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Halperin Donghi: Argentina en el callején Borges ¢ Saer e Godard « Hobsbawm Gatica: filmar la exclusion Burger: declinacién del modernismo 7 31 Revista de cultura Afio XVI + Niimero 46 Buenos Aires, agosto de 1993 Sumario Marylin Contardi, Mirando una fotografia de Walker Evans: “Rinc6n de la cocina de Floyd Burroughs” ‘Tulio Halperin Donghi,A rreinta aos de "Argentina en el callején". Comentarios de Carles Altamirano Hilda Sabato, Hobsbawm y nuestro pasado Dora Orlansky, De la farsa a la rragedia mas sombria. La tetralogia antisemita de Hugo Wast Raiil Beceyro, La exclusion, Sobre "Gatica, el mono", de Leonardo Favio Rafael Filippelli, Godard revisitado Beatriz Serlo, La condicién mortal Emilio de pola, Borges y la comunidad Peter Barger, La declinacién del modernisma OINAd | Con excepcién de la fotografia de Walker Evans, todas las ilustraciones fueron realizadas especialmente para este nlimero por Andrés Loiseau (Mendoza, 1954). Consejo de direccién: Carlos Altamirano José Aricé (1931-1991) ‘Adri Gorelik Marfa Teresa Gramuglio Juan Carlos Portantiero Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Verzetti Directora: Beatriz Sarlo Diseio: Estudio Vese Este mimero recibi6 e! apoyo ‘econ6mico de le fundacién Pablo Iglesias En Argentina: 18 USS (tres mimeros) En el exterior: Via superficie: 35 USS (eis rmimeros) Via aérea: 40 USS (seis niimeros) Punto de Vista recibe toda su correspondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sario, Casilla de Correo 39, Sucursal 49, Buenos Aires, Argentina. ‘Teléfono: 953-1581 Composici6n, armado e impresién: ‘Nuevo Offset, Viel 1444, Buenos Aires. Mirando una fotografia de Walker Evans: Marylin Contardi incon de la cocina de Floyd Burroughs” “The great interest of man air and light, the joy of having a body, the voluptuosness of looking.’ El momento de mirar una fo- to —como el de mirar un cuadro 0 leer ‘un poema— ¢s un momento intransfe- rible que pertenece por entero ala foto —tuadro, poema—tantocomoaquien la mira, y enél se establece la relacién entre ambos, Ese momento dela mira- 4a transcurre en una especie de pers- pectivaidealdetiempo, cercanzal tiem- po“interior” de la foro. La foto, sabemos, no puede regis- trarcomoel cineel movimiento, y,al no poderhacerio, leesté vedado mostrare! Mario Rossi tiempo real. Lo que sf reproduce 1a fo- toes unestadio del movimiento y, para hacerlo, lo inmoviliza, separéndolodel tiempo. Por eso una foto que muestra, por ejemplo, el salto de unhombre, tic- ne algode irreal, produce un corte en la realidad, velo que ningiinojo ve, 0, mas bien, sélo ve lo que el ojo vislumbra ‘apenas: una fnfima fraccién de segun- do, Esti a la vee més acd y més alld de lo real; ijando el cuerpo en una suerte de hechizo, lo detiene para siempre en 1 apogeo del salto, ni a punto de caer, ni llegando al suclo sino “estando alli”, Mirar la foto de ese salto ¢s revivir ese instante nico, asistir al retorno de un instante de otro modo invisible, libera- do delantes yel desputs. Lasuspensién delmovimiento y del tempos lagran- teallt. ‘Cuando se habla de tiempo en una foto se lo trata de situar bajo otras apa- riencias distintas a las del movimiento. Ante esta fotografia de Walker Evans se percibe una cierta impresién de tiempo, no del tiempo real, el tiem po“de reloj”, que la foto es incapaz de reproducir, sf de un tiempo “sugerido” “virtual” quclaimpregna—unascn- saci6n” de tiempo—, de la misma ma- nneaque el espacio registrado en ellacs un espacio virtual. Como si al tomarse Tafoto, el tiempo de ese lugaren que las cosas eran oestaban, el tiempo que las acompafié cn ese instante de repose, hnubiese quotado fijado también en él, Junto a las cosas, en estado laiente. ¥ volvieraadeslizarse bajo cierta mirada —como en los daguerrotipos las silue- tas de lo fotografiado aparecen bajo icrta lur— adherido a las presencias de los objetes y la luz. La fotografia —ser inmutable, si- lencioso—ée algiin modo condiciona, adectia, a través de su composicién, la mirada que la observe; la guia haciaese tiempo suyoquesubyace ensu interior. Enlacoincidencia, el entrecrucamien- todelosdos:el tiempo delamirada y el tiempo “aprisionado”, “atrapado”, tiempo de la foto existrfa. La idea de “abismarse” en la con- templaci6n de una fotoalude, en cierto modo, 2ese tiempo virtual, que el reco- rrido de la mirada percibirfa como un componente de Ia toto, Enesta foto del rincén de lacocina de F. Burroughs, ese “ahondarse” dela mirada es cx literal, y€s inducido por cl espacio fotogratiado, “hacia el fon- do”, por lo que se ve y por lo que no se ve, pero se intuye. Esa “entrada de la foto” tiene que ver con el “fuera de campo”, os0 que clando més allé de los limites del enewadre nos atrac, por la construccién en perpectiva del espacio, no “a lo ancto”, si- no “hacia ¢! fondo”. Mirar la foto es penetraren ese espacio. Ademis, 1a mirada desde “un més acd”, sefiala inequivecamente una intromision. El fot6grafo mira, fotografia el in- terior, parado a escasa distancia de la puerta. Poniendola cémaraen posicién vertical, toma el marco entero de la puertay construyeel espacioen profun- didad, ese pasaje por donde fluye laluz y se sitdan los ordenados objetos enel ‘campo de la cocina; de ese modo, los que observamos esta fotografia ¢s oo- mosiestuviésemos mirandodesdeatris del hombro de Evans. Lapresencia del fot6grafo es pucs- tan evidencia por esa puerta abierta a cescasa distancia quescfalaclaramente: alguien esté parado “més aca”, obser vando. Hay otra foto de Evans, tomada presumiblementeel mismo dia, en otro rine6n de estacocina, en la que su pre~ sencia no ha sido delatada de manera tan nitida porque en ella no existe 1a fuerte referencia de un “mareo” desde la cual fue tomada —que aqui os casi literalmente 1 marco de la puerta— y que denunciaria la presencia del Fot6grafo. Hay otra ausencis-presencia a la ‘cual remite esta foto, y es ladequien —o quienes— habitan este lugar. Todo lo que se ve en la foto, desde lapalangana ylatoallaen primerplano, la mesa const mantel de ule brillante, laldmparasobrela mesa, ¢lpiso de ma- deragastado por el uso y el cepillado, la puleritud y el orden en que cada cosa descanss en su lugar, remiten al dispo- nedor de 30s objetos, que, podemos imaginar, se mantiene diseretamente fucrade campo, mientras se toma fo- todeeste calmo lugar que habita. Elu- gar habla de reposo, de orden, de tiem- poapacible, “que no pasa” —alamane- raenque habladeorden, repose, pulcri- tud, el poema “Nantucket” de W. C. Williams, querezuma,comola foto, un “smell of cleanliness”; tampoco en el poema se menciona a los habitantes, perosupresenciaesté implicitaen cada detalle, As{ comolas personas estén ausen- tes, hay algo mas que no aparece en la foto pero quesabemos que esté, poras! decir, ahf noms. Si el fot6grafose hu- bier colocado més de frente a la puer- ta, verfamos ese fondo por donde entra laluz. Tiene que haber una puerta trasera queseabrealpatio, ahiatrés, enlapro- longacién del rectingulo oscuro de la pared contra la cual apoya un costado del aparador. La cocina deberfs tener unasalida al patio por una puertasitua- da poco menos que simétricamente ala puerta que aparece en primer plano, si Gsta fuese la puerta que da ala ga- leria—y aquijuega cl imaginario com- puestoapartirde peliculas, fotos, lectu- ras, que deja suponer una ciertadispo- sicién de las habitaciones en la casa de un granjero del sur de los Estados Unidos. Laluz quedibuja la hendija brillan- tesobrecl recténgulo oscuro del fondo, junto al aparador, es, siguiendo este Nantucket Amarillo y espliego flores tras la ventana por visillos blancos tornasoladas —Olor a limpieza —Poniente tardio —La jarra de vidrio y el vaso de vidrio en la bandeja de vidrio, al lado una lave —Y la cama inmaculada. Trad, Octavio Paz W.C. Williams, Veinte poemas, Era, México, 1973, imaginario, la luz del patio. Ese es el oto elemento sobresaliente de esta fo- to, la luz. Laluzque viene del fondoentrapor sa pueria irasera abierta, entonces, al patio. Corre desde el piso hasta arriba como viniendo realmente desde una puerta. Pero las patas de los muebles proyectan dos sombras, hay que imagi- narotraentradade lu, y probablemen- te ésta sea una ventana, en la pared transversal la de la puerta. La luz que entra por esas dos aber- turas invisibles toca, delinea objetos, pone derelievetexturas, transparencias. Es la gran componedora de esta foto. Lame literalmente loalto del apara- dor, marca dos lineas de sombra en las salientes de sus puertas que de ese mo- do quedan esbozadas, bafia el mérmol, modela el cuerpo dela vasija,realza el asa, disefa las aperezas de los tablones del piso. ‘La luz que llega desde la derecha y ‘un poco desde atrés del fotSgrafo—no alcanzaaentrara lacncina, ys6lo lame elumbral—modelaa su ver las tablas de la pared en primer plano, marcando lalineaoscurs en el borde horizontal de coda tabla, el marco de la puerta, la pa- Jangana sobre el reborde, los plicgues dela toalla, El canto de la puerta abier- taen primer plano queda convertido en una Ifnea blanea, atravesada a lo largo por la fneaoscura de la hendija, con la traba de madera quees, en la foto, una Ifnea blanca, vista también de costado, qve flota, en diagonel, entreel canto de Ja puerta y la linea oscura, uniforme, {que corte a todo lo largo del borde iz- quierdo de la foto. Perolaluztiene tambiéncuerpo, un cuerpo didfano, suspendido en esa ¢s- pocie de pasillo que va desde! marco de la pueria hacia el interior. Ese volumen luminoso, que flota, transparente, lo percibeel ojoaun antes de pensar que esas cualidades estén in- timamenteligadas asucontacio con los objetos y que es su relacién con ellos la que lo convierte en uno de les princi- pios constructores de esta foto. Las lineas oscuras se tienden desde el primer piano y forman ese enrejado qveponderael pasocelaluz. Verticales yhorizontales enlapared delapalanga- nna, Diagonales del entablado del piso. A treinta aiios de Argentina en el callején Tulio Halperin Donghi En junio de 1993, Tulio Halperin Donghi expuso, en el Ciub de Cultura So- cialista José Aricé de Buenos Aires, la sintesis de un trabajo escrito, mucho mas extenso, sobre lasiltimas tres décadas en Argentina. Lapropuestaque elClubre- ‘alizé aHalperinDonghifue recordar y celebrar Argentinaenelcallej6n, libro pu- blicado en 1964 donde seinterpretaba nuestra historia desde les afios treinta. Re- roducimos las partes centrales desu expasicién y loscomentarios realizados por CarlosAltamirano, Argentina ex el callej6n tuvo una historia curiosa. En realidad, empez6 como un articulo muy extenso del né- ‘mero aniversario de los treinta afes de ‘Sur; Iwego tuvo su primera actualiza- cién por sugerencia de Angel Rama y adquini6 su titulo cuando lo public, en 1964, Arca de Montevideo. Por lo tan- to, esta es una falsa celebracién de los treintaanos:sons6loveintinueve, ELIi- bro creo que ahora goza de lasimpatia ‘general que tiene todo lo que se produ- Jon exa época que aparece rodcada de ‘un brillo un poco sorprendente para quienes Ia vivimos. Mis sorprendente ain fue el destino que tuvo en su mo- mento, porque un trabajo que comenz6 bajoe! patrocinio, desde luegomuy dis- tante pero real, de la seBiora Victoria Ocampo, y prosigui6 por invitacién de Angel Rama, secolocababastantelejos de las posiciones muy polarizadas de ra experable que se lo reci- jimemente mal; misericordio- samente no pasé exo, Lo acompaié el silencio pablico y una gran cantidad de _asentimientos casi secreios. Eso se de- bia no a que el libro tuviera la fuerza maciza de lo verdadero, sino a que 1 ejaba bien no lo que la gente queri creer sino lo que efectivamente crefa: que se estaba dentro de una crisis irre- frenable. La mera narracién tenfa una graneficaciaporque, siguiendoatravés de ella ese proceso, se percibfa que al- g0 muy dramético estaba avanzando, Hoy cs imposible continuar Argentina enel callején, porque ya ha pasado la tormenta que vefamos venir entonces. A casi tres décadas de ese libro, voy a hacer, en cambio, un planteo un poco siferente, Trataré de analiz agonfade lasociedad que se cre6 en la Argentina bajo el signo el peronismo que fue efectivamente una revolucién social. Lamentadecirio porqucesocfen- de a mucha gente y hace afios era una especie de blasfemia, cuando se crefa que revolucién social habia una sola, y 6a desde luego no podfaser la revolu- ccién peronista. Sin embargo, la expe- Flenciade evalquiera que vivi6 el pero: nismo es la de un cambio vertigineso y ramético, accptado por la mayoria de lasociedad argentina porque en el fon- do cra muy agradable para la mayort aunque, al mismo tiempo, se fundara F la larguisio sobre una base material (para usar un lenguaje que ha pasado de moda) que no tenfa ninguna posibilidad de perdu- Se trataba de crear una sociedad pa- 1a los decenios y no para los siglos s0- bre la base de una coyuntura que duro exactamente tres afos. Lo que siguié fue unesfuerzo desesperado por mante- ner vivo algo que no podia seguir viendo. Hoy creo que vemos ¢0, pero ‘vemos también la tendencia més pro- funda que hacfa mis compleja y mas diffe la crisis: una lenta agonia atra- vesaba ciclos cada uno de los cuales empezaba un poco més absjo que el anterior. El plano politico-ideolégico eraes- ‘cenario deun grave choque de legitimi- dades: no se trataba simplemente de que los antagonistaspolfticosy sociales desconocieran la legitimidad del otro sobre la base de un criterio de legitimi- ad coménaambos; porel contrario, lo ‘qucocurrfacraquecadaunodecltos te- fa un criterio de legitimidad diferente. Ese conflicto delegitimidades hun- esus rafces enel perfodo radical, entre 1916y 1930, cuando coexisten dos cri- tcrios de legitimidad que vienen de la ‘etapa anterior donde mal quebien habf- an logrado convivir, aunque eran ob- viamente contradiciorios (la gente se Jas arreglaba para rendirhomenajeara- tos a uno ya ratos alot). Ure deellos earacterizabaalapolitiea comounejer- icio de virtud republicans en el marco {dc una repiblica representativa, donde sa representacién era ella misma un Gercicio de virtud. Elotro ere, mas mo- dcstamente, una nocién de politica co- mo administracién de un estado que fuera un instrumenio eficaz de pertec- ‘Gonamiento social y cconémico. El radicalismo recupera esa tredicién de ‘celigién civica”, que habia sido real- mente la tradicién comtin de todas las facciones argentinas. GPor qué se da esa escicién? En- ‘cuentro una respuesta en lus condicio- 1s en las cuales sc dio la democratiza- ‘ibn, Se decia que Yrigoyen hubiera preferido que una salidarevolucionaria liquidaraclantiguo égimen yqueauto- ridades surgidas del sufragio libre hu- bieran tomado el podersimulténeamen- te. Eso, aparentemente més disruptivo, quizés lo hubicrasido menos. Yrigoyen zo tuvo més remedio que organizar su avance politicode una manera contra la cual Maquiavelo habfa advertido con toda rein: cuando se lequitaal enemi- goloquetiene tay quesacarletodoy de ‘unsolo golpe: poder, prestigio, riqueza. ‘Yrigoyen, en cambio, sevi0 obligado a tuna lenta pero implacable conquista de posiciones: despudsdedicr, quinccaiios de vivir esa experiencia, a los pobres conservadores les resultaba muy diffcil ‘conservar ninguna lealtad respecio de tuna democracia representativa que los. ‘condenaba a una suerte de inacabable tortura china, en cuyo transcurso perdi- an siempre. Esta dicotomia se mantuvo durante ladécada del treinta, queiba a lamarse infame (siempre me intrig6 el hecho de ‘quese consagrara ese adjetivo aesadé- ‘cada, hay varias que merecen la deno- minaci6ncon méritos comparables).Ce- be preguntarse porqué se lama asf, y ‘ereo que hay varias razones. Una de cllas es, desde luego, que la crisis crea «da por la supresién del gobicrno real- mente clegido, el gobiemo radical, no ‘encuentra soluci6n en ese perfodo; se eslablece un régimen indefendible, un régimen ilegitimo que ademas se sabe ilegftimo: parael general Justo lalegi- timidad debia liegar luego, cuando tras una larga navegaci6a la Argentina vol- viera a una prictica real del sufragio. Elegido primero, sino freudulentamen- te, por lo menos gracias 2 la impuesta abstencién radical, esa redencién polt- tica tendrfa lugar cuando l fueraclegi- do por segunda vez como salvador de Jas instituciones libres con el agradeci- do volo radical. Su programa qued6 in- concluso y, asf inconcluso, no podia ‘asignarlegitimidad alguna aesa prime- raclapa. Por otra parte, esa situacién que deslegitimabala justificeciinde ua go- bicmo porsu cficacia, también quitaba relevanciaalasoluci6n altemativa, im- pulsada por la religién eivica del radi- calismo. Obligado a abroquelarse en lla porque inesperadsmente volvia a vvivirla ausencia de la libertad electoral quelohabfaalimentado ene! pasado, el radicalismo oftecfa una visi6n obvia- ‘menteanacrénica, que ne podiasatisfa- cer las aspiraciones de una sociedad ‘més compleja. Peor atin: mientras for- ‘mulaba una legitima protesta, revelaba al mismo tiempo su total incspacidad paraactuarenconsonancia. Loqueem- pezaba como protesia terminaba como quejumbre, y ésta era en realidad una reaccién muy poco gallarda: unos ver- sos de Francisco Urondo (que antes de serperonista fucradical y, enciertame- dida, fue montonero porque habia sido radical) se efieren a un tiempo en que se vivia lairiste cobardfa del coraje sin destino. Este contraste va a ser redefinido pero no resuelto pore! peronismo. Yno ‘va a ser resuelto porque el peronismo fica algo més que el enraizamien- to de la vids politica en el contexto so- cial, cosaquelos radicales enciertame- ida habfan hecho aunque habfan teni- do el talento de no tematizarlo, (En efecto, uno de los secreios del éxito radical fue negar que existieran, en Argentina, fisuras sociales que, sinem- bargo, el radicalismo conocfaperfecta- mente: Yrigoyen sebfa tocar la socie- dad argentina como se toca un piano, ‘conocfad6nde estaban las fisuras, c6mo usarlas, lasmanipulaba admirablemen- te.) Conel peronismo todo eso implici- topasa a primer plano. Los dos slogans dc laclecci6n del 46 tenfan que ver con elcambio social: por una més justa dis- ttibuci6n ée la riqueza y por que Ia tie- rma deje deser un bien de renta para ser un bien de trabajo. Pero lafuerza del peronismo nos6- lovenia dealli. Fra también lesolucién que el ejército—al que la habilidad del general Justo habia obligado a ser res- ponsable de un proceso que ene! fondo ‘0 controlaba, y al que su propia inha- bilidad, torpeza o algo peor, lo habfa dcjado cn wna situacién muy cercana a ‘parecer i¢entificado con los que esta- ban perdiendo la segunda guerra mun- ial — podia considerar salvadora jus- ‘temente cuando parecfa no tenerningu- na, Esa alianza, al mismo tiempo tan fuerte (porque tiene bases en la socie- dad y en el estado) y tan heterogénea, ‘crea el problema inicial del peronismo y hace que su nacimiento sea tan trau- ‘mético porque se produce en un marco caracterizado por dos imagenes desle- gitimadorss. La primera es la imagen antifascista, en la medida en que! pe- ronismo viene a ser el heredero de un gobierno militar profascista, que se ha- bia encontrado en una posicién dema- siado visible en el momenio menos 5 ‘oportuno: mientras sus impresiones di- gitdes quedaban a la vista de todos, ‘eciores no militares del establishment cestaban pasando de unconsistente filo- fascismoaenrolarsccntresusimpugna- dors. Por otro lado, encontramos otra re- ccusuci6n deslegitimadora que viene de laprimera visi6n retrospectiva deladé- ‘cada infame. Cuando tratamos de ima- sginarnos c6mo se armé lanociéndedé- cada infame, nos parece que en los treinta csa nocién era mantenida por ‘minorias muy marginales, muy contes- tatarias de la opinién dominanie; ape- ras se examina lo que se decta y se es- ceribfa en esa época se ve que no es asi. Laliteraturade Scalabrini Ortiz, y més todavia la literatura de denuncia inme- diataque cramucho més popular,como ladeJosé Luis Torres, ofrecta una suer- tedeeco de lo que podia encontrarsc.en los editoriales de La Prensa, en tono desde luego mucho més pontificio, y de lo que, por oira parte, adoptaba un tono todavia mds elevado en la Historia de una pasién argentina: una especie de consenso acerca de la “degeneracién” ‘no s6lo politica sino moral del pais du- rante ese perfodo. Uno de 10s puntos fuertes del peronismoconsistiéen pro- yectar esaimagen sobre los quela habi- anpropuesto antes y ahorasc oponiana 1a primera fuerza politica que se mani- festabadispuestaa actuarseginlas pre- misas de esa visiGn; y para oponerse mejoracsa fuerza politica recibfan con verdadera alegria cl apoyo de todos ‘aquellos que antes habfan condenado. Pero si esto explica que el momen- to del 45-46 haya sido muy traumdtico, noexplica porquéesasituacién raumé- ticase mantuvo. Creoque hay quetener encuenta laalianza peronista (que lue- goibaadescubrimse que erainterclases, pero que el entonces coronel Perén de- finié como la alianz entre los obreros, el ejército y la policfe, y se supone que élsaba de qué estabahablando) que no s6lo tenfa gran fuerza,sino también una ‘enorme capacidad para atracr antipati- as:el ejército no era, después desu tra~ yectoria anterior, una institucién enor- ‘memente popular; y la aparicion de la cclsse obrera organizada en el centro de lavidapoliticapresentaba una novedad ‘que no todos iban a recibir conalegria. Elpanorama se complied todavia mas por la nocién personal quc tenfa Pern de lapolitica y dela organizacién pott- tica: la decision de dar a su fuerza una estructura totalmente inéditzen el pais, ‘una estructura s6lidamente personali- zaxla, basada en una idcologia que Jose Luis Romero defini6 muy acertadamen- tecomoideologiade estado mayor, que aspiraba a una “sociedad organizada” pero incurriaen pricticas politicas l¢ja- nas a ese nocién, porque el secreto de Perén no era organizar sino, por el contrario, desorganizar: mantener a su movimiento y alas fuerza que lo apo- yaban en un estado tan cercano al caos ‘como para que necesitaran constante- mente desu intervenciGnsalvadora. En el fondo, cra un esilo de manejo polit co muy final del general Roca, perose distingufa de aqudl por el uso y laexhi- bicién del poder politico. El general Roca se curacterizaba por no dar cinco discursos diarios y por negar que él tu- vieraningin poder, mientras que Pern se presentaba como el lider indiscutido de una sociedad que unvinimemente 10 segufa. Visi6n totalmente falsa y ade- mis falsficada encada ocasién clecto- ral: incluso las victorias més contun- dentes eran deslegitimadoras porque tuna mayorfa del 65 % es una mayor asombrosa si s6lo se persigue una ma- yyorfa pero, con la unanimidad como meta, esevidentemente un fracaso. Ese fue, en miopinién, el problema de la Argentina peronista. Se cre6, por uunlado, unasucrtede legitimidad, lale- sgitimidad peronista, basada en un esti- Jo de auioritarismo plebiscitario, que, por otro lado, produjo una suerte de in- voluciéneniareligiéncivicaradical.A medida quel radicalismo pasabs aser, cada ver mis, el canal politico de gen- te que, adecir verdad, nunca habia sido particularmente radical, se ransforma- ba en una versiGn que justificaba la préetica politica menos por su cficacia que por susatisfactorio nivel institucio- nal, El radicalismo constaniemente de- cia las cosas no se hacen ast”, “existen tres poderes” y otras observaciones por cl eatilo;algo que, en el fondo, alos ra- dicales antes no les habfa intcresado tanto, porque saban que existian tres poderes, pero quizis éste no fuera un descubrimiento que los satisficicra del todo. La caida de Peron ubre una situa- ciGnnueva donde la tradicional religion civica pierde casi totalmente su legiti- midad. Si,enelpasado, quienes mante- nfan esa religién civiea eran las vieti- ‘mas de la situacién, en las condiciones cereadas después de la caida de Pern parece necesatio restaurar el sufragio libreporqueefectivamente el pais yano toleraba fraudes, pero al mismo tiempo se opera para canalizar 0 neutralizar ¢1 suftagio libre porque, como decia un peruano en la década del treinta, “a mf ‘me gustarfa que hubiera elecciones li- bres, pero c6mo va a haber cleociones libres si las ganan los apristas”. Bsa era recisamente lasituacién argentina: te- nfaque haber elecciones libres, perolas clecciones debian ser manipuladas, y todos los participantes debfun haverse cémplices deesadistorsi6nviolentadel proceso electoral. Todos practicaban se juego, no habia fe civica que pudie- rasobrevivirlepor mucho tiempo,y cso sereflejaenel anquilosamiento progre- sivo de la fuerza politica el radicalis- mo, que Se habia identificado con €l. Después de 1a escisién frondizista, la Unitin Civica Radical, una de las crea ciones més admirables Gea historiaar- gentina, la tinica institucién surgida al margen del estado que ha sobrevivido unsiglo yquetiene un20 % de votos ha ga loque haga y cualquiera sea el can- didato, se encerraba cada vez. més por- que era cada vez menos atractiva pero también porque era cada vez menos hospitalaria. También la idea de que se entraba a la Unién Civica Radical por herencia (en la €poca del doctor Alfon- sin, politicos que habia militado en la Unién Civica Radical desde fos dieci- seis afios eran considersdos advenedi- ‘20s porserradicales de primera genera- cin), contribuy6 a la transformacién de lo que habia sido iglesia en una ver- daderasecta, Eso reflejeba lo queparc~ fa ser la muerte definitiva de todas las tradiciones politicas anteriores, y tam- Di€n el suDito éxito de la tcorfa de los factores de poder, que, por esas vias istcriosas que tiene el avance de las ideas, habfa llegado de Lasalle, el gran rival de Marx en la socialdemocracia ‘alemana, por via deladerecha naciona- listay a partir de ella se habfa transfor- mado en una suerte de sentido comin politica, Latcorfasostenfaque unacons- titucién séle puede funcionarsi crea un marco institucional que refleje relacio- nes reales de poder. En la Argentina, esas relaciones re- ales inclufan a cuatro actores:el ejérci- to, la iglesia, el empresariado y los si icatos. Ahora bien: ,qué clase de go- bierno representativo podia haber en la Argentina, cuando el acto electoral que lo hacfa representative no le conferia ninguna legitimidad? Detrés de la te0- Fade los factores de poder también es- tabalaideade que la Argentinano te conflictos sociales irsuperables;demo- do que la politica electoral volvia inso- lubles conflictos que en el plano social parecian poder resolverse porfocta ‘mente. Elproceso politico anterioral golpe ‘de Onganfa muestraprecisamente esto. El plan dc lucha de los sindicatos, por ejemplo, incluye ocupaciones de fab: cascondemandas queson mésapropi das 3 Ia clase indusirial que a la clave obrera: sereclama un buen golpede in- facién que active la economfa, y ello coincide cxactamentcconlo que, cnesc ‘momento, quieren ios indusiriales; al mismo tiempo, la operacién por el re- tomo de Pern mucstra que ¢l conflic- to insoluble esti en el plano politico. Entonces se pens6 que, si se logra- baaisiarala politica, sepodriaatcancar un equilibrio: y ése fue el programa de laRevolucién Argentina que fracas no sélo porque ese equilibrio social que se crefa slcanzado era frigily la transfor- macién continuaba, sino porque bisi- camente la teoria de los factores depo- er era falsa, ya que entre ellos haba uno, el ejército, que era ms factor que las otros. Y los sindicatos (también un factor), cuya fuerza provenfa de unsis- tema electoral falscado (y precisamen- teporqueestabafalseado), posefan tam- ign una influencia temible. Cumdo los sindicatos contribuycron.a poner en poder al general Ongania, lo crefan una especie de gerente de cooperativa, en acual los sindicatos figuraban eatre Jos mayores.accionistas queserfan cci- bidos con la mds exquisita cons. Descubricronencambio que habianen ‘ronizado a un monarca absoluto, que no era represivo porque en su escasa imaginacién nisiquicraentraba la pos Dilidad de lesa majestad, pero quenote- nfa la menor inclinacién a escuchar 2 nadie, y mucho menos a los sindicatos. Todo esollevéalacrisis dela Revo- lucién Argentina, que fue muy seria porque, por primera vex después de la ‘caida del primer peronismo, quienes no seencontraban cémodosen|asituacién existente comenzaron a temer que ella pudiera consolidarse, En mi opinién, €s0 explica porque las técticas violen- tasqueibanaadoptarse luego padieron encontrar uncamino facil, fundado, pa- ra empezar, en la proteccién que les concedia Pern, unhombretodavfamuy rexistido porlos no peronistas y que, co- mo todos podfan adiverti, en ¢! exilio, mucho més que cuando habfaestadoen el poder (enel que habfa hecho tonteri as suficientemente serias como para perderio), se habfa transformado en un incomparable tctico. Cuando Perénre- cibiG el apoyo de los j6venes converti- os al peronismo revolucionario que, ‘con la muerte de Vandor y Arambura, un par de victimias bien elegidss, le su- primieron los principales obsticulos pa- Tasurelomotriunfal, encontré muy po- 0s motivos para no acogerios mis que con cortesfacon entusiasmo. Encontramos también una coinci- dencia catssir6ficaentre una coyuntura muneial y una coyuntura local. Lat lu chaarmadatenfaunprestigiocnorme, y nose percibiael hechode que, ene! fon- do, el éxito de los movimientos insu- rreceionales en la Argentina no era ¢! éxito dela lucha armada, sino de movi- ientos que habfan introducido el ase- sinato de victimas cuidadosamente celegidas entre los procedimienios poli- ticos juzgadas aceptables. Esa etapa pareci6 terminar en el re- tomo de Perén y la instauracién del nuevo conflicto de legitimidades. Sin ‘embargo creo que no fue asi, porque la guerrilla nunca tuvo enjundia suficien- te para ofrecer una alternativa. Lo que hizo fue imposibilitarel funcioamien- to de la legitimidad que habia surgido con el retorno de Peron. Esta legitimidad fue una delas mas curiosas de lahistoriaargentina, porque loqueschabfaproducido con ese triun- fo final del sufragio universal era su pérdida total de relevancia. Perén nun- ca habia coasiderado que el sufragio universal lo legitimara: lo que lo legiti- mab erasugenio, una de cuyss mani- festaciones consistfa en ganar las clec- cciones a las que se le permitiere concu- mir. Almismo tiempo, siibaahaberpaz en la Argentina, habia que admitir que Pern cracl duct del sufragio univer- sal, y on Ja medida en que lo fuera, é- te no significaba absolutamente nada: ‘ra parte de su capital politico. Esto es lo que advirtié muy bien Balbin: acep- 16 de entrada la posicién de perdedor permanente no s6lo porque la idea de ganatleaPer6n parecfaentonces medio ambiciosa, sino porque era el precio de la paz. Perén habia adquirido exquisi tos modales, habia aprendido inalmen- te que con abrazos sc neutraliza a los ‘enemigos mucho mejor que mandén- dolos a la cércel de Olmos, pero siem- pre que quedara bien claro quién era le mayorfa y quién la minoria. En el fon- 40, Balbinacepié unasituacién comole de Mitre al comienzo del roquismo: es taba permanentemente disponible pare {que lo abravaran; cuando Perén necesi taba consejo sabia perfectamente qué consejo necesitaba y selo proporciona- ba, porque uno de los principios basicos eraque nunca podfanestarendesacuer- do. Enestasituacién Perdn tenfa un do- blepapel: por un lado, cra unasuerte de maestfo dc ceremonias en ¢sia resu- recci6n de nuestra delle épogue politi- cay, por otro lado, era el jefe feroz de ‘una represién contra los elementos dis- colos de su movimiento, Constante- mente sefialaba cuinirritadoestabapor la falta de concordia, pero agregaba siempre: “No me refiero con esto a la ‘oposici6n, que no podria conducirse mejor”. Sereferia, encambio, aese gru- po de j6venes imberbes a quienes dis- parabaamenazas teribles queellos pre- ferfan no entender, aunque hay que re- ‘conocer que, en ese sentido, no podia set més claro, ‘También en eso pareefa que la Ar- gentina estaba volviendo a algunos de los aspectos menos agradables del pa- sado, cuando, en medio del progreso institucional, no se ahorraba en el uso dc la ferocidad eficaz. Pero lo que no aprendié la Argentina de la década de 1970 fue el secreto de Ia Argentina dé- ‘cimonGnica, quese arregi6 para mante- ‘nr un cquilibrio entre su lado sombrio ylaconstruccién institucional. Eneste ‘momento, en cambio, nada sc salv6. El cono de sombra terminé por tra- garlo todo, y eso fue, efectivamente, el Proceso, Creo que el Proceso marca (no es demasiado original decirlo) ladegrada- in inal de lacstructurapoliticaurgen- tina, No voy asefalar todas las razones, por las cuales esto es asf: 1a aplicacién al mismo tiempo feroz y torpe del te- ror; leincapacidad del ¢jército, yamuy maleado por las experiencias anterio~ res, que de pronio tenfa por tarestimpo- sible salvar la vida politica desde fuera, ‘cuando habfa estado dentro de la vida politicapormedio siglo; lasituaciénin- solublemente fragmentadadeesas fuer- ‘as armadas, cuyos diferentes soctores cempiczan a arrojarsc cadaveres unos & otros; a disgregaciOn, la feudalizacion del esiado, que acompafiaba a la des- centralizaci6n del terror. Y ahora quisiera volver muy ripi damente hacia atrés para examinar algu- nos rasgos socio-econdmicos de lact- ‘pa, aunqueseademodo muy abreviado. A partir de 1950 todo el mundo, de Perénparaabajo, advierte que lasocie- dad peronista, tl como fue creada en £508 aos locos (permitaseme la expre- si6n) Gel 46, 47y 48, no puede durar. El problemas quérescatar ¢eella. Pocoa ‘poco, n0 de una manera deliberada, se entra en un complicado juego de cho- ques y evincidencias donde los que cchocan también coincidea (basta pen- sax, por ejemplo, que lo que el doctor Alfonsindefinié, quizésexagerandope- rono inventando, como laaliamza mili- tar-sindical tuvosuscomienzoscuando cel general Aramburu mand6 interven- tores alos sindicatos para que liquida- ran a su dirigencia, iniciando, en mu- cchos casos, una bella amistad), en un proceso do choques que son, en reali- dad, acuerdos y acuerdos que, en reali- ad, son choques. Pero finalmente se Nega al sacri ciodealgunos clementosdelasociedad peronistay laconservaciGn dc otros. Se lige la plena ocupacién sobre el nivel de salarios. Entre 1950 y 1963, si se cree en las cifras (nadic cree, pero, cn fin, algo indicaa). 1a parte del salario pasé de ser el 125 % de la parte del ca- pital, aserel 75 %. Hay altos y bajos: el ‘momento més alto del salario real cu- riosamente no se dio bajocl peronismo sino en 1958, cuando el doctor Frondi- ‘isubi6 160% los salariosantesdeque lainflaci6n cquilibrara asituaci6n. Pe- ro,d¢ todas mancras y dejandode lado 6308 altibajos, 1a tendencia general es muy clara. La parte del salario descien- dc todo cl tiempo, micntras se trata de noalterar la plena ocupacién. Esto Ile ‘ga.aser, sino una ideologia, parte inte- ‘grante del sentido comin. Por otra parte, mientras la clase obrera estaha evideniemente peor en 1963 queen 1950, cl liderazgo sindical estaba infinitamente mejor: politica- ‘mente, porqueen 1950sise atreviaate- ner opinién propia sobre algo, la seiio- ra Eva Perén todavia vigilaba, y on 1963, en cambio, representaba una fucr- ‘za politica un poco infatvada, que cre- Jaseriamente queera unfactor de poder al mismo nivel queel ¢jéreito. También estaba mejor desde el punto é¢ vista ‘material: buena parte él sistema desa- ud, que es en realidad la savia econ6- mica del movimiento sindical y, por ‘muchos afios, del movimiento peronis- ta mismo, fue creado después ¢e la ca- {ds del peronismo, Podria decirse que fueron éstas las bases materiales de la ‘cori, yaaludidaantes, sobre los facto- resdepoder, que habrianestadoen con- diciones deecordar porque, enei fondo, aunque no coincidieran en todo, reco- nocian ciertos parémetros dentro de los ‘cuales se movian sus disidencias. Ahorabien, micntras estosucede, la sociedad comienza a cambiar en todos los niveles. Primero en el sector rural pampeano, dato que me parece impor- tante en s{ mismo, pero también porsu cardecter profético, ya que lo que prime- ro cambié en el campo termind por ‘cambiaren lasociedad urbana después, ‘en.um proceso que cohesion a los sec- tores altos y medios, y disgreg6 a los sectores bajos por la gradual ciimina- ccién del arrendatario que habia ido et ‘grupo social més numeroso, y comen- zaba lentamente a ser marginsdo. En los sectores urbanos encontramos pri- mero una transformacién en las clases propictarias, vinculada con la transfor- ‘maci6n de la relaciOn del estado con sas clases que comienza con el desa- rrollismo. El desarrollismo no intentaabrir a ‘economia, Por el contrario, se apoyaen tuna economia quc tiene que seguir cc~ rrada, yoftece rentas de monopolio que ‘convervan alas grandes empresas para ‘ques radiquen en la Argentina y ven- dan.acé més caro queen Europa los au tos que no pueden vender desde Euro- pa. Una ver que el estado comienza a funcionar as, lanocién segiin la cual el estado arbitra entre fraccionesdeclase, por via logislativa, impositiva, nocién ‘que supone un estado bastante menos particularista que el estado argentino, cambia totalmente: nos cncontramos ‘con un estado més parecido al del siglo XVIL, que noarbitraentre fracciones de clase sino entre empresas y grupos de ‘empresarios. El resultado es una mez- clatotalmente nueva de contlictos poli- ticos y conflictos de intereses ytambién nuevas articulaciones entre estado ¢in- tereses sectoriales. Porotraparte, el consenso que pone alaplenaocupacién como temacentral stan fuertequeoblig6asostenerunni- vel de actividad, si se quiere artificial, ‘maodiante constantes inyecciones de re- cursos desde el estado seciorprivado. Inctuso los que introcujeron clterroris- modeestado tenfan tanto miedoalade- socupscién (afortunadamente para los obreros argentinos, nunca entendieron queladesocupaciénno generahuelgas) ‘que, aun en esa época, el doctor Mart nez de Hoz tuvo que arreglérselas sin ‘crear desocupacién masiva. De tal ma- nera que, mientras el sector privado no Se cansaba ¢¢ protestar contrat las em- presas del estado, el estado gasiaba tan- to en subvencionar empresas privadiss como en mantener las propias. Aparte habla subvenciones activas, realmente Positivas, generadas por la enorme im- portancia del estado como adquirente 6 la produccién del sector privado. Esto impuls6 una estrecha intim dad, que inducirfaaimaginar quecl es- tado tiene influencia sobre] sector pri- vado. Noesasf,enparte porladecaden- cciade un estado con el que nose iden- tiffean sus propios administradores. La Argentina tuvo una brillante tradicién de edministradores dealtonivel; hoy,si se observa la carrera de sus funciona: ios, seadvierte que no pueden identifi- ccarse con el estado, porque tienen que moverse del estado al sector privado, algunos para hacer més dinero, y otros ‘simplemente porque los echan. Elesta- do termina siendo de nadie; yelsentido del estado (que poseian aun losmés co- rrompidos dirigentes del ancien régi- me) ha desaparecido. Laotra rwzén que esautoriza a imaginar una influencia delestadosobreelsectorprivadoes que el estado se debilita precisamente por- {que tiene que fortificar al sector priva- do, demancraquccl desealacequeaho- ra vivimos, en el cual sus pardsites se estén tansformando en sus herederos, 3 un desenlace légico. Esta especiede crisis final fue vista comolaocasiéndeunnuevocomienzo, que dio lugar, en efecto, al triunfo ines- prado del partide que habia parecido ‘una suerte de momia politica, la Unién Civica Radical, que no habfa sino per- dido votos en los tiltimes decenios y que, de pronto, se transforma, mucho mids que el peronismo, en partido ma- yoritario. Porque uno de los rasgos se ‘erctosdel geniode Perénera que éima- nej6lapoliticaargentina luego dehaber perdido una mayorfa absoluta que nun- ‘ca recuperd una ver desalojado de po- deren 1955. Porsu parte, cl doctor Al- fonsin sa06, desde abajo, més del cin- cuenta por ciento de los votos, hecho ‘més que admirable, milagroso. ¥ suce- i6 asf porque la situacién era vista (y Alfonsin tuvo lahabilidad, quizés inad- vertidapor él mismo, de presentarlade este modo) como el findetoda unaeta pa histérica. Pero lo que el doctor Alfonsin vera ‘comoel fin de lacrisis argentina termi- 16 no siéndolo. ;Por qué no lo fue? En arte, porque la soluci6n que él q darle aesa crisis pasaba por una suerte deadecentamiento institucional: |acre- aci6n de un marco institucional y esta- tal decoroso, para una sociedad que te- nfaqueseriadesiempre. Enestonocra original: creo qucsi no hubicrasidoése su punto de vist: simplemente no hu- biera ganado la eleccién. Pero creo, al mismotiempo, quccra unpunto devis- taequivocado. Alfonsin tenfa unasuer- te de confianza casi sonimbula en sf mismo: puesto que la sociedad angenti- ‘na s6lopodia salvarse reduciendo el in- Alujo excesivo de lo que amaba las ccorporaciones, en realidad el ejército y los sindicatos, esas corporaciones iban a estar totalmente de acuerdo y se en- mendarfan esponténeamente. Estaba convencido de que el ¢jército entende- rlalanecesidad deautodepurarse, sepa- rindose de un pasado que ahora el res~ to de Iz nacién vefa como totalmente horrendo: eso no ocurrié de ninguna ‘manera. Encuanto alos sindicatos, que nel fondo tenfan mucho menos senti- miento de culpa, ta situaci6n cra toda ‘via més desesperada: un senado donde el radicalismo no tenia mayorta debia destruir las bases politicas de! peronis- mo, porqueeso crate qucparacl doctor Alfonsin necesitabala nacién; natural- mente¢so no ocurrié. A partirde ahi'se desarroll6 una especie de balalla per- manente con esas fuerzas quehabfaex- citado pero no habfe logrado vencer, y que desde entonees se dedicaron 2 jaquearto, ‘Al mismo tiempo, el pais ya no era Ja Argentina peronista sino una socie- dad muy percudida, muy transformada, ‘qve, mientras Alfonsin Ilevata adelan- ‘eestas batallas, mantenfaen profundi- dad la relacién habitual con los nuevos actores evonémicos importantes, ya n0 as conporaciones sino los grupos em- presarios, que tuvieron en esta etapa oportunidad de consolidar y avanzar sobre lo que yase habfa consolidsdoen la ctapa anterior. El resultado fue una ‘especie de continuidad ritual del con- flicto politico argentino, en el cual hu- bbe (como todos los radicales no dejan que sc olvide) trece huclgas generales, Este ritual tradicional y cada vez. més vveeio reflejabaun conflicto nuevo entre clestado y sus empleados, mientras en cl sector privado no se produefan con- Aictos laborates importantes. En exasi- tusei6n en Ia cusl, sonambilicamente, elcasi cadaver dela Argentina peronis- taseguiacaminando, y Alfonsinseguia pactando y rompiendo con una CGT ‘que cra unasuperestructura de algo ca- avez més chico, seTlegé al momento final, resolutivo: la hiperinflacién, Creo que la hiperinflaciéa explica la resignacién que caracteriza al mo- ‘mento actual; esti sociedad advierte quecicrios resortes que.en cl pasado es- taban a su disposicién ya no pueden uusarse, porque la Argentina ya no es la que fue. Sctolcra, entonces, nosélo una ‘exhibiciéninsolente de riqueza porpar- tedeunsecior prospero reducido y par- ticularmenteinteresadoenqueseadmi- re su prosperidad, sino que también se toleran los aspectos més extravagantes, de nuestra vida politica que en otros tiempos hubieran despertado reacci ‘Res un poce més vivaces. 10 QQ Carlos Altamirano La exposicién que acaba de hacer ‘Tulio Halperin Donghi tiene, como en _general todos sus trabajos, tal eomple- jidad y tal conjunciénde panos y pers- pectivas, que uno teme extraviarse, cle- girlapistaequivocads, porqueunaides, tun tema o una imagen expuestos una ‘vezson retomados luego y redimensio- nados. Peroéscesel riesgo queasumal ‘aceptar el papel de comentarista; por lo tanto voy atratar de evitar tomarlas pis- tas cquivocadas y para eso seguiré més ‘© menos las lincas esbozadas cn au €x- posici6n. Pero anies de hacer referencia a la exposicién que aeabs de hacer esta no- che, semeocurre unacomparaeién.con el texto que inspir6 esta reunién, Ar- gentina en el callején, que aparece en 1964 pero del que estrictamentese cum- pien los treinta anos, porque ¢! trabajo secierra, sino meequivoco, ¢n1963:«s decir, 1a fecha de edicién del libro es 1964, pero el trabajo termina su re construccién con el advenimiento al ‘gobierno del doctor Illia. Porlotanto,1o clos treinta aftos noesté del todo mal. Si bien ese trabajo tiene lacaracte- ristica que defini6 Halperin Donghi al ‘comienzo: un texto en el que la narra- ibn hist6rica ¢s lo dominante, sin ern argo su breve introduccién adclanta una serie de rasgos que no son reducti- bles a la crénica. Esa introduccién tie- netodas lascaracterfticas del texto que sc escribe después, cuando se contem- pla con cierta perspectiva de conjunto aquello que se ha navtado. Es tentador pensar cules son loselementos queen aquella introduccién inmediatamente Mamaban le atenciénal lector, y cuanto hacambiado respecio de lapespectiva ‘que hoy acabamos de escuchar sobre estos otros treinta afios. Loquese reiteraen este nomuy ex- Pama tenso texto introductorio, es 1a crisis permanente como dato llamativo de la ‘Argentina: nose tratadealgomésome- nos ocasional, sino de un rasgo repeti- do de la vida polities desde 1930 hasta Jos aos sesenia. La otra cucstiGn que aparece es algo as{como uncentro pro- blemitico: la imagen de un pals que no ‘encuentra su rumbo, y con esto quiero decir que no encuentra una alternative alagotamientodelprogramacntornoal ‘cual se construy6 la Argentina moder- na,esqueméticamente, el programaque vade 1880. 1930, Poriltimo, una ima- genquevaa resuliar, vistoslos sconte- ccimientos posteriores, profética:laidea de una guerra civillarvada,¢sa tormen- ta que ahora, podemos decirlo, quedé atrés. Recuerdo haber lefdo el libro no inmedialamente, peto s{ nos aos se- senta, y confieso que me resultaba un poco enigmatico lo de esta guerra civil larvada que, después, cuando volviale- cer Argentina en el callej6n, mostraba sa capacidad profética. Pero habia un elemento, tanto en la introduccién co- moalo largo del libro, que zhora no ¢s- 1 presente y para mi ¢s ua problema quenoloesié. Se ratadelagravitacién local dela guerra fia, no porque la guc- rra frfa Cuese vista como la causa 0 el agente é¢ los acontecimientos locales, ino porque proporcionabareferenciss, ‘datos y elementos con los que era fre~ cuente que se enlazaran los conflictos de la vida politica. Estaperspectivahacambiado y tam- bién la problemitica ha cambiado. Si tuviera que resumir bajo qué signo se colocaba aquella introduccién, y yoi- ria el conjunto del libro, era el de dos ‘jes de lectura: latemstica del desarro- lio y ta temética ¢e la dependencia. En Ia exposici6n que acaba de hacer Hal- perin Donghi esta noche, no s6lo los acontecimientos son otros sino que la problematica es otra. Yo logré ver cla- ramente dos lineas. El argumento pare- icra poder resumirse en los siguientes \érminos: alo largo de estos treintaaios. que van de 1964 6 1963 hasta hoy, he- mos asistidoal proceso dedesarrollode os légicas conflictivas: una, ladelcon- flicto entre principios 0 criterios anta- g6nicos de legitimidad,¢s lade més Iar- ga data, porque se remite al efecto que produce ¢! triunfo del radicalismo en 1916, es decir, al momento en que la Argentina ingresa en lacrade lademo- ccracia ampliada, para usarlos térmiinos de Germani; y la otra linea conflictiva ‘es ladel proceso de ia lenta agon‘a, la liquidacién de ese esbozo de sociedad que surge en muy pocos afios, durante la guerra y la inmediata posguerrabajo el signo de! peronismo. El argumento «de Tulio Halperin Donghi es que estas dos lineas no se reducenia unaalaotra, pero tampoco han meramente convi- vido, ni han sido simplemente con- tempordneas, sinoquese han realimen- ado. Estemeparece quefucel eursose- ‘guide por esta exposicién en el pasaje de un plano al otro; comenzando por quello que él llamé el plano de la su- perestructuraparacontinuarconeldela estructura, aunque este plano de la cs tructuraaparece tambiénbastantecom- plicado en el conjunio de imige- nes que Halperin Donghi nos pro porcioné, Nocreoqueseanecesarioextender- me mucho en la temtica del conflicto de legitimidades. Si bien ¢s la instaura- ‘ciGnde! predominio radical el quepare- ce abririo entre 1916 y 1930, y apartir de 1930 convertirse en el gran tema (zquées lo queen la Argentina confie- relos titulos legftimos para gobernar: la capacidad de hacerlo de manera racio- nal y eficaz, o¢l voto?);si bien ya est planteadoentonces, yo creo que Halpe- rin dice: a este primer conflicto se van a afadir otros, porque van & aparecer ‘ots principios de legitimidad, incom- patibles con éstos y vanairsumandose hasta incluir en el tiltimo capitulo a ta violencia, en el sentido de queel poder nace del fusil, Jo quesupone también un principio de legitimacién, en cuanto a qué es lo que da titulo para gobernar. Asise establece una linea interesante y ricade andlisis sobre la que ereo que no ces necesario insistir porque Ia exposi- cién ha sido clara. ‘Mas complicadaes laotrainstancia, ‘no sé emo llamarla muy bien, el otro elemento conflictivo. Pareciera decir Halperin Donghi lo siguiente: en muy [pocos atios, esto es entre 1940 y 1947, bajo el peronismo, seesboza un tipo de sociedad, sc generan unos aciores so- ciales y una imagen modemna de la Ar- ‘gentina, que tienen sin embargo una re- ducida base material, La gran cuestién, apartirde 1948 dirfan algunas, 19S0di- ‘ce Halperin Donghi, es oémo salir de ese tinglado de la manera menos dra- mitiea y traumdtica posible. El prime- roque tiencese desaffo por delantees el propio Perén, que ve sin embargo que ‘Sus movimientos son limitados porque unapartedesubase social ydesu popu- laridad estén asociades al mantenimica- todeese tinglado que es social, que ha ‘engendrado actores, pero también un ‘conjunto de imégenes: una cierta idea dela buena sociedad. En este sentido, acd yuelvo al libro Argentina en el ca- Uején: también allf ol eco de una ima- ‘gendelabuenasociedad —pero,enese ‘€2s0, la buena sociedad estabade 1930 hacia atrés—es muy fuerte en los acto- res politicos y socisles. Luego surge otra imagen de Ia buena sociedad posi- ble: un perfil desociedad moderna, que se parece a la de los paises desarrolla- os, y tiene, sinembargo, uns frégil ba- semiaterial. Sucesivos actores politicos sevan a proponer modificarla, pero, en ningén caso, logran levar las cosas hasta el final. Aun cuando, on 1976, se ‘van a emplear los medios més brutales, cexisten una serie de Ifmites para des- mantclar ese tinglado. Creo quecs Iain- teraccién entre estas dos légicas con- fictivas lo que a los ojos de Halperin Donghi marca los rasgos del proceso entre 1963 y 1993, Hay algunas cucstiones quea mi no meresultaron completamente clarasen ‘cuanto a lasrazones del fracaso. Nome result6 claro porqué fracasa ct experi- mentodela Revolucion Argentinacuan- do, segiin Ia deseripeién que hizo el propio Tulio Halperin Donghi, naceba- jo los mejores auspicios. {Por qué fra- ‘casa este experimento, que parece en principio contar con el apoyo de los sectores empresarios, casi sin distin- ci6n, con una buena disposicién de los sindicalistas autorrepresentados como factores de poder, cuya tentativa dere sistencia a comienz0s de 1967 se liqut- damuyrépidamente? ¥ aquf aparece el temadecudnto delos problemas argen- ‘tinos scalojacn|ainstancia propiamen- tepolitica; cudntode lo queocurre cata propia eispide del poder —de aquel ‘Tulio Halperin Donghi Unade las razones portas cuales me negué 2 reeditar Argentina en el calle {jdm cuando me lo oftecieron hace unos ‘ahos, fue porque temia que el libro ha- blara todo el tiempo de cependencia Después descubri que no, pero Altami- ano es un lector demasiado sagaz: si, habla de dependencia. Creo que no es necesario explicar porquéno hablamos ‘més de dependencia: no porque no crea que haya dependencia, sino porque las recetas para escapar de la dependencia resultaron todas malas y quejarse dela ‘dependenciaes més o menos como quc- Janse del régimen de lluviss. La observacién sobre las razones del fracaso dela Revolucién Argentina, creo que tiene una respuesta super tructural y sencilla: 1 general Ongaafa era un tonto. Alguien que realmente factor que es més factor que los otros, ‘como dijo Halperin—erosiona la posi- bilidad de ese proyecto. Tampoco me resulta claro después porqué la otra alternativa, planteada en ‘otros términos, laquese vaallevaraca- ‘bo bajo el gobierno de Perén vuelve @ fracasar. Y aqui aparece el temadel ca- ricier de esta discordia radicaca en el plano més propiamente politico, que, & misojos, tiendea ponerencuestién que pueda encontrarse en lo social 0 ¢n lo ‘econémico Ia explicaci6n del extravio argentino; esdecir, quehayasido nece- saria la hiperinflacién para que final- ‘mente aque! tinglado pudicra ser no li- quidado sino reformado. rela lo de las “tres cupas”, quc real- mente crefa que podia tener congelada a lapolitica hasta que él decidiera que habia llegado el momento, estaba con- denado 2 que le fuera mal. Creo, de to- das maneras, qucesc fracaso politico de la Revolucién Argentina, obvi6 el fra- caso del programa de Krieger Vasena: tracr dinero al pafs sobre la base de ¢s- tabilizar el cambio y pagar intereses de la época de inflacién, es algo que no puede funcionar @ largo plaza. Cuando Roosevelt decfa durante la depresion quequerfacebarla bomba, era una ten- tativa de cebar la bomba de la inver- si6n;¢ decir, primero venfa esecapital quecorreadondese puede ganarintere- ses altos y después esti listo paraesca- parse, y detrés venfa clotro capital. Pe- 10 emo iba a venir el otro capital? {96mo 36 puede invert en producir si se tienen que pagar intereses del 30 % 2 con dinero estable? Af habia un pro- blema a un plazo no demasiado largo, que el doctor Krieger tuvo la suerte de no tener que resolver, porque no sé 06- ‘mo hubiera podido hacerlo. Mientras tanto, élhabfa inventado otra cosa muy ingeniosa que muestra que labase dela Revolucién Argentina era més limita- él hizo la primera devalvacion que no le dio nada al eampo, y eso realmen: fe era una insolencia excesiva; de tal manera queesole permitié por un ticm- po ir salvando el problema fiscal, por- que en realidad cobraba un impuesto a las exportaciones. Asf, como estos, hu- bo unaseriede trucos de.orto plazo ba- sados en la idea de que si se hacia mo- ver la economia argentina, en algiin momento iba aentraren régimen y mo- verscen serio, Ese es el problema que tuvo Krieger, ésc.s¢l problema quetu- vo Martinez de Hoz, y ése ¢s el proble- ma ve tiene ahora Cavallo. Pero dirfa que, si 1acrisis era supe- restructural. En el fondo, la Argentina de Ongania era un poco parecida, sal- vande las distancia, a la Francia de De Gaulle: hubo un Mayo de 1968 porque de Gaulle no tenfa crisis de gabinet cualquier cambio que podia resolverse ‘con un reajuste sino habia posibilidad de regjuste tenfa que provocar un zata~ rancho. Entonces, acumulando presio- nes, aunque menores, s¢-da algo como eleordobazo. ;Quésejuntaenel cordo- azo? La idea totalmente estipida de quitarle a los obreros un reglamenio de ‘sdbado inglés que era distinto al delres- to del pais, es tomada por los jefes sin- dicales de SMATA de Cordoba como DIARIO DE POESIA uuninsulto personal, porque lo es: al fin yal cabo elles son os queledieron apo. yopolitico s Onganfay ahora ni siquie- ra Onganfa, sino el gobernador de la provincia, les hacia esto. Los estudian- tes, que ya estin en contra por otras ri ‘zones, os radicales que en Cordobason muchos, y aun todos los conservadores: peleados conel goberattor, porque los conservadores conlobeses estén siem- pre dividides, confluyen a una situa ién donde estallan todas esas presio- ns. ¥ el general que tenia que reprimir tarda tres dias on llegar a Cérdoba. De talmaneraestamos frenteaunaconjun- cién de hechos superestructurales que s6lo fueron posibles gracias aque el ge- neral Onganfa habfamancjado lapoliti- casegiin su modalidad tan peculiar. Creo que el caso de Perén es total ‘mente diferente. En primerlugar, Petén pensaba que la economfa era algo tan ‘manipulable como la politica. A Albert Hirschman le gusta citar una frase de Perén (no porque profese particular ad- miracién por su genio) cuando Ibiiiez ‘gand las elecciones en Chile: Perén le dijo a Ibdtiez que inmediatamente em- pevara a gastar dinero, que los econo- miss Ie iban a decir que no se puede, pero élasuseconomistas, cuando led ‘cen que no se puede, les contest que sf se puede, “y usted me Io hace o yo lo echo”; después de lo cual el economis tadescubre quesfse puede. Perin vivi6 toda su vida manejindose como si la ‘matemiticafuese unaopinién. Decidié que podia haber inflaciéncero mientras doblaba la masa monetatia. Porotrol: do, no podia hacer cosas muy diferen- N® 27 /invierno de 1993 Dossi SUSCRIPCIONES: (4 numeros, 1 afio) USS 40 ore Peet rN eel ey encour Cee Me ee id Revista de cultura socialista | Niimero 37/agosto 1993 | Octubre del noventaitrés: C. Alvarez, | | Iaquierda = Esperanza: A. Martincli y M.S tes: €s0 es lo que la gente lerequeria, y cen este demasiado largo escrito que es- ta noche he sintetizado, se menciona que Ia crisis final del peronismo se en tiende mejor no recordando el primero de mayo.en que los Montoneros se van eta plaza, sino lasltima ver que Pern aparece en pablico, cuando les dice Jos obreros que se contenten con lo que tienen, porque sino renuncia. Y los obreros, claro, son ms educados que Jos Montoncros: loaplauder, peronose contentan y estén dispuestos a hacer lo necesario para que les subaa el sueldo. Ese es el problema del peronismo, 1 problema de una sociedad que n0 quiere morir. Y cuando unoto ve, noes tanto lo que se peda porque, en el fon- do, la aspiracién peronista era bastante modesta. Las elses trabajadoras ar- gentinas estén convencidas de que tic nen un éerecho hist6rico a vivir con el ‘mismo nivel de vida que los obreros de Francia, cl norte de Italia, Europa occi- dental. Y por mucho ticmpo fue ast. {Por quéde golpeno pucdeserast? Re- Cuerdo que un lider sindical de la iz- quierda peronista, que en aquel tiempo habfa sido proclamado tedrico por toda la izquierda, cuando comenzaba el ro- rigazo,en una reunidnacadémica, de- El problemaes que aheralosobre- la Fiatina”, como si querer tina fuera algo terriblemente pe- caminoso; era una aspiracién bastante modesta, Pero el problema era que la economia argentina ya no daba. Y de ese problema creo que murié la Argen- tina peronista. J. Godio, H. Polino, J, Rodriguez, F. Storani al Bmé. Mitre 2094 - 1° p. (1089) Capital - Tel: 959-1581 Hobsbawm y nuestro pasado Hilda Sabato A la memoria de Leandro Gutiérrex, quien nos ensenis.a leer a Hobs bawm de tantas maneras... Para los historiadores que nos ins- cribimos en una tradici6n de izquierda el nombre de Eric Hobsbawm reviste una significacién muy especial. Quizd como ningén otro historiader descu- bierto y celebrado por la izquierda ar- gentina en la década de 1960, Hobs- bbawm no solamenteinspirs los trabajos yeestudios de muchos de quienes enton- ces abrevabamos en las fuentes més cclisicas del marxismo, sino que conti- ‘nu6 influyendo sobre nosotros en los tiempos de incertidumbre, de renova- ibn tebrica y cuestionamiento politico que siguicron. Todavia hoy su vor si- ‘gue siendo insoslayable.! Nose trata, sin embargo,dealguien que haya cambiado radicalmente su enfoque desdesus afos iniciales depro- ‘duceiénenelsenodel renombrado Gru- po de Historiadores del Partido Comu- nista, ni que muestre rupturas bruscas cen su trayectoria? Por el contrario, si bien Hobsbawm ha renovado muchas de sus preguntas y biisquedas, sus tra- bajos conscrvan niicicos duros de con- tinuidad que remitenal marxismo clési- co. Enesesentido, scha subrayado miss de una ver como uno de sus motives marxistes més persistentes su “pers- pectivabrillantementeiluminadora,pe- ron tiltima instancia bastante... or10- doxa, del viejo problema de la relacién centre ‘base’ y ‘superestructura’”2 Pue- de sorprencer, entonces, a vigencia de laobra de Hobsbawn, la vieja y lamés mucva, entre historiadores que desde hace tiempo cuestionan esa forma de aproximacion al pasado y ensayan ma- neras muy diferentes deexplorarlahis- toria, Esa vigencia ha sido tematizada ‘on varios trabajos de la tltima década, ‘quebuscany encueniran razones diver- sa para explicaria.* Me intereca aqui reflexionar sobre lainfluencia de Hobsbawm enire noso- tros en él momento en que comenzaron j # ponerse en crisis las convicciones y certidumbres que habfamos abrazado en los afios 60 y principios de los 70 y ‘qe marcaron nuestraorientaciéncomo estudiantes 0 estudiosos de lahistoria, actividad que fundfamos sin mayores mediaciones con la préctica politica. Porque, come dije, aunque Hobsbawm fue primero leido aqui como alguien que contribufaareafirmaraquellas con- vieciones, si bien de manera original, muy pronto sirvi6 para alimentar tam- bign el trabajo de quienes comenzaron a distanciare de ellas, plantefindose ‘nuevas preguntas y buscando nuevos ‘caminos para encontrar las respuestas. En particular, sus ideas, pero sobre t0- do su concreta manera de hacer histo- ria, incidieron decisivamente en el te- 13 14 rreno hasta entonces poco exploradode Iakistoriasocial delos trabajadores. Se ‘abri6 un campo problemético, donde la Splica y los t6picos propuestos. por Hobsbawm no solamente inspiraronun cconjunto de trabajos sobreel tema, sino que constituyeron cl sustrato historio- agréfico sobre el cual se incorporé luego ‘una perspeciiva diferente perosinduda cemparentadacon lade Hobsbawm, que enlos tiltimos diez. afios marcé buena parte de la produccién argentina. Me refiero al lamado materialismo cultu- ralinglés, cuya figureprincipalenel te- reno delahistoria fue E.P. Thompson. Historia y marxismo Sibien la influencia de Hobsbawm entre los historiadores y estudiantes de historia de la década del 60 puede pare- cer légica, pues se trataba de alguien que combinaba una fuerte adhesion loérica al marxismo, una militancia Politica clara y una préctica historio- ‘gréfica miliple, cl atractivo que cjer- i requiere algunas consideraciones adicionales! En primer lugar, en el contexto de los debates marxistas locales de princi- pias de la década de 1960, Hobsbawm formé partedel conjunto deautores que sirvieronalas vertientescriticas del sta- linismo en sus duras polémicas con la linea oficial del Partido Comunista Ar- ‘gentino. Sus primeros textos Hegaron enversi6n italiana, através deRinasci- 1a, revista que por entonees provefa de materiales ¢ inspiracién ideol6gica y politica a los sectores revisionistas del ‘comunismoargentino. Se tratabade ar- tfeulos cortes, de discusién tedrica y de anilisis politico, quese lefan ene! mar- coprofundamente critico que brindaba larevista* Pancho Aricé ha analizado lasignificacién que tuvo la incorpora- in de “la cultura italiana de izquier- a” (y en particular de Gramsci) en el proceso de revisién que él y otros co- munistas levaronadelante poresos afios enla Argentina. Poresa via eniré Hobs- bawm y yaenel ndimero 2-3 delarevis- taPasado y Presentese radiuce del ita- iano su “Para el estudio de las clases subalternas”, que retoma el concepto ‘gramsciano para enfatizar su producti- vidad académica y politica.” Luego Ile- g6 su Introduccion a Precapitalist Economic Formations, publicada en Londres en 1964, texto clave en el es- fuerzo por desmontar el ceterminismo y el evolucionismo propios de la orto- Goxta imerpretativadel comunismoofi- cial. Ladiscusiénsobre las “formasque receden a la preduccién cepitalista” y acerea de las clases subalternas (0, ice Hobsbawm, en ios paises subdesarro- Ilados y coloniales, los pueblos subal- temnos) tuvo, ademas de interés teérico enel debate marxista, importancia his- {Grica y politica para el andlisis de las sociedades. latinoamericanas. Hobs- >bawm venta asfacontribuir a esa “bus ‘queda de la realidad” que Aricé sefiala desvelaba 2 es0s grupos de comunistas argentinos que querfan entender su historia Precisamentecnel terreno delhi toriaconereta, Hobsbawm tambiénapa- recfaabriendo nuevos caminos,queset- vianalarevisiéndeloshistoriadores de izquierda. Desde fuera de ese campo, yan 1962 Tulio Halperin scfialaba la originalidad de su articulo sobre “La crisis del sigio XVII” en el contexto de los andlisis marzistus, tanto por subés- queda de “lo que hay de peculiar en la situacién inglesa” como por “Ia extre- ‘ma libertad” con que Hobsbawm se manejacon respecio ala tradici6n mar- xxista pero también a la de la historia ‘econémicano marxista. Més umn, apun- taba Halperin, frente al csico trebajo de Dobb sobre los origenes del capita- lismo (1946) que ¢s “primordialmente unahistoriade lalargaduracién”, Hobs- >bawm relaciona cambios coyunturales ‘con procesos estructurales.? Esa perspectiva es tematizada por ¢1 mismo Hobsbawm cuando propone hacer la historiade la sociedad. Sibien ‘considera a la sociedad como un todo estructurado, advierte que ladefinicién misma de qué es una sociedad y de c6- mo ella se estructura varia en cadacaso ¥y que lo que interesa al historiadorson precisamente las diferencias. “Los his- toriadores, dice, intentarin... escoger una relacién particular 6 un complejo de relaciones y considerarlacomocen- tral y especificaa la sociedad (o tipo de sociedad) en cuestién... Una vez esta- Dlecida la estructura, hayque observar- laensu desarrollo hist6rico, o como di- ccen los franceses, la “estructura’ en la ‘coyuntura™. ¥ paraque no queden du- dassubraya:“Lahistoriadelasociedad ‘eshistoria, sea quel tiempocronol6- gico ¢s una de sus dimensiones. Ade- iis de interesarnos en las estructuras, sus mecanismos dc continuidad y easm- io y sus pautas de transformacién, ‘también nos concierne lo que de hecho sucedi6”#De esta manera, Hobsbawm combinabalaideadela globalidad delo social con un énfasis fuerte cn la espe cificidad de cada sociedad, de sus es- tructuras, pero también delamanera.en aque éstas se transforman a partir de un Conjunto complejo ysiempre diferente defactores. Esta propuesta le permitia distan- ciarse del economicismo reinamte a de- recha ¢ izquierda, que limitaba el foco de interés por el pasado 2 las trans- formaciones ccondmicas, roducia lz historia a una tipologfa de etapas que marcaban el paso hacia el crecimiento ‘econ6micoy scinteresaba casi exclus ‘vamente por los caminos hacia ¢l cai talismo y la Industrializaci6n."* Aun- quesuhistoriograffase apoyaba fuerte- mente en las nociones de proceso y progreso, yen ese sentido si perfectamente con las ideas predomi- nantes en la €poca, su visién complejs acerca de la naturaleza, estructura y ‘mecanismos de transformacién de las sociedades concretas sc adaptabt me- joral andlisis de las historias locales de ‘América Latina que otros més rigides modelos disponibles. Finalmente, esta perspectiva de l historiasocial propuestapor Hobsbawm ‘se relaciona asimismo con otro de los atractivos é¢sus texios en ese momen: to:sucapacidad paracombinarl empi- rismo y la maestrfa en el oficio de his- toriar con las proposiciones generales de la teoria marxista por un lado y los métodos y técnicas de las ciencias so- ciales pore otro. Todo, ademis, exqut sitamente bien escrito. El impacto entre los historiadores angentinos de izquierda fue, entonces, reciente, Si hacia 1960, el centro de atencién estaba en autores como Dobt yen menor medida Pierre Vilar, haci ‘mediados de la década Hobstawm em. pezé a considerarse lectura obligada Lasrevoluciones burguesas, publicadc cencastellanoen 1964, comenz6 acircu Jar profusamente en el ambiente estu tonizaba

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