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, 2007]
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Homoparentalidades. Nuevas familias [Rotenberg, E. y Agrest, B., 2007]
Publicado en la revista nº033
Autor: Araiza Alba, Paola
Reseña: Homoparentalidades. Nuevas Familias / Rotengber, Eva y Agrest Wainer, Beatriz (comps). – 1ª ed. –
Buenos Aires: Lugar Editorial, 2007. 192p.
Este libro surgió a partir del trabajo interdisciplinario realizado en el capítulo de adopciones de
la Asociación Psicoanalítica Argentina, inaugurado en el año 2000 a causa de la inminente
realidad de la legalización de la unión de parejas homosexuales, lo que exigió pensar en el
posible deseo de parejas homosexuales de adoptar niños y fundar familias. Se presentan
trabajos de profesionales de distintas disciplinas (aunque la mayoría son psicoanalistas),
debido a que este libro apela a romper prejuicios acerca de las homoparentalidades y abrir
nuevos caminos de reflexión entre médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados, maestros y
todo aquel público interesado en conocer las nuevas configuraciones familiares.
A lo largo de sus 14 capítulos, los autores van llevando de la mano al lector por un recorrido
histórico, cultural, jurídico, social y psicológico en relación a la identidad, a la homosexualidad,
a las transformaciones de roles de género, a los cambios en los significantes de las relaciones
entre padres e hijos y en las configuraciones del deseo de un hijo, cuestiones que siguen en
progreso; por lo tanto es un trabajo de compilación que sólo pretende iniciar la discusión y
análisis del tema y no dar una perspectiva única e irrefutable.
Es un libro que permite obtener una panorámica actual sobre los cambios que se están dando
y que a quienes nos dedicamos al campo de la salud siempre nos es indispensable conocer
para estar actualizados, ya que estamos en presencia de experiencias ya establecidas social
y jurídicamente en varios países, por lo que es previsible que podamos ser consultados
acerca de alguna vicisitud en relación a la temática, además de que uno de nuestros deberes
como representantes del ámbito sanitario es poder reflexionar acerca de las neo
parentalidades y los efectos que éstas producen en el desarrollo de la subjetividad de los
hijos, para poder asistir a las demandas terapéuticas singulares y poder adaptar las teorías a
la nueva práctica.
Todas aquellas leyes, criterios, valores, etc., que hasta la fecha regían el mundo ya no son los
mismos, por lo que es necesario que sean reconsiderados y revisados desde una posición
donde nos dejemos sorprender sin prejuicios, para que con ello podamos tener una visión de
futuro, indispensable para el desarrollo del porvenir del trabajo clínico.
A continuación se examinara cada capítulo y subtema, con sus diferentes autores por
separado, con la finalidad de poder extraer la mayor riqueza del enfoque presentado por cada
uno de ellos en esta compilación.
Los autores
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Beatriz Agrest Wainer. Psicóloga, Psicoanalista.
Miriam Alizade. Medica psiquiatra y Psicoanalista.
Ana María Andrade de Azevedo. Psicóloga, Psicoanalista de niños.
Silvia Bleichmar. Doctora en Psicoanálisis, Psicoanalista y ensayista.
Ana María Carrasco. Abogada.
Pablo Roberto Ceccarelli. Psicólogo, Psicoanalista.
Paul Daniels. Miembro titular de la Sociedad Psicoanalítica de París.
Alberto Eiguer. Psiquiatra, Psicoanalista.
Graciela Faiman. Licenciada en Psicología, Psicoanalista.
Leticia Glocer Fiorini. Médica y Psicoanalista.
Rosa Jaitin. Doctora en Psicología Clínica. Psicoanalista.
Oscar Machado. Médico Pediatra.
Diana Maffía. Doctora en Filosofía (UBA).
Ana María Muchnik. Médica, Especialista en Psiquiatría.
María Cecilia Pereira de Silva. Psicoanalista, Doctora en psicología Clínica
(Universidad Católica de San Pablo, Brasil)
Arnaldo Smola. Medico (UBA), Psiquiatra, Psicoanalista.
Raquel Zak de Goldstein. Médica (UBA), Psicoanalista de niños y adolescentes.
CAPÍTULO 1. Adopción. La identidad como derecho y/o construcción.
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CAPÍTULO 1. Adopción. La identidad como derecho y/o construcción.
Eva Rotenberg, una de las compiladoras de este libro, comienza este capítulo planteando
una pregunta dirigida a clarificar los distintos significados que puede tener la palabra
"identidad" para las diferentes disciplinas implicadas en los procesos de adopción: “Cuando
hablamos de identidad, ¿decimos lo mismo desde el derecho y desde el psicoanálisis?”;
dando de esta manera paso a las aportaciones de la abogada Ana María Carrasco y la
Doctora en Psicoanálisis Silvia Bleichmar.
Por su parte, la compiladora nos ofrece una reflexión sobre la realidad biológica del origen (ley
incorporada al código civil) y la identidad ligada a la historia y prehistoria, ambas constitutivas
de uno mismo. Para el derecho, la realidad biológica del adoptado está íntimamente ligada a
su identidad personal (la ley marca que el adoptante se ha comprometido a hacer conocer al
adoptado su realidad biológica), a lo que Eva Rotenberg opina que debe ser un aspecto muy
cuidado debido a que aunque la información es real, puede tener una carga afectiva que
inunde el aparato psíquico del niño; esto sucede cuando la información no es procesada
(previamente metabolizada) por los padres de acuerdo al momento y al estado emocional del
hijo. El modo en que se revela la información da cuenta de una verdad acerca de los padres.
La experiencia clínica muestra que, generalmente, la dificultad para transmitirle a los niños
que son adoptados tiene que ver con fantasmas no elaborados de los padres, por lo que
terminan dramatizando, poniendo una carga afectiva importante en la llamada “verdad
histórica”, minimizando la importancia del vínculo adquirido.
La psicoanalista Rotenberg piensa que la identidad centrada en el origen debe considerarse
un punto de pasaje, no de anclaje "Identidad" es un concepto problemático en psicoanálisis,
más aún si se aborda la identidad en la adopción; ya que puede llevar a una confusión que
alimente la ceguera y termine con negar la realidad psíquica, sin restarle importancia al valor
de la información acerca del origen.
La identidad o el self son nociones que evocan la permanencia en la relación al sentimiento
de autenticidad, continuidad, cohesión, integración en el proceso de cambio y diferenciación
del otro. Los movimientos identitarios implican que el sujeto pueda tolerar un cierto cambio en
sus referentes personales. Pero un cambio acentuado en estos ejes puede constituir
experiencias de “inquietante extrañeza o de despersonalización”.
El derecho a la identidad. Ana María Carrasco
Ana María Carrasco, abogada, al inicio de su aportación, cita al Dr. Fernández Sessarego,
para mostrarnos un primer acercamiento a la definición que la disciplina del derecho da a la
identidad personal: menciona que supone “ser uno mismo” y no otro, pese a la interacción
social; marca junto con la vida y la libertad una trilogía de intereses que se pueden calificar
como esenciales y por ello merecen una privilegiada tutela jurídica. Cuestión que en la
actualidad concentra la atención de cierto sector de juristas, convirtiéndose en materia de
discusión y polémica. La mayoría de los hombres de derecho, a pesar de algunas dudas y
temores, aceptan la posibilidad de tutelar jurídicamente este derecho a la identidad personal.
Se espera aún que en un futuro pueda ser reconocido en la codificación civil como un derecho
subjetivo perfecto, “un derecho de la personalidad”, tal como sucede con el derecho a la
intimidad o reserva de la vida privada personal o familiar.
El Dr. Fernández agrega que cuando aluden a la tutela de la identidad personal, no se refieren
a la identidad estática, física (señas particulares, cicatrices, improntas digitales, nombre,
seudónimo, imagen, fecha de nacimiento, nacionalidad), sino a la identidad que llaman
“dinámica” (la que se proyecta socialmente), como un complejo conjunto de atributos o
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calificaciones de la persona, la identidad dinámica se diferencia de la estática, no obstante
ambas se complementan y perfilan globalmente la identidad de la persona.
Entre las décadas de los 70 y 80 los jueces incluyen que, además de la identidad estática,
existe en el ser humano un interés muy profundo digno de tutela jurídica, como es el que
corresponde a la “verdad personal”, es decir el conjunto de atributos de la persona en su
proyección social que se traducen en el respeto a la “verdad biográfica” de cada sujeto. La
protección jurídica de la identidad personal se efectúa dentro de los alcances inéditos
descriptos, con independencia de la circunstancia de que la agresión de la “verdad personal”
haya ocasionado simultáneamente ofensas al honor, a la imagen, al nombre o a la autoría
intelectual, entre otros intereses jurídicamente tutelados. Sin embargo, un reducido sector de
la doctrina niega que la identidad personal tenga el carácter de un interés que deba ser
protegido.
Carrasco menciona que las sentencias vigentes expresan que el derecho a la identidad
personal debe ser entendido como el derecho a ser “uno mismo”, representado por sus
propios caracteres y sus propias acciones, “constituye la misma verdad de la persona”. Ella no
puede, en sí y por sí, ser destruida, ya que la verdad precisamente por ser la verdad no puede
ser eliminada. Se forja en el pasado, desde el instante mismo de la concepción, donde se
hallan sus raíces y sus condicionamientos pero, traspasando el presente existencial, se
proyecta al futuro. La identidad es fluida, como el ser mismo. No es algo acabado y finito, sino
que se crea con el transcurso del tiempo, y con el tiempo. Todo ello dificulta su aprehensión y
hace posible que el propio ser humano niegue un determinado aspecto de su identidad
histórica. Lo que se protege es el derecho del sujeto “a su verdad personal” tal cual es, sin
alteraciones, desfiguraciones, falseamientos, distorsiones de sus atributos, tanto estáticos,
como dinámicos, que lo distinguen de los demás en cuanto lo hacen ser “él mismo” y no
“otro”. El derecho a la identidad supone la exigencia del respeto de la propia biografía con
sus luces y sus sombras, con lo que exalta y con lo que degrada.
La identidad personal y la adopción
En este apartado la autora nos esboza de una manera general las diferentes gamas de
adopción planteadas jurídicamente y las cuales siguen en reflexión por los juristas:
Adopción plena: suprime todos los vínculos de sangre con la familia biológica.
Adopción con base en el artículo 8 de la Convención de los Derechos del Niño: los
estados parte se comprometen a respetar los derechos del niño a preservar su
identidad, incluidas la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de
conformidad con la ley sin injerencias ilícitas.
Adopción abierta: presupone que el niño conserva o mantiene vínculos con su
familia de origen. Se trataría de vínculos que, por hipótesis, no es conveniente
interrumpir abruptamente en ocasión del ingreso del niño a la familia de
adopción, en el entendimiento que se debe dar prioridad al trato con la familia
biológica, agotando todas las instancias posibles antes de decretar el estado
de preadoptabilidad.
Teniendo en cuenta el valor constitucional de los tratados internaciones de derechos
humanos, se plantea la posible colisión entre la adopción plena y el artículo 8 de la
Convención de los Derechos del Niño, el cual menciona que el niño tiene derecho a preservar
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su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares de conformidad
con la ley sin injerencias ilícitas, y cuando un niño sea privado ilegalmente de algunos de los
elementos de su identidad o de todos ellos, los Estados Partes deberán prestar la asistencia y
protección apropiadas con miras a restablecer rápidamente su identidad.
La verdad biológica
La ley de adopción 24.779 de 1997 vigente en Argentina establece en su artículo 321 inciso
“h” que “deberá constar en la sentencia que el adoptante se ha comprometido a hacer
conocer al adoptado su realidad biológica” y su correlato, en el artículo 328, que “el adoptado
tendrá derecho a conocer su realidad biológica y podrá acceder al expediente de adopción a
partir de los 18 años de edad”. Pero, para que el compromiso que asumen los padres sea
efectivamente cumplido, deberán ser apoyados y ayudados en grupos de adoptantes por
equipos interdisciplinarios.
Carrasco menciona que la particularidad de los niños adoptados es que hay otros padres de
los cuales generalmente no conocen nada. Los huecos de la historia se llenan siempre con
fantasías. Tampoco los hijos biológicos están exentos de ellas. Freud denominó “la novela
familiar del neurótico” a las frecuentes creaciones imaginarias de “otros padres” más
encumbrados socialmente o superiores de otros modos a los propios. Por lo que se pregunta
si la verdad biológica es de nula utilidad para el adoptado, y plantea como ayuda para la
posible respuesta a esta pregunta la biografía de Erik Erikson, por todos conocida, y cómo
influyo en su creación científica su sufrimiento adolescente en busca de su identidad.
La identidad como construcción. Silvia Bleichmar
La doctora Bleichmar comienza este apartado dejando ver que la cuestión de la identidad no
ha sido una cuestión central para el psicoanálisis y menciona que a tal punto no lo fue, que en
las obras de Freud hay sólo dos referencias que tienen que ver con la identidad de percepción
y no con la identidad en sí misma. Pero reconoce que hay dos razones por las que no es
central en la obra de Freud: la primera, que no es una problemática central de sus tiempo; y la
segunda, que es una problemática que alude a las formas con las cuales el yo se percibe a sí
mismo, de manera que no es relativa al inconsciente.
Sin embargo, hoy la identidad pasó a ser una cuestión de suma importancia desde el punto de
vista de las nuevas problemáticas que se han abierto. La autora menciona en este punto uno
de los cambios que nos llevan a plantearnos problemáticas que no habíamos pensado nunca;
uno de ellos es en relación a la tradicional frase que se decía respecto a la maternidad y
paternidad, “maternidad certera, paternidad incierta” cuestión que a causa de los avances
científicos se ha modificado radicalmente.
Refiriéndose al anterior apartado en que se habla de la verdad, S. Bleichmar cita a un autor
israelí que dice, “la verdad es un bien que debe ser administrado con prudencia” y ella agrega
que, en su parecer, la verdad se define respecto a para quién es necesaria esa verdad. Esta
es la diferencia con la que ella concibe la verdad respecto de una actitud de moral con la
verdad. Por lo tanto, la moral pasa por el respeto al tercero y no por la defensa de la verdad
en sí misma. Concluye este tema diciendo que la verdad debe ser planteada en términos de
la necesidad y, en el caso de la adopción, fundamentalmente, la necesidad del niño. Porque la
verdad no está en la realidad, la verdad está en el enunciado acerca de la realidad, si bien la
realidad da los instrumentos materiales sobre los cuales la misma se ejercita.
En el inconsciente no hay verdad, hay huellas materiales de lo vivenciado y esto es lo que
aparece en los casos de restitución cuando los niños que han sido apropiados reconocen
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signos de percepción. Los segmentos de la realidad no producen verdad, producen
interrogantes. La verdad la constituye el sujeto. La realidad abre interrogantes que ponen en
riesgo las verdades constituidas. Para cerrar el tema de la verdad, S. Bleichmar cita a Derrida,
quien menciona que la verdad para el sujeto es una verdad en la medida en que no sea
estallada por la realidad. Es verdad, esa verosimilitud que el sujeto tiene, sirve en la medida
en que no entre en contradicción.
Volviendo entonces a la cuestión de la verdad y de la identidad, la doctora menciona que en
psicoanálisis existe una diferencia entre identidad e identificación y considera que la
identificación es la que constituye los núcleos de la identidad. Puntualiza que el fantasma de
los orígenes es nuclear en la identidad; y que existen dos fantasmas que son nucleares para
la identidad, uno que tiene que ver con la filiación y otro que tiene que ver con la sexualidad.
Y, para terminar, agrega que todo proceso de constitución subjetiva de hijo, biológico o no,
implica un acto de apropiación ontológica y de transformación de la naturaleza en otra cosa.
Esto es común, tal vez la diferencia está dada porque con el hijo biológico se sostiene una
fantasía de contigüidad, sobre todo del lado de la madre. Es muy común que la madre
adoptiva tenga que hacer un doble proceso: un proceso de apropiación y, luego, un proceso
de desapropiación.
Menciona que en la actualidad ha cambiado el deseo de tener un hijo, que es un deseo doble
en la mujer: es deseo de ser madre y deseo de tener hijo, es ambas cosas; sin embargo hoy
el deseo de ser madre es cada vez menos porque está cada vez menos inscripto en los
ideales el que, para ser mujer, se deba tener hijos. Respecto a la familia menciona que ella
está en desacuerdo en que sea el núcleo constitutivo de la subjetividad, piensa que lo que
determina la producción de subjetividad es la asimetría adultoniño; por lo que poco le importa
que los adoptantes sean mujeres, hombres, parejas homosexuales o heterosexuales. Lo que
sí le importa es el concepto nuclear que implica esta asimetría constitutiva, y la parasitación
simbólica y sexual que el adulto ejerce sobre el niño.
CAPÍTULO 2. Reflexiones sobre la homoparentalidad
Parentalidad en parejas homosexuales. Leticia Glocer Fiorini
Glocer inicia su participación clarificando que pensar en el ejercicio de la parentalidad en
parejas homosexuales significa introducirse en un tema que suscita fuertes debates y que es
una cuestión que puede ser discutida desde distintos puntos de vista y desde diferentes
disciplinas que no necesariamente coincidirán ni tendrían por qué hacerlo. Habla, pues, de un
tema “abierto” que no se puede separar de los inmensos cambios culturales, sociales y
jurídicos que se presentan en las últimas décadas y que marcan fuertemente el cambio de
siglo.
El deseo de hijo no es exclusivo de las parejas heterosexuales y, cada vez con más
frecuencia, se observa en parejas homosexuales, que recurren a la adopción o a la
biotecnología para su realización.
Homosexualidades
Como primera cuestión la autora plantea que no es posible hablar de homosexualidad en
bloque, ya que existen desde los actos homosexuales ocasionales, pasando por los
homosexuales de las neurosis, hasta las homosexualidades en estructuras clínicas perversas
y psicóticas, se despliega una heterogeneidad que subyace a una aparente identidad. Es
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decir, hablar en términos generales del ejercicio de la parentalidad en parejas homosexuales
plantearía una unificación interpretativa que no sería tal. El único punto en común entre todas
esas condiciones es la elección de objeto del mismo sexo. Pero los mecanismos psíquicos en
juego pueden ser radicalmente diferentes.
Familia
En este apartado, Glocer pone de manifiesto dos puntos que para ella son clave en el
concepto de familia y parentalidad en la actualidad. El primero, citando a Roudinesco (2002),
quien señala que “cualquiera sea la edad, sexo, orientación sexual o condición social, todos
desean una familia” y que la adopción en parejas homosexuales apunta al intento de formar
una familia. Afirma que es un intento de integrarse a una norma y que la institución de la
familia, en ese sentido, no estaría amenazada. El segundo en relación a las transformaciones
de las familias actuales, la caída del pater familiae y la deconstrucción de la maternidad, que
ponen en cuestión que la unión hombremujer sea un elemento esencial para la procreación,
desafiando así el concepto de parentalidad tradicional.
Ley de padre y diferencia sexual
Glocer menciona que se podría decir que, si bien con las familias homoparentales no se
afecta la reproducción de la especie (ya que la procreación heterosexual sigue siendo su eje),
sí se afectaría un determinado ordenamiento simbólico social en el que la ley es homologada
a la ley del padre y la diferencia simbólica es equiparada a la diferencia sexual anatómica.
Parentalidad y homosexualidad
La autora plantea varios puntos de vista respecto al conocimiento simbólico de la diferencia
de los sexos y aclara que no es privativa de las parejas homosexuales; señala que habría que
pensar, más allá de la homosexualidad de los padres, si la diferencia simbólica en los hijos no
estaría interiorizada, como trasmisión transgeneracional “atravesando” el inconsciente
parental. Por supuesto que es necesario distinguir la diferencia sexual anatómica de la
diferencia simbólica en cuanto incompletud para ambos sexos, y esto implica establecer
intersecciones y divergencias entre las interpretaciones anatómicas y simbólicas de la
diferencia.
Deseo de hijo
Para la autora, el deseo de hijo es singular y deberá ser analizado en cada caso durante el
proceso analítico, tanto en la heterosexualidad como en la homosexualidad, tanto en hombres
como en mujeres. Puede corresponder a un anhelo narcisista, puede tener como finalidad
satisfacer a la propia madre, o desear el hijo como doble del sí mismo, pueden estar en juego
mandatos, duelos, desafíos, etc. No hay un deseo en estado puro.
Por otra parte, menciona que en la parentalidad tanto en parejas homosexuales como
heterosexuales, hay que tener en cuenta que el deseo de hijo es un motor importante, pero no
se pueden ignorar otras motivaciones como el deseo de trascendencia, de perpetuación del
patronímico, de acompañamiento para la vejez, de aseguramiento de la herencia, etc. A esto
se agrega que debe haber otras condiciones para conformar la parentalidad, tales como
capacidad de cuidados, de contacto, de apego, de favorecer la estructuración narcisista y de
reconocimiento del otro. Una pareja homosexual puede contar o no con estas condiciones
tanto como una heterosexual.
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Familia y adopción: Reflexiones acerca de la homoparentalidad. Diana Maffía
Maffía, doctora en Filosofía, pone de relieve en esta sección tres puntos. El primero en
relación a la adopción y las mil y una condiciones que se ponen para su proceso; ella
menciona que son la contracara de todos los descuidos que presentan las familias que tiene
sus hijos naturales y a las cuales el estado no ampara en absoluto para que puedan cumplir
con todas esas funciones que se le solicitan a una familia adoptante. El segundo punto que
acentúa está en relación a la sociedad y la discriminación que aún se encuentra en ella,
donde la discriminación tiene dos caras: por un lado consiste en no tomar en cuenta las
diferencias y por otro en tomarlas para inferiorizar. El tercer aspecto del que nos habla es en
referencia a que no es nada sencillo pensar en si una pareja homosexual puede o no adoptar,
ya que se tendría que remontar a algo más antiguo y que viene dado por la religión y es el
pensar en una sexualidad no aplicada a la procreación.
Homoparentalidades. Arnaldo Smola
Smola inicia su aportación con cuatro aspectos fundamentales para poder opinar en cuanto a
este tema: menciona que debe ser tratado con altura, con prudencia, con interés y que el
tema solicita una consideración singular para cada caso.
Comenta que los cambios que se han producido respecto a la cuestión homosexual han sido
vertiginosos y que no hay duda de que ello obliga a la apertura de un espacio de reflexión y
de autorreflexión. Sin embargo cuando se habla del tema de los homosexuales en tanto
padres, la mayoría de los analistas se ponen nerviosos; por lo que para él existen tres formas
de afrontar la situación: “encogerse de hombros” considerando los hechos de
homoparentalidades como naturales y por lo tanto no dar opinión alguna ni aportación; otra
forma de afrontar sería la de “héroe mediático”, donde se idealizaría el cambio que puede
señalarse como hacia una sociedad más justa, menos prejuiciosa, etc., es decir, también y un
poco ciegamente, aceptar la equiparación, borrar, que ya está borrada, la discriminación
entre normal y patológico y ubicarse entro lo bueno y aceptable; y, por último, adoptar una
posición apocalíptica, que suponga que aceptar la homoparentalidad llevará a esta sociedad
hacia cambios graves, catastróficos o al menos imprevisibles.
Menciona que son muchas las interrogantes que surgen con esta nueva situación y que tiene
claro que no se tiene la suficiente experiencia para hablar de este tema en términos precisos,
pero que sin embargo es posible prever, desde su punto de vista, los pilares teóricos que
serán interrogados por estos casos: las identificaciones precoces, el complejo de Edipo, y la
escena primaria. Estos serian los parámetros que, desde el niño, permiten situarse en la
observación de las características del desarrollo psicosexual de los niños adoptados por
parejas homosexuales.
Termina su aportación mencionando que acerca de la homoparentalidad no hay prácticamente
nada, y que es interesante sentirse en esta intemperie, es un sentimiento de orfandad y de ser
los pioneros al mismo tiempo.
Adopción homoparental. Ana María Carrasco
Carrasco hace un recuento histórico de las principales legislaciones y términos que tienen
que ver con el tema que aquí nos acontece, menciona que en Argentina la adopción tiene su
origen en 1948, en ese mismo año en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se
habla de la familia como elemento natural y fundamental de la sociedad; para 1989 se
reconoce al niño como sujeto de derecho, donde se fija que los estados deben respetar la
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vida de los niños. El termino homosexualidad fue creado hacia 1860 por el médico húngaro
Benker, entre 1870 y 1910 el término fue imponiéndose progresivamente en Occidente. La
Iglesia también avanzó en cuanto a la homosexualidad se refiere, pues dejó de considerarla
un pecado contra natura sancionado con la excomunión y la muerte por los tribunales de la
Inquisición.
Menciona que, como se ha visto hasta ahora, el derecho va adosado a los fenómenos
sociales, y por ello en cuanto a las adopciones de parejas homosexuales, y ante la duda de si
podrán brindar al niño la imagen diversificada de la diferencia sexual atómica necesaria para
el desarrollo del psiquismo infantil, da paso primeramente a la psicología, al psicoanálisis, a
la psiquiatría, a la sociología y a la antropología, “el enigma de los márgenes de los
sentimientos colectivos es más cultural que estrictamente jurídico, tendrá que ser decidido en
primer lugar en otras disciplinas y luego en el derecho”.
CAPÍTULO 3. Pensando la homoparentalidad
Homoparentalidades. Mariam Alizade
Nueva designación: homoparentalidad
Alizade comienza este apartado cuestionando que si la homoparentalidad, como pareciera
sugerir la experiencia en los lugares en que se ha llevado a cabo durante varios años, no
produce seres con mayor índice de perturbación que en las crianzas parentales
heterosexuales, entonces las teorías del desarrollo humano necesitan ser modificadas. Estos
resultados cuestionan ciertas ideas clásicas del psicoanálisis acerca de la administración de la
diferencia sexual en la estructuración psíquica humana. Y cita para especificar lo anterior a
Arminda Aberastury (1984) quien escribió: “todo niño necesita un padre para poder
desprenderse de la madre, y también necesita de una pareja padremadre para satisfacer, pro
identificación proyectiva, su bisexualidad”.
Con lo que plantea que la homoparentalidad “exitosa” pareciera indicar que la sexualidad de
los progenitores no tiene el efecto de estructura sobre los hijos de la exacta manera como ha
sido concebida por el psicoanálisis hasta ahora: el complejo de Edipo, la madre real como
objeto primero de identificación y de desidentificación en el varón, la escena primaria etc. Por
lo que se perfila la tesis de una adopción psíquica universal de mayor alcance estructurante
que la filiación biológica, no importaría tanto quién o quiénes sino cómo es ejercida la función
y cómo es recibida en el medio ambiente circundante.
La identidad generativa. La parte femenina y masculina de los seres humanos
Alizade cita a Joan Raphael Leff (2003) para definirnos el concepto de identidad generativa;
es entendida como el impulso deseante de criar y tener un hijo independientemente de toda
maternidad o paternidad biológica; es la construcción psíquica de uno mismo en tanto
progenitor potencial, se agrega a la identidad nuclear de género, al rol de género y a la
orientación sexual en la elección de pareja sexual.
Al logra la identidad generativa, el niño concomitantemente logra las siguientes
representaciones reaseguradoras: la de convertirse un día en un creador potencial y no ya un
mero ser creado, la de obtener potencialidades psíquicas y el pasaje de la procreatividad
física a la creatividad en general.
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Plantea Alizade que el deseo de hijo en parejas homosexuales se destacaría por dos
motivaciones principales: a) la integración en la estructura de una familia con el consiguiente
reconocimiento social; y b) la trascendencia y la supervivencia psíquica en la memoria de un
hijo con el consiguiente alivio de las ansiedades de muerte. El deseo de hijo así pensado se
independiza de la elección de objeto homo o heterosexual.
Las paternidades, las maternidades y las parentalidades seguramente también dependen en
mayor medida de inscripciones psíquicas que de realidades corporales. Las funciones
paternas y maternas podrían pensadas desde este esquema teórico ser ejercidas por seres
nacidos como varones o como mujeres indistintamente. Lo esencial estaría determinado por
el lugar en el cual se posicionan con la consiguiente transmisión a la que darían lugar, en el
fantasma de la escena primaria no importaría tanto el sexo de cada uno de los integrantes de
la pareja imaginaria sino la estructura de exclusión que lo constituye.
A manera de conclusión, Alizade menciona que los niños adoptados, los que son fruto de una
procreación asistida y los homoparentalizados, nunca salen indemnes de las perturbaciones
ligadas a su nacimiento. Aun así, el psicoanálisis debe dar cuenta con la mayor precisión
posible de la calidad del daño, su inserción en las series complementarias y las
consecuencias en la vida comunitaria. Quizá el secreto resida en el buen ejercicio de la
función familia (Alizade et al., 2003) que permite la construcción de una familia interna
suficientemente satisfactoria para el desarrollo simbólico del niño.
El trabajo psíquico adulto necesario para conducir a un sujeto a la vida psíquica no
dependería tanto del sexo de la dupla conyugal sino de la salud psíquica y la intención de
amor de la pareja.
Acerca de la homoparentalidad. Raquel Zak De Goldstein
Zak menciona en su apartado tres puntos de suma importancia en cuanto a la posición de
análisis y estudio de la homoparentalidad. Comienza aclarando que no existe estudio
suficientemente serio sobre los “trastornos o no en la homoparentalidad”, lo que la llevó a
indagar y encontrar que existe un estudio publicado en abril del 2002 que termina diciendo
algo que invita a ver qué tal es la experiencia holandesa que legalizó la adopción homosexual.
Menciona que, por lo tanto, nos guste o no tendremos que esperar por lo menos quince años
para poder evaluar tal experiencia, lo que afecta profundamente, porque lleva a la pregunta de
si es lícito tolerar “la prueba” con seres vivientes. El segundo punto que trata es en relación a
que los analistas se encuentran atrapados entre dos compromisos: uno es si es la ocasión
para ejercer la tolerancia a la insoportable diferencia; y el otro, la insoportable tensión ante la
diferencia les enfrenta con una necesidad: lograr sostener la diferencia, porque sin diferencia
no hay tensión. Y por último y como tercer aspecto cita a Gianni Vattimo, un arquitecto y
filósofo italiano, respondiendo a la cuestión de si la sociedad con su aceptación, con su
tolerancia, con su humanismo, podría resolver la tensión intrínseca ante la neosexualidad, a lo
que Vattimo contesta: “Posiblemente el desafío va a continuar de otra manera”; para Zak es
un desafío descomunal para el psicoanálisis y para la responsabilidad que se tiene ante las
preguntas sociales.
La homoparentalidad y la crianza de los hijos. Oscar Machado
Machado nos habla desde su perspectiva de pediatra y el pequeño acercamiento que ha
tenido con un niño criado por una pareja homosexual (tío homosexual y su pareja)
Primeramente, menciona que nadie tiene la experiencia suficiente para hablar acerca de cuál
es la influencia directa de la pareja homosexual en el crecimiento de niños y su reinserción
social y familiar, pero lo que él pudo observar en ese único caso, fue que el chico creció con
trastornos en cuanto a la construcción de la pareja y que tuvo dificultades en su inserción
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escolar e inserción social, sin embargo creció, se hizo adulto, maduro y formó una pareja con
la que tiene un linda niña. Agrega que no encontró, excepto en el camino de su inserción
social, alteraciones tales como propensión a los accidentes, ni enfermedades reiteradas, ni
ningún trastorno que pudiera tomarse como psicótico o, por lo menos, como trastorno de
conducta severo. Solamente fue en la estructuración de la pareja, no en su sexualidad, que
tuvieron que pasar los años para poder madurar.
CAPÍTULO 4. Las nuevas cuestiones ponen en crisis viejas teorías
Entrevista de Eva Rotenberg a Silvia Bleichmar
En este capítulo, la compiladora de este libro Eva Rotenberg realiza cuatro preguntas a S.
Bleichmar, que llevan la finalidad de clarificar los siguientes temas: homosexualidad como
simplemente elección de objeto del mismo sexo o resolución del complejo de Edipo invertido,
construcción de la diferencia anatómica y sus consecuencias en el ordenamiento de la
sexualidad, relaciones entre identidad, identificación y Edipo, y por último, imágenes
parentales, fantasías originarias y la novela familiar.
Tratando de extraer de manera muy resumida lo que S. Bleichmar responde, comenzaremos
diciendo que primeramente es necesario separar la identidad sexual de la elección de objeto,
porque esto llevaría a pensar que detrás de la elección sexual de objeto homosexual hay un
trastorno de la identidad de género, con lo cual nos haríamos eco del prejuicio que considera
la masculinidad como derivado directo de la heterosexualidad y la feminidad como resultado
del deseo de pene y, en última instancia, deseo de hijo, posiciones hoy insostenibles.
En el inconsciente no hay principio de contradicción, por ende, no hay lógica binaria, de modo
que allí coexisten deseos por objetos que el yo considera del orden de la homosexualidad o
de la heterosexualidad, y acepta o reprime de acuerdo al modo con el cual están constituidos
los enunciados ideativos que lo diferencian de las otras instancias.
S. Bleichmar comenta que se rehúsa considerar la homosexualidad como un destino
patológico, idea basada en un supuesto ideal de armonía que sería el encuentro de la
sexualidad parcial con la reproductiva biológicamente determinada.
El complejo de Edipo, positivo o negativo, marca, por el contrario, el momento de ligazón y
sublimación. Por lo tanto, el amor homo o heterosexual los considera parte del
encaminamiento hacia la posibilidad de relación al semejante y de engarce del erotismo con la
ternura.
Respecto a la diferencia anatómica, comenta que es indudable que el descubrimiento de ella
fija en el niño la sexuación por referencia a la misma, definida la sexuación como
reconocimiento del posicionamiento del deseo respecto al ordenamiento con el cual la cultura
articula sus variables.
En cuanto a la teoría de la castración, lo fundamental remite a la falta constitutiva, a la
incompletud narcisística, que no se resuelve con la posesión del pene real ni se pierde con su
ausencia.
La identidad es el modo en que un sujeto se reconoce como siendo, un conjunto de atributos
que definen el ser. Por lo cual la identidad no está del lado del inconsciente, aunque esté
enraizada y permanentemente puesta en jaque por éste.
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La identificación, indudablemente, remite a las formas de transmisión con las cuales el adulto
proporciona ordenadores, moldes, formas de coagulación del ser y de las instancias de
prohibición. El niño no se identifica al objeto real, sino a los modos representacionales con los
cuales lo captura, y en esto opera no sólo la imagen sino el discurso del otro significativo. Por
lo que pierde importancia si ocurre en el orden de lo heterosexual o de lo homosexual, lo que
es central es la circulación que reconoce la alteridad y sus posibilidades de mutación respecto
a los modelos narcisistas que el adulto intenta de uno u otro modo imponer y a los cuales
relativamente renuncia por amor.
El Edipo debe ser considerado, en tanto principio estructurante, como ordenador de la
pautación de los intercambios que pone coto al goce entre el adulto y el niño, pero a partir de
poner en el centro la fundamental asimetría en la cual se constituye la sexualidad de la cría
humana respecto del adulto, como ordenador de la pautación que “prohíbe la apropiación
gozosa del adulto respecto al cuerpo del niño”.
En cuanto a las fantasías originarias y la novela familiar, S. Bleichmar señala que hay algo
que permanece, y es el enigma no sólo del engendramiento sino del deseo del adulto. En este
sentido, los seres humanos no dejarán de teorizar acerca de cuál fue el motivo de su
nacimiento, la contingencia que los puso en este mundo. Por supuesto tendrán formas
específicas, pero también las tienen los casos de adopción, de encubrimiento interraciales en
sociedades represivas… menciona que estamos ante una humanidad que marcará su propio
destino fantasmático pero que no dejará de fantasear respecto al otro prioritario que lo colocó
en la vida o que lo tomó a su cargo.
Por supuesto que las llamadas funciones materna, paterna, implican modos de relación con el
niño, con circulación simbólica y libidinal. No son puros significantes, pero tampoco están
definidas exclusivamente por la presencia del cuerpo real en su unidad anatómica, sino por
los modos erógenos que éste toma en el encuentro, y las formas representacionales con las
cuales los discursos instituidos lo significan. Lo que hoy llamamos funciones materna o
paterna no pertenece necesariamente a los actores que tradicionalmente las han ejercido.
La diferencia anatómica de los padres no da garantías de salud, como sabemos, y no hay
razones teóricas ni prácticas para suponer que la homoparentalidad pueda generar patologías
graves. El deseo de hijo es independiente del deseo de hombre o mujer. La sexualidad
humana ha encontrado, definitivamente, una vía que los seres humanos deberán recorrer con
cuidado pero sin prejuicios, siempre que ésta garantice el enlace al otro como semejante. Con
los últimos avances tecnológicos ha caído la última barrera moral que planteaba que la
homosexualidad atentaba contra la supervivencia de la especie.
CAPÍTULO 5. La homosexualidad y el deseo de tener un hijo: su impacto en la
parentalidad. Eva Rotenberg
Eva Rotenberg señala que para poder pensar en la homoparentalidad, es preciso en primer
lugar “deconstruir” el imaginario social que ha permanecido fijado a lo biológico desde el
origen de la cultura, sostenido inclusive por el mito bíblico de Adán y Eva que nos dice que
para tener niños se precisa de un hombre y una mujer. Menciona que esta nueva forma de
parentalidad se denomina “nuevas configuraciones vinculares”, y que no es más que una
realidad que ha sido silenciada y marginada durante años.
Para ella las discusiones sobre este tema se centran en dos posiciones. Una que es la que
encuadra a la pareja: muchas personas se han quedado fijadas en que la homosexualidad es
una perversión y se preguntan si las parejas homosexuales serían padres con potencialidades
de producir efectos patógenos de tal modo que puedan alterar la subjetividad del hijo o, por el
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contrario, serian padres aptos para adoptar. Y la segunda la que piensa en “el bienestar del
hijo”, por lo tanto la pregunta es ¿qué es lo mejor para él?; esta premisa se sostiene sobre el
cuestionamiento de los efectos del impacto de lo social en el niño.
Concepciones teóricas acerca de la homosexualidad
La psicoanalista Rotenberg comienza este apartado con la raíz etimológica de la palabra
homosexualidad la cual deriva del griego, homos, que significa “semejante”. Fue acuñada
hacia 1860 por el médico húngaro Karoly Maria Benkert para designar todas las formas de
amor carnal entre personas del mismo sexo biológico. Entre 1870 y 1910, en Occidente, el
termino homosexualidad se fue imponiendo progresivamente con esta acepción
reemplazando a las antiguas ideologías que consideraban a la homosexualidad como una
tara o degeneración, se comenzó a definir a estas relaciones por oposición a la palabra
heterosexualidad que viene del griego heteros y significa diferente.
Comenta que Freud consideró a la homosexualidad como una inversión de objeto,
caracterizada por una fijación de la sexualidad con apoyatura en una disposición bisexual.
Reconoce el anclaje corporal pero considera que “no todo lo masculino esta en el hombre ni
todo lo femenino en la mujer”. Retira todo carácter peyorativo de la tendencia homosexual, la
humaniza y la incluye dentro de los posibles avatares del desarrollo sexual. Revoluciona la
ciencia ampliando el concepto de sexualidad, distanciándolo de lo biológico y dándole un
nuevo estatuto, “la psicosexualidad”; también le da a la sexualidad un lugar principal en la
constitución de las psiconeurosis, así como en las neurosis en general.
En 1905, en Tres ensayos de teoría sexual, Freud se opone a considerar las inversiones
como degeneraciones nerviosas dado que se encuentren en “personas sin otra desviación
grave y que por el contrario presentan un elevado desarrollo intelectual y ético”. Para 1910
renuncia al término "inversión" y adopta el término "homosexualidad".
En 1921, Freud escribe una carta a Ernest Jones en la cual dice que la homosexualidad en sí
misma no es suficiente razón para excluir a un candidato de la formación psicoanalítica,
mostrando así que no considera que sea “una enfermedad”
Melanie Klein, en 1932, plantea la homosexualidad como expresión de una relación
de objeto agresiva y una consecuencia de la ansiedad que impide el desarrollo
psicosexual del niño, con aspectos paranoicos en el homosexual.
Jaques Lacan parte de la premisa freudiana que consideraba a la homosexualidad
como resultado de una fijación temprana. La elección homosexual para él es
entonces una resolución edípica fallida.
Robert Stoller, en 1968, diferencia entre desordenes de la identidad de género y
homosexualidad. Considera que la imagen de género es lo que se define cuando
alguien dice “soy hombre o soy mujer” y tiene que ver con el propio sentimiento de
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pertenecer a uno y otro sexo. Dice que en la homosexualidad se elige un objeto
sexual del mismo sexo pero sin desordenes en la identidad de género, pone en
cuestión los conceptos freudianos de “femenino y masculino” articulándolos con los
conceptos de pasividad y actividad como definitorios de la identidad de género.
En la década de los 70’s, los trabajos de Michael Foucault sumados a los grandes
movimientos de liberación sexual, fueron un aporte muy importante para que la
homosexualidad dejara de ser considerada una enfermedad y se la viera como una
elección sexual.
Burch distingue dos modelos de identidad sexual en la mujer. Denomina
“lesbianas primarias” a las mujeres que frecuentemente se han cuestionado su
orientación sexual en su historia personal de vida y que aseguran no haber
sentido nunca una clara sensación de ser heterosexuales. El segundo modelo
serían las lesbianas bisexuales. Incluye a mujeres que se han sentido
heterosexuales tempranamente en sus vidas y asumen una identidad lesbiana
posteriormente, sin embargo no se descarta la posibilidad de tener relaciones
heterosexuales.
Rotenberg cierra este apartado mencionando que habría que hablar de “homosexualidades”
no de una única homosexualidad, y considerar que en los sujetos homosexuales existe una
pluralidad psicopatológica tan variada como en los heterosexuales. Hay neuróticos, perversos
y psicóticos tanto entre unos como entre los otros.
Deseo de hijo ¿Qué deseo?
Para Rotenberg, cuando se busca un niño, ya sea biológico o adoptado, es indispensable
considerar cuál es la fantasía de hijo y cuál la de parentalidad. Pensar en qué parejas son
aptas para adoptar es evaluar en qué lugar del fantasma de la pareja está colocado el hijo
¿sujeto u objeto?
CAPÍTULO 6. Homoparentalidades, adopción y filiación. Beatriz Agrest Wainer
Agrest Wainer inicia su aportación citando la definición de filiación hecha por varios
especialistas. Comienza con la antropóloga Francois Héritier (1992), quien menciona que la
filiación surge de la unión legitimada, de la imposición de un nombre, tal como la definen las
distintas sociedades y esto hace a la legitimidad de los niños y por este mismo hecho a la
filiación a un grupo. Se trata de filiación legal, la primera red simbólica (Rossolato, 1992),
íntimamente ligada a la filiación biológica o genética que, a su vez podrá confluir en el logro
esperable de la filiación psíquica y afectiva (Bleichmar, 1992). Esta última surge de la
necesaria legitimación afectiva del niño, que devendrá del deseo de hijo, del afecto amoroso y
de las investiduras por parte de una pareja suficientemente estable y coherente, que pueda
construir los vínculos parentofiliales y de grupo familiar, a la par que pueda transmitir, en el
momento adecuado (Delaisi Parseval, 2002; Rotenberg, 2002), su origen biológico/genético.
Menciona que el conocimiento que brinde la pareja homoparental con respecto a la existencia
de los dos sexos y sus funciones para la concepción es central para la constitución de la
psicosexualidad del niño. No se han encontrado todavía investigaciones que permitan
inferencias dinámicas acerca de los efectos a largo plazo sobre la filiación y la constitución
psíquica, sexual y de género del niño.
Agrest Wainer junto a Silvia Bleichmar y otros autores piensan en la posibilidad del niño de
tener acceso a posiciones subjetivas diversas, de crear nuevas teorías sexuales infantiles,
formaciones fantasmáticas tales como la escena primaria y la novela familiar y que esto a su
vez pueda ser aprehendido intersubjetivamente y compartido con “otros padres o
participantes” reales o imaginarios en la triangularidad. Se trata del derecho del niño al
conocimiento de sus orígenes, a conocer y resignificar su historia.
Concluye su aportación mencionando que para la filiación será necesario que se aprueben
leyes que legitimen las uniones homoparentales (que ya existen en algunos países) así como
el acceso y ejercicio de la parentalidad. Esto haría posible (según las condiciones de normas
preestablecidas en cada estado) ejercer el derecho a acceder al pedido de la adopción y/o a
la asistencia y a las distintas técnicas reproductivas en forma parental conjunta, lo cual podría
enmarcar legalmente las diversas configuraciones homoparentales y el derecho de afiliar y
dar filiación a los hijos, en condiciones de mutua seguridad jurídica, física y psicológica.
CAPÍTULO 7. Homoparentalidades, afiliación y vínculo filial. Alberto Eiguer
En este capítulo, Eiguer plantea dos cuestiones referentes a si la elección de objeto
homosexual puede influir sobre la evolución del niño. Para dichas cuestiones, en la
actualidad, habida cuenta de los estudios realizados, las respuestas son poco explicitas:
1. Si el niño una vez adulto tendría la libertad de elegir convertirse a su vez, en homosexual o
heterosexual.
2. Si las funciones psicológicas del niño pueden o no ser perturbadas por el hecho de que sus
padres son homosexuales.
Menciona que se sabe que los niños educados por padres homosexuales no hacen
necesariamente elecciones de objeto de la misma naturaleza que sus padres, tal como
parecen mostrar los datos actuales (Nadaud, 2002). Por lo que se refiere al desarrollo
psicológico, los resultados divergen, desde los que no ven aparecer dificultades hasta los
que descubren algunas confusiones en el pensamiento (Ody, 2003). En todos los casos,
las dificultades del niño, cuando se manifiestan, deben relacionarse con los temores de los
padres relativos al futuro de los niños, ya que se encuentran en una situación excepcional
y desconocida. Ello genera una vivencia de persecución, que puede conducir a una
tentativa de fusión del grupo familiar, aislado sobre sí mismo, que está al acecho de la
menor señal de rechazo social o familiar, los niños pueden desarrollar síntomas de timidez;
tienen dificultades para sentirse “como los otros”. Otras veces, se viven como obligados a
defender a sus padres ante el mundo o la familia amplia.
En cuanto a la evolución de las familias homoparentales, Eiguer señala que sería
necesario dejar pasar un tiempo adecuado antes de sacar conclusiones instructivas, ya
que los casos que se reciben en consulta son aquellos en los que las dificultades son
suficientemente importantes como para inquietar, pero no representan sino ejemplos
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marginales y dan tan sólo algunos indicios sobre el desarrollo de estas familias, pero no
una visión global.
Eiguer señala 5 alternativas de acceso a la parentalidad homosexual:
1. Uno de los miembros de la pareja homosexual tuvo uno o más hijos de un hogar heterosexual
previo y los educan con su pareja actual.
2. La pareja adopta un niño.
3. Una pareja de mujeres homosexuales recurre a alguno de los métodos de asistencia médica a
la procreación. Donación de esperma.
4. Una de las mujeres de la pareja aporta un óvulo que se implanta después de la fecundación in
vitro en el útero de su compañera.
5. Una pareja de homosexuales recurre a una madre portadora de niño, uno de los partenaires
puede ser el donante del esperma.
En cuanto al tema de filiación, Eiguer refiere al hábitat como al servicio de la filiación; la
filiación identifica las relaciones entre padres e hijos, el parentesco que une un hijo/a con
su padre o su madre y también hace referencia a los linajes parentales y a la pertenencia a
su familia. El origen latino del término “filium”, explica que aborde el reconocimiento
específico de su familia desde la perspectiva del niño. “Soy el hijo de este padre, esta
madre, estos padres, de tal familia”. Eiguer afirma: “Este concepto se aplica a dos o varias
generaciones”. Así vincula la filiación con características consustanciales a la cultura y a
las costumbres familiares. La filiación menciona un sentimiento único si no excepcional de
intimidad, confianza y comprensión recíprocas.
Menciona que la filiación, al igual que los vínculos de familia, en todo lugar, se adquiere, se
gana incluso, por interfucionamiento prolongadamente madurado entre el hijo y sus
padres. Se puede proponer hablar de filiación para designar lo que corresponde más bien
a la paternidad o a la maternidad, es decir, al vínculo vivido según la perspectiva del padre
o madre. El vinculo filial no es el vínculo solamente de reconocimiento del hijo hacia su
padre sino también el vínculo de reconocimiento del padre hacia su hijo, se trata de un
vínculo de reciprocidad, que, sobre la base de este reconocimiento, incluye las
interacciones entre estos dos miembros de la familia, sus representaciones y afectos
recíprocos y mutuamente estimulantes.
El vínculo ayuda a entender que la relación se hace de a dos: los sujetos se influyen, se
descubren y aprenden a estimarse y respetarse; cada uno se refiere a su función, la
cohabitación les ofrece el terreno conveniente. Es el caso de la adopción, la residencia en
el mismo hogar ayuda a construir el vínculo filial, y en la homoparentalidad, los “defectos”
del vínculo filial serán remedados por la afiliación, que es estimulada de manera similar.
CAPÍTULO 8. De la dificultad de estudiar la homoparentalidad. Paul Denis
Denis postula que en la actualidad hablar de homosexualidad es considerado políticamente
incorrecto. La conducta homosexual que era tomada hasta hace tiempo como síntomas, fue
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retirada de los cuestionarios de investigación psiquiátrica; la noción de perversión ya no se
asocia a la homosexualidad y ésta es presentada como una variante de la normalidad.
Conjuntamente a esto, son condenados, con justa razón, los comportamientos de rechazo
hacia la homosexualidad, las medidas de discriminación social contra sujetos homosexuales
reagrupadas bajo el término “homofobia”.
Ello generó que cualquier estudio cuyo resultado no confirmara esta forma de pensar seria
rápidamente considerado sospechoso, por lo tanto estudiarla se transforma en discriminar. El
sólo decir que la elección de una sexualidad homosexual puede corresponder a un sufrimiento
psíquico da lugar a objeciones de este tipo: no hay relación entre la elección de tal o cual
modo de vida sexual y el sufrimiento psíquico. Parecería entonces que la homosexualidad
está reducida a un comportamiento y, de esta manera, separada del conjunto del
funcionamiento de la mente y de sus emociones, se pierde de vista que existe una
psicosexualidad, lo cual es visto como escandaloso para los postulados sociales de hoy en
día.
Ser padre y seguir siendo homosexual
Denis refiere que uno de los aspectos del sufrimiento psíquico de los sujetos que han elegido
una práctica sexual homosexual regular y reivindican una identidad homosexual, se expresa
con respecto al deseo de tener hijos y a la imposibilidad de la procreación natural. Se afirma
que nadie puede decir que los hijos de homosexuales estén más perturbados que otros, la
homoparentalidad iría en el sentido de la historia y en consecuencia merecería ser alentada.
Estudiar a los niños de padres homosexuales
Comenta que los estudios con los que se cuenta en la actualidad no están bien sustentados y
contienen muchas limitantes para poder sacar conclusiones fidedignas; se sabe que la
causalidad psíquica puesta en evidencia por el psicoanálisis es fundamental para la
organización de las dificultades psicológicas y de la patología, pero no es unívoca, sino
siempre probabilística. Nunca es posible decir de modo fehaciente: tal cosa producirá esto de
modo indiscutible, o a tal condición de vida le corresponderá tal trastorno. En la misma
medida, es imposible decir que un niño criado por una pareja homosexual tendrá
obligatoriamente tales o cuales dificultades, así como afirmar que el niño de una pareja
heterosexual no los tendrá. Lo único que se puede decir es que las dificultades de la infancia,
si son demasiado numerosas y demasiado pesadas, tienen el poder de perturbar el desarrollo
ulterior o inclinarlo en direcciones inconfortables, atípicas y a veces absolutamente
patológicas.
CAPÍTULO 9. Configuraciones edípicas contemporáneas: reflexiones sobre las nuevas
formas de paternidad. Pablo Roberto Ceccarelli
Ceccarelli comienza su aportación reflexionando sobre las últimos años, en cuanto a los
cambios de roles, comentarios y predicciones hechas con respecto a la sexualidad y las
“nuevas” familias, deja en claro que para él esto no es un fenómeno totalmente novedoso.
Menciona que las últimas décadas han sido marcadas, sobre todo en Occidente por
profundos cambios de valores, comportamientos e identidades. Como ejemplo estarían: las
modificaciones en las condiciones de la procreación, los cambios en las formas de paternidad
y crianza de los hijos, las demandas de modificación de sexo y los límites impuestos a la
sexualidad. Sin embargo, estas transformaciones no son en su esencia un fenómeno
completamente nuevo. Pudieran, tal vez, ser consideradas como “reorganizaciones”
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colectivas. Sería la continuidad de un proceso de cambios cuyos orígenes se remontan al
siglo XVIII.
Sin embargo, cuando ahora, a inicios del siglo XXI, se mira hacia atrás y se reevalúan los
temores de las décadas precedentes se constata que nada dramático sucedió: las familias
continúan componiéndose y descomponiéndose; los hijos de familias de padres separados
están bien, en algunos casos mejor que aquellos cuyos padres no se separaron; pero las
manifestaciones de una sexualidad que va más allá de las reglas fueron tratadas en forma
prejuiciosa, por lo que el asunto del abordaje continua siendo problemático.
Aquí el autor llega a una primera conclusión y es que, a pesar de que los límites a las
prácticas sexuales se hayan modificado bastante, ahora hay, sin duda, menos represión en lo
sexual, el acceso a lo sexual, a lo reprimido, continúa siendo un enigma a veces problemático.
Todos estos cambios, como sus consecuencias particulares, sugieren que la especie humana
atraviesa, con intensidad variable en el tiempo y el espacio, por aquello que se podría llamar
“crisis de referencias simbólicas”. Al mismo tiempo, el hecho de que estas “crisis” no hayan
llevado a una ruptura, a una desestructuración de la civilización, permite suponer que no
existe un modo, un camino, que defina de forma única y definitiva, y mucho menos normativa,
el acceso a un orden simbólico en las relaciones entre sujetos. Es decir, no hay un modo
único de subjetivación; es posible entonces, discutir sobre cómo el proceso de civilización
adquiere nuevos modos de subjetivación.
Con todo lo anterior, Ceccarelli aborda la posición psicoanalítica y menciona que, sin duda, las
preguntas que plantean estas nuevas configuraciones familiares someten algunos de los
presupuestos psicoanalíticos a una dura prueba; pero una cosa es que el psicoanálisis se
pronuncie sobre la dinámica de la paternidad y otra que se presente como quien sabe
exactamente cómo es que esta dinámica debe ocurrir.
Para él, lo que es esencial para que el sujeto se constituya es que sea simbólicamente
reconocido por la palabra del otro, encarnado, la mayoría de veces, por los padres, y postula
que lo que va a diferenciar a los niños criados por una pareja del mismo sexo de otros es lo
que diferencia a los seres humanos entre sí: la particularidad del trayecto identificatorio y las
elecciones de objeto de cada uno. Cada modo de paternidad (homoparentalidad, adopción,
monoparentalidad, familias tradicionales, separadas, uno o dos progenitores fallecidos, etc.)
tendrá su propia configuración de angustia. Pero, desde el punto de vista de constitución del
psiquismo no existe un a priori, ninguna evidencia que nos permita decir que un modelo es
más o menos patogénico.
Lo que se llama “función paterna” y “función materna” no necesita de la presencia de un
hombre o de una mujer, la realidad anatómica de quien cría a un niño no es un elemento
fundamental para la construcción de su subjetividad, esta construcción está mucho más
subordinada a la organización psíquica de quienes cuidan del niño, a cómo ellos se colocan
en relación a su propia sexualidad, a la fantasía que tienen de ser padre o madre y, sobre
todo, al lugar que el niño adoptado ocupa en el universo psíquico de los dos padres.
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Para terminar su aportación, Ceccarelli plantea dos consideraciones. La primera es que
habrá que esperar algunos años para pronunciarse con mayor claridad sobre las angustias de
los niños criados por parejas del mismo sexo; la segunda, menciona, merece una reflexión:
hasta la fecha, todos aquellos que presentan algún tipo de problema o patología mental, de
comportamientos antisociales tales como delincuencia, marginalidad o sociopatías y otras
tantas patologías, fueron criados en casas de familias de heterosexuales, esto significa que el
sexo de aquellos que se ocupan de los niños no es a priori una garantía. Pero significa,
también, que debemos estar atentos a toda idealización de la heterosexualidad.
CAPÍTULO 10. Adopción y homoparentalidad. Ana María Muchnik
Muchnik parte de la premisa de que somos el tiempo que vivimos. Para ella la familia cambia,
evoluciona, se adapta y así genera sujetos con características propias y a la vez muy
concordantes con la época en que vive. Las nuevas formas que adquieren los vínculos
familiares producen un sentimiento de caos e incertidumbre que se genera por el temor a lo
desconocido en nuestro mundo superpuesto como individuos y como profesionales.
La autora propone que nos dejemos sorprender sin prejuicios para poder comprobar que
estos nuevos cambios vinculares producen un desorden en las nuevas formas familiares
(parejas homosexuales, fertilización asistida, familias monoparentales, etc.), y esa conciencia
nos abrirá un horizonte y una frontera para que no colapse la virtualidad de la visión de futuro,
indispensable para la mirada psicoanalítica.
En su aportación, señala dos cosas importantes: primero, el poder pensar en la aceptación
amplia del concepto de sexualidad que involucra erogenización, deseo, investimento del
objeto, para empezar a entender el significado profundo del vínculo significativo, más allá de
la estructura familiar universalmente reconocida; segundo, el que tengamos en cuenta que un
elemento patógeno en las tramas vinculares se relaciona con el secreto, la mentira, el
encubrimiento. Graves patologías están relacionadas con secretos familiares “vergonzantes”
para la época o la educación de determinados núcleos sociofamiliares, que se transmiten
como criptas inabordables a través de las generaciones.
Concluye que en la actualidad no se está en condiciones de afirmaciones sino de hipótesis
con un alto grado de margen de error por falta de experiencia, sin embargo piensa que si la
persona tiene una conformación psíquica que le permite tener valores humanizantes, esto lo
va a transmitir más allá de su identidad sexual, a tal punto que le va a permitir a su hijo/hija
buscar en ese punto fallido de sus posibilidades de procreación, identificaciones alternativas.
CAPÍTULO 11. Una nueva familia. Ana María Andrade de Azevedo
Andrade, psicóloga, deja claro desde el inicio de su participación que no pretende criticar o
atacar ningún cambio o transformación. Por el contrario, su propuesta es pensar la relación
humana, la subjetividad y sus vínculos afectivos, con el objetivo de describir las situaciones y
no de evaluarlas.
Habla del proceso de modernización como el factor importante en las alteraciones
observables en toda sociedad, así como lo es también en la formación de la subjetividad
individual, interfiriendo en todos los niveles y sentidos en las relaciones y en la formación de
los más diversos y diferentes grupos. La sociedad y la familia como grupo social básico viven
un momento de conflicto y mucha desorientación en torno a los diferentes modelos y
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Se han producido grandes avances en el mundo de la ciencia y la tecnología y con ello
ventajas en cuanto al círculo de las libertades sociales, culturales, profesionales, científicas y
sexuales que, posiblemente, transforman los paradigmas pasados; estas libertades
representan, sin duda, progresos y ganancias pero al mismo tiempo exigen compromisos que
implican responsabilidades que no siempre son asumidas. La procreación podría ser un
ejemplo de ello: si antes era regida únicamente por la naturaleza, nuevas experiencias y
nuevas modalidades surgidas en los últimos años destinadas a obtener la fecundación
cuando ésta no sucede naturalmente provocan excitación, entusiasmo, esperanza. Pero
también generan preocupaciones, nuevos problemas y cuestiones, llegando muchas veces a
producir situaciones que nos dejan perplejos.
Menciona que los lazos paternos constituyen el umbral a partir del cual se construye la
subjetividad, la vida psíquica del niño, que se caracteriza por la manera en que los padres lo
cuidan, más allá de la simple paternidad biológica. Llegar a ser padre o madre implica el
reencuentro de la persona con todo aquello que recibió de sus propios padres y que
transmitirá a sus hijos. La metamorfosis en las constelaciones familiares de estos días coloca
delante una nueva geometría un tanto inquietante: familias reconstituidas, monoparentales u
homoparentales, así como reproducciones asistidas, el vientre de alquiler, las clonaciones, la
donación en diversas formas, etc. En estos nuevos arreglos, las figuras parentales se
encuentran muchas veces despojadas de su función parental, llevadas a situaciones a veaces
dramáticas, en las que la familia tradicional ya no existe o es casi inexistente, estas figuras
parentales, y muchas veces la familia entera, tienen necesidad de ser acompañados por
profesionales que los ayuden a encontrar una nueva dirección para estos nuevos lazos
familiares, una clínica de la parentalidad.
Con todo lo anterior, Andrade se plantea dos preguntas: ¿Estaremos asistiendo al nacimiento
de un nuevo sentido para la idea de “materno y paterno”? ¿A una nueva forma de relaciones
generadora de otro modelo familiar?
Lo que la autora tiene claro es que solamente cuando dos personas se aman y se unen se
hace posible que surja el deseo de construir un proyecto común, y un hijo puede ser parte de
este proyecto. Se sabe que la llegada de un niño reestructura la vida de la pareja y establece
resignificaciones de las relaciones familiares. Surgen deseos, miedos, inquietudes y se notan
alteraciones en los proyectos de vida individuales y familiares, lo que lleva a la necesidad de
readaptaciones de todos los miembros de la familia. Si las dos personas son homosexuales y
la condición para tener un hijo está biológicamente interdicta, hay una herida narcisista, un
conflicto con la propia identidad que precisa ser elaborado emocionalmente. Un hijo nunca
debería constituir un proyecto narcisista o un deseo narcisista de los padres, sean éstos homo
o heterosexuales. Un hijo es un tercero que debería tener garantizado, en la vida y en la
mente de los padres, un lugar de existencia para constituir su subjetividad y construir su
historia propia.
Menciona que es fundamental que para el niño esté garantizada la importancia del padre y de
la madre biológicos, así como que los propios padres de los padres heterosexuales y
homosexuales sean debidamente introyectados en sus mentes, para un pleno ejercicio de la
paternidad. Si esto no está plenamente en sus mentes, también va a interferir en la
construcción de la subjetividad y probablemente impedirá la entrada de un tercero en los
vínculos entre padres e hijos. Para que el ser humano, dependiente y frágil en su origen,
pueda desarrollarse de manera armoniosa y alcanzar la diferenciación y discriminación de su
identidad, constituir la propia individualidad y construir su subjetividad, es condición
fundamental la presencia de una pareja parental, la solidaridad y el amor entre ellos. Sea para
el desarrollo de su identidad social, sexual, cultural, afectiva, sea para el reconocimiento de sí
mismo y del orden simbólico, que permita la continuidad de la propia especie humana.
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CAPÍTULO 12. La parentalidad homosexual. Graciela Faiman
Faiman, psicoanalista, comienza dando un panorama de la homosexualidad en la actualidad y
menciona que la postura frente a ello se ha ido tornando más liberalmente, sin embargo no
sucedió lo mismo con respecto a la homoparentalidad, que sigue siendo resistida.
Cita a Elizabeth Roudinesco, psicoanalista francesa, ya que ella encuentra difícil comprender
el escándalo que produce la nueva forma de parentalidad. Roudinesco menciona que en el
continente norteamericano hay entre seis y catorce millones de niños criados en familias
homoparentales, mientras que en Europa se está convirtiendo también en un hecho social.
Hace referencia a testimonios de maltratos sexuales sufridos por hijos de parejas
heterosexuales en tanto no pareciera haber indicadores de una problemática especial en
criaturas de familias homoparentales.
Sin embargo, Faiman asegura que lo que ocurre es el hecho de que “un hombre ya no quiera
un acto carnal con una mujer para engendrar y una mujer ya sólo deseara de un hombre su
semen para procrear” el que sigue despertando el mismo rechazo.
En relación al psicoanálisis y la homoparentalidad propone buscar la razón inconsciente del
fuerte y extendido rechazo a la aptitud homoparental examinando uno de los pilares del
edificio psicoanalítico: la teoría del Edipo. La estructura edípica es la reguladora de la
sexualidad, la que impone la ley y ordena las reglas de parentesco, ya que abandona sus
deseos incestuosos y resignar fantasía de omnipotencia le garantiza al hombre su paso de la
naturaleza a la cultura. Por este motivo, la teoría del Edipo ocupa un lugar central en la
metapsicológica psicoanalítica. No obstante, toda teoría en su carácter de instrumento de
trabajo debe ser permanente explorada, para evitar que se constituya en obstáculo. Faiman
piensa que se ha insistido demasiado en la universalidad del Edipo. En tanto que la
subjetividad se estructura en una sociedad determinada, el complejo de Edipo configura
modelos e ideales que no pueden corresponder a una única forma universal y es, por el
contrario, posible distinguir múltiples complejos parentales.
En cuanto a las razones explícitas de los movimientos que están en contra de otorgar plenos
derechos a los homosexuales, ella cree que se fundamentan en la afirmación de que
paternidad y maternidad no pueden ser adecuadamente sostenidas por una pareja
homosexual, en tanto conciben a las funciones ligadas al género. También se suele hacer
referencia a la dificultad que aparecería en los procesos identificatorios del hijo, sin tomar en
cuenta que el acceso a la identidad no depende únicamente del estrecho margen de la familia
nuclear.
Por su parte, considera que en la homoparentalidad la legalización impuesta por la estructura
edípica continua cumpliéndose ya que el niño tiene una pareja de padres aunque ambos
pertenezcan al mismo sexo, y esto le garantiza no quedar fatalmente entramado en una
diada. Solo en el caso de ser posible la clonación humana, la fantasía del “hijo propio” se
consumaría totalmente.
CAPÍTULO 13. La homosexualidad, la homoparentalidad. La función del grupo. Rosa
Jaitin
Jaitin refiere que la fecundación asistida así como las técnicas anexas de congelación de
gametas y de embriones, han descorporizado la concepción, dando la posibilidad de concebir
un niño utilizando gametas diferentes a la de los padres. Estos nuevos significantes
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corporales nos obligan a reformular el tema de la filiación, no sólo en lo relativo a la
homosexualidad, sino también en relación con los orígenes.
Las nuevas configuraciones vinculares ponen en cuestión la definición de la maternidad y de
la paternidad, el proyecto parental de deseo de un hijo. ¿Cómo es entonces que los
significantes biológicos y corporales del vínculo filial van siendo simbolizados en la
problemática contemporánea? La autora propone que la manera de interpretar esta
problemática está estrechamente ligada a la escucha de la elección homosexual.
La primera cuestión que introduce la doctora es que sitúa el vínculo homosexual en su
relación con el vínculo fraterno. Desde esta perspectiva, la homosexualidad sería un modo de
resolver el complejo fraternal. En particular, cuando la homosexualidad se plantea como una
defensa frente a la cuestión del traumatismo para falla, pérdida o muerte parental.
Para Jaitin, la parentalidad actualmente no se estructura sobre el modelo clásico freudiano de
la identificación, sino que se observan diferentes configuraciones familiares en donde ni padre
ni madre tienen una identidad estable. Por ello propone que maternidad y paternidad tienen
que ser redefinidas en función de los significantes corporales movilizados. No es más cierto
que las madres sean irremplazables, ya que el padre u otros personajes maternales también
pueden ser adecuados; la evidencia de la maternidad no se entiende más opuesta a la
incertidumbre de la paternidad. Ésta puede probarse por el ADN mientras que la maternidad
hoy puede ser clivada entre tres personas o funciones (genética, gestativa o educativa).
Menciona que no pocos psicoanalistas coinciden en que este tipo de clivajes no da como
resultado necesario niños con problemas psicopatológicos. Los problemas que aparecen
están frecuentemente en relación más con malos funcionamientos de la pareja que con
problemas filiativos. A lo que la autora sugiere las siguientes preguntas: ¿cómo significar,
entonces, las cuestiones de la filiación y de los modelos identificatorios? ¿Cuáles serían las
nuevas funciones de los abuelos o de los pares generacionales? ¿En qué medida el grupo
social desplazará y/o completará al grupo familiar?
Las investigaciones relativas a los grupos como eslabones faltantes en el análisis de la
construcción del psiquismo así como a sus efectos en la transmisión transgeneracional
permiten avanzar sobre las cuestiones del deseo de filiación por parte de los padres. Es así
que la escucha analítica del grupo en el dispositivo de una terapia familiar ayuda a significar
los puentes de una transmisión transgeneracional que hace que a veces la familia comprenda
o no el sufrimiento del sujeto que desea una continuidad filiativa y que teme no ser reconocido
por los suyos. La cuestión se desplaza al reconocimiento y al sentimiento de pertenencia a un
grupo familiar y cultural precedente que permita la subjetivación.
Para concluir su aportación, menciona que no se puede hablar de homosexualidad en plural
como no se puede tampoco hablar de parentalidad homosexual en general. Las
homosexualidades, así como la parentalidad homosexual, pueden ser entendidas solamente
como un proceso con sus tientes, en un espectro amplio que puede ir desde un polo
narcisístico hasta otro polo objetalizado, en relación con la organización psíquica del sujeto y
desde una comprensión intersubjetiva y transgeneracional de los vínculos de ese sujeto. Es
decir situando a ese sujeto en la perspectiva de una mayor o menor individuación
identificatoria en relación con su familia de origen.
CAPÍTULO 14. Sobre la homoparentalidad. Ana María Andrade de Azevedo y María
Cecilia Pereira Da Silva
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Las psicoanalistas Andrade y Pereira inician su aportación haciendo alusión a la metamorfosis
en las constelaciones familiares de nuestros días, para lo que ellas plantean una clínica de la
parentalidad que proporcione un acompañamiento por profesionales, ayudando a encontrar
un direccionamiento frente a esas nuevas configuraciones de vinculación familiar y sus
funciones parentales.
Plantean que la parentalidad, así como la filiación, se construye tanto en la relación que
establecen padres e hijos como en el mundo emocional y psíquico. Ambos procesos
complementarios incluyen la historia del niño, de sus padres y de sus abuelos, así como el
reconocimiento de la historia y desarrollo psicosexual infantil y sus vicisitudes.
Los lazos parentales constituyen el umbral a partir del cual se construye el proceso de
subjetivación, la vida psíquica del niño, que se caracteriza por la manera como los padres
cuidan a sus hijos, más allá de la simple paternidad biológica, en el hecho de llegar a ser
padre o madre está presente el reencuentro de la persona con todo aquello que recibió de sus
propios padres y que será transmitido a sus hijos. Cuando encontramos perturbaciones o
carencias en la relaciones entre el niño y sus padres durante los tres primeros años de vida,
existen fuertes riesgos de que se desarrolle una patología en el proceso de subjetivación del
niño que más tarde demandara cuidados, muchas veces importantes.
Las psicoanalistas mencionan que existe un mito arraigado, que no se restringe sólo a la
pareja homosexual con hijos sino a toda relación homoafectiva, de que un miembro tiene que
ejercer un papel activo (considerado masculino) y el otro pasivo (entendido como femenino), a
pesar de que se sabe que el género es una categoría social, históricamente flexible y por
tanto, mutante, sujeta a las modificaciones de cada sociedad en sus diversos momentos. La
flexibilización de los papeles sociales del género apunta hacia un mayor cuestionamiento del
ser masculino y femenino independiente de la orientación del deseo.
Otra cuestión que las autoras enfatizan es la dependencia que el niño tiene de la madre (o de
su substituto) que determina una necesidad fundamental de este en los primeros años de
vida. Pero mencionan que, para el desarrollo y la socialización del niño, mas importante que el
género u orientación afectivo sexual de quien lo cuida es la cualidad de la interacción
cuidador(a)niño.
Señalan que los grupos de discusión sobre homoparentalidad son una invitación para pensar
en el vínculo social y en la dimensión intersubjetiva e intrapsíquica de la parentalidad a fin de
contribuir con la construcción de una clínica de la parentalidad, un lugar facilitador para el
desarrollo de los niños que serán los adultos del siglo XXI.
Finalizan su aportación con una comunicación de las participantes de la investigación sobre
homoparentalidad de Claudiene Santos: “tengo una familia, yo me siento así, y tengo de
hecho una familia, a veces miro el portarretratos, yo, Samantha y la Sandy y digo: '¡Ah! ¡Mi
familia es tan linda!' Porque yo me considero así, ¿cierto? Entonces es muy bueno”
Para concluir con la reseña de este libro, quiero incluir dos citas textuales, la primera que es
la que las compiladoras utilizan para la iniciación del mismo:
“Lo más importante no es lo homoparental o lo heterosexual, sino la capacidad de ser padres, eso es lo que
cuenta, la capacidad de amar al niño, de educarlo para que pueda devenir un sujeto. Que este sujeto sea viviente,
activo, dinámico, que ame la libertad y desarrolle la sexualidad, padres que se puedan identificar al hijo en sus
deseos y en sus necesidades que deseen abrirlo al mundo y a su necesidad. Que sean homo o hetero no tiene
ninguna importancia” [Joyce McDougall]
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27/4/2017 Homoparentalidades. Nuevas familias [Rotenberg, E. y Agrest, B., 2007]
La segunda es de un artículo llamado “Don’t ‘Protect’ Me; Give Me Your Respect” (No me
protejas, dame tu respeto) escrito por Abigail Garner (escritora del libro “Families like mine,
2004”), donde la autora afirma:
“Crecer con un padre homosexual no fue fácil, pero sólo porque la sociedad no acepta a familias como la mía".
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