Professional Documents
Culture Documents
Un camino que se nos ofrece para realizar opciones inteligentes y sabias es el cultivo
del arte del discernimiento. De esta palabra y concepto reflexionaré en lo que sigue.
Hay una historia que cuenta que un hombre bajó a una cantera y vio a tres obreros
picando piedras. Se acercó a ellos y les preguntó que hacían, el primero respondió
“trabajo para ganarme la vida”; el segundo dijo “hago lo que se hacer y me gusta”; y
por último el tercero le contestó “yo construyo una catedral”. Sólo el tercer hombre
señaló una motivación trascendente. Está bien ejercer un trabajo que te permita
satisfacer tus necesidades básicas, remunerado justamente y reconocido socialmente,
es lo que llamamos “motivación extrínseca”; es importante que te fascine tu labor,
que disfrutes y sientas que tienes habilidades para ello, lo que se denomina
“motivación intrínseca”; pero lo más noble es que el motivo del ejercicio de tu
profesión sea una responsabilidad social, el aportar con tu trabajo al bien común, el
dejar un legado o una huella que edifique la sociedad en la que te desenvuelves, esto
es la “motivación trascendente”
¿Qué quiero aportar a los demás, a la sociedad y a mi país por medio de una
profesión?
Por ejemplo: Si percibo que a mi entorno le falta belleza, que la fealdad de las calles es
la tónica en mi ciudad, que los barrios hacinados producen violencia e irritabilidad en
los ciudadanos, si siento que me gustaría ser parte de un entorno saludable, amigable
y armonioso, que disfruto hermoseando mi espacio ¿no será que mi vocación
profesional “trascendente” me impulsa a estudiar arquitectura?
Es verdad que empatizar con las necesidades sociales y sentir que puedo darles
solución es un criterio fundamental para ir discerniendo mi Proyecto de Vida
Profesional. Sin embargo no menos importante es verificar con qué medios o recursos
personales cuento para responder a una determinada necesidad. A estos medios los
llamamos habilidades, destrezas o capacidades. Serán de gran ayuda los test
psicológicos o vocacionales; pero sobre todo el grado de autoconocimiento que hayas
adquirido, junto con el diálogo sereno y confiado con un adulto significativo: tus
padres, tutores, profesor Jefe o el que te despierte confianza, y especialmente el que
tiene el compromiso de apoyarte siempre, el Orientador de tu Colegio. Te
confrontarás con ellos, les expresaras tus dudas y temores, para que poco a poco
vayas dibujando el tipo de profesional que deseas ser.
Jóvenes ustedes no son un problema sino una solución. Don Bosco, gran educador de
las generaciones jóvenes, decía “Me basta saber que son jóvenes para amarlos”. Si se
vieran como Dios los ve, ustedes mismos se arrodillarían ante su propia imagen, así de
maravillosos y grandes los ve Dios. Son generosos por naturaleza, su alma no conoce la
mezquindad; su corazón es compasivo ante el sufrimiento ajeno; la alegría de vivir y
servir son su marca y sello; son soñadores, aventureros y valientes; amigos leales y
apasionados seguidores de lo que creen que es justo, bello y noble.
El Papa Francisco ha dicho. “La Iglesia ama la juventud como el árbol viejo ama la
primavera…” Ustedes jóvenes renuevan a la Iglesia, la hacen reverdecer, impiden que
se convierta en una institución esclerotizada, con su presencia entusiasta y
entusiasmante, energizan y oxigenan nuestras comunidades.
Joven, Dios no ha sido tacaño en sus dones contigo, discierne con lucidez los muchos
talentos, capacidades, virtudes y poderes que Él te ha confiado, para el bien tuyo y la
humanidad. No seas sordo ni ciego al llamado interior y exterior de forjar una sociedad
más fraterna y solidaria. Por favor piensa bien de ti mismo, y desde tu bondad original,
discierne en qué profesión muchos podrán alcanzar bienestar y felicidad y tú por
añadidura, plenitud humana.
Orientador