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Centro Latinoamericano de Estudios

Superiores A.C.
Sistema Abierto de Enseñanza
Licenciatura en Ciencias Políticas
y Administración Pública

TEORÍA GENERAL DEL


ESTADO
Guía de Estudios

www.claesuniversidad.edu.mx

Miguel Alemán no. 104 Col. Federal Tel: 8170601 / 8172274


 Agradecimiento especial al LIC. JUAN JOSÉ NIÑO
TEJEDOR, por su valiosa colaboración intelectual en la
elaboración de la presente antología.

 Para el mejor aprovechamiento del estudio de la Licenciatura


en Ciencias Políticas y Administración Pública en el sistema
abierto, el uso del material didáctico de cada asignatura
(instrumentos metodológicos, antologías concordadas,
manuales, apuntes o tratados), deberá complementarse con las
tutorías del personal académico de la División del Sistema
Abierto del Centro Latinoamericano de Estudios Superiores,
A.C.

Teoría General del Estado 2


NOMBRE DE LA ASIGNATURA:

TEORÍA GENERAL DEL ESTADO


OBJETIVO GENERAL:
Entender, comparar y valorar las distintas teorías que explican la existencia y
legitimidad del estado, su alcance, su perfil y su dimensión actual.

ÍNDICE
MENSAJE DEL RECTOR.................................................................................................................... 4
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................. 5
UNIDAD 1
CARACTERIZACIÓN CRÍTICA DEL ESTADO............................................................................ 6
1.1 CARACTERIZACIÓN Y CRÍTICA DEL ESTADO ..................................................................... 6
1.2. EL ESTADO COMO OBJETO DE CONOCIMIENTO ............................................................... 9
1.3. INTEGRACIÓN Y ARTICULACIÓN DEL CONOCIMIENTO POLÍTICO.......................... 15
1.4. EL NOMBRE Y EL CONCEPTO DEL ESTADO ....................................................................... 18
1.5. DESARROLLO HISTÓRICO DE LA CIENCIA POLÍTICA .................................................... 26
REFERENCIAS DE LA UNIDAD 1 ............................................................................................................. 37
AUTOEVALUACIÓN DE LA UNIDAD 1 ................................................................................................... 38
UNIDAD 2
FACTORES DE EXISTENCIA DEL ESTADO .............................................................................. 39
2.1. EL ESTADO EN EL MUNDO ACTUAL ................................................................................... 39
2.2. ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL ESTADO ............................................................................ 40
2.3. ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DEL ESTADO, EL ELEMENTO FORMAL: LA
AUTORIDAD O PODER PÚBLICO ................................................................................................. 43
2.6. LA AUTORIDAD O PODER PÚBLICO .................................................................................... 54
2.7. LA DINÁMICA DEL PODER POLÍTICO ................................................................................. 55
2.8. LA SOBERANÍA DEL ESTADO ................................................................................................. 55
REFERENCIAS DE LA UNIDAD 2 ............................................................................................................. 61
AUTOEVALUACIÓN DE LA UNIDAD 2 ................................................................................................... 62
UNIDAD 3
EL ESTADO Y LA SOCIEDAD ...................................................................................................... 63
3.1. LA DINÁMICA DEL PODER POLÍTICO ................................................................................. 63
REFERENCIAS DE LA UNIDAD 3 ............................................................................................................. 83
AUTOEVALUACIÓN DE LA UNIDAD 3 ................................................................................................... 84
UNIDAD 4
DIVERSAS FORMAS DEL ESTADO 85
4.1. FORMAS DE GOBIERNO ........................................................................................................... 85
4.2. ABSOLUTISMO ........................................................................................................................... 90
4.3. PROTECTORADO ....................................................................................................................... 92
4.4. TOTALITARISMO ....................................................................................................................... 93
4.5. DEMOCRACIA ............................................................................................................................ 95
4.6. ESTADO DEL BIENESTAR ........................................................................................................ 96
4.7. NEOLIBERALISMO .................................................................................................................... 96
REFERENCIAS DE LA UNIDAD 4 ........................................................................................................... 100
AUTOEVALUACIÓN DE LA UNIDAD 4 ................................................................................................. 101

Teoría General del Estado 3


Mensaje del Rector
“Con bases sólidas para transformar el futuro”

La Universidad CLAES (Centro Latinoamericano de Estudios Superiores),


fundada en 1991, por un grupo de Veracruzanos visionarios es hoy un sistema
universitario en el que ofrecemos programas educativos de alta calidad para el Estado de
Veracruz.

Tenemos como misión contribuir al mejoramiento de la sociedad mediante la


formación de personas comprometidas con el desarrollo de sus comunidades y
competitivas internacionalmente en su área de especialidad. El entusiasmo y
compromiso con que iniciamos este camino, tiene sus raíces en las mejores experiencias
que nuestra comunidad ha realizado con tanto empeño y esfuerzo en los últimos años.

Con la cultura de calidad que en la Universidad CLAES ya conocemos, tomamos el


reto de impulsar todas aquellas áreas del conocimiento en las que se preparan
profesionistas indispensables en cualquier sociedad; al mismo tiempo que nos
proponemos abrir otras perspectivas y horizontes profesionales.

Tenemos claro que nuestra Universidad debe y puede convertirse en un centro de


vanguardia científica e intelectual del Estado y del país y desde aquí impulsar el
desarrollo regional, la movilidad de los grupos sociales y las aspiraciones de formación
individual y colectiva.

Sumemos el esfuerzo y actitud de cada uno para dar inicio a una etapa
cualitativamente superior de nuestra Universidad, que amplíe y redimensione sus
funciones tradicionales; hagámosla cada día más vinculada con su entorno, más abierta,
más flexible y consolidemos las bases de su proyección internacional

Debemos actuar en forma creativa, con la lógica de competencia del mundo


globalizado, sin perder de vista la lógica del sujeto; inscrita en un proyecto institucional,
educativo y con sentimiento humanista.

Lic. Elías Galicia Bravo


Rector

Teoría General del Estado 4


INTRODUCCIÓN

La presente antología ha sido realizada con la finalidad de facilitar el estudio de


la asignatura de Teoría General del Estado para los alumnos de la carrera de
Ciencias Políticas y Administración Pública. Su contenido sigue el plan de
estudios autorizado.

El presente material, forma parte de la selección de los principales textos,


exponentes y especialista que sobre Teoría General del Estado existe,
complementado con conceptos para la mejor comprensión de los temas.

Esta antología, representa un esfuerzo muy importante, que le permitirá a


alumno, asimilar con mayor comprensión los temas y subtemas del Plan de
estudios autorizado, sin embargo, para un mayor estudio y especialización de
los temas, se requiere la lectura completa de las obras que son citadas como
referencia en este trabajo.

Teoría General del Estado 5


UNIDAD 1

CARACTERIZACIÓN CRÍTICA DEL ESTADO


OBJETIVO DE LA UNIDAD:
Que el estudiante vaya adquiriendo herramientas conceptuales para iniciar el
análisis de la realidad del ser humano a raíz del surgimiento del Estado.

1.1 CARACTERIZACIÓN Y CRÍTICA DEL ESTADO

Nociones Previas Acerca del Estado: A) El hombre en la realidad social; B) La


autoridad; C) El orden jurídico; D) El Estado.- Al iniciar el estudio de la Teoría del
Estado, el primer problema que debemos resolver consiste en determinar cuál es el
objeto de la materia cuyo estudio emprendemos.

Del enunciado de nuestra disciplina se desprende que lo que vamos a analizar en el


Estado. Pero a diferencia de lo que sucede en otras disciplinas, nombrar el objeto de
nuestro conocimiento nos dice poco, porque se trata de un campo de conocimiento
muy complejo. ¿Cuál es la realidad del Estado?; es decir, ¿Qué cosa es el Estado?
¿Se trata solo de una creación de la inteligencia del hombre, o por el contrario tiene
una existencia real, una categoría especifica dentro del mundo del ser? Estas
preguntas deberán ser resueltas en el curso de nuestro estudio.

Sin embargo, al enunciar el Estado nos damos cuenta inmediatamente de que


existe algo en la realidad a lo que se ajusta esa denominación, sentimos la
presencia del Estado como algo que se encuentra en nuestra vida social. En la
vida diaria advertimos la presencia del Estado a través de sus diversas
manifestaciones; continuamente hablamos y oímos hablar del Gobierno, de la
autoridad, de los Secretarios de Estado, del Ejercito, vemos pasar la bandera, y
con frecuencia nos tropezamos con los guardianes del orden público; sabemos
además de que existe el orden público y lo atribuimos también de manera
inmediata al Estado. De lo anterior se desprende que, por el hecho mismo de su
existencia, el Estado nos ofrece un primer conocimiento, que podríamos llamar
vulgar, de su realidad.

Teoría General del Estado 6


De acuerdo con Heller, “el Estado se nos aparece, pues, de primera intención,
como algo, como una realidad, como un hacer humano incesantemente
renovado”.

Y es que, aun antes de conocerlo, vivimos dentro del Estado; su realidad nos
rodea y nos absorbe; nos encontramos sumergidos dentro del mismo. Pero este
conocimiento que nos proporciona la vivencia del Estado no es suficiente para
nuestro propósito: la finalidad de nuestro estudio consiste en rebasar los límites
del conocimiento vulgar, llegando al conocimiento total científico y profundo
del Estado; para lograrlo es preciso elaborar su teoría.
Partiremos de los datos que nos proporciona la experiencia, para llevar después
a efecto una labor de reflexión e interpretación de sus datos, conforme lo
requiere el conocimiento científico.
El profesor español Adolfo Posada dice en su Derecho Político: “La calidad
científica surge en la política y se constituye su ciencia desde el momento en
que el conocimiento del Estado alcanza los caracteres de científico, o sea,
cuando se trata de un conocimiento reflexivo, objetivo, metódico y sistemático
mediante un esfuerzo encaminado a realizar la interpretación racional de los
fenómenos políticos”

Definición Analítica Previa del Estado

Reuniendo todas las notas que descubrimos en la realidad estatal en que


vivimos , podemos decir: El Estado es una Sociedad Humana Establecida en el
Territorio que le Corresponde, Estructurada y Regida por un Orden Jurídico,
que es Creado, Definido y Aplicado por un Poder Soberano, para Obtener el
Bien Público Temporal, Formando una Institución con Personalidad Moral y
Jurídica.
La construcción de los principios generales de índole científica en relación con
los mismos y con una realidad política que llamamos Estado que integran al
reunirse, darán por resultado la construcción de la teoría propia de ese objeto
de conocimiento, de la teoría del Estado.

Teoría General del Estado 7


Problemas Fundamentales que Plantea Todo Estudio Reflexivo Acerca del
Estado

Al pasar del simple conocimiento vulgar al conocimiento científico del Estado,


se plantean diversos problemas, que han de resolverse para lograrlo:
1º determinación de la naturaleza del estado.- este problema surge cuando nos
preguntamos: ¿Qué es el Estado? Para resolverlo es necesario investigar cuales
son los elementos reales que entran en su composición, es decir, cuales son las
características esenciales y accidentales que configuran su ser.
2º Estudio y Funcionamiento del estado.- Para resolverlo hemos de contestar a
la pregunta: ¿Cómo es el Estado? En consecuencia, debemos precisar cuál es la
estructura del Estado y cuáles son las actividades que desarrolla.
3º determinación de los Fines del Estado.- O sea, resolución de la pregunta:
¿Para que existe el Estado? Consiste en determinar cuál es la meta que ha de
alcanzar el Estado, o sea, hacia que se dirige su actividad.
4º Determinación de la Función Social del Estado.- Este problema es
complementario del anterior. Para resolverlo hay que responder a la pregunta:
¿Por qué Existe el Estado? Este problema consiste en determinar cuál es la razón
de ser del Estado, investigando si es necesaria o no su existencia en atención a la
naturaleza y a la situación del hombre en la sociedad; se trata de determinar la
teleología o finalidad especifica del Estado, que le hace tener realidad propia o
distintas de las otras organizaciones sociales. En la sociedad que está en la base
del Estado, hay muchas otras agrupaciones, sociedades o asociaciones de
diversa índole, mercantiles, industriales, culturales, sindicatos, clubes
deportivos, partidos políticos, iglesias y en primer término la familia, primero
de los grupos humanos. Todos estos grupos intermedios podríamos decir,
contribuyen al bien común, cada uno en sus esferas. La función del Estado, es
vigilar y estructurar estos grupos y su actividad, que también puede ser
individual, para que con el esfuerzo de todos se obtenga el bien común.

Material Íntegro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

Teoría General del Estado 8


1.2. EL ESTADO COMO OBJETO DE CONOCIMIENTO

La Realidad del Estado y el Conocimiento del Estado

Al tratar de conocer un objeto cualquiera que nos interesa es preciso, ante todo,
tener una idea de él o, si es posible, una imagen del mismo, que despierte
nuestra actividad intelectual. Tenemos que tener una noción, aunque sea vaga e
imprecisa, o por lo menos vulgar, para que nos sirva de punto de arranque. De
otra manera estaríamos especulando en el vacío.
En el presente caso el objeto que deseamos conocer es el Estado. Y para lograr
nuestro propósito es evidente que tenemos que saber, primeramente, que clase
de realidad es, por lo menos en su aspecto exterior, los datos de hecho sobre los
que más tarde se ejercitara nuestra actividad cognoscitiva intelectual. Es
necesario tener la vista ese objeto para poder determinar su naturaleza, sus
funciones, su utilidad.
Pero tratándose del Estado ocurre un fenómeno singular y curioso. Cuando
buscamos su realidad exterior, visible, no la encontramos por ningún lado. No
hay ningún objeto concreto, en el mundo físico o biológico, perceptible a
nuestros sentidos, que corresponda a la realidad del Estado y pueda llamarse
por ese nombre.
Y sin embargo, es indudable que la palabra Estado provoca en nuestro espíritu
muy ondas resonancias. Nos trae a la mente la idea de algo muy cercano a
nosotros, de algo que influye decisivamente en nuestras vidas. Algo que nos
mueve, incluso, a las más variadas reacciones, de aceptación o repulsa. Nos
recuerda actos de autoridad y obediencia, de regulación y planificación, de
protección y abuso, de persuasión y coacción.

El Estado resulta así, antes que otra cosa, una vivencia en nuestro ser espiritual.
Algo que “esta allí” muy dentro de nosotros mismos. Algo que nos habla de
una dimensión de nuestra existencia humana como lo son la artística, la
económica, la científica y la religiosa, y la determina a actuar. Lo político es,
pues, como dirían los Psicólogos, un “dato inmediato de la conciencia”, que
conocemos por la simple introspección.

Teoría General del Estado 9


Asentado esto, tenemos que buscar que es lo que provoca o mueve o determina
esa vivencia del Estado en nuestras conciencias. Sabemos ya que no hay ningún
ser externo, concreto, físicamente tangible que corresponda al Estado. Pero hay,
sin duda, manifestaciones exteriores de ese ser que nos dan a conocer su
existencia y dan la llamada de alerta a nuestra actividad psíquica, ya sea
intelectual o emocional.
Esas manifestaciones son, desde luego, de tipo social. Se dan en la convivencia
humana, en las sociedades de nuestros días. Consistentes, ente todo, en la
creación, conservación y defensa de un orden exterior sin el cual no podría
darse una convivencia armónica y pacífica entre los hombres. Como muestra de
ese orden esta la regulación del tránsito de peatones y de vehículos en las calles,
avenidas y carreteras. La presencia de agentes de tránsito y de policía en sitios
estratégicamente distribuidos. Las actividades de los soldados en sus cuarteles
y en las maniobras que periódicamente realizan. La vigilancia en estaciones,
puertos y fronteras.
A ese orden exterior corresponde una actividad interna, profunda, de
regulación normativa: el orden jurídico. Del el proviene toda una serie de actos-
leyes, decretos, reglamentos, sentencias, negocios jurídicos, contratos- que se
manifiestan en múltiples formas que pueden ser fácilmente reconocidos. Así,
las labores de las asambleas legislativas, de los órganos del poder ejecutivo, de
los tribunales en todas sus escalas, competencias y jerarquías. Desde las
discusiones parlamentarias en las Cámaras de Senadores o la de Diputados
hasta el embargo practicado por el actuario de un juzgado en un juicio ejecutivo
civil o mercantil hay toda una gama de actividades que pueden ser observadas
directamente y reconocidas por la experiencia sensible.
Y a todo esto podemos añadir la inmensa variedad de servicios públicos que el
Estado presta a la comunidad y por lo cual hace visible su existencia. Servicios
por los cuales coordina la actividad de los particulares, la suple cuando es
deficiente o no existe, o bien realiza lo que a él le corresponde como promotor
principal del bien común. La pavimentación de las calles y plazas, el alumbrado
público, el servicio de agua potable, la contracción de escuelas, la dotación de

Teoría General del Estado 10


parques y jardines a las ciudades, la contracción de caminos y carreteras para
que haya comunicaciones fáciles entre todas las regiones del país, la atención de
los servicios hospitalarios, la promoción y ayuda a los institutos de cultura
superior, son otras tantas muestras de los que el Estado hace positivamente,
visiblemente, en beneficio de la colectividad.
En otro aspecto el Estado manifiesta su existencia por medio de los actos que
periódicamente realiza para la renovación de los funcionarios que ocupan los
puestos públicos. Especialmente en los países democráticos tal renovación,
determinada de antemano por las leyes en cuanto al modo, tiempo y lugar en
que debe hacerse, da lugar a múltiples manifestaciones externas que ponen de
relieve la importancia de lo político en la vida social. Pocas veces se palpa tan
de cerca la realidad del Estado como cuando la propaganda de los partidos
políticos y las agitaciones del día en que tiene lugar los comicios populares
remueven hasta lo más hondo el mundo de nuestros intereses y preocupaciones
vitales.
Más todavía. Las conmemoraciones cívicas y patrióticas, con su despliegue de
banderas, sus himnos y discursos; las visitas, cada vez más frecuentes, de los
jefes de Estado extranjeros; los movimientos de opinión publica ocasionados
por las noticias de carácter político, nacional o internacional, que transmiten a
diario los periódicos y las estaciones de radio y televisión, y otros movimientos
de este tipo nos hablan, con toda claridad y elocuencia, de esa gran realidad,
que no podemos soslayar o desconocer, y que llamamos Estado.
Puede incluso esa organización herir profundamente nuestra existencia y
nuestros intereses. Como cuando nos impone los mayores sacrificios personales
y patrimoniales en el caso de una guerra. O simplemente cuando nos impone la
prestación del servicio militar o el pago de altos impuestos para sostener los
crecientes gastos públicos. O cuando invade la esfera de nuestra intimidad
personal o familiar con leyes o disposiciones que lesionan nuestras convicciones
morales o religiosas, ya sea en materia de culto divino o de educación de los
hijos o matrimonio.

Teoría General del Estado 11


En todos estos casos sentimos gravitar pesadamente sobre nuestras vidas la
existencia del Estado. Nos mueve a repugnancias o rebeldías. Nos determina
incluso a defendernos, ya sea por vías jurídicas o de hecho. Nos enfrenta al
Estado en una lucha por la existencia.

Y así, de una manera o de otra, por los servicios que nos presta o por los
sacrificios que nos exige, por su actuación benéfica o molesta o aun maléfica, el
Estado es una realidad de inmensa trascendencia en nuestra vida. No podemos
desconocerla aunque queramos. Tenemos que contar con ella para la realización de
nuestro programa individual y social. Para el cumplimiento de nuestro destino en el mundo.
No es de llamar la atención, por ello, que una realidad tan importante – en el
orden sensible, exterior y en el orden vivencial, interno- constituya un auténtico
reto para nuestra capacidad de conocimiento. Que nos mueva a averiguar cuál
es su naturaleza, sus causas, sus finalidades. ¿Cuál es la función social que
desempeña y si tiene o no una función jurídica?. O sea, si tiene alguna
justificación frente a un orden superior de valores.

Y lo primero que nos provoca a conocer es qué clase de realidad es esa tan
curiosa y extraña, que por un lado no aparece por ninguna parte en el mundo
físico, sensible, y por otro tiene tan variadas, complejas e importantes
manifestaciones. Esa realidad a la que usual, convencionalmente, llamamos
Estado, sin saber todavía qué es. Esa realidad que se acerca a nosotros en tan
múltiples formas y que llega a crear una verdadera “atmósfera” en la que
respiramos y vivimos.
Pero el árbol se conoce por sus frutos. Y unos cuantos de ellos nos bastan para
poner en movimiento nuestra actividad intelectual. Para calentar el motor de
nuestra inquietud cognoscitiva. Para determinar que hay más allá de lo
meramente exterior y fenómico en el Estado. ¿Será un ente de razón? ¿Será un
mero centro de imputación normativa? ¿Será un ser social con amplias
conexiones reales? Eso es lo que trataremos de averiguar.

Teoría General del Estado 12


Problemas más Esenciales que Plantea
En este plano científico de las consideraciones acerca de lo político el
investigador se encuentra, a poco que reflexiones sobre el Estado como objeto
de conocimiento, con una serie de problemas que despiertan su inquietud y que le
piden urgente resolución. Son problemas objetivos, reales, que nacen del objeto mismo y no
del capricho o arbitrariedad del sujeto cognoscente o de sus personales preocupaciones.
El primero de estos problemas es el de la naturaleza misma del objeto que se
trata de conocer. El entendimiento se pregunta: ¿Qué clase de ser es el Estado?
¿A que tipo de realidad corresponde? ¿En qué región de mundo de los seres se
le localiza? Y después: ¿De qué partes se compone ese ser que llamamos
Estado? ¿Cuáles son sus elementos y sus notas características? ¿En que se
parece y en que difiere de otros seres semejantes? El examen de estas cuestiones
es el que obviamente se impone a todo investigador del Estado tan pronto como
se pone de contacto con el. La respuesta tendrá que ser distinta en amplitud y
en profundidad según cual sea el tipo de conocimiento a que se recurra: en el
plano empírico será puramente superficial; en el científico será más honda y
completa; y en el filosófico alcanzara su máxima intensidad. Pero en todos ellos
se lograra un esclarecimiento de la primer y fundamental pregunta de todo
saber teórico: ¿Qué es el Estado?
Viene después una indagación más minuciosa acerca del modo de ser del
Estado. Se preocupa el entendimiento por conocer la estructura interna del
Estado, su funcionamiento, sus relaciones, las vicisitudes de su vida a través del
tiempo, las diferentes formas que adopta para cumplir sus funciones. Es una
exploración por terrenos científicos, históricos y jurídicos para descubrir el
comportamiento del Estado en cada uno de ellos, sus actividades como ser que
vive y que actúa. Y con eso se satisface a la pregunta: ¿Cómo es el Estado?
La investigación, empero, encuentra que el Estado no es el único de los seres
sociales con los que tiene que ponerse el hombre en contacto. Hay, además,
otros, y quizá más inmediatos y naturales a el: la familia, el municipio, la
organización profesional, las agrupaciones económicas, culturales y religiosas.
¿Cuál es entonces el papel que el Estado desempeña en el seno de la

Teoría General del Estado 13


convivencia humana? ¿Por qué nació y surgió el Estado y por qué se prolonga
su existencia hasta nuestros días? ¿Cuál es la función social que le toca cumplir?
En otras palabras: ¿Cuál es la función que le corresponde a lo político – como lo
propio y específico del Estado – entre lo familiar, lo económico, lo jurídico, lo
cultural, lo religioso? Este es el problema del sentido o significado del Estado en
la vida social, y responde a la pregunta ¿Por qué existe el Estado? ¿Cuál es la
función social que le da su razón de ser?
A este problema, que de suyo es de hecho y cae en el campo de la investigación
histórica y científica inmediata, corresponde otro de mayor profundidad y
trascendencia. Cuando la mente sigue examinando la cuestión del significado
del Estado y de la función que le toca desempeñar en la sociedad, se encuentra
con que no basta con saber que existe es función sino que es menester indagar si
cumple ciertos requisitos valorativos fundamentales. En otras palabras, si es
justa, si responde a los fines supremos de la comunidad, si satisface las
exigencias de la conciencia moral y jurídica del ser humano. Y esto plantea el
grave problema de la justificación del Estado, que no es otro que el de por qué
debe existir el Estado, si es que hay alguna razón fundada para ello.
Y así el entendimiento que desea conocer el Estado viene a otro problema
decisivo e íntimamente relacionado con el anterior. El de para que existe el
Estado, el de cuáles son sus fines. Este problema puede ser examinado también
en diferentes planos de profundidad: el empírico, el científico, el filosófico. Pero
en todo caso lleva al investigador a una de las cuestiones cruciales de todo
conocimiento teórico del Estado. Si no se responde adecuadamente cae por su
base no solo el saber teórico
de la realidad estatal sino la realidad misma, en cuanto pierde su razón de ser.
Estos son pues, los problemas básicos que se ofrecen al estudioso del Estado en
cuanto se pone en relación con su objeto de conocimiento. No son cuestiones
artificiales y ficticias, inventadas al gusto del investigador, sino interrogantes
que brotan inmediatamente del objeto mismo. Es la realidad estatal
problemática la que hace nacer las dificultades y se las lanza al investigador

Teoría General del Estado 14


como un desafío. Y este debe responder adecuadamente si quiere cumplir – con
garbo y autenticidad - a su misión de teórico del Estado.
Resumiendo y esquematizando para facilitar la comprensión de eso problemas
podemos decir que son los siguientes:
1.- Problema de la naturaleza del Estado. Responde a la pregunta ¿Qué es el
Estado? Pide un tratamiento científico y filosófico.
2.- Problema de la organización y funcionamiento del Estado. Responde a la
pregunta ¿Cómo es el Estado? Pide un tratamiento científico, histórico y
jurídico.
3.- Problema de la función social del Estado (sentido, significado). Responde a
la pregunta ¿Por qué existe el Estado? Pide un tratamiento científico e histórico.
4.- problema de la justificación del Estado (valor jurídico y moral). Responde a
la pregunta ¿Por qué debe existir el Estado? Pide un tratamiento
fundamentalmente filosófico
5.- problema de la finalidad o de los fines del Estado. Responde a la pregunta
¿para qué existe el Estado? Pide un tratamiento científico y filosófico.
Utilizando una formulación todavía más honda y ceñida, podemos decir que al
teórico del Estado le preocupan los siguientes problemas:
El ser del Estado
El modo de ser del Estado
El Sentido del Estado
El valor del Estado
La finalidad del Estado

1.3. INTEGRACIÓN Y ARTICULACIÓN DEL CONOCIMIENTO


POLÍTICO

Materias que Abarca la Actual Ciencia política Descriptiva

En relación estrecha con las vías y procesos por los cuales se reúnen los datos
para el análisis político – el cause formal de la investigación, podríamos decir –
está la determinación de las materias que interesan a la Ciencia Política.
Según Hermann Heller, el amplio campo de las materias que abarca la actual
Ciencia política descriptiva puede detallarse, aproximadamente, del modo que
sigue:

Teoría General del Estado 15


En el centro aparece el problema de la organización y división del poder
político y el de su adquisición, ya referido a un Estado concreto, o a diversos
Estados que participan en notas comunes, o bien a una forma determinada de
organización política, como es el moderno Estado occidental. Luego vendría la
descripción y explicación de esta organización de poder, en sus relaciones
causales con las condiciones geo-grafico-climáticas, raciales y otras de carácter
natural y con las peculiaridades económicas, militares, morales, religiosas,
nacionales, etc., de la población y también, de modo preferente, en su conexión
con la constitución política del Estado. También comprendería la crítica de esta
constitución y de toda la constitución política. Incluiría, así mismo, la
descripción de las más importantes formas de autoridad política, de la
organización y acción de los grandes grupos políticos dentro del Estado (teoría
de los partidos políticos); la exposición del papel que desempeñan las ideas
políticas en la formación y desarrollo de las organizaciones políticas; las
relaciones de los poderes políticos organizados con los grandes poderes
sociales, tales como la opinión pública, la prensa, la iglesia, las clases sociales, y
de un modo especial las fuerzas económicas que ejercen una influencia muy
grande en la sociedad: la banca, la industria, el comercio, las asociaciones
obreras y patronales. Finalmente, habría de referirse también al Estado en sus
relaciones con los demás Estados, bien sea aisladamente o bien a través de la
comunidad jurídica internacional, como era, hasta antes de la segunda guerra
mundial, la Sociedad de las Naciones, y lo es ahora la Organización de las
Naciones Unidas.

Este esquema de materias coincide, en muchos aspectos, con el que señalaron


los especialistas en Ciencia política que se reunieron en la sede de la UNESCO
en París, en septiembre de 1948, como base para precisar el campo de
investigaciones, la metodología y las formas de enseñanza de dicha Ciencia. En
la clasificación propuesta entraron temas pertenecientes a diversas disciplinas
políticas y se organizaron los campos de investigación del siguiente modo:

Teoría General del Estado 16


I. Teoría política.

a) teoría política.
b) Historia de las Ideas políticas.

II. Instituciones políticas.


a) La Constitución.
b) El Gobierno Central.
c) El Gobierno regional y local.
d) La Administración Publica.
e) Funciones económicas y sociales del Gobierno
f) Las instituciones políticas comparadas

III. Partidos, Grupos y Opinión Publica


a) Los partidos políticos.
b) Los grupos y las asociaciones.
c) Participación del ciudadano en el gobierno y la administración.
d) La opinión pública.

IV. Relaciones internacionales


a) política internacional
b) Organización y administración internacionales.
c) Derecho Internacional

Comentando esta lista de materias creemos que, pese a su indudable acierto, no


deja de crear dificultades serias para la investigación. Cu principal defecto está
en que no determina, con rigor epistemológico, los diferentes campos de
estudio, sino que mezcla y confunde lo que es propio de disciplinas políticas
muy diversas, como son la Ciencia política estrictamente dicha, la Filosofía
política, la Historia política, la Sociología política, el Derecho Constitucional, el
Derecho Administrativo, el Derecho Internacional Público. Y con esto se hace
casi imposible señalar una metodología adecuada porque cada una de estas
disciplinas tiene sus métodos propios y persigue fines también peculiares. Falta
un criterio ordenador que unifique y jerarquice los conocimientos y les dé su
lugar correcto dentro de lo que denomina la Enciclopedia política.

Esto no obstante, hay que reconocer, con Carro Martínez, que esta catalogación
“reviste la peculiaridad de haber merecido la aprobación de muchos teóricos de
todo el mundo, que desde entonces la consideran como oficial. A mayor

Teoría General del Estado 17


abundamiento es preciso reconocer que dicha catalogación no ha sido alterada
en las conclusiones de los especialistas que han intervenido en la elaboración
del volumen que publico la UNESCO como contribución a la investigación,
método y enseñanza de la Ciencia política, y que ha sido aceptada sin grandes
obstáculos por los Congresos Internacionales de Ciencia política que desde
entonces se han venido celebrando” Es de lamentar, en final de cuentas, que por
no hacer una debida discriminación – un deslinde - entre lo que es la Ciencia
política en sentido estricto y lo que es el conjunto de ciencias que se ocupan del
Estado.

Texto Íntegro de la
Obra del Maestro Héctor González Uribe

1.4. EL NOMBRE Y EL CONCEPTO DEL ESTADO

Los Diversos Significados de la Palabra Estado

La palabra Estado, de acuerdo con su evolución histórica, tiene un significado


preciso como lo acabamos de ver. Denota la organización política suprema de u
pueblo. Pero en si misma considerada, y de acuerdo con su etimología, tiene un
sentido más amplio y general. Quiere decir simplemente, la situación en que se
encuentra una cosa, un individuo, una sociedad. Así, se habla del estado civil
de una persona; del estado en que se halla una comunidad humana; de los
estados financieros de una corporación económica. Estado significa pues, la
manera de ser o de estar de un fenómeno determinado. Implica permanencia
frente al cambio. Y en este sentido no se opone sino que concuerda con el uso
que en la política se le ha dado.
“La significación amplia de estado – dice Adolfo posada - arroja viva luz sobre
la idea del Estado de la política. El Estado, en la política, como estado general,
expresa la idea de situación: manera de ser o estar políticamente. Cuando

Teoría General del Estado 18


ordinariamente se habla de Estado, se alude más o menos explícitamente a la
manera de ser o de estar constituida políticamente una comunidad humana”
Pero si es fácil encontrar esta coincidencia y acuerdo sustancial entre la noción
vulgar de Estado y la noción más elaborada de la teoría política, no lo es, en
cambio, cuando se trata de precisar su significado autentico en el campo
científico. Y la razón de ello cree encontrarla Hans Kelsen, en el comienzo
mismo de su libro sobre teoría General del Estado, en el hecho de que la
realidad a la que se refiere la palabra estado roza los intereses políticos del
investigador más que ningún otro objeto propio de las ciencias sociales hasta el
punto de que el conocimiento de la esencia del mismo tiene el peligro de
convertirse en un juicio de valor.
Por tal razón descubre el jurista vienés una serie de acepciones de la palabra
Estado, enteramente diferentes entre sí. Resulta interesante mencionar las
principales porque nos dan una idea de las divergencias tan notables que hay
entre los autores y al mismo tiempo la multiplicidad de puntos de vista desde
los cuales puede situarse el estudioso para contemplar un objeto tan complejo
cono es el Estado.
Hay, ante todo, varias significaciones del Estado, divergentes entre sí, cuando
se le compara con la Sociedad. En un caso se le identifica con la Sociedad y se le
considera como la manifestación más elevada y plenaria de ésta. Incluso se le
hace coincidir con la totalidad del acontecer histórico (Spengler). En otro caso se
reduce al Estado a una zona o provincia de lo social, de tal manera que la
sociedad es el concepto genérico y el Estado el concepto especifico.

En otras ocasiones, la antitesis Estado-Sociedad se presenta bajo el punto de


vista de la libertad. El Estado aparece como ordenamiento coactivo en tanto que
la Sociedad como libre juego de todas las actividades. Y fácilmente se llega a
concebir al Estado como negador de todas las libertades individuales –e incluso
como instrumento de explotación en manos de la clase dominante- y a la
Sociedad como una especie de federación de hombres libres e iguales. En
cambio existe la posición radicalmente opuesta, que ve al Estado – de acuerdo

Teoría General del Estado 19


con las premisas Kantianas y Hegelianas – como la expresión de la verdadera
libertad ética, la libertad dentrote la ley, que salvaguarda a los particulares
contra sus enemigos más poderosos y les permite la plena integración de su
personalidad espiritual. El Estado – síntesis suprema del espíritu objetivo en su
evaluación dialéctica – se vuelve el símbolo del principio altruista universalista,
mientras que la sociedad es expresión del principio egoistico-individualista. Por
consiguiente, no hay otra libertad que la libertad en y por el Estado. La
verdadera libertad se manifiesta en la participación en la formación de la
voluntad política.

La palabra Estado tiene también significaciones diversas cuando se le considera


dentro de la teoría política. Porque unas veces designa la totalidad de la
comunidad política y otras veces se le identifica con algunos de los elementos
de la misma: con el poder, o con el pueblo, o incluso con el territorio. Se le toma
en el sentido más restringido de organización financiera (fisco) o de gobierno
regional o provincial.

Pero es, sobre todo, en el terreno de sus relaciones con el Derecho en donde, en
opinión de Kelsen, es más inseguro el significado de Estado. El Estado es el
concepto más amplio o el más restringido.
“Lo más frecuente –dice el tratadista austriaco – es contraponer el Estado como
realidad, como ser, al Derecho como norma, como deber ser; pero también a
veces aparece el Derecho como un ser social, y el Estado como norma: ya como
norma positiva (por antitesis a un Derecho Natural), o como expresión de un
postulado ético-político (frente al Derecho positivo). Con la palabra Estado se
puede designar tanto la totalidad del orden jurídico como la unidad
personificada de este orden (es decir, un principio lógico), pero también es
posible que aquella expresión se reserve para caracterizar el fundamento
jurídico positivo del Derecho, esto es, la constitución.

Teoría General del Estado 20


En suma, esta multiplicidad de significaciones de la palabra Estado lleva a
Kelsen a aceptar que si la teoría General del Estado no ha de ser estéril, por falta
de un objeto unitario y adecuado, el camino más acertado será, en definitiva, el
que reconozca el hecho de que no hay un concepto único del Estado sino varios,
los cuales, sin embargo, se encuentran íntimamente enlazados unos con otros. Y
esta opinión nos parece perfectamente aceptable.

Concepto Social y Concepto Jurídico del Estado

En la formación del concepto del Estado hay un estudio que se ha hecho clásico,
pos su precisión y claridad, y al cual no podemos dejar de referirnos. Es el de
Jorge Jellinek en su obra fundamental Allgemeine Staatslehre.

Comienza Jellinek por distinguir el concepto social y el concepto jurídico del


Estado. El primero es el que considera la naturaleza del Estado como una
sociedad; el segundo, como una figura jurídica.
Para conocer el concepto social del Estado, estima Jellinek que hay que hacer
previamente un estudio de los hechos relativos al mismo. Entre ellos está el de
que el Estado, en su sentido más concreto, no es una entidad sustantiva material
o una forma naturalista junto al hombre o sobre el hombre, sino consiste en
relaciones de voluntad de una variedad de hombres. Esas relaciones se
establecen, fundamentalmente, entre hombres que mandan y hombres que
obedecen, y que están establecidos de modo permanente en un territorio. Este
último es un elemento que va adherido al hombre, de tal suerte que
prescindiendo del sujeto humano no hay territorio, sino sólo una parte de la
superficie de la tierra.

Pero las relaciones humanas en que consiste el Estado son de una sorprendente
variedad. Por tal razón, el primer problema que se presenta a la consideración
científica es el de ordenar la variedad de los fenómenos. Y para ello hay que
tratar de reducir los elementos dispersos a unidades, cada una de las cuales
tiene que descansar en un principio de unificación.

Teoría General del Estado 21


Según el profesor alemán, hay diversas unidades en la vida social. Hay,
primeramente unidades espaciales y unidades temporales. Lo que en el espacio
y en el tiempo se nos presenta como limitado con respecto a algo, lo concebimos
como una unidad. Pero esas unidades exteriores y mecánicas no bastan para
explicar el Estado.

Hay también unidades causales. Todo lo que se puede reducir a una causa
común vale como una unidad. Así, por ejemplo, el pueblo es una unidad firme
porque está constituido por la procedencia común de la raza, ósea, de los
miembros que lo componen. Sin embargo, estos elementos causales unitivos
que sin duda existen en el Estado no bastan para hacerle aparecer como una
unidad general.

Existen asimismo unidades formales. Son elementos que no obstante los


cambios y transformaciones de sus partes accidentales, conservan una forma
permanente. La historia de la cultura occidental es testigo de la supervivencia
de instituciones en el Estado a través de muchos siglos: los parlamentos, los
ministerios, los tribunales de justicia, las universidades, los regimientos
militares. Si estas instituciones celebran su centenario es gracias a que, a pesar
de los cambios de su organización y constitución, han conservado ciertos
elementos formales que mantienen en ellas un carácter inequívoco. Pero la
categoría de unidades formales tampoco sirve, por si sola, para ordenar la
variedad de relaciones en el Estado.

Hay finalmente unidades teleológicas. Son aquellas en las que la diversidad de


relaciones se unifica por el fin común que las persiguen. Lo mismo en el orden
natural – concepto de organismo biológico – que en el espiritual y económico. Y
también en el orden social y jurídico.

Teoría General del Estado 22


Resulta así el fin principium individualitionis para todas las cosas humanas.
Esta unidad teleológica es también una unidad esencial al Estado, pero de tal
manera importante que llega a constituir su unidad básica, porque una
pluralidad de hombres aparecen unidos ante la conciencia cuando lo están por
fines constantes y coherentes entre sí, y cuando más intensos son esos fines
tanto mayor es la unidad entre ellos. Las unidades humanas organizadas en
vista de fines que se llaman unidades colectivas o asociaciones. La unidad
teleológica del Estado se denomina, por tanto, con más rigor, unidad de
asociación (Verbandseinheit).
Resulta así el Estado una unidad de asociación. Pero no cualquiera sino la más
completa y poderosa, la que posee el mayor número de fines constantes y la
organización más perfecta y comprensiva. De su poder nadie puede sustraerse
y todos los poderes coactivos de las asociaciones inferiores derivan del poder
coactivo del Estado.
Este poder tiene una doble característica. Por un lado, es un poder limitado a un
determinado espacio en el cual se ejerce. Ese espacio, que constituye el
fundamento exterior de la unidad asociativa del Estado, está formado por una
parte limitada de la superficie de la tierra, y se llama territorio. Y por otro, en el
orden jurídico y político interno, es un poder ilimitado, incondicionado, de
vencer con la voluntad propia a todas las demás, y recibe su fuerza
originariamente de sí mismo. Esto quiere decir que jurídicamente no deriva su
poder de ningún otro, sino exclusivamente de la propia asociación.
Con esto queda ya claro – en el pensamiento del profesor Heidelberg – cuál es
el concepto social del Estado: El Estado es la unidad de asociación dotada
originariamente de poder de dominación y formada por hombres asentados en
un territorio. Este concepto parece ser la forma más elevada de síntesis de los
hechos que componen la vida misma del Estado.
Al concepto social, según Jellinek, corresponde el concepto jurídico del Estado,
mediante el cual se trata de expresar el aspecto jurídico de la vida estatal, o sea,
el carácter que el Estado tiene de sujeto de derechos y deberes.

Teoría General del Estado 23


El término técnico con el cual quiere expresar Jellinek este carácter es el de
corporación. Y aclara de inmediato que el concepto de la corporación es un
sujeto puramente jurídico, al cual, como a todo concepto de Derecho, no
corresponde nada objetivamente perceptible en el mundo de los hechos. Es una
forma de síntesis mental para expresar las relaciones jurídicas de la unidad de
la asociación y su enlace con el orden jurídico. La personalidad misma que se
atribuye al Estado como corporación jurídica no es una hipótesis o ficción sino
una expresión de su calidad de sujeto de derecho, y significa la relación de una
individualidad particular o colectiva con el orden jurídico.
De esta suerte, sustituyendo el concepto sociológico de “unidad de asociación”
por el jurídico de corporación, resulta el Estado, la corporación formada por un
pueblo, dotada de un poder de mando originario y asentada en un determinado
territorio. O bien, en una fórmula más concisa: la corporación territorial dotada
de un poder de mando originario.
No cabe duda que esta elaboración del tratadista alemán revela sus mejores
cualidades como pensador y como jurista y que, en términos generales,
podemos aceptarla. No compartimos las premisas filosóficas de Jellinek, como
hemos visto en otra parte del estudio, pero si creemos que en la formación de
los conceptos social y jurídico del Estado – prescindiendo, por el momento, del
problema de la identificación o no identificación del Estado y Derecho – llegó a
formulaciones muy acertadas que pueden perfectamente acomodarse a un
contexto filosófico realista como el que hemos adoptado.
Intento de una Definición Conceptual del Estado
Resulta, pues, de esta descripción fenomenológica del Estado y de la
consiguiente reflexión sobre la misma, que el Estado es:
1. Una sociedad humana

2. Establecida permanentemente en un territorio

3. Regida por un poder supremo

4. Bajo un orden jurídico

Teoría General del Estado 24


5. Y que tiende a la realización de los valores individuales y sociales de la
persona humana.

Esta definición conceptual del Estado, que intenta recoger todas sus notas
características, no es fruto de una idea preconcebida ni es una mera síntesis de
las definiciones dadas por los principales tratadistas de la ciencia política. Ha
sido obtenida más bien por el análisis fenomenológico de las características o
propiedades con que se presenta la realidad estatal a nuestra observación
empírica y a nuestra reflexión inmediata. Es, por ello, una definición objetiva,
realista y veraz.

Sin embargo, si la comparamos con las definiciones que expusimos y


comentamos con anterioridad, nos encontramos con que coincide con los datos
fundamentales de las mismas y reúne, además en forma comprensiva, las
cualidades de las definiciones sociológicas, jurídicas y políticas.

Así, cuando decimos que el Estado es una sociedad humana expresamos


substancialmente lo mismo que Jellinek, cuando habla de unidad de asociación
o Sánchez Agesta, cuando se refiere a una comunidad organizada. Al hablar de
la vida sedentaria en un territorio determinado hacemos hincapié en un dato
que todas las definiciones admiten. En lo que respecta al poder, hay también
una coincidencia fundamental. Pero queremos subrayar que ese poder es
supremo, soberano y que es intrínseco al Estado. No le viene de fuera, sino que
es originario, como señala Jellinek.

Los dos elementos finales, el jurídico y el valorativo, creemos que son de la


esencia del Estado moderno, que después de una larga evolución ha llegado a
ser un Estado de Derecho. Por eso insistimos en que el formidable poder
soberano del Estado actúa siempre bajo un orden jurídico. E insistimos,
posteriormente, en que el fin del Estado persigue – un fin que es un bien – es un
elemento imprescindible de su definición. Sin él habrá una estructura formal,

Teoría General del Estado 25


descarnada, pero no el Estado vivo, real, que se da en el centro mismo de la
existencia humana. Lo ontológico y lo deontológico están indiscutiblemente
unidos en un concepto del Estado al servicio del hombre.
Texto íntegro de la Obra del Maestro Héctor González Uribe

1.5. DESARROLLO HISTÓRICO DE LA CIENCIA POLÍTICA

El Estado Moderno

A fines de la Edad Media se hicieron esfuerzos para lograr la unidad del Estado
superando la disgregación existente del feudalismo. En Italia las ciudades
estaban organizadas en formas monistas, aunque no de manera similar a la
antigua polis: su unidad derivaba de que su gobierno descansaba en un solo
hombre o grupo aristocrático dirigente que imponía su voluntad a los demás.
En la misma Italia, con el Renacimiento, surgió la concepción del Estado
moderno. El pensamiento de Maquiavelo desborda sin duda, muchos de los
rasgos de la sociedad política antigua. Ya se ve el nacimiento del Estado
moderno concebido con su ingrediente específico de soberanía.
La Iglesia, con su tradicional unidad. Ofrecía al mundo un ejemplo magnifico
de concepción monista de las organizaciones y sirvió de esta manera indirecta a
la constitución unitaria o monista del Estado moderno.
Éste surgió al tenerse la concepción del mismo como unidad que superaba al
dualismo existente entre rey y pueblo y entre poder espiritual y temporal que
caracterizo las sociedades políticas de la Edad Media.
Esa unidad se logró en los diversos países de acuerdo con sus diferentes
peculiaridades históricas. Se superaron los dualismos; la lucha entre el Estado y
la iglesia se resolvió a favor del estado, relegando a la iglesia a su esfera y aun,
en algunos casos, relegándola a un término de subordinación. La lucha entre el
rey y los señores feudales se resolvió a favor de los monarcas, que igualmente
se desligaron definitivamente de la virtual sumisión del Imperio.

Teoría General del Estado 26


En esta época nace el absolutismo, que según Jellinek, es la solución que tuvo
mayor significación en Occidente, por ser la primera después de la época
romana, que realizo la unidad del Estado. Esa unidad fue territorial, al unir las
diversas partes del mismo bajo un mismo poder, y administrativa, al organizar
Bajo un mismo régimen la estructura total de la comunidad política.

El absolutismo llevo a efecto un gran proceso de nivelación social, al


desaparecer la sociedad feudal considerablemente estratificada. Con esta
circunstancia se aminoraron las diferencias entre las clases y los ciudadanos, en
principio, llegaron a tener la igualdad jurídica, con variantes desde 1789 hasta
nuestros días.

Las guerras que tuvieron lugar en los países europeos, en los tiempos
modernos, contribuyeron a particularizar más los Estados y a poner de
manifiesto, mas y más, la unidad de la organización política, que se buscó hacer
descansar en una base sociológica nacional. Esa unidad, a su vez, trae como
consecuencia la aparición de nuevas características que especifican al Estado
moderno, distinguiéndolo de los otros tipos históricos de organización política.
Tales son su estructuración constitucional como una comunidad nacional
organizada de acuerdo con las funciones que ha de realizar y, además,
poseyendo un orden jurídico que regula las relaciones entre el Estado y los
individuos.
Por tanto; en resumen, podemos señalar estas características del Estado
moderno:
1ª Unidad
2ª Organización constitucional
3ª Autolimitación del Estado frente a los individuos
La idea de unidad surgió a través de la evolución histórica, a través de la lucha
del Estado con los otros poderes sociales. Concomitantemente, la doctrina
política elaboro construcciones unitarias del Estado; por ejemplo, al

Teoría General del Estado 27


considerarlo, como hobbes, provisto de una personalidad unitaria con voluntad
superior que no puede doblegarse a otras voluntades.
Este principio de unidad y superioridad llevo incluso a concepciones
desorbitadas, como la de Rousseau, que quiso resolver el dualismo Estado –
Iglesia a favor de la subordinación de la segunda al primero por medio de su
herética teoría de la religión civil.
Estas exageradas concepciones son la raíz de las posteriores concepciones
transpersonalistas, que llegaron incluso a deificar al Estado.
La unidad del Estado moderno es diferente de la unidad que existía en las
organizaciones políticas del mundo antiguo. Como hace notar Jellinek, el
dualismo que distingue a gobernantes y gobernados en la edad media, aun
cuando fue superado, dejo hondas huellas en el Estado moderno. El individuo,
hasta que surgieron los regimes monstruosos del siglo XX, nunca fue devorado
totalmente por la organización política. Con mayores o menores restricciones,
siempre se le reconoció una esfera de derechos individuales y esto como una
consecuencia del dualismo medieval entre príncipe y pueblo, entre gobernante
y gobernados. El dualismo entre Estado e Iglesia, reflejado en las luchas del
Tiempo Medio, se ha resuelto por la delimitación de las diversas esferas de
soberanía espiritual y temporal.
La libertad religiosa es una de las conquistas inalienables de la persona
humana. Las creencias religiosas deben significar una barrera infranqueable
para la actividad estatal, que debe respetarlas.
En el Estado moderno la libertad individual de deriva del reconocimiento que
de la misma hace la organización política por medio del ordenamiento jurídico.
En la antigüedad tal libertad resultaba de la especial estructuración
democrática, que hacia participar a los ciudadanos en la vida misma de la
organización política. Por ello, cuando la sociedad política se transformaba en
tiranía, el individuo se sumergía en el poder, pues no existía una barrera que lo
limitase. En la comunidad política antigua falta al individuo un lugar propio
frente a la organización política.

Teoría General del Estado 28


En el Estado moderno, como reminiscencia del dualismo medieval, se afirma la
existencia del individualismo con derechos personales específicos y por ello
sometido al poder del Estado tan solo de manera limitada. Esto cristaliza en las
Constituciones escritas, en las que hay una parte consagrada a definir los
derechos del individuo; es lo que conocemos como garantías individuales,
derechos humanos, o parte dogmática de la Constitución política.

Una situación así no se presentó nunca en la polis griega.


Este Estado moderno es el que se encontrará en la base del desarrollo
sistemático de nuestra teoría; y la doctrina política elaborada en torno al mismo
en ese tiempo y en la época contemporánea. En este capítulo solo veremos
someramente el pensamiento de algunas de las figuras más notables de cada
época.

1.5.1. El Pensamiento Político de Maquiavelo.

El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo, notable hombre de Estado y


pensador florentino (1496 – 1527), se encuentra contenido fundamentalmente en
sus obras: El Príncipe y los Discursos sobre la primera década de tito Livio.
En la construcción de su teoría se basó en la observación de las realidades
políticas de su tiempo y en el análisis que le proporcionaba el estudio de la
historia de los fenómenos políticos pretéritos.
En el príncipe, examino las causas de la grandeza y decadencia de los Estados y,
en atención a ellas, propuso una serie de medidas o consejos que seguir por los
gobernantes para la adquisición, conservación y fomento de su poder.
En el capítulo XV de su obra se encuentra su célebre doctrina que le hace
considerar lícitos los actos de los gobernantes, provistos o no de contenido ético,
siempre y cuando tiendan al fortalecimiento del poder y al bienestar público;
esta doctrina se conoce con el nombre de maquiavelismo.
De acuerdo con esa tendencia, se le considera como el iniciador del principio
político, invocado tantas veces, de la razón del Estado, o sea, de la separación
de la política y de la ética cuando lo requiriese el incremento del Estado.

Teoría General del Estado 29


No encontramos en el análisis de su obra la expresión de un conjunto
sistemático de doctrina política, sino una serie de reflexiones relacionadas con el
aumento y la consolidación de la autoridad en la persona del gobernante. Para
la obtención y para conservar ese poder contribuyen dos factores, según
Maquiavelo, en primer lugar la virtú vocablo italiano que significa en este
autor, fuerza, inteligencia, astucia, crueldad cuando sea necesaria para la
defensa del poder, hipocresía, disimulo, doblez, desconocimiento de la palabra
dada y cualquier otro elemento que ayude esa obtención y defensa del poder
político.
El otro factor es la fortuna, azar o coyuntura individual o social que llevan al
príncipe a obtener y consolidar el poder.
Es celebre también en Maquiavelo el paralelismo de las virtudes (entendidas a
su manera), del gobernante con las cualidades del león y del zorro. El príncipe
debe ser fuerte como un león y astuto como un zorro…
Esos principios, tan ayunos de ética, pero con tanto apoyo en la realidad política
de cualquier época, motivaron que su influencia y difusión adquirieran
proporciones extraordinarias y que Maquiavelo sea una de las figuras mas
conocidas, discutidas y comentadas de la historia de las ideas políticas, por sus
reflexiones sobre el poder como uno de los integrantes fundamentales de la
comunidad política y que al consolidarse independizándose totalmente o sea al
convertirse en soberanía, dio origen al Estado Moderno.
A esa fama se une en Italia su espíritu patriótico precursor de la unidad de la
patria, que en su tiempo, dividida en múltiples y pequeñas demarcaciones
políticas, la convirtió en campo de batalla donde dirimían sus contiendas los
Estados poderosos de Europa que ya habían logrado su unidad en el
Renacimiento, en particular Francia y España.
La total escisión que preconiza entre la ética y la política lo hacen también
precursor de las innumerables figuras y doctrinas políticas que han seguido esa
corriente y de la cual son aún, por desgracia ejemplos vivientes de los Estados
Totalitarios de nuestra época contemporánea.

Teoría General del Estado 30


1.5.2. El Pensamiento político de Tomás Hobbes
En el resto de Europa avanzó la tendencia de la secularización, salvo
excepciones, como la que vimos de Filmer, en Inglaterra, y las de Fénelon y
Bossuet, en Francia, que trataron de llevar al máximo la expresión de San Pablo
“Toda potestad proviene de Dios” para estimar investido del poder
directamente por Dios en su propia esencia personal al monarca. Vivieron en la
época de Luis XIV (1643 – 1715) que representa la culminación del absolutismo
traducido en su célebre frase: “El Estado soy yo”. Naturalmente que una
deformación tan exagerada de los argumentos teológicos a favor de una
persona o dinastía resulta por completo desorbitada a la luz de la realidad
política y la teoría científica que la explica. Con las excepciones señaladas la
tendencia que hemos anotado, hacia la secularización de la Ciencia política y,
en consecuencia, a su fundamentación inmanente, prosiguió continuamente.
Una de las figuras más importantes de esa tendencia es el inglés Tomás Hobbes
(1588 – 1679) quien desarrolló en el siglo XVII las bases apuntadas por
Maquiavelo y Bodino, llevando a efecto una notable construcción de doctrina
política que influyo grandemente en otros pensadores.
Su pensamiento político se encuentra contenido en sus obras: Elements of Law;
Elementa Philosophiae: Sección II, De homine, Sección III, De cive, y sobre todo
en su célebre obra El Leviatán. Hobbes trató de encontrar dentro del Estado los
elementos que a su parecer explican su origen y justificación.
Su posición filosófica, que explica la tendencia de su pensamiento político, es
materialista. Considera que únicamente existen los cuerpos con sus
movimientos, pues sustancia y cuerpo son una misma cosa.
Estando constituido el hombre únicamente por un cuerpo material, lógicamente
la tendencia más fuete de la naturaleza humana es la propia conservación, pues
a esto tiende de manera normal todo cuerpo.
Esa tendencia innata lo vuelve esencialmente egoísta: sólo busca lo que le es
útil, y asila utilidad se convierte en el criterio o patrón para distinguir el bien
del mal.

Teoría General del Estado 31


Para satisfacer sus instintos egoístas el hombre no repara en medios, el único
límite de su acción es la fuerza.
Esa condición del hombre origino en la sociedad humana primitiva un estado
de lucha, una guerra de todos contra todos,: bellun omnium contra omnes, cuya
finalidad era exterminar a los semejantes: homo homini lupus, el hombre es
lobo del hombre.
Esa situación de conflicto perpetuo, en vez de satisfacer el egoísmo individual,
impedía su desarrollo, pues siempre se encontraba alguno más fuerte o más
astuto que se opusiese.
Por ello, los hombres pensaron en obtener una fórmula de convivencia social en
la que a cambio de un sacrificio mínimo se obtuviera la libertad necesaria para
satisfacer las aspiraciones individuales.
Esa formula de convivencia la encontraron al construir la sociedad civil
mediante un contrato. Es por tanto una doctrina contractualita.
En toda sociedad es necesaria una autoridad que gobierne, para constituirla, el
pueblo cede potestad a favor de una persona o corporación. Cuando el pueblo
cede la potestad, ésta pasa de manera absoluta, ilimitada. Al gobernante, quien
recibe el poder, pero no es parte en el contrato.
En esta forma, Hobbes coloca dentro del Estado los elementos mismos de su
justificación, como órgano que asegura la paz necesaria para que los hombres
puedan satisfacer sus apetitos. Aun cuando especialmente en su obra De Cive,
aun invoca con frecuencia la sagrada Escritura, en realidad lo hace como puro
adorno, pues sus argumentos son por completo racionalistas.
Hobbes es considerado como el fundador de la moderna Ciencia política, por lo
sistemático de sus elaboraciones y su manera de considerarla como una
disciplina secularizada y autónoma.
Su obra influyo en gran manera en el pensamiento político de su tiempo y de
épocas posteriores, pues proporciono las bases de las construcciones de los
pensadores, que fueron alejando cada vez más del tradicional pensamiento
aristotélico – cristiano.
El propósito de Hobbes fue justificar la monarquía absolutista.

Teoría General del Estado 32


1.5.3. El Pensamiento político de John Locke
Situado en la corriente iusnaturalista del racionalismo y la posición
contractualista, este pensador ingles vivió de 1632 a 1704.
En 1688 una revolución transformo el absolutismo político de su país en una
monarquía parlamentaria.
Locke es considerado como el teórico de esa revolución, pues en su obra política
fundamental Dos Tratados sobre el Gobierno, publicada en 1690, encontramos,
en la primera parte, una refutación de la doctrina absolutista expuesta por
filmer en el Patriarca, y en la segunda parte de una construcción sistemática de
doctrina política, que es considerada como la primera gran defensa del sistema
democrático liberal del gobierno.
Locke, al igual que los otros pensadores contractualitas, hace referencia en su
obra a un primitivo estado de naturaleza, en el capítulo II del segundo Tratado
sobre el Gobierno Civil.
Pero su concepción de ese estado de naturaleza, difiere completamente del
pensamiento de Hobbes. Según Locke, en esa situación primitiva, los hombres
se encuentran en “un estado de perfecta libertad para ordenar sus acciones y
disponer de sus posesiones y personas en la manera que les parezca
conveniente, dentro de los límites de la ley natural, sin pedir consentimiento o
depender de la voluntad de ningún otro hombre.
En esa situación reina la igualdad, porque ningún hombre tiene mayor
influencia que los demás. La ley natural que rige esa situación primitiva es la
razón, que establece como consecuencia de la igualdad e independencia
fundamental de todos los seres humanos, que ninguno debe hacer daño a los
demás en su vida, salud, libertad o posesiones.
Esa misma ley natural, derivada de la razón, confiere a todos los hombres el
derecho de defender sus privilegios fundamentales a la vida, salud, libertad y
posesiones, castigando a quienes nos las respetan con un sentido de igualdad proporcional
al daño sufrido.

Teoría General del Estado 33


1.5.4. el Pensamiento Político de Juan Jacobo Rousseau

La tercera gran figura del contractualismo, en los tiempos modernos, es el


pensador ginebrino Juan Jacobo Rousseau (1721 – 1778).
Su doctrina contractualista difiere, no obstante, de la de sus predecesores,
Hobbes y Locke.
Nació en Suiza, paso la mayor parte de su vida en Francia, donde escribió sus
obras de doctrina política: Discurso sobre origen de la desigualdad entre los
hombres; sui obra educativa con contenido político Emilio y en especial: El
Contrato Social, publicada en 1762.
El contractualismo de Rousseau difiere de los otros pensadores de esta
dirección, en primer término, por su especial concepción del estado de
naturaleza o situación precaria de los hombres antes del nacimiento de la
sociedad política.
Para Rousseau, racionalmente, esto es, sin implicar una correlación histórica
real, puede pensarse que los hombres vivieron en una edad primitiva
encontrándose en la misma en una situación prosocial, en la que su existencia
transcurría sin traba de especie alguna, disfrutando de una libertad absoluta, en
un plano de perfecta igualdad con los demás. En esta etapa el hombre no hacía
uso de sus facultades reflexivas, vivía libremente en armonía con la naturaleza
como un noble salvaje.
Pero llegó un momento en que los seres humanos reflexionaron y empezaron a
transformar el mundo a su alrededor, empezando con el cultivo de la tierra, y así
fue naciendo la cultura y con ella la propiedad y la desigualdad entre los hombres,
terminando así el idílico estado de naturaleza primitiva. Para recuperar la libertad perdida,
los hombres se pusieron de acuerdo para crear artificialmente la sociedad política, para dar
vida al Estado. Para crearlo, los hombres ceden a la comunidad sus derechos naturales y
esta les devuelve, con su protección, esos derechos y así recuperan los seres humanos su
libertad perdida, que en lo sucesivo estará garantizada por la sociedad política.
El poder no es trasmitido como pensaba Hobbes, a un hombre o grupo de hombres, sino a la
comunidad que Serra la depositaria de la soberanía y por ello su expresión Serra hecha por
la voluntad del pueblo o voluntad general: lo que ésta establezca, será la verdad política.

Teoría General del Estado 34


Esta doctrina de Rousseau, expuesta a grandes rasgos, tuvo una influencia
extraordinaria, pues de ella derivaron sus argumentos en gran parte de los
ideólogos de la revolución francesa de 1789 y de las organizaciones políticas
liberales, que fueron su consecuencia.
No estamos de acuerdo con el pensamiento de Rousseau y en general con todo
tipo de contractualismo racionalista, porque estimamos al Estado como una
comunidad política natural, no artificial.
Entendemos a la sociedad política con un alcance mucho mayor en su misión,
que la de ser un simple guardián protector de las garantías individuales.

Estimamos además, que la libertad y dignidad esenciales de la persona humana


y la estructura y funcionamiento del Estado aun cuando sean establecidas en
concreto, en cuanto a su vigencia formal, por el orden jurídico positivo, éste no
deriva de la razón como pretende Rousseau y sus antecesores, sino que su
apoyo o fundamento axiológico se encuentra en su correspondencia con la
misma naturaleza de las cosas: jus est in rebus, “el derecho esta en las cosas”
dijo el inmortal Domingo de Soto, significando con ello la presencia indeleble
de la ley eterna, la ley natural y la ley humana o derecho positivo, no en
contraposición, sino en íntima y natural concordancia.
Es importante hacer notar que el pensamiento de Rousseau respecto de la
voluntad del pueblo o voluntad general, ha tenido repercusiones
extraordinarias en la doctrina posterior llegando aun a nuestros días con un
valor dogmático que la convierte en un verdadero mito.
La voluntad general es la expresión de la suma mayoritaria de voluntades en la
decisión de los actos políticos en la que se requiere su manifestación: en lo
sufragios electorales, en las deliberaciones legislativas y jurisdiccionales.
El mito consiste en determinar en forma absoluta lo que exprese esa voluntad
general, o mayoría de votos en la que se traduce, corresponde indefectiblemente
a la verdad política.
Llevada a ese extremo, la doctrina de Rousseau es falsa, la verdad no proviene
de la voluntad de los hombres, sino de la naturaleza de las cosas en las que

Teoría General del Estado 35


reside el principio inconmovible de contradicción. así éste lo demuestra: una
cosa no puede ser y dejar de ser al mismo tiempo. Si una verdad política existe
como tal verdad, objetivamente, no puede dejar de ser esa misma verdad aun
cuando la voluntad general haya sido no solo mayoritaria, sino unánime al
exponer que dicha verdad no existe.

Como el sufragio electoral para elegir a las personas que han de ocupar los
puestos públicos es el medio utilizado por las democracias para ese objeto,
conviene señalar lo anterior para no incurrir en el mito de la voluntad general y
tener siempre por acertadas las elecciones; y aún mucho más importante es el
aquilatar esa voluntad general en las deliberaciones de sus asambleas
legislativas. Una ley podrá ser injusta si viola el orden natural anterior y
superior de ella, aun cuando formalmente sea perfecta por haber sido aprobada
por la citada voluntad general. Hay que considerar a esa voluntad general como
una técnica necesaria para el buen funcionamiento democrático pero
atribuyéndole el valor correspondiente a la critica que hemos señalado.

Material integro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

Teoría General del Estado 36


Referencias de la unidad 1

Teoría del Estado -Teoría Política- de Francisco Porrúa Pérez, editorial Porrúa,
cuadragésima edición, segunda reimpresión.

Teoría Política de Héctor González Uribe, decima quinta edición, editorial


porrua

Teoría General del Estado 37


Autoevaluación de la unidad 1

1.- Dé una definición de Estado

2.- Al pasar del simple conocimiento vulgar al conocimiento científico del


Estado, se plantean diversos problemas, que han de resolverse para lograrlo:
1)
2)
3)
4)
3.-¿Cómo manifiesta su existencia el Estado?

4.- ¿Por qué el autor manifiesta “el Estado es una realidad de inmensa
trascendencia en nuestra vida”?

5.- Enumere los problemas básicos que se ofrecen al estudioso del Estado en
cuanto se pone en relación con su objeto de conocimiento

6.- Enumere las cuatro materias señaladas por los especialistas en Ciencia
política que se reunieron en la sede de la UNESCO en París, en septiembre de
1948, como base para precisar el campo de investigaciones, la metodología y las
formas de enseñanza de dicha ciencia.

7.- ¿Cuáles son los dos conceptos del Estado que distingue Jorge Jellinek en su
obra “Allgemeine Staatslehre” y qué considera cada uno de estos conceptos?

8.- ¿Qué examinó Nicolás Maquiavelo en su obre “El Príncipe”?

9.- Por lo sistemático de sus elaboraciones y su manera de considerarla como una


disciplina secularizada y autónoma, este filósofo es considerado como el fundador de la
moderna Ciencia política:

Teoría General del Estado 38


UNIDAD 2

FACTORES DE EXISTENCIA DEL ESTADO


OBJETIVO DE LA UNIDAD:

Que el estudiante vaya profundizando su análisis del Estado a la luz de los


conceptos previamente adquiridos y pueda avanzar en su comprensión del
Estado Moderno

2.1. EL ESTADO EN EL MUNDO ACTUAL

Importancia del Estado en Nuestros Días


Pocas realidades tienen una importancia tan grande en el mundo actual como el
Estado. Para bien o para mal el Estado representa un papel de primera
magnitud en la vida del hombre contemporáneo, y quiéralo o no él o no, su
presencia se hace sentir decisivamente en la relación de su destino.
Lo mismo en un continente que en otro, en un país industrial altamente
desarrollado que en un pueblo semifeudal que apenas acaba de salir del
colonialismo, la política seguida por el Estado en el campo económico, cultural
o moral, puede abrir al pueblo las puertas del bienestar y la prosperidad o
sumirlo en los abismos de la desesperación y la ruina. Patentes están los
ejemplos que ofrece la historia política del siglo XX.
Y es que el Estado está vinculado íntimamente con la naturaleza social del
hombre,. Es una comunidad que por su organización y fines ayuda al individuo
humano a la plena expansión de su personalidad y crea el ambiente propicio
para la cooperación social en el orden, la paz y la justicia. Es, en verdad, una
sociedad que por su amplitud, la diversidad de sus funciones y la gran
variedad de recursos materiales y espirituales con que cuenta, puede
considerarse como la única sociedad que cubre integralmente el ámbito de los
fines existenciales humanos en el plano de lo temporal, intramundano.
Esta característica del Estado había sido ya considerada por los grandes
pensadores políticos desde la antigüedad como algo esencial a la comunidad
política. Por eso la doctrina del Derecho Natural designó al Estado con el
nombre de sociedad perfecta, es la sociedad autárquica o autosuficiente que

Teoría General del Estado 39


contiene en sí todo o necesario para promover la vida buena de los hombres, o
como ahora se diría, para el bienestar general. No es simple valerse por si
mismo en el campo económico –que ha dejado ya ver posible en el complejo
mundo de relaciones internacionales en que vivimos – sino el estar dotado de
una estructura, de una organización de unos fines y de un poder supremo de
mando, que le permite al Estado fundar, favorecer y regular la cooperación
social en todos los campos. Y así poner al servicio de la persona humana todo lo
que esta requiere para el cumplimiento cabal de su destino.
Fiel a su trayectoria histórica y a su naturaleza, el Estado en nuestros días sigue
siendo esa estructura suprema de poder que condiciona el bienestar de los
hombres y de los pueblos. Su presencia se hace notar en todas las regiones de lo
social, como agente de promoción o como colaborador de la iniciativa privada,
o como garantía de la actividad de las comunidades menores.

2.2. ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL ESTADO

Fin y Sentido del Estado


Después de realizar esta tarea de buscar y hallar la dimensión radical y llena de
sentido de lo político en lo más hondo de la naturaleza ontica, psicológica y
moral del ser humano y de haber delineado la figura del auténtico homo
politicus – no en el sentido superficial de hombre que se interesa o participa en
la política de un grupo determinado, sino en el pleno y fundamental sentido
aristotélico del zoon politikón- vamos a intentar señalar el trazo de las grandes
líneas maestras de la construcción de la política. Trataremos de ubicar al Estado
en el campo de la vida social y de señalar sus características estructurales.
Encontraremos con ello la función, muy significativa, que el propio Estado
desempeña en el desarrollo de la realización del orden público.
Debemos comenzar, desde luego, por aclarar algunas nociones que aunque
afines entre si conservan, sin embargo, su significado propio. Una de ellas es el
fin del Estado. Desde Aristóteles inicio el libro primero de su política diciendo
que “toda comunidad se constituye en vista de algún bien”, se ha considerado
la cuestión del fin como algo esencial para el concepto de Estado. Y sin duda

Teoría General del Estado 40


alguna que lo es, y no hubo dificultad en admitirlo así todo el tiempo que
predomino la tradición aristotélica en el ámbito de la Filosofía política. Pero
cuando el Derecho Natural racionalista de los siglos XVII y XVIII quiso
convertir el fin no en algo que brota natural o espontáneamente de la
comunidad, sino en una creación arbitraria de la voluntad humana, la cuestión
se embrollo. Y ante el embate de las corrientes románticas y naturalistas del
siglo pasado, llego incluso a ser tenida como artificial y superflua.
Lo que pasó fue que se confundieron las ideas y se tomó una cosa por otra. No
puede negarse que el fin genérico, natural, de toda comunidad política sea el
bien común, pero eso no excluye que una vez constituido el Estado, en si
mismo, como institución, los ciudadanos presten un consentimiento consiente y
responsable para que funcione y perdure el Estado, su Estado. Además es
evidente que cada Estado determinado tiene su misión histórica propia, que
depende en mucho de su geografía, su composición étnica y cultural, sus
necesidades económicas y política. No es lo mismo la misión de Francia que la
de Estados <unidos de Norteamérica o Indonesia o Polonia o la URSS.
Otra cosa distinta es también la manera de cómo el Estado realiza su fin, si es
acatando una jerarquía de valores o negándola. En el primer caso, la actividad
del Estado es valiosa, y de allí obtendrá su justificación, que podrá ser
trascendente si se arraiga en valores sobrenaturales, divinos o inmanente si se
finca en los que son intrínsecos a la institución estatal. Y en el segundo caso, si
no respeta la jerarquía de los valores, el Estado no se legitima ante la conciencia
moral de los hombres. Pero en ambos casos el problema de la justificación es
distinto del que se refiere al fin mismo del Estado.
Y todas las nociones anteriores de fin natural, fin consiente justificación o
ilegitimidad del Estado, tampoco deben confundirse con otra que es muy
importante, pero tiene una connotación diversa: la de la función social del
Estado. Ésta consiste en la actividad que el Estado desarrolla, en su campo
específico, para cumplir precisamente las exigencias de su fin. Es una tarea
objetiva, realista, llena de sentido, y que va más allá de los fines subjetivos de

Teoría General del Estado 41


los ciudadanos o de los gobernantes. Es algo institucional. Se le puede llamar
quehacer del Estado, su acción social objetiva.
Esta acción social da lugar a una interpretación objetiva del Estado que en
manera alguna puede confundirse con la interpretación psicológico-subjetiva
del mismo. Esta contempla al Estado como un fenómeno cultural, en el que hay
una proyección del espíritu humano, es vista de un fin consiente y deliberado,
de cierto valores concretos. Busca en la organización política las intenciones o
propósitos de los hombres que han influido en ella. En cambio la primera no se
ocupa más que de la unidad objetiva de acción del Estado, o sea, aquel conjunto
de actividades que independientemente de cualquier intención subjetiva de los
gobernantes o de los súbditos, son semejantes en todas partes y tienen un
sentido propio, comprensible en la totalidad de la vida social.
Este sentido propio, que podríamos llamar inmanente al Estado, es algo que
resulta de su organización misma, de su naturaleza institucional. Precisamente
porque el Estado – en sí, haciendo abstracción de su forma u orientación – debe
responder a la idea objetiva del bien público de la sociedad, requiere órganos y
funciones adaptados a esa misión y juntamente con ello una serie de
actividades o tareas que le corresponden por su carácter institucional, sin
influencia inmediata de fines subjetivos o de ideologías. El Estado, ciertamente,
como toda formación humana, es un complejo existencial, en el que hay una
interacción reciproca de lo objetivo y de lo subjetivo, de lo técnico-funcional y
de lo pasional-voluntario. Pero por razones metodológicas y para entender
mejor lo que es el Estado, podemos considerar separadamente su función social
objetiva y su papel unificador de las decisiones políticas.
Material integro de la obra del Maestro Héctor Gonzáles Uribe

Teoría General del Estado 42


2.3. ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DEL ESTADO, EL ELEMENTO
FORMAL: LA AUTORIDAD O PODER PÚBLICO

La Autoridad o Poder Público


Habiendo analizado el elemento constitutivo del Estado que denominamos
teleológico, o sea, el elemento correspondiente a la finalidad propia del mismo,
que es el bien público, con las características que le atribuimos, vamos a iniciar
el estudio de otros de los elementos constitutivos del Estado, que es la
autoridad o poder.
Vimos que el bien público temporal solo puede lograrse por medio de la
voluntad reunida de todos los individuos y todos los grupos que integran el
Estado, actividad que debe ser coordinada por el Estado que para que no sea
desviada y pueda conseguir el objetivo al cual debe orientarse, objetivo que
agrupa a todos los individuos, sin excepción: hombres, mujeres, niños, adultos,
etc. Es decir, todos los individuos que forman el elemento humano del Estado.
Todos ellos deben concurrir para realizar la tarea indispensable común dirigida
a conseguir la satisfacción de las necesidades propias individuales y,
concomitantemente, el bien común.
Sin embargo, esta sociedad universal y necesaria, el Estado, no podría existir ni
alcanzar sus fines sin la existencia en el mismo de un poder, es decir, la
autoridad. En esta forma establecemos la necesidad de una institución
gobernante en el Estado y afirmamos que la cooperación libre de los individuos
es una mera ilusión.
La misión coordinadora del Estado implica que éste pueda imponer
obligatoriamente sus decisiones; para ello necesita tener poder. La realización
del bien público postula la necesidad de una autoridad. El bien público en sus
manifestaciones de orden y armonía y de suplencia a la actividad particular,
reclama la existencia de la autoridad.
El bien público requiere una división del trabajo entre dos grupos: uno de ellos
determinará cuáles son las exigencias del bien público, cuál debe ser su
contenido, y después de ello decidirá e impondrá su voluntad, con el objeto de
realizarlo. El otro grupo realizara las actividades correspondientes a su libertad

Teoría General del Estado 43


regulada por el orden y las directrices que le son enseñadas. Esta distinción
entre gobernantes y gobernados. De esta manera, la noción misma del Estado y
especialmente el fin que éste persigue, excluye un régimen de igualdad entre
los asociados, y, por tanto, debe el Estado tener autoridad y poder para
imponer una cierta conducta, con el objeto de no caer en la anarquía y en la
imposibilidad de conseguir el bien público. No se llega al orden por vía de
dispersión y de desorden.
El orden implica una determinada convergencia de acción como necesidad
impuesta por la autoridad. A algunos autores se les presenta de tal modo
necesaria la existencia del poder, que exageran su importancia y presentan al
Estado como un simple fenómeno de poder y solo ven al resto de la población
como súbditos de la clase gubernamental que es la que según ellos, constituye
el Estado, que en esta forma se confunde con el gobierno. Naturalmente que
esta concepción es falsa, pues el Estado es el resultante de la actividad de todos,
de las mutuas relaciones de los gobernantes y de los gobernados y de la
interrelación de los gobernados entre sí.
Por el contrario, hay teorías que consideran la posibilidad de que se llegue a
una etapa de cooperación libre, en que todo gobierno habría desaparecido,
sustituyendo el Estado económico al político. Aparte de la falsedad de reducir
toda la actividad estatal a la económica, hay en este mismo aspecto la necesidad
de una autoridad que coordine toda la actividad económica, para que esta se
mantenga en los contornos a que puede llegar la libertad, sin que resulte nociva.
Esta doctrina, preconizada por el marxismo, ha conducido a la creación de
sistemas políticos monstruosos y totalmente divergentes de esos mismos
principios. El Estado soviético trató de llevar a efecto los postulados del
marxismo; sin embargo, la tiranía soviética fue la más autoritaria imposición
política. La actitud política de apertura de Yeltsin la terminó.

La Fuerza Material del Estado


Vamos a ocuparnos ahora del papel que representa la fuerza material del
Estado. Como el fin del Estado es la obtención del bien público temporal, la

Teoría General del Estado 44


autoridad no tiene solo el derecho, sino el deber ineludible de velar por el
cumplimiento de sus mandatos, haciendo uso de las manifestaciones materiales
de su poder. La ejecuciones forzosas, los embargos y las medidas de seguridad,
impuestos por el Estado a quienes no respeten sus decisiones, son los casos más
típicos de estas manifestaciones materiales de poder.
Quien dice autoridad, dice poder. Sin duda la doctrina alemana clásica se
equivocaba cuando confundía al Estado con el poder material. Pero también es
cierto que para poder gobernar, la autoridad necesita de la fuerza material que
le permita llevar a efecto obligatoriamente sus decisiones. Pero esa fuerza debe
estar encaminada hacia los fines del Estado, que en su aspecto de autoridad,
debe dictar órdenes de vista del bien público. La fuerza no es la justificación ni
la realidad del poder, que es de esencia espiritual; pero si es su auxiliar
indispensable.

En consecuencia, el Gobierno que por principio o por debilidad no haga uso de


la fuerza, faltará a su deber. Si por debilidad o por principio, el Estado no logra
que existan ese orden y armonía necesarios para el bien público a que destina
su actividad, entonces desvirtúa su propia esencia. En consecuencia, también el
Gobierno está obligado a armarse, de tal suerte, que ningún partido, grupo o
individuo esté en posibilidad de combatir con el Estado.
La fuerza en el Estado no sólo sirve para asegurar el cumplimiento de sus
órdenes, es también la condición de la libertad de las decisiones de sus
gobernantes. El Gobierno será débil mientras no disponga de una fuerza capaz
de vencer todos los obstáculos que puedan surgir de su interior. La debilidad es
una falta y siempre un vicio.
Las demás fuerzas sociales deben ser más débiles que las del Estado, que debe
mantenerlas en su justo desenvolvimiento. Pero, no obstante la existencia de es
fuerza, existe también la necesidad de otro elemento: la libre adhesión de los
ciudadanos, siendo esta adhesión la base fundamental en que descansa la
autoridad. La fuerza, por si sola, especialmente la fuerza militar, no basta para

Teoría General del Estado 45


fundar de hecho, y menos para justificar, la autoridad del Estado y de los
gobernantes.
El ejército es necesario para proporcionar la fuerza material indispensable para
la existencia y desarrollo del Estado. Pero la experiencia enseña que ningún
gobierno se hace respetar por el solo prestigio de la fuerza. Si la masa del
pueblo se niega a obedecer, ni la mayor fuerza puede obligarla a nada. Un
Estado está condenado a la desaparición cuando no goza de la adhesión,
gustosa o resignada, de los ciudadanos.

Esta adhesión nace de la confianza, de la simpatía o de la autoridad, en sentido


psicológico. Por ello conviene organizar al gobierno de manera que se permita
el juego de esos dos factores: la competencia técnica y el valor moral de los que
gobiernan. Pero la fuerza debe detener la indisciplina, que, si no se refrena,
conduce a la anarquía y a la desaparición del Estado mismo.

Relaciones Entre el Poder Civil y el Militar

Pero si hemos admitido la necesidad de que exista una fuerza militar, un poder
militar, debemos precisar el papel que debe éste desempeñar dentro del Estado.
¿Cuál es la relación que debe existir entre el poder militar y el poder civil?
La fuerza pública no debe estar más que al servicio de aquellos que estén
capacitados para dar órdenes, sin que pueda portarse como organismo
independiente ni dar órdenes, fuera de las relativas a su propia organización.
Debe subordinarse el poder militar al poder civil, porque su papel se limita a
servir. El poder político corresponde a los gobernantes, no a los jefes del
ejército.
Cuando una persona, como el presidente de México, es el jefe nato del ejército,
tiene esas dos personalidades; pero siempre tendrá sus funciones delimitadas
por la competencia propia de cada esfera, otro aspecto, el militar, le sirve de
apoyo; la fuerza militar le conserva y permite desarrollar su existencia.

Teoría General del Estado 46


2.4. ELEMENTOS PREVIOS DEL ESTADO
El Territorio, Elemento Físico del Estado

Existen agrupaciones humanas en las que el territorio no es de importancia


primordial; por ejemplo: la Iglesia, las organizaciones internacionales, etcétera.
Pero tratándose del Estado, el territorio es un elemento de primer orden,
colocado al lado del elemento humano en cuanto a que su presencia es
imprescindible para que surja y se conserve el Estado.
Los hombres llamados a componer el Estado, deben estar permanentemente
establecidos en su suelo, suelo que se llama patria; que deriva de dos vocablos
latinos: terra patrum (tierra de los padres). La formación estatal misma supone
un territorio. Sin la existencia del territorio no podría haber Estado. Desde este
momento hacemos la aclaración de que no por afirmar lo anterior queremos
decir que el territorio forma parte de la esencia del Estado. Simplemente
afirmamos que es un elemento necesario para su vida. Este hecho se expresa
por Jellinek diciendo que el Estado es una corporación territorial.
Hay autores que niegan lo anterior, que el territorio sea un elemento
indispensable del Estado. Tratan de desmaterializar totalmente al Estado con la
mira de asegurar en cualquier hipótesis la prepotencia del elemento humano
sobre el territorio. Pero es absurdo desmaterializar instituciones que de hecho
postulan un elemento material.
El hombre, compuesto también de materia (y espíritu), depende en su
personalidad física del espacio, del suelo. Por otra parte, no puede hacerse
parangón del Estado con la Iglesia, en este aspecto territorial, porque la misión
y fines de la Iglesia, puramente espirituales, son diferentes de la misión y fines
del Estado, en los que se involucran en los que se involucran fundamentalmente
intereses materiales. La tierra, interés material, tiene en la comunidad política
una categoría y una función primordiales.

La extensión del territorio del Estado no tiene trascendencia decisiva, en lo que


se requiere a los principios de la doctrina política. Lo importante es que exista

Teoría General del Estado 47


ese territorio; la mayor o menor extensión territorial y la abundancia o escasez
de bienes materiales en el Estado, determinaran su mayor o menor extensión, e
incluso tendrá repercusión en lo que se refiere, según veremos oportunamente,
a las formas de Estado; en su mayor o menor riqueza o poderío, pero no son
esenciales a la existencia del Estado en determinada cantidad. Siempre han
existido Estados ricos y pobres, grandes y pequeños, pero Estados al fin y al
cabo. El Estado es una agrupación política, no una expresión geográfica o
económica.
El territorio comprende además de la superficie terrestre, el subsuelo, la
atmósfera y el mar territorial, comprendiendo en el mismo la plataforma
continental.

El Gobierno
El Gobierno es esencialmente la acción por la cual la autoridad impone una
línea de conducta, un precepto, a individuos humanos. Lo gobernados son los
habitantes del Estado, nacionales y extranjeros, que se encuentran en el
territorio estatal. La actividad de la autoridad en su aspecto de Gobierno es dar
órdenes. Puede también proceder por vía de sugestiones, pero solo
supletoriamente. Su misión principal es ordenar. Naturalmente que esas
órdenes no deben ser arbitrarias, sino que han de dirigirse hacia la consecución
del bien público.
El campo propio de esas órdenes se extiende a todas las materias que hemos
visto integran el bien público, materias que de cerca o de lejos, en el orden de
los fines o de los medios, se refieren al bien público temporal. Se trata de
relacionar los individuos entre sí y a éstos con los órganos del Estado, o bien, de
relaciones entre los distintos sectores del gobierno.
El ordenar cubre normalmente todo el campo delimitado por los fines de la
agrupación política. Esas órdenes de la autoridad pueden revestir diferentes
características. A veces son generales, dictadas a priori, para todos o para
determinado grupo, en forma abstracta. Estamos en presencia entonces de
leyes, reglamentos, jurisprudencia y, en forma supletoria, de las costumbres y la

Teoría General del Estado 48


doctrina. Pero los mandatos también pueden ser particulares; el Gobierno
puede tomar una decisión en vista de un caso concreto. Entonces estamos frente
a las sentencias, las concesiones administrativas y en general los actos
administrativos en sentido estricto.
Las leyes, entre otras particularidades, revisten el carácter de ser imperativas o
supletorias. Por tanto, observamos que este primer aspecto o primera tarea de la
autoridad se confunde con la misión del Derecho positivo en sentido amplio y
que comprende reglas generales y funciones concretas o administrativas. La
autoridad está en aptitud de crear el Derecho positivo. Vemos que el Derecho
en esta forma nace del aspecto de la actividad de la autoridad que hemos
considerado como Gobierno. Esta función de elaboración del Derecho en su
aspecto formal por medio de las órdenes que dicta el Estado, se ve
condicionada por la orientación hacia la consecución del bien público.
El Estado se ve precisado a fijarse en la necesidad de buscar el fundamento de
sus decisiones en las normas que rigen la conducta humana, especialmente
desde el punto de vista moral. La autoridad no podrá hacer que reinen el orden
y la paz, si no comienza por concebir las relaciones de los hombres entre si
sobre las bases de justicia y de caridad definidas por la moral social. Esto es, la
fuente material del
Derecho positivo debe ser siempre el Derecho natural entendiendo a éste como
el recto ordenamiento de la conducta de los hombres, que deriva de su peculiar
naturaleza individual y social. La autoridad, por razones técnicas o políticas,
podrá o no, reproducir todas las normas del Derecho natural en normas de
Derecho positivo; pero éste, no deberá nunca contradecir al Derecho Natural, y
si esto ocurre, los particulares podrán justificadamente abstenerse de acatar la
norma positiva.
Material integro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

2.5. VICISITUDES EN LA VIDA DEL PODER ESTATAL

Formación y Modificación de los Estados

Teoría General del Estado 49


A lo largo de sus múltiples intervenciones en la vida estatal de nuestros días, el
poder político va adquiriendo un dinamismo cada vez más intenso y
multiforme. Va tejiendo y destejiendo los hechos políticos cotidianos y va
preparando cambios en sucesión más o menos rápida. Esto en condiciones
normales. Pero hay ocasiones en las que el poder político tiene que trabajar con
acontecimientos más graves y transcendentales, como son la vida, la
transformación y la muerte misma de los Estados. A estos acontecimientos nos
vamos a referir ahora, en su carácter de vicisitudes dramáticas y vitales del
poder.
Debemos aclarar, ante todo, que no vamos a considerar aquí al Estado, en sí
mismo, como institución, desprendido de sus contingencias de tiempo y
espacio, en un plano de pura teoría política, sino más bien a los Estados, en
concreto, en su vida apacible o tumultuosa, tal como se forman, se modifican o
desaparecen en el orden jurídico y político internacional.

Veamos primeramente, su formación. Sin remontarnos a una historia política


muy remota, que por el momento no tiene mayor interés para nosotros, en
nuestro plano de estudio del Estado moderno, diremos que una observación
empírica y un análisis histórico de las relaciones políticas de los pueblos, nos
revelan que el nacimiento de los Estados, en su forma más simple, responde a
un doble esquema: el de la formación primaria y el de la formación secundaria
de los Estados. Conforme al primer esquema, los Estados se forman, en un
momento dado y advierten a la vida política, sin el previo antecedente de otro
Estado, ya constituido, que le haya dado origen. Tales el caso típico de los
Estados que nacen por un movimiento de independencia contra un poder
colonial que los había mantenido, durante siglos, en situación de subordinación
y minoría de edad. Eran alieni iuris, y al independizarse llegan a ser sui iuris en
el orden internacional. Se hacen soberanos. Así pasó, por ejemplo, con los
Estados Unidos de América a partir de su declaración de independencia de 4 de
julio de 1776; con México, a partir de su acta de independencia de 28 de

Teoría General del Estado 50


septiembre de 1821; y con los demás países de la América Latina, durante el
siglo XIX.
Históricamente podemos considerar también como formación primaria la de los
grandes Estados europeos que, tras una larga gestación en la Edad Media,
surgieron con gran pujanza en los comienzos de la Edad Moderna, como
entidades soberanas. Así, Francia, Inglaterra, España, por más que en su
formación hubieran intervenido múltiples elementos del viejo orden pluralista
feudal.
Conforme al segundo esquema, en cambio, los Estados se forman sobre la base
de un Estado o grupo de Estados previamente existentes, que les dan origen, ya
sea porque se funden entre sí o se desmembran. Tal es el caso del Imperio
Federal Alemán en 1871, después de la guerra franco-prusiana; o el del nuevo
Reino de Italia, en 1870; o el de los
Estados que surgieron del desmembramiento del Imperio austro-húngaro
después de la primera guerra mundial, como la República de Austria, la de
Hungría, la de Checoslovaquia y la de Yugoslavia. Y en nuestros días, basta
recorrer la geografía política del Continente Africano, para darse cuenta de los
muchos Estados que han surgido a la vida independiente por estos mismos
procedimientos.
Este segundo modo de formación de los Estados suele tener las variantes a que
nos hemos referido, y que en la técnica jurídica internacional suelen llamarse
fusión y desmembramiento. La fusión tiene lugar cuando dos o más Estados se
unen para dar origen a un nuevo Estado, como pasó, por ejemplo, con
Tanzania, en el Continente Africano, que está formada por la antigua Tanganica
y las islas de Zanzíbar, pemba y otras de menos importancia. Puede suceder
que los Estados, al fundirse, pierdan su existencia propia, o bien que conserven
su autonomía interior.
Esto dependerá del acuerdo que celebren. El desmembramiento tiene lugar, por
su parte, cuando un Estado se fracciona, voluntariamente o a consecuencias de
una guerra, y sus diversas fracciones forman nuevos Estados, como pasó en el
citado caso del Imperio austro-húngaro.

Teoría General del Estado 51


De la formación de los Estados pasamos ahora a su modificación. Este
fenómeno jurídico sobreviene cuando cambia alguno de los elementos básicos
del Estado: la población, el territorio o el gobierno. El cambio puede ser más o
menos profundo, y de allí dependerá la importancia de las modificaciones
sufrida por el Estado. La población, desde luego, es elemento menos
significativo para los efectos de estas modificaciones. Puede aumentar o
disminuir, concentrarse más en un lugar que en otro, sin que por ello cambie la
estructura jurídica y política del Estado. Aumentará o disminuirá, en todo caso,
la potencialidad económica o militar del Estado que tenga una población mayor
o menor, pero esto no afecta a la existencia misma del Estado.
Otra cosa muy distinta sucede con el territorio. Aunque en sí mismo no es un
elemento integrante de la esencia del Estado, sino una condición indispensable
para que éste exista y cumpla sus funciones, es de tal manera vital para que el
Estado ejerza su soberanía sobre los hombres, que si el territorio se llegare a
perder, en todo o en parte, por acuerdo de voluntades o por la ocupación
armada, el Estado quedaría seriamente modificado. Así, cuando a
consecuencias del Tratado de Guadalupe Hidalgo, de 2 de febrero de 1848, el
Estado Mexicano perdió, en beneficio de los Estados Unidos de América, los
territorios de Texas, California y Nuevo México, dejó de existir la soberanía
mexicana sobre esos territorios y pasaron a formar parte de un nuevo Estado.
Lo mismo ocurrió con las provincias de Alsacia y Lorena, que a consecuencia
del Tratado de Frankfurt, de 1871, perdió Francia a favor del Nuevo Imperio
Federal Alemán.
Por lo demás, la pérdida del territorio puede llegar a ser de tal manera grave,
que implique la desaparición total del Estado, como ocurrió con la
desmembración de Polonia (1793-1795), o, en épocas más recientes, con la
ocupación, por Rusia, del territorio de las llamadas Repúblicas del Báltico,
Lituania, Estonia y Letonia. Si la ocupación del territorio por una potencia
extranjera fue puramente temporal, como consecuencia de una guerra, el
destino del territorio –y con él el del Estado – quedaría pendiente hasta el fin de
la misma. Pero si al terminar la guerra, el Estado no ejercía la soberanía sobre su

Teoría General del Estado 52


territorio no recupera éste, ni puede libremente seguir ejerciendo sus funciones
jurídicas y políticas, conforme a la Constitución, tal Estado ha desaparecido y
será sustituido por otro. Tal cosa ocurrió con muchos Estados del centro del este
de Europa al terminar la segunda guerra mundial en 1945. Dejaron de existir el
antiguo Estado polaco, el rumano, el húngaro y muchos más, para dar lugar a
nuevos Estados socialistas satélites de la URSS.
Algo análogo acontece en los casos de guerras civiles. La soberanía ejercitada
por el gobierno establecido va desapareciendo a medida que pierde territorio en
manos de los insurrectos. Y cuando éstos triunfan totalmente y establecen su
dominio sobre todo el territorio, ha llegado el momento de extinción del
gobierno anterior y de modificación de la estructura jurídica y política del
Estado. Los llamados “gobierno en el exilio” son sólo un subterfugio para
prolongar artificialmente la vida en un Estado que, por la pérdida de su
territorio –y la consiguiente soberanía sobre los habitantes- de la revolución se
ha consolidado, y no existe ya ninguna esperanza razonable de reconquista del
poder por parte del gobierno anterior.
De todo lo que hasta aquí hemos dicho podemos colegir que la modificación
más importante en la vida del Estado es la que afecta al elemento más
significativo del mismo, que es el gobierno. El gobierno de un país funciona
normalmente dentro de la Constitución o la Ley Fundamental que rige al
Estado. Pero el cambio en las condiciones sociales, económicas y políticas
impone un cambio concomitante en el gobierno, ya sea en su composición, en
sus estructuras o en su forma misma. Ese cambio puede sobrevenir paulatina y
pacíficamente por evolución, mediante la obra de los órganos legislativos
constituidos, o en la forma violenta y rápida por revolución.
En este último caso pueden distinguirse varias hipótesis. Una es la del simple
cambio de gobernantes, por un cuartelazo o golpe de Estado, que puede ir
desde la mera sustitución de una persona por otra, pero sin cambio en la forma
de gobierno o en la estructura fundamental del Estado, hasta una verdadera
modificación de las leyes fundamentales del Estado y del sistema de gobierno,

Teoría General del Estado 53


como es el caso de una monarquía que es derribada y sustituida por una
república.
Material integro de la obra del Maestro Héctor Gonzáles Uribe

2.6. LA AUTORIDAD O PODER PÚBLICO

Continuaremos estudiando el elemento constitutivo del Estado que hemos


denominado autoridad o poder público. Analizamos ya el aspecto formal de
este elemento, el aspecto formal de la autoridad, que se manifiesta
concretamente en las decisiones de carácter general creadoras del Derecho
positivo y decisiones de carácter particular, tomadas en vista de casos concretos
que la autoridad resuelve dirigiendo la marcha del Estado. Este aspecto es el
gobierno.

La Administración
Vamos a ver ahora el otro aspecto de la autoridad: la administración. La
autoridad llamada a un papel principal en la actividad política, no se limita al
gobierno (aspecto formal); no se concreta a dirigir en vista de los fines sociales
la actividad de los ciudadanos, sino que también se manifiesta por medio de la
administración. Administrar es proveer, por medio de servicios, a la
satisfacción de los intereses que se consideran incluidos en la esfera del Estado
y del bien público. La autoridad en el aspecto de administración tiene diversas
tareas por realizar.
En primer término, debe hacer la selección de los intereses que merecen ser
administrados, delimitar el campo en el que habrá de desarrollar su función de
administración. Seleccionando este campo, fijados aquellos intereses que
merezcan ser administrados, debe organizar los servicios encargados de
administrar esos intereses, estimulándolos y controlándolos en sus funciones.

Debe vigilar también la coordinación de los distintos servicios, para que, no


obstante la diversidad de intereses a que se dirija, tome en cuenta que todos
ellos se han de enfocar hacia la realización del bien público puro y simple.

Teoría General del Estado 54


Cualesquiera que sea su estructura, los servicios públicos se componen siempre
de un doble elemento: un conjunto de personas ligadas entre sí por el vínculo
del servicio y sometidas a la disciplina del mismo, un conjunto de bienes que
están establecidos en relación con el servicio.
Material integro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

2.7. LA DINÁMICA DEL PODER POLÍTICO

El Poder del Estado: Su Estructura Jurídica y sus Funciones


… La justificación del poder político se complementa, por su parte, con el
principio de legitimidad y el fenómeno de la legitimación. Uno se refiere al
modo de transmisión del poder, y el otro al ejercicio actual del mismo. Se dice
que el poder es legítimo cuando su constitución y transmisión se realiza
conforme a la ley, independientemente de cuál sea la forma de gobierno,
monarquía o republicana que adopte el Estado. Esa legitimidad se prolonga
indefinidamente y se consolida mientras el poder político continúa actuando de
acuerdo con las leyes.
Hay, por otro lado, poderes de hecho, cuyo origen no es legítimo, porque no se
ajusta a las leyes establecidas, sino que es debido a un golpe de Estado o
revolución. Estos poderes pueden legitimarse, a lo largo del tiempo, si actúan
conforme a la fórmula del poder de Derecho, o sea, si el poder mayoritario de
dominación se subordina al poder minoritario que reside en la autoridad y la
competencia. Sobreviene así la legitimación o reconocimiento del gobierno de
hecho por parte de las vivas del país, en modo análogo a lo que ocurre con los
llamados gobiernos de facto en el orden jurídico internacional…
Material integro de la obra del Maestro Héctor González Uribe

2.8. LA SOBERANÍA DEL ESTADO

Al examinar al Estado como unidad, desde el punto de vista sintético,


advertimos que se trata de una sociedad humana, que se encierra dentro de sí,
muchos otros grupos humanos que le están subordinados. Advertimos con
claridad que es la agrupación humana de mayor jerarquía en el orden temporal.

Teoría General del Estado 55


Esa jerarquía superior tiene validez no sólo respecto de los grupos sociales que
están colocados en el interior del Estado, sino respecto de los grupos externos al
mismo, en el sentido de que éstos no pueden inmiscuirse en los asuntos
internos del Estado. Esa especial jerarquía de preeminencia interior e
independencia externe, obedece a una nota característica del Estado que es la
soberanía.

Evolución Histórica de la Soberanía


Vamos a estudiar, en consecuencia, el segundo de los caracteres esenciales del
Estado, la soberanía y, en primer término, la evolución histórica de este
concepto. Al estudiar uno de los elementos constitutivos del Estado, al
examinar el poder, tenemos que tomar en consideración uno de sus atributos;
uno de los atributos del poder que es, la soberanía. Y con objeto de penetrar
mejor en su esencia y de poder explicar con mayor claridad en lo que consiste
este concepto, vamos a estudiar la evolución histórica del mismo.
Analizaremos, pues, la soberanía en las distintas etapas de la Historia.

De acuerdo con Jellinek, estimamos que este concepto básico, de la teoría del
Estado, tiene que investigarse analizando su evolución histórica y, al hacerlo,
tomando en consideración, de manera fundamental, que las ideas no se
elaboraron en torno de ese concepto, sino de la situación histórico-política
donde el mismo se originó.
En un principio, la soberanía es una concepción de índole política, que más
tarde evoluciona en un concepto de índole jurídica. La soberanía como concepto
surgió, no en virtud de razonamientos de gabinete, de especulación teórica o
abstracta, sino motivada por la necesidad de explicar acontecimientos
históricos. La historia misma de las comunidades políticas hizo nacer
determinadas situaciones que, para ser explicadas, tuvieron que motivar
razonamientos que dieron origen al concepto de soberanía.

Teoría General del Estado 56


El Pensamiento Griego
La autarquía, el bastarse a sí mismo sin depender de los demás, es lo que
especifica al Estado, para la doctrina de Aristóteles. Este pensador sólo exige,
para que exista el Estado, la independencia potencial y activa respecto del
exterior, independencia que se funda, tal vez, no tanto en su naturaleza de
poder supremo, cuando en la situación que le es propia al Estado, de ser en si
mismo suficiente para satisfacer todas sus necesidades.
En esta forma, la autarquía no es una categoría jurídica, sino ética, porque se
trata de la condición fundamental de la que depende la realización de los fines
del Estado, o la realización de la vida perfecta. Este concepto aristotélico está
ligado con el pensamiento griego en relación con el mundo y con la vida, y sólo
puede comprenderse examinando esa especial concepción helénica del mundo
y de la vida.

Roma
Los romanos, herederos culturales de los griegos, tampoco llegaron a la
concepción del Estado soberano. El pensamiento romano, fundamentalmente
práctico tomaba en cuenta ante todo la realidad, su situación de poderío
preeminentemente sobre los otros Estados contemporáneos al suyo, les impedía
hacer comparaciones y precisar las características de ese poder, que
simplemente consideraban tenía una supremacía indiscutible, y en este sentido
hablaban de él como majestas, potestas, expresando con esos vocablos la potencia
y fuerza del imperio de Roma, el poder y la fuerza militar de mando; pero sin
explicar nada acerca del contenido preciso de ese poder, ni del Estado, ni de la
independencia de Roma respecto de los poderes extranjeros.
En Roma, hasta época muy avanzada, fue viva la idea, de que el pueblo es la
fuente de todos los poderes públicos. Pero la cuestión de saber quién tiene el
más alto poder en el Estado, es muy distinta de saber en qué consiste la
soberanía del Estado. Roma, no obstante su crecimiento y su fuerza, no llegó a

Teoría General del Estado 57


una formulación teórica del concepto del Estado y, en consecuencia, de ese
elemento del Estado que es el poder y su atributo, la soberanía.

Edad Media y Tiempos Modernos


En la Edad Media, debido al enorme prestigio de Aristóteles, se siguió
sosteniendo su doctrina política de la autarquía, para tomar ésta como
ingrediente específico y característica fundamental del Estado perfecto.
En los tiempos modernos Grocio siguió adoptando ese pensamiento. Y es
curioso el caso de Grocio, a quien algunos consideran el fundador del Derecho
internacional, orden jurídico que supone relación entre Estados, relación que no
podría existir en virtud de la autarquía si ésta fuera en realidad la característica
del Estado perfecto, pues un Estado, al bastarse a sí mismo absolutamente, en
manera alguna tendría que entrar en relación con otros Estados para obtener de
ellos elementos que ya posee.
Ese concepto de autarquía, no obstante su falsedad, en cuanto elemento
sustancias del Estado, por ser deslumbrante siguió circulando y aun, en cierto
sentido, permanece en boga. Aun se afirma en nuestros días, por muchos
autores, que el Estado debe bastarse a sí mismo, debe ser autárquico, para
poder catalogarse como Estado perfecto,. Sin embargo, como ya hemos visto
anteriormente, en el siglo XVI Bodino expresó con entera claridad el concepto
jurídico de soberanía, siendo ésta y no la autarquía característica esencial del
Estado.

La soberanía como Esencia Jurídica a partir de Bodin.


Hemos visto cómo en la antigüedad y en la Edad Media la doctrina política no
proporcionó ayuda de importancia al estudio de la soberanía; pero no obstante,
también nos dimos cuenta que en la Edad Media hubo acontecimientos
históricos, fundamentalmente la lucha entre los distintos poderes sociales, que
hicieron indispensable que se elaborase una doctrina jurídica para tratar de
dirimir a favor de uno o de otro poder de los que entraban en lucha, esa
característica que es la soberanía como poder supremo.

Teoría General del Estado 58


Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XVI, es decir, en los tiempos
postmodernos, cuando encontramos doctrinas políticas de importancia en torno
a este concepto. Esta forma clara y exacta ya encontramos una construcción en
relación con la soberanía en el pensamiento político de Juan Bodin o Bodino,
que vivió del año 1530 a 1591, o sea, en pleno siglo XVI. Este autor, en su obra
Los seis Libros de la Republica, dice:

“La Republica es un Derecho de gobierno de varios grupos y de lo que les es


común con potestad soberana”.
Aquí encontramos el vocablo “soberana”, que Bodino encuentra referido en su
definición, a la definición “Republica”. Por tanto, en este autor veremos un
avance notable respecto de la doctrina aristotélica; ya no se habla de
“autarquía”, sino que se define a la “Republica”, es decir, al Estado, en virtud
de dos elementos: uno de ellos constituido por el grupo, por el elemento
humano que forma una comunidad. El otro elemento que encontramos en su
definición es el poder soberano bajo el cual se encuentra sometido.
El primer elemento, el grupo o comunidad, ya había sido anotado por
Aristóteles al definir la polis como una comunidad. Pero el segundo, el poder,
es un descubrimiento nuevo. Como dice Adolfo Posada, el aporte original de
Bodino es el concepto específico de soberanía, como cualidad esencial de un
Estado. Solo es Republica, es decir, Estado, afirma Bodino, aquella que tiene un
poder soberano.
Y define el poder soberano, la soberanía, diciendo que es la “potencia absoluta
y perpetua de una Republica” en la versión francesa de su libro. (El poder
absoluto y perpetuo de un Estado, diríamos nosotros.) En la versión latina
define a la soberanía: Majestas est summa in cives ae súbditos legibusque soluta
potestas.
Para Bodino, la soberanía es una fuerza, merced a cuya posesión se asegura la
unidad del Estado y se mantiene su existencia como un cuerpo político
independiente. Ese poder, como hemos dicho, tiene las características de ser
legalmente supremo y perpetuo.

Teoría General del Estado 59


Como signo fundamental de la soberanía expuso Bodino que la misma consiste
en jubende ac tollendae legis summa potestate “crear y derogar
la ley con potestad suprema”. Además precisa Bodino que la soberanía es
indivisible, imprescriptible e inalienable, y en este sentido, por tener estas
características, no puede haber dos poderes supremos.
Sin embargo, no obstante la característica que le atribuye Bodino de ser
inalienable, considera que ese poder puede delegarse en una persona, en el
monarca, que en esta forma, al recibirlo, se convierte en el poseedor del poder
soberano. Por otra parte, Bodino como expresamos antes, considera que la
función de la soberanía es producir las leyes, a las que no queda sometida, y en
este sentido, el monarca que hace las leyes permanece siendo soberano aun
cuando esas leyes son las positivas ya que su actividad se encuentra limitada
por el jus divinum el naturale, por el derecho divino y natural que está por
encima de las leyes positivas.
Nos damos cuenta, pues, que en este pensador ya existe una base doctrinaria
que, junto con la aportación que después hará Hobbes, servirá de base al
absolutismo político que se desarrolló en Europa.
Pero, no obstante que encierra errores, es indiscutible que en esta doctrina
política ya encontramos un avance respeto de las teorías anteriormente
enunciadas acerca del Estado. Esta teoría ya analiza al poder como elemento del
Estado y aun (lo que es adelantado más notable todavía) trata de dar una
explicación al concepto de soberanía como característica de ese poder.
Material integro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

Teoría General del Estado 60


Referencias de la unidad 2

Teoría del Estado -Teoría Política- de Francisco Porrúa Pérez, editorial Porrúa,
cuadragésima edición, segunda reimpresión.

Teoría Política de Héctor González Uribe, decimaquinta edición, editorial Porrúa.

Teoría General del Estado 61


Autoevaluación de la unidad 2

1.-¿Con qué nombre designó al Estado la doctrina del Derecho Natural?

2.-¿Qué diferencia hay entre “fin” y “función social” del Estado?

3.-¿Cómo puede lograrse el bien público temporal?

4.- ¿Por qué la noción misma del Estado y especialmente el fin que éste persigue,
excluye un régimen de igualdad entre los asociados?

5.-¿Para qué es necesario el ejército en un Estado?

6.- La actividad de la autoridad en su aspecto de Gobierno es:

7.- La justificación del poder político se complementa, por su parte, con dos
aspectos ¿cuáles son?

8.- De acuerdo con Adolfo Posada ¿cuál fue el concepto que representa el aporte original de
Bodino?

Teoría General del Estado 62


UNIDAD 3

EL ESTADO Y LA SOCIEDAD
OBJETIVO DE LA UNIDAD:
Que el alumno comprenda el concepto de equilibrio dentro del análisis del Estado
Moderno

3.1. LA DINÁMICA DEL PODER POLÍTICO

3.1.1. Los Órganos del Estado: Características; Clasificación

Descendemos ahora a la organización concreta del poder político en el seno de la


comunidad estatal. ¿Cómo se divide y como se ejercita ese poder soberano? En
otras palabras, ¿Cuáles son los órganos y las funciones del poder político en el
régimen jurídico del Estado de nuestros días?
De lo que sabemos del Estado, por nuestros análisis en el campo de la teoría
política, podemos concluir con evidencia que el Estado, siendo una persona moral
y jurídica – una institución al servicio del bien público temporal- no tiene una
conciencia y una voluntad propias, como los individuos humanos, sino que llega al
conocimiento de las cosas y toma sus decisiones a través del conocimiento y de la
voluntad de las personas físicas que lo integran. Y los actos y omisiones de estas
personas, en la medida en que forman parte del estado – están adscritas
formalmente a él – se atribuyen al propio Estado, le son imputables. En otras
palabras, el Estado tiene órganos que la representan.
Claro que no hay que concebir estor órganos como lo hace la teoría orgánica
exagerada (organicismo naturalista), a la manera del corazón o del cerebro de un
organismo biológico, que son partes integrantes de él, sino como el Estado mismo,
que actúa por medio de ellos, en su unidad y totalidad. Es éste, en su calidad de
organismo espiritual, el que delibera, discute, juzga, impone su voluntad por
medio de las personas físicas que lo representan. Hay allí una mera analogía de
proporcionalidad con los organismos físicos. La actividad de los órganos del
Estado se imputa moral y jurídicamente a él.

Teoría General del Estado 63


El órgano del Estado, en su estructura más simple, consta de dos elementos: uno
objetivo y otro subjetivo,. El primero está constituido por un conjunto de
atribuciones y poderes que la ley señala –una esfera de competencia-; en tanto que
el segundo no es sino la persona que ejercita esa competencia estatal reconocida
por la ley. A este segundo elemento se le llama el titular del órgano.
Discute la doctrina constitucional y administrativa acerca de cuál de estos dos
elementos constituye verdadera y propiamente el órgano del Estado. Algunos
autores se inclinan por el primero; otros, por el segundo. En realidad, como
sostiene Renelletti, los dos elementos son inseparables entre sí. El órgano, son la
persona, sería un mero conjunto de normas sin posibilidad de realización; y la
persona, sin el órgano, sería un puro individuo humano carente de representación
estatal y de la consiguiente capacidad para comprometer al Estado. Por esta razón,
desde el momento en que una persona física es investida con un cargo público sus
actos, en la esfera de sus competencias, dejan de ser los de un particular para
convertirse en estatales. Y a la vez, cuando esa persona cesa en el oficio, sus actos
dejan de ser imputables al Estado y vuelven al dominio privado.
Los órganos del Estado moderno –un Estados que ha alcanzado tal grado de poder,
amplitud y complejidad- son múltiples y de muy diversa índole. Es útil, pues,
clasificarlos para conocerlos mejor. Una de las mejores clasificaciones que se han
hecho en la teoría política es, sin duda, la de Georg Jellinek, en su gran obra teoría
General del Estado. A ella nos referiremos en los párrafos siguientes.
Recurriendo al criterio de su proximidad o intimidad a la estructura fundamental
del Estado, clasifica el maestro alemán a los órganos estatales en inmediatos y
mediatos. Órganos inmediatos son aquellos que determinan la existencia misma de
la asociación estatal; si desaparecen, ésta se desorganiza por completo o se
transforma fundamentalmente. Son, pues, esenciales a la organización del Estado, y
no están subordinados a ningún otro. En cambio, son órganos mediatos aquellos
cuya situación no descansa de un modo inmediato en la Constitución, sino en una
comisión individual.
Los órganos inmediatos pueden ser individuos, como el rey en la monarquía
absoluta o el Presidente de la Republica en un régimen presidencialista; o bien
cuerpos colegiados, como los parlamentos; e incluso asociaciones, como ocurre con

Teoría General del Estado 64


las entidades federativas en un Estado Federal. Los órganos mediatos del Estados
admiten varias subdivisiones. Hay, ante todo, órganos creadores y órganos
creados. A los primeros toca dar nacimiento jurídico, por así decirlo, a otros
órganos inmediatos, como ocurre con el Congreso Constituyente, después de una
revolución; el cuerpo electoral en una democracia representativa, cuando se
renuevan los poderes, como acaece cada seis años en la República Mexicana; o el
colegio electoral en las monarquías electivas. La actividad de los órganos de
creación está limitada jurídicamente al acto de creación.
Otra distinción, está estrechamente emparentada con la anterior, es la que divide
los órganos en primarios y secundarios. Estos últimos son los que se encuentran,
con respecto a otro, en una relación orgánica y lo representan de un modo
inmediato, como ocurre con los Parlamentos con respecto al pueblo que los ha
elegido, o las regencias, en los regímenes monárquicos. Los órganos primarios, en
cambio, sólo pueden manifestar su voluntad a través del órgano secundario, como
es el caso del pueblo en las democracias, después de realizadas las elecciones.
Es importante también la distinción que se puede hacer entre organismos simples y
potenciados. Es simple el que por su cualidad misma de individuo se ve llamado a
ser titular de un órgano, como, por ejemplo, el Presidente de la República francesa,
norteamericana o mexicana; y potenciado aquel que por razón del oficio que
desempeña, resulta también parte de este órgano estatal, como acontece en algunos
países en los que la cualidad del alcalde o rector de la universidad capacita al
sujeto, ex-officio, para formar parte de las Cortes o de un Senado con
representación profesional. Esta distinción es especialmente relevante en los casos
de Estados federales o de confederaciones de Estados.
Se dividen también los órganos inmediatos en sustantivos o independientes y en
dependientes. Independientes son aquellos que pueden exteriorizar una voluntad
que tiene fuerza para obligar inmediatamente al Estado y a sus súbditos;
dependientes, en cambio, son aquellos que carecen de fuerza obligatoria. Sin
embargo, puede suceder que la voluntad de los órganos dependientes limite la de
los órganos independientes, de tal suerte que los actos de éstos solo tengan pleno
valor jurídico cuando cuenten con el consentimiento, previo o posterior, de los

Teoría General del Estado 65


primeros. Piénsese, por ejemplo, en las reformas a una Constitución Federal, que
requieren de la aprobación de las legislaturas de las entidades federativas.
Hay otra distinción que puede hacerse entre los órganos normales y
extraordinarios. Los primeros son aquellos que ejercitan sus funciones, dentro del
orden constitucional ordinario, en un ambiente de paz, de un modo permanente y
continuo. Los segundos, en cambio, son los que sólo entran en acción en
circunstancias extraordinarias, como son las regencias, en los regímenes
monárquicos, y los gobiernos provisionales, en las repúblicas, o en cualquier
Estado después de una revolución. Tanto unos como otros órganos inmediatos, y
usualmente son creados y previstos por la Constitución; pero los segundos
fácilmente se convierten en órganos creadores cuando el orden jurídico total ha
sido subvertido.
Los órganos mediatos por su parte, no derivan directamente de la Constitución del
Estado sino de leyes secundarias, y su nombramiento proviene de un órgano
inmediato, al cual están siempre subordinados, y ante el cual son jurídica y
políticamente responsables. Tal es el caso de los ministros del gabinete, en un
régimen parlamentario, o de los secretarios de Estado en un gobierno presidencial.
Los órganos mediatos admiten también subdivisiones a la manera de inmediatos.
Hay órganos independientes y dependientes, simples y de competencia múltiple.
De especial importancia es la distinción entre órganos facultativos y necesarios. Los
facultativos son los que puede crear, a su arbitrio, el jefe del Estado; pero en
nuestros días, esos órganos se han restringido al mínimo. Son órganos necesarios
los que instituye el jede del Estado en cumplimiento de preceptos constitucionales
y legales, como es el primer ministro o canciller en los gobiernos parlamentarios.
La distinción entre órganos inmediatos y mediatos se repite, de hecho, aunque en
menor escala, en el ámbito de su competencia, en los gobiernos locales y
municipales. Todo depende de lo que determinan las Constituciones locales y las
leyes orgánicas de los municipios. Pero en el Estado federal todo está subordinado
a la ley suprema, que es la Constitución.
Además de las clasificaciones anteriores, que se deben a Jellinek, la teoría política
suele hacer otras, basadas en distintos criterios. Se habla así de órganos simples
(individuales o burocráticos) y órganos colegiados, atendiendo a su constitución

Teoría General del Estado 66


íntima; de órganos legislativos, jurisdiccionales y administrativo-ejecutivo, según la
materia y el contenido de su potestad; de órganos centrales y locales, mirando el
ámbito espacial de su competencia. Las clasificaciones podrían seguirse
multiplicando si se acudiera a otros criterios. Pero las expuestas son suficientes
ejemplificativas.
Conocidos los órganos del Estado es importante saber cuál es su situación jurídica.
Para ello es necesario distinguir con toda claridad entre el órgano y la persona
titular del mismo. El órgano como tal, se identifica con el Estado. No tiene, pues,
personalidad jurídica alguna frente al Estado ni derechos contra él. No puede haber
relación de Derecho entre el Estado y el órgano porque son una y la misma
persona. El Estado sencillamente no existe sino por sus órganos; por medio de ellos
da sus órdenes y expresa su voluntad y sus decisiones.
Si los órganos, por lo tanto, no tiene personalidad jurídica propia sino que actúan
siempre en nombre y con la representación del Estado, sus atribuciones y
facultades no podrán ser consideradas como derechos subjetivos. Se mueven en el
terreno del Derecho objetivo, de la ley, que les señala la esfera de su competencia,
fuera de la cual no pueden actuar. Si se extralimitan y entran en conflicto con otros
órganos, serán los tribunales los encargados de dirimir la cuestión, mediante el
procedimiento judicial adecuado; pero en esas controversias no son sino meras
cuestiones de competencia que se dan dentro del único sujeto de Derecho que es el
Estado.
El órgano del Estado, carente de un derecho de personalidad, no tiene más que una
competencia política, que le señala la Constitución o las leyes ordinarias, según el
caso. Suponer que el órgano tiene derechos anteriores o superiores al Estado, que
pudiera hacer valer aun contra éste, sería provocar un desgarramiento interno del
Estado que carecería de todo fundamento lógico y de toda justificación jurídica.
Sería volver a una doctrina patrimonial del Estado que ya nadie admite en nuestros
días.
Hay que distinguir, empero, entre el órgano, en cuanto tal y la persona titular del
mismo. Debe haber siempre un ser humano que ejercite la competencia del órgano
y, por tanto, con el Estado. Puede por ello, con personalidad jurídica propia, entrar
en relaciones con el Estado en múltiples formas. El titular del órgano tiene derecho

Teoría General del Estado 67


a una retribución y a una serie de prestaciones económicas que las leyes les
reconocen; está sujeto, al mismo tiempo, a penas disciplinares en caso de no
cumplir sus deberes o extralimitarse en sus funciones.
Esta distinción entre la situación jurídica del órgano del Estado y la del titular del
mismo nos explica satisfactoriamente la continuidad de la muerte o incapacidad,
simplemente cambiar, como ocurre en los regímenes democráticos, de elección
popular; pero el Estado perdura y sigue actuando en forma permanente. Ya lo
habían notado, con suma claridad tratándose de la dignidad real y de la persona
del rey, los legisladores y glosadores de la Edad Media. Así baldo (concilia. I const.
27, cons159, n 4) dice imperator in persona mori potest, sed ipsa dignitas offcium
imperatoris est immrtale. Y en esencia repite lo mismo un distinguido
constitucionalista inglés de los tiempos modernos, Blackstone: “Enrique Eduardo o
Jorge pueden morir, pero el rey sobrevive a todos ellos”.
En esto de las relaciones de los titulares de los órganos del Estado con el propio
Estado –como anota muy bien Jellinek, a quien hemos venido siguiendo en esta
exposición – hay que tener en cuenta que no sólo hay una relación fríamente
jurídica. Hay también ideales políticos. De tal suerte que lo más deseable es que el
funcionario se sienta tan identificado con su función que llegue a estimar sus
poderes legales como verdaderos derechos por los que hay que combatir
legítimamente. Si no es así, se cae en un burocratismo rutinario, en la que la
situación del empelado o del funcionario no es más que un modus vivendi.
En cuanto a la naturaleza jurídica de la relación del Estado con sus funcionarios y
empleados, la teoría política ha oscilado entre diversas posiciones: unas que
sostienen una relación de representación; otras, de mandatos; otras, en fin, de
prestaciones de servicios. Sin aceptar ninguna de ellas, nos parece más fundada la
que expone Groppali, en los siguientes términos: “En nuestra opinión –y
actualmente en este sentido se oriente la doctrina más autorizada y que tiene más
partidarios- se trata de una relación de derecho público originada por un acto
unilateral de voluntad unilateral del Estado, que no se transforma en una relación
contractual por la aceptación de funcionario. El contenido de la relación se
establece únicamente por el Estado, y la aceptación hecha por el particular es solo
una condición de hecho para la actuación de la relación, pero no para su existencia

Teoría General del Estado 68


y perfeccionamiento. La relación que liga al Estado con las personas encargadas de
los oficios públicos debe considerarse, en consecuencias como un verdadero y
propio acto de imperio o, para usar una vigorosa expresión de Hariou, un acto de
requisición consentida”.
En esta relación jurídica de los titulares de los órganos con el Estado hay que tener
presente la organización jerárquica que existe en la administración pública de todo
Estado de Derecho de nuestros días. Esa jerarquía implica un orden escalonado de
diversos grados, según el cual unos órganos son inferiores otros superiores, y entre
unos y otros hay una relación de subordinación y dependencia. Cada órgano actúa
en la esfera específica de su competencia, pero todos ellos están coordinados para
lograr el fin superior del Estado.
Se ha estudiado en la doctrina el problema de los límites jurídicos del deber de
obediencia en el inferior jerárquico. En general se ha llegado a aceptar la distinción
entre órganos de mera ejecución y órganos que tienen la facultad de interpretar la
legitimidad o ilegitimidad de las órdenes del superior y formular el mandato
correspondiente. Pero al fin y al cabo, la decisión de este problema queda a cargo
de las legislaciones. Y toca al Derecho Administrativo y al Derecho Penal de cada
Estado el resolver acerca de la responsabilidad de cada funcionario y empleados
frente a las órdenes superiores.

3.1.2. Las Funciones Típicas del Estado Moderno

Vistas en términos generales, las estructuras fundamentales del Estado –sus


órganos- veamos ahora cómo funcionan. Es indudable que, después de una
evolución histórica multisecular, el estado de Derecho contemporáneo a llegado a
adquirir una serie de funciones típicas, que derivan de su fin esencial, y que no
pueden dejar de existir so pena de dejar incumplido ese fin e incluso de
desaparecer el Estado en sí mismo.
El Estado es responsable del orden, la justicia y el bien común de la sociedad que le
está encomendada. Para ello debe crear y mantener al día un ordenamiento jurídico
justo y eficaz: legislar; proveer, por medio de derechos y servicios públicos, la
atención de las necesidades de la colectividad: administrar y resolver pacíficamente
y conforme a Derecho, los conflictos de intereses que puedan surgir y declarar cuál

Teoría General del Estado 69


es la norma aplicable en cada caso de duda: juzgar. Y todo ello dentro de esa tarea
compleja, multifacético, que reviste ora una forma ora otra, que es el arte de
gobernar.
Esta distinción entre las funciones del Estado es muy antigua. Ya Aristóteles, en sus
obras políticas, hacía ver cómo el buen gobierno de la comunidad –a semejanza de
lo ocurrido en Atenas en el siglo de Pericles- pedía que la tarea de dar leyes, de
administrar y de juzgar estuviera a cargo de diversas personas o instituciones. Y lo
mismo opinaron Polibio y Cicerón. Pero esta distinción se oscureció
frecuentemente en la Edad Media, y de un modo especial en las Monarquías
absolutas de la Época Moderna, de las cuales fue prototipo la francesa. Fue un
mérito del constitucionalismo inglés del siglo XVII, en la lucha contra el poder de
los reyes, el haber puesto nuevamente de relieve, mediante la obra de John Locke,
la necesidad de la división de poderes. Y en la revolución de 1688obtuvo un triunfo
decisivo al hacer aceptar a los nuevos reyes de la Casa de Orenge –Guillermo y
María- el Hill of Rights, por el cual se comprometían a no lesionar los derechos de
los súbditos sin ley previamente aprobada por el Parlamento y sin concederles las
garantías del debido proceso legal.
De la Inglaterra del siglo XVIII, embebida en la doctrina lockiana, tomó más tarde
Montesquieu la inspiración y los materiales para redactar su célebre obra El
Espíritu de la Leyes (1748). En ella ponderó las ventajas y beneficios que, para
evitar los abusos del poder, se derivaban de la separación de los poderes
fundamentales del Estado. Esa separación a su modo de ver, impedía que un poder
excediera los límites de su competencia en perjuicio de otros o de sus súbditos.
Enunció así sus teorías acerca del equilibrio entre los órganos fundamentales
(balance des pouvoirs), y de los frenos y contrapesos, por los cuales ponía de
relieve las aplicaciones más importantes del principio de la separación de poderes.
A esta ventaja del equilibrio interno del poder, que ya de suyo trae consigo la
limitación automática que impide los excesos, añade Montesquieu otra en beneficio
de los ciudadanos. Y es que estando estrictamente limitadas las atribuciones de los
poderes públicos, el súbdito conoce con certeza su situación jurídica. Sabe que al
poder legislativo no le toca aplicar las leyes; ni al ejecutivo, dictarlas; ni al judicial
decidir en un conflicto de intereses, si no hay ley previamente establecida que se lo

Teoría General del Estado 70


permita. Así, con esta fundamental garantía de legalidad, el habitante del Estado
puede vivir con más seguridad y defenderse, en caso necesario, contra los abusos
del poder.
Aparte de esto, la separación de poderes, al señalar a los órganos fundamentales
del Estado una esfera claramente definida de competencia, propicia la
especialización de funciones, con lo cual los órganos se vuelven cada vez más aptos
para el desempeño de sus tareas. Y con ello mejora el funcionamiento total del
Estado y se hace más eficiente.
Este principio de la separación de poderes ha tenido una enorme influencia en el
régimen constitucional de los Estados contemporáneos, a partir de la revolución
Francesa, y ha llegado a ser la base de la estructura del Estado de Derecho. Sin
separación de poderes no es posible la organización democrática del Estado. León
Duguit –siempre agudo e incisivo- ha escrito que para algunos tratadistas de
Derecho político el principio de la separación de poderes ha llegado a ser “un
dogma político trino equivalente al misterio teológico de la Santísima Trinidad”.
Pero si esto es así en el terreno de los principios, no lo es en el de la práctica
constitucional. Es difícil, en primer lugar, saber cuáles son los órganos
fundamentales del Estado que pueden ser calificados como poderes. Pero aun
aceptando la tradicional clasificación tripartita –poder ejecutivo, legislativo y
judicial- y admitiendo, por añadiría, que su estricta separación permite una mayor
y más perfecta especialización en sus funciones, hay que convenir en que las
múltiples y complicadas tareas del Estado de nuestros días no permiten que los
grandes poderes públicos vivan como en compartimiento estancos, sin relación
unos con otros. Al contrario, se impone una colaboración, orgánica y permanente,
entre esos poderes para lograr la meta única e indivisible del Estado, que es el bien
público temporal.
De aquí que, si bien es cierto que de modo ordinario, normal, toca a cada poder
ejercer aquella función que por su naturaleza le está encomendada –administrativa,
legislativa o jurisdiccional-, también lo es que esos mismos poderes ejercitan de
hecho, sin salirse de su competencia, y de un modo excepcional y subsidiario,
funciones que son propias de otros, como cuando el Jefe del Poder Ejecutivo expide
reglamentos (función materialmente legislativa) o los jueces dictan medidas de

Teoría General del Estado 71


carácter administrativo en el curso del proceso jurisdiccional. A esto le llaman los
tratadistas temperamentos al principio de la separación de poderes, o bien la
flexibilidad, en la aplicación de dicho principio.
Queda empero en pie el problema de cómo lograr –en la práctica y eficazmente- el
equilibrio entre los poderes a fin de evitar extralimitaciones. Eso dependerá, en
última instancia, de las Constituciones de los diversos países. Casi todas ellas
subrayan la importancia de la función moderadora del Jefe de Estado, aun cuando
dieran prácticamente en cuanto a la forma de ejercitar esa función, según se trate de
un régimen parlamentario o de un régimen presidencial. En los Estados Unidos de
América y en México, por ejemplo, la persona del Presidente de la Republica es una
figura tan relevante y con tantas facultades, que equivale a un verdadero “rey sin
corona”. A él le toca presentar, en la mayor parte de los casos, las iniciativas de ley,
y puede, además, nombrar y remover discrecionalmente a los ministros o
secretarios de Estado. Tiene incluso, un control muy importante sobre la Suprema
Corte de Justicia, por la facultad de nombrar a los ministros de la misma.
En otros países se da también un recurso a la consulta popular o referéndum, para
el caso de algunas leyes o medidas políticas excepcionalmente importantes, como
ha sucedido en España, durante el régimen franquista, o en Francia, en la vigencia
de la Quinta República. Incluso, como medida ordinaria, el recurso o
procedimientos de democracia directa o semidirecta está previsto en algunos
cantones de la Confederación Helvética (Suiza).

3.1.3. Breve análisis de Cada Una de las Funciones del Estado

Analizando ahora, brevemente, cada una de las funciones del Estado, diremos que
la función legislativa es la que tiene por objeto dictar, modificar y revocar leyes que
rigen el país. Su misión es crear el Derecho positivo y cuidar –mediante las
necesarias modificaciones- de que esté siempre al día, o sea, que responda a las
necesidades reales de la población. Se dice que esta función es materialmente
legislativa cuando lo que de ella emanan son verdaderas leyes, esto es, normas que
establecen situaciones jurídicas generales, permanentes y abstractas, para toda la
población o para sectores considerables de ellas –obreros, campesinos, banqueros,
comerciantes, industriales, militares-; y formalmente legislativa, cuando la

Teoría General del Estado 72


actividad de que se trata la realización de los órganos especialmente previstos por
la Constitución para tal fin.
De acuerdo con los datos que nos proporciona el Derecho Constitucional
comparado, podemos reducir a tres esquemas fundamentales los sistemas relativos
al órgano que lleva a cabo la función legislativa: 1. En los regímenes democráticos
constitucionales, ya revistan la forma de monárquica o republicana, es el
Parlamento o Congreso el que dicta las leyes y el Jefe del Estado el que las
sanciona. Así ocurre en la mayoría de los países, incluyendo México. 2. En otros
países, la función legislativa se atribuye exclusivamente al parlamento, sin
intervención del Jefe del Estado o del pueblo. 3. En algunos países, en fin, es el
parlamento el que dicta las leyes, pero se acude subsidiariamente al referéndum
popular, cuando se trata de leyes constitucionales y financieras, para que éstas
tengan plena validez y vigencia. El cuerpo electoral toma también parte activa en el
proceso legislativo mediante la iniciativa popular. Esto acontece, en especial, en
Suiza.
Íntimamente ligada con la cuestión anterior está la de la iniciativa y formación de
las leyes. Hay diversos sistemas al respecto, según el régimen constitucional de los
diferentes Estados. Pero podemos considerar como típico de un Estado federal
representativo el de la Constitución Mexicana de 1917, conforme a la cual (art. 71),
el derecho de iniciar leyes o decretos compete: 1. Al Presidente de la Republica; 2.
A los Diputados y Senadores al Congreso de la Unión; y 3. A las Legislaturas de los
Estados.

Se distingue en general la función legislativa en constituyente y ordinaria. La


primera es aquella que tiende a crear y definir la competencia de los órganos
inmediatos o constitucionales de los Estados, especialmente en las circunstancias
más graves de la vida de un país, ya después de una revolución que ha subvertido
el orden existente o de un cambio decisivo en las corrientes de opinión pública. La
segunda, en cambio, es aquella que actúa normalmente dentro del orden jurídico
creado por la Constitución y su misión es dar las leyes y decretos relativos a la
organización y funcionamiento del Estado ya constituido. Así, por ejemplo, un

Teoría General del Estado 73


Código Civil, un Código Penal, un Código de Comercio, una Ley del Trabajo o una
Ley del Impuesto sobre la Renta.
Según esto, pueden distinguirse claramente en los Estados modernos un poder
constituyente, creador de la Constitución (piénsese en la asamblea o congreso
constituyente que en los años de 1916 y 1917 se reunió en la ciudad de Querétaro,
México, para expedir la Constitución Política de los Estados Unidos de México, de
febrero de 1917), y una serie de poderes constituidos. Entre estos últimos se
encuentra, naturalmente, el poder legislativo ordinario. Éste –en los Estados que
siguen la tradición constitucional norteamericana- está subordinado a la
Constitución y no puede tocarla, ni para modificarla ni para abrogarla. La
Constitución es suprema, es la súper-ley, está por encima de todos los poderes
constituidos. A este sistema de intangibilidad de la Constitución por parte de los
poderes constituidos se le da el nombre de Constitución regida. Va casi siempre
unido a la forma escrita de la Constitución, y es el sistema que existe en los Estados
Unidos de Norteamérica, en México, y en los países que siguen el patrón
constitucional norteamericano.
Por el contrario, en países que tienen una tradición jurídica diferente, tales como
Inglaterra -país de common law, derecho consuetudinario- el Parlamento tiene
facultades indiscriminadas para modificar las leyes ordinarias o las
constitucionales. En tal caso se dice que la Constitución es flexible. La práctica
constitucional inglesa recibió, en cierto modo, la sanción filosófico-política de
Rousseau, quien sostuvo en El Contrato Social que, por radicar la soberanía en el
cuerpo legislativo, éste podía actuar ilimitadamente en la creación, modificación y
abrogación de las leyes.
Otros países, en los que se practica una democracia más directa, como Suiza,
admiten modificaciones constitucionales por medio del referéndum.
Tales son, pues, los principales aspectos de la función legislativa en los estados de
Derecho contemporáneos. Para completar la visión, vale la pena mencionar el caso
de la función legislativa ejercida por los titulares del Poder Ejecutivo. Se trata
ciertamente, de una función materialmente legislativa, por cuanto se expiden
verdaderas leyes, decretos y reglamentos, aunque formalmente no lo sea, por

Teoría General del Estado 74


provenir de órganos que de suyo, dentro de la Constitución –y del estricto
principio de la división de poderes- no tiene a su cargo esa misma función.
Esta situación de da en la gran mayoría de los Estados de nuestros días, en una
triple hipótesis: 1. El ejercicio de la llamada facultad reglamentaria, por la cual el
ejecutivo, por medio de la expedición de reglamentos, desciende a la ejecución
práctica de las normas generales dictadas por el Poder Legislativo 2. Las leyes, con
eficacia formal de tales, que el Ejecutivo expide en los intervalos de las sesiones de
las Cámaras, basándose en una delegación, explícita o implícita, de los órganos
legislativos. 3. Decretos-leyes expedidos por el Ejecutivo, fuera de una delegación
normal del Legislativo, en casos de suma urgencia o de perturbación grave de la
paz y del orden constitucional.
En cualquiera de las hipótesis, estamos en presencia de verdaderas normas
legislativas –en sentido material- emanadas de un poder que no es el indicado para
legislar, y por lo tanto, de una ruptura o excepción al principio de la separación de
poderes. Sin embargo, esa excepción ha llegado a formar parte de la vida normal de
los Estados, aun cuando en algunos de ellos ha llegado a ser, en ocasiones, una
práctica abusiva que ha tenido que ser enmendada.
Para poner un ejemplo ilustrativo, diremos que en México, dentro del régimen
previsto por la Constitución de 1917, se da, de modo ordinario, la falcad
reglamentaria, por la cual el Presidente de la Republica provee, en la esfera
administrativa, a la exacta observancia de las leyes expedidas por el Congreso de la
Unión (Art. 89, frac. I). Asimismo se ha dado el caso de las leyes expedidas por el
Poder Ejecutivo en uso de facultades extraordinarias otorgadas en los términos de
los artículos 29 y 49 de la misma Constitución. De estas facultades se hizo por
largos años un uso demasiado frecuente, hasta que en el año de 1938 el propio
Presidente de la Republica promovió una reforma constitucional, que fue
aprobada, en el sentido de que no se otorgaran facultades al Poder Ejecutivo para
legislar, si no era la hipótesis de suspensión de garantías previstas por el
mencionado artículo 29, con lo cual se terminó el abuso que se cometía con
aparentes visos de la legalidad.
Este fenómeno jurídico-político de la práctica legislativa por parte de los órganos
del Poder Ejecutivo es notoriamente heterodoxo para la doctrina roussoniana de la

Teoría General del Estado 75


supremacía absoluta de la asamblea legislativa y ola de Montesquieu de la estricta
separación o división de los poderes públicos. Pero ha sido llevado adelante por la
mayoría de los Estados nacidos del constitucionalismo de los siglos XVIII y XIX,
parece que incluso se acentúa en los tiempos más recientes, en una u otra forma,
abierta o velada. ¿Por qué? Tal vez porque el crecimiento desmesurado del Estado
de nuestra época, la complejidad cada vez mayor de sus tareas y la urgencia
angustiosa de las necesidades socioeconómicas, jurídicas, políticas y culturales de
la población, piden una mayor flexibilidad y rapidez en la confección y
modificación de las leyes. Y esas características solamente el Poder Ejecutivo las
reúne por su contacto más inmediato y directo con la vida cotidiana del país y las
corrientes de opinión. En todo caso, toca al régimen constitucional de cada nación
determinar en qué grado y dentro de qué limites puede legislar el Ejecutivo. Es
cuestión de política legislativa.
La función administrativa por su parte, pertenece, formalmente, al Poder Ejecutivo,
aunque materialmente puede ser ejercida por los demás poderes del Estado. Se
trata de una función muy rica y compleja, que rehúye el ser tratada de un modo
unitario. Agrupa, en efecto, dos funciones claramente distintas, que corresponden a
la doble tarea del poder público: el gobierno de los hombres y la administración de
las cosas. Hay, pues, una función específicamente administrativa, o administrativa
en sentido estricto y otra específicamente política o de gobierno.
La primera característica dentro de la teoría del Estado, por el conjunto de
actividades por medio de las cuales el Estado provee –ya sea autoritariamente, ya
sea en actitud de servicio- a la satisfacción de las necesidades públicas. Es el
instrumento –pragmático, eficaz- de que se vale para la realización inmediata del
bien público temporal, con sus tres requerimientos fundamentales: el
establecimiento del orden y la paz por la justicia; la coordinación privada y su
eventual suplencia cuando ésta falte o sea deficiente.
A cada uno de estos requerimientos corresponde una categoría de servicios
administrativos. Y es propio de ellos, como de toda la función administrativa en
general, el ajustarse a las leyes previamente establecidas y de exacta aplicación en
el caso. Regirse, en otras palabras, por el principio de legalidad. A diferencia del
régimen de Derecho privado, en el que la capacidad de los sujetos jurídicos se

Teoría General del Estado 76


presume, en el Derecho administrativo la competencia de los órganos del Estado
debe estar claramente establecida en las leyes, y fuera de ella el órgano actúa
ilegalmente e incurre en responsabilidad.
La función administrativa es realizada por una serie de órganos escalonados o sea,
trabados entre sí en una unidad orgánica de acuerdo con el principio de obediencia
jerárquica. Hay entre ellos relaciones de coordinación o de subordinación, según lo
determinen la leyes. Pero en su totalidad integran lo que se llama Administración
Publica, que no necesariamente está regida directamente por la Constitución sino
que más bien lo está por las leyes secundarias. Así, por ejemplo, la Ley de
Secretarias y Departamentos de Estado.
Se distinguen también de la Administración los órganos centralizados y los
órganos descentralizados. Su régimen de mayor o menor vinculación con el Estado
y las funciones públicas lo determinan las leyes respectivas, que deben acatar, en
todo momento, la supremacía de la Constitución. El detalle de su organización
depende del Derecho Administrativo de cada país.
Juntamente con la función administrativa que, sin duda, reviste un interés muy
grande para la buena marcha de la comunidad estatal, toca al Poder Ejecutivo una
tarea incomparablemente más importante y decisiva, y en la que se juega el destino
total de la propia comunidad: la actividad política y de gobierno. ¿En qué consiste?,
¿en qué se diferencia de la labor puramente administrativa? Esta delimitación de
funciones no ha sido fácil solución y de los criterios que se han expuesto no ha sido
siempre satisfactorios. A veces se ha recurrido al motivo político de los actos, por
parte del legislador; otras más, a la discrecionalidad de dichos actos, frente a la
hermética vinculación legal de los actos administrativos; otras. En fin, se ha dicho
que los actos políticos son los que ejecutan disposiciones de carácter constitucional,
en tanto que los administrativos ejecutan disposiciones ordinarias.
En realidad ninguno de estos criterios es aceptable, por la simple y sencilla razón
de que sólo nos dicen cuando los actos son políticos o pueden considerarse como
tales, pero no nos dicen por qué lo son. Debe haber más bien, una razón profunda
que dé a ciertos actos la naturaleza ontológica de actos políticos. ¿Cuál es? ¿Qué
fuerzas deben ponerse en movimiento para que un acto del Estado –y
especialmente del Poder Ejecutivo- pueda considerarse político.

Teoría General del Estado 77


El distinguido tratadista italiano Renelletti nos ofrece un criterio y muy acertado y
nos traza la línea por la cual podemos encontrar la clave de la solución del
problema apuntado. A su juicio, “son actos políticos aquellos en los cuales el
Estado está comprometido en su conjunto unitario, esto es, en los que están en
juego, el prestigio, el honor y la defensa del Estado”.
Y el jurista Groppali, glosando al interior, para aclararla y precisarla, nos dice:
Actos políticos o de gobierno son, pues aquellos actos que tienen como fin la tutela
de los intereses más altos y delicados del Estado, considerado no en sus
manifestaciones particulares de actividad, sino en su conjunto y en su intimidad.
Por ejemplo, son actos típicamente políticos la determinación de la actitud que un
Estado debe asumir frente a los demás Estados, frente a la Iglesia Católica o a otros
cultos organizados, frente a las cuestiones más vitales del país, etc., la declaración
de estados de guerra o de sitio o de peligro.; todos estos actos, si bien son
eminentemente discrecionales, no debe creerse, empero, que se abandonan
enteramente al arbitrio del que los debe ejecutar, porque del ejercicio del poder
político, que debe inspirarse siempre en el interés público, el gobierno responde
ante el parlamento y el pueblo. Por su enorme importancia y gravedad,
comúnmente, tales actos entran en la competencia del jefe del Estado en
colaboración con el Gobierno”
Aceptando, en principio, esta opinión de Groppali, creemos que, por analogía con
lo que sucede en las empresas privadas de nuestro tiempo –de acuerdo con las
llamadas técnicas de organización administrativa-, son actos políticos en la gran
empresa estatal aquellos por los cuales se señalan y ejecutan las políticas de la
misma, ósea, aquellos por medio de los cuales el Poder Ejecutivo fija las metas
supremas de la comunidad y determina los medios para alcanzarlas. Son actos
libres, espontáneos, no previstos de antemano por las leyes, que brotan de la
concepción filosófica y de la prudencia política de los gobernantes y que
comprometen su responsabilidad total. Son las grandes líneas a lo largo de las
cuales se desarrolla el programa de vida de la nación y el Estado. Se habla así de
política interna e internacional; de política fiscal, demográfica, educativa, agraria,
obrera, de comunicaciones y transportes. Y al desarrollar estas políticas, el ejecutivo
debe poner en juego las mejores reglas del arte de gobernar, que consisten en lograr

Teoría General del Estado 78


un equilibrio entre la estática constitucional, que representa el elemento del orden,
y la dinámica del poder que representa la libertad y la espontaneidad. Ni acción
desorbitada fuera de las normas constitucionales, ni de indolente pasividad en
perjuicio de la buena marcha del país.

Aquí destaca con luz propia la figura del jefe del Estado, ya que es a él,
ordinariamente, a quien toca llevar a cabo los actos políticos supremos en el Estado.
Él es el centro de unidad y también el motor que impulsa a los demás órganos
estatales. Con sus iniciativas promueve la acción legislativa; con sus reglamentos
da ejecución a las leyes expedidas por el Parlamento; con sus nombramientos,
acertados o desacertados, de magistrados y jueces, interviene decisivamente en las
políticas del Poder Judicial. Pero sus funciones y atribuciones no son siempre las
mismas sino que varían de acuerdo con el régimen constitucional de los diversos
Estados. Hay dos patrones o esquemas fundamentales a este respecto: el patrón
parlamentario y el presidencial. En el primero, el jefe del Estado –rey, presidente de
la república o como quiera designársele- sólo tiene el goce de las facultades del
Poder Ejecutivo, pero no del ejercicio. Así, la reina de Inglaterra, el Presidente de la
República Federal Alemana o el Presidente de la República Federal de Austria. El
ejercicio de dichas facultades corresponde a un primer ministro o canciller,
nombrado por el jefe de Estado, a propuesta del partido político que obtuvo el voto
mayoritario en las elecciones y ratificado por el Parlamento, ante el cual es
responsable. Si en un momento de crisis su actividad es satisfactoria, obtiene un
voto de confianza, y permanece en el poder; si no, recibe un voto de censura, y cae,
con todo su gabinete. De aquí la conocida frase: en los regímenes parlamentarios,
“el rey reina, pero no gobierna”.
En el segundo patrón, el jefe de Estado reúne en sí el goce y el ejercicio de las
facultades del Poder Ejecutivo. Puede nombrar y remover libremente a los
miembros de su gabinete, y es la cabeza suprema del gobierno y la administración
pública. Tiene en sus manos los actos políticos decisivos del país, y los
administrados. Incluso las decisiones militares fundamentales, como jefe nato del
ejército. Este régimen es típico de los Estados Unidos de Norteamérica, y lo siguen
también México y otras repúblicas de la America Latina.

Teoría General del Estado 79


Es importante citar asimismo el régimen de directorio, característico de Suiza. En él
el Presidente de la República, jefe del Estado, no tiene más misión que presidir el
Consejo Federal, a quien corresponde el Poder Ejecutivo. Este Consejo Federal es
electo por el Consejo Nacional y el Consejo de los Estados, que son las dos cámaras
que integran la Asamblea Federal.
Otro ejemplo notable es el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en la
cual la jefatura del Estado la tiene un Presidente del politburó, que antes se llamaba
presidium. Pero en realidad la autoridad suprema de la Unión Soviética reside en
el Presidente del Consejo de Ministros, o Primer Ministro, que ejerce el Poder
Ejecutivo, y más aún en el Secretario General del Partido Comunista. Aquí el molde
constitucional no es más que el cause formal para que se manifieste y actúe –con
poder omnímodo- el partido único de la URSS. Y algo análogo ocurre en los demás
países dominados por el comunismo.
Veamos ahora algo acerca de la función jurisdiccional en el Estado. Se trata, dese
luego, de una de las funciones más importantes de la agrupación estatal, pues su
misión esencial es resolver, con base en la ley, las controversias o conflictos de
intereses que se susciten entre los particulares o entre éstos y las autoridades
públicas. A los jueces toca interpretar las leyes, aplicarlas a los casos concretos y
darles eficacia, mediante la actuación coactiva de las sentencias. Sin la función
jurisdiccional desaparecería prácticamente el Estado y sería sustituido por la
anarquía y el caos, en el que el más fuerte impondría su ley al más débil. Sería la
“guerra de todos contra todos” de que hablaba Hobbes en el Leviatán.
En toda función jurisdiccional pueden distinguirse dos momentos principales: el de
la declaración y el de la ejecución. En el primero se trata de dar a conocer, con
certeza, cuál es la parte del Derecho objetivo aplicable a un caso determinado; en el
segundo, de dar eficacia práctica a su declaración aun por el uso de la coacción
física. En las controversias que se ventilan ante los tribunales suelen darse tres
clases de sentencias: de condena, por las cuales el juez, de un modo imperativo,
impone a la parte que resulta vencida la obligación de una prestación o de una
abstención a fin de restablecer el orden jurídico que ha sido violado; de mera
declaración, por las cuales se afirma de un modo indudable cuál es la voluntad en
la ley en un caso concreto y con ello se agota su contenido; y constitutivas, por las

Teoría General del Estado 80


cuales, al realizarse el contenido de un derecho potestativo, se engendra una nueva
situación jurídica o se da fin a una preexistente o se producen ambos efectos a la
vez.
En el moderno Estado de Derecho, la función jurisdiccional adquiere múltiples
formas. Según la naturaleza de los intereses en conflicto, se den procesos en el
orden civil, mercantil, penal, administrativo, fiscal, laboral, agrario. Y cada uno de
ellos tiene leyes propias que lo regulan: el Código de Procedimientos Civiles, el
Código de Comercio, el Código de Procedimientos Penales, y así sucesivamente.
Según el , ámbito territorial en el que se den esos conflictos, hay procesos locales y
procesos nacionales. En el Estado federal, por ejemplo, hay que distinguir entre la
jurisdicción municipal, la estatal y la federal, y en cada una de ellas hay leyes
propias que rigen el desarrollo de los procesos respectivos.

Pero lo más importante de la función jurisdiccional es que –de una manera o de


otra, conforme a las constituciones de los países- se constituye en un verdadero
Poder Judicial. Esto quiere decir que, en el sistema de separación de poderes, el
judicial adquiere el carácter de un auténtico poder y una situación de igualdad
jurídica con los demás poderes. La independencia y la autonomía del Poder
Judicial, capaz de controlar y moderar a los demás poderes, y de erigirse en
guardián de las leyes, fue una gran conquista revolucionaria contra el despotismo
de los gobernantes. Tuvo sus piedras militares en la revolución inglesa de 1688, en
la norteamericana de 1776 y en la francesa de 1789.
En la actualidad puede decirse que todas las constituciones de los países civilizados
reconocen la importancia de la función de los órganos jurisdiccionales en el Estado,
aunque en algunas se deja más regulación a las leyes ordinarias, en tanto que en
otras se dan normas más concretas y detalladas acerca del Poder Judicial, en la
propia Constitución.
Es de notar, muy especialmente, el relevante papel que se concede al Poder Judicial
en la Constitución Federal norteamericana, inspirada en las ideas de la revolución
de independencia de 1776. Ese Poder reside, fundamentalmente, en la Suprema
Corte de Justicia, integrada por nueve ministros (justices), de los cuales uno es

Teoría General del Estado 81


presidente (chief justice) y después en Tribunales del Circuito y en jueces de
Distrito. A ese Poder Judicial está encomendada, ante todo, la integridad e
inviolabilidad de la Constitución, la soberanía del Estado Federal y de los Estados
miembros, y la defensa de los derechos de individuos y corporaciones frente a las
arbitrariedades del poder público. Y hasta tal punto es importante y decisiva su
intervención de defensa de la ley fundamental del país y del equilibrio de los
poderes, que se ha calificado al gobierno norteamericano del “gobierno de los
jueces”.

Inspirada en la Constitución Federal norteamericana, pero también en viejos


antecedentes hispánicos de nuestra tradición jurídica y política, la Constitución
política mexicana de 1917realza, asimismo, el papel del Poder Judicial y le concede
importantísima función de equilibrador de los demás poderes y de defensa de la
propia ley fundamental lo hace, específicamente, a través del juicio de amparo.
Así, el artículo 49 de la dicha Constitución establece: “El Supremo Poder de la
Federación de divide, para su ejercicio, en Legislativo, Ejecutivo y Judicial. No
podrán reunirse dos o más de estos poderes en una sola persona o corporación, ni
depositarse el Legislativo en un individuo, salvo el caso de facultades
extraordinarias el Ejecutivo de la Unión, conforme a lo dispuesto en el artículo
29”… Tratándose concretamente del Poder Judicial se dice que: “Se deposita el
ejercicio del Poder Judicial de la Federación en una Suprema Corte de Justicia, en
Tribunales de Circuito, Colegiados en materia de amparo y unitarios en materia de
apelación y en Juzgados de Distrito” (Art. 49)… y en lo que se refiere al juicio de
amparo, por el cual se salvaguardan las garantías constitucionales y el equilibrio de
los poderes, así como el buen funcionamiento del sistema federal, los artículos 103
y 107 de la propia Constitución establecen las normas pertinentes, que después son
reglamentadas en detalle por la correspondiente Ley Orgánica (Ley de Amparo).
Tales son, pues, las funciones esenciales del Estado de Derecho contemporáneo. La
teoría política señala, tan sólo, sus fundamentos y sus líneas directrices. El
desarrollo de las mismas y su aplicación a las situaciones concretas de los
diferentes países, lo hacen del Derecho Constitucional, el Derecho Administrativo y
las demás ramas del Derecho Público.
Material integro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

Teoría General del Estado 82


Referencias de la unidad 3

Teoría del Estado -Teoría Política- de Francisco Porrúa Pérez, editorial Porrúa,
cuadragésima edición, segunda reimpresión.

Teoría Política de Héctor González Uribe, decimaquinta edición, editorial Porrúa.

Teoría General del Estado 83


Autoevaluación de la unidad 3

1.-Describa los dos elementos en los que consta el Estado, en su estructura más
elemental

2.-Mencione al autor que realizó una de las mejores clasificaciones de los órganos
del Estado. También mencione el título de su libro

3.-¿Cuáles son los órganos inmediatos?

4.-¿Qué diferencia hay entre órganos simples y potenciados?

5.-¿Cuáles son los órganos mediatos?

6.- La función legislativa del Estado es:

7.- ¿A qué poder pertenece la función administrativa del Estado?

8.- Su misión esencial es resolver, con base en la ley, las controversias o conflictos de
intereses que se susciten entre los particulares o entre éstos y las autoridades públicas:

Teoría General del Estado 84


UNIDAD 4

DIVERSAS FORMAS DEL ESTADO


OBJETIVO DE LA UNIDAD:

Que el estudiante conozca y analice las diferentes formas que puede presentar un
Estado.

4.1. FORMAS DE GOBIERNO

Examen de las formas de gobierno y de las Formas de Estado

El Estado se caracteriza desde el punto de vista sociológico, como hace notar


Groppali, por los diferentes matices de su elemento humano, de su población; por
la religión de la misma, por su raza, por la lengua, por las costumbres, por el
pasado histórico, por la cultura particular, es decir, por los ingredientes que
contribuyen a constituir la nacionalidad considerada como objetivo sociológico.
Todos esos matices, toda esa serie de caracteres que contribuyen a formar la
nacionalidad, le dan una personalidad propia, que se deriva de las características
sociológicas de su población.

El Estado también adquiere un matiz propio, una personalidad especial, un


carácter peculiar, que lo distingue de las otras organizaciones políticas similares
por las circunstancias especiales de su territorio, por su geografía. Pero, además,
desde el punto de vista jurídico, el Estado se individualiza, se distingue de otras
organizaciones políticas, también por la especial estructura de sus órganos
fundamentales y la situación en que los mismos, en que estos órganos del Estado,
se encuentran respecto de los otros, de los elementos constitutivos de la sociedad
estatal, de la población y del poder, y respecto de ese auxiliar indispensable para la
vida del Estado, que es el territorio. Entonces vemos que la personalidad concreta
del Estado, aquello que nos hace distinguir un país de otro, tiene su apoyo en el
triple aspecto sociológico, geográfico y jurídico. El aspecto sociológico, constituido
por los maticéis especiales de su población. El geográfico, por la ubicación especial

Teoría General del Estado 85


de su territorio, y el jurídico, por la particular estructura del orden de esta
clasificación, por su peculiar estructura jurídica.

Tomando en cuenta esos aspectos del Estado, en cuanto a las características de sus
elementos, se clasifica el Estado y se distinguen las formas de gobierno y las formas
de la misma organización política.
Aun cuando en el lenguaje vulgar se confunden Estado y gobierno, no obstante, ya
tenemos nosotros los elementos necesarios para poder afirmar que no son términos
equivalentes. La palabra “Estado” designa la organización política en su conjunto,
en su completa unidad formada por los diversos elementos que la constituyen.
“Gobierno” se utiliza para designar el conjunto de los poderes públicos, de los
órganos que quienes se atribuye el ejercicio supremo de la soberanía.
El Estado es un concepto más amplio; abarca el todo. El gobierno únicamente se
refiere a uno de sus elementos, el que tiene la dirección misma del Estado, o sea,
según estudiamos al analizar el poder público, los órganos a través de los cuales
éste se manifiesta. El Estado se integra por la unión de los dos grupos, gobernantes
y gobernados.
El gobierno es definido por Orlando, según cita que de él hace Groppali, como el
conjunto de medios por los cuales la soberanía se traduce en actos. El gobierno es el
conjunto de instituciones, organizadas por el ordenamiento jurídico, para el
ejercicio de la soberanía. El gobierno se encuentra en la cúspide del Estado, en el
vértice del ordenamiento jurídico; representa el órgano supremo central instituido
para actuar, para realizar la voluntad del Estado; la vida de éste recibe impulso y
dirección del gobierno.
Otros autores definen al gobierno como el conjunto de individuos a quienes el
ordenamiento jurídico confiere la potestad de dirigir el Estado. Esta definición no
abarca más que el aspecto subjetivo del gobierno, al decir “conjunto de
individuos…”, sin tomar en consideración su aspecto objetivo, o sea, el constituido
por los órganos, por las organizaciones gubernamentales en sí mismas,
independientemente de sus titulares, de ese conjunto de individuos que se
encuentran formando parte de la definición. El gobierno no es sólo el conjunto de
individuos (gobernantes), también son parte del gobierno los órganos de los

Teoría General del Estado 86


mismos. Las formas de gobierno se refieren a los diferentes modos de constitución
de los órganos del Estado de sus poderes y de las relaciones de esos poderes entre
sí. Por el contrario, las formas de Estado se refieren a la estructura misma de la
organización política en su totalidad y unidad. Las formas de gobierno se refieren a
ese aspecto más restringido del Estado cuya definición hemos dado. La forma del
Estado se refiere a la especial configuración de la organización política, tomada en
su totalidad.
La consecuencia de esta distinción, es que puede variar la forma de gobierno, sin
que varíe concomitantemente la forma del Estado, y viceversa; ambas situaciones
son independientes.

Evolución del Problema

Esta distinción que acabamos de hacer entre formas de gobierno y formas de


Estado, es de reciente elaboración. En la antigüedad y en la Edad Media, los
autores se limitaban a examinar al Estado como un complejo de órganos,
observando que la soberanía era una cualidad que correspondía, no al Estado en sí,
sino a alguno de sus órganos fundamentales. No se hacía, en realidad, un estudio
de las formas de Estado, sino que las consideraciones se referían exclusivamente a
las formas de gobierno. En el mundo antiguo, repito, sólo se estudió el problema
relativo a las diversas formas de gobierno y se hicieron clasificaciones de las
mismas.
Heredoto en los nueve libros de la historia, hace referencia a las diversas formas de
gobierno clasificándolas en monarquía, democracia y aristocracia. Platón, en la
República, hizo una reseña de las formas de gobierno. La clasificación de las
mismas, de manera genial la hizo también Aristóteles, que se sirvió del método
inductivo para establecer sus postulados en materia pública. Examinó las
constituciones de 158 Estados, y de este examen obtuvo los elementos para poder
establecer la clasificación de las formas de gobierno. Para hacerlo, tomó en cuanta
quiénes eran los titulares del poder en los diversos Estados que analizó. Se dio
cuenta de que, en ocasiones, el poder era ejercido por un solo individuo, y clasificó
al Estado que se encuentra en esta situación, que tiene como titular de la soberanía
a una sola persona, como monarquía (de monos: uno). En ocasiones ese poder se

Teoría General del Estado 87


ejercía por un grupo de individuos. Aristóteles la denominó aristocracia. Y también
observó que existía otra situación, en la que no se trataba ni de un individuo ni de
un grupo especial de hombres, sino de un conjunto de ellos, y denominó a esta
forma, democracia o politeia. Aristóteles consideró que la forma de gobierno más
conveniente es la democracia; no obstante, llamo “puras” y “perfectas” a todas las
formas, si se encaminaban a realizar el bien de la comunidad. Pero tomó en cuenta
que la forma de gobierno, no obstante la clasificación que le correspondiese, podría
corromperse y encaminarse, no a obtener el bien general, sino particular de los
gobernantes, degenerando así la monarquía en tiranía; la aristocracia en oligarquía,
y la democracia en octocracia o demagogia.

Vemos, en consecuencia, que Aristóteles hizo la clasificación de las formas de


gobierno partiendo de los diferentes modos de organización del poder supremo del
Estado; de acuerdo con el número de individuos que aparecían como titulares de
ese poder. Este criterio cuantitativo de Aristóteles es extrínseco; toma únicamente
en cuenta el aspecto exterior del gobierno, no sus cualidades intrínsecas. No busca
la especial constitución del Estado, sino la atribución a una, a varias o muchas
personas de la titularidad del poder. La consecuencia de esa clasificación formal o
extrínseca es que dentro de ella pueden caber Estados disímiles totalmente, como la
aristocracia de Roma y la de Venecia; en ambas situaciones gobernaban grupos,
pero la situación intrínseco del organismo estatal era muy diferente. Lo mismo
pueden existir monarquías absolutas o monarquías con Estado democrático, e
incluso Republicas, con jefes del Ejecutivo despóticos.
Pero no obstante ese defecto, de que únicamente se trate de una clasificación
extrínseca, que toma en cuenta la forma y no la materia, el valor de esta
clasificación aristotélica hizo que fuese seguida por largo tiempo. En Roma, Polibio,
cuya obra política también hemos examinado en forma somera, adopto la
clasificación de Aristóteles, aun cuando la construcción que él hizo se basó en el
estudio de la Historia de Roma, y de acuerdo con esa base de su análisis, consideró
que la mejor forma de gobierno sería la mixta, que existió en la época de mayor
poderío político romano, en la que el poder estaría dividido entre el monarca y el
pueblo o entre una aristocracia y el pueblo. Recordemos la teoría de Polibio en

Teoría General del Estado 88


relación con el “ciclo fatal de las formas de gobierno”; la monarquía degenerando
en tiranía; ésta, derrocada por la aristocracia; a su vez, ésta degenerando en
oligarquía, que a su vez sería derrocada por el pueblo, para instaurar la democracia
como forma de gobierno; ésta dando lugar a la demagogia, que, a su vez, sería
sustituida nuevamente por la monarquía, cerrándose así el ciclo.
Polibio consideró que la fuerza de Roma derivaba de su gobierno mixto, en el que
sabiamente se mezclaban la monarquía, la aristocracia y la democracia: la
aristocracia, en el senado; la monarquía, en el Consulado, y la democracia en los
comicios. En esta forma todas las fuerzas del Estado concurrirían a su
engrandecimiento y se evitaría el ciclo degenerativo que afecta a las tres formas.
Además, los tres poderes del Estado se encuentran en un plano de igualdad.
Este pensamiento fue seguido por Cicerón y por Tácito. Pasó después en la historia
posterior, al cristianismo, y en la Edad Media fue recogido por Dante. En el
Renacimiento siguió en boga, en Italia, esta idea del gobierno mixto, citándose en
esta época la República de Venecia como ejemplo de una mezcla de gobierno
aristocrático y democrático. Los pensadores de dedicaron a determinar cuál de las
formas de gobierno sería la más perfecta y conveniente para el desarrollo de los
Estados. Al ocuparse de este problema, perdieron de vista la circunstancia
fundamental de que no existe una forma de gobierno ideal que pueda presentarse
como arquetipo, como modelo absoluto, para realizar la felicidad política. Las
formas de gobierno son accidentales y deben resultar de las especiales
circunstancias históricas y sociológicas de los Estados. Una de las circunstancias
más dañinas para el desarrollo político de los pueblos, y que ha tenido una
influencia extraordinaria en el desarrollo de México y de las Repúblicas
Iberoamericanas, ha sido que para el desarrollo de su vida interior no han tomado
en cuenta el factor principios derivados de su condición histórica y sociológica,
sino que han querido tomar, como modelos ideales a seguir, formas de gobierno
que tal vez sean magníficas para regir la vida de los Estados en que se originaron,
pero al ser transplantadas a otros países, sin tener ese arraigo histórico y
sociológico, han motivado una disociación entre el pueblo y el gobierno,
ocasionando los trastornos que tanto daño han causado a estas repúblicas desde su
independencia.

Teoría General del Estado 89


Maquiavelo hizo una clasificación bipartita de las formas de gobierno, iniciando El
Príncipe con la afirmación de que todos los Estados o son Republicas o son
Principados. Maquiavelo trató de fundamentar su clasificación tomando en cuenta
no razones éticas, como Aristóteles, sino argumentos tomados de la diferente
estructuración jurídica del órgano supremo del Estado.
La doctrina moderna sufrió la influencia de Maquiavelo. Jellinek clasifica las
formas de gobierno en monarquía y república. Kelsen distingue las formas de
gobierno en monarquía y república. Kelsen distingue las formas de gobierno en
autocracia y democracia, con fundamento en el número de sujetos que participen
en la producción de las normas jurídicas.
Fácilmente se ve la supervivencia del pensamiento de Maquiavelo y, sobre todo,
del criterio cuantitativo de la clasificación aristotélica. Hermann Heller, en su
Teoría del Estado estudia este problema al efectuar el análisis del poder. Bajo el
rubro de poder del Estado y formas del Estado, indica que: “la manera como se
distribuye el poder del Estado determina la forma del mismo”.
Considera de acuerdo con este supuesto que existen dos formas fundamentales de
Estado: Autocracia y Democracia y precisa su contenido de la siguiente manera:
“En la democracia rige el principio de la soberanía del pueblo; todo poder estatal
procede del pueblo; en la autocracia el principio de la soberanía del dominador; el
jefe del Estado reúne en sí todo el poder del Estado.
Material integro de la obra del Maestro Francisco Porrúa Pérez

4.2. ABSOLUTISMO

El absolutismo es una forma de gobierno en la cual el poder reside en una única


persona, a quien deben obedecer todas las demás, sin rendir cuentas al parlamento
ni al pueblo.
Abarcó los siglos XVI, XVII, XVIII y la primera mitad del XIX, cuando las
revoluciones burguesas de 1820, 1830 y 1848 acabaron con la Restauración del
Congreso de Viena. Como excepción a esta caducidad del absolutismo se debe citar
al Imperio Ruso, donde los zares mantuvieron su práctica hasta la Revolución
Bolchevique de 1917.

Teoría General del Estado 90


La teoría del derecho divino del poder real o del absolutismo teológico nació en
Francia en el último cuarto del siglo XVI y en el ambiente de las guerras de
religión. Aunque en Europa la divinización del monarca nunca llegó tan lejos como
en Asia (donde en algunos países se identificaba al rey con el mismo Dios) el rey
siempre tuvo cierto poder sobre las iglesias nacionales a través del regalismo.
Las principales características del absolutismo fueron el rey único, vitalicio,
hereditario y teocrático lo que hacía que el monarca dictara todas las leyes de
acuerdo a sus intereses y la de los nobles, que estaban para aconsejar al rey en sus
decisiones aunque éste siempre tenía la última palabra; el rey manejaba los hilos de
la iglesia y era el jefe temporal, lo que quiere decir que manejaba la parte
administrativa y todo lo que tiene que ver con sus riquezas, mientras que la parte
de la fe y la creencia religiosa eran atribuidos al clero; se practicaba una economía
mercantilista en donde todo estaba respaldado en metales como el oro y la plata
siendo este sistema responsable por las miserias que azotarían Europa luego y que
serán cambiados por sistemas más liberales, y a su vez muy controlada para así
poder cobrar los impuestos necesarios para poder mantener la acomodada vida del
rey y los nobles en el Palacio de Versalles en el caso de Francia con todas sus fiestas
y más de un centenar de habitaciones. En cuanto a la sociedad, ésta es
testamentada.
Este régimen, para poder funcionar y asegurar su continuidad, debe contar con un
ejército que apoye incondicionalmente al rey y para a su vez apoyar y mantener el
sistema monárquico en orden y controlar cualquier tipo de revueltas contra éste,
una burocracia con ministros y funcionarios públicos a cargo que la hagan
funcionar correctamente para que así se mantenga el poder monárquico, un grupo
de embajadores que se encargaban de los tratados comerciales, de guerra, y
matrimoniales ya que todos los reyes europeos se casaban entre ellos para asegurar
las coronas reales y estos casamientos siendo pura y exclusivamente por interés, un
sistema tributario fuerte que pueda mantener en pie todos los gastos del Estado y
del monarca, así como también la flota, el ejército y la burocracia.
En resumen, el objetivo del absolutismo es la concentración del poder del estado y
monopolio de la autoridad en la persona del rey.

Teoría General del Estado 91


Para el historiador R. Mousnier, la monarquía absoluta es el resultado de la
rivalidad de dos clases: la burguesía y la nobleza. El rey arbitró el conflicto,
apoyando a la burguesía y domesticando a la nobleza, conduciendo ese conflicto a
un equilibrio que aseguró su poder personal y la unidad, el orden y la jerarquía en
el Gobierno y en el Estado. Llevó a la sumisión total y a la obediencia sin límites.
Por el contrario, según Perry Anderson, "el estado absolutista nunca fue el árbitro
entre la aristocracia y la burguesía, ni mucho menos, un instrumento en la naciente
burguesía contra la aristocracia". El absolutismo fue en su esencia, según este
historiador, un aparato reorganizado y potenciado de dominio feudal. Fue el nuevo
instrumento de una nobleza amenazada que le permitió seguir ostentando el
dominio del poder político y mantener a las masas campesinas en la base de la
jerarquía social y a la burguesía emergente apartadas del gobierno. Paradojalmente,
dice el autor, si bien el estado absolutista fue un instrumento para la protección de
la propiedad y los privilegios de la aristocracia feudal, los medios que empleó
favorecieron simultáneamente los intereses básicos de las nacientes clases
mercantiles y manufactureras, posibilitando el desarrollo del de las estructuras
capitalistas.

4.3. PROTECTORADO

Se denomina protectorado a la soberanía parcial que un Estado ejerce,


especialmente en lo referido a las relaciones exteriores, en un territorio que no ha
sido incorporado plenamente al de su nación y en el cual existen autoridades
autóctonas propias.
A modo de ejemplo, podemos citar el protectorado que en su día ejercieron España
y Francia sobre Marruecos, donde la autoridad sobre la población nativa era
ejercida por el Sultán, existiendo fuerzas militares y policiales autóctonas, pero
tuteladas por los ejércitos de los países protectores.
Los gobiernos de estos países estaban representados, en el caso de la zona
controlada por España, por el Alto Comisario, normalmente un general, y en el de
la zona francesa por el Residente General.
En el protectorado se conservan las autoridades políticas y la metrópolis controla
militar y políticamente.

Teoría General del Estado 92


4.4. TOTALITARISMO

Se conoce como totalitarismos a las ideologías, los movimientos y los regímenes


políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el
poder sin divisiones ni restricciones (de un modo mucho más intenso y extenso que
el teórico poder absoluto de las monarquías del Antiguo Régimen).
Los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes
autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se
comporta en la práctica como partido único y confundirse con las instituciones del
Estado, y por lo general exaltan la figura de un personaje que tiene un poder
ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través de la autoridad
ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende
encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar un hombre nuevo en una
sociedad perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos
de control social y de represión como la policía secreta o los campos de
concentración. El fascismo (tanto el italiano como el nazismo alemán y en mayor o
menor medida otras versiones nacionales) y el estalinismo de la Unión Soviética (y
en mayor o menor medida el de sus países satélites denominados socialismo real)
son los ejemplos más destacados.
El totalitarismo es una forma de Estado, es decir, una forma de organizar los cuatro
componentes del mismo (territorio, población, gobierno, poder, y según el autor,
también el jurídico o el derecho). El totalitarismo no es simplemente una forma de
gobierno, una organización en cuanto a las personas que ejercen el poder, es toda
una forma de estado, de tipo no democrática y se caracteriza al igual que el
autoritarismo en la falta de reconocimiento de la libertad y los derechos del
hombre. Sin embargo, se diferencia del autoritarismo en que en el totalitarismo
existe una negación de la libertad y los derechos individuales, desconociendo
además la dignidad de la persona humana, convirtiendo las clases sociales en
masas.
El totalitarismo considera el Estado como un fin en sí mismo, y por tanto lo
maximiza, y dado que el poder existe para el fin de las cosas, si consideramos al
Estado un fin, estos dos componentes de la política son correlativos, como
consecuencia un Estado más grande nos da un poder más grande. Así el poder del

Teoría General del Estado 93


estado totalitario lo puede todo porque el fin lo abarca todo. Mussolini (que usó
por primera el término "totalitarismo") graficó esto en el eslogan "todo en el estado,
todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado". No es ya el
estado para el hombre, sino el hombre para el estado.
El totalitarismo en un monismo triple, monismo sociológico, político y jurídico,
entendiendo monismo como algo que es uno en los ámbitos nombrados.
El totalitarismo es un monismo político porque erige toda la estructura de poder en
torno al poder político, generalmente un solo líder, absorbiendo los poderes que se
afinan a éste y negando los que son independientes o contrarios. De esta forma, al
contrario de las formas de estado democráticas, en donde el poder político es una
forma más de poder, que se encuentra en una jerarquía, sobre el poder social, en el
totalitarismo no existe esa jerarquía de poderes, debido a que sólo existe uno, el
poder político total.
A diferencia del liberalismo y del marxismo que cuentan con una coherente
exposición de principios ideológicos, las doctrinas totalitarias se configuran a la par
que estos movimientos surgen con el propósito de alcanzar el poder y establecer su
sistema de dominación. No hay doctrina. Una primera característica es su
exaltación del Estado, de un Estado omnipotente o totalitario y llevar el respeto a
los líderes de estos a un nivel de casi "culto a la personalidad".

A ello, el nacionalsocialismo agrega la configuración de un Estado sustentado en


supuestos étnicos y racistas. Por ello, el fin supremo del Estado nazi es la
preservación de la pureza racial, la que justifica la política racista y antisemita del
Tercer Reich. Antiparlamentarismo bajo la dirección de un jefe o caudillo -Duce
(Mussolini), Führer (Hitler)- dotado de un poder “carismático” y capaz de crear por
sí sólo la voluntad nacional y de dirigirla en beneficio de la colectividad
insustituible.
Su odio febril a la democracia y a sus manifestaciones más comunes, la libertad y la
igualdad políticas. Así frente a la “falacia” de la igualdad democrática, exhiben
como ideal la dicotomía superior-inferior. En el “código” social fascista el hombre
es superior a la mujer, el militar al civil, el miembro del partido al que no lo es, se
puede expresar las principales características:

Teoría General del Estado 94


Se halla un imperialismo militarista.

El dogmatismo de las ideas y las intolerancias fundamentan la fe ciega en el


caudillo.

Utilizan los símbolos y los nuevos medios de propaganda de masas. Existe un


partido único.

4.5. DEMOCRACIA

Democracia es una forma de organización de grupos de personas, cuya


característica predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de
sus miembros, haciendo que la toma de decisiones responda a la voluntad colectiva
de los miembros del grupo.
En sentido estricto la democracia es una forma de gobierno, de organización del
Estado, en la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante
mecanismos de participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los
representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social
en la que todos sus habitantes son libres e iguales ante la ley y las relaciones
sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.
La democracia se define también a partir de la clásica clasificación de las formas de
gobierno realizada por Platón primero y Aristóteles después, en tres tipos básicos:
monarquía (gobierno de uno), aristocracia (gobierno de pocos), democracia
(gobierno de la multitud para Platón y "de los más", para Aristóteles).
Hay democracia directa cuando la decisión es adoptada directamente por los
miembros del pueblo. Hay democracia indirecta o representativa cuando la
decisión es adoptada por personas reconocidas por el pueblo como sus
representantes. Por último, hay democracia participativa cuando se aplica un
modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y
organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones
públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios.
Estas tres formas no son excluyentes y suelen integrarse como mecanismos
complementarios.

Teoría General del Estado 95


4.6. ESTADO DEL BIENESTAR

Se dice que existe un Estado del bienestar o Estado providencia cuando el Estado
asegura la protección social, entendida ésta mediante derechos tales como la
sanidad, la vivienda, la educación, los servicios sociales, las pensiones de jubilación
o la protección del empleo o del empleado.
El Estado de Bienestar ha sido el resultado combinado de diversos factores (…) El
reformismo socialdemócrata, el socialismo cristiano, élites políticas y económicas
conservadoras ilustradas, y grandes sindicatos industriales fueron las fuerzas más
importantes que abogaron en su favor y otorgaron esquemas más y más amplios de
seguro obligatorio, leyes sobre protección del trabajo, salario mínimo, expansión de
servicios sanitarios y educativos y alojamientos estatalmente subvencionados, así
como el reconocimiento de los sindicatos como representantes económicos y
políticos legítimos del trabajo…"

4.7. NEOLIBERALISMO

El término neoliberalismo, proviene de la abreviación de neoclassical liberalism


(liberalismo neoclásico), es un neologismo que hace referencia a una política
económica con énfasis tecnocrático y macroeconómico que considera
contraproducente el excesivo intervencionismo estatal en materia social o en la
economía y defiende el libre mercado capitalista como mejor garante del equilibrio
institucional y el crecimiento económico de un país, salvo ante la presencia de las
denominadas fallas del mercado.
Suele considerarse, erróneamente, como una reaparición del liberalismo
decimonónico. Sin embargo, al contrario de éste, no rechaza totalmente el
intervencionismo estatal y además guarda una ambigüedad ideológica,
respondiendo más a su base teórica-técnica neoclásica. Siendo una propuesta
macroeconómica tiende a ser neutral con respecto a las libertades civiles.
Se usa con el fin de agrupar un conjunto de ideologías y teorías económicas que
promueven el fortalecimiento de la economía nacional (macroeconomía) y su
entrada en el proceso globalizador a través de incentivos empresariales que, según
sus críticos, es susceptible de conducirse en beneficio de intereses políticos más que
a la economía de mercado propiamente dicha.

Teoría General del Estado 96


Muchos economistas cuestionan el término neoliberalismo porque no corresponde
a ninguna escuela bien definida, ni siquiera a un modo especial de describir o
interpretar las actividades económicas (aunque probablemente sí de explicarlas). Se
trata de un término más bien político o ideológico, frecuentemente usado por los
medios de comunicación y algunos intelectuales.
En teoría el neoliberalismo suele defender algunos conceptos filosóficos del viejo
liberalismo clásico del siglo XIX como la iniciativa privada o la limitación del
crecimiento del Estado, añadiéndole por lo general elementos posteriores como el
rol subsidiario del Estado desarrollado por los ordoliberales alemanes (que había
puesto en marcha algunas de sus propuestas en el denominado Milagro alemán de
posguerra), y en especial el monetarismo de la Escuela de Chicago que, desde
mediados de los años 50, se convirtió en crítico opositor de las políticas de
intervención económica que se adoptaban en todo el mundo, junto con
aportaciones del enfoque macroeconómico keynesiano.
A finales de los años 70, estas teorías ganaron amplia popularidad en el mundo
académico y político por dar respuesta al fracaso del keynesianismo en la gestión
de la crisis de 1973. En efecto, la aplicación de los preceptos keynesianos, no sólo no
creaba empleo sino que además desató una epidemia inflacionaria mundial
(estanflación, desafiando la Curva de Phillips) y creó unos déficit presupuestarios
insostenibles. El nuevo escenario estanflacionario desafiaba los postulados
keynesianos. Para enfrentarlo se deberían efectivizar al mismo tiempo acciones
antirecesivas y antiinflacionarias, algo nunca previsto en tal teoría.

La crítica de los autores, especialmente monetaristas, tenía tres vertientes:


1. discutían el uso del aumento de la masa monetaria como instrumento para crear
demanda agregada, recomendando mantener fija dicha magnitud;

2. desaconsejaban el uso de la política fiscal, especialmente el uso del constante


déficit presupuestario, poniendo en duda el multiplicador keynesiano; y

3. recomendaban una reducción en los gastos del Estado como única forma práctica
de incrementar la demanda agregada.

Teoría General del Estado 97


La mayor parte de los aportes teóricos fueron rápidamente aceptados poniendo fin
a la predominancia que el keynesianismo tenía en la mayoría de las escuelas de
pensamiento económico desde los años 30. Tanto Margaret Thatcher como la
administración de Reagan pusieron en práctica estas teorías con resultados
desiguales. En el Reino Unido, se realizó una fuerte reducción en el tamaño del
sector público que, si bien tuvo consecuencias negativas en el corto plazo en el
terreno social, reactivó la economía y dio un gran dinamismo al sector productivo.
En los Estados Unidos, similares medidas chocaron con el aparato político y la
vocación militarista del entorno de Reagan por lo que solo se logró crear un gran
déficit fiscal (las iniciativas de reducción de impuestos prosperaron pero no las de
control del gasto social o del gasto militar -gasto público-que eran las principales
partidas).
Se aprecia en la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, posterior al fracaso
de su gestión desarrollista-militarista de la primera parte de su gobierno, un
modelo económico monetarista con algunos rasgos keynesianos, siendo estos
manejados por su equipo de economistas, los Chicago Boys. Estos serían vitales
para la reestructuración económica de Chile marcada por las crisis mundiales y
la nacionalización del cobre, es el llamado Milagro de Chile, mientras que en los
países de la región latinoamericana colapsaban las aplicaciones del modelo
cepalino desarrollista y se experimentaba la crisis de la deuda externa produciendo
la denominada Década perdida.
De estas experiencias y de las dificultades para aplicar esas políticas a países en
desarrollo, surge una versión keynesiana con inclinación monetarista que
incorporaba la aversión al déficit y a la fabricación de dinero pero no al concepto de
intervención pública en la economía (ej. Consenso de Washington, término
acuñado en 1989 por el economista John Williamson para referirse al tipo de
políticas fiscales y monetarias recomendadas para los países en desarrollo por los
organismos con sede en Washington Banco Mundial, FMI y Tesoro
estadounidense, entre otros).
Por ello se lo relaciona con la tecnocracia de los organismos públicos
internacionales, debido a que sus políticas son principalmente impulsadas desde el
Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario

Teoría General del Estado 98


Internacional (FMI), organismos que no dependen de las Naciones Unidas y están
por ello exentos del control directo de la comunidad internacional de países y a los
que en ocasiones se acusa de ejercer presión política y extorsión. En la práctica,
estas políticas toman como modelo de economía (salvo en lo referente al
proteccionismo) a la estadounidense.
El neoliberalismo, como política tecnocrática y macroeconómica (y no propiamente
filosófica), tiene una dimensión geopolítica mercantilista ajena en la práctica al
liberalismo económico propiamente dicho, es decir el neoliberalismo no es
necesariamente sinónimo de mercado libre -sin trabas burocráticas ni privilegios
sectoriales-, razón que explicaría que sea asociado al corporativismo internacional

Teoría General del Estado 99


Referencias de la unidad 4

Teoría del Estado -Teoría Política- de Francisco Porrúa Pérez, editorial porrua,
cuadragésima edición, segunda reimpresión.

Teoría Política de Héctor González Uribe, decimaquinta edición, editorial porrua.


www.Wikipedia.com (Solo las definiciones)

Teoría General del Estado 100


Autoevaluación de la unidad 4

1.- ¿Cuáles son los matices del elemento humano que caracterizan al Estado desde
el punto de vista sociológico, según Groppali?

2.-¿Cuál es la diferencia entre formas de gobierno y formas de estado?

3.- Hermann Heller, en su Teoría del Estado, estudia este problema al efectuar el
análisis del poder. De todo esto indica que: “la manera como se distribuye el poder
del Estado determina:
______________________________________________________________”

4.-El absolutismo es:

5.-¿Qué es un protectorado?

6.-¿A qué se conoce como totalitarismo?

7.-¿A qué hace referencia el término Neoliberalismo?”

Teoría General del Estado 101

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