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La Teología del Nuevo Pacto

Como yo os he amado
(Juan 13.34)

EL PUNTO DE PARTIDA DE LA OBEDIENCIA CRISTIANA

Por

Jon Zens

Traducido al Castellano por

José Antonio Septién

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UNAS PALABRAS DE PRESENTACIÓN

DEL PASTOR RON McKINNEY

Aunque creo que hay algunas áreas todavía abiertas a la discusión, la propuesta esencial de esta tesis ha
tocado un punto verdaderamente crucial en el tratamiento de toda la ética cristiana. Usando Juan 13.34
como punto de referencia principal, el Sr. Zens ha expuesto el principio del amor de Dios en la muerte
de Cristo, que es el núcleo del nuevo pacto, como el tema más importante que motiva la conducta
cristiana. La centralidad de Cristo y la cruz debe ser el principio regulador de la vida cristiana práctica.

El nuevo pacto, ratificado por la sangre de Cristo, trajo consigo el nuevo mandamiento de amarse los
unos a los otros. Zens traza las implicaciones prácticas de este nuevo mandamiento y sus vínculos con
una variedad de deberes y relaciones.

El poder de esta tesis radica en el análisis que hace de la ética como la enseñan los representantes de las
tradiciones teológicas más importantes. A cada una se la trata con referencia a su "punto de partida". El
Sr. Zens esclarece de manera magistral las debilidades y fuerzas de cada una de éstas.

Oscar Cullmann decía, "que yo sepa, falta por escribirse una ‘ética de la historia de la redención’
suficientemente amplia". ¡Creo que el Sr. Zens ha escrito el primer capítulo!

-Ron McKinney

Editor de Sword & Trowel

Pastor de la Reformed Baptist Church de Dallas

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PREFACIO DEL AUTOR

Ha sido un verdadero gozo para mi corazón preparar este estudio. Es mi oración que sea una bendición
para usted. Espero que la estructura de este artículo ministre a Cristo al pueblo de Dios. Si cree usted
que este artículo contiene cosas que no son Escriturales, o están presentadas de una manera que no
armonizan con el amor cristiano, por favor amonésteme abiertamente, y consideraré sus puntos.

Cada cristiano enfrenta esta importante pregunta: ahora que estoy "en Cristo", ¿cómo debo agradar a
Dios en mi vida diaria? Esta pregunta conduce de inmediato, consciente o inconscientemente, a la
relación que existe entre el evangelio y la ley. Este tema pronto surgió en la iglesia primitiva (Hechos
15.1-6). ¿Cuál es la norma de conducta de un cristiano?; ¿con qué perspectiva debo abordar sus
demandas en mi vida?; ¿cómo voy a determinar lo que agrada a Dios? Me gustaría analizar un número
de Escrituras con miras a ver la estructura neotestamentaria de la ética cristiana. A medida que estudio,
medito y oro acerca de este tema de la obediencia cristiana, una cosa se hace cada vez más evidente:
debemos contentarnos con la estructura clara que emerge del Nuevo Testamento, y no esperar construir
un sistema exhaustivo de ética cristiana. Como escribió Helmut Thielicke, "en la reflexión teológica la
distinción entre ley y evangelio no admite perfección conceptual y perfección estructural" (Theological
Ethics [Eerdmans, 1979], Vol.1, p.118).

En este artículo deseo poner a su consideración que el foco de nuestra obediencia es el Señor Jesucristo.
Es de nuestra unión con Él -Aquel que habló palabras de vida eterna y concluyó la obra redentora- que
fluye nuestra obediencia (cf. Willis P. DeBoer, The Imitation of Paul [J.H. Kok: Kampen, 1962], pp.55-
57: "la imitación [de Cristo] está cimentada en la comunión y unión con Cristo y brota de ella. . . El
‘debe’ surge de lo que el Señor ha hecho por ellos"). Debido a su carácter fundamental, nuestro punto de
partida será Juan 13.34-35. En este pasaje se nos confronta con un mandamiento. Todos los demás
mandamientos están relacionados con esta "nueva" demanda, una demanda que está conectada
íntimamente con Su "obediencia hasta la muerte" (Fil 2.8).

Juan 13.34 - "Que os améis unos a otros; como yo os he amado"

Hay un cierto carácter "peculiar" que forma parte de los discursos finales de nuestro Señor en Juan 13-
17. Son Sus últimas palabras sobre la tierra. Podemos ver a Jesús antes de que "llegara Su hora" (13.1),
esclareciendo temas de importancia extraordinaria a Su círculo íntimo. En vista de ello, es imperativo
que pongamos toda nuestra atención a las palabras de Jesús.

El Señor Jesús era Señor de todo lo creado (13.3). En aquel momento era apropiado que aquellos
hombres lo adoraran, y así lo pudo haber demandado. Pero no, el Rey de Reyes "tomando una toalla, se
la ciñó. . .y comenzó a lavar los pies de los discípulos" (13.4-5). Maravilla de maravillas, ¡el Rey toma la
posición de un humilde siervo! ¿Acaso esta acción no ilumina la lección que nuestro Señor les está
enseñando aquí? Por sobre todas las cosas quiere que vean que la servidumbre amorosa es primordial
en Su reino. Nuestro Señor no actúa aquí como un Rey distante a quien se sirve y ministra, y que a su
vez no ministra ni sirve a nadie; por el contrario, llama a Sus discípulos a que hagan lo que acaba de
llevar a cabo ante sus ojos (13.14-16). Esta acción de Cristo es un constante "ejemplo" que debe servir
de modelo para la conducta cristiana hasta el fin de los tiempos.

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¿Buscamos la "felicidad"? Si hemos sido cautivados por esta acción "singular" de Cristo y vivimos a la
luz de su demanda entre nuestros hermanos y hermanas (13.17) ciertamente la conseguiremos. La única
manera de alcanzar la bienaventuranza cristiana es llegar a ser siervos (Mt 20.26).

"Como Yo Os He Amado"

Sin embargo, el "ejemplo" de Cristo no se da en un vacío. La humillación del Hijo de Dios simboliza el
inminente bautismo de sufrimiento que ocurriría en el Gólgota. (De Boer, p. 55). Esto se deja ver en
Juan 15.12-13. Después de repetir el "nuevo mandamiento", Cristo conecta el "como yo os he amado"
con la entrega de Su vida por Sus amigos.

Este acto supremo de amor en la cruz evidentemente es el punto de referencia, el punto de partida, y la
piedra de toque de toda obediencia cristiana. Amarnos unos a los otros no es tan solo una reacción al
amor general de Dios; se trata específicamente de un amor relacionado con el acto de Dios de dar a
Cristo por nosotros (1 Juan 4.9-11). Los mandamientos multifacéticos que informan a los cristianos de
sus deberes (Jn 14.15) deben verse a través del mandamiento singular de "amaos unos a otros, como yo
os he amado".

¿Nos Constriñe Este Amor?

Hermanos, si pasamos por alto este punto, lo perdemos todo. Si queremos llevar a cabo cualquier deber
o mandamiento, independientemente del amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espíritu (Ro 5.5), hemos venido a parar o estamos peligrosamente cerca de las playas del legalismo.
Jesús revela que la perspectiva más importante que debemos tener en mente es que la penetrante
demanda sobre la vida que el evangelio trae consigo debe ser llevada a cabo en amor - un amor que
surge en el corazón en respuesta al amor de Dios por nosotros en Cristo. Es solamente esta clase de amor
que provee el ímpetu necesario para cumplir nuestros deberes cristianos. ¿Estamos conscientes en
nuestro diario vivir de esta perspectiva "como yo os he amado"? ¿Están convencidos de que este
despliegue de amor en la cruz es un "incentivo suficiente" para guardarnos de pecar y llevarnos a una
vida santa? (Denis Winter, "Motivation in Christian Behaviour"? Law, Morality and the Bible [IVP,
1978], eds. Bruce Kaye and Gordon Wenham, p. 212).

"En esto conocerán todos que sois mis discípulos"

La importancia de esta perspectiva de amor se confirma más adelante por las palabras de Cristo en
13.35. La característica que nuestro Señor distingue como la más importante en términos de la vigilancia
que el mundo ejerce sobre nosotros es el amor fraternal. No es nuestra sana doctrina, ni nuestros credos;
tampoco lo es nuestra enseñanza persuasiva, nuestros edificios impresionantes, nuestros elaborados
programas denominacionales, ni el enorme número de personas -sino el amor concreto entre hermanos-.
Desde el punto de vista histórico, en la tradición Reformada las tres "marcas" de una "verdadera iglesia"
son: (1) la predicación de la Palabra; (2) la apropiada administración de las ordenanzas (sacramentos) y
(3) la práctica de la disciplina. Pero podemos tener todas estas "marcas" y faltarnos la "marca" que
Cristo dice que es la única que realmente cuenta. Sin amor, todo es vano (1 Co 13.1-3). Necesitamos el
amor que nuestro Señor describe en Juan 13.34 más que cualquier otra cosa.

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Un Nuevo Pacto

Este amor de Dios manifestado en la crucifixión de Cristo constituye el sello de un pacto, del nuevo
pacto (1 Co 11.25). El antiguo pacto ha sido "invalidado" (Jer 31.32) El nuevo pacto ha sido puesto en
vigor legalmente sobre "mejores promesas" (He 8.6; vea mi artículo "La Regla de Vida del Creyente",
BRR, Vol.8, # 4, p. 18).

Un Nuevo Mandamiento

Es en conexión con la sangre del nuevo pacto que Jesús promulga el "nuevo mandamiento". Es
imperativo que veamos que con un pacto viene una demanda sobre el pueblo del pacto. El antiguo pacto
fue consagrado con sangre (He 9.18), y con ello vinieron los requerimientos sobre Israel. ¿No podemos
ver también que el nuevo pacto, sellado con la sangre del Codero de Dios sin mancha, trajo consigo el
"nuevo mandamiento" para que nos amáramos los unos a los otros?

Es imposible llegar a entender en qué consiste lo "nuevo" del nuevo mandamiento a menos que
consideremos el elemento histórico en Juan 13.34. El mandamiento de amar es antiguo (Lv 19.18). Pero
el mandamiento dado a los hermanos de amar como Cristo les amó en la cruz, es nuevo. En otras
palabras, en el texto hay un factor estrictamente histórico que hace del mandamiento del amor algo
nuevo. El antiguo pacto trajo aparejada una ley (Éxodo 20); el nuevo pacto trajo consigo un "nuevo
mandamiento" (Jn 13.34; 15.12).Este mandamiento fluye de la muerte de Cristo: "amaos. . .como yo os
he amado".

De esta manera, como lo ha señalado Rudolph Stier, "a un pacto pertenece una ley" (The Words of the
Lord Jesus, Vol.6, p. 161). La "ley de Cristo" es la ley del amor (Gá 6.2). El cristiano debe ordenar su
vida a la luz de la demanda de amar que lo abarca todo.

Un Nuevo Éxodo

Para ver gráficamente la relación entre pacto y ley, podemos comparar los eventos redentores que
separaron a Israel y la iglesia del Señor. El poderoso éxodo de Egipto es anterior a las demandas que se
impusieron a Israel (Éxodo 20.2). El acto bondadoso de Dios viene antes de los mandamientos del pacto.
El éxodo Egipcio fue el tipo de un éxodo que se consumó en la era mesiánica. F.F. Bruce observa:

Los contemporáneos de Jesús le identificaron abiertamente con un segundo Moisés -la expectación de
un segundo Moisés jugó un papel importante en la escatología popular de aquel entonces- y con la
expectativa de un segundo Moisés era muy natural que se aguardara un nuevo éxodo (The Nuevo
Testament Development of O.T. Themes, p. 49; Robert D. Brinsmead, Veredict, Feb., 1979, p. 32; Nov.,
1979, pp. 18,21).

Por ello, no debe sorprendernos que con la portentosa liberación efectuada por Cristo en Su muerte,
sepultura y resurrección, venga un llamado dominante a una servidumbre de amor (Juan 13.14-17;
15.12-13). La convocación al amor surge del acto amoroso de Cristo (cf. Robin Nixon, "The
Universality of the Concept of Law", Law, Morality, p.114).

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"Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después"

No fue sino hasta después de la resurrección de Cristo, y específicamente después de recibir el Espíritu
prometido el día de Pentecostés, que los apóstoles llegaron a entender de manera más concreta y
profunda las implicaciones del lavamiento de los pies por parte de Cristo (cf. Juan 2.22). Juan en su
primera epístola exhorta a sus lectores en términos que hacen eco del ejemplo de Cristo en Juan 13. "En
esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos" (1 Juan 3.16). "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo. . . en propiciación por nuestros pecados [evento
redentor]. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros [demanda
moral]" (1 Juan 4.9-11).

¿No es bastante claro que cuando los escritores del Nuevo Testamento imponen deberes a los cristianos,
su punto de partida es la cruz -"como yo os he amado"-? Esta no es la única manera en que en el Nuevo
Testamento se prescriben obligaciones, pero es ciertamente la más básica, fundamental e importante.
Podemos decir esto porque Jesús enseñó así al final de Su ministerio terrenal. Bruce Kaye resume todo
esto con estas palabras:

La idea fundamental del cristiano como alguien que está en relación con Cristo provee no sólo la mejor
manera de ver la base de la vida ética del cristiano, sino también la forma y el contenido de esa vida
("Law and Morality in the Epistles of the Nuevo Testamento", Law, Morality, p. 84; cf. p.85).

A la luz de Juan 13.34-35 podemos entender por qué los Evangelios dedican tanto espacio a la "hora"
final de Cristo. John Blanchard señala que dos quintas partes de Mateo, tres quintas partes de Marcos,
una tercera parte de Lucas, y casi la mitad de Juan "se refieren a los eventos que rodean a la semana en
que Jesús fue crucificado" (Right With God [Moody, 1978], p. 80; cf. De Boer, p. 67).

Habiendo puesto este fundamento, vayamos brevemente al Antiguo Testamento, y luego más
extensamente al Nuevo Testamento, para ver cómo se confirma esta perspectiva Cristocéntrica.

Deuteronomio 18.15-19 - "A Él oiréis"

El pasmo y el miedo que provocaron la aparición de Dios en el Sinaí ofrecen una poderosa razón para la
existencia de un Profeta que actúe de mediador y a través de quien Dios hable terminantemente
(Hebreos 12.18-21). Del futuro Profeta se dice que debe ser (1) de Israel; (2) en algún sentido como
Moisés; y (3) escuchado con reverencia porque habla palabras que vienen de Dios.

Ciertamente que Jesús es este Profeta prometido. En estos últimos días Dios habló de manera
concluyente por medio de Él (Hebreos 1.2). En el bautismo y la transfiguración del Mesías, Dios el
Padre expresó verbalmente Su beneplácito a esta Persona única: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia; a él oíd" (Mt 3.17; 17.5). Obviamente estas palabras celestiales hacen eco de la promesa
de Dt 18.15,18. Después de la resurrección, Pedro ve en el Cristo el cumplimiento del Profeta de Dt 18:
"a él oiréis en todas las cosas que os hable" (Hech 3.22; cf. mi artículo "This Is My Beloved Son. . .
Hear Him" BRR, Vol.7, #4, pp.15-52 [Disponible en Castellano bajo el título, "Este es mi Hijo
Amado… A Él Oid"].

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Por consiguiente, así como la cruz es el punto de referencia para nuestro amor, del mismo modo la
persona histórica de Cristo como Profeta es el punto de referencia para nuestros oídos. Debemos
escuchar al Hijo, porque tiene palabras de Dios (cf. Juan 6.68-69). El mismo Moisés apunta más allá de
sí mismo y nos manda que escuchemos al Profeta que es "como él". Esto, por supuesto, no significa que
debemos cerrar nuestros oídos a Moisés porque nos dice que oigamos al Hijo, porque si escuchamos
como es debido, Moisés da testimonio de Cristo (Juan 5.39,46; Lucas 24.27,44). Con la venida del
Profeta de quien Moisés escribió, nos acercamos a Moisés por medio de Aquel que tiene toda autoridad
en el cielo y en la tierra. Moisés será nuestro acusador si leemos el Antiguo Testamento aparte de Cristo
(Juan 5.45; 2 Co 3.15-16).

Este es el Profeta tan esperado,

Hijo de David, Señor de David empero;

Por Su Hijo Dios ahora ha hablado:

La Palabra fiel y verdadera

(Trinity Hymnal, #192)

Cómo Utilizó la Iglesia Primitiva el Antiguo Testamento

Tuvieron que pasar veinte años antes de que los escritos del Nuevo Testamento comenzaran a circular.
Hasta ese momento el Antiguo Testamento era la "Biblia" de la iglesia. Como afirma el Dr. Graeme
Goldsworthy, "antes de que se escribiera el Nuevo Testamento, los cristianos miraban el Antiguo
Testamento como sus únicas Escrituras" ("The O.T. and Christian Existence", Veredict, Marzo, 1980, p.
33).

Evidentemente, la llegada de un nuevo pacto no hizo que cayeran en desuso las Escrituras del Antiguo
Testamento. Si los escritores del Nuevo Testamento hubieran querido indicar que Cristo se oponía al
Antiguo Testamento, que los cristianos podían vivir sin el Antiguo Testamento, o que el Antiguo
Testamento era inferior, lo habrían dicho con palabras que no dejaran lugar a dudas. Sin embargo, no lo
hicieron (cf. E.C. Blackman, Marcion and His Influence [London; 1948], pp. 23-41). Pero, ¿cómo
utilizó la iglesia primitiva el AntiguoTestamento?

El Uso del Antiguo Testamento en el libro de los Hechos

Es evidente que el Antiguo Testamento se usaba para predicar a Cristo (Hech. 28.23; 26.22-23; 24.14-
15; 18.28; 17.2-3; 14.1; 10.43; 9.20; 8.35; 7.37, 52; 3.18-24; 2.25-31). Es obvio que la iglesia primitiva
usaba también el Antiguo Testamento para la instrucción ética (Mt. 5-7; Ro. 15.4; 1 Co. 10.11; Ef. 6.2;
2 Tim. 3.15-16; Stg. 5.10). El punto que debe tomarse en consideración es que tanto en la predicación a
los perdidos, como en la edificación de la iglesia, escudriñaban el Antiguo Testamento a la luz de las
palabras definitivas de Dios en la manifestación histórica de Cristo (He 1.1-2: 3.1-6). Ya que los Judíos
reclamaban que estas Escrituras eran "suyas", ¿Cómo hubiera podido la iglesia considerar al Antiguo
Testamento como "suyo", excepto en Cristo? Debido a que el Antiguo Testamento señalaba a Cristo y a

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la era mesiánica, la iglesia vio correctamente al Antiguo Testamento como un ministerio para ellos (1
Ped. 1.12).

Cómo se utilizó el Antiguo Testamento en el período Post-Apostólico

Indudablemente, en la era que siguió inmediatamente a los apóstoles, hubo una degeneración que
consistió en torcer, alegorizar y espiritualizar las Escrituras (Goldsworthy, p. 34), pero aun en medio de
todo esto hubo una preocupación, aunque desviada, por "encontrar a Cristo" en ellas. No fue sino hasta
la era de Constantino que se comenzó a usar el Antiguo Testamento como fuente de teoría política, y
como guía para estructurar a la sociedad. En el largo período (325-1700 DC) en el que iglesia y estado
coexistían en la mayoría de los países, el uso del Antiguo Testamento se centró cada vez más en
estatutos y menos en Cristo (cf. W.B. Selbie, "The Influence of the O.T. On Puritanism", BRR, Vol.8
#3, pp. 13-21; cf. John Warwick Montgomery, The Shaping of America [Bethany, 1976], pp. 44-46)

El Modelo General de la Ética del Nuevo Testamento

Las Epístolas exponen desde varios ángulos el mismo modelo: "evento redentor/demanda moral"
("Como yo os he amado/amaos unos a los otros") que hemos visto ya en Juan 13.34 y 15.12-13. Lo que
veremos a continuación en diversos pasajes es que por medio del evangelio los hombres son unidos a
Cristo, y que "este evangelio no sólo provee la base de la posición moral del cristiano, sino que también
define esa posición" (Kaye, Law, Morality, p.74).

"EN CRISTO": CONSIDERACIONES PRÁCTICAS

Relaciones Matrimoniales, Efesios 5.23-25

Habiendo establecido la necesidad de la sumisión general de los unos a los otros en Cristo (Ef. 5.21),
Pablo aborda las responsabilidades específicas de esposos y esposas. Para acentuar el deber de la
sumisión de las esposas a los esposos, y el amor que los esposos deben a sus mujeres, el apóstol llama la
atención de la pareja a la relación más amplia que existe entre Cristo y la iglesia. La autoridad que Cristo
ejerce como cabeza de la iglesia, el amor hasta el sacrificio que le muestra, y la sumisión voluntaria de
la iglesia a Cristo proveen los puntos de referencia básicos. Notemos cómo la muerte de Cristo por la
iglesia se señala como el fundamento que subyace: "se entregó a sí mismo por ella. . .la cual es su
cuerpo, y él es su salvador". Pablo creía que la sola mención de la similitud de la relación esposo/esposa
y el Cristo agonizante/iglesia es. . . suficiente para convencer a los lectores respecto a la acción que
deben tomar" (Winter, Law, Morality, p.211).

La Relación Padres/Hijos, Efesios 6.1

Una perspectiva Cristocéntrica impregna todo el contexto: "en el Señor" (6.1); "en amonestación del
Señor" (6.4); "como a Cristo" (6.5); "siervos de Cristo" (6.6); "como al Señor" (6.7); "el Señor de ellos y
vuestro está en los cielos" (6.9). Consecuentemente, cuando Pablo cita el Quinto Mandamiento en 6.2-3,
no podemos aislarlo del panorama de la unión con Cristo, que viene antes de la cita de Éxodo 20.12. El
fundamento mismo es la redención en Cristo, y el estilo de vida apropiado que fluye de la unión con el
Redentor (cf. Ef 4.1; Kaye, Law and Morality, p. 75).

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Relaciones Fraternales (1), Filipenses 2.5

Pablo está interesado aquí en disuadir a los hermanos de toda "contienda o vanagloria", y estimularlos a
que se sirvan unos a los otros (2.3-4). ¿A qué recurre Pablo para cumplir su propósito? "Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús" (2.5). El ejemplo de Cristo en Su humillación es la
restricción más poderosa contra la búsqueda del interés propio y al mismo tiempo la ilustración más
sorprendente de una vida que se da por los demás. Notemos nuevamente, cómo la muerte de Cristo
("como yo os he amado") es el punto de referencia. Si la contemplación de la mente y acción de Cristo
no nos aparta de la vanagloria, ninguna otra cosa lo hará.

Relaciones Fraternales (2), Romanos 15.3

En el contexto Pablo está tratando con cosas como la comida y la bebida cuyo uso estaba causando
diferencias entre los hermanos. Pablo apela al ejemplo de Cristo considerándolo suficiente para que los
cristianos hagan las cosas que contribuyen a la paz y la edificación (cf. 14.19): "porque ni aun Cristo se
agradó a sí mismo" (15.3). Para que haya un mismo sentir entre unos y otros tiene que ser "según Cristo
Jesús" (15.5). Recibirse "los unos a los otros" es la única alternativa posible ya que la obra de Cristo ha
reunido en un cuerpo a judíos y gentiles (15.7-12).

Relaciones Fraternales (3), Gálatas 5.13-15; 6.2

La base de una vida que se vive en la fe del Hijo de Dios consiste en que Cristo "me amó y se entregó a
sí mismo por mí" (Gál. 2.20). Ese "primer" amor de Dios por nosotros hizo que amáramos a los
hermanos (1 Juan 4.19; 5.1). Es con este telón de fondo que Pablo manda a los Gálatas que se sirvan
"por amor los unos a los otros" (5.13). La "libertad" de los cristianos no debe emplearse para satisfacer
los apetitos de la carne, sino para "servirse por amor" (5.13). Al hacerse así "se cumple toda la ley",
porque amamos al prójimo como a nosotros mismos. No olvidemos que Pablo está combatiendo a los
falsos maestros que querían poner a los Gálatas "bajo la ley". Por eso, el apóstol los dirige al amor (que
cumple cualquier cosa que la ley prescribe, 5.14) y al fruto del Espíritu (contra el que no hay ley, 5.23).

En Gál. 6.2 Pablo los exhorta a que se sometan a la "ley de Cristo" y no al yugo mosaico (5.1; cf. Hch
15.10). Esta ley de Cristo se cumple plenamente cuando "sobrellevamos los unos las cargas de los
otros". Esto nos trae de vuelta a Juan 13.34-35. El nuevo pacto, ratificado por la sangre de Cristo ("como
yo os he amado"), lleva aparejado un nuevo mandamiento: que nos amemos unos a otros. La "ley de
Cristo" es ciertamente amor sacrificial -un amor que no tiene límites ni reservas-. El "canon" (regla) del
nuevo Israel es "una nueva creación. . . fe que obra por el amor. . . el guardar los mandamientos de Dios
(la ley de Cristo)" (Gál. 6.15-16; 5.6; 1 Co 7.19). Las citas de mandatos del Antiguo Testamento llegan a
nosotros no como mandamientos escuetos, sino considerados en su relación con Cristo y en el contexto
de la nueva era que Él ha inaugurado (cf. Ridderbos, El Pensamiento del Apóstol Pablo, p. 297).

Mortificación Personal, Col 3.1-5

En el v.1 Pablo refiere al creyente a su condición de resucitado con Cristo. Es en consideración a esta
unión que debe hacerse un esfuerzo positivo por buscar primero el reino de Dios y Su justicia y combatir
el pecado. La mortificación de lo que resta de las obras de la carne por parte del Espíritu puede llevarse
a cabo únicamente cuando "consideramos" nuestra unión vital con Cristo por fe (Ro 6.11-13; 8.13). La

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injusticia es totalmente inapropiada para los que están unidos a Cristo (Ro 6.1-2). "En Cristo" estamos
"vivos para Dios", y libres para servir a la justicia (Ro 6.11, 18, 22; cf. Anthony A. Hoekema, The
Christian Looks At Himself [Eerdmans, 1975], pp. 49-53).

Pureza Sexual, 1 Co 6.20

¿Qué perspectiva presenta Pablo a los Corintios para apartarlos de la inmoralidad sexual? La muerte de
Cristo por la que fueron comprados. En el v.18 les amonesta para que huyan "de la fornicación". Ya no
se pertenecen a sí mismos porque sus cuerpos son templos del Espíritu (v.19). Por lo que la base del don
del Espíritu es la muerte y resurrección de Cristo (Juan 7.39). "Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo" (v.20). Si Jesús ha comprado sus cuerpos con su
espantoso bautismo de agonía, ¿cómo podrán utilizarlos para propósitos inmorales ya que Le
pertenecen? Este es el razonamiento del apóstol.

El desprendimiento de los bienes, 2 Co 8-9

Infortunadamente se presiona a mucha gente para que den, y se les fuerza amenazándoles con el juicio
de Dios si se atrevieran a "robar a Dios". Obviamente Pablo no plantea así el asunto. De acuerdo a su
costumbre, señala a los cristianos el ejemplo de Cristo; su humillación al darse a sí mismo: "porque ya
conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para
que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Co 8.9). Una vez más, el incentivo más poderoso
para actuar del modo deseado es trazar la similitud entre una situación dada y el ejemplo de Cristo
(Winter, Law, Morality, p. 212). Los cristianos darán generosamente si se persuaden de la manera en
que Cristo espléndidamente ha dado (cf. mi artículo "Principles of New Covenant Giving", BRR, Vol.8,
·2, pp.37-39).

Dándonos a nosotros mismos, 2 Co 5.13-15

¿Por qué Pablo era tan íntegro en su ministerio? ¿Por qué soportó penas tan intensas? (2 Cor. 11.23-28;
2 Tim. 2.9-10)? En este contexto encontramos la respuesta: en todo lo que hacía, el factor determinante
era "el amor de Cristo", expresado específicamente en Su muerte por los pecadores. Esta muerte no sólo
es el fundamento de la redención, sino que también da forma el estilo de vida de todos los que
experimentan "vida" en Cristo. La respuesta apropiada a la muerte de Cristo no es vivir para sí mismos,
sino vivir para Aquel que murió y resucitó por ellos. Es esta perspectiva predominante del amor de
Cristo lo que constituye el centro de atención de la ética cristiana. Si perdemos esto, lo perdemos todo.
El punto de partida del cristiano que le lleva a hacer buenas obras y a evitar las malas, es una
consideración del amor de Cristo en la cruz. Si éste no es nuestro motivo básico, corremos el riesgo de
caer en el libertinaje ó en el legalismo.

Podemos examinar otras muchas Escrituras del Nuevo Testamento en las que podemos encontrar el
tema "como yo os he amado. . . por lo tanto". Pero creo que las que hemos cubierto nos permiten ver
cómo este tema se vincula a una amplia gama de deberes prácticos y relaciones. Además, confirman el
punto central que estamos considerando: aquellos que están unidos a Cristo responden con una vida de
servicio amoroso a la obra de amor realizada en la cruz.

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"EN CRISTO": CONSIDERACIONES HISTÓRICAS

La Promesa a Abraham, Romanos 4.9-16; Gálatas 3.8-9; 17-18

Romanos 4.16 hace saber específicamente a los cristianos que Abraham es su "padre". Esto debe
entenderse no de una manera física sino espiritual. Es la fe lo que constituye a judíos y gentiles como
"hijos de Abraham". Pablo concede mucha importancia al hecho de que Abraham poseyó el estatus de
justificado antes de la circuncisión (Ro 4.10-11). Esto indica que la promesa de la justificación aparte de
las obras no le fue dada por medio de la ley del antiguo pacto. (Ro 4.13). Históricamente, en el caso de
Abraham, la imputación de la justicia aparte de las obras tuvo lugar "aparte de la ley" (cf. Ro 3.21). Por
esta razón, tanto la justificación como la santificación de Abraham pudieron ocurrir por fe sin la
administración específica de la ley que fue "añadida" 430 años más tarde (Gál. 3.17). Podríamos señalar,
además, que el sacerdocio que concierne a los cristianos no es el Aarónico de la Era Mosaica, sino el de
Melquisedec en la era Abrahámica (Heb. 5.10; 6.13, 20; 7.1-21).

La Ley Por Medio de Moisés Fue Dada, (Juan 1.17a)

Así como "promesa" es la característica del pacto Abrahámico, la característica del pacto Sinaítico es
"ley". Esta ley era inflexible, y demandaba "maldición" sobre todo aquel que, bajo ella, no lograba hacer
momento a momento todo lo que prescribía (Gál. 3.10). Esta administración de ley fue añadida 430 años
después del pacto Abrahámico (Gá 3.17). Fue añadida "a causa de las transgresiones" (Gál. 3.19) y para
que "el pecado abundase" (Ro. 5.20), "hasta que viniese la simiente [Cristo]" (Gál. 3.19). Esta
administración de ley, por lo tanto, "no es algo que sea de importancia fundamental para nosotros. Es
algo adicional, algo que ha entrado de momento, para una función particular" (D. Martyn-Lloyd Jones,
Romans: An Exposition of Chapter 5 [London, 1971], p. 285). La Epístola a los Hebreos deja en claro
que la ley no pudo perfeccionar nada, y que era necesario algo "mejor" que obtuviera redención y
santidad. Desde la perspectiva del nuevo pacto, volver a los "débiles y pobres rudimentos", al "yugo de
esclavitud" del pacto Mosaico (Gál. 4.9; 5.1), es peligroso y representa un retroceso. La administración
Mosaica fue, como la esclavitud Egipcia, un tirano inflexible que no ofrecía alivio. Por ello, mientras
que la ley como Escritura es "buena", como pacto está vinculada al reino y poder del pecado (Ro. 6.14;
1 Cor. 15.56). Con respecto a su propósito original, "no fue dada para el justo" sino para los impíos (1
Tim. 1.8-9). Si los hombres fueran abandonados al "haz esto y vivirás" no habría esperanza. Pero cuando
vino el cumplimiento del tiempo...

La Gracia y la Verdad Vinieron por Jesucristo, Juan 1.17b

Hay algo que entró en vigor con la manifestación histórica de Cristo que era inasequible bajo la
administración Mosaica de la ley. Este "algo" se describe en el versículo 16 como "gracia sobre gracia".
La mayoría de los comentaristas consideran que esta frase es similar a la de "por fe y para fe" ["fe de
principio a fin"] (Ro 1.17) y "de gloria en gloria" (2 Co 3.18). Con la revelación de Cristo vino una
administración de "gracia y verdad". ¿Por qué? Porque Él era la "simiente" prometida de Abraham, y el
"profeta" que Moisés vaticinó que vendría. Y mientras que la ley "no es de fe" (sino "haz esto y vivirás),
el evangelio es por fe, para que sea por gracia (Ro. 4.16; Gál. 3.8, 11).

La vida cristiana, por consiguiente, no se inicia y sostiene por medio de ley. Por el contrario, es en
unión con Cristo, participando por fe de Su plenitud, que vivimos una vida "bajo la gracia", "gracia

11
sobre gracia". La "gracia de Dios" que apareció históricamente en Cristo es la que nos enseña y
disciplina para que "renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente" (Tito 2.11-12). Una vez más vemos que el incentivo para vivir santamente surge
de nuestra unión con Aquel "quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y
purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" y vendrá de nuevo para juzgar a los vivos y a
los muertos (Tito 2.13-14).

"El Cumplimiento del Tiempo"

Si juntamos las tres consideraciones históricas que hemos aislado, podemos ver la enorme importancia
que tiene la manifestación histórica de Cristo. Su aparición en el cumplimiento del tiempo es el evento
decisivo de la historia de la redención. La crucifixión consumó la redención y vino a ser el punto de
referencia crucial para la obediencia cristiana.

Debemos incorporar esta perspectiva Cristocéntrica a nuestra reflexión de la relación que existe entre
ley y evangelio.

Utilizando a Pablo como ejemplo, encontramos que él "también evalúa por completo la ley desde el
punto ventajoso del nuevo escenario de la historia de la redención en Cristo" (A.J. Bandstra, The Law
and the Elements of the World, p. 77). "La doctrina de la ley por Pablo", en consecuencia, "está
desarrollada desde un punto de vista puramente Cristológico" (G.B. Stevens, The Pauline Christology
[New York, 1892], p. 171). W. Gutbrod cristaliza este punto cuando dice:

Es la cruz de Cristo lo que determina la comprensión que Pablo tenía del contenido de la ley. Todo el
pensamiento del apóstol gira en torno a la premisa que el Jesús crucificado es el Cristo; este hecho
define su actitud hacia la ley. Solamente esto provee una conexión inteligible e inherentemente necesaria
entre su afirmación y negación de la ley (Law [Adam & Charles Black, 1962], p.106, el énfasis es mío;
cf. p.119).

De esta manera, como observa Oscar Cullmann, "si no tomáramos en cuenta la historia de la salvación,
tendríamos que considerar la enseñanza de Pablo acerca de la ley como completamente contradictoria"
(Salvation in History [SCM Press, 1967], p. 335. Esta otra observación de Cullmann es interesante: "que
yo sepa, falta por escribirse una ‘ética de la historia de la redención’ suficientemente amplia" [p.329]).

INTERACCIÓN CON AGUNAS IDEAS REPRESENTATIVAS EN EL TERRENO DE LA


ÉTICA

Al llegar a este punto, quiero contraponer el material Bíblico que hemos estudiado con algunos modelos
éticos representativos de las tradiciones teológicas más importantes, y en orden cronológico. Esto nos
permitirá interactuar con las ideas y problemas que surgen del modo en que sus autores enfocan el tema.

LA TRADICION PURITANA:

Thomas Watson, The Ten Commandaments (1692; London, 1965).

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Cuando Watson discurre tocante a los deberes cristianos resulta muy obvia su asunción con respecto a
que la plenitud ética se encuentra únicamente en los Diez Mandamientos. En vez de principiar con el
evento redentor del nuevo pacto (la cruz), comienza con el antiguo éxodo de Egipto. En vez de empezar
con "como yo os he amado", principia con "te saqué de la tierra de Egipto". Sin duda, el primer éxodo es
un tipo del futuro éxodo, pero Watson lo hace normativo. Esto apunta a la orientación básica
antiguotestamentaria del Puritanismo.

Watson afirma que la obediencia a los Diez mandamientos es la regla de vida del cristiano (p. 6). Cree
que "la obediencia [a ellos] debe ser en y por medio de Cristo" (p. 3). Sin embargo, ¿es este el
planteamiento del Nuevo Testamento? En términos del punto de partida ¿Le indica el Nuevo
Testamento al creyente que sus obligaciones proceden del nuevo éxodo ó lo refiere a Éxodo 20? A la luz
del avance de la historia de la redención, ¿no es esencial comenzar con el "nuevo mandamiento" que
está vinculado a la sangre del nuevo pacto?

"Haz esto y vivirás"

Otro problema que asoma a la superficie es el siguiente, ya que los Puritanos veían la ley estrictamente
en términos del Decálogo, había una tendencia a estructurar el evangelio en términos del "haz esto y
vivirás". Obviamente, deseaban mantener el carácter autónomo de la gracia aparte de las obras. Pero la
fórmula que a menudo nos encontramos es "si hay obediencia, entonces hay bendición" que es el
principio legal del pacto Mosaico. Por ejemplo, Watson dice, "¿cuáles son los grandes argumentos o
incentivos para la obediencia? (1) La obediencia nos hace preciosos a Dios, sus favoritos… ¿Nos
gustaría tener una bendición en nuestros estados?. . .Obedecer es la mejor manera de prosperar en
nuestros estados [Dt. 28. 1,3, 5]" (pp. 4-5). ¿Enseña el Nuevo Testamento que nuestra obediencia nos
hace preciosos a Dios, o que somos preciosos a Dios porque somos "aceptos en el Amado"?

En la sección que trata del "Amor" (pp. 6-12) Watson ve que el Decálogo se resume en "amar a Dios y
al prójimo" pero nunca trata del "nuevo mandamiento" de amarnos unos a otros, y sólo en dos breves
ocasiones menciona al amor relacionándolo con la obra de Cristo (pp. 9,11). ¿Refleja esto sensibilidad al
énfasis del Nuevo Testamento como se encuentra en 1 Juan 3.16; 4.9-11?

Al tratar con el prefacio a los Diez Mandamientos (Ex 20.1-2), Watson dice que "todas estas palabras"
se refieren a la "ley moral" que es "la regla de vida y modales" (p. 12). "Si bien la ley moral no es un
Cristo que nos justifica" dice, "es una regla que nos instruye" (p, 12). Desde mi punto de vista, esto
implica que necesitamos a Cristo para justificarnos, pero no para instruirnos, porque toda la instrucción
que necesitamos está en el Decálogo. Pero, como hemos visto, el Nuevo Testamento explica con
claridad que la persona de Cristo es el punto de partida de instrucción para todas las áreas de la vida.

La Ley Como "Salvaguarda"

Además, Watson ve la ley de Dios "como una salvaguarda que nos mantiene dentro de los límites de la
sobriedad y la piedad" (p. 13). Pero, ¿acaso los "hijos" necesitan de una "salvaguarda"? ¿No fue la ley
concebida como una "salvaguarda" para Israel hasta la venida de Cristo (Gál. 3.25; 4.2)? Todo este
planteamiento de la ley en la vida cristiana no hace justicia al estatus que poseen los creyentes como
"nueva creación" que no son deudores a la carne porque están "bajo la gracia" (Gál. 6.15; Ro 8.12; 6.14).
Pablo no considera a los creyentes como párvulos necesitados de toda clase de "salvaguardas". Por el

13
contrario, tenía plena confianza en que Dios actuaba en los cristianos (Fil. 1.6). Pablo temía por los
Gálatas porque guardaban los días, y se habían vuelto a los débiles y pobres rudimentos (Gál. 4.10-11).
Pero, en medio de todos sus graves problemas, Pablo expresa esperanza: "Yo confío respecto de
vosotros en el Señor, que pensaréis de otro modo" (Gál. 5.10). En 2 Tes. 3.4, Pablo dice, "Y tenemos
confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado". Asimismo,
Pablo puede escribir a Filemón: "Te he escrito confiando en tu obediencia, sabiendo que harás aun más
de lo que te digo" (v. 21).

El Nuevo Testamento enfoca el tema del deber por medio de la "ley de Cristo" que es amor. Los
cristianos son exhortados como pueblo responsable de quienes se espera que siendo cristianos harán lo
bueno porque son ovejas que oyen la voz de Cristo. En estas exhortaciones, el "incentivo suficiente" es
la muerte de Cristo (Winter, Law, Morality, pp. 211-212). El supuesto de una "salvaguarda" implica que
si los cristianos estuvieran solos sería imposible saber qué harían. Pero el planteamiento que hace Pablo
es totalmente diferente. En las cartas de Pablo. . . se da por hecho que los cristianos crecen y se
consolidan en fe y carácter, cada vez más competentes para tomar decisiones morales correctas. Se
abriga una firme confianza en que aprenden a discernir lo valioso de lo que no lo es, y que desarrollan
una poderosa condición como cristianos (Kaye, Law, Morality, p. 89).

¿Puede la Ley "Santificar"?

Afirma Watson, "No decimos que [el creyente] está bajo la maldición de la ley, sino de los mandatos.
No decimos que la ley moral es un Cristo, sino una estrella que nos conduce a Cristo. No decimos que
nos salva, sino que nos santifica" (p. 13). Enseñar que la ley es capaz de santificar a un creyente es una
noción peligrosa, pero consistente con este énfasis en la centralidad de la ley. Pero, ¿cómo es que un
creyente escapa de la maldición de la ley en la justificación, y no obstante, permanece bajo su pleno
dominio en la santificación?

No Bajo la Ley, Pero Bajo la Ley

En lo que sigue, Watson explica esta tensión en la que el cristiano, siendo incapaz de cumplir
plenamente con la ley, es requerido a obedecerla plenamente como regla de vida:

En un verdadero sentido evangélico, debemos obedecer la ley de tal manera que encontremos
aceptación. Esta obediencia evangélica consiste en un esfuerzo verdadero por guardar toda la ley moral.
"Tus mandamientos he puesto por obra" (Sal. 119.166); no dice, ‘he hecho todo lo que debo hacer’, sino
‘he hecho todo lo que soy capaz de hacer’; y donde mi obediencia no alcanza a cumplir, miro a la
perfecta justicia y obediencia de Cristo, y espero el perdón por medio de su sangre. Esto es obedecer la
ley moral evangélicamente; que, aunque no sea para satisfacción, lo es para aceptación. . . aunque no
podemos cumplir con todos estos mandamientos con nuestra propia fuerza, no obstante, haciendo lo que
somos capaces, el Señor ha provisto ánimo para nosotros. . . (2) Aunque no podemos cumplir
exactamente la ley moral, con todo, Dios, a causa de Cristo, mitigará el rigor de la ley, y aceptará algo
menos de lo que requiere. Dios en la ley requiere rigurosa obediencia, sin embargo, aceptará una
obediencia sincera; reduce algo del grado, si hay verdad en lo íntimo. Verá la fe y hará caso omiso de las
fallas. El evangelio mitiga la severidad de la ley moral (pp. 16, 47).

14
La idea que el evangelio mitiga el rigor de la ley es errónea. Por el contrario, parece que Watson se ve
obligado a reducir las demandas de la ley bajo el evangelio para mantenerla como regla de vida para los
cristianos. "Pablo vio en la misma ley una maldición sobre aquellos que no la obedecían totalmente
(Gál. 3.10/Dt 27.26)" (F. Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit [Eerdmans, 1970], p. 226).

Esta tensión puede resolverse únicamente cuando "en Cristo" nos acercamos a la ley. Nuestra "regla" o
canon, debe empezar con la redención de Cristo y la demanda ética dominante que brota a raudales de
ella. Los cristianos, por su unión matrimonial con Cristo, han sido libertados de la ley, para que puedan
llevar fruto para Dios bajo el nuevo régimen del Espíritu (Ro 7.4-6). Solamente cuando nos afianzamos
a nuestro estatus en Cristo (no-bajo-la-ley sino bajo-la-gracia) podemos entender adecuadamente por
qué el pecado no se enseñoreará de nosotros (Ro 6.14). Únicamente de esta manera podemos hacer plena
justicia al absoluto rigor de la ley, y a nuestra libertad de ella en el evangelio. Bajo el evangelio no
somos, como Watson propone, justificados sin la ley, y luego santificados por ella. No, somos
justificados por la fe en Cristo, para luego vivir por la fe en el Hijo de Dios. ¿Está el cristiano en una
condición de "anarquía"? Absolutamente no. Está bajo el yugo de Cristo (Mt. 11.29-30); comprometido
con la ley de Cristo (1 Cor. 9.21); debe cumplir la "ley de Cristo" (Gál. 6.2). De esta manera, aun como
Ernest Kevan reconoce, "¡la gracia es más demandante que la ley!" (The Law of God in Christian
Experience [London, 1955, p. 66). Si éste es el caso, ¿por qué no concentrarse en Cristo, en la novedad
de vida en Él, y en la bondadosa demanda que Él hace sobre nuestro modo de vivir?

Frustración Inherente

Me parece que la perspectiva ética de Watson trae consigo una frustración inherente. Se pide al creyente
que aprenda la "dura lección de vivir por encima de la ley, y sin embargo, caminar de acuerdo con ella…
andar en la ley con respecto a los deberes, pero vivir por encima de ella por lo que toca al consuelo"
(Samuel Bolton, The True Bounds of Christian Freedom, pp. 219-220). Casarse con Cristo da origen a
una nueva relación; y de ésta obtenemos nuestro consuelo, nuestros deberes y nuestro todo: nuestro
Esposo, nuestro Pan de Vida, nuestra Viña, nuestro Profeta. Si ponemos los ojos en alguien o en algo
aparte de Cristo, corremos el riesgo de perder todo lo que es importante. Debemos hacernos estas
preguntas: ¿el nuevo mandamiento de amar como Cristo nos amó, nos deja con poco qué hacer? ¿Hay
tan poco aquí que debemos buscar en otras partes un punto de partida ético amplio? ¿Por qué en la
mayoría de los libros que he estudiado que tratan de la ética cristiana, virtualmente no se presta atención
a la demanda infinita que se encuentra en el nuevo mandamiento? ¿Por qué suponemos que la plenitud
ética se encuentra solamente en Éxodo 20?

El Sermón del Monte

Probablemente la respuesta a la última pregunta sería: “porque nuestro Señor encontró en el Decálogo
plenitud ética, como se evidencia en el Sermón del Monte”. Consideremos esta observación por un
momento. En Mt 5.21-48 encontramos que el Señor Jesús cita algunos de los Diez Mandamientos, así
como otros mandamientos del Antiguo Testamento. De seguro esto significa que éticamente son
provechosos. Sin embargo, ¿qué hecho importante aparece claramente en la conclusión de este sermón?
Que Aquel que habló todas estas palabras tenía "autoridad" (Mt. 7.28-29), y condujo a los hombres a
Sus palabras, en lo que se refiere a un punto de partida (Mt. 7.24, 26). Esto corrobora el punto que hice
previamente: Nos allegamos a Moisés a través de Cristo, y, en términos de procurar un legislador, las
mismas declaraciones de nuestro Señor nos dirigen a Él como poseedor de palabras de vida eterna (cf.

15
Juan 6.68; Hch 3.22). Todo esto indica que si bien, no desechamos a Moisés considerándolo irrelevante,
su "gloria" no puede compararse con la de Cristo (2 Co 3.7-11).

Romanos 8.4

Esto nos lleva a otra pregunta: ¿No es la meta de la redención en Cristo ver que la "justicia de la ley" se
manifieste en nuestras vidas? Sí. Pero, ¿qué es exactamente la "justicia de la ley"? Pablo pudo haber
establecido fácilmente que la meta era que la ley se cumpliera en nosotros. Pero, ¿no testifica la ley de
una justicia más allá de sí misma? Por consiguiente, la ley no es tan importante como los principios
fundamentales que encarna" (Kaye, Law and Morality, p. 79). ¿No se encuentran fuera del Decálogo los
dos grandes mandamientos, y sin embargo están en el Antiguo Testamento (Lev. 19.18; Dt. 6.5)? ¿No
puede Jesús señalar escuetamente que toda la ley depende de éstos dos grandes mandamientos, y que
toda la Ley y los Profetas están contenidos en el amplio principio de "todas las cosas que queráis que los
hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Mt. 7.12; cf. Lc. 6.31)? Y ¿No está
todo esto resumido en el mandamiento único de amar? Nuestro amor a Dios y al prójimo está
determinado y condicionado ahora por el acto amoroso de Dios de enviar a Cristo (Juan 3.16). Podemos
amar porque Él nos amó primero en Cristo (1 Juan 4.19). Solamente con esta perspectiva podemos
entender cómo los creyentes pueden llevar a cabo verdaderamente una justicia que "excede" a la de los
Escribas y Fariseos (Mt. 7.20). La ley no puede producir justos vivientes; por el contrario, fomenta el
pecado (Ro. 8.3; 7.8); la justicia de la ley puede cumplirse en los que caminan en el Espíritu (Ro. 6.14,
18; 8.4; Gá 5.16,18); solamente cuando, a causa de su unión con Cristo, son libertados de la ley.

Inglaterra, Un "Nuevo Israel"

Otra creencia significativa que se desprende de la manera en que Watson entendía la ley es que ve a
Inglaterra como un "Israel". Es así que justifica el uso de la espada para "defender a Cristo". "En
tiempos antiguos, cuando el evangelio se leía, los nobles de Polonia ponían la mano sobre sus espadas,
dando a entender que estaban listos para defender la fe, y arriesgar sus vidas por el evangelio" (p. 18).
Cuando Watson habla de la bendición de ser "librados de lugares de idolatría" (p. 25), se regocija en "la
bondad de Dios para con nuestra nación [Inglaterra], al sacarnos del Egipto místico, librándonos del
papado. . . ¡Oh! ¡Qué motivo tenemos para bendecir a Dios por librarnos del papado! Tuvo misericordia
al librarnos de la invasión Española y de la pólvora traidora; pero aun mayor es el haber sido librados de
la religión papista, que habría hecho que Dios nos diera carta de divorcio" (pp. 26-27). Concibe a Dios
como casado con Inglaterra (así como Dios fue un esposo para Israel), y que el erróneo estado-religión
¡habría hecho que Dios se divorciase de la tierra natal de Watson! "Oremos", sigue diciendo, "para que
la verdadera religión Protestante pueda todavía florecer entre nosotros. . . oremos para que el Señor
continúe con el signo visible de Su presencia entre nosotros, sus ordenanzas, para que Inglaterra pueda
ser llamada Jehová-shammah, ‘El Señor está ahí’" (pp.28-29). Esta concepción geográfica del reino de
Cristo es el resultado natural de una insana orientación basada en el antiguo pacto, que dirige a hombres
y naciones al antiguo éxodo, en vez de comenzar con el poderoso éxodo espiritual consumado en Cristo.

La ética de Watson carece de una profunda orientación Cristológica. Dice, "si la ley moral pudiera
justificar, ¿qué necesidad habría de que Cristo muriera?" (p. 44). Pero un poco antes había afirmado que
la ley moral es capaz de "santificar" (p. 13), de manera que podemos preguntarle, "Si este es el caso,
¿qué necesidad hay del Espíritu Santo? Su sistema nos deja en una situación difícil (e imposible) donde
la ley no puede justificar, pero puede santificar. De acuerdo a él, necesitamos a Cristo para justificarnos,

16
pero la ley es suficiente para instruirnos (santificarnos). Me parece obvio que hay algo incongruente
aquí.

LA TRADICIÓN REFORMADA HOLANDESA:

Herman Bavinck, Our Reasonable Faith (1909; Baker, 1977).

Bavinck hace muchas y excelentes declaraciones, pero parece que no da oportunidad a que éstas regulen
su enfoque total a la ética. En mayor medida que Watson, Bavinck enfatiza constantemente que "Cristo
es nuestra santificación" (pp.473, 476, et al.). Por otra parte, Bavinck insiste una y otra vez en que la
santificación no debe entenderse como "una santificación legal, sino que es y debe seguir siendo una
santificación evangélica" (p. 479). De acuerdo con esto, ve que la fe obra tanto en la justificación como
en la santificación (p. 480); si la fe no justifica, la ley menos aun santifica (p. 481). De esta manera, la
santificación está "relacionada tan estrechamente a la persona de Cristo que no podemos recibirla
excepto en comunión con Cristo mismo; y ésta, vista desde nuestro lado, solamente puede obtenerse y
disfrutarse por medio de una fe verdadera" (p. 480).

La tensión, desde mi punto de vista, surge cuando Bavinck afirma: "aun cuando es totalmente cierto que
la ley permanece como la regla de vida para el cristiano, no obstante el evangelio nunca deriva las
exhortaciones a una guerra santa a partir de los terrores de la ley, sino que las deriva más bien del alto
llamado al que los creyentes en Cristo son llamados" (p. 481). Bavinck desea mantener la centralidad del
evangelio: "de acuerdo al orden que Dios mismo ha establecido en la iglesia, las promesas del evangelio
preceden a los mandamientos de la ley. . . Es solamente de acuerdo a este orden que es posible una
verdadera vida moral" (p. 483).

Pero cuando discute brevemente el "nuevo mandamiento", lo considera "nuevo" porque en el antiguo
pacto "la iglesia y la nación coincidían", pero en la nueva era se distingue entre los creyentes y el mundo
(p. 486). Bavinck pasa por alto completamente el elemento histórico crucial que Cristo menciona en
conexión con el nuevo mandamiento: "como yo os he amado". Por consiguiente, mientras que Bavinck
ve una prioridad evangélica, simplemente remite al creyente hacia atrás, a los Diez Mandamientos
considerándolos como un "sumario breve de la ética cristiana y una regla incomparable para la vida" (p.
489). Sin embargo, ¿no contempla el Nuevo Testamento el amor de Cristo como ese acto incomparable
que viene a ser nuestra norma y regla de conducta? (Kaye, Law, Morality, pp. 84-85)? Ciertamente
nuestro Señor fue la personificación y cumplimiento perfectos de esa ley; pero en Jesús hay mucho más
que esto (Su obra y palabras): es nuestro punto de partida para la ética cristiana. Una vez más, Bavinck
está en lo cierto cuando afirma:

En resumen, deberíamos de tomar nota de todas las exhortaciones morales del Nuevo Testamento si
fuéramos a resumir enteramente todos los imperativos expuestos para estimular a los creyentes para un
caminar santo. Pero los pasajes citados son suficientes para indicar que todos ellos no se derivan de la
ley sino del evangelio. Independientemente de si los apóstoles se dirigen a los hombres ó a las mujeres, a
los padres ó a los hijos, a los amos ó a los siervos, a las señoras ó a las criadas, a los gobernantes ó a los
súbditos, a todos se les exhorta en el Señor (p. 482).

17
Pongo a su consideración lo siguiente: mientras separemos al Decálogo y lo consideremos como la
esencia de nuestra ética, tendremos una marcada tendencia a restar importancia, o a perder, la dinámica
más significativa de nuestra ética -el amor de Dios manifestado en la muerte de Cristo-, que provee el
ímpetu para una conducta santa. El nuevo éxodo (la muerte y resurrección de Cristo), que constituye un
evento realizado una vez para siempre, trae consigo un "nuevo mandamiento".

Recordemos que en la perspectiva ética a la que estoy llamando su atención, la cuestión no es realmente
de contenido, sino que es "por encima de todo… histórico-redentora" (Ridderbos, Paul, p. 286). Si Jesús
es nuestro punto de partida en la salvación, ¿no debe nuestra ética estar dominada por este punto de
partida?

LA TRADICIÓN LUTERANA:

Helmut Thielicke, Theological Ethics, "Fundations" [Vol. I], (1959; Eerdmans, 1979).

Encuentro muy estimulante la lectura de las páginas 39-150, 609-616 y 648-667 de este volumen.
Thielicke hace muchas observaciones pertinentes, y, más que Bavinck, es sensible a las implicaciones de
la historia de la redención (cf. pp. 39-47). Para nuestro propósito aquí, me gustaría interactuar con el
desarrollo de su idea de que el creyente está al mismo tiempo bajo la ley y no bajo la ley.

Thielicke ve "la justificación como el presupuesto de la ética evangélica" (p. 52). Un poco más adelante,
considera la obra de Cristo y su centralidad en nuestra obediencia (p. 66).

No Bajo Ley

Thielicke observa que en el área de la redención, "la zona en la que aquí se habla al hombre está situada
completamente fuera del dominio de la ley. Si estoy bajo el control de la ley, esto es un signo de que aún
no soy ‘libre’, que todavía no he muerto ni resucitado de nuevo con Cristo, que no tengo aún la
espontaneidad de la nueva existencia. . . el amor, el gozo, la paz, etc. se entienden como expresiones
necesarias y automáticas del evento misericordioso que se ha abierto paso en la vida de los creyentes"
(p. 56).

Esta espontaneidad "es posible únicamente si la Ley no tiene parte en el origen de este impulso total. . .
Este impulso desprovisto de Ley e imperativo es posible solamente en el amor. . . Así, no es la Ley sino
el Evangelio solo el que puede liberar ese amor. . . El amor que se actualiza a sí mismo en buenas obras
es realmente propuesto en y con el amor de Dios que se nos muestra. No necesita intervención
suplementaria alguna de parte de la Ley" para que nazca (pp.64-65).

¿Esta perspectiva nos lleva a admitir que "un imperativo legal parecería ser completamente imposible
(p. 69)? Absolutamente no. Pero la pregunta es, ¿cómo vamos a formarnos una idea de los
mandamientos que nos dirigen bajo el nuevo pacto? Thielicke pregunta, ¿No es el don [de Cristo] lo
suficientemente poderoso y eficaz para afirmarse a sí mismo en la nueva existencia?" (p. 70). Por
supuesto que sí. ¡Y lo admirable de esto es que el mandamiento del amor fluye de este don (Juan 15.12-
13)! O para decirlo de otro modo… -¡El don nos manda!-.

18
Pero, desafortunadamente (en mi opinión), Thielicke ubica el "imperativo" primario en los Diez
Mandamientos (p. 72) y no en el "nuevo mandamiento".

Sin embargo, él, como Bavinck, desea fortalecer la prioridad del evangelio en el imperativo de la ética.
Enfatiza qué importante es encontrar "el punto de partida correcto, del que, una vez alcanzado, todo lo
demás fluirá natural y automáticamente. . . En otras palabras, el asunto crucial. . . es que debemos beber
de la fuente correcta" (pp. 84-85). Y esta fuente es, sin duda, nuestra comida y bebida, Jesucristo (Juan
6.53-57). Resumiendo, Thielicke dice:

El propósito del imperativo no es inmiscuirse en este proceso automático y declarar así que la
justificación por sí misma es incapaz de producir la "nueva creación". Por el contrario, el imperativo nos
demanda más bien que alcancemos ese punto de partida donde el proceso automático entra en operación
(p. 93).

Calvino: Ley y Evangelio Fusionados

Antes de llegar a la consideración que Thielicke hace del creyente "bajo la ley", deseo hacer notar su
interesante observación de que la fusión de ley y evangelio en Calvino conduce a una tendencia
ahistórica en el Calvinismo. Thielicke señala que es imperativo que arraiguemos el amor de Dios en la
historia de la redención (pp. 97-98), y añade que esto se ve amenazado cuando ley y evangelio "se
consideran como dos lados de la misma cosa" (p.99).

Karl Barth, sin duda, es el epítome de una teología que no manifiesta ningún interés por la historia (p.
100). En su esquema, "no hay movimiento de historia salvífica del Antiguo Testamento al Nuevo" (p.
100). "No hay diferencia cualitativa entre los dos Testamentos, sino únicamente una distinción en la
manera en que se dispensa y ofrece la salvación, es decir, la distinción asumida de Calvino entre el
‘modo de administración’ y la ‘sustancia’ de la salvación [Institución, 2:10:2]" (p. 103).

Desde luego, yo no compararía a Calvino y a Barth como si estuvieran en la misma longitud de onda.
Sin embargo, Thielicke simplemente señala qué importante es distinguir entre ley y evangelio, algo que
Lutero realizó en mayor grado que Calvino (p. 106). Pero, ¿no es significativo que en Calvino "tenemos
al menos el germen" de un enfoque ahistórico (p. 120)? Y ¿qué es lo que está a la raíz de esta tendencia?
"Para Calvino, básicamente hay sólo un pacto en muchas formas variadas" (p. 120). "Acorde a esto, hay
una identidad implícita en los dos Testamentos" (p. 104). "Por otra parte, para Calvino el nuevo pacto en
realidad no introduce nada nuevo. . . El nuevo pacto no implica un viraje histórico decisivo" (p. 113).
"Aun cuando Calvino cita pasajes de la Escritura que nos dicen que la Ley predica muerte y
condenación mientras que el Evangelio predica vida y justicia, y que la Ley se abolió mientras que el
Evangelio permanece, cambia la obvia distinción cualitativa entre Ley y Evangelio en una cuantitativa"
(p. 122).

El resultado es que en la tradición Calvinista hay una tendencia ahistórica que lleva finalmente al
extremo de relacionar el Antiguo y Nuevo Testamentos a la manera de dos círculos concéntricos (p.
124).

Esta es la razón de por qué he tratado de enfatizar en mis escritos lo que parece ser (1) la manifiesta
historicidad de los pactos Bíblicos; (2) la indiscutible ahistoricidad del "pacto de gracia" como se

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muestra en la Teología del Pacto; y (3) el innegable viraje histórico decisivo que ocurrió en la
encarnación de Cristo (cf. "Is There A Covenant of Grace?", BRR, Vol.6, #3, pp. 43-53; "Crucial
Thoughts On Law In The New Covenant", BRR, Vol.7, #1 [Ambos disponibles en Castellano bajo los
títulos: "¿Hay un Pacto de Gracia?" y "Conceptos Cruciales Acerca de "Ley" en el Nuevo Pacto"].

Bajo Ley

Thielicke, como Lutero, ve al cristiano como una "piedra tendida bajo el sol, que no necesita que se le
ordene que se caliente" (p. 126). Pero aun en este estado, ya que no ha sido aun glorificada, la piedra
caliente necesita ser exhortada (p. 127). Asimismo, necesita de crecimiento espiritual y madurez (p.
128).

Por consiguiente, Thielicke cree que el cristiano necesita "luces rojas intermitentes a ambos lados del
camino" [el Decálogo] (p. 130). También utiliza otra analogía: "la Ley es una clase de perro pastor cuyo
propósito es llamar a los miembros del rebaño al camino del pastor" (pp.131-132). Por eso, afirma, "la
Ley es necesaria en la vida cristiana para recordarnos que todas las esferas deben relacionarse a nuestra
condición de hijos" (p. 132).

Tengo varios problemas con esta manera de presentar el asunto, problemas que surgen de su
pensamiento y de la Escritura. Primero, en la ilustración del perro pastor Thielicke introduce algo
totalmente ajeno a Juan 10. Las ovejas, de acuerdo a Jesús el Pastor, "oyen Su voz y Le siguen". No es la
voz de un perro pastor (la ley) lo que ellos oyen, sino a Él. No hay necesidad de una voz adicional. La
voz de Cristo es suficiente para guiar a las ovejas.

En segundo lugar, Thielicke afirma que el progreso cristiano o "santificación", "consiste en que yo
permita que la resurrección de Cristo a la que he sido atraído, tenga lugar en mí -en la forma de una vida
nueva y a través de mi propia afirmación de ella-" (pp. 128-129). ¿Dónde está la centralidad de la ley en
esta declaración?

En tercer lugar, ¿por qué se contempla a la ley como la fuente que puede relacionar todas las áreas de la
vida con nuestra condición de hijos? ¿No hemos visto en el Nuevo Testamento que toda relación, es
decir, matrimonio, iglesia, trabajo, está vinculada al amor de Cristo? ¿No es el evangelio suficiente para
informarme de todos los aspectos multifacéticos de mi condición de hijo en Cristo? Thielicke parece
negar aquí lo que afirma en otras partes: "el amor que se actualiza a sí mismo en buenas obras. . . no
necesita intervención suplementaria alguna de parte de la Ley" (p. 65).

Motivación en la Ética Cristiana

Thielicke señala que en la ética cristiana es imposible y erróneo compilar un manual que pueda dar
"decisiones anticipadas" para todos los casos que puedan surgir (p. 648). Esto es así, dice, porque "tales
decisiones anticipadas son posibles solamente dentro de un marco de conceptos más bien ‘legalista’ que
‘evangélico’. Este panorama de las cosas sería tan ‘legalista’ a tal grado que no permitiría al hombre ser
el sujeto actuante en la toma de decisiones. Vendría a ser meramente el objeto, agente o ejecutor de una
decisión ya ha tomada por otros, es decir, por aquellos en autoridad. . . Una característica típica del
legalismo es que no permite al hombre ser sujeto. Le impele ‘externamente’ haciéndole así el objeto de
este impulso que proviene de afuera de sí mismo. El amor es la única obediencia que es enteramente

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indivisa, y en la que el ego tiene la importancia de un sujeto actuante entregado por completo a su
acción" (p. 649).

Creo que todo esto tiene algo que decir al pastor Puritano y a las soluciones que éste ofrecía a una
multitud de "casos de conciencia". El Puritanismo produjo enormes tomos en donde se exponían y
"resolvían" numerosos "casos". Esto parece tener su parangón en la ética de los rabinos, "que fincaban
principalmente su fuerza en elaborar la voluntad de Dios en todo lo posible, desarrollando una casuística
que envolvía toda la vida como en una red" (Ridderbos, Paul, p. 287; cf. pp. 299-300). "Los que tenían
autoridad" en el Puritanismo eran los pastores, y la "cura de las conciencias afligidas" se "encomendaba
a los ministros del evangelio" (Ian Breward, "William Perkins and the Origins of Puritan Casuistry",
Faith and A Good Conscience [1963], p. 8). Se hizo el intento en el Puritanismo de "construir una
teología práctica y teórica que lo incluyera todo, en la que se propuso no pasar por alto ningún problema
espinoso que surgiera cuando alguien trataba de aplicar la ética cristiana a las múltiples situaciones de la
vida diaria" (Breward, p. 6). El Whole Treatise of Cases of Conscience de Perkins(1606) se convirtió en
una "clase de manual popular de sanidad para el alma", y daba instrucciones específicas aun para "los
más pequeños asuntos de conducta" (Breward, p. 9). Me parece que esta manera de tratar las cosas tiene
una orientación antiguotestamentaria (Gál. 3.24-25; 4.1-3), trata a los cristianos como niños pequeños, y
no hace justicia al espíritu de la ética del Nuevo Testamento (cf. R. Nixon, Law, Morality, p. 63; Kaye,
op. cit., Winter, op. cit., p. 197; cf. también la discusión anterior tocante al concepto de Thomas Watson
de la ley como "salvaguarda").

UNA POSICION REFORMADA PROGRESIVA:

Herman Ridderbos, El Pensamiento del Apóstol Pablo (Ediciones Certeza, 1979).

Califico a Ridderbos de "progresivo" ya que tanto él, como G.C. Berkouwer, han reevaluado
abiertamente ciertos aspectos de la tradición histórica Reformada. Por otra parte, es evidente que
Ridderbos es profundamente sensible a la orientación histórico-redentora de Pablo. En su conjunto, el
tratamiento de Ridderbos de la "nueva obediencia" (pp. 267-340) es muy satisfactoria. Ridderbos dice,
"el imperativo [al deber] descansa en el indicativo [de la redención] y este orden no es reversible" (p.
269). Esto, sin duda, tiene su paralelo en la enseñanza de Juan 13.34, donde el imperativo de amar
descansa en la realidad del amor de Cristo en la cruz.

Romanos 12.1-2

En los escritos de Pablo, dice Ridderbos, " predomina este punto de vista teocéntrico [centrado en
Dios]". Esto es evidente, por ejemplo, en Ro 12.1-2 donde "hallamos primeramente la apelación a la
obra redentora de Dios en Cristo" y es "el punto de partida" de la instrucción práctica a la iglesia (p.
273). "El punto de vista teocéntrico. . . constituye el gran punto de partida de la parénesis [ética]
paulina" (p. 274). La demanda que se nos impone surge de la redención de Cristo y es "absoluta", lo que
significa que toca por completo todas las áreas de la vida y abarca cada una de nuestras acciones (P.
265).

Ridderbos cree que "los mandamientos y preceptos tienen.... su raíz y su motivo más profundo" (p. 289)
en la muerte y resurrección de Cristo.

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La Ley Como la Regla de Vida

A la luz del "carácter teocéntrico y absoluto" de la ética de Pablo "surge casi lógicamente la pregunta de
si puede determinarse y en qué manera la norma de la así descrita vida nueva" (p. 292).
Específicamente, ¿funciona la ley "como norma de la vida nueva” (p. 292)?

La conclusión de Ridderbos es que "es imposible sostener que el amor o el Espíritu y aun Cristo mismo
es la norma y regla de conducta de la vida nueva, al menos si se pretende con ello sustituir la ley" (p.
295). Así es que él ve la ley como una "fuente del conocimiento de la voluntad de Dios" (p. 296).
Mientras que es evidente que la ética esencial de ambos Testamentos es la misma; uno se pregunta si
Ridderbos está haciendo justicia a la ley que está conectada al nuevo pacto (Juan 13.34; Gál. 6.2),
especialmente a la luz de otras declaraciones que hace como la siguiente, "la ley en su forma histórica no
siguió siendo la misma después de la venida de Cristo" (p. 297).

De este modo, la ley como Escritura instruye al cristiano en justicia, pero la ley como pacto ya no
predomina (p. 297); cf. mi "Believer’s Rule of Life", BRR, Vol.8, #4, p. 15). "Con el advenimiento de
Cristo", dice Ridderbos, "la ley también, en cuanto a su contenido, fue puesta bajo una nueva forma de
justipreciación, y que el desconocimiento de esta nueva situación significa la negación de Cristo (Gál.
5.2) (p. 298). Así es que, "[Cristo] también representa la nueva norma de juicio en cuanto a lo que en la
ley ya ‘tuvo su tiempo’ y aquello que tiene validez permanente (Col. 2.17)" (p. 299). Es a la luz de esto
que Ridderbos dice lo siguiente con respecto al mandamiento del sábado:

El hecho de que Pablo habla de esta manera con respecto al sábado [Col. 2.17] prueba que para él el
cuarto mandamiento del Decálogo ya no tiene significación permanente. Además, como parece
probable, la observancia del primer día de la semana no fue considerada como la prolongación
neotestamentaria del sábado del Antiguo Testamento (citado por Bandstra, p. 92, nota 79).

"En Cristo" podemos hacer frente cabalmente a los Diez Mandamientos -aun el sábado-, el cual, como
una sombra, encuentra su cumplimiento en Cristo, que es el cuerpo (Col 2.17).

"No puede quedar duda alguna" sigue diciendo, "de que con la venida de Cristo no se abrogó la
categoría de la ley, sino que ha sido mantenida e interpretada en su sentido radical (‘cumplida’; Mt.
5.17); y que, por otra parte, la iglesia ya no tiene que ver con la ley a no ser en Cristo y entonces es
énnomos Cristou (en la ley de Cristo)" (p. 299).

El estudio que hizo Ridderbos de Pablo le llevó a concluir que Cristo ha traído consigo un "nuevo
canon" que es "sobre todo de naturaleza histórico-redentora" (p. 299). "El canon que se dio con la nueva
creación (Gál. 6.16), representa tanto la categoría de la ley (1 Co 7.19), como también la del amor (Gál.
5.6) y del Espíritu (Fil. 3.3). . . De ello puede surgir, por una parte, que la ley que fue dada una vez ya no
tiene la misma importancia. El contenido de la voluntad de Dios también es determinado a partir de
Cristo como iniciador de la nueva creación. Por lo tanto, servir a Dios en el Espíritu no significa
solamente una nueva posibilidad para el cumplimiento de la ley, sino también un nuevo concepto de la
misma, el de la fe en la obra consumadora de Cristo" (p. 300).

22
Por esto, como podría esperarse, la ética Paulina es comparable al orden que encontramos en Juan 13.34,
"El contenido de la nueva obediencia", observa Ridderbos, "también en las epístolas de Pablo, halla su
expresión más céntrica y fundamental en el amor. . . En primer lugar este amor deriva su significado
central del hecho de que es el reflejo del amor de Dios en Cristo. . . El amor de Dios revelado en la
entrega de Cristo mismo y que se concreta en el amor de la iglesia mediante el Espíritu Santo, es el
verdadero secreto y la expresión más evidente de su santidad. . . La aplicación del mandamiento del
amor, en consecuencia, tiene para Pablo el claro significado de estimular en la iglesia la fuerte noción de
la responsabilidad mutua. . . La libertad en Cristo debe manifestarse ante todo en el servicio mutuo de
los creyentes (Gál. 5.13). . . La especificación detallada de este amor constituye una gran parte del
contenido de la parénesis [ética] paulina" (306, 307, 308, 310).

En términos de una estructura ética total, es claro que Ridderbos ve la prioridad de la persona y la obra
de Cristo. Nuestros deberes fluyen de nuestra unión con Cristo. El nuevo éxodo consumado por Cristo es
el punto de partida de la amplia demanda que se hace a aquellos que "viven" para Cristo (2 Cor. 5.14-
15).

VEREDICTO, UNA REVISTA DE TEOLOGÍA:

Noviembre de 1979, pp. 26-28.

Este número de Veredicto, escrito por Robert D. Brinsmead trata de los "Luteranos En Crisis Tocante a
la Justificación Por la Fe". Este ejemplar contiene mucho material excelente. Para nuestro propósito
aquí, quiero considerar la sección que estudia el "tercer uso de la ley" (pp. 26-28).

Antes de comenzar, deseo señalar que el Sr. Brinsmead es sensible a la importancia de la manifestación
histórica de Cristo. "En el Antiguo Testamento la acción salvífica de Dios tuvo lugar en el evento
Éxodo-Sinaí, que viene a ser el tipo de la gran acción salvadora en el evento muerte-resurrección" (p.
18). "Los profetas también habían hablado de un nuevo éxodo al fin de la era bajo las órdenes de un
nuevo Moisés. En esta nueva acción redentora, Dios haría nuevas todas las cosas. Habría un nuevo pacto
para un nuevo Israel. . . El libro de Juan presenta a Jesús como ese nuevo Moisés del nuevo éxodo. . .
Así como el primer Éxodo dio origen a la nación de Israel, el nuevo éxodo en el Calvario daría
nacimiento al nuevo Israel" (p. 21). No me imaginaba que cuando el Sr. Brinsmead escribió esto, había
explorado la relación e implicaciones que este nuevo éxodo tenían con el "nuevo mandamiento". Sin
embargo, en una conversación que sostuvimos a principios de 1980, indicó que estaba estudiando esto
con más detenimiento.

El "Tercer Uso de la Ley"

En el "tercer uso de la ley" lo que se discute es esto: "¿Es la ley una norma de conducta cristiana y una
regla de vida?" (p. 26). Brinsmead formula algunas preguntas para aquellos que tienen problemas con
este "tercer uso" de la ley. Creo que al hacer frente a estas preguntas podemos separar varias áreas
cruciales donde nuestro pensamiento puede aguzarse bíblicamente. Se hará evidente que estas preguntas
asumen la validez de ciertas proposiciones que me parece que necesitan reexaminarse seriamente.

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1. "Si la ley de Dios no se acepta seriamente como Su voluntad para la vida del hombre (tercer uso),
¿no pierde su filo la función acusadora a la ley (segundo uso)?. . . ¿No debe una persona oír la ley
como regla de vida antes de que se le acuse de pecado? (p. 28)

Estas preguntas asumen que primero hay que predicar ley y luego evangelio. Pero, ¿dónde dice Cristo en
Juan 16.8-11 que el Espíritu usará la ley para traer a los hombres a Cristo? Más bien, como dice Leon
Morris, "No debe perderse de vista que los tres aspectos de la obra del Espíritu Santo que se consideran
en estos tres versículos deben interpretarse Cristológicamente. Pecado, justicia y juicio deben entenderse
en base al modo en que se relacionan al Cristo" (Commentary On John, p. 699). Además, en la
predicación que encontramos en Hechos, ¿dónde se predicó la ley como la regla de vida para convencer
de culpa (cf. Hech 2.37)? Como señala F.F. Bruce, "no hay evidencia que pruebe que Pablo utilizó
alguna vez la ley de este modo" (Paul: Apostle of the Heart Set Free, p. 192). ¿En qué parte de las
Escrituras se revela que el Espíritu Santo utiliza el "filo" de la ley para acusar de pecado? ¿No es
perfectamente convincente la demanda polifacética que se conecta con la venida de Cristo (i.e., Lucas
14.25-33), y la enseñanza de Cristo (Mateo 5-7) ? James Buchanan afirma con toda razón que:

Puede afirmarse con toda seguridad que es por medio del testimonio del Espíritu con respecto a Cristo
que [el pecador] es llevado a ver primero la magnitud de su culpa. . . La exaltación de Cristo. . . es
suficiente. . . para conseguir que se dé perfecta cuenta del pecado. . . De aquí que creemos que el
Evangelio de Cristo, y específicamente la doctrina de la cruz de Cristo, es el instrumento más poderoso
para impresionar la conciencia de un pecador. . . Y esto es así porque el Evangelio, y especialmente la
doctrina de la cruz, contiene en ella el espíritu y esencia de la ley (The Doctrine of the Holy Spirit, p.
64).

Recordemos que estoy abogando por una reorientación de nuestro pensamiento a la luz de un
dogmatismo que da la impresión de que la ley es el único medio de convicción (cf. Walter Chantry,
Today’s Gospel: Authentic or Synthetic?, p. 39). Es obvio que cuando la ley llega a los pecadores, juega
un papel acusatorio. Pero aun en esto, como señala Buchanan, el evangelio tiene prioridad.

2. "Si decimos que el evangelio más bien que la ley informa a un cristiano en cuanto a cómo debe vivir,
¿no hemos convertido el evangelio en una nueva ley? ¿No significa esto que no se puede mantener la
distinción adecuada entre la ley y el evangelio?" (p. 28).

Espero que ha resultado claro de nuestro examen de la Escritura, y de la interacción con otros libros,
que efectivamente el nuevo éxodo trae consigo una nueva demanda -no Diez Mandamientos, sino un
"nuevo mandamiento" de gran amplitud-, que está en total armonía con la Ley y los Profetas (Mt. 7.12;
22.40). Pero si tomamos seriamente la historia de la redención -como Brinsmead lo hace- entonces ¿no
debemos afirmar vigorosamente que el evangelio es completamente suficiente para informar a un
cristiano en cuanto a cómo debe vivir? ¿Hay alguna área de nuestra vida que quede sin tocar por las
implicaciones del "como yo os he amado? Ya que Brinsmead reconoce que Jesús es un nuevo Moisés,
¿por qué no ir a Él en busca de ley? ¿No es necesario que nos percatemos de que la distinción tradicional
ley/evangelio es esencialmente una omisión del avance de la historia de la redención hacia un mejor
pacto?

3. Si decimos que el Espíritu Santo guía al cristiano aparte del uso de la ley, ¿no estamos rechazando
el antiguo y bien establecido principio Luterano de ‘los medios de gracia’?. . . Y ¿no es así que la idea

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de vivir sin una regla de vida objetiva nos expone a todo tipo de romanticismos acerca de la existencia
cristiana?" (p. 28).

Aquí se asume que el Decálogo es el único "estándar objetivo" concebible. Pero éste es un supuesto
falso. El Nuevo Testamento habla de un "canon" (regla) para el nuevo Israel y ese es la "nueva creación"
(Gál. 6.15-16). La "ley de Cristo" (Gál. 6.2), la ley del amor, es un estándar muy objetivo, y es el punto
de partida de la ética cristiana. El Espíritu Santo guía al creyente "según Cristo Jesús" (Ro. 15.5; cf. Fil.
2.5; Ef. 4.20-21). Una vez más, debemos preguntar, ¿por qué nos retraemos de empezar por el nuevo
éxodo; por qué lo omitimos y comenzamos con el antiguo éxodo? El Espíritu Santo, por medio del
evangelio objetivo, nos lleva de "fe en fe", de "gloria en gloria" y nos da "gracia sobre gracia" (Ro. 1.17;
2 Cor. 3.18; Juan 1.16). Este evangelio no hace a la ley inútil; pero, en un sentido histórico-redentor, la
subordina a la revelación de Cristo en el evangelio.

4. Si los Luteranos persisten en relajar el imperativo moral, ¿no cesará de ser urgente el evangelio de
la justificación por la fe y eventualmente dejará de ser del todo relevante?" (p. 28).

Aquí el supuesto es que fuera del Decálogo no hay "imperativo moral". Sin embargo, repito: no hay
imperativo moral más penetrante que el que surge del evento del Gólgota (Juan 13.34-35; 15.12-13; 1
Juan 4.9-11). Si no cambiamos a un estilo de vida sacrificial en consideración a la demanda
proporcionada con la cruz, entonces todos los mandamientos del mundo no producirán en nosotros una
vida santa. Si el amor de Cristo no nos constriñe, nada lo hará. Como lo dice Thielicke, "Si estoy bajo
el control de la ley, esto es un signo de que no soy ‘libre’ todavía. . . que no tengo aun la espontaneidad
de la nueva existencia" (p. 56). Sí, hay mandamientos; pero están dirigidos al pueblo que el Espíritu ha
libertado para servir de corazón a la justicia (Ro 6.17-18). Hay un indicativo que precede al imperativo.
Los mandamientos de Cristo se guardan porque hay amor en el hombre interior, un amor que se da en
respuesta al amor ilimitado de Dios en Cristo (Juan 14.15; 1 Juan 4.19). Si perdemos esto, afirmo que lo
perdemos todo. Si esto cautiva nuestro corazón, serviremos a Dios bajo el régimen nuevo del Espíritu y
no bajo el régimen viejo de la letra (Ro 7.6; 2 Co 3.6).

Quiera el Señor complacerse en usar este estudio como un estímulo para que crezcamos en Él que es la
Cabeza (Ef. 4.14-15). Hermanos, he puesto a su consideración que hay algo que se ha perdido en la
mayoría de los modos en que se ha enfocado la ética. Ese "algo" ha provocado que se tenga en poco el
imperativo ético que se conecta con la cruz, el "nuevo mandamiento" de Cristo. Ojalá que las palabras
del antiguo himno tomen un nuevo significado para nosotros a la luz de lo que ha sido estudiado:

Cuando contemplo la cruz maravillosa. . .

Considero como pérdida Mi mayor riqueza,

y desprecio mi orgullo y altivez. . .

Amor tan asombroso, tan divino,

demanda mi alma, mi vida, mi todo.

FIN

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