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Emiliano Galende
Laura
Propósito del texto a definir los fundamentos epistemológicos y metodológicos en
los cuales se basan los principios y criterios que orientan las prácticas de salud
mental. Sin dejar de lado, el desafío que enfrenta este campo por la relación
antagónica y contradictoria, que surge entre las propuestas con una visión bio-psico-
social de la salud mental y la utilización generalizada de los psicofármacos.
[Desde los inicios en los años cincuenta de la propuesta de salud mental hasta
nuestros días, todo ha cambiado; la vida social, la cultura y el ingreso de nuevos
factores de poder que compiten por la definición de los problemas del trastorno
mental y su forma de abordarlo. La fuerza que cobro la globalización de la
economía, cuyo efecto mayor ha sido el ingreso del mercado y el del consumo como
valores supremos para la vida de los individuos, ha transformado la idea de sujeto
que tienen algunos sectores políticos y económicos en la actualidad. Éstos se
interesan sólo por la interacción del sujeto en la esfera económica, ignorando el
componente de las relaciones sociales y comunitarias que le permiten interactuar
en los intercambios de su cultura y, que en algunos casos son los responsables del
malestar subjetivo que los individuos experimentan.]
Establecer los fundamentos de salud mental se deben tener en consideración dos
propósitos. Primero avanzar hacia una coherencia del campo de la salud mental, el
cual se caracteriza en la actualidad por una sumatoria, no integración, de diferentes
disciplinas, diversos modos de comprender los trastornos mentales, heterogeneidad
en los modos de tratarlos y, esencialmente por la negación de las contradicciones
que atraviesa al conjunto de sus prácticas. Po tanto, el desafío esta en intentar
establecer una coherencia epistemología y metodológica que integre los saberes y
las prácticas en salud mental.
Segundo fundamentar el lugar y la función social de la salud mental, su situación
respecto a los valores vigentes en la cultura y la vida social. Es incorporarla en la
batalla simbólica, donde juegan diversos contendientes que se disputan la definición
de los problemas de la salud mental y quienes son los profesionales habilitados para
esto. La situación actual de la generalización de los psicofármacos ilustra esta
batalla simbólica, pues la psiquiatría positivista anula al sujeto, ignora el conflicto
que expresa el síntoma y busca suprimirlo a través del medio artificial del
medicamento, logrando acorralar a otras disciplinas como el psicoanálisis y a las
psicoterapias que tienen visiones de sujeto diferentes.
Desde el psicoanálisis y el conjunto de las ciencias sociales se ha pensado el
conflicto en todas las dimensiones de la vida del hombre; en su funcionamiento
mental, en las relaciones con el otro y en la vida social y cultural. Por tanto, desde
estas disciplinas “no se trata de anular el conflicto o pretender resolverlo, se trata
de dejarlo o hacerlo hablar, esto sólo hace que, si otro escucha, se restituya la
dimensión del sujeto implicada en su existencia” (p. 9).
Por el contrario el psicofármaco actúa en aliviar, silenciar los afectos que
acompañan al conflicto y expresan el malestar del sujeto, también juegan a favor
del síntoma y su permanencia pues impiden al sujeto actuar con conciencia sobre
las contradicciones de sus deseos o de su realidad. La oferta del medicamento es
un ofrecimiento de desubjetivar el conflicto, atribuir su presencia a causas exteriores
al sujeto y por lo tanto eximirlo de cualquier responsabilidad a la hora de entenderlo
o tratarlo.
Finalmente cabe preguntarnos ¿cómo es que esta tentadora “solución” del
medicamento se ha instaurado en la sociedad? Una posible respuesta es que se ha
producido un encuentro entre nuevos rasgos culturales y la oferta de la solución del
mercado para los síntomas del malestar que produce. El gran logro del mercado de
consolidar al hombre como consumidor hizo posible la aparición de una oferta de
medicamentos que interviene como soluciones a los síntomas que estos nuevos
rasgos culturales producen. Además el tomar medicamentos hace “posible” olvidar
o al menos aliviar la ansiedad que se siente cada día y los motivos de la angustia,
permite desprenderse de las condiciones de la existencia cotidiana y los conflictos,
es una forma de enajenarse de sí mismo y “solucionar” el malestar sin necesidad
de trabajar en él, ni tener que hablarlo con otro.
Andrés:
El malvado, dentro de lo que es considerado en ética, se presenta como siendo otro;
esto con el fin de ocultar los actos de su pasado y su verdadera imagen. Por tal
razón, los corruptos se sirven de una técnica, una suerte de amnesia-amnistía de la
memoria. Dicen olvidar o trastornan los hechos ocurridos. Convocan al olvido y a la
amnesia como propuesta, niegan el pasado en tanto éste manifiesta su verdadero
ser.
Aquel afán de ser otro de lo que se es, se ha extendido ampliamente por occidente
y se ha convertido como un rasgo central de la cultura. Es un rasgo que está en la
base de lo que el mercado nos acostumbró a entender como “consumidor”.
Las identidades sociales tradicionales, se han ligado fuertemente al oficio, la
profesión, el trabajo, la profesión y el oficio. Los sujetos modernos son reconocidos
por su filiación (nombre), por su oficio, su historia y su lugar de origen. Sin embargo,
esta constitución de la identidad ha entrado en crisis actualmente, ha entrado a ser
reemplazada por el consumo. Actualmente todos los habitantes están clasificados
en base a su condición de consumidores, a los objetos que consumen y a lo que
dichos objetos dicen de ellos.
Las preocupaciones actuales de los hombres por su salud, por su biología, por su
envejecimiento, reciben actualmente una oferta amplia de ilusiones, nuevos
remedios y fórmulas para vencer no sólo los dolores de la existencia, sino los del
desfallecimiento del deseo, las condiciones del cuerpo y los riesgos comunes de la
vida. Afortunadamente no todo está perdido, pues existen hombres y mujeres que
no se resignan a aquel medio de apaciguar los síntomas y sus malestares.
Natalia
Husserl nos enseñó que la subjetividad no está dentro del sujeto ni fuera de él, en
la cultura o la sociedad; la subjetividad es trascendental porque habita a un mismo
tiempo en nosotros mismos y fuera de nosotros. De ella dependemos para tratar de
entendernos.
Derrida hace una observación respecto al psicoanálisis: instalado fuertemente en la
actualidad, vivo y productivo, en casi todas las ciencias humanas. Quizás su parte
más detenida y relegada sea la experiencia analítica como terapia.
La cultura, el mundo simbólico, es esencial al hombre; refleja modos de construir
significados y valores, produciendo rasgos subjetivos que deciden sobre los
comportamientos prácticos de los individuos.
Es posible que cambien las expresiones de subjetividad, pero no cambiará la
necesidad intrínseca del hombre de contar con la razón y la cultura para la
organización de su vida con los otros.
La actual medicalización, más allá de la responsabilidad de los psiquiatras, es
congruente con ciertos significados y valores de la sociedad de consumo y de la
cultura que lo acompaña. El lenguaje de esta cultura es un lenguaje empobrecido,
falto de palabras; un lenguaje que no puede comprender y expresar la pluralidad
contradictoria de lo real.
La subjetividad no está abolida y paga con sus malestares y sus síntomas esta
nueva velocidad de la vida, los más destacados de esta situación:
Adictos (nadie mejor que ellos muestra este anhelo de suspender la subjetividad,
alterar la conciencia, para suprimir al sujeto de la misma)
Depresivos (en su fragilidad muestran la imposibilidad de vivir sin ilusiones de futuro;
su fragilidad y su tristeza son también los sentimientos en la sociedad de un vivir en
la inseguridad, sin un horizonte cierto.
Con el medicamento se espera asegurar la calma de la ansiedad, vivir sin angustias,
poder dormir, aliviar la tristeza y el decaimiento, creyendo que así se liberan del
conflicto y las contradicciones de la existencia.
Por otra parte, el sistema capitalista con el abandono por parte del estado, ha
promovido que cada ciudadano busque como sobrevivir ante los riesgos de la vida
(enfermedad, vejez, incapacidad, educación, empleo, etc.) fundando la necesidad
de construir un propio estilo de vida que lo libre de la exclusión o la marginalidad.
Desde la lógica desarrollista,seguramente todos aquellos que han dejado de existir
ante el estado y la economía, algún día encontrarán los medios para reinsertarse
pero mientras tanto asciende el consumo y venta de drogas ilícitas, la violencia, el
alcoholismo y diversas enfermedades del cuerpo; el mundo cada vez favorece
más el individualismo pero en esta lucha muchas personas evidencian el malestar,
malestar que ¿acaso debería ser tratado por psiquiatría o salud mental como algo
propio del individuo sin considerar las condiciones generales de vida? Pues, es
importante tener en cuenta que nos encontramos ante una fragmentación social, en
la que hay indiferencia por lo diferente y solo importa el bien propio. La pregunta es
¿qué efectos tiene sobre los individuos atenderlos sin considerar la influencia de los
problemas globales sobre su salud mental?
Construcción e identidad:
Las características del proceso de individuación y de construcción de la identidad
estaban relacionadas por un lado con la estructuración patriarcal de la sociedad y
la familia monogámica como parte esencial del mismo, y la constitución de Estados
– Nación como garantes de un espacio público afín al desarrollo del capitalismo
industrial.
El individuo nace y se desarrolla en el seno de una familia y una comunidad que
cuentan con unos significados sociales y valores éticos que le son propios, aquí se
organizarán los primeros procesos psíquicos y las primeras identificaciones.
Llegado cierto momento del desarrollo del individuo, el ingreso a la vida social y su
participación en la cultura, se le plantea negar su identidad edípica, familiar,
primaria, para afirmar su identidad social. Todo esto expresado en el
desprendimiento y transformación de los vínculos familiares y lealtades que lo
ligaban a su comunidad para constituirse como ciudadano de una nación, sujeto de
una determinada cultura, miembro de una institución, portador de una profesión a
través de los cuales construirá una identidad que responda a los sistemas sociales
de significación en que desarrollará su vida
La modernidad rompió con la relación inmediata, primaria, entre la filiación y la
identidad; aquella en la que el hijo continuaba con el oficio del padre o la de la
trasmisión de tierras, habilidades y costumbres de padres a hijos.
El ordenamiento moderno en la constitución de identidad está perturbado en las
condiciones postmodernas.