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La pobreza en el mundo y los derechos humanos compila ocho ensayos de Pogge escritos

entre 1990 y 2001. En los tres primeros reflexiona en torno a las ideas de justicia universal y
derechos humanos. Los capítulos centrales abordan la injusticia que implica aceptar un orden
global en el que el 46% de la población, la más pobre, posee el 1,2% de la renta global. No
puede mantenerse una situación en la que un 15% de la población cuyo nivel económico es
de rentas altas posea el 80% de la renta global del planeta. Los tres últimos capítulos
proponen distintas reformas institucionales que contribuirían a que el orden internacional fuese
menos hipócrita y más efectivo en su ayuda a los países necesitados. De este modo se
evitaría que, como afirma Pogge, “por lo menos un tercio de todos los seres humanos muere
por causas relacionadas con la pobreza”.

La parte más pobre de la población mundial, nada menos que el 46 %, sólo posee el 1,2 % de la renta global.
Su poder adquisitivo por persona y día es insignificante. Y muchos de ellos ni siquiera tienen suficiente comida
para sobrevivir. Un tercio de todas las muertes humanas son ocasionadas por causas relacionadas con la
pobreza: dieciocho millones al año, entre las que se incluyen las de doce millones de niños menores de cinco
años.
En el otro extremo, el 15 % de la humanidad perteneciente a las posee el 80 % de la renta global. Dedicar un
uno o un dos por ciento de nuestra porción a la erradicación de la pobreza parece una obligación moral. Aun
así, la prosperidad de los más favorecidos está provocando un crecimiento de la desigualdad global, aunque
la mayoría de los ricos cree que no tiene responsabilidad alguna al respecto.
El libro de Pogge pretende explicar por qué se mantiene en pie esa creencia. Para ello, analiza la forma en
que se han configurado nuestras teorías morales y económicas con el fin de que nos sintamos desvinculados
de la pobreza absoluta que subsiste fuera de nuestras fronteras. Y, al disipar esa ilusión, también ofrece un
criterio modesto y ampliamente compartible de la justicia económica global, elaborando propuestas detalladas
y realistas capaces de satisfacerlo.

Sinopsis de La pobreza en el mundo y los derechos humanos:

La parte más pobre de la población mundial, nada menos que el 46 %, sólo posee el
1,2 % de la renta global. Su poder adquisitivo por persona y día es insignificante. Y
muchos de ellos ni siquiera tienen suficiente comida para sobrevivir. Un tercio de
todas las muertes humanas son ocasionadas por causas relacionadas con la pobreza:
dieciocho millones al año, entre las que se incluyen las de doce millones de niños
menores de cinco años. En el otro extremo, el 15 % de la humanidad perteneciente a
las posee el 80 % de la renta global. Dedicar un uno o un dos por ciento de nuestra porción
a la erradicación de la pobreza parece una obligación moral. Aun así, la prosperidad de los
más favorecidos está provocando un crecimiento de la desigualdad global, aunque la
mayoría de los ricos cree que no tiene responsabilidad alguna al respecto. El libro de Pogge
pretende explicar por qué se mantiene en pie esa creencia. Para ello, analiza la forma en que
se han configurado nuestras teorías morales y económicas con el fin de que nos sintamos
desvinculados de la pobreza absoluta que subsiste fuera de nuestras fronteras. Y, al disipar
esa ilusión, también ofrece un criterio modesto y ampliamente compartible de la justicia
económica global, elaborando propuestas detalladas y realistas capaces de satisfacerlo.
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La realidad del sistema-mundo actual, las desigualdades a nivel internacional y la situación de


pobreza extrema en la que vive una gran parte de la población mundial hace que surjan
preguntas que nos enfrentan a grandes contradicciones. ¿Cómo puede existir un progreso tan
grande en lo referente a normas y conductas morales al mismo tiempo que nos encontramos una
situación moral que de fondo es enormemente catastrófica? Es decir, ¿cómo es posible que a
pesar de las normas y los valores ilustrados de la civilización occidental y del enorme progreso
económico y tecnológico sea posible que la mitad de la humanidad esté sumida en la pobreza
extrema? Y, al mismo tiempo, ¿por qué nosotros, en tanto que ciudadanos de la parte “rica” del
planeta, no consideramos que sea moralmente preocupante que un mundo dominado por nuestros
valores proporcione unas posiciones de partida y unas oportunidades tan deficientes e inferiores a
tantas personas?

La profesora Beatríz Ortíz Martínez da respuesta a estas preguntas exponiendo que con respecto a
esto Pogge señala varios planteamientos que nos hacen entender esta situación. Por un lado,
parece obvio que todos estamos de acuerdo con las normas morales pensadas y diseñadas para
proteger el sustento y la dignidad de los más vulnerables pero a la hora de cumplirlas siempre
intentaremos arañar un poquito hacia nosotros de manera que las cargas que imponga su
cumplimiento sean mínimas. Por otro lado, esto explica que los derroteros hacía los que se dirige
la transformación de la realidad mundial no sean fruto de una conspiración sino de actividades
ausentes de coordinación en las que no se ha tenido en cuenta a los más vulnerables. Esta
situación hace que este proceso se dirija al peor de todos los mundos posibles ya que en él los
poderosos pueden reconciliarse moralmente consigo mismos. Es decir, occidente puede seguir
teniendo “la moral tranquila” porque “cumple” las normas al mismo tiempo que mantiene su
situación privilegiada con respecto al resto del planeta.

La extensa pobreza extrema puede persistir porque no sentimos que su erradicación sea
moralmente imperiosa y esto se debe a que nuestras nociones de justicia y ética están
sustentadas en nuestros intereses y nuestra propia situación, en definitiva, en nuestra realidad
alejada de la pobreza extrema.

Pero en el supuesto de que entrásemos en contacto con personas pertenecientes a otra realidad o
circunstancias y nuestros valores se confronten con los suyos ¿seríamos capaces de asumir como
una preocupación moral propia la persistencia de la pobreza extrema y el hecho de que nuestras
conductas, las políticas llevadas a cabo por nuestros países y por las instituciones económicas
globales no tienen en consideración e incluso empeoran la situación de pobreza a nivel mundial?
Asumir esto implica reconocer nuestra responsabilidad en tanto que ciudadanos de países
democráticos que participan en un orden global que causa pobreza y perjudica a los pobres.
Asumir que causamos, permitimos, obviamos y consentimos que una gran parte de las personas
que viven en este planeta viva en una situación de pobreza extrema puesto que como habitantes
de países democráticos podríamos oponernos y no lo hacemos.

Para exponer un ejemplo concreto el autor hace referencia al Tratado de la OMC. Es cierto que
gracias a este tratado han sobrevivido al hambre más personas de las que lo hubieran hecho con
el régimen anterior, pero ¿pueden nuestros gobiernos utilizar esa “ganancia” para justificar los
daños que han causado? Sobre todo teniendo en cuenta que podrían haber evitado la mayoría de
los perjuicios confeccionando un Tratado de la OMC mejor, más justo.

2. La consecución de la democracia
La democracia implica que el pueblo controla y aprueba el poder político que se ejerce sobre él,
y ello mediante la atribución a todas las personas de una influencia política aproximadamente
igual. Teniendo en cuenta que los procesos democráticos son graduales, ¿qué es lo que pueden y
deben hacer, según Pogge, los líderes políticos de una democracia novel para que ésta se
consolide? En primer lugar, llevar a cabo una transición (de un régimen no democrático al
democrático) equilibrada que acabe con los elementos supervivientes del régimen anterior al
mismo tiempo que disuada a futuros intentos de hacerse con el poder de manera autoritaria.
Pogge propone un conjunto de medidas que hagan que un golpe de estado exitoso no se convierta
en una acción lucrativa para quienes intentan y/o consiguen hacerse con el poder de manera
autoritaria. Para ello Pogge propone:

• Crear una especie de cuerpo internacional parecido a la policía a través del cual las
democracias noveles podrían garantizar de antemano una intervención en caso de que sean
derrocadas por un golpista.
• Introducir una enmienda constitucional que impida el pago con fondos públicos de las deudas
que pudieran contraer futuros gobiernos inconstitucionales.
➢ Consejo Permanente para la Democracia bajo los auspicios de la ONU, capaz de considerar si
un estado es o no democrático.
➢ Fondo Internacional de Garantía de Préstamos Democráticos (o Fondo Democrático) que
asumiría el pago de las deudas de los países con constituciones aproximadamente democráticas
(previamente reconocidas por el Consejo para la Democracia) en caso de que un régimen
autoritario se negara a pagarlas.
• Crear una enmienda constitucional por la que un país declare que tan sólo sus gobiernos
constitucionalmente democráticos pueden efectuar transferencias de derechos de propiedad
sobre la propiedad pública que tengan validez legal, y prohíba a cualquiera de sus gobiernos
reconocer derechos de propiedad sobre propiedades que hayan sido concedidos por un gobiernos
precedente sin legitimidad constitucional.

En esta última medida entran a escena las democracias ricas y Pogge presupone su probable
oposición a la misma. ¿Por qué? Porque por un lado reduce las oportunidades de sus bancos para
otorgar préstamos ventajosos a los gobiernos autoritarios de los países en vías de desarrollo y,
porque, por otro lado, sería una catástrofe para ellos puesto que dependen enormemente de las
importaciones de los recursos naturales de estos países y resultarían gravemente perjudicadas.

Aquí queda claro cómo el orden económico global está configurado según los intereses de los
países prósperos con elevados índices de consumo y que una de las características importantes de
este orden es el privilegio internacional sobre los recursos.

¿Esta enmienda podría ayudar a transformar las actitudes de los ciudadanos de los países más
prósperos frente a la situación de las poblaciones más pobres? Si se llevasen a cabo las medidas
propuestas por Pogge ¿podríamos seguir con el nivel de vida actual en Occidente?

Pogge señala también que es evidente que los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos no
son intelectuales sino políticos, ya que los gobiernos autoritarios y las sociedades consumidoras
desarrolladas tienen un interés común muy poderoso en bloquear algunas reformas que
mejorarían las perspectivas para la democracia en los países de desarrollo. ¿Sería posible que los
ciudadanos de países democráticos generasen un replanteamiento de esta situación y un cambio
en la voluntad política? Podemos brindar una respuesta a esta pregunta no concluyente, por
supuesto, pero sí muy coherente. Stephen C. Smith y Tony Castleman (Derechos humanos y
pobreza. Cómo salir de la pobreza. Letras Libres nº 55, Abril 2006), sostienen que aunque puede
contribuir a mejorar mucho las condiciones de vida y a reducir la pobreza, obtener mayores
ingresos no puede garantizar la salida sostenible de la pobreza si los pobres no están en
condiciones de recibir instrucción y atención sanitaria, si no pueden demandar los servicios
básicos del gobierno a los que tienen derecho por ley, si sólo pueden obtener Ingresos de forma
humillante. En pocas palabras: si sus derechos humanos y jurídicos fundamentales no se
garantizan, se ejercen y se protegen. Afortunadamente, en muchas partes del mundo se están
tomando nuevas medidas para fortalecer los derechos humanos de los sectores pobres. Hay que
acelerarlas e incrementarlas para avanzar significativamente en la lucha por erradicar la pobreza
en el mundo.

Thomas Winfried Menko Pogge (Hamburgo, 1953) es un filósofo alemán. Actualmente es


director del Global Justice Program y Leitner Professor de Filosofía y Relaciones
Internacionales en la Universidad de Yale. Es director de investigación del Centre for the Study
of the Mind in Nature de la Universidad de Oslo, Professorial Research Fellow en el Centre for
Applied Philosophy and Public Ethics de la Universidad Charles Sturt, y profesor de Filosofía
Política del Centre for Professional Ethics de la Universidad de Central Lancashire. Pogge es
editor asimismo de filosofía social y política de la Stanford Encyclopedia of Philosophy1 y
miembro de la Academia Noruega de Ciencias y Letras.23

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