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Cómo explicar las revoluciones hispanoamericanas

Desde 1810 estallaron en distintas ciudades de Hispanoamérica varias revoluciones


contra el poder español. En un trabajo clásico sobre el tema, Las revoluciones
hispanoamericanas 1808-1826, el historiador inglés John Lynch señala que la causa
fundamental de estos procesos revolucionarios debe rastrearse en las reformas
borbónicas, que modificaron el sistema comercial y la organización política de la América
española. Para Lynch, antes de dichas reformas las colonias eran en la práctica
independientes, pues España no contaba con recursos para controlarlas. Las reformas
intentaron revertir esa situación y hacer más sólido el lazo colonial, lo cual perjudicó
enormemente a los criollos y los llevó a plantearse la necesidad de la independencia.

Otros historiadores proponen una explicación diferente. Tulio Halperin Donghi, en Historia
contemporánea de América latina, considera que para entender las causas de las
revoluciones hispanoamericanas es fundamental tener en cuenta acontecimientos del
contexto internacional, especialmente el europeo. Dicho contexto está marcado por las
guerras napoleónicas y por los sucesos que tuvieron lugar en España entre 1808 y 1815.

Napoleón avanza

Durante los últimos años del siglo XVIII, España modificó varias veces sus alianzas con
otros países europeos. En 1792, junto con otras monarquías de Europa, le declaró la
guerra a Francia, como reacción ante la ejecución del monarca Luis XVI. Sin embargo,
pocos años después, en 1795, España firmó con los franceses la Paz de Basilea. Como
consecuencia de esto, ambos países quedaron aliados y enfrentados con Inglaterra.

La rivalidad militar de España e Inglaterra se combinaba con la económica. Inglaterra


estaba en pleno proceso de revolución industrial y las colonias españolas en América
eran un mercado deseado por los comerciantes ingleses. La guerra con Inglaterra separó
a España de sus colonias, ya que dejó a los españoles sin recursos económicos para
protegerlas militarmente y para abastecerlas de mercancías. Asimismo, los conflictos
bélicos en los que España se vio involucrada agudizaron la grave crisis económica que
este país atravesaba desde mucho tiempo atrás.

En el marco del enfrentamiento con Inglaterra, el emperador francés, Napoleón


Bonaparte, decretó un bloqueo continental: una zona de vigilancia para que los británicos
no pudieran comerciar con otros países del continente europeo. Para aislar totalmente a
Inglaterra, Napoleón necesitaba conquistar Portugal, único apoyo que les quedaba en
Europa a los barcos comerciales ingleses. Para llegar a Portugal, Napoleón solicitó
permiso a las autoridades españolas, sus aliadas, para atravesar el territorio.

El permiso fue concedido por Manuel Godoy, ministro del rey Carlos IV. Godoy era una
figura odiada por muchos sectores de la población española. Consideraban que la lucha
contra Inglaterra, que había sido impulsada por Godoy, había causado la crisis económica
y que el ministro estaba preparando, en realidad, una entrega de España a Francia para
lograr beneficios personales. Al difundirse la noticia de que Godoy había aceptado la
propuesta de Napoleón, el ministro apareció ante la opinión pública como un traidor y
comenzó a organizarse un movimiento en su contra, encabezado por el hijo del rey,
Fernando, que era muy querido por el pueblo.
En marzo de 1808, los opositores llevaron a cabo un levantamiento denominado Motín de
Aranjuez. Como consecuencia, Godoy fue destituido y Carlos IV abdicó a favor de su hijo.
Fernando ocupó así el trono de España como Fernando VII.

Pocos días después, cuando los franceses ingresaron en España con destino a Portugal,
no aceptaron a Fernando VII. El rey y la familia real se trasladaron a la ciudad de Bayona
-en la frontera entre España y Francia- para reunirse con Napoleón y lograr su
reconocimiento. En el encuentro de Bayona, Napoleón hizo públicos sus objetivos con
respecto a España: consideraba a los Borbones como una dinastía corrupta y quería
poner en el trono a un miembro de su propia familia. Sin ofrecer resistencia, Fernando VII
firmó su renuncia incondicional a la Corona española, y su padre, Carlos IV, la transfirió a
Napoleón, quien nombró rey de España a su hermano José. España quedó así en manos
de los franceses.

El 2 de mayo de 1808 hubo una gran agitación en las calles de la ciudad. El pueblo de
Madrid se levantó contra las tropas francesas y fue brutalmente reprimido por éstas. Los
levantamientos se extendieron en el interior del territorio español, en las zonas donde el
dominio francés era más débil. En muchos pueblos y ciudades se formaron juntas de
gobierno, que fueron llamadas por muchos historiadores "juntas revolucionarias". Los
movimientos populares tomaron a Fernando VII como símbolo de su lucha.

Las juntas legitimaban su poder en la idea denominada "retroversión de la soberanía a los


pueblos en ausencia del monarca". Esta idea se basaba en la teoría de que los pueblos
son los únicos depositarios de la soberanía y que la delegan en los monarcas. Entonces,
en la España de 1808, ante la ausencia del monarca, la soberanía volvía al pueblo y éste
la delegaba en las juntas locales y provinciales.

En septiembre de 1808 se formó la Suprema Junta Central Gubernativa del Reino que
gobernó en nombre de Fernando VII como depositaria de la soberanía que las distintas
juntas le habían delegado. El objetivo de la junta era unificar la lucha contra los franceses.

La labor de la Junta Central fue difícil. Aunque había algunos acuerdos básicos entre sus
integrantes -como por ejemplo, la retroversión de la soberanía- también existían ideas
muy diferentes respecto del futuro de España y de la monarquía representada en tres
grupos.

 Los absolutistas ilustrados, dirigidos por el presidente de la Junta, el conde de


Floridablanca, eran partidarios de considerar a la Junta como un poder provisional
encargado únicamente de suplir al rey y de dirigir la guerra contra los franceses.
 Los constitucionalistas históricos planteaban la necesidad de reformar la
monarquía a partir de la instauración de un sistema constitucional, siguiendo el
modelo inglés.
 Los más revolucionarios, llamados liberales, eran partidarios de otorgar la
soberanía al pueblo y de una constitución inspirada en la Constitución francesa de
1791.

Además, la guerra no marchaba bien: los ejércitos españoles sufrían sucesivas derrotas.
En busca de una solución, la Junta Central estableció una alianza con los británicos.
Inglaterra se comprometió a auxiliar a los españoles y a no reconocer otro rey para
España que Fernando VII y sus legítimos herederos, o al sucesor que la nación española
designara. A cambio, Inglaterra ofrecía ayuda militar para vencer a los franceses.

No obstante, las autoridades españolas eran conscientes de que los británicos


ambicionaban las colonias hispanoamericanas.

Ante el temor de que los sucesos de España pudieran repercutir negativamente en


América, la Junta Central decretó que los territorios americanos dejaban de ser colonias y
pasaban a convertirse en parte integrante de la monarquía española y que sus habitantes
debían tener iguales derechos que los de la península.

A pesar de estas medidas, la gestión de la Junta no fue exitosa y fue reemplazada por
otro organismo de gobierno, el Consejo de Regencia .

Las Cortes y la Constitución de 1812

Antes de caer, la Junta convocó la reunión de Cortes generales y extraordinarias , una


asamblea en la que estaban representados distintos sectores de la población. Hubo
grandes debates sobre la forma en que debía realizarse la convocatoria, es decir, sobre
qué sectores debían estar representados y en qué medida. Un grupo -los absolutistas
ilustrados- quería convocar las Cortes por estamentos (clero, nobleza y ciudades con voto
en Cortes); otro -los constitucionalistas históricos- apuntaba a seguir el modelo británico,
es decir, la formación de dos cámaras (una para la nobleza y el clero, y otra para las
ciudades); y un tercer grupo -los liberales- seguía el modelo francés de 1791: proponía
una convocatoria basada en la cantidad de población y no en los estamentos.

Finalmente, los diputados a Cortes fueron elegidos siguiendo el criterio propuesto por los
liberales. Sin embargo, este principio sólo se aplicó en los territorios peninsulares. En
América los cabildos seguían eligiendo a los delegados sin tener en cuenta la cantidad de
población. Esto desató conflictos, y en 1810 las juntas que se habían formado en Caracas
y en Buenos Aires desconocieron la legitimidad de las Cortes.

En 1812 las Cortes, reunidas en Cádiz, sancionaron una constitución, conocida como
Constitución de Cádiz, o Constitución de 1812 . En ella aparecían como principios básicos
muchas ideas de la Constitución francesa de 1791: la igualdad; la centralización del
poder; la propiedad individual; el fomento de la agricultura y el comercio; el desarrollo de
un plan nacional de educación, la división de poderes, etc. La Constitución de 1812 abolió
la Inquisición, pero -a diferencia de la francesa- no quitó a la Iglesia su poder de censura
sobre distintos tipos de publicaciones. Esta Constitución fue derogada en 1814 cuando
Fernando VII volvió a ocupar el trono español.

Cambios en la monarquía

Condecoraciones entregadas a los combatientes durante la guerra de la independencia


española. Se observa en una de ellas la figura de Fernando VII, símbolo de la lucha
española.

La invasión de los franceses abrió en España un importante debate sobre la


modernización de la monarquía entre los más conservadores, los que seguían el modelo
inglés y los liberales. La convocatoria que se utilizó para las Cortes y el contenido de la
Constitución de 1812 ponen en evidencia que en este debate triunfaron los sectores
liberales hasta el regreso de Fernando VII.

Como defendía el modelo de la Revolución Francesa, el discurso de los liberales tenía


algunos puntos débiles. Por una parte, Napoleón, el heredero de la Revolución, se había
convertido en el enemigo de España y de Europa en general. Por otra parte, estaban muy
frescos los recuerdos del período jacobino, que había conducido al terror a la sociedad
francesa. Así, los liberales españoles tenían que ser muy cautos ya que sus enemigos los
acusaban de ser proclives a una forma política que venía del mismo país contra el cual
estaban en guerra y, fundamentalmente, de que el modelo de 1791 que los liberales
defendían había conducido primero al terror jacobino y luego a la formación del imperio de
Napoleón.

España y América

La similitud entre el accionar de los españoles en la península y el de los criollos en las


colonias a partir de 1808 permite vincular los acontecimientos como parte del mismo
proceso. En los dos casos se formaron juntas legitimadas en el principio de retroversión
de la soberanía a los pueblos ante la ausencia del monarca.

En el Río de la Plata, la revolución que estalló en mayo de 1810 reconoció a Fernando VII
como rey de España. La Junta de gobierno formada en Buenos Aires se estableció como
un gobierno provisional que recibía el poder del pueblo hasta la vuelta de Fernando VII. El
principal reclamo que aparecía en las primeras proclamas de la Junta de Buenos Aires
era que los territorios americanos no habían sido consultados para la formación del
Consejo de Regencia. El planteo de los dirigentes de la revolución era que los territorios
americanos poseían iguales derechos que los peninsulares para formar sus juntas de
gobierno, sobre todo ante la incertidumbre que se vivía en España por los fracasos
militares.

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