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Dos décadas Debate sobre la transicion Editar a Borges Sokurov: cine y pintura _T.W, Adomo: teoria musical Ciencia ficcion: el juicio del siglo Educacion, sociedad y estado llustta: Scafidi Revista de cultura jo XXII + Namero 65 Buenos Aires, Diciembre de 1999 Sumario 34 Carlos Altamirano, Jorge Doti, Adrian Gorelik, Marfa Teresa Gramuglio, Federico Monjeau, Hilda Sabato, Beatriz Sarlo, Oscar Tertin, Hugo Vezzeti, Debate sobre la transicién Isidoro Cheresky, El mensaje de las urnas Marcelo Cohen, La ciencia fiecién y las ruinas de un porvenir Ivan Almeida, Cristina Parodi, Edisar a Borges Federico Monjeau, Dificultades para pensar la mifsica, A treinta aios de la muerte de T.W. Adomo David Oubina, Gracicla Silvestri, Sobre Madre ¢ hijo, de Aleksandr Sokurov Claudio Oscar Amor, Mariano Narodow ski, Politica educativa: entre el estado y la sociead civil Las ilustraciones de este nimero son obras de Roberto Scafili (Buenos Aires, 1963). Consejo de direccién: Carlos Altamirano José Aric6 (1931-1991) ‘Adridn Gorelik Maria Teresa Gramuglio Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Consejo asesor: Radl Beceyro Jorge Dotti Rafael Filippelli Federico Monjean Oscar Terdin Directora: Beatriz Sarlo Diseio: Estudio Vesc y Josefina Darrita ‘Suscripciones Argentina: 24S (tres niimeros) Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques & nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina. Teléfono: 4381-7229 Composicién, armado ¢ impresi Nuevo Offset, Viel 1444, Buenos Aires. Debate sobre la transicién Carlos Altamirano, Jorge Dotti, Adrién Gorelik, Maria Teresa Gramuglio. Federico Monjeau, Hilda Sabato, Beatriz Sarlo, Oscar Terdn, Hugo Vezzetti En la redaccion de esta re de las elecciones nacional sta, el lunes 25 de octubre, pocas horas desp reunieron el Consejo de Direccién y el Consejo Asesor casi en pleno para intercambiar ideas no tanto sobre los resultados electorales (que Isidoro Cheresky analiza en este mismo niimero) como sobre al paisaje politico y social de la tran Carlos Altamirano: ;Cval es el paisae je de la Argentina a fin de siglo? En un articulo que lef hace poco, Ala Wolfe hablaba de tres batallas para re- ferirse a fas tendencias que habfan te minado por imponerse en a sociedad norteamericana de las Gltimas déca- in Wolfe, ta batalla cconémi- ado la derecta, 1a ba el centro y la batalla izquierda. Creo que este talla polit cultural, | a puede resultar itil ps cribir lo que ocurre en ta Argentina desde hace diez alos ms 0 menos, rambién aqui el triunfo de la batalla cecondmica ha sido de! neoliberalismo, Nadie celebra tanto el curso que tomo la economfa argentina como la dere- ccha social. Hace poco el Consejo Em- presario Argeniino Ie hizo una ena de reconocimiento a Menem. El orga- nismo que nuclea al coraz6n del mun- do de los grandes negocios saludaba cn el presidente el mérito de haber sociado economfa y politica. garanti- zando que cualquiera sea la adminis- tracién lo que puede hacer ya tiene un cavce predeterminado. En ese molde, el del capitalismo globalizado o mun- dializado, se inscribird la competencia para definir qué fuerza politica puede + la mejor administradora de un cau- ce que en el horizonte inmediato no tiene alternativas reales. En politica, desde 1991, la lucha se libra por el centro y en el centro, con dos frmu- las, Por lado, un centro més republi- cano y liberal (ocupado ahora por De la Ria), por el otro, un conto més conservador, préximo a lo que se tun partido catélico popular que no existe en Argentina, pero cuyo lugar puede ser tomado por el peronismo, Después de 1955, el dirigente del vie- jo partido Deméerata Vicente Solano Lima habfa pensado que a través del partido Conservador Popular podta thar a andar una fuerza politica de envergadura, que tuviera cuerpo pero- nista_y cabeza conservadora. Hoy el peronismo parece ir en es direcciGn, configurindose cada vez més como tuna fuerza con cuerpo populista y ca- beza conservadora 0 neoconservado- ra, Por dltimo, la cultura intelectual esti hegemonizada por la cultura de ‘zquicrda: pensemos en ta universidad © en [a prensa escrita, Hay un diario de izquierds, Pagina 12, la se cultural del diario que més se vende, Clarin, también aparece orientada ha- cia Ia izquierda, lo que es un recono~ imiento del mercado de lectores al que esté dirigida esa seceién. Aun el diario de ta derecha liberal argentina, La Nacién, amplfa su tolerancia hacia el discurso de izquierda en sus pdgi- nas culturales 0 de opinisn, Adridn Gorelik: Me parece que exe esquema es demasiado abstracto. In- cluso acepténdolo, no arma un mapa que yo reconozca. Tal vez en Estados Unidos pueda tener més poder expli- cativo, pero me parece que en la Ar- gentina esos tres Ambitos estén atm vesados por lineas diffciles de {dentificar con la izquierda o la dere- cha. El peronismo, por supuesto, 20 puede pensarse sélo como un cuerpo populista y una cabeza conservadors; en Ia izguierda cultural hay fracciones populistis y peronistas muy fuertes, que han sabido renovarse aunque ssa para decir lo mismo. La existencia del peronismo (esto no es ninguna nove- dad) dificulta esa adjudicacién det ‘pares. Ademés, dos rasgos especificos de los ditimos veinte aos enturbian 1 reparto que propone Wolfe. Por un lado, 1a cuestiGn institucional: ex tos paises desarrollados. la discusion no incorpora, como o hace en ta Argen- tina, el tana institucional. Nosouvs in- Sgt ‘estén consol das? {podemos dedicamos a discutir, ‘entonces, los conilictos entre libertad dad? Por otro lado, est la eues- tin de os derechos humanos que son tuna veta para pensar Ia transicién y que solo forzadamente se ubican en las dimensiones de izquierda, centro y derecha. Se podria pensar que la talaci6n del tema de los derechos h= ‘manos es una pruca det triunto cul- tural de la izquierda: sin embargo, ta impregnacién en la sociedad de algu- znos valeres relacionados con la pro- blemitica de los derechos, mostra ‘que hay sectores que sostienen estos valores sin coincidir con la cultura de izquierda, Las tres dimensiones son, a mi entender, un territorio més cruza- do ¥ menos nitidamente éefinido. Carlos Altamirano: Seguramente, un esquema vale lo que vale y s6lo sirve como un boceto aproximativo. Los de- rechos humans, aungue teGricamente ‘no son patrimonio de la izquierda, de hecho constituyen un tema de la iz~ quierda, Esto se ve cuando lega Ia hora de la movilizaciGn (y no slo de la callejera, sino también de las solt- citadas 0 Ia protesta). Si nos fijamos cen las declaraciones dc Ruckauf, du- ante la campafa electoral, sobre ta necesidad de meter bala a los delin- ‘cucntes, sorprende, en efecto, lo débil que fue la reacci6n que no provinicra de la izquierda, Para no hablar de los ‘votos, porque quizés recibié volos por esas declaraciones. Las declaraciones de Ruckauf, al margen del voto, prue- ban que no hay fuera de la cultura de izquierda una sensibilidad tal que las vuelva imposibles. La reprobacién ha- cia los militares podria ser consider dda solamente como prucba de esa am- plia difusién de la probleméitica de tos derechos humanos. Pero en esi cone dena hay cosas mezcladas. Se repruc ba también a una dictadura que fraca- 86. primero, en su promesa de reordenamiento econdmico, ¥ después en Ia guerra de Malvinas. rechos humanos, lo que parece conso- Hidado es el rechazo de una experien cia hist6rica asociada con la dictadura y que, como dice Carlos, también esté feargada con el peso det fracaso final. En principio, se puede aceptar que existe una afirmacién relativamente sgeneralizada del encausamiento insti- tucionally juridico de tas acciones so- bre el terrorismo de Estado. Evidente- mente, el juicio a las juntas twvo un ‘gran peso en la consolidacién de esa Actitud. Me parece que eso ya ext ad- ido y puede ser juzgado diferente . Como un sildo suficiente O in- suficiente segdn to que cada uno esperaba. Para cierto sentido comén inquierdista. que domina algunas de las organizaciones de derechos huma- nos, ¢s insuficiente porque deberia ser acompatiado por una movitizacion per- manente de la sociedad, por denun- ccias y persecuciones militantes ms ac- tivas que continden os combates de ellos aflos. Es claro que si se com- para fa transicién argentina con la de otros procesos de dictaduras latino ais, la argentina fue mas fa- vorable en términos jurfdicos y en tér- minos de os actores politicos: agut los sostenedores 2 ultranza de la dic- tadura pasada carecen, en general, de tun apoyo que les permita teivindicar- la y celenraria 0, incluso, no han po- ddido impedir que la via judicial siga actuando, Pero también pueden darse cocxistencias paurndéjicas, por ejemplo, entre Ia condena de los procedimica- tos de la dictadura y, a la vez, la con- viceién de que a los delincuentes bay que meterles bala, En la problemiti de la seguridad se aloja una faceta de autoritarismo, que antes se proyectaba en la conformidad que siempre acom- paNé la implantacién de las dictaduras y ahora parece restringida y delimita- a. En fin, no sé si Ruckauf gané por que la gente no escuch6 su discurso.0 si precisamente gané porque lo escu- hd. En todo caso, si gand porque fue escuchado hay que concluir que ese nécleo de incrustaciones autoritarias no est slo en el peronismo, también se encueatra en votantes radicales. De modo que el balance es menos favo- rable si la causa de los derechos hu- ‘manos no se limita al rechazo de la experiencia dictatorial y se ta piensa como una construcci6n positiva, ka im~ plintacién de una cultura de los deme- cchos y las libertades. En ese sentido, no se puede separar 1a causa de los derechos humanos de la causa de la democracia, no s6lo en {Gminos ins- titucionales sino también en términos de formas de la vida social, modos de pensamiento, valores incorporados, ‘cultura ciudadana. Y quizés eso es al- go que pesa en ta derrota de Graciela Femiéndez Meijide, porque finalmen- te ella expresaba cierto progresismo democritico més extendido que el de la causa de los derechos humanos, Por Jo tanto, unt puesta cn perspectiva del {6pico de los derechos humanos mucs- tru esta realidad compleja. Y estas ccuestiones no se pueden separar de la pregunta sobre el arraigo de la demo- cracia en Ia vida social. Beatriz Sarlo: Para nosotros la cues- ti6n de la justicia, la de los derechos ‘humanos y la de la seguridad son in- separables. Pero su uniGn es tan ines- ‘indible como conflictiva. La libertad, la seguridad, las garantias en juicio de

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