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Detrás de la puerta,

mirando por el agujero de la llave…

Reseña sobre el Limbo,


“Canto IV” del Infierno,
Divina Comedia

Alumno: Matías Contreras

Materia: Seminario de literatura universal

Docente: Marcelo Villena

Fecha de entrega: Jueves, 07 de octubre de 2010

Número de palabras: 1939


El “Canto IV” del Infierno de la Divina Comedia, escrita por Dante Alighieri, sucede
en el primer círculo del Infierno, ése donde quedan atrapados los faltos de fe: el Limbo.
Ahora, si bien está situado dentro del Infierno, el Limbo no responde a la lógica que
prepondera a lo largo de todo el reino subterráneo, tanto en el cristiano como en el que
Dante reconstruye en la Divina Comedia, ya que el predominante: el castigo físico
acompañado por el dolor y el sufrimiento, no se aplica en este primer círculo. En oposición
al resto del viaje a través del Infierno, el Dante “viajero” pasa por el Limbo sin encontrar un
solo tormento ni escuchar un solo llanto, y en cambio, ve caras que no parecen ser felices
ni tristes:

Allí, según lo que escuchar yo pude,


llanto no había, mas suspiros sólo,
que al aire eterno le hacían temblar.1

En el recorrido por el Limbo, Dante, acompañado por Virgilio, se encuentra con Homero,
Horacio, Ovidio y Lucano, y camina junto a ellos mientras observa una multiplicidad de
personajes griegos y romanos, entre ellos filósofos, políticos, etc. Ahora, si bien Dante
hace el reconocimiento de todas esas figuras de vital importancia en su formación poética
e ideológica, se abstiene de hacerlas conversar o de emitir un juicio respecto a las mismas.
En el Limbo lo que prima es una escritura ajena, donde más allá de conocer los nombres
de los personajes que allí habitan, no se pueden encontrar rasgos de valoración ni de
emotividad. El objeto de este texto es encontrar qué se oculta detrás de la escritura del
“Canto IV”.

1
Divina Comedia, de Dante Alighieri, Infierno, “Canto IV”, Ediciones Cátedra, Letras Universales, Madrid
1998. Pág. 97, vv. 25-27.
En primer lugar, hay que observar que el Limbo dantesco no se parece del todo al
Limbo que proponía el cristianismo. Para comenzar a desarrollar este punto conviene citar
a Borges en el ensayo “El noble castillo del canto cuarto”:

“Las nociones de un Limbo de los Padres, llamado también Seno de Abraham


(Lucas, 16, 22), y de un Limbo para las almas de los infantes que mueren sin
bautismo, son de la teología común: hospedar en ese lugar o lugares a los
paganos virtuosos fue, según Francesco Torraca, una invención de Dante. 2

El gesto de Dante, colocar en el Limbo a las grandes figuras greco-latinas en vez de


hacerlas arder y llorar en algún otro círculo infernal, resulta tanto un gesto piadoso como
reivindicador. No es que Dante sitúe ahí a los grandes maestros del pasado sólo para
salvarlos del fuego, pues si bien eso es efectivamente lo que ocurre, hay una intención,
que cobra aun mayor importancia en el “Canto IV”, y es construir ese espacio en el cual el
Dante “viajero” pueda encontrarse con sus grandes maestros y caminar junto a ellos, como
uno más de los grandes poetas clásicos.

Y todavía aún más honor me hicieron


porque me condujeron en su hilera,
siendo yo el sexto entre tan grandes sabios3.

Ese espacio necesariamente tenía que ser el Limbo, ya que representa ese fino margen
entre gloria y castigo. Obviamente, al tener una doctrina cristiana, no podía colocarlos en
el Paraíso ni en el Purgatorio, pero una caminata al lado de poetas incinerados y sufriendo
hubiera significado la negación de la poesía clásica. Dante buscaba un lugar aislado, con
lógica propia y en el que pueda situar a todos los antiguos maestros. Entonces, el Limbo.
En segundo lugar, queda todavía establecer qué tipo de lugar es éste, en el que no
existe el castigo, la purga ni la presencia de Dios. Giorgio Agamben, en su ensayo “Parodia”
2
Nueve ensayos dantescos, Jorge Luis Borges, “El noble castillo del canto cuarto”, Alianza Editorial, Madrid,
1999, 2001, 2002, 2006. Pág 23.
3
Idem 1, pág. 100 vv. 100-102.
explica cómo el Limbo, como un espacio ubicado entre dos lógicas opuestas, es a la vez
una parodia de los dos:

“El elemento más irónicamente paródico se refiere, sin embargo, al infierno.


Según los teólogos, el castigo para los habitantes del limbo no puede ser una
pena de aflicción, como la de los condenados, sino solamente privativa, que
consiste en la perpetua carencia de la visión de Dios. … …la falta del más sumo
bien no les causa el más mínimo pesar. Las criaturas del limbo invierten así la
pena más grande en natural regocijo y ésta es, ciertamente una forma extrema
y especial de parodia.”4

Según Agamben, el definir al Limbo como ajeno a Dios no significa que éste sea ajeno al
gozo. En ese sentido se estaría estableciendo un espacio que, por su naturaleza de
encontrarse entre dos mundos, se constituye como una parodia de ambos, porque los
elementos que lo alejan, tanto del Infierno como del Paraíso (inocencia y falta de la visión
de Dios), le dan esa posibilidad de “regocijo” a la que Agemben se refiere. Ahora, antes de
quedarse del todo con la definición de Agamben, conviene precisar un aspecto que
desmarca al Limbo aún más de la pertenencia a alguno de los dos mundos que lo
circundan. En la Divina Comedia existen tres reinos, y el reino que se encuentra entre
Infierno y Paraíso no es el Limbo, sino el Purgatorio. El Purgatorio, como tercer reino, del
mismo largo y complejidad que los otros dos, representa ese espacio en el que se busca la
presencia de Dios y en el que se oscila entre pecado y perdón. El Purgatorio sería entonces
el verdadero lugar en el que se juega la oposición entre la gloria y el castigo, y además está
marcado por una temporalidad altamente dramática en la que las almas deben purgarse
para poder llegar al Paraíso. Entonces, ¿dónde queda el Limbo? El Limbo queda como ese
espacio privilegiado en el que no es necesario purgarse ni esperar los azotes o el fuego,
como un lugar aislado con una lógica propia y que tendría que ser habitado por una élite
muy reducida y privilegiada.

4
Profanaciones, Giorgio Agamben, “Parodia”, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 2006, pág. 55.
En tercer lugar, habría que establecer de qué tipo de élite se está hablando. En este
caso, no es una élite que ejerce su poder respecto a los demás grupos, sino una élite que
es ajena a cualquier contacto con los demás recintos y grupos del espacio ficcional creado
por Dante. Esta élite está conformada por poetas, filósofos y científicos clásicos, y a ellos
se suman además algunos políticos remarcables: César y Bruto, algunos héroes
mitológicos: Eneas, Héctor y Electra y el musulmán modelo: Saladino. Uno más: Orfeo, que
(si bien Dante no llega a precisar este aspecto) bien podría estar ahí para ambientar el
Limbo con su música. Ahora, más allá de los nombres (que de ninguna manera son
aleatorios) se puede reconocer en ellos una concordancia con sus obras y con la formación
y el pensamiento del Dante autor. En estos personajes antiguos se puede vislumbrar el
reconocimiento de Dante por sus obras o sus proezas. Es, en todo sentido, una élite
pensante.
Sin embargo, hay que dilucidar otro aspecto en esta nombradía acelerada que el
lector presencia en el “Canto IV”, y es que si bien se puede reconocer la admiración de
Dante por los personajes que nombra, estos personajes no muestran un solo gesto de
regocijo en sus rostros, y más bien parecieran ser del todo inmóviles. Las siguientes citas
de Borges en el ensayo “El noble castillo del canto cuarto” ayudan a observar este aspecto:

“Un árido catálogo de nombres propios, menos estimulantes que informativos,


da fin al canto”5

“Algo de penoso museo de figuras de cera hay en ese recinto…”6

Estas dos citas muestran claramente que una lectura acelerada de lo que, por los
anteriores argumentos, pareciera ser un jolgorio pagano en su mayor expresión, es errada.
El lenguaje del canto se desmarca de principio de cualquier aproximación a un ambiente
del todo ameno y vivaz, y en cambio muestra espacio opaco y quieto:

5
Idem 2, pág. 22.
6
Idem 2, pág. 25.
No dejamos de andar porque él hablase,
mas aún por la selva caminábamos,
la selva, digo, de almas apiñadas.7

Esta cita termina de reforzar la lectura de Borges, y pareciera jugar en contra de lo dicho
en los párrafos anteriores.
La problemática sigue latente: ¿Qué se oculta detrás de la escritura del “Canto IV”?
Para comenzar, habría que decir que no se oculta un espacio netamente festivo ni un
espacio oscuro lleno de estatuas con gestos vacíos. La siguiente cita pareciera dar más
luces al respecto, y es justamente sobre la conversación que Dante sostiene con los poetas
clásicos durante su caminata:

Así anduvimos hasta aquella luz,


hablando cosas que callar es bueno,
tal como era el hablarlas allí mismo.8

En la siguiente cita se pueden reconocer dos aspectos vitales para entender la lógica con la
que se escribe el “Canto IV”. El primer aspecto es lo ameno del recorrido de Dante por el
Limbo, y es esa caminata junto a los poetas que constituyen su escuela. El “hablar cosas
buenas” se refiere a un gozo que, por lo demás, es inexistente a lo largo del Infierno. El
segundo aspecto, y el más importante, es entender qué significa el “hablando cosas que
callar es bueno”. Desde mi lectura, significa que el acceso está vedado al lector. Dante
charla con los poetas clásicos sobre cosas que le causan placer a lo largo de todo el Limbo,
mientras reconoce a las figuras más importantes de la antigüedad, y sin embargo el lector
no logra enterarse de nada más que de nombres, no hay conversaciones amenas ni
muestras de felicidad al reconocer a semejantes maestros. En este sentido, Dante está
reivindicando a esta élite de la que se hablaba en párrafos anteriores, pero no lo está
haciendo con el objeto de expresar la efusividad del ambiente ni la felicidad que está

7
Idem 1, pág 98, vv. 64-66.
8
Idem 1, pág 100, vv. 103-105.
sintiendo el Dante “viajero”, sino que le está dando un guiño al lector, para que comprenda
que él tampoco va a ser uno de los pocos privilegiados que logran entrar verdaderamente
en esa élite pensante que se forma dentro del Limbo. En cambio, Dante sí.

Ahora sí se puede decir qué es lo que oculta la escritura del “Canto IV”, y valga la
redundancia, es algo que está oculto y se va a mantener oculto, ya que no se puede
descifrar con una simple relectura. Es algo que no llega al lector más que a través de un
alto ejercicio de imaginación para descubrir qué es lo que Dante está ocultando, qué es lo
que en verdad pasa dentro del Limbo. Dante construye esa élite pensante, junta en ella a
la figuras más importantes de la antigüedad, la aísla convenientemente de los castigos, de
la purga y de cualquier otro aspecto teológico de su época, pero en vez de dejar entrar
plenamente al lector en ese espacio, lo deja en la puerta, observando por el agujero de la
llave, le deja saber quiénes son los que asistieron a la fiesta, pero no le deja saber qué se
dijo ni qué se hizo, ni siquiera cuál era el ambiente. Con este canto Dante está
reafirmándose como un escritor altamente ególatra, que reconoce en su poesía el acceso
a la élite pensante del Limbo, en donde él, a diferencia de todos sus lectores, disfruta de la
conversación con todos sus maestros, para luego abandonarlos sin vuelta atrás, y eso
considerando que luego del Limbo hay noventa y seis cantos más, en los que Dante
asciende tan alto, que le es posible ver a Dios.

BIBLIOGRAFÍA

1) ALIGHIERI, Dante, La Divina Comedia, traducción de Luis Martínez de Merlo,


Ediciones Cátedra, Letras Universales, S.A., Madrid, 1998, Cuarta edición.
2) AGAMBEN, Giorgio, Profanaciones, “Parodia”, traducción de Flavia Costa y
Edgardo Castro, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2006.

3) BORGES, Jorge Luis, Nueve ensayos dantescos, Alianza Editorial, Madrid, 1995.

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