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Niece RNelrey evan ease 0 Martin Prieto, MT. Gramuglio Xilografias de Victor Rebutfo PUNTO 4 2 Ler iW N Las ilustraciones de este niimero son xilografias de diferentes periodos de la obra de Victor L. Rebuffo. Rebuffo nacié en Turin en 1903, pero llega Buenos Aires un ato después: murié en esta ciudad en 1983 luego de realizar una obra vastisima, fundamentalmente en xilografia, que lo convirtié en figura de referencia del grabado social en la Argentina. Se reproducen agui obras de su libro Contraluz (130 xilografias realizadas en 1952-53, publicadas en 1979 por la editorial Albino y asociados): en tapa (fragmento) y en pp. 6, 7, 14, 24, 25, 27 (fragmento), 43 (fragmento), 46 (fragmenio) y 48; y las obras “Verénica proletaria", 1933, en p. 1; “El banco”, 1952, en. 3: “La noche” 1937, enp. 5: “Rebeliin”, 1936, en p. 10; “Nocturno en la ribera, 1943, en p-11; "Hombre y ciudad”, 1950, en p. 16: "El pan”, 1936, en p. 17: “El caido”, 1955, en p. 19: "Segadores”, 1940. en p. 20: “Los desalojados", 5 , 1943, en p. 31; “Nuestra patria el mundo entero”, 1944, en p. 33: “Villeros”, 1982, en p. $4; “Villa de emergenci 1982, en p, 35; “Mi madre", 1935, en p. 37; "Elprincipe rojo”, 1936, en 38; "Dock Sud” (original a dos colores), en p.40: y "Espana 1935”, 1939, en p. 45. Las reproducciones han sido posibles gracias a la gentileza de Héctor Rebuffo. Revista de cultura ‘Afio XIII * Némero 66 Buenos Aires, Abril de 2000 66 Sumario 1 Maria Teresa Gramuglio, Martin Prieto, Matilde Sdnchez, Beatriz Sarlo, Literatura, mercado y critica, Un debate 10. Sergio Delgado, La verdad y ia nada 16 Ovilia Beatriz Fiori Arantes, Pasen y vear... Imagen y city-marketing en las nuevas estrategias urbanas 20 David Lehmann, Fundamentalismo: una forma de ser moderno 31 Daniel Coben, {Trabajo polivalente, trabajo téxico? 37 Alejandro Blanco, La escritura de la sociedad 43. Carlos Altamirano, Emilio de Ipota, Juan Carlos, Portantiero, La palabra de un socialista OLNNd Consejo de direccién: Carlos Altamirano José Aricé (1931-1991) ‘Adrian Gorelik Maria Teresa Gramuglio Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Consejo asesor: Radi Beceyro Jorge Doui Rafael Filippelli Federico Monjeau Oscar Tern Directora: Beatriz Sarlo Disefo: Estudio Ves y Josefina Darriba ‘Suscripciones Exterior: 60 USS (seis némeros) Argentina: 25 S (wes ndimeros) Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Conteo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina, ‘Teléfono: 4381-7229 ‘Composicién, armado ¢ impresién: Nuevo Offset, Viel 1444, Buencs Aires. Literatura, mercado y critica. Un debate Maria Teresa Gramuglio, Martin Prieto, Matilde Sanchez, Beatriz Sarlo Beatriz Sarlo: Una pregunta, como forma de comienzo. As{ como se pu- do hablar. en el pasado, de una marca Condzar en la literatura argentina, y como todavia hoy se puede decir que mucha escritura se produce bajo el no de Borges, :podemos pensar en una marca Puig, o una marca Sacr, 0 una marca Piglia? Martin Prieto: Para empezar, me gus- tarfa recordar algo que salié a fines de iembre de 1999, en Radar, sobre el nuevo libro de Ricardo Piglia, For- ‘mas breves. Daniel Link le pregunta a Piglia, entre otras cosas, si su novela Plata quemada forma parte de una tradicién populista en la literatura ar- gentina, Piglia dice que efectivamente forma parte de esa tradici6n, si la en- tendemos como la que iniciaron Os- valdo Lamborghini y Ricardo Zelara- ‘yan, Porel contrario, yo creo que Plata ‘quemada forma parte de la tradicién que instala, en la literatura argentina, Osvaldo Soriano. El cologuialismo de Piglia, por ejemplo, que tiene poco re- lieve y nada de matiz (todos los per- sonajes hablan igual), es un cologuia- lismo literario, ret6rico, que no tiene nada que ver con Ia inventiva colo- quialista de Lamborghini y de Zelara- yan. Por otra parte, {emo se puede instalar Piglia, profesor en Princeton yen la UBA, tapa de Clarin dos ve- ces al aio, ganador de un premio na- turalmente conservador como es él premio Planeta, en la tradicién de los eseritores malditos de la literatura ar- ‘gentina? ,Cémo puede equipararse su obra, bibliografia obligatoria de casi todas las universidades de! mundo en las que se dicta Literatura Latinoame- ricana, objeto de decenas de papers, esto es, una obra totalmente visible y legible, a la de Lamborghini que, pese a los esfuerzos de ciertas zonas de la academia —y de César Aira— toda- via se encuentra hundida en su ilegi- bilidad? {Cémo puede equipararse a la de Zelarayén, compuesia casi por tun Gnico texto que no mantiene nin- guna relacién con el mercado del li- bro? Vistas estas dos coordenadas, la de ta legibitidad y la de visibilidad, ‘0 creo que mal podria haber una ‘marca Piglia” en la literatura argen tina contemporéinea, toda vez que su obra posterior a Respiracion artificial se fue conviniendo progresivamente en un satélite 0, en el mejor de los casos, en un planeta del sistema So- riano, sistema, por otra parte que gira alrededor de una gran invencién, que fue la Biblioteca del Sur, que armé Juan Forn para Planeta hari unos diez aos, Es verdad que, como dijo Elvio Gandolfo, “Fom inventé ura coleccién ¥ erey6 que habfa inventao una co- rriente de pensamiento”. Pero también €s cierto que hubo un grupo de escri- tores, con Soriano a la cabeza, Fom como su ariete editorial, y Pagina 12 ‘como su plataforma de lanzamicnto mediftico, que entendicron mejor que nadie c6mo funcionaba la maquina in- dustrial y cuales eran los dispositivos para insertarse en ella, Voluntariamen- te ono, Piglia y sus operaciones para hacer visible una obra ya de por sf elegantemente legible, forma parte de ese sistema, y no de uno auténomo, propio, como sf creo que es el caso de Saer, quien también coquetza con el mercado. Pero est condenado: inten- ta volver visible una obra que sigue siendo inasimilable, ‘Maria Teresa Gramuglto: La dureza ‘con que plantea Martin la cuestiGn de literatura ¢ industria cultural en rela- cin con Piglia, me recuerda un epi- sodio muy viejo: la irrupcidn de Cé- sar Aira, en los afios de la dictadura, cen la revista Vigencia, que publicaba la Universidad de Belgrano. En ese artfculo, Aira arremetia conira Piglia: decfa que se reclamaba heredero de Borges, cuando en realidad la heren- cia que taba recihido era Ia de Saba- 0. Creo que Aira necesitaba hacer exe ‘manera de irrum- pir en la escena litesaria. No estamos en ese caso. En el reportaje que Mar- {in esté citando, el de Radar, Piglia arma una linea que comicnza con Mar- tin Fierro, incluye a Borges y termina en Lamborghini y Zelarayéa. Es una nea que no incluye s6lo a los popu- listas malditos. Soriano es un auténti- co populista, no tanto por sus temas sino por su Hegada a un pablico y por las modalidades institucionales de esa Megada que son bésicamente las del periodismo, Piglia y Saer, en cambio, ‘ocupan otros espacios, ademas de los medios: la universidad, Ia critica, los premios. La diferencia pasa por el he- ‘cho de que Saer en ningin momento se reconocerfa como populist Ade- nfs, Saer tuvo. 0 tiene, dificultades para colocarse respecto del piblico. Matilde Sanchez: El piblico de Sact no se amplia. Es una poblacién con ‘crecimiento vegetativo. Mientras que la operacién Plata quemada implica la bisqueda de una ampliacién de pa- blico, 0 de otros pablicos. Esa opera- cién tiene elementos deliberados y ‘otros, de la industria editorial y los ‘medios, que son completamente aut6- nomos de Piglia. Porque, cuando un cescritor escribe, esti vacilando entre su contexto de creacién y su contexto de produccién y circulaciGn social. Pe- 10 yo creo que hay una diferencia fun- damental entre Saer y Piglia, que se vvincula con el ¢aso Sébato como tipo de escritor de visibilidad maxima. Yo {introducirfa, al considerar los aparatos editorial-periodisticos, la cuestién de 1a “opinidn” expresada en el formato de las columnas firmadas. Piglia rea- liza, por ese lado, una serie de inter- venciones que satisfacen a los no Iec- lores, gue es un piblico que Saer nunca corteja 0 que si lo hace ¢s con ‘un movimiento fallido: va al Festival de Cine de Mar del Plata, por ejem- plo, pero no como operacién sino, su- Pongo, por compromiso con un ami- 120. Pighia ese error no lo comete, se maneja con mucha destreza en la ins- talacién de formas de lectura. Beatriz Sarto: Si pensamos en el par Saer-Piglia, hay una diferencia de ha- bitidades tor cuyos reportajes son siempre de- cepcionantes; es un escritor que no se presenta, 0 no puede presentarse, co- mo el escritor més inteligente. Es mas, s¢ tiene la sensaci6n de que hace fucrzos para no apareeer como inteli- gente (quizés habria que marcar la ex- cepcida de algin reportaje hecho por Guillermo Saavedra, y probablemente debido a la voluntad de Stavedra més que a la de Saer). Piglia tiene la estra- tegia opuesta: armar Ia miquina den- tro de la cual debe leerse su literatura. Esa miquina funciona en varios esce- narios: los medios, 1a universidad, la cescritura erftica. Asf como ese movi- miento me parece legitimo en Borges, también lo es en Pigtia. La escritura critica de Saer, en cambio, no ayuda a leer sv literatura. En el estado actual de histeria sobre la literatura, que tic- ne que Ver con que no se vende nada y las editoriales salen a la caza de sus compridores y los medios se acoplan a la cacerfa, es muy atractivo un es critor como Piglia, cuya estrategia crf- tica consiste en tender las Tineas de lectura de su propia obra y, para ha- cerlo, organizar el resto de Ia literatu- ra. Pero esa fue 1a matriz de Ia litera- tura de Piglia antes de su éxito de ‘mercado, asf construy6 sa literatura in- cluso antes de Respiraci6n artifical. Asi armé su escritura ficcional, no so- Jo sus ensayos. Con el tiempo ¢s0 vo un efecto inevitable de insistencia. Cuando llega Plata quemada ocurre ‘que hay demasiada maquina para tan poco libro. Puig también armaba su ‘maquina, cuando declaraba que nunca habia lefdo literatura, que solo habia visto peliculas, etc. Quizds la maqui- na de Puig no era muy adecuada para leer una obra que s6lo a una lectura superficial puede no resultar descon- certante. Todos los escritores arman ‘una mAquina; s6lo algunos, caso Bor- ‘ges 0 caso Piglia, convierten a su mé- quina en una obra de literatura. Otros escritores, como Saer, hacen una op- ci6n mas distanciada, mis irénica res- ppeeto de su obra: alguien que escribe esa ficcién y no se emplea a fondo fuera de esa ficciOn. Aunque se lo pro- pusiera, Saer no podria salir a buscar Jectores por dos razones: él escribe fic- cin desde ta poesfa y ha escrito muy ocos ensayos sobre poesia que per- ‘tan establecer esa afiliacién de ma- nera directa y explicita; Piglia escribe desde la fieciGn y es un gran lector de ficcién, sus {6rmulas son mucho més atractivas para la critica que las de Sact ¥ supongo que eso también les sucede a los lectores no criticos. La segunda rarGn es que en Saer hay algo resis- tente, inabordable, que irrumpe siem- pre en algin punto de sus textos, i cluso de aquellos que pueden parecer mas legibles: todo va bien hasta que llega un momento en que la escritura detiene a la lectura, hay un momento cen que las cosas se atrancan y cxigen tun tipo de lectura que solamente lo ide la poesfa, Matilde Sanchez; No vamos a hablar s6lo de Saet y Piglia, espero. Como ‘encuadsiis a Aira en esa hipétesis? Por- que Sacr y Piglia son los dos autores del consenso, pero je6mo se encuadra ‘Aira? Aira es una opci6n diferente: un escritor que eseribe mais de lo que se lo puede leer, al mismo tiempo que se sustrae completamente ée los medios. ‘Aira est diciendo: hay literatura de mercado y literatura de culto. El que dicta esa polaridad es Aira. Al revés de Piglia, Aira es el escritor sin aparato, Maria Teresa Gramuglio: El apara- te, es el que corrige para atris, el que corrige sobre lo editado, Produce una especie de foquismo de estilos y. en ese sentido, también es un enigma edi- torial. Tiene piblicos simulténeos pe- ro separados. como pequefios conjun- tos © munditos. Beatriz Sarlo: No sé si logra eso, por- que el padlico cs tan restringido que ¢s dificil que pueda fraccionarse, Aira hace una cosa rara: cuenta int te y cuenta muy ripido, como si la Jectura que convocara esa escritura de- biera ser enormemente veloz, Y sin embargo, hay un momento en que se descubre que esa velocidad es enga- las cosas no pue- 1a ademas el ideal de una escritura de la absoluta superficie, donde se podria encontrar una marca Puig. Matilde Sanchez: También la de Copi. Beatriz Sarlo: Pero Copi es una es- cvitura extremadamente agresiva. Co- mo Genet, que es su modelo, la agre- sividad Iéxica de Copi plantea una re- laci6n poética: la fuerza de las pala- bras usadas arrastra a la ficcion hacia fuera, hacia 6 hacia el lenguaje. Esto no sucede con ‘Aira. La superficie de Aira esta bami- ada, intacta, sustraida a las huellas pulsionales. Dice Graciela Speranza de Puig: escritura en contra de la marca de autor, como et pop va contra la marca de autor en reacciGn a la firma fuerte, a la marca del cuerpo que tiene el expresionismo abstract. Martin Prieto: Hay otro escritor del que no hemos hablado todavia, y si lo pongo en circulacién no es por mis ‘Bustos, sino porque es uno de los que ‘cumple con todos los requisitos de “gran escritor": Abelard Casillo. Tie- re una presencia enorme en los luga- res donde hoy se muestra Ia literatura: las vidricras de las librerfas, los anun- cios publicitarios de los suplementos cculturales, los propios suplementos, los programas de radio y televisi6n dedi- cados a la literatura. Su nueva novela, El Evangelio segtin Van Hutten fue presentada —y en muchas casos reci- bida— como “la nueva gran novela del gran novelista”. Y no es ni una ‘cosa ni la otra. Un tema poco intere- ‘sante, libresco, esto ¢8 “literario” has- 1a Ia exasperaciOn, con un arsenal re- {érico més bien modesto (para que “se pueda cnicnder") y guiada, sobre to- do, por el narcisismo: Castillo inventa lun personaje que se parece mucho a 4, y siente fascinacién por ese perso- naje. Castillo, ademés, acaba de pu- blicar su libro de ensayos. Saer tam- bign acaba de sacar el suyo, y el de Piglia es una miscelinea de relatos y ensayos. Es notable que las wes figu- ras més visibles de la literatura argen- tina contempordnea terminan sicndo derrotadas. por la industria cultural, porque los tes tienen una cantidad de ‘compromisos industriales que, final- ‘mente, no pueden cumplir. Entonces empiezan a sacar lo que tienen en el fondo de los cajones: cl pensamiento a medio elaborar, el apunte, algo que escribieron hace aftos. Eso también es parte de la histeria, Marfa Teresa Gramuglio: Las ope- raciones de edicién estén vinculadas, ‘en el caso de los ensayos de Piglia, con algo que él erea con absoluta efi- cacia: é1 inventa un imaginario critico de la literatura, no s6lo para que se lean sus textos, Uso la palabra imagi- nario porque abf se juega el lugar que el escritor imagina ocupar en la litera- tura, y eso involucra tanto una pocti- ca, en este caso de Ia ficciéa narrati- va, como una idea de lo que es Ia literatura argentina. Pero no creo que se deba pensar en esa operacién como algo maquiavélico, que es lo que hace hoy cierta critica. Hay mucha inteli- gencia y una pasién auténtica en esas ereaciones erfticas. Se puede discutir si los resultados estén a Ia altura de ese imaginario, Pero lo que no se puc~ de discutir es que esa es una creacion, tuna originalidad de Piglia. Eso no su- ‘cede con los ensayos de Saer, que son muy débiles y previsibles. Quiero de- cir, entonces, que las presiones de la industria cada escritor las resuelve de ‘manera diferente. En el caso de Aira, ‘me parece que é1 juega con la hips- tesis de que no existe el mercado. y al mismo tiempo lo inunda. Algo asf como la contrafigura del que se nie ga al mercado no publicando: publi- €a todo. Matilde Sanchez: Aira opera una ¢s- pecic de estrategia de ventrflocuo: que haya muchos mercaditos, que lean co- sas diferentes. Armar con novelas muy distintas, no todas perfectas, conjun- tos diferentes de lectores. Aira escribe todo tipo de novelas, también tiene no- velas violentas, novelas duras, nove- las posticas, novelas del pasado, no- velas del instante, qué pasé ayer cn el supermercado... Por eso, volviendo a Jos dos nombres de consenso, Sacr y Piglia, Aira esté haciendo exactamen- te lo contrario. Beatriz Sarlo, Yo quisiera volver a Saer. Al margen de las operaciones del mercado, hay una insistencia esté- tica. Como pasa con algunos grandes escritores europeos: pienso en Natha- lic Sarraute que, desde mediados de Jos afios treinta hasta Ici, su pendiltima novela escrita cerca de los cien afios, estuvo escribiendo Io mismo. Antici po el objetivismo, fue el objetivismo, persistié después de la quiebra del ob- jetivismo, Eligié y se mantavo: la cé- Tula bisica de su escritura fue siempre Ja misma, dos o tres Iineas terminadas por puntos suspensivos; los persona- Jes son eso, esas dos lineas, esa inte- rrupcidn del discurso que queda sus- pendido y pendiente. Salvo su autobiografia de infancia, eso es Na- thalie Sarrante. Tengo la impresién, quizés me equivoque, que esa misma unidad insistente tiene a literatura de Saer. Maria Teresa ya lefa en el viejo ‘cuento “Algo se aproxima”, lo que Sa- ce iba a escribir y eso que iba a escri- bir ya estaba bien evidente en su no- vela publicada antes de los treinta aos, Cicarrices. Hay algunos escrito- res que son asf: escriben igual del co- mienzo al fin, El otro ejemplo, aun- que no quisiera sepultar a nadie bajo los ejemplos, es Beckett 0 Thomas Bemhard. Nunca podria decirse que Ge es el caso de Joyce. ‘Matilde Sainchez: Es el caso de Mar- guérite Duras. Su obra puede ser leida en cualquier orden. Beatriz Sarlo: Pero a diferencia de Beckett 0 Sarraute, no todas las nove- Jas de Duras son igualmente buenas. Sucede que un escritor a veces estd cerca de su propia escritura y a veces esti lejos y no puede escribir del todo su propia escritura, Hay escritores que escriben siempre pegados a su propia escritura, caso que también es el de Puig (aunque se hace dificil hablar pre~ cisamente de escritura en el caso de Puig). Escritor que me interesa mu- ‘cho menos que Saer, pero que tiene, ‘como Saer, esa relacién de proximi- dad con lo que escribe. Aira sigue sicndo un misterio, no elasificable en este punto, Fs el escritor postmoder- no, podria decirse: hace estilos, en plural. Matilde Sanchez: No estoy de acuer- do con la idea de que Saer es siempre cexactamente Saer. Sarraute © Beckett son escritores que exploran distintas regiones de su imperio, de su territo- rio, de su nacién narrativa. No creo que Saer sea asf. En un punto, creo ‘que es una especie de Nabokov. A los lectores de Nabokov los podemos di- vidir entre quienes prefieren Pélido ‘fuego y quienes prefieren Lolita, que tienen poco que ver entre sf. Saer tie- ne dos grandes lineas: El limonero y El entenado, aunque tengan puntos en ‘coméin, podréan ser novelas de dos pri- mos. Tal vez unidas en el momento de la descripciGn. Maria Teresa Gramuglio: Pero no s6lo en el momento de la descripcién. La entonacién, la diccién, 1a puntua- i6n, el ritmo de la frase, la coloca- i6n del adjetivo, la narracién de pe- quetios episodios... Martin Prieto: Cosas que vienen de Juan L. Ortiz... Maria Teresa Gramuglio: Esa es la marca Saer y estd en todos sus libros, algo que se lee y que se escucha cn su eseritura. Saer inventa € insiste en tun modelo de frase para la fiecién na- rrativa, que también trabaja en sus po- cemas, Es verdad que él viene de Juan L. Ontiz, como dice Martin, La elec- cin de ese poeta y de esa poética tam- bin habla de un imaginario de escri tor. Es una filiacion que merece ser apreciada. Sobre todo porque a partir de eso supo hacer algo nuevo y dis- tinto. Matilde Sanchez: En contraste, Aira es siempre un enigma, un eseritor que va en busca de la suerte, La suerte, algo que esté en el revés de la per- feccién de Saer. La suerte Mega 0 no Iega. Beatriz Sarlo: En efecto, Aira es un escritor que toma riesgo en cada no- vela. A las pocas paginas de la novela de Rosaro cualquiera se da cuenta de que las cosas van para peor y Ai pese a que es un gran lector, sigue. I ese sentido, cuando dije que era un escritor de “estilos”, un postmodemo, 0 se contradice con ta idea de que 6s un toniador de riesgos, salvo por el Jado de la seguridad que Aira tiene en que su destreza le va a permitir ev las consecuencias del riesgo. Pero eso no siempre le sucede. Matilde Sainehez: En ese caso, en la decisién de jugar con el riesgo, seria tun modemo, no un postmodemo, Maria Teresa Gramuglio: Quiz4 lo postmodemo esté en esa especie de “todo vale” que es su eseritura. Me parece que Aira practica también jue- 0s de reescritura. Yo pienso que, por ejemplo, en Los fantasmas, € esté re eseribiendo Et limonero reat una ta milia humilde, esta vez urbana, se Te tine para una fiesta de fin de afto, etc. .. O que, en La luz argentina esté reescribiendo la historia de Trilby y Svengali, Quizés podrian pensarse mo traducciones, sean 0 no delibera- das: como si tradujera todo a su pro: pio lenguaje, pero ademés como desafio al ingenio y a la competencia de los lectores. Beatriz Sarlo: Asf como Matilde mar 6, al principio, la necesidad Je nom- brar a Aira, yo quisiera nombrar a ‘otros dos escritores: Sergio Chejfec y ‘Alan Pauls, que no son fécilmente ins- cribibles... Matilde Sinchez: ,Quién lo es? Beatriz Sarlo: Todo lo epigonal, todo lo que por ejemplo se produce con el efecto Cortéizar. Alan Pauls es un es- ‘titor muy atipico, para usar un adje- tivo porque no tengo otro. Su primera novela, El pudor det porndgrafo, ta escribié a los veintidés 0 veintitrés afios, es la novela de un escritor muy joven que busca fuera de todo Io que se consideraba el sistema literario ar- sgentino (integrado por argentinos y ex- tranjeros). Alan busca afuera de ese mapa: trae probablemente a Klossows- ki, a una linea de textos erdticos, don- de esti Bataille. Ese movimiento es original, al margen de que la novela en sf misma sea muy buena © 00 10 sea. Pero es, sf, muy segura y se des- ‘marca extraftamente de un campo lite- rario y de lo que se esperaba que fuc- ra una “primera novela”. En el caso de Chejfec, la originalidad estd, ade- més de una escritura exacta ¢ inexacta al mismo tiempo, digresiva y monote- ‘mitica al mismo tiempo, en ciertas re~ escrituras que no son especiaculares como operacién critica pero son ex- traordinarias como dlisparadoras de fic- ci6n: me refiero a Radiografia de ta Pampa, en El aire. No sé si Pauls 0 Chejfec ya marcaron a otros en la li- {eratura argentina, Por el momento, no me importa. Un escritor me llam6 la atencién este afio, Esteban Lépez Bru- sa. Public una novela en Viterbo, La temporada, que esté muy bien. Una novela muy extrafia en la literatura ar- gentina. Ese tipo es un lector de Saer que no escribe como Saer: se adivina a Saer pero Saer no esté. Matilde Sanchez: Es lo que sucede con Alan en relacién a Borges 0, in- cluso, a Arlt 0 a Masotta leyendo a Arlt. Se en literatura que, a lo mejor, no llega a publicarse. Yo encuentro esas mar- ‘eas, por ejemplo, en novelas que le- ‘gan a los concursos, allf pueden verse hhuellas de Chejfec. Y lamativamente cen esos textos inéditos no se aprecia una traduecién del consenso que con- sagra a Saer y Piglia. Por otra parte, yo taje a Aira a la discusién no por- {que Jo sienta “mi” escritor. Digo sim- plemente: es alguien que me interesa ‘mucho aungue no siempre con el mis- ‘mo entusiasmo. Si lo trigo ¢s porque precisamente pone en cuestién la idea de consenso en la literatura. Ademés, no aceptemos tan décilmente la agen- da de los medios, no inseribamos esta discusi6n en la agenda de los suple- mentos. {Qué es la agenda? Es un combo editorial, Martin Prieto: Hay que ver que ta agenda de los suplementos y de los combos alitoriales esta bdsicamente compuesta por libros de narrativa, H0- velas que, debido al prejuicio de que se leen ms, le otorgan a sus autores (@ sus nombres, a las fotografias de sus caras) una visibilidad que luego no es comespondida por la cantidad de ejemplares vendidos de sus libros. El gran fracaso de las editoriales y de Jos suplementos es salir a matar 0 a rmofir con libros que luego venden tan- to 0 menas que los libros de los poe- tas, que pricticamente no ingresan en el combo editorial y que son atendi- dos muy modestamente por los suple- ‘mentos. Como agregado: en los tlt ‘mos allos, la felicidad de la experien- cia de lectura de los poemss de Ale- jandro Rubio, de Martin Gambarotta, ‘de Marina Mariasch, no me la dio nin- gin libro de narrativa, ninguna nove- la. No creo que esto se deta a que mi naturalmente me guste més la po- esfa que la prosa, los poems que las novelas. Si creo que en este momento cen la Argentina, la poesia es mas ra dical, mis jugada y mds absoluta que la narrativa que, posiblemeate debido a a hiseria, esta condenada a soste- nerse en una linea de flotacién de 1o ue podrfamos llamar “literatura en ge- eral”. Matilde Sanchez: Hay un punto cn que un narrador tiene que radicalizar- se. :Y para dénde va cuando se radi- za? Va hacia la poesfa. Hoy, lar zacién de un escritor es por la poesia. Si tengo que pensar en un tex to radical, ée es el de Raschella. Beatriz Sarlo: Eso esta claro. Quien sea, como es mi caso, no un lector cespecializado en poesia (si eso quicre decir algo) sino alguien que lee Dia- rio de Poesia, es cvidente una masa textual impresionante. De repente, me dan unos libritos chiquitos, y abro cl primero, Vanna Andreini, y caigo en tunos textos rarisimos, bilingies, ori sinales. Ademés es gente, muchas ve- ‘ees muy joven, extremadamente dic: tra en su oficio. Casi siempre, los poctas leen y pueden escribir muy bien su lectura, Son buenos erfticos con una disposiciOn erftica que les permite er poesia muy diferente a la que escri- ben, Institucionalmente, Ia poesfa ha ganado un nivel de visibilidad que no tenia hace quince afios, c a parecia estar completament ra de la conversacién y, como el pro- letariao, lo Unico que podia perder ceran sus cadenas. Hoy sucede lo con trario, aunque quede fuera de la agen- da del mereado. Maria Teresa Gramuglio: La trans- formaciéa tiene varias pontas: la alia visiblidad de Arturo Carrera, es cier= to; pero también Samoilovich, Helder, el impulso de Diario de Poesia. y ta propia poesia de ellos. El didlogo que mantienen con los jovenes no se repi- los nasra- te con esa intensidad en dores, Martin Prieto: Aqui en Buenos se dio un fendmeno muy particular de Arturo Carera, de Da- nicl Garcia Helder, de Delfina Mus- chiett, por donde pasaron la mayorka de los poctas que acabamos de nom- brat; alli se hicieron duetios de una experiencia técnica impresionante. ‘Acortaron su acceso a la literat través de ese pasije, nuaca muy ex- tenso en el tiempo. ires Maria Teresa Gramuglio: Hay unos ‘cuans poetas jévenes que también pasaron por la Facultad. Yo agregaria la lectura y cierta enseftanza de la lec- tura que se hace a veces en las clases Esos momentos en que, después de ‘que se han visto los datos que son in- dispensables para situar un texto, en- tramos a ver cémo esté construido et texto, empezando por su arquitectura © por su nivel fnico. Solamente dos versos de Verlaine, por ejemplo “Il plcure dans mon cocur/ comme il pleut dans la ville”, Hacer notar que en fran- és todas las palabras de ese poema suenan como monosilabos; las alitera- la violacién gramatical con pleure”: por qué es tan palabra “coeur” pueda asar a “coraz6n", cambiando de tono y de acento musical, iluminando pro- bblemas de diccién y de prosodia. Ei sear literatura es enseNar a percibir formas, incluso en su cardcter social, hist6rico. Y es también ensefar a ar ‘mar las redes secretas de la literatura si se conocen esos versos de Verlaine, seguramente se leer de un modo di: ferente el verso de Juan L. Ortiz “Llue- ve en mi corazén y lueve sobre el Yang-Tsé" Matilde Sanchez: Pero, gsi nos pre- guntamos qué lee la gente? Beatri la gente lee novel Sarlo: De creer a los diarios, histrica, Maria Teresa Gramuglio: Pero no ss novela historica. Se trata de unos pastiches que cuentan la historia de alguna seflora o sefiorita que tuvo un amorfo con un précet danneo que mezcla la moda de la lite ralura sobre mujeres cou sucese9 Ubi Eso es un suce- cados en el pasado, que tienen a un hombre conocido en el centro, Lukées se suicidaria si a eso le damos ef nom- bre'de novela hist6rica ichez; En realidad son no- Ja notoriedad: sobre los elas sobre famosos de entonces. Maria Teresa Gramuglio: mismo tiempo, se publican algunas no- velas notables que hablan de la histo- ria reciente: como la novela de Malvi- nas de Carlos Gamerro, Las isias, 0 Calle de tas escuelas N° 13. 0 Los planetas. Novelas que tabajan sobre la historia reciente pero en registros totalmente extrafios, no_previsibles. ‘Antes de que comenzara este didlogo, Beatriz. sugiri6 la idea de la “desapa- i6n de la historia reciente”. Creo que cs una idea equivocada si se piensa en novelas como ésas, y seguro que no son las ts Matilde Sanchez: Sobre las falsas no- ‘elas histéricas: creo que forman par- te de un conjunto de fenémenos iluso- ios, inscriptos dentro de la agenda de los medios y las editoriales. Los gran- des medios nos devuelven imdigenes de fendmenos que configuran una re- alidad sustituta. Crean algo que no existe. Cuando nos referimos a esa “novela histérica” estamos hablando ‘de muy pocos ejemplares. En Uruguay, en Chile, se lee mucho més ficcién que en la Argentina, Alguien deberta explicar esto. En la Argentina ya no s¢ lee ficcién, Se habla de un premio Planeta que, con toda la parafemalia, vende unos miles de ejemplares, El periodismo tomé el lugar de la fic- Gi6n. Ese periodismo hecho libro fue realmente un fenémeno de ventas. A eso se agrega la desnacionatizacién de 1a industia editorial, que hace que nos Muevan novelas malas espanotas y ma- las traducciones espafiolas. Yo quisic~ ra salir del lamento que esto convoca, pero lo cierto es que est sucediendo. Cualquier novela que vende mucho vende, de todos modos, muy poco. Hay una fuga de lectores, quizs. de~ cepcionados. Maria Teresa Gramuglio: Estin los lectores, y Jectores apasionados, que encuentro en la universidad. Todavia uedan pequetios espacios, pablicos de mil personas, para los cuales ciertas editoriales publican ciertas cosas. El ano pasado se publicaron dos libros, el Gnico libro de cada uno de sus au- tores, Benesdra y Baron Biza, que fuc- +0 apreciados por lectores provenien- tes de esos niicleos. Beatriz Sarlo: Pero quizds, hace tres

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