisión de agravar penas ya
prescritas. La idea de que a los que se rechaza a participar en la «comunidad legal» por buscar
la aniquilación de la comunidad -terroristas- o por la reincidencia imparable -delincuentes
reincidentes peligrosos-, i. e., de que a los etiquetados de la nueva Criminología lombrosiana
sólo les debe esperar «apenas coacción física, hasta llegar a la guerra»41, es consecuencia no
de una Política criminal inserta en el sistema jurídico-penal de un Estado de Derecho
democrático, sino de satisfacción del «deseo de venganza», contra el cual luchara San
Agustín42.

La Política criminal ha venido a defender que dentro de la intervención penal inevitable e

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indispensable el intérprete y aplicador no debe optar por una pena privativa de libertad -pena de
prisión-, sino por una pena de multa o alternativa a la pena de prisión. Recordamos y partimos
de la preocupación humana de Ramalho Ortigão, cuando tan sabiamente escribía, hace casi
siglo y medio, que «¡Lisboa va a tener a peso de oro una prisión penitenciaria, cuando a peso de
ignorancia y de descuido Lisboa no tiene aún un Liceo!»43, por representar la preocupación
humanista de que se debe educar en vez de detener.

Añadir que hemos defendido la conversión de las penas alternativas en penas efectivas -p. e., el
trabajo en beneficio de la comunidad, prevista en los arts. 58.º y 59.º del CP, la amonestación,
prevista en el art. 60.º del CP, el régimen de se -milibertad, previsto en el art. 46.º del CP, la
prisión por días libres, prevista en el art. 45.º del CP- y la institución de nuevos tipos de penas -p.
e., acudir a la escuela Page 1317(en que el autor de determinados crímenes debería ser
condenado a acudir a una institución que lo educase en el Derecho o en la reinserción digna en
la sociedad) en la línea de aspiración de Ramalho Ortigão; la vigilancia electrónica (utilizada,
hoy, como medida cautelar sustitutiva de la prisión preventiva).

Son posibles penas no privativas de libertad que no son «ni la panacea de la reforma, ni un
remedio mágico contra los males del sistema penal»44, pero que permiten «la reducción de la
pena de prisión» y una reinserción y resocialización del autor del delito.

2.2. La Criminología
Los estudios criminológicos en Portugal son pocos, porque, en primer lugar, no hay una cultura
académica que vea esta ciencia como una pieza crucial para la comprensión del fenómeno del
crimen y para buscar el mejor camino de resocialización del delincuente. La Criminología es
vista como una ciencia menor, lo que aparta a los estudiantes de profundizar en su estudio. Sin
embargo, es importante decir que hay alumnos en los cursos de Criminología o ciencias
criminales45que desarrollan trabajos criminológicos sobre delincuencia juvenil, sistema
penitenciario, corrupción, abuso sexual de los niños, intervención de la policía en el ámbito del
crimen y en el de sus víctimas.

La Criminología es una ciencia en crecimiento y que conquista cada vez a más público, a un
mayor número de estudiantes y estudiosos del fenómeno del crimen. Pero sabemos que los
estudios criminológicos no interesan a los decisores políticos porque no tiene, muchas veces, la
respuesta que éstos quieren y que les da la simpatía y votos en las elecciones, que optan por un
Derecho penal bélico o régimen punitivo de seguridad.

3. Camino a seguir - Política criminal


centrada en el ser humano
La Política criminal no puede aceptar que la enseñanza de Radbruch -la mejor Política criminal
es una buena política social- sea olvidada frente a los nuevos riesgos propios de la
globalización de la criminalidad y de la búsqueda de respuestas que no pueden ser aisladas ni
nacionales, sino de nivel transnacional como el crimen.
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La Política criminal, inserta, hoy, en el sistema jurídico penal, no puede transformarse en


seguritaria: el apoyo a soluciones de endurecimiento de las penas y neo-criminalización y la
dotación a los operadores judiciales responsables para Page 1318 la prevención del crimen de
medios técnica y tecnológicamente avanzados e ilimitados en la investigación del crimen,
flagelando y agrediendo continuamente derechos fundamentales personales, cuya
consagración y tutela hicieron derramar la sangre de nuestros antepasados.

Los riesgos del mundo contemporáneo no pueden fundamentar «una Política criminal de
expansión práctica del Derecho penal»46, sino hacernos conscientes de que «la complejidad de
la sociedad, el desarrollo de las tecnologías, las comunicaciones de personas y del mercado en
un mundo que ve caer sus fronteras»47 obligan a mirar hacia el mundo (nuevo) cargado de
desequilibrios aprovechados por la criminalidad moderna y que imponen una reflexión profunda
sobre la reforma estructural y material de la Dogmática penal o sobre la creación de un nuevo
Derecho penal global y tridimensional -nacional, regional y transnacional- dotado de nuevas
penas no privativas de libertad.

La Política criminal moderna -capaz de concienciar al poder político, así como a los legisladores,
jueces, policías y toda la sociedad, de que «más Derecho penal no significa menos delito» y de
que «el instrumento penal resulta absolutamente inadecuado para resolver gran parte de los
conflictos»48 sociales- tiene que centrar el proceso en la disminución, por un lado, del Derecho
penal y, por otro, en caso de que sea indispensable el recurso a aquél, en la disminución del
recurso a la pena de prisión y en la implementación de un programa de aplicación de penas no
privativas de libertad total o parcialmente y de estudio de integración en el Derecho penal de un
nuevo tipo de pena humanizadora y resocializadora -p. e., escolarización obligatoria.

La Política criminal actual no puede legitimar el retorno a viejas tendencias criminalizadoras y


de endurecimiento de las penas, ni puede olvidar que hay bienes jurídicos cuya tutela efectiva
sólo se materializa jurídico-criminalmente, principalmente frente a los nuevos riesgos de la era
transnacional. Pues, es indispensable, «en este tiempo postmoderno, una nueva ética, una
nueva racionalidad, una nueva política. Porque está en juego la propia subsistencia de la vida
en el planeta y es preciso, si quisiéramos ofrecer una oportunidad razonable a las generaciones
venideras, que la humanidad se torne en sujeto común de la responsabilidad por la vida»49.

No obstante, y para terminar, existen dos grandes desafíos para la nueva Política criminal: el
primero es concienciar a la sociedad de que la prisión y la muerte no son problemas de los
demás, sino de todos50; y segundo, es traer al hombre al centro del universo discursivo de la
ciencia global. No podemos construir ciencia y mucho menos Política criminal sin la cara de los
hombres51.

_______________________

[1] Traducción de Nieves Sanz Mulas.

[2] Respecto a la concepción de Política criminal infra 2.

[3] La Criminología no es una ciencia a despreciar. El desprecio de la ciencia, sea cual fuere, es
típico de los ignorantes y surge de una estructura conceptual autoritaria y arrogante, cuyo
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sentido de normalidad es mitificado de acuerdo con la idea de uno o de otro. Luego, si el


legislador nacional tuviese en cuenta los estudios criminológicos o solicitare los mismos antes
de cualquier reforma legislativa, seguramente la criminalización de nuevas conductas y el
aumento de las penas no se verificarían. De igual modo podemos afirmar que las decisiones de
los operadores judiciales penales tendrían otra relevancia y otro sentido de responsabilidad en
el camino de la reinserción del delincuente si fuera acompañadas de un pensamiento
criminológico sobre el caso concreto. En este sentido Guedes Valente, Manuel M., Proceso
Penal Tomo I, Almedina, Coimbra, 2004, pp. 25-33.

[4] Miranda Rodrigues, Anabela, Um sistema sancionatório penal para a União Europeia - Entre
a Unidade e a diversidade ou os caminhos da harmonização, texto policopiado y cedido en el
Curso de Maestría en Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de Coimbra, 2005,
p. 1.

[5] Respecto a la sociedad en transformación y sus características, Sanz Mulas, Nieves, «La
actual política...», en op. cit., pp. 62-69.

[6] En este sentido Miranda Rodrigues, Anabela, Um sistema sancionatório..., p. 1.

[7] Sanz Mulas, Nieves, La actual Política criminal..., p. 1.

[8] Respecto a este asunto, Zúñiga Rodríguez, Laura, Política Criminal, Colex, Madrid, 2001, p.
20 y Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., pp. 62-63.

[9] En este sentido Miranda Rodrigues, Anabela, Um sistema sancionatório..., pp. 1-3.

[10] Miranda Rodrigues, Anabela, Um sistema sancionatório..., p. 5.

[11] Ibidem.

[12] Respecto a una crítica profunda del Derecho penal del enemigo, Prittwitz, Cornelius,
«Derecho Penal del enemigo: Análisis crítico del programa del Derecho Penal?», en La Política
Criminal en Europa, (dirigido por Santiago Mir Puig y Mirentxu Corcoy Bidasolo y coordinado por
Víctor Gómez Martín), Atelier Penal, pp. 107-119.

[13] Ídem, p. 119.

[14] Muñoz Conde, Francisco, La Ciencia del Derecho Penal ante el Nuevo Milenio - Prólogo a
la Edición Española, Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 13.

[15] Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 65.

[16] Pues, como ejemplo de nuestro Derecho penal, apuntamos los artículos 275.º, n.º 1 del CP,
cuando habla de armas prohibidas como las que se encuentren «fuera de las condiciones
legales y en contradicción con las prescripciones de la autoridad competente». Otro ejemplo es
el n.º 2 del articulo 36.º del Decreto Ley n.º 28/84, de 20 de enero, cuando habla de «casos
particularmente graves», pues es una norma en blanco. Pero el legislador ha consagrado la
concepción de que debe entender como «casos particularmente graves» en el n.º 5 del mismo
articulo.

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[17] Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 65.

[18] Respuesta que la Criminología nos podría dar y ayudar a comprender, pero que los políticos
no saben aprovechar para crear una mejor intervención del Derecho penal circunscribiéndole
para lo que fuese extremamente necesario.

[19] La macrocriminalidad ocupa, hoy, la agenda de los decidores políticos nacionales e


internacionales y no son raros los discursos que, como este, no se refieren a tan profunda
organización en redes nacionales, regionales e internacionales o transacciones capaces de
embargar no sólo un número indeterminado e invisible de recursos humanos, como también un
sinnúmero «brutal» de fondos económicos, muchas veces superiores a los presupuestos de
algunos Estados. Esas organizaciones criminales detentan un poder material incalculable y, por
consiguiente, dominan o determinan el poder formal de los Estados y de las Organizaciones
Nacionales e Internacionales [Nuno Brandão, Branqueamento de Capitais: O sistema
comunitário de Prevenção, Coimbra Editora, Colecção Argumentum, n.º 11, 2002, pp. 20 y ss.].
Fenómeno resultante de la globalización que aterroriza a los incautos y los no informados y que
fermenta con mayor fervor en los pueblos en vías de desarrollo o en desarrollo. Lugares
propicios a la instalación de bases de decisión media y alargada, cuya respuesta preventiva no
pasará única y exclusivamente con una investigación dotada de todas las armas -incluso
aquellas que rozan la ética y la moral. Sin embargo, nuestra mirada se ha perdido en el fermento
de la legislación destinada a pertrechar a los operadores de la justicia -policía y tribunales- de
instrumentos legales aparentemente idóneos para alcanzar los objetivos de prevención criminal
[artículos 202.º y 272.º de CRP]. Guedes Valente, Manuel M., Escutas Telefónicas - Da
Excepcionalidade à Vulgaridade, Almedina, 2004, pp. 12-13.

[20] Donini, Massimo, «Escenarios del Derecho Penal en Europa a Principios del Siglo XXI», en
La Política Criminal en Europa, p. 47.

[21] Hassemer, Winfried, História das Ideias Penais na Alemanha do Pós-Guerra, AAFDL,
Lisboa, 1995, p. 66. El subrayado es nuestro. Hemos defendido que una de las causas que
fundamentan el recurso al Derecho penal es la ausencia de estudios criminológicos sobre el
crimen. Es más, cuando sí los hay son olvidados. El legislador sólo los ha tenido en verdadera
consideración cuando se ha cambiado el régimen del consumo de drogas, cuyos estudios al
respecto tuvieron mucha relevancia en el camino hacia la descriminalización de dicho consumo
-Ley n.º 30/2000, de 29 de Noviembre.

[22] Taipa de Carvalho, Américo, Direito Penal - Parte Geral - Questões Fundamentais,
Publicações da Universidade Católica, Porto, 2003, p. 22.

[23] Von Liszt, F., apud Figueiredo Dias y Costa Andrade, Criminologia, Coimbra Editora, 1997,
p. 93. En cuanto al estudio de la Política criminal, Figueiredo Dias, Jorge de, «A «Ciência
Conjunta do Direito Penal»», en Temas Básicos da Doutrina Penal, Coimbra Editora, 2001, pp.
3 e ss.

[24] Ibidem.

[25] Respecto a este asunto, Zúñiga Rodríguez, Laura, op. cit., p. 154.

[26] Respecto a este asunto, Zúñiga Rodríguez, Laura, op. cit., pp. 180-181.
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[27] Hay que referir que «la eficacia es condición necesaria, pero no suficiente para legitimar la
opción de criminalización» y que la posición de accesoriedad y complementariedad debe
reducirle la fuerza vinculante en un cuadro de alteración legislativa. En este sentido Miranda
Rodrigues, Anabela, A Determinação da medida da Penal Privativa da Liberdade, Coimbra
Editora, 1995, pp. 303-306.

[28] Respecto a este asunto, A. Taipa de Carvalho, op. cit., pp. 22 -23.

[29] Respecto a este asunto, Zúñiga Rodríguez, Laura, op. cit., pp. 179-180.

[30] Miranda Rodrigues, Anabela, A Determinação da medida da Penal Privativa da Liberdade,


Coimbra Editora, 1995, pp. 237-238. Como nos enseña Anabela Rodrigues, «la Política criminal,
por definición, se orienta en dirección preventiva. El sentido específicamente «político-criminal»
de las leyes es ne peccetur -es el de evitar ofensas a la convivencia social, en una palabra, la
lesión o peligro de lesión de bienes dignos y carentes de tutela pena. Es en este contexto que la
fundamentación «política» del Derecho penal significa demanda de un fundamento y de una
finalidad racionales, controlables y disponibles por el hombre, de quien el Derecho es objeto o
instrumento». Miranda Rodrigues, Anabela, op. cit., p. 237, nota 219.

[31] Ídem, p. 245.

[32] Ibidem.

[33] Ibidem.

[34] Respecto al nuevo régimen jurídico de consumo de drogas en Portugal, Guedes Valente,
Manuel M., Consumo de Drogas - Reflexões sobre o Novo Quadro Legal, 2.ª ed., Almedina,
Coimbra, 2003.

[35] En cuanto a este asunto, Guedes Valente, Manuel M. y Sanz Mulas, Nieves, Direito de
Menores/Derecho de Menores, Âncora, Lisboa, 2003, p.142. El nuevo Código de Trabajo fue
aprobado por la Ley n.º 99/2003, de 27 de agosto.

[36] El nuevo Código de Trabajo criminaliza la violación de la autonomía y la independencia


sindicales -art. 611.º del CT-, la retención de cuota sindical -art. 612.º del CT- y la violación del
Derecho a la huelga -art. 613.º del CT. Nos parece una opción de incriminar conductas cuya
tutela del bien jurídico carece de dignidad penal, más allá de que el crimen de retención de
cuota sindical sea un crimen de abuso de confianza previsto y castigado en el art. 205.º del CP.

[37] Miranda Rodrigues, Anabela, op. cit., p. 237.

[38] Figueiredo Dias, Jorge de, Direito Penal - Parte Geral, Coimbra Editora, Coimbra, 2004,
Tomo I, p. 32.

[39] Figueiredo Dias, Jorge de, op. cit., p. 33.

[40] Cuanto a los riesgos laborales, Hortal Ibarra, Juan Carlos, «Legitimación y eficacia de la
Intervención Penal en el Ámbito de la Prevención de Riesgos Laborales», en La Política
Criminal en Europa, pp. 237-252 y Schùnemann, Bernd, «Prevención de Riesgos Laborales»,
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en La Política Criminal en Europa, pp. 253-269.

[41] Jakobs apud Figueiredo Dias, Jorge de, op. cit., p. 34.

[42] Santo Agostinho, A Cidade de Deus (tradução de J. Dias Pereira), 2.ª ed., Fundação
Calouste Gulbenkian, Lisboa, 1996, Vol. III, Livro XXII, Capítulo XXIII, p. 2332

[43] Ortigão, Ramalho, «A Prisão Penitenciária - Cuidados de que é Objecto o Facínora - O


Crime e a Instrução - As Ideias Morais e o Direito do Trabalho», en Antologia - As Farpas, Vol.
XIV.

[44] Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 87.

[45] En Portugal hay algunos cursos de Criminología y de Ciencias criminales: Universidad


Moderna de Lisboa y de Beja; Universidad de Oporto, en la Escuela de Criminología de la
Facultad de Derecho; Universidad Nueva de Lisboa en el ámbito de la sociología; Universidad
Lusíada de Lisboa; Universidad Lusófona de Lisboa. El centro de investigación del Instituto
Superior de Ciencias Policiales y Seguridad Interna tiene como un de los objetivos hacer
estudios criminológicos en el ámbito del departamento de Ciencias Sociales y Políticas, en el
cual se inserta la materia de Criminología.

[46] Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 69.

[47] Zúñiga Rodríguez apud Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 71.

[48] Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 86.

[49] Figueiredo Dias, Jorge de, «O Papel do Direito Penal na Protecção das Gerações
Vindouras», en Boletim da Faculdade de Direito - Universidade de Coimbra, Volume
Comemorativo, 2003, p. 1124.

[50] Sanz Mulas, Nieves, «La actual política...», en op. cit., p. 90.

[51] Miranda Rodrigues, Anabela, «Criminalidade Organizada - Que Política Criminal?», en


Themis - Revista da Faculdade de Direito da UNL, Ano IV, n.º 6, 2003, p. 46.

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