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@TTEURSIKC A Lele [as ilustraciones de este niimero son afiches y obras de arte ‘contra diferentes guerras en diferentes momentos histéricos, una especie de antologia, el modo que hemos encontrado en Punto de Vista para manifestaros contra la guerra en general y contra esta ‘guerra en Irak en particular Referencias: Tapa: a pated Ia tueteacin de Prane Masercel para l evisu Les Tabletes N° 5, Ginebra, febrero de 1917 (ve gina 1: Kathe Kollwitz, “Nunca més gute Pina 2 y pdyina 5: Francisco ‘no hal remedi" y "Adn podeén servi" (detalle) respectivamente, ambos do Las desasres de lt guerra, esto, gina 7: Michal Bir, poster conta la guecta del Partido Sodaldem6- cra hngaro, 1914, Pina 8 y péuina 9: Max Beckmann, “La granada, 1915, y morgue", 1923, respectivamente pina 12: Prans Maserel, lustraciin para Les Tabletes N* 5, cit Pgina 4; manifesta contra la guerra (chino-aponesa) en lee aos /9 Buenos Ait Sumario 1 Arte contra la guerra presente: Estado y ciudadania ‘mejor 12 Beatriz Sarlo, Lecturas de verano los countries y barrios privados Mario Arteca Serge Daney? Revista de cultura ‘Ano XVI + Némero 75 5» Abril de 2003 ISSN 0326-3061 / RNPI 159207 2 Hugo Vezzeui, Apuntes para un debate sobre et 7 Carlos Altamisano, Recwento: ni lo peor ni lo 17 Anahi Ballent, Bt in Arcadia ego: muerte y vida en 21 Sergio Pastonmerlo, Borges contra Borges. Sobre las reediciones de textos olvidados ‘Ana Porta, Ciudadanos y extranjeros: sobre Poesia civil de Sergio Raimondi y Guatambé de 29 Jean-Frangois Pigoullié, Hay una posteridad para 42 Alejandro Blanco, Sociologia e historia intelectual a, fotografia no identificads del catélogo Les realismes 1919-1939, CCentre Georges Pompidou, Pars, 1980. gina 15: Aleksandr Rodchenko, “Crisis”, 1923, gina 17 y pigina 19: Otto Dix, Calavers, de la carpeta La guerra, 1924, y"Lisiados de guerra” (detall), 1920, respectivame Pégina 21 y pépina 23, estudion de Pablo Picasso par el "Cucenic 1937 Pigina 2: Andy Warhol, “Bomba atémiea", 1966. contra la guerra, 1969, sobre la famosa fotografia de Rosenthal de los marines que clavan labandera norteamericans en Iwo Jima. Tomado de The Sitiee Project: Decade of Protest: Poltical Pesters from the United States, (Cubs and Viet Nam. 1968-1975, en www lists.village virginia edu sities Pagina 33; Mirokateu Hats, o mids Hiroshima”, afiche, 196 Pégina 36: Tomi Ungerer, 1961, The Sixties Project. ei Pigina 37: 1's for SE Asi" afiche, Berkeley (Califoria), 1970, The Sities Project, Pina 42: “Stop Wa guerra en Alganistin, 2001 ade la Guerilla iconogrifica contra la ‘tuera en Irak, 2003, en woestopware.ong. Consejo de direcci6n: Carlos Altamirano José Aricé (1931-1991) Marfa Teresa Gramuglio Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Consejo asesor: Rad Beceyro Jorge Dott Rafael Filippelli Federico Monje: Oscar Tern Directora: Beatriz Sarlo Diseio: Estudio Vese y Josefina Darriba Difusiin y representacién comercial: Darfo Brenman Distribucién: siglo XXI Argentina ‘Composicién, armado ¢ impr‘ Nuevo Oiset, Viel 1444, Buenos Aires. Suseripciones Exterior: 60 USS (seis nimeros) Argentina: 24 (tres nimeros) Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina, Teléfono: 4381-7229 Internet: BazarAmericano.com E-mail: info@BazarAmericano.com Apuntes para un debate sobre el presente: Estado y ciudadania Hugo Vezzetti A un aiio del colapso institucional y de la rebelién callejera que termind con el gobierno de De la Réa, poco es Jo que se hia cumplido de las proyee- cciones inmediatas impulsadas, en ta mayor pare de los protagonistas y ob- servadores, por el sentimiento de cam bios profundos e inminentes, tal como se muestra en la recopilacién de en- trevistas y testimonios realizada por Martin Caparrés en el verano de 2001- 2002! gunos intelectuales se proponfan inte- rrogar lo excepcional de la crisis en plazos mas largos, condicién que hu- biera enfriado aquellas expectativas. Si Jo que se abria pudo ser pensado co- jervenciones, sélo al- mo una transicidn, el comienzo de-un ciclo de renovacién politica e institu- ccional, hoy es claro que nada ha sido hecho y tienden a dominar los tonos de in y el desengaiio. Reducida 6 socavada esa vision de una sociedad decidida a tomar en sus manos su pro- ino, a la luz. de un presente que la decep Epica de ta “pueblada frente a las tesis del complot y las zan- cadillas polfticas, Los presagios catastréficos (sobre la moneda, sobre la duracién del go- ierno) afortunadamente no se cum- plieron y una buena parte del humor piiblico parece ereer en una normali- dad recuperada, aunque también reco- nnoce que los problemas siguen all Hace ya tiempo que el gobierno ha abandonado too proyecto de reforma con la idea, ciega y poco responsabl de volear todos sus esfuerzos en as gurar una continuidad que es, ante t0- do, una forma de autopreservacién, En veriad, mirando apenas por debajo de la apariencia de nom mica y del encauzamiento politico ha- cia unas elecciones llenas de incert: dumbres (sobre las condiciones de su realizaciin y sobre lo que pucde so- brevenir después), se mantiene el con- junio de problemas que se revelaron de modo brutal en los dias de diciem- bre, En la dimensiGn institucional, tn a la vista el derrumbe det Estado, la descomposici6n de la representacion politica, Ia corrupeién de la justicia, el federalismo reemplazado por un sis- tema de beneficios y chantajes reci- procos, la liquidacién de los resort de una politica econdmica auténoma Si se mira la sociedad, resalta la mag: nitud enorme de un fracaso mAs basi- co que se demuestra en Ia extendida fraelura social, en el horizonte de la miseria que c a millones de compatriotas a una existencia exclu da de una ciudadanfa que depende de derechos, obligaciones y libertades. En fin, es dificil ilusionarse con 1o que muestra y 1. Véase M. Caparrie, Qué pas. Informe ur- seme sobre la Argentina que viene, Buenos Ai 5, Planeta, 2002. litica dominada por el ‘nternismo y tas facciones y no hay razones para pen- Sar que ese proceso pueda ser deter do por las préximas elecciones. Pul- verizado el radicalismo, extraviado el impulso de un espacio de centroiz- ‘quierda que parece repetir Ia trayeeto- ria y Ia suerte del rairaso, lo que se demuestra es la capacidad del pero- nhismo real para encontrar atajos de du- dosa legalidad y frmulas de acuerdo entre tahires. En todo caso, el “desti- ‘no peronista” que asoma como posi- ble se muestra considerablemente de- ‘gradado, como todas las opciones hoy disponibles, respecto de cualquier ex- periencia pasada: todos parecen con- firmar aquella sentencia que dice que Ia historia sélo se repite como farsa Es ffeil verlo en un Menem que pro- mete otra vez la entrada al Primer ‘Mundo; pero también en tas variantes del caudi & pop de Rodrt- ‘guez Sa 0 en los aires de una reno- vacién improvisada que, con Kirchner como candidato, apenas disimola su dependencia del aparato duhaldista que mezcla sin escrdpulos acciGn purtida- tia y gesti6n de gobiemo, Como sea, no hay que eludir el espejo det pero- rnismo como una ilustracién poderosa de la degradacién institucional gue ca- racteriza el proceso electoral y sus re= sultados. Una propuesta que no reine sino aghut ‘que responden 108 de poder organizados alre- dedor de caudillos de provincia, sin acuerdos ni programas posibles. ni si- quiera relaciones minimas de confian- Zi en el mutuo respeto de reglas, hibe con erudeza que no hay sistema de mediacién estatal ni procedimien- tos que disciplinen los intereses y las facciones. Lo cierto es que no s mulan las divisiones y es diffc qué va resultar de un futuro gobiemo conducido por alguna de las fraccio- nes del justicialismo, Puede profundi- zarse la fractura, pero también es perable que reaparezcan la voluntad y las pricticas hegeménicas en las que todos se reconocen y que los ean tos peronistas han sus respectivas provi o, Ia interna peron la clecci6n general, con tres candida- tos que pueden Hegar a la se; ‘vuelta, no necesariamente anti divisi6n sin retomo; siempre son po- sibles las tOrmulas de arreglo, aceita- das por un control mas asegurado de los restos del Estado, En cualquier ca- so, la consecuencia es un deterioro aun mayor de lat Iegitimidad politica: 0 no hay acuerdos capaces de garantizar que el resultado pueda ser considerado le- xtimo y aceptado por todos los parti- cipantes, o Ia ausencia de reglas basi- eas y de instituciones de control pue- de disimularse y manipularse por medio de trenzas y arreglos afincados ‘en poderes locales e intereses particu- lars, alejados de cualquier idea de re- presentacin ciudadana y de ci6n de bienes pablicos. En principio, el peronismo vuelve ‘a mostrar (como en tos 70 y en los 90) su condicién de microcosmos re- velador de la sociedad y las institu- clones, sintetizado en una prictica del Estado; o mis bien, de la deslegitima- ciién del marco institucional de reglas capaces de mediar entre intereses:y pugnas sectoriales. No hay que tir mucho en este punto y hasta aten- der al manoseo de tos plazos y las normas electorales o a la moxalidad de la designacién de Maqueda en la Suprema Corte. Si a la falta de legiti- tmidad de los procedimientos se git el deter ios. ba de la dindmica democrdtica, que nace de la creciente desigualdad, el balan- ce y las perspeetivas hacia el futuro S610 anuncian nuevos fracasos. En esa acumulacidn de ilegitimidades debe ser situado el incierto proceso electoral y sus resultados, ;Sobre qué hases pue- de esperarse que la fuerza politica que acceda al gobierno vaya a emprender ‘un proceso de reconstruccidn del Es- tado, de la representacién politica, de Ia justia, de la ciudadanta? No To pro- mete obviamente fa derecha, Tampo- ‘co puede esperarse algo de la volui tad y las inercias contrarias del con- glomerado peronista, aun en la Yertiente representada por Kirchner: basta recordar la urgencia agitada & irresponsable con que el Ifder de San- ta Cruz. reclamaba eleeciones ya en el ‘verano pasado, sin que nadie supiera entonces (tampoco ahora) si podia ofrecer para el futuro algo més que su gotable ambicién de poder. I ‘cuanto al art, lo menos que puede de- ccirse es que ni las profeefas que anun- ‘cian Io nuevo en la sociedad, ni el rum- bo sometido a los arranques ¢ inspira cciones de su creadora permiten espe- rar el trazado de un camino nuevo y eficaz, que depende de la dificil cons- trucein de consensos, a acumulacién de energias politicas, el trabajo de la n, la invencién de formas tas institucionales, todo fo ‘cual esta muy lejos de nacer 0 de es- tar disponible en la movilizacién so- cial, Fn fin, en un escenario de frag- mentacién, indiferencia y disolucién de los vinculos de representacién, aun ‘con las mejores inteniciones, ante todo es la ausencia de un discurso y de una ‘agenda politicos a ta altura de ta si tacién lo que desmicnte cualquier ex- pectativa de cambio, Si se considera tuna cuestién clave, el Estado, no es ho lo que puede esperarse de tos dos cindidalos que se estuerzan por despertar una esperanza reformista: uuno, Kirchner, porque expresa (y re- sulta de) una idea de ta préctica y el usulructo estatal que esti en el origen de los males que se pretenden conju- rar; la otra, Carrid, porque el diagnds- tico simplificado del “Estado mafio- 80” esté muy lejos de contribuir a una intelecci6n orientadora de los desafios ¥ los obstéculos, en particular los que derivan de las relaciones del Estado ‘eon la sociedad y sus instituciones, EL derrumbe det Estado es una fér- ‘mula de fa que hay que sacar todas las conclusiones en cuanto al potencial de descomposicién que arroja sobre la vi- da politiea y social, Ciertos rasgos han sido destacados: pérdida de la capaci- dad de gestiGn y mediacién frente a los conflictos, débil autonomta frente ala colonizacion de los poderes ficti- cos: dicho brevemente, la defensa del bien comin reemptazada por el fructo de grupos que controlan 0 se reparten sus resortes, incluyendo versas formas de distribucién cliente- Iistica, Es el resultado de un proceso largo que encontré una realizaci6n ‘exasperada en el siniestwo perfodo de ceriminalizacién y rapina estatal im- puesto por la dltima dictadura. Hoy es posible reconocer Io que estaba me- ‘nos claro en 1983: el lastre que ese Estado significé para la etapa abierta hhace veinte anos. ¥ es posible con- cluir que 1a restauracién democrética no pudo y no supo enfrentar los des fios de una reconstrucci6a de un Esta- do capaz de convertirse en hesramien- ta de una reforma profunda de tituciones y punto de partida de un cambio en las préicticas politicas y en la construceién de ciudadania. Alli donde empez6 a hacerlo (en el Juicio a las Juntas) dej6 resultados perdura- bles; donde no pudo ni empezar (en las relaciones. con la sociedad civil, los poderes econémicos, e sistema po- Itico) se gestaron las condiciones pa- a el golpe econémico y el aprava- miento de la descomposici6n estatal cen el menemato, Todo esto es historia conocida y s6lo quiero referisme a sus consecuen- cias desde un dngulo que no se resalta suficientemente, Frente a la represen- tacién habitual del Estado como un ‘aparato de funciones y coerciones ex- temo a la sociedad, quiero desiacar las relaciones entre Estado, sociedad y po: Iitica? Una idea central es, sin duda, a del Estado garante de los derechos, ncluyendo los derechos politicos hoy agraviados por la degradacién de la representaciOn y el deterioro de la vi- da ciudadana; pero también el Estado como expresién y gestor de la sovie- dad, lo que implica reconocerle un pa- pel fundamental como moralizador de Jas conductas y garante igualmente de las responsabilidades y las obligacio- nes, es decir, una forma de organiza- ién de la vida social, que no se limita ‘al monopolio de la fuerza, la adminis tracién de Ia legalidad 0 ta di cién de servicios. Es, en un sei basico, resultalo de contlictos y lu- chas de grupos y movimientos, una formacién social que condensa ¢ inte- gra, concentra y tramita una larga ex- ppericncia hist6rica: a la vez. un terreno cesencial del conflicto social y politico yuna organizacién que encarna cierta n de esos conflictos, una construccicn de imposiciones y for- mas de dominio tanto como de con- sensos, de equilibrios y formas de ne- gociaciGn, Sus logros y sus fracasos son reveladores de la comunidad po- Aitica en la que se ha formado y con la {que mantiene una relacién dinémica, Lo mas importante, entonces, para pensar el derrumbe, son las funciones estatales de integracién y reunién de individuos y grupos pacificados y, en ese sentido, su cardcter de espacio y herramienta fundamental en la prod cidn de ciudadania. La condicién, en una expresién ideal, es que quienes ejercen funciones de gestion estatal ‘queden sometidos al control de otras formas representativas de la sociedad en su conjunto, Colocar el problema de la ciuda- danfa en el corazén mismo del debate politico exige destacar, frente a la ‘composicién del tejido social, ta dind- mica de construccién (o destruccién) de la pertenencia a una comunidad ‘que, més alld de diferencias y grupos, puede incluirse en un destino tido. En ese sentido, la dimer Ja ciudadanéa (aun lejana 0 ideal) no se separa de una comunidad de valo- res que sosticnen un proyecto y un horizonte. Y entre los valores capaces de fundar ese pacto constituyente es- tn los principios de ta igualdad, el interés general y la ética de la respon- sabilidad, Desde luego, ellos son me- nos el resultado de: un consenso total que del ejercicio de ta deliberacién co- lectiva, la discusién y a negociacion en condiciones de igualdad; una préc- tica del ejercicio de los derechos ast como del respeto de las 0 que inserta esos valores de referencia en una dindmica hist6rica, Entre tas peores consecuencias del colapso, en- tonces, hay que contar con el deterio- ro de esa funci6n inclusiva, material y simbotica, Son bien conocidas las fun- ciones que puede cumplir el Es ppara quienes, ejerciendo cierto control, pueden usarlo en su beneficio; pero esa comrupcién de sus funciones no po- dria ser explicada simplemente como resultado de la inmoralidad de sus ges- tores, la clase politica para el caso, Despucs de la experiencia del renraso en el gobierno de la Alianza resulta ‘és diffeil proponer que alcanza con tun recambio virtuoso de los actores si no se advierte que es una formacién y un sistema (més que los hombres. 0 Jas mujeres) lo que debe ser reforma- do. Y si se toma en cuenta ta brutal experiencia que la dictadura ofreci6 a nuestra capacidad de entendimiento, es igualmente ocultar lo que un formaci6n y una préctica de la accion cestatal refleja de los rasgos profundos de una sociedad y sus instituciones, Al paisaje de la descomposicién es tal muestra, al lado de sus carencias y defecciones, la trama de beneficios e ntereses, la puja por las prebendas, el sistema de prestaciones y contrapre: taciones, las negociaciones y chanta- jes. Basta ver ef Senado nacional, que ‘condensa todo eso, una méquina que ha sobrevivido muy bien a la renova- cidn de sus miembros. ‘Un debate sobre la reforma del tado debe plantear estos t6picos. Ello implica no s6lo distanciarse de la cru- zada neoliberal que habla del costo tatal y celebra las virtudes imagina- rias de la gesti6n privada sin compu- tar lo que ese costo y ta defeccién de Jas funciones estatales deben a u cidn privada que es, en gran medida, responsable de la degradacién del Es- tado, También debe revisarse la idea reductora del aparato de servicios, in- eluso de una funcién “benefactora” que yo su edad de ory en el primer peronismo. En fin, una discusién que ‘quiera plantear una mirada reformista sobre el problema del Estado, de sus deforma y del uni benefcios y las demanas que pro- mueve, no puede rel dad de sus funciones respecto de la Vida ciudadana. Frente a una idea res- tringida de la seguridad, que tiende a concebir al Estado sobre todo de mo- do negative, como fuente posible de opresién o mite a la autonomia indi- vidual, el punto de visia de la ciuda- danfa permite afirmar bésicamente un derecho al Estado, 1o que incluye la ‘administracién con visias al bien co- n, la representacidn politica legiti- ma, un sistema de posleres pablicos que garantice condiciones de libertad igualdad. F'ste es un marco pert {e para un andlisis de la coyuntura, ‘Agotadas las expectativas en los cam- bios que sobrevendrian por ta accién de una sociedad movilizada, desgasta- das fuertemente las energfas volcadas 2 sigue stom lbremente algunas ‘eas de Norbert Elias, “Cwilzation and Violen ‘6", en The Germans, New York, Colunbia Uai- versity Press, 1996, pp. 174-76; y de Etienne Ba- iba Droit de cité, Paris, PUE, 2002, p. 8 jicameente en la protesta y la re= . a fa Taz. de la verdadera mag- nitud de los problemas que enfrenta ka Repiblica, lo primero es admitir no slo fa gravediad de la catastrote pol- tica y social, sino lo que una situacién limite habilite, exige incluso, a un pen- samiento capaz de reconocer en ella tun cardcter revelador. A condicién, por supuesto, de no obturar esa exigenci por la via de la resignaci6n a Wo exis- tente 0, peor aun, mediante el auto- matismo, tan argentino, de esperar que algo vendré a salvar ta situacidn. Ya ‘que las iniciativas y las ilusion cidas al calor de las convulsiones de diciembre han mostrado ser sintomas antes que remedios de los males, ,qué ‘queda para las aspiraciones de eambio que han brotalo del rechazo de un 2 sta es la encerrona para quienes, desconfiados de las po- tencias espontineas de 1a movilizaci6n ¥y distanciados de los creyentes en la apacidad innovadora y disruptiva del acontecimiento, quicran mantener abierta, en las condiciones més Uift les, la perspectiva posible de un cam no de reformas, jay algdn espacio disponible, por estrecho que sea, para tun pensamiento de la erisis que eluda nacién y la inmovilidad que wn por establecer las condi nies presentes como las tinicas po: bles? Puestos a pensar las proyeccio- nes futuras, a la luz de unas eleccio~ nes que no prometen resolver ninguno de los problemas pendientes, no se sa- be qué es peor: © un nuevo colapso que arrastre otra vez un gobiemo y los restos del marco in: ias imprevisibles, o tna es- labilizacion gue congele el escenario presente de deslegitimacién politic: indiferencia ciud: y prounda fractura social, Ahora bien, cuando se aborda ef Pensamiento sobre la crisis, junto a ka pobreza de ideas se constata el desa- do y la confusién de los diagnd icos. Es claro que la celebracién del colapso como aurora de una nueva so- dad y una nueva politica se ha mo trado incapaz de construir un futuro diferente, Pero se impone interpretar esas erupeiones a la luz. de un pensar miento sobre la naturaleza de lo que ha colapsado en la Argentina. De lo contrario, el reflejo defensive leva a ‘contiar en que los restos mas bien pre- ccarios del funcionamiento instituci nal pueden ser el suelo de una recupe- raciGn que dependerta, sobre todo, de apostar a la duracién, “La legitimidad cs la duracién”, una expresién de Na- talio Botana, puede facilmente poner- se en relacién con la preocupacién de~ fensiva por la suerte de lo que queda de las instituciones.” La formula de prevencidn, incluida en una obra no- fable, no merece ser tomada a la lige- ra, viniendo de un analista licido, ¢ paz. de combinar la mirada compro- metida sobre el presente con una reconocida perspicacia y elaboracién nto de al gunas lineas histGricas de largo plazo en la interminable crisis de la repi- igualdad como fu damento necesario de la legitimidad democrética, para citar las mas desta- ccadas), eshoza el programa de una re- forma de bases y marcos fundament les que diffcilmente puede ser espera- a del despliegue de lo existente. Si la duracién, entendida como el respeto y la defense del marco legal de la de- mocracia representativa, es una con- ici6n necesaria, parece seguro que no es suficiente para esbozar, ni siquiera para sofia, una alternativa reformista en el sentido indicado. Es ciemto que la oposicién simple mntre lat opcin por las reformas pro- fundas y ta prudencia que prefiere apostar a la duracién no hace justicia a las complejidades de la coyuntura. ‘Tanto las expresiones de ruptura con tun orden de cosas que, en lo politico ¥ en lo social, slo puede suscitar re pudio ¢ indignacién, como tos refle- Jos defensivos que destacan Ios ries- ‘gos de una cafda aun mayor, pueden ser interpretados en sus condiciones, uso en lo que sintetizan de una ex- periencia hist6rica: no seria dificil evo- car coyunturas en las que el fracaso dependid de no actuar més firmemen- te en el juego de ta impugnacion, de ta desobediencia cfvica incluso (pien- so en la relativa pasividad con que se admitié 1a ampliacién menemista de Ja Suprema Corte) asf como lamentar las otras, en Los 70 sobre todo, en las ‘que, por el contrario, se desconoci6 lo que un marco institucional, aun pre~ cario, tenfa para ofrecer a la accién iudadana, En fin, esa confrontacion ‘entre la radicalidad de las metas y los medios, y el camino de un gradualis- mo confiado en la capacidad de auto- Frenovaci6n de las organizaciones, marca los limites de una toma de po- sicién poltica e intelectual. En esa dis- usin est en juego un principio de responsabilidad ciudadana, No hay op- sin riesgos; y la evaluacién de las alternativas (y de los riesgos) no deja de ser correlativa al diagndstico de Jos males. Allf reside probablemer te la raz de una diferencia que quizas se refiere menos a las metas 0 los fi- fasta dénde la situacién es Ii- ie y excepcional dios igualmente excep gravedad del diagnéstico ha quedado plasmada por Guillermo O"Donnell en 3. N, Dotana, La Repiblica vacilante. Con- versacioes con Analia Rofo, Buonos Aires, Taunus, 2002, p. 131, EL faniasma de un desemboque de esas caracterisicas exie una mirada de més largo aleance y ofrece un punto de vista central para una revisiGn de los fracasos de la democracia. Por otra parte, esa expansidn temporal hacia un ciclo més largo, como una “memoria de las crisis", emergié en las repre: sentaciones de los dias de diciembre de 2001: de diversas maneras retomna- ban escenas de la irrupei6n catastrsti- cca de la Giltima dictadura, incluso para quienes han querido ver en la movili- zacidn y la protesta social la eviden- cia de un nuevo auge de las luchas populares que vendria a cerrar el ciclo abierto por ella. En una coyuntura crf- tica los tiempos se interpenetran; ése es el sentido de la evocacién de 1976, ese otro derrumbe en to siniestro de tuna alienacion que no dej6 resorte de la sociedad, el Estado 0 las dirigen- cas sin tocar. Y no hace falta creer en ‘que exe desemboque puede repetirse de Ja misma manera para admitir el retorno de una barbarie que esta $0- ceiedad ya conocié y a ta que muchos (hay que recordarlo) se sumaron con fervor y conviecién, Pero en esa evocaciGn de un pasa- do que vuelve y pugna por ser dejado airs, es decir rectificado, no s6lo emerge la irrupei6n de la dictadure ‘no su final y el proceso de transicién ¥y construccién democratica. Lo que ha emergido en las protestas, cuando par rece cerrarse el ciclo politico abierto en 1983, es también la derrota de las esperanzas en la gestion democrética de la vida pablica y la restauracién de tun Estado garante de los derechos y las libertades. Una cosa parece sezu- ra: con el proyecto democritico en r nas cae también la idea de que la res tauracién del Fstado de de taba para encauzar una reno profunda que encontraba su contraca- ra en el paisaje negro del terrorismo estatal y la impunidad de los podero- sos. En 1983 parecié que se instaura- a un corte en el escenario de Ia jus ticia y los derechos humanos que aseguraba toxlox los dems, pa Estado y tos cimientos de un sistema politico renovado. En esa perspectiva, una raiz. del fracaso debe busearse en Jo que no pudo lograrse en el reco- mienzo de la democracia argentina: producir las condiciones para prolon- ‘gar ese impulso transformador en un verdadero pacto renovador y reconsti- tuyente de la Nacion, Medir el derrumbe a la luz de ese punto histérico de inflexién impone volver a pensar lo que se hizo posible cen una situacién que se proponfa cam- resortes fundamentales del Es a y la sociedad. La signi- e recomienzo, incluso lo ‘que pudo representar como un mito fundador de la democracia, ha depen- ido de lo que aleanz6 a desplegar tan to como de 10 que no pudo se tiempos de incertidumbre, et vacfo abierto en la experiencia presente es- timula ta bGsqueda de las escenas pa- sadas que puedan ponerse en linea, no sGlo con el registro de los fracasos, sino también de las rebeldias, las a jraciones y los suefios. Algunos puc- evocar el 17 de octubre 0 el Cor- dobazo, Por mi parte, prefiero volver jento de la demo con sus Tuces y sus sombras, 10 qu instaurd y to que fue incapay de can bar, admitiendo que es la forma del futuro anterior, de un habré sido, ta ‘que puede entregaros el sentido de esa escena todavia abierta a un tiem- po (que quiz no sea el nuestro) eapaz de realizar sus promesas, Al menos tun axpecto, hay un elima recuperabl la sensibilidad de un giro epocal; s6l0 que hoy se nos impone admitir que los gitos histéricos también pueden profundizar el abismo. Y ésa es la ‘cuestidn acuciante, cuando se hace clae ra la raz de una falla basica en ta restauracién demoerética: la debilidad de un consenso reformisia con: de la magnitud de los problemas cenffentar. jempre puede pensarse que pulo ser distinto, y evocar las mejores in ciativas del primer gobiemo de la de- pero también la ausencia de pactos y acuerdos firmes que s6lo sur- gieron, en germen, cuando la det racia estuvo en peligro en tos dfas de Santa de 1987. Si es posi- ctivar algo del impulso funda- Ia Semi ional que abri6 el ciclo democritico, una primera condicién es reestablecer escenarios de largo plazo, que rom- pan con un escamoteo de la delibera- i6n y el proyecto mediante una préc- ica de la politica que reemplaza la in programética por el marketing de encuestas y la acumulaci6n de de- ‘mandas particulares, Situados en esa perspectiva, puestos a pensar en un ‘movimiento que dé fomna y sostenga tun proyecto capaz. de orientar la ener- gfa del rechazo hacia la edificaciGn de nuevas bases institucionales y polfti- ‘cas, no hay opciones en el mercado electoral que ofrezcan alguna salida, Y cuando funciones bésicas de la re- Jacion del Estado con 1a ciudadania como comunidad politica (derechos, bligaciones, destino y pertenencia) re- sullan conculeadas, es posible pensar egitimamente en alternativas de de sobediencia cfviea, como una impug- ién a la legalidad que, en verdad, busca restaurar una legitimidad de or- den superior, No se Tign de una conciencia individual co tia la instituci6n ni menos aun del di- vorcio entre la moral privada y la vida piiblica: “es un comportamiento polf- tico en el sentido fuerte del término, destinado a reconstituit las bases sim- bolicas del Estado. Dado que esas ba ses no pueden en efeeto proceder del Estado mismo, 0 bien serdn atribuidas una autoridad trascendente 0 bicn proceden de un “poder constituyent nmanente a la sociedad” S Un proye {o de reparacion politica ¢ institucio- nal requiere, en plazos dificiles de pr de ta formacién de una voluntad colectiva capaz de construir conse sos hdsicos sobre la direccin de las reformas, que necesariamente tocan as- pecios fundamentales del pacto que funda la Nacién, Ese deberia ser el objetivo que marque et rumbo. Cons- cientes de los limites, sabiendo que ava est asegurado, lo menos. que puede esperarse de un pensami ‘que merezca llamarse reformista es que ponga su punto de mira en la ‘emergencia de las ideas y de tas fue vas que puedan encaminarse en esa direcci6n. 4. G. O'Donnell, entrevisa de Vicente Mu- leieo, Clarin-Zona, 220902. 5. B. Balibar, op et, p10 Recuento: ni lo peor, ni lo Carlos Altamirano Fl 2002 se cemé en ta Argentina con ua sensacién dominante: el pats ha ba dejado de caer y lo peor no currido, Fra la sensacién que se ex- trafa de los diarios de los dltimos dias de diciembre, la que transmitian los ‘analistas de encuestas y los comen ristas en los programas de televisién, Ese fnimo piblico hallaba alimento cen la estabilidad del dolar, en algunos signos de reanimacién econémica y también en la satisfaceién que exte riorizaban los despachos oficiales, so- bre todo después de la calma conn ‘moracién del primer ato de la caida del gobierno de De ta Ria. EI diario La Nacién terming por hacerle un re- mejor se a que su seceién econ6mica habia sido una tribuna cotidiana contra las ideas y la labor del ministro, desig- néndolo como el “hombre del ano” En fin, aungue el futuro segusa siendo problemtico, la angusta y el furor ya somo en las posts merfas del 2001, el humor colectivo predominante. Fs verdad que esta sensacion de alivio proventa, ante todo, del contraste entre los prondsticos sombrios, que profiferaron durante los primeros me ses del afto pasado, y el curso que fi- halmente tomaron las cosas. Los epi- sodios que habfan precedido al de- rrumbe de la presidencia de De la Roa =los saqueos de comercios y super- mercados en las barriadas pobres del Gran Buenos Aires hicieron surgir el temor a la fractura so ralizacién de una violencia depreda- dora. Si bien muy pronto se hizo vox Populi que esos actos habfan t poco de esponténeos y que dit del peronismo bonaerense los habfan alentado, el fantasma de una guerra de todos contra todos ya no desapare La devaluacién del peso dispues- tu por el gobierno, poniendo fin a la paridad cambiaria, no hizo mas que ‘aumentar ese temor, reforzado ahora Por los presagios de hiperinflacién y presidente Du- hhalde transmitia ka imagen de un go- ante que en medio de la crisis no as de la pocos dfas después. Mientras el go- biemno caminaba a tientas, afuera, en las calles, la protesta de las cacerolas, que desde el 20 de diciembre del ano anterior reunfa a los diversos segmen- tos de las clases medias, mantenfa la impugnacin al conjunto de los pol ticas: “iQue se vayan todos! H llamado Dislogo Argentino, convocado a mediados de enero por cl presidente con el auspicio de la Tgle~ sit Catdlica y la asistencia técnica del Programa de las Naciones Unidas pa- ra el Desarrollo, producirfa, tras un ‘mes y medio de deliberaciones con practicamente todos los actores posi- bles, sociales y politicos, un documen- to donde sefialaba 7 nitud del derrumbe econdmico, social ¥ politico que sufrta el pats y los es- {ragos que hacia la pobreza, pero tam- bign que “a parece bastar para que se modi los criterios y tos compor condujeron a esta crisis” (Documento de la Mesa del Didlogo). Lo que pre- dominaba era el espiritu de discortia, el recelo mutuo y la culpabili del oto. La imagen de que el pais avanza- ba a la deriva dominé sobre cualquier ‘otra dorante la primera mitad del 2002. La devaluacion habia destrozado los salarios pero las ventajas que se espe- aban de ella para la industria nacio- nal -activar la sustitucién de importa- pnes en el mercado intemo y hacer mas competitivo el precio de nuestras mercanefas en el mercado intemaci nal- no se haefan perceptibles. Un mes tras otro las cifras adversas no dieron respiro: unas registraban Ia caida de la produccion y de las ventas, otras el cremento de la desocupaciGn y de la pobreza. El tira y afloja interminable ‘con el Fondo Monetario Internacional mostraba a la Argentina a punto de caerse del mundo, sin rango después de haberse declarado en quicbra, un als que no inspiraba més que des- confianza y al que slo cabfa ale har ¥ conminar, aunque las recomen- daciones de ese organismo no hab sido ajenas al descarrilamiento, Por {esos meses se volvieron frecuentes las declaraciones desdetiosas sobre los ar ‘gentinos en boca de dirigentes extran- jeros encumbrados y, como ya todo parecfa posible. no falté la idea de un plan para salvar a la Argentina contra sf misma, es decir, proponiendo que por unos aflos cediera parte de su so- berania para poner el control de su sistema monetario y fiscal en manos de un comité de banqueros experimen- tados. Pero el descreimiento sobre las ap- titudes politicas de nuestro pafs para salir del pozo no se manifestaba Gni- camente fuera de las fronteras. Cuan- do a comienzos de junio se hicieron pblicos algunos juicios sobre la si- tuacion argentina de! presidente del Uruguay, Jorge Battle (*Duhalde (...] no tiene fuerza politica, no tiene res- paldo, no sabe adonde va"; los argen- ¢ ladrones des- de el primero hasta el dltimo”), el he~ cho provocs més irritacién entre los turuguayos que entre los argentinos, {Acaso éstos ofan y decfan otra cosa en la calle 0 los medios de con ci6n? En realidad, no era infrecuente por entonces leer 0 escuchar a cruza- dos de la alianza con jos Estados U dos como Carlos Escudé, que hacfan Volos para que las autoridades de los organismos internacionales como el ‘rat desoyeran a los funcionarios ar- geniinos y mantuvieran su rigor con el pais descarriado, confiando segura- ‘mente en que después del escarmiento hasta los recalcitrantes se convencerf- aan de que no habfa destino sino como parte det imperi Bvidentemente, el presidente Du- halde no esté hecho para ganar ni el entendimiento ni el corazén de los ar- xgeniinos, ni siquiera los de su propio partido, Experto en las mil tretas de la polttica peronista, siempre aparece li- mitado y confuso, por debajo de su papel. Sin embargo, no se le puede negar instinto de sobrevivencia pol ca. Lo mostr6 varias veces a lo largo de esos primeros seis meses del alto pasado, en que borded el despenadero Y supo reaccionar a tiempo. Por ejem- plo, cuando a fines de enero frené la ‘marcha para apuntalar su gestién —la “Plaza del sf", impulsada por algu- nos de sus hombres para contrapesar las manifestaciones opositoras y di putar la calle con el activismo de i quierda, Basta recordar 1o que fue el breve combate callejero en los alrede~ dores del Congreso el dia en que asu- mié como presidente, para imaginar Jo que hubiera podido ocurrir si los ‘grupos de accidn del peronismo bona- trense se entregaban a la lucha por la plaza con una izquierda que, por otra Parte, no hubiera rechazado el reto, Duhalde exhibié también buenos re- fejos cuando un pelot6n policial per- siguid y ejecuts a tes militantes pi queteros el 27 de junio. Denuncié el hecho como una “cacerfa", ponindo se a distancia respecto de las sospe- cchas sobre el origen de tas instruccio- nes con que habia obrado la represién policial, y poco después dispuso el aadelanto de los comicios para marchar hacia ta normalizaci6n institucional. Esta decisi6n, con el anuncio comple- mentario de que se retiraba de la con petencia por el cargo presidencial, le aire a un gobierno que aparcefa ahogado y le permitié seguir, aunque ahora ya solo como jefe de una tran- on. Desde que asumié la presid la parece haberlo obsesionado tan to como el final del gobierno de Fer- nando de la Ra -con la imagen dlti- ma de la represiOn y su secuela de muertos, Ademds de la inclinacién po- Dulista, gue sus criticos liberales no dejarfan de censurar, la preocupacién por que su gobierno no quedara aso- Giado a escenas como las del 21 de diciembre de! 2001 ha sido probable- mente parte del enfoque que Duhalde Ie dio a la cuestisn de los piqueteros, Los consideré como expresiones de la crisis social, recibi6 y negocié con sus :ntes, manipul6 p cello diver- sas formas de subsidio y tos funciona rios de su gobiemo se mostraron mas bien indulgentes que severos con los ccortes de ruta y otras formas piquete~ ras de infracci6n de la ley. Como él mismo declararfa, parafraseando, una célebre f6mula de Perda: en ta dis- yuntiva entre el tiempo y la represi hhabfa preferido el tiempo. No resol- Vi6, ni podia hacerlo, el fondo de la ‘cuestién, pero mantuvo el contficto ba- jo control, Esto no le gané, obviamente, el wes reclamaban el perio de la ley y pedfan que el gobier- no asegurara el funcionamiento del or- den Jurfdico con tos medios que fue- ran necesarios. La cues marginal y la caraeterizscin del fe n6meno piquetero ~,qué es principal- mente: un fendmeno social, politico, subversive? ocuparé un lugar cada vex n la discusién politica que viene, mas alld de las elecciones ¢ in- dependientemente de quign las gane, Y es seguro que crecerd la presién por enfocarlo, antes que nada, como w problema de seguridad. En este do, las definiciones més netas han si- do hasta ahora las que expuso Carlos ‘Menem, cuando prometié emplear a las Fuerzas Armadas para combatir a “los encapuchados con garrote”. Los piqueteros, por supuesto, no son ni se- +n objetos pasivos de la clasificacién de los otros: como actores ellos tam- ign contribuirin a definir su imagen piblica, Las noticias mejoraron para ta ad- ministracion de Duhalde a partir de los Gltimos cuatro meses del 2002, y provenian del mbito econdmico. La hiperinflacion habfa desaparecido del horizonte, el d6lar no se habia escapa- do y las cifras, aunque modestisimas, que daban cuenta de que ta produc ion ya no continuaba su cafda se re teraban. Finalmente, la devaluacion pa- reefa mostrar su otro lado, animando cel proceso ue sustitucién de importa ciones, Se entabl6 entonces un debate de interpretaci6n —je6mo inierpretar los indices, en particular, los que ofre- fa como pruchas el Ministerio de Fico- nomfa?-, debate que se entrelaz6, ex- plicita 0 disimuladamente, con otro s0- bre el balance de 1a década de 1990 y también sobre los cursos posibles del capitalismo argentino, LLos adversarios de la gestiGn de Roberto Lavagna bau- tizaron Ia situacién como “veranito”, para indicar que todos los datos que exhibia el gobiemo no eran més que signos de una estabilidad precaria y efimera, La expresion siguirfa usdn- ‘dose, aun cuando el paso de los meses Je fuera quitando eficacia, pues un “ve- ranito" que se prolongaba era ya una contradicci6n en los términos, 1 fin de afio resultaba evidente que en a controversia, no s6lo con los eco- nomistas del establishment Io también con tas autoridades del Hv, Lavagna se habja Hevado los puntos. En suma, los prondsticos sombrf- 6s, los que anuneiaban Io peor, no ‘cumplieron y una pequefia luz de re- ‘cuperacién se ha encendido en la ac- tividad econémica, Pero, aunque esos resagios no se hayan verificado, es imposible ignorar que el pafs tiene atin por delante sus principales problemas politicos y econémicos. Socialmente, Jo que ha ocurrido fue devastador y la Argentina Hevard por largo tiempo las marcas del estrago de estos afios, Sert necesario un gran esfuerzo colectivo para poner término al mal de ta indi- gencia y la pobreza, que se extiende a Ja mitad de la poblacién y esta soca- vvando nuestra existencia nacional, Nin- gin plan, sin embargo, ninguna {6r- mula realmente practicable nos per- mitird dejar atrés de un ao a otro et duro paisaje social moldeado por ta crisis. (Qué le pas6 a la Argentina? Esta ha sido probablemente la pregunta mas insistente y la mas respondida, Y no se ha propuesto una, sino varias respuesias alternativas Ia corrupcién del sistema politico, el déficit fiscal y Ja mala gestion pablica, el régimen de la paridad cambiaria, las caracteristi- cas de la burguesta argentina, el mo- vimiento de capitales en la era de Ia globalizacién- y es posible que texas ‘esas eausas, aunque en diferentes do- sis, deban entrar en una explicacion ‘que no puede ser simple, ni limitarse a los allos recientes. Pero ni el debate sobre por qué es- tamos como estamos, ni el recuento de lo que hemos perdido, deberfan ale- jamnos de la bisqueda de un proyecto de reconstruccién nacional que ponga en su centro el combate, que no serd breve, contra la pobreza y el desem- pleo. ;Hay una base para ese estuc 20? No creo que se halle en los recur- sos naturales del pais o en Ia inteli ‘encia Je sus habitantes -acervos que siempre se invoca, aungue s6lo alimen- tan la petulancia nativa-, sino en et hecho de que nos resulte éticamente Intolerable aceptar que la miseria sea, de aqui en mas, un rasgo natural de nuestro pais. “Aquellos a quienes les va bien © no tan mal en la alicafda Argentina de hoy, ,no sienten una agu- da pesidumbre moral ante tantos dk socupados, tantos pobres, tantos indi gentes, en el pafs que hasia ayer exh bfa con orgullo su condicién de ‘granero del mundo?", se preguntaba hace poco Mariano Grondona en st columna de La Nacién, Agreguemos: estd bien que asf sea, porque en el sen- timicnto de vergiienza y aun de es- CAndalo que produce el injusto empa- ccuentra uno de los néicleos para una ‘idea compartida del bien comin, Si no sobrevino lo peor, tampoco ‘ocurti6 lo mejor. Es decir, aquello que se podia no s6lo desear, sino también esperar de la activacién civil que pre~ cedié y siguié a la caida del gobierno de De la Ria: una renovacién de la representaciOn politica, Desde las elec cciones de octubre del 2001 se habla hecho evidente que la relacion de re- presentaci6n entre los ciudadanos y los partidos se hallaba quebrantada y que Ios politicos, atentos s6lo a la tarea de Perpetuarse, no salfan del dnico juego que sabfan jugar ~el canibalismo, al- termindo con ta distibuci dos y los cargos-, todo lo maba la opiniOn corriente de que se habjan convertido en una especie de oligarquia que vivia de los recursos del Estado, La brecha entre et “pats real” y el “pais formal” no se limitaba a la relacién con los politicos, porque también el poder judicial se. hallaba bajo acusacién de comrupcion y arbi- trariedad, pero eran aguétlos fos que se enicontraban en el primer plano de la reprobacién pablica, La consigna *;Que se vayan todos!", que surgié en diciembre det 2001 tras la renuncia de Domingo Cavallo, resumié esa impug- cin que se volvid temible para to- dos tos funcionarios, Fue la consigna que presidi el Ila- ‘mado a los eacerolazes, las marchas y las asambleas barriales, Durante el ve- rano del afio pasado, un poder, que fue ante todo de expresion y de cen- sura, se instal6 en las calles, Esos mi- fines que brotaban en Tas esquinas de lax ciudades, pero sobre todo en Bue- nos Aires, que fue el epicentro del mo- vvimiento de las asambleas, trajeron a Ja mente de muchos la imagen del puc- blo (0 la “ "de acuerdo con je m&s posmodemo) que ha- ‘dido poner patax arriba la so- ciedad politica y se proponta tomar el destino en sus manos, barriendo con los usurpadores, No es facil extracr una imagen Gnica de esas asambleas que reunfan, en Ia condicién comin de vecinos, a ahorristas, comerciantes empobrecidos, amas de casa, profesio- nales y mifitantes. Pero despues de tres meses, la fraternidad de las reuniones

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