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Ni los baños ni las letrinas públicas libraron a Roma de los parásitos | Ciencia | EL PAÍS 11-01-16 1:23 a.m.

ANTIGUA ROMA »

Ni los baños ni las letrinas públicas libraron a Roma de los


parásitos
La incidencia de gusanos intestinales y piojos fue similar a la del Neolítico o la Edad Media

MIGUEL ÁNGEL CRIADO 10 ENE 2016 - 10:26 CET

Archivado en: Roma Microbiología Neolítico Arqueología Parasitología Edad piedra Prehistoria Historia Medicina Europa Salud Biología Ciencia

Cuando aún no era un imperio, ni


siquiera una república, Roma ya contaba
con la Cloaca Máxima, hace unos 2.600
años. Más tarde vendrían los acueductos
para llevar agua limpia a la ciudad, los
baños o las letrinas públicas. Con la
expansión primero republicana y después
imperial, los romanos llevaron su cultura
e instalaciones de salud pública por la
mayor parte del mundo entonces
conocido. Sin embargo, la incidencia de
infecciones intestinales y ectoparásitos
Letrinas romanas en la ciudad de Lepcis Magna, en la actual Libia. / CRAIG TAYLOR
no se redujo. En ocasiones, incluso, la
civilización romana hizo de vector de
patógenos.

Las nociones modernas sobre higiene pública son del siglo XIX. La Revolución Industrial y la
urbanización fueron paralelas a la revolución médica. Con las aportaciones de Louis Pasteur, Robert
Koch y otros, la microbiología sacó de las sombras a los gérmenes responsables de muchas
enfermedades. Y las que no eran de origen microbiano podían combatirse con medidas de higiene
tanto pública como privada. Hasta hubo un movimiento higienista que quiso aplicar estas ideas a la
arquitectura.

Por eso siempre ha fascinado cómo la civilización romana cuidó de la salud e higiene públicas. Desde
la grandiosa Roma, con sus 14 acueductos, hasta la ciudad hispana más pequeña, todas las urbes
romanas contaban con baños públicos, dotados la mayoría de agua caliente. Casi lo mismo se puede
decir de las letrinas, contadas por decenas en la capital y con cursos de agua para arrastrar las
deposiciones o esponjas enganchadas a un palo para limpiarse. ¿Se adelantaron los romanos a su
tiempo o, en realidad, no pensaban en reducir las infecciones cuando construían una letrina?

Mientras en el Neolítico "Era de esperar que las distintas tecnologías sanitarias romanas, como las
predominan los parásitos de letrinas públicas, el agua limpia de los acueductos o los baños públicos
mejoraran la salud intestinal de la población reduciendo los parásitos. Sin
origen animal, en Roma son
embargo, las evidencias arqueológicas no lo demuestran", dice el

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las infecciones por higiene antropólogo y paleopatólogo de la Universidad de Cambridge, Piers


Mitchell. Tampoco se redujo la incidencia de piojos, ladillas y otros
ectoparásitos.

Mitchell ha estudiado decenas de yacimientos arqueológicos, algunos in situ, otros recurriendo a


investigaciones ya publicadas, para medir la incidencia de los endoparásitos (lombrices, tenias,
nemátodos...) y ectoparásitos en tiempos de Roma. Los huevos de la mayoría de los endoparásitos
intestinales se conservan durante milenios gracias a la quitina de la que está hecho su caparazón, un
material que da consistencia al exoesqueleto de los artrópodos. La otra gran fuente de información
para la paleoparasitología son los coprolitos, heces endurecidas o en proceso de fosilización.

Tal como explica el arqueólogo británico en la revista Parasitology, el número de huevos de


endoparásitos por centímetro cuadrado de coprolito puede dar una indicación del grado de
parasitismo en un momento dado de la historia. Así, las pruebas reunidas por Mitchell señalan que
no hubo una mejora significativa en las regiones controladas por Roma respecto a lo que se sabe de
los parásitos en el Neolítico o en las edades de Bronce y de Hierro. "No hay un descenso de parásitos
con los romanos. Y esto vale tanto para los gusanos intestinales como para los ectoparásitos como
pulgas y piojos", sostiene Mitchell.

Huevo de tricocéfalo encontrado en un yacimiento arqueológico de una ciudad romana en la actual Turquía. / PIERS MITCHELL

Otra forma de medir la incidencia de los parásitos es hacia adelante, comparando la situación romana
con la época inmediatamente posterior, la Edad Media. En este caso, además, el Medievo está
grabado en el imaginario colectivo como una era oscura, sucia y alejada de la luz de Roma. Aunque es
cierto que desaparecieron la mayoría de las infraestructuras de salud pública y el decoro cristiano

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acabó con las que quedaron, los datos no son favorables para la civilización romana. En la ciudad de
York (actual Reino Unido), por ejemplo, la densidad de piojos, ladillas o pulgas en el estrato romano,
el de las posteriores invasiones vikingas y el medieval es muy similar.

Garo, la salsa de pescado con gusanos


Lo que sí ha comprobado este estudio es una evolución en el tipo de parásitos que más castigaban a
los humanos. En el Neolítico predominan las enfermedades zoonóticas, provocadas por parásitos de
origen animal como la tenia bovina (Taenia saginata) o la porcina (Taenia solium), el gusano gigante
del riñón que, ocasional en los perros y muy raro en humanos, en el pasado tenía mayor incidencia
que en la actualidad. Salvo en este caso, en casi todos los demás el origen de la infección era el
consumo de carne o pescado crudos o poco cocinados.

Pero hace 3.000 años, en la Edad de Hierro, empieza un proceso que culmina en la época romana. En
paralelo a la urbanización, se produce una paulatina retirada de las enfermedades zoonóticas y el
predominio de parásitos relacionados con la higiene o falta de ella. Apoyado en excavaciones en una
decena de países actuales tan dispares como Polonia o Israel y ciudades tan importantes como Roma,
Pompeya o Parma, Mitchell establece un clasificación de parásitos.

Cualquier mejora En el primer puesto está el tricocéfalo (Trichuris trichiura), un gusano


alargado cuyo hábito de alimentarse de sangre puede provocar serios
para la salud cuadros de anemia y diarreas sanguinolentas. En un segundo lugar
aportada por las aparecen las Ascaris lumbricoides, o lombrices intestinales. En ambos
letrinas se vio casos, el origen de la infección está en la contaminación fecal de la comida
y la ingesta de sus huevos. No lavarse las manos o usar heces humanas
superada por la
como abono serían las fuentes más probables.
práctica romana de
fertilizar los cultivos "Sospecho que cualquier mejora para la salud aportada por las letrinas se
vio superada por la práctica romana de fertilizar los cultivos con heces
con heces humanas" humanas recolectadas en las ciudades", comenta Mitchell. De hecho, las
Piers Mitchell, antropólogo normas que obligaban a retirar las heces de las calles y la costumbre de
Universidad de Cambridge
usarlas para abonar los campos que rodeaban las ciudades eran el marco
ideal para las infecciones.

En tercer lugar de los parásitos más comunes en tiempos de los romanos está la tenia de los peces
(Diphyllobothrium latum). Este parásito, que llega al intestino tras consumir peces infectados, era
relativamente frecuente en los yacimientos del Neolítico, en especial en el norte de Europa. Sin
embargo, su incidencia se reduce a muy pocas pruebas en los siglos posteriores hasta que, con la
civilización romana, vuelve a intensificarse. La causa bien podría estar en el garo, una salsa a base de
vísceras de pescado fermentadas que los romanos usaban para sazonar la comida como los orientales
hacen con la soja hoy en día. Fermentado al sol, los huevos de la tenia se expandieron por todo el
imperio.

Pero los romanos conocían ya a los endoparásitos. Plinio el viejo escribe


sobre las lombrices y tenias y remedios para combatirlas. También Quinto
Sereno Samonico escribe sobre los gusanos intestinales en su Liber El emperador Nerón
Medicinalis. "Había prescripciones higiénicas muy avanzadas pero no decía que era
sabemos si eran muy seguidas en la práctica", comenta el paleopatólogo
del Instituto de Medicina Evolutiva de la Universidad de Zúrich, el médico
fundamental
italiano Francesco Galassi. calentar el agua

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"El emperador Nerón, por ejemplo, mantenía que era fundamental para evitar la
calentar el agua para evitar la contaminación y otras prescripciones
contaminación"
alertaban sobre la comida en mal estado. Pero, claro, los microbios y los
Francesco Galassi,
virus eran algo que los romanos no podían entender", recuerda Galassi,
paleopatólogo Universidad de
que no ha intervenido en la investigación de Mitchell. Zúrich

"Los romanos no entendían las enfermedades infecciosas de la forma que


lo hacemos nosotros ahora, así que no podemos presumir que levantaran letrinas para frenar la
propagación de enfermedades", recuerda el arqueólogo británico. En todo caso Mitchell no ha
perdido su fascinación por esta parte de la civilización romana: "Los saneamientos romanos aún
tenían su utilidad", advierte Mitchell: "Los retretes venían bien para evitar que la gente tuviera que
dejar la ciudad para ir a casa a hacer sus necesidades, los baños públicos debieron hacer que la gente
oliera mejor y los acueductos minimizarían el riesgo de quedarse sin agua. Pero ninguna de estas
cosas parece haber reducido el riesgo de infectarse con algún parásito".

© EDICIONES EL PAÍS S.L.

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