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PRESENTADO POR:
GINA YONEIDY RAMIRES ORTIZ
CÓD: 1.120.578.254
GRUPO:
403015_250
En las planicies de Córdoba donde los robles botan flores rosadas, hay una finca de 128
hectáreas llamada Valle Encantado, propiedad de 15 mujeres, a donde llegaron hace 15
años con sus familias a sembrar futuro. El nombre del lugar concuerda con el bello paisaje
pero la vida de sus pobladores no ha sido propiamente cuento de hadas. Cada una de
ellas llegó con sus pocas pertenencias y una gran historia de violencia a cuestas. Han
sobrevivido masacres, hostigamientos, la muerte de seres queridos y el desarraigo. Por
ese destino trágico coincidieron en Montería donde se juntaron para comprar el terreno,
pues la ley 160 de 1994 les otorgaba subsidios del 70 por ciento para acceder a este. La
finca que compraron se llamaba La Duda pero como ellas no tenían ninguna sobre lo que
querían, ese mismo día hicieron una rifa en la que todas pusieron papelitos con nombres
para bautizar de nuevo el lugar. El ganador fue Valle Encantado.
Allí viven los Polo Zabala, hijos de María Zabala, una mujer cuyo destino cambió
drásticamente el amanecer del 14 de diciembre de 1989. Ese día, ella, su esposo Antonio
y sus nueve hijos madrugaron para vivir lo que sería una jornada más en la finca de su
propiedad, pero al poco tiempo un grupo de hombres armados llegó a crear terror y
muerte: mataron a Antonio y a tres personas más y le echaron fuego a la casa. María, con
dos meses de embarazo, tuvo que desplazarse con sus hijos hacia Montería, no sin antes
enterrar en una tumba improvisada a los muertos.
El testimonio de esta familia y de las vecinas de Valle Encantado refleja no solo el drama
psicosocial al que se enfrentan miles de colombianos afectados por el conflicto armado
sino la diversa gama de afectación emocional que tiene un mismo grupo familiar expuesto
al mismo hecho. Pero sobre todo, habla de la resiliencia de las víctimas para no dejarse
vencer por la tristeza y la adversidad.
“Yo tenía rabia y ganas de que me mataran pero al ver a mis hijos mi corazón se derritió
porque si me moría qué sería de ellos. Y le dije a Dios ‘me entrego a ti’ y seguí. Nadie
lloraba, todo era rapido, coja para aquí, coja para allá, eche agua, recoja a los muertos,
todo era una confusión. Unos vecinos nos ayudaron a enterrarlos en una fosa. Esa noche
los niños durmieron bajo un árbol y al otro día nos fuimos para la finca de los abuelos pero
ellos también se habían ido. Pasamos la noche ahí pero al día siguiente nos fuimos a
Montería.
Primero vivimos en una posada que no tenía piso, entonces los más grandes cargaban a
los más pequeños para protegerlos del barro. Yo busqué trabajo de lavar y planchar y un
día que tenía mucho dolor y rabia saqué la billetera de mi esposo y busqué una foto para
verle la cara y encontré plata y con eso me fui a arrendar una casa con piso. Tenía lo de
un mes de arriendo y pensé que de ahí a un mes conseguía otra plata para el siguiente.
Desde un primer instante asumí que toda la tragedia se quedaba allá y que íbamos a
hacer una vida normal. Aunque el primer diciembre fue en condiciones infrahumanas al
año siguiente les prometí que habría regalos de navidad y vieran que a pesar de todo
vivíamos una vida normal. Un año les dije se acabó la lloradera. Los muertos están bien
donde están y la vida es corta y no vamos a pasarla tristes.
En el valle nos tocó convivir con los actores armados. Ellos les hacían regalos a la gente
para buscar legitimación pero nosotros nunca quisimos recibirles nada. Una vez llegaron
con el camión lleno de mercado y la señora Oveida Mejía les dijo ‘nosotras no lo
necesitamos porque ya tenemos, llévenlo para otro lado’. Era una estrategia para
rechazar sus dádivas sin que se dieran cuenta. La realidad era que ella ni tenía sal pero sí
tenía los restos de su hijo muerto a mano de los paramilitares en su casa. Habíamos
sufrido la guerra, ¡cómo íbamos a aceptarles algo a esos matones! Un día los hombres
de don Berna se llevaron a todos los jóvenes para reclutarlos y 300 personas fuimos
caminando a reclamarlos y les dijimos en coro ‘venimos por nuestros hijos y de aquí no
nos vamos’. Yo pasé al frente y le dije a don Berna que estos jóvenes eran nuestra fuerza
de trabajo. Al otro día los devolvió.
A pesar de que mis hijos fueron testigos de los mismos hechos, los más afectados fueron
Lilia y Fernando. Ella tenía un año cuando sucedió la masacre y mi esposo la estaba
bañando entonces vio todo, la candela, cuando mataron al papá. Ella no habló por un
tiempo. Siempre estaba enferma, lloraba por las noches. La pusimos en el colegio pero no
aprendía nada y ahora ya de vieja está validando el bachillerato. De los varones Fernando
se afectó. Me decía al que estudia lo matan y al que no también. ¡La lucha mía por
sacarles el odio a mis hijos! Lo logré diciéndoles que nosotros no éramos iguales a los
malos y que lo que nos habían hecho nos dolía y si nos poníamos a matar a la mamá de
ellos también les iba a doler. Esa fue mi herramienta para encaminarlos por las cosas de
Dios, porque no fuimos a psicólogo.
Hay mucha gente traumatizada en el Valle Encantado. Hay por lo menos dos o tres
personas por familia que requieren de atención en lo mental. No son locos que tiran
piedra pero tampoco son cuerdos. Está una señora que la gente cree que ya ha superado
sus cosas pero no. Se ven normales pero ya sabemos las cosas de cada cual. A otra
señora que vivió la violencia cada vez que le hablan del tema se priva. Oveida colgó los
restos de su hijo en el techo de su casa hasta que el Estado reconociera que era un joven
inocente que trabajaba con un sacerdote. Y hasta que no tuvo eso no lo enterró.
Yo también fui a sacar a mis muertos de la fosa donde los dejé y los enterré en la tumba
final y ese día desncasé y me sentí una mujer importante. Ahora me preocupa lo que pase
con Lilia cuando yo me muera. También lucho porque se nos condone la deuda del 30 por
ciento de la finca, un problema que tenemos desde hace 16 años. Ya estamos avanzadas
en años y las enfermedades nos están pasando factura y queremos ver esta tierra libre de
deuda para nuestras generaciones. No es justo que las víctimas carguemos con el peso
de una deuda y que tengamos que pagarla cuando el Estado no ha saneado las deudas
que tiene con las víctimas”.
Qué características según lo enunciado por Jarne, Talarn, Armayones, Horta &
Raquena (2006), tiene la psicopatología; desde allí muestre por qué la situación
elegida puede considerarse como psicopatológica.
Una de las características que tiene la psicopatología según Jarne, Talarn, Armayones,
Horta & Raquena
“Refiere a persona que sufre o que está enferma”
-es una ciencia que estudia las desviaciones patológicas de la vida.
-ciencia que estudia conductas humanas y anormales.
Desde la lectura de Halgin & Whitbourne (2004), se describen cuatro criterios para
comprender la anormalidad: perturbación, deterioro, nivel de riesgo y conducta
social y cultural inaceptable. Describa cómo se da cada uno de estos criterios en la
situación escogida.
DETERIORO
Muchos miembros de estas familias nunca pudieron ser como antes si no que día a día
hay reducción de habilidad y no son como antes ,hay un nivel de deterioro de salud
mental ,vemos cuando ha habido intentos de suicidios ,
Existe el caso con una de las víctimas de este flagelo que cuando le nombran esta
historia, ese recuerdo hace que se prive, este comportamiento es inaceptable no es
normal.
Otro momento en la cual vemos la señora oveida como una conducta inaceptable es
tener los restos de su hijo colgados es su techo, quizás provocando contaminación ,mala
impresión alos demás, y también torturando más su propia vida emocional con este
hecho.
-Halgin & Whitbourne (2004), también señala unos tipos de causas, desde el caso
retomado, cuáles son esas posibles causas de la situación.
Las causas de esta situación son los trastornos ocasionados por las disposiciones
genéticas, estados psicológicos y circunstancias sociales.
REFERENCIAS
Halgin, R. & Whitbourne, K. (2004). Comprensión de la
Anormalidad.Psicología de la Anormalidad: Perspectivas Clínicas sobre
Desórdenes Psicológicos. México: McGraw-Hill Interamericana (4a. ed.),
p. 2, 5-9.
Jarne, A., Talarn, A., Armayones, M., Horta, E. & Raquena E. (2006).
Bases Conceptuales de la Psicopatología y Clasificación de los Trastornos
Mentales. Psicopatología. Barcelona: Editorial UOC, p. 13-17.
http://especiales.semana.com/especiales/conflicto-salud-mental/habia-una-vez-un-valle-
encantado.html
http://www.apsique.cl/wiki/AnorRolpsic