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En el presente escrito se pretende mostrar un breve análisis de la relación entre el

formalismo y la rigurosidad en la ciencia; para ello entenderemos como formalización al


proceso en el que se buscan trasladar los métodos de la lógica formal -propios de las
ciencias físico-matemáticas- a estratos como los de las ciencias culturales, en específico a
áreas como el derecho o la historia.
A estas últimas disciplinas, El profesor José Francisco Miró-Quesada las clasifica como
ciencias hermenéuticas, debido a que en gran medida sus presupuestos se desprenden de la
interpretación, lo que en su visión conlleva a una ambigüedad propia de lo no formalizado;
por ello en principio parece que las pretensiones de una jurisprudencia totalmente logizada
no tiene cabida.
Sin embargo, se logra observar como la parte interpretativa del proceso jurídico e histórico
es solo su principio, entonces; es aquí donde entra en juego la derivación deductiva, pues
con la normal dictada, o el suceso histórico interpretado, se llega a proposiciones de las
cuales es inevitable derivar una serie de consecuencias.
Una de las posibles aplicaciones que halla el profesor al menos en el ámbito jurídico es la
posibilidad de reducir las cantidades de normas, pues con un corpus selecto de normas -que
suponemos han sido redactadas bajo los más altos estándares interpretativos y contextuales-
bastaría para que de ellas se dedujera lógicamente el resto de normas y sus posibilidades.
Empero, más allá de las aplicaciones de la formalización de las ciencias culturales, resulta
destacable la visión que posee el profesor acerca de la relación entre saber hermenéutico y
saber formalizado; como se mencionó en principio, se relaciona la interpretación con la
arbitrariedad y en contraste encontramos la formalización como sinónimo de objetividad.
También se afirma que todos aquellos que poseen sus reservas frente a la formalización de
las ciencias sociales son por lo general desconocedores de los mismos procesos lógicos y
olvidan los aportes realizados a toda disciplina científica por la lógica moderna, así uno de
los principales temores que poseen los detractores de las formalizaciones es la
matematización.
A esta última cuestión responde que: «la aplicación de estos procesos no significa de
ninguna manera la matematización de las ciencias jurídicas. Formalizar no es matematizar,
es simplemente rigorizar, las matemáticas son las ciencias más rigurosas de todas porque
son totalmente formalizables, toda ciencia persigue el rigor y la objetividad, y en cuanto tal
persigue la formalización». (Miró-Quesada Cantuarias, 1956, P.11)


entenderemos a este campo de la lógica como el dedicado al estudio de la inferencia mediante la
construcción de lenguajes formales, sistemas deductivos y semánticas formales. La idea es que estas
construcciones capturen las características esenciales de las inferencias válidas en los lenguajes
naturales, pero que al ser estructuras formales y susceptibles de análisis matemático, permiten
realizar demostraciones rigurosas sobre ellas
También el autor admite que todas las ciencias poseen una distinta capacidad de someterse
a dicho proceso, - claramente mayor en la física, o las matemáticas y aun en la biología
cuando hace uso de herramientas estadísticas -, por otra parte, la capacidad decrece cuando
se trata de sectores del saber más propensos al uso de elementos metafísicos.
Para concluir, aprovecharé este último punto, pues es en este donde podría observarse la
relación- aunque tacita- con los análisis realizados por Marcuse sobre el operacionalismo,
el hecho es que se termina identificando todo aquello que no posee capacidad de someterse
a la formalización; con aquello que no responde a la doctrina de la operatividad.
Aclaremos que; es innegable que las pretensiones del profesor peruano Francisco Miró no
son las de resaltar los beneficios operacionales que representan una interpretación de la
ciencia puramente formal, sino su capacidad de objetivación y por ende rigurosidad, y, sin
embargo, termina por servir a dichos ideales por el mero hecho de que son las formas
operacionales de las ciencias, las únicas propensas a la formalización.

Para tomar un ejemplo clásico: las observaciones de las psicologías conductistas, son
fácilmente sometibles primero a las mediciones estadísticas, y seguidamente admitidas
como premisas de las que se estructurara una teoría sólida formalmente; por otro lado,
conceptos como el inconsciente y el psicoanálisis poseen el sustrato metafísico que lo
hacen irreconciliable con la formalización.


Es evidente que, cuando podemos decir cuál es la extensión de cualquier objeto, sabemos lo que
entendemos por extensión, y el físico no requiere nada más. Para hallar la extensión de un objeto,
tenemos que llevar a cabo ciertas operaciones físicas. El concepto de extensión estará por lo tanto
establecido una vez que lo estén las operaciones por medio de las cuales se mide la extensión; esto
es, el concepto de extensión no implica ni más ni menos que el conjunto de operaciones por las cuales se
determina la extensión. En general, entendemos por cualquier concepto nada más que un
conjunto de operaciones; el concepto es sinónimo al correspondiente conjunto de operaciones. (HERBERT
MARCUSE, EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL.p42)

a este fenómeno se refiere Marcuse cuando afirma que Muchos de los conceptos
más perturbadores están siendo «eliminados», al mostrar que no se pueden describir adecuadamente en
términos operacionales o behavioristas. (HERBERT MARCUSE, EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL.p43)

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