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“ASPECTOS EMOCIONALES EN UN CASO DE UNA NIÑA CON

MUTISMO TEMPORAL SELECTIVO”

Heloisa Gurgel Rosenfeld

Eje temático: Cuerpo en la clínica


Descriptores:​ mutismo infantil, hipocondría, cuerpo

RESUMEN:
El análisis del caso de una niña que manifestó un mutismo temporal selectivo
como síntoma de un conflicto en la relación materna. La comprensión del
significado de ese síntoma a través de una comprensión teórica del mutismo
infantil, y del significado emocional de la transferencia al cuerpo infantil de
angustias, que a través del contacto con la madre pudieron ser restablecidas,
identificadas y trabajadas.

DESARROLLO

● La madre viene a mí muy afligida.


● Informa que estaban viajando, alquilando una casa con amigos en el
sur. Se encontraban en un restaurante y la hija C., con 2 años y medio,
había orinado en el piso del restaurante, la madre echó una bronca
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seria, la niña lloró, fueron a casa, en el coche ella ya durmió. Cuando se
despertó al día siguiente no hablaba. Se comunicaba por medio de
signos y gruñidos, tenía una risa nerviosa. La madre empezó a
desesperarse. Ella quedó así por casi dos días, fue recuperando el
habla. Empezó con “mamá”, “papá” y para todo decía: “¿Qué es
esto?”. Entonces anticiparon el final de las vacaciones y regresaron a su
residencia. La madre dice que dejó una secuela (en la madre), ya que
hasta hoy es “un tanto floja” con ella.
● Datos evolutivos: Ya pensaban en buscar ayuda psicológica desde hace
algún tiempo; C. manifestaba un tartamudeo, leve, no constante. Otro
factor fue que habían empezado a quitar el pañal hace unos meses,
pero a pesar de que ella entendía, no podía avisar cuando quería
orinar.
● En esta primera entrevista con la presencia de la madre y del padre,
describen una hija muy lista, pero que muestra dificultad en quitar el
pañal. Creen que el evento del mutismo fue consecuencia de la bronca
de su madre, pero incluso ya siendo mejor el habla, la madre quería
entender lo que había sucedido.
● Hablamos largamente en esta entrevista e intentamos pensar juntos en
algunas hipótesis.
● 1-Este proceso de dejar los pañales se inició muy temprano; C., a pesar
de que ya hablaba bien, no estaba lista (tal vez incluso para un control
orgánico del esfínter).
● 2- Junto con el proceso de dejar los pañales, también empezaron a
quitar el chupete, pensamos que podría ser un exceso de experiencias
de independización para ella.
● 3- La madre cree que la hija no quiere decepcionarla, relata un episodio
en casa de parientes cuando ella pide a una tía para cambiarla, dice
que la madre se queda triste cuando tiene que cambiarla. Así se da
cuenta de lo cuánto esta dificultad con el control del esfínter desagrada
a la madre.
● 4- La madre dice que se ve muy ansiosa.

Terminamos esta entrevista inicial y marcamos una próxima, que sería


una observación lúdica de C. Los padres aceptaron, y percibí que el padre
pensaba que era importante que la madre fuese también en esta consulta de
la hija.

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En el día de esta sesión, vinieron la madre y C. Llamo a C. que está animada,
entra a solas conmigo, pero al fin llama a la madre para entrar junto.

La madre acepta, entra en la sala y se sienta en una silla. C. acepta mi


invitación a que ​sentásemos en el suelo y le muestro una caja con muñecos y
muebles de la casita. Ella es muy curiosa, manejando todo y organizando un
hogar.

C. interactúa bien conmigo, está confortable. Lo que inmediatamente percibo


es su necesidad de saber el nombre de cada cosa que no conoce. Crea un
buen contacto y, para todo que desconoce, me pregunta: “¿Qué es esto?”. Su
vocabulario también es muy rico. La comunicación verbal es realmente
intensa y podría decir, de forma comparativa, precoz.

Arregla la casita totalmente, es muy cuidadosa, sigue dispuesta a


cubrir cada persona.

Es mandona, las cosas tienen que ser a su manera, pero por necesidad
acepta mi ayuda (por ejemplo, para cambiar la ropa de la muñequita). Me
pareció interesante que ella pone al padre en la camita, después pone al niño
junto. Pone la madre en otra cama, un tanto alejada. Como estamos jugando
juntas, le pregunto algo sobre esto y ella dice que es así mismo, la madre
queda en otra cama. Cubre todos. Continuamos interactuando, ella casi
sienta en mi regazo cuando pregunta algo: “¿Qué es esto?”, parece que le
gusta ver mis labios en movimiento.

Sólo después de un tiempo, cuando está muy involucrada allí


conmigo, es que parece recordar la madre. Entonces ella la mira y recoge algo
en la mano y se dirige a su madre y le pregunta: “¿Qué es esto?”. La madre le
responde y empezamos a hablar un poco, yo y la madre.

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Digo que percibí que para ella era muy importante el hablar, la
comprensión por medio del significado de las palabras. La madre dijo que se
dio cuenta de que ella casi no había tartamudeado mientras estaba conmigo.
Digo que tal vez porque estamos tranquilas y que ella percibió toda mi
disposición sólo para ella.

Hablo también de mi observación acerca del grado de organización que ella


ponía en los juguetes (casi un aspecto compulsivo, aunque ese término no
fue utilizado con su madre).

Seguimos hablando y en algún momento C. (que hasta entonces seguía


jugando tranquila mientras hablábamos) va hacia la madre y dice algo. No oí
lo que era, pero la madre, casi al mismo tiempo de hablar conmigo, responde
a lo que ella había preguntado.

A continuación le muestro cuánto las dos tenían un canal de


comunicación muy intenso (usando esta situación en la que la madre la
escucha a pesar de también estar escuchando a mí y le responde casi al
mismo tiempo de hablar conmigo). Ella dice que con seguridad, porque ella
queda con la hija casi todo el día, por la mañana, cuando están en casa sólo
las dos, y luego la lleva a la guardería que se encuentra dentro de su lugar de
trabajo y ellas vuelven a casa juntas.

Vamos juntas llegando a la conclusión de que, probablemente, esta


cuestión del mutismo temporal fue un ataque (ya que la marca de la
comunicación de C. era verbal), pues ella debe haber quedado al mismo
tiempo lastimada, avergonzada y enfadada con la madre por haber gritado
con ella en el restaurante, y triste por no lograr ser como su madre e incluso
como ella misma gustaría de ser (una niña grande).

Dije que entendía que C. mostraba tener una comprensión muy grande
de todo (por su facilidad de comunicación verbal) y que esto generaba una
falsa idea, tal vez incluso a ella misma, de que ella ya era grande y lograba
todo. El proceso de dejar los pañales fue temprano y como ella también no
quiso volver hacia atrás, se quedó proyectado en la dinámica familiar el
conflicto de querer ser grande sin darse cuenta al mismo tiempo de esta
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independización. Estábamos pensando en algunas maneras de intentar hacer
que ella estuviese más a gusto con estos aspectos infantiles de ella; ella tenía
que aceptar que no necesitaba ser grande.

En este momento final de la sesión, percibo que la madre se volvió más


tranquila y entonces ella empieza a contarme que durante los días de
mutismo ella quedó desesperada, ya había leído todo sobre el tema, a pesar
del esfuerzo de parecer tranquila para su hija, internamente estaba
reviviendo terribles pavores. Pensó en cosas horribles (como tal vez el hecho
de que los amigos que estaban con ellos pudiesen haber hecho alguna
maldad con ella). Estoy asustada por las fantasías que ella me dice y pregunto
si es siempre así. Entonces ella me dice acerca de ella que:

- Siempre ha sido muy hipocondríaca, siempre que tenía cualquier cosa,


los pensamientos la llevaban a situaciones dramáticas.
- La familia se preocupó cuando quedó embarazada. ¿Cómo sería?
¿Viviría el embarazo como una enfermedad?
- Nada de esto sucedió. Desde su embarazo y el nacimiento de C., muy
bien, nunca jamás había tenido una enfermedad (real o imaginaria).
- Desde que C. nació toda la preocupación que tenía con ella misma se
trasladó a la hija, también con esta característica de exageración (casi
un pensamiento delirante).
- Desde que C. nació, ella ha pasado por algunas ideas de patologías muy
graves involucrando a la hija:

1. Tan pronto como ella nació, la enfermera vino a decir que


el piececito estaba un poco torcido porque había estado
en una mala manera en el vientre, pero que pronto
volvería a la normalidad. Para ella fue el comienzo de
varias fantasías donde la hija tendría el pie torcido para el
resto de su vida, como una marca.
2. Ya pensó que ella sería daltónica, porque se dio cuenta
de que ella no discriminaba bien los colores (¡Recordando
que ella todavía tiene 2 años y medio!).
3. Ya pensó que ella podría tener problemas auditivos, casi
una sordera provocada por un síntoma de otitis.

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4. Cuando tenía un mes, tuvo reflujo grave, quedó muy
asustada. Tenía que comprobar si la hija estaba bien todo
el tiempo. Después se dio cuenta de que la leche estaba
sin proteína, entonces cambiaron la leche y todo resultó
bien.
En todos estos episodios, ella no sólo queda muy desesperada, sino
también es invadida por fantasías catastróficas, como aquellas que tenía con
respecto a sí misma. Ella me dice algunas, pero parece que no le gusta contar,
casi con miedo al riesgo de que ellas invadan de nuevo su mente.

ASPECTOS TEÓRICOS

El mutismo en la niña debe ser entendido únicamente como el mutismo que


fue adquirido después de que la niña ya había adquirido el habla.

Los casos de sordomudez o una “mudez primaria” implican trastornos


orgánicos probables, o incluso una precaria falta de inversión de la función
del lenguaje.

Se describen dos tipos de mutismo:

- MUTISMO TOTAL ADQUIRIDO - que comprende:


● mutismo histérico, que está acompañado de otros síntomas histéricos
de la personalidad;
● el “mutismo timogénico”, que se instala después de un fuerte choque
afectivo;
● el mutismo ideogénico – en el que el aparato fonador no se utiliza por
recelo de que esté enfermo, a veces basado en una afección verdadera
pero benigna de este aparato;
● el mutismo reaccional benigno – que puede aparecer en niños
portadores de retraso del lenguaje.

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- MUTISMO ELECTIVO – Sólo ocurre en presencia de ciertas personas o
en una situación determinada. Este mutismo puede ampliarse a un
mutismo total, en su evolución.
Según S. Lebovici y colaboradores, el ​mutismo es sólo un síntoma siempre
asociado a otros síntomas, de los cuales los más frecuentes son: la inhibición
motora, la oposición, la enuresis y la anorexia.

Algunos autores se han dedicado a escribir las ​características emocionales del


niño con mutismo: niño sensible, tímido, susceptible a las burlas y a la ironía,
y carente de seguridad.

El mutismo electivo conectado con el ambiente no se puede entender fuera


de su contexto, y se produce dentro de un panorama familiar particular.

El análisis de P. Aimard es interesante, e intenta explicar los trastornos de


esta relación del niño con los suyos y busca entender ​qué aspectos del
lenguaje se volvieron envenenados de manera mágica. De hecho, el mutismo
del niño se dirige a cualquiera; se dirige incluso a aquellos que dieron motivos
para aparecer y su significado se inscribe siempre en la historia de la familia
con problemas. En ciertos casos, como indica este autor, la madre puede
mantener lazos con el niño demasiado tensos que le ahogan, lo que, en una
situación extrema, representa una inversión negativa del lenguaje, que no
sólo no se utiliza de manera positiva en la relación madre-hijo, sino también
que asume ​una significación mágica temible: su adquisición pondría en
peligro los lazos del dúo madre-hijo; la acción ​del lenguaje se repele con
angustia, ya que significaría alejamiento, pérdida de la madre y, para la
madre, pérdida del hijo o del valor simbólico con el que ella lo reviste.

Él también dice que el niño utiliza el lenguaje como un arma, utiliza el habla o
el silencio según quiera gratificar o punir. La conducta silenciosa del niño sirve
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de arma agresiva y el escape en el silencio aparece como expresión de una
hostilidad por la retirada de la situación.

Como el niño en el período preverbal utiliza los esfínteres o el Sistema oral


alimentario en la afirmación de sí mismo, igualmente el mutismo se presenta
como una forma más elaborada de los mecanismos de pasividad o de
revuelta.

Durante su desarrollo el niño puede perder la apetencia del lenguaje,


encontrando en su silencio los recursos íntimos para sus satisfacciones. El
odio sustituye al amor deseado y, no encontrando compromiso entre sus
problemas intrapsíquicos – que él no quiere o no consigue enfrentar – y sus
padres – en relación con los que reacciona de manera muy primitiva – el
mutismo se convierte para el niño en un arma que le da una impresión de
omnipotencia.

Por las reacciones que provoca en el medio familiar, la angustia y las


relaciones tensas que crea, el silencio se convierte en una hipercomunicación
llena de sentido, de agresión y de masoquismo, una escena en que el niño es
actor y espectador del sufrimiento de sus padres, de los que él no quiere
separarse porque, en su ausencia, su familia no podría “oír”su silencio.

ANÁLISIS DEL CASO DE C.

El significado del habla o su ausencia son expresiones de los afectos


internamente vividos.

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El interés por pensar sobre esta atención vino por medio de una pregunta
que la madre me hizo y se hizo, que fue: “¿Pero una niña tan pequeña como
ella ya hace un berrinche de esa manera?”.

También estuve pensando en esto, en la intensidad del síntoma y también


como ese momento quedaría registrado en su mente, sabiendo que tal vez,
por no ser representable como una memoria, quede inaccesible al lenguaje,
pero mantenga una marca en el cuerpo. Según D. Anzie, todo traumatismo
ocurrido antes de la constitución de una envoltura psíquica, se inscribe en el
cuerpo y no en el psiquismo.

Las angustias vinculadas al miedo a la muerte, la fragilidad del cuerpo, que


fueron transferidas y proyectadas macizamente en la hija y en su cuerpo,
impidieron una mirada tranquila y clara de la madre a la niña. La angustia se
coloca entonces en la niña (como si ella cargase algo que no sabe lo que es) y
ella también no entiende el porqué. Su necesidad de comprensión, de
nombrar, tal vez venga de esta angustia del “sin nombre”, “sin significado”,
que ella se enfrenta internamente y que busca a través del preguntar
constantemente: “¿Qué es esto?”, un significado.

Cuando la madre de C. se queda embarazada, todo su conflicto psíquico, que


se establecía en la relación con su cuerpo “enfermo”, se proyecta en la hija.
Joyce McDougall (Teatros del Cuerpo - 1989) habla del significado de “un
cuerpo para dos”: “Cuando un adulto representa inconscientemente sus
límites corporales como mal definidos o no separados de los demás, las
experiencias afectivas con otro que es importante para él (o, a veces, con
cualquiera que movilice por casualidad la memoria corporal de un antiguo

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trauma psíquico), la consecuencia puede ser una explosión psicosomática,
como si, en tales circunstancias, no existiera sino ​un cuerpo para dos​”.

C. aún es pequeña y tiene poca distinción entre ella misma y la madre, me


pareció interesante, durante la observación lúdica, que C. separa la madre, le
pone a dormir en una cama separada, creo que es, tal vez, un pedido interno
de separación de ese cuerpo materno. La prohibición del padre. La presencia
de otro que ayude a hacer ese corte en la relación.

C. ya tenía dificultad con el control de los esfínteres, probablemente era muy


temprano. Abraham sostiene que la imposición de un hábito de forma muy
prematura, persistente y sistemática – antes que la niña esté preparada de
manera psíquica para adquirirlo – resulta en ofensas precoces al narcisismo
infantil. El hábito sería adquirido por el temor, persistiendo una resistencia
interna que mantendría su libido en una obstinada fijación narcisista. C. ya
demuestra el conflicto entre el satisfacer a sí misma y satisfacer al deseo de la
madre (cuando la madre informa que ella pide a la tía para cambiarla, porque
sabe que la madre se queda triste - o insatisfecha).

El conflicto se vuelve insoportable en el momento en que la madre le


reprende en el restaurante. Tal vez por la vergüenza, la voz alta, la
exposición. Ella reacciona con el llanto y el sueño. El llanto como alivio
inmediato de la angustia. El sueño como fuga a un refugio.

No fue suficiente, ella no se organizó al dormir. Cuando se despierta, no tiene


más palabras.

Para McDougall, “las palabras son los diques más eficaces para contener la
energía vinculada a las pulsiones y a los fantasmas a los que estas dieron
origen. Cuando las palabras dejan de desempeñar esa función, el psiquismo
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es obligado a emitir señales de sufrimiento del tipo presimbólico,
contorneando ahí mismo las relaciones limitadoras del lenguaje. Entonces
hay un riesgo considerable de suscitar respuestas somáticas y no psíquicas
ante una angustia indecible”.

En conclusión, el síntoma del mutismo temporal de C. fue no sólo un ataque a


la madre, sino también un ataque al vínculo.

Además entendí que la posibilidad de la madre para establecer el contacto


conmigo e informar su sufrimiento, que daría un significado al síntoma de la
hija, sólo se dio cuando fui “nombrando” para ella lo que había ocurrido a la
hija. El hecho de nombrar y dar significado le tranquilizó, impidiendo que la
angustia se convirtiese de nuevo en “fantasías catastróficas”en relación con
el cuerpo de la hija.

BIBLIOGRAFIA:

Aimard P. (1972)- ​LÉnfant et son langage. Simep-Editions- Villeurbanne-


France

Aisenstein M, Fine A, Pragier G. (Org)- ​Hipocondria Editora Escuta, São Paulo


–Brasil

Ajuriaguerra, J (1983)- ​Manual de Psiquiatria Infantil- Editora Masson- Brasil

Lebovici S., Diatkine R., Klein F. ( 1963), ​Le mutisme et les silences de lénfant.
Psychiat. Enfant.

Ferreira M. P. (2004)–​Transtornos da Excreção- Casa Do Psicólogo –SP- Brasil

Fontes, I (2002) ​Memória Corporal e transferência. Via Lettera Editora e


Livraria – SP

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McDougall J. (1991)- ​Teatros do Corpo Livraria Martins Fontes – SP- Brasil

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