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1. Introducción
Para empezar debemos contextualizar el arte barroco y entender su significado en la
época histórica en la que se dio. Tras el Renacimiento, el barroco se desarrolló entre los siglos
XVII (aunque se puede decir que empieza a finales del siglo XVI) y XVIII (sobre todo, la
primera mitad). Posteriormente, dejaría paso al neoclásico. Esta corriente artística nació en
Italia, sobre todo en torno a la capital del catolicismo, Roma, desde donde se difundió al resto
de Europa y por América Latina. El término barroco no es la forma en la que estos artistas
conocían a su época, sino que viene de un término que fue utilizado por los neoclásicos
posteriormente, por considerar a este arte como un algo negativo, ya que veían en el Barroco
una oposición a los ideales clásicos (orden, armonía, proporción). Hay que tener en cuenta que
el Barroco constituye una reacción frente al arte intelectual y difícil de entender que suponía el
manierismo (últimas consecuencias del Renacimiento), por tanto defendían la necesidad de
recuperar un arte humano, fácilmente comprensible y que apelase a la emoción de los seres
humanos que contemplarían estas obras. Esta recuperación de la realidad se da sobre todo
promovida por la Iglesia Católica, que busca hacer frente a la Reforma protestante, para ello lo
que hace es desarrollar un arte comprensible y emotivo (es un arte que busca impactar en los
sentidos, no tanto en la razón), para así evitar la pérdida de fieles que suponía la creciente
influencia del protestantismo. Por tanto, el arte se pone al servicio de los fines propagandísticos
de la Iglesia Católica. Además, las monarquías absolutas construirán grandes palacios y
desarrollarán un programa urbanístico en el que también podemos ver unos intereses de hacer
propaganda en una masa de población mayoritariamente analfabeta (que no puede evitar quedar
impresionada por la magnificencia de las obras realizadas.
3. La figura de Bernini
Lorenzo Bernini es una de las grandes figuras del Barroco en Italia. Este autor fue
arquitecto, pero también desarrolló la escultura, convirtiéndose en prototipo de la escultura
barroca. Por tanto, continua el idea de hombre polifacético en las arte. De él, dentro de la Roma
de la Contrarreforma, debemos destacar su profundo espíritu religioso. Su gran obra, un hito en
la Historia del Arte, fue la Columnata de la Plaza de San Pedro del Vaticano, realizada para
culminar el acceso a la Iglesia del Vaticano, una vez Maderno y Miguel Ángel habían realizado
la fachada y la cúpula, respectivamente, de la Iglesia de San Pedro. Bernini utilizó una forma
elíptica, mostrando el gusto por la curva tan característico del Barroco, y simbolizando así el
gran abrazo que la capital del orbe católico, sede de la Contrarreforma, daba a todos aquellos
que llegaban allí. Esto nos muestra su carácter simbólico, en una obra en la que Bernini fue
capaz de unir escultura y arquitectura. Entre los elementos vemos cuatro filas de columnas
gigantes de orden toscano, que son culminadas en la parte superior por esculturas. Pero para
Bernini la construcción que recogía las características propias de su ideal de edificio fue la
Iglesia de San Andrés del Quirinal, en la que podemos ver como partiendo del lenguaje del
Renacimiento, Bernini muestra un edificio con varios pisos, en el que se alternan formas
cóncavas y convexas. El edificio, como hemos dichos, se presenta como algo vivo, dinámico,
contribuyendo a la teatralidad propia del Barroco. Esto se aprecia en su fachada. La planta es
ovalada y el interior muy barroco, resultado de la fusión de lo arquitectónico con lo escultórico
y lo pictórico.
5. Conclusión