Professional Documents
Culture Documents
Desde París, las cartas de Querido Nicolás, última novela de Pablo Pérez,
conjuran todos los modos de la patria que se han dejado atrás e invocan las
posibilidades de las vidas futuras. El libro vuelve a hacer presente, al mismo
tiempo, la antigua materialidad de la correspondencia de papel, el universo gay
solidario y marginal de fines de los 80s, la sexualidad vertiginosa de los 90s, y,
ante todo, una altísima concepción de la amistad.
Querido Nicolás
Pablo Pérez
Buenos Aires: Blatt & Ríos, 2016.
A su vez, para quienes llegamos a vivir la época en que la carta era un modo
usual, no nostálgico, no pretencioso ni impostado ni residual de comunicación
entre personas alejadas, Querido Nicolás también nos narra –y nos recuerda a
la vez– una historia de las cosas materiales que ya ha quedado atrás –pues ha
cambiado por completo–. Esta historia suele ser también la de una nostalgia
por la pérdida de concreción y materialidad, por las cartas, por las diferencias
de los papeles y de las tintas, por loscassettes grabados –muchas veces con
equipos de doble casetera– que llegaban por correo, por los pequeños regalos,
las entradas o programas de cine, teatro u otros espectáculos que se incluían
en la correspondencia. Pero esta historia es también una de impaciencias y
recuerdos desagradables, por las demoras imprevistas, por la irritación
provocada por las pérdidas del correo, por la incomprensión absoluta frente a
las disimiles demoras en ambas direcciones (París – Buenos Aires; Buenos
Aires – París). Además de las negociaciones que había que llevar a cabo entre
el tamaño de la letra, el uso de los márgenes, la selección del papel, su
utilización de una o ambas caras (anverso y reverso) y la propia escritura, para
evitar que la carta se tornara demasiado pesada y, por lo tanto, costosa. Hay
que decirlo: ¡la carta era también un bajón!
Inevitablemente, acaso a pesar suyo, quizá por la elección de Pablo Pérez por
los géneros autobiográficos, la novela participa también de otras dos
tradiciones. Como el Werther, es una novela de artista, en que asistimos a los
intentos, fracasos y logros del protagonista por convertirse en un escritor.
Pablo lleva diarios, borradores, proyectos de libros, acumula trozos de cartas y
le pide a Nicolás que guarde las que le envía, nos cuenta sus intentos de
concretar y publicar un libro de poemas, una novela que está escribiendo, otra
novela futura –que finalmente será Querido Nicolás–, se preocupa porque ha
perdido el juicio, el juicio estético, fantasea con una artística vida de ascetismo
dedicada a la escritura, sin drogas, ni alcohol, ni sexo, o se preocupa por
cultivar relaciones con el mundo intelectual y editorial que podrían ayudarlo a
publicar sus libros. La novela se inscribe también en la larga tradición de
narraciones parisenses de la literatura argentina: De Sarmiento a Pablo
Pérez. Se trata de la París inmediatamente posterior a la que habitó Copi, que
también aparece en el libro como una presencia fantasmática. Entre las
escenas más memorable de la novela se cuenta un combate a golpes, vasos y
vidrios rotos surgido por una discusión sobre la literatura de Copi.
En Querido Nicolás encontramos en gran
medida el mundo que ya habíamos entrevisto en Un año sin amor. Las últimas
cartas narran las cada vez más frecuentes salidas de Pablo al bar leather Mec
Zone, que lo introducen, de manera efectiva, en las prácticas
sadomasoquistas, que antes ya estaban en fantasías y sueños heroicos
(diurnos y nocturnos). La continuación de estas historias es el centro del relato
de Un año sin amor (más de la película que del libro). El libro fue dedicado a
Nicolás [Gelormini], “por nuestra bella amistad”. Y en el centro de gravedad de
ese mundo está la amistad, aunque algún despistado pueda creer que están
las aventuras o el sexo. No, se trata de la amistad, una amistad “tan fiel que
dura hasta que uno mismo muere también. Como en la amistad entre Aquiles y
Patroclo.” (p. 81). Que el centro se encuentra allí, y no en el amor sexual, se
revela por un hecho muy sencillo: allí aparecen las cursilerías y los lugares
comunes –“Todavía creo en los amigos incondicionales” (p. 74)–. En esos
ligeros descuidos, como decía Borges al hablar de El Quijote, uno percibe que
el autor está demasiado interesado en lo que narra para poder ocuparse del
estilo. La importancia de la amistad en la obra de Pablo Pérez, que tan bien se
refleja en sus libros, no encontró sin embargo un correlato feliz en la película
Un año sin amor, dirigida por Anahí Berneri y con guión de la directora y del
autor del libro. La amistad entre Pablo y Nicolás fue transformada por la
película en un enamoramiento de Nicolás por Pablo, y de este modo se eliminó
por completo de la historia toda amistad gay sin un componente sexual.
En Querido Nicolás asistimos nuevamente a las vicisitudes de esa bellísima,
muy especial amistad.