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Esta pregunta así planteada tiene una suposición de base: Son los adultos quienes
deciden cuándo y cómo se va a iniciar ese aprendizaje.
Si se opta por el NO antes de Primaria las aulas se limpian para que desaparezca toda
traza de lengua escrita: La identificación se hace con dibujos; lápices sólo para dibujar;
(por descuido puede quedar algún calendario, a veces la maestra no se da cuenta y
escribe algo...); la maestra cuanta cuentos pero nunca los lee en voz alta. PROHIBIDO
LEER, PROHIBIDO ESCRIBIR. La escritura, que tiene su lugar en el mundo urbano
circundante, deja de tenerlo en el aula. (Y los niños imaginan que su profesora sabe
leer y escribir).
Pero lo más grave de todo ello es que la pregunta de si se debe o no enseñar a leer y
escribir en Infantil está mal planteada y tanto la respuesta afirmativa como la negativa
presuponen que el acceso a la lengua escrita comienza el día y hora que los adultos
deciden.
Pero además presupone también que los niños sólo aprenden cuando se les enseña.
Los niños inician su aprendizaje del sistema de escritura en los más variados
contextos, porque la escritura forma parte del paisaje urbano, y la vida urbana solicita
continuamente el uso de la lectura. Los niños urbanos de 5 años generalmente ya
saben distinguir entre escribir y dibujar. Si lo que no es dibujo son “letras” o “números”
no es crucial a esta edad; lo importante es saber que estas marcas son para una
actividad específica que es leer, y que resultan de otra actividad también específica
que es el escribir.
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- De los textos mismos, en sus contextos de aparición: libros y
periódicos, carteles callejeros, envases de juguetes o alimentos, prendas de vestir, TV,
vídeos, consolas, ordenadores, etc.
Ninguna de estas situaciones tiene el propósito de informar al niño. Pero el niño recibe
información sobre la función social de la escritura a través de su participación en
dichos actos (aunque sólo observe puede ello involucrar una importante actividad
cognitiva). Es probablemente a través de una amplia y sostenida participación en esta
clase de situaciones sociales como el niño llega a comprender por qué la escritura es
tan importante en la sociedad.
Ningún niño urbano de 6 años comienza la escuela primaria con total ignorancia con
respecto a la lengua escrita. La información recibida ha sido necesariamente
elaborada por los niños para poder comprenderla. Lo que ellos saben no es nunca
idéntico a lo que se les dijo o a lo que vieron. Solamente es posible atribuir ignorancia
a los niños de EI cuando pensamos que el “saber” acerca de la lengua escrita se limita
al conocimiento de las letras.
La educación infantil debería cumplir la función primordial de permitir a los niños que
no tuvieron adultos alfabetizados a su alrededor, o que pertenecen a medios rurales
aislados, obtener esa información de base sobre la cual la enseñanza cobra un sentido
social (y no meramente escolar): la información que resulta de la participación en actos
sociales donde el leer y el escribir tienen propósitos explícitos.
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La EI debería permitir a todos los niños la experimentación libre sobre las marcas
escritas, en un ambiente rico en escrituras diversas, o sea: escuchar leer en voz alta y
ver escribir a los adultos; intentar escribir (no necesariamente copiar un modelo);
intentar leer utilizando datos contextuales así como reconociendo semejanzas y
diferencias en las series de letras; jugar con el lenguaje para descubrir semejanzas y
diferencias sonoras.
Debe haber cosas para leer en las aulas de EI. No se debe mantener a los niños
alejados de la lengua escrita. Tampoco se trata de enseñarles el modo de sonorizar
las letras, ni de introducir las planas y la repetición a coro... Se trata en definitiva no de
si “debemos o no enseñar” sino de DAR A LOS NIÑOS OCASIONES DE APRENDER.
La lengua escrita es mucho más que un conjunto de formas gráficas. Es un modo de
existencia de la lengua, es un objeto social, es parte de nuestro patrimonio cultural.
Afortunadamente, los niños de todas las épocas y todos los países ignoran esta
restricción. Nunca esperan tener seis años y un maestro delante para comenzar a
aprender. Son constructores de conocimiento desde el comienzo mismo. Han tratado
por sí mismo de encontrar respuestas a problemas muy difíciles y abstractos
planteados en el esfuerzo por comprender el mundo que los rodea. Están
construyendo objetos complejos de conocimiento, y el sistema de escritura es uno de
ellos.
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representación, su aprendizaje se convierte en la apropiación de un nuevo objeto de
conocimiento, o sea, un aprendizaje conceptual.
Ahora se sabe que tienen lugar una serie de pasos ordenados antes de que el niño
comprenda la naturaleza de nuestro sistema alfabético de escritura y que cada paso
está caracterizado por esquemas conceptuales particulares, cuyo desarrollo y
transformación vamos a recorrer esquemáticamente.
Ninguno de estos esquemas conceptuales puede ser caracterizado como una simple
reproducción, en la mente del niño, de informaciones provistas por el medio. Esos
esquemas implican siempre un proceso constructivo en el cual los niños toman en
cuenta parte de la información dada, e introducen siempre, al mismo tiempo, algo
propio. El resultado son construcciones originales, tan extrañas a nuestro modo de
pensar que parecen caóticas a primera vista.
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Las escrituras infantiles.
Las primeras escrituras infantiles aparecen, desde el punto de vista figural, como
líneas onduladas o quebradas (zig-zag), continuas o fragmentadas, o bien como una
serie de elementos discretos repetidos (series de líneas verticales, o de bolitas).
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Los periodos de fondo.
Tres son los grandes períodos que pueden distinguirse, dentro de los cuales caben
múltiples subdivisiones:
Teniendo como telón de fondo estos tres grandes periodos antes mencionados se
pueden reestructurar en las siguientes fases:
- Los escritos en esta fase no son más que una imitación de los aspectos formales y
del acto de escribir. No representan otra cosa que la grafía en sí misma o el mismo
acto de escribir.
- Los niños distinguen los escritos -letras- de otros tipos de marcas gráficas pero sin
atribuirles por ello un significado.
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- Hay otro paso, breve en el tiempo, intermedio entre estas escrituras y las
diferenciadas, que vienen a continuación, que consiste en la selección de un grupo
estable de letras que se repite para significaciones diferentes:
SCE 1BDT I
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SCE 1BDT I
SCE 1BDT I
1BDT I
No necesariamente son siempre letras o sólo letras; pueden aparecer algún número
entremezclado y alguna pseudoletra.
- Así, pues, las grafías se van diferenciando, poco a poco, por imitación de las formas
que les presenta el adulto y de los modelos del ambiente. Se van adecuando a la
convención, enfrentándose a un complicado objeto de carácter simbólico.
- Los niños saben que los textos “dicen” alguna cosa y empiezan a formular sus
hipótesis sobre qué pueden decir. (Una niña de dos años, en cualquier objeto, juguete,
etc. en el que identificaba una “A”, decía que era suyo porque sabía que en su nombre
había esa letra).
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interpretación que será atribuida. Los niños exploran entonces criterios que les
permiten, a veces, variaciones sobre el eje cuantitativo (variar la cantidad de letras de
una escritura a otra, para obtener escrituras diferentes), y a veces sobre el eje
cualitativo (variar el repertorio de letras que se utiliza de una escritura a otra; variar la
posición de las mismas letras sin modificar la cantidad). La coordinación de ambos
modos de diferenciación (cuantitativos y cualitativos) es difícil aquí como en cualquier
otro dominio de la actividad cognitiva.
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A partir de este momento hay un cambio muy importante al descubrir que realmente
existe una relación entre la lengua oral y la lengua escrita.
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III) Escritura silábica
En estas primeras fases lo escrito no está regulado por diferencias o semejanzas entre
los significantes sonoros. Es la atención a las propiedades sonoras del significante lo
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que marca el ingreso al tercer gran período de esta evolución (la fonetización). El niño
comienza por descubrir que las partes de la escritura (sus letras) pueden corresponder
a otras tantas partes de la palabra escrita (sus sílabas).
- Para cada sílaba de la lengua oral, escribe una letra cualquiera (sin valor
sonoro convencional):
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- Para cada sílaba de la lengua oral, escribe la vocal que le corresponde (con
valor sonoro convencional):
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- Para cada sílaba de la lengua oral, escribe la vocal y/o consonante (con valor sonoro
convencional sobre vocales y/o consonantes):
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hasta llegar a la relación sistemática entre las mínimas unidades no significativas de
la lengua oral y la lengua escrita llegando a la correspondencia entre sonidos y grafías
-escrituras alfabéticas-.
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IV) Escrituras Alfabéticas
Los conflictos antes mencionados (a los que se agrega a veces la acción educativa,
según la edad que tenga el niño en ese momento), van desestabilizando
progresivamente la hipótesis silábica, hasta que el niño tiene el valor suficiente para
comprometerse en un nuevo proceso de construcción. El período silábico-alfabético
marca la transición entre los esquemas previos en vías de ser abandonados y los
esquemas futuros en vías de ser construidos. Cuando el niño descubre que la sílaba
no puede ser considerada como la unidad, sino que ella es, a su vez, reanalizable en
elementos menores, ingresa en el último paso de la comprensión del sistema
socialmente establecido, que es el de relacionar cada letra que escribe con un sonido
que discrimina. Y, a partir de allí, descubre nuevos problemas: por el lado cuantitativo,
que si bien no basta con una letra por sílaba, tampoco puede establecerse ninguna
regularidad duplicando la cantidad de letras por sílaba (ya que hay sílabas que se
escriben con una, dos, tres o más letras); por el lado cualitativo, se enfrentará a los
problemas ortográficos (la identidad de sonido no garantiza identidad de letras, ni la
identidad de letras la de sonidos).
Este paso, importante para el dominio del código que permite la escritura autónoma,
pasa por una serie de conflictos:
En esta fase toma cuerpo el concepto de todos conocido “ortografía natural”, que no
es otra cosa que la producción de escritos que representen la pronunciación de una
forma absolutamente regular, sin alteraciones de ningún tipo (se representa lo que se
pronuncia y sólo eso, y siempre de la misma manera, lo que se pronuncia unido se
escribe unido, etc.)
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V) Fase Ortográfica
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VI) A modo de conclusión de las fases
Todo esto condiciona por tanto la forma de elaborar un proyecto curricular tanto en su
contenido como en su estructura. Y el modelo curricular que da una respuesta
apropiada es el llamado curriculum en espiral, es decir, un curriculum recurrente, no
lineal sino en espiral, retomando constantemente y a niveles cada vez superiores los
núcleos básicos de cada materia.
Una programación cíclica ha de incluir desde el principio todos los elementos que
constituyen un texto escrito: aspectos gráficos, nocionales y/o conceptuales y
funcionales (tipologías de textos).
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- Los objetivos de aprendizaje no se conquistan de forma consecutiva y de una
vez por todas, sino que se aprende por medio de generalizaciones progresivas en
diferentes contextos con la ayuda de otros que participan en la negociación de los
significados y de las formas y normas convencionales.
A) Existe una polémica tradicional acerca del orden en que deben introducirse las
actividades de lectura y las de escritura. En la tradición pedagógica norteamericana la
lectura precede regularmente a la escritura. En América Latina la tradición se inclina
hacia una introducción conjunta en ambas actividades (y por eso se ha cuajado la
expresión “lecto-escritura”). Ello no obstante, se espera habitualmente que el niño
pueda leer antes de escribir por sí mismo (sin copiar). La inquietud de los maestros
subsiste: una de las preguntas reiteradas que formulan gira alrededor de esto (¿deben
los niños leer antes de escribir?). Si se piensa que la enseñanza de la lengua escrita
tiene por objetivo el aprendizaje de un código de transcripción, es posible disociar la
enseñanza de la lectura y de la escritura en tanto aprendizaje de dos técnicas
diferentes, aunque complementarias.. Pero esta distinción carece totalmente de
sentido cuando sabemos que, para el niño, de lo que se trata es de comprender la
estructura del sistema de escritura y que, para tratar de comprender nuestro sistema,
efectúa tanto actividades de interpretación como de producción. La idea misma de la
posibilidad de disociar ambas actividades es inherente a la visión de la enseñanza de
la escritura como la enseñanza de una técnica de transcripción.
Vamos a considerar únicamente las suposiciones que esto encierra con respecto a la
información disponible. La lengua escrita es un objeto de uso social, con una
existencia social (y no meramente escolar). Cuando los niños habitan un ambiente
urbano, encuentran escrituras por todas partes (letreros de la calle, envases
comerciales, propagandas, carteles en la TV, etc.). En el mundo circundante están
todas las letras, no en un orden preestablecido sino con la frecuencia que cada una de
ellas tiene en la escritura de la lengua. Todas las letras en una gran cantidad de estilos
y tipografías. Nadie puede impedir al niño que las vea y que se ocupe de ellas. Como
tampoco nadie puede honestamente pedir al niño que solamente pida información a su
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maestro, sin solicitar jamás información a otras personas alfabetizadas que puede
haber en su entorno (hermanos, amigos, tíos...).
Podríamos continuar de esta manera con el análisis de otras prácticas, que son
reveladoras de la concepción que tienen quienes enseñan acerca del objeto y del
proceso de aprendizaje. Es la transformación de esas prácticas lo que es realmente
difícil, ya que obliga a redefinir el papel del maestro y la dinámica de las relaciones
sociales dentro y fuera del salón de clase. Es importante indicar que de ninguna
manera se desprende de lo anterior que el maestro debería limitarse a ser mero
espectador de un proceso espontáneo. Fue Ana Teberosky, en Barcelona, la primera
que se atrevió a hacer una experiencia pedagógica sobre la base de lo que, a mi juicio,
son tres ideas simples pero fundamentales: a) dejar entrar y salir a buscar información
extra-escolar disponible, con todas las consecuencias que ello entraña; b) el maestro
no es más el único que sabe leer y escribir en el salón de clase; todos pueden leer y
escribir, cada quien a su nivel; c) los niños que aún no están alfabetizados pueden
contribuir provechosamente a la propia alfabetización y a la de sus compañeros,
cuando la discusión a propósito de la representación escrita del lenguaje se convierte
en una práctica escolar (Teberosky, 1982).
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Conclusiones
De todo lo que antecede queda claro que, desde nuestro punto de vista, los cambios
necesarios para enfrentarse sobre las nuevas bases a la alfabetización inicial no se
resuelven con un nuevo método de enseñanza, ni con nuevos test de madurez o de
pre-detección, ni con nuevos materiales didácticos (particularmente nuevos libros de
lectura).
Es preciso cambiar los puntos por donde hacemos pasar el eje central de nuestras
discusiones. Tenemos una imagen empobrecida de la lengua escrita: es preciso
reintroducir en la consideración de la alfabetización la escritura como sistema de
representación del lenguaje. Tenemos una imagen empobrecida del niño que aprende:
lo reducimos a un par de ojos, un par de oídos, una mano que toma un instrumento
para marcar y un aparato fonatorio que emite sonidos. Detrás de eso hay un sujeto
cognoscente, alguien que piensa, que construye interpretaciones, que actúa sobre lo
real para hacerlo suyo.
Un nuevo método no resuelve los problemas. Hay que reanalizar las prácticas de
introducción a la lengua escrita, tratando de ver los supuestos que subyacen a ellas, y
hasta qué punto funcionan como filtros de transformación selectiva y deformante de
cualquier propuesta innovadora.
En este contexto, podemos pensar que los objetivos e intenciones del maestro no
coinciden necesariamente con las hipótesis, intereses y motivaciones del niño, siendo
por tanto necesario tener en cuenta que una misma situación de enseñanza y
aprendizaje dará lugar a interpretaciones diferentes y por tanto habrá diferentes
grados de significación en los diferentes sujetos.
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Estas constataciones nos llevan a las siguientes consideraciones:
- Las diferentes respuestas elaboradas por los alumnos no han de ser consideradas -
como se ha hecho tradicionalmente- como “errores”, sino como etapas aproximadas y
progresivas que llevan finalmente a la formación del concepto.
- El maestro debe cuidar que el contenido de conocimiento tenga una lógica interna, es
decir, que esté bien estructurado y no sea arbitrario -significatividad lógica- y que a la
vez tenga en cuenta el conocimiento previo del alumno para afrontar la adquisición de
nuevos conocimientos (significatividad psicológica).
- Las situaciones de lectura y escritura deben ser lo más próximas posible a las
situaciones reales de leer y escribir. Los niños han de tener la ocasión de leer y
escribir textos distintos para finalidades diferentes.
- Deben permitir a los niños tomar opciones y participar en la selección de textos y/o
del grupo con los cuales realizar un trabajo determinado.
- Deben posibilitar que todos los niños puedan participar en la escritura de un texto
según su nivel de conceptualización, por lo tanto, las actividades propuestas han de
ser abiertas y permitir diferentes respuestas.
- Deben facilitar el intercambio de información entre los mismos niños y entre niños y
maestro.
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Cuando se trabaja en pequeños grupos es necesario tener en cuenta que:
- Es importante que a lo largo del curso los niños participen en la propia evaluación de
su progreso, y ayudarles a comparar, por ejemplo, sus trabajos con los que fueron
escritos primero.
- Desde los primeros días se puede anticipar a los niños el tema sobre el que se va a
escribir y también aquellos aspectos formales o nocionales sobre los que se va a
incidir.
Para desvelar el enigma hay que hacerlo surgir ante todo. En los primeros días de
clase se intenta que los alumnos se vayan conociendo y se familiaricen con el espacio
que van a ocupar. Todo se desarrolla a base de un permanente diálogo con ellos, y en
estas conversaciones iniciales surgen los primeros interrogantes: ¿por qué vamos a la
escuela?, ¿Qué nos gustaría hacer?, ¿Necesitamos leer?... Y a medida que el diálogo
avanza surgen diferentes situaciones en las que se hace patente la necesidad de leer
y también los diferentes tipos de textos que leen los mayores.
Se acuerda que irán aportando “cosas que se puedan leer”, con la colaboración de las
familias.
Llegan los primeros textos (cuentos y libros). Responde a lo que las familias
interpretan que se necesita en la escuela. Pero a la “hora del bocata” se constata que
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los envoltorios, las latas,... “llevan letras”, “dicen cosas” y, por consiguiente, también se
guardan. La conclusión es que todo lo que contiene texto escrito es válido.
La conversación acerca de todo lo que llega suele hacer referencia a los siguientes
aspectos: ¿Cómo nos ha llegado?, ¿quién debe haberlo escrito?, ¿De qué tipo de
texto se trata?, características gráficas formales, el destinatario, la función, el
contenido de la información...
También en la calle
Un alumno hace notar que en la calle hay cantidad de texto escrito. Una salida
fotográfica nos permite captar todos los tipos de “textos” que no caben o no podemos
transportar al aula. (Se elabora un álbum).
- La presencia del color (aquest amb aquest perquè tots dos tenen blau)
- El tamaño
- La medida
- El tipo de material
Los criterios de clasificación son motivo de debate; van cambiando de un día a otro. Al
final se llega a una clasificación según el soporte material del texto (bolsas, ropa,
pegatinas, revistas...); los libros y los cuentos se sitúan en un estante aparte con el
nombre de biblioteca: se inicia la biblioteca del aula.
Todo esto va a ser el material con el que aprenderán a leer, y hay que encontrar, por
tanto, espacios para utilizarlo: - Espontáneamente; - En los tiempos dedicados a los
“rincones” (momentos ideales para que el profesor incida en el proceso lector, tanto a
nivel individual como en grupo pequeño); - De una manera sistemática, una vez a la
semana: con el objetivo de analizar un texto con una cierta profundidad, leer un texto
diferente en cada ocasión, etc.; - Cuando surge la necesidad, cuando se hace
necesario recurrir al texto para resolver interrogantes...
Los estantes se van ampliando según las necesidades y son consultados de forma
continuada.
Si los alumnos a esta edad son capaces de realizar este tipo de clasificaciones
basadas en criterios sencillos, más adelante, en primaria, serán capaces de diferenciar
los tipos de textos, de reconocer y enumerar más extensamente aspectos formales
característicos de cada uno de ellos, clasificarlos por funciones, discriminar algunas de
sus características lingüísticas, y podrán profundizar en los procesos de elaboración
textual.
Estamos a finales del primer trimestre de 5 años. En este caso el objetivo es doble: por
una parte, trabajar un anuncio (elementos, intencionalidad, destinatarios, etc.) y
posibilitar su lectura; pero también, a partir de la imagen, posibilitar el inicio de la
explicitación de las relaciones existentes entre los diferentes elementos de la imagen,
mediante un esquema que facilite la estructura narrativa posterior, ya que, de la misma
manera que los cuentos tienen su héroe o protagonista, también los anuncios tienen
los suyos y, a su manera, explican una historia o pueden ser parte de ella.
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Así la maestra lee y ayuda a leer todo aquello que los niños no pueden, aprovechando
cualquier ocasión para que expliciten las estrategias que utilizan cada uno de ellos y,
poco a poco, se va descifrando el significado del texto, intentado relacionar las
imágenes con el mensaje central y con la intención del anuncio, ya que la imagen nos
anticipa información, pero en los anuncios, normalmente, se trata sólo de una parte del
mensaje que necesita ser complementada con el texto. (Hay imágenes de anuncios
que llevan a contradicciones: los pechos de una mujer con el coche FIAT -”hay cosas
que sólo ocurren en verano”).
Una vez leído y comentado el texto, la maestra propone: - Què surt a l’anunci? Quines
coses pensam que són les més importants? (Van dient NIN, MARE, CEREALS,
paraules que la mestra col.loca a manera de llista y encerclades a la pissarra, per
demanar tot seguit:) Si dic aquestes paraules (les llegeix separant-les molt) s’entén el
que vol dir l’anunci? Hi ha algú que les ajuntaria d’alguna manera? Surt n”Aina y escriu
NIN i MARE, una davall l’altra y les uneix amb una fletxa). - Què vol dir aquesta fletxa?
(mestra). - Que el nin juga amb la mare. (Aleshores passam a escriure la paraula
JUGA sobre la fletxa). I la mare MIRA es nin (Pere). (Y es traça una segona fletxa amb
la paraula MIRA devora). - Però també el nin mira la mare... (Gori). (I s’acorda la doble
direcció de la fletxa per no posar-n’hi dues). A poc a poc, amb diferents intervencions
va quedant l’esquema següent:
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(Después salen diversos alumnos a leer-lo. Constatan que pueden empezar por
diferentes elementos y elegir el significado de una flecha o de otra, o de ambas, de
manera que el relato puede tener más o menos duración).
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En una segunda sesión y a partir del esquema fotocopiado todos escriben en forma
narrativa lo que oralmente explicamos en la sesión anterior:
LNIUGALMARE. SAMAREIRAESNIN.
LAMARACORASEREALS PELSUNIN
Y ESNINMIR A AS E MAMA.
SILVIA
Qué hacen individualmente después del proceso: - Interpretar imágenes con ayuda del
esquema y escribir de forma personal la narración de la “historia” que contiene el
anuncio.
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A modo de resumen: ¿qué permite el trabajo a partir de diferentes textos?
- Analizar la función que tiene cada uno de tales soportes y de los textos y para qué
los utilizamos.
- Facilitar el proceso de escritura por las relaciones existentes entre ambos proceso y
por las posibles implicaciones posteriores en actividades de escritura en las que los
textos nos sirven, entre otras: para identificar y localizar palabras (elaboración de
listas, rótulos, etc.); para copiar; como referencia escrita (confrontarla con la escritura
propia); para localizar información.
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Toda esta información es interesante y conveniente revisarla a lo largo del curso en las
entrevistas que se tengan en particular con cada familia.
Es tarea conjunta de familia y profesorado posibilitar que los niños se den cuenta de
que todo lo que está escrito tiene un significado y de que nada es gratuito, y despertar
así la curiosidad y el interés por conocer lo que dice.
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