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Genaro Alfonso Ledesma Izquieta

19 setiembre 1931 - 1 abril 2018


Introducción He de extraerte
la ausencia *

Q
ueremos rendir un homenaje sencillo a quien fuera –que
duda cabe– un gran luchador social que revolucionó
parte de la historia del Perú, resaltando en esta ocasión,
al Genaro Ledesma poeta, para lo cual, hemos reproducido
dos poemas de su libro He de extraerte la ausencia, dedicado
justamente a aquellos personajes entrañables del pueblo que
dejaron este mundo y a quienes trata Genaro de extraerles la
ausencia porque “ésta duele desesperadamente con más fuerza
que la muerte misma”.
También compartimos con ustedes algunas bellas fotografías,
y un sentido poema de su nieto César dedicado a su abuelo
“Tata”, al cumplirse un mes de su sensible fallecimiento.

*Publicado el 19 setiembre 1996 - Casa del Poeta Peruano


¿QUÉ ES EL AUSENTARSE?

El ausentarse, ¿Tratemos?
confundido como “Ley de los adioses”,
acumula cerrazones con los que la vida Unidos y consustanciados
nos condena desde el primer día. todos los seres humanos,
lograremos que en no lejano día
El ausentarse capitule la verduga ausencia.
es desaparecer en una noche prematura
adherida
a nuestra propia sombra la que ya es un lastre.
Si se quiere, es naufragio de la pequeña luz
en el sistema oceánico de la tristeza.

Es a todas luces el lance


de un esqueleto andante, invisible,
en negativo,
columna metafísica enclavada
en nuestro abierto yo,
que le da cuerda
a nuestra línea vertical.
Tanta cuerda,
que conviértela finalmente
en posición horizontal.

El esqueleto metafísico
de nuestro esqueleto total
nos tiene dominados,
nos ofrece en venta lo irreversible
y avanza ufanoso, imparable,
repartiendo cenotafios como gran cosa
para un futuro negro a corto plazo.
¡Tratemos de impedir
su confabulación con otros males!

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NO MÁS MINUTOS DE SILENCIO

Ya por fin existe un método Y vengan los aplausos a manos llenas.


por mí, debidamente comprobado, ¡El nombre del amado sea ovacionado
que extrae y no llorado!
la última gota de los silencios crueles.
Toquen bocinas y ábranse fanfarrias.
Yo pregono: ¡no más minutos de silencio! Sangren sus palmas los agitados
hurras por el regresante.
El método empieza por izar
en todas partes, Venga después la lluvia de sus virtudes,
muy en alto, palpitando, y caiga propicia
el secreto retrato en un surco húmedo;
a colores de la ternura. péinense en sus hilos de agua
Enaltezcan, pido, las ancas de oro de un violín dulcísimo.
sus fuegos generosos
los carbones que actúan Los ausentes,
por mística de amor. por muy golpeados que se encuentren,
Búsquense suéltense de las distancias áridas
pechos, manos, corazón, memoria. y regresen con el sol como joya entre los dedos.
Renuncien a todo minuto de silencio.
A su encuentro concurramos.
Siendo el silencio Fruición de torrentes recuperativos
manjar y bastimento de la muerte, mojará las raíces más hondas del sentimiento.
gústale a la infame Repicando en dialécticos domingos
atragantarse de fáciles mutismos. escoltarán las campanas a los regresantes.

¡No hay que darle, nunca más,


en la yema del gusto!
¡Descartados sean por siempre,
y para siempre,
los minutos de silencio por los muertos!

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A Genaro Alfonso
Ledesma Izquieta,
mi “Tata”

Genaro Ledesma, Senador de la República 1981.


AL PIE DE TU ESTANDARTE, ESCRIBO
Tu dolor no fue un beso tardío,
la vulva que quedó helada,
las cartas sin destinatario,
Ante una mesa cubierta por un paño verde, la soledad de un lecho
los esperaba el Alcalde, Genaro Ledesma, o la levedad del ser humano,
un hombre de unos treinta años. porque siempre fuiste un adán
—Bueno, ¿en qué puedo servirlos? que buscando una sola eva
Era una voz cálida, lenta. amado vivió por tantísimas mujeres:
—Somos comuneros de Rancas, doctor— explicó Fortunato—. madre, hermanas, hijas y compañeras.
No sé si usted conoce
nuestro problema. La «Cerro de Pasco Corporation»…
El mundo era tan nuevo que los evangelios
—¿El Cerco?— preguntó. dijeron que había que multiplicarse
Se quedaron estupefactos. Por fin una autoridad reconocía de diferentes invenciones y despertares,
la existencia de esa invisible serpiente. con rocas pariendo manantiales y
Redoble por Rancas, Manuel Scorza vientos trayendo las buenas nuevas.

Tu dolor tenía distintas voces y máscaras.


Abuelo, Te dolía en la frente,
estoy columbrando tu dolor, en los ojos y
aquello que traté de comprender en las manos.
cuando solo podía sufrírselo Aún en los cabellos y en las uñas.
como un colmillo de fuego Te dolía más allá de la extensión del cuerpo.
clavado entre los hombros. Era un dolor tan antiguo como los minerales,
que tenía la fluidez de ríos sin orillas
Palpita en mi sangre igual y la precipitación de cataratas sin abismos.
que una herida secreta, Solo podía acercársele con el pensamiento:
empequeñece mi naturaleza, espuma escarlata que se enciende en una estrella
consume mi existencia y y crepita su ardiente lava en el carbón de la idea.
no puedo arrancármelo
aún cuando lo que pienso Ese dolor fueron niños envejeciendo en su infancia.
es un arpa estremeciendo mis manos: Hombres con muchas muertes para un solo pellejo.
combustible que invoca su propio incendio Corderos degollados cuyas mandíbulas abiertas
al ir amontonando palabras recitaban una misma oración desde el
en vientre de la tierra embadurnada de oro.
esta
hoja El prospecto más antiguo
de papel. que revela mi memoria fue

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la caída de Cajamarca a manos “ha sido gracias a la barbarie contra el indio”.
de Francisco Pizarro y sus abades, A mí, en cambio —y casi me golpeo
el secuestro de Atahualpa y los aposentos de metales el pecho hasta tocarme la espalda—,
que ofreció por su rescate. después de Kafka me abatió con su redoble
Era lógico: ningún oro podía los existencialistas franceses,
acercarse a la libertad de un hombre. ilustres y angustiados burgueses
Aquello, abuelo, te hizo universal que les dolía per se el corazón y
sin abrazar ningún vértice. acorralados se masturbaban en la oscuridad de sus salones.
Naciste con un dolor fehaciente, Yo me quedé soñando versos en un cascarón roto y
como un cordón umbilical esperando esas ganas que siempre supe no vendrían
que estrangula a su propio hijo. partieron las barcas,
falté a todas las citas,
Mucho antes de sentir mi alma se quedaron sin dientes las estaciones y
prisionera entre mi esqueleto, la cotidianidad se convirtió en una sutil tragedia.
solía llegar igual que el sol a tu dormitorio Para ti, en cambio, significó el periódico y los platos calientes
y entonces no entendía tu silencio. antes de acudir a todos tus encuentros con los bríos
Eras una esfinge que miraba pasar el tiempo por la ventana, de un adolescente de setentaitantos años.
sobre las casas de nuestra ciudad, También el saco,
sobre el arco de las estaciones, la camisa y la corbata,
sobre la luz agujereada de tinieblas. prendas tuyas que vestí al
Fue quizá la poesía rumiar pedazos de palabras imitarte en mis juegos infantiles
hasta encontrar la metáfora que nos descifre hasta empuñar la misma pluma que
algún misterio que ya no recordamos me llevó a mi primera página en blanco.
e ilumine nuestras memorias
fusionadas Lo épico, el metal resplandeciente
en una de la espada, me es ajeno
sola. y mi mayor acercamiento,
después de vivir las vidas que los libros me ofrecieron,
A ti te fascinaba la literatura soviética, fuiste tú saliendo ensangrentado
los verbos hacedores de acontecimientos, de Cerro de Pasco,
además de Iliada y Odisea, de Rancas y
con ese rol ubérrimo de ser Ulises de las mazmorras donde quisieron mojar tu fuego.
rescatando a tu Ítaca extraviada,
Los ríos profundos y Pero siempre nos unió César Vallejo.
El mundo es ancho y ajeno. Y es que cómo no sentir la palmada
“Lo mejor de nuestra literatura”, decías sobre el hombro de sus heraldos negros,

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los infinitos aguaceros, hoy que no te encuentro vuelvo veloz a esos libros
los huesos que nos poníamos a la mala donde quedó inmortalizada tu gesta.
y nuestras marías que se fueron, Los leo en voz alta y de repente estás aquí:
reunidos para siempre en el vocablo atrilceadumbrados, tu sombra se derrumba como un edificio
como dos maderos curvos sobre nuestras frentes. contra el filo de mi nuca y de mi espalda.

El aliento de un pueblo que lucha, Genaro,


lograr que el hombre despierte de su sueño, ahora que has descendido a la tierra,
eso, yo canto esperando que vuelvas a derrotar la muerte.
eso es mejor que el Paraíso. Ya lo hiciste tantas veces,
Dar la vida por el prójimo, cuando desapareció Manuel Scorza —quien fidedigno
hacer de su miseria un traje de grandeza, a sus actos, gritando tu nombre abolió unas leyes apócrifas.
es mirar a dios a los ojos, Cuando quisieron arrojarte al océano —y volaste
tomarlo de los cabellos y encadenado al plan Cóndor de la Argentina ensangrentada.
jalar su barba hasta que le duela Cuando murió mi querida abuela —la única vez
sin caer fulminado por el relámpago de su odio, que tus rodillas se doblaron y tu frente tocó el suelo humedecido.
sino resistir erguido la sideral descarga.
Y entonces,
Abuelo, una de esas vidas después de la muerte,
yo te he conocido tantas veces. fue la Europa de París,
He visto tu faceta de padre, donde otras realidades amamantaban las tardes de otoño.
de diputado, de abogado, Era el París de poetas que lloraban sus infancias putrefactas.
de esposo, de hermano y de tío Te colgaste sobre el pecho sus pulcros bulevares,
—eras la voz que me contaba guardaste en los bolsillos la fragancia de sus tomos,
de qué reía mamá cuando tenía y en una metáfora capturaste sus lúcidos sexos,
mi misma edad de entonces—, brindaste con Manuel Scorza y en la oscuridad
la del escritor que en solitario de esos salones escribiste tus más sentidas oraciones.
cultivaba una rosa con su veneno Por fin viajaste a Puerto de Palos a conocer el mar
—tu destierro al Sepa, por ejemplo, que despidió a Cristóbal Colón rumbo al Nuevo Mundo,
aquella otra cárcel cuyos barrotes eran con peces que se ahogaron en la estela de sus naves.
los muros verdes y laberínticos de la selva.
Y también tu faceta de personaje. Y, otra vez,
He contemplado tus realidades ese dolor,
condensadas en una sola yema, esa herencia que te legó la tierra
he vuelto a tomar tu mano hecha de palabras, y que te hizo metahumano,
he visto tu lucha mejor que una mañana y un verdadero hombre que

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sí hubiera sabido ser dios. con el sediento cañón de su revólver en aquellas latitudes”.
Estoy seguro que encomendando “Tampoco olvido al personero Alfonso Rivera, cuya mortaja
tus pensamientos al río Sena fue la bandera peruana agujereada de balazos”.
decidiste volver a Latinoamérica. Y lo decías enorme como una galga,
contundente como una guillotina,
Los cronistas consignaron Fue por el norte, omnipresente como la invención de tus narraciones
No podía llegar en vuelo directo a Perú, al inmolarte en petróleo por la Constituyente de 1979.
Ledesma usó un pasaporte falso en Ecuador,
Cuya identidad decía La Tumba Del Relámpago, Voy a seguir arrojando palabras
Avelino Izquieta, El Deicida, como el que lanza piedras al océano
A pie cruzó hacia Tumbes, hasta que un día yo también sea bueno
Y en caballo enrumbó a Trujillo, y la patria, por fin, deje de ser
Se envolvió con un poncho de colores, el festín de los zopilotes.
Los policías no detenían a los campesinos, Entonces,
Durmió despierto en posadas alejadas, largas avenidas llevarán tu nombre,
Nadie podía pronunciar su nombre, los recién nacidos se llamarán Genaro
Pero el pueblo lo esperaba y lo esperaba, y tu estandarte será esa resistencia
Pero la patria lo esperaba y lo esperaba que se oxida incólume en una plaza,
como una novia a su príncipe de ébano. igual que una pirámide.
De prisa, de prisa, compañeros, Se reeditarán tus propias obras —estoy
registremos estos hechos antes releyendo de memoria La conquista del Iberosuyo,
que los comunicados oficiales cuando los españoles fueron sorprendidos
distorsionen para siempre por el quechua en su esmirriada península—
nuestra solitaria memoria. y los libros de historia
engordados de suculentas líneas
De nuevo en Lima, por las caídas sin fondo de Cerro de Pasco.
los reptiles sintieron tu llegada:
fuiste una cólera que saturó el aire. Y aunque ahora escribo estos versos
De repente alguien volvió a decirles a los comuneros sabiendo que todavía resistes tu dolor,
Yo he visto el hambre. llorando me estoy acercando
Yo he visto la miseria. al punto final de todos los tiempos,
Yo he visto matar la vida y pues presiento que la muerte abracadabra
venderla al peso por el oro. aparecerá de pronto en las palabras
Yo he visto que violaban mujeres y y yo no estaré allí presente
castraban hombres en su edad temprana. para decirte cuanto yo
“No olvido a Héctor Chacón, quien quiso inventar justicia cuanto yo te quiero.

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¡Cómo el lapicero —y vuelvo a tocarme y reparte días para que hayan noches,
la espalda hasta las diéresis del alma— vidas para que hayan muertes,
después del vacío que dejarás en la gleba, sequías para que existan tempestades
en el aire, contra esa arcilla balbuceante que se llama hombre.
en el fuego y en el agua! Serán testigos de nuestro rencuentro las piedras, las montañas
Se descomponen todas mis herencias, los árboles que crezcan de nuestros pechos abiertos,
los reflejos se ahogan en un charco, las algas que broten de las grietas de nuestras espaldas,
caigo en mí con un grito sordo y la lluvia que arrastre nuestras cenizas al océano
mis humores sepultados por alas chamuscadas y retornen sempiternamente a las nubes:
no tengo cara, porque de este mundo hemos
no tengo altura ni sombra, sido y en este mun
no tengo origen ni rumbo, do nos queda
soy solo estos ojos que no ven, mos.
estas manos que no asen,
este pensar púrpura sobre la página y Algún día —un día sin horas, luces ni sombras—
los sonidos azules de las palabras habrá una variable en la ecuación
(bastaría una columna de rocío sin principios y finales del universo,
para tocar el cielo en Cerro de Pasco aquella guardada más allá del pensamiento,
con sus cinco mil metros de grandeza, mas no de mis palabras.
sin embargo, no me alcanza la voz al escribir El tiempo, entonces, será un artefacto
desde un yo hecho de células oscuras que solo el poeta pueda controlar.
y memorias que ya nadie sabe ni recuerda). Ese día la realidad será lo que se quede
dentro de los márgenes y
Abuelo, la poesía, por fin, dejará de ser una
Genaro, triste mercancía al final de un corredor,
volveremos a estar juntos: muerta y vacía como una cáscara.
seré de nuevo el cuerpo diminuto “Agua” no significará agua,
que se colgaba de tu barba y “alimento” no significará pitanza,
arrullado sobre tu barriga y “luz” será luz,
por tus brazos durmió “amor” será amor y
ovillado igual que un gato, “muerte” la piel transparente
cuando yo también me una a la tierra de un bello animal disecado.
—aurora que columbro como
el que sueña que está soñando
y va acercándose a su despertar.
Esa misma tierra que gira su sino perpetuo

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“Genaro vuelve a Cerro de Pasco, mientras la nieve cae
sobre sus recuerdos”

De La Tumba del Relámpago, Manuel Scorza

La edad del cielo...

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