BASTETANIA IBÉRICA

viaje arqueológico
por las Altiplanicies
granadinas

Baza, 2008
Coordinación: ABJ: Antonio Burgos Juárez
Andrés María Adroher Auroux DPT: Dolores Puerta Torralbo

Textos: Dibujos a plumilla:

Andrés María Adroher Auroux
Alejandro Caballero Cobos
Sara Gil Julià
Eduardo Molina Piernas
Andrés Pérez Muros
Juan Antonio Salvador Oyonate
Manuel Ramírez Ayas
Fotografías:
Asociación de Estudios de Arqueología
Bastetana
Excepto (por orden de aparición):
CAAC: Centro Andaluz de Arte
Contemporáneo
ML: Museo de Lorca
DPAGR: Dpto. Prehistoria y
Arqueología Universidad Granada
JN: Javier Narganes
FQS: Fernando Quesada Sanz
MAEG: Museo Arqueológico y
Etnológico de Granada
JAP: J.A. Pachón Romero
FRA: Fundación Rodríguez Acosta
2
Daniel Aguilar García
Julio Rodriguez-Roda Cappa
Infografía:
Alejandro Caballero Cobos
Francisco Javier Brao González
Maquetación:
Alejandro Caballero Cobos
Corrección:
Ana Belén Reche Sánchez
Edición:
Ayuntamiento de Baza
Asociación de Estudios de Arqueología
Bastetana
Impresión:
Imprenta Cervantes
Baza, 2008
 Una aproximación al término Bastetania 5
Andrés María Adroher Auroux
Un recorrido por la investigación del mundo ibérico en
el altiplano 11
Andrés María Adroher Auroux
El entorno geográfico: origen y desarrollo de la geología
del altiplano 21
Eduardo Molina Piernas
Geografía antigua de la Bastetania 33
Juan Antonio Salvador Oyonate
La geografía del centro de la bastetania ibérica 41
Andrés María Adroher Auroux
Una sociedad agrícola y aristocrática 51
Andrés María Adroher Auroux
Urbanismo y arquitectura: los poblados y las casas 59
Andrés María Adroher Auroux y Alejandro Caballero Cobos
Lo sagrado de los bastetanos: entre la vida y la muerte 67
Sara Gil Julià
La cultura material: de objetos y herramientas 83
Alejandro Caballero Cobos y Manuel Ramírez Ayas
El hombre y su producto: la economía ibérica y sus 93
herramientas
Andrés María Adroher Auroux y Andrés Pérez Muros
Guía de yacimientos
Arkilakis 104
Andrés María Adroher Auroux
Tútugi 113
Sara Gil Julià
Basti 122
Alejandro Caballero Cobos
Forruchu 128
Manuel Ramírez Ayas
Acci 135
Andrés María Adroher Auroux y Manuel Ramírez Ayas
Cerro de los Allozos 145
Manuel Ramírez Ayas
Glosario 152
Bibliografía básica 158

3
4
UNA
APROXIMACIÓN
AL TÉRMINO
BASTETANIA

5

L a palabra Bastetania es un
término utilizado hoy en día
por los arqueólogos e historiadores para
referirse a un territorio más o menos
amplio que ocuparía gran parte de lo
que conocemos hoy en día como el
sureste de la Península Ibérica y la Alta
Andalucía. Bastetanos, en consecuencia,
serían los habitantes de esa zona durante
la época ibérica.
El término fue utilizado por los
escritores greco-latinos, geógrafos
como Estrabón o historiadores como
Polibio, para describir las poblaciones
indígenas en el momento en que el
Imperio Romano estaba conquistando
ese territorio.
No obstante, ni los escritores clásicos
ni los investigadores actuales, parecen
ponerse de acuerdo sobre el verdadero
alcance del término Bastetania. Y este
problema puede analizarse desde tres
perspectivas distintas:
6
1. Perspectiva territorial
Desde el punto de vista del
territorio, no existen límites precisos
reconocidos. Para algunos arqueólogos
e historiadores la Bastetania se situaría
entre las actuales ciudades costeras de
Cartagena (Murcia) y Algeciras (Cádiz).
Por el contrario otros consideran que se
trataría de un pequeño espacio reducido
al ámbito de las actuales provincias de
Granada, zona occidental de Almería,
suroeste de Murcia y sur de Jaén.
En todo caso, el único acuerdo
común es que estas poblaciones
ibéricas no ocuparían el ámbito de
las costas meridionales y levantinas,
ya que en ese punto se concentrarían
los asentamientos fundados por los
fenicios entre los siglos VIII y VI a.C.,
poblaciones que recibieron el nombre
de libio-fenicias (de Libia, expresión
que en la antigüedad clásica se utilizaba
para nombrar las costas del norte de
África).
2. Perspectiva temporal
Tampoco hay un acuerdo en lo que
respecta a esta cuestión, ya que los
grupos humanos tienden a expandirse
mediante distintos sistemas en
 Una aproximación al término Bastetania
determinadas épocas (desde la simple
expansión cultural por contacto hasta
la conquista de territorios más o menos
adyacentes) en unas épocas, y a retraerse
en otras (crisis demográficas originadas
por diferentes causas, económicas,
sociales, o políticas).
No podemos saber a partir de qué
momento estas poblaciones tomaron
conciencia de su pertenencia a un
grupo o tribu más o menos homogéneo,
pues desde la formación de lo que se
conoce como cultura ibérica hacia los
siglos VII y VI a.C. hasta la conquista
romana, allá por los siglos II y I a.C.,
pasa medio milenio con una gran
cantidad de vicisitudes, algunas de
ellas directamente relacionadas con
poblaciones extranjeras que se asientan
en el territorio o en zonas muy
próximas a él, como los ya nombrados
fenicios (siglos VIII-VI a.C.), los griegos
posiblemente focenses (siglos VII-V
a.C.), y los cartagineses (siglos V-III
a.C.), lo que llevó implícito, en cada
momento, procesos de transformación
distintos según el momento y la
intensidad de los contactos mantenidos
con estas poblaciones externas.
Por otra parte, para el arqueólogo
existe un problema consistente en
7
determinar hasta dónde puede hablarse
de cultura ibérica. La presencia romana
en el suelo peninsular provocó un
cambio cada vez más profundo de
los elementos que caracterizaron a
las poblaciones indígenas, pero ese
cambio, aunque ineluctable, nunca fue
total. Recordemos que en la ciudad
de Cartago, destruida en el 146 a.C.
por los romanos y posteriormente
reconstruida por ellos mismos, aún se
hablaba en lengua semita (de origen
fenicio) en el siglo IV d.C., medio
milenio más tarde.
El arqueólogo constata sólo la
cultura material, los objetos y técnicas
que dejaron tras de sí otras sociedades,
pero la cultura intangible, como la
lengua no escrita, la estructura de las
creencias, etc., permanecen ocultos tras
los códigos que, sólo a veces, pueden ser
descifrados a partir de un concienzudo
análisis de los restos arqueológicos; no
sabemos cuándo se dejaron de hablar
Transcripción de un epigrafe romano
en el que se menciona a los bastetanos
(A.F. Guerra, 1887)
las distintas lenguas ibéricas, entre
otras cosas porque apenas utilizaron
la escritura, por lo que sabemos, o, al
menos, no lo hicieron sobre soportes
que hayan perdurado hasta la actualidad.
En consecuencia, poco o nada podemos
decir sobre en qué momento concreto
desaparecieron los últimos vestigios de
la cultura ibérica.
3. Perspectiva cultural
Es éste, probablemente, el mayor
de los problemas que se le plantean
al arqueólogo en la actualidad y que
comienza en la propia definición lo
que significa ibérico. El término tiene
su origen en los textos de los antiguos
escritores greco-latinos que de una
forma u otra intentaban describir
las comunidades que habitaban en la
Península Ibérica antes de la llegada de
los romanos.
En consecuencia, la palabra
ibérico no puede, en sentido estricto,
relacionarse con una cultura histórica,
sino que se trata más bien con un
concepto arqueológico que se utiliza hoy
en día para referirse a las distintas tribus
que ocupaban una extensión de terreno
relativamente amplia de las zonas
oriental y meridional de la Península
8
Dibujo de una tumba de Tútugi de Juan Cabré
Ibérica, y cuya única peculiaridad en
común consistía en tener una relación
más o menos estrecha con otras culturas
mediterráneas, como fenicios, griegos,
cartagineses, etruscos, etc. Esas tribus
son las que conocemos con el nombre
de turdetanos, bastetanos, oretanos,
contestanos, edetanos…
Aún así seguimos sin saber de qué
estamos hablando cuando nos referimos
a cada una de esas tribus, ya que
mientras algunos autores consideran que
coinciden con verdaderos estados, para
otros se trata simplemente de distintos
grupos humanos unidos por tradiciones
culturales similares, pero sin configurar
una unidad política.
Lo importante de todo ello es que
no debe considerarse que el estudio
 Una aproximación al término Bastetania

de una cultura sea independiente de reconocíamos en la primera fotografía.

su evolución, ya que cualquier grupo
humano construye una fórmula social
de convivencia, que va evolucionando
por su propia naturaleza, aún más si
tenemos en cuenta que esa sociedad está
en contacto constante con otros grupos
y otras culturas, lo que permite la
interacción entre los distintos pueblos.
De esta forma, por la propia
mecánica interna, a la que sumamos
los distintos influjos externos, las
sociedades están sujetas a procesos de
cambios constantes, incluso dentro
de una misma generación, por lo que
cuando hablamos de siete siglos de
historia, podemos hacernos una idea de
la evolución de las distintas formas de
enfocar la vida, las relaciones, la cultura
e incluso su propia identidad.
Así invitamos al lector a que se
acerque a esta guía, a esta serie de
fotografías, para que él mismo sea capaz
de reconocer el ritmo de los cambios,
así como la profundidad de los mismos,
desde lo que el arqueólogo denomina
como el inicio del proceso de formación
de la cultura ibérica (siglo VIII a.C.)
hasta que el mundo romano borra las
últimas huellas de lo que significó la
cultura indígena sobre la que asentaron
las nuevas costumbres y tradiciones, ya
a finales del siglo I d.C., casi un milenio
más tarde.

Si entendemos la base de esto,

podemos comprender que las pinceladas
que ofrece el historiador o el arqueólogo
no son más que series de fotografías
realizadas en distintos momentos, en
las que una parte o la totalidad de los
personajes, del paisaje y de los elementos
que han sido fotografiados, ha cambiado
desde el primer al último cliché, hasta
el punto de que a veces no vemos al
final ninguno de los elementos que

9
10
UN RECORRIDO
POR LA
INVESTIGACIÓN
DEL MUNDO
IBÉRICO EN EL
ALTIPLANO

11

U no de los capítulos más
apasionantes para comprender
la Historia, es conocer la Historia
de la Historia, las ideas, los hechos
y el contexto de aquellos personajes
que fueron buscando, elaborando,
analizando, e interpretando los
elementos que configuran la Historia tal
y como ha llegado hasta nosotros.
Las tendencias más recientes en este
sentido nos obligan a contextualizar la
evolución de los distintos conceptos
que se han utilizado para investigar la
Historia. Por ejemplo, una palabra como
civilización aplicada a las sociedades
del pasado está hoy en desuso, ya que
este concepto apareció a mediados del
siglo XIX, enraizándose en la política
europea de la época tendente a realizar
una labor “civilizadora” sobre los otros
pueblos de la Tierra, justificativa del
colonialismo que acabó esquilmando
extensos territorios en América, Asia
o África, y cuyas consecuencia aún hoy
vivimos.
Analizando cuáles fueron cada uno
12
de esos pasos que se han dado hasta
saber lo que hoy sabemos también
nos ayuda a ser más comprensivos con
nuestros antecesores en la investigación,
ya que sin el cúmulo de conocimientos
resultante del trabajo de los que nos
precedieron, sería imposible llegar hasta
donde estamos en la actualidad.
Pedro Álvarez Gutiérrez: la pasión
de los insectos
Los primeros datos con los que
contamos sobre estudios realizados en la
zona vienen de la mano de un personaje
que utilizó la arqueología como salida
a sus muchos problemas de salud
producidos por una obsesión; primero
en sus ratos libres, y con el tiempo
llegando a abandonar sus obligaciones,
el maestre escuela de la Colegiata de
Baza, Pedro Álvarez Gutiérrez, vivía
volcado hacia el conocimiento de los
insectos que le llevó a identificar nuevas
especies en la zona de Baza hasta ese
momento desconocidas.
Para olvidar un poco esta cercanía
casi enfermiza, empezó a ocupar su
tiempo con la arqueología, pues llegó
a sus oídos que en una zona cercana
a Baza, unos labriegos encontraron
 Un recorrido por la investigación

una losa de grandes dimensiones que

rompieron para ver qué había en su
interior, descubriendo la primera de las
tumbas de lo que hoy conocemos como
Cerro Largo. A partir de ese momento
se generalizó la búsqueda de tesoros, en
medio de cuya situación Pedro Álvarez
se sintió en la necesidad de recuperar
cuantos objetos y tumbas aún no
expoliadas pudiera.

De esta forma realizó una somera

descripción de los materiales así como
de las tumbas, agrupándolas en cuatro
tipos según la riqueza o el poder que
detentaran, desde las más simples, un
agujero en tierra donde se depositaba
Carta a la Real Academia de Historia del Conde
una urna de cerámica y su tapadera,
de Alamanzón en 1804, sobre los hallazgos en
hasta las más importantes, compuestas
Cerro Cepero (CAAC)
de una cámara construida con lajas de
piedra “de mayor tamaño, más bien labradas dentro de las urnas de barro, e incluso
y mejor sostenidas”, en una de las cuales describe algunas “tumbas de soldados”
llegó a encontrar un numerosísimo ajuar entre cuyo ajuar se “añadían también
sin precedentes en otras necrópolis algunas armas”. Pedro Álvarez habla
ibéricas bastetanas, compuesto por algo de más de 600 individuos enterrados,
más de una treintena de vasos. cantidad quizás un poco exagerada, ya
que, en ese caso, estaríamos hablando
Realizó un informe que elevó al de una de las mayores necrópolis
entonces Ministerio de Estado (¡Ni más ibéricas hasta hoy conocidas. También
ni menos que en el año 1800!) donde hace resulta altamente interesante que haga
una detallada y minuciosa descripción mención a un edificio construido con
de los rituales de cremación a partir “cimientos fortísimos de grandes losas puestas
de los restos que él mismo encuentra unas sobre otras horizontalmente”, situado

13
en el sur-suroeste del cerro, y que él
interpreta, muy al gusto de la época,
como un templo “consagrado a Libitina o a
los dioses Manes”. Respecto a la cerámica
encontrada, se decía era de estilo de
Etruria y de Numancia.
En la época en que Pedro Álvarez
excavó la necrópolis poco o nada
se sabía sobre la cultura ibérica, y
cualquier cosa antigua era relacionada
con los romanos o, como mucho, con
los fenicios; esos barros etruscos o de
estilo numantino que menciona en
su informe no son otra cosa que las
cerámicas griegas tan utilizadas por
los iberos en sus enterramientos entre
los siglos V y, especialmente, IV a.C.,
mientras que los barros numantinos
corresponderían a las cerámicas ibéricas
pintadas con el estilo clásico bastetano,
con decoraciones geométricas.
del patrimonio arqueológico que se han
conocido en nuestra provincia.
Los lugareños en una zona
empobrecida y donde la hambruna
hacía mella procedieron a abrir la mayor
parte de los enterramientos en busca de
tesoros; de esta forma, en poco menos
de dos años se habían perdido algo más
de un centenar de túmulos ibéricos que
habían perdurado a dos mil años de
historia.
En 1916, un erudito de la vecina
comarca de Los Vélez, en Almería,
Federico de Motos, acertó a informarse
de los hallazgos que se estaban
produciendo y resolvió intentar

Galera: un sueño de tesoros

Habrá que esperar algo más de

un siglo para poder contar con otra
intervención arqueológica. En 1916,
una joven de Galera dijo haber soñado
con el hallazgo de fabulosos tesoros en
un pago cercano a la población, de lo que
resultó uno de los mayores destrozos Trinchera excavada por A. Casas en
Cerro Cepero (Foto ML)
14
 Un recorrido por la investigación

documentar y recuperar la mayor parte

posible del material arqueológico; al
final, a esta labor se unió el arqueólogo
Juan Cabré, fruto de cuya colaboración
fue la recogida de gran cantidad de
información que se publicó en 1920, y
que hoy en día sigue siendo uno de los
mejores ejemplos de documentación
gráfica ordenada y aún muy útil en lo
que a una necrópolis ibérica se refiere.

El notario Ángel Casas: las

primeras excavaciones
Descubriendo la Dama en Cerro del
Un cuarto de siglo después, hace su
Santuario
aparición un personaje muy peculiar
de la arqueología granadina. El notario que el arqueólogo Francisco Presedo
Ángel Casas, que fue designado Velo se interesara por Cerro Cepero,
comisario de arqueología durante los excavado conjuntamente por ambos
años 40 y 50 en la zona. Si bien era hasta finales de los años 60, momento
clara su preferencia sobre los restos en que fue descubierta la necrópolis
prehistóricos, A. Casas realizó algunas ibérica del Cerro del Santuario, donde
excavaciones en yacimientos ibéricos entre 1969 y 1971 éste último centró
como el Peñón de Arruta en Jérez del sus excavaciones, al final de las cuales
Marquesado, el Cardal en Ferreira e se habían localizado casi 180 tumbas,
incluso Cerro Cepero en Baza, aunque destacando entre los hallazgos la famosa
en éste último documentó básicamente figura sedente conocida como la Dama
las fases romanas, y solo puntualmente de Baza, por entonces interpretada como
debió excavar parte de la muralla una estatua de una divinidad ibérica
ibérica. inspirada en modelos helenísticos.

A finales de los años 50 consiguió

15

Excavación en los Castellones de Laborcillas
(Foto DPAGR)
Los inicios de la arqueología
científica
A mediados de los años 60, a su
vez, el investigador alemán Wilheim
Schüle realizaba su tesis doctoral sobre
la evolución de la prehistoria reciente
en Andalucía, para lo que formalizó
un proyecto de documentación de una
serie estratigráfica desde la Edad del
Cobre hasta la formación del mundo
ibérico, seleccionando para ello dos
yacimientos del altiplano, como el Cerro
de la Virgen de Orce, donde obtuvo la
secuencia de las Edades del Cobre y
del Bronce, y el Cerro del Real para las
fases más recientes, el Bronce Final y
su evolución hacia el mundo ibérico en
una excavación modélica en su época.
Por entonces Manuel Pellicer había
sido contratado como profesor en la
Universidad de Granada, lo que explica
16
que el trabajo de campo y la publicación
de los consiguientes resultados fuera
realizado por ambos arqueólogos.
Casi dos décadas después tenían
lugar en Jaén las Primeras Jornadas
sobre Mundo Ibérico, concretamente
en 1985. En ellas se hablaba por primera
vez del conjunto del mundo ibérico
en la provincia de Granada, siguiendo
el esquema del congreso, donde
cada provincia era analizada desde la
perspectiva propia de los hallazgos
así como de la investigación realizada
por parte de los centros de estudios
propios de cada una, básicamente los
distintos departamentos de Prehistoria
y Arqueología de la Universidades
correspondientes, cuando no
propiamente del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
La estructura de la ponencia sobre
las altiplanicies granadinas dejaba en
evidencia la escasa información existente
en lo que al mundo ibérico se refiere,
especialmente notoria ante la evolución
que dicho tema había tenido en las
provincias colindantes (a excepción de
Almería, en la que aún queda casi todo
por hacer).
La situación tras las transferencias
 Un recorrido por la investigación

de Cultura a la Junta de en el caso antiguo de Guadix, ofreciendo

Andalucía
Desde mediados de los años 80,
cuando la Junta de Andalucía recibe
las transferencias en materia de
patrimonio arqueológico, dos hechos
van a determinar la evolución de la
investigación: el desarrollo de la tutela
patrimonial y las líneas de investigación
que se habían abierto gracias a la llamada
“arqueología espacial”, una nueva forma
de hacer arqueología proveniente de los
países anglosajones.
La Junta de Andalucía desarrolla
a partir de los años 80 una política de
protección del patrimonio arqueológico
potenciando las intervenciones de
salvamento, lo que da lugar a que se
realicen excavaciones en yacimientos
como Fuente Amarga en Galera y
Fuencaliente en Huéscar y, desde 1991,
excelentes resultados en relación con
fases como el origen del mundo ibérico.
La última de todas ellas, específicamente
relacionada con el mundo ibérico, fue la
intervención en la necrópolis de Cerro
Largo, una de las dos pertenecientes a la
antigua Basti.
Por otro lado, abrigados por las
nuevas tendencias de la arqueología de
la época, numerosos equipos inician
proyectos de prospección superficial;
así es el caso de los equipos formados
por Nicolás Marín, Pedro Aguayo,
Catalina Martínez y Lorenzo Sánchez
en la comarca de Baza, Eduardo
Fresneda, Mª Oliva Rodríguez y Manuel
López en los ríos Guardal y Castril,
Cristóbal González, Andrés M. Adroher
y Antonio López en la comarca de
Guadix y, finalmente, el coordinado por
Andrés M. Adroher y Antonio López en
Puebla de Don Fadrique, el último de
todos ellos y el único publicado en su
totalidad.

Con el nuevo milenio solamente

podemos mencionar dos grandes
proyectos relacionados con la
arqueología ibérica, la puesta en valor
de la necrópolis de Tútugi, bajo la
Limpieza del basamento del templo romano de coordinación de Fernando Molina y
Cerro Cepero en 2004
17
Mª Oliva Rodríguez, y el proyecto de en la próxima década.
excavación y prospección del entorno de
Basti, dirigido por Andrés M. Adroher y
Lorenzo Sánchez.

Todas estas intervenciones han

provocado que, desde el congreso de
Jaén en 1985, prácticamente se hayan
duplicado los yacimientos ibéricos
conocidos en la zona (que ya superan
200 en la provincia de Granada), y que
ahora ya estemos en condiciones de
ofrecer una información más completa
y precisa sobre ciertos aspectos de los
que hasta ahora poco o nada se sabía,
como, sin ir más lejos el importante
avance que ha supuesto el conocimiento
de la religiosidad ibérica a partir
de los estudios realizados en torno
a lo santuarios al aire libre de tipo
bastetano, especialmente a partir de
que se publicaran los trabajos en la zona
de Puebla de Don Fadrique.

El tema no está agotado, y aún quedan

muchos aspectos por dilucidar, pero
presentar una estructura homogénea
en el conocimiento del territorio, así
como el interés despertado tanto en
la comunidad científica como en la
población residente, permite augurar un
futuro muy estable a la puesta en valor
así como al desarrollo de la investigación

18
 Un recorrido por la investigación

19
20
EL ENTORNO
GEOGRÁFICO:
origen y desarrollo
de la geología del
altiplano

21

E l centro del mundo bastetano
ocupa esencialmente una
zona conocida en la actualidad como
altiplanicies granadinas, aunque su
extensión para diversos autores es
notablemente más amplia.
Cualquier cultura desarrollada en
una región determinada obviamente
tiende a reflejar de una forma u otra
el medio que le rodea en las distintas
expresiones culturales. Por ello es
importante conocer el mismo antes
de acercarnos a su cultura. De hecho
el conocimiento de la geografía facilita
el trabajo a la hora de llegar a entender
cómo una cultura en concreto podía
adecuarse y evolucionar con unas
condiciones que venían impuestas
tanto por el medio como por su propio
desarrollo. Ello demuestra la necesidad
de tener una ligera idea del medio físico,
el cual ejerció una gran influencia sobre
estos grupos humanos y sobre su propia
evolución en el tiempo.
Las altiplanicies granadinas forman
parte de un rosario de depresiones
22
situadas entre dos grandes cadenas
montañosas que corren paralelas desde
el suroeste al noreste de Andalucía
formando lo que se conoce como
el sistema Bético, formado como
consecuencia del plegamiento alpino.
La orografía actual y el
plegamiento alpino
La orogenia alpina tuvo lugar
entre el Cretácico Superior, hace
aproximadamente unos 65 millones
de años, y el Mioceno, (entre 10 y 5
millones de años). Durante esta etapa
de evolución de la parte más superficial
de la Tierra, denominada corteza, se
dieron grandes cambios fisiográficos
principalmente en Europa, África y Asia.
El motor que dio lugar a este evento
estuvo influido por varios factores que
a grandes rasgos fueron la ruptura del
supercontinente Pangea, la apertura del
océano Atlántico, la rotación antihoraria
de África e Iberia respecto de Europa,
la formación del mar Mediterráneo y
la migración hacia el norte de la India,
colisionando con Asia.
Mientras que la colisión de India
con Asia generó lo que actualmente es
la zona de la cordillera del Himalaya,

Mapa tectónico de las cordilleras béticas
los demás factores favorecieron la
formación del mar Mediterráneo
y de las cadenas montañosas que lo
circundan como los Alpes, los Urales,
los sistemas montañosos de Turquía y
zonas limítrofes, etc. En la Península
Ibérica se desarrollaron los relieves
como el Pirineo, el Sistema Ibérico
o la Cordillera Bética, entre otros.
Respecto a África, también se formaron
macizos montañosos, como los que se
encuentran al norte de ésta, el Atlas,
que serían equivalentes a los que se
formaron en Europa.
En la Península Ibérica, este
plegamiento alpino provocó, entre
otras cosas, la configuración actual de la
23
El entorno geográfico
orografía de Andalucía, con el desarrollo
de la cordillera Bética
La gran cordillera andaluza: la
Bética
El desarrollo de la cordillera Bética,
que comprende toda Andalucía y parte
de Murcia, fue muy complejo, por lo
que actualmente aun sigue siendo un
importante campo de investigación para
el conocimiento de la evolución “más
reciente” de nuestro planeta.
Está compuesta por tres grandes
unidades: las zonas internas, las zonas
externas y las unidades del Campo de
Gibraltar. A estas tres divisiones hay
que añadir los depósitos sedimentarios
formados en las cuencas Neógenas (las
cuales se originaron en el Mioceno
final con un relleno progresivo durante
el Plioceno-Pleistoceno) que se
desarrollaron durante las últimas fases
constituyendo lugares de sedimentación,
como la cuenca de Guadix-Baza o la de
Granada.
En la provincia de Granada existen
afloramientos tanto de las Zonas
Externas e Internas así como de los
depósitos en cuencas neógenas.
Las Zonas Externas se localizan en
todo el borde norte de la provincia,
limitando con Córdoba, Jaén y Murcia.
En ella afloran extensos relieves de
materiales Jurásicos y Cretácicos, donde
la litología predominante es de calizas y
margas (roca blanda compuesta de arcilla
y caliza, en proporciones variables).
Todos estos materiales se encuentran
fuertemente plegados y fracturados,
dando lugar a las sierras de Cazorla,
Segura, lasVillas, del Pozo, de Castril, de
Huéscar, etc. Como dominios dentro de
estas zonas, se encuentran el Subbético y
el Prebético. El Prebético corresponde
a la orla de montañas que se encuentran
en la provincia de Jaén, aflorando en la
24
sierra de Cazorla, Segura y las Villas; en
cambio, el Subbético conforma aquellas
montañas que rodean a Puebla de Don
Fadrique, Huéscar, Castril, sierra Arana
al norte de Guadix y su continuación
hacia el suroeste, como sería sierra
Gorda, en Loja.
Las Zonas Internas limitarían en el
borde sur de la provincia, lindando con
la provincia de Almería. Hay tres grandes
afloramientos que serían sierra Nevada,
sierra de Baza-Filabres y la sierra de las
Estancias. Los materiales existentes en
estos macizos son de edad más antigua
que los anteriores y además presentan
un mayor grado de metamorfismo.
Esta unidad consta de tres dominios,
siendo materiales del Alpujárride, del
Maláguide y del Nevado-Filábride.
En los tres dominios la litología
estaría compuesta, a grandes rasgos,
de materiales esquistosos-filíticos en
la base y coronando abundarían los
materiales más carbonatados. Todos
estos materiales están fuertemente
plegados y fracturados, dando lugar a
que en los núcleos de los macizos por
un proceso de erosión, lleguen a aflorar
los materiales más antiguos (Nevado-
Filábride), y los ligeramente más
modernos (Alpujárride y Maláguide)
dispuestos a modo de orla respecto de

Evolución de una cuenca neógena
los anteriores.
Como contraposición, los rellenos
sedimentarios de las cuencas Neógenas,
no dan lugar a relieves importantes, ya
que como su propia génesis indica, están
ligadas a zonas de depresión entre los
relieves, los cuales nutren de sedimento
a estas cuencas. La extensión y desarrollo
de estas cuencas en la provincia de
Granada ha sido importante.
Se localizan fundamentalmente
encima del contacto entre las Zonas
Externas e Internas, a modo de
25
El entorno geográfico
tapón sedimentario, impidiendo ver
la morfología de dicho contacto. La
evolución de estas cuencas es muy
interesante, pues pasaron de ser zonas
marinas, donde se desarrollaron
ambientes típicamente costeros
como zonas de playa (iguales a como
actualmente podemos entenderlas)
hasta zonas algo más profundas donde
hubo formación de arrecifes, hasta
convertirse en cuencas endorreicas
intramontañosas donde se desarrollaron
importantes ambientes fluviales,
conformados por grandes ríos de
complejas morfologías, y ambientes
lacustres, los cuales recibían todas las
aguas recogidas por las montañas de
alrededor.
En la provincia existen, en este
sentido, dos grandes cuencas de este
tipo: de la Guadix-Baza-Huéscar, que
puede subdividirse en dos a su vez, y la
de Granada
1. Zona de Baza y Huéscar
Se caracterizan por poseer
principalmente materiales lacustres, es
decir, fueron zonas donde se instaló un
lago que abarcaría la zona comprendida
entre ambos municipios. La litología
fundamental se compondría de niveles

Badlands y superficie de glacis en Guadix
de yesos, margas blanquecinas y
calizas blanquecinas y a veces algo
más oscuras ricas en materia orgánica
(micríticas). El ambiente lacustre es
el predominante pero no fue el único,
ya que se desarrollaron también
ambientes fluviales y sistemas aluviales
próximos a las zonas montañosas. Es
importante señalar, que en las zonas
que perimetraban dicho lago se han
encontrado importantes yacimientos
paleontológicos (como los de Orce
y Fonelas), con la que se ha podido
establecer, entre otros factores, la
evolución climática existente en la
zona.
2. Zona de Guadix
Se trata casi exclusivamente de
materiales depositados por grandes ríos,
con depósitos de cantos más groseros
(arenas y gravas con presencia de algunos
26
bloques que pueden alcanzar tamaños
métricos) y sus correspondientes
llanuras aluviales, donde el depósito de
sedimento suele ser más fino. Poseen
un tono rojizo o marrón chocolate
característico. Se pueden apreciar cortes
magníficos de estas sucesiones en las
trincheras abiertas por la construcción
de la autovía A-92, las situadas próximas
a la entrada a dicha ciudad. Dentro de
esta formación, se pueden distinguir en
zonas muy aisladas pequeños depósitos
lacustres de carácter temporal, ya que
no eran permanentes como ocurría
en el caso del lago de Baza, hallándose
principalmente por la zona de Huélago-
Gorafe.
3. Zona de Granada: la cuenca
de Granada también evoluciona de
depósitos marinos a continentales,
y poseería depósitos tanto fluviales,
que están bastante desarrollados,
como pequeños afloramientos de
materiales lacustres. Un material
muy característico de esta zona es el
conocido Conglomerado Alhambra, que
posee un color rojo intenso y que debe
su nombre debido a que el conjunto
hispanomusulmán de la Alhambra fue
construido sobre estos materiales. Este
conglomerado provendría de la erosión
de sierra Nevada y que fue depositado

por acción de abanicos aluviales y de
grandes sistemas de complejos ríos.
Como ejemplo de sedimentación
marina, podemos encontrar cerca de
Alhama, depósitos correspondientes
a zonas de borde costero, tales como
playa, zonas de dunas, etc.
Las formas del terreno
La geomorfología sería el análisis
de las formas que presenta una región,
la estructura de los ríos y montañas,
y su interacción. En la provincia se
dan multitud de procesos erosivos y
deposicionales que generan una gran
variedad de morfologías sobre el
terreno, condicionadas no solo por
la climatología sino también por los
materiales sobre los cuales actúan
dichas condiciones. Así podemos tener
Deslizamientos o bujeos (en la parte central) en el río Gor
27
El entorno geográfico
desde condiciones periglaciales en las
cumbres más altas de sierra Nevada
hasta a unas condiciones semiáridas en
la zona de Guadix.
Entre las formas más comunes
encontramos las siguientes:
Formas cársticas: se desarrollan
allí donde el material es carbonatado
(Prebético, Subbético y materiales del
Alpujárride). Dan lugar a la formación
del lapiaz con sus distintas morfologías,
desarrollo de cuevas (algunas utilizadas
por el hombre), etc.
Badlands: fundamentalmente
desarrollados sobre materiales
que se erosionan fácilmente, como los
depósitos que existen en Guadix, dando
ejemplos espectaculares. Su desarrollo
es debido a las condiciones de lluvias
torrenciales y sequedad durante el resto
del año, que da lugar al desarrollo de
cárcavas y microformas de piping, que
por evolución dan lugar al desarrollo de
los badlands.
Zonas alomadas y de llanura: son muy
familiares en el Altiplano. Se caracterizan
por el suavizado de la topografía dando
morfologías muy moderadas, de
pendientes muy débiles. Su formación
se debería a la alternancia de materiales
duros (calizas-margocalizas) y blandos
(margas) que permitirían su desarrollo
en extensión.
Zonas asociadas a llanuras aluviales
y cauces: Los ríos poseen unos cauces
bastantes encajados en toda la región
debido al rápido levantamiento
tectónico de la zona, a los materiales y
la captación del río Guadiana Menor por
el río Guadalquivir. La propia evolución
climática junto al aporte antrópico
ha generado una ligera colmatación
de dichos cauces. Las zonas de llanura
aluvial son muy conocidas por su gran
importancia económica debido a su
riqueza para el cultivo, como viene
siendo la vega de Baza.
Formaciones de laderas: Son muy
abundantes entre Guadix y Baza,
28
Depósitos aluviales de la sierra de Baza
conforman toda una superficie de
morfología horizontal a subhorizontal,
que se conoce como Glacis. Se disponen
generalmente a modo de orla en todos
los relieves importantes de la provincia.
Existen también el desarrollo de
canchales en las zonas más altas y donde
abundan los materiales carbonatados y
con una cierta pendiente.
Formación de costras endurecidas:
son delgadas láminas que se formaron
en unas condicionas más áridas que
las actuales y de mayor temperatura.
Cuando son de carbonato se le conocen
como “caliches”. En nuestras zonas son
bastante comunes.
Deslizamientos de tierra: existen
algunos ejemplos de grandes masas
deslizadas, aunque son poco frecuentes.
También existen otros movimientos
de tierra de menor tamaño que dejan
pequeñas formas cóncavas, que son
conocidas como “bujeos”. Se reconocen

por dejar una cicatriz en forma de
pequeño escarpe en el terreno seguido
de una pequeña depresión con un
acúmulo de la masa deslizada al pie
de ésta. Algunos ejemplos de bujeos
se pueden encontrar justo al oeste de
Gor.
Por último debemos hacer mención
al fuerte impacto que la actividad
del hombre posee sobre el medio,
hasta el punto de crearse incluso
forma antrópicas, con ejemplos tan
espectaculares como las minas de
Alquife, y, en menor grado, cualquier
tipo de cantería como las que se han
desarrollado en la zona norte de la
provincia especialmente en Orce y
Puebla de Don Fadrique; incluso desde
la antigüedad, como es el caso de las
minas de oro romanas localizadas
en el río Gualopón, en Caniles, que
supusieron el desmontes de grandes
superficies.
29
El entorno geográfico
Los suelos: la base de la
agricultura
Los suelos son los elementos que
determinan, en primera instancia,
aspectos tan importantes como la
cubierta vegetal. Se trata de la capa más
superficial de la corteza terrestre, donde
se asientan los minerales necesarios
para la subsistencia de la vida vegetal,
y, siguiendo la cadena trófica, la animal.
Su conocimiento permite conocer la
capacidad de cultivo de los terrenos,
teniendo en cuenta la calidad de las
tierras, su mineralización y la relación
que mantienen con el agua, es decir, si
son más o menos permeables.
Los estudios de los suelos se han
desarrollado especialmente durante el
siglo pasado con el objetivo de conocer
el potencial agrícola de los mismos. La
ciencia que se encarga de su estudio se
denomina edafología.
Los principales tipos de suelos que
Relleno de paleocanal y
llanura de inundación
se encuentran en esta zona son litosoles,
que abundan en las cumbres más altas
donde se da un mínimo desarrollo del
suelo o incluso darse el caso de que sea
del todo inexistente y con instalación de
vegetación acostumbrada a condiciones
algo más extremas; los cambisoles
cálcicos, que se encuentran en la
media montaña y en sus alrededores,
existiendo un mejor desarrollo de suelo
que en los litosoles, lo que permitiría
el cultivo de especies vegetales que
no sean muy delicadas ya que aunque
éste sea poco estable; por último, los
regosoles calcáreos, que se localizan
fundamentalmente sobre el relleno
neógeno, con mayor variabilidad,
pudiendo tener una elevada disparidad
de las características de una zona a
otra.

30
 El entorno geográfico

31
32
GEOGRAFÍA
ANTIGUA DE LA
BASTETANIA

33

L os geógrafos e historiadores de
la antigüedad, fieles a quienes
les pagaban, se hicieron imprescindibles
para el poder establecido, y necesarios
para los investigadores de la actualidad,
pues ellos, con sus obras geográficas e
históricas, nos ofrecen un poco de luz
donde la oscuridad reina.
En aquellos años, se hacía necesaria
la sistematización e identificación
de cualquier lugar por dos motivos
principales. Uno meramente práctico,
ya que era una herramienta útil para
las operaciones militares; y el otro
espiritual o apolíneo, que permitía
ahuyentar y vencer a la noche arcaica
con sus miedos y sus lagunas.
El procedimiento de nombrar y
clasificar permite conocer, y conocer
es controlar. A lo largo de la cultura
occidental la vista se ha considerado
fundamental. Paseando por la naturaleza,
vemos, identificamos, nombramos,
reconocemos. Este reconocimiento
es el amuleto para alejar los miedos
atávicos que inundan y corrompen
34
nuestros sueños. Convirtiéndose este
reconocimiento en una compulsión de
repetición.
Roma utilizará a los geógrafos e
historiadores para su provecho. Una
propaganda oficial no exenta, en muchos
casos, de exageración gubernamental.
Lleno de propaganda y de ciertas
dosis de exageración nos encontramos
descripciones de la Bastetania de
diversos y variados autores de la
antigüedad. Según éstos, el territorio
conocido como la Bastetania y poblado
por íberos, se extendía por las actuales
provincias de Granada, Albacete, Jaén,
Almería, Málaga y Murcia. Dentro de
los autores que encontramos de época
grecorromana hay que hacer ciertas
distinciones, pues la profundidad con la
que tratan la descripción de la Bastetania
es muy diferente, dependiendo de la
época en la cual fue escrito el texto y su
posible uso.
Los primeros autores griegos
El primer grupo formado por autores
griegos, todavía no dependientes de
Roma, se caracteriza por dos aspectos:
el primero, es que son autores que nunca
pisaron estas tierras y sus informaciones

no podían ser más que parcas y
fragmentarias, recogidas de forma oral
por navegantes que conocían estas tierras
de forma indirecta; el otro aspecto, es
que sus someras descripciones no nos
han llegado de forma directa, sino a
través de la compilación realizada por
Esteban de Bizancio tras la desaparición
del Imperio Romano occidental. Por
tanto, las informaciones facilitadas
por Hecateo de Mileto o Teopompo
sólo nos ayudan en un sentido,
aunque bastante importante, que no
es otro que mostrarnos hasta dónde
habían llegado los comerciantes de la
antigüedad y, un conocimiento muy
superficial de la Península Ibérica que
no sería subsanado hasta la llegada de
los ejércitos romanos. Aún así, hay que
señalar que para estos autores griegos
la zona de la Bastestania se denominaba
Mastetania, nombre recogido de la
antigua Mastia, identificada con Cartago
Nova (Cartagena).
Hay que esperar al siglo II a.C. para
encontrar geógrafos e historiadores
que sí pisaron las tierras peninsulares
siguiendo a los ejércitos de Roma.
La victoria del imperialismo romano
puede ser explicada como el resultado
de cuatro factores: la nueva dirección
dada por Roma a sus fuerzas, volcadas en
35
Geografía antigua de la Bastetania
un militarismo que con el tiempo sería
su tumba; la inferioridad táctica de los
ejércitos helenísticos para enfrentarse
a los romanos; la decadencia de celtas
e íberos; y por último, la colaboración
de los intelectuales griegos con los
políticos y escritores romanos. Es
éste último punto el que nos interesa
especialmente, pues serán geógrafos e
historiadores griegos dependientes de
la victoriosa Roma quienes nos ofrezcan
una información más pormenorizada de
la Batestania. Griegos como Polibio (que
estuvo dos veces en la península Ibérica
con Emiliano Escipión, en el 151 y el 134
a.C) que trabajó eficazmente para los
romanos y asistió al imparable ascenso
de Roma, esclavo fiel pero aterrorizado,
se lamentaba de la posición alcanzada
por sus nuevos dueños: “Ningún hombre
con algo de inteligencia va a la guerra con
sus vecinos simplemente por el placer de
destruir a un adversario” (3.4.10).
Los geógrafos e historiadores
desde la conquista romana
Polibio recogerá las informaciones
anteriores y les añadirá su propia
experiencia personal, siendo un testigo
directo y privilegiado de la conquista
y progresiva ocupación de la Península
Pueblos prerromanos según los autores clásicos
por parte de los ejércitos romanos. Es
él quien, recogiendo las tradiciones
anteriores, nos dice que los mastios y
los bastetanos son los mismos, y que
habitaban toda la región comprendida
entre Cartagena y Cádiz, coincidentes
con las actuales Cordilleras Béticas.
Poco después, viajarán a la Península
dos geógrafos griegos que trabajaban
para la República de Roma, Artemidoro
(alrededor del 100 a.C.) y Posidonio
(algo más tarde 50 a.C.) que le servirán
a Estrabón para escribir su conocida
obra de Geografía.
Estrabón (50 a.C.-19 d.C.) nunca
estuvo en Hispania y utilizó para su
compilación, y sin ningún pudor, las
36
obras de otros geógrafos que sí pisaron
estas tierras. La selectiva utilización
que hará Estrabón de estas fuentes
nos ha impedido conocer algunas
informaciones de suma importancia,
aunque hay que destacar que la
información recogida en su libro III de
Geografía es fundamental para todo aquel
que quiera acercarse a la Historia Antigua
de la Península Ibérica. Encontramos
en esta obra cierta confusión a la hora
de exponer los hechos, pues no fue
muy cuidadoso cuando los escogió y
los organizó; establece pues, que la
Bastetania se extendería desde el monte
Calpe (Gibraltar) hasta las cercanías de
Cartagena, siendo el núcleo central la
cordillera de la Orospeda (Bética). Debe
también señalarse que en diferentes

pasajes utiliza indistintamente los
términos de mastienos, bastetanos,
bástulos y blastofenices al referirse a los
habitantes de esta zona, siendo esto una
muestra más de la mezcla de fuentes
que utilizó Estrabón.
Tito Livio (64 a.C.-19 d.C.),
en su monumental obra Ab Urbe
Condita, menciona en varias ocasiones
hechos acaecidos o relacionados con
los bastetanos, aunque dos de estas
menciones nos parecen especialmente
interesantes al hablar de núcleos
de población que posteriormente,
Ptolomeo, circunscribiría al territorio
Bastetano. La primera de ellas es
Túrbula, población bastetana limítrofe
con los edetanos y causante, según
Tito Livio de la guerra entre Cartago y
Roma. Las otras ciudades que menciona
son, igualmente bastetanas, aunque en
los enfrentamientos entre cartagineses
y romanos toman partido por uno u
otro bando, es decir, no existiría una
federación de ciudades bastetanas que
actuasen al unísono frente a los invasores
pues, como refiere Tito Livio, Bigerra
es aliada de los romanos, mientras que
Túrbula y Licón (Ilurco) lo eran de los
cartagineses.
Entrados ya en el siglo I de nuestra
37
Geografía antigua de la Bastetania
era, encontramos la obra geográfica de
Plinio (23-79 d.C.). Su obra está pensada
como una enciclopedia eminentemente
útil, su descripción sigue un orden en
la exposición, destacando ante todo,
el estudio etimológico de los lugares.
La utilización de los nombres a modo
de lista exclusiva, sin más aditamentos
que los de mostrar el nombre de las
ciudades, sus habitantes y los pueblos
que habitaron o habitan el Imperio,
copiando los archivos oficiales
donde se exponían los nombres por
orden alfabético. De la información
proporcionada por Plinio, podemos
sacar algunas conclusiones interesantes,
como establecer que la Bastetania es
una región interior, diferenciando a
los bástulos de los bastetanos y no
mencionando ya a los blastofenices
(quizás porque su cultura de raigambre
fenicia se había diluido bastante).
Igualmente, nos proporciona el nombre
y la categoría jurídica de las poblaciones
más importantes de la Batestania, donde
la mayoría de los lugares habitados
tenían categoría de estipendiarias, es
decir, pagaban impuestos y no tenían
ningún privilegio.
Por último, debemos centrar
nuestra atención en la obra de uno de
los geógrafos más conocidos y seguidos
de la Antigüedad, Claudio Ptolomeo
(100-170 d.C.), que aunque no estuvo
presente nunca en Hispania sí disponía
de todas las obras más importantes
de la cultura antigua, pues tenía a su
disposición los fondos de la mayor
biblioteca de la época, la de Alejandría.
La obra de Ptolomeo es más parca que
la de Plinio, pues si éste hacía algún
comentario de las poblaciones que
mencionaba, el geógrafo alejandrino nos
proporciona relaciones de poblaciones
con su localización geográfica, dato que
desde la tardía antigüedad ha supuesto
la base para la geografía medieval
y moderna, pues proporcionaba el
nombre y la localización geográfica
de más de 8.000 poblaciones. Para
la Bastetania, que Ptolomeo sitúa
entre los lobetanos, los edetanos y las
orillas del mar, nos ofrece el nombre
de quince ciudades importantes y en
algunos casos, mencionadas por vez
primera. Lo más curioso de Ptolomeo
es que no menciona la ciudad de Basti,
teórica capital de la región, o al menos
la población que otorga el nombre a
toda la Bastetania; en otros casos, como
el de Arkilakis, es la única fuente que
la menciona siendo desconocida para
otros autores.
A partir del siglo II d. C., la Bastetania
38
aparecerá en obras de recopilación cuyo
objetivo era mantener el conocimiento
alcanzado en tiempos anteriores. El
epónimo aparecerá, en ocasiones, en
las actas de los concilios cristianos
celebrados a partir del siglo IV d.C.,
pero el territorio de la Bastetania se
irá diluyendo progresivamente hasta
quedar casi olvidado, recuperándose
con algunos autores renacentistas
empeñados en buscar pasados gloriosos
para poblaciones que carecían de ese
protagonismo en la Historia que muchos
desean fervientemente.
En resumen, se puede establecer
que el territorio de la Bastetania se
extendía siguiendo la línea de las
Cordilleras Béticas, aunque con las
divisiones administrativas realizadas
por los romanos quedará reducida
progresivamente a la zona del actual
Altiplano granadino y áreas limítrofes
de las provincias circundantes, un
territorio que ya en la antigüedad no
tuvo gran importancia para Roma,
pues sus recursos y población no eran
excesivamente cuantiosos. El trato
jurídico recibido por la población
antes de otorgar la ciudadanía romana
a todos los habitantes del imperio
(Caracalla 198-217 d.C.) nos muestra
que este territorio no disfrutó de una
consideración especial por parte de las
autoridades imperiales. Dicho esto, el
conocimiento de territorios marginales,
alejados de los grandes centros de
decisión es una meta apasionante, pues
los grandiosos fastos, las construcciones
de las ciudades, la riqueza y desmesura
de las villas rurales, no deben ocultarnos
que existía otro mundo no menos real
y complejo donde la vida cotidiana se
convertía también en una aventura. Y
es en estas zonas marginales donde se
conservarían durante mayor tiempo las
costumbres, los dioses y, en definitiva,
la cultura ibérica; donde la asimilación
de la imponente Roma tardaría más
en asentarse y florecer, existiendo en
algunos casos una corriente contraria,
aquélla en la que los romanos asimilaron
algunas costumbres íberas.

39
40
LA GEOGRAFÍA
DEL CENTRO
DE LA
BASTETANIA
IBÉRICA

41

L as tribus bastetanas ocuparon un
amplio espacio de terreno que
algunos autores clásicos como Ptolomeo
situaban entre Cartago Nova, la actual
Cartagena, hasta Kalpia, Gibraltar.A este
territorio habría que sustraerle la zona
costera, en manos de las comunidades
fenicias prácticamente desde finales del
siglo IX a.C., y que se conocían con
el nombre de libio-fenicios, a los que
corresponderían asentamientos como
Carteia (San Roque, Cádiz), Mainake
(Málaga), Seks (Almuñécar, Granada),
Selambina (Salobreña, Granada), Abdera
(Adra, Almería) o Baria (Villaricos,
Almería), por lo que existiría una banda
de territorio costero que no estaría en
manos de las comunidades ibéricas,
si bien unos y otros interaccionarían
con sus vecinos para una normal
convivencia1.
1 De hecho no se ha detectado hasta el mo-
mento ninguna evidencia que permita pensar que la
relación entre los fenicios asentados en la costa y los
iberos del interior hubiese conflictos graves que des-
embocaran en situaciones bélicas, al menos a partir
del siglo VI a.C., ya que con anterioridad parece ser
que ámbitos como la Depresión de Ronda o el sur de
Albacete pudieron haber sido objeto de acciones de
guerra entre los siglos VIII y VI a.C.
42
El vasto territorio que ocupaba la
Bastetania estaba dividido en diferentes
espacios que dependían de forma
directa de cada uno de los oppida;
Tútugi (Galera) tenía un territorio
que lindaba al norte con el de Arkilakis
(Puebla de Don Fadrique), y al sur con
el de Basti (Baza) y éste, a su vez, por
el sur con del de Acci (Guadix); cada
oppidum funcionaba en su territorio
como un microestado; todas las
actividades de explotación y gestión de
recursos dependían directamente de la
aristocracia que residía en el oppidum.
En su territorio se desarrollaba la
agricultura tanto de secano como de
regadío, la ganadería, la explotación de
recursos forestales, la minería básica
(hierro y cobre), arcillas para la alfarería,
etc. Pero también el territorio se
señalizaba con distintos elementos más o
menos particulares; santuarios como el
de Cuesta Blanca en Baza, o necrópolis
en los entornos más inmediatos del
oppidum como la de Cerro Largo en Basti,
son fórmulas utilizadas para representar
la detentación del poder y el control del
oppidum sobre su territorio, con el cual,
a su vez se complementa.
En el oppidum residía, como dijimos
 La geografía del centro de la Bastetania ibérica

Distribución de las principales colonia fenicias y de oppidas ibéricos. 1, Seks; 2, Abdera; 3, Baria;
4, Arkilakis; 5, Tútugi; 6, Basti; 7, El Forruchu; 8, Acci; 9, cerro de los Allozos; 10, Tagili; 11,
Eliocroca; 12, Iliberis; 13, Ilurco; 14,Tugia; 15, Mentesa Bastia; 16, Salaria; 17, Castulo
anteriormente, la aristocracia, que poblados fortificados, son Cerro de Los
detenta el poder, y que permite a sus Almendros en Huéscar y Las Angosturas
súbditos establecerse fuera del mismo de Gor. En el caso de la Bastetania,
en aldeas o poblados fortificados ejemplos como estos dos permitirían
cuya función es producir para el considerar que la verdadera función
oppidum o defender el territorio de de esos poblados fortificados no era
éste, labor que puede realizarse desde servir de frontera entre los territorios
distintas perspectivas. Los dos mejores de dos oppida adyacentes, sino muy al
ejemplos con los que contamos, como contrario, servir de comunicación entre

43
ambos.
A pesar de que pudiera pensarse que
el territorio bastetano se estructuraba
en torno a un solo estado, hoy en día
estamos en condiciones de afirmar que
no existía la Bastetania como unidad
política. El mejor argumento con el que
contamos para ello es que la aristocracia
de cada oppidum nuclear reaccionó de
forma diferente a la presencia romana,
dependiendo la respuesta de la potencia
itálica a la actitud de cada aristocracia
local; los que se enfrentaron fueron
reprimidos hasta hacer desaparecer
sus ciudades, como en el caso de El
Forruchu (Villanueva de las Torres) y
de Cerro de los Allozos (Montejícar),
mientras que en los casos en que fueron
favorables a los romanos recibieron en
compensación la firma de tratados que
permitían que las elites locales siguieran
detentando el poder de forma muy
semejante a como lo habían hecho con
anterioridad, respetando, además, sus
ciudades, como Acci, Basti o Tútugi.2
2 Cuyos nombres conocemos gracias
precisamente a haber sobrevivido a las conquistas romanas,
ya que pervivieron con los mismos nombres casi hasta
la actualidad. Basti pasó a Bazta en la edad media, y de
ahí al actual nombre de Baza. Acci pervivió hasta la edad
media incorporándole la un antedijo (uad) que en árabe
significa río, y contractando las dos CC finales en una sola
consonante, “S”, y pasando a llamarse Uadi-as, y finalmente
Guadix. Tútugi sin embargo cambió su nombre con la
conquista islámica, sin que se sepa muy bien el motivo.
44
Por tanto, a pesar de existir una
ciudad epónima de la Bastetania, ubicada
en Cerro Cepero (Baza), con el nombre
de Basti, no puede decirse que tal fuera el
núcleo del poder estatal, ni que hubiese
funcionado en ningún momento como
“capital” de un territorio tan vasto como
se le supone a la Bastetania. Incluso
algunos autores antiguos no dudan
en poner a la misma altura conceptos
como el de bastetanos y de accitanos,
entendiendo, en consecuencia, que cada
grupo o tribu estarían delimitados a su
entorno más inmediato.
No conocemos, por el momento,
nada que nos indique que existieron
momentos de conflicto armado entre
los distintos oppida de la zona, lo que,
además, resultaría prácticamente
imposible con anterioridad al siglo
V a.C., y muy poco probable con
posterioridad al siglo IV a.C. por una
serie de circunstancias que analizaremos
detalladamente.
Los primeros contactos con los
comerciantes fenicios
Cuando en el siglo VIII a.C. las
comunidades fenicias se asientan en las
 La geografía del centro de la Bastetania ibérica
Reconstrucción del acceso en embudo a Canto
Tortoso
costas meridionales y del sudeste de la
Península, las comunidades indígenas
reaccionan organizando el territorio de
forma distinta a períodos precedentes.
Con anterioridad debemos imaginarnos
una sociedad ruralizada, sin grandes
centros de poder y con poca capacidad
de organización de rutas comerciales a
grandes distancias, aunque con alguna
experiencia aislada en este sentido.
Los poblados del Bronce Final son
pequeños, posiblemente ni siquiera
45
estén amurallados, aunque es cierto que
algunos de ellos se sitúan en las principales
rutas de acceso que comunican la
costa con el Alto Guadalquivir; a
partir del siglo VII a.C., la población
se va concentrando en algunos de
esos poblados en un proceso que está
generalizándose en el Mediterráneo
desde un siglo antes. Los poblados se
empiezan a amurallar, y algunos de ellos
se especializan en el comercio con la
costa, especialmente aquéllos que están
en las principales rutas comerciales, y
parecen controlarlas ya que concentran
una gran cantidad de ánforas que
transportarían el vino fenicio hacia el
interior. Son yacimientos que, como
Canto Tortoso en Gorafe o Barranco
del Moro en Zújar, han sobrevivido al
cambio del Bronce Final hasta el siglo VI
basando su economía en esta actividad
comercial.
No parece que en estos primeros
momentos existan, realmente, zonas
que nuclearicen completamente la
población. La mayor parte de los
yacimientos ibéricos de primera época
ya habían sido fundados como poblados
a principios del milenio. Es sin duda
este comercio lo que determina la
estructura del territorio, el espacio
entre los distintos poblados, de reducidas

Reconstrucción idealizada del Cerro de la Cruz
dimensiones (no más de dos hectáreas)
no es muy amplio, ya que apenas los
separan 20 kilómetros, el recorrido de
un día de camino.
Esta estructura sufre una importante
crisis a finales del siglo VI a.C., en
relación con una situación que se creaba
al mismo tiempo en el conjunto del
comercio de todo el Mediterráneo
Occidental. La ruptura de esta
estructura provoca, mediante una serie
de consecuencias aún mal conocidas,
un fuerte despoblamiento, ya que
numerosos yacimientos se abandonan,
lo que parece indicar, entre otras cosas,
un importante descenso demográfico.
46
La formación del iberismo
clásico
Hacia la mitad del sigloV a.C. empieza
a superarse esta crisis; en un primer
momento parece ser que la población
restante se ha refugiado en algunos de
los escasos poblados que sobrevivieron
a la misma, configurándose ya lo que
se conocerá como oppida nucleares,
lugares que empiezan a centralizar
el territorio circundante, y donde se
producen todos los cambios sociales que
caracterizarán al mundo ibérico a partir
de ese momento. Ya están funcionando
la totalidad de los oppida de la zona:
Arkilakis (Molata de Casa Vieja en Puebla
de Don Fadrique); Tútugi (Cerro del
Real, Galera); Basti (Cerro Cepero en
Baza); Acci (casco antiguo de Guadix);
El Forruchu (Villanueva de las Torres) y
Cerro de los Allozos (Montejícar).
En un primer momento el oppidum
vive directamente de su entorno más
inmediato, y su actividad comercial es
escasa; junto al oppidum se empiezan a
crear las grandes necrópolis, como la
de Tútugi o las de Basti. A principios del
siglo IV a.C. la crisis parece totalmente
superada, ya se han desarrollado los
grandes proyectos urbanos dentro del
oppidum con la construcción de potentes
 La geografía del centro de la Bastetania ibérica
de Gor, el Cerro de los Almendros
o Fuente Amarga en Huéscar o Los
Castellones de Laborcillas.

Al mismo tiempo se ponen en

explotación las minas de plomo, plata,
hierro y cobre de las estribaciones
septentrionales de Sierra Nevada,
fundando asentamientos metalúrgicos
Muralla republicana del Peñón de Arruta como La Calera de Dólar, el Cardal de
murallas, y los productos provenientes Ferreira y el Peñón de Arruta en Jérez
del Mediterráneo abastecen a las del Marquesado.
comunidades ibéricas sin problema
alguno.
Las Guerras Púnicas y la conquista
Durante la segunda mitad del siglo romana
IV a.C. se produce una fuerte expansión
demográfica, por lo que resulta necesario A partir de finales del siglo III, como
ampliar las zonas de cultivo, con nuevos consecuencia de la Segunda Guerra
campos y la creación de aldeas más Púnica, algunas aristocracias se ponen a
alejadas del oppidum encargadas de la
explotación de los mismos. Es lo que se
conoce como la colonización agrícola.
Durante este período los oppida
controlan ya un espacio muy amplio
en su entorno, de un radio medio de
unos 20 kilómetros. A partir del siglo
III a.C., para apoyar el contacto entre
los distintos asentamientos, se crean los
poblados fortificados, que garantizan la
comercialización de productos tanto de
largas distancias como de los poblados
entre sí. Así se fundan Las Angosturas
Monedas cartaginesas de Anibal
47
favor del poder púnico y pagan su apoyo
con la destrucción de sus poblados,
como Arkilakis o Cerro de los Allozos.
El resto de los oppida sobreviven porque
se alían rápidamente al poder romano,
convirtiéndose en muchos casos en
ciudades estipendiarias de la propia
Roma, creciendo económicamente e
incorporando algunos de los elementos
de la nueva arquitectura dominante,
con grandes proyectos urbanísticos
como la construcción de foros, templos
y edificios públicos.
Por su parte, el campo continúa
estructurándose como en períodos
anteriores; aldeas repartidas por las
principales zonas de cultivos se encargan
de la explotación agropecuaria,
respetadas por las invasiones romanas
durante algunos siglos más, casi hasta
finales del I d.C.
No obstante, el territorio será
reestructurado de otra forma a partir
de la época de Augusto; la antigua
via Heraclea, eje de comunicaciones
fundamental en época ibérica que unía los
distintos oppida entre sí, se reestructura
en algunos tramos, dejando de lado
zonas como el extremo nordeste de la
provincia, ya que al abrirse el pasillo
de Chirivel, la comarca de Huéscar
48
quedaba fuera de las principales rutas
de comercio, lo que provocó que a
excepción de Tútugi, no hubiera ningún
otro programa urbano en las zonas
septentrionales.
Una buena prueba de este cambio se
vio reflejado en el campamento romano
del Cerro del Trigo (Puebla de Don
Fadrique); un yacimiento de algo más
de media hectárea de extensión, con una
planta rectangular, y fundado hacia el
año 100 a.C. con la función de organizar
de nuevo el territorio de Bugéjar tras
la destrucción y consecuente abandono
de los dos principales yacimientos
ibéricos de la zona, Cerro de la Cruz
y Molata de Casa Vieja. La función del
campamento consistía básicamente
en mantener el control sobre la vía
heraclea a su paso por esta zona; con la
reforma de Augusto y al desplazarse en
consecuencia la vía principal hacia el sur,
el campo de Bugéjar queda al margen de
los nuevos caminos, y el campamento
deja de tener sentido, con lo que acaba
abandonándose tras la creación de la
nueva vía Augustea.
 La geografía del centro de la Bastetania ibérica

Vista aérea del Cerro del Trigo, con el Cerro de la Cruz arriba a la izquierda (Foto AEAB y JN)

49
50
UNA SOCIEDAD
AGRÍCOLA
Y
ARISTOCRÁTICA

51

L a formación de la sociedad
ibérica es un complejo proceso
difícil de conocer en profundidad, ya
que quedan muchos aspectos sobre los
cuales el registro arqueológico no ha
proporcionado evidencias suficientes.
Para estos primeros momentos
apenas contamos con datos procedentes
de algunas excavaciones en Acci (Guadix)
y en Tútugi (Cerro del Real, Galera),
donde se ha podido comprobar que la
mayor parte de los oppida ibéricos del
altiplano estaban ya ocupados antes de
época ibérica.
En el Bronce Final, la mayor parte de
los poblados de la zona son de reducidas
dimensiones, normalmente ni siquiera
están amurallados, y parecen hablarnos
de una sociedad eminentemente
rural, con una base económica
fundamentalmente agropecuaria, donde
existe poca capacidad de acaparamiento
de riquezas, lo que permitiría considerar
que se trata de sociedades relativamente
igualitarias. El contacto con el mundo
fenicio provoca un fuerte incremento
52
de nuevas actividades productivas así
como un desarrollo muy acelerado
de actividades de intercambio, y, en
consecuencia, la aparición de nuevos
grupos que acaparan las riquezas; es
la formación de una aristocracia que
basa su poder en el comercio de estos
productos.
Los elementos de que disponemos
para analizar este proceso en la
zona son muy escasos. Los recientes
descubrimientos de materiales extraños,
como platos fenicios en yacimientos
como Barranco del Moro en momento
del siglo VI a.C., nos permiten
considerar que las aristocracias están
acaparando los productos de prestigio,
aunque visto el tamaño medio de
los principales poblados de la época
(Barranco del Moro o Canto Tortoso)
así como su escasa entidad constructiva,
no parece que basaran parte del mismo
en grandes construcciones ni en otros
elementos escultóricos como parece ser
que sucede en otras zonas (véase el caso
del conjunto escultórico del Cerrillo
Blanco de Porcuna).
Lo que sí parece obvio es que a
finales del siglo VI a.C. la estructura
social entra en crisis, y durante un siglo
no existe ningún elemento que nos

permita hablar de lo sucedido.
El surgimiento de una
aristocracia
A partir de mitad del siglo V a.C.,
una nueva aristocracia toma las riendas
del poder (o quizás la vieja aristocracia
con nuevas fórmulas sociales) y utiliza
el oppidum nuclear para organizar dicho
poder. Programas arquitectónicos
como las murallas monumentales que
se construyen a partir de esa época, o
la articulación de los grandes conjuntos
funerarios donde se representa aún
mejor las nuevas diferencias sociales
con una gran capacidad de control sobre
los materiales exógenos y de prestigio,
demuestran que se trabaja mucho más
los niveles de dependencia en clanes
que se reparten el territorio con sede
en cada uno de los nuevos oppida.
De hecho, desde este momento
solamente serán los grandes
asentamientos fortificados y las
necrópolis los ejes de la aristocracia,
ya que no encontraremos reflejos de la
misma ni en las aldeas ni en los poblados
fortificados, si bien resulta difícil, dentro
de este diseño, comprender exactamente
las relaciones de dependencia que
Una sociedad agrícola y aristocrática
Estatuta funeraria del Guerrero de Cerro Largo
mantendrían la familias que habitasen
tanto en uno como en otros.
Las necrópolis posiblemente sean
las que nos arrojen la mayor parte de
la información sobre la sociedad de esta
época. La escasa entidad de las mismas
(no se conocen necrópolis ibéricas en el
altiplano que superen las 200 tumbas,
y muy pocas entre ellas representan
enterramientos dobles) nos permite
considerar que no toda la población
se podría enterrar en estos espacios
sagrados. Aún si tuviéramos en cuenta
las personas desaparecidas, cadáveres
no encontrados, los mercenarios que
morirían fuera de los territorios,
parece que no está representada una
53
parte importante de la población en
los enterramientos. Es posible que
utilizaran el mismo ritual funerario de
cremación, pero que las cenizas fueran
esparcidas en algún espacio a voluntad
del difunto o de la familia, lo que nos
llevaría a considerar que el mundo
de las necrópolis solamente estaría
representando a las capas más altas de
la sociedad.
¿Verdaderos guerreros?
Se comenta con bastante asiduidad
que la sociedad ibérica presenta un
marcado carácter bélico. Así, podría
desprenderse por la presencia de
Combate ritual
54
numerosas armas entre los ajuares
funerarios o la existencia de numerosas
referencias a mercenarios en distintas
guerras en el Mediterráneo, en Grecia o
en Sicilia especialmente, hasta el punto
que Morgantina, una vez capturada por
los romanos fue cedida en el 211 a.C.
a un grupo de mercenarios ibéricos a
las órdenes de un tal Moerico. Incluso
se conocen las luchas de carácter ritual
durante el ritual de enterramiento
de un personaje importante de la
sociedad, como sucedió en el momento
de enterrar a la princesa en cuyo honor
se incluyó la estatua de la Dama de Baza
dentro de su ajuar.
No obstante, el arma típica del
ibero, la falcata, no tiene una función
defensiva, sino que es muy probable
que fuera más bien un elemento de
prestigio, muy relacionada de forma
directa con su poseedor hasta el punto
que al incinerarlo las armas que le
pertenecían se quemaban en la pira
y se enterraban con el muerto. La
presencia de varios grupos de armas en
la tumba de la princesa de Basti puede
ser interpretado en esta misma línea. La
sociedad ibérica no es una sociedad con
economía basada en la guerra, sino en el
comercio, la agricultura y la ganadería.
 Una sociedad agrícola y aristocrática
Detalle de damasquinado de plata en el
mango de una falcata de Cortijo de Carranza
(Huéscar) (Foto FQS)
La artesanía como base de la
producción
Una clase social importante es la de
los artesanos; el desarrollo de la cultura
ibérica implicó la creación de la figura
del artesano a tiempo completo, un
concepto nuevo. Este cambio supone
un importante cambio social; si una
persona se dedica a tiempo completo a
actividades que no suponen producción
de alimentos significa que una parte
del grupo debe dedicar más tiempo a
55
la producción de alimentos, aunque la
solución pasa también por algún avance
tecnológico que permita incremento de
la productividad sin que eso provoque
mayor dedicación.
El primer artesanado del que
queda constancia de su alto nivel de
especialización es el relacionado con la
alfarería, consecuencia del impacto de
la presencia fenicia. Algunos autores
también plantean que la metalurgia
sufrió un efecto similar por las mismas
circunstancias, especialmente la de la
plata y el hierro.
De hecho en las tumbas puede
observarse que existen estas
especializaciones, aunque no tenemos
aún ejemplos concretos entre los ajuares
de la zona del altiplano, sí que en el
sureste de la península se observa mejor
el tipo de ajuar en caso de artesanos
especializados.
La esclavitud
Por último, algunos autores
mencionan la existencia de una clase
esclava; en honor a la verdad no
parece que haya datos suficientes para
considerar su existencia. Es posible que
en algún momento concreto, como
consecuencia de batallas entre los
oppida, muy puntuales pudiera haberse
desarrollado la captación de esclavos. En
todo caso no sería en grandes cantidades,
ya que no parece documentarse cambios
en la población importantes en la zona
del altiplano, al menos, desde el siglo V
a.C.

56
Una sociedad agrícola y aristocrática

57
58
URBANISMO
Y
ARQUITECTURA:
los poblados
y las casas

59
 E l urbanismo que refleja una
cultura dada permite entrever
una serie de características de dicha
sociedad que difícilmente se reflejan en
otros aspectos de la vida cotidiana, ya
que implica una consideración de vida en
grupo organizada desde una normativa
más o menos asumida por el conjunto de
sus individuos. El mundo urbano existe
por oposición al mundo rural, y solo se
Vista idealizada del oppidum de Cerro Cepero
puede hablar de verdadero urbanismo
cuando podemos hablar de ciudades en Canto Tortoso o en Barranco del Moro,
sentido estricto, problema que nos lleva cuya construcción se data en el siglo VII
directamente a la necesidad de definir a.C.
qué entendemos por ciudad.
En todo caso deberíamos asumir que
la mayor parte de los elementos que
¿Qué es el oppidum? caracterizarían a los primeros poblados
ibéricos hunden sus raíces en la fase
Los primeros asentamientos ibéricos anterior; es cierto que la presencia
se diferenciaban poco de los poblados fenicia aporta algunos cambios, pero
del Bronce Final de la zona; tal es así, si éstos tuvieron éxito es porque más
que la mayor parte habían sido fundados que resultar verdaderas innovaciones
en esa época. Por tanto, su estructura se trataba de nuevas fórmulas de los
era un fiel reflejo de la evolución de esos viejos sistemas. Nos referimos al uso
poblados, a los cuales se les incluiría una del adobe, paralepípedo de tierra,
pequeña muralla, a veces de no más de semejante a un ladrillo, compuesto de
metro y medio de espesor, como en tierra y algunos elementos vegetales,

60

que se secaba al sol. Este material era ya
utilizado durante el Bronce Final, como
demostraron Schüle y Pellicer en la
excavación que realizaron en el Cerro del
Real, en Galera. Encontraron una gran
cabaña de planta ovalada construida con
piezas de adobe de grandes dimensiones
(s. IX a.C.); a mediados de los años 90,
las excavaciones en Fuencaliente, en
Huéscar, con una cronología algo más
reciente (s. VI a.C.), los arqueólogos
seguían encontrando cabañas semejantes
en su sistema constructivo, muros con
zócalos de piedra y elevaciones en adobe,
si bien existían dos diferencias respecto
al período precedente: las cabañas eran
ya rectangulares, y no ovales, y los
adobes eran sensiblemente menores; la
arquitectura en tierra se reestructuraba,
Muralla y
talud de adobe
(izquierda) en
la ladera norte
de Cerro Cepero
61
Urbanismo y arquitectura
quizás, ciertamente, por los nuevos
modelos urbanísticos que venían desde
las colonias fenicias de las costas del
levante almeriense (fundamentalmente
Baria, en la actual Villaricos).
Habría que esperar hasta que se
desarrollara el mundo del oppidum para
comprender realmente el alcance de
los cambios en urbanismo y en sistemas
constructivos que tuvo lugar entre la
prehistoria reciente y el mundo ibérico;
el principal problema que tenemos
para ello es la escasez de información
arqueológica.
Los poblados ibéricos excavados
hasta la actualidad han sido pocos,
y ninguno de ellos se conoce en su
totalidad. En Acci (Guadix) se ha
intervenido de forma muy puntual, en
el Cerro del Real (Galera) simplemente
se hicieron unos pocos sondeos en los
años 60, en Basti (Cerro Cepero, Baza),
las últimas excavaciones apenas aportan
información de los niveles ibéricos; por
último las Angosturas de Gor, quizás
la excavación más extensa pero que ha
aportado poca información pues aún no
ha sido publicada. Los otros poblados
más o menos conocidos han sufrido,
a su vez una erosión tan fuerte en su
superficie, que es difícil apreciar la
disposición urbanística a partir de los
restos de muros que se aprecian en su
superficie, tales son los casos de Cerro
de la Cruz y de Cerro del Almendro.
El urbanismo ibérico está muy sujeto
a una norma de adaptación al relieve
físico, que se aprecia en el carácter
curvilíneo de las murallas que rodean
los poblados fortificados y los oppida;
el ejemplo más antiguo lo tenemos en
CantoTortoso, donde existe una perfecta
adaptación de la muralla al relieve del
cerro donde se asienta. La elección
de lugares con fuertes pendientes,
que a veces están encajonados entre
barrancos de gran profundidad, como
Cerro del Real o Barranco del Moro,
o sobre terrenos con pendientes
62
Paramento de la muralla ibérica del Cerro
del Castillo de Montejicar
muy pronunciadas, como Cerro de
la Cruz, Molata de Casa Vieja o El
Forruchu, condiciona completamente
la organización del poblado, puesto que
la mejor opción para ganar espacio es
aterrazar las laderas, recortándolas y
construyendo muros de contención
para la tierra producto de esos recortes.
De ese modo se obtiene una superficie
horizontal donde edificar, utilizándose
las terrazas para construir las cabañas
así como las calles que dan acceso a
ellas, siendo la parte posterior de la
casa el muro de contención de la terraza
superior.
Las murallas, algo más que
defensas
El segundo elemento que condiciona
esa organización es la muralla; las

puertas se ubican en los lugares de
mejor acceso, indicando las vías de
comunicación que unen un poblado a
otro; a partir de las puertas y teniendo
en cuenta la estructura de las terrazas,
se organiza toda la red viaria dentro del
poblado, donde las plazas se limitan a ser
simples nudos donde se unen distintas
calles, sin que dichas plazas se lleguen a
monumentalizar como hacen los griegos
(ágora) o los romanos (forum). Esas
calles discurren paralelas a las terrazas,
dando acceso a la vivienda situada en la
misma terraza y al segundo piso de la
situada en la terraza inmediatamente
inferior. Este modelo se puede observar
parcialmente en el Cerro de la Cruz, y
de forma muy simplificada en el Cerro
de los Almendros, donde el reducido
Construcción de un poblado ibérico
63
Urbanismo y arquitectura
tamaño del poblado solo deja espacio
para una calle central, alrededor de la
cual se disponen las casas, adosadas a la
cerca en su parte posterior.
Casas: unidades familiares
Las unidades domésticas nos son
prácticamente desconocidas, puesto
que no se ha podido excavar ninguna
completamente; en este caso el influjo
fenicio se hace notar en el cambio que
supone la cabaña de planta oval o elíptica
típica compuesta de una sola estancia
de los poblados del Bronce Final, a las
casas angulares con multiplicación de
estancias propias del mundo ibérico, y
que en algunos casos llegan a alcanzar los
dos pisos de altura. Este cambio supone
una nueva concepción arquitectónica y
urbanística.
Las casas más complejas se ubicarían
en los oppida, configurándose como
un espacio rectangular, con entrada
por uno de los lados menores, que se
dispone a modo de pórtico, para dar
entrada a la habitación principal, tras la
cual se situaría una más pequeña, como
despensa o almacén. Los muros se
construían con zócalos de mampostería,
para protegerlos de la humedad, y
alzado de adobe o tapial de tierra, que
probablemente estaría revestido para
impermeabilizarlo. Las cubiertas se
realizaron con una capa de cañizo, y otra
de cal y tierra, mezclada con retama.
Más simples serían las casas de los
poblados fortificados. La información
Paramento de un cortijo actual, con zócalo de
piedra y alzado de adobe
más detallada nos ofrece el yacimiento
de Cerro del Almendro (Huéscar); se
trata de un poblado de calle central a
la que desembocan casas a uno y otro
64
lado, unidas a la muralla de forma
que ésta constituye la parte posterior
de las unidades domésticas. Las casas
aunque no se han excavado son visibles
en planta. Se trata de un tipo conocido
como mégaron, con una sola estancia a
la que se accede por un pórtico abierto
con el techo saledizo, soportado por
dos postes de madera.
Acerca del mobiliario interior
de las viviendas, sólo sabemos con
certeza que hubo bancos corridos en
las paredes, hogares construidos con
barro y cerámica, y en algunos casos un
depósito de agua. El tejido y el esparto
debieron ser complementos básicos en
la decoración de la vivienda, pero nada
se ha conservado de ello.
 Urbanismo y arquitectura

65
66
LO SAGRADO DE LOS
BASTETANOS: entre la
vida y la muerte

67
 peor conocidos de la Cultura Ibérica,
a pesar de que desde hace mucho
tiempo numerosos investigadores
se han interesado por el estudio de
sus necrópolis y santuarios, de los

Q uizás sea la religión uno de

los aspectos más difíciles de
describir cuando se trata de hablar de
elementos sacros y votivos hallados en
ellos, así como de sus ritos, creencias
y divinidades. Para el conocimiento de
una sociedad sobre la que no tenemos la religión ibérica sólo contamos con
apenas datos escritos ni por ella la documentación arqueológica ya que
misma ni a través de otros. Los datos los textos de los autores clásicos apenas
arqueológicos no han sido muy ricos ofrecen datos, la escritura ibérica no
en este sentido, quizás debido a que ha sido traducida y todavía no se han
el tipo de sacralidad en esta zona se perfeccionado otros instrumentos como
caracterizaba por la escasa entidad de la iconografía o la iconología.
los restos que dejaban tras cualquier
ritual. Tampoco conocemos los dioses,
a excepción de Netón, recogido en
una inscripción ya de época romana,
procedente de Acci (Guadix).

Lo sagrado entre lo especial y lo

cotidiano

Lo sagrado acapara un espectro

mucho más amplio en las sociedades
del pasado que en las actuales, ya
que conceptos como magia, ritual,
muerte o naturaleza están impregnados
profundamente de sacralidad.

La religión es uno de los temas Dama de Tútugi, estatuilla de alabastro de la

necrópolis de Cerro del Real
68

Placa de hueso
decorado
con escena
mitológica del
la necrópolis
de Cortijo
Colorado (Foto
MAEG)
La aparición en los santuarios ibéricos
de restos materiales y diversas ofrendas
de animales y vegetales, ha llevado a
plantear el desarrollo de ritos y fiestas
que serían llevados a cabo en diferentes
momentos del año. Estas fiestas, dado el
carácter esencialmente agro-ganadero
que caracteriza a la sociedad ibérica,
estarían basadas en el ciclo de las
estaciones, habiéndose establecido una
relación entre el culto y el ciclo agrícola.
Estas celebraciones estaban marcadas
por la ofrenda de exvotos de diversos
tipos (que representaban figuras de
animales o humanas); o de elementos
de uso personal o de adorno (como
anillos); y también por la realización
de ofrendas vegetales, libaciones de
miel o leche, y sacrificios de animales.
Procesiones, cánticos, música y danzas
actuaban como complemento de estas
fiestas.
Por alguno de los restos materiales
de la cultura ibérica es frecuente
interpretar que en un santuario se
69
Lo sagrado de los bastetanos
veneraba a divinidades conocidas en
otras culturas como la fenicia Tanit, la
púnica Astarté, o las griegas Deméter
o Artemis Efesia. La base para esas
interpretaciones suele ser la utilización
de una serie de objetos que en los lugares
de los que proceden (habitualmente
el mundo griego siciliano o el púnico)
pueden representar a alguna de esas
divinidades. Sin embargo la utilización
en el mundo ibérico de esos objetos no
implica la adopción de una divinidad
extranjera ni la asimilación de la propia
divinidad indígena con la foránea. Lo
único que demuestra la utilización de
esos objetos es la introducción de un
lenguaje iconográfico mediterráneo,
para expresar algunas de las ideas
religiosas de las poblaciones ibéricas.
Las concepciones religiosas de los
distintos pueblos ibéricos parece que se
han mantenido ajenas a las ocasionales
influencias culturales recibidas,
prueba de ello es la continuidad de
prácticas rituales propias como la
costumbre, relativamente habitual, de
enterramientos infantiles bajo el suelo
de las viviendas, hecho cuyo origen no
puede buscarse ni en el mundo fenicio
ni en el griego.
Los rituales en torno a la muerte
Algunos autores han intentado
establecer una tipología de los
lugares de culto ibéricos a partir,
fundamentalmente, de su relación
con los centros habitados. El esquema
parte de una primera división entre
aquéllos que se hallaban integrados en
los núcleos habitados y los que, según
toda apariencia, se hallaban fuera
de los mismos. De ahí el calificativo
de “urbanos” y “extraurbanos”,
respectivamente.
La manifestación del fenómeno
religioso ibérico se ha visto alterada
por procesos de cambio, a los que
toda sociedad humana está sometida
en su desarrollo (transformaciones
económicas, transformaciones
ideológicas, aparición de estrategias
diversas de acceso a los bienes de
consumo y al control de las materias
primas, inserción de Iberia en las grandes
corrientes político-económico-militares
del momento). Es difícil admitir una
70
estabilidad en el comportamiento
religioso a lo largo de varios cientos de
años, y más cuando en otros aspectos de
la cultura si que se observan cambios.
Las necrópolis ibéricas, especialmente
las más excavadas (entre las cuales se
encuentran las de Basti y Tútugi), han
dejado testimonio de que esos procesos
han existido. En las necrópolis ibéricas
se observa un cambio en los ajuares y
en los rituales funerarios desde inicios
del siglo IV a.C., en este momento
desaparecen las tumbas principescas
y las de ornamentación escultórica y
arquitectónica del período precedente,
que son destruidas; las tumbas que se
construyen a partir de ese momento
son más sencillas y el cambio en el ritual
también se aprecia en los materiales
que acompañan al difunto entre los
que destaca la aparición de armas y la
generalización de la cerámica griega.
Urna cineraria
con tapadera
de Cerro del
Santuario

Caja cineraria o larnake de Cerro del Santuario
Las necrópolis ibéricas ocupan un
papel importante como espacios de
ritual y de culto. El destino del ser
humano, de su espíritu después de la
muerte, ha preocupado a la humanidad
en el curso de toda la historia. Las almas
de los difuntos sin las ofrendas, sin los
sacrificios rituales, sin las oraciones,
desaparecerían de la memoria humana
y es cuando verdaderamente morirían.
En la preparación del difunto para ser
cremado su cuerpo se lavaba y ungía con
perfumes y aceites, cuyos recipientes se
localizan en algunos ajuares funerarios.
Sería vestido, o tal vez simplemente
envuelto en un sudario, pero como
71
Lo sagrado de los bastetanos
el vestido se quemaba con el difunto
no conocemos ninguno de sus restos
orgánicos, conservándose sólo los
incombustibles como fíbulas, broches
de cinturón y otros complementos
y adornos. Tras esto, el cuerpo, sería
expuesto en la casa, constituyendo el
momento de duelo y lamentaciones.
El periodo de exposición, que podía
durar de uno a tres días, venía seguido
del traslado del difunto al cementerio,
bien con carretas o carros, o bien
por los integrantes de la comunidad
implicados en el ritual. Una vez en
el lugar de enterramiento se podían
realizar libaciones, así como sacrificios
de animales. Parte de este ritual
serían también los banquetes, danzas,
juegos que quedan atestiguados en las
imágenes pintadas de las cerámicas y
en los restos materiales encontrados
en las necrópolis (los silicernia son los
restos de un banquete funerario, en el
que se realizaban ofrendas al difunto
que consistían en alimentos quemados
in situ que no eran consumidos por los
vivos). También se documenta la lucha
ritual entre personajes importantes,
que ofrecen al final del mismo las armas
usadas en la singular batalla incruenta
al depósito funerario del difunto,
como sucedió con la Dama de Baza, lo
que explica que una tumba femenina

La tumba 155 del Cerro del Santuario, con la
estatua de la Dama y su ajuar
presente un ajuar guerrero compuesto
por escudos y falcatas.
Una vez cremado el cadáver (en la
pira funeraria situada en la necrópolis:
ustrinum o bustum) los huesos con cenizas
se podían depositar sencillamente en una
fosa pero no es lo más usual. Lo común
es que se introduzcan en un recipiente
contenedor (que en la mayor parte de
los casos es una urna indígena) y sean
trasladados a la tumba o estructura
funeraria, que variará dependiendo del
estatus del difunto, de lo que también
depende la composición de su ajuar.Todos
72
y cada uno de los objetos depositados
en las sepulturas debían conllevar un
significado, partiendo de la premisa
de que son actos voluntarios y de que,
tanto los ajuares como su colocación,
están estrictamente regularizados,
aunque la falta de estudios avanzados en
este sentido impida que conozcamos su
significado exacto.
Los santuarios bastetanos
Junto al mundo de la muerte, la
religión ibérica también se expresaba
en santuarios de diverso tipo, cuya
variedad es tanta como la expansión
geográfica de lo que hemos aceptado en
llamar comúnmente “cultura ibérica”
En la década de 1980 empezaron a
documentarse, en el ámbito del área
central de la Bastetania ibérica, una
serie de yacimientos de los que no se
tenía constancia hasta entonces y se
reinterpretaron otros ya conocidos,
como es el caso de los yacimientos de
Galera que Cabré y Motos consideraron
alfarerías ibéricas. Se desestimó esta
idea por varias razones: en primer lugar,
la zona no es apta para esta acción ya
que no existen en el entorno natural
arcillas de buena calidad; además,

los restos de piezas encontrados no
presentan defectos de cocción que
justifiquen su destrucción, y aparecen
bases de recipientes con huellas de
uso, anteriores a su inutilización. Sólo
aparecen restos de dos piezas con una
tecnología de producción y un tipo de
arcilla muy diversa para un centro de
producción (ollas de cocina y platos),
faltan datos del resto de elementos
que conformarían un servicio típico de
cerámica común ibérica.
Con el paso del tiempo se han
documentado un gran número de
ellos, hasta superar la veintena,
caracterizándose por una serie de
arquetipos muy repetitivos y con poco
margen de variabilidad. Primero, la
Detalle de
material
cerámico en
superficie en
el santuario
del Cerro del
Castillo
73
Lo sagrado de los bastetanos
dispersión del material arqueológico
es muy reducida, por lo que son
yacimientos de poca importancia, que
no superan los 1.000 m² de superficie;
por otra parte hay una total ausencia
de estructuras en superficie, ni siquiera
aparecen derrumbes o acumulaciones
de piedras; por último, el material
arqueológico documentado se centra en
cerámicas indígenas de pastas claras y
con poca variedad de formas: cuencos y
platos, aunque en algunos casos también
aparecen ollas de cocina. No aparecen
ánforas, urnas u otro material propio de
los ajuares domésticos encontrados en
zonas de hábitat.
Con el tiempo se ha concluido que
se trata de la expresión que caracteriza

Copa ática tipo Glaux de la necrópolis de
Tútugi
la sacralidad bastetana, definiéndose
como santuarios exteriores al ámbito
urbano, íntimamente conectados con
el entorno natural en el que se ubican.
Este tipo de ocupación sagrada ibérica
no corresponde a los márgenes que de
forma clásica se están interpretando
como espacios sagrados ibéricos ya que
hay una total ausencia de elementos
monumentales como los del Pajarillo
en Huelma (Jaén), de elementos
escultóricos como Cerrillo Blanco de
Porcuna (Jaén), de exvotos de bronce
como los de la zona de Despeñaperros
(Jaén), o de exvotos de piedra como el
Cerro de los Santos (Albacete). Todos
estos elementos están ausentes en el
ámbito cultural ibero-bastetano;son muy
escasos los restos de exvotos en bronce,
no existen monumentalizaciones
atestiguadas ni en las necrópolis (más
tendentes al estilo tumular simple que a
74
los pilares estela del sureste), así como
tampoco en el interior de los oppida
nucleares de la zona (Acci, Basti, Tútugi,
Arkilakis, Forruchu y Los Allozos);
tampoco son frecuentes los elementos
esculturales, y, en caso de atestiguarse
su existencia, éstos se centran en urnas
funerarias figuradas, como la Dama y
el Guerrero de Baza, pertenecientes
por tanto al ámbito de la muerte. No
podemos olvidar que no todas las
sociedades ibéricas evolucionaron de la
misma forma.
Este tipo de yacimientos ibéricos
están en relación directa con una
actividad sagrada, algún tipo de ritual
que ha dejado solamente esta evidencia
que, aunque escasa, completa una parte
de la información sobre el mundo
sagrado bastetano, del cual hasta el
momento, sólo había información de sus
necrópolis. Se definen estos yacimientos
como lugares en los que se realizaba una
ofrenda a una divinidad íntimamente
relacionada con la Naturaleza. La única
evidencia arqueológica con la que
contamos es el material cerámico y
está integrado por recipientes propios
(cuencos y platos) para un tipo de acción:
la libación, una ofrenda líquida que se
derramaba en honor de una divinidad.
En los recipientes se vertía el líquido

Representación del ritual de libación y rotura de
los vasos en el Cerro del Castillo
(contenido y transportado en las ollas
de las que se encuentran restos y que
se rompían al considerarse sacralizadas
por haber almacenado el líquido de la
libación) que era arrojado, contenedor
y contenido, a la ladera del cerro,
rompiéndose el cuenco allí mismo. Los
líquidos utilizados podían ser diversos
(hidromiel, agua, bebidas fermentadas,
leche, aceite,…). Estrabón habla de
la existencia de libaciones, afirmando
que era una costumbre indígena, sin
la intervención de sacerdotes y con
ausencia de sacrificios, lo curioso es
la mención de no poder acceder de
noche al lugar de culto, ya que se han
75
Lo sagrado de los bastetanos
encontrado en los yacimientos restos
de cuencos-lucerna, posiblemente
relacionados con rituales llevados a cabo
al amanecer o al atardecer: “…no se ve
allí santuario ni altar… ni de ningún otro
dios, sino piedras esparcidas en grupos de tres
o cuatro por doquier, que los que llegan hacen
rodar y cambian de sitio, después de ofrecer
libaciones, según una costumbre ancestral;
y que no está permitido hacer sacrificios
ni acceder de noche al lugar, por decirse
que en ese tiempo lo ocupan los dioses, …”
(III, 1, 4). Se trataría de una actividad
muy simple, en contacto directo con
la naturaleza, que no implicaba la
existencia de un personaje que ejerciera
la función sacerdotal.
Cronológicamente parece ser que la
aparición de esta serie de yacimientos
va en paralelo al desarrollo del concepto
de oppidum nuclear aristocrático. El
estudio del material cerámico nos
proporciona un periodo comprendido
entre mediados del siglo IV a.C. para
los más antiguos y el siglo I d.C. para
los más recientes. En la mayoría de
los casos el abandono de estos centros
dependerá del poblado al que se asocia y
de la permisividad del poder romano en
la conservación de tradiciones culturales
indígenas.

Larnake con tapadera del Museo de Baza
Las necrópolis: la Bastetania
a través de la ciudad de los
muertos
El otro aspecto de la expresión
religiosa bastetana, mucho mejor
conocido en la zona, está relacionado
con el mundo de la muerte, y su estudio
ha arrojado mucha más información
sobre composición social, economía,
comercio, y, obviamente, rituales
sagrados.
Las necrópolis ibéricas ofrecen
una estructura jerarquizada que se
puede considerar relacionada con
la organización social, ya que la
explicación más lógica de la existencia
de tipos de sepulturas tan diferentes y
definidos en una misma necrópolis es
que reflejan los distintos rangos sociales,
por lo que el paisaje de las necrópolis
76
resultaría evidentemente relacionado
con la estructura de la sociedad a la que
corresponde.
1. Necrópolis de Cerro Largo (Baza)
Los trabajos arqueológicos
realizados en las necrópolis ibéricas
bastetanas se remontan al año 1800, en
Baza, cuando el canónigo Pedro Álvarez
Gutiérrez, ante un hallazgo casual y los
consecuentes expolios que se estaban
realizando en la zona, decide llevar a
cabo excavaciones en lo que denomina
Cerro Cepero. Sucede que ese topónimo
era usado, en esta época, para todo el
conjunto arqueológico (Cerro Cepero,
y las necrópolis de Cerro Largo y Cerro
del Santuario) por lo que resulta difícil
averiguar dónde excavó (describe un
cerro oval con mayor diámetro de
oriente a poniente y una circunferencia
de unas cuatrocientas varas). En
publicaciones posteriores se identifica
Cerro Largo como la necrópolis dada a
conocer por Álvarez en 1800.
A las labores de expolio que se venían
realizando en Cerro Largo, y que ya
documenta Álvarez, hay que añadir que
en 1995 el yacimiento fue prácticamente
arrasado por una cantera de extracción
de tierra para la construcción de la

autovía A-92, en el tramo Baza-Venta
Quemada. A raíz de la destrucción de
parte del yacimiento y de la aparición,
en una de las terreras del desmonte, de
la escultura cineraria llamada Guerrero
de Baza, se realizó una intervención de
urgencia en la que se localizaron cuatro
cámaras funerarias, una pequeña fosa
funeraria y una pira funeraria, todo
expoliado y arrasado.
2. Necrópolis de Tútugi (Galera)
La siguiente necrópolis ibérica
excavada en el área Bastetana es la de
Tútugi. Este yacimiento forma parte de
un conjunto arqueológico compuesto por
el poblado (Cerro del Real), los lugares
que en un principio se identificaron
con la producción de cerámica (alfares)
pero que investigaciones posteriores
asumen como lugares sagrados
(santuarios); y la necrópolis, que abarca
un área aproximada de 120 hectáreas,
ubicándose al otro lado del río tal y como
obligaban los cánones de la época.
Lo sagrado de los bastetanos
fue en el año 1918 cuando, de manos de
Juan Cabré y Federico Motos, se llevó a
cabo una excavación arqueológica y una
posterior publicación de la memoria
de las excavaciones en el año 1920.
En estas excavaciones se recuperaron
un total de 153 sepulturas de variada
tipología: cremaciones en hoyo con, o
sin, urna; tumbas de cista; y tumbas de
cámara, con variantes. La cronología de
ésta necrópolis es la más amplia de las
descritas, ya que abarca desde el siglo V
a.C. hasta el III a.C.
3. Necrópolis del Cerro del Santuario
(Baza)
Visible desde Cerro Largo y
relacionada con el mismo oppidum
(Basti) se encuentra la necrópolis ibérica

La necrópolis de Tútugi es conocida

popularmente desde el año 1914 por los
trabajos de expolio que se iniciaron y en
los que fue localizada la pequeña escultura
femenina de alabastro llamada “Dama
de Galera”. Pero a nivel arqueológico
Tumba nº 26 de la necrópolis Tútugi
77
conocida como Cerro del Santuario.
Este yacimiento, también conocido
como Cerro de los Tres Pagos, o Cerro
Mundi, se encuentra situado en la hoya
de Baza, en un área denominada Torre
de Espinosa. Su forma es ovalada con
una superficie que apenas supera la
media hectárea. Aunque por lo visto
esta necrópolis era ya conocida desde
antiguo, fue en el año 1967 cuando, a
raíz de unas obras de acceso a un campo
de tiro (construido en el límite de la
misma necrópolis) y la plantación de
unos almendros, empezaron a asomar
multitud de restos de cerámica ibérica
y griega, así como metales. Por lo
sucedido se iniciaron trabajos de
excavación, en la parte oeste del cerro,
en el verano de 1968. Se llevaron a
cabo cuatro campañas, dirigidas por el
arqueólogo Francisco Presedo Velo, y
Urna y
tapadera
pintada de la
tumba 155
de Cerro del
Santuario
78
los resultados obtenidos se publicaron
en el año 1982.
Esta necrópolis es en la actualidad,
con sus 178 enterramientos, la
necrópolis bastetana excavada de mayor
extensión.
En la memoria de las excavaciones
que realiza Presedo se hace una
descripción más bien escueta de las
estructuras funerarias y, además, las
características geológicas del cerro
(formación yesosa de estratificación
horizontal) y la frecuente construcción
en adobe, dificultan su identificación.
Pero se podría hablar claramente de
una variedad tipológica, tanto en la
construcción de las tumbas (cremaciones
en hoyo; tumbas de cista, bien en adobes,
o en piedra; tumbas de fosa o cámara,
que pueden llegar a ser monumentales),
como en la composición de sus ajuares.
Sin duda la tumba más destacada, por
contener en ella la Dama de Baza, es la
número 155 que, tanto por su estructura
como por su ajuar, es una de las tumbas
más monumentales del yacimiento,
junto con la 176 (ambas sepulturas son
de cámara con más de 2,50m. de lado).
Cronológicamente esta necrópolis
está en uso durante el siglo IV a.C. por

Enterramiento de la Dama de Baza
lo que es parcialmente contemporánea
de la necrópolis de Cerro Largo.
La explicación de que existan dos
necrópolis en un área reducida podría
ser la falta de sitio, es decir, que se
agote el espacio en una y se traslade
el ritual funerario a otro lugar; lo que
sucede es que, si ese fuese el caso, no
deberían coincidir un siglo en su uso.
Esto nos hace sospechar que debieron
de existir dos familias aristocráticas
con antepasados diferentes con el
suficiente poder y control como para
crear dos espacios funerarios distintos.
Lo que llevaba al resto de habitantes
79
Lo sagrado de los bastetanos
a enterrarse en una u otra necrópolis
debió de ser una especie de relación
clientelar, de fidelidad o de protección
respecto de una u otra.
Similitudes y diferencias entre
necrópolis
Se observa una tipología de tumbas
común para las tres necrópolis que, con
alguna variante, podría resumirse en:
enterramiento en fosa simple; en cista
(de lajas o de adobes); en pequeñas
cámaras, y en grandes cámaras. Aunque
las sepulturas de cámara individual
aparecen siempre dentro de las
necrópolis claramente destacadas, no
se puede demostrar que sean el centro
ni el origen de las mismas. Son prueba
de la preeminente posición social de
sus poseedores, pero no se puede
atestiguar un carácter monárquico,
parece más lógico considerarlas como
sepulturas de príncipes o personajes
de alta extracción social. La sepultura
75 de Tútugi (de cámara con corredor
de entrada y cubierta tumular) está
rodeada por sepulturas más pequeñas
pertenecientes, posiblemente, a clientes
y servidores. Hay una diferenciación
respecto de tumbas de cámara de Tútugi
y las del territorio de Basti, algunas
sepulturas de Tútugi poseen corredor de
entrada mientras que las de Basti no. Los
túmulos con cámara de uso individual
y la correspondiente disminución de
restos de pilares-estela, se puede explicar
como una consecuencia de la tradición
funeraria del área bastetana, que prefería
la sepultura de cámara hipogea al pilar
monumental o al túmulo escalonado de
otras regiones. En este sentido habría
que plantear una importante diferencia
constructiva entre las tumbas de Tútugi
y las de Basti, ya que en el primer caso
todas las tumbas (o al menos la mayor
parte de ellas) son de tipo tumular,
mientras que en Basti, salvo los casos
comentados de las tumbas más ricas, el
resto, mayoritariamente, sin duda, no
fueron cubiertas con túmulos.
En la necrópolis de Cerro Largo
y Tútugi encontramos cajas de
estuco decoradas como contenedor
de los restos cremados del difunto
(conocidas entre los arqueólogos con
el nombre griego de larnakes), a parte
de otros recipientes cerámicos. Esto
se podría considerar como algo propio
y particular de los enterramientos
ibéricos del área Bastetana, ya que se da
fundamentalmente en esta zona.
Los elementos de ajuar más
80
comunes, en estas y en otras necrópolis
ibéricas, son las cerámicas que se
utilizan como contenedores de cenizas
y como ofrendas. La más representada
Urna pintada de la necrópolis de Tútugi en el Museo
de Galera
es la cerámica ibérica que ofrece un
variado repertorio de formas y motivos
decorativos. Junto a la cerámica
ibérica, alcanza también una amplia
representación la cerámica griega
(fabricada en talleres atenienses entre
los siglos V y IV a.C.) que, en diferente
porcentaje, está presente en todas las
necrópolis ibéricas bastetanas. Estas
cerámicas de importación constituyen
claros ejemplos de prestigio y la
prueba de la existencia de un poderoso
comercio. Las fusayolas y los objetos de
adorno son otros elementos habituales
(placas de cinturón, las fíbulas de muy
 Lo sagrado de los bastetanos
variada tipología, pendientes de oro, en las concepciones religiosas ibéricas.
plata y bronce, cadenas, brazaletes,
colgantes, cuentas de collar de pasta
vítrea, etc). Las armas también están
incluidas dentro de los ajuares de las
tumbas, el arma por excelencia es la
falcata, aunque también están presentes
cascos, escudos, puñales, soliferrea,
regatones, puntas de lanza, etc. No tan
habituales son los restos de carros o
de ruedas de carro que se encuentran
dentro de las sepulturas más destacadas.
Bocados de caballo y braseros o
pucheritos de bronce también aparecen.
Los ajuares contienen a veces juegos, es
decir fichas y dados de hueso o piedra, y
astrágalos de ovejas y cabras.

Pero el registro funerario no se

puede estudiar aislado, tiene sentido
en un marco general económico,
político e ideológico. Las conclusiones
que se puedan sacar del estudio de una
necrópolis se entienden en un análisis
global que incluye el estudio de los
poblados, los santuarios o cualquier
tipo de yacimiento relacionado.

La temprana romanización del

mundo ibérico, con la pérdida de la
lengua y de las claves para decodificar
sus mensajes iconográficos, impiden que
podamos penetrar más profundamente

81
82
LA
CULTURA
MATERIAL:
de objetos y
herramientas

83
 Mediterráneo Central y Oriental dará
paso a un estilo que fue fundamental para
el desarrollo de la Arqueología Ibérica a
principios del siglo XX. La cerámica es un
elemento abundante en los yacimientos,

Q uizás sea éste uno de los puntos

que mayor información aporte
acerca de la cultura ibérica en nuestra
zona. Los elementos aparecidos a lo largo
de más de cien años de investigaciones
han arrojado interesantes ejemplos de
esa cotidianeidad que se refleja a través
de los objetos que de una forma u otra
han llegado hasta nosotros. Es a través
de la cultura material como mejor
podremos comprender los modos de
vida de nuestros antepasados íberos, el
día a día de un territorio; la Bastetania,
narrada por los utensilios utilizados
por los seres humanos en una época de
esplendor.
debido a su indestructibilidad y a su
carácter no reciclable, por lo que es
utilizada por los arqueólogos como
indicador cronológico para fechar otros
elementos.
Los hornos son de planta circular,
parcialmente excavados en el suelo, y
están construidos con adobe. Presentan
dos cámaras, una inferior para la
combustión, y otra superior, para la
cocción de las piezas; estas cámaras

El barro y los vasos

La cerámica es uno de los aspectos

más característicos de la llamada
cultura ibérica. La influencia de los
pueblos colonizadores transformará
radicalmente el proceso de fabricación
de la misma; la introducción del torno
rápido, de hornos de doble cámara y tiro
vertical, y de cerámicas importadas del
Horno cerámico de doble cámara
84

estaban separadas por la parrilla, una
plancha calada de arcilla cocida, que
permitía el paso del calor a la cámara
de cocción, sin que la llama quemara las
piezas. Conocemos algunos ejemplos
arqueológicos de estos hornos, como
el de Cortijo Cabrera (Dehesas de
Guadix) o el del Callejón de la Tahona
en Acci (Guadix)
La evolución de los contextos de
cerámica ibérica se puede esquematizar
en tres fases: una primera fase antigua,
entre los siglos VIII y VI a.C., en la que
la cerámica a torno hace su aparición
conviviendo con la cerámica a mano
hasta el final de esta fase; una segunda
fase plena, entre los siglos V y IV a.C.,
en la que las importaciones de barniz
negro mediterráneo son masivas; y
una final (III-I a.C.), con materiales
importados de la Península Itálica y el
norte de África.
En la fase antigua la influencia de
los fenicios costeros se aprecia en la
imitación de formas fenicias por parte
de los artesanos indígenas, entre las que
destacan los platos, los morteros y las
ánforas principalmente. En esta fase se
desarrolla el estilo geométrico pintado
sobre urnas y tinajas, principalmente,
que se define a partir de la combinación
85
La cultura material
de elementos continuos, como bandas
y filetes, con elementos geométricos, a
veces continuos otras combinados, como
círculos y semicírculos concéntricos,
aguadas y otros. Este estilo se mantendrá
bastante uniforme hasta su desaparición
en el siglo I a.C.
La fase plena se caracteriza por la
desaparición de la cerámica a mano y
por la presencia de importaciones de
barniz negro del Mediterráneo Central
y Oriental. Los repertorios cerámicos
de la fase anterior se mantienen, con la
inclusión de copias de las cerámicas de
barniz negro. Las cerámicas del estilo
de figuras rojas fueron consideradas
objetos de prestigio, más allá de su uso
funcional, pasando a formar parte del
ajuar funerario de la época.
Urna pintada del Museo de Baza
 En la última fase las importaciones se
diversifican, apareciendo elementos que
pueden adscribirse al circulo púnico-
cartaginés o a la implantación de la
república romana en la Península, como
ánforas o vajillas finas. Durante esta
fase la cerámica indígena desaparecerá
lentamente, aunque el grueso de la
cerámica romana posterior presentara
grandes influencias, tanto técnicas como
formales.
La cerámica fue un objeto cotidiano
de uso diario, necesario en casi todas
las actividades domésticas: los grandes
recipientes sirvieron como depósitos
de agua o almacén de cualquier tipo de
producto; la preparación de alimentos
se realizaba en morteros y fuentes, para
ser posteriormente cocidos en ollas
de cerámica muy tosca; las viandas se
servían en platos y cuencos, a veces
barnizados con un engobe rojizo; los
husos tenían una pesa bitroncocónicas
de cerámica, y los telares unas pesas
cuadrangulares también de cerámica;
para iluminarse utilizaron pequeños
cuencos llenos de aceite, con una mecha
flotante. En general, la cerámica era el
producto más barato, sólo superado
por el esparto, y por tanto el más
extendido.
86
La aparición del ánfora (término
griego que significa dos asas) en el siglo
VIII-VII a.C. es un hecho capital para
las sociedades ibéricas. Por primera
vez aparece un recipiente destinado
específicamente al transporte de
materias liquidas al por mayor. Los
primeros modelos copian literalmente
las ánforas fenicias de saco, que los
colonos tirios trajeron a la Península.
Ánfora
procedente del
Cerro de los
Allozos
Elementos como las fusayolas
y las pesas de telar que aparecen
con frecuencia en el interior de las
habitaciones de las casas ibéricas denotan
actividades económicas relacionadas
con la industria textil. Las fusayolas
forman parte de los husos para hilar. Se
suspendían en los extremos de las fibras
textiles y, mediante un movimiento de

rotación, las fibras se torsionaban y de
esta forma podían ser utilizadas como
hilo; mientras que las pesas se disponían,
una vez conformados los hilos, en el
extremo de éstos para tensarlos al ser
colocados en el telar.
El metal
Otros objetos están también
relacionados con el uso de los tejidos
y las prendas de vestir; es el caso
de las fíbulas, elementos metálicos,
generalmente de bronce, utilizados
como broches o hebillas a modo
Telar
87
La cultura material
de imperdible ornamental. Fueron
fabricadas en distintos metales, como
hierro, bronce, plata e incluso oro.
Las fíbulas comienzan a utilizarse en
el Bronce Final, siendo conocidas
como fíbulas de codo. La más común
Fibula anular
en época ibérica es la llamada fíbula
anular hispánica, que consta de arco,
puente y resorte con aguja, y aparece
frecuentemente formando parte
de los ajuares de las tumbas. Otros
elementos forman parte del adorno
personal, como es el caso de los anillos
de bronce del Cerro del Castillo de
Galera, o el pendiente procedente de
Baza, elaborado en oro, que como
otros adornos, son indicadores de la
pertenencia a la clase social más elevada.
Otros colgantes están fabricados en pasta
vítrea, como el también procedente
de Baza, representando una botellita.

Pendiente de oro del Cerro del Santuario
del Museo de Baza
Los broches de cinturón son asimismo
piezas comunes en la ornamentación de
los íberos. Suelen ser de bronce, y estar
compuestos de dos piezas, una de forma
generalmente cuadrangular con garfios
en un extremo, y otra similar, provista
de agujeros para insertar los garfios.
Ejemplo de este tipo de elementos
es el procedente de la tumba 155, en
la necrópolis de Cerro del Santuario
(Baza).
Molino rotatorio del Cerro de la Cruz
88
Molinos de grano
Para la molturación del grano de
cereal, los íberos utilizaban dos tipos de
molino. Hasta el siglo V a. C., suelen ser
del tipo barquiforme o de vaivén: una
piedra alargada cortada por la mitad
de forma transversal, cuyo perfil es
semejante a la quilla de un barco. Este
modelo proviene de la prehistoria, y se
continúa utilizando a lo largo de todo el
mundo ibérico para molienda de carácter
doméstico o familiar. Hacia los siglos V y
IV a. C. comienza a utilizarse el molino
de tipo rotatorio, modelo procedente
del Mediterráneo Central, y que está
compuesto por dos piezas: la parte
fija inferior es de forma ligeramente
cónica, sobre la que gira la parte móvil
que es una segunda piedra circular, con
una perforación en el centro. Un eje
vertical une las dos piedras, facilitando

el movimiento rotatorio de la piedra
superior, que molía el grano que se iba
depositando por arriba, pasando por
entre las dos piedras.
Inscripciones en plomo
En relación con las transacciones
comerciales de los pueblos ibéricos de
Inscripción en alfabeto ibérico sobre soporte de
plomo (Foto JAP)
la Bastetania, hay que citar el hallazgo
de una lámina de plomo fragmentada,
inscrita en lengua ibérica y escritura
meridional, localizada en Cerro de
Los Allozos (Montejícar). La situación
geográfica del yacimiento donde fue
hallado, la gran cantidad de restos
de ánforas en el mismo sector del
yacimiento donde el plomo apareció
y la constatada función de servir de
material para una “correspondencia
interregional”, seguramente de carácter
comercial, presentan la imagen de un
centro comercial activo y potente. El
89
La cultura material
plomo fue ampliamente utilizado como
materia de soporte de escritura en toda
la cuenca mediterránea. En el área
ibérica existen este tipo de inscripciones
sobre plomo desde el siglo IV a. C. con
seguridad, y en mayor número en época
posterior.
El armamento
Respecto de la panoplia utilizada por
los íberos de Bastetania, el elemento más
utilizado es la falcata. Es una espada curva
de unos 50 cms. de largo, filo cortante
y punta afilada. Su hoja es muy flexible,
asimétrica y de anchura cambiante
desde la empuñadura a la punta, siendo
más ancha en la zona central, y aparece
surcada por acanaladuras longitudinales.
La práctica totalidad de las falcatas que
se han recuperado proceden de las
zonas Bastetana y Contestana. El arma
principal de ataque es la lanza larga y
pesada, frecuentemente acompañada
de una jabalina arrojadiza fabricada
íntegramente en hierro, llamada
soliferreum. Muestras de este tipo de
armas existen en las necrópolis deTútugi
y Basti. Los cascos son, en un principio,
realizados con cuero y rematados con
un penacho, para después dar paso a los
llamados “tipo Montefortino”, como
los procedentes de Galera y Almaciles
 afilado a modo de anzuelo, orientado
inversamente al sentido de penetración,
de modo que la extracción de la flecha
produjera mayor daño en la víctima.

Casco tipo Montefortino (Foto FRA)

(Puebla de Don Fadrique), fabricados

en bronce. En una primera fase, los
escudos eran redondos y de cuero, la
llamada caetra, mientras que en la fase
final se fabrican con forma oval. Para
el caso de los proyectiles tipo flechas,
o glandes para lanzar con honda, parece
ser que no se utilizaron hasta el siglo III
a. C.

Una excepción correspondería a los

ejemplares existentes en la colección
Durán Vall. Llosera, de un tipo conocido
como punta de barbillón o Macalón
(por ser en este yacimiento de Nerpio,
Albacete, donde se identificaron). Se
trata de puntas de flechas introducidas
por los fenicios y utilizadas entre los
siglos VIII y VI a.C., caracterizadas por
la presencia en el vástago de un saliente

90
 La cultura material

91
92
EL HOMBRE
Y SU
PRODUCTO:
la economía
ibérica y sus
herramientas

93
 P robablemente sea éste uno de
los campos donde aún falta más
por avanzar en el conocimiento sobre
el mundo ibérico en la zona central
de la Bastetania, aunque se pueden
aventurar algunas ideas a partir de los
escasos resultados publicados, a los
que podemos unir la comparación con
zonas colindantes, tal vez mucho mejor
conocidas desde este punto de vista.
Resulta un tópico decir que la base
económica del mundo ibérico bastetano
es la agricultura y la ganadería. Hay que
tener en cuenta que la mayor parte de las
sociedades sedentarias antiguas tiene una
estructura económica agropecuaria.
La agricultura es, en consecuencia, y
especialmente desde la sedentarización
de las primeras culturas neolíticas,
una de las actividades económicas más
importantes en cualquier sociedad.
La agricultura es el eje alrededor
del cual se estructura el entramado
social garantiza la supervivencia. Exige
por parte de quien la practica un
94
Vega del río Castril en Cortes de Baza
perfecto conocimiento y adaptación
al medio. Es tanta su importancia que
dependiendo del tipo de agricultura,
se definen las sociedades. Es distinta
una sociedad cerealista de secano en
la que probablemente sus individuos
dependen de una sola cosecha, a una
sociedad mixta dedicada a la obtención
de distintos productos con diferentes
campañas: cereales, leguminosas, viñas
y olivos. Todo esto lo condiciona el
entorno, el medio.
Agricultura, herramientas y
labor
En concreto en la zona de la Bastetania,
y atendiendo al principal elemento que
afecta a la agricultura, es decir su medio
natural, se podría definir correctamente
porque probablemente no haya

cambiado demasiado hasta nuestros
días, pues su misma marginalidad así lo
ha permitido. Aprovecharían las zonas
más productivas y accesibles, en donde
el agua y la fertilidad del suelo, como
principal factor limitante, no escasease,
coincidiendo éstas con las riveras de los
actuales ríos que las circundan y cuencas
que actualmente ya han desaparecido
por el efecto de la sequía o porque han
sido modificadas. Así y en función de
sus necesidades, irían roturando nuevas
tierras y colonizando nuevos espacios,
cultivando incluso zonas de secano.
Gracias a los descubrimientos
realizados en la zona de la Bastetania,
los asentamientos se encuentran
efectivamente situados en estos enclaves.
Se puede concluir que coinciden con
espacios húmedos y accesibles, con
riveras anchas y con amplia visibilidad.
Por el contrario, los espacios de rivera
abruptos y profundos, con gran caudal
de agua y vegetación, poco iluminados
y muy naturalizados parece ser que se
descartaron, mientras las riveras bajas
fueron aprovechadas por los iberos.
La principal característica es el gran
número de cuencas que se encuentran
en el Altiplano, tanto principales como
secundarias, con una enorme capacidad
El hombre y su producto
productiva, lo cual nos da una idea del
nivel de población capaz de sobrevivir
en este entorno natural. Para tener
una referencia de lo que podría haber
sucedido en la época, nos es más fácil
remitirnos a la actualidad mas cercana,
teniendo en cuenta, sin embargo,
que el aprovechamiento del entorno
ha ido mejorando en función de las
nuevas técnicas de cultivo, ya que en
la antigüedad las infraestructuras se
encontrarían muy limitadas, pues la
Molino barquiforme con semillas de cereales
cultura bastetana no parece desarrollar
grandes obras de ingeniería hidráulica,
lo que provocaría que los asentamientos
agrícolas fueran de menor entidad que
las actuales explotaciones.
Las necesidades medias de una
familia de 5 individuos, en el uso de
suelo agrícola de estas características,
debería rondar, los 3.000 metros
cuadrados. Son suficientes para obtener
de ellos, conociendo las mínimas
95

Cultivos tradicionales en la vega
técnicas de cultivo, la cantidad de cereal
y leguminosas necesaria tanto para
alimentación humana como animal.
Esto sería, en muy buenas condiciones
de cultivo, hablar de un kilogramo
por metro cuadrado de cultivo en dos
campañas anuales, donde la rotación del
suelo seria fundamental para garantizar
la fertilidad de la tierra, lo que nos
llevaría a calcular que, por campaña se
podrían obtener hasta 1.500 kilogramos
de trigo ya sea blando o duro,
destinados a la alimentación humana,
para harinas o grano directamente.
Otros 1.500 kilogramos de cebada y
avena destinados fundamentalmente
al consumo animal ya sean caballerías
y sobre todo aves. Terminada esta
campaña de cereales que coincide con
los actuales meses de Junio, comenzarían
las de leguminosas siendo capaces de
obtener una producción importante de
Detalle de semilla de trigo, trigo vestido y
habas, guisantes en cantidad suficiente,
cebada
96
incluso, para su comercialización.
Con esta distribución podrían quedar
cubiertas las necesidades de hidratos de
carbono tanto para el consumo humano,
como animal así como de proteínas de
origen vegetal. Los extras, como frutas,
aceites y vinos se podrían haber dado en
la misma parcela asociados tanto en las
lindes como dividiendo la parcela.
La distribución potencial de
cultivos en la zona quedaría organizada
dependiendo de los distintos entornos.En
zonas de rivera en donde el único factor
limitante son las condiciones climáticas,
ya que la calidad del suelo y la humedad
fundamentales están garantizadas, los
tipos de cultivos propensos y dados en la
época (atendiendo a un uso racional del
suelo en el que la rotación nos garantiza
el permanente uso del mismo), el
estudio de las herramientas de trabajo
así como de los utensilios hallados
 El hombre y su producto
en los distintos yacimientos ibéricos. unos dos metros de diámetro, situados
Todo esto junto a las nuevas técnicas normalmente en lugares de fácil acceso
utilizadas, basándonos en la analítica
de restos orgánicos (antracología y
carpología) los principales cultivos
serian el haba, la quija, la veza y la alfalfa
dentro del grupo de las leguminosas;
en función de los restos encontrados
el cereal más importante es el trigo
común y la cebada, el primero para
consumo humano siendo la base de la
alimentación y la cebada para la cabaña
ganadera, al ser los más productivos y
mayor calidad ofrecen, la cebada vestida
es más frecuente que la desnuda, la
espelta gemela y el trigo bojal, y, para
terminar el olivo y la viña.

Sin duda la base fundamental del

consumo humano los constituiría, entre
todas ellas, los cereales, y, según los
datos con que contamos, especialmente
la cebada, que tendría dos usos básicos.
El primero la fabricación de harinas,
para lo cual las semillas se tostaban
ligeramente para facilitar su trituración,
que se realizaba en molinos de piedra.
Mientras que este tipo de actividad
se realizaba por unidad doméstica,
la cocción del producto final tenía
carácter comunitario; los hornos de
pan como en el caso de Fuente Amarga
(Huéscar) son estructuras circulares de
Herramientas agrícolas
por parte de los habitantes del poblado.
La frecuente aparición de fichas
realizadas a partir de fragmentos de
cerámicas recortadas en redondo junto
a estos hornos hace pensar que pudieron
haber sido utilizados para cuantificar las
unidades de pan que se realizaban en
cada cocción así como la propiedad de
las mismas. La otra utilidad que se daba
a la cebada es la fabricación de cerveza;
documentada perfectamente en otros

97
yacimientos peninsulares a partir del
siglo VII a.C., la cerveza posiblemente
fuera destinada no solo al consumo
interno sino al intercambio con las
comunidades fenicias de la costa a
cambio de otros productos como el vino.
Eso explicaría la rápida generalización
de la fabricación de las ánforas entre las
comunidades indígenas
más cercano en Elche) de tijeras de
podar utilizadas por las poblaciones
ibéricas. Por otro lado, sabemos que
los fenicios introdujeron, allá por el
siglo VIII a.C. las gallinas, que son
rápidamente incorporadas al corral
ibérico, con relativo éxito. Por último,
el caballo jugaba un papel importante

Tecnológicamente tenemos pocos

datos sobre las herramientas que
utilizaban los bastetanos en las labores
agrícolas, pero desde el siglo V a.C., en
zonas como Cataluña o el Levante, ya se
utilizaban podaderas, horcas, rastrillos,
azuelas, hachas, y hoces para el cultivo,
en todo semejantes a las que utilizaba
el campo andaluz hace apenas dos
generaciones.
Exvoto de bronce procedente de Almaciles del
Museo de Galera
Ganadería y pesca en la sociedad, pero más como animal
de prestigio, casi totémico (baste
En cuanto al aporte de las proteínas recordar los numerosos relieves de
de origen animal, sabemos que la cabaña caballos mitificados en El Cigarralejo,
ganadera ibérica no difería en esencia Mula, Murcia, o en Ilurco, Pinos Puente,
de la actual; la oveja y la cabra, seguida Granada), destinado a actividades
de la vaca, y, en menor porcentaje el no productivas económicamente,
cerdo, son los animales que componen quizás como animal de tiro en carros
la dieta básica del mundo ibérico. De procesionales que posteriormente
las ovejas se aprovecha lógicamente la eran enterrados junto a los príncipes, o
lana, existiendo algunos ejemplos (el como animal de parada militar, por lo

98

que parece bastante improbable que sea
destinada su carne a consumo humano.
Una parte reducida del aporte
cárnico lo componía la caza, actividad
absolutamente secundaria en el mundo
ibérico, dependiendo las especies
cazadas, lógicamente, del entorno
inmediato. Sabemos que los bastetanos
cazaban jabalí, ciervo, muflón y liebre.
Sin embargo, no sabemos nada de las
aves, ya que no se han realizado estudios
que determinen si animales como la
perdiz formaban parte de la actividad
cinegética.
Sobre la pesca no tenemos datos
ciertos, aunque deberemos sospechar
que, como en las zonas colindantes
(Córdoba o Murcia) los ríos eran
también fuente de aportes proteínicos,
pues la trucha, el salmón y el barbo
estaban presentes en la red fluvial de
la zona hasta hace bien poco tiempo.
Se conocen algunos casos de presencia
de anzuelos en bronce, cuyo vástago no
presenta perforación para el sedal, por
lo que entre éste y el anzuelo debiera
existir alguna pieza intermedia que
sujetara ambas.
El hombre y su producto
Recursos forestales
Por otro lado, la economía forestal,
esencial para muchos aspectos de la vida
cotidiana, presenta el problema de la
escasez de huellas que deja en el registro
arqueológico. Sólo de forma indirecta,
y gracias al desarrollo de técnicas
auxiliares de la arqueología como la
antracología, podemos hacernos una
idea muy superficial de cuáles eran esos
recursos y cómo se articulaban con el
medio; sabemos de la utilización del
pino salgareño para la construcción de
Espartera, planta del esparto
partes de los edificios (véase el capítulo
de arquitectura), así como del matorral
típico del sotobosque mediterráneo,
como en el caso de Fuente Amarga,
donde se documentó el uso de tomillo
y romero como material de combustión
para los hornos. El esparto debió haberse
utilizado para la elaboración de calzado,
así como de elementos de porte, como
99
serones y sacos. Estando la mayor
parte de los asentamientos junto a las
riberas de los ríos los iberos utilizaron
el álamo, característico de los bosques
galería que debieron ocupar la mayor
parte de estos paisajes, para enmangues
de herramientas, endureciéndolo con
fuego.
Alfarería
Una actividad muy sobrevalorada
entre los ibéricos es la alfarería. Fueron
capaces de adoptar las técnicas que
trajeron los fenicios allá por el siglo VIII
a.C. como la utilización del torno para
el modelado de la arcilla, la utilización
de hornos de doble cámara que facilita
la cocción especializada, es decir, que
permite un mayor control sobre la
temperatura y, en general, sobre el
proceso de coloración de la arcilla y sobre
la impregnación de las decoraciones
pintadas o barnizadas; se introdujeron
nuevas formas desconocidas en el
mundo ibérico como el ánfora, gran
contenedor de transporte con dos asas,
utilizado por los fenicios para el vino
y la cerveza. En poco tiempo en zonas
como la Bastetania, la nueva tecnología
del torno se aprendió con tal rapidez
que el modelado de la cerámica a mano,
100
de tradición prehistórica, desapareció
muy rápidamente, ya que a finales
del siglo VI a.C. la vieja tecnología se
sustituye por completo por la nueva,
fenómeno que no sucede en otras zonas
colindantes (en Levante o Cataluña, el
uso del modelado a mano de la cerámica
no se abandona definitivamente hasta
época romana).
Tonel cerámico de Molata de Casavieja
Las decoraciones vasculares en la zona
Bastetana son sencillas y a diferencia de
las zonas levantinas, el mundo bastetano
no utiliza nunca decoraciones vegetales,
animales o humanas.
La influencia mediterránea en la
alfarería ibérica se nota especialmente
en las imitaciones que realizan de
cerámicas griegas, como cráteras o
copas; especialmente interesante es el
primer grupo, ya que parece que dichas

imitaciones se utilizaron especialmente
para introducirlas en las tumbas a modo
de ajuar funerario, como puede verse
en el caso de la necrópolis del Cerro del
Santuario en Baza.
Metalurgia
La metalurgia es otra actividad
importante de la que tenemos algunos
datos en los yacimientos bastetanos.
Recientes investigaciones permiten
apuntar la idea de que las explotaciones
romanas de oro de zonas próximas a
Basti, como el río Galopón en Caniles
eran conocidas anteriormente por las
comunidades ibéricas, lo que explicaría
la importancia de yacimientos clave
como Iliberri (Albaicín, Granada) o la
misma Basti, que pudieron depender
en gran parte de la extracción,
transformación y comercialización del
oro extraído de los depósitos fluviales
de cierto ríos.
El hombre y su producto
observan en empuñaduras de las falcatas
como las de Cortijo Carranza (Huéscar)
nos hablan de la perfección del uso de
la tecnología de la plata y su aplicación
como elemento decorativo. Al conocer
la plata controlaban igualmente
el plomo, ya que suelen aparecer
asociados con frecuencia en los mismos
metalocontextos, aunque su función
se reducía a grapas para el lañado de la
cerámica y a soporte para los escasos
ejemplos de escritura conocidos (como
los plomos del Cerro de los Allozos de
Montejícar).
Por su parte el cobre era utilizado
con frecuencia; con anterioridad a la
adquisición de la metalurgia del hierro

Es posible que para metales como

la plata, las experiencias de los fenicios
fueran adquiridas rápidamente por las
comunidades bastetanas, aunque los
territorios inmersos en la Bastetania
no fueran especialmente ricos en Algunos minerales empleados por los iberos:
este metal; los damasquinados que se galena argentifera, cobre y hierro

101
(adoptada gracias a los contactos con los
fenicios de la costa) era esencialmente
útil tanto como material decorativo,
como base para la fabricación de
herramientas (aleado convenientemente
con el estaño para obtener bronce, más
duro); la generalización del uso del
hierro provoca una declive en el uso
del cobre para herramientas, sustituido
completamente por el nuevo metal,
más caro, pero mucho más resistente
(martillos, azadas, hoces, horcadillas,
tijeras, espadas) de forma que el cobre
quedó definitivamente relegado a fines
decorativos (exvotos, cajitas, placas,
remaches, fíbulas, etc.) o, en último
extremo, a herramientas de precisión de
pequeño tamaño, imposibles de fabricar
en hierro por su escasa ductilidad.
la II Guerra Púnica, o, incluso, con el
objetivo de pagar impuestos al nuevo
poder establecido hasta la llegada de los
romanos. En todo caso éstos supieron
aprovechar los conocimientos del
terreno de los íberos prolongando la
explotación de ciertos metales como
el ya mencionado caso de los aluviones
auríferos en la zona de Caniles o el
hierro del Marquesado del Cenete (el
Peñón de Arruta fue uno de los primeros
asentamientos mineros conocidos en la
alta Andalucía fundado por los romanos
a principios del siglo I a.C. sobre un
antiguo poblado minero ibérico).

La actividad metalúrgica se vió

incrementada notablemente a partir de
la conquista bárquida de la zona, en el
siglo III a.C., como parece demostrarse
en la fundación de poblados mineros
en las faldas septentrionales de Sierra
Nevada en esa época, como La Calera
de Dólar, el Cardal de Ferreira y
el Peñón de Arruta de Jérez del
Marquesado, poniendo en explotación
las vetas de cobre, hierro y plata de la
zona, no sabemos si como consecuencia
del apoyo a los cartagineses durante

102
 El hombre y su producto

103

Arkilakis
L a zona más septentrional de las
altiplanicies granadinas es la sede
de uno de los territorios más extensos,
variados y quizás mejor conocidos en
todo el ámbito ibérico granadino. El
núcleo más importante es el oppidum
ubicado en Molata de Casas Viejas
(Puebla de Don Fadrique), y en torno
al cual se ubican toda la variedad de
yacimientos que pudiéramos imaginar,
acompañados de un paisaje singular,
de calizas de las que parecen aflorar
manchas verdes de arboledas de pinos
y encinas, frondosas, entre las cuales
asoman las cúspides rocosas de La Sagra
o las muelas calizas amesetadas como en
el entorno de Almaciles.
El territorio de Arkilakis afectaría al
municipio de Puebla de Don Fadrique y
parte de los de Huéscar, Orce y Castril.
Quizás sea el territorio más amplio de
todas las choras ibéricas, pero también
el más accidentado y variado, como
veremos en nuestra ruta.
104
Molata de Casa Vieja (Puebla de Don
Fadrique)
El visitante puede empezar por
acercarse al centro neurálgico del
territorio: Molata de Casa Vieja, sede
del oppidum de Arkilakis. Una muela
caliza que se alza imponente al norte
de Almaciles, apenas a dos kilómetros
de la población. Al llegar al cortijo que
se encuentra a sus pies, en la ladera
oriental y que da nombre al cerro, se
inicia el ascenso, quizás el más duro de
los oppida nucleares bastetanos, ya que
habría que salvar un desnivel próximo
a los 120 metros hasta la parte más
elevada, situada en el extremo opuesto.
La vista de una vaguada nos indica uno
de los posibles accesos, pero al iniciarlo
ya podemos ver la relación que el
yacimiento presentaba con el recurso
del agua; una fuente que aún mana,
hasta desaguar en los tornajos junto al
cortijo, pero que sin duda surgía a la
superficie mucho más arriba de donde
lo hace en la actualidad. El acceso por
la vaguada, en consecuencia, no debió
ser, necesariamente el único, ya que
la subida no es fácil, como tampoco
resulta por un lugar donde sin duda
se ascendía en la antigüedad, situada
por detrás del cerro, al que daremos la
vuelta siguiendo la falda por el este hacia

Territorio de Arkilakis. 1, Molata de Casavieja; 2, Cerro de la Cruz; 3, Cerro del Almendro
la cara norte, siguiendo una subida más
sueva, hasta llegar la zona rocosa donde
aún se observa que parte de la roca fue
recortada, probablemente para permitir
el acceso a los carros que abastecían de
distintos productos al poblado (aceite,
vino, cereal, material de construcción,
etc.).
Una vez nos encontramos en la parte
superior podremos disfrutar de unas
inmejorables vistas que nos explican
de forma muy intuitiva la ubicación de
Arkilakis; hacia el Norte, el valle del río
Taibilla, que nos permite acercarnos a
la vecina población de Nerpio, donde
105
Guía de los oppida ibéricos
existen numerosos asentamientos
ibéricos relacionados con el comercio
desde el sureste de la Península Ibérica
hacia el alto Guadalquivir. Hacia el
Este el cerro domina la entrada desde
el río Segura a las altiplanicies; en
esa dirección se conocen numerosas
estaciones ibéricas, como El Royo,
donde se encontró el pequeño exvoto de
bronce que representa a un Centauro,
los santuarios de la Encarnación de
Caravaca, o el importante complejo
ibérico de El Cigarralejo, en Murcia,
muy ligado a la evolución histórica del
entorno de Arkilakis. Finalmente, la vista
hacia el meridion destaca por el control
Vista de Molata de Casavieja
de las llanuras desde Almaciles hasta el
campo de Bugéjar, donde encontramos
un oppidum dependiente de Arkilakis, en
el Cerro de la Cruz, que visitaremos
más tarde.
Ante esta ubicación, el paseante
avezado podrá ser consciente de la
importancia de este centro neurálgico
en las principales rutas que cruzaban
la Península en época ibérica. Desde
Cartagena (donde Asdrúbal fundase la
ciudad púnica de Cartago Nova), la via
Heraclea (parte de la cual fue utilizada
por el primer emperador romano para
construir la llamada, en su honor, via
Augusta) se dirige hacia el corazón
de la Bastetania, en las altiplanicies
granadinas, a través de este punto, ya
que en Molata gira directamente hacia
el sur para buscar la siguiente escala,
en Tútugi (Galera), recorriendo todo el
campo de Bugéjar hasta el Cerro de la
Cruz.
106
Molata de Casa Vieja no ha sido
objeto, hasta el presente, de excavación
arqueológica alguna, por lo que solo
ocasionalmente podremos ver resto
de muros pertenecientes a estructuras
domésticas repartidas aquí y allá en
la meseta. Vale la pena mencionar la
existencia de una importante muralla
que defendería el asentamiento; se
conserva mejor en la parte meridional
del cerro, ya que en la zona opuesta
no sabemos aún si la muralla ha
desaparecido por completo por efecto
de la erosión, o, lo que es más probable,
no tuviera la imponencia del tramo
anterior debido a la marcada altura de
los farallones rocosos en este sector, que
hacen innecesario la construcción de un
sistema defensivo para evitar ataques, y
fuera sustituido por un pequeño murete
cuya funcionalidad sería la contraria,
evitar la caída accidental de los
habitantes. La muralla presenta algunos

bastiones de planta cuadrada, siendo
especialmente visibles en planta en las
dos lenguas que se proyectan hacia el
Este.
En la parte centro-meridional, nos
encontramos una pequeña elevación
rocosa que debió relacionarse con
otra surgencia de agua en el centro de
la meseta; en esta zona se observa en
superficie una mayor concentración de
escorias de hierro, lo que nos permite
considerar que en este sector se ubicaba
la zona del artesanado metalúrgico
especializado en la transformación de
hierro.
El oppidum de Arkilakis fue fundado
posiblemente entre los siglos VI y V
a.C., presentando una extensión de 15
hectáreas. Fue abandonado por presión
del ejército romano hacia el 200 a.C.,
utilizándose posteriormente como
campamento más o menos estacional
por estas tropas y donde realizaban
todas las tareas de mantenimiento de
la panoplia militar (escudos, puñales,
espadas, cascos, lanzas, etc.) como
demuestra esa metalurgia del hierro tan
tardía ubicada solamente en el centro
del asentamiento, cuando el resto del
mismo estaría ya despoblado.
107
Guía de los oppida ibéricos
Las mejores colecciones de
materiales arqueológicos de Arkilakis los
podemos ver en el Museo de Puebla de
Don Fadrique , y entre los que podemos
destacar un conjunto de piezas de
cerámica como platos, vasos, y tinajas,
aunque destacamos una cantimplora
muy completa. A este yacimiento
pertenece también un mortero con pico
vertedero, aunque fabricado en Italia en
el siglo II a.C., y que se relaciona con
la presencia de las tropas romanas, así
como una parte del material metálico,
especialmente las dos pesas de medida,
una de disco con perforación central,
en bronce y otra fusiforme en plomo
así como una punta de lanza en hierro.
El viajero no puede dejar de apreciar la
modernidad de piezas como el soporte
trípode de hierro ibérico algo desgastado
por su contacto constante con las brasas
durante su uso. Otra parte importante
se ubica en el Museo Arqueológico y
Etnográfico de Granada, especialmente
un ajuar compuesto por un numeroso
conjunto de platos característicos de los
siglos IV y III a.C.
Por último en el Museo de Murcia
pueden apreciarse algunos elementos
metálicos, como un conjunto de
pequeñas falcatas votivas en hierro que
proceden del santuario anejo al hábitat,
así como un casco de bronce de tipo
Montefortino, que formaba parte de
la panoplia típica del guerrero ibérico
en el siglo III a.C. Ambas piezas están
clasificadas como procedentes de
Almaciles.
Al bajar de Molata volvemos hacia
Almaciles y buscamos los caminos
que atraviesan los llanos hacia el sur,
siguiendo el recorrido de la via Heraclea,
pasando por Pedrarias, cuya cortijada
ya lo fue en época ibérica, lugar donde
vivían algunas familias dedicadas a la
agricultura y la ganadería, y que fueron
romanizándose con el paso del tiempo.
Continuamos nuestro camino en
dirección al Cerro de la Cruz.
Otra alternativa consiste en volver
a coger la carretera hacia Puebla de
Don Fadrique y desde allí el desvío
hacia María, hasta que, pasados unos
12 kilómetros, nos encontramos con
el cortijo de Casa Blanca, ubicado
en un cruce que hacia el Oeste se
dirige a Toscana Vieja, y hacia el Este
en dirección a Bugéjar; tomamos esta
última opción por un carril en buenas
condiciones hasta llegar a la pedanía,
donde podemos ver la elevación de la
mole donde se encuentra el pequeño
oppidum del Cerro de la Cruz
108
El Cerro de la Cruz (Puebla de Don
Fadrique)
Este yacimiento es notablemente
más reducido que Molata, pero el
visitante podrá comprender mucho
mejor cómo se articula el urbanismo
en un asentamiento ibérico; la subida
es mejor hacerla por el acceso original,
la ladera oriental; ya a media falda
empezamos a ver restos de la muralla,
y siguiendo su entorno podríamos
apreciar la existencia de dos torres
cuadradas y macizas que encuadran una
puerta, posiblemente la más importante
del poblado, aunque no la única.
Conforme se asciende se podrá
apreciar el gran control visual que posee
sobre el territorio circundante, hasta
que, al alcanzar la cúspide los llanos de
Bugéjar parecen rendirse ante los pies
del cerro. Al Norte la Sierra de Taibilla,
al Este la Zarza, al Sur la Sierra de Orce-
María, y al Este Sierra Jurena, pero la
vista alcanza más allá, hacia los valles
de Orce y de Galera, dejando claro que
su función principal es servir de punto
de inflexión y contacto visual entre dos
oppida nucleares, Arkilakis al Norte y
Tútugi al Sur. Al suroeste y al noreste
pueden verse aún restos de arbustos
aislados en mitad de los campos de

Topografía del Cerro de la Cruz
cultivo de colinas suaves que rodean la
llanura; son restos de antiguos bosques
de encinas que debieron haber cubierto
la mayor parte de las faldas y laderas de
las sierras de la zona.
La pequeña meseta que se forma
en la cima nos habla de la existencia de
una pequeña acrópolis, cuyas murallas
configuran los límites de aquélla, y
que aún pueden verse en superficie;
en el centro los restos de algunas
109
Guía de los oppida ibéricos
construcciones, muros repartidos que
configura edificios cuya funcionalidad
se nos escapa, pero que no debieron
ser unidades domésticas destinadas a
albergar familias, sino más bien centros
de administración y estructuras de
poder, incluso quizás algún edificio
sagrado.
Descendiendo de nuevo podemos
entrever las líneas de las calles en terraza
que rodearían esta acrópolis, a modo de
círculos concéntricos; incluso podremos
ver cómo la muralla se refuerza con
distintas líneas en aquellos puntos donde
resulta más debilitada. Finalmente, una
vez más a media ladera, abandonamos
el poblado dejando atrás sus murallas,
que hace más de dos milenios tendrían
Vista del Cerro de la Cruz
el aspecto, desde abajo, de una doble
corona, la muralla principal y la de
la acrópolis que sobresaldría sobre la
primera.
El cerro fue ocupado por distintas
culturas; las más antigua ocupación
correspondería a un poblado de la Edad
del Cobre (III milenio a.C.); en el siglo
VI a.C. se fundó, a la par que Arkilakis,
y dependiendo de ésta, siendo paralelos
en sus destinos, ya que éste fue objeto
de un cerco de las legiones romanas, que
lograron reducir a cenizas el poblado
ibérico a principios del siglo II a.C.
En época romana, durante los siglos I
y II d.C. posiblemente se reutilizó la
antigua acrópolis ibérica como puesto de
observación y control del territorio dada
su excelente disposición topográfica.
Los materiales arqueológicos
recuperados son escasos, y se encuentran
todos ellos en el ya mencionado Museo
de Puebla de Don Fadrique. Podemos
destacar la presencia de algunos vasos,
110
pero, sobre todo, la mejor colección
de cerámica producida en Atenas y
utilizada por las aristocracias ibéricas
como demostración de prestigio en el
territorio de Arkilakis.
Cerro del Almendro (Huéscar)
Para terminar nuestro viaje por
el territorio de Arkilakis debemos
desplazarnos hacia la Sagra, pasando
por el valle que la delimita por el Oeste
hacia el Sur, la carretera que une esta
zona con Huéscar. Aprovechamos para
disfrutar de un paisaje montañoso que
no debe diferir de lo que los iberos
conocieron en su época, si bien es cierto
que esta zona no estaría especialmente
poblada. El final del trayecto es un
pequeño poblado fortificado (de
apenas 2.000 metros cuadrados de
superficie), conocido como Cerro del
Almendro o Cerro del Almirez, situado
muy cerca de la cabecera del pantano

de San Clemente. Un pequeño cerro
amesetado rematado por un puesto de
vigilancia contra incendios forestales.
El acceso actual hasta la cima
coincidiría exactamente con la puerta
de la muralla ibérica, de la que se
conservan restos a lo largo del perímetro
de la meseta superior; se trata de un
poblado del tipo denominado “de calle
central”, ya que una vez en el interior
existe una sola calle en sentido Este-
Oeste que recorrería la totalidad del
poblado, distribuyendo edificios a uno
y otro lado de la misma.
Una vez que hemos pasado la
Topografía del Cerro del Almendro
111
Guía de los oppida ibéricos
muralla, hacia el este el yacimiento se
conserva mejor, y pueden verse los
restos de los muros que definían las
casas del tipo megarón, con una sola
estancia y un pórtico de la misma
anchura de la casa, cubierto por un
techo saliente que arrojaba el agua
de lluvia sobre la calle, posiblemente
construida a base de cantos de río para
evitar el fango en época húmeda. En el
lugar donde se encuentra la caseta de
vigilancia forestal se observan restos
de una edificio construido con piedras
de mayor tamaño, posiblemente el
centro neurálgico del poblado, aunque
no conocemos sus funciones exactas
(casa del jefe del poblado, almacén o
centro administrativo serían las tres
posibilidades); del edificio aún se puede
observar restos de la puerta de acceso,
ya que se conserva una de las jambas
de la misma. Junto a él, los restos de
una aljibe se observan en la perforación
de la roca caliza que aún presenta una
pequeña oquedad en la superficie. Hacia
el extremo occidental, pueden verse los
restos de una torre maciza, quizás de
planta trapezoidal, y que se ubican en el
lugar de mejor visibilidad del poblado
sobre el valle. Desde aquí, si miramos
hacia el Sur, observamos, muy próximo
al yacimiento, un pequeño afloramiento
rocoso donde se ubicaba el santuario de
tipo bastetano.

El poblado estuvo en funcionamiento

entre los siglos III y quizás II a.C. y no ha
sido objeto de excavación alguna, por lo
que no existen materiales arqueológicos
depositados en ningún museo. En todo
caso a este territorio podría asociarse
al conjunto de armas que se exponen
en el Museo de Murcia, procedentes de
Cortijo Carranza (ubicado en el valle
paralelo a éste al oriente del mismo),
y que podrían ser contemporáneas al
momento de uso del poblado.

112

Tútugi
E l término municipal de Galera, es
un territorio rico en yacimientos
arqueológicos, representativos de
prácticamente todas las culturas
de procedencia mediterránea. La
explicación de esta gran cantidad de
yacimientos arqueológicos está en su
situación geográfica, ya que ocupa un
punto donde se cruzan dos caminos
naturales y al mismo pie de la población
se unen el río Orce y el río Huéscar,
así el paisaje que se nos presenta está
113
Guía de los oppida ibéricos
formado por cerros elevados con gran
disposición estratégica y tierras regadas
por los mencionados ríos.
Tutugi es el nombre ibérico que
posteriormente tomaron los romanos
para la población que se asentaba en la
antigüedad junto al actual casco urbano
de Galera. El conjunto arqueológico
ibérico de Tútugi está compuesto por
un asentamiento (el Cerro del Real),
una necrópolis con varias zonas (Tútugi)
y un santuario de culto y ofrendas (el
Cerro del Castillo). Al ser la necrópolis
el primer yacimiento que se excavó
toma el topónimo antiguo de lo que
sería la ciudad ibérica mientras que a
ésta se le da el nombre de Cerro del
Real, por ser el lugar del emplazamiento
Territorio de
Tútugi. 1,
Tútugi; 2,
Fuente Amarga
del campamento de D. Juan de Austria
en el asedio de Galera en la Guerra de
los Moriscos en 1570.
Conocida su ubicación desde el
siglo XVIII, tanto el asentamiento
ibero-romano como la necrópolis
ibérica fueron fuertemente expoliados
a principios del siglo XX. Pero fueron
estos expolios los que, por otro lado,
llamaron la atención sobre la importancia
de sus restos arqueológicos.
Cerro del Real (Galera)
Iniciamos la visita por el oppidum
ibérico ya que desde allí se tiene un
control total del territorio de Tútugi.
El Cerro del Real ocupa un espolón
amesetado de unas seis hectáreas y
media inclinado hacia el norte, se
encuentra enclavado en un entorno de
pequeñas colinas en la margen izquierda
Vista de Tútugi desde el norte
114
del río Orce y se accede a él desde el
sur. Colindante por el este con la actual
población de Galera, apenas quedan
restos de estructuras en superficie.
Aparecen una serie de muros que son
difíciles de datar, por lo que no sabemos
si el poblado ibérico ocuparía toda la
superficie del Cerro, lo que si que se
puede observar en todo el área es una
gran cantidad de restos cerámicos, de
todas las épocas desde el Bronce Final a
época medieval.
Al yacimiento se accede fácilmente
por la parte sur, llegando a la zona más
alta, lo que nos permite observar unas
impresionantes vistas, hacia el norte, de
los valles del río Orce y del río Huéscar,
con la Sagra, la Sierra de Montilla,
Marmolance, la Sierra del Muerto, la
Sierra de la Encantá…en el horizonte.
La necrópolis es visible al nordeste del
poblado.
Siguiendo una pequeña senda que
atraviesa el yacimiento lo primero
que encontramos son los restos de un
templo romano excavado en el año
1918 por Juan Cabré del cual, hoy en
día, no quedan más que unas grandes
basas de columnas desplazadas de su
sitio original (una de ellas conocida
popularmente como la Pisá del Moro
 Guía de los oppida ibéricos
por tener la marca de los pies de una
escultura).

Siguiendo la senda vamos

descendiendo por el cerro y en el centro
de la meseta se encuentran los huecos
dejados por las excavaciones de Schüle y
Pellicer en los años sesenta.Actualmente
se observan restos pertenecientes
a construcciones romanas bajo las
cuales se definieron varias habitaciones
ibéricas. Se excavó en varias zonas del Skyphos ático de la necrópolis de Tútugi en el
asentamiento, distinguiéndose en los Museo de Galera
sondeos de mayor profundidad varias exponente del mundo funerario ibérico
fases, desde el Bronce Final hasta la hasta la actualidad que se conserva en
época romana. Por otra parte, en la la provincia de Granada. Se trata de
ladera oriental, se conservan restos un conjunto de túmulos repartidos
bastante alterados de un potente muro, en tres núcleos, el primero o zona I,
debiendo corresponder a una posible al noreste del Cerro del Real, al otro
puerta o sistema defensivo múltiple a lado del río, donde se documentaron un
base de torres. En todo caso, al igual total de 85 tumbas; un segundo grupo,
que la mayor parte de los elementos inmediatamente al oeste del primero
arquitectónicos visibles en la actualidad, y separado del mismo por un pequeño
la muralla es claramente de factura riachuelo, donde existían 47 sepulturas;
romana. por último, una zona de menor entidad,
situada en la misma vertiente del río
que el hábitat, pero alejado de éste en
Necrópolis tumular de Tútugi unos quinientos metros al este, donde
(Galera) se localizan otro conjunto de 47 tumbas.
La zona I es la más grande con una
La necrópolis ibérica de Galera extensión aproximada de 80 hectáreas,
abarca un área aproximada de 120 y es la que actualmente se puede visitar
hectáreas y es, sin lugar a dudas, el mayor con mayor comodidad, ya que se han

115
restaurado varios de sus túmulos y se
han acondicionado las infraestructuras
que permitieron su apertura pública
desde el año 2007.
En la parte baja de la necrópolis, antes
de acceder al yacimiento, encontramos
unos paneles con información sobre
el conjunto arqueológico de Tútugi
y un breve repaso a la historia de las
investigaciones arqueológicas en la
zona.
Subimos a la necrópolis y lo primero
que podemos ver, a la derecha del
camino es una estructura cuadrada
con un pasillo de entrada, se trata de
la planta restaurada de la tumba de
cámara número 22; en su interior está
representada una banda de color rojo
que aparecía en la estructura y hay
un pequeño panel con información
(en todas las estructuras restauradas
han dispuesto pequeños paneles con
información de la excavación y de los
materiales recuperados). Cada túmulo
de esta zona se ha señalado con su
número correspondiente.
En la parte más alta encontramos un
panel con un plano de situación de las
estructuras funerarias en las diferentes
subzonas (la zona I se divide a su vez
Túmulo 22 de la necrópolis de Tútugi
116
en tres subzonas, siendo la subzona Ia
la más interesante en cuanto que es la
que tiene las estructuras restauradas)
así como del recorrido a realizar en el
yacimiento, el cual ya habíamos iniciado
al acceder a la necrópolis, con la visita
del túmulo 22, un poco más arriba el
túmulo 21 (otra estructura funeraria
excavada y restaurada, esta vez circular
aunque también con pasillo de entrada).
Frente a ésta última podemos observar
la tumba 20, que se encuentra cubierta
ya que todavía se están realizando
trabajos en ella. A partir de este punto se
debe seguir el camino hacia la izquierda
para encontrarnos con la tumba 32. Al
recorrer la necrópolis el paisaje que
presenta es el de túmulos formados por
una pequeña elevación de tierra con
una depresión central, que corresponde
al expolio o excavación de la cámara.
Sin embargo, en la parte más alta, los
túmulos situados en torno al camino, se
han rellenado con tierra con el objeto

de restituir su aspecto original.
Siguiendo el camino y el recorrido
propuesto llegamos a la zona Ic donde
se encuentran las sepulturas 75 y 76
documentadas por Cabré y Motos, son
las tumbas de mayor envergadura de
la necrópolis. Y para finalizar la visita
pasaremos por la subzona Ib donde
Cabré y Motos excavaron el túmulo
65 pero del que hoy sólo vemos un
agujero.
La necrópolis llega a su apogeo en
los siglos IV-III a.C. teniendo algunas
evidencias de los siglos VI-V a.C.
En lo referente al material
arqueológico recuperado de la
necrópolis la mayoría de los materiales
están depositados en el Museo
Arqueológico Nacional, en Madrid. Allí,
en la sala XIX, pueden verse expuestos
en una vitrina diferentes materiales
que compondrían un ajuar funerario
ibérico, como la estatuilla de la Dama
de Galera (hallada en la tumba 20), o
una caja funeraria de piedra decorada
(procedente de la tumba 181).
En la planta baja del Museo de Galera,
en la antigua capilla del convento de
Monjas de Cristo Rey, podemos ver una
117
Guía de los oppida ibéricos
muestra de los materiales recuperados
de la necrópolis, se trata de una
recopilación de fondos arqueológicos
procedentes de colecciones particulares,
producto de hallazgos casuales y de
excavaciones clandestinas en el término
municipal de Galera. Los materiales que
se exhiben en este espacio proceden casi
en su totalidad de la Necrópolis Ibérica
de Tútugi, ofreciendo la posibilidad
de admirar conjuntos funerarios
completos que nos dan una idea de los
tipos de ajuares que se introdujeron
en los numerosos túmulos que la
componen, tanto de un guerrero como
de un miembro de la elite, así como
numerosas urnas cerámicas y de piedra,
hay una vitrina dedicada a las armas
ibéricas.
Un lugar destacado lo ocupa la
reproducción de la Diosa de Galera
(reproducción a partir del original
que actualmente se encuentra en el
Museo Arqueológico Nacional), que
representa a una figura en alabastro,
sentada portando un cuenco en sus
manos y flanqueada por dos grifos
alados; fue fabricada en un taller sirio-
palestino en el siglo VI a.C., para acabar
formando parte del ajuar funerario de
una tumba ibérica datada a finales del
siglo V a.C. También son importadas
las cerámicas griegas fabricadas en
los talleres de Atenas en los siglos V y
IV a.C. que se pueden contemplar en
una de las vitrinas, de la que podemos
destacar una colección de tres skiphos
con la representación de la diosa Atenea
como una lechuza (símbolo de la propia
ciudad de Atenas), así como una crátera
que, aunque incompleta, reproduce una
interesante escena con un grifo.
También podemos ver una pequeña
muestra en el Museo Arqueológico
Provincial de Murcia, donde se
encuentran depositadas piezas
pertenecientes a la colección del Sr.
Bernal Seiquer, como dos cráteras de
campana y varias piezas de cerámica
ática de barniz negro (2 kylix y 3
platos). En el Instituto Gómez Moreno
de la Fundación Rodríguez Acosta,
se conserva un casco de bronce, del
denominado tipo Montefortino,
procedente igualmente de esta
necrópolis. Por último, encontramos
materiales provenientes de la necrópolis
de Tútugi en Massachussets, ya que en los
fondos del Peabody Museum of Archaeology
and Ethnology, de la Universidad de
Harvard se conservan tres urnas
de cerámica ibérica. Estas piezas
formaban parte de una donación que
en 1932 realizó el Museo Arqueológico
118
Nacional de Madrid al Fogg Art Museum,
de la Universidad de Harvard, en
agradecimiento por la devolución
de una lauda sepulcral originaria del
monasterio benedictino de Sahagún
(León).
Cerro del Castillo (Galera)
De nuevo en el campo resulta
altamente interesante visitar un
santuario de la entidad del ubicado en
este pequeño promontorio. Se trata del
mejor exponente del mundo sagrado
ibérico bastetano hasta ahora conocido.
Tradicionalmente considerado como los
restos de un alfar de cerámica ibérica,
las últimas investigaciones se inclinan
por la hipótesis del santuario por varios
motivos, como la ausencia de arcillas y
agua en la zona colindante, elementos
básicos para el trabajo del ceramista, así
como por la peculiaridad del material
localizado compuesto únicamente
de platos y ollas, con tecnología de
fabricación muy distinta. En el caso
de que fuera un alfar encontraríamos
representadas toda la variedad posible
de formas que se fabricaran en esa época
(urnas, jarras, ánforas, etc.).
La repartición de material en

superficie parece intencionada, ya que
mientras que los fondos de los platos se
encuentran en la falda del cerro hacia
el sur, los bordes parecen concentrarse
en otra mancha de material situada en
esa misma vertiente, aunque cincuenta
metros más arriba, a media ladera,
mientras que las ollas se encuentran
Vista del Cerro del Castillo
en esa misma altura, pero con una
orientación más hacia el oriente.
En este punto como en pocos (son
más de 20 ejemplos de santuarios que
se han localizado en las altiplanicies
en los últimos quince años), podemos
interpretar cómo se producía el ritual
en estos santuarios. Para ello nos
inspiraremos en un pequeño texto que
Cabré y Motos escribieron en 1920,
en la memoria de las excavaciones
que practicaron en la necrópolis, y
donde recogen cómo interpretaban los
habitantes de la zona tal concentración
de vasos de cerámica: “... tal es allí la
cantidad de vajilla rota, que los vecinos de
Galera, no sabiendo explicárselo, creen en
la leyenda, muy bien divulgada por cierto,
de que antiguamente el pueblo en masa, el
jueves Lardero, subía a merendar a dicho
cerro y después de la merienda rompía cada
uno de los asistentes un plato o puchero en
conjuro a ciertos artificios o males cuyos
secretos no ha conservado la tradición.”.
119
Guía de los oppida ibéricos
No andaban tan alejados de la
realidad quienes contaron esta leyenda
a los arqueólogos; las manchas de
material responden a un ritual de
libación dedicado a una divinidad
natural, en el que se llevaba al cerro
una olla con un líquido que luego se
repartía entre los distintos oferentes,
cada uno de los cuales había portado
un vaso para beber; una vez ofrecido el
líquido (y consumido) el vaso se rompía
a los pies del oferente cogiéndolo por
la base, y, posteriormente, se arrojaban
los restos del vaso al pie del cerro. Las
ollas, que había servido para transportar
el líquido de libación, no podían volver
de nuevo a ser utilizadas en las tareas
domésticas normales, puesto que
habían entrado a formar parte de un
ritual sagrado, pero tampoco podían
ser ofrecidas a la divinidad, así que
la solución era romperlas dentro del
mismo recinto sagrado, aunque en otro
punto que no permitiera confusión con
los vasos usados para hacer la libación
correspondiente.
Aún no sabemos nada de esos dioses,
pero visualizando el paisaje podemos
hacernos una idea, en los atardeceres de
este amplio territorio, de la sensación
de placidez que aún se respira en el
ambiente.
De nuevo en el camino, nos dirigimos
hacia un yacimiento que fue excavado
parcialmente en los años 80, al oeste del
término municipal.
Fuente Amarga (Galera)
Se trata de un pequeño asentamiento
fortificado, ubicado en un cerro elevado
sobre la vega circundante de la Cañada
de Fuente Amarga, de laderas suaves
excepto la Noroeste que cae en fuerte
escarpe sobre el valle.
Vista de Fuente Amarga
120
En este yacimiento se realizaron
excavaciones arqueológicas,
concretamente sondeos, así que durante
el ascenso podemos ir observando
los resultados de estos trabajos, con
construcciones ibéricas de cierta
importancia, y que en algunas ocasiones
destruyen los niveles anteriores
argáricos, sobre los que se asientan
directamente. En los sondeos realizados
en la parte baja del cerro aparece un
muro imponente que corresponde a
parte de la muralla ibérica que rodeaba
el poblado; está construido con grandes
piedras hacia el exterior y más pequeñas
en el interior, la parte superior de estos
muros debió de ser de adobe por los
numerosos restos de grandes adobes/
de este material que se encuentran junto
a restos de madera, que aparecieron
durante los trabajos de excavación.
Las casas están adosadas a la muralla,
funcionando ésta como muro trasero de
las mismas.
Ya en la parte alta, en la corona
del cerro, aparecen construcciones
rectangulares, entre las que cabe
destacar la esquina de una posible
torre y una puerta de entrada donde
se documentaron la piedra de soporte
de una bisagra y numerosos restos

Horno doméstico de Fuente Amarga
de madera. También aparece una
construcción circular de unos dos
metros de diámetro, con relleno
interno de cerámica refractaria sobre
un nivel de guijarros, cuya función sería
la de horno de pan comunitario ya que
durante la excavación, en el exterior,
apareció un gran relleno de cenizas y
materia orgánica. Este espacio estaría
al aire libre pues no se han detectado
estructuras que lo cierren, como podría
ser la existencia de hoyos de poste. Junto
a esta estructura circular se encuentra
parte de una escalera que conserva
tres peldaños, y aunque no podemos
delimitar a qué estancia daba acceso, la
documentación de una escalera puede
hacer pensar que, o bien algunas de
las casas pudieron tener dos pisos, o
pudo existir un camino de ronda en la
parte superior de la muralla, al cual se
accedería por las mismas.
Guía de los oppida ibéricos
Desde la cima del cerro podemos
observar la relación del asentamiento
de Fuente Amarga con el espacio
en el que se asienta, dominando un
pequeño valle, parece que su papel era
de núcleo dominador de una cierta
área del territorio. La ubicación del
asentamiento, sobre un cerro con
ciertas posibilidades defensivas, que
se ven reforzadas por grandes muros
y una posible torre, parece apuntar
a un núcleo con unas connotaciones
defensivas, aunque no se pueda obviar
el carácter de productores primarios o
campesinos que pudieran tener parte de
sus habitantes dedicados a la explotación
agrícola del entorno. Este asentamiento
ibérico se debió ocupar desde mitad del
siglo III hasta finales del siglo II a.C.

121

Basti
E l eje desde el norte hacia el
sur encuentra en la comarca
de Baza un lugar central; y es en este
punto donde se localiza el oppidum
ibérico que da nombre a toda la región:
Basti, ubicado en Cerro Cepero, donde
empezaremos nuestro paseo.
Territorio de Basti. 1, Cerro Cepero y yacimientos anejos; 2, Barranco del Moro; 3, Angosturas
122
Cerro Cepero (Baza)
Situado en el centro de la depresión
encontramos un yacimiento de unas seis
hectáreas de extensión, muy próximo a
la autovía A-92N, en la salida del Hospital
Comarcal. Se trata de un pequeño
cerro de muy fácil acceso. Conforme
avanzamos hacia él, desde el camino
de servicio de la autovía, observamos
una loma poco desarrollada en altura,
amesetada en la cima, mientras al fondo
se perfila la Sierra de la Sagra, lo que nos

Cerro Cepero visto desde el noreste (Foto AEAB y JN)
permite hacernos una idea del amplio
espacio que ocupa el territorio hasta la
vecina Tútugi al norte.
Este lugar ha sido excavado, de
forma muy intermitente, por diferentes
equipos de arqueólogos desde los años
cuarenta, con una fortuna muy desigual.
Desde el año 2004, y subvencionado
por la Dirección General de Bienes
Culturales de la Junta de Andalucía,
es objeto de estudio por parte de un
grupo de investigadores acogidos en
el incipiente Centro de Estudios de
Arqueología Bastetana.
Este oppidum alcanzó una gran
importancia, siendo muestra de ello
sus valiosas necrópolis, la muralla con
bastiones cuadrangulares macizos, que
circunvala el cerro, y el hecho de que
los pobladores de una amplia región
recibieran el gentilicio de bastetanos al
comienzo de la conquista romana en el
Guía de los oppida ibéricos
siglo III a.C.La conquista romana comenzó
un proceso de monumentalización de
la ciudad, que continuó hasta el siglo
III d.C. A partir de ese momento ésta
entra en una decadencia, que terminó
con su abandono en el siglo VIII d.C,
trasladándose el topónimo a la actual
ubicación de Baza, como Madina Bazta.
En el cerro podemos observar
algunos restos ibéricos. El principal de
ellos es la muralla, que aflora en tres
puntos de ladera: en la zona norte, una
cárcava en formación ha hecho aflorar
un paramento de la muralla, donde
fue posible documentar la existencia
de un talud exterior de adobe adosado
a la misma; en la noroccidental, la
construcción de un camino rural
destruyó parte de la muralla, dejando
Topografía de Cerro Cepero
123

Hoyos de poste del andamiaje de construcción de
la muralla de Cerro Cepero
al descubierto un lienzo de muralla y
un bastión cuadrangular macizo; y en
la ladera sur, nos encontramos con un
tramo de unos 20 m de longitud, con
un bastión cuadrangular macizo, y una
abertura contigua, que se corresponde
con una de las puertas del oppidum. La
muralla tuvo unos 4 m de anchura y fue
construida con un zócalo de piedra, con
dos paramentos de sillarejo y un relleno
de cascajo en el interior, y un alzado
de adobe. En las laderas con mayor
pendiente, como la septentrional, se le
adosó un talud de adobe para reforzar la
base. En la excavación de 2005 pudimos
documentar los restos del andamiaje de
madera necesario para la construcción
del alzado de la muralla, así como los
restos de las tareas de repiqueteado del
sillarejo.
En la meseta superior del cerro en
124
la campaña de 2005 se excavó la terraza
superior del foro romano, bajo el cual se
documentó la existencia de una serie de
casas ibéricas, construidas con zócalos
de cantos de río y alzados de adobe,
que fueron arrasadas en torno al siglo I
a.C. para la construcción de la plaza. La
excavación en extensión de esta meseta
está todavía en un estado inicial, pero
en próximos años se desvelarán algunas
incógnitas importantes en torno a
la evolución de Basti como núcleo
urbano.
Cerro del Santuario (Baza)
El Cerro del Santuario es una
necrópolis de época ibérica, en la
que en 1971, en el transcurso de una
excavación, fue hallada la estatua
funeraria conocida como la Dama de
Baza, que se encuentra en el Museo
Arqueológico Nacional en Madrid.
Este cementerio estuvo en uso durante
el siglo IV a.C, con un rito consistente
en la incineración de los cadáveres y la
deposición de sus cenizas en tumbas,
que podían variar desde simples hoyos
con una urna de barro que contenía los
restos incinerados del difunto, hasta
cámaras excavadas en el suelo, con un
ajuar mucho más rico, como armas,

cerámicas griegas de importación, y
elementos de adorno de oro y bronce,
entre otras ofrendas; estos ajuares se
reparten entre el Museo Arqueológico
Nacional en Madrid, la Fundación
Durán Vall.Llosera en Barcelona y
el Museo Municipal de Baza. Esta
necrópolis ibérica es una de las más
importantes para conocer el mundo de
la muerte entre los antiguos habitantes
de la Península.
Vista cenital del Cerro del Santuario (Foto AEAB y JN)
Cerro Largo (Baza)
Al norte de Cerro Cepero se sitúa
Cerro Largo, una loma alargada, sobre
la que pasa el Camino Real de Guadix a
Lorca. Cerro Largo es otra necrópolis
ibérica de incineración, que continuó en
uso hasta época romana. En esta loma se
encontró la estatua funeraria, conocida
como Guerrero de Baza, depositada en
el Museo Municipal de Baza.
125
Guía de los oppida ibéricos
Territorio de Basti
En el territorio de Basti conocemos
una serie de yacimientos ibéricos, que
se pueden clasificar en tres grupos:
asentamientos rurales del Bronce Final-
Ibérico Antiguo; asentamientos rurales
de la fase plena y final; y santuarios al aire
libre, que se centran en las fases plena y
final. Los asentamientos rurales suelen
situarse en cerros o laderas contiguos
a las vegas de los cursos fluviales más
importantes (Guadiana Menor, Guardal,
Baza, ...) y presentan unas dimensiones
reducidas. El mejor conservado de
ellos es el Barranco del Moro (Zujar),
situado en la margen derecha del
Guadiana Menor, sobre un cerro cónico,
flanqueado por sendos barrancos de
gran profundidad. Es posible observar
todavía algunos paramentos de la muralla
que circunvalaría el asentamiento.
Otro asentamiento rural fortificado
es Las Angosturas (Gor), situado sobre
un promontorio contiguo al río Gor.
Aún es posible obervar los restos de la
excavación por cuadriculas allí realizada
en los años 70. En esa excavación se
documentó una fase de la Edad del
Cobre y otra del ibérico final.
De la cercana necrópolis de Cortijo
 que abarcan del siglo II a.C. hasta el
II d.C. Este es el primer caso claro de
pervivencia de los santuarios en época
romana altoimperial. Tanto Perchel
como Salazar están situados junto a
caminos importantes, el primero junto al
camino que conduciría de Cerro Cepero
a la vertiente que permite descender
al valle del Almanzora, en dirección a
Vista de Las Angosturas Baria (Villaricos), y el segundo junto al
Colorado se conservan en el Museo de Camino Real de Guadix a Lorca, que
Granada una placa de hueso decorado, puede relacionarse con el camino de
de fabricación fenicia, y una botellita de Acci a Eliocroca descrito en el itinerario
vidrio. romano de Antonino. La localización
del santuario de época romana junto
Los santuarios al aire libre conocidos a esta última vía puede interpretarse
en el territorio de Basti son tres. El como una preeminencia del camino Acci
primero de ellos es Cuesta Blanca, a Eliocroca, sobre el de Basti a Baria.
situado en un cerro contiguo al
Camino Real de Guadix a Lorca, en
las estribaciones septentrionales de la
Sierra de Baza; presenta una cronología
del siglo IV al II a.C. El siguiente es el
Perchel, en la cumbre de un cerro en la
margen derecha del río Baza, enfrente
de Cerro Cepero, con una cronología
del siglo II a.C. El último es Salazar,
también en un cerro sobre la margen
derecha del río Baza, pero algo más
al norte que el anterior. Este último
santuario es muy interesante, puesto
que presenta unos materiales (lucernas,
sigillatas) de clara adscripción romana, Ugüentario de vidrio de la necrópolis de cortijo
Colorado (Foto MAEG)
126
 Guía de los oppida ibéricos

127

Curso bajo del río Fardes
El Forruchu (Villanueva de las
Torres)
E l oppidum ibérico de El Forruchu,
se localiza en el espacio definido
por el último tramo del río Fardes.
Desde Villanueva de Las Torres hacia el
norte, el valle puede presentar anchuras
entre 400 y 700 mts., con amplias
posibilidades de explotación agrícola
actualmente activas (básicamente
olivares, y regadíos junto al río). El
cerro de El Forruchu mantiene una
128
posición estratégica evidente, ya que es
en este punto donde se incurva el valle
del Fardes, lo que permite observar el
desarrollo de éste hacia el sur en, al
menos, cinco kilómetros, así como el
valle formado en el último tramo del
desarrollo del mismo hasta desembocar
en el Guadiana Menor.
Para llegar al yacimiento, deberemos
bordear por detrás el cerro en dirección
Este hasta la ladera que nos ofrezca más
fácil acceso para emprender la subida.
El Cerro del Forruchu se encuentra
destruido en su práctica totalidad,
consecuencia por un lado de una fuerte
presencia de la mano del hombre, con
la construcción de multitud de terrazas
para cultivo de cereal en todas sus
laderas; y por otro debido a la fuerte
erosión a que está expuesto, ya que
Territorio del río Fardes.
1, El Forruchu; 2, Canto
Tortoso; 3, Castellones de
Laborcillas

su altura relativa lo hace, junto a su
composición geológica (arcillas), un
punto muy vulnerable para los efectos
de la erosión clásica de bad-lands, si bien
en un proceso de degradación inferior
al que se observa en los yacimientos de
la Hoya de Guadix. La altura mayor del
cerro donde se sitúa el yacimiento no
supera los 690 metros, siendo el punto
más alto del último tramo del valle del
Fardes.
Los restos de materiales de
construcción en la superficie del
conjunto son muy abundantes,
fundamentalmente algunos sillares, así
como fragmentos de columnas y de
molinos de distintos tipos. Es posible
129
Guía de los oppida ibéricos
Vista de El Forruchu
distinguir, en las laderas orientadas
hacia el sureste, algún tramo de muralla;
mientras que en límite occidental ha
podido desaparecer por completo
debido a los derrumbes hacia el río,
fruto de la ya citada erosión natural.
Presenta ocupación desde el ibérico
antiguo, con abundante material de
cerámica gris, así como formas cerámicas
vecinas a las ánforas de hombro marcado.
En cuanto a material de importación,
definitorio de las distintas fases por las
que atraviesa el asentamiento, hacemos
mención a cerámica ática, así como a
importaciones itálicas tardías, lo que
nos permitiría datar la ocupación total
de este espacio entre los siglos VI y I
a.C. de un potente
yacimiento
La extensión del material presenta a r q u e o l ó g i c o.
una amplia dispersión, pero podemos A juzgar por la
decir, a juzgar por los primeros cronología de
resultados del análisis de extensión, que estas cerámicas,
posiblemente el área de la necrópolis sabemos que
se sitúe en la elevación más meridional estuvo habitado
del conjunto, ya que en este punto se durante el III
documentó el fragmento de cerámica milenio a.C.
ática, así como numerosos fragmentos (Edad del Cobre),
de urnas de boca abierta, asociación que abandonándose
hace pensar en materiales más propios posterior mente
de un área de enterramientos. para volver
a ocuparse
puntualmente
Canto Tortoso (Gorafe) muy a principios
del I milenio
A poco más de tres kilómetros al (Bronce Final);
este de El Forruchu en línea recta, se por último, y
encuentra Canto Tortoso. Está situado ésta es la fase que
en un cerro en la confluencia de los más nos interesa, Figurilla de terracota
de El Forruchu
ríos Fardes y Guadiana Menor, en se constituyó un
el término municipal de Gorafe con importante asentamiento ibérico en la
amplia visibilidad y acceso al valle de mitad del siglo VI a.C.
ambos ríos.
A esta época pertenecen los restos
En la parte superior del cerro se de estructuras que pueden verse hoy
constata la existencia de una muralla en día. Estos restos corresponden,
que circunda la totalidad de la corona básicamente, a la muralla perimetral
de la meseta; numerosos fragmentos que encierra un poblado de una hectárea
de cerámicas repartidos por la y media, con una estructura urbanística
superficie hacen pensar en la presencia relativamente compleja que incluye

130

Topografía de Canto Tortoso
cabañas de planta rectangular. La
fortificación, construida en piedra seca,
se adapta perfectamente a la orografía del
terreno. En la configuración general del
asentamiento hemos podido comprobar
que, en algunas ocasiones, la muralla
ha sufrido reestructuraciones: así, en
la ladera meridional del yacimiento se
131
Guía de los oppida ibéricos
observa un segundo lienzo de muralla, a
treinta metros del recinto principal sin
conexión estructural con aquél, lo que
hace pensar que la rambla en la que se
sitúa esta segunda línea, debía existir ya
en aquella época, obligando a construir
el segundo alineamiento para paliar
los procesos erosivos que empezaban
a afectar al conjunto de la ciudadela.
Desde el punto de vista constructivo,
la muralla no presenta elementos
añadidos, ni torres, ni bastiones,
resultando un lienzo continuo con largos
tramos sinuosos que tratan de adaptar
la obra al relieve. El único elemento
que sobresale estructuralmente son
dos puertas, relacionadas con los dos
caminos que parecen conservarse,
uno en la ladera noroccidental y otro,
prácticamente opuesto a aquél, en la
ladera suroriental y que debieron servir
de acceso al poblado desde cada uno de
los ríos arriba mencionados.
Estos caminos estaban equipados
para la circulación de vehículos rodados,
según se desprende de la existencia
de pavimentos de pequeños cantos de
río visibles aún en ambos. Mientras
que la puerta del río Fardes sólo es
constatable por los restos que aún
conserva del camino, la del Guadiana
Menor nos ofrece toda su complejidad
estructural. El último tramo del camino
(unos treinta metros) corre paralelo al
recinto amurallado. De esta forma,
los posibles asaltantes presentaban su
flanco al tiro de los defensores. Dada la
estrechez de la muralla, y teniendo en
cuenta que adosada a ésta se levantaban
las viviendas de adobe, la defensa debía
132
Vista de Canto Tortoso
realizarse desde las terrazas. El camino
desembocaba en un corredor dispuesto
entre dos lienzos paralelos en forma de
embudo con lo que se protege la puerta
de tiros laterales a la par que obliga a
los asaltantes a aproximarse agrupados
frente a la puerta bajo el tiro cruzado de
la defensa. Una vez atravesada la línea
de muralla, la entrada gira ligeramente
hacia la izquierda, no sabemos si con el
objeto de flanquear alguna torre u otro
tipo de estructura, hoy no visible en
superficie.
La cerámica es el otro elemento
que ha proporcionado gran
información, fundamentalmente sobre
la funcionalidad y la cronología del
asentamiento; existe poca cerámica
a mano, y la mayor parte del material
correspondería al siglo VI a.C.: las
ánforas no son posteriores a principios
del siglo VI a.C., son muy escasas las

cerámicas del tipo gris ibérico, y las
decoraciones existentes sobre algunos
vasos dibujan temas característicos de
períodos antiguos dentro de la cultura
ibérica. Lo más probable es que, al igual
que sucede en el caso de Barranco del
Moro (Zújar) el poblado fuera fundado
durante el Bronce Final, a inicios del I
milenio a.C., y se fuera desarrollando
hasta convertirse en un potente
yacimiento amurallado ya en torno al
siglo VII hasta abandonarse al final del
siglo siguiente.
El estudio del entorno
medioambiental y de la distribución
de los principales yacimientos en las
Altiplanicies granadinas apunta a que
la funcionalidad principal de Canto
Tortoso fue la de servir de escala
dentro de una red de distribución de
materiales entre el Alto Guadalquivir
y la Costa. Es un asentamiento
relacionado con el control de la zona
por parte de una sociedad ibérica cada
vez más compleja estructuralmente,
que potencia la existencia de un
asentamiento especializado que,
como suele ser habitual, desaparece
o se extingue cuando la crisis social y
económica se manifiesta. La primera
crisis de las importaciones griegas en
el sur peninsular se produce a partir
133
Guía de los oppida ibéricos
de la primera mitad del s. V a.C.,
coincidiendo con el fin del yacimiento.
Cortijo Cabrera (Dehesas de
Guadix)
Integrado en esta misma zona, está el
yacimiento de Cortijo Cabrera. Se trata
de un asentamiento en llanura situado
en la pequeña colina de un cerro en
espolón abocado al río Fardes (a 200 m.)
con gran capacidad de control visual.
La única estructura documentada es un
horno cerámico excavado en el terreno
natural que conserva intacta toda la
cámara de combustión y unos 40 cm. de
las paredes de la bóveda. En el perfil al
sur del yacimiento por la construcción
de la carretera se observa un nivel de
cenizas, así como numerosos materiales
repartidos por toda la superficie del
mismo.
Detalle de la bóveda de arcilla del horno de
cortijo Cabrera
 El territorio del oppidum de El
Forruchu estaría delimitado por el sur
con el territorio de Acci en el punto
donde se ubica el siguiente yacimiento

Los Castellones (Morelabor)

Se trata de un pequeño poblado

fortificado, de los que ya hemos visto
algunos ejemplos (Cerro del Almendro
en Huéscar o Fuente Amarga en Galera);
fue ocupado durante la prehistoria,
pero lo que nos interesa saber es que
entre los siglos III y II a.C., se ubicó
en la parte superior de la meseta
un asentamiento con fortificación
perimetral, suponemos que con un
modelo urbanístico muy semejante al
conocido de calle central, que distribuye
Cisterna de los Castellónes (Foto DPAGR)
a uno y otro lado grupos de unidades cualquier elemento de las excavaciones.
domésticas. El elemento más interesante
documentado lo constituye un aljibe
del tipo denominado a bagnerolle,
consistente en una estructura de planta
rectangular con los dos lados menores
curvos; estaba construida con piedra y,
posteriormente revocada con argamasa
para conseguir su impermeabilización.

Actualmente se encuentra
completamente arrasado por labores
agrícolas, que impiden observar

134

Acci
A los pies de las estribaciones
septentrionales de Sierra
Nevada se encuentra la comarca
de Guadix, un terreno muy amplio
salpicado de verdaderas joyas de la
arqueología granadina, como respuesta
que dieron los pobladores a lo largo de
la historia a una zona rica en tierras de
cultivo, y, sobre todo, en minería; un
nudo de comunicaciones que desde la
prehistoria ha unido gentes y culturas.
135
Guía de los oppida ibéricos
Acci (Casco antiguo de Guadix)
El núcleo más importante de la
comarca lo representa, hoy en día,
Guadix, como lo hizo a lo largo de
su historia. El casco viejo, limitado
aproximadamente por las murallas
medievales aún visibles, encierra
un rico tesoro no sólo de palacios e
iglesias ya que debajo de esos edificios
y esas calles se conserva uno de los
mejores yacimientos arqueológicos
de la provincia. Desde el II milenio
a.C., hace casi 4000 años, casi sin
interrupción, el centro de la ciudad ha
acogido a las culturas argárica, ibérica,
romana, visigoda, islámica y, finalmente,
cristiana.
Territorio de Acci. 1, Acci;
2, Peñón de Arruta; 3, El
Cardal; 4, La Calera

Se han venido realizando
excavaciones arqueológicas desde 1991
hasta la actualidad, con algunos hallazgos
realmente fabulosos como la cabeza en
mármol del emperador Trajano que
puede aún observarse en el edificio del
Ayuntamiento.
La evolución urbana de la ciudad
aún no se conoce suficientemente, pero
ya sabemos que la primera ocupación
sistemática de la colina se fecha en la Edad
del Bronce. De esta época se conservan
algunos fondos de cabaña excavados
parcialmente en las arcillas de los niveles
de base, así como el enterramiento de
un individuo en posición fetal con un
rico ajuar de cerámicas y materiales
136
Casco antiguo de Guadix.
Excavaciones arqueológicas
con niveles ibéricos o de
Bronce Final (circulos
rojos) y área probable de
extensión del oppidum
metálicos, situado bajo los niveles de
ocupación de una cabaña.
Esta población debió evolucionar hasta
las comunidades que conocemos como
Bronce Final; este periodo sí aparece
bien documentado en la casi totalidad
del interior del recinto que marcan las
murallas medievales aún conservadas y
que sigue el siguiente recorrido: desde
el actual torreón del Ferro, sube por
la Calle San Miguel, antigua rambla,
hasta llegar a la cota máxima donde
actualmente se encuentra la Alcazaba, la
cual, lógicamente, quedaría englobada
en dicho recinto. Desde este punto,
descendería de nuevo por la Calle
Ancha, hasta llegar, aproximadamente,

a la Puerta de San Torcuato, girando en
este punto buscando la Iglesia Catedral,
para enlazar finalmente de nuevo, con
el Torreón del Ferro. Esta zona presenta
una ubicación fácilmente defendible
además de controlar el conjunto del
valle del río Verde.
Los mejores restos pertenecientes al
Bronce Final se han documentado en el
entorno de la Calle San Miguel; frente
a la Iglesia del mismo nombre aún se
conservan estructuras domésticas,
cabañas de planta circular con un sistema
constructivo clásico dentro del período:
parcialmente excavadas en la roca,
como en el Bronce Pleno, presentan un
zócalo de piedra cuya primera hilada
están dispuestas en vertical; la planta es
aún de tendencia circular, con un hogar
más o menos céntrico, configurado
por una placa de arcilla compactada
por el calor, de aspecto semejante a los
que posteriormente veremos en época
ibérica. Quizás el resto más interesante
sea el hallazgo de un taller metalúrgico
donde los artesanos volvían a fundir el
metal recogido del desecho de objetos
de bronce que se rompían o dejaban,
simplemente, de ser útiles. Este taller
se ubicaba cerca del lecho del río (que
hoy en día forma lo que se conoce como
la Calle de San Miguel), lo que resulta
Excavación en el solar del Cine Acci (Foto ABJ)
137
Guía de los oppida ibéricos
lógico si pensamos que la metalurgia
requiere de mucho agua durante el
proceso de fabricación; uno de las piezas
recuperadas más interesantes era una
fíbula de bronce del tipo denominado
“de codo”, que permitiría fechar este
taller en el siglo IX a.C.
Frente a la Iglesia de San Miguel
se encontraron unas cabañas de esta
misma época que habían sido cubiertas
por una fina capa de limos, lo que nos
indica la existencia de alguna arrollada
que sepultaría la parte del poblado más
cercana a la rambla de San Miguel, lo
que provocaría que durante algunos
siglos esta zona del poblado estuviera
deshabitada.
Respecto a los restos ibéricos
se reparten de forma más o menos
homogénea por todo el interior del casco
antiguo, por lo que el oppidum de Acci,
con unas siete hectáreas de extensión,
se convertiría en el eje aglutinador
de las actividades productivas y
comerciales de la zona desde el siglo
VI a.C. en adelante. De las primeras
fases ibéricas se podrían destacar las
estructuras domésticas localizadas en
las excavaciones del cine Acci, en 1996,
con suelos de arcilla roja, muros con
zócalos de piedra y elevaciones en
adobe. Junto a las casas se encontraron
restos de hornos posiblemente de pan,
parecidos al ejemplar encontrado en
Fuente Amarga; cercano a la catedral se
localizaron otros niveles ibéricos en la
calle Palacios,en una excavación realizada
en 1997, pero las construcciones habían
sido destruidas como consecuencia
de la construcción de un imponente
criptopórtico romano.
A un momento algo más reciente,
concretamente a los siglos IV y III a.C.,
corresponden los materiales localizados
en otras tres excavaciones realizadas en
la ciudad.
La primera de ellas en la calle
Concepción, donde se documentó
un muro de grandes dimensiones,
que correspondería a una estructura
superior a una simple unidad doméstica
que perdura hasta el siglo I a.C. y, junto a
él, una calle empedrada. Curiosamente,
138
Horno ibérico del Paseo de la Tahona (Foto DPT)
la línea de calle, así como algunos de los
muros de esta época, son reutilizados
hasta el Bajo Imperio Romano, en torno
al siglo III o IV d.C. Este dato, que en
principio podría parecer superfluo, en
realidad es de gran interés histórico,
ya que demuestra que, pese a la
importancia del asentamiento romano
documentado desde los años 40/20 a.C.
en que se funda la Colonia Iulia Gemella
Acci, la presencia indígena no debió ser
escasa ya que la red urbana se mantiene
en esencia casi intacta durante algo más
de medio siglo. Debemos entender,
por tanto, que la fundación romana
sólo afectará a algunas estructuras de
carácter público (creación de un foro,
templos y otros edificios públicos),
pero respeta la práctica totalidad del
entramado urbano prerromano, lo que
indicaría que la población indígena pudo
seguir habitando en la nueva colonia.

Otro de los puntos donde aparece
material de plena época ibérica es la
calle Palacio, donde se encontraron
algunos muros, uno de los cuales tiene
cerca de un metro de anchura. Junto a
éste, numerosas estructuras domésticas
con suelos de habitación aparecen
destruidas por la construcción de un
gran edificio romano republicano. Por
último, en una reciente excavación
realizada junto al torreón del Ferro,
se han localizado algunas estructuras,
niveles de ocupación y materiales que
deben pertenecer a esta época, lo que
demuestra que, al menos en el Ibérico
Pleno, el oppidum debe tener una
extensión próxima a las nueve hectáreas,
sin que haya variaciones observables por
ahora entre la extensión de la ciudad
ibérica y la ciudad romana.
Por el momento no se sabe nada más
sobre la ciudad, ya que desconocemos
la ubicación de la o de las necrópolis,
así como de los santuarios. No obstante,
en la plaza del Osario, encima de la
Alcazaba, se encontraron restos de
cuencos lucernas ibéricos, y que según
algunos arqueólogos, posiblemente
pudieran estar indicando el lugar de
uno de los santuarios al aire libre que
existirían junto al oppidum de Acci.
139
Guía de los oppida ibéricos
En cuanto a materiales arqueológicos
de entidad, aún no han sido realizadas
suficiente publicaciones, ni los museos
ubicados en la provincia parecen
contener material arqueológico de
época ibérica de entidad suficiente;
no obstante, puede observarse en el
Museo Arqueológico de Sevilla una
inscripción romana pero de mucho
interés para nosotros, ya que cita al
único dios ibérico bastetano conocido
hasta el momento, Netón, quien manda
a la joven Fabia Fabiana donar para la
diosa Isis un conjunto de joyas muy
numeroso. Este dios, desconocido en
la mitología romana, debió formar
parte del panteón ibérico en época muy
tardía, y, posteriormente a la conquista
romana, ser integrado dentro de la
estructura religiosa sincrética que se
desarrollaría en la zona, incorporando
los dioses indígenas dentro del propio
panteón romano de la colonia de Acci.
Una de las bases económicas tanto
del oppidum ibérico como de la posterior
colonia romana de Acci, sería la minería,
dada la importancia del hierro, cobre,
plomo y plata de las estribaciones
septentrionales de Sierra Nevada. De
hecho, correspondientes a la época
ibérica se encuentran un conjunto
de yacimientos al pie de la Sierra que
estarían especializados en la explotación
y transformación metalúrgica. El
primero de ellos, realmente imponente,
se encuentra en la loma de la Virgen de
la Cabeza, entre Cogollos de Guadix y
Jérez del Marquesado.
El Peñón de Arruta (Jérez del
Marquesado)
Yacimiento ubicado en la cuerda que
140
separa ambas poblaciones actuales, y
conocida como La Lori. El yacimiento
también es conocido como Al-Rután, y
presenta varios niveles de ocupación,
desde la Edad del Bronce (se encontró
en los años 70 una tumba argárica)
hasta la Edad Media, con algunos
hiatos importantes, ya que no existen
restos, por ejemplo, de época romana
altoimperial.
De la época ibérica quedan muy
Topografía de El Peñón de Arruta

Cisterna excavada en la roca del Peñón de
Arruta
pocos restos, ya que la mayor parte de
lo conservado pertenece al siglo I a.C.
Construido por los romanos sobre una
antiguo poblado ibérico, este centro
tiene como función primordial la
extracción y transformación de hierro,
cobre, plomo, y, posiblemente, plata.
La muralla se prolonga por todo el
cerro, menos en el extremo oriental,
donde el escarpe rocoso, muy acentuado,
lo hace innecesario. La superficie del
asentamiento es de media hectárea,
aproximadamente.
Se accede a él por lado occidental,
después de pasar por los restos de una
vaguada que corre paralela a este tramo
de la muralla, y que correspondería al
antiguo foso que defendería este sector.
La puerta es un simple vano, flanqueada
por dos torres vacías al interior que
servían como puestos de guardia.
141
Guía de los oppida ibéricos
Un paseo por el interior nos permite
comprobar el lugar donde se realizaba
la actividad metalúrgica, ya que hacia
el escarpe rocoso situado al sur se
encuentran los restos quemados de las
paredes de los hornos que se utilizaron
para este menester. Un poco más allá
se puede observar, excavada en la roca,
una gran cisterna para el agua, esencial
en este caso ya que serviría tanto para
el consumo humano como para los
procesos relacionados con la actividad
metalúrgica. La cisterna se abastecía del
agua de lluvia.
Desde este punto podemos
aprovechar para visualizar los restos
de actividad minera en la zona del
Marquesado en épocas más recientes,
ya que a nuestros pies se observan las
chimeneas de ladrillo de las minas de
Santa Constanza, y, algo más lejos en
mitad del llano, los impresionantes
cerros de las minas de hierro de Alquife,
resultado de la extracción de tierra
durante algo más de 600 años
A la época ibérica deberíamos
adscribir el santuario al aire libre con los
característicos platos de cerámica rotos
en superficie que se localizaron hace casi
dos décadas, en la cuerda que desciende
desde el poblado hacia la Ermita.
 Apenas quince kilómetros al Este
del Peñón de Arruta, nos encontramos
con otro yacimiento que, al igual que
éste, está especializado en la actividad
metalúrgica.
El Cardal (Ferreira)
Otro asentamiento amurallado,
aunque en este caso solamente
encontramos restos de la Edad
del Bronce (argáricos), ibéricos y
medievales de primera época (siglos
VIII-IX d.C.). A pesar de ellos, la mayor
parte de los restos que veremos en
superficie conservados, corresponden
a época ibérica, concretamente a los
siglos III y II a.C.
Se trata de un cerro ubicado al lado
del camino que sale desde Ferreira hacia
la autovía, de casi media hectárea de
extensión. Si ascendemos por la ladera
meridional, podremos ver un pozo de
extracción de hierro, muy profundo, y,
junto a él, una gran cantidad de escoria
de hierro resultante de la transformación
de este metal que se realizaba en horno
posiblemente situados en la cima del
mismo y en esta misma ladera. A partir
de media ladera encontramos ya la
primera muralla, que circunda por
Vista de El Cardal
142
completo el cerro, pero muy alterada
por la erosión.
Aún debemos seguir la subida hasta
alcanzar la parte superior, rodeada en
todo el perímetro por una muralla que
se conserva algo mejor, y más ancha,
ya que alcanza casi los dos metros. De
hecho en la esquina noroeste aún existen
los restos, perfectamente visibles,
de una torre de planta cuadrada. De
paso podemos comprobar cómo dos
elementos constructivos semejantes
pueden tener un diseño tan distinto,
sobre todo cuando comparamos esta
torre maciza con las torres que podíamos
ver en el Peñón de Arruta, ya que los
bastetanos solían construir torres
macizas a diferencia de los romanos,
que las construían huecas al interior.
La única puerta que puede verse
aún corresponde al acceso a la meseta
por el lado norte, y estaría flanqueda
por otra torre cuadrada, algo menos
 Guía de los oppida ibéricos

Topografía de El Cardal
que la anterior. En el extremo oriental
encontramos una habitación de grandes
dimensiones, quizás el almacén de
material metálico ya transformado. El
resto de las estructuras corresponde
a unidades domésticas y, en el centro,
excavada en la roca, una cisterna para
el agua.
pero fuera del cerro donde están las
estructuras de habitación.
Un último yacimiento de esta zona
merecería la pena ser visitado, aunque
su conservación es notablemente peor
que los anteriores

El santuario de este poblado ibérico,

localizado hace apenas cinco años, se
ubicaría, muy cercano al asentamiento,

143
La Calera (Dólar)

Presenta restos de la Edad del Cobre,

ibéricos y de la Alta Edad Media, y está
enclavado en el remate alargado de un
pequeño cerro calizo al sudoeste de
la población de Dólar. Al igual que en
el caso de El Cardal, éste yacimiento
ha sido fechado, para la época ibérica,
entre los siglos III y II a.C. Camino de acceso a La Calera

Al margen de algunos muros en

la parte superior del cerro, sólo se
conserva un tramo de tres metros de
longitud de la muralla, construida con
grandes bloques calizos. En este punto
desemboca el camino de acceso, que en
zigzag y tallado en algunos puntos en
la roca permitiría el acceso a los carros
hasta el recinto, siendo quizás, el único
ejemplo de rodela para carros excavada
en la roca que existe en la provincia
perteneciente a época ibérica.

Junto al yacimiento se encuentra el

santuario al aire libre, que siguiendo
los modelos anteriores, presenta
numerosos fragmentos de platos rotos
en la superficie de un cerro aledaño al
poblado.

144

Cerro de los Allozos
E n la cabecera del río
Guadahortuna nos encontramos
con otro de los grandes oppida nucleares
bastetanos, cuyo nombre antiguo, como
en el caso del Forruchu, no ha dejado
ninguna huella. Se trata del Cerro de los
Allozos, con un basto y rico territorio
entorno a él.
145
Guía de los oppida ibéricos
Cerro de los Allozos (Montejícar)
Es el oppidum que controla las vías
de comunicación que relacionan, a través
de las altiplanicies, la costa levantina
con la actual provincia de Jaén y la vega
de Granada. Situado al norte de la actual
población de Montejícar, se encuentra
ubicado sobre un cerro escarpado y
amesetado a algo más de 1.200 metros
de altitud, con condiciones muy
favorables de visibilidad y de defensa.
Es un yacimiento que nace durante las
fases finales de la prehistoria, y que
estará, durante toda la época ibérica,
estrechamente relacionado con el otro
gran núcleo ibérico de Montejícar; el
Cerro del Castillo, situado al occidente
Territorio de
Los Allozos.
1, cerro de los
Allozos; 2, cerro
del Centinela
del actual casco urbano. Ambos núcleos
evolucionan a la vez, y hacia finales del
siglo VI o principios del V a.C., Cerro de
los Allozos se convierte en un oppidum
nuclear, que representa el poder de
la aristocracia ibérica que domina los
cursos altos de los ríos Guadahortuna y
Cubillas.
Para subir al yacimiento, hay que
entrar en la localidad de Montejícar y
tomar el camino asfaltado que asciende
hasta la ermita de la Virgen de la Cabeza.
Si llevamos vehículo habrá que dejarlo
en la explanada localizada junto a la
ermita, para, desde aquí, cruzar a pie un
pequeño olivar y comenzar el ascenso
hacia la cima del cerro. Aún se pueden
ver las plantaciones de almendros que
cubren algunas zonas del yacimiento,
y que sin duda le dan el nombre actual
(del árabe al-lauza, almendra). En Cerro
de los Allozos existen aún numerosos
aterrazamientos, destinados, al igual
que la meseta superior, a la plantación
de almendros y cereal, ya en desuso
tras la mecanización del campo y ante la
dificultad de acceder a él con vehículos
agrícolas. Una vez arriba, disfrutaremos
de la espléndida panorámica que se nos
ofrece: Al norte, podremos observar
Sierra Mágina; al oeste, la sierra de Alta
Coloma; de suroeste a sur, el Cerro del
146
Vista del cerro de los Allozos
Castillo, la población de Montejícar y el
valle del río Cubillas, con Sierra Harana
y Sierra Nevada al fondo; al este, se abre
hacia las altiplanicies el valle del río
Guadahortuna.
Cerro de los Allozos es el yacimiento
arqueológico más extenso de Montejícar.
Presenta una superficie de unas 7
hectáreas dentro de sus murallas, de las
cuales aún se pueden ver algunos restos,
principalmente en su zona meridional,
así como alguna torre o bastión de
planta cuadrangular, insertadas en
la estructura muraría externa. En la
meseta superior del cerro aún es posible
observar cimientos de edificios, algunos
de gran envergadura.
Las cerámicas que aparecen en el
yacimiento, son las típicas del ámbito
cultural bastetano al que pertenece,
con esquemas decorativos de origen

fenicio (bandas horizontales y círculos
concéntricos), que son rápidamente
asimilados por las comunidades indígenas.
Posteriormente, estos modelos se
enriquecen por evolución interna,
incorporando nuevos elementos, pero
siempre dentro de una estructura de
carácter geométrico. Durante el siglo
IV a.C. aparece en Cerro de los Allozos
un producto procedente de talleres
griegos; la cerámica ática de barniz
negro. Se trata de vasos relacionados
con el consumo del vino: por un lado
encontramos kylix o copas donde se
bebía el vino, y por otro, cráteras en las
que este se mezclaba con agua, aunque
estos usos griegos no necesariamente
tuvieron que ser mantenidos por
las comunidades bastetanas, que, de
hecho, utilizaban más la crátera como
contenedor de las cenizas del muerto
en las necrópolis.
En los inicios de los años ochenta del
pasado siglo, se recuperó en superficie
una placa fragmentaria de plomo, en
una de cuyas superficies se desarrolla
parte de un texto prerromano en
escritura meridional y lengua ibérica.
Su mayor trascendencia radica en
las escasas referencias lingüísticas
prerromanas existentes hoy en la
provincia de Granada, que hacen de
147
Guía de los oppida ibéricos
este plomo un caso único y de especial
importancia, ya que viene a unirse a
las leyendas monetales prelatinas de la
ceca de Iliberri, hasta ahora el único caso
conocido que integraba los corpus de la
escritura indígena anterromana en esta
parte de Andalucía, exclusividad a la que
en este momento podemos añadir con
plena seguridad el plomo recuperado
en Montejícar. El plomo de Los Allozos,
al ampliar las referencias de la lengua
ibérica escritas en signario meridional,
también expresa la mixtura cultural que
caracterizó a las poblaciones ibéricas
del sureste. En este caso concreto, en
un territorio donde se trasvasaban
intercambios de todo tipo entre
Levante, el Valle del Guadalquivir y las
tierras del interior de la actual provincia
de Granada; actividad comercial en
cuyo contexto tienen cabida los plomos
inscritos, que suelen interpretarse como
textos justificativos de intercambios
económicos.
El final del yacimiento parece estar
relacionado con los sucesos bélicos de la
Segunda Guerra Púnica, desapareciendo
de forma brusca como hábitat hacia
comienzos del siglo II a.C., hecho este
que podría guardar relación con una
presumible alianza de sus habitantes con
Cartago, y por ende, con la presencia
militar romana en el sur de la Península
Ibérica.
Junto al oppidum nos encontramos,
inmediatamente al sur, otra elevación
donde se ubica el castillo medieval de
Montejícar; es en este punto donde se
localiza otro interesante yacimiento
ibérico
Cerro del Castillo (Montejícar)
Se encuentra situado a pocos metros
de la falda suroeste de Cerro de los
Allozos, al oeste de la población de
Montejícar, cuyo casco antiguo se asienta
sobre su ladera sureste. Es un cerro de
forma cónica y muy escarpado, con una
altitud similar a los Allozos.
Para llegar al yacimiento habrá que
entrar en Montejícar y tomar la calle
San Marcos hasta su final. En este lugar
dejaremos el vehículo para emprender
a pie la ascensión al cerro. En la ladera
este podremos observar una plantación
de pinos de repoblación.
El yacimiento presenta materiales
cuya cronología se desarrolla desde la
Edad del Cobre hasta época Moderna
sin solución de continuidad. De sus
148
fases prehistóricas es destacable el
hallazgo y publicación en la segunda
mitad del s. XX de una hoja de espada y
una alabarda argáricas, expuestas en el
Museo Arqueológico de Granada. Ésta
última da nombre a un tipo concreto
de alabardas, conocidas como “tipo
Montejícar”. De época medieval se
conserva, en la cúspide del cerro, algún
tramo de muralla, así como el arranque
de dos torres, en las que pueden
observarse al menos tres momentos
constructivos; algunos cimientos de
casas y una probable barbacana. A
época ya cristiana pertenece una torre
que conserva una altura de casi 5 m.
construida mediante mampostería de
piedra con sillería en las esquinas.
De época ibérica debemos apuntar
el perfecto paralelismo que, a nivel
tipológico y decorativo se aprecia
entre los materiales de Cerro de los
Allozos y Cerro del Castillo, aunque
la ocupación de éste se prolonga hasta
época romana. A esta fase final del
mundo ibérico pertenece una potente
estructura defensiva, localizada en la
ladera sudeste del cerro. Se trata de un
lienzo de muralla rectilíneo, del que se
conservan unos 12 m. de longitud en
sus cimientos, mientras en el extremo
noreste aparece conservada hasta una

Vista de la muralla ibérica en la ladera oriental del cerro del Castillo
altura de 3 m., con un grosor de, al
menos 2,5 m. Es posible que esta
estructura forme parte de un recinto
fortificado que funcionaría, durante
época plenamente ibérica, dependiente
del oppidum de Cerro de Los Allozos,
como puesto de vigilancia y control,
posteriormente remodelado bajo
control romano aunque cumpliendo las
mismas funciones.
En el territorio del oppidum de los
Allozos vale la pena hacer mención a un
pequeño asentamiento.
149
Guía de los oppida ibéricos
Cerro del Centinela (Domingo Pérez)
Se trata de un pequeño yacimiento
que fue excavado en los años 80 del
siglo pasado, y aunque no se conserva
nada de él, los resultados de la
intervención fueron muy interesantes,
ya que se trataba de un poblado muy
pequeño, posiblemente no estuviera
amurallado, y datado en el siglo VII a.C.,
con importaciones de ánforas fenicias
procedentes de la costa.
Durante la excavación fueron
localizadas dos cabañas de planta
circular, de reducidas dimensiones, por
lo que se considera la posibilidad de que
se tratara de un asentamiento estacional,
dada la escasa entidad de los sistemas
constructivos utilizados, así como por
la pervivencia de modelos urbanos de
épocas precedentes, ya que mientras en
la mayor parte de los poblados ibéricos
ya se están utilizando las casas de plantas
angulares con diversas estancias, aquí
nos encontramos con cabañas más
características de la tradición del bronce
final. Algunos autores apuntan, incluso,
que podría tratarse de un pequeño
poblado con dedicación pecuaria,
centrado en el paso de ganadería.

150
 Guía de los oppida ibéricos

151

GLOSARIO
Acrópolis: en las ciudades antiguas es
la zona fortificada en la parte más alta
de la ciudad. Frecuentemente se trataba
del primer asentamiento humano que,
al crecer la ciudad, se transformaba en
una zona con cierto carácter sagrado,
siendo el centro de los principales
palacios y templos de la ciudad.
Adobe: mezcla de barro y elementos
vegetales modelado con forma
rectangular y secado al sol, utilizado
con la misma función que los actuales
ladrillos.
Ajuar: conjunto de objetos de muy
diverso tipo que suelen depositarse
junto al difunto en la tumba.
Antracología: técnica de la
biología vegetal que estudia los restos
carbonizados de maderas, procedentes
de sitios arqueológicos o naturales,
que determina la especie a la que
pertenecen para el conocimiento del
paisaje vegetal y la explotación de los
recursos forestales.
Astrágalo: hueso corto, parte del
152
tarso (en el pie) que está articulado con
la tibia y el peroné. Vulgarmente se le
llama taba y sirve para un juego de azar
que recibe este mismo nombre.
Bárquida:familia o dinastía cartaginesa.
La derrota sufrida por Cartago frente
a Roma en la Primera Guerra Púnica
motivó una cierta crisis económica en
la metrópoli norteafricana. Para paliar
las restricciones que acompañaron al
tratado de paz, Cartago se dirigió hacia
la rica Península Ibérica para aumentar
sus fuentes de riqueza. Uno de los
principales impulsores de esta empresa
fue Amílcar Barca quien en el año 237
llegó a la Península en compañía de
su yerno Asdrúbal y su pequeño hijo
Aníbal.
Bustum: pira funeraria donde se
quemaban los cadáveres, de uso
individual, para un solo enterramiento.
Hay casos en los que sobre el mismo
bustum llegó a depositarse la urna
cineraria y alzarse el monumento
sepulcral.
Camino de ronda: camino o paseo
por la parte superior de los muros de
una muralla. Los caminos de ronda
recorrían la parte superior de la muralla
y debían ser los suficientemente anchos

como para permitir el tráfico fluido de
las tropas defensoras.
Carpología: disciplina de la botánica
que se dedica al estudio de las semillas
y los frutos. Entre otras cosas, la
carpología puede discernir entre
semillas autóctonas de una zona y las
que han sido domesticadas para el
cultivo humano. A partir de aquí se
puede extrapolar una reconstrucción
de la flora del paisaje, siempre teniendo
en cuenta lo destructiva que es la acción
del ser humano.
Cista: monumento megalítico
funerario. Básicamente está formada por
cuatro piedras planas o lajas, colocadas
verticalmente formando un rectángulo
y sobre ellas solía colocarse otra piedra
horizontal a modo de tapa. En el interior
se colocaban los restos mortuorios.
Crátera: vaso profundo, aunque no
cerrado, que se utilizaba en Grecia para
mezclar el vino con el agua antes de
ser servido en copas, donde se bebía.
Los iberos importaron este tipo de
piezas desde Atenas pero utilizándolas
con una función distinta, ya que se
han encontrado frecuentemente
entre el ajuar funerario de las tumbas
conteniendo las cenizas del difunto.
153
Glosario
Cremación: generalmente se habla
de incineración para hablar del ritual
funerario ibérico pero propiamente lo
que se lleva a cabo es una cremación del
cadáver. Con la incineración lo que se
consigue es reducir el cuerpo a ceniza,
pero alcanzando una temperatura de
1200º centígrados o superior, mientras
que la cremación abrasa o consume el
cuerpo a una temperatura que oscila
desde 600-650º a 800-950º. En ambos
casos el fuego provoca la casi total
desaparición de la materia orgánica y la
alteración de la inorgánica.
Cultura material: elementos
materiales que determinan en su
conjunto el modo de vida de una
comunidad. Los integrantes de una
sociedad comparten una cultura que
les es común, la cual es transmitida y
fomentada.
Engobe: tratamiento que se da a
algunas piezas de barro en su superficie.
Se trata de un compuesto de algún
material emulgente, como grasa o
huevo, unido a partículas arcillosas muy
finas, así se forma una masa pastosa que
se aplica a la pieza por inmersión de ésta
o mediante un pincel. Posteriormente
se pasa a cocer a un horno, momento
en que definitivamente el engobe se
adhiere a la superficie.
Exvoto: los exvotos son figurillas, de
bronce o barro, representando personas,
partes del cuerpo, animales, armas,
alimentos, etc. Ofrenda que los gentiles
hacían a sus divinidades depositándolas
en santuarios o lugares de culto.
Falcata: nombre que recibe la típica
espada ibérica, fabricada en hierro, con
la hoja curva y borde afilado solamente
en el lado cóncavo. El mango suele
tener forma de animal, frecuentemente
de cabeza de caballo y, en ocasiones,
presenta decoraciones en plata.
Fíbula: todo tipo de piezas metálicas
utilizadas en la antigüedad para unir
o sujetar alguna de las prendas que
componían el vestido. Las más comunes
tienen una forma parecida a los
modernos imperdibles, ocultándose la
aguja por debajo de un disco o de una
plaqueta arqueada. Se aprecia una gran
variedad de formas, de materiales (oro,
plata o bronce) y de decoraciones, lo
que prueba la gran importancia que se
daba a este complemento.
Fusayola: elemento cerámico o pétreo
perforado, de forma trapezoidal cónica
o bicónica, era empleado para labores
154
textiles domésticas. Se colocaban en un
telar para que se tensaran las cuerdas y
de esta forma realizar la trama.
Glande: proyectil de plomo, con
forma de huso bicónico, bipiramidal u
oblongo, para ser lanzado con la honda.
Hidromiel: bebida alcohólica
fermentada a base de miel y agua.
Consumida desde la antigüedad,
su fabricación es anterior al vino y
seguramente a la cerveza.
Hipogeo: galería subterránea que en
la Antigüedad se usaba para conservar
los cadáveres sin quemarlos.
Huso: objeto que sirve para hilar fibras
textiles. En su forma más simple es un
trozo de madera largo y redondeado,
que se aguza en sus extremos y que en
uno de ellos, normalmente el inferior,
lleva una pieza redonda de contrapeso
y tope, llamada malacate, nuez, tortera
o volante.
Kalathos: o sombrero de copa, es el
nombre que recibe un tipo de recipiente
cerámico muy característico de época
ibérica, consistiendo en una forma
profunda, cilíndrica y borde saliente
horizontal, semejante al perfil que

presenta un sombrero de copa invertido.
El nombre utilizado por los arqueólogos
es de origen griego, representando una
pieza de semejante morfología.
Kylix: copa griega empleada para beber
vino y, ocasionalmente en el mundo
ibérico, en contextos funerarios usada
como tapadera de la urna cineraria o
como parte del ajuar.
Larnake: caja funeraria ibérica, de
piedra o de estuco, destinada a contener
las cenizas del difunto.
Libación: ofrenda realizada a los dioses,
normalmente de vino sin mezclar pero
a veces también de leche, miel y otros
líquidos (incluso agua pura), que se
vertía en el suelo.
Litología: parte de la geología que
trata de las rocas, especialmente de su
tamaño de grano, del tamaño de las
partículas y de sus características físicas
y químicas.
Lucerna: término arqueológico
aplicado a los candiles fabricados con
anterioridad a la Edad Media. En el caso
del ajuar doméstico fenicio y púnico
se trataba de pequeños cuencos cuyas
paredes se doblaban hasta conseguir
155
Glosario
aislar una piquera donde se ubicaría el
punto de luz.
Metamorfismo: transformación en
roca de un sedimento sin consolidar o
consolidado (como otra roca) debido
a grandes presiones y/o temperaturas.
Un ejemplo de metamorfismo sería la
transformación de caliza en mármol.
Necrópolis: expresión de origen
griego que quiere decir, textualmente,
ciudad de los muertos. En arqueología
suele utilizarse este término como
sinónimo de cementerio, lugar de
enterramiento de cadáveres.
Oppidum: denomina el sitio habitado y
fortificado de topografía elevada. Lugar
principal y urbanizado entre los iberos.
Orogenia o plegamiento alpino:
desplazamiento hacia el norte de la placa
africana, que comprime los materiales
acumulados en los geosinclinales del mar
de Tetis y la cuenca central asturiana. Es
la responsable de la creación de nuevas
cordilleras y depresiones.
Paramento: pared o paredes de un
muro.
Panoplia: conjunto de elementos
que componen el armamento de un
ejército.
Prospección: todo el conjunto
de trabajos o procedimientos de
laboratorio o de campo, dirigidos a la
búsqueda de yacimientos arqueológicos.
El hallazgo algunas veces es casual, pero
también se pueden encontrar al buscar
de forma metódica, esto se consigue
mediante planes de prospección.
Existen casos donde no hay duda de que
nos encontramos ante un yacimiento
arqueológico pero hay otros en los que
la información de una prospección de
superficie no es suficiente ya que el
yacimiento ha podido ser erosionado,
desplazado de su posición original
o se encuentra bajo el sedimento.
Para determinar si el yacimiento se
encuentra enterrado hay que realizar
una prospección del subsuelo.
Regatón: casquillo o virola que se pone
en el extremo inferior de las lanzas,
bastones, etc., para mayor firmeza.
Skyphos: término griego que define
un vaso de cerámica para beber,
caracterizado por presentar dos asas
horizontales junto al borde y un galbo
profundo. Muy utilizado como ajuar
funerario en las necrópolis ibéricas.
156
Silicernium: restos de un banquete
funerario, en el que se realizaban
ofrendas al difunto que consistía en
alimentos quemados in situ que no eran
consumidos por los vivos.
Soliferrea: lanza y astil ibéricos,
totalmente de hierro, que casi alcanza
los dos metros.
Tapial: molde constituido por dos
tableros colocados verticales y paralelos,
que se emplean para hacer las tapias,
pared de arcilla apisonada y amasada.
Túmulo: amontonamiento artificial
de tierra y piedras que, por lo general,
cubría ciertas tumbas monumentales
megalíticas e ibéricas.
Ungüentario: pequeño recipiente
de vidrio o cerámica para contener
ungüentos y perfumes.
Ustrinum: lugar en las necrópolis
donde se procedía a la cremación del
difunto, en un lugar diferente al que iba
a ser enterrado y de uso colectivo, para
posteriormente depositar las cenizas en
una urna que era trasladada a la tumba.
Zócalo: parte inferior de un edificio
que se crea para conseguir una superficie
 Glosario
uniforme sobre la que colocar todos los
basamentos a un mismo nivel. También
se llama zócalo a una faja corrida y de
poca altura pintada en la parte baja de
una pared.

157
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mundo ibérico en las altiplanicies
granadinas
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C. San Martín; M. Ramos Lizana
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La Asociación de Estudios de Arqueología Bastetana
nació en 2005 con el objetivo de investigar y gestionar el
patrimonio arqueológico de las comarcas septentrionales
de la provincia de Granada (Guadix, Baza y Huéscar),
habiéndose formado con parte de los equipos que han
trabajado en esta zona desde 1987. Entre sus funciones
está la de divulgar dicho patrimonio, para lo cual se han
editado ya dos guías, una primera sobre senderismo
en las atalayas medievales de la comarca de Baza y esta
segunda que ahora presentamos, donde se apuesta por la
Arqueología Ibérica, en una zona tan rica y que tantos
elementos ha prestado a la historia de la cultura bastetana,
como la Dama de Baza, pero buscando multiplicar las
posibilidades y dar una idea más amplia de la variedad que
supone el patrimonio ibérico en la zona.