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; ——— 45 45 F ee Oy aa ae © Maité Allamand los &rooIes del valle- cobran vida Y se cuenion sus suefios. Decidlidos ALAM ITO © conseguir sus deseas, llenos de llusiones parten de vioje @ través el fio, Pero @! destino $6 Interpone EL LARGO ' Y los leva en drecciones muy ds + fintas... Un original ¢ interesante | relato, donde Io naturaleza adaue: re 1asgos humanos. | on yn OI ES ap AN ° ssn 6132082 El Alamo Vigia, con. su enor- me catalejo cubierto de quin- tral, observa sin cesar el hori- zonte, Plantado en un extremo ®A de la Alameda, le es ficil ver todo cuanto sucede en la vasa Uanura de CChequén, desde las cumbres nevadas y azu- les de la Cordillera hasta los lejanos cerros de la Costa, tras de los cuales se acuesta el Sol, todas las tardes. COrgulloso de-su: responsabilidad y de su importante misi6n, el Alamo Vigia no descansa ni de dia ni de noche. Cuaido ha pasado la Gltima carreta por el camino, ‘cuando el titimo jinete se-apea de su bes- tia frente a su rancho, cuando s6lo se oye el murmullo del agua en los esteros y el paso del viento en el follaje de los acboles, el Alamo Vigia da la seftal convenida, En tonces, en la Alameda entera estalla tina alegre carcajada vegetal, Todos los Alamos, grandes y'chicos, jévenes o viejos, se albo- rotan, gritan, agitan sus ramas, se despere- zan. Y Alamito el Largo, ese arbolito nue- vo y vigoroso que estira y estira su pescuezo para crecer mis ligero y ast reali- zar sa ambiciOn, grita a toda fuerza: Yo quiero ser méstil mayor del’ mas grande de todos los veleros del mundo. Yo quiero ser el mas alto de todos: los «Alamos de la regiSn, el mas derecho, el més fornido... Estoy aburrido de ser arbol, plantado en tierra,.prigionero de mis rat- ces, desterrado' en él campo, lejos del pro- gresbiy de ld civilizaci6n... Pero, amigos, ved cémo he crecido desde anoche... Pron- to me despojaré de-estas hojas vulgares, de estas ramas pesadas, de estos nidos cu- yos duefios abusan de mi-hospitalidad y seré el méstil mayor del ms.-grande ‘de todos los veleros del mmundo..: jAl Mar! Me pintarin de-blanquisima pintura,: me pon- drin velas matavillosas, jAdi6s tiuques or- dinarios que ensucian mis ramas y marchi- tan mis cogollos sin ninguna consideraci6n! Alternaré con las. gaviotas. y los. péjaros ‘marinos de todos los océanos:... Conoceré puertos y bahias, estrechos y canales, gol- fos, islas y archipiélagos. Pasaré los trOpi- cos, alcanziré hasta. los polos. Me énfren- taré eon el Viento, veré frente a frente la caraidel Huracén, ene codearé con las ‘Trom- bas y los Tifones, dos Tornados y los Mare- motos, y allé, muy-lejos, ‘muy lejos, .seré invitado de honao.al congreso de los Arco Iris... Ver€ @jércitos de. tiburones, avistaré ballenas, cachialotes -y: elefantes. marino, me divertiré con los peces voladores y con las tortugas de mar, conoceré los famosos arrecifes de coral. Terminado su discurso, Alamito el Lar go estira y estira su cogote hacia las estre~ llas.” Envalentonado por sus propias pala- bras, le parece que ya estin por realizarse sus ilusiones. Pero un murmullo de incre~ dulidad acoge sus fanfarronadas. Los bue- nos Alamitos campesinos se burlan y des- precian e308 cuentos, pero quizés en sus almas puras y_sencillas esté.a punto de brotar una duda, de florecer una inquietud, Adivinando el peligro que corren la ino- cencia y la tranquilidad de los pequefios, Alamo Palo Seco, el abuelo venerable de todos los Alamos de Chequén, exclama con su impénente vozarr6n:, a¥ qué sabes vi del mar y del mun- do, chiquillo farsante, cuando no te has movido nunca de esta region? Picado, Alamito el Largo responde con impertinencia: —Es verdad, abuelo, que todavia no he vist6 el mar, pero si que he ofdo mu- chas cosas sobre é1 y me he documentado en la mejor forma posible. Mientras mis hermanos y mis primos pasan todo el dia distraidos, jugando hojas al viento, sin pen- sar en nada, yo estudio, observo, medio, ‘Tengo, ademés, amigos muy viajados y emi- sarios confidenciales y seguros, que des- pués de cada uno de sus viajes hasta el océano vienen a informarme de todas las cosas que han visto, olido y comido: por alla. Mi amiga la Garza del Maule me da verdaderas conferencias sobre los temas que ‘me interesan. Cuervo Alas-Atrés es otro via- jero muy ilustrado en la materia. Pato-Pato Y sus cuatro hermanos no se cansan’ de explicarme que bogando, bogando Maule abajo se lega al mar. Sé también que en la desembocadura misma de nuestro gran rio estén los astlleros en donde se construyen veleros desde. los remotos tiempos de la Colonia. Allé, alla tan Arboles altos y fornidos como yo.. —Buenpybueno, veo que sabes muchas ‘cosas —intgrumpi6 el Abuelo Alamo Palo Seco— y lo'peor es que crees a raiz juntilla todo cuanto te relatan esos emplumados y chismosos forasteros, y edificas tu porvenir yy te forjas miles de ilusiones creyendo en sis habladurias. Pero escucha, para salir de dudas una vez por todas y saber sien verdad elmares tan extraordinario, y tan desprecia- ble nuestra buena tierra de Chequén, vamos a entrevistar a nuestrg buen amigo don. Calixto el Bucalipto, que:haci6 en el litoral. Es verdad que est4 myy anciano, pero vea- ‘mos si recuerd algo de lo que vio en su juverttud. Dicen que est muy sordo: enton- ces, a llamarlo todos, muchachos... ismo es donde necesi- ¥ los Alamitos se pusieron a gritar —Tio Calixto..: —Tio Calixto el. Eucalipto; despierte. —Despierte, por favor, ti6:Calixto, A'la tremenda algazara de'los Alamitos del camino,, el viejo Calixto; ‘que estaba plantado cerca de las casas del fundo d de hacia muchisimos afios, despert6 sobre- sahtado: —Qué pasa, amigo Alamo Palo Seco? @or qué me despiertan’a estas horas tatt avanzadas de la noche? —Perdona, querido:Calixto, pero: und de mis nietos, descontento con su suerte, quiere cambiar su: destino vegetal por el de méstil de velero. —iQué disparate! —interrumpi6 el: Bu- calipto, sofocado por la indignacién. Quieres hacernos el favor de hablar nos del mas, t6-que naciste“en sus orillas? —suplic6 don Alamo Palo Seco- Aver si con tus palabras sensatas y veridicas se desengaiia de sus locuras este iluso retofo. —iAh, quetido amigo! —suspir6 tio Ca- lixto, con voz. ahogada por la emocion—. Aguarda un poco, son tantos los recuerdos que despiertan en mi tus palabras... Déja- me reflexionar, ordenar un poco mis pen- samientos... Calixto el Bucalipto sinti6 que las estre- llas giraban como locas sobre su frondosa cabeza, y se estremecieron en la tierra sus viejas rafces. (El Mar! jE! Mar! Las cosas que discutian esos Alamos parlanchines y beli- ‘cosos en la maravillosa calma de la noche.... Por fin empez6 a hablar con una voz trémula y debilitada por la emocién y la distan No se oye, tio Calixto... —clamaron los Alamitos, impacientes. Mis fuerte, més fuerte... —Nada, no se oye nada. La verdad era:que tio Calixto no podia hablar més alto. Su-discurso iba a ser lar- 80, y si agotaba sus fuerzas desde el prin- cipio, x10 podria terminarlo, Si los. Alamitos no ofan, tendrian que esperar la Gran No- che para poderlo escuchar de cenea, y nada mis: —iNo, no, ahora mismo! —Queremos escucharlo inmediatamen- te... —gritaron al unisono todos Jos Alamk tos, impacientes. Entonces, sucedi6 que Brisa Nocturna oy6 la conversacién de los Arboles, se com- padeci6 de la impaciencia de los Alamitos y de inmediato propuso su colaboracién. =os Hombres tienen Radio, ‘Teléfono, Micr6fonos. y Amplificadores de sonido —explicé— para ayudarse en: circunstan- cias similares, para comunicarse a muy lar- ga distancia sin mayores esfuerzos. Algo sé de estas cosas; porque cada instante-me atraviesan esas fuerzas misteriosas llama- das ondas, que son las que transmiten la miisica y las palabras. Y volando, volando, Brisa Nocturna des- perté a la vieja Arafia Tejedora y le enco- mend6 que fabricara un hilo muy: largo, muy largo... ¥ volando, volando, lo tendié entre la:Alameda y don Calixto. Un Mirasol se offecio de micr6fono, y en un instante todo estuvo listo para iniciar la transmi- si6n. Hum, hum... El mar esti en el suelo —eimpez6 tio Calixto—, aunque esto les parezca a ustedes muy extraiio, —iOo00000000000hhhhhhhhhhhh! —exclamaron los Alamitos con admiracion, —EI mar es como un potrero inmenso leno de agua —prosigui6 tio Calixto— Un potrero grande, inmenso, con dos ori- llas no mas. Una, la que lo separa de la tierra, se lama playa, esta lena de arena, rocas y rompiéntes. La otra, la que esté al frente, alld donde se acuesta el Sol, se divisa apenas y se llama horizonte. "Pot el mar; navegando, se llega a to- dos los Continentes, Europa, Asia, Africa Por el mar llegaron a Chile, desde Austra- lia, hace. mucho mas de cien afios, mis antepasados, los primeros Eucaliptos plan- tados en este querido suelo, en el cual nos hemos aclimatado tan bien y multiplicado tanto. La transmisiOn resultaba a las mil mara- villas. Don Calixto -hablaba sin. cansarse, los Alamitos no perdfan palabra del discur- 80, y Brisa Noctuma revoloteaba por aqui, por alla, ahuyentando a las aves nocturnas que con sus alas torpes pudieran estropear el hilo que permitia realizar tan’ extraordi- nario portento. Y el buen tio Calixto prosigui6 asi, tras una breve carraspera: —Bl agua del mar no es como el agua de los esteros, ni de las vertientes, ni del Maule. Es un agua enemiga, salada, que no sirve para aplacar nuestra sed, sino pata causarnos Ia muerte. Cualquiera de noso- tros, regado con ella, perece imposterga- blemente. Las flores mis lindas, los cerros mis verdes, languidecen y se secan en sus salobres orillas. Yo naci, junto con millares de mis hermanos, en un almécigo situado en una inmensa playa, convertida en vive- ro de Arboles (nunca comprendi la razon por la cual los Hombres lo habfan estable- ido en ese lugar). Media yo apenas unos centimetros cuando me plantaron en un macetero individual. Creci, y me trasplan- taron a oto de mayor tamafo. Al princi- pio, cuando éramos pequefios, no veiamos nada, pero cuando crecimos un poco pu- dinios divisar al puerto que estaba cerca de nuestro vivero. Por las tardes salian los botes pescadores, que volvian al amanecer cargados de pesca. Y a veces, no volvian. ‘Cuando ‘el mér esté enfurecido, sopla un viento'tfemendo y'se levanitan olas tan al- tas como el tectio de las casas, y con mas fuerza que :e! motor a gas pobre de la maquina trilladora. Entonces el mar se tra- ga las embarcaciones pequefias, y a veces despedaza a los barcos ms grandes, aun aquellos que tienen casco de hierro y po- derosas maquinas para defenderse. Des- pués que pasa el temporal y el mar vuelve 2 su ritmo hipécrita y tranquil, aparecen sobre las playas muchos cadaveres de hom- bres, de botes y de navios, y es una com- pasiGn de ver mastiles rotos, quillas destro- zadas, fierros torcidos.. *Pasaron los afios. Me converti en un arbolito crecido y vigoroso: Pero el:mace- tero ime quedaba estrécho: tenia todas mis raices aprensadas, adoloridas dentro de él, ast como sucede a los nifios cuando les compran zapatos que les quedan chicos! Por suerte lleg6 mi turno, y me compraron, para llevarme tierra adentro. Me sacaron del. macetero (jhuy qué alivioD, me emba- laron cuidadosamente y me embarcaron en un tren, con una linda etiqueta amarilla con mi nombre y mi nueva direccién. Cuan- do legué aqui al fundo, me miraron como tuna novedad (y en realidad lo era, pues soy el primer Eucalipto legado por estas tierras) y se produjo una acalorada discu- si6n entre los miembros de la familia de mis duefios. Nadie se ponia de acuerdo sobre el sitio apropiado para plantarme, y or poco me dejan secarme en mi envol- torio de sacos y papeles. Fue una larga agonia. Por fin se-decidieron a ponerme en tierra, y yo estaba tan seco, tin débil y enfermo, que perdi todas mis lindas hojas y estuve a punto de morir. Desde.enton- ces, aqui estoy. Cuando.me acuerdo de mis hermanos de la costa, cuyo destino ignoro completamente, me da mucha pena, Pero, en cambio, he sido tan feliz, aqui... Aqui me hice arbol; eché raices, ramas y semillas, y por nada en-el mundo cambia- sa yo eatds campos dé,Checiigsi: Hl mar es traidor, hip6crita, cruel ¥ mentifdSo, pese a lo cual los hombres y los arbolés siguen aventuriridose sobre su tan engafiosa su- perficie. {Viva la tierra, el campo, viva Che- quén! Y un suspiro de tio Calixto que reme- i6 sus largos andrajos de corteza puso fin ala transmision. Los Alamitos aplaudieron, comentaron, discutieron, y estaban todavia muy alboro- tados cuando se sinti6 el galope lejino de un caballo —el primer jinete del alba— Alamo Vigia dio la sefial convenida. Calla- ron los Arboles y los pajaritos, despertan- do en sus ramas, empezaron su cancién de amanecer, CAPITULO IT iA Ja una, a‘las dos, a las tres... y... chaazaaaaal A Ia voz del Alamo Vigta, se pprodujo una enorme confusién en la Alameda. Los Arboles, locos de alegria, sacaban sus races de la tierra, y cuando quedaban libres, se preci- pitaban los unos sobre los otros para abra- zarse. Cortian, saltaban, bailaban., {Un afio ‘entero sin, caminar, sin moverse! Habia Ile- gado la Gran Noche de los Arboles de Chequén, Gnica.del afio en la cual tienen Ja facultad de andar y movilizarse como los hombres y los animales. Este milagro se realiza siempre en otofio, cuando las do en sus ramas, empezaron su cancién de amanecer, CAPITULO IT iA Ja una, a‘las dos, a las tres... y... chaazaaaaal A Ia voz del Alamo Vigta, se pprodujo una enorme confusién en la Alameda. Los Arboles, locos de alegria, sacaban sus races de la tierra, y cuando quedaban libres, se preci- pitaban los unos sobre los otros para abra- zarse. Cortian, saltaban, bailaban., {Un afio ‘entero sin, caminar, sin moverse! Habia Ile- gado la Gran Noche de los Arboles de Chequén, Gnica.del afio en la cual tienen Ja facultad de andar y movilizarse como los hombres y los animales. Este milagro se realiza siempre en otofio, cuando las ch largas y frescas y cuando los Arboles, cansados del largo verano, estin préximos a perder sus ho —iNo me aprieten pean las ramas y no me dejan resi —sritaba don Alamo defen: dose de fos innumerables arbolites nuevos que se lanzaban sobre é! para abrazario. Vamos pronto que es tarde, no perda- para librarsé de tan- tas efusior Y¥ se pusieron todos en marcha hacia el Rio, como era la trad Pero Alamito el Largo no habia abraza- do al abuelo como los demas muchachos. Estaba sentido con él de: discurso de tio Calixto ef Eucalipto. M tras el anciano Alamo Palo Seco caminaba rodeado de sus nietos y biznietos regal 6 por detras y idad! [Ya estaba del porte del imés alto y majestuoso de todos los élamos de Chequén! Su decisién’ éstaba tomada: habia legado su hora Entre tanto, el cortejo de Arboles se- guia su camino. Llegaron a una vega hé- meda y pastosa, én medio de la cual se Jevantaba tin inmenso gigante, Su tronco era algo ‘nunca visto. Sus ramas gruesas y nudosas se exteridian muy lejos, cubiertas Por mantos de hojas pequefitas, largas y angostas, que formaban pliegues graciosos y suaves hasta el mismo suelo. Parecia una cascada vegetal, un salto de agua verde hecho ‘érbol. Se llamaba don Sauce Lorén. Legiones ‘de pajaros.le confiaban. sus ni- dos. A su benéfica sombra acudian hom- bres y animalés para protegerse del sol 0 de la luvia. BI buen angiano, desmemoria- do ya por los’ afios, dormia a raiz suelté guando lleg6 la comitiva, y don Alamo Palo Seco lo llamé a toda vor: Buenas noches, amigo, vamos, que ya es hora! Perg'don Sauce no despert6. —iHagamos una ronda para que des- pierte! —gritaron los traviesos Alamitos nue- Vos. Dicho y hecho. Se tomaron todos de Jas ramas y empezaron a girar alrededor del Arbo! dormido. Don Sauce, don Sauce, espierie, despiente, don Sauce Llorén, que nos vamos al io a dar un remojén, Fue tanta la algazara que el viejo Sauce despert6, Se le habia olvidado completa- mente que ya habia llegado la Gran Noche de los arboles chequeninos, y trat6 de dis- culparse, diciendo ast —Perdénenme, amigos, pero estoy de- masiado viejo para acomipatiarlos... Sia lo mejor ya ni puedo caminar... Vean, tengo mis pobres raices todas atacadas de reu ‘matismo, porque es mucha la humedad que se junta en estas vegas. Si me muevo, capaz que me dé otra vez el ataque de “gota... Vayan, vayan ustedes no son j6venes y alentados, Don Alamo Palo Seco, con la bondad y la deferencia que lo caracterizaban, se ade- Jant6 hacia el anciano, y tas largo parla- mento, convenci6 a don Sauce Llorén, Ca- ‘minarian despacio y descansarian de vez cen cuando, para evitar que a don Sauce le vinieran ahogos y palpitaciones a su viejo corazé6n, $i le venian calambres y dolores, le friccionarian sus afiosas raices. Ademés, Jos muchachos més robustos le offecerian luna rama en que apoyarse. Y si al regreso estaba muy cansédo, Id traerian en andas, entre todos. Emocionado.y agradecido, don Sauce lor6 griesos Jagrimones de rocio. Rewaié sus fuerzas, sacudi6 sus ramas, estiré sus raices y se dispuso a seguir. a sus amigos. Cuando el "Sauce empez6 a moverse, volaron“centenares de péjaros asustados. fi los tranquiliz6 diciéndoles con acento paternal: —Si no es nada, hijtos, no es terremo- to ni tampoco me han derribado el rayo ni el hacha. No, nada de eso. Esta noche es la Gran Noche de los Arboles de Chequén, y me voy a bafar al rio Maule con los demés. Volveré al amanecer, espérenme vo- lando no més, que una noche pasa tan luego. EI Ginico pajaro que no se quedé vo- lando, volando, fue el Chercén. Claro que se asust6 muchisimo con el remez6n, cuan- do don Sauce sacé sus rafces de la tierra; pero luego, tranquilizado por las palabras del Arbol, volvi6 a acurrucarse en uno de los innumerables sobacos del viejo lorén. Y riendo maliciosamente, Cherein decia para su copete; —Soy tan’ pequeitto y liviano... Chiu chiu, si me muero de ganas de saber mo se baftan los Arboles en el rio... Chiu chiu, y hace tantos afos que tengo deseos de andar esi sauce... ‘Caminando, caminando, llegaron los 4r- oles cerca de las casas del fundo. ~Pasemos a la arboleda a convidar a ‘nuestros amigos los Aibolés Frutales —dijo don Alamo Palo Seco. ¥ allé fueron. La arboleda del fundo era amplia, bien tenids, bien cercada, Los arboles frutales se alingaban ex hiieras-paralelas y regulares: aqui los manzanos, alld’ los. ciruclos, mis lejos los duramos,’ los. damascos, los al- menddtos: A oxilias, del_cereo estaban los altos y al fondo habia tin bosquecillo de nogates ¥ castafios: Los naranjos ¥ los limo. eros estaban plantados en un recinto apar- te, bien protegidos del viento norte y de las heladas. Pero don Alamo Palo See so pas6 a convidar a estos tiltimos, porque el bafio en el rio Maule es nocivo para todos los arboles que dan frutas én Invierno. 1a alegre comitiva se dirigié a las hile- ras de Manzanos. La noche estaba muy coscura, los anteojos de don Alamo Palo Seco algo empaftados por el rocio. Este buscaba en vano en las tinieblas a los cor- pulentos Manzanos que conocia desde tan- tos aftos, y le parecia que todos habian adelgazado y empequefiecido considerable- mente. —Hola, amigos Manzanos! —dijo por fin, para salir de dudas—, lleg6 nuestra noche, jal agua, al agua, a bafiarse todos al ro Maule! —Hiello! —respondi6 una vor acid’ y extrafa Sorprendido, don Alamo Palo Seco se tencaminé hacia los Giruelos con el fin de podirles explicaciones. —Hola, amigos Cirselos! Vamos, que es tarde. jAl Mauie, al Maule, a cobrar vi- gor para brotar en Primavera! Espero que ustedes no estarin tan fruncidos como los Manzanos, que apenas se han dignado con- testarme con un sonido tan extra —Comment, Monsieur? —respondi6 un Ginuelo—. fe ne comprends pas. Al oi eas palabras, don Alamo Palo Seco quedé mado de impresién, Habia visto cosas y casos extraondinarios, durante su larga existencia de drbol del camino, pero €80 de que los Manzanos y ios Ciruelos de ‘Chequén fe imblaran en extranjero, no, ¢50 no Jo hublera imaginado nunca... Y en tiedio del estupor general, se oy6 una voz que dijo ast: Ys, yes, seftores, yo explicar a uste- des lo que’ ha sucedido, Antes, nosotros ser Arboles nativos, cansados; producir mu- cha hoja y. pocos frutos y. nuestra. carne siempre con gusanos: AhGra nosotros ser todos .injertados' de pura ‘cepa’ importada. ‘Mejoramos calidad y doblamos produccién. Mis compafieros no hablar todavia en chi- Jeno. Yo no més tener: facilidades. para aprender lenguas. Todos nosotros ahora te~ ner bonitos nombres: los Manzanos ser aho- ra ‘Hoover’ y “Yellow Newton", Los Cirue+ los muy. aristocriticos’ llamarse. “Reine Claude” y “Prunes d’Agen’. Este durazno vecino es “Early. Imperial”; y yo “May: Flo- wer” para servitles a todos...’ Nosotros es: tar muy contentos en,éste hermoso y tan acogedor . pais. Nosotros, :dentro'de muy. poco tiempo, ser chilenos también, pero sin gusanos coma, antes., Por:eso:nosotros encantados de conocer y hacer amistad éon habitantes de la.regién. —Yo no sa-bia. nada de esto, se-tio res —sespondi6 don Alamo Palo Seéo, pro- nunciando con la boga muy abierta 'y se~ parando Jas silabas unas cle otras para que le entendieran Jos arbolitos forasteros—; pe-to is ne-cién plan-ta-dos en sa chilewna, les rue-go que se unan con no-so-tros pa-ra efec-tuar esta anual -ci6n a nues-tto Gran Rio Mau- ma-ne-ra estre-char los vin- culos de amistad y de con-fian-za que de-ben es:ta-ble-cer-se en-tre no-so-tros. ¥ se marcharon todos. alegremente, mezclados los Alamitos con los Arboles de la arboleda de troncos blanqueados, suel- tas al viento sus etiquetas de cartén y con sus estacas pintadas que los seguian como sombras, Caminando, caminando, llegaron has dohd Higuera de San Juan. Don Sauce Llo- r6n, que venia muy entonado, se precipit6 a besarle la punta de una hoja, con su fina wonis jens of ap zesad y “opiquosap ered $9 00 out ‘ype oweaur anb svsasdios oo ueAdT] as anb orsns [a “wuRZEG Ms SEA -oua ap soasop uoo epanb ou jure eo!IOe 9s anb opraane jp anb omBase say ean YY ¥ ap JOY, vf Ja ap een esed ‘onl 2p 92 PP atpourrpour & ‘wauata opuny Jap TUATTEA SyU SAIGUIOY SO] OpUrEND OUEKAIP aur omg EEA! —S ‘9p o1paur uo epop— jones rus op axPOU Bf ered rasa10y e Aon anb ys ove atsg!— SSeyEyDED 9p ¥pepIn wun anb spur eqeiqey jomuo> us war “exouaaof eun oma sefoy se] equiBaure ag ‘samuaatp ua eqesuad ojos won8iEy EuOP ‘opons ns ap A pepa ns ap msod y sou -sneuinas sns A sopenisas sns sod “soBrure soreqqurey sns 1od ‘pnyes wanadsar ns sod tosenuifaxd 9g “sodutan sano ap sesoo ap & soiqumasos 9p eqziqeq anb som creyendo que me brota una flor de oro para la noche'de San Juan. Para este afio Jes tengo una broma estupenda: Mi amiga dofa Techuza va a prestarme su par de ojos mas refulgentes, y con una sibana que olvide a lavandera, un dia que tendi6 sopa en mis ramas, voy-a fabricar un fan- tasma extraordinario. YY hablando, hablando, dofia Higuera de San Juan sacudi6 sus raices y se uni a 1 comitiva, Frenté a un rancho del camino que levaba al rio, liabfa un Peral. Peral Silves- tte, que daba més sombra que fratos, Peral Compasivo y generoso,. que. albergaba en ‘sus ramas, todas las noches;'1as aves de corral de sus. amos, porque erag. muy po- bres, ne-tenian céimo levantar us gallinero, ¥ la Zorra solfa merodear por epts.lados. ‘Cuando Perab Silvestre ‘sintié: que ya venian los Arboles por el camino, de paso al rio, se puso muy triste. Tenia locos de- seos de pasear, las rafces le bailaban solas en la tierra; pero sc6mo deshacerse de sus numer6sos y bochincheros albergados? Pa- vos, gallinas, pollas, el viejo gallo cantor.:., si los echaba al suelo, cacareariant'a ms y mejor, despertarian al Hombre, éste saldria de su rancho a ver qué sucedia, y su mira- da humana romperia imemediablemente el sortilegio de esa noche encantada, Por otfa parte, esas buenas aves criadas a todo pas- to pesaban mucho, y el Peral no se sentia con fuerzas suficientes para levarlas a to- das en su larga caminata. Peral Silvestre suspiraba, ahogaba so- lozos, volvia a suspirar. Pollita Trintre, que tenia costumbre de dormir encaramada muy arriba, cerca del cogollo, y que estaba desvelada, sinti6 la aflicci6n del atribulado Peral y le pre- gunté: —iQué te pasa, Peral, ests enfermo? Quieres que baje a hacerte una agiita de culéne No, gracias, no estoy enfermo, pero estoy desesperado... —¥ le cont6 con de- talles lo que tanto lo afligia. © > Pollita Trintre tenia uni corazén de oro, y ninguna otra pollita se la ganaba por lo habilidosa y desenvuelta No te afljas, Peral, porque yo te voy a ayudar. Y la Pollita baj6 al instante, de rama en rama, hasta alcanzar el tronco grueso so- bre el cual roncaba toda la familia Moco de Pavo. Calladita, se acerc6 al padre y le dijo al oido: —Despierte, despierte, rapido, don Moco; que viene-li Zotta y la escalera se qued6 puesta en el Peral. Con el hambre que trae esa fiera, se sube y nos come no mis. —Gulu, gulu, gulu..., qué vamos a ha- cer? —Pasense’ todos calladités p’al tejado del raricho no mas, que alli artiba no nos ha de pillar. A picotones don Moco de Pavo des- penté a toda su familia, y pesadamente sal- taron todos sobre la totora del techo. Pollita Trintre se fue en seguida cerca de las gallinas y se puso 2 canturrear con todo desplante: Mafana van a bacer cazuela de ave. De ave, de ave-no mas. Tra la lata la... Dejaron las verdsras peladiias yl fondo leno de agua esta, tra ta la fa I, Ala més gorda le puede tocar, kd mas'vieja la van a matar, trata lala la Pollita Trintre no alcanz6 a repetir el ‘iltimo estribillo cuando las gallinas huye- ron a todo lo que daban sus viejas patas y alas cansadas de tanto'empollar. Feliz con los espléndidos resultados de sus diabluras, Pollita Trintre subi6 al cogo- Ilo y le dijo al Peral: —Hasta aqui vamos muy bien: Cuando yo diga “cha”, te sacudes como si fueras un terremoto, y te arrancas inmediatamen- te, —¥ la picara Pollita fue a ponerse de- trés de Gallo Cantor, quien roncaba sere- ‘namente sin sospechar lo que le esperaba FA Ia una, a las dos, a las tres, y chat Al remez6n del Peral, Gallo Cantor per- dis el equilibrio, y el empujén de Pollita lo hizo caer de cabeza en una batea con la- vaza que la Mujer habia dejado junto al Arbol “iMe llevas a pasear, Peral? —decia melindrosa Pollita Trintre a su amigo, mien- tras éste comfa.a toda raiz para alcanzar a sus hermanos Arboles—. Tengo tantos de- seos de saber c6mo es el Maule, y no’ peso mucho; verdad? {Cuanto gozaban, y cémo se divertian los Arboles! Pasaban chapoteando de una ribera-a la otra. Danzaban sobre. los pequefios islotes de piedra. Los més intrépidos hacian apuestas. y se anzaban al brazo grande del Rio. Los mas timidos se allegaban al vado. Saltaban, co- rrfan, se zambullian en el remanso. Los ancianos, después de.un bafo tran- quilo y moderado, se sentaban a la orilla del agua, con las raices flotando corriente abajo. Todos conversabain con mucha: animacién. Alli .estaban los inseparables Palmera ‘Tropical y Pino del Norte, plantados rama a rama en el gran parque de las casis desde muchisimos afios. Don Calixto el Eu- calipto peroraba rodeado por yn grupo de encantadoras Acacias que le hacian bro- ‘mas por sus andrajosas vestiduras, rasga- das de ato abajo. Don Sauce Llorén narra- ba sus desventuras reumiticas a un circillo de Aromos y de Olivos que mal disimula- ban sus ganas de reir, ignorarfés de lo peligrosa que resulta para la’ salud la-hu- medad de las vegas. Viejo Maitén accsaba a preguntas a un Ciruelitorecién injertado y le ofrecta contatle muchos cuentos chile- nos a cambio de ensefiarle algunas pala- bras de francés. Habia Nogales, Quilas, Almendros Laureles de Flor, Robles, Peumos, Cerez0s, ‘Magnolios, y tantos, y tantos otros... Atbo- les iban, Arboles venian. Pero a los primeros indicios del ama- necer, Alamo Vigia, con su-catalejo cubier- to dé quintral, dio la sefial de la retirada. ‘Todos se zambulleron en el Rio por tiltima vez y se marctiaron cortiendo, corriendo, a ms y nigjor. Poco a poco se poblaron las alamedas, se llen6 el bosque, se formaron los cercos y los matorrales de las orillas del rio y de los esteros. Las enredaderas abrazaron sus pilares y sus troncos. Los Arboles batieron una vez més sus ramas en sefial de despe~ dida, y recobrando sus actitudes primiti- vas, quedaron en la mas completa inmovi- lidad. Los péjaros volvieron a sus inidos, y el primer rayo de Sol que iluminé tos cam- pos de Chequén no sospeché nunca todo Jo que habia sucedido, aquella noche, a ‘sus espaldas. CAPITULO IV EI Maule es un sfo vigoroso, entero, varonil. Nace de la la guna de su nombre que esta enclavada en el coraz6n de la Cordillera de los Andes. La La- guna del Maule és célebre por sus Salmo- nes y por las lindas Garzas rosadas, color de amanecer, que se crian en sus orilas. ‘Apenas salido de los cajones cordillera- hnos, ‘el Maule se ensancha, se divide en distintos brazos torrentosos que corren pa- ralelos,,separados entre si por islotes de piedras y arbustos, cuya forma varia cons- tantemente y cuya superficie esti siempre a merced de las avenidas. En el Maule hay también islas més gran- des, defendidas de la comiente por acantil dos y pefiascos; y ciyo suclo de. tiéra. se presta para diferentes cultivos. Hasta ellas le- gan durante la primavera algunos tibetiinos, para sembrar chacras y engordar sus ganados. El’Maule no es navegable'a la altura de Chequén, ni mucho menos. Por eso, paja- 108 y piedras de las orillas no conten‘an‘su admifacion al ver bogar en un rémanso’a una may extrafia embarcacién. fem Un Arbol flotaba, medio sumergido en Ja cortiente y estirado cudn largo era. So: bre él, dos arbustos mezclaban sus ramas Y sus verdes y se sujetaban uno a otro con solicitid A proa, sobre el tronco mismo del 4cbol navegante, una Pollita Trintie, de plumas revueltas ¥ desordenadas, pero de , aspecto muy decidido, observaba el hori- zonite, como un timonel. —iQué dia tan lindo! —decia Alaenie el Largo, levantando el pescuezo que:ape- nas emergia: del agua. js el dia mis fantddtica de nti vida! Ja ja jabLo bien que hhicimos"Ieso al abuelo... Lo mucho que me busc6 y lo fuerte que me tlamé para que le ayudara a arrastrar a don Sauce Lorén hasta su vega... En eso iba a estar yo, tal ver:.. jLa idea de esconderme de- tris de ese peftisco grande fue genial! —A mi se me ocumi6 primero —dijo con orgullo Culéa-Culén. Si, pero yo espanté a dofia Higuera de San Juan y a dofia Mata de Hortensia que se habian instalado alli a contarse chis- mes y enredos. —Bueno, no vale la pena pelear por tan poca cosa —cant6 Chercin, posindose sobre él tronco junto a Pollita Trintre—. Lo ‘nico importante por ahora es que ya nos fugamos, que nadie:nos vio y que ya-va- ‘mos camino del mar. Alamito el Largo se estremecia de’entu- siasmo y alegria, pese a la incémoda pos- tura en que se hallal —iAl mar, al mar! —exclamaba- vida nueva y maravillosal Adi azules, inmutables, adiés, res... Adi6s, Chequén y sus largas Alame- en donde desde remotos tiempos na- cen, crecen y.mueren todos los miembros de mi familia, rigidos, inmoviles y verti les, sin ver ni saber nada sino: lo que el Viento se digna contaries. Sulén-Culén, ‘Tepa Cabeza-Dura, Cher- cin, Poleo y Pollita Trintre oclebraban- los discuffsos de Alamito.con un frenético batir de hojas y de alas. Asi transcurri6 el pri- | ‘mer dia de navegaci6n. Bogaban lento, por- que habia muy poca corriente.-Y cuando. llegé la.noche, flotando, flotando, se acu- mucaron todes a’dormir. A la mafana ‘siguiente; Pollita Tyintre despert6 Ia primera.: Absi6 los'ojas,'sobre- saltada, porque le pareci6 que! ofa la voz de -Gallé. Cantor. Pero no: Gallo Cantor estaba muy lejos."No la molestaria nunca mas con sus gritos destemplados. Polli sonrié pensando en el pobre infeliz: Qué habria sido de él, después del bafio noctur- no en Ia bates. con lavaza? Cuando menos Jo habian echado a la’olla, por intruso... Pollita Trintre'sinti6 fifo, Estaba toda mojada:por el-rocio: Era la primera vez en su vida que pasaba una noche a la intem- perie. De pronto;’ pens6 en su amigo:Pe- ral, en la tibieza de-sus ramas abrigadoras, en'el vaho -caliénte’ que exhalaba la te- chuimbré'det‘rancho. junto “al'cual Pollita habia nacido! Estaba’ a punto de enterne- cerse cuando despert6 Chercin: —Buen ‘dia, Pollita Tsintre, zcomo-has pasado la noche? —Admirablemente bien, zy ti Chercin? —Nunea he dormido mejor... Yel picaro Chercin decia la verdad, porque era la primera vez que pasaba una noche bajo las plums tibias y protectoras. e_una gallina.. Pollta Trintre se’ estir6, bati6. las. alas para entiar en calory mir6.a su alrededor. AL principio no distingui6 gran cosa del paisaje que la rodeaba, porque usta espesa neblina flotaba sobre el ri. Intego s6pl6 un poco de viento’ y Pollita vio con asombro que una hilera de piedras que emergian del: rio. y formaban como una represa les iba a obs- truir el paso. Fl agua se escurria ficilmente entre los pefiascos, pero ellos jams podrian salvar el obsticulo. A gritos y cacareos Polli- ta Thintre desperté a sus compaiieros y les mostr6 el objeto de sus preocupaciones. Alamito el Largo tuvo un verdadero ac- 4 ceso de furor cuando comprendié Ja situa i6n, Chercin, asustado, se ‘ofrecié para efectuar un vuelo de reconiocimiento. Des- pués de explorar cuidadosamente todos los alrededores, Chern trajo buenas noticias. Cerca de la ribera norte del cauce habia ‘una pasada, entre dos pefiascos, quiziis su- ficientemente ancha para ellos. Para alcan- zarla debian navegar con mucho tino, atra- vesar correntadas, contornear islas y evitar los vados en los cuales podian quedar ata- jados. Después de tres dias de peripecias y ‘maniobras, se hallaron frente al paso. Resol- vieront, pues, lanzarse con todas sus fuerzas, sperando, resbalar sin inconveniente sobre las piedras musgosas, del fondo, apenas cubiertas por algunos ceéttinetros de agua, y caer sin novedad en pleno rematiso. Culén-Culés /Tepa® Cabeza-Dura ‘erat giles, y vigorosos, pero Alamito el. Largo, por grande, voluminoso y pesado, hizo fra-. casar la maniobra, El choque contra las piedras fue terrible. Pollita Trintre cay6 de cabeza a;una poza lena de bagres. Culén- Culén pérdi6 una buena cantidad de hojas. Alamito el Largo qued6 aturdido, herido su twonco, lastimadas sus ramas. S6lo Tepa Cabeza-Dura salié indemne del accidente, porque como Io dice su nombre, ni los golpes, ni el filo del hacha del hombre pueden dafarla. 1a posicién en la cual quedaron los néufragos result6 desesperada, Alamito el Largo estaba estirado sobre las piedras, cuan largo era, la cabeza de su inmenso cuerpo vegetal medio sumergida en el agua, mien- tras que sus rafces en el aire, Ievantadas sobre el nivel del rio, presentaban un as- pecto lamentable. Tepa y Culén, con bue- nas y afectuosas palabras, trataban ‘de in fundirle valor y paciencia.. Pero Alamito no entendia de consuelos. Le dolia todo el cuerpo, la savia le circulaba mal porque su calidad de dlamo requeria la posicién ve tical. Pollita Trintre, pese.a su sangre fia, escondia la cabeza bajo el ala para que riadie la viera Hora. Pasaron varios dias. Una mafiana, los néufragos sintieron trancos, gritos, relinchos y ladridos, y vie- ron que a través de los islotes del rio, un arreo se acercaba del vado para atravesar el brazo grande. La mula madrina venia adelante, muy ufana con su campanilla al cuello..Eran muchas las’ bestias, cargadas con sacos y pellones. Dos jinetes, cansa- dos, cabeceaban sobre sus cabalgaduras Algunos perros:trotaban, lengua afuera, jun- to a las patas de tos animales. De pronto, ung’de fos artieros grito: —iAgarra, Chuflay, agarral El hombre habia visto a Pollita! Triatre que tomaba el sol picoteandé con toda inocencia el maicillo de la sibera, y habia sentido de inmediato voraces deseos de come? cazueli de ave. Por-fortuna, Pollita, siempre lista, se Janz6 a los matorrales antes ug el perro la alcanzara, Pero s6lo respir6 tranquila cuan- do, Saltando de rama en rama, se encara- mé a-la cumbre de un Peumo. Chuflay y sus compafieros siguieron ladrando hasta que, atravesado el rio, jinetes y bestias se acercaron, —Benaiga la pola alenté! No haberla pillao, p'a desplumaria aqui mesmo... —¥ Io malo que no me le queda ni un cartucho de Fescopeta, que en fa de no, la bajo: no mas de un chancacazo... —tes- pondié el otro arriero, con acento feroz, Pollita ofa ese horrible lenguaje y tem- blaba de miedo. —Y'qui mesmito estaba la lena p'al fue- g0, miren ve —dijo el primer arriero, al divisar a Alamito el Largo tumbado, a me- dio vado, sobre su lecho musgoso—. De donde habra salido este arbol, cuando p'allé arriba el rio viene casi enjuto, y todavia no ha habido ningiin temporal? Si parece que esté recién desarraigado no més, Lastima, porque es bonito el érbol. Dios lo guarde. Sabe compadre que tengo hartizos deseos de llevarmelo p’a mi casa? Lo saco del vado ¥ después lo vengo a buscar en la carreta Hasta de vara de topiar me podria servir. —Bueno q'est cegado con el hambre, compadre, gqué no ve que es Alamo no mis? Ni p’a left lo quisiera yo. —Y acer- céndose al frbol, se agaché sobre su ca- balgadura y “craaac”, le quebro una rama. —iNo ve? Si esta madera verde y nue- va no sitve pa’na‘., Gon desprecio, el hombre tiré Ja rama al rio, y clavando al caballo con las gran- des espuelas, dijo a su compadce: —Vamos, hombre, no empatemos més, que el sol ya esta alto y nos queda mucha- . zo que andar todavia. Ia afula madrina se lanz6 por el sen- dero que subfa el barranco, entre’arbustos y matorrales, y luego, hombres y bestias desaparecieron, Alamito el Largo qued6 desesperado, y no sabia si més le dolia el mufién de su rama rota 0 su amor propio, profundamen- te lastimado por el Hombre, Transcurtieron, muchos. dias argos ¥ monotonos. Poco a poco el Otofio se convertia en Inviemo. Nubes. feas.em- pafiaban el cielo. El Sol se veia muy a lo lejos y calentaba apenas. Por las noches soplaba el Viento, helado ¢ incan- sable. Pollita Trintre tirtaba y tiritaba sin ce- sar (pasaba con “came de, gallina”). Sus plumas estaban sucias, lacias, y habian per- dido el artistico, desorden ,propio de .su raza. Chercin revoloteaba ¢l, dia. entero, por aqui, por allé, para no pensar. Alamito el Largo, algo restablecido de sus magulla- Guras, perdia todas sus hojas y permanecta mudo. S6lo Culén-Culén y Tepa Cabeza Dura parecian satisfechos de su suerte, por- que habjan descubierto una entretencién: pasaban horas contemplando el agua y con- tando los peces que pasaban junto a ellos. Hacian apuestas, discutian, se acaloraban: —¥a llevo cuarenta y siete —decta Culéa, —Y yo setenta y tres —respondia Tepa. Jamas se hacian trampas, jugaban como dos. buenos arbolitos honrados, y viéndo- Jos tan entretenidos Pollita aprendi6 a con- tar y se aficion6 a tan original pasatiempo. Al principio, Pollita le tenfa horror al agua; luego le fue perdiendo el miedo. Se insta- laba sobre una piedra chata, al nivel mis: mo de la corriente’y tah cerca de ella qué hhasta podia escuchar las conversaciones dé los peces viajeros. 4 Una tarde oy6 a una vieja Salmona qua decfa a los Salmones que saltaban'Ias pie- ddras para caer al remanso: —wPara qué voy a cansarme, yo, a mis afios? ‘Me ahogo cuando nado, mucho, 'y me cuesta saltar, a causa de las neuralgias ue me atacan las aletas. Y, por lo: dems, equién me apura? Dentro de pocos dias vendiri la primera avenida y me levard, sin esfuerzo de mi parte y cOmodamente, a mi destino. La estacion de las grandes lluvias ya viene muy cerca, lo siento en el fondo de mis viejas espinas. Una nueva. esperanza prendié en el alma de Pollita Trintre. Comunicé jubilosa la prediccién de la vieja a sus compaiieros, la que felizmenteo tardé en ‘cumplirse. Empez6 a lover, y el Maule a cerecer, a crecer, a crecet.. Pasabap, bandadas, de. vestres, volando’ én perfects escuadrillas. El rio sonaba con ruido de batallas. Sus aguas embestian las piedras, cada vez con més fuerza, y se trizaban en penachos de espu- ma blanca. Los islotes empequefiecian a ojos vistas. EI nivel del remanso subia, sti- bia. Desaparecieron las piedras chatas y musgosas; se borraron las.pozas en donde vivian los bagres. Alamito el Largo sintio que su cabeza se levantaba un poco y empezaba a flotar, y que un poder invi ble presionaba fuerteimente sus raices. Una noche se levant6 un Viento furioso. Redo- bi6 el trueno en la Cordillera. Los Rayos se cruzaron en el cielo. Las aguas enfurecidas embestian a los néufragos. cada vez con mayor violencia, hasta que fueron arrastra- dos, cortiente abajo, en un torbellino de espumas, de piedras y de hojas. eRe tte CAPITULO VI Cuando los néufragos recobra- ron sus sentidos, todo habia cambiado a su alrededor. Cuinto tiempo habia transcu- rido desde que la avenida los arrastrara tio abajo? Nunca lo sabrian, Flotaban ahora sobre unas aguas trah- quilas, profundas, que lenaban, de.orilla a orilla un cauce muy ancho. Se habian.ter- minado las islas pedregosas, las cotrenta- das, Jos brazos de, rio que'se upian y sepa: raban segtin el. capricho de los islotes, de los barrancos y de. los pefiascos.. Se habia acabado también. el inmenso panorama del Valle Central, y él espectéculo grandioso de la Cordillera de los Andes, con sus nieves eternas, sus voleanes humeantes, sus perfiles azules. FI Maule se deslizaba, tranquilo y sere- no, rodeado de cerros verdes, de formas graciosas y de suaves lomajes, que se empi- naban, uno sobre otro, para mirarse en sus aguas. A veces se acercaban tanto a la oriifa los cerritos juguetones que daba miedo ver- Jog caer al agua. En otras partes se alejaban de Ja ribera como para efectuar, jugando, una travesura, y se formaban alli unos valles muy lindos y abrigados. Los Hombres ha- bian aprovechado muy bien 50s terrenos, protegidos por los cerros, bafiados por el fio, Alli habian edificado sus casas, cuyos techos desaparecian en medio de los huer- tos frondosos, de-lés patrones, de las atbo- ledas. Habia chonillos alegres que bajaban de las quebradas y atravesaban tierras recién aradas 0 serpenteaban entre los trigos nue- vos. Habia vias que trepaban por los fal- deos suaves. Habia muellés de troncos y maderas que avanzaban sobre las aguas. Desde ellos, los Hombres saltaban sobre las balsas y dentré de sus botes, que'flotaban ‘mansamente -atados por latgas. sogas, asi ‘como los caballos, en Chequén, esperaban a ‘suis amos, frente a las puertas de los ranchos. Bogaban, bogaban lentamenie, porque el rio tenia muy poca corriente. Alamito el Largo habia perdido todas sus pojas y gran parte de. su locuacidad. Pollita Trintre era ‘una caricatura de Pollita, mustia, enflaque- cida. Culén-Culén estaba enfermo de neu- rastenia. Tepa Cabeza-Dura era la Ginica fresca, rozagante y optimista. Cuando algu- no de los viajeros se quejaba de su suerte, ‘Tepa se volvia combativa, iasolente: WY: para qué vinieron entonces? No tenian mas que quedarse plantados en Che- quén. {Ya ti; Pollita, quién te invit6? Pollita Trintre gemfa, suspiraba, Nadie tenia la culpa de su desventura, sino ella ‘misma, Eh esa tnemorable y Gitima noche de Chequén, el buen Peral se lo.habia advert do, cuando bajara de sus ramas protectoras para lanzarse a la aventura con Alamito el Largo y sus alocados compafieros..Al princi- pio, los arbolitos no-querian llevarla, pero ella, porfiada y voluntariosa, cacare6 hasta que la admitieron como pasajera. Chere, que se habia embarcado de “payo”, era'el menos afectado por las pre- carias condiciones de navegacién. Revolo- teaba el dia entero, de una a otra orilla del rfo, entablaba amistad con los péjaros de la regi6n, les contaba maravillas de:su leja- na tierra natal y trataba de conseguir datos precisos sobre el mar. —al Mar? Todos los pajaros sabian que el Mar se" hallaba por all, lejos, muy lejos, siguiendo la corriente de las aguas del rio, pero na- die lo habia visto, ni sentia la-menor curio- sidad por conocerlo, Asi pasaron dias, noches, y una mafia- na, al despuntar el alba, fueron desperta- dos por una vibrante clarinada: iCocorics! Pollita Trintre loraba y reid a la vez. Habfan pasado la noche en una pequefia ensenada, a pocos metros de la sibera, y cuando oy6 el segundo jcocoric6l, Pollita no resistié més, y se lanz6 a tierra. Amane- cia, Pollita salt6 una cerca, atraves6 corri- volando un terrend recién arado, se subi a un 4rbol para explorar el horizonte, Y désde su observatorio, divis6 algo que casi la hace perder el equilibrio de pura emo- ci6n: sobre un verde tapiiz de pasto nuevo, grave y majestuosa, una vieja Gallina ‘Trin- tre se paseaba en espera del primer rayo de Sol. Vuelta ya de su primera sorpresa, Pollita Trintre se lanz6 arbol abajo y se precipit6 volando y corriendo hacia la Ga- llina, gritando:, (ia Trintre! (Tia ‘Trintre! (Tia Trintre! —Gocoeé, équién me llama as? —caca- re6 la gallina, sorprendida, mientras Pollita se lanzaba sobre ella para abrazaria —Soy yo, Tia, su sobrina Pollita Trin- tre, que vino desde muy lejos para cono- cerla... —iQuién eres, y de donde vienes? —decia exttafiada la Gallina—. Ya estoy vieja, casi he perdido la memoria y el ofdo, ¥ nuestra familia es tan larga y complica- da —Vengo de Chequén, tia Trintre, soy huésfana. He quedado sola en el mundo, a causa de una epidemia de sarampi6n. —De sarampi6n? Esti loca, nifta? {No sabe que esa enfermedad sélo les da a los. humanos y no a las aves? —Claro que’sé, téa Trintre... Pero el sarampién le dio a toda la gente del ran- cho, y como les recetaron dieta de pollo para'la calentura, echaron a la olla a toda mi familia... Yo me libré porque me halla- ron muy chica y muy flaca... ;pura plumal ‘Tia Trine estaba emocionada. De sus ojos, miopes y redondos como una lenteja, cayeron ligrimas pesadas de compasin. —Te quedaras conmigo, Pollta, vivirés a mi lado, me acompafarés en mi vejez. Vamos al Gallinero para presentarte a mi familia, a mis relaciones y amistades. Pero antes, Pollita Trintre pidi6 permi- so para ir a despedirse de sus amigos na- Vegantes que la habian traido @ su nuevo destino. Brillaba el Sol en un cielo sin nu= bes. Al ver a su compafiers tan alboroza- ‘da, los navegantes, que también habfan Gide el jcocoricé! del amanecer, compren- dieron lo que sucedia. —Anda, Pollita Trintre —dijo Alamito el Largo—, desembarca, sé feliz. Vuelve a tu vida normal, a tu destino. Mucho agra- decemio& tu compaiiia y te felicitamos por la valentia que demostraste en todo mo- mento. Nunca te olvidaremos, Pollita Pollita Trintre limpi6 y alis6 sus plumas con esmero. Chercin le ayudaba lo mejor que podia. Cuando estuvo lista, ya parecia otra vez una Pollita limpia y coqueta. Abra- 26 a sus compafietos, apret6 a Chercdn sobre su coraz6n y salt6 a tierra, -Adiés, Pollita Trintre, —Adi6s, Alamito el Largo; adiés, Cher- cén, Tepa y Culén-Culén... —Que seas muy feliz, Pollita Trintre... iQue Hleguen cuanto antes al Mar! CAPITULO VIL Garza del Maule habia dicho: —Cuando pases el Puente, es- tarés muy cerca del Mat. Y¥ el Puente estaba alli, como una maravillosa promesa, li- viano y sélido sobre sus inmensos pilones, tan alto, tan largo, tan grande... La sombra que proyectaba sobre la superficie del Rfo era una ancha faja oscura. Cuando la atra- vesaron, los navegantes sintieron que ha- bian cambiado de universo, —Anda, Chercin, vuela hasta el Puente —decia entusiasmado Alamito el Largo—, pésate sobre él, picotéalo a toda fuerza para aseguramos bien de que no es una CAPITULO VIL Garza del Maule habia dicho: —Cuando pases el Puente, es- tarés muy cerca del Mat. Y¥ el Puente estaba alli, como una maravillosa promesa, li- viano y sélido sobre sus inmensos pilones, tan alto, tan largo, tan grande... La sombra que proyectaba sobre la superficie del Rfo era una ancha faja oscura. Cuando la atra- vesaron, los navegantes sintieron que ha- bian cambiado de universo, —Anda, Chercin, vuela hasta el Puente —decia entusiasmado Alamito el Largo—, pésate sobre él, picotéalo a toda fuerza para aseguramos bien de que no es una ilusi6n, Miralo bien de cerca, Chercén, con tus dos ojos. iY pensar que Pollita Trintre no sabré nunca lo que es un puénte asi, el Puente Banco Arena! Alamito el Largo habia recobrado su facilidad de palabra. Hablaba, hablaba... Qué majestad de rio, qué anchura de cauce, qué profundidad de aguast Guiéh dijera que éste es el mismo Maile en. el che, allé en Chequén. Alamito el Largo, a ms de su elocuen- cia, tenia una excelente memoria. Recorda- ba:con exactitud todo cuanto le contaran Garza del Maule y Cuervo Alas Atris. wes? —proseguia’ éntusiasmado—, allé a la derecha son campos de rulo, lla- mados ast porqué-s6la. los riegan las Ilu- vias del cielo. Tienen tierras buénas, son furdos ricos y extensos. Producen espe- cialmente lentejas, también arvejas y varios otfos productos chilenos que los faluchos se llevan a lejanas regiones. Bettis de esos cerros verdes,-que en verano estén com pletamiehte secos y amiarillos; hay minas y lavaderos de oro, que fueron fitntosos en la antigdedad. A la izquierda, junto a la desemboca- dura del Maule, esti el puerto de Constitu- cin. Ya’ divisamos sus primeras casas, y ese cerro, alla lejos, situado entre 110, mat y ciudad, se lama Cerro Mutrin, Bogaban, bogaban por el brazo de ro, entre Isla y tierra firme, y Alamito el Largo ya no podia callar. —Estos son los astilleros —exclamaba— en donde se construyen los veleros, desde los remotos tiempos de la Colonia. Escu- chen cémo rechina.la sierra, cémo gritan los serruchos. jPan! ;Pan! Pan! Los marti- los clavan y clavan sin cesar, Ahi estén los esqueletos de os faluchos en construccién, sujetos por andamios. Allé, mas lejos, hay uno. terminado, listo para ser botado al agua. Vean,' Yi estén preparando los rieles de gruesos tablones ensebados, sobre los cuales el falucho se deslizari hasta caer al rio, Y ese olor tan agradable y nuevo para nosotros es olor a alquitrén, substancia que sirve para embrear los cascos de las em- barcaciones, con el fin de impermeabilizar- los... Alamito el Largo ‘s6lo tenia ojos para Jos astilleros, que estaban en plena activi- dad. Habia castillos de tablas, fraguas en- cendidas, maquinarias, madera en bruto y tallada. Los Hombres se afanaban en me- dio de todos'sus elementos de trabajo. Sil- baban, se lamaban, se ayudaban, discu- tian. a Culenigulga y Tepa Cabeza-Dura ni rabah los llleros porque habfan descu- ierto la Isla. Maravillosa isla de campo, te como un parque flotante en la desemboca- dura del Maule. Una isla de ensuefio, des- de la cual se veia el pueblo con sus calles y sus casts, el Mar, allé al frente, y hacia el norte la inmensidad de los arenales solita- No, no més viajes y aventuras. Una buena vida de drboles, bien enterrados, ‘con todas sus raices a plena tierra. No mas setes extrafios, ni mares, ni peligros, sino hojas, flores, cogollos apretados y lozanos, tiernos retofios... ‘Asi sofiaban los arrepentidos arbustos, mientras Alamito el Largo, distraido, embe- Iesado en la contemplacién de los falu chos, no reparé que un bote a motor iba hhacia ellos, a toda velocidad. Fue imposi- ble evitar el accidente. Saltaron hojas, asti- llas, raices despedazadas y maldiciones del otero que temi6 volcarse. La embestida separ6 a los navegantes chequeninos, y la estela profunda que trazara en el agua la embarcacion arfastté a los unos hacia [a Isla salvadora y empuj6 hasta la orilla de los astilleros a Alamito el Largo, que queria ser méstil mayor del mas grande de todos CAPITULO VII Una mafiana, los Hombres en- contraron a Alamito el Largo, estirado cuan largo era, ala orilla del rio, junto al falucho que éstaban terminando. —ilefial —gritaron, y fueron. a buscar hhachas y sierras. ‘Alamo es —decian entendidos—, pero hoy dia nada puede despreciarse. Y ademés que éste lleg6 solito, aqui sin que nadie lo buscara... Y sin perder un solo instante, lo troza- ron de raiz.a cogollo. Lo cargaron al-falucho. Dias mas tarde, el velero fue lanzado’al rio. El viento hin- ch6 sus velas, la corriente ayud6 al viento, ¢l falucho chileno atraves6 la barra, cabe+ ce6 sobre sus olas blancas y se, fue,.bo- gando, bogando, mar afuera. Pasaron muchos afios. En la cima de una Tepa dura y esbelta que se aiza en la Isla del Maule, rodeada de fragante y flori- do Culén, un viejo Chercin ensefiaba: a tuna bandada de Chercancitos nuevos: —los Arboles deben ser Arboles; los Nifios, Nifios; los Pajaros, Pajaros. Los Ala- mos deben conformarse con su destino de ser lea. Y si no me creen, voy a contarles la historia de Alaniito el Largo que se abu- i6 de ser &bol y quiso ser méstil mayor del mis gtande de todos los veleros del

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