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Recordando nuestro curso taller "psicología contemporánea y poética del tarot" Danilo DiPrizio.

La historia de Hefestos, Ἥφαιστος, el dios del fuego y de la fragua del panteón Helénico, Vulcano para
los romanos, nos muestra las dos facetas del trabajo terapéutico. Su historia está matizada por una
profunda herida de nacimiento: una discapacidad. Hijo bastardo de Hera Zeus lo repudió. Era el más feo
de los dioses y estaba impedido de una pierna.

Cuenta el mito que era tan feo que cuando nació, Hera su madre, lo tiró causando una cojera en una
pierna.

El ser poco querido y rechazado desde su nacimiento fue expulsado del Olimpo, cayó al centro de la
tierra por el cráter de un volcán en donde se inició en el trabajo con el fuego interno. Elaboró artesanías
preciosas, entre ellas el escudo de Eneas.

El rechazo de su madre, su sentido de inferioridad ante los otros dioses, el exilio del Olimpo... crearon en
Hefestos dos máscaras: una luminosa, que le permitió ayudar a los hombres y de sus propias heridas,
dado que conocía la miseria, fue que ayudó a los humanos inventando la brida para domar el instinto
salvaje de los caballos y otro lado perverso y oscuro: construyó un trono de oro envenenado para su
madre, la cual al ver la finura de su diseño encantada se sentó para no poder levantarse jamás.

El camino del alma se refleja en este mito, una herida en el ser humano puede llevarnos a la cumbre, a
desarrollar el lado luminoso, constructivo, de belleza, de ayuda y servicio o hundirnos en el vacío de los
valles, del dolor, de la tristeza, de la venganza y condenarnos a la sombra.

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