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Unidad I
Unidad II
Unidad III
Unidad IV
Unidad V
Unidad VI
Unidad VII
Unidad I
Solo el estado resultaba una entidad autárquica, y el ciudadano solo existía y era tal en
la medida que participaba de la dinámica política diaria. Esto producía una unidad
indisoluble entre persona y estado, vinculados íntimamente entre sí, en donde el sujeto
no gozaba de una identidad personal propia, sino que era el componente activo, la
PARTE del TODO.
Unidad II
Cristianismo.
- La primacía de la persona humana: el cristianismo propone exaltar el valor del hombre como
sujeto diferente y fuera del estado, ofreciendo una nueva mirada a la subordinación de esta ante
cualquier forma de dominación y absorción totalizadora. El hombre es un valor en sí mismo y su
vida no sólo está ligada al servicio estatal. Así la idea del ciudadano como parte de un todo sin
identidad, será ahora una persona cuya vida trasciende a la inmortalidad del cielo.
- La noción de humanidad: la humanidad está constituida por todos los hombres, reflejo de la
unidad divina, estando todos están llamados a trascender a un reino celestial. Así, no existe
diferencia entre los hombres en la medida que todos resultan hijos de Dios.
- El dualismo político-eclesiástico y con ello la separación del mundo espiritual del mundo
temporal: de todo lo anterior deviene la necesaria escisión entre un mundo terrenal, ligado al
gobierno temporal, de los hombres; y un reino celestial, que excede los intereses temporales. Así,
de ello se desprendería la diferencia de competencias entre la autoridad civil y la eclesiástica,
llamados a fines diferentes y con órdenes diferentes. De esta manera, el cristianismo ofrece una
visión superadora del totalitarismo antiguo, la idea de un estado absorbente de la persona humana
encuentra ahora un límite ligado a sus funciones terrenales. Esto, resumido en la parábola del
propio JESUS “DAR AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR, Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS”.