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Antagonismo cultural.

Propuestas de resolución al conflicto intercultural entre Chile y


el pueblo Mapuche desde el punto de vista del derecho a la autodeterminación de los
pueblos
Alan Mancilla

I. INTRODUCCIÓN

En el siguiente ensayo se reflexionará en general de los acontecimientos que han ocurrido en


el marco del conflicto entre el Estado chileno y el pueblo Mapuche, desde una perspectiva
multicultural. Ello, con el objeto de entregar propuestas orientadas a armonizar las respectivas
posiciones y, con ello, adecuar la situación a los estándares internacionales de derechos
humanos. Para estos efectos, se aplican las siguientes lecturas: «Estado, derecho y
multiculturalismo. Un enfoque de antropología jurídica en México» de Akuavi Adonon,
«Autonomía y pluralismo. Estados plurinacionales y pluriétnicos» de Consuelo Sánchez y, por
último, «Pluralismo jurídico, derecho indígena y jurisdicción especial en los países andinos»
de Raquel Yrigoyen.
II. DESARROLLO

Es innegable que en nuestro país no existe una compatibilidad satisfactoria entre los sistemas
culturales chileno y mapuche, desde la perspectiva de los instrumentos internacionales
relativos a los derechos de los pueblos indígenas. Todos quienes pertenecemos al Estado
chileno tenemos en el imaginario colectivo la perpetua y constante lucha de los pueblos
indígenas de Chile, en general, y del pueblo Mapuche, en particular, por el reconocimiento de
sus derechos político-culturales por parte del Estado, sin perjuicio de que la comunidad
internacional también está interesada al respecto. Pese a ello, pocas son las personas que
manejan los alcances e implicancias de las demandas indígenas, lo que conlleva a tener un
panorama estigmatizado del conflicto y a concebir, en la mayor parte de estas concepciones,
una visión en la que la persona indígena es «violenta», «impulsiva», e inclusive, «terrorista».

No está de más señalar que dichas calificaciones son erróneas y contribuyen al menosprecio
y repudio a la cultura y personas mapuches. Sin embargo, si se quiere, calificaciones como
«insurrecto» o «rebelde», en referencia al pueblo Mapuche, parecen ser bien empleadas
conforme a sus definiciones. En efecto, los conceptos hacen referencia a sujetos que ofrecen
resistencia frente a una autoridad que pretende que se le obedezca. Parece ser el caso del
pueblo Mapuche frente al Estado chileno, y no es de extrañar que así sea, yo mismo, sin
pertenecer a la cultura mapuche, opondría resistencia frente a una cultura distinta a la mía que
viene a abolir las instituciones y costumbres de mi pueblo, con ánimos de imponer la suya y a
través de mecanismos represivos y transgresores de los valores identitarios de mi comunidad.

¿Cómo resolver entonces el conflicto intercultural entre el pueblo Mapuche y el Estado de


Chile? La solución pasa por constatar que Chile no es una nación culturalmente homogénea,
que existen pueblos indígenas que buscan preservar sus costumbres ancestrales, sus
autoridades y su Derecho consuetudinario, y que el Estado invisibiliza esta realidad, aplicando
instituciones que no se encuentran legitimadas por todos los actores relevantes que conforman
1
el Estado chileno actual. En definitiva, la solución radica en el ejercicio efectivo del derecho a
la libre determinación o autodeterminación de los pueblos.

Este derecho se encuentra contenido en los instrumentos internacionales de derechos


humanos que Chile ha ratificado y que se encuentran vigentes, por tanto, por vía artículo 5°
inciso 2° de la Constitución, el Estado chileno tiene la obligación de respetarlo y promoverlo.
El problema se presenta al momento de interpretarlo y determinar sus alcances. El mecanismo
que propongo para concretizarlo es a través de los criterios de interpretación propios del
derecho internacional de derechos humanos: criterio pro homine y criterio democrático. Según
los cuales hay que interpretar los instrumentos que contienen derechos fundamentales, por
una parte, de la manera más extensiva a su protección y alcance, o de forma restrictiva cuando
dichos instrumentos sean limitadores a los derechos humanos y, por otra, hay que favorecer
la interpretación que sea más acorde a un sistema democrático, respectivamente.

Coherente con estos criterios es la dotación de contenido al derecho a la autodeterminación


de los pueblos que nos brinda Consuelo Sánchez. Según la cual este derecho comprende
cuatro elementos: autogobierno, base territorial, competencias, y participación y
representación política en la vida nacional1. El primero alude al conjunto de facultades que
tiene el pueblo para poder organizarse políticamente y administrar sus asuntos internos. Es
decir, permite que se reconozcan como válidas las autoridades indígenas que se designen, así
como también, los órganos productores, aplicadores e interpretadores de las normas
consuetudinarias y, a su vez, la jurisdicción especial indígena.

Se desprende del análisis del elemento anterior que reconocer el autogobierno de los pueblos
indígenas implica constatar el pluralismo cultural y, con ello, el pluralismo legal que existe en
un determinado Estado. El reconocimiento del Derecho consuetudinario implica el hecho de
que este ya no se encuentre relegado a un segundo plano frente al Derecho estatal, sino que
sea independiente de este e, inclusive, se pueda aplicar contra él2. Estamos en presencia
entonces de sistemas normativos paralelos, que, dada su característica de porosidad, como
sostiene Akuavi Adonon, experimentan, junto con el derecho internacional de derechos
humanos, procesos de imbricación en los cuales se enriquecen mutuamente a través de sus
respectivos referentes cognitivos3.

Es importante destacar que, si bien el Derecho indígena y la jurisdicción especial no se


encuentran sujetas al Derecho estatal, si encuentran su límite en el respeto universal a los
derechos humanos, tal como sostiene Raquel Yrigoyen4. Es entonces a través del diálogo
intercultural que se realiza entre el sistema indígena, el estatal y el internacional, el que permite

1 Cfr. SÁNCHEZ, C.: “Autonomía y pluralismo. Estados plurinacionales y pluriétnicos”, en GONZÁLEZ,


BURGUETE Y ORTIZ (Coords.): La autonomía a debate: Autogobierno indígena: Estado Plurinacional en
América Latina, FLACSO. Quito, 2010, pp. 264-273.
2Cfr. YRIGOYEN FAJARDO, R.: “Pluralismo jurídico, derecho indígena y jurisdicción especial en los países

andinos”, El otro derecho, número 30, 2004, pp. 5-6.


3 Cfr. ADONON VIVEROS, A.: “Estado, derecho y multiculturalismo. Un enfoque de antropología jurídica en

México”, Nueva antropología, vol.22, n°71, 2009, p. 9.


4 Cfr. YRIGOYEN FAJARDO, R.: Op. Cit., p. 14.

2
dotar a los derechos humanos de un contenido sustantivo, que busque compatibilizar las
distintas orientaciones culturales en sus interpretaciones. Tenemos entonces, por un lado, la
protección al derecho a la diversidad cultural que propugnan las comunidades indígenas y, por
otro lado, el respeto y promoción a los derechos humanos5. Es esta realidad la que permite
armonizar los distintos sistemas culturales que puedan correlacionarse bajo un mismo Estado.
El concepto de base territorial alude a un espacio de realización político-cultural, en el cual el
pueblo desarrolla sus gestiones administrativas, y en el que las autoridades legítimas ejercen
sus competencias. Es oportuno señalar que «territorio», como sostiene Raquel Yrigoyen, hace
referencia no a las tierras de propiedad indígena, sino a aquel territorio geofísico que preste
utilidad a dichos pueblos, conforme al Convenio 169 de la Organización Internacional del
Trabajo6. Por su parte, el concepto de competencias hace referencia a las facultades que
poseen las autoridades indígenas para el desarrollo de su autogobierno y la ejecución de actos
normativos.
Por último, el elemento de participación y representación política en la vida nacional hace
referencia a los procesos en los que la política indígena y la política estatal se relacionan con
ánimo de gestionar medidas tendientes a respetar y promover los intereses y derechos de los
distintos actores del panorama estatal. Dotar con este contenido en particular, y en general
con los demás, al derecho a la libre determinación de los pueblos significa mayores
posibilidades de convivencia y participación democrática al interior del propio Estado, por
cuanto los individuos miembros de dichos pueblos serán considerados como sujetos políticos
y no como objetos de políticas externas
III. CONCLUSIÓN

Hacer efectivo el ejercicio del derecho a la autodeterminación de los pueblos a través de los
elementos mencionados permite entender las implicancias y alcances del conflicto intercultural
que se vive hoy en nuestro país, entre el Estado y el pueblo Mapuche. En primer lugar, permite
moderar el conflicto, encauzándolo a través de vías diplomáticas y pacíficas. En segundo lugar,
permite descartar de plano la idea de que reconocer la autodeterminación de los pueblos es
permitir la secesión. En tercer y último lugar, permite fortalecer la democracia a través de la
participación de todos los actores relevantes y con ello promover el respeto y la protección de
los derechos humanos.

IV. BIBLIOGRAFÍA
 ADONON VIVEROS, A.: “Estado, derecho y multiculturalismo. Un enfoque de antropología
jurídica en México”, Nueva antropología, vol.22, n°71, 2009, pp. 51-72.
 SÁNCHEZ, C.: “Autonomía y pluralismo. Estados plurinacionales y pluriétnicos”, en
GONZÁLEZ, BURGUETE Y ORTIZ (Coords.): La autonomía a debate: Autogobierno indígena:
Estado Plurinacional en América Latina, FLACSO. Quito, 2010.
 YRIGOYEN FAJARDO, R.: “Pluralismo jurídico, derecho indígena y jurisdicción especial en los
países andinos”, El otro derecho, número 30, 2004, pp. 171-195.

5 Ibídem, pp. 15-16.


6 Ibídem, p. 8.
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