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ANTÍGENOS Y ANTICUERPOS

Antígenos
Molécula de procedencia exógena o endógena que resulta extraña al
organismo. Puede ser específicamente unida por un anticuerpo (Ac) o por un
receptor de célula T (TCR), pero no necesariamente genera una respuesta inmune.
Para aquellas moléculas que inducen una respuesta inmune, se ha propuesto el
término de inmunógeno (cabe señalar, que el conocimiento de estas diferencias, no
ha evitado que ambos términos continúen utilizándose como sinónimos). Algunas
moléculas pequeñas, pueden unirse específicamente a los anticuerpos pero no
activan a las células B o T (son antígenos, pero no inmunógenos). Sin embargo,
molé- culas con bajo peso molecular, por lo general inferior a 4,000 Da, llamadas
haptenos, pueden unirse covalentemente con una proteína propia de mayor peso
(acarreadora o transportadora) y formar un inmunógeno. Este mecanismo está
presente cuando algunos fármacos, originalmente carentes de inmunogenicidad,
ingresan al organismo y la adquieren al unirse a proteínas autólogas. Algo similar
sucede en el mecanismo involucrado en la dermatitis por contacto: Moléculas como
el pentadecatecol de la hiedra venenosa o iones metálicos como el cromo o el níquel
presentes en aretes u otros accesorios, son haptenos, lo que les permite penetrar
fácilmente la piel; estos haptenos se unen con proteínas propias y se crean
complejos hapteno-acarreador, que funcionan como inmunógenos. Los
inmunógenos son capturados por las células de Langerhans y presentados a células
T en los ganglios más cercanos, lo que origina, en individuos hipersensibles, una
potente respuesta que se manifiesta como una reacción severa en piel.

Un antígeno ("anti", del griego αντι- que significa 'opuesto' o 'con propiedades
contrarias' y "geno", de la raíz griega γεν, generar, producir [que genera o crea
oposición]) es una sustancia que desencadena la formación de anticuerpos y puede
causar una respuesta inmunitaria. La definición moderna abarca todas las
sustancias que pueden ser reconocidas por el sistema inmune adaptativo, bien sean
propias o ajenas. Los antígenos son usualmente proteínas o polisacáridos. Esto
incluye partes de bacterias (capsula, pared celular, flagelos, fimbrias, y toxinas), de
virus y otros microorganismos. Los lípidos y ácidos nucleicos son antigénicos
únicamente cuando se combinan con proteínas y polisacáridos. Los antígenos no-
microbianos exógenos (ajenos al individuo) pueden incluir polen, clara de huevo, y
proteínas de tejidos y órganos trasplantados, o proteínas en la superficie de glóbulos
rojos transfundidos.
Cada antígeno está definido por su anticuerpo, los cuales interactúan por
complementariedad espacial. La zona donde el antígeno se une al anticuerpo recibe
el nombre de epítopo o determinante antigénico, mientras que el área
correspondiente de la molécula del anticuerpo es el paratopo.
• Tolerógeno: Antígeno que invoca una no-respuesta inmune especifica debido a
su forma molecular. Si su forma molecular es cambiada, un tolerógeno puede
convertirse en inmunógeno.
• Alérgeno: Un alérgeno es aquella sustancia que causa una reacción alérgica. La
acción resultante puede producirse luego de la ingestión, inhalación, inyección, o
contacto con la piel.
Las células presentan los antígenos al sistema inmune mediante una molécula de
histocompatibilidad. Dependiendo del antígeno presentado y del tipo de molécula
de histocompatibilidad, podrían activarse diferentes tipos de leucocitos.
Superantígeno
Sustancia de origen viral o bacteriano, que tiene la propiedad de unir por fuera tanto
moléculas de MHC II, como de TCR (en individuos que tienen una particular familia
de genes de cadena variable beta). Actúan como una unión entre las dos y activan
alrededor de 30% de los linfocitos, en tanto un antígeno convencional procesado
únicamente activa 0.001% de estas células. De lo anterior se deriva, que la
exposición a un súper antígeno puede conducir a la liberación masiva de citocinas,
lo que puede causar un síndrome clínico similar al shock séptico.
Epítopo o determinante antigénico.
Es el sitio o porción inmunodominante de un antígeno, a través del cual se une con
un anticuerpo o con un receptor del linfocito T. La valencia de un antígeno,
corresponde al número de epítopos que contiene. Así, un mismo antígeno puede
tener epítopos para unirse con anticuerpos o con el receptor de la célula T. Los
anticuerpos reconocen a la estructura expuesta, primaria o terciaria, del antígeno
nativo y los receptores de T principalmente a la primaria (proveniente de antígenos,
principalmente proteínicos, procesados), lo que implica la existencia de dos tipos de
epítopos:
• Lineal. Formado por secuencias de aminoácidos continuos y contiguos.
• Conformacional. Constituido por secuencias de aminoácidos continuos o
discontinuos y distantes, que se aproximan entre sí debido al plegamiento o
conformación tridimensional del antígeno.
Inmunogenicidad.
Es la potencia o capacidad que tiene una molécula para generar una respuesta
inmune y depende tanto de su naturaleza, como de la inherente al individuo en el
que actúa (receptor).

Origen de los antígenos


Los antígenos pueden ser clasificados según su origen.
 Antígenos Exógenos
Los antígenos exógenos son antígenos que han entrado al cuerpo desde el exterior,
por ejemplo mediante inhalación, ingestión o inyección. Estos antígenos son
tomados en las células presentadoras de antígenos mediante endocitosis o
fagocitosis, (CPAs) y procesados en fragmentos. Las CPAs entonces presentaran
esos fragmentos a linfocitos T colaboradores (CD4+) con ayuda de moléculas de
histocompatibilidad de clase II en su superficie. Algunos linfocitos T pueden
reconocer de manera específica la dupla péptido: CMH. Es entonces cuando son
activados y comenzaran a secretar citoquinas. Las citoquinas son sustancias que a
su vez pueden activar linfocitos T citotóxicos (CD8+), células productoras de
anticuerpos o linfocitos B, macrófagos, y otras partículas.
 Antígenos Endógenos
Los antígenos endógenos son aquellos antígenos que han sido generados al interior
de una célula, como resultado del metabolismo celular normal, o debido a
infecciones virales o bacterianas intracelulares. Los fragmentos de esos antígenos
son presentados sobre la superficie celular en un complejo con moléculas MHC de
clase I. Si son reconocidos por linfocitos T citotóxicos (CD8+) activados, estos
comenzaran a secretar varias toxinas que causaran la lisis o apoptosis (muerte
celular) de la célula infectada. Para prevenir que las células citotóxicas destruyan
células normales que presenten proteínas propias del organismo, estos linfocitos T
auto reactivos son eliminados del repertorio como resultado de la tolerancia
(también conocida como selección negativa).
 Auto-antígenos
Un auto antígeno se refiere a una proteína o complejo de proteínas normal (algunas
veces ADN o ARN) que es reconocido por el sistema inmune. Ocurre en pacientes
que sufren de alguna enfermedad autoinmune específica.
Estos antígenos no deberían, en condiciones normales, activar el sistema inmune,
pero debido principalmente por factores genéticos y ambientales, se ha perdido una
correcta tolerancia inmunológica en esos pacientes.
 Antígenos tumorales
Los antígenos tumorales o neo antígenos son aquellos antígenos que son
presentados por moléculas MHC I o MHC II (del complejo mayor de
histocompatibilidad) que se encuentran en la superficie de células tumorales.
Cuando este tipo de antígenos son presentados por células provenientes de un
tumor, en este caso serán llamadas antígenos tumorales específicos (TSAs por sus
siglas en inglés) y generalmente, son resultado de una mutación especifica. Más
comúnmente existen los antígenos que son presentadas por células normales y
tumorales, llamados antígenos asociados a tumores (TAAs por sus siglas en inglés).
Los linfocitos T citotóxicos que reconocen esos antígenos son capaces de destruir
la célula tumoral antes de que prolifere o haga metástasis. Los antígenos tumorales
también pueden estar en la superficie de un tumor, formando por ejemplo, un
receptor mutado, en cuyo caso será reconocido por linfocitos B.
 Antígenos nativos
Un antígeno nativo es un antígeno que aún mantiene su forma original y no ha sido
procesado por una CPA en partes más pequeñas. Los linfocitos T no se pueden unir
a los antígenos nativos, ya que necesitan de la ayuda de CPAs para que los
procesen, mientras que los linfocitos B si pueden ser activados por esta clase de
antígenos.
Requisitos físicos y biológicos
La inmunogenicidad de una molécula depende de varias características físicas y
bioquímicas, específicamente: tamaño, composición química, heterogeneidad y
extrañeza. Una molécula suele ser tanto más inmunógena cuanto mayor es su
tamaño. Las moléculas con pesos moleculares <5 000 Dalton (Da) son poco
inmunógenas, aunque se conocen algunas de ~1 000 Da que tienen esta capacidad.
Así, los polímeros de lisina no son inmunógenos, pero adquieren inmunogenicidad
si se les añade en cada extremo un radical dinitrofenol; por ejemplo, la heptalisina
de <1 000 Da adquiere inmunogenicidad en esta forma, a pesar de que en este caso
el peso molecular no sea superior a >1 070 Da. Sin embargo, el tamaño de una
molécula no es suficiente, ya que polímeros sintéticos de >5 000 Da compuestos de
un solo aminoácido o carbohidrato no son buenos inmunógenos. Aun así, si a estas
moléculas se les introducen aminoácidos distintos, se vuelven más heterogéneas e
inmunógenas. Así, copolímeros de ácido glutámico y lisina que para inducir una
respuesta inmunitaria requieren un peso molecular de ~40 000 Da, obtienen mayor
inmunogenicidad con la incorporación de aminoácidos aromáticos, como tirosina y
fenilalanina; en estas condiciones, moléculas de ~4 000 Da adquieren esta
propiedad, lo que indica que la composición es relevante en la inducción de esa
respuesta. Los aminoácidos aromáticos proporcionan rigidez a la molécula que los
contiene, lo cual incrementa en grado considerable su inmunogenicidad. Este
fenómeno es muy evidente en la gelatina, cuya molécula es poco rígida y poco
inmunógena, aunque tales características pueden modificarse con la introducción
de tirosina (1%) por métodos químicos. Sin embargo, un exceso del aminoácido
aromático (3-10%) tiene el efecto opuesto, ya que los epítopos de la gelatina son
encubiertos y los anticuerpos que se forman están dirigidos principalmente hacia la
tirosina. Podemos decir que una sustancia es tanto más inmunógena cuanta mayor
complejidad química presenta; asimismo, la inmunogenicidad de una molécula
depende en gran parte de su rigidez y la localización de sus epítopos.
En un organismo sano, el sistema inmunitario está diseñado para eliminar todo
aquello que no le pertenece, es decir, es capaz de distinguir lo propio de lo extraño.
Cuanto más extraña es una molécula, tanto mayor es la probabilidad de que sea
inmunógena y de que este sistema reaccione contra ella. Es decir, aunque una
molécula no sea inmunógena en el hospedador en el que normalmente se
encuentra, puede llegar a serlo si introduce en otro diferente. La capacidad de un
individuo para distinguir lo propio se adquiere durante el desarrollo ontogénico del
sistema inmunitario, cuando los linfocitos inmaduros se exponen a los componentes
del organismo; esto permite que los antígenos propios sean reconocidos
posteriormente y no se genere una respuesta inmunitaria. Por otra parte, todas
aquellas moléculas que el organismo no reconoce como propias durante dicho
desarrollo, pueden inducir una respuesta inmunitaria después, cuando se ponen en
contacto con el ser vivo, porque se les reconoce como extrañas. Por esta razón un
individuo puede recibir transfusiones de sangre compatible, sin responder
inmunitariamente. El efecto opuesto se produce cuando el sujeto recibe sangre in-
compatible, que se reconoce como extraña. Un ejemplo típico es el problema que
presentan las mujeres embarazadas cuyos eritrocitos son Rh– y que portan un feto
que es Rh+ por herencia del padre; en estas condiciones, la madre se inmuniza o
se sensibiliza, generalmente durante el parto, por medio de la sangre del producto,
con formación de anticuerpos contra los eritrocitos Rh+, los cuales, en un embarazo
ulterior, pueden causar en el recién nacido una eritroblastosis fetal.

INMUNOGENICIDAD
Las moléculas más inmunógenas son las proteínas, seguidas de los carbohidratos.
Por otra parte, los lípidos y los ácidos nucleicos no son inmunógenos, a menos que
estén formando complejos con proteínas o polisacáridos. En relación con las
proteínas, en principio casi toda la superficie de una proteína globular debe ser
capaz de inducir la formación de anticuerpos. Sin embargo, la inmunogenicidad de
la proteína en sus diferentes regiones se ve limitada por factores intrínsecos a su
estructura y extrínsecos dependientes del individuo reactivo y que varían entre
sujetos y entre especies. Los factores intrínsecos guardan relación con las
cantidades relativas de anticuerpos dirigidos contra cada sitio o clase de sitios de la
molécula; entre éstos figuran los inmunodominantes, que son aquellos contra los
que está dirigida la mayor parte de los anticuerpos y donde participan de manera
importante la accesibilidad, naturaleza hidrofílica, flexibilidad y proximidad del sitio
reconocido por las células T auxiliares (TH). Con respecto a los factores del
hospedador, la inmunogenicidad es restringida por la tolerancia a lo propio; además,
los genes de la respuesta inmunitaria cumplen la muy importante función de regular
la capacidad del individuo para formar anticuerpos contra un antígeno específico.
Estos genes inmunoreguladores específicos de cada antígeno son parte del
complejo mayor de histocompatibilidad (MHC), que codifica los antígenos de
trasplante. Como se verá más adelante, los mecanismos de acción del MHC
consisten en su efecto en las células TH. Por tanto, la respuesta inmunitaria a los
antígenos proteicos es regulada por la célula T. Un hapteno, que por sí mismo no
es inmunógeno, se vuelve tal cuando se conjuga con una proteína (acarreador) que
induce en un individuo una respuesta de células T. El reconocimiento del acarreador
por la célula TH específica induce la formación de anticuerpos en la célula B; es
decir, los factores que contribuyen a la inducción de una buena respuesta de la
célula T también coadyuvan a la del linfocito B. En una proteína, la identificación de
los determinantes antigénicos que reconocen las células T permite entender mejor
la inmunogenicidad y la participación de los genes de la respuesta inmunitaria, y
quizá también la forma de aumentar la respuesta de anticuerpos hacia una parte del
antígeno biológicamente relevante.
Procesamiento del antígeno
En general, las proteínas son los únicos elementos capaces de generar una
respuesta inmunitaria y para lograrlo requieren un procesamiento por las células
auxiliares, seguido de la presentación en su membrana, asociadas con moléculas
del MHC; lo anterior está determinado por la forma en que el antígeno ingresa en la
célula. Así, los antígenos exógenos producidos fuera de la célula del hospedador
entran en la célula por endo o fagocitosis, donde la célula presentadora del antígeno
(macrófago, células dendríticas y linfocito B) los degrada en fragmentos peptídicos
mediante un procesamiento que lleva a cabo por la vía endocítica. Dentro de esta
vía se expresan moléculas de clase II, de tal modo que los péptidos que se producen
se unen a estas moléculas; este complejo se envía a la superficie celular, donde lo
reconocen las células T CD4+. La expresión de las moléculas de clase II del MHC
se circunscribe a células que presentan antígeno, por lo que la presentación de
antígenos exógenos se limita a estas células.
Por otra parte, el antígeno endógeno se produce dentro de la célula del hospedador,
como sucede durante una infección viral o por efecto de una transformación tumoral.
Los péptidos se forman por degradación en la vía citosólica, y se enlazan en el
retículo endoplásmico a moléculas de clase I del MHC, de donde son transportadas
a la membrana celular. En este caso los linfocitos T CD8+ reconocen al antígeno
vinculado con moléculas de clase I del MHC (fig. 2-1). Como es evidente, el origen
del antígeno define el tipo de moléculas del MHC con las que se asocia, lo que
restringe su reactividad con células CD4 o CD8.
Las moléculas que no pueden degradarse ni exponerse junto con las moléculas del
MHC, se comportan como inmunógenos débiles. En consecuencia, las células que
escinden y presentan al antígeno a los linfocitos T, lo harán con mayor presteza si
el estado físico de la molécula facilita su fagocitosis. Esto explica porqué los
antígenos insolubles que se fagocitan y procesan con más facilidad son mejores
inmunógenos que los solubles. Este último paso es indispensable porque los
antígenos que no pueden ser degradados, como sucede con las proteínas formadas
por D-aminoácidos, se comportan como malos inmunógenos. Además, los antíge-
nos solubles tienden a comportarse como tolerógenos; por ejemplo, la
gammaglobulina monomérica que se obtiene por ultra centrifugación de la
gammaglobulina total es poco inmunógena cuando se inyecta por vía intravenosa
y, a la inversa, induce tolerancia. Por otra parte, la gammaglobulina agregada por el
calor es un buen inmunógeno.
ANTICUERPOS
Los anticuerpos (Ac) o inmunoglobulinas (Ig) son moléculas glico-proteicas (90%
polipéptidos, 10% carbohidratos) que tienen la capacidad de combinarse
específicamente con un antígeno o un inmunógeno. Reciben también el nombre de:
anticuerpos, gammaglobulinas (debido a su migración electroforética), antitoxinas,
aglutininas o precipitinas (términos alusivos a su actividad).
Formas de anticuerpos
• Unidos a la membrana de las células, donde funcionan como receptores para
antígenos. El linfocito B maduro, expresa en su superficie a los anticuerpos M y D.
• Secretados. Al ponerse en contacto, directa o indirectamente, con un agente
extraño, el linfocito B se transforma en célula plasmática y produce anticuerpos (Ac).
Éstos, al ser secretados, ejercen sus funciones dirigidas a unir y eliminar a los
patógenos o elementos nocivos. Para tal fin, muchos de ellos son transportados al
sitio de entrada del antígeno que activó su producción.
Respuesta primaria
Durante el primer contacto del linfocito con la molécula extraña, la célula plasmática
secreta principalmente Ig M. El número de anticuerpos aumenta lentamente y
disminuye con rapidez, por lo que queda sólo una cantidad moderada en circulación.
Respuesta secundaria Al ingresar nuevamente el antígeno, se producen otras
clases de anticuerpos (G, A o E), su incremento es más rápido y la cantidad que
permanece en circulación es mayor.
Actividad del anticuerpo
El anticuerpo une al antígeno en forma específica, al hacerlo, se activan en él otras
funciones biológicas heterogé- neas que le permiten, entre otras cosas: activar al
complemento, actuar como opsonina, cruzar la barrera placentaria y unirse a células
(fagocíticas, inflamatorias, plaquetas, etcé- tera).
Estructura
La unidad básica (monómero) esquematizada como una Y, está formada por los
fragmentos: • Fab (del inglés Fragment antigen binding) son dos y cada uno puede
unir a un antígeno. • Fc (fracción cristalizable), esta región es la que se une a las
células o moléculas y es la efectora de las funciones biológicas ya señaladas. Entre
ambos fragmentos se encuentra la bisagra, que le da flexibilidad y le permite abrirse
para unir a dos antígenos distantes. El monómero está formado por cuatro cadenas
de aminoácidos (aa): • Dos ligeras L (light). Hay dos tipos de cadenas L: kappa () y
lambda () • Dos pesadas H (heavy) con ± 440 aa. Hay cinco tipos de cadenas H y
cada uno de ellos corresponde a una clase de anticuerpo.
Clases
Se han identificado cinco: Ig A, Ig D, Ig E, Ig G y Ig M, con funciones diferentes.
Importancia de los anticuerpos
1. La presencia de anticuerpos específicos protege contra patógenos a los que
reaccionamos en el pasado.
2. Su falta provoca inmunodeficiencia.
Incluso deficiencias de algún isotipo (IgA) o déficits cuantitativos pueden
comprometer la inmunocompetencia.
3. La presencia de auto anticuerpos de isotipo IgG contribuye a la autoinmunidad (r.
cruzada ej: clamidia).
4. La presencia de IgE alérgeno específica contribuye a las enfermedades
alérgicas.
Características particulares
Ig A
Protege en forma importante a los epitelios, es la inmunoglobulina que más
producen los tejidos linfoides submucosos y por consiguiente la que se encuentra
en mayor concentración en las secreciones. GASTROINTESTINAL Y VIAS
RESPIRATORIAS
Ig D
Esta molécula se encuentra en la superficie del linfocito B y es un marcador de su
madurez. Actúa además como receptor de antígenos y transmisor de señales hacia
el interior de la célula. Circula en cantidades muy pequeñas.
Ig E
Se encuentra en cantidades muy pequeñas en la circulación, pero tiene gran
importancia por su participación en los trastornos alérgicos. Las células cebadas,
basófilos y plaquetas tienen receptores para IgE, ésta se une a ellos y funciona
como receptor del antígeno y/o del alérgeno. La unión Ag-IgE libera a los
mediadores responsables de inflamación y alergia. Aumenta también, durante las
invasiones parasitarias.
Ig G
Es la que circula en mayor cantidad) y la que más aumenta en una respuesta
secundaria. Cruza la placenta ayudada por el receptor FcRn que expresan las
células del trofoblasto, por lo que protege al infante al nacer y durante los primeros
meses. Activa al complemento y favorece la fagocitosis (opsoniza). Neutraliza
patógenos con gran efectividad. Se une a un gran número de células (cebada,
macrófago, plaqueta, etcétera) que expresan receptores para ella, con la posibilidad
de activarlas.
Ig M
Esta inmunoglobulina es la primera que aparece en la escala filogenética, la primera
que se expresa en la superficie del linfocito B y la que predomina en la respuesta
inmune primaria. Por ser la de mayor tamaño (pentámero) puede unir varios
antígenos y es la principal activadora del complemento.

Antígeno y Anticuerpo:
• Sucede cuando un Ag es reconocido por su Ac
• Reversible /Puede separarse de su Ag
• El lugar donde es reconocido el Ag y el Ac se llama (Determinante Antigénico
o Epítopo)
• Para su unión necesita de Fuerzas hidrofóbicas, iónicas o Van Der Waals
• A más Afinidad y más Concentración + Rápida
• Muy específica
• 4 tipos
• Precipitación (macromoléculas solubles)
• Aglutinación (Tejido membranoso, bacterias)
• Neutralización ([Virus] Reduce la capacidad de infectar)
• Opsonización (Unión a la membrana del macrófago)
Linfocitos B
Los linfocitos B son células especializadas del sistema inmune que juegan un papel
importante en la respuesta humoral, el principal mecanismo de defensa contra
patógenos que se replican fuera de la célula del huésped (patógenos extracelulares)
como por ejemplo las bacterias Staphylococcus o Streptococcus.
Fisiología
La principal función de los linfocitos B es el reconocimiento de moléculas extrañas
al organismo, llamadas antígenos, y la producción de anticuerpos específicos para
neutralizarlas.
Origen de los linfocitos B
La generación de células B comienza en el hígado fetal, siendo reemplazado de
manera progresiva por la médula ósea, que desde este momento constituirá el lugar
principal de producción de linfocitos B. A diferencia de los linfocitos T, que migran
al timo para madurar, los linfocitos B se forman y maduran en la médula ósea.
Durante este proceso los linfocitos B van adquiriendo diferentes moléculas en su
membrana. Entre éstas destaca el receptor de células B (en inglés B-cell receptor o
BCR), molécula característica para los linfocitos B. Esta molécula está constituida
por un fragmento común para todos los linfocitos B y otro distinto en cada linfocito.
La porción variable es una inmunoglobulina, y hace que el BCR de cada linfocito
sea único, permitiendo así el reconocimiento específico de un número casi infinito
de antígenos.
Después de su maduración, los linfocitos B se aglomeran en los ganglios linfáticos,
el bazo y otros tejidos linfoides, donde entrarán en contacto con los antígenos para
los que son específicos.
Activación de los linfocitos B
Una vez que tiene lugar la interacción con el antígeno especifico, los linfocitos B se
activan y se diferencian en dos tipos de células. Por una parte, se pueden formar
células de memoria que permitirán que la próxima vez que el mismo patógeno entre
en el cuerpo, se pueda poner en marcha una respuesta inmune específica de forma
más rápida y eficaz. Por otra parte, el linfocito B se puede transformar en plasmocito,
una célula especializada en la fabricación y secreción de anticuerpos circulantes.
Es importante mencionar que, en ciertos casos, es necesaria la participación de los
linfocitos T para que las células B se activen y transformen. En estos casos, después
de que el antígeno se haya unido al receptor de los linfocitos B, dicho antígeno se
procesa en el interior de la célula con el fin de presentar posteriormente fragmentos
del mismo en la superficie de los linfocitos B. Cuando un linfocito T cooperador (en
inglés T helper) reconoce esta molécula extraña, producirá diferentes citoquinas que
van a estimular la activación y diferenciación de los linfocitos B.
Se puede concluir que los linfocitos B son células centrales en la respuesta inmune
adaptativa: son los principales efectores de la respuesta humoral mediante la
producción de anticuerpos específicos. Además pueden actuar como células
presentadoras de antígenos.
http://www.misistemainmune.es/linfocitos-b-por-que-son-esenciales-para-nuestra-inmunidad/

Linfocitos T

Los linfocitos T o células T son un tipo de célula blanca de la sangre presente en


el cuerpo humano. El nombre es la abreviatura de células del timo, el órgano en el
que este tipo de glóbulo blanco madura. Estas células son importantes en el
mantenimiento del cuerpo del sistema inmunológico y son fundamentales en la
lucha contra las sustancias invasoras dañinas.

Cuando un virus u otro invasor entran en el sistema de una persona, el cuerpo tiene
una respuesta inmunológica. Ciertas células tienen receptores que pueden
identificar una sustancia de ataque, y pueden activar diferentes células en el cuerpo
para buscar y destruir invasores dañinos. Las personas con un sistema inmune
fuerte suelen tener una alta cantidad de células blancas de la sangre y las células
T. Los pacientes con enfermedades autoinmunes o que sufren de cáncer son con
frecuencia objeto de recuento de células sanguíneas que pueden decir los médicos
que tan bien estas y otras células útiles están sobreviviendo y luchando contra su
enfermedad.

Hay dos tipos principales de linfocitos T y cada uno desempeña un papel separada
en el sistema inmune.

 Células T asesinas buscar el cuerpo de las células infectadas por los antígenos.
Cuando un asesino de células T reconoce un antígeno unido a una célula del
cuerpo, que se adhiere a la superficie de la célula infectada. A continuación, segrega
los productos químicos tóxicos en la célula, matando tanto el antígeno y la célula
infectada.
 Células T auxiliares liberan una sustancia química, llamada una citoquina, cuando
es activado por un antígeno. Estas sustancias químicas luego estimulan los
linfocitos B para comenzar su respuesta inmune. Cuando una célula B se activa,
produce proteínas que combaten antígenos, llamadas anticuerpos. Los anticuerpos
son específicos para un único antígeno, por lo que hay muchos tipos de células B
en el cuerpo.
Hay varios tipos diferentes de células T en el cuerpo, cada uno con una función
específica. Células T auxiliares son capaces de dividirse y ayudar en la totalidad del
cuerpo rápidamente inmunidad respuesta al ataque por la creación de una proteína
útil llamada de citoquinas. Otro tipo, a menudo llamado una célula de memoria,
ayuda a que el cuerpo recuerde a luchar contra las infecciones de repetición, lo que
impide a una persona de la captura de la misma enfermedad más de una vez.

Uno de los tipos más útiles de estas células también lleva un gran inconveniente.
Células citotóxicas trabajan para destruir tumores o células mutadas, al igual que
los soldados repeler a un invasor. Por desgracia, en los trasplantes de este tipo de
célula puede identificar erróneamente un órgano trasplantado como una amenaza
y atacarla. Células citotóxicas son considerados uno de los principales factores en
el rechazo al trasplante.

Las células T se consideran de suma importancia en la lucha contra las


enfermedades autoinmunes, en especial en los casos de Virus de
Inmunodeficiencia Humana (VIH) y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida
(SIDA). Muchos de los tratamientos actualmente en uso para estos virus implican la
estimulación de la producción de estas células y su respuesta con el fin de luchar
contra los efectos perjudiciales de estas condiciones. De origen natural las células
T “asesinas” no son capaces de luchar eficazmente el VIH, por lo que los científicos
han desarrollado una variedad de técnicas para mejorar las células y hacer que los
receptores de las células más sensibles a este virus mortal.

Debido a que el estudio de la función celular es todavía relativamente nuevo, todavía


hay mucha ciencia no entiende acerca de las células T y cómo funcionan. Mientras
los investigadores continúan estudiando estos útiles las células, muchos creen que
será posible reducir el rechazo del trasplante de células causado y mejorar los
tratamientos para enfermedades autoinmunes.

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