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Contexto histórico
El siglo XVIII comenzó con Europa de nuevo en guerra. La guerra de Sucesión
española (1701-1714) implicó a todos los países europeos. Luis XIV reinaba en
Versalles y Francia se encontraba en la cima del poder. Sin embargo, conforme
avanzaba el siglo, se atisbaba un cambio en el horizonte.
Al otro lado del Atlántico, las colonias americanas habían organizado una nueva
sociedad y con ella, un rentable estilo de vida pionero. En 1776, Estados Unidos
declaró su independencia y la nueva nación se liberó de lo que consideraban
anticuadas normas de Jorge III:
La segunda mitad del Siglo XVIII vio surgir en el mundo la era de la ilustración.
La filosofía de la ilustración, un movimiento cultural de origen germánico;
defendía la razón sobre la autoridad. El filósofo Voltaire (cuyo verdadero
nombre era François Marie Arouet) fue su principal defensor en Francia y uno
de los fundadores de la Enciclopedia francesa, publicada en 1751 con el
propósito de llevar el conocimiento al pueblo.
Los nobles llevarían oro y brocados, medias blancas y sombrero con plumas; los
clérigos, túnicas púrpura y el tercer estado, un oscuro y triste uniforme. Su
enfoque no fue acertado y resultó ser una débil medida para controlar la
situación. Seis semanas después, las demandas del tercer estado – los
impuestos injustos constituían uno de los muchos motivos de queja – habían
vencido a la monarquía.
La mujer
En el Siglo XVIII, las mujeres estaban preparadas para alcanzar una mayor
autonomía. Rose Bertín es uno de los más famosos ejemplos del nuevo tipo de
mujer de este siglo, una mujer que gozaba de mayor libertad. Hija de un policía
de provincias, fue la marchande de modes 1 de María Antonieta y se relacionó
con la realeza. En los Siglos XVI y XVII, sólo las viudas y las hijas de algunos
hombres ricos y poderosos podían vivir su propia vida. Durante el Siglo XVIII,
sin embargo, al aumentar la independencia de la mujer con respecto al hombre
y el dinero, incluso mujeres de la escala social más baja podían moverse en
nuevas áreas, montar sus propios negocios, abrir salones y escribir libros.
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Comerciante de modas, profesión relativa a la venta de todo tipo de adornos y complementos del
vestir.
María Teresa no era famosa por su belleza (de mayor la gente la llamaba “la
gorda”), y su marido, el emperador Francisco I (1708-1765), era un inepto.
Cuando él murió, María Teresa previno a una confidente sobre el matrimonio
con un hombre incapaz de gobernar. El grandioso traje de la corte estaba
prescrito: los hombres llevaban una casaca roja encima de un chaleco dorado y
las mujeres, un vestido con bordados dorados y plateados, y adornos de
encaje. La sociedad sobre la que reinaba María Teresa estaba dividida en cinco
estamentos; cada uno de ellos se identificada por su atuendo, que era
establecido por la corte.
El rey le dio carta blanca para que decorara Versalles como quisiera. También le
regaló algunas propiedades, como castillos en Montretout, La Celle, Bellevue y
Crécy. Luis pagaba, además, sus mansiones en Versalles y en los Campos
Elíseos así como otras residencias en Versalles, Fointanebleau y Compiégne. Le
gustaba el rococó y su influencia se difundió desde la corte a toda Francia.
Encargó al artista Boucher la decoración de la residencia de Bellevue, donde
creó un vasto jardín de perfumadas flores chinas. Para oponerse a la influencia
de la fábrica de porcelana de Meissen – establecida por Augusto el Fuerte de
Sajonia – Madame de Pompadour fundó otra en Sèvres, cerca de Bellevue. Le
interesaba apasionadamente la producción de porcelana, hasta tal punto que
facilitaba modelos a la fábrica y pidió diseños a artistas como Boucher. El “rosa
Pompadour” fue creado allí para ella. La marquesa también influía en asuntos
de estado: Luis la consultaba acerca de nombramientos de embajadores y otras
cuestiones.
Al intuir los beneficios que la fama podría brindarle, Rose Bertín empezó a
promocionarse ofreciendo sus servicios a las damas de la alta sociedad. Poco
tiempo después, asumía el doble papel que representaba ser cuturière de la
reina y “ministra de la moda” de París. Rose Bertín fue una perspicaz mujer de
negocios, capaz de crear y dirigir una empresa que empelaba a numerosas
trabajadoras. También aportó un sistema precursor de la firma: los vestidos
2
Couturier (m.) o couturière (f.) es el término que designa a la persona encargada de crear un vestido.
En castellano la traducción sería costurero/a, aunque también podría ser modisto/a. Sin embargo,
modiste en francés, significa, sombrerero/a. En el libro se conserva el término couturier/ere por su
futura relación con la alta costura (N. del E.)
hechos a medida empezaron a llevar el monograma del creador que los había
concebido.
Prendas femeninas
Esta imagen fue captada en sus cuadros por Watteau, un discípulo de Rubens
que pintó espléndidas escenas de la vida parisina. Una de ellas es L´Enseinge
de Gersaint (1720-1721), que le encargó el marchante Gersaint cuando cambió
el nombre de su tienda, Au Grand Monarque, por À la Pagode. En el lienzo
predominan los motivos usuales de Watteau: hombres elegantes con trajes de
diario, una mujer reclinada que enseña un profundo escote, y otra, vuelta de
espaldas, que lleva el pelo empolvado de gris y un amplio vestido flotante de
satén rosa.
Esta compleja creación llevaba una cintura encorsetada y una falda con
miriñaque. El cuerpo estaba cortado en punta descendente, disponía de un
profundo escote en V o cuadrado, y se adornaba con encajes plisados que se
denominaban frívolamente tátez-y (“tocad aquí”). La amplia sobrefalda, abierta
en el delantero, mostraba la bajofalda. Ésta se cosía al cuerpo y se adornaba
con un borde bordado y decorado con plisados, cuentas y flores. Hay que tener
en cuenta que los vestidos de Madame de Pompadour no sólo estaban ideados
por su couturière. Como las demás mujeres de su tiempo, ella misma escogía
los materiales, así como las fornituras que adornaban sus suntuosos vestidos.
El retrato de Boucher de Madame de Pompadour muestra el estilo del vestido
de corte rococó que lucían las mujeres a mediados del Siglo XVIII. Un típico
vestido de corte llevaba mangas ceñidas que terminaban por encima del codo
con flotantes volantes de encaje, a veces con algunos toques decorativos: un
lazo de encaje o un ramillete de flores artificiales. Otro volante adornaba el
escote y el corsé escotado, llamado “modestia”, estaba cubierto de tejido y
lazos. La falda se abría para revelar otra falda inferior, decorada más
profusamente con flores, frunces y encajes. Con el tiempo, este suntuoso estilo
de vestido dio paso a otros más prácticos, como el negligé, un vestido que unía
cuerpo y falda. Se dice que la actriz Dancourt lanzó esta moda cuando apareció
en la obra Adrienne, de Terencio, y por eso el negligé se conoció también como
adrienne.
Robe Volante o negligé se llevo durante los últimos años de Luis XIV. Bajaba
desde los hombros hasta los pies suelto, debajo llevaba un corsé, pero daba la
sensación de comodidad.
Prendas masculinas
El justacorp será sustituido en la segunda mitad del siglo XVIII por el habit
que es una casaca, que se lleva con chaleco y calzón. Este conjunto de casaca,
chaleco y calzón se denomina termo.
El hombre del Siglo XVIII llevaba la culotte – los calzones – y la chaqueta. Ésta
se convirtió en el chaleco, el elemento decorativo del guardarropa masculino.
Confeccionado a menudo con damasco raso o terciopelo, tenía bolsillos,
mangas largas, delicado bordados que mostraban paisajes, flores o animales y
botones de oro, plata o esmalte. Sólo se cerraban unos pocos botones
superiores y a prenda dejaba ver la chorrera de encaje de la camisa, anudada
como una bufanda.
Luis XV era el único hombre que podía llevar en Francia una casaca de brocado.
El rey creó un nuevo estilo, realzando un hombro de manera que se pudiera ver
el traje inferior. El traje real era lujoso: calzones bombachos, medias de seda y
zapatos de fina piel.
Tejidos
La India era otro de los productores de algodón. Desde 1780, las personas
elegantes utilizaban indianas y otros finos tejidos de algodón hindú: linón,
batista, muselina y gasa. La “camisa de la reina” de María Antonieta estaba
confeccionada con algodón hindú y adornadas con complejos fruncidos.
A finales del Siglo XVIII, tanto la producción de tejidos como las técnicas de
teñido y estampado adquirieron gran desarrollo. Uno de los tejidos estampados
mejor conocidos del momento es la tela de Jouy: algodón decolorado,
estampado con bloques de madera o láminas de cobre. Se producía en una
fábrica situada en las afueras de París, en Jouy-en-Josas, que había sido
fundada por dos hermanos alemanes; Christophe Philippe y Frederic
Oberkampf.
La técnica para producir tela de Jouy fue inspirada originalmente por Francis
Nixon, un artesano irlandés que en 1752 fue pionero en el uso de láminas de
cobre grababas para imprimir ilustraciones a gran escala sobre tejidos. Cinco
años antes, Nixon se había asociado con un mercader inglés que había intuido
el potencial comercial de su técnica. Los Oberkampf mejoraron las posibilidades
de la tela de Jouy, al trabajar con tonos fuertes, tintes de colores sólidos y
láminas de cobre que permitían estampar pequeños detalles.
Maquillaje y cuidados
Lavarse no era una práctica común en el Siglo XVIII. Por eso, la gente llevaba
maquillaje para disimular la piel sucia. Se continuaba utilizando pintura blanca
con plomo como fondo de maquillaje para la cara y las mejillas se realzaban
con colorete rojo. El olor corporal se disimulaba con perfume. Luis XV insistía en
que sus cortesanos llevaran un perfume diferente cada día. Madame de
Pompadour gastaba quinientas mil libras en perfumes y dedicaba mucho tiempo
a cuidad su aspecto.
Pelucas
El corsé
Las mujeres llevaban corsé desde el siglo XVI, pero en el Siglo XVIII se había
convertido en una obra de arte, al menos para un ojo inexperto, ya que, bajo
una seductora apariencia, se escondía un verdadero instrumento de torturo. Las
ballenas rígidas de los corsés se forraban con áspero algodón natural. A pesar
de ser causantes de multples daños (esquirlas, lesiones de hígado o
desplazamiento de costillas), los corsés realzaban las formas femeninas.
También se consideraban un símbolo de posición social: su uso impedía a las
mujeres hacer esfuerzos excesivos e indicaba que eran miembros de una clase
ociosa. Los corsés se hacían de raso, sedas bordadas y sedas brocadas. Las
mujeres trabajadoras llevaban un coselete de cordones.
Sombreros
Revistas de moda
En Francia, Cabinet des Modes ilustraba los nuevos estilos con grabados
coloreados. La moda se según el Cabinet, abarcaba diversas materias, entre
ellas mobiliario, decoración de interiores, carruajes y joyería. La contribución
alemana llegó a finales del Siglo XVIII: en 1786 se publicó por primera vez el
Journal des Luxus und der Moden. Las revistas también llevaban grabados o
láminas de moda, las más memorables de las cuales fueron diseñadas por
Gravelot y Moreau el Joven.