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DOCUMENTO 1:
Con el amplio triunfo del general Ibáñez en la elección presidencial de 1952, se produjo
un cambio sustantivo en la política chilena desde entonces, y durante veinte años, un
electorado volátil y díscolo fue expresando en las urnas sus algo indefinidos anhelos de
cambio, sus reiteradas expectativas de mejorar sus condiciones materiales de vida, y la
búsqueda permanente de un liderazgo presidencial que condujera al país hacia algún
puerto seguro, que permitiera dejar atrás la pobreza, la inflación y el atraso del
subdesarrollo. Con la elección del general Ibáñez, se materializó la primera apuesta en
este sentido: la del populismo autoritario a la mano estaba el ejemplo de perón, con quien
el nuevo presidente había mantenido estrechas relaciones políticas, e incluso de amistad
personal, desde sus reiterados exilios trasandinos el populismo ibañista ponía fin al modo
de hacer política que había prevalecido por más de doce años, bajo el mandato de
presidentes radicales: Aquél de los acuerdos y negociaciones entre cúpulas partidistas,
que junto con asegurar una importante estabilidad política en el país, habían permitido
que se fueran acumulando y agravando los problemas económicos y sociales, al tiempo
que había derivado en una creciente frivolidad de los gobernantes. Justamente, contra
dicha liviandad había reaccionado el electorado, manifestando su apoyo a una figura
ajena a los partidos, un militar que apostaba a la austeridad.
DOCUMENTO 2:
En los medios chilenos fue conocida como Misión Klein-Saks, y desde El Mercurio se le
adjudicó el carácter de consejería técnica, políticamente neutral, del más alto nivel.
Llegando al país, los economistas norteamericanos se reunieron con los parlamentarios
liberales y conservadores así como también con los dirigentes de las asociaciones
empresariales, para interiorizarles de su diagnóstico sobre la inflación chilena y de sus
proposiciones de políticas estabilizadoras. Éstas apuntaban, por una parte, a una
contracción del gasto, incluyendo disminución del número de empleados públicos y
restricciones de créditos a la banca privada, en orden a reducir la inflación en los medios
de pago; y, por otra parte, a la liberalización de las políticas económicas, proponiendo
eliminar los reajustes automáticos de sueldos y salarios, los subsidios, los controles de
precios, los monopolios fiscales y privados, así como las tasas de cambio múltiples, a fin
de ir abriendo la economía nacional a la competencia externa, y de paso atraer
inversiones extranjeras. Por cierto, esta propuesta constituía un distanciamiento
significativo con respecto a lo que habían sido las políticas económicas imperantes desde
la crisis de 1929. De hecho, El Mercurio vio en ellas la posibilidad de hacer una “reforma
integral” de la economía, tendiente a rectificar el anterior intervencionismo estatal y a
fortalecer la empresa privada.