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Exhibiendo imágenes forenses en la corte

La fotografía como argumento visual

Vincent Lavoie

De acuerdo a la ciencia forense, la verdad ahora reside en el universo invisible de


las fibras, fluidos corporales, moléculas y otra evidencia indiciaria descubierta por
la policía en laboratorios técnicos y científicos. La prueba absoluta parece haber
escapado irremediablemente la visión humana, pero la creencia en lo visible es
sorprendentemente persistente. Entre más evidencia esté escondida en pistas
microscópicas que solo se pueden ver a través de equipos científicos y por ojos
expertos, más imágenes son necesarias para revelar estas pistas al público. El valor
como evidencia de la imagen no ha sido socavado por el surgimiento de la ciencia
forense contemporánea, que de hecho depende en buena medida de imágenes –
videos, fotografías, simulaciones de computador- para convencer al jurado en un
juicio. La representación visual no solo provee reportes y análisis forenses con un
valor demostrativo esencial para que el jurado evalúe los asuntos en juego, sino
que también satisface un deseo bien enraizado de ver. Las fotografías de las marcas
ensangrentadas de los zapatos de un supuesto segundo asaltante en el juicio por
homicidio de O.J. Simpson muestran, por ejemplo, cómo la evidencia visual ha
desempeñado un papel central en casos legales destacados en décadas recientes
(fig. 3.2). Por este motivo, es poco probable que la ciencia forense haya ayudado
a devaluar la representación visual como herramienta legal.
La cuestión que queda pendiente, sin embargo, es cómo la ciencia forense Figura 3.1
ha contribuido a reconfigurar nuestra creencia en la fotografía como proveedora Kirk Hargreaves,
de verdad especialista en
Al afirmar que la verdad está encubierta incluso al hacer uso de la representación odontología forense,
presenta evidencia
visual como evidencia demostrativa, la ciencia forense nos lleva a reconsiderar la durante la continuación
función probatoria de las representaciones visuales en los juzgados hoy en día. En del juicio de David Bain,
este ensayo, me concentro en temas relacionados con el acto de mostrar a los Christchurch, Nueva
jurados fotografías que representan contenidos forenses (figs. 3.1 y 3.3). Presento Zelanda, mayo 25 2009
(detalle). Kirk
el proceso que llevó al sistema legal a reconocer el valor demostrativo de la Hargreaves /
fotografía, discuto la intersección entre la ciencia forense temprana con la POOL/Getty Images.
fotografía como medio probatorio y finalmente analizo la presentación de
fotografías pertenecientes a temas actuales relacionados con la evidencia.
Figura 3.2
Abogado de defensa Barry
Scheck muestra una imagen de
una segunda pisada de pie,
juicio por homicidio de O.J.
Simpson, Los Ángeles, agosto
23, 1995. POOL/AFP/Getty
Images.
Figura 3.3
Kirk Hargreaves, especialista en
odontología forense, presenta
evidencia durante la
continuación del juicio de David
Bain, Christchurch, Nueva
Zelanda, mayo 25 2009
(detalle). Kirk Hargreaves /
POOL/Getty Images.
Estableciendo cánones de evidencia visual

Varios historiadores de la fotografía han abordado la situación legal de la fotografía.


John Tagg ha discutido el asunto desde una perspectiva foucoltiana, mientras Allan
Sekula ha situado el tema dentro del marco de una conversación más amplia entre
fotografía y poder.1 A pesar de estas contribuciones fundamentales, no fue sino
hasta la década de 1990 que la atención académica –principalmente en el campo de
los estudios legales- se enfocó en la historia de la evidencia fotográfica. La imagen
fotográfica como forma de prueba se da por sentado, y poco se ha escrito sobre
cómo llegó a esta condición.
Un tratado tan autoritario como el que fue publicado en 1942 por Charles
C. Scoot, antiguo presidente de la Sociedad Americana de Examinadores de
Documentos Cuestionados (American Society of Questioned Document
Examiners) a quien los académicos se refieren con frecuencia al discutir el lugar de
la fotografía dentro del campo judicial, no habla mucho sobre la génesis de su valor
como evidencia. Sin ofrecer fuente alguna que respalde su afirmación o
información sobre la evolución de su reconocimiento como evidencia, Scott
sostiene que la fotografía constituye una parte significativa de “casi la mitad de los
casos de hoy en día”.2 Aunque observa que la corte de apelaciones norteamericana
declaró en 1859 que “las fotografías son admisibles como evidencia cuando son
relevantes y debidamente verificadas”,3 Scott no dice casi nada sobre cómo este
reconocimiento temprano evolucionó y se fortaleció a lo largo de un siglo. El
proceso que llevó a las fotografías a convertirse en evidencia visual legítima es,
sorprendentemente, no discutido en esta publicación que trata la admisibilidad de
la fotografía en los juzgados.
La necesidad de investigar el rol histórico desempeñado por la fotografía
en el establecimiento de cánones de evidencia visual surgió tiempo después en el
siglo XX. Casualmente, esto sucedió en un momento en el cual la cultura forense
estaba floreciendo, como si las discusiones sobre la preeminencia de este régimen
de verdad hubiesen llevado a la investigación de fenómenos de creencia anteriores.

1
John Tagg, “A menas of Surveillance: The Photograph as Evidence in Law,” in The Burden of
Representation (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1993), 66-102; Allan Sekula, “The Body
and the Archive,” October 39 (Winter 1986): 3-64.
2
Charles Scott, Photographic Evidence: Preparation and Presentation (Kansas City, MO: Vernon Law,
1942), 2.
3
Ibid.
El trabajo de Jennifer L. Mnookin, profesora en la Escuela de Derecho de UCLA,
es representativo de los llamados a investigar las raíces legales de la evidencia legal.
Al enfocarse en las aplicaciones legales tempranas de la fotografía en los juzgados
norteamericanos, Mnookin observa que los testigos usaron en un principio las
imágenes fotográficas para ilustrar sus testimonios en la década de 1850. Copias
fotográficas de documentos, ampliaciones de firmas o corpúsculos de sangre, y
fotografías de tierras cuyos límites estaban en disputa, fueron los principales usos
de la fotografía en el contexto legal. Como indica Mnookin, “estas representaciones
visuales eran vistas no como evidencia independiente, sino como evidencia
ilustrativa que podía ayudar al testigo a comunicar su punto”.4 Como evidencia
ilustrativa, una fotografía necesitaba ser corroborada por un testigo capaz de
certificar la fiabilidad de la imagen.
Debido a su condición secundaria frente al testimonio del testigo ocular,
la fotografía era admisible en el juzgado como medio de corroborar el testimonio,
pero no como evidencia en sí misma. Esta “teoría del testimonio pictórico”, como
la llama Henry Wigmore en su Tratado del Sistema de Evidencia en Juicios de
Derecho Común –una investigación enciclopédica del desarrollo de la ley de la
evidencia publicado en 1903- involucra situar la evidencia visual bajo la autoridad
de un testigo:

Debemos recordar que el documento que pretende ser un mapa, imagen o diagrama,
no es nada como evidencia, excepto cuando tiene el reconocimiento de un ser
humano para corroborarlo. Es un simple desperdicio de papel, una no-entidad
testimonial. No nos dice más que un palo o una piedra. En sí mismo, no puede
decirnos nada más de la existencia de lo que retrata, de lo que podría decir un árbol
o un buey. De algún modo debemos poner un ser humano testimonial detrás antes de
que pueda tener reputación testimonial en la corte. Es el testimonio de alguien, o no
es nada.5

Desde inicios del siglo XX en adelante, la fotografía fue un tema inevitable en los
tratados sobre evidencia. “En el límite entre ilustración y prueba”, como dice
Mnookin, la fotografía “comenzó a adquirir un lustre de evidencia” y llevó a la
doctrina a “reconocer una nueva categoría epistemológica: las representaciones
visuales, que sin ser oficialmente pruebas, son aún así convincentes”.6 La llegada
de la fotografía amplió el espectro de la evidencia al introducir una nueva forma de
prueba en el sistema de justicia. Anteriormente, las únicas evidencias admitidas
habían sido el testimonio hablado, las deposiciones escritas, las escrituras y otros
relatos verbales, sin olvidar auténtica evidencia demostrativa, como un demandante
herido. Ni la fotografía ni otra representación visual, como mapas, diagramas y
gráficos eran admitidas en la corte como evidencia visual, incluso con la firma de
un testigo.

4
Jennifer L. Mnookin, “The Image of Truth: Photographic Evidence and the Power of Analogy”, Yale
Journal of Law and the Humanities 10, no. 1 (1998): 43 [destacado en el original].
5
John Henry Wigmore, Treatise on the System of Evidence in Trials at Common Law (1904), 893
[destacado en el original].
6
Mnookin, “Image of Truth”, 65.
Otro punto de inflexión en la historia de la evidencia fotográfica ocurrió en
la década de 1930, cuando, como señala Mason Ladd, “la evidencia demostrativa
[se volvió] la moda en los juicios”.7 Por “evidencia demostrativa” Ladd se refiere a
toda ayuda visual –mapas, diagramas, dibujos en pizarrón, y, por supuesto,
fotografías- “usada para explicar el fundamento de la opinión del experto y para
permitir al jurado entender asuntos científicos que de otro modo serían difíciles de
comprender o evaluar”.8 Ladd fue decano de la facultad de derecho de la
Universidad de Iowa y el principal redactor de las Reglas Federales de Evidencia
originales, un código de leyes de evidencia que gobernó los procedimientos civiles
y criminales y la admisibilidad de la prueba. Ladd atribuyó la moda de la evidencia
demostrativa al interés popular por las imágenes. “La gente hoy en día piensa
pictóricamente,” escribió en 1956.

Con la televisión en casi todos los hogares, imágenes a color en la portada de todas
las revistas como parte de la publicidad o ilustración de artículos, con el uso de
diagramas y gráficos para explicar las noticias y tendencias económicas, y con un
pizarrón en cada salón de nuestras escuelas, no es sorprendente que dispositivos
similares se hayan vuelto comunes para hacer que los jurados entiendan mejor el
significado de un testimonio, y de este modo ayuden en la determinación de asuntos
controvertidos en una demanda.9

Ladd advierte a sus lectores, sin embargo, que el jurado puede sobreinterpretar la
evidencia visual escogida por una de las partes con el objetivo de causar una gran
impresión y con ello perjudicar a la otra parte. Ladd parece anticipar lo que los
juristas llaman hoy “el efecto CSI” para describir el posible impacto de este tipo de
programas de televisión en el funcionamiento de la justicia. Algunos incluso sienten
que el cubrimiento mediático de la evidencia científica ha llevado a la devaluación
de la evidencia “circunstancial” en el juzgado.10 La retórica, pilar del argumento
legal, parece haber cedido ante el implacable poder de la evidencia científica. De
hecho, se ha observado que durante los juicios, los jurados se inclinan más a
condenar o absolver acusados si se presenta evidencia científica de su culpa o
inocencia. Cada vez más, las partes involucradas en juicios solicitan que la
evidencia presentada en la corte sea verificada por expertos, y los abogados
protestan que los jurados exoneren a los acusados en la ausencia de evidencia
científica.
Estos son los efectos del “síndrome CSI”, un trastorno social del que se ha
escrito mucho en años recientes.11 Michele Byers y Val Marie Johnson son los

7
Mason Ladd, “Demonstrative Evidence and Expert Opinion”, Washington University Law Quarterly
1956, no. 1 (February 1956): 1.
8
Ibid., 4.
9
Ibid., 1.
10
Ver Vincenzo A. Sainato, “Evidentiary Presentations and Forensic Technologies in the Courtroom:
The Director’s Cut”, Journal of the Institute of Justice & International Studies 9 (2009): 38-52.
11
Ver Michele Byers y Val Marie Johnson, eds., The CSI Effect: Television, Crime and Governance
(Plymouth, UK: Lexington, 2009). Elizabeth Harvey y Linda Derksen observan un número de efectos
corolarios de este síndrome: aumento en la inscripción de cursos de criminología, creencia popular
en lo irrefutable de la evidencia científica, y la impresión de que los programas televisivos tienen un
autores de The CSI Effect: Television, Crime and Governance. Allí explican que las
series de televisión enfocadas en la ciencia forense del crimen han reconfigurado
nuestra percepción de la verdad al capitalizar en nuevas tecnologías, fetichizar los
protocolos de laboratorio y darle glamur al investigador de la escena del crimen
“como un nuevo tipo de experto criminal cuyas tecnologías forenses descentralizan
a la policía tradicional y a las ciencias humanas como sujetos de experticia
criminal”.12 Vale la pena considerar las consecuencias legales de este cambio en la
experticia: menos consideración del testimonio del testigo ocular; la reducción del
papel de los abogados, el jurado y los jueces; mayor confianza en discurso de
expertos; mayor seguridad en las racionalidades Cartesianas científicas-deductivas;
y un apetito por evidencia visual que demuestre los resultados de los expertos.

Ciencia forense temprana y el valor probatorio de la fotografía

A lo largo de su historia, el valor probatorio de la fotografía como herramienta legal


ha sido intensificado por constantes cuestionamientos a las prerrogativas del testigo,
y su posición como una explicación lúcida de la realidad. Aunque el valor
probatorio de la fotografía debe ser validado por un testigo, la idea de que es más
confiable que un testigo ha cobrado fuerza. Esto fue particularmente cierto en la
ciencia forense temprana. En la opinión del fotógrafo suizo y criminólogo Rodolphe
A. Reiss –fundador del Instituto de policía científica en la Universidad de Lausanne
y discípulo de Alphonse Bertillon, el pionero de la fotografía forense en Francia- la
fotografía es más que una fiel réplica de la realidad; es una “suerte de memoria
artificial del magistrado que preside” que compensa la imposibilidad técnica de
volver a la escena del crimen. Y, añade, “podemos decir que una buena fotografía
ofrece una reconstrucción permanente de la observación, siempre disponible para
quien quiera conducir una investigación criminar”.13 Para Reiss, esta reconstrucción
es mucho más confiable que el relato de un testigo ocular, cuya memoria está sujeta
a distintas influencias.

El testimonio del testigo ocular, como “una ayuda testimonial oral para la
reconstrucción de circunstancias pasadas”,14 ofrece una fiabilidad limitada. Como
reporta Renaud Dulong, los psicólogos han demostrado que los individuos no
pueden reconstruir con precisión los detalles de una situación que han
experimentado, especialmente si esta fue traumática. Se ha observado que un asalto
físico, por ejemplo, deja parcialmente inoperantes las facultades cognitivas
responsables para el almacenamiento nemónico de una representación del evento.

aspecto informativo. Ver también Chandler Harriss, “The Evidence Doesn’t Lie: Genre Literacy and
the CSI Effect”, Journal of Popular Film and Television 39, no. 1 (2011): 2-11.
12
Michele Byers y Val Marie Johnson, “CSI as Neoliberalism: An Introduction”, en The CSI Effect, xxix.
13
Rodolphe A. Reiss, La photographie judiciaire (Paris: Charles Mendel, 1903), 24 [traducción del
autor].
14
Renaud Dulong, Le témoin oculaire: Les conditions sociales de l’attestation personelle (Paris: École
des hautes études en sciences sociales, 1998), 9 [traducción del autor].
Esta observación ha llevado a devaluar el testimonio del testigo ocular y a la
consiguiente sobrevaloración del valor probatorio (como el ADN, varios tipos de
trazado de evidencia, etc.) recogido por oficiales de policía técnicos o científicos.
Dado el auge en la preeminencia de la evidencia material Dulong acierta expresando
su preocupación al ver testigos reales siendo desacreditados y atestaciones
personales –que son indispensables para el establecimiento del discurso público)
siendo invalidadas.
Al sostener que la fotografía es similar a una reconstrucción, Reiss hacía mucho
más que jactarse de las cualidades denotativas de la imagen; estaba reconociendo
su verdadero poder de persuadir al observador de la verosimilitud de hechos y
eventos. En un libro dedicado a la fotografía criminal publicado en 1903, Reiss dio
explicaciones detalladas de los principales usos de la fotografía criminal: como
retrato fotográfico de las escenas del crimen, fotografías de cadáveres con el
propósito de identificación, fotografía descriptiva que sigue el método de Bertillon,
fotografía aplicada a la comparación de caligrafía, etc. Reiss prestó especial
atención a la fotografía de los fluidos humanos, especialmente a la sangre, y subrayó
los problemas de fotografiar manchas de sangre en una escena del crimen.15
Era particularmente difícil, anotaba Reiss, fotografiar este fluido oscuro
cuando había sido depositado en una superficie oscura. Para este propósito, utilizó
placas fotográficas ortocromáticas –placas con una emulsión fotográfica que, al
revelarse, convertían el rojo en negro. Esta argucia técnica, asociada a tiempos
largos de exposición, maximizaba la visibilidad de los elementos difíciles de
distinguir. El uso de esta emulsión fue indispensable para la reproducción adecuada
de elementos que eran importantes, pero que se encontraban muy bien escondidos.
También era esencial para el valor probatorio de las imágenes: si no había evidencia
visible, no había cargo criminal. Para Reiss, la visibilidad de las pistas era un tema
fundamental. En su libro, reconoce constantemente que la fotografía tiene una
función asistencial en el establecimiento de la evidencia visual. Más que una simple
técnica de reproducción, la fotografía representa, desde su perspectiva, una
herramienta para exponer las pistas más secretas, incluso aquellas que el ojo no
puede percibir.
Reiss escribió un capítulo particularmente edificante al respecto, titulado “la
fotografía de lo invisible”. Contrario a lo que el título puede evocar, Reiss no
escribió acerca de fotografía espiritual, de lo oculto o de fenómenos paranormales
que la cámara puede revelar. Estaba interesado, por otro lado, en situaciones mucho
más pragmáticas. Aunque Reiss sí discute el poder “de médium” de la fotografía en
este capítulo, no lo hace en un sentido esotérico del concepto, sino como fuerza de
intermediación entre realidades visibles e invisibles. El autor ofrece el ejemplo de
un pedazo de tela sospechoso de haber sido lavado meticulosamente para eliminar
cualquier rastro visible de sangre (fig. 3.4). Reiss propone que se tomó una foto de
la tela usando el siguiente procedimiento: la tela fue extendida sobre un marco y
luego se usó un filtro azul entre esta y la cámara. El filtro absorbió los rayos de luz
amarillos, y, debido a que las manchas de sangre eran de tonos amarillos, tendrían

15
Reiss, La photographie judiciaire, 57.
Figura 3.4
Atribuida a Rodolphe
Archibald Reiss, Blood
Stained Cloth before
Washing Illuminated by
Incident Light. Negativo de
placa de vidrio (invertido),
13 x 18 cm. Publicado en
Reiss, La photographie
judiciaire (Paris: Charles
Mendel, 1903), 98. Archivos
de la Escuela de Justicia
Criminal de la Universidad
de Lausana.
menos impacto en la placa fotográfica que el resto de la tela. La imagen mostraría
así las manchas como zonas más oscuras en la tela, sirviendo de este modo como
evidencia. El principio detrás del argumento de Reiss es que el proceso fotográfico
revela pistas, no solo las documenta. Más que un instrumento reservado para
registrar elementos de un crimen, la cámara hace posible visualizar fenómenos que
antes no podían ser vistos. No hay duda de que la perspectiva de Reiss es científica:
la palabra revelar se refiere en este caso a la intención de contribuir algo escondido
o desconocido al cuerpo de conocimiento.
Al revelar evidencia invisible, la fotografía demuestra ser más un dispositivo de
demostración que de documentación de pistas. La incipiente ciencia forense parece,
entonces, haber impulsado la fotografía a un nivel probatorio casi inconcebible en
la doctrina legal de la época, lo cual, de acuerdo a Wigmore, subordinó la
representación visual al recuento del testigo ocular. Aunque Reiss reconoció la
capacidad de revelado del medio, para Wigmore la fotografía permaneció al
servicio del testigo. Desde una perspectiva forense, la fotografía funcionaba como
memoria sustituta confiable, así como dispositivo probatorio en la investigación.
Desde una perspectiva legal, no era percibida como más confiable que otras
representaciones visuales; era como si la verosimilitud atribuida comúnmente al
medio fotográfico no fuera considerada.

Exhibiendo evidencia visual

En un trabajo fundamental dedicado a las escenas atroces mostradas durante los


juicios de Núremberg en 1947, Christian Delage discute el significado simbólico de
mostrar imágenes en dicho contexto.16 Además de analizar cómo la representación
visual desempeñó un papel fundamental en el proceso de acusación contra los nazis,
Delage explica que el Tribunal Militar Internacional tuvo que fijar una organización
sin precedentes para darle al material proyectado una categoría de autoridad.
Debido a que los juicios fueron en sí mismos objeto de un proceso masivo y
continuo de registro visual, varios documentos visuales nos dan una idea de la
organización escogida. Una fotografía muestra claramente cómo el arquitecto
norteamericano Dan Kiley, encargado de ordenar el cuarto donde se sentarían las
partes involucradas –fiscales, acusados y medios de comunicación- dispuso una
gran pantalla de proyección que creó una división entre demandantes y acusados
(fig. 3.5). Una de las prioridades de Kiley, dice Delage, era encontrar una ubicación
estratégica para la proyección de videos, fotografías, mapas, diagramas, y otro
contenido visual incriminatorio. Vale la pena anotar que la pantalla de proyección
apuntaba hacia los periodistas, sentados en el mezzanine, como si los medios de

16
Christian Delage, La vérité par l’image: De Nuremberg au procès Milosevic (Paris: Denoël, 2006).
comunicación fueran los principales espectadores. La necesidad de exhibir
evidencia visual no solo llevó a la reconfiguración de la sala del tribunal de
Núremberg, sino que esa misma reconfiguración reafirmó la importancia simbólica
de estos procedimientos históricos. “Debemos establecer eventos increíbles por
medio de evidencia verosímil”, escribió en 1945 Justice Robert H. Jackson, fiscal
principal norteamericano en los juicios de Núremberg.17 La imagen desempeñó un
rol instrumental al conferirle a los juicios un significado apropiado, no solo al
proveer evidencia visual verosímil de las atrocidades cometidas, sino también al
imponer su presencia acusatoria.
Los juicios de Núremberg fueron un hito del reconocimiento del poder
simbólico y legar de las imágenes probatorias; y la disposición escogida del espacio
hizo énfasis en este reconocimiento. La forma en que las imágenes son exhibidas
en el tribunal es también objeto de interés en los juicios de derecho común, en tanto
el modo de presentación tiene un efecto en el valor probatorio de las imágenes.
Joseph H. Hinshaw, expresidente de la Illinois State Bar Association, discute este
punto crítico en un artículo publicado en 1954, donde analiza la efectividad
probatoria de los métodos de exhibición usados por abogados para impresionar a
los jurados.18 Un fragmento significativo del artículo está dedicado a la fotografía,
la “más común de las formas de evidencia demostrativa”, como menciona Hinshaw.
Desde impresiones ordinarias de 8 x 10 a blanco y negro que los jurados se pasan
entre ellos (o duplicados preparados para cada uno), hasta la proyección de
diapositivas en una pantalla y el uso de proyecciones estereográficas, Hinshaw
examina todos los métodos en uso y comenta acerca de sus efectos psicológicos en
el jurado. Discutiendo el “arte de la persuasión del jurado”, como indica el título de
su artículo, Hinshaw aborda la función retórica de la exhibición de imágenes
impresas y proyecciones en el tribunal. La discusión es acerca de la recepción de
las imágenes y el manejo de su circulación, más que de su estatus como evidencia
visual.
Sea la fotografía vista como prueba definitiva, o simplemente como la
ilustración de un testimonio, el debate gira principalmente en torno a la
admisibilidad del valor probatorio de la fotografía. Poco se ha dicho acerca de cómo
la fotografía puede ser considerada como argumento visual en el contexto de un
juicio. Al usar la expresión “argumento visual”, sigo a J. Anthony Blair, quien
examina las condiciones bajo las cuales una imagen aparece como argumento. Al
considerar que los “argumentos nos proveen de razones para aceptar un punto de
vista”,19 es legítimo considerar que la imagen es apta para este proceso de
razonamiento. Sin embargo, como explica Blair, el “éxito del argumento visual
depende particularmente de la astucia retórica de quien argumenta… lo que hace
distintivos a los argumentos visuales es su mayor potencial de poder retórico que

17
Citado en Delage, La vérité, 98.
18
Joseph H. Hinshaw, “Use and Abuse of Demonstrative Evidence: The Art of Jury Persuasion”, ABA
Journal (June 1954): 479-82, 539-43.
19
J. Anthony Blair, “The Rethoric of Visual Arguments”, en Defining Visual Rethorics, ed. Charles A.
Hill and Marguerite Helmers (London: Lawrence Eribaum Associates, 2004), 44.
Figura 3.5
Charles Alexander, In
Session at the Nuremberg
War Crimes Trials, c. 1946.
Impresión en gelatina de
plata, 17-8 x 23.5 cm. Office
of Chief Counsel, Charles
Alexander. Cortesía de la
Harry S. Truman Library,
Independence, MO.
aquel de los argumentos exclusivamente verbales”.20 De este modo, comunicar
argumentos visualmente supone considerar el marco retórico en el cual la imagen
fue capturada. La capacidad persuasiva de la imagen depende de este marco. Sin él,
el argumento visual no convence a nadie. De lo contrario, cómo podría una
fotografía aceptada como evidencia en un juicio persuadir a los jurados?
Ninguna fotografía es en esencia probatoria. Su valor como evidencia tiene
que ser activado por una serie de rituales legales –una exhibición ostentosa, una
petición sentida, un gesto demostrativo. La fotografía será probatoria solo si se
convierte en el personaje de un drama. El poder retórico de la fotografía judicial es
particularmente obvio en la prensa ilustrada. Muchos reportes judiciales recientes
capitalizan la capacidad de persuasión de la fotografía usada en el contexto legal.
Desde que nos acostumbramos a pensar que la ciencia forense es más convincente
que la fotografía a la hora de proveer evidencia a jurados y testigos, es sorprendente
que la fotografía continúe desempeñando un rol en el tribunal. Aparentemente la
imagen todavía conserva la concepción judicial de verdad que promueve la
visibilidad de la evidencia. En cualquier caso, esto es lo que entendemos de los
reportes de los noticieros que incluyen fotografías con testigos, expertos, abogados
o jueces mostrando imágenes forenses. ¿Para qué publicar fotografías, si no para
establecer que la capacidad persuasiva fotográfico sigue operando?
A pesar de todas las “mentiras” de las que se acusa a la fotografía de difundir
en la era digital, todavía continúa como un poderoso símbolo de veracidad. En
febrero 15 de 2013, The Post de Medina, Ohio, publicó un artículo reportando un
juicio criminal, junto a una fotografía tomada por la reportera Allison Wood (fig.
3.6).21 La Dra. Andrea McCollim aparece mostrando al jurado una fotografía de
autopsia 8 x 10 de la cabeza dañada de un sujeto golpeado hasta morir con un
martillo. ¿Por qué está mostrando esta relativamente pequeña impresión a un grupo
de doce personas que no están en la posición de hacer un escrutinio adecuado de la
fotografía? Intrigado por esta noticia, en la cual aparece una fotografía como
evidencia demostrativa, conduje una búsqueda para ver si imágenes similares
habían sido utilizadas para ilustrar otro tipo de procedimientos criminales. Fue
bastante fácil encontrar imágenes en las que abogados, expertos forenses, y oficiales
de policía están manipulando y exhibiendo fotografías incriminatorias para
respaldar su discurso, concepto o testimonio. Luego, comencé a sospechar que las
imágenes de las noticias eran más que ilustraciones de las actividades del tribunal;
sin duda una declaración sobre el valor probatorio de la imagen fotográfica estaba

20
Ibid., 52. De acuerdo a Blair, los argumentos visuales son principalmente retóricos más que
logísticos y dialécticos. Para sostener su afirmación, el autor argumenta que “las complicaciones de
la perspectiva dialéctica no son fácilmente traducidas visualmente, y el resultado es que el
argumento visual tiene a ser unidireccional, presentado el caso a favor o en contra, pero no ambos
juntos” (59).
21
Allison Wood, “Cepec Murter Trial Continues. Police Interview Videos Played”, The Post (Medina,
OH), February 23, 2013.
en juego. Circular imágenes fotográficas en el tribunal es una vieja costumbre, pero
el hecho de que estas imágenes ilustren el acto de mostrar imágenes probatorias en
el tribunal significa algo más.
Una cosa es segura: ofrecer una descripción visual válida de heridas fatales
no parece ser la preocupación principal de la fotografía del caso de homicidio de
Ohio. Exhibir imágenes al jurado de esta manera tiene un propósito en apariencia
más retórico que ilustrativo o demostrativo. En otra imagen de la prensa (fig. 3.7),
publicada el 20 de febrero de 2013 en el Juneau (Alaska) Empire, vemos al Jefe de
Bomberos Sven Pearson mostrando una fotografía de material quemado mientras
testifica en la Corte Superior de Juneau.22 Una vez más, es realmente difícil
descifrar la imagen mostrada, de modo que estamos inclinados a creer que la
eficacia legal de la fotografía es independiente de cualquier asunto descriptivo. Aun
cuando la imagen es más adecuada para una audiencia pública, como en la foto que
muestra a la abogada de defensa Dorothy Clay Sims con una fotografía en gran
formato dispuesta sobre un caballete durante el juicio Casey Anthony (fig. 3.8),
podemos cuestionar seriamente si el valor probatorio de la fotografía tiene algo que
ver con su contenido. El acto de mostrar imágenes y la manera en que se escoge
hacerlo, sea cual sea el sistema utilizado –un computador, caballete, un par de
pequeñas impresiones- va mucho más allá de la simple necesidad de mostrar
evidencia.
El acto de mostrar o discutir imágenes demostrativas en el tribunal parece
ser lo suficientemente convincente para convertirse en objeto de fotografías
actuadas que proveen bancos de imágenes populares. Las agencias de “fotos de
archivo” como Getty y Corbis ofrecen una gran cantidad de ilustraciones en las que
los actores realizan distintas actividades propias del tribunal. Un abogado
sosteniendo un libro y haciendo un argumento oral, testigos maldiciendo o llorando
y abogados mostrando material de evidencia, son ejemplos de esta iconografía de
los rituales de la justicia. Abogados y fiscales exhibiendo imágenes es una
subcategoría de estas ilustraciones. Como todas las imágenes de archivo
disponibles, la subcategoría “abogados mostrando fotografías” retrata personas con
actitudes y comportamientos icónicos, por ejemplo, un abogado exhibiendo la
fotografía de un carro dañado al jurado (fig. 3.9). Atentamente observada por doce
miembros del jurado, el juez, el testigo y un escribano, el abogado reclama mientras
sostiene una impresión en lo alto –posiblemente una que confirma otra imagen que
aparece en la pantalla del computador y que muestra rastros del frenado de unas
llantas en la vía.
Lo que interesa aquí es la declaración acerca del valor como evidencia de la
imagen fotográfica. Las fotografías, como evidencia demostrativa, parecen ser el
verdadero objeto de estas imágenes, sin importar el caso. Su capacidad persuasiva
depende más del acto de mostrarlas, que de su propio contenido visual. Todas estas
imágenes presentan fotos para respaldar los comentarios de expertos y abogados;
todas parecen ser el centro del discurso legal. Y aquí es donde la fotografía se

22
Emily Russo Miller, “Adair-Kennedy Field Arson Trial Underway”, Juneau Empire, February 20,
2013.
Figura 3.6
Allison Wood, Dr. Andrea
McCollom of the Cuyahoga
County Medical Examiner’s
Office showed autopsy
photos to the jury, February
15, 2013. The Post (Medina,
OH), February 23, 2013.
Imagen digital. Fotografía
por cortesía de Allison
Wood.
Figura 3.7
Michael Penn, Capital City
Fire/Rescue Deputy Fire
Marshal Sven Pearson
testifies in Juneau Superior
Court during Ashley R.
Johnston’s trial, Juneau
Empire, February 20, 2013.
Imagen digital. Fotografía ©
Michael Penn/Juneau
Empire.
Figura 3.8
La abogada de defensa
Dorothy Clay Sims muestra
la fotografía de una escena
del crimen durante el juicio
de Casey Anthony en la
Orange County Courhouse
en Orlando, Florida. Junio
21, 2011. Reuters/Red
Huber/ POOL, RTR2NX6A.
Figura 3.9
Guy Cali, Lawyer Showing
Photograph. © Guy
Cali/Corbis.
encuentra con la ciencia forense. Este encuentro es doble: por un lado, al mostrar
contenido forense, estas fotografías reclaman su autoridad a través de un “régimen
de verdad” –la evidencia forense- considerado como el nuevo parangón de
creencias irrefutables. Por otro lado, como punto central del debate, al mostrar
evidencia cuya veracidad es sujeta a aprobación o contestación, la fotografía se
convierte en el escenario del discurso de defensa o acusación, y como tal revive el
significado principal del término “forense”.
Del latín forensis, que significa “palestra pública o fórum”, la ciencia
forense está vinculada en parte a la idea del argumento legal, definido como una
declaración de hechos para una audiencia en la corte. Con el objetivo de persuadir
y convencer, el argumento legal procede del concepto aristotélico de “retórica”, y
de ahí su importancia demostrativa en el género de la oratoria “legal”. “Para resaltar
el punto controversial [en disputa], uno debe realizar una demostración”, escribe
Aristóteles en el tercer libro de su Retórica.23 Como ha anotado John Hartley, “la
ciencia forense no necesita reducirse a muestras de sangre y a la identificación de
mensajes descubiertos debajo de las uñas; la ‘ciencia forense’ como ‘material de
evidencia’ puede ser combinada con la antigua noción de ‘argumento contencioso’,
y aplicada al análisis de las imágenes”.24 Más que un procedimiento, la ciencia
forense es un proceso cuyos reclamos de verdad dependen también de una
dimensión retórica relacionada históricamente con ese mismo proceso. La ciencia
forense no puede, por tanto, ser reducida a una técnica que simplemente establece
evidencia. Sin embargo, la dimensión retórica vinculada históricamente a la ciencia
forense parece haber sido olvidada por la ciencia forense contemporánea, que la
asigna una función sobre todo pragmática. Las interpretaciones legales de la ciencia
forense hacen pensar en este fundamento resaltar el potencial imaginativo de los
sistemas probatorios. Aunque la prueba absoluta pueda haberse escapado
completamente de la observación, en el tribunal se conserva la creencia en lo
visible.

Traducción
Daniel H. Trujillo
Maestría en Historia
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
Asignatura - Usos periodísticos de las imágenes
fotográficas
Febrero de 2018

23
Aristotle, Rhétorique 3.1417b, trans. Méderic Dufour y André Wartelle (Paris: Belles Lettres, 1973),
89 [traducción del francés del autor].
24
John Hartley, “Agoraphilia: The Politics of Pictures”, en The Politics of Pictures: The Creation of the
Public in the Age of Popular Media (New York: Routledge, 1993), 30.

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