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INSTITUTO DEL PROFESORADO

JOAQUÍN. V .GONZÁLEZ

Materia: Estética

Profesor: Luis María Lorenzo

Estudiante: Martín Enrique Nieto

DNI: 33.698.927
La Estética como una relación entre el autor, su obra y el intérprete.

La escritura de este ensayo gira en torno a la pregunta ¿Qué es la estética? Pero

orientada más hacia una segunda pregunta que sería ¿Cuál es su objeto de

estudio? A partir de los textos trabajados en la cursada esbozaré una hipótesis e

intentaré fundamentarla, mas no resolverla ni confirmar su certeza, ya que por el

momento no lo creo posible.

A grandes rasgos podría decirse que la Estética se refiere al arte, a la belleza y a la

sensibilidad humana ante ella. Pero a esta escueta aproximación habría que

agregarle que la sensibilidad abarca elementos que escapan a la noción de belleza

que conmueven y movilizan (provocan una reacción sensible) y que la descripción

hecha anteriormente así enunciada parece tratar de cuestiones aisladas y sin

conexión entre ellas.

Al intentar tomar una posición propia más ordenada, creo ver en la Estética el

abordaje o estudio de una relación de conocimiento, similar a la de la gnoseología

pero parcialmente diferente, sin tratarse estas diferencias de cuestiones valorativas.

Elena Oliveras explica en Estética, La cuestión del arte que para Baumgarten la

Estética es Gnoseología inferior “Ciencia del conocimiento sensitivo”. Mientras que

las cosas conocidas lo son por una facultad superior, las cosas sensitivas lo son por

una facultad inferior (sensible). Así también Estrada Herrero afirma que en el

pensamiento de Baumgarten el conocimiento estético es inferior al lógico en tanto

que es una “percepción oscura” del conocimiento intelectual. Por el contrario a mi

entender al ser el arte uno de los factores en esta relación estudiada incluye el

universo de lo simbólico por lo que no se circunscribe a lo puramente sensible sino

que recurre a la emotividad, como facultad más ligada a lo intelectual/racional. Un


conocimiento simbólico, metafórico o artístico que es menos transparente y directo

que otro tipo de conocimiento más “puro” o menos intermediado. Pero no por eso

inferior, sino de otro carácter quizá más interpretativo y menos directo, más

propenso a la contradicción y a la diferencia por su propia constitución.

Michel Onfray sostiene que el arte procede como un lenguaje, con su gramática, su

sintaxis, convenciones y estilos. Afirma también que quien ignore la lengua en la que

está escrita una obra de arte se priva para siempre de comprender su significado y,

por tanto, su alcance.

Acordando en que el arte procede como un lenguaje, creo entenderlo como un

lenguaje oracular, solemne y ambiguo que siempre abre caminos de incertidumbre o

nos conmueve. Que despierta una inquietud, que moviliza alguna íntima fibra, que

es constitutivamente y por si inexplicable, si por explicación se entiende pleno

acceso a su significado originario y único del cual siempre algo quedará oculto. Ya

que al entenderlo como una relación asumo que una porción de significado es

incognoscible por el “espacio vacío” entre el creador, su obra y el observador

intérprete.

Podría decirse a partir del texto de Fragasso que ese espacio vacío es completado

muchas veces por la crítica, en la cual Adorno detecta un “elemento usurpatorio” en

su mismo origen. El crítico era en su génesis un mero “informador” que orientaba al

público, pero se erigió luego en juez. Como juez en cosas de arte, el crítico cumple

la función de iniciar y guiar al público acerca del valor y significado de las obras de

arte. Pero en definitiva la obra permanece inalcanzable. De todas formas pareciera

que la crítica ha usurpado funciones que no puede cumplir pero que tampoco puede

abandonar, permaneciendo afuera de aquello a lo que debería otorgar la palabra: la

obra de arte.
Cuando la obra de arte abandona a su autor o este decide terminarla y se desprende

de ella, su significado no muta sino que se desborda y pasa a formar parte del cauce

incesante de la interpretación.

Interpretación que es una etapa constitutiva de la relación entre el artista, su obra y

el espectador. Relación entendida como un dialogo siempre abierto y cambiante

entre el artista y su obra con quien la observa e interpreta.

La relación (dialogo) abordada no es entre dos polos estáticos, no es una relación

simple, ni un hecho comunicacional entre un emisor y un receptor. Sino que hay un

creador originario que es el autor de la obra, la cual una vez terminada es una fuente

inagotable y atemporal de diversos significados y sentidos que exceden lo planteado

originalmente por el creador de la obra y son producto de la interpretación del

espectador. Es prácticamente imposible escindir el significado creado por el autor

del dado por quien interpreta, se entremezclan y se funden. La obra la entiendo

como disparador de reflexiones sensibles y emotivas que aunque puedan no dar con

el significado puro y claro (significado original) de la obra, tampoco lo traicionan sino

que lo interpretan y reinterpretan bajo su propia sensibilidad.

Hace un tiempo me topé en un artículo con la distinción hecha por Benjamin entre

Símbolo y Alegoría, más allá que no pude profundizar en ella me pareció acorde a lo

que intento explicar ahora.

Dicha distinción deja ver que el símbolo es estático mientras que la alegoría

presenta capas de significado. Las capas de significado permiten una multiplicidad

de interpretaciones posibles que conviven paralelamente y no se contradicen entre

sí.

En este trabajo al intentar plantear la cuestión estética como el abordaje de la

relación o dialogo entre el autor, su obra de arte y el espectador creo primordial la


cuestión de la interpretación de la obra la cual adquiere mayor campo de acción con

la distinción entre Símbolo y Alegoría y sus consecuencias.

No se trata aquí de afirmar que toda obra de arte es una Alegoría, sino que puede

ser interpretada como tal, porque pueden encontrarse en ella distintas capas de

significado y múltiples interpretaciones sin que haya contradicción con la intención

original del autor.

De alguna manera la obra de arte siempre es en tanto que es conocida y en ese ser

conocida, es interpretada. La interpretación rara vez coincide plenamente con el

significado original dado a la obra por el autor, pero no por eso hay un defecto en el

acceso a la experiencia de ella, se trata de una interpretación entre tantas otras de

los múltiples significados posibles de la obra. Estos múltiples significados coexisten,

conviven y muchos de ellos exceden lo pensado por el autor para dicha obra, de

alguna manera la obra está sujeta a la interpretación que es continuamente

cambiante y múltiple a su vez. Una vez terminada la obra de arte queda suelta en el

caudal de interpretaciones, la obra nunca se modifica sino la visión que de ella se

tiene y nunca se agota la posibilidad de darle (encontrarle) un nuevo significado

posible.

La multiplicidad de interpretaciones es posible entendiendo al arte como una fuente

de inquietudes pero no de respuestas ni verdades cerradas, ver el arte como

disparador de incertidumbres y emociones, conmoviendo y movilizando.

Decía anteriormente que al entender la estética como el estudio o abordaje de una

relación de conocimiento, se debe aclarar que es una relación compleja y no una

relación simple donde hay un emisor, un mensaje y un receptor pasivo. Hasta aquí

me he referido a ella como la relación entre el autor, su obra y el observador

intérprete, siendo la interpretación y la multiplicidad de significados de la obra

fundamentales en la dinámica de esta relación. Afirmé también que una vez que el
autor se desprende de su obra, al finalizarla, esta deriva ya en un inagotable caudal

de interpretaciones, siendo ella fuente de múltiples significados, que conviven y

coexisten sin traicionar el significado original/originario que el autor pensó para ella.

Así mismo siempre algo de su significado original queda parcialmente oculto, por ser

inalcanzable para el observador intérprete, esto es parte constitutiva de esta relación

por el vacío interpretativo que acontece entre el autor, su obra y quien tiene acceso

a ella, siendo la obra de arte más que una fuente de verdades un disparador de

incertidumbres e inquietudes que nos movilizan y conmueven. El lenguaje del arte lo

entiendo como oracular y alegórico, accesible solo mediante la interpretación, sin

respuestas cerradas sino sirviendo de apertura a nuevos horizontes creativos e

interpretativos. Aquí es preciso incorporar la problemática distinción entre una

participación pasiva o una participación activa del observador. La obra de arte es

creada por el autor y luego es observada e interpretada por quien tiene acceso a

ella, este acceso puede ser una simple contemplación pasiva o una interpretación

que otorga cierto sentido a la obra, puede la obra influir en el espectador o el

espectador asimilar la obra de diferentes maneras y bajo diversas ópticas.

Yendo al análisis de los textos trabajados en Platón parece encontrarse la postura

del sujeto más pasiva. Ya que siendo el arte claramente afín a lo sensible, existe en

Platón la intención de apartarse de ello preponderando lo inteligible por sobre lo

sensible. Se busca lo divino y superior orientándose hacia el bien, lo bello es lo

bueno y lo divino. Cabe destacar que así también el amor platónico es

contemplativo, se contempla la idea de bien. La idea de manía encontrada en el

Fedro es aparentemente creadora, nos vincula con lo bello siendo así una especie

de inspiración divina, de esta manera divinidad y verdad se equiparan. La manía

está ligada a lo sensible pero siempre en permanente búsqueda de desprenderse de

ello. En cambio en Republica la manía comienza a ser denigrada por su atadura al


cuerpo a partir de la noción de mimesis como representación de lo meramente físico.

En clase vimos que hay diversas traducciones existentes para mimesis como:

imitación, expresión, representación e interpretación. En este caso es tomada como

imitación o copia (al modo de los actores) y esa ligazón a lo aparente la sujeta a lo

corpóreo como algo propio de la ignorancia. Platón manifiesta una gran

desconfianza hacia el Arte, esta es importante en cuanto debe cumplir una función

pedagógica, contribuir a la formación del individuo.

Pero cabe aclarar que en Platón el término traducido por Arte es Téchne, que cubría

una amplia gama de oficios y técnicas y designaba una habilidad productiva.

En Aristóteles la cuestión cambia parcialmente a lo visto en Platón. Pero a mi

entender la obra de arte, sigue siendo lo central dando un lugar derivado al sujeto

que tiene acceso a ella.

Aristóteles define a la téchne como poiesis (hacer) y epistéme (conocimiento) así el

arte pasa a ser conocimiento poietico. Aquí me resultó importante una aclaración

hecha por Elena Oliveras en Estética, la cuestión del arte “En tanto poiesis es hacer

y supone el desprendimiento de la obra respecto del autor: sale una obra a la luz.”

Ya que me encontré varias veces durante la escritura de este ensayo hablando del

desprendimiento de la obra de su creador al ser terminada.

El Arte para Aristóteles es una actividad específicamente humana alejándose así de

la concepción platónica ligada a la inspiración divina.

Aristóteles le asigna al arte una función catártica, la catarsis como un modo de

purificación o liberación. La forma más elevada del arte, la tragedia (que distingue de

la comedia y de la epopeya) ayuda a descargarse de las pasiones, devolviendo al

alma el equilibrio perdido. La catarsis trágica permite preservar o recuperar la salud

del alma, como equilibrio y justa proporción de los afectos.


La catarsis es introspectiva, una especie de dialogo con la obra, en ese punto el

problema que plantee en este ensayo el de la Estética como abordaje de una

relación o dialogo encuentro puntos de contacto pero la catarsis es producida por la

obra, la tragedia te obliga a hacer catarsis, en ese punto creo que el sujeto intérprete

sigue estando un tanto estancado o quieto.

En Kant creo encontrar la postura más afín a lo que intenté plantear en este ensayo.

Se da en él una liberación del hombre de su incapacidad, que consiste en la

imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro, servirse de su propia

razón.

Kant provoca de esta manera una revolución similar a la copernicana, que consiste

en demostrar que el conocimiento no está determinado por los objetos externos sino

por el sujeto. El predicado del juicio de gusto refiere no al objeto sino al sentimiento

del sujeto. El juicio estético es reflexionante, subjetivo (a priori), no del objeto y de la

representación sensible, su finalidad es el juicio de gusto. No se refiere al objeto

estético, sino a la representación sensible y facultades de la sensibilidad que

acontecen en el sujeto. El objeto solo funciona como disparador, desencadenando la

representación sensible que es del sujeto. La obra tiene carga objetiva está hecha

para generar reacciones sensibles. A partir de la afirmación del desinterés del juicio

de gusto, se da la pretensión de universalidad subjetiva, dándole así validez

intersubjetiva no es placer para mí sino que proviene de la representación sensible.

Lo que el juicio de gusto pone de manifiesto es nuestra capacidad de juicio reflexiva

con ella no conocemos nada del objeto, se produce una vuelta de la conciencia

sobre sí misma, una reflexión. Al ser el juicio subjetivo cuesta comprender su

universalidad, Oliveras explica que la comunicabilidad universal se encuentra en la

armonía de las facultades de entendimiento e imaginación como es necesario para

el conocimiento en general.
Por ello es que considero la postura kantiana la que más influyó en mi toma de

postura propia para la escritura de este ensayo: un sujeto que reflexiona a partir de

la obra como disparador de reacciones sensibles.

Hegel por su parte se opone a la subjetividad, porque ella implicaría encerrarse en el

sujeto. La conciencia es diferente a la conciencia subjetiva, es todo, es la conciencia

de la idea. El espíritu es superior a la naturaleza y sus productos, el individuo es un

accidente del espíritu, es Dios quien se piensa a sí mismo. Toda experiencia es de la

conciencia supraindividual. Hegel realiza varias críticas a Kant por considerar que se

queda en el instrumento de conocimiento y niega la posibilidad de conocer lo

absoluto. Para el Dios se reconoce a través del arte, la religión y la filosofía. El arte

es la manifestación sensible de la autoconciencia o idea, que podría entenderse

como Dios pensándose a sí mismo, el arte en Hegel es teocéntrica. En cuanto el

arte se vuelve expresión humana y deja de ser expresión de lo absoluto muere, no

tiene nada más para decir hacia el espíritu, queda relegado tan solo para expresión

humana, para lo humano, no tiene relación con el develamiento de lo absoluto.

Inicié la escritura del ensayo buscando explicar la dificultad de entender a la Estética

como el estudio de una relación o dialogo de conocimiento afirmando el carácter

interpretativo y de multiplicidad de significados de la obra de arte, para luego intentar

plantear el problema del lugar del sujeto en esa relación o dialogo entre el autor, su

obra y el espectador. Analizando finalmente la importancia del sujeto que vivencia la

obra de arte en cada uno de los autores. En resumen creo que me posicioné

centralmente en la postura de Kant, sobretodo en la función fundamental del sujeto

que reflexiona y el carácter de disparador de reacciones sensibles de la obra de arte.

Así también me pareció que la postura más alejada a lo planteado era la platónica

por ser mayormente contemplativa, que en Aristóteles la función catártica del arte es

más activa pero es producto de la obra y en Hegel además de mis dificultades para
entenderlo correctamente creo haber encontrado en su postura una vuelta a cierta

dependencia del sujeto al espíritu que se desenvuelve en el arte.

Bibliografía:

ESTRADA HERRERO, D., Estética, Capítulo 1, Herder, Barcelona, 1988, pp. 21-39.

FRAGASSO, L., “Algunas reflexiones sobre arte, crítica y política”, Pensamiento de


los confines, Nº 18, 2006, pp. 43-52.

ONFRAY, M., “¿Siempre hace falta un descodificador para comprender una obra de
arte?”, Antimanual de filosofía, EDAF, 2005, pp. 66-71.

ARISTÓTELES, Poética, Colihue, Bs. As., 2004, (Capítulos IV-VII).

PLATÓN, El Banquete, Agebe, Bs. As, 2013, (§ 201d-212a).

PLATÓN, Fedro, RBA, España, 2008, (§ 244a-252c).

PLATÓN, Republica, Eudeba, Bs. As, 2014, (Lib. X, § 595a-608b).

KANT, E, Crítica del juicio, Losada, Bs. As., 2005 [“Analítica de lo bello” y “Analítica
de lo sublime” (§ 1 a 29 / 42 a 49 / 59)]

HEGEL, G. W. F., Fenomenología del Espíritu, FCE, México, 1966 (Cap. VII)

OLIVERAS, E., Estética, La cuestión del arte, Capítulo 1-2-4-5, Ariel, Bs. As, 2005,
pp. 21-39.

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