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sobrecostos y fallas.
Pocas horas antes de este suceso, una de las bombas nuevas instaladas
por la empresa coreana SKEC, había salido de operación, despertando
temor entre los trabajadores y obligando a parar la planta. Desde hace 10
años los paros son eventos frecuentes y ya no sorprenden.
Entre sobresaltos, fantasmas y ácido sulfhídrico, los obreros aún
recuerdan las emocionadas palabras de Rafael Correa Delgado,
ofreciendo acabar con la tragedia de la refinería: incendios, paros,
contaminación, corrupción, enfermos, muertos. “Todo esto será parte del
pasado”, les aseguró el Presidente, ese día en que se inauguró la
revolución petrolera, el mismo momento de inicio de la modernización de
la más importante refinadora del país. Desde entonces, los obreros llevan
tres mil días de espera, ocho años de zozobra e incertidumbre,
aguardando el milagro.
LA EMERGENCIA MÁS COSTOSA DE LA HISTORIA: U$ 1500
MILLONES EN 8 AÑOS
Por alguna señal del destino, a la Fuerza Naval que 40 años atrás (1974)
-gobierno revolucionario de Guillermo Rodríguez Lara- le correspondió
construir la más importante planta refinadora del país (REE), ahora en el
gobierno de la revolución ciudadana (2007), le tocó la enredada tarea de
reparar la antigua estructura, diseñada y fabricada en esa época por el
consorcio japonés Sumitomo Chiyoda.
El 19 de marzo de 1974, a solo dos años de que fluyera el primer barril
de petróleo de la Amazonía, el régimen militar adjudicó la construcción de
REE a Chiyoda, una de las más calificadas constructoras del mundo, para
procesar 55 mil barriles diarios de petróleo liviano de 28 grados API, por
un monto de U$ 160 millones de dólares. Pese a las limitaciones
tecnológicas del momento, en apenas tres años (1977) Chiyoda entregó
la obra concluida, mientras un grupo de jóvenes técnicos ecuatorianos,
entrenados previamente en la refinería colombiana de Barranca Bermeja,
hicieron la proeza de arrancar el complejo refinador.
LEÓN FEBRES CORDERO, SIXTO Y JAMIL
Con el objetivo de responder a la demanda interna de derivados, en
mayo de 1985, gobierno de León Febres Cordero, se amplió la capacidad
de refinación a 90 mil barriles día, a través de la misma Sumitomo
Chiyoda, por U$ 114 millones.
Posteriormente, el gobierno de Sixto Durán Ballén (1995), luego de un
controvertido proceso licitatorio, en el cual quedaron en el camino
famosas constructoras como Kellog, Distral y la propia Sumitomo
Chiyoda, adjudicó un contrato por U$ 200 millones para una nueva
ampliación, esta vez a 110 mil barriles día, e incluir modificaciones para
procesar crudos pesados de 23 grados API. La adjudicataria fue la
cuestionada empresa española, Técnicas Reunidas, ganó el concurso por
una diferencia de U$ 7 millones de dólares, frente a la oferta de Chiyoda.
La obra se entregó en 1998, durante el gobierno de Jamil Mahuad, en
medio de agrios cuestionamientos.
Las controversias iban desde la falta de experiencia de Técnicas
Reunidas, injustificada demora en la entrega de la obra, hasta
advertencias del peligro de introducir crudo pesado (Mayor contenido de
azufre) a una planta diseñada para crudos livianos. En ese tiempo, varias
voces alertaron que se acabaría provocando daños a la infraestructura
original.
La realidad fue lapidaria: los equipos empezaron a colapsar afectando al
resto de la planta. Las paralizaciones emergentes se volvieron una
constante. Pero lo más grave fue la reducción sustancial en la generación
de derivados: Lpg, Diesel y Naftas, fuera de especificación, así como un
alto volumen de residuo (50% de la carga) el cual debe ser mezclado con
diluyente importado para obtener el Fuel Oil de exportación.
La Contraloría del Estado, en su informe de 2013, confirmó la existencia
de fallas estructurales en esa ampliación, principalmente la condición de
las plantas de recuperación de azufre y de sosa gastada, que nunca
entraron en operación. Además, el organismo de control confirmó que las
constantes paralizaciones de la planta son consecuencia de las obras
ejecutadas por la empresa española.
Algunos de quienes recibieron a “entera satisfacción“ esas plantas, son
altos funcionarios del actual gobierno, encargados de la repotenciación de
la refinería. Cálculos económicos estiman un lucro cesante de $ 1000
millones de dólares, pero ninguna autoridad se ha atrevido a iniciar
proceso judicial alguno en contra de Técnicas Reunidas.
Los dos factores principales que afectaron a refinería Esmeraldas fueron: la
baja del API del crudo de 28 a 23, y la deficiente ampliación realizada en
1998 por Técnicas Reunidas. Plantas enteras como la de azufre y sosa
gastada nunca entraron en operación
UNA MEZCLA QUE ORIGINÓ UN PERJUICIO DE U$ 2500
MILLONES
El origen de los problemas de la refinería, radica en la mezcla del petróleo
liviano de Petroecuador, con el crudo pesado de las compañías
extranjeras, que produjo un crudo de 23 y 24 grados API, a ser
transportado desde Lago Agrio hasta Balao por el oleoducto
transecuatoriano SOTE. Este crudo es utilizado en exportación y como
materia prima para la refinería Esmeraldas.
La cuestionada decisión de mezclar los crudos, implicó un perjuicio al país
superior a los U$ 2500 millones de dólares; la misma fue adoptada desde
el año 1992, gobierno de Rodrigo Borja, por recomendación de la firma
francesa, Beicip Franlap, luego de un estudio contratado para el efecto.
Fue en el marco de esta alternativa, que se planteó la reconversión de la
Refinería de Esmeraldas, la cual debía ajustarse a un crudo mezcla de 23
grados API. En realidad, el perjuicio fue por partida doble: pérdida
económica por baja de grado API de 28 a 23 en el crudo de exportación,
y millonarios perjuicios en el rendimiento de la planta.
HISTORIAS DE VALÍA Y PLUSVALÍA
Cada día, centenares de obreros se ponen el uniforme azul de su
empresa estatal Petroecuador, y, literalmente entran a jugarse la vida en
un mundo de acero, maraña de tubos, bombas inflamables, fuego;
atrapados en el benceno, tolueno, el azufre que invade los pulmones y la
sangre, y el infaltable olor a huevo podrido.
Pero, ellos siguen allí, a dónde van a irse, si la mayoría nació mirando la
llama de las teas: son negros, hijos de negros y allí morirán, junto al
ríoTehaone. Desde tiempos dictatoriales han tenido que enterrar a
muchos compañeros, fallecidos por cáncer y leucemia, fulminados por el
tetraetilo de plomo, el benceno o el ácido sulfhídrico; otros tantos amigos
están haciendo fila con su incurable enfermedad apuntando a las
funerarias.
Desde 1977, han tenido que enterrar a muchos de sus compañeros,
fallecidos por cáncer y leucemia, fulminados por el tetraetilo de plomo, el
benceno o el ácido sulfhídrico; otros tantos amigos están haciendo fila con
su incurable enfermedad apuntando a las funerarias.
Para algunos, la refinería se ha vuelto un campo de concentración:
“estamos amenazados, nos hicieron firmar un documento para no revelar
información, de lo contrario nos despiden y nos enjuician”, cuentan los
operadores. “Nos multan por un pequeño atraso, por la camisa mal
puesta o porque alguien le alzó la mirada al jefe”, pero nadie dice una
palabra de la corrupción, de las máquinas muertas, de los insufribles
paros.
Las voces se silencian, a veces no hace falta que hablen los obreros. El
lenguaje de los fierros es el mejor testimonio de la enfermedad que
agobia a la planta. Por hoy, el azufre ha ganado la batalla, todos esperan
que un milagro haga arrancar la planta y algún exorcismo expulse al
diablo de este infierno de acero.