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LIBRERIA TECNICIENCIA
Calle 14 No. 6A-1 1
Tel. 2423457 2345252
BOGOTA, D. E.
J
Antropología del Territorio
_____
JOSÉ LUIS GARCÍA
ANTROPOLOGIA
DEL TERRITORIO
Taller de Ediciones
Josefina Betancor
Madrid
197
6
© José Luis García
© Taller de Ediciones Josefina Betancor
Calle Ambrós 8 Teléfono 255 12 66
Apartado de Correos 9129 Madrid 28
Introducción
PRIMERA
PARTE Capítulo
territorialidad humana 31
a) Percepción y territorio 33
b) La población 42
c) Habitat 49
d) Recursos económicos 55
Capítulo 2
Condiciones infraestructurales de la
Capítulo 3
Capítulo 4
7
8 Antropología del territorio
Territorialidad metafórica 102
Territorialidad metonimica 124
1 Territorialidad corporal 127
2 Movilización de signos en un contexto
cultural 142
9 Antropología del territorio
SEGUNDA PARTE
Introducción 183
Capítulo 5
Bustiello: un territorio prefijado y una población de
reclutamiento 187
Quién es quién en un territorio sin demarcaciones 203 F.l
vecindaje territorial 220
Estratificación social 229
El mundo infantil 240
Diferenciación territorial según el sexo 251
Capítulo 6
Villanueva de Oseos: dialéctica territorial desde la casa a
la comarca 263
La casa 269
El pueblo y la zona 294
El concejo y la comarca 315
Apéndice
Sobre planificación territorial 331
347
Bibliografía
A Chelo
i
INTRODUCCION
1
Cfr. C. D. Forde: Habitat, Economía y Sociedad. Oikos-Tau, Barcelona,
1966, pág. 482 s.
13
14 Antropología del territorio
2
Cfr. Bibliografía general.
i ,., Dimensión Oculta, enfoque antropológico del uso del eanarin
Instituto de Estudios de la Administración Local. Madrid 1973 pág 15’
1959. ^S'lent Language
■ Doubleday and Company, Inc. Nueva York,
5
La Dimensión Oculta..., pág. 279.
Introducción
6
Cfr. Bibliografía general.
16 Antropología del territorio
7
Cfr. «Introduction a L'oeuvre de Marcel Mauss», en Soclologle et
Anthropologie. P.U.F. París, 1968, pág. XLVII.
8 Ver Bibliografía general.
Introducción 17
*.11 *''
-
PRIMERA PARTE
Capítulo 1
Hacia un concepto de
territorialidad humana
El término territorialidad connota una serie de asociaciones entre
las cuales sobresale, por su carácter primario, la de realidad
espacial. Sin embargo, estos dos conceptos —espacio y
territorio— deberían diferenciarse adecuadamente, pues tanto
extensiva como intensivamente denotan significados distintos. El
espacio constituye uno de esos conceptos poli- sémicos, que por
sí sólo, sin precisiones calificativas, se vacía a causa de su
generalidad. El espacio de las ciencias físico-matemáticas no
tiene mucho que ver con el que sitúa el psicólogo en la base de
sus investigaciones, y éste, a su vez, discrepa del concepto como
noción epistemológica, geográfica o sociológica. Por ello una
reflexión sobre las distintas formas espaciales nos alejaría
innecesariamente de nuestro propósito. Que el espacio real sea
euclídeo o no lo sea, que tenga límites o carezca de ellos, que
esté sujeto a expansiones o a otras leyes físicas determinadas o
que, en fin, en su acepción geográfica sea el producto de unos
movimientos geológicos o cósmicos, es algo que vale la pena
conocer, pero que en cualquier caso modificaría muy poco las
conclusiones de una antropología del territorio \
Porque si es verdad que la territorialidad se asienta sobre un
sustrato espacial, no lo es menos que la Antropología Social y
Cultural, al enfrentarse a esta problemática, debe cualificar el
concepto de espacio, objeto de su estudio al menos en dos
direcciones complementarias: una, la que resulta de añadir a la
noción general (espacio) el determinante «territorial», debiendo,
por tanto, centrarse en el estudio del espacio que constituye
territorio; y otra, la que resulta de introducir esta temática dentro
del molde formal de estudio de esta ciencia, lo que implica un
tratamiento sociocultural del espacio territorial, sin pretender
afirmar que este planteamiento agote el interés humano del
espacio o incluso del 12
territorio, sino intentando únicamente acceder a aquellos as-
pectos y bajo aquel punto de vista que le es propio como ciencia.
Condiciones infraestructurales de la
territorialidad humana
Decíamos anteriormente que el territorio es el sustrato espacial
necesario donde transcurre toda relación humana. El hecho de
que ese sustrato se modifique dialécticamente en contacto con la
actividad humana misma, no impide que sigan existiendo unas
condiciones infraestructurales, subyacentes al mismo proceso
dialéctico del que surge la territorialidad humanamente
semantizada. El concepto de condiciones infraestructurales aquí
utilizado no debe entenderse en un sentido determinista, sino
como elementos básicos del proceso dialéctico al que aludimos.
Ello quiere decir que esos mismos elementos se van a ver
modificados en el transcurso del mismo proceso, y que por
consiguiente su vigencia concreta dentro de una cultura, no
responde a una descripción general de los mismos. Dicho de otra
forma: los condicionantes infraestructurales de la territorialidad
humana no pueden tratarse como tales, sin incurrir de alguna
forma en cierta abstracción. Como veremos más adelante, el
análisis concreto del territorio humano, en una cultura, exigirá una
precisión de estos condicionantes en los términos que le sea
propio. Por ello nos limitaremos aquí a reseñar algunas dis-
posiciones generales, desde las que debe entenderse la di-
mensión territorial del hombre, dejando abierta la posibilidad de
que esas mismas disposiciones se concreticen en el hombre
efectivamente culturizado.
a) Percepción y territorio
33
J. L. García, 3
34 Antropología del territorio
19
Cfr. Ray L. Birdwhistell: «Cinésica y Comunicación», en El Aula sin muros,
pág. 33.
I: 2 Condiciones infraestructurales de la territorialidad 37
20
Cfr. Erwin W. Strauss: Psicología fenomenológica. Paidós, Buenos Aires,
1971, pág. 173.
21
Cfr. H. P. Hediger: O. c„ pág. 48 ss.
22
La dimensión oculta: enfoque' antropológico del uso del espacio. Instituto
de Estudios de la Administración Local. Madrid, 1973, página 76 y ss.
38 Antropología del territorio
24
Cfr. E. Carpenter y M. McLuhan: «Espacio acústico», en El Aula sin
muros, pág. 89.
25
Cfr. The Perception of the Visual World. Houghton Mifflin. Boston, 1950.
40 Antropología del territorio
b) La población
26
Cfr. E. Chapple: El Hombre Cultural y el Hombre Biológico. Pax- México,
1972, pág. 229.
27
Cfr. Ronand Pressant: Démographie Sociale. P.U.F. París, 1971, pág.
114 y ss.
44 Antropología del territorio
c) Habitat
El concepto de habitat ha sido objeto de diferentes polémicas
entre las distintas ciencias que se ocupan de él. Desde que
Ratzel introdujo en su Antropogeografía la noción de área
natural, hasta el concepto de área cultural, preferido por los
antropólogos, han mediado toda una serie de discusiones en
relación con las influencias que una zona de asentamiento ejerce
sobre los individuos que la habitan. Los conceptos de área
natural y de área cultural y su utilización en la definición del
habitat humano, recogen perfectamente estos puntos de vista.
Por área natural se entiende normalmente un asentamiento
delimitado geográficamente por una homogeneidad de
condiciones físicas, mientras que el área cultural se define en
términos de la cultura humana, como aquella zona por la cual se
encuentran distribuidos los mismos rasgos culturales. Este último
concepto nace con el difusionismo, y su operatividad estribaba
en que permitía delimitar un punto central, dentro del área, a
partir del cual se distribuirían los rasgos culturales, en una
intensidad cada vez más difuminada. Hoy se puede prescindir de
estas connotaciones difusionistas y entender la idea en su
sentido más sincrónico, como coexistencia de rasgos dentro de
una zona 17.
Desde el primer punto de vista el habitat humano se definiría
en términos eminentemente físicos. Los geógrafos se-
16
Cfr. «Population Density and Social Pathology», en Scientific American.
Febrero 1962, pág. 139 ss.
17
Cfr. A. H. Hawley: Ecología Humana. Tecnos. Madrid, 1972, página. 92
ss.
J. L. García, 4
guidores de Ratzel trataban de explicar cómo era precisamente
este.aspecto físico del medio, el que determinaba la forma de
comportarse de los individuos que le habitaban. Para ello se
50 Antropología del territorio
31
Cfr. Sociologie et Anthropologie. P.U.F., 1968, pág. 474 ss.
32
Cfr. Le Cru et le Cuit. Pión, París, pág. 295 ss.
52 Antropología del territorio
33
Cfr. Luden Febvre: La Ierre et la Evolution Humaine, citado por M.
Hálbwachs: Morphologie Sociale. Armand Colin. París, 1970, pág. 65.
I: 2 Condiciones infraestructurales de la territorialidad 53
34
Cfr. J. Whiting: «Climate and Culture Practices», en Ward H. Goo-
denogh (ed.): Exploration in Cultural Anthropology. McGrau-Hill. Nueva York,
1964, pág. 511 ss.
54 Antropología del territorio
Elementos de
la estructura
interrelaciona
dos
36
Cfr. H. M. Johnson: «Concepto Sociológico de Cultura», en H. M.
Johnson, K. Young y otros: Naturaleza, Cultura y Personalidad. Paidós. Buenos
Aires, 1967, pág. 40.
I: 2 Condiciones infraestructurales de la territorialidad 57
37
Cfr. Marcel Mauss: «Essai sur le Don», en Sociologle et Anthro- pologie,
pág. 145 ss.
58 Antropología del territorio
38
Cfr. Jesús García Fernández: Organización del Espacio y Economía
rural en la España Atlántica. Siglo XXI. Madrid, 1975, pág. 119.
60 Antropología del territorio
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ti I-
Capítulo 3
*
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Territorio y
estructura social
Una reflexión sobre la vida social nos lleva en seguida a la
conclusión de que toda ella es posible gracias a una mani-
pulación peculiar del tiempo. Sin entrar en disquisiciones
filosóficas sobre este concepto parece evidente que lo social
está estrechamente vinculado con la experiencia del tiempo
reversible. Sólo desde esta perspectiva pueden comprenderse
conceptos como normas, valores, instituciones, roles, etc.
El tiempo lineal, irreversible, propio de ciertos niveles del
acontecer biológico desemboca fatalmente en el final donde lo
biológico mismo pierde su existencia. El individuo identificado
como tal con este discurrir sigue esta ruta sin retorno. La
sociedad, no obstante, perdura y se reitera. La vida social es
ante todo repetición, y consecuentemente rituali- zación, en el
sentido amplio del término.
Detrás de estas afirmaciones, bastante simples, se encierra
no obstante una mayor complejidad que sin duda requiere
algunas precisiones. Por una parte parece bastante probado
que la supuesta linealidad del acontecer biológico no está
exenta de ritmos cíclicos repetibles. La frecuencia de los ritmos
biológicos varía considerablemente de unos a otros, y se
presentan interpuestos a muy distintos niveles. «Los estudios
biológicos han mostrado que estos ritmos están omnipresentes
y van desde los muy rápidos, del orden de una décima de
segundo, a los asociados con las migraciones anuales (en
particular de los pájaros)... Muchos de los ritmos que se han
estudiado en biología son electrofisio- lógicos o bioquímicos;
otros consisten en secuencias de patrones de conducta de todo
tipo de frecuencias y son, por tanto, directamente observables.
Pueden o no coincidir con otros ritmos» \ 39
Entre estos ritmos sobresalen por su mayor facilidad de
observación los llamados ritmos circadianos, por desarrollarse
aproximadamente en torno a la duración de un día: 24 horas.
Tales ritmos se han encontrado no sólo en el hombre y
39
Eliot Chapple: El Hombre Cultural y el Hombre Biológico, pág. 29 s.
65
J. L. García, 5
\
40
Cfr. E. Chapple: O. c., pág. 31 s.
I: 3 Territorio y estructura social 67
41
Cfr. Sobre la Agresión: el pretendido mal. Siglo XXI, pág. 79 ss.
\
42
Critique de L’Anthropologie. P.U.F. París, 1968, pág. 228.
70 Antropología del territorio
43
Cfr. E. Chapple: O. c., pág. 237.
I: 3 Territorio y estructura social 73
44
Cfr. K. Hope (ed.): The Analysis oí Social Moblllty, Methods and
Approaches. Clarendon Press. Oxford, 1972, pág. 3.
I: 3 Territorio y estructura social 75
45
Cfr. Biología del Comportamiento. Siglo XXI, pág. 88 ss.
46
Cfr. Theories of Animal Spacing: the Role of Flight, Fight and Social
Distance, en A. H. Esser. O. c., pág. 54 s.
76 Antropología del territorio
dividuos del grupo social. Parece que los socios poseen ex-
clusividad en relación a los no socios. Pero la exclusividad
desaparece si las relaciones se establecen entre los mismos
socios. Se trata de un territorio de exclusividad positiva, y
consecuentemente negativa en relación con la oposición so-
cio/no socio. ¿Pero qué tipo de relación territorial se establece
en la relación de los socios entre sí? Ninguno de ellos ejerce
exclusividad positiva en relación con los demás, y
consecuentemente ninguno de ellos se ve afectado por la
antítesis negativa que engendraría esa exclusividad.
Como puede desprenderse del planteamiento expuesto,
esta forma de territorialidad es inherente a las otras dos, y está
presente siempre que se cambie el referente de las ex-
clusividades antitéticas. Una casa habitada por una familia,
significa exclusividad positiva para esa familia y negativa para
las demás, pero la utilización de la misma por los distintos
miembros- de la familia no es diferenciare, desde el punto de
vista territorial, según esos conceptos. Pueden existir todavía
dentro de esa casa distintos grados de exclusividad, fijados en
las dependencias en las que se divide el hogar, pero en este
caso el referente ya no sería la familia, sino el individuo o las
divisiones menores que la componen. La situación global,
incluyendo el cambio de referente, sería entonces muy similar
a la descrita en el párrafo anterior para el casino: un lugar sin
aparente exclusividad en reiación a los individuos (sería la casa
en conjunto) y dotado de una fuerte exclusividad positiva en
relación con la familia.
Los grandes bloques de casas de las ciudades modernas,
plantean el mismo problema, con gran claridad, a un nivel de
integración superior al de la familia. Nuevamente dos grupos
interactúan dialécticamente: la familia y la comunidad de
vecinos. El bloque, como propiedad de la comunidad de veci-
nos, presenta exclusividad positiva en relación con otras co-
munidades de vecinos, quienes a su vez se sitúan territorial-
mente en una relación de exclusividad negativa con los in-
quilinos del bloque. Pero dentro del edificio existen una serie de
dependencias y servicios comunes ante los cuales cada una de
las familias, en relación mutua, no pueden acreditar derechos
de exclusividad, mientras que al mismo tiempo la vivienda o el
piso opera como una unidad diferenciante, territorialmente, de
las distintas familias entre sí. El ani- llamiento dialéctico de las
distintas unidades territoriales en las que interactúan los grupos
sociales opera sobre realidades de dos caras: una que se
orienta a la unidad inferior y otra que se relaciona con la
superior. Y al mismo tiempo persisten todas las relaciones que
diferencian y definen a cada
concreto dentro de la misma clase. La vivienda, para seguir con
I: 3 Territorio y estructura social 79
v. horizontales
T
T\
T = tesis A =
antítesis S =
síntesis
/
/T
/
\s
/T1 '
/!\
V
A \ etc.
/
48
Cfr. Luis Cencillo y José Luis García: Antropología Cultural y Psi-
cológica. Syntagma. Madrid, 1973, pág. 479 ss.
49
Cfr. Lévi-Strauss: Anthropologie Structurale. Pión. París, 1958, página
314.
/; 3 Territorio y estructura social 93
50
Sin duda es éste uno de los problemas más debatidos en la lingüística
actual. (Cfr. L. Cencillo: Antropología Cultural y Psicológica, página 275.) La
contundencia de la afirmación de Saussure ha sido puesta también en entredicho
por otros estudiosos del lenguaje, y varios tipos de relaciones no arbitrarias entre
significante y significado han sido reseñadas. (Cfr. E. Benveniste: «Nature du
Signe Linguistique», Acta Lingüistica I, 1, 1939.) Por ejemplo, las teorías
configuracionistas tendrían que admitir, en último término, relaciones
determinantes entre el significante y el significado. Pero no obstante, este tipo de
relaciones del ser humano, y se puede decir que genéticamente la relación es
arbitraria.
94 Antropología del territorio
51
Esto no contradice nuestra afirmación anterior de que la vida social es
sobre todo posible a través de una reversibilidad del tiempo, y de una
cualificación del continuum espacial. Pues las supuestas delimitaciones espacio-
temporales, discontinuas y reversibles, están sometidas a un proceso de cambio,
que las conducen a nuevas formas cualificadas de discontinuidad y reversibilidad.
Los modelos estadísticos pueden dar explicación de la transformación y de la
necesaria de alterar los modelos mecánicos.
Capítulo 4
Dos formas de
semantización territorial
Situada la territorialidad humana dentro de la perspectiva de la
semantización, veamos primero de manera general la estructura
de este proceso, para tratar luego de aplicarla, en la medida en
que sea posible, a la organización del territorio humano. Partimos
aquí del lenguaje, en los aspectos que hemos admitido que
coinciden con la cultura como sistema de comunicación.
En el lenguaje coexisten dos tipos de agrupaciones que son
las que en definitiva determinan el significado. Saussure las
denomina relaciones sintagmáticas o in praesentia, y relaciones
paradigmáticas o ¡n absentia. Las primeras condicionan
horizontalmente el significado y se localizan en el mensaje hablado
o escrito. Se trata del encadenamiento lineal, de la forma en que
se combinan los distintos elementos que integran el sintagma. La
posibilidad de combinación sintagmática es finita, lo que equivale
en este caso a decir que es estructurada. Las relaciones
paradigmáticas o asociativas unen términos in absentia, es decir,
cada elemento seleccionado para formar parte del sintagma
evoca, en el plano de la lengua, un conjunto de términos enlazados
en una serie mnemónica virtual. Si el valor de un término
lingüístico, en cualquiera de sus niveles, está dado por su
capacidad de oposición (por su pertinencia), es decir, por su
diferencia con los demás términos del sistema, es evidente que
cualquier término seleccionado guarda siempre una serie de re-
laciones —verticales— con los elementos del sistema a los que se
opone, y que in absentia tienen vigencia en el código, ya que de
esa relación emana su valor.
Saussure explica prácticamente estos dos tipos de en-
cadenamientos: «Una unidad lingüística se puede comparar con
una parte determinada de un edificio, por ejemplo, con una
columna. Esta se encuentra, por una parte, en determinada
relación con el arquitrabe que soporta. Este acuerdo de dos
unidades, igualmente presentes en el espacio, hace pensar en la
relación sintagmática. Por otra parte, si esta columna es de orden
dórico, evoca la comparación mental con el resto de los órdenes
(jónico, corintio, etc...), que son los elementos no presentes en el
97
J. L. García, 7
98 Antropología del territorio
52
Cours de Linguistique Générale. Payot. París, 1956, pág. 171.
53
Cfr. Fundamentos del Lenguaje. Ciencia Nueva. Madrid, pág. 75 ss.
Metonimia
I: 4 Dos formas de semantización territorial 99
Metáfora x (a)
x (b)
54
Sobre la radicalidad de estas dos formas de «significar». Cfr. Cen- cillo:
Terapia, Lenguaje y Sueño. Marova. Madrid, 1973, pág. 269.
100 Antropología del territorio
Territorialidad metafórica
elementos constitutivos.
Lo mismo ocurre con la distribución de la aldea o del núcleo
habitado. Cualquier conocedor de nuestra geografía sabe
perfectamente que nuestros pueblos presentan una estructura
territorial bastante constante: las casas se agrupan en torno a la
plaza, en la que generalmente se encuentra la iglesia, el
ayuntamiento y los servicios públicos. En la plaza tienen lugar
actividades bien definidas, entre las que se cuentan el control y
relaciones comunitarias integradoras. Una persona que sin motivo
justificado no frecuente este lugar, probablemente sería sometido
a un proceso de ostracismo. El pueblo español está, por tanto,
organizado en torno a los parámetros público/privado, en relación
con la comunidad total. Al mismo tiempo, su estructuración en
torno a un centro acentúa el carácter de integración y reproduce
una concepción cíclica del tiempo que está en consonancia con el
ritmo estacionario de la vida agrícola. Si nos trasladamos a
nuestras ciudades nos encontramos con que en la actualidad la
antigua estructuración, centrípeta, va desapareciendo. Se
construyen grandes avenidas, que se prolongan linealmente en
otras nuevas. Es como si en lugar de buscar un centro integrante
se huyese de él. En estas calles sin retorno el tiempo se hace
irreversible, y el individuo se aleja cada vez más de la
«comunidad». El llamado centro de la ciudad es un punto artificial
y huidizo referente de distancias oscilantes y, que en la mayoría
de los casos, implica una diferenciación de clases sociales, que
rara vez llegan a encontrarse.
Pero lo mismo que sucede con la vivienda, las variedades de
organización, tanto en el núcleo rural como en el urbano, son
grandes, incluso en España. No todas las ciudades presentan esta
misma fisonomía, y sin duda las hay que conservan todavía su
función integradora: probablemente las que siguen más vinculadas
a los hábitos agrícolas y ganaderos. A su vez, son muchos los
códigos que pueden dar significado a los núcleos rurales y
diferentes los elementos seleccionados en la organización del
territorio. Es sabido que la forma de asentamiento general de los
pueblos agricultores de secano es concentrada, quedando los
terrenos cultivables fuera del núcleo habitado, mientras que en las
zonas de regadío la población se dispersa en viviendas aisladas,
construidas al lado de los terrenos de cultivo. Esteva Fabre- gat
nota que en la planificación del asentamiento de nuevas
poblaciones agrícolas españolas, no se ha tenido en cuenta esta
estructuración natural, prefiriendo en ambos casos el
asentamiento concentrado, por resultar más económico, trans-
grediendo así una de las normas básicas de la planificación social
\
Desde un punto de vista transcultural, las diferencias son
todavía más notables. E. T. Hall analiza la distinta concepción y
I: 4 Dos formas de semantización territorial 105
55
Cfr. Antropología Industrial. Planeta. Barcelona, 1973, pág. 167.
56
La Dimensión Oculta: enfoque antropológico del uso del espacio, pág. 230
ss.
106 Antropología del territorio
57
Cfr. Hall: O. c., pág. 236.
58
Cfr. O. c., pág. 250. J. P. Vernant analiza, bajo esta perspectiva, la
organización griega del espacio, a través de las implicaciones espaciales de la
mitología. Sus conclusiones apuntan a una formalización específica, con
significados propios, de la cultura griega en sus distintas épocas. Cfr. Mito y
Pensamiento en la Grecia Antigua. Ariel, Barcelona, 1973, págs. 135-241.
I: 4 Dos formas de semantización territorial 107
59
Tristes Trópicos. Eudeba. Buenos Aires, 1970, páq. 212.
I: 4 Dos formas de semantización territorial 109
60
O. c., pág. 213.
110 Antropología del territorio
10
O. c„ pág. 213.
I: 4 Dos formas de semantización territorial 111
una estructuración territorial muy similar a la que reproduce este plano
de la aldea Kejara u:
Otros factores vienen a incidir sobre esta utilización del espacio.
Existen grupos de familias que se consideran parientes por proceder,
por línea femenina, de un antepasado común. Todos los que mantienen
vínculos de este tipo pertenecen al mismo clan. Lévi-Strauss deduce
que muy posiblemente en la aldea originaria, cuando la densidad de
población no había obligado a variar algunos de estos elementos, cada
aldea estaría compuesta por ocho clanes, cuatro cera y cuatro tugaré.
«Cada clan tiene su posición en el círculo de las casas: es cera o tugaré,
del alto o del bajo, o también está repartido en dos subgrupos por esta
última división que, tanto de un lado como de otro, pasa a través de las
viviendas de un clan determinado» n.
Finalmente, los clanes están divididos en grupos hereditarios en
línea femenina y, lo que parece ser todavía más importante, dentro de
cada uno de ellos tenían vigencia una especie de castas de naturaleza
endogámica en relación con el mismo grado o casta en la otra mitad.
Superiores, medios y bajos, tenían que casarse necesariamente con
superiores, medios y bajos de la mitad opuesta.
En la Antropología Estructural, Lévi-Strauss se ocupa con mayor
profundidad del significado de toda esta distribución territorial de los
bororo 61 62 63. Las aldeas bororo integran diversas estructuras
territoriales: una concéntrica y otras dos diametrales. La estructura
concéntrica está marcada en función de las oposiciones masculino
(centro) y femenino (periferia) y correspondientemente sagrado y
profano, ya que la parte central, donde se encuentra la casa de los
hombres y el lugar de danza, es el centro ceremonial de la aldea, mien-
tras que las actividades más cotidianas y profanas acontecen en la
periferia. Las estructuras diametrales están en función de las mitades,
clanes y subdivisiones. Subyacente a esta estructura aparente existe
otra triádica, ya que por motivo de las castas cada comunidad bororo se
compone de tres subsociedades endogámicas, que no mantienen, por
tanto, vínculos de parentesco entre sí. A través de una serie de
dificultades y contradicciones inherentes a la realidad bororo, Lévi-
Strauss asume, como única hipótesis capaz de solucionarlas todas, que
los bororo piensan su estructura social
simultáneamente en una perspectiva diametral y en una perspectiva
concéntrica. Pero esto no sería posible si el sustrato espacial de la aldea
bororo, en sus dos planos, aparente y estructural, no colaborase a que
esto fuese así.
En la Antropología Estructural pueden encontrarse otros ejemplos
relacionados con el mismo tema. Más que profundizar críticamente en
la interpretación estructuralista del conjunto bororo —territorio y
61
Según Lévi-Strauss: O. c., pág. 211.
62
O. c., pág. 214.
63
Cfr. Anthropologie Structurale. Pión, 1958, pág. 156 ss.
112 Antropología del territorio
64
Cfr. Méthode de L'Anthropologie. Université de Teherán, 1961.
/■• 4 Dos formas de semantización territorial 113
65
Rostros bronceados y Arenas Rojas. Labor. Barcelona, 1965, página 109.
66
«The Walmadjeri and Gugadja», en M. G. Bicchieri: Hunters and Gatherers
Today. Holt, Rinehart and Winston, Inc. Nueva York, 1972, página 183.
116 Antropología del territorio
67
Cfr. «The Pitjandjara», en Hunters and Gatherers Today, páginas 225-
227.
4 Dos formas de semantización territorial 119
68
Cfr. Marcel Griaule y Germaine Dieterlen: «Los dogon», en D. For- de
(Introducción): Mundos Africanos. F.C.E. Méjico, 1959, pág. 141.
69
«Los dogon», pág. 142.
120 Antropología del territorio
ejemplar que la figura humana juega en relación con la mayoría
de las formalizaciones territoriales.
El modelo espiral da sentido a los campos de cultivo. «El
punto central del desarrollo está formado por tres campos
rituales, adscritos a tres de los antepasados míticos y a los tres
cultos fundamentales. Al tiempo de organizarse ellos señalan un
mundo en miniatura en el cual tendrá lugar el establecimiento
gradual del hombre. Dan comienzo con aquellos tres campos,
los campos que pertenecen a los varios grupos de parentesco,
después marcan los campos individua- ies, los cuales estarán
situados a lo largo del eje de una espiral que comienza en el
área central. Los diversos santuarios aparecen distribuidos
análogamente de acuerdo con el mismo plan y, en teoría, deben
ofrecerse sacrificios en el mismo orden en que están los
santuarios, sobre la línea espiral que parte del centro. Los dogon
incluso dicen que de acuerdo con la regla original, cuando haya
que limpiar la tierra para la labranza, los cultivadores deben
trabajar con la espalda hacia el borde del último campo y la zona
que haya de clarearse debe ser de forma tal, que el lado opuesto
sea mucho más largo que aquel desde el cual comenzaron. De
esta suerte, cada campo será un cuadrilátero irregular, casi
como quien dice retorcido, dos de cuyos lados formarán un
ángulo muy abierto, hacia los campos que posteriormente han
de limpiarse. Este ángulo simbolizará la expansión continua del
mundo»21.
Esta configuración metafórica del territorio tiene mucha
mayor importancia de lo que a primera vista podría parecer,
pues determina no sólo las modalidades de posesión de la
tierra, sino también las formas de trabajarla. Cada familia
extensa posee ocho campos, símbolos de las ocho semillas
originarias (la kize uzi y las siete que de ella emergen). Por su
parte la forma de cultivo reproduce el movimiento vibratorio que
ocasionó la aparición de todas las cosas. Se comienza el trabajo
«en el lado Norte, avanzando de Este a Oeste y regresando de
Oeste a Este. Cada surco de mijo sembrado es de dos y medio
metros de largo y una parcela típica de tierra sembrada
comprende ocho surcos, que recuerdan los ocho antepasados
y las ocho semillas. Además, el labrador avanza, siguiendo el
surco, cambiando su azada de una mano a la otra en cada paso,
como en el acto de tejer... Las diferentes tribus combinan el
laboreo de su tierra de acuerdo con el simbolismo detallado,
moviéndose cada una, cuando trabaja el campo, en dirección
opuesta a la inmediata. Quie-
▼ X
i3
a
z!
3 t
-é i- tr )
70
Geneviéve Calame-Griaule: Ethnologle et Langage. Gallimard. París,
1965, pág. 27.
71
Cfr. «Los dogon», pág. 145 s.
72
Cfr. Ethnologie et Langage, pág. 410 ss.
I: 4 Dos formas de semantizaclón territorial 123
Territorialidad metonímica
En el apartado anterior imaginábamos una visita a la casa de
un desconocido, para explicar el concepto de territorialidad
metafórica. Podemos reconsiderar aquella descripción en una
circunstancia diferente, para comprender lo que entendemos por
territorialidad metonímica. Efectivamente hemos sido invitados,
por primera vez, a visitar aquella casa. Pero ahora sucede con
ocasión de la boda de uno de los hijos del dueño. Nuestra
presencia allí se debe a relaciones con los allegados del otro
cónyuge, por lo que la casa en cuestión nos resulta totalmente
desconocida. Sin embargo, nuestro comportamiento en esta
ocasión sigue unos patrones diferentes. No titubeamos al entrar,
porque en seguida la presencia de los demás invitados nos
indica a dónde tenemos que dirigirnos. La rigidez de
movimientos que antes se nos imponía desaparece
considerablemente: los espacios de la casa han cambiado de
significación: nosotros mismos podemos depositar nuestro
abrigo, si el perchero exterior está demasiado lleno, en un lugar
que antes hubiésemos tardado más tiempo en visitar. Incluso,
ante la insinuación de nuestro anfitrión por hacerlo él, le
indicamos que no se preocupe. Es como si muchos de los
tabiques de la casa se hubiesen desmoronado simbólicamente.
Lo que antes era privativo de los habi-
I: 4 Dos formas de semantización territorial 125
1 Territorialidad corporal
73
O. c., pág. 180 s.
J. L. García, 9
130 Antropología del territorio
31
132 Antropología del territorio
74
Cfr. R. L. Birdwhistell: Kinesics and Context. Univ. of Pennsylvania
Press. Philadelphia, 1970, pág. 97.
134 Antropología del territorio
presupone Hall.
Además sabemos que entre nosotros el cuerpo se encuadra
en unas categorías de tipo individual y personalista. Incluso
prescindiendo de concepciones filosóficas, dualistas o no, este
principio parece gobernar gran parte de nuestros
comportamientos sociales. Pero este postulado no es universal.
Durante mucho tiempo se ha hablado del colectivismo del hombre
primitivo. Hoy sabemos que tal colectivismo debe entenderse con
cierta precaución, pues no significa, como a veces se creía, que
aquel careciese de una conciencia del yo. Lo que sí es cierto, sin
embargo, es que ciertas comunidades dan una importancia
decisiva al comportamiento colectivo, por encima de la actividad
individual. Esta situación necesariamente contribuye a especificar
una concepción del cuerpo. Nos desviaría del tema de este
trabajo el detenernos en una exposición sistemática de estas
concepciones. Piénsese simplemente en funciones sociales, tan
conocidas y al mismo tiempo tan ajenas a nuestra forma de
pensar, como los tatuajes, las mutilaciones, las pinturas y las
manipulaciones corporales en general, que conllevan una signifi-
cación bien precisa, en términos de un código cultural concreto,
que nos pone muy en guardia sobre cualquier generalización en
el momento de abordar un problema relacionado con el cuerpo.
No se pretende negar aquí el hecho de que el cuerpo humano
precisa unas condiciones de existencia, por su misma
constitución física, entre las que se encuentra, sin duda, la
necesidad espacial. Pero ningún ser humano se mueve guiado
exclusivamente por estas condiciones. La cultura las desarrolla y,
respetando el mínimo vital, las modifica, de forma que las
condiciones mínimas se encuentran en la vida real confundidas
con los condicionantes culturales.
Pero dentro de la territorialidad metafórica, referida al cuerpo
humano, es necesario tener en cuenta que las significaciones
culturales del cuerpo son sólo el punto de partida en el estudio de
este tipo de territorialidad. Pues sabemos que existen a su vez
unas variables individuales en la manera de introyectar el
significado metafórico cultural. Estas variables están
determinadas por las características idiosincrásicas del individuo,
en interacción con la postura desde la cual vive la cultura a la que
pertenece, es decir, con su posición social dentro de ella. A este
respecto pueden ser
I: 4 Dos formas de semantización territorial 135
75
Personal Space and its fíelation to Extroversion-lntroversion. Uni- versity
of Alberta, 1963.
76
Cfr. Bien McBride, M. G. King y J. W. James: «Social Proximity Effects on
GSR in Adult Humans», en Journal of Psychology, LXI, 1965, págs. 153-157;
citado por Robert Sommer: Espacio y Comportamiento Individual. Instituto de
Estudios de Administración Local. Madrid, 1974, página 71.
136 Antropología del territorio
ilusión. Los límites del objeto tabú implican tanto una concepción
del objeto como una concepción del cuerpo, y más exactamente
una concepción de esa relación, y lo mismo sucede con el objeto
estético, peligroso, etc., y su expresión más inmediata es la
fijación de límites corporales, b) Relaciones con los demás: ya
hemos dicho que dependen de la concepción metafórica de los
distintos espacios corporales según los status. Su realización
concreta es metoními- ca, aunque esta operación descanse en
concepciones metafóricas previas, c) Combinaciones de
situación: un accidente, por ejemplo, desmantela los límites
corporales, lo mismo que lo pueden hacer un buen número de
situaciones emotivas intensas. En fin, la investigación sobre este
tema debe ser minuciosa y reunir todas aquellas condiciones
combinatorias que en un grupo determinan las demarcaciones
del territorio corporal.
Nuestra conclusión respecto al significado territorial del
cuerpo no puede, por tanto, menos que discrepar de las con-
clusiones y forma como Hall aborda el problema. La territo-
rialidad corporal no es una realidad que se pueda explicar en sus
propios términos. No se trata de una entidad aislada, objetual y
unívocamente mensurable, sino que es, en el sentido más
estricto del término, una relación. Y este carácter relacional del
territorio corporal recoge en su significación, los valores
sincrónicos y diacrónicos, o metafóricos y meto- nímicos que la
cultura le asigna. Un esquema metodológico que creemos
debería seguirse en el estudio concreto de este tema dentro de
cualquier cultura, puede resumirse en el siguiente diagrama, que
se ajusta al que situamos anteriormente en la base de nuestra
reflexión sobre la semantización del territorio en general: (Ver
página siguiente.)
Existen culturas, por ejemplo, ciertas agrupaciones orien-
tales, entre las cuales la concepción general del cuerpo de-
termina considerablemente su realización diacrónica, siendo
menor la variabilidad significativa introducida a cargo de las
combinaciones, al menos en algunas actividades. Otras, entre
las que se encuentra la nuestra, otorgan especial relevancia a
esta segunda circunstancia. Ya hemos dicho que metáfora y
metonimia están siempre presentes en toda actividad humana,
pero no siempre participan en ella en el mismo grado.
140 Antropología del territorio
Concepción
general del
cuerpo y su 'c
influencia en o
el territorio L.
O
corporal c
w
diacronía
Combinación con otros territorios »
con objetos ,» con otros
individuos
con otras circunstancias
35bis
O. c., pág. 264.
142 Antropología del territorio
77
Antropología Cultural y Psicológica, pág. 529 ss.
I: 4 Dos formas de semantización territorial 143
38
144 Antropología del territorio
39
O. c., pág. 26 s.
I: 4 Dos formas de semantización territorial 145
78
Cfr. Antropología Cultural y Psicológica, pág. 529 ss.
J. L. García, 10
146 Antropología del territorio
79
Cfr. G. B. Silberbauer: «Marriage and the Girl’s Puberty Ceremony of
the G/wi Bushmen», en Africa 33, pág. 12-14. Londres, 1963.
80
Cfr. G. B. Silberbauer: O. c., pág. 20.
Hunters and Gatherers Today, pág. 271 ss.
43
148 Antropología del territorio
que son especificaciones del aspecto más general, por ello los
trataremos como tales. La choza de reclusión es considerada
aquí tanto en su aspecto de presencia, durante la ceremonia, o
como «lugar apartado» real o simbólicamente previsto para ella
fuera de la iniciación. De esta forma los cuatro puntos territoriales
señalados pertenecen, en apariencia, tanto a la pauta territorial
cotidiana como a la ini- ciática.
En seguida nos damos cuenta de que esta división cua-
tripartita del territorio es aparentemente agrupable en dos pares
de relaciones, que van cada una de ellas de un punto general a
otro particular, incluido, pero diferenciado del más amplio, y que
guardan entre ellos la misma relacionalidad que existe entre lo
exterior y lo interior. Dicho de otra manera, el bosque, como
aspecto general exterior, incluye el campo iniciático (apartado
simbólicamente del núcleo habitado), de la misma manera que
el poblado, como punto general interior, incluye el lugar de
reunión de solteros. El siguiente diagrama muestra esta situación
que se forma en torno a los dos primeros ejes significativos de la
disposición territorial: general-particular y exterior-interior: (Ver
pág. s.)
Pero ¿qué fundamento tiene este diagrama?, pues el sólo
hecho de que sea lógico, no quiere decir que sea significativo
dentro del grupo que estamos estudiando. ¿Es en realidad algo
más que un esquema operativo? Fijémonos en el significado real
de cada uno de los términos.
Como hemos dicho anteriormente el poblado G/wi describe
en su disposición los distintos segmentos que componen la
banda, y conocer quiénes son los propietarios de las distintas
chozas equivale a descifrar el plano de las relaciones personales
entre los distintos miembros en términos de mayor o menor
compatibilidad. Como este asentamiento se
156 Antropología del territorio
General
(Público)
Poblado Bosaue
Interior Exterior
Centro de Campo de
jóvenes Particular
iniciación
(Privado)
47
O. c., pág. 314.
I: 4 Dos formas de semantización territorial 161
81
Cfr. Antropología Cultural y Psicológica, pág. 561 ss.
I: 4 Dos formas de semantizadón territorial 163
82
El Chamanismo. F.C.E. Méjico, 1960, pág. 209.
166 Antropología del territorio
Mujeres
Hombres
Poblado Bosque
Centro de solteros
Campo iniciátlco
Esposos
54
Tristes Trópicos, pág. 210.
SEGUNDA PARTE
183
184 Antropología del territorio
1
Tengo que agradecer aquí las facilidades que se me dieron en los archivos
de Ujo y Villanueva. Igualmente quiero dar las gracias a los vecinos, tanto de
Bustiello, como de Villanueva de Oseos, que contribuyeron, con sus acertadas
observaciones, a clarificar el material que aquí se utiliza, y muy especialmente
a mi madre, Teresa García; a los señores Enrique Embil, Isaías Fernández,
Fermín Alvarez y Ramiro Iglesias. Don Daniel Paz me ayudó en los trabajos de
archivo y en la recogida de datos tanto en Bustiello como en Villanueva. Y,
finalmente, Matutina y Vidal, de Santa Eufemia, colaboraron con su
extraordinaria hospitalidad, a que el trabajo en Villanueva de Oseos fuera
además agradable. A ellos mi agradecimiento.
.
Capítulo 5
189
190 Antropología aei lerrítorio
X (nombre propio): Mujer con dos niñas que habita en... Admitir las
dos niñas en la escuela y darla tres reales dia- Admitir las dos niñas
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 191
Servicios y territorio
— Vecinos de... solicitan se les haga paso o conducción de aguas
en sustitución de la fuente que se agotó.
_ Vecinos de... solicitan un puente en... para comunicar con
la carretera de...
— Bandas de música y Orfeones: uno en... y otro en... Gorras
tipos del país, bandera con la imagen del Patrono, lazo distinto
en cada grupo.
_ Lista de precios de los comestibles. Costo, gastos, derecho
de consumo y venta.
II: 5 Bustlello: Un territorio prefijado y una... 193
— Curas de... (8 curas) veinte duros a cada uno para repartir entre
sus pobres.
□
CALLE DEL MEDIO CALLE DE ARRIBA 1.er nivel
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Esta es la configuración actual del pueblo. Su construcción,
sin embargo, se realizó en varias etapas. La primera de ellas se
limitó a la edificación de dos hileras de casas en el plano del nivel
del río, en la parte más interior. Posteriormente se edificó el nivel
intermedio, y, por último, se situó una tercera hilera en las
proximidades del río.
Las casas edificadas en los primeros momentos son de
piedra, las más cercanas al río de ladrillo. Ello tiene su im-
portancia en ciertas modificaciones que con el transcurso del
tiempo se han ido introduciendo, pues las primeras, al ser los
muros más gruesos son ligeramente más pequeñas en su
capacidad interior, lo que imposibilita la fragmentación del
comedor, por medio de un pasillo que aislé el cuarto de baño del
resto.
La escuela y el cuartel datan de los primeros tiempos. Sin
embargo, este último no siempre tuvo la misma función.
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 197
para curar las carnes del cerdo sacrificado (El San Martín), y
aunque alineada en recta con las demás casas de esa misma
calle, sus diminutas proporciones, respecto a aquéllas, le hacen
adquirir indefectiblemente el carácter de punto extremo. Esta
chavola fue construida pensando en una forma de vida típica de
la zona, antes de la extensión industrial. Las personas agrupadas
en Bustiello estaban acostumbradas en buena parte a esta forma
de economía doméstica, en la que jugaba un papel importante la
matanza del cerdo. Situadas en su nuevo medio, sin unas
condiciones apropiadas para que el cerdo pudiese vagar
libremente por el pueblo, este animal fue recluido, en un principio,
en la falda del monte, que hemos descrito como «castañeru». Allí
se construyeron unas «curripas» —que por su informalidad de
construcción marcan claramente un límite territorial.
Por otra parte, en el extremo sur de la calle del río, la
disposición de las casas cambia de dirección, penetrando en la
calella de esta parte del pueblo, que quiebra la armonía con las
otras dos, libres de casas. Esta situación rompe la línea mental
de la concepción territorial, y el resultado más explícito es una
especie de sombra sobre este espacio del pueblo, que de nuevo
se configura como límite. Lo mismo sucede con las casas
situadas en el extremo noroeste, inmediatamente próximas a la
vía del tren de carbón: aunque la construcción es concordante —
si bien no del todo idéntica— con el grueso de las viviendas, su
disposición no crea espacios rectos, y, en consecuencia,
adquieren un carácter oscuro, mentalmente no digerido, que
vuelve a revestirse con un significado liminal.
De la misma forma todas las edificaciones del nivel alto se
integran en el pueblo por su estilo constructivo acorde
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 201
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tiello los utilizan por mayor comodidad y cercanía que los de Santa
Cruz, la parroquia. Otro tanto se puede decir de las demás
dependencias situadas en la parte alta del pueblo. El economato
presta sus servicios a toda la zona circundante. En definitiva,
Bustiello no cuenta propiamente con un territorio sin exclusividad, a
excepción de las calles y las caleras. De hecho, sin embargo, estos
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 217
espacios no son utilizados sino como zona de paso. La causa de
esta restricción habría que buscarla en la existencia de una
estructuración territorial menos evidente, más sutil y que se adecúa
más a la estructura real de la población.
Vamos a tratar de poner de manifiesto que la aparente
indiferenciación del pueblo, más allá del terreno comunitario y de la
familia, sólo es verdadera en relación con cierto grupo social: los
niños. Las personas adultas se mueven socialmente dentro de
esquemas sociales y territoriales diferenciados, que sólo son
deducibles a partir de un minucioso análisis de los comportamientos.
Actualmente se da en Bustiello una escasa interacción a nivel
comunitario, y los vínculos más estables son los que mantienen el
remanente de la población territorial. No existe ningún tipo de
actividad que reafirme la existencia del grupo como tal. La
interacción a nivel de esa unidad superior es tan inoperante que no
es raro un desconocimiento casi total de aspectos muy elementales
de las familias con las que no se interactúa.
A título de hipótesis queremos sugerir que en esta falta de
integración a nivel comunitario, pudo haber jugado un papel el
territorio mismo. Mientras normalmente la unidad territorial de una
comunidad se obtiene o se delimita en el ejercicio de la unidad
social; en Bustiello esta unidad existió siempre, por las
peculiaridades constructivas y disposi- cionales del pueblo, que no
dejan ningún resquicio para dudar de ella. Adquirida sin esfuerzo
esta imagen unitiva cara al exterior, o reafirmado territorialmente
como un todo, la población se creyó dispensada de obtener esta
unidad a base de otros factores de índole social. Actualmente no
hay en Bustiello una auténtica celebración ritual. Incluso los antiguos
patronos son festejados con la solemnidad y comportamiento de
cualquier domingo. El 15 de agosto se asciende a uno de los montes
a venerar la imagen de «La Santina», pero la fiesta, compartida con
otros núcleos de población, no depende de Bustiello, y su
decadencia es actualmente un hecho en el pueblo.
219 Antropología del territorio
Carmelo Lisón ha puesto de manifiesto, en un sugerente análisis
del ritual en relación con la dialéctica entre la pequeña comunidad
y las comunidades vecinas, que se excluyen y se necesitan
simultáneamente, o lo que es lo mismo entre la unidad y la
diversidad en las que necesariamente se articula la vida social,
cómo a través de los actos rituales se resuelve simbólicamente esta
aparente contradicción. El ritual une y separa, fija límites y resuelve
problemas de demarcaciones. «La clave para descifrar el enfoque
popular sobre la dialéctica nosotros-ellos, unidad-diversidad, hay
que buscarla... en los procesos rituales»83.
Pues bien, no creemos equivocarnos si afirmamos que en
Bustiello no existe ritual comunitario de ningún tipo, lo que estaría
de acuerdo, según la hipótesis citada, con la falta de integridad real
a la que nos estamos refiriendo. Unicamente podemos considerar
como tal, cierto «ritual del territorio» —menos vigente en la
actualidad— en el sentido más literal del término. ¿No sería una
expresión de este tipo la reiteración de la unidad del aspecto
externo del pueblo, por medio tanto de la prohibición tácita de no
modificarlo, como de los cuidados prescritos: encalado, limpieza,
etc., que deben efectuarse periódicamente? Si como hemos
sugerido la unidad de Bustiello, cara a los otros pueblos, radica en
su configuración externa, y ello, por sus inequívocas características,
liberaba a la comunidad de otras manifestaciones sociales que la
autoidentificasen y delimitasen al mismo tiempo, nada tiene de
extraño que se custodie esa unidad configuracional, y que los actos
correspondientes adquieran la reiteración y normación del auténtico
ritual.
Sin embargo, esta ritualización territorial, por su gran de-
pendencia de la infraestructura espacial, se presenta con una
escasa simbolización particular, que refleja la falta de vínculos
sociales suficientes para respaldarla. Pero ello no implica que en su
conjunto no funcione como símbolo. Dicho de otra forma, en
Bustiello no existe una auténtica formalización metafórica del
territorio, sino que al ser éste una realidad impuesta y previa a la
estructura social misma, se utiliza todo él como símbolo de la
unidad, cara al exterior; quizás el único claro y efectivo que cumple
esta función en la comunidad.
¿Quiere esto decir que la unidad configuracional del territorio
implica siempre la falta de una unidad social de otro
83
Ethos y Pathos en la Comunidad Rural. Primera Mesa Redonda: Expresiones
actuales de la cultura del pueblo. Valle de los Caídos, 1-5 de septiembre de 1975.
Ponencia fotocopiada, pág. 18.
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 219
tipo, o una integración basada en rituales o interacción colectiva
en general? No pretendemos hacer válida tal afirmación.
Conocemos grupos que habitan poblados igualmente geométricos
y homogéneos, y que, sin embargo, dan pie para pensar que la
ritualización es grande. Pero quizá fuese necesario hacer una
precisión: esta uniformidad configuracional del territorio puede
deberse a una planificación, previa al funcionamiento de la
estructura social, o puede ser el resultado de ese funcionamiento.
En el primer caso —como sucede en Bustiello—, creemos que esa
homogeneidad exime a la comunidad de ciertas obligaciones en
relación con la construcción cara a sí misma y a los grupos vecinos
de una imagen social unitiva; en el segundo la distribución territorial
debe considerarse como una expresión metafórica —subsecuente,
por tanto, a la estructura social— de la unidad misma.
La consecuencia que de aquí se sigue está en consonancia con
la que se desprendía de la disposición territorial de la casa y la
huerta. Al no existir más vínculos comunitarios que los que se
derivan de la pertenencia a un territorio suficientemente unitivo, por
sí mismo, los lazos sociales que podrían influir en la permanencia
de la población son escasos. Por ello, y sin negar la influencia que
en este hecho tengan otros factores, podemos decir que la
distribución territorial de Bustiello, contribuye a la dispersión de la
población tradicional, o lo que es lo mismo, favorece la renovación
constante de la población.
Los dos signos territoriales más evidentes, la unificación
configuracional del conjunto y la tendencia a la diversificación de la
casa y la huerta, deben situarse en el mismo eje de formalización, y
están, en cierta medida, correlacionados. La falta de coherencia a
nivel comunitario resalta la necesidad de unificar la entidad familiar
(nuclear). Pero al mismo tiempo la exagerada uniformidad territorial
del pueblo impone la tarea de diferenciar territorialmente la casa y
la huerta. Si los términos territoriales aislados no son propiamente
una expresión metafórica de la estructura social, la relación entre
ambos (pueblo/casa-huerta), sí reflejan metafórica y antitéticamente
la relación comunidad/familia.
La conclusión de esta primera confrontación territorial podría ser
que Bustiello sólo funcionó como un grupo artificial en el momento
en que toda su actividad estaba centralizada desde la
preorganización de la empresa y del colegio. Una vez que estas dos
instituciones dejaron de operar con la intensidad que hemos
descrito anteriormente, Bustiello se convirtió en algo así como un
lugar de residencia sin autén-
220 Antropología del territorio
tica cohesión social entre sus miembros. En una situación muy similar a
la que acontece en centros residenciales —piénsese, por ejemplo, en un
colegio— la unión estaba únicamente garantizada por la pertenencia al
mismo conjunto. Este conjunto se concibe como unidad de edificación y
disposición y en estas condiciones la vida social gira en torno a la familia,
que por lo demás no puede ser de otra forma que nuclear.
Pero este cuadro quedaría incompleto si no recogiésemos todas
aquellas demarcaciones extrafamiliares, aunque distintas de las
comunitarias, que necesariamente engendra la convivencia de personas
en el mismo recinto. Nos referimos a la vigencia de una forma muy precisa
de vecindaje territorial, a la existencia territorialmente manifiesta —a pesar
de la impresión contraria que puede deducirse de un primer acer-
camiento— de una cierta estratificación social, y a la forma peculiar de
comportarse, cara al espacio, de la comunidad infantil. Relacionadas con
estos tres puntos iremos viendo cómo ciertos aspectos de una incipiente
continuidad tradi cional de la zona —de naturaleza agraria-ganadera—
desaparecieron a causa de las exigencias territoriales.
El vecindaje territorial
Todos los habitantes del pueblo son vecinos. El término empleado en
este sentido no implica otra cosa que pertenencia a un mismo centro
territorial, y su utilización se hace más efectiva fuera de los límites del
pueblo. El vecindaje, así entendido, no tiene relevancia interna,
precisamente por la falta de realizaciones comunitarias, a las que nos
hemos referido. Desde el punto de vista administrativo tampoco se puede
decir que el concepto sea especialmente relevante. Bustie- llo no tiene
ayuntamiento, y las actividades del alcalde de barrio se reducen más bien
a una pura coordinación de os actos administrativos que se producen no
sólo en Bustiello, sino en los alrededores, con el Ayuntamiento de Mieres.
Desde el punto de vista religioso Bustiello pertenece a la parroquia
de Santa Cruz de Mieres, con la que. sin embargo, no tiene mayor
afinidad. La iglesia de Bustiello estuvo bastante tiempo regentada por
un capellán de la empresa Con la remisión de la importancia de la
Sociedad Hullera el papel de éste decayó considerablemente,
acabando por desaparecer como tal, aunque actualmente revive por
otros caminos. Los bautizos, bodas, funerales, etc..., tienen lugar en la
parroquia. En Bustiello existe servicio religioso todos los
días, pero la actividad que gira en torno a la iglesia se eclipsó, durante
algunos años, al concluir la época de organización externa, desde la
empresa y el colegio. Esta decadencia temporal se inició en el momento
en que la casa reservada para el cura, al lado de la iglesia, quedó vacía,
por fallecimiento del titular, y un nuevo sacerdote de los alrededores se
ocupó de los servicios del pueblo, pero pasando a vivir a una de las
viviendas de la calle del río. De esta forma uno de los pocos signos
territoriales diferenciados, la casa adosada a la iglesia, tan estrechamente
unida a los curas dependientes de la empresa, se desmoronó, y nuestras
informaciones coinciden en indicar que el traslado de vivienda contribuyó
a desdibujar la imagen y el papel del cura dentro del pueblo. Y ello a pesar
de que la casa que iba a ser ocupada por el nuevo cura fue una de las
que se transformó profundamente en su interior momentos antes de ser
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 221
habitada: era la única casa de la calle del río que se adaptaba a la es-
tructura inversa cocina-comedor, más propia de la calle del medio y de
cuya significación territorial tendremos que ocuparnos en seguida.
A falta de un contenido social propio del término vecino, en el sentido
antes indicado, el concepto funciona exclusivamente como un referente
territorial, para indicar la pertenencia a la unidad que constituye el pueblo,
a su vez fundamentada sobre el territorio.
Pero el término vecino se puede analizar en sentido territorial, al
menos en aquellos casos en los que su significado se ve respaldado por
relaciones más estrechas entre los aludidos en el término, y que creemos
constituye, en algunos casos, la auténtica unidad social, inmediatamente
superior a la familia, a la que corresponde, por su parte, ciertas deli-
mitaciones de tipo territorial. En este segundo aspecto vecino tiene el
sentido de colindante, y su vigencia no tiene valor como unidad social,
sino que recoge una variada gama de formas de interacción, como
respuesta a ciertas condiciones territoriales que necesariamente
comparten las familias más agrupadas.
Cada dos casas, situadas una enfrente de otra, o lo que es lo mismo,
cada cuatro viviendas colocadas en esa disposición, se establecen
situaciones propias cuya característica más peculiar es la de mayores
ocasiones de interacción. Esta generalización puede no cumplirse en
todos los momentos, sobre todo cuando acontecimientos concretos crean
entre las familias correspondientes situaciones anormales, pero no
creemos equivocarnos si afirmamos que este esquema res- nonde a una
realidad de comportamiento, y que como tal se nociría afirmar, en
términos estadísticos, que las probabili- dades de que la interacción sea
más intensa y efectiva en ese espacio determinado por las cuatro
viviendas referidas es grande.
La tendencia nuclear de la familia, a la que ya hemos hecho
referencia, es la causa de que las relaciones con los parientes menos
inmediatos que puedan vivir dentro del pueblo no sean muy intensas,
y en cualquier caso que no sobrepasen a aquéllas que
esporádicamente se pueden tener con ciertos vecinos por motivos de
mayor afinidad Y este dato creemos que no es accidental o que no se
debe a una inferencia a partir de un escaso número de situaciones
observadas. Hace unos quince años el número de parientes que vivían
en distintas casas era grande, ya que en casi todas las familias
existían vínculos de este tipo al menos con otra del pueblo y la realidad
apuntaba al tipo de relaciones descrito. Hoy con el éxodo de la
población tradicional, el numero de parientes ha disminuido, pero las
relaciones siguen siendo las mismas.
La configuración del vecindaje colindante depende de varios
factores, aparte del lógico de la proximidad, que hace que las
ocasiones de interacción sean mas frecuentes. En primer lugar hemos
dicho que la casa tradicional esta 1 " puesta de tal manera que desde
una cocina se puede fácilmente observar lo que sucede en la de
enfrente, si la puer a se mantiene abierta, cosa que sucede cuando el
tiempo lo permite. Toda la vida familiar acontece en la cocina. Ello
ocasiona que los movimientos de una familia se hallan ido acos-
tumbrando a admitir, como muy lógicas, las posibles intromisiones
visuales de la de enfrente y sucesivamente el dia- loqo y la
Antropología del territorio
222
cooperación. Cualquier objeto de necesidad inmediata que se precise
en'un momento, se solicita del vecino de enfrente, más que del vecino
lateral.
Por otra parte estas relaciones desde lejos, «de cocina a cocina»,
se ven ratificadas por la proyección territorial que desde las respectivas
cocinas se extiende al trozo de calle que separa ambas casas. Si es
cierto que nadie pondría ningún impedimento a que cualquiera del
pueblo o de fuera de él transitase por este territorio, no es menos
verdad que existen obligaciones territoriales, cara a ese trozo de caHe,
que son compartidas por los vecinos colindantes. Se comprometen de
hecho a que el aspecto exterior de este territorio permanezca
constantemente limpio. Para ello no es fácil dividir mentalmente este
trozo en cuatro partes mate-
II: 5 Bustlello: Un territorio prefijado y una... 223
friáticamente exactas, dado que el empedrado culmina en una
ligera elevación que traza una línea paralela con las casas, y las aceras
son losas de pizarra que permiten señalizaciones perpendiculares.
Ciertas actividades temporales como, por ejemplo «varear los
colchones», tarea relativamente periódica hace algunos años, se
realizaban en este espado colmdante sin tener en cuenta las divisiones
indicadas. No estaría bien visto, que una actividad de este tipo fuese
realizada por una persona de otro grupo en el territorio exterior de un
grupo de vecinos colindantes.
Desde muy temprano los niños, que con frecuencia utilizan las
aceras para desarrollar sus juegos, algunos de los cuales precisan
demarcar un espacio con tiza, han aprendido a respetar los territorios
inmediatos a las casas, a no ser que entre ellos se encuentre alguno
perteneciente a cualquiera de las familias que componen el grupo de
cuatro viviendas. No existen muchos animales domésticos en el pue-
blo. Pero sus dueños saben que no pueden deambular, sin mas por
las inmediaciones de las casas que no les correspondan, y cuando lo
hacen, los vecinos colindantes no dudan en reconocerse el derecho de
ahuyentarlos
Este territorio «vecinal» no está igualmente cualificado en todas las
inmediaciones. Su exclusividad es más fuerte en el rontal de las casas,
y va disminuyendo a medida que se prolonga a lo largo de la huerta.
Pero su delimitación concluye en el extremo mismo de la huerta, ya
que hasta allí persisten las obligaciones de limpieza de la familia
correspondiente aunque estas se realizan con menos frecuencia. A
medida que las obligaciones disminuyen en intensidad los derechos
sobre el territorio se aminoran, y actividades que no se tolerarían
delante de a casa pueden tener cabida en el resto del territorio vecina
, como, por ejemplo, algunos juegos infantiles del tipo de los indicados.
Dentro ya del círculo de los cuatro vecinos territoriales s. las
obligaciones del territorio vecinal están bien demarcadas, y cada
familia se limita al cuidado de la cuarta parte que matemáticamente le
corresponde, los derechos no lo están igualmente. Los vecinos utilizan
este territorio sin demarcaciones, y ello hace que constituyan un grupo
específico territorial, que se diferencia del resto de la comunidad.
En otros términos: existe un reparto tácito del territorio vecinal, que
puede considerarse como una forma de cooperación cara a unas
obligaciones comunes. Y una indiferen- ciacion en relación con la
utilización del mismo, que a su vez marca diferencias con los otros
grupos de vecinos territoria-
224 Antropología del territorio
les. Esta interacción espacial está respaldada por una interacción
personal. El hecho de que los vínculos de parentesco, más allá de los
de primer grado, se sustituyan a veces por vínculos de vecindad
colindante, es altamente significativo. Los vecinos territoriales tienen
mayor accesibilidad a las casas respectivas; se les encomiendan
tareas propias de la familia, cuando las circunstancias aconsejan
cierta colaboración, e incluso durante los períodos de ausencias son
ellos, y no los parientes, los que se hacen depositarios del cuidado y
custodia de la casa y la huerta de los ausentes.
En términos generales, y en la situación territorial óptima del
vecindaje territorial, que es aquella en la cual la disposición de las
casas que componen el grupo no ha sido modificada —invirtiendo el
orden comedor-cocina—, el grado de interacción del tipo de
relaciones al que nos estamos refiriendo, admite diversidad entre los
cuatro vecinos. Una situación de hecho consiste en que son más
intensas las relaciones con los vecinos de enfrente, seguidamente
con los diagonales, y finalmente con los laterales. Esta situación que
tiende a seguirse en reciprocidad desde los cuatro centros de origen
de las relaciones, teje una red totalmente simétrica de interacción,
que reproduce a su vez la graduación de las obligaciones y utilización
del territorio vecinal compactado.
Parece ser que el criterio según el cual se cualifican estas
relaciones es el que se sigue del dominio visual del territorio vecinal.
Gráficamente podemos significarlo así, siendo las líneas = = —
indicadoras, de más a menos, de la intensidad de la interacción:
l I
~A/ 1 / I! \ 1
ni \ \
\ \I
> \lll
/
/
■w-----------
11 1
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 225
El motivo que nos inclina a pensar que en la base de esta estructura
de relaciones vecinales, de tipo colindante, opera un territorio visual,
estriba en que el esquema representado no se cumple cuando cualquiera
de las casas que componen el grupo de cuatro, ha sido modificada, y la
entrada correspondiente se efectúa por la huerta y no desde la calle exte-
rior. En estos casos el territorio exterior que proporcionalmente, en
situación normal, sería objeto de deberes y derechos por parte de los
habitantes de la vivienda, tiende a desdibujarse, y tanto la exclusividad
positiva como la correspondiente negativa disminuyen. Lo mismo sucede,
aunque en menor grado, cuando la transformación de la planta baja de la
vivienda no ha sido tan radical, aunque por medio de una mampara se ha
aislado visualmente la cocina de la calle. Esta concordancia entre la
utilización territorial y el socio- grama del pueblo era más efectiva en la
calle del río, prácticamente el único lugar en el que el territorio visual
puede operar, dada la disposición y la no modificación, en líneas
generales, de la vivienda.
En la calle de arriba las viviendas se alinean en una única fila, pero
su exposición constante a la curiosidad de la gente que circula por la
plataforma de servicios, muchos de- los cuales no son de Bustiello, ha
hecho que todas las viviendas, menos una, presenten el esquema
modificado comedor- cocina. Por otra parte, se trata de un lugar donde el
territorio adquiere un significado más público, precisamente por ser zona
de paso obligado para acceder a los servicios, y por no ser tan
fraccionable el espacio inmediatamente próximo a la casa. No se divide
esa calle en empedrado y aceras, como las otras dos, sino que su aspecto
es más similar al de las calellas, una especie de camino de tierra por
donde incluso pueden circular vehículos. Por las otras dos calles, aunque
también circulan, lo hacen con mayor dificultad a causa del empedrado.
Siguiendo ahora los esquemas que hemos tratado de esbozar en la
primera parte podemos aplicarlos a este aspecto territorial de Bustiello. La
casa pertenece con exclusividad positiva a la familia, y el correlato
inmediato, pero negativo, es la comunidad de vecinos colindantes. El
espacio que se extiende delante de las cuatro casas, que componen esa
comunidad, posee, en relación con todos ellos, una negación de
exclusividad, pero vuelve a plantearse como una nueva tesis, es decir,
exclusividad positiva (aunque de distinto
J. L. Garcfa, 15
tipo) en relación con otras comunidades de vecinos colindantes. El hecho,
sin embargo, de que no exista a su vez un territorio sin exclusividad, para
las distintas comunidades de vecinos, ya que como hemos visto, los
lugares públicos de Bustielló no tienen propiamente ese significado, sino
que son zonas de tránsito compartidas por los habitantes de Bustie- ||o
con los de los alrededores, hace que la integración territorial y
consecuentemente social entre las distintas comunidades de vecinos
colindantes no sean pertinentes. Las relaciones que se pueden establecer
entre miembros aislados de distintas comunidades de vecinos colindantes
responden a aspectos puramente personales, a afinidades de tipo más
psíquico que social. No existe una ritualización, normativación ni conjunto
de obligaciones y deberes comunes que las engendren, como sucede en
el grupo de vecinos colindantes. Por ello —y ese es el significado desde
226 Antropología del territorio
el que queremos entender aquí las relaciones socioculturales pertinentes
para nuestro estudio— aunque tienen lugar en el territorio, no son
propiamente territoriales.
Desde el punto de vista de las unidades territoriales homogéneas,
Bustielló consta de un conjunto de células aisladas no integradas
socialmente entre sí, que son los grupos de vecinos colindantes. Por
unidades territoriales homogéneas queremos expresar aquí aquéllas que
se mueven en un mismo plano a nivel de análisis, que en este caso es el
de la estructura de ubicación y poblamiento. Veremos en seguida que
desde otros puntos de vista el territorio funciona como elemento o signo
diferenciante de valores sociales, concretamente de una estratificación
social, pero ello implicará una utilización restringida y distinta del territorio.
Desde la perspectiva del comportamiento, o del contenido
cualificante de las demarcaciones territoriales, el territorio colindante
reproduce metafóricamente, a través de la ser¡e de deberes y obligaciones
descritas, la diferenciación y la vinculación de las familias que componen
el grupo de vecinos territoriales.
Pero el vecindaje colindante tiene dos tipos de limitaciones: primero
aquellas que se desprenden de una evolución propia de los territorios que
albergan a una población de reclutamiento. Veremos en seguida cómo la
extensión de este vecindaje, con el transcurso del tiempo, se ha ido
restringiendo en función de otros factores, entre los que destaca la
estratificación social. Los cambios disposicionales en torno a la casa —de
manera que las relaciones entre vecinos colindantes tiendan a filtrarse a
través de una mayor innac-
II: 5 Bustielló: Un territorio prefijado y una... 227
cesibil¡dad territorial—, es una consecuencia de este nuevo criterio
de relaciones sociales. En este sentido la conclusión que podemos sacar
de Bustielló, coincide con los estudios de Loomis y Beegle, en América, v
de A. Meister, en Francia, según los cuales «la proximidad geográfica
solamente es inmediata y únicamente un factor decisivo en la formación
de las interacciones sociales en las formas nuevas, ... más tarde se hacen
efectivos otros factores muy diferentes, de modo que nos hemos de
acostumbrar a sustituir el simple concepto de vecindad por una
concepción más crítica»3. En Bustielló, en efecto, con el transcurso del
tiempo, sólo siguieron interactuando intensamente dentro del vecindaje
colindante, aquellos que conservaban también otros vínculos o motivos
de unión, de tipo statual, u otros tipos de afinidades.
De ahí que deba hablarse de una segunda clase de limitaciones. El
vecindaje colindante no ha de considerarse como una forma pertinente de
interacción dentro de la comunidad, sino que es más bien un hecho, que
se cumple en ciertos casos, en los cuales los imperativos del sustrato
físico, es decir, la proximidad, se han combinado con otras condiciones
acordes con la distribución de la población según su mayor o menor
distanciamiento. El hecho, por otra parte, de que en Bustielló los vecinos
colindantes posean derechos y deberes, compartidos unos y
diferenciados otros, es el motivo de que esta forma de interacción incluya
más elementos territoriales de los que a primera vista podrían despren-
derse de la simple cercanía. Estamos en una situación en la cual una
condición infraestructura! sirve de sustrato a la organización territorial. Su
mayor o menor pertinencia y la orientación de ésta se debe, dentro de una
línea posibilista, a la influencia de otros factores.
La diferenciación territorial de Bustielló, tanto comunitaria como
vecinalmente, tuvo su importancia en la modificación de algunos aspectos
de la vida tradicional de la Asturias agrícola y ganadera que, en principio,
se intentaron mantener en Bustielló. Veamos rápidamente cómo por una
inadecuación territorial la economía doméstica del cerdo no pudo
prosperar. En los primeros años del pueblo eran bastantes las familias
que pusieron interés en contribuir a la economía doméstica por medio del
mantenimiento de este animal, tan frecuente en los núcleos vecinos.
Según los documentos que hemos podido obtener en el archivo de la em-
Sociología de la Comunidad Local. Euramérica. Madrid
1971, pág. 83.
presa, en 1914 eran unas 20 las familias que poseían por lo menos un
cerdo. Así se desprende de una carta de esta fecha en la que se dice:
«Muy Sr. mío (dirigida al director de la empresa): tengo el honor de pasar
a sus manos adjunta relación de los vecinos de Bustiello que poseen
corripas en el castañedo enclavado en dicho pueblo. Como usted verá
todos las llevan desde que se hicieron, o sea, cinco años, exceptuando a
X y X que la lleva el primero dos meses y el segundo un año. En su atenta
fecha 28 octubre pasado me dice ser 20 las corripas que dice hay el dueño
del castañedo, mas como quiera que resultan 21, la sobrante podía
hacerse caso omiso a X, dispensándole el pago de ella por no haber teni-
do en ella ningún cerdo. Los años que le indico en la relación son los
manifestados por los mismos dueños».
Esto quiere decir que más de la mitad de las familias que habitaban
en el pueblo poseían un cerdo o más. Las corripas referidas en la carta
228 Antropología del territorio
son una serie de pequeñas chavolas alineadas en la parte baja del
«castañeru», a unos diez metros de altura sobre el nivel de la plataforma
de servicios. Paralelamente se había construido al final de la calle del río,
en el remate norte de una de las hileras de casas, una pequeña chavola,
que manteniendo la misma estructura de materiales que las casas
vecinas, se diferenciaba por sus pequeñas dimensiones en relación con
ellas, y que estaba destinada, en un régimen de utilización comunitaria, a
curar las carnes del cerdo sacrificado. Se la conocía comúnmente con el
nombre de «Chavola de San Martín», denominación que sigue vigente en
la actualidad. En un primer momento la Chavola de San Martín era muy
utilizada. Pero pronto los hechos demostraron que esta planificación no
podía prosperar.
El cerdo es un animal del paisaje doméstico de esta zona de Asturias,
y generalmente su resguardo se adosa a una de las paredes laterales de
la casa. Es fácil así proporcionarle continuamente el alimento que
necesita, sin mayores esfuerzos, valiéndose de las sobras de la comida
familiar o de algún preparado casero a él destinado. La estampa del cerdo
recorriendo las callejas de los pueblos, «tozando» aquí y allí, cerca de las
casas, en un territorio cercano a todos, pero propiedad de nadie, es algo
que se puede observar en cualquier núcleo tradicional de la zona. Pero la
distribución territorial de Bustiello se oponía rotundamente a esta idea.
Por una parte, la configuración de Bustiello impedía, a nivel colectivo,
la presencia de cualquier producto que pudiese ser de utilidad al cerdo.
Por otra, las proyecciones de exclusividad territorial en el territorio vecinal,
a las que nos acabamos de referir, hacía prácticamente imposible que el
cerdo pudiese deambular según la costumbre tradicional. Por fin, una
última solución podía ser la huerta, como lugar privado, más amplio y
accesible que el «castañeru», pero la rentabilidad de la huerta era mayor
empleándola en el cultivo de otros productos primarios incompatibles con
la presencia del cerdo. En consecuencia, no hubo más remedio que inten-
tar la ubicación del cerdo en el «castañeru». Pero dificultades de índole
territorial hicieron que el cerdo fuese desapareciendo: había que efectuar
desplazamientos —no excesivos—, pero sí molestos, para alimentarle;
debía someterse al animal a un régimen de excesiva reclusión, ya que
tampoco se le podía dejar vagar por el «castañeru», al no ser esos los
términos del contrato con el dueño; el control que se podía mantener sobre
él era escaso. En consecuencia el cerdo desapareció del pueblo. En 1950
eran tres o cuatro las familias que todavía le seguían manteniendo, y unos
años más tarde su presencia en el pueblo estaba controlada por un intento
de comercialización, llevado a efecto por iniciativa de alguna familia
particular, que se dedicaba exclusivamente a su alimentación y venta,
utilizando las corripas descritas. Dos o tres años duró esta forma de
explotación, y hoy la economía del cerdo ha desaparecido en todas sus
formas.
Paralelamente la Chavola de San Martín perdió su antigua función.
Las condiciones territoriales creadas por la distribución geométrica y los
regímenes de propiedad —implícita o explícita fueron la causa principal.
Más de acuerdo con la prevalencia de las imposiciones que el
geometrismo imponía a la delimitación del territorio —como hemos visto—
, la Chavola de San Martín, debido a sus pequeñas dimensiones, o lo que
es lo mismo a su ruptura con la pauta de construcción, pasó a significar
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 229
casi exclusivamente un límite territorial del pueblo. Hoy forma parte de la
huerta más próxima, en régimen de propiedad particular.
Estratificación social
Algunos de los datos que hasta ahora hemos utilizado y que podrían
ser pertinentes para este apartado, tienden precisamente a negar esta
estratificación. Reiteradamente nuestros informantes nos han
manifestado que en Bustiello, al menos antes era así, todos «se trataban
como si fuesen familia», que «no había diferencias notables», que «todos
trataban con todos». Esto, sin embargo, sólo en los primeros tiempos fue
cierto. Vamos a intentar explicar la transformación y la importancia que la
utilización territorial tiene en esta circunstancia.
Probablemente en un primer momento, cuando toda la actividad del
pueblo estaba dirigida desde el colegio y la empresa, las diferencias
tuviesen menos oportunidad de manifestarse. Por otra parte, puede que
sea real que no se diesen entonces unas diferencias efectivas, por estar
soterradas bajo una conciencia en cierta manera de élite, debida a la ri-
gurosa selección que se hacía entre los candidatos para residir en el
pueblo. Hemos visto cómo la empresa controlaba, por una serie de
valoraciones entre sus empleados, a las personas que como premio se
les proporcionaba vivienda en Bustiello. Esta conciencia de «elegidos»
contribuía, sin duda, a la unificación. La integración de todos en las
actividades preorganizadas desde el colegio debió ser un factor extra-
ordinariamente importante para que la imagen exterior se aproximara a
esa familiaridad a la que se refieren los informantes..
No obstante, cuando la empresa y el colegio dejaron de jugar el papel
central en la vida colectiva del pueblo, las diferencias no pudieron menos
de surgir. Es lógico que en un primer momento, como ya hemos apuntado,
se reconociese primordialmente las jerarquías que tenían vigor dentro de
la empresa. Si además de esto tenemos en cuenta que en Bustiello vivió
durante algún tiempo él director de la Sociedad Hullera, sería casi absurdo
negar que las diferencias establecidas en la vida laboral dejasen de tener
realidad en el pueblo, estando todo él habitado por personal de la
empresa. Por tanto, podemos hablar de un primer grupo de status, que
recogía en la vida social del pueblo, la estratificación, en algunos puntos,
de la vida laboral. Las personas que los ocupaban podían integrarse más
o menos en la actividad colectiva, pero seguían jerarquizadas según
criterios de autoridad en la empresa .
A este tipo de autoridad correspondía territorialmente una
diferenciación en la vivienda y la casa, que no se puede decir que
proviniese del ejercicio de la vida social, sino que pertenecía al programa
mismo de planificación del pueblo. Como ya hemos visto, se habían
incluido en Bustiello algunas casas para directivos y otro personal
cualificado, que se diferenciaban del resto de las viviendas.
Concretamente estas casas eran las siguientes: dos viviendas de
directivos, con una gran capacidad y un amplio jardín, con garage, etc...,
ambas estaban flanqueadas.por sendas galerías, y eran las más
destacadas del pueblo. Por otro lado, la residencia de los Hermanos del
colegio, en el piso superior de éste; la casa del cura, adosada a la iglesia,
y un par de casas más, en las que temporalmente vivieron algunos jefes
230 Antropología del territorio
de la empresa y que aparte de una mayor amplitud poseían una galería,
lo mismo que la casa del médico, situada en la plataforma de servicios,
en el lado opuesto del colegio. Más tarde se transformó el antiguo casino
en cuartel de la Guardia Civil, con viviendas incluidas para los familiares
del personal allí destinado. Aunque la interacción entre el cuartel y el
pueblo era indiferenciada a todos los niveles, el grupo de guardias tenía
su entidad propia, no sólo a nivel de estratificación, sino como personal
de paso y de poca raigambre en el pueblo. Síntoma de esta situación
peculiar es el hecho de que entre el cuartel y el pueblo se efectuaron
algunos matrimonios, cosa que no era frecuente que sucediese entre los
vecinos de Bustiello.
Desde esta primera perspectiva nos encontramos, por tanto, con que
el territorio se presentó ya desde un principio diferenciado según una
jerarquización social con base en el puesto dentro de la empresa. El
territorio había sido pensado para reproducir metafóricamente algunos
grados de esta jerarquía. Pero en las demás viviendas del pueblo
habitaban personas cuya diferenciación de empleo o de puesto no tuvo
lugar en esta primera planificación. Nuestro interés en este apartado
estriba precisamente en esta circunstancia. Las grandes diferencias
podíamos decir que estaban ya representadas territorialmente, las
pequeñas diferencias no. Lo que sí existía, sin embargo, era el modelo de
esa diferenciación, y en el caso de Bustiello uno de los factores más efec-
tivos del mismo era precisamente de índole territorial.
Existía dentro del pueblo, según los sistemas de valores de los
habitantes —ciertamente no formulados—, una especie de contradicción
en el criterio de diferenciación territorial. Al territorio se le había dado un
significado desde su misma planificación, el de servir de signo de
jerarquías, pero la empresa no había considerado que éstas eran más
amplias de las que en un primer momento se reconocían. Ya hemos
hablado de las profundas modificaciones que experimentaron las
viviendas a instancias de sus inquilinos. Algunos datos relativos a las
viviendas concretas que se modificaron nos pondrán de manifiesto que
lejos de tratarse de una alteración arbitraria siguen una línea muy precisa
que reproduce metafóricamente la estructuración social. Es decir, la
búsqueda de la identidad territorial, en un territorio sin delimitaciones, se
realizó en Bustiello a base de acotaciones y juegos territoriales que
reproducen en el sistema de valores susceptibles de establecer jerarquías
intermedias en la población, por razón de empleo. Es como si de alguna
manera la pauta de transformación estuviese orientada desde una pugna
tácita por establecer un orden profesional.
Un dato, sin embargo, debe tenerse en cuenta. La transformación de
la casa, no significa por sí misma un mayor poder económico, como puede
suceder en otras zonas de residencia, sino más bien un signo de poder.
Esto se comprende si tenemos en cuenta que todas las reformas corrían
a costa de la empresa, y que la única misión del inquilino era solicitarla y
justificar su conveniencia. Algunos informantes, al hablarnos del criterio
que seguía la empresa para conceder las solicitudes, se mostraron de
acuerdo en que normalmente ésta concedía lo que solicitaba, pero al
explicarnos por qué algunas personas requerían estas transformaciones
y otras no, nos respondieron que los primeros «se atrevían a solicitarlo».
Esto y los datos sobre las transformaciones concretas que se realizaron,
así como sobre los solicitantes, nos confirma que la tendencia de la
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 231
empresa, salvo en ocasiones en las que otros motivos de peso lo
impedían —anteriormente hemos transcrito una carta que negaba una
transformación por motivos estéticos— era a conceder lo que se
solicitaba, pero al mismo tiempo no todos podían moralmente solicitar lo
mismo.
Nuestras informaciones coinciden en que no se pretendió seleccionar
a la población de Bustiello por el puesto que ocupaban en la empresa,
sino que el criterio era más bien de conducta y rendimiento en el trabajo
que cada uno ocupaba. Según esto «había en Bustiello gentes de todas
las categorías: mineros, administrativos, facultativos, ingenieros y hasta el
mismo director de la empresa. Lo que pasaba es que al haber facilidades
y sobre todo al estar unos en contacto con otros, existía mucho estímulo
para mejorar.^ Los que eran mineros se fueron superando y en algunos
años ya no había en Bustiello mineros, todos eran gentes que tenían algún
conocimiento».
Tanto de esta referencia, como de la actitud que refleja, se desprende
que el puesto de minero no estaba muy valorado. En numerosas
expresiones se dejaba traslucir esta realidad. La mina pesaba como una
temida obsesión sobre los habitantes, y se realizaban todos los esfuerzos
posibles para evitarla. Se recurría a ella como último recurso de trabajo, a
pesar de que los sueldos eran bastante superiores a los de otras
profesiones. Cuando un niño sacaba malas notas o no estudiaba, se le
amenazaba irremisiblemente con colocarlo en la mina. En Bustiello se era
perfectamente consciente de los riesgos a los que el minero debía
someterse. Con frecuencia se veía llegar a la plataforma de servicios el
tren ambulancia que transportaba a algún herido o incluso algún cadáver.
Un corro silencioso de personas se apiñaba en torno a la camilla, que a
hombros de empleados de la empresa era trasladada desde allí al
sanatorio, casi un kilómetro que se seguía en silencio, desde la vía del
tren de carbón o desde el pueblo, con las miradas. La población se veía
sacudida por una impotencia fatalista que la hacía temblar, y unida al
rumor de lo que había sucedido, de la gravedad del herido,
indefectiblemente aparecía la mina como una amenaza que había que
evitar a toda costa.
Además se era plenamente conscientes de por qué algunos hombres,
todavía jóvenes, permanecían en el pueblo, mientras los demás se
ausentaban para ir al trabajo. La palabra «retirado» tiene, en las zonas
mineras, connotaciones muy específicas que desembocan
ineludiblemente en la silicosis. Cuando algunos de los jóvenes del pueblo
estudiaban fuera, rara era la vez que al volver no tuviesen que oír unas
cuantas veces aquello de «di que sí fillín, la mina ye muy dura», o todavía
más sugestivamente: «sino ya sabe lo que le espera». Todos
comprendían perfectamente que ese «lo que le espera» no era otra cosa
que la mina.
A pesar de todo en 1960 todavía había en el pueblo varios mineros.
Su reputación y su ubicación dentro de la jerarquía social ocupaba la base
de la estratificación. El criterio que se tomaba para establecer este orden
estaba muy relacionado con todo lo que acabamos de decir, y no era de
ninguna manera económico. El minero era, sin duda, sobre todo si se
trataba de un picador, el que poseía uno de los sueldos más altos del
pueblo. Sin embargo, al minero se le consideraba ignorante, y en este
232 Antropología del territorio
sentido un escribiente del economato, que era asociado con las letras por
el mero ejercicio de su profesión, y cuyos ingresos eran menores, tenía
dentro del pueblo cierto prestigio. Por encima de esta última profesión se
colocaban los oficinistas, técnicos, y facultativos de cualquier tipo, jefes,
etc. Y entre la mina y las letras toda una serie de actividades manuales y
de ingenio, que se situaban dentro de la actividad mecánica.
El siguiente cuadro recoge las profesiones que existían en el pueblo,
así como las que existen actualmente. Partimos de una clasificación
profesional pertinente según la manera de hablar de la población, la que
se puede establecer entre obreros, empleados y jefes. Cada una de estas
categorías admite muchos grados. Introduciremos dos en cada una por
parecemos que de esta manera se da cuenta de los niveles reales de
valoración profesional. Los obreros pueden ser mineros a), a los que nos
referiremos con este nombre si trabajan en el interior de la mina u otros;
b) dentro de los cuales se incluyen herreros, maquinistas, fogoneros, etc.,
y todas aquellas profesiones que se desarrollan en torno a la mina, pero
sin penetrar en ella. A los empleados los dividimos en administrativos a) y
otros b), entre los que agrupamos dependientes, chóferes, etc. Y
finalmente, los jefes serían ingenieros a) y capataces y vigilantes b);
1960 1976
Obreros a 5 16
b 14 5
Empleado a 5 4
b 4 5
Jefes a 2 —
b 9 4
Las cifras indican claramente la evolución del pueblo y su
afianzamiento como lugar de residencia para trabajos cada vez más
íntimamente relacionados con la mina. Hay que observar, sin embargo,
que sólo se recoge una profesión por casa, la de aquel que en los dos
momentos del sondeo ostentaba la nominalidad de la vivienda.
Actualmente algunos de los guardias civiles han pasado a vivir al pueblo,
situación que antes era menos frecuente. Incluimos este hecho dentro de
la categoría de empleado (a o b, según la graduación, que en cualquier
caso no sobrepasa la categoría de cabo). Igualmente hemos mantenido
al personal retirado en la misma categoría que ocupaba, y el cuadro no
recoge situaciones especiales tales como viudez u otra forma de habitar
la casa desligada de una profesión.
Tratemos de comparar el esquema profesional con la transformación
de la casa. Previamente es necesario volver a hacer hincapié en que la
selección misma de las profesiones que podrían tener acceso a una
modificación más o menos profunda, no estaba determinada por la
empresa, sino por la capacidad moral para solicitarla, tanto por parte de
individuo que lo hacía, como por los demás habitantes del pueblo que
reconocían implícitamente a la persona implicada justificación o no, para
emprender las reformas que pretendía.
La empresa recibía la solicitud en términos no de prestigio, sino
disfrazada con alguna disculpa, que luego sería confrontada, en un
servicio de información técnica, con la auténtica necesidad del solicitante.
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 233
En este informe muy posiblemente se tendrían en cuenta otros factores
distintos de los alegados, y que, sin duda, debido a que ol interesado
formularía la solicitud en virtud de su prestigio personal y colectivo, muy
pocas veces se haría necesario plantear este tema explícitamente. Los
datos de la distribución de las casas transformadas que aportaremos, dan
pie para pensar de esta manera y para compaginar este hecho con la
afirmación de nuestros informantes de que la empresa casi siempre
concedía lo que se le solicitaba.
Como muestra de una de estas concesiones, basada en una
motivación, quizá, no la verdadera, pero admitida sin más por ambas
partes, transcribimos una carta de 1928 en la que se da respuesta a una
solicitud de modificación de la casa: «Muy Sr. mío: El ingeniero Sr. ... a
quien yo había encargado que me informara acerca de una petición de X,
de Bustiello, que deseaba se le hiciesen algunas reformas en la casa que
habita, me dice que además de las mejoras que se han hecho en esa
casa, la que desea ahora que se haga es una galería, que le sería de gran
conveniencia para no tener que salir a pasear por la calle de noche, en
los momentos en que siente los ahogos de su enfermedad, y cuya ga-
lería... costaría aproximadamente 600 pesetas. En vista de esto, y en el
caso de que realmente no haya de exceder dicho gasto de la indicada
cantidad es conforme que se haga esa galería que desea X».
Uno no sabe hasta qué punto la galería solicitada puede remediar la
necesidad propuesta por el solicitante. Se trata en efecto de una galería
cerrada por cristales y que sin duda aliviaría en alguna medida una
claustrofobia. No tenemos noticias del tipo de enfermedad a que se alude
en la solicitud. Lo que sí sabemos es que X era titulado, que impartía
clases en el colegio, y que la casa en cuestión sirvió algún tiempo de
hospedaje a algún ingeniero de la empresa. Cuando preguntamos a
nuestros informantes si esta solicitud, en el caso de tratarse de otra
persona, hubiese sido resuelta satisfactoriamente la respuesta que se nos
dio está en la línea de lo que hemos señalado anteriormente: «otro no lo
hubiese solicitado, no se hubiese atrevido».
Algunos de los motivos que alegaban los solicitantes eran reales y
justificaban algún tipo de reforma. Por ejemplo, hemos indicado que
Bustiello había sido construido en un territorio usurpado al río, y que no
era raro en la época de crecidas que las aguas entrasen en el pueblo.
Esta situación se mejoró relativamente hacia 1950 con la construcción de
un muro de contención, a lo largo de toda la calle del rio. Hasta entonces
el agua penetraba sobre todo por el lateral norte del pueblo inundando
desde allí preferentemente la calle del medio. En estas épocas los
habitantes ascendían a la parte alta del pueblo y permanecían en el piso
superior del economato, donde se habían habilitado unas dependencias
que utilizaban normalmente los componentes de la asociación parroquial
(no sólo de Bustiello) de la «Adoración Nocturna». A raíz de estos hechos
algunas de las casas de la calle del medio solicitaron una elevación del
piso bajo, a lo que se accedió. Algunas de las viviendas de esta zona
presentan ahora tres escalones delante de la entrada a a cocina, que se
sitúa a un plano más elevado que el de la calle, ¿tras aprovecharon la
ocasión para solicitar el cambio cocina-comedor, al que repetidas veces
nos hemos referido, alegando que el agua entraría con mayor dificultad
por la huerta. Evidentemente, a pesar del argumento, seguiría entrando
234 Antropología del territorio
desde la calle en el comedor, que ahora ocuparía el lugar de la antigua
cocina. Otros alegaron para este cambio, que la humedad era mayor en
la parte interior de la huerta y que, por tanto, era conveniente efectuar el
cambio para evitaría en el comedor. Estas razones parecen menos
convincentes, y desde luego no justifican la coincidencia entre
transformaciones profundas y status profesionales, como vamos a ver
inmediatamente.
Tal como hemos hecho con las profesiones, vamos a establecer
ahora un cuadro en el que se recojan las transformaciones y su relación
con el esquema de profesiones. Las transformaciones de la casa en las
que nos vamos a fijar se refieren a los siguientes cambios, que
graduamos según la envergadura de la obra y de su relevancia como
signo diferen- ciador 1.° Construcción de galería. 2° Inversión del orden
comedor-cocina, para lo cual era necesario convertir en puerta una de
las ventanas laterales que accedían a la huerta derribar la cocina (de
carbón) de la antigua dependencia dedicada a este fin y reconstruirla en
el comedor. 3.° Aislar la cocina de la calle por una mampara que hacía
los efectos de una doble puerta. 4.° Dividir el comedor con un tabique,
de modo que el resultado fuese un recinto más pequeño, que seguiría
siendo comedor, y un pasillo, al final del cual estaría ahora el cuarto de
aseo, que en la primera disposición de la casa daba acceso directo al
comedor. Otras transformaciones más internas, como la habilitación de
un dormito-
II: 5 Bustiello: Un territorio prefijado y una... 235
rio de emergencia en el desván, etc., apenas funcionaban como signo
externo y, por tanto, no adquirían importancia diferenciante La
correlación entre estas transformaciones y el cuadro profesional es la
siguiente:
De esta compaginación entre profesiones y transformaciones
podemos deducir que tres de
1960
Cambio N.° casas Obreros Empleados Jefes
ab ab b
2
Galería 2
Comedor-Cocina 12 2 43 3
Mampara 4 1 1 2 2 (otra situación
©
Gurugú
Pueblos tradicionales
©
Grameo
r5r-aií~ z SE ras: s
JP
ce?,esr®n
«,s,:r; KK.t» s
el carácter de límite, no sólo para Bustiello, sino también
<partf toda la zona de la izquierda como con|unto. En
r
e”"' función de
-tegraoión
lado del puente. ’ respectivamente a uno y otro
rsaá r..&ssn“*a.-s
rüttssrsss- i »,™——
a ser más necesaria que la diferenciación.
FQta intearación va a cambiar el eje norte-sur, según la
línea del rk)9que como acabamos de ver tuvo vigenciaimieo- ,|nea
aei nu, '4 . func¡ón Pero para comprender esta
iTac^i'^
^ss&sss^^i
““ SÍ EUÍeeÍcutpda se
9
peroy,oqs núcleos que ah^a se encontraba^all, no lo^hacia^
al £
bloque unido cara a los otros núcleos, sino que más h¡pn man
que solucionar el problema de su inteorarínn FI
O
Oriella
SÍ
rácter exclusivamente individual. '
rieles menores que sin La^9^0" <*e unidades territ<> 'a familia.
Eiio'guie,6 decfr ^
258 Antropología del territorio
Villanueva de Oseos:
dialéctica territorial desde
la casa a la comarca
La elección de Villanueva de Oseos como una de las zonas
estratégicas para el estudio de la territorialidad, respondía a la
intención de investigar las relaciones territoriales en un núcleo
de población relativamente disperso, pero unido por vínculos
administrativos firmes. Se buscaba una zona integrada por
varios asentamientos, lo suficientemente dispersos como para
que cada uno de ellos tuviese autonomía propia, como entidad
habitada, pero, al mismo tiempo, unidos todos ellos por lazos
reconocidos, que en determinadas situaciones les configurasen
como una unidad. Estas condiciones las cumplía, entre otras
unidades territoriales reconocidas, el concejo asturiano.
Decididos a estudiar el concejo, se presentaba el problema
de elegir uno concreto. Desechamos rápidamente los grandes
concejos asturianos por considerar que la dispersi- dad de sus
núcleos de población, categóricamente separados por las
distancias y por la desproporción numérica de habitantes entre
ellos, no se veía compensada por la unidad que el concejo debía
significar. El estudio de Bustiello nos había mostrado que la idea
de concejo no funcionaba en este pueblo como factor
territorialmente significativo, y que incluso sus habitantes
orientaban la vida más hacia los pueblos del vecino concejo de
Aller. Ello se podía deber también al carácter más o menos
ciudadano de Mieres, en relación con otros pueblos. Por ello nos
centramos en uno de los tres concejos de los Oseos. El
equilibrio entre dispersión y concentración, así como la relativa
proporcionalidad de la distribución de población entre los
pueblos que lo componen, nos pareció adaptarse a las
condiciones que precisábamos para este estudio.
Pero otro factor vino a incidir en esta selección. El Occidente
asturiano tiene numerosas afinidades con la cultura gallega, y
su situación territorial, desde el punto de vista administrativo,
responde a modelos asturianos. Se trata, por tanto, de una zona
límite donde, a primera vista, podría exis-
265
Antropología del territorio
266
ssrssrs -
"n no hafsTd^?odalírifesCtudpatnE^Villanueva de
m
La casa
DESVAN
85
O. c„ pág. 201 ss.
Antropología del territorio 287
86
Cfr. Antropología Cultural de Galicia, pág. 85 ss.
Antropología del territorio
292
una ocasión de encuentro entre la juventud, y que en ellos se con-
solidaban e iniciaban las relaciones de noviazgo, podemos
asegurarnos más en esta conclusión. Y si, por ultimo la decadencia
de los esfolios coincide con un momento de éxodo masivo,
principalmente entre la juventud que cas. con toda certeza es el que
hace pasar a la comunidad de la endogamia a la exogamia, podemos
reafirmarnos aún mas en la naturaleza de estas celebraciones.
Ahora bien, territorialmente los esfolios acontecen en 1° que
podíamos denominar espacio liminal de la vivienda. Vistos desde la
perspectiva endogámica, con la que a buen seguro están
relacionados, este dato nos parece bastante coherente. La época de
esfolios es equivalente a un tiempo de creación de vínculos que
potencialmente pueden concluir en la introducción en la casa en que
se celebran de la pareja cuyas relaciones se consolidan o inician en
esa ocasión. En principio se presupone que todas las casas participan
en este intercambio, y que los jóvenes son candidatos potenciales a
ocuparlas. Esta disposición se consolida aun mas por la tendencia que
existía a celebrar esfolios «en aquellas casas en las que había más
juventud». En estas circunstancias se ponía a disposición de los
participantes algo de la casa, representada en una parte de la vivienda
que podía simbo i- zar al mismo tiempo su colaboración al
cumplimiento de endoqamia, y su reserva hasta el momento en que
aquella se hiciese efectiva. La asistencia a los esfolios de personas
mayores giraba en torno a los jóvenes que eran en verdad los que
protagonizaban y llevaban la iniciativa de lo que allí se hacía Su misión
de testigos, al mismo tiempo que de implicados en los posibles
resultados de la reunión, quedaba bien a las claras en los numerosos
comentarios que a partir de ese momento difundían por el concejo
sobre las afinidades juveniles observadas en los esfolios.
Todo esto quiere decir que más allá del significado metafórico de
un territorio incluido dentro de la casa, los puntos liminales de ella
cumplen metonímicamente, con ocasión de
los esfolios una función en relación con uno de los asoer tos de la
vida social: la endogamia. Hoy, con el desmoronamiento de esta, a
causa de los motivos alegados, los esfo- Iios han pasado a engrosar
la repleta memoria de la tradi- cion comunitaria, y sólo por este hecho
testifican que en la vida de la comunidad se ha producido una
transformación.
En torno a la vivienda tienen, por tanto, lugar una serie de rituales
cuya finalidad creemos haber puesto de mani- tiesto. En todos ^llos
juega un papel importante y preciso la utilizacmn territorial de la
vivienda, desde distintos puntos significativos, y en relación con
unidades territoriales supe- riores como pueden ser el pueblo y zona,
y el concejo, considerados a su vez asociados a través de vínculos
sociales efectivos. En el caso del pueblo y de la zona, se trata de
una unidad de convivencia y alternativamente de dispersión y de sus
correlatos de colaboración y respeto a las unidades familiares. En
relación con el concejo los vínculos más reales están basados en el
parentesco y la endogamia, esta última en franca decadencia. La
sala, la eirá, la cocina y los patios funcionan en determinados
//•' 6 VManueva de Oseos: Dialéctica territorial...
293
momentos como correlatos territoriales de los comportamientos que
las características de la estructura social demandan.
No son éstas las únicas celebraciones o acontecimientos
sociales que discurren en torno a la vivienda, aunque sí los mas
ritualizados, y, en consecuencia, los que quizá recojan mas fielmente
los patrones ideales de comportamiento En el mismo nivel ideal
habría que situar los velorios o velatorios que son motivo de reunión
de todos los vecinos de una zona en torno a la dependencia, no fija,
en la que se coloca el cadáver: se trata de un acontecimiento de
alguna manera imprevisto, pero lo suficientemente intenso para que
los sia- nos tradicionales de la vivienda se alteren prácticamente en
su totalidad. Mientras el velorio se limita más expresamente a los
vecinos de la zona, el entierro del día siguiente congrega al menos,
a un representante de cada casa del concejo. Esto pone de relieve
dos hechos: primero la importancia de la casa como unidad social, y
segundo la diferenciación de relaciones a nivel de intensidad entre
los de la zona y los del concejo aunque ambas, en distinto grado se
afirman.
tros acontecimientos menos fijos, como, por ejemplo, las bodas, vuelven a
incidir en el mismo tema de los roxois la necesidad de mantener vínculos
con los parientes y alleqa-
FnSácTie S°n Gn rea 'u ad los clue Participan en la ceremonia.
En este caso, sin embargo, y debido tanto al número de gente,
mayor que el de los roxois, como al hecho de que entre los
participantes se encuentren una mitad, los invitados del
cónvuae que no pertenece a la casa, normalmente del marido con
los que esos vínculos de familiaridad son menos estrechos se
celebra en la sala. Entre los acontecimientos desaparecidos, a
causa tanto de la emigración como de las meares condiciones de
vida, deben citarse, como propios del juqar los aguinaldos y los
carnavales. Según se nos afirmo repetidas veces, los carnavales
eran prácticamente la única ocasión de organizar una buena comida
familiar, que no estuviese dentro de la línea de reciprocidad de las
mallegas o los roxois El carnaval normalmente se celebraba en cada
casa pero cabían también invitaciones entre los vecinos, que se
reunTan después de la comida familiar para beber y pro- Innnar la
fiesta Los aguinaldos deben situarse dentro de los mismos límites
del pueblo. Un grupo de hombres, ya «paisanos», recorrían las
casas por navidad pidiendo una limosna para las ánimas, y al mismo
tiempo algo con que celebrar unaPcomida. De una u otra forma se
conjugan entodos_ estos casos la unidad del pueblo o de la zona
con la diversidad de las casas. Son rituales en los que la vivienda y
los territorios colectivos a otro nivel juegan un papel principal, y al
contrario de las mallegas, roxois y esfolios, el protagonismo no corre
a cargo de una casa determinada, sino que todas participan
reconociendo sus vínculos de pertenencia a una unidadPterritorial, y
al mismo tiempo sus diferencias desde otros puntos de vista.
Antropología del territorio
294
El pueblo y la zona
Acabamos de ver que sólo en un sentido muy restringido puede
separarse el pueblo de la casa, a nivel territorial. Buen número óe los
acontecimientos sociales que se centran en la casa pertenecen con
el mismo derecho al pueblo, y otro tanto sucede con los conceptos
de zona y concejo. Por ello el análisis específico del pueblo, como
unidad territorial y de las entidades superiores, nos remitirá una y otra
vez a la casa Se trata, por tanto, de un cambio de perspectiva en la
dirección de la investigación y las conclusiones giraran en torno a los
mismos temas, acentuando rasgos diferentes. Buena parte de ello es
debido al sentido de concepto de casa, que no es equivalente al de
vivienda, tal como hemos
visto.
Por pueblo se entiende un núcleo habitado dentro del concejo.
Se le llama también lugar, al igual que en muchas de las aldeas
gallegas, pero el término pueblo es preferida La pertinencia territorial
del pueblo es evidente si se tiene
//: 6 ViIIanueva de Oseos: Dialéctica territorial... 295
en cuenta que cada uno de ellos tiene sus límites, que son conocidos
con exactitud por los vecinos debido a que son al mismo tiempo los
límites de sus propiedades. En el último libro de bautizos de la
antigua parroquia de Santa Eufemia, pueden encontrarse, dentro de
otro contexto, las descripciones exactas de algunos de ellos. Para
que pueda apreciarse los términos en los que están expresados,
transcribían? Vna parte los límites de Salcedo y Trabadelo. Pasan
dp ArLCrVMdf 0S,Ladrones> Lama® de San Martín, Peña de Aceveda,
Molino de Arrojína, Chao de Vilares; los Pene-
dos de sobre el Vilar de Rogina o Arruxía, Peña de la Buitre
dflPd d6D Ma at°' Callon de Selmeira, Pedius Blancos de Can- daedo,
Puente de Pénelas», etc... La relación es mucho más larga pero
igualmente minuciosa. El pueblo es una unidad erritorial indiscutible.
Su constitución actual hay que unirla foro, que tanta importancia tuvo
en los siglos XII y XIII te de det.erminante de la distribución territorial de
buena par-
mente^todn'fí' aTS, PUnt°S d6J n°rte de España- C°ncr®ta- mente todo el ac
ual concejo de Villanueva más el pueblo
de Pousadouro, del actual concejo de Santa Eulalia de Oseos
formaba un coto perteneciente al Convento de Santa María'
egentado por los frailes bernardos. En un principio parece que
era dependiente0del Convento de Carracedo (en el Bierzo)
posteriormente^ !? advocación de Santa Colomba, pasando
posteriormente a denominarse por el nombre que todavía
ConvCe°ntoepVa 3 parr0qPia de Villanueva. La influencia que el vento
ejerció en todo el termino debió de ser casi total A través de distintas
concesiones reales los monjes se ha-
v'1asadrT'hd0 practicamente de 'a totalidad de las tierras Lmh- d jtnbuyer0n entre
los vecinos a través del foro a camb o de unas rentas que les
proporcionaban abundantes beneficios. Asi se desprende de la
lectura de tres gruesos
catástrofe Ensfn' f ^f S,igl° XVI"' copia del famoso £ * ®*r? de Ensenada; y
sobre los que ha trabajado ya Pérez Castro y que actualmente están
siendo objeto de una in-
CUP '9aC!°,Vexhaustiva p°t D. Daniel Paz. Todavía hoy, el recuerdo del
Convento —casi totalmente en ruinas— revive a través de los relatos
de los antepasados que lo vivieron’ y
del Convenfn m° ^ V,illanueva repite' a P°co que se hable del Convento,
una copla que no deja de tener su significado:
nadl. Cín^|EL^H° dl,Villap';e,Va íe °scos se9ún el Catastro de Ense- número 74. ? d lnstltut0 de
Estudios Asturianos. Oviedo, 1971,
Convento de Villanueva, Convento
de moitos frailes; dicen as nenas da
vila, Convento nunca t’acabes.
SM irrre.riir.ei.«...»
por el lado contrario al que se extiende el pueblo.
. Cfr, Organización del Espacio y Economía Rural en la España Ai- lóntica, pág.
86 ss.
En el rodo se recogen los límites de las tierras y de los
montes, que en un régimen especial de explotación, se asignan
a cada casa. Todo ello constituye una unidad indisoluble, que
bajo ciertas condiciones, se asignaba al jefe de una familia. La
primera de ellas, pagar las rentas al monasterio, además de los
diezmos. Se fijaba el compromiso formal de que el foro
permanecería indisoluble, lo que obligaba al campesino a
ajustarse a la forma de herencia que hemos descrito
anteriormente y que tanta importancia iba a tener tanto en la
distribución como en el control de la población del concejo. Y
todo ello durante un período de cien años o el equivalente a la
vida de tres reyes. Concluidos éstos el monasterio podía
renovarlo, o asignarlo a otro campesino, para que lo trabajase
en las mismas condiciones. No sabemos mucho del largo
camino que tuvo que llevar en Villanueva a la redención del foro,
y que ocasionó que el campesino, al menos algunos, llegasen a
la propiedad de la tierra. Muy probablemente algunos de los
pasos coinciden con los que de nuevo J. G. Fernández nos
describe para Galicia6, pero en cualquier caso debieron de tener
su peculiaridad algunos otros, dado que el resultado no fue un
II: 6 Villanueva de Oseos: Dialéctica territorial... 297
fl
Cfr. O. c., pág. 142 ss.
mente en transmitir a los vecinos los avisos e instrucciones
fijadas desde el Ayuntamiento, y, en teoría, en recoger las
necesidades del pueblo y hacerlas llegar al Ayuntamiento Pero
al no participar directamente en las reuniones que el alcalde y
los concejales realizan en la Villa, este cometido apenas se
realiza.
Por otra parte, la organización territorial de la mayoría de los
pueblos del concejo contribuye a que esto sea asi. No existen
propiamente lugares comunes, carentes de exclusividad que
puedan cobijar a todos los vecinos. Solamente en la Villa hay
plaza. En Salgueiras existen dos bares y un teleclub en Gestoso
un teleclub, y en la Garganta, Santa Eufemia y El Fole un bar.
Estos espacios, ademas de los dos bares de la Villa, son los
únicos recintos en los que propiamente podrían tener lugar
estas reuniones. E hecho de que cualquier problema
importante, que suscite el ínteres de los vecinos, requiera un
tratamiento comunitario, exige que tengan qtie abrirse, en la
mayoría de los Pueblos, dependencias que cotidianamente
funcionan con otra finalidad: la escuela si es que la hay, o la
casa de un particular. A este respecto v dadas las
características económicas del concejo, los problemas de cada
grupo se traducen a términos de concejo a través de la
Hermandad de Labradores, organización que si se reúne
periódicamente en uno de los bajos del ayuntamiento, y que
Antropología del territorio
298
cuenta con una mayor efectividad.
Al pedáneo le correspondía, igualmente en teoría, organizar
las actividades colectivas del pueblo, pongamos por caso las
fiestas patronales. Una ojeada al proceso experimentado por
cada una de ellas puede indicarnos la decadencia de esta función.
Antiguamente se celebraba San Juan Degollado en Martul; El
Carmen en Gestoso, San Roque y Santa Eufemia en Santa
Eufemia y El Angel en Pasaron. Todas estas fiestas han decaído
y ya no se conmemoran Unicamente siguen en vigor el Corpus,
en la Villa; San Pedro, Salqueiras, y San Juan, en Bustapena.
Esta ultima ha sido introducida recientemente y está patrocinada
por la Granja, a la que nos hemos referido anteriormente.
Salgueiras y La Villa son dos núcleos de gran población,
comparados con el resto, y éste puede ser un buen factor
determinante de la continuidad de sus fiestas.
El pueblo viene a reducirse así a una unidad territorial, tanto
de viviendas como de tierras labradías, prados y montes. Desde
el punto de vista administrativo y de convivencia puede ser que
antiguamente tuviese una mayor funcionalidad, pero debido
tanto al éxodo de población como a la es-
r
zs'i
tido^^r Ue9°’ a'desP°blam-nto general al que está sometido el
--r
concejo. A este respecto no es intrascendente que Salgueiras y
Gestoso presenten el menor índice de emiqra- cion La zona debe
entenderse desde el pueblo y desde9 lo que territorialmente
significa. Nos encontramos hoy en Villanueva con que en el pueblo
se desarrollan un determinado tipo de relaciones territoriales, y en
la zona otras recaída das a su vez por los comportamientos
sociales. El pueblo iciona como una unidad eminentemente
territorial donde as diferenciaciones parecen ser mayores que los
elemen os de cohesión Recuérdese que los pueblos carecen en su
mayoría de lugares públicos, y que sólo en los principales núcleos
de población puede encontrarse algo que
304 Antropología del territorio
«Se reunían los vecinos que tenían parte y decían: vamos a partir la
seara. Y repartían según la parte que a cada uno le correspondía.
Se medía con varas, y luego cada uno iba cuando quería a hacer la
cavada».
Dadas las diferencias que en principio podían presentar las
diversas partes de la seara, una vez efectuadas las mediciones, se
sorteaba el trozo que habría de corresponder a cada propietario. Los
siguientes pasos eran ya de incumbencia del interesado, que podía
cultivarlo personalmente o arrendarlo. El arriendo tenía lugar
preferentemente cuando se trataba de un propietario vecino de otro
pueblo distinto al que pertenecía el monte. En ese caso su lote se
entregaba a uno de los vecinos para que lo cavase, produciéndose
entonces la situación conocida con el nombre de cavar al quiñón.
Consistía esto en que el propietario recibía la quinta parte del trigo
o del centeno —que era lo que sobre todo se plantaba en la seara—
que se obtuviese en el terreno arrendado.
Una actividad importante en torno a la seara era lo que se
conocía con el nombre de envarar. Todos los que tenían parte en
ella y los que iban a cultivarla, una vez efectuadas las suertes de
ditribución, procedían a cercarla y a construir los derregos. Cada
uno, sirviéndose de palos y uces, cerraba los dos frentes de su parte,
y entre todos cercaban los dos laterales y trazaban los derregos.
Cada seara se preparaba para el cultivo quemando los rastrojos
y extendiendo las cenizas. Posteriormente se araba y se sembraba.
El cultivo podía efectuarse dos o tres años, aunque la calidad de la
tierra disminuía progresivamente. Cada restreba —así se conoce a
todo este conjunto de operaciones— proporcionaba, en
consecuencia, menores beneficios, a causa de la falta de ceniza y
empobrecimiento del suelo.' Después de la segunda o a veces
tercera restreba la seara se abandonaba y volvía otra vez a
pertenecer al monte en una situación de pro indiviso.
Las cavadas se hacían todos los años, y eran respuesta a la
imperante necesidad de ampliar las tierras labradías. Sin
II: 6 Villanueva de Oseos: Dialéctica territorial... 309
derrego
iA
/BCD
--------—------------- ---------------------------------------------------------
ABCD
ABCD
ABCD
ABCD
CD
O
>
o
: ABCD
1AB C D;
1
Seara distribuida entre cuatro vecinos (A, B, C, D), con indicación de las
tareas de envarado correspondientes a cada uno de ellos.
El concejo y la comarca
.
APÉNDICE
Sobre planificación
territorial
En los últimos años han proliferado las publicaciones que de
una u otra forma hacen alusión al título de este apéndice. Sin
embargo, la planificación territorial viene a entenderse, en
líneas generales, desde una perspectiva económica, es decir,
se trata, según este criterio, de conjugar el medio físico con el
desarrollo económico, y esto sirviéndose incluso de otras
ciencias como la Sociología. La bibliografía disponible apunta
predominantemente a dos tipos de estudios: el urbanismo y las
investigaciones regionales. Fuera de este campo poco se ha
hecho. Las aportaciones de ciencias como la Antropología
Social y Cultural no han sido hasta el momento tenidas en
cuenta, y ello, entre otras cosas, porque ni siquiera como cuerpo
teórico son abundantes.
Tras el análisis tanto teórico como práctico efectuado en las
páginas anteriores, puede quedar justificado este intento de
reclamar un hueco en la planificación territorial, por parte de las
ciencias del hombre, la Antropología entre ellas. Pero este
concepto debería incluir perspectivas nuevas, en las que se
considerase al ser humano como sujeto territorial a múltiples
niveles, y en el que se recogiesen los verdaderos problemas
sociales y psíquicos que cualquier elemento modificado o
introducido en la estructura del territorio puede acarrear al
hombre que vive la situación. La planificación territorial se
convierte así en una tarea centrada preferentemente sobre el
hombre, más que sobre cualquier otro tipo de intereses, sean
éstos económicos, políticos o de cualquier otra naturaleza, que
sólo podrán valorarse una vez que el problema hombre-territorio
haya sido considerado y resuelto.
Vamos a tratar de enumerar aquí una serie de principios
generales que a nuestro entender debería seguir, desde el
punto de vista antropológico, la planificación territorial. Ellos
servirán al mismo tiempo de conclusión a las páginas que
preceden.
333
334 Antropología del territorio
87
Cfr. Los Hombres de la Sierra. Grijalbo. Barcelona, 1971, página 189
s.
Apéndice 337
pueblo está tan poblado como hace veinte años. Sin embargo, las
vinculaciones y relaciones que la actual población mantiene entre
sí, tienen poco que ver con las que existían años atrás, y ello es
la causa de que los criterios desde los cuales debe considerarse
actualmente el territorio sean distintos de los que tenían vigencia
hace algunos años.
Las cifras absolutas tienen poca importancia en este con-
texto, mientras no se relacionen con las características y
funciones propias del territorio que se observa. Jacques Jung
denuncia el error de planificar según densidades de población
indiferenciadas para el campo y la ciudad. Decir, por ejemplo que
el territorio rural se caracteriza por una densidad inferior a los 40
habitantes por km2, mientras que el urbano puede llegar a los
10.000, es engañoso «porque compara densidades calculadas
sobre la base de territorios, cuyas funciones son diferentes. En
una comuna rural, la mayor parte de su territorio se dedica a
explotaciones agrícolas y forestales. En las ciudades es muy
frecuente que todo su territorio se halle urbanizado. Por
consiguiente, para que la comparación enunciada tuviese validez
sería preciso evaluar las densidades de población de las zonas
urbanizadas tanto en las ciudades como en las comunas
rurales»88.
Pero tampoco es suficiente la comparación de la densidad de
población en los núcleos, tanto rurales como urbanos,
urbanizados. Si como hemos dicho la población deja de ser un
número, para convertirse en un grupo o grupos, formado por
relaciones cualitativas diferentes, será igualmente preciso
atender a esas relaciones. La planificación territorial debe ser
consciente de que dos densidades de población relativas iguales,
pueden ser cualitativamente diferentes, debido a los distintos
sistemas culturales en los que se instalan, y que planificar desde
la primera perspectiva es no superar el nivel infraestructura!, y
presuponer, en el fondo, que la infraestructura está en una
relación determinista con las relaciones e instituciones
socioculturales. Y lo mismo que hemos dicho para la población es
también válido para cualquier otra condición infraestructura! del
territorio.
Estudio de la dialéctica entre los grupos sociales. La sociedad y
paralelamente la cultura no constituyen exclusivamente un todo,
sino que son el resultado de la interacción dialéctica de las partes.
Por ello planificar un territorio unitivamente puede significar el
incurrir en una concepción es- taticista de la cultura y de la
sociedad. Si la población que debe ser tenida en cuenta en la
planificación territorial no es un número, tampoco es una unidad
88
La Ordenación del Espacio Rural. Instituto de Estudios de Administración
Local. Madrid, 1972, pág. 72.
Apéndice 339
91
Cfr. P. Mercier: «Anthropologie Sociale», en J. Poirier: Ethnologie
Générale, pág. 1016.
342 Antropología del territorio
92
R. Sommer: Espacio y Comportamiento Indiviual, pág. 317 s.
Apéndice 343
93
R. Bastide: Antropología Aplicada, pág. 47.
344 Antropología del territorio
94
Lévi-Strauss: Anthropologie Structurale, pág. 317 s.
Apéndice 345
346
Bibliografía 347