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Ensayo sobre “Elogio de la locura”

de Erasmo de Rotterdam”

MAESTRIA EN EDUCACION

ASIGNATURA: Nuevos Paradigmas en la Educación.

PROFESOR: IQ, MA Y ME Fernando Banda Escalera.

ALUMNA: Crislya Cristina Sánchez Velázquez.

INSTITUTO UNIVERSITARIO DEL CENTRO DE MEXICO

SAN FELIPE, GTO.


17 DE FEBRERO DEL 2018
INTRODUCCION

El Elogio de la locura es un ensayo escrito por Erasmo de Róterdam e impreso por


primera vez en 1511. En una traducción aparece como título «Elogio de la necedad»
porque moría es necedad, insensatez, locura.
Según palabras del propio Erasmo, tras redactarlo en una semana revisó y
desarrolló el trabajo durante una estancia en la casa que tenía su amigo Tomás
Moro en Bucklersbury. El título, en un sentido doble típico de la obra, también puede
entenderse como "Elogio de [Tomás] Moro".
Se considera el Elogio de la locura como una de las obras más influyentes de la
literatura occidental y uno de los catalizadores de la reforma protestante.
Nos dice que La locura es sincera, transparente; no existe en ella daño alguno. No
se puede ocultar, por más que se intente siempre se muestra de alguna manera u
otra. Proviene del amor propio, de la adulación, del olvido, de la pereza, de la
voluptuosidad, de la molicie (blandura), y la demencia. Adquiriendo así un poder
que lo eleva sobre los mismos emperadores.
Así mismo, la locura es la fuente y el principio de la vida. ¿Què serìa de la vida sin
una mínima gota de locura?, Serìa algo triste, aburrido, fastidioso, insípido y
desagradable. Y; ¿Què es la vida sino locura? (entendiendo vida en su máxima
expresión, en su mayor realización). Al igual que locura es vida. Los niños son los
que más agradan a la locura. Pues, ¿de dònde proviene ese encanto irresistible que
tienen los infantes en sus primeros años de vida?. Ese encanto se debe únicamente
al atractivo de la estulticia. Y los viejos también, ya que mientras más mayores son
se vuelven más estultos y así se van pareciendo cada vez más a los niños.
La locura dice: “Sin mi, el mundo no puede existir ni por un momento, pues, ¿no
está lleno de locura todo lo que se hace entre los mortales?, ¿no lo hacen locos y
para locos? Ninguna sociedad, ninguna convivencia pueden ser agradables o
duraderas sin locura, de modo que el pueblo no podría soportar a su príncipe, el
amo a su sirviente, la doncella a su señora, el preceptor a su alumno, el amigo a su
amigo, la mujer a su marido por un solo momento, si de vez en cuando no se
descarriaran, se adularan, toleraran sensatamente las cosas o se untaran con un
poco de la miel de la locura.” Este párrafo contiene el resumen de su pensamiento:
la locura es sabiduría mundana, resignación y tolerancia.
Para Erasmo la vida es una especie de juego, en el cual cada actor aparece en el
escenario con su máscara propia y representa su papel hasta que el director
escénico (la muerte) lo llama. Se equivoca quien no se adapta a las condiciones y
pretende que el juego deje de ser un juego. Los verdaderamente sensatos deben
mezclarse con todos, compartir plenamente su locura o equivocarse alegremente
como ellos. Y el motor necesario de toda acción humana es Filaucia, hermana de la
Locura, el amor propio. El que no se complace a si mismo consigue poco. Si se
elimina ese condimento de la vida, la palabra del orador se enfría, el poeta cosecha
burlas y el artista se desvanece. La locura bajo el aspecto de orgullo, vanidad y
vanagloria es la fuente oculta de todo lo elevado y grande. El estado con sus puestos
de honor, el patriotismo y el orgullo nacional, la solemnidad de las ceremonias, las
ficciones de la casta y la nobleza, ¿que son sino locura?. La guerra, la más loca de
todas las locuras, es el origen de todo heroísmo.
La sabiduría es a la locura como la razón es a la pasión. Y en el mundo hay mucha
más pasión que razón. Lo que mantiene al mundo en movimiento, la fuente de la
vida, es la locura. La oradora atribuye a la locura todo lo que en la vida es vitalidad
y valor. Es una energía espontanea de la cual nadie puede prescindir. Los que son
perfectamente serios y sensatos no hallan lugar en esta vida. Son torpes en los
bailes, en los juegos, en el intercambio social. Si tienen que adquirir algo o firmar un
contrato, sin duda las cosas saldrán mal y en contra de sus propios intereses. La
locura es la alegría indispensable para la felicidad. Quien tiene solo razón, sin
pasión, es una imagen de piedra, burda, carente de sentimientos humanos; un
monstruo, un espectro de quien todos huyen, insensible ante toda emoción natural,
no susceptible de amor, ni de compasión. Y nada se le escapa y en nada se
equivoca; ve a través de todo, todo lo sopesa adecuadamente, de nada se olvida,
solo se satisface consigo mismo. Solo él es el sano, sólo él es libre, solo él es el
rey.
Erasmo caricaturiza de esta manera la horrible imagen del teórico. ¿Qué estado
puede interesarse en tener como magistrado a un hombre tan tremendamente
sabio?; ¿què mujer quiere por esposo a una persona así?; ¿no es preferible un
hombre cualquiera, que siendo estulto puede mandar u obedecer a los estultos, que
es agradable y afectuoso con su mujer y con sus amigos?, un hombre cualquiera
que teniendo defectos es humano; y con esto es feliz èl y los que lo rodean, en vez
de un sabio viejo y amargado que ha sido infeliz toda su vida. Una serie de virtudes
sociales están atadas a la locura, tal cual la benevolencia, la amabilidad, la
inclinación a aprobar y a admirar, pero, especialmente, de aprobarse así mismo. No
es posible agradar a otros sin empezar por adularse a si mismo. ¿Qué sería del
mundo si no estuviese cada uno orgulloso de su posición y de su profesión?, ¿cómo
sería la vida sin que nadie intercambiara con nadie su buen aspecto, su familia, su
propiedad?.
Más aún, Erasmo se atreve por medio de Estulticia a censurar la creencia ingenua
en los milagros, la adoración interesada de los santos y los celos entre los monjes.
La importancia histórica de Estulticia no fue, como se creía en su época, la sátira
directa, sino en los pasajes en los cuales concede a la locura el valor de la sabiduría
y viceversa. Erasmo estaba persuadido por la poca solidez de los fundamentos de
todas las cosas: todo pensamiento racional acerca de los dogmas de la fe conducen
al absurdo. En su ùltima oración al dejar el oratorio, la locura dice: “aplaudid, vivid y
bebed, creyentes celebres de la estulticia”. La locura dice: “Prescindo ahora de los
daños que el hombre sufre por causa del hombre, cuales son, por ejemplo, la
pobreza, la cárcel, la deshonra, la vergüenza, la tortura, las asechanzas, la traición,
las injurias, los litigios, los fraudes, etc., no es mi objetivo hallar la razón de que los
hombres hayan merecido tales castigos; pero el que medite sobre esto, ¿acaso no
disculpará el suicidio de las doncellas de Mileto, aunque sienta por ellas profunda
compasión? ¿quienes han sido principalmente, los que apelaron al suicidio
buscando en él un recurso contra el destino y contra el hastío de la vida? ¿no fueron,
por ventura, los devotos de la sabiduría?. Por eso yo, valiéndome, de la ignorancia,
de la irreflexión, del olvido de los males, de la esperanza de los bienes, de los
deleites, voy remediando de tal modo las innúmeras calamidades humanas, que
ningún mortal tiene deseos de dejar la vida aunque se le acabe el hilo de las Parcas
y haga ya tiempo que comenzó a despedirse del mundo, estas circunstancias
deberían ser el motivo de que los hombres no deseen conservar la existencia, son,
sin embargo, las que les encienden las ganas de vivir; ¡tanto aborrecen
experimentar cualquier tristeza!”
¿Quien hay que sea capaz de soportar las injurias de la vida, todo el sufrimiento e
injusticias que en ella se producen? Todos lo hacen, claro, pero no solos, si no que
la locura nos ayuda en gran parte a superar esto, tanto que no nos damos cuenta
de todo el daño que nos producen y que nosotros mismos producimos a nuestros
semejantes. ¿Quien tan cuerdo y a la vez estulto como masoquista, estaría
dispuesto a sufrir el calvario de la vida?, ¿sin ni siquiera una pequeña gota de
locura?. Los que lo intentan pronto se rinden y muchos terminan en el suicidio,
siendo ésta su única salvación, (si es que sus almas no estaban muertas desde un
principio). El mundo estaría lleno de almas perdidas, errando por los parajes de la
eternidad, el mundo estaría así y mucho peor; si no fuera por la ayuda de la locura.
La locura que aporta felicidad y alegría al corazón, despreocupación y hermosura al
alma, que oculta e ignora los problemas, penas y todo sufrimiento, que el alma no
seria capaz de soportar sin ella. Gracias la locura que endulza la existencia, es que
el mundo no esta totalmente acabado. Con todo esto, demás està decir que los
locos le llevan una ventaja enorme a los sabios; pues mientras los primeros llevan
una vida cálida y alegre, sin preocupaciones ni problemas mayores; los sabios se
gastan toda su infancia y adolescencia, el mejor periodo de su vida, en informarse
y aprender diversas disciplinas, y en el tiempo que les queda viven de lo aprendido
antes, sin darse el tiempo y las ganas de disfrutar de deleite alguno. Terminan
siendo hombres serios, tristes, sobrios y amargados. Y cuando les llega la hora de
partir, no creo que les importe gran cosa morir ya que en su vida no se dieron el
tiempo de vivir.
Entonces; ¿Porqué amargarse la vida de esa manera?, ¿preocupándose de cosas
que al final no son tan importantes?, ¿Porqué no arriesgarse a vivir de verdad, sin
temores ni preocupaciones?, ¿Cual es la dimensión de la locura?, ¿si es más
cuerdo el que razona o el que sigue sus impulsos?, ¿qué es lo que vale al final?,
¿un corazón solo y seco, un alma triste y sin esperanzas? o ¿alguien lleno de vida,
afectuoso, cálido, alegre, risueño?; alguien que pueda decirse que realmente
disfruto de la vida. La locura le hace un elogio a la ignorancia, y harta razón tiene
en esto, ya que la ignorancia constituye una de las principales características de la
estulticia. La ignorancia que todo lo simplifica, todo lo facilita Los hombres de la
edad de oro son un claro ejemplo de esto, ellos no se complicaban la vida por no
poder resolver un ejercicio de gramática, simplemente porque tenían la suerte de
que todavía no se inventaba. Vivían felices de acuerdo a su naturaleza, libres,
guiándose solo por su instinto.
Igual suerte tienen los animales, (siendo más felices los que viven más alejados del
hombre), ellos no necesitan de todas las ciencias y tecnología que ha inventado el
hombre, son libres. Desgraciados son los que ya conviven con el hombre, como el
caballo, el perro, el toro entre muchos otros. El humano ya los hizo participes de sus
propias normas y leyes, no teniendo estos, otro remedio que obedecer.
Hay dos clases de locura, una fomentada por la furia que se engendra en el infierno
y otra muy distinta que es pura, inocente e ingenua. La primera se manifiesta ya en
la pasión de la guerra, ya en la insaciable sed del oro, ya en un infame y abominable
amor, ya en el parricidio, en el sacrilegio o en cualquier otro designio de esta índole.
Pero la otra locura es muy distinta, y no corresponde a nada más que a un cierto
alegre extravío de la razón.
Los maestros de gramática, los poetas, los retóricos, los autores, los filósofos, los
teólogos, los frailes, los reyes y príncipes, los cortesanos, los obispos, los
cardenales y los papas. Estos son los que la locura reconoce como los únicos sabios
que reciben parte de sus beneficios.
La estulticia nombra algunas formas de locura (en aquellos tiempos), como la caza,
la alquimia y el juego. A estas se le puede agregar y comparar algunas de este
tiempo como son el fanatismo que produce el fútbol, o la euforia de las fans frente
a sus artistas favoritos, o el fanatismo por los partidos políticos, entre otros. Más
aún, hay muchas otras formas de locura, algunas se parecen y otras uno ni se lo
imagina. Pero todas no se pueden nombrar, ya que para esto habría que empezar
a analizar cada minuto de nuestra vida.
DESARROLLO

La Locura se presenta en primera persona ante nosotros los lectores de una manera
singular, muy diferente a la que todos estamos acostumbrados a escuchar por boca
de otros. Aparece, más que como un defecto de los más bajos que el ser humano
pueda tener, como un privilegio concedido solo a un selecto grupo que de alguna
manera goza de sus beneficios.
Pues bien, para pronunciar dicho discurso, el autor toma como base hablar en el
lugar de la locura, o estulticia, como punto de partida para defender este estado del
hombre, que a pesar de tener una fama nada deseable, se presenta como algo
indispensable en la vida de cada quien, que logra sacar sonrisas a los más
amargados y propiciar un ambiente más agradable que el que logra generar
cualquier orador en uno de sus más profundos discursos.
Haciendo uso de sus convincentes argumentos, la locura nos quiere mostrar que
aunque todos la miren con desprecio, no podemos evitar que haga parte
fundamental de nuestras vidas. Todos hemos tenido que tratar con gente que posee
un nivel determinado de necedad y, aún peor, enfrentarnos ante la realidad de que
nuestra ignorancia no tiene límites, porque como dicen por ahí, el alabarse a sí
mismo es la primera muestra de que no sabemos cuánto desconocemos.
Aún los más sabios científicos y filósofos, cuando han llegado a un punto memorable
en la búsqueda incesante del conocimiento, son conscientes de que lo que le falta
por descubrir a la humanidad es mucho más que lo que ya sabemos. El autor de
toda esta censura hacia la locura pone al descubierto un gran número de virtudes,
cualidades o simplemente elogia esta condición de vida, se centra en exponer el
lado bueno de ella, que en la mayoría de ocasiones ninguno de nosotros observa.
Además la estulticia asegura muchos beneficios en la vida de cada ser humano, me
refiero a que participa en algunas etapas de la existencia del hombre en este
planeta. Una de esas fases es la juventud, todos queremos disfrutarla, vivirla y
sentirla. Todos pasan este ciclo de maneras distintas, pero sea como sea, siempre
se vive de forma alocada y aparte de eso se conocen nuevos sentimientos y cosas
a veces tan simples pero que marcan la vida de muchos.
Algunos dicen que el amor puede volver loco a la gente, y sí, eso en situaciones es
cierto. Tal vez se exagere un poco en este sentido pero los que han sufrido por culpa
de este sentimiento podrían afirmar que definitivamente el verdadero amor vuelve
loco.
La locura produce en las personas un giro de 180°, es decir, un cambio total, ya que
un individuo puede pasar de ser tranquilo y sabio a ser definitivamente necio y
estúpido. Generalmente se piensa: Qué atributo puede tener la estulticia, pues
escuchamos cada rato en las calles diferentes manifestaciones que nos parecen
raras y extrañas, varias veces los tratamos de locos y tontos, que han perdido la
cabeza, pero no nos damos cuenta que cada quién tiene su locura, y su forma de
interpretarla.
Un ejemplo de ello es la religión, unos eligen el cristianismo, otros el budismo, el
islam o la iglesia Católica, todos tienen su forma de pensar, y no por eso debemos
llamarnos entre todos locos.
Pues bien, la locura en sí, representada de manera especial por Erasmo como la
necedad en sus diversos niveles, nos lleva en muchos casos a cometer errores que
terminan por sacarnos de casillas y a comportarnos como salvajes, volviendo a la
época en la que todo se resolvía por medio de la barbarie y donde se notaba que el
ser humano apenas comenzaba el largo camino hacia la civilización. Y es que aún
al día de hoy, el creer que ya estamos civilizados es hacerse el de la vista gorda;
prueba de ello es el sinnúmero de desacuerdos y guerras que han sido provocadas
en su mayoría por pequeñeces y cuestiones políticas que nos separan como seres
humanos, no siendo conscientes de la magnitud tan grande que representan las
consecuencias para nosotros y para las generaciones venideras.
Sin embargo, siendo sinceros, estos niveles de estulticia son el extremo de la locura,
no nos desbordemos tampoco diciendo que todo es malo; hay cosas en la vida que
sí requieren algo de necedad, de insensatez. Ya lo dijimos antes, el amor es una de
ellas, en donde la razón se ve casi que perdida ante la presencia de este sentimiento
tan fuerte, que nos hace cometer locuras… locuras de amor.
Por eso, Erasmo logra algo con su obra que nos hace reflexionar, y es el entender
que juzgando a otros porque supuestamente se encuentran en condición de
ignorancia, no nos hace más que ellos, ya que aún los reyes de antaño fueron
invadidos por la estulticia, ese estado que a muchos llevó a la tiranía y a la verdadera
demencia. Entonces es sumamente importante comprender que nadie es más sabio
que otro porque fue a una reconocida universidad o tiene un doctorado, ni mucho
menos por la condición social o política en la que se encuentre, más bien
pongámonos a pensar en que todos tenemos algún nivel de la discriminada
estulticia y que somos iguales en esencia. Por eso, el que crea no necesita algo de
locura… ya está loco.
La locura es parte de nosotros la llevamos desde siempre y va de generación en
generación. Sin embargo nadie reconoce que llevamos cierta cantidad de locura en
nuestros seres, pues desde que tenemos uso de razón hemos vivido con ella y se
nos hace de lo más natural.
Sin embargo si dejáramos de ver las cosas con los sentimientos y las pasiones, nos
daremos cuenta de que vivimos en un mundo de locos y que incluso nosotros lo
somos.
Y tan vieja es la locura como el origen de los tiempos, y ha sido tan importante que
si no existiera no hubiera nada, no hubiera inventos, distracciones, vicios,
sentimientos, no existirían los humanos así de sencillo pues se hubiesen suicidado
al ver que la vida no tenían sentido.
Y he dicho ya que la locura esta desde los niños hasta la gente de avanzada edad,
se pueden divertir o entretener con cualquier cosa, sin que esta llamase mucho la
atención y hacen parte de que esas etapas de la vida las hacen más agradables.
Ahora quisiera aclarar que la locura es lo mejor y un buen beneficio y comparado
con los dioses sus beneficios son mejores. Ya que no da solo actos como la lluvia,
comida, luz del sol, etc. Sino que nos dan los mejores placeres de la vida. Gracias
a estos placeres la vida es más agradable y por eso los seres humanos nos
alejamos de la muerte y la queremos evitar, nos encantan tanto las pasiones que
vivimos que no quisiéramos el cambio y quisiéramos aprovechar al máximo antes
de morir.
La locura es más importante que la razón ya que gracias a esto nos olvidamos de
las preocupaciones y de los malos ratos y la razón nos hace recordar todo ver lo
bueno y lo malo y no nos quitamos los problemas de encima.
La mujer es reflejo de la locura, se complementan pues vemos que la mujer actúa
mas por los sentimientos y por las pasiones en cambio el hombre actúa mas por la
razón pero gracias a ella uno puede satisfacerse y olvidarse de los problemas.
Y es tan presente la locura que ningún momento grato, divertido, existiría sin ella.
En las fiestas, ferias, festivales siempre son acompañadas por risas, carcajadas que
hacen atributo a chistes, tonterías, defectos, equivocaciones que gracias a algún
tercero los demás disfrutan de ver estos actos que les causa alegría.
Incluso las relaciones que hay entre los hombres no existiría sin la locura ya que
todos nos hartaríamos de todos, ya que a veces es bueno el fingir un poco ya que
se necesita de los demás seres humanos y que en ellos exista una buen
compañerismo.
También esta locura es causa de problema e incluso de guerras, muere mucha
gente de manera sangrienta por ambición de alguien que ni siquiera está en el
campo de batalla y los que van a la guerra es porque les enorgullece morir por
alguien o por su patria.
Los sabios se preocupan mucho, estudian las ciencias y se obsesionan por conocer
la verdad. En cambio un ignorante disfruta más de la vida, disfruta los momentos y
utiliza su tiempo para sus pasiones.
Somos los locos tan comunes y estamos en tanta abundancia que un sabio, si lo
existiera, quisiera alejarse ó nosotros mismos lo aislaríamos, porque es tanta su
diferencia con nosotros que no nos aguantamos, pues es su actitud tan pesada,
amargada y queriendo siempre explicar las cosas.
Una de las formas en las que un gran autor como Erasmo, se adelantaron a su
época, debido a que manifiesta, a partir de los acontecimientos sociales en la edad
media, una forma de pensar revolucionaria por la forma de percepción que poseía
de la humanidad.
Se supone que es una obra que Erasmo dedica a su amigo Tomás Moro en la que
aparentemente sus pretensiones son las de convencerlo de que la “estulticia”, la
“insensatez” incluso la locura, son la fuente de todos los beneficios, diversiones,
placeres superiores que un humano puede deleitar. Habla de una forma de
embriaguez, ignorancia extrema que te llevarán al camino de las mieles de la vida,
pero no se debe perder de vista que sólo es una percepción de los hechos a través
de los ojos de Erasmo de Rotterdam, es una obra en la que se puedes trasladar a
otra dimensión si tienes la mente abierta a una posición muy diferente de apreciar
las cosas del entorno.
Prácticamente abarca todos las maneras en las que los humanos nos
desempeñamos en sociedad, con roles sociales distintos, formas de pensamiento,
de actuar, de tratar a las demás personas; Erasmo logra confundir al lector con gran
ingenio y talento con su “Elogio a la locura”, pues genera una imagen ilusoria que
tarta de atraparte para convencerte de que todo lo que conoces prácticamente está
mal, pero lo hace de la mejor manera, con argumentos muy buenos, por ejemplo,
cuando se refiere a que las personas siempre nos abstenemos de expresar lo que
realmente queremos decir, siempre estamos cuidando, el momento indicado, las
palabras adecuadas para que cualquiera que pueda oírnos, nos comprenda, a tal
grado que se prefiere agradar que morder.
Se refiere a que prácticamente las expresiones faciales reflejan el verdadero
semblante de una persona, pues ¡la cara es sincero espejo del alma! Entonces, por
qué deberíamos ocultarnos de los demás, si somos como somos, así, tal cual
somos:
Soy en todas partes absolutamente igual a mí misma, de suerte que no pueden
encubrirme esos que reclaman título y apariencias de sabios y se pasean como
monas revestidas de púrpura o asnos con piel de león. Por esmerado que sea su
disfraz, les asoman por algún sitio las empinadas orejazas de Midas.
El autor menciona que incluso “el padre de los dioses y rey de los hombres, que con
un ademán estremece a todo el Olimpo, tiene que dejar el triple rayo y deponer el
rostro de titán, con el que cuando quiere aterroriza a todos los dioses, para
encarnarse miserablemente en persona ajena, al modo de los cómicos, si quiere
hacer niños, cosa que no es rara en él”.
Entonces, ¿por qué un simple humano ha de sentirse superior a eso? Hay personas
que se creen tan fuertes y con un gran dominio sobre sí mismos que ni siquiera las
desgracias ni las dificultades sienten algún pesar. A lo que Erasmo refiere
directamente:
¿Qué hombre ofrecería la cabeza al yugo del matrimonio si, como suelen esos
sabios, meditase los inconvenientes que le traerá esta vida? O, ¿qué mujer
permitiría el acceso de un varón si conociese o considerase los peligrosos trabajos
del parto o la molestia de la educación de los hijos? Pues si debéis la vida a los
matrimonios y el matrimonio a la Demencia, mi acompañante, comprended cuán
obligados me estáis.
Además, ¿qué mujer que haya sufrido estas incomodidades una vez querría
repetirlas, si no interviniese el poder del Olvido?
Confrontaciones como la que se trascribe, son las que pueden incidir en el modo de
pensar de una persona, porque, en efecto, si las personas supieran de manera a
priori los resultados de determinadas acciones, como el caso que se menciona
sobre el matrimonio, ¿quiénes de verdad querrían casarse? Por lo que entonces,
siempre será mejor no saber nada al respecto y vivir al día conforme se vayan dando
las circunstancias. Y por una parte podría darse una forma de razón a la pregunta
que enuncia Erasmo “Díganme, si no, por Júpiter: ¿Qué día de la vida no vendrá a
ser triste, aburrido, feo, insípido, molesto, si no le añadís el placer, es decir, el
condimento de la Estulticia? La existencia más placentera consiste en no reflexionar
nada”
Pero, entonces si no reflexionamos nada, de los 3 tipos de edades, joven, adulto y
anciano, ¿cómo podremos saber y en verdad estamos vivos o estamos muertos?,
a o que se quiere llegar es, si no reflexionas nada, el grado máximo de estupidez te
cubrirá para siempre y entonces, también simplemente no sabrías la diferencia entre
las mieles de la vida y los pesares que podrías sentir.
A la enunciación anterior, el autor dice:
¿Quién ignora que la edad más alegre del hombre es con mucho la primera, y que
es la más grata a todos? ¿Qué tienen los niños para que les besemos, les
abracemos, les acariciemos y hasta de los enemigos merezcan cuidados, si no es
el atractivo de la estulticia que la prudente naturaleza ha procurado proporcionarles
al nacer para que con el halago de este deleite puedan satisfacer los trabajos de los
maestros y los beneficios de sus protectores? Luego, la juventud, que sucede a esta
edad, ¡cuán placentera es para todos, con cuánta solicitud la ayudan todos, cuán
afanosamente la miran y con cuánto desvelo se tiende una mano en su auxilio! Y,
pregunto yo, ¿de dónde procede este encanto de la juventud sino de mí, a cuya
virtud se debe que los que menos sensatez tienen sean, por lo mismo, los que
menos se disgusten.
Mentiré si no añado que a medida que crecen y empiezan a cobrar prudencia por
obra de la experiencia y del estudio, descaece la perfección de la hermosura,
languidece su alegría, se hiela su donaire y les disminuye el vigor. Cuanto más se
alejan de mí, menos y menos van viviendo, hasta que llegan a la vejez molesta que
no sólo lo es para los demás, sino para sí mismos. Tanto es así que ningún mortal
podría tolerarla si yo, compadecida nuevamente de tan grandes trabajos, no les
echase una mano, y al modo como los dioses de que hablan los poetas suelen
socorrer con alguna metamorfosis a los que están apurados, así yo, cuando les veo
próximos al sepulcro, les devuelvo a la infancia dentro de la medida de lo posible.
De aquí viene que la gente suela considerar como niños a los viejos.
Generalmente a las personas les desagradan los niños de precoz sabiduría. A la
gente que interactúa con personas que tienen mucho conocimiento, en muchas
ocasiones le genera un sentimiento de aislamiento, de rechazo a quien sabe de
más, porque no tendrían ningún modo de confrontar la experiencia y juicio superior
sobre los sucesos de la vida y cómo resolverlos. Por eso, Erasmo dice que siempre
es mejor delirar, divagar, mientras se dejan de lado las preocupaciones que
atormentan al sabio y que es mejor compañero de bebida y libertador del tedio de
la vida.
Los viejos superan a la misma infancia, edad ciertamente placentera, pero inmatura
y desprovista del principal halago de la vida, es decir, la locuacidad. Observar,
además, que los ancianos disfrutan locamente de la compañía de los niños y éstos
a su vez se deleitan con los viejos, «pues Dios se complace en reunir a cada cosa
con su semejante.
¿En qué difieren unos de otros, a no ser en que éstos están más arrugados y
cuentan más años? Por lo demás, en el cabello incoloro, la boca desdentada, las
pocas fuerzas corporales, la apetencia de la leche, el balbuceo, la garrulería, la falta
de seso, el olvido, la irreflexión, y, en suma, en todas las demás cosas, se
armonizan. Cuanto más se acerca el hombre a la senectud, tanto más se va
asemejando a la infancia, hasta que, al modo de ésta, el viejo emigra sin tedio de
ella ni sensación de morir.
La estulticia es la única cosa que frena el paso de la juventud fugacísima y mantiene
alejada la vejez. Por tanto, al final de algunas reflexiones sobre la diversión, las
responsabilidades, los pesares, los problemas ¿quién no preferiría ser necio e
insulso como éste y estar siempre de fiestas, siempre joven, siempre pródigo en
diversiones y placeres para todo el mundo?
Como ejemplo a la juventud eterna, Erasmo señala: ¿Por qué es siempre niño
Cupido? ¿Por qué, sino por ser un bromista y no hacer ni pensar nada a derechas?
¿Por qué la áurea Venus conserva constantemente la belleza?
Es decir, en las fiestas la gente siempre se quiere divertir, tanto es así que si falta
alguien que mueva hacia la risa, a la necedad verdadera o simulada, todo sería muy
serio, aburrido, no faltaría quién pagaría a algún buzón o algún gorrón ridículo para
que con sus monerías, dichos, expresiones, causara risa a los demás, por lo que en
caso de faltar alguien así, la reunión sería silencio, incluso hasta tristeza
También podemos mencionar que derivado de las reuniones a las que asiste la
gente, puede originarse la amistad, pero ¿de qué clase? De acuerdo con Erasmo,
una amistad que debe aplicarse con mucho mayor motivo al matrimonio, ya que no
es éste otra cosa que la conjunción indivisa de las vidas. Júpiter inmortal, ¡cuántos
divorcios y aun accidentes peores que los divorcios ocurrirían si el trato doméstico
del varón y la esposa no se viese afianzado y sostenido por la adulación, la broma,
la indulgencia, el engaño y el disimulo, que forman como mi cortejo!, refiriéndose
así, a la estulticia como un modo de simpatizar con la pareja.
Por otro lado, por lo que se refiere a los descendientes ¿qué es preferible, tener
niños con sabiduría precoz o simplemente que sean estultos?, para Erasmo es
mejor que sean estos últimos, debido a que los padres que tienen el afán de la
sabiduría aun siendo desgraciadísimos en todo, lo son por modo especial en la
procreación de los hijos, lo cual parece obedecer a la providencia de la naturaleza
para que el daño de la sabiduría no se extienda más entre los hombres.
Otra forma de ver de un estulto a un sabio es como describe el autor con buenos
ejemplos:
Llevad un sabio a un banquete y lo perturbará o con lúgubre silencio o con
preguntitas fastidiosas. Introducidle en un baile y os parecerá, danzando, un
camello. Conducidle a un espectáculo y con su solo semblante disipará toda
diversión y se le obligará a salir del teatro, como al sabio Catón, si no logra
desarrugar el entrecejo. Si mete cucharada en una conversación, caerá de
improviso como el lobo en la fábula. Si algo hay que comprar o que convenir, en
suma, cuando se trate de estas cosas sin las cuales esta vida cotidiana no puede
pasar, dirás que este sabio es un leño y no un hombre.
Es justamente así como cualquier mortal, con la estulticia al máximo podría observar
a un hombre que se ha dedicado a los estudios. Al respecto, el autor añade que:
No puede ser útil en nada ni a sí, ni a la patria, ni a los suyos, porque es inexperto
en las cosas corrientes y discrepa largamente de la opinión pública y de los estilos
normales de vida, de lo cual, por cierto, preciso es que siga el odio contra él, por ser
tanta la disparidad de conducta y sentimientos. Pues ¿qué se trata entre los
hombres que no sea necio del todo y que no esté hecho por los necios y para los
necios? Por ello, si alguien a solas quisiese contrariar la corriente general, yo le
aconsejaría que, imitando a Timón , emigre a algún desierto y allí, a solas, disfrute
de su sabiduría.
En una posición en contra de lo que piensa el estulto, el sabio se refugia en los libros
de los antiguos, de donde no extrae sino meros artificios de palabras, mientras que
el estúpido, arrimándose a las cosas que hay que experimentar, adquiere la
verdadera prudencia.
Un ejemplo ideal de que la estulticia es lo mejor que hay, en vez del conocimiento
Si alguien se propusiese despojar de las máscaras a los actores cuando están en
escena representando alguna invención, y mostrase a los espectadores sus rostros
verdaderos y naturales, ¿no desbarataría la acción y se haría merecedor de que
todos le echasen del teatro a pedradas como a un loco? Repentinamente se habría
presentado una nueva faz de las cosas, de suerte que quien era mujer antes
resultase hombre; el que era joven, viejo; quien poco antes era rey, se trocase en
esclavo; y el dios apareciese de pronto como hombrecillo. El suprimir aquel error
equivale a trastornar la acción, porque son precisamente el engaño y el afeite los
que atraen la mirada de los espectadores.
Las personas estultas aborrecen la sabiduría inoportuna, rechazan la prudencia
desencaminada, y desencaminado anda aquél que no se acomoda a la situación
que presencia, de las cosas, quien va en contra corriente, a lo que precisamente
aplica la frase “o bebes o te vas”. Tal es el caso de quienes huyan horrorizados del
tipo de hombres que sean sabios, como si de un monstruo se tratara que sólo desea
ensordecer todas las sensaciones de la naturaleza, quitar todas las pasiones.
Justamente así es un sabio absoluto, un hombre que nunca se equivoca, de quien
nada se puede escapar, que todo lo descubre, que nada deja de juzga
escrupulosamente, que nada ignora, que únicamente está contento de sí mismo
cuando se tiene por opulento, el único, el rey, el único en todo. Incluso se pensaba
que las ciencias sólo irrumpieron en la vida humana junto con tantas otras
calamidades, y por ello a los autores de todos los males se les llama demonios,
equivalente a dah/monaj, que significa los que saben.
Por el contrario, a los estultos, por estúpido que pueda ser o absurdo o ambas
razones, carecen de miedo a la muerte, mal nada despreciable, y de remordimientos
de conciencia; no les altera la hostilidad de los espíritus, no les asustan fantasmas
ni duendes y no les da miedo los males que amenazan y la esperanza de bienes
futuros, ellos no se dejan atormentar por millares de preocupaciones que atosigan
a esta vida a los sabios que sí se preocupan por esas razones.
Pero, en atención a que algunos hombres son sabios, ¿por qué han llegado a ser
considerados así, de acuerdo con Erasmo?
Un hombre que ha gastado toda la infancia y toda la adolescencia en aprender las
ciencias y que la parte más deliciosa de la vida la ha perdido en incesantes vigilias,
cuidados y sudores y que en lo que le restaba tampoco ha degustado ni un tantico
de placer, viviendo siempre sobrio, pobre, triste, malévolo y duro para consigo
mismo y pesado y desagradable para los demás, pálido, macilento, enfermizo,
legañoso, canoso y viejo antes de ahora y prematuramente huido de esta vida…
Pero ¿qué le importa morir, si nunca ha vivido? ¡Ahí tenéis el bello retrato de un
sabio!
Lo que a juicio de una persona llena de estulticia cuanto más estulta es una persona
tanto más feliz es, y todo lo contrario. ¿Quién preferirá la verdadera sabiduría, que
cuesta tanto trabajo adquirir, que vuelve luego más vergonzoso y más tímido y que,
en suma, complace a mucha menos gente? En general los humanos estamos
diseñados para aprender mucho de las ficciones que de la realidad, preferimos huir
completamente de la realidad en la vivimos y por eso podemos pensar que es mejor
una ficción que no es atribuible directamente a nosotros. Por ejemplo, si de
realidades se enuncia, Erasmo dijo:
Si alguien tiene una mujer de egregia fealdad, pero que en opinión del marido puede
rivalizar hasta con la misma Venus, ¿acaso no será lo mismo para él que si fuese
realmente hermosa? Si alguien contempla una tabla pintarrajeada de rojo y amarillo
y se admira persuadido de que la ha pintado Apeles o Zeuxis, ¿no será acaso más
feliz que aquel que ha comprado por alto precio un cuadro a un gran pintor y que
quizá siente menos placer al contemplarlo?
Conozco a cierto sujeto que se llama como yo, el cual regaló a la novia al casarse
ciertas piedras falsas, convenciéndola, con lo bromista y alegre que era, de que no
sólo eran verdaderas y auténticas, sino también de precio singular e inestimable.
Pregunto yo, ¿qué podía importarle a la joven la burla, si deleitaba igual los ojos y
el espíritu y las guardaba junto a sí como eximio tesoro? En tanto, el marido no sólo
se había ahorrado el gasto, sino que se divertía con el engaño de su mujer, a la que
no tenía menos obligada que si la hubiese obsequiado con grande costa.
En otro forma de ver las cosas y por ejemplo tenemos los que admiran las razones
de Platón cuando menciona la caverna, las sombras y diferentes figuras, ¿qué
diferencia hay entre los que saben el ejemplo y los que no? Podría decirse que el
que creía en las sombras metido en la caverna pudo haber soñado por siempre que
era rico en la ficción en que vivía pues no tenía por qué desear otro bien que no
conocía. Su felicidad le costaba muy poco, bastaba cualquier forma de persuasión
para que luego la compartiera con las demás personas.
Se puede mencionar de acuerdo con el autor que:
en un caso determinado si se pudiera contemplar desde la luna el tumulto inmenso
del género humano, creeríais estar viendo un enjambre de moscas y mosquitos
peleando entre sí, luchando, tendiéndose asechanzas, robándose, burlándose unos
de otros, y naciendo, enfermando y muriendo sin cesar. Nadie podría imaginar el
bullicio y las tragedias de que es capaz un animalito de tan corta vida, pues en una
batalla o en una peste se aniquilan y desaparecen en un instante millares de seres.
El poder de la estulticia es tan imponente que con frecuencia, lo que con ningún
argumento de enunciación puede derribarse, la risa lo hace añicos y nadie podría
negar que el arte de hacer reír con dichos graciosos le otorga el poder a quien puede
hacerlo.
La Fortuna ama a las personas poco sensatas, a los audaces, a los que se
complacen en decir: “Todo me lo juego a una carta”. La sabiduría hace a las
personas tímidas, por lo cual veis fácilmente a los sabios en la pobreza, en la
estrechez y en la oscuridad, despreciados, desconocidos y olvidados. En tanto a los
estultos afluye el dinero, tienen en las manos la gobernación del Estado y, en fin,
prosperan de todos modos. ¿Hasta qué punto esto es cierto? Pues hasta el punto
de que en la humanidad si te dedicas a perseguir el placer, las muchachas te
perseguirán pero por otro lado se horrorizarán y huirán de ti si eres sabio como de
un escorpión.
Quien añade ciencia a su persona, añade dolor, pues quien comprende mucho
sufrirá igual:
Dediqué mi corazón a conocer la prudencia y la sabiduría, los errores y la estulticia».
Fijándose bien en este pasaje se ha de comprender como alabanza para la sandez,
ya que el autor la puso en último lugar y el Eclesiastés dice, y ya sabéis que tal es
el ceremonial de la Iglesia, que el primero por su mayor dignidad ha de ser el último,
recordando fielmente el precepto evangélico.
¿Qué es lo que debe guardarse mejor, las cosas raras y valiosas o las vulgares y
viles? ¿Os calláis? Aunque disimuléis, responderá por vosotros el adagio griego que
dice: «Dejad el cántaro a la puerta». Y nadie lo rechace temerariamente, porque lo
cita Aristóteles, el dios de nuestros maestros. ¿Hay alguno de vosotros bastante
estulto que deje en la calle las joyas y el dinero? Me parece que no, ¡por Hércules!
Los escondéis en el sitio más recóndito, y más aún en el rincón más secreto de
fortísimos cofres, en tanto que lo que no vale nada lo dejáis a la vista; luego si lo
que tiene valor se guarda recóndito y lo vil se deja expuesto, es evidente que la
sabiduría, que se prohíbe esconder, es inferior a la estulticia, que se aconseja
ocultar. Observad el testimonio de las palabras literales: «Más vale el hombre que
oculta su estulticia que el que esconde su sabiduría.
El mismo Cristo, que aun siendo «la sabiduría de su Padre», socorrió a la estulticia
de los mortales, tuvo en cierto modo que hacerse estulto cuando se revistió de carne
mortal, de la misma manera que se transformó en el pecado para redimir el pecado.
Y quiso hacerlo por medio de la locura de la Cruz y de Apóstoles simples a quienes
insiste en recomendar la sandez, apartando la sabiduría, y les da como ejemplo los
niños, los lirios, el grano de mostaza y los pajarillos, seres sencillos, sin inteligencia,
que viven según el instinto, exentos de preocupación y cuidado.
CONCLUSION

Todo lo que aquí se dice se puede resumir en solo unas cuantas palabras: la locura
es el elemento esencial que necesitamos para vivir felizmente. La locura es verdad
absoluta, es la realidad tal y como es. La locura es el motor que pone al mundo en
movimiento, es vitalidad, valor, energía de la cual nadie puede prescindir. La locura
conduce a la más elevada sabiduría, es la madre de todas las pasiones humanas,
es la originadora del amor y de la amistad; los sentimientos más hermosos que hay.
En un mundo como el hoy, los humanos se destruyen unos a otros con el único
objetivo de obtener poder, en vez de utilizar estos esfuerzos para lograr objetivos
de bien común para humanidad. Al mundo de hoy no le vendría nada de mal una
pequeña esencia de esta locura pura.
Uno de los más grandes errores de las personas es creer que no necesita un toque
de estulticia, necedad, tontería, bobadas o simplemente locura como condimento
en su vida.
Es por todo esto y más que la locura es importante y es parte de nuestras vidas
queramos o no aceptarlo, y que nos hace de esta algo más placentero. Por eso
arriba la locura.
“Hay más locos que cuerdos, y en el mismo cuerdo hay más locura que cordura”

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