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Artículos / Eje 2.

Políticas de la memoria

De la Generación del 80 a la década del 30.


La literatura como memoria de clase
Rubén Dellarciprete
Centro de Literaturas y Literaturas Comparadas
IdIHCS (Instituto de Investigaciones en Humanidades
y Ciencias Sociales), Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación, Universidad Nacional de La Plata
rdell@netverk.com.ar / rdellarciprete13@gmail.com

Resumen
Observar, decodificar, categorizar y contar son todas ope- Palabras clave:
raciones dirigidas contra la evanescencia de la modernidad. tradición, memoria, elitismo,
modernidad, Buenos Aires.
La venganza, la atrofia estética, el arribismo, la indecencia,
la frivolidad liberal constituyen estigmas indeseables que
atentan contra la «integridad» de Lucio V. López y sus re-
presentados. El autor de La gran aldea (1884) ve peligrar los
intereses económicos y culturales, y construye una «memo-
ria literaria» que intenta clausurar por derecha e izquierda
la simbólica Buenos Aires. Al igual que Enrique Loncán en
Aldea Millonaria (1933), mira sin comprender lo que Wilde
había definido con simplicidad filosófica: «La conservación
absoluta es una imposibilidad en el mundo en que todo va
de tránsito». Las nuevas comunidades locales, que consti-
tuían la densa amalgama demográfica y social, y su modo
de habitar Buenos Aires, se van apropiando del imaginario
y sus variables simbólicas para modificar progresivamente
la memoria constituida sobre las identidades tradicionales.

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Abstract
To observe, decodify, categorize and relate, are all opera- Key words:
tions against modernity evanescence. Revenge, aesthetic tradition, memory, literature,
modernity, Buenos Aires.
atrophy, indecency and liberal frivolity are the undesi-
rable stigmas which attempt against Lucio V. López
«integrity» and his group. In La gran aldea (1884) the
author believes that economic and cultural interests are
in danger and makes «literary memory» trying to close by
all means the symbolic Buenos Aires. As Enrique Loncán
in Aldea Millonaria (1933) sees without understanding
what Eduardo Wilde had defined with filosofic simplici-
ty: «Absolute conservatio is an imposibility in this world
where everything changes.» The new local communities,
which will conform the dense demographic and social
amalgam and their way to occupy Buenos Aires, are
appropriating the imaginary ideas and their symbolic
variables in order to modify progressively the constituted
memory about traditional indentities.

Un intérprete de la historia reciente de 1852 en las que defendió el pacto de San


Literatura de observación y crítica Nicolás y fue vencido por Mitre y la políti-
El viaje al pasado de Lucio V. López en ca porteña. La gran aldea se aparece como
La gran aldea se fundamenta en diver- literatura de venganza. (Viñas, 2005:71)
sidad de motivos, preservar la memoria
colectiva, construir un sujeto competente No tan sólo literatura de venganza,
que pueda dar cuenta de esa memoria, probablemente se trate de literatura de
o exteriorizar preocupaciones de índole observación y crítica. El cronista Julio
personal, como sugiere David Viñas en Rolaz, narrador de la novela, es un intér-
Literatura Argentina y política: prete de la historia reciente. Durante la
primera parte de la estructura narrativa
A través del empastado y sublimación no- regresa al pasado, ejerce la memoria,
velescas, Lucio V. López, se desquita de la para saldar cuentas con el mitrismo; en
humillación sufrida por su padre Vicente la segunda observa y elabora el relato
Fidel López, durante las jornadas de junio sobre «el disgusto nacional», combina-

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ción de indolencia liberal e interferencia No es discutible que sobre el final el
de los «advenidizos» en el Poder. La narrador regrese al pueblo donde esta-
representación discursivo–literaria toma ba el colegio, su amigo y su hermana
múltiples formas: la descripción irónica, con pretensiones de revivir un pasado
la reproducción en discurso directo de las amoroso inconcluso, experiencia de una
psicologías e ideologías imperantes y la época ingrata. La aseveración de Ludmer
narración en primera persona. El punto es producto de su estrategia crítica, pero
crucial de la historia o las historias con- no responde a la realidad textual de la
tadas en La gran aldea, se encuentra en el novela. Julio Rolaz no regresa al Colegio
lugar de la enunciación. Si consideramos por el Colegio mismo, como lo hace
que se trata de una ficción autobiográfica, Miguel Cané en Juvenilla, comparación
como lo dice Josefina Ludmer en El cuer- que establece la autora en la obra citada;
po del delito, la asociación entre narrador vuelve al encuentro de su amor de adoles-
y autor resulta una lectura legitimada por cencia. «Valentina me esperaba y busqué a
su estructura. Valentina en el pueblo del colegio (López,
Según Viñas, el protagonista observa y 1967:135)». Quedan claros los motivos y el
por lo tanto cuenta escondido «debajo de lugar al cual retorna, que no es puntual-
la mesa», donde además acostumbraba a mente el lugar donde cursó sus estudios.
leer de niño; este lugar simbólico da es- Una vez desencantado por lo que con-
pesor al narrador protagonista. También sidera un mal generalizado de las mujeres
mira desde un «palco–balcón», donde se de la época (privilegiar maridos con buena
desvanece su sensación de «inseguridad y posición económica por encima del amor,
caída», y acopia conciencia sobre la reali- «mandato» del cual no escapa Valentina),
dad que lo rodea. El «abajo y arriba» como la voz narrativa vuelve inmediatamente a
referentes espaciales abren un panóptico. enunciarse desde Buenos Aires, a ejercer
Ludmer ubica la posición del escritor la memoria. En la ficción no se pone de
narrador en un lugar menos metafórico manifiesto taxativamente la necesidad de
pero quizás también menos verosímil. volver a vivir los viejos tiempos escolares.
Sus palabras en La gran aldea son por
A partir de entonces la narración se mueve demás elocuentes: «Pocos meses después
hacia el pasado político, desde la muerte del abandonaba el colegio donde había pa-
padre hasta el colegio, y hacia la catástrofe sado años tan tristes» (López, 1967:61).
(o moraleja) final, que hace retornar al El período de enseñanza primario–
narrador al espacio del colegio, donde se secundario repite en la ficción la expe-
enamoró y leyó, a los diecisiete años. Y riencia biográfica del autor, desterrado
desde allí está escrita. (Ludmer, 1999:40) en Montevideo por el enfrentamiento

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entre su padre y Mitre; López no guarda relación directa con el espacio físico, sino
buenos recuerdos sobre la época escolar con la memoria sobre el modelo pedagógi-
secundaria en la ciudad de los exiliados: co de la «nación». Cincuenta años después,
«El estudio me entristecía; no tenía la Enrique Loncán repite la estrategia narra-
cabeza robusta de mis compañeros, que tiva pero no ya con «la gran aldea» como
mordían y digerían el Vallejo como un escenario, sino con «la aldea millonaria».
manjar exquisito» (Solari, 1949:11). Sus textos (relatos, diálogos, epístolas) son
Resulta difícil atribuirle al relato la inten- construidos por un Argos1 que acecha
ción de formular «la fábula de la identidad desde la moral de clase. En algunos casos
nacional que coincide con la autobiogra- la voz narra desde el interior mismo de la
fía» (Ludmer, 1999:28) cuando el período historia, cercana, casi en contacto con las
recuperado es poco estimado por la memo- conductas e ideas que critica; en otros, se
ria del narrador y además transcurre en el fragmenta en posiciones dispersas, corpo-
extranjero. La necesidad que tiene Josefina rizadas por variedad de personajes, ficticios
Ludmer de aunar literariamente estrategias o históricos, así como en oportunidades
con Cané y la escritura de Juvenilla, textos toma distancia y habla desde una perspec-
que aparecen en asociación paradigmática tiva privilegiada, otorgándole al dictamen
en el corpus analizado del 80, fuerza el una validez incuestionable.
ámbito de la enunciación. La caricaturización de la tía Medea
En La gran aldea, Julio narra desde una al comienzo de la novela de López, por
posición distante. Cuenta que regresó medio de trazos hiperbólicos se acerca a
a la escuela pero no está ahí, ni siquiera lo paródico:
metafóricamente. En el último párrafo
retoma el personaje de Blanca para cerrar Tenía unos pulmones dignos de alimentar
su historia personal desde una perspectiva el órgano monstruo de Albert Hall; y sus
moral. Se posiciona dentro de una escala iras inclementes y casi mitológicas, bro-
de valores pero ajeno a un lugar físico. Ló- taban de sus labios como un torrente de
pez moraliza la sociedad de «la gran aldea» lava. (…) La representación de la supuesta
y se encarga de producir la división exacta conducta de su marido: ¡Viejo libertino y
entre lo que se debe hacer y no hacer, me- sinvergüenza, inmoral, corrompido, sucio!
jor dicho entre los que «deben ser» y los (…) La utilización irónica de comparacio-
que «no deben ser», pero nada de esto tiene nes bíblicas: «Mi tía Medea nunca dejaba

1. Argos Panoptes, según la mitología griega, era un gigante que poseía ojos en la parte trasera de la
cabeza, constitución que lo convertía en un ser ideal para desempeñarse como guardián.

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de echarme en cara que al morir mis padres lugar de la realidad social, en qué nivel o
me habían recogido por favor y como un instancia se constituyen los sujetos? (…)
acto mil veces más caritativo que el de la Más específicamente: ¿qué relación hay
hija del Faraón, salvando a Moisés de la en esa constitución, entre los aspectos que
corriente del Nilo» (López, 1967:5–7). suelen llamarse objetivos —por ejemplo, su
inserción en la estructura socioeconómica o
Las citas previas configuran un cuadro en la estructura política. (Romero, 2007:25)
de vida que describe a la tía en su mo-
ralina, según la mirada despectiva del López resuelve la contradicción con
narrador, punto de vista que por extraña mayor comodidad que un historiador (al
paradoja retoma Julio cuando debe des- momento de rendir cuentas epistemoló-
cribir el comportamiento de los «otros» gicas) porque está escribiendo un relato
en la Buenos Aires de principios de los 80. de ficción, sin dejar de lado el proceso
Con un grado de sutileza que el grotesco histórico que es un referente mimetizado
no permite avizorar en Medea, López con la poiesis formalizada por la crónica
ocupa su lugar para juzgar la vida de los aldeana. La constitución del sujeto políti-
Montefiori y sus contemporáneos. Si la co en esta primera parte es ineludible por
novela en gran medida se despolitiza en la el período revulsivo que atraviesa: desde
segunda parte, no se desideologiza. Desde la batalla de Pavón hasta las acciones par-
la memoria del «deber ser (nacional)» se tidarias previas a las elecciones generales
evalúa la conducta de los personajes. forman parte de sus recuerdos.
Lucio V. López desdobla la descripción Medea y su entorno le permiten al
de la Buenos Aires de mediados de siglo narrador dar cuenta del estándar político
en la construcción literaria de dos sujetos: de ese momento, gobernado por un po-
el sujeto político y el sujeto autobio- der personal aunque ausente de cuerpo,
gráfico. Según Luis Alberto Romero, el inconmovible, casi de origen divino, un
problema del historiador o cronista: Deus ex machina del grupo.
Trevexo reproduce el pensamiento del
No se trata de saber «quienes son los que «general predestinado», pensamiento que
son» sino qué tipo de definición es útil o López demuestra conocer en profundi-
adecuada para el análisis histórico. ¿En qué dad.2 Mitre fue quien colaboró con mayor

2. La discriminación contra los jóvenes que contiene el discurso partidario de Trevexo actualiza una
polémica de la cual participó López como representante de las nuevas generaciones. La conciliación
entre Mitre, Alsina y Avellaneda no contó con su apoyo. Acompañó a Aristóbulo del Valle en la funda-
ción del Partido Republicano o «fracción republicana» del Partido Autonomista, en cuyas filas militaron

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énfasis para instalar la doctrina liberal de la clase dominante se encontraba en la
Adam Smith. Trevexo sintetiza y legitima escasa adhesión que despertaba en los in-
la postura dominante: «La forma demo- tegrantes del campo popular. Trevexo, sin
crática se inspira en el derecho natural ambigüedades, lo explicita: «¿Qué sería
(…) el derecho positivo codifica la sanción de nosotros, señores, (…) si entregáramos
de las legislaciones inéditas del derecho a las muchedumbres el voto popular?»
natural y nosotros exclamamos: "¡El pue- (López, 1967:24). El sujeto político que
blo somos nosotros!"» (López, 1967:23). domina el período se ve doctrinariamente
El narrador pone al descubierto el representado en el discurso de Trevexo, a
sofisma de Trevexo y la argumentación la vez que resulta sometido y cuestionado
mitrista que instaura el derecho natural por las maniobras irónicas del autor.
(motivo denso de la doctrina liberal) con No se puede discutir el corte y la alte-
el sistema democrático, y concluye con ración significante que implica la división
la suma de la representación del pueblo, en dos etapas de la novela, pero ciertos
en Buenaventura, Trevexo, Medea y sus motivos mantienen la unidad moral o de
seguidores. Para que esta impostación conciencia de Julio Rolaz. Su tendencia
se sostenga en el tiempo, el orador co- misógina es uno: «¿Entiende usted, Misia
opera con la refutación crítica sobre la Medea? —agregó dirigiéndose en voz
posibilidad de instrumentar el sufragio baja a mi tía—. No, señor don Higinio;
universal, posición política que no era pero yo también lo encuentro admirable
exclusiva del mitrismo. El problema de como usted» (López, 1967:24).

hombres jóvenes bajo la inspiración de Sarmiento, que desde El nacional sostenía su bandera política.
La relación entre López y Sarmiento está signada por el acercamiento o el alejamiento del sanjuanino
respecto de Mitre.
En el número 24 de la Revista de Octubre (setiembre de 1873) López escribe un largo comentario crítico
sobre las Cartas Quillotanas. En el mismo expone su punto de vista acerca de las ideas que confrontan
Alberdi y Sarmiento, dedicándole particular atención al modo en que cada uno de ellos presenta sus
argumentaciones. Si bien durante el desarrollo de la exposición, López equilibra por partes iguales los
méritos estilísticos y el valor de los pensamientos en disputa, la peripecia crítica final deja muy mal parado
a Sarmiento, confinándolo a una derrota discursiva. La causa por la cual se distancia del sanjuanino se
puede encontrar en otro breve artículo del mismo número de la revista, donde describe con ácida ironía
el oportunista acercamiento de Sarmiento a Mitre durante la inauguración del monumento a Belgrano. No
es nuestra intención abonar la teoría de la venganza que esgrime Viñas, pero la verdad no se encuentra
muy lejana si se recuerda la ardua disputa por la historiografía oficial que venían manteniendo Vicente
Fidel López y Mitre por entonces. Cualquier personaje, por ilustre que fuera, que se acercara al «Gene-
ral Buenaventura» caía indefectiblemente bajo la mordacidad crítica de López (Solari, 1949:16 y 18).

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El desprestigio, si uno lo reduce a Me- Nouzeilles considera que la literatura se
dea, lo puede justificar como merecido convirtió en un espacio prolífico para
por los antecedentes que la misma acredita generar respuestas a la parcial modifica-
en la historia, pero si uno lo expone com- ción del lugar social de las mujeres que
parativamente con el trato que reciben en comienza a insinuarse en los principios
general los personajes femeninos, podría modernizadores. Es decir, la ficción uti-
concluirse que está dirigido a la mujer y lizada como preservación de la memoria
no se focaliza exclusivamente en su tía. que legitimaba los privilegios del hombre.
Ludmer también advierte la actitud En La gran aldea, la mujer en general,
misógina del narrador aunque la confina sobre todo las que ocupan un rol sig-
a una aversión contra las cazafortunas e nificativo en la segunda parte, incluida
indignas habitúes del Colón, institución Valentina, resultan un foco irradiador
que, como el Covent Garden de Cané, de fuerzas desequilibrantes para la men-
debería producir una purificación natu- talidad burguesa. La clave representativa
ral de clase y además de género. Según de este corte hombre/mujer se produce
Ludmer, «la misoginia de La gran aldea cuando Julio Rolaz resiste la pulsión
culmina en la cazuela» (Ludmer, 1990:68) erótica y mantiene su integridad moral
del gran teatro. El siguiente pasaje ejem- frente a la propuesta amorosa de Blanca
plifica «la solución final (ídem)» que casada con su tío. El sujeto transgresor o
propone López y el autoritarismo de los «criminalizado» por su conducta, si segui-
patricios: «"Los que tenéis autoridad, mos la línea de pensamiento de Nouzilles
abolid la cazuela, meted en ella el ele- podría estar representado por Blanca.
mento masculino; la mujer sola se vuelve Si uno piensa que el Código Civil
culebra en aquel antro aéreo"» (ídem:119). redactado por Vélez Sársfield unos años
No se puede pasar por alto el enfrenta- después de La gran aldea otorgaba a las
miento hombre/mujer que, conforme a mujeres los mismos derechos que a los
Gabriela Nouzeilles, atravesaba la socie- menores de edad, los locos y los idiotas,
dad de la época. En su trabajo «Políticas puede acordar, sin temor a equivocarse,
médicas de la histeria: mujeres, salud y re- que en el contexto de la novela de López,
presentación en el Buenos Aires del fin de y por extensión en la sociedad del 80, la
siglo», expone que la fuerza desarrollista mujer, en ciertas circunstancias, pasó a
de los primeros intentos modernizadores ocupar el lugar del «otro». Por lo tanto,
en Latinoamérica supuso la expulsión si tomamos como referencia válida la tesis
de la comunidad deseada de aquello que de la autora citada, encontramos que el
el ojo aristocrático–burgués percibía relato trasciende las circunstancias que
como distinto de sí (Nouzeilles, 1999). rodean la relación entre dos personajes de

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ficción, para trasladar al campo literario desacralizadora y bufonesca al encomio
un problema de género. mesurado. Este recorte memorístico de
Por otra parte, el sujeto autobiográfico, la ciudad emerge con un grado mayor
tras el cual se perciben los hologramas de de aprobación, incluso en la compara-
una ciudad en tránsito, se reconstruye en ción con el urbanismo de los ochenta.
el recuerdo.3 Su método de representa- La pequeñez del centro contribuye con
ción es la elaboración de tipos sociales, la decantación y el control taxonómico
saga que logra continuidad, expansión y de clase. «La calle Victoria, el boulevard
densidad, a principios del siglo XX, en de la fashion de la gran capital» (López,
los estudios sociológicos de José Inge- 1967:29) estaba regido por los vende-
nieros, en las prácticas literarias de Fray dores «principescos», dueños de una
Mocho, y en las glosas de las vidas por- versatilidad que les permitía regular sus
teñas que Enrique Loncán contextualiza estrategias de venta según acudiera, por
en la clase dominante. la mañana, «una parda criolla», o una
El hombre de ciudad, antecedente de burguesa de la high sociate por la tarde.
los personajes que habitan las páginas Eran tenderos que tenían «la alcurnia y
de Aldea millonaria (1933), está situado los méritos de aquella juventud dora-
muchos años antes del momento de su da, hija de la tierra, último vástago del
escritura. El regreso al pasado y la reco- aristocrático comercio al menudeo de la
rrida por las calles porteñas de Julio Rolaz colonia» (ídem:30).
no se contamina por el enjuiciamiento El acoso de la transformación urbano–
que practica el narrador contra la política edilicia del presente regula la lectura del
dominante. Rolaz rescata del olvido las pasado al punto de convertirla en acrítica.
costumbres perdidas y su retórica cons- La indefensión de «los herederos» los em-
tituye un signo explícito del giro que ha puja a la recuperación simbólica, modela-
dado su punto de vista. Pasa de la ironía dora e indiscutible por su índole. Según

3. Fernando Aliata considera que Lucio V. López, más allá de confinar el pasado a una imagen estática,
cristalizada, también transmite el comienzo del cambio que la ciudad está viviendo. Se sitúa en el borde
de la ciudad anterior y la que está naciendo (Aliata, 1992:58). Cito: «En 1873 comienza el largo proceso
que culminará con la destrucción total del antiguo fuerte y su reemplazo por la actual Casa Rosada.
En 1882 desaparece la Recova Vieja, ese mismo año Pedro Benoit modifica el Cabildo colonial hasta
dejarlo irreconocible. Poco después le llegará el turno al primer Teatro Colón que es transformado en
Banco de la Nación. Bajo la égida de Torcuato de Alvear, surge en esos años la Avenida de Mayo, se
acentúa la tendencia al desplazamiento de la elite hacia el norte y se produce con ello el abandono de
las formas tradicionales de hábitat» (Aliata, 1992:55).

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Fernando Aliata (1992:56): «La Buenos ancestrales dueños de la cultura. El ten-
Aires de la primera mitad del siglo XIX dero prototípico, Narciso Bringas, no era
termina por constituirse en un mito». La sólo un comerciante, era un guerrero y
pequeña Buenos Aires se recorta en el hombre de partido. Había combatido en
pasado, controlable, al punto de revalidar la Revolución de Settiembre y en Cepeda.
lo que la generación del padre de López El encandilamiento por el pasado llega a
había combatido, la cultura colonial. La tal punto que Julio Rolaz no muestra sig-
concepción de Lucio V. López contraría nos de incomodidad o disgusto cuando
la visión de la Generación del 37 que tiene que describir a Bringas, a pesar de su
asociaba el futuro con el libre cambio carácter mitrista. Los enemigos internos
pero es sustento de «la aldea millonaria» integran una alianza frente a los factores
de Loncán, donde se manifiestan las exógenos o enemigos externos.
claudicaciones económicas y poéticas Después de veinte años Buenos Aires
del proyecto liberal. El poder significante transita el cambio. Trevexo ha desapa-
del río por donde inevitablemente todo recido de la política. La federalización
lo bueno de la modernidad debía llegar, ha doblegado los conflictos facciosos y
permitiendo la evolución de las ideas los levantamientos partidarios. La vida
y las costumbres, es lateralizado como cultural ocupa el centro de la escena y
expectativa nacional. el peligro que representaba el mitrismo
El lado velado del pasado mítico se se ha desplazado frente a la infiltración
inclina hacia la luz cuando el caminante social de los «Montefiori», cuyo apellido
regresa al presente y observa la actualidad delata procedencia y falta de alcurnia.
de la ciudad: un muestrario de tiendas Montefiori o Montefiore es un apellido
a la europea, híbridas y raquíticas sin italiano de origen judío sefardí. Sólo
carácter local. La hibridez concentra la queda la memoria literaria capaz de revi-
preocupación de López, tanto como la talizar el pasado en el presente.
de Rawson (ver nota 3). El dinero y sus efectos colaterales cons-
Se ha perdido la pureza de clase y de truyen el sujeto dominante que califica
raza. No hay integración sino «conta- a los ojos del narrador como inmoral.
minación» con las nuevas estéticas y Eleazar de la Cueva, precursor de los per-
los comportamientos que se proyectan sonajes que tiempo después poblarán La
desde lo más profundo hasta la superficie Bolsa (1891) de Martel, Quilito (1891) de
urbana de la nueva sociedad porteña. La Ocantos y Horas de fiebre (1891) de Villa-
pérdida del «carácter local» no es tan sólo fañe, realiza sin escrúpulos especulaciones
una pérdida de identidad propia, es el financieras en la Bolsa. El pragmatismo
debilitamiento o el desplazamiento de los obsceno del doctor Montefiori, de su

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mujer Fernanda y de su hija Blanca, es nan la membrana social en sus capas su-
fundamento constituyente de la saga so- periores. López, como reproductor de un
cial que avanza por pliegues, encubriendo imaginario, moldea y fija los límites de sus
los valores que sostenían los representan- representaciones y las relaciones de poder
tes de la tradición. A la crítica contra el allí gestadas. Al igual que Loncán, su obra
utilitarismo y la devoción por el dinero, literaria transmite los imaginarios por
que argumenta Cané en sus ensayos, Ló- medio de representaciones mediatizadas.
pez suma la denuncia de la inmoralidad Un ejemplo de lo que sostenemos lo
en el campo de los afectos. A la conducta representa la literatura evocativa que se
difamante de subordinar las relaciones gesta a lo largo de los años ochenta. La
amorosas al postor de la mayor fortuna desaparición de la iconografía tradicional
económica, se suma el proceso degradante del viejo Buenos Aires, la transformación
que avanza sobre el gusto estético, último física del complejo edilicio urbano, el
refugio de la elite. Montefiori es peligroso conglomerado heterogéneo y confuso
no sólo porque ha alcanzado a ocupar es- en que se transformaba «la gran aldea»,
pacios estratégicos del estado como la di- hicieron que el control político y social se
plomacia, sino también porque se acerca tornara difícil de manejar. Los textos de
engañosamente al prototipo del hombre José Antonio Wilde, de Santiago Calzadi-
culto. Habla diversos idiomas (inglés, lla, de Vicente G. Quesada y de Lucio V.
francés, italiano) y posee una colección López realizaron una operación arqueo-
de arte que si no fuera por su eclecticismo lógica que a través de la memoria intentó
y mal gusto, lo colocaría en el umbral de recuperar las raíces de la argentinidad que
la singularidad alcanzada por el autor de habían comenzado a confundirse a partir
la novela y sus compañeros de clase. Lo del proceso modernizador.
que expone Lucio V. López a través de La teoría de una elite que desea cons-
una lente deformante es la hipótesis de truir el Estado a partir de representacio-
Eric Hobsbawm (2004:88); las prácticas nes simbólicas, no puede en absoluto
sociales del período 1870–1914 recorren abandonar una actitud de resistencia
las distintas clases de manera descen- frente al aumento de la complejidad de
dente principalmente, pero también las sociedades modernas. La relación in-
ascendente (aristocracia=burguesía=clase terior/exterior entre el sujeto cognoscente
trabajadora). Si bien el tránsito en toda y el mundo (moderno), como se dio en
su extensión es impensable en la Buenos Wilde, y como podría verificarse en el
Aires de fines de siglo XIX, el autor de La caso de López, constituyen operaciones
gran aldea no deja de percibir los vasos de auto conocimiento por la negatividad
comunicantes que conectan y contami- en el primer caso, y de fortalecimiento del

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sistema (Estado) por parte del segundo. literatura» (Cancela, 1935:230). Heredero
La literatura se apropia de las tensiones o epígono de escritores como Lucio V.
entre los gestores y la sociedad en desa- Mansilla, Lucio V. López, Vicente G.
rrollo, pero también de las que se esta- Quesada, Eduardo Wilde y Miguel Cané,
blecen entre los mismos sujetos que en la pone en práctica su versatilidad discursiva
superficie textual son considerados parte frecuentando el periodismo, la oratoria,
de una coalición o elite cuasi monolítica la política y la literatura, a la vez que se
(Minellono, 2004). desempeña en la cátedra universitaria,
La toponimia de Buenos Aires que como diputado en el Congreso Nacional
transita las décadas del 60 y del 80 del y como miembro de la diplomacia.
siglo XIX, sus ámbitos de encuentro Por otra parte, no se puede abordar
social, las actividades políticas que se la literatura de Loncán sin examinar
desarrollaron dentro de las coordenadas también su condición de periodista en
espacio/tiempo donde López situó La la revista El hogar, y como miembro eje-
gran aldea y sus personajes más represen- cutivo de «las políticas» instrumentadas
tativos, hacen que la ciudad emerja y se por medios con llegada efectiva al poder
corporice como signo. La Buenos Aires como el diario La Nación. En El hogar,
configurada probablemente no sea geo- el autor construye su narrador fetiche
gráfica o históricamente comprobable. o alter ego, Américus, el crítico social
Es una construcción erigida como pre- agudo, el humorista y dueño de la ironía.
supuesto, como memoria, mediatizada En la revista publica la mayoría de los
como continuidad simbólica. La imagen textos que después formarán parte de
de ciudad que López representa, anticipa Las charlas de mi amigo (Motivos porteños)
la Buenos Aires «loncaniana» de 1930. Las (1922), artículos de costumbre que abren
formas que utilizó primero López, las la saga perfeccionada posteriormente por
reprodujo después Loncán, por medio Aldea millonaria y La conquista de Buenos
de la diversidad genérica que caracteriza Aires. El Loncán periodista–costumbrista
su Aldea millonaria. difiere del Loncán periodista–político. El
primero se expande con mayor autono-
Una ciudad literaria: mía en el El Hogar y el segundo, debido
de Lucio V. López a Enrique Loncán a su rol de representante de los intereses
Según Arturo Cancela, «con Enrique económicos y políticos que propone y
Loncán, se cierra para siempre el ciclo de defiende La Nación, circunscribe los lí-
la literatura mundana comenzado por la mites de su labor ficcional. Si bien ambas
generación del 80, en cuyos cánones se escrituras pueden considerarse relevantes,
inscriben su personalidad, sus gustos y su podemos valorarlas como introductorias

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a su obra de mayor significación estéti- la expansión lúdica de su imaginación,
ca, representada fundamentalmente por estimulada por el desconcierto de sus lec-
Aldea Millonaria. tores;4 inclusive duplicó la farsa cuando le
Respecto de las influencias literarias inventó un seudónimo femenino a Víctor
que operaron sobre Loncán, todos sus crí- Gálvez —Lucy Dowling— estrategia
ticos aceptan que la llamada Generación que le facilitó legitimar el punto de vista
del ’80 ofició como su modelo, aunque desde una mirada femenina y extranjera.
provoca algunas controversias la elección Ante la diversidad genérica que puso en
de qué autores del citado período se en- práctica Enrique Loncán para describir
cuentran más próximos a su escritura. En Buenos Aires (sinécdoque de Argentina)
el caso de Aldea Millonaria, el nombre de en Aldea Millonaria, Quesada escribe en
Lucio V. López es insoslayable por conti- Memorias de un viejo, un texto exclusi-
güidad, si pensamos en su novela La gran vamente autobiográfico. Las «pseudo-
aldea. Dos de los mayores conocedores memorias» de Víctor Gálvez y de Lucy
del trabajo de Loncán, Jean Paul y Mar- Dowling no explotan la potencialidad
cos Soboleosky, consideran también que de narrar una historia puramente ima-
una fuerte influencia de Aldea Millonaria ginaria. Aunque el «yo» emergente, con
y La conquista de Buenos Aires se puede variadas identidades ficticias, pretenda
encontrar en las páginas de Memorias de no tener referentes, Vicente G. Quesada
un viejo, de Vicente G. Quesada (Paul, es el memorista original que da vida a
1945:1 y 2; Soboleosky, 1962:16) . la autobiografía. La autointerpretación
La condición de periodistas, en ambos es una composición que se proyecta en
casos, la publicación de sus ficciones pre- diversas figuras narrativas (Gálvez en dis-
vias a la edición en formato de libro; la tintos momentos de su vida y Dowling en
utilización de seudónimo (Víctor Gálvez otros); sin embargo, el riesgo permanente
en el caso de Quesada y Américus en el de desplazarse hacia la pura imaginación
caso de Loncán), la índole memorística o ficción, queda conjurado por la puesta
de ambos textos, podría alimentar las en significado de las ideas y la historia
hipótesis previamente mencionadas. personal de Quesada (Starobinsky, 2008).
Quesada llevó el secreto literario de su Quesada rememora el pasado con un
seudónimo hasta límites extremos por- tono elegíaco, mientras Loncán trabaja
que así garantizaba su libertad crítica y el presente o el pasado inmediato con

4. «Autorretrato» y «¿Quién soy yo?» (Gálvez, 1990.) Quesada, favorecido por su anonimato, concebía
la escritura de los artículos, a punto tal que Chávez Paz, el primer editor de sus libros, a pesar de su
curiosidad e insistencia, nunca pudo conocer la verdadera identidad de Víctor Gálvez.

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un tono irónico, burlón. A diferencia (sin olvidar los trabajos de Vicente Fidel
de Gálvez–Quesada, Loncán no desea López y Dalmacio Vélez Sársfield).5 La
pertenecer al tiempo que rememora ni preocupación por el mármol de Mazzini
siquiera al de su presente. Su mordacidad —es decir, por el avance tanto real como
lo distancia. Quiere cambiar la historia simbólico de la inmigración en el espacio
contemporánea con la restitución del público y en el entramado social—, el
sistema de dominación elitista del 80, malestar por el enriquecimiento y la mer-
pero eso no significa que desee regresar cantilización inquietan tanto a Quesada,
al pasado. Utiliza la memoria para re– como a Miguel Cané, Lucio V. López, y a
construir el presente. Por el contrario, Wilde, y por supuesto unos cuantos años
no extraña la «gran aldea» que además no después alarman no tan sólo por el enri-
conoció, aunque comparte con Quesada quecimiento de los recién llegados sino
el disgusto por el giro que ha tomado la por su acercamiento y acceso al poder
modernización de la ciudad y «su exten- político al propio Loncán.
sión natural», el país. En La ciudad letrada, Ángel Rama
Dice Víctor Gálvez, mientras contem- expone con precisión metodológica el
pla el presente y sus significantes urbanos, modo de leer la complejidad creciente de
en tácita comparación con los sucesos y la ciudad moderna en su aspecto urbano
escenarios del pasado: y en su ordenamiento simbólico:

Hoy, en las claras tardes del estío, desde el Las ciudades despliegan suntuosamente
bonito paseo se destaca sobre el fondo azul un lenguaje mediante dos redes diferentes
del cielo la estatua en mármol de Mazzini, y superpuestas: la física que el visitante
mientras los grandes hombres que crearon común recorre hasta perderse en su mul-
y organizaron la nación, yacen olvidados en tiplicidad y fragmentación, y la simbólica
la memoria del pueblo, ahora enriquecido y que la ordena y la interpreta, aunque sólo
mercantilizado. (Gálvez, 1990:368) para aquellos espíritus afines capaces de leer
como significaciones los que no son nada
La cita perteneciente a un texto publi- más que significantes sensibles para los
cado en 1883 desconoce la restauración demás, y merced a esa lectura reconstruir
liberal que ya había comenzado a poner su orden. Hay un laberinto de las calles y
en práctica Mitre como historiador oficial un laberinto de los signos. (Rama, 1995:40)

5. Mitre trabaja la reivindicación del liberalismo desde finales de los años 50 con su Galería de Celebri-
dades (1857), para darle continuidad con Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina (1876)
e Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana (1887), entre otros.

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El laberinto de los signos que percibió trata un imaginario que pasa del texto a
Quesada comienza a verse modificado la praxis, y no sólo recrea la textualidad,
por intereses que escapan a los dueños sino que induce prácticas efectivas sobre
de «la gran aldea», proporcionando a los campos sociales de su época.
la ciudad un re–ordenamiento que no En Loncán no se constatan contradic-
responde al poder tradicional. Buenos ciones entre su percepción de la realidad
Aires, en tanto organización espacial de histórica y las convenciones literario–fi-
la sociedad y de la actividad cultural, ad- losóficas heredadas del 80. Si bien no fue
quiere un valor explicativo fundamental un renovador de las ideas ni del lenguaje,
del proceso sociohistórico, hermenéutica tampoco se podría considerar su literatura
presente también en textos de principios como esencialmente pasatista o escapista
de siglo XX como Aldea Millonaria. como lo ha dicho la crítica.7 Remeda la
A nuestro entender, existe una trama pauta estética de algunos escritores del
noética, poética y praxicológica (Casto- 80 pero sin suprimir su historia personal
riadis, 2010) esencial que articula los ni la historia colectiva del país. Su alto
discursos de Lucio V. López y Vicente grado de compromiso político–social
Gil Quesada con la obra de Loncán. Los hace que sus textos se vean invadidos por
textos de López y Quesada ponen de una problemática procedente de ambos
relieve su expansión semiótico–discursiva campos, tamizada por el humor y un
formando una cadena de performativi- tono aparentemente despreocupado que
dad, recuperable en el discurso literario sostiene la ficción como artificio, devaneo
y político de Loncán. Marcan la con- o engaño (para el lector menos preveni-
tinuidad discursiva y del «inconsciente do). Jean Paul sostiene que el «efecto»
político» (la memoria de la elite) iniciado literario del palimpsesto genérico que
por la generación del 80.6 Los escritores representa Aldea Millonaria, busca una
y sus textos, en este sentido, resultan «amable y benévola» descripción (Cal-
modélicos y constitutivos del accionar zada, 1924:108) de una «despreocupada
histórico, cuestión que se ve reflejada Buenos Aires» (Paul, 1945:1). Aunque
en el imaginario e itinerario del sujeto pensar en una despreocupada Buenos
individual Loncán y del sujeto social Aires en plena década del 30, cuando fue
que define su condición de clase. Loncán publicada Aldea millonaria, parece cuanto

6. Uso la categoría «inconsciente político» al modo de Frederik Jameson en Documentos de cultura.


Documentos de barbarie (Jameson, 1989).
7. Algunos de los críticos que opinaron de este modo fueron Jean Paul, Marcos Sobolosky y Horacio
Castillo (Paul, 1943; Soboloeosky, 1962; Castillo, 1994).

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menos una interpretación ingenua, con- función de manifiesto inaugural, formal
descendiente o sesgada. e ideológico de la obra. El título «Gran-
El humor, como recurso, libera la deza y decadencia de una piedra pómez»
mirada negativa, provoca y plantea de es una alegoría del devenir histórico del
manera indirecta el problema del sentido. país, desde l910 a 1933 El subtítulo–acla-
Si bien podríamos aseverar que el dis- ración, «Memoria autobiográfica», define
curso humorístico no es necesariamente el género y alude a su precursor; el texto
verdadero, trabaja con la verdad, y la es una memoria autobiográfica ficcional a
verdad para Loncán no es despreocu- la manera de la novela de Lucio V. López
pada ni tampoco amable. Su lenguaje en La Gran Aldea. La voz que narra, tal
no necesita ser corrosivo para poner como la de su antecesor del 80, consti-
en evidencia el cinismo que lo anima. tuye una proyección subjetiva del propio
Durante el mismo período, en la otra Loncán, en este caso por el animismo y
punta de la escala social, Roberto Arlt personificación de una piedra pómez.
trabajaba con presupuestos análogos. La El fin pedagógico de la obra se torna
diferencia radicó en el foco ideológico demasiado evidente desde el comienzo:
de atención de ambos. Enrique Loncán «debemos documentar nuestro paso por
se circunscribió a los aspectos culturales el mundo para que ello sirva de enseñanza
y psicológicos de la llamada «aldea mi- a las generaciones venideras» (Loncán,
llonaria», bajo la versátil apariencia de la 1994:31). Así como Loncán reconstruye
escritura del «relato liviano». No fue un la memoria del 80, configura el presente
investigador, no saturó sus textos con el en un legado que el país no puede olvidar,
conocimiento complejo de la realidad. proceso histórico mediante.
Sus hallazgos partieron de su capacidad ¿Qué importancia puede tener la vida
para interpretar los comportamientos, los de una piedra pómez? Mirado fríamente
ambientes, las costumbres de clase. Pero a muy poca o ninguna. Sólo interesa el
su mirada rápida y aguda no se le escapó almacén de su memoria, que no es otra
la ambigüedad del mundo representado, cosa que la memoria biográfica del autor,
alejándose felizmente del discurso apo- si consideramos que ambos experimen-
díctico o dogmático. taron la misma sucesión cronológica.
Aldea Millonaria reúne una variedad de Es decir, el relato se convierte en un
tipologías textuales, aunque cada texto, testimonio oblicuo de la vida de Lon-
en particular, podría considerarse indivi- cán, quien tal como sucedió a la piedra
dualmente y con independencia de pu- pómez, se percibió a sí mismo escindido
blicación. El segundo de los trabajos que en dos, antes y después del tándem Sáenz
componen Aldea millonaria cumple la Peña–Irigoyen. En definitiva, la ficción

Culturas 6 · Debates y perspectivas de un mundo en cambio · 65


toma el lugar del documento público y Lucio V. López y Vicente Gil Quesada,
pretende transformarse en un texto do- el debilitamiento y virtual eclipse de «la
tado de significación político–histórica, tradición». Loncán navega textualmente
que resulte además una confirmación de por la superficie de la época pero es capaz
los hechos, un testimonio para tener en de observar el abismo. Su aparente incli-
cuenta. La narración persigue el fin de nación por las cosas triviales, mundanas,
cambiar el presente o justificar el cambio surge del deseo de disimular las «turbu-
que se había producido en el año 1931 lencias» e impedir que la recepción del
con la asunción al poder de Uriburu. lector se convierta en malestar. «Hagamos
Si realizamos el recorrido de Moebius como si», sería su consigna. El lector
y retomamos el relato de Loncán desde puede encontrar documentada una y otra
el principio podemos comprobar que el vez su preocupación por los problemas
texto, a pesar de su hibridez, presenta socio políticos del momento, pero antes
una sola cara: «Escribo para la historia» debe despejar el gesto distractivo que
(Loncán, 1994:32). los encubre. En este juego controlado
La ontología de Loncán toma nota de entretener y sostener los intereses de
de las memorias del pasado y visualiza su clase, Loncán privilegia una u otra
el futuro en su presente; se empeña en variable mediante una estrategia que
diagnosticar, como lo habían hecho yuxtapone memoria, política y literatura.

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